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7 Explorando lo Familiar
C A P Í T U L O 7 Exp lo rand o lo Fam ili ar
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El apego hacía los amigos nos agita como el agua; La aversión hacía los enemigos nos quema como el fuego. Oscurecido por la ignorancia, sin saber qué adoptar o rechazar— Renunciar a la patria, es la práctica de los Bodhisattvas.
CUANDO LA GENTE ESTÁ CERCA de nosotros y las cosas materiales están cerca, lo que a menudo aparece es el apego y su opuesto, la aversión. Cuando nos familiarizamos con algo que parece bueno y agradable, adecuado a nuestra forma de pensar, nos apegamos a ello. Si algo malo le sucede a las personas o cosas relacionadas con nosotros, nuestra mente se perturba. Esto es fácil de entender; sin embargo, también es cierto que ademas se necesita familiaridad para que surja la aversión. No podemos considerar a alguien un enemigo si no sabemos nada sobre él o ella, porque para decir que alguien es malo, necesitamos saber por qué. Contamos todas las cosas negativas sobre alguien antes de ver a esta persona como nuestro enemigo, y por lo tanto, incluso para tener un enemigo, necesitamos una cierta familiaridad. Cuando concluimos que algo no es agradable o no nos conviene, lo vemos como un enemigo, apartándolo y desarrollando una aversión hacia ello. Así que tanto el apego como la aversión se derivan de estar familiarizados con sus objetos.
Por lo general, se entiende que la familiaridad ocurre cuando estamos en el mismo lugar durante mucho tiempo, y así es como se usa la palabra Tibetana pha yul, o “patria” en este texto. Por ejemplo, he dejado el Tíbet, pero eso no significa que no tenga aversión o apego. Cuando hablamos de “patria” como se usa aquí, no solo estamos hablando de un hogar o una tierra; estamos hablando de una situación que sirve para aumentar nuestra aversión o apego. Por lo tanto, la instrucción principal es aligerar el fuerte apego y la aversión que pesan en nuestra mente. Por muy cerca que estemos de un amigo o por mucho que pensemos que sabemos acerca de una persona, es posible que descubramos algo, un secreto, un problema o un error, que no conocíamos antes. Por bueno que parezca este amigo, él o ella puede haber ocultado defectos y problemas. Por el contrario, podemos ver nada bueno en nuestro enemigo y pensar que esta persona es solo un cúmulo de defectos. Sin embargo, por grande que sea nuestra aversión, podríamos descubrir algo que no sabíamos. Puede haber alguna razón para ser así; por ejemplo, una situación, sobre la cual una persona no tenía control, podría haberle llevado a él o ella a comportarse mal. Después de todo, si no hubiera ninguna razón para que la persona fuera tan negativa, él o ella no se habría convertido en nuestro enemigo. Por lo tanto, es mejor no mirar a los amigos o enemigos desde un punto de vista extremo: ver a un amigo como completamente bueno y un enemigo como completamente malvado. Aunque puede que no sea posible en este momento ver a los enemigos y amigos como iguales, debemos tratar de comprender y reaccionar de una manera que no sea excesiva: nuestro amigo no es el cien por ciento correcto y nuestro enemigo no es el cien por ciento equivocado. Este es el verdadero tema de esta segunda instrucción. No se trata de abandonar nuestro país; nuestro lugar de residencia no es lo que determina principalmente la forma en que reaccionamos. Incluso Thogme Zangpo diría que es del Tíbet. Las instrucciones no tratan de deshacerse de nuestro hogar o dejar nuestra tierra; se refieren a evitar los extremos de apego y
aversión cuando se relacionan con nuestros “amigos” y “enemigos”.