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6 ¿Qué es la Práctica Genuina?

C A P Í T U L O 6 ¿Qué es la P ráct ica G enuina?

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Ahora que has obtenido un barco de libertad y recursos, tan difícil de encontrar, un precioso cuerpo humano, Para que pueda llevarte a ti mismo y a los demás al otro lado del océano de samsara, Escuchar, reflexionar y meditar sin descanso durante el día o la noche, Es la práctica de los Bodhisattvas.

LA PRIMERA INSTRUCCIÓN en Las Treinta y Siete Prácticas de los Bodhisattvas es acerca de cómo practicar el Dharma. Al principio, debemos tener el deseo de practicar, y luego escuchamos o estudiamos para desarrollar nuestra comprensión. Sin embargo, la comprensión no es suficiente. También necesitamos confianza, una especie de certeza, y para esto, la reflexión es necesaria. Ganar confianza en las enseñanzas y la práctica del Dharma tampoco es suficiente. Tenemos que mezclarlo con nuestra forma de experimentar, y para hacerlo, la meditación es necesaria. Por lo tanto, para practicar el Dharma, necesitamos hacer tres cosas: estudiar, reflexionar y meditar. El texto afirma que ya que tenemos un cuerpo humano muy precioso, ahora es el momento en que podemos practicar el Dharma. Y para hacerlo bien, necesitamos saber qué cultivar y qué eliminar de entre todas las cosas que hacemos normalmente.

Sin la capacidad de hacer ciertas cosas y abstenerse de otras, no somos libres de practicar. Pero los seres humanos sí tienen esta capacidad y es por eso que una vida humana es la más adecuada para la práctica del Dharma. Podemos ver que algunos animales tienen cualidades muy especiales y otros pueden hacer cosas inusuales. Pero puede que no les sea posible involucrarse consciente y consistentemente una cosa, y abstenerse de otra como pueden los seres humanos, por lo que los animales no son realmente libres de practicar. Como seres humanos, tenemos esta oportunidad especial, una libertad especial, por lo que necesitamos trabajar diligentemente y de todo corazón, tanto de día como de noche. No es suficiente escuchar las enseñanzas con interés y atención. Incluso cuando no estamos escuchando las enseñanzas, debemos mantener nuestra mente en el Dharma para que todo lo que surja en nuestra mente se mezcle con él. Cuando podemos hacer esto, realmente estamos practicando. El texto establece que debemos practicar día y noche sin distraernos. ¿Cómo hacemos eso? ¿Cómo practicar para que nuestra mente no se desvíe? Para responder a esto, necesitamos saber qué constituye la práctica inconfundible del Dharma. Los Kadampas tienen una historia sobre alguien que quería practicar el Dharma. No sabía cómo practicar, así que al principio lo intentó de una manera equivocada, y solo más tarde descubrió de qué se trata la práctica real. El joven comenzó circunvalando una estupa. Sin mirar aquí y allá, muy diligentemente dio vueltas y vueltas muchas veces. Lo hizo seriamente por un largo tiempo. Finalmente, llegó un gran maestro Kadampa, que lo vio y le preguntó: “¿Qué estás haciendo aquí?” El joven dijo: “Estoy practicando el Dharma. Estoy circunvalando la estupa.” El maestro Kadampa replicó: “Estás circunvalando. Eso es muy bueno. Pero, ¿no sería mejor hacer una verdadera práctica del Dharma?” El maestro Kadampa se fue, dejando al joven perplejo.

Él se dijo a sí mismo: “Pensé que estaba practicando el Dharma, pero tal vez esto no es todo. ¿Qué es, entonces, la práctica del Dharma?” Decidió que la lectura de las escrituras debía ser el camino. Fue a la biblioteca, sacó algunos libros y comenzó a leer. Estaba leyendo con gran dedicación y recitando las escrituras, cuando de nuevo se encontró con el maestro Kadampa. Una vez más, el maestro preguntó: “¿Qué estás haciendo?” El practicante dijo: “Estoy leyendo las escrituras y practicando el Dharma.” El maestro respondió: “Eso es muy bueno. Pero, ¿no sería mejor para ti participar en la práctica genuina del Dharma?” Ahora el joven estaba bastante confundido, y no sabía qué hacer. Así que lo pensó y finalmente exclamó: “¡Eso es todo! La meditación! No es nada más que eso”. Así que se fue a un rincón tranquilo y se sentó con las piernas cruzadas, cerró los ojos y meditó, pensando que estaba haciendo una gran práctica. Pero nuevamente el maestro Kadampa apareció y le preguntó: “¿Qué estás haciendo aquí?” “Estoy practicando Dharma y meditando.” El maestro dijo: “Es muy bueno hacer algo de meditación. Pero, ¿no sería mejor si realmente practicaras el Dharma libre de errores?” Ahora el practicante estaba totalmente confundido, y le preguntó: “¿Qué es entonces la verdadera práctica del Dharma,?” No es circunvalar la estupa. No es leer las Escrituras. No es meditar. ¿Qué es?” El maestro Kadampa respondió: “Cortar tu apego. Esa es la práctica del Dharma.” Al igual que la persona en esta historia, muchas personas quieren practicar, y toman las prácticas preliminares del Ngöndro. Si le preguntamos a la gente qué hicieron y cuál fue el resultado de su práctica, algunos dirán: “Oh, fue muy difícil cuando hice las postraciones. Sudé unos cuantos kilos”. Estas personas hablarán sobre cuánto esfuerzo hicieron y qué dificultades y problemas tuvieron. Si el resultado de su práctica fue aún mejor, podrían

decir: “¡Oh, fue genial! Fue tan hermoso!” y hablarán sobre todos los buenos sentimientos que tuvieron. Luego hay personas que quieren hablar de un logro aún mayor. Ellos dirán: “¡Oh, tuve una experiencia increíble! ¡Vi a Vajrayogini bailando delante de mí!” Estas personas afirman ver deidades y tener otras experiencias especiales. Como resultado, podemos pensar que estos signos son el resultado de la práctica, y como le suceden a algunas personas, también nos sucederán. Pero estos no son realmente los resultados importantes. Todos sabemos que cuando practicamos mucho y nos sentimos un poco cansados o molestos, podemos desequilibrarnos, y luego todo tipo de cosas aparentemente positivas o negativas pueden aparecer en nuestra mente. Estos no son necesariamente los signos reales de la práctica. El verdadero signo de nuestra práctica debe ser cómo trabajamos con nuestras emociones aflictivas. Por ejemplo, podríamos recordar: “Ayer a las nueve en punto alguien me hizo algo horrible y estaba a punto de enojarme, pero luego reflexioné sobre ello y no me enojé”. Este tipo de resultado muestra si nuestra práctica realmente se ha convertido en el antídoto para nuestros sentimientos y pensamientos negativos. Esto es muy importante, porque a veces no vemos qué es realmente la práctica del Dharma y para qué sirve realmente. Hacemos algo de práctica, pero tomamos otro tipo de resultado como el resultado real. Este es un error que no debemos cometer.

Más Allá de la Separación A veces hablamos de practicar el Dharma como si fuera algo por hacer. Vemos nuestra mente como una cosa y la práctica del Dharma como otra: nuestra mente está aquí mientras la práctica del Dharma está allí. Esta no es la verdadera práctica del Dharma. Cuando hablamos de amor y compasión, por ejemplo, podríamos pensar: “Tengo que generar amor y compasión”, como si tuviéramos que traerlos desde otro lugar, como si nuestra mente tal como es no puede ser amor en ese mismo momento. Si queremos generar Bodhichitta, es esta mente que tenemos ahora

mismo que debemos permitir que surja como amor y compasión. La compasión no está en otro lugar: es nuestra mente actual la que es compasiva. La práctica de Dharma no es algo que hacemos mientras nuestra mente está en otro lugar. Si ese fuera el caso, nuestra práctica no podría tener un efecto transformador en nuestra mente. Así que esta separación es el problema, si estamos tratando de generar amor y compasión o tratando de trabajar en nuestras emociones negativas. Es lo mismo en todos los casos: tiene que suceder en nuestra mente, que, a medida que surge, es inseparable del amor y la compasión. Cuando esto sucede, realmente estamos practicando el Dharma. Es importante distinguir entre una sesión de meditación y el tiempo después. Durante la sesión, nos concentramos completamente en lo que estamos haciendo, ya sea analizando algo o dejando que nuestra mente se asiente en un estado meditativo. Hay un dicho en Tibetano que dice que la carne y los huesos se mezclan; en otras palabras, nos volvemos completamente uno con la práctica. Cuando la sesión termina y comienza el período de post-sesión, la práctica ya no ocupa nuestra mente por completo. Sin embargo, tratamos de mantener algún efecto beneficioso del estado meditativo. Antes de parar la sesión, debemos hacer esta intención: “Después de terminar esta sesión, durante el resto del día intentaré conservar el sabor de esta experiencia y estado mental.” De esta manera, aunque nuestra mente no está tan enfocada como lo está durante una sesión de práctica, todavía estamos viviendo dentro del efecto. Estas dos fases se refuerzan mutuamente. La sesión de práctica influye en todo nuestro día, y la forma en que vivimos todo el día también ayuda a que la sesión de práctica real sea más poderosa y significativa. ¿Cómo practicamos por la noche? Obviamente, no podemos tener una sesión y luego pasar a la sesión posterior. Si pensamos demasiado antes de dormir, podríamos no llegar a dormir en absoluto. Se dice que el sueño se convierte en cualquier estado mental que teníamos justo antes de quedarnos dormidos. Si nuestro estado mental fue positivo, el sueño se vuelve positivo; si

fue negativo, el sueño se vuelve negativo. Cuando estamos acostados en la cama por la noche, antes de que realmente nos quedemos dormidos, muchos de nosotros pensamos en lo que hemos hecho durante el día y planeamos lo que vamos a hacer mañana. Podríamos tomar este tiempo para resolver lo que hicimos durante el día. ¿Qué era virtuoso y qué no? Cuando hayamos separado el uno del otro, podemos hacer un compromiso de que al día siguiente intentaremos aumentar las acciones positivas y disminuir las negativas. Con esa motivación, toda la noche puede convertirse en una práctica positiva. Si podemos ir a dormir de esta manera, nuestro sueño no será inútil o sin propósito; se convertirá en un estado mental positivo, y de ese modo aumentará el poder de lo que es virtuoso. Esto termina la primera estrofa de las Treinta y Siete Prácticas, y ahora tenemos que avanzar. Este es el siglo XXI y no debemos quedarnos atrapados en un solo lugar. Deberíamos seguir adelante como un buen coche grande.