Logogrifos el el Vagón del The Ghan

Page 277

-¿Y el hombre no se enojó? -Quise saber, mientras miraba absorto a los ojos de mi compañero. -Y qué sé yo. La verdad que yo al tipo, ni lo conocía. Un amigo había tirado su nombre de las páginas amarillas de la guía del teléfono y me lo recomendó, así que a mí poco me importaba lo que carajo pensase -me respondió Ed, ojos brillantes y con una leve sonrisa en los labios. -Por lo que usted me cuenta, deduzco que abandonó el tratamiento -manifesté con apremio, al percibir que Ed hacía una mueca de desprecio. -Está engañado, mi amigo, -expresó, ahora con una sonrisa más amplia-. Es que algunos días después de haberlo visitado en su consultorio, yo conocí al cantinero de un bar que me curó en una sola sesión por tan sólo diez dólares. -Pero escúcheme, hombre, -interpelé aturdido-, ¿cómo es posible que un simple cantinero de bar le pueda llegar darle una solución para su problema hipocondríaco y neurasténico? -Eso no importa, lo que sé, es que yo me curé de vez, y le digo más, don Herculano, estaba tan contento con el dinero que ahorré, que al final me compré un coche nuevo. Logogrifos en el Vagón del “The Ghan”

Página 277


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.