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La revolución en rosa: Rosario Murillo, la primera dama que “copreside” Nicaragua Gema Santamaría
"Si algunas primeras damas han sido admiradas, temidas u odiadas alrededor del mundo por ejercer cierto poder público desde lo privado, Rosario Murillo lo ejerce actualmente desde lo público."
A
l hablar de Rosario Murillo nos referimos a una figura cuya capacidad para suscitar controversias puede sólo equipararse con la magnitud del poder político que ha adquirido durante el gobierno de su esposo, el otrora guerrillero y actual presidente Daniel Ortega Saavedra (2007-2012). Delgada, pelo negro y rizado, sin escatimar en su uso de
maquillaje y joyas, vestida siempre de colores llamativos, Murillo ha sido tildada de excéntrica por la prensa nacional y de autoritaria por varias feministas e intelectuales de Nicaragua. Por su parte, Murillo, quien se presenta como sobrina-nieta del legendario líder revolucionario Augusto César Sandino, afirma estar trabajando ni más ni menos que en la segunda etapa de la Revolución Sandinista que en 1979 derrocara a la llamada dinastía Somoza. Pero en esta segunda etapa, a la
revolucionaria bandera roja y negro de los ochenta se le han agregado banderines de tono rosa encendido, el color favorito de la Primera Dama. Referida públicamente por el propio Ortega como la “copresidenta” de Nicaragua y nombrada por decreto presidencial presidenta del Consejo del Poder Ciudadano (cpc) y asesora de prensa y comunicación del Frente Sandinista de Liberación Nacional (fsln), Rosario Murillo no ejerce el poder “detrás del trono” sino “en el trono”. Es decir, si otras primeras damas han sido admiradas, temidas u odiadas alrededor del mundo por ejercer cierto poder público desde lo privado, Rosario Murillo lo ejerce actualmente desde lo público, en específico, desde los cargos que el Presidente ha habilitado para Murillo al margen de la ley y de la legitimidad que pudiera otorgarle la elección popular. No obstante, el poder de Murillo debe entenderse a la luz de un contexto de endeble normatividad legal y de una corrupción y discrecionalidad política