INTERVENCIÓN ESTADOUNIDENSE
Durante la primera mitad del Siglo XIX México como nación independiente se enfrentó a diversos problemas, ya sea de manera interna por el devastado sistema económico y político que había resultado no solo de la Guerra de Independencia que se libró contra España, sino también por las políticas que se implementaron en el último tercio del Siglo XVIII. Esto último resulta relevante por el hecho de que estaban surgiendo nuevas potencias alrededor del mundo, en el caso de América las 13 colonias que se independizaron de Inglaterra se embarcaron en una campaña de expansión, principalmente hacia el oeste, teniendo como fin alcanzar la costa y hacerse de puertos en ambos océanos: el Atlántico y el Pacífico. Un conflicto entre México y Estados Unidos de América fue más que evidente desde el ofrecimiento de compra de Texas en 1825 y California en 1837; políticas como “El Destino Manifiesto” fueron fundamentales para la anexión del territorio. Cuando las distintas administraciones estadounidenses agotaron la vía diplomática y de compra de territorio, la guerra fue declarada en 1845. El rápido avance del ejército norteamericano sobre México demostraba que no se trataba de acciones de defensa como se había manejado formalmente, sino de una invasión de al menos dos frentes. En el lado mexicano, el presidente Santa - Anna inició la defensa con los medios que disponía: un ejército indisciplinado, sin municiones así como el levantamiento de la facción de los conservadores. Las consecuencias para México: pérdida de más de la mitad del territorio nacional, y el paso de tropas por el Istmo de Tehuantepec; lo anterior expresado en el tratado de Guadalupe Hidalgo el 2 de febrero de 1848. Para Estados Unidos, la guerra con México ocasionó que se profundizara más la división entre los estados de norte y del sur, posteriormente devendría en la Guerra de Secesión.