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Carlos B. Delfante

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¿Por qué nos alegramos en las bodas y nos entristecemos en los velorios? …Porque no somos la persona involucrada. Mark Twain

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ÍNDICE La Esposa Resentida

5

Ínfulas Gananciosas

22

Peripecia en la Carretera

37

Disturbio Digestivo

51

Mi visita a Galicia

69

Los Vendedores de Espejismos

86

La Exégesis del Santo Padre

105

Falta de Costumbre

122

El Peculiar Peluquero

137

Testimonios del Cantinero

152

La Meritocrática Asociación

167

Nota del autor

181

Biografía

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Hemos de saber anticiparnos a encontrar lo cómico que haya en nosotros. Así podremos evitar que los otros se burlen de nuestra escasa perfección. Noel Clarasó

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La Esposa Resentida

Aquel condominio residencial había sido construido de manera que pudiese permanecer totalmente cercado ante las indeseables interferencias sociales del entorno exterior, lo que, indudablemente, lograba proporcionar una mayor seguridad a los moradores que lo habían escogido para residir.

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Igualmente prometía una apacible tranquilidad y un excelso sosiego en su interior donde, del mismo modo, podía agregarse al bucólico paisaje que lo circundaba, la tan requerida tranquilidad que la mayoría de las familias más acomodadas siempre buscan para adecuar y procrear sus estirpes. Cuando finalmente concluyeron la construcción del suntuoso “Sam Nadojon Riviera” hacía algo más de una década, los arquitectos urbanísticos habían proyectado dentro de él, la ubicación central cinco grandes blocs de diez pavimentos cada uno. Todos ellos con sobrios departamentos de dos y tres dormitorios, de manera que se pudiese obtener un excelente aprovechamiento solar. Así mismo, sobre las laterales de todo el perímetro interno del condominio, fueron dispuestas las residencias particulares, que eran las más espaciosas y suntuosas. Cortando de todas esas construcciones, existían serenas y arboladas calles contornadas con magníficos y floridos follajes que se diseminaban en medio de elegantes y verdeantes jardines. Sin lugar a dudas, el condominio residencial, de tan hermoso que era, se parecía a un paraíso terrenal en los que pocos humanos tienen derecho a disfrutar de beneficios de intramuros en este orbe. Nimiedades Insólitas

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Para mejor disfrutar de los periodos de láser, dentro del mismo habían sido emplazadas tres cuadras de tenis, dos de fútbol social, una piscina olímpica, una menor para niños, una sauna sueca, un amplio salón de gimnasia, algunos cuantos quinchos con sus respectivos parrilleros, un mini anfiteatro-sala de cine, y un enorme salón de fiestas. Todo regiamente predispuesto para el completo usufructo de sus inquilinos. Algunos de sus moradores ya residían allí desde antes de la inauguración de todo el complejo habitacional. Pero nuevos inquilinos se fueron agregando a medida que la obra quedó acabada; en cuanto que otros de ellos se fueron adicionando con el correr del tiempo, y muchos más lo hicieron en sustitución a algunos de esos primeros originarios, los que, por diversos motivos, terminaron por afatarse definitivamente del condominio. Claro que cuando pasaba algo así, algunas malas lenguas se encargaban rápidamente de apuntar que las verdaderas causas de sus mudanzas eran en razón de las eminentes falencias de recursos de esas familias. Otras veces, hasta alegaban que eran causadas por las enormes pérdidas económicas de sus patrimonios, o por causa de haberse aventurado en el mundo de los malos negocios. Empero, otros muchos lo tenían que hacer para salvar las Nimiedades Insólitas

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apariencias, nada más que para ocultar desavenencias familiares que terminaban por salir a flote en la convivencia de esa apacible comunidad. Evidente que allí coexistían pacíficamente las más diversas particularidades humanas que se cobijaban bajo los más disímiles tipos de personalidad y temperamento, lo que permitía encontrar la avenencia dentro de un mismo perímetro, de algunos afamados artistas, determinados magnates de la industria, prósperos comerciantes, expertos y pródigos profesionales liberales, los acaudalados terratenientes, inversionistas y capitalistas, accionistas de grandes conglomerados bursátiles, y algún que otro espécimen que gozaba de la respectiva notabilidad del momento. Del mismo modo, las índoles y las idiosincrasias de la constitución temperamental de esos habitantes variaban dentro de una extensa gama de matices, donde el egocentrismo de los mismos estaba a la par de sus codicias y exaltaciones, en la cual casi todos eran obligados a manejarse con diestra maestría, alternando entre la simpatía de unos y la antipatía de otros, permitiéndose así disimular un educado comportamiento de convivencia; aunque también existían aquellos tipos extraños que,

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efectivamente, sabían variarse entre los límites de los estados de amor y del odio, con una rapidez sorprendente. Las normas y procedimientos del comportamiento social dentro del condominio, se ventilaban, se discutían y se aprobaban en las propias asambleas de los condóminos, que obligatoriamente a cada mes eran realizadas en el gran salón de fiestas; las que, cuando eran efectuadas, servían entre otras cosas para discutir las refacciones que se hacían necesarias en las áreas de convivió común, o para apuntar

ciertas

iniciativas

personales.

También

se

utilizaban para criticar lo que hacían los hijos ajenos; pero especialmente para charlar de una forma desordena sobre cualquier tema o pretexto que se extendía hasta conseguir alcanzar el punto de desenlace en que una inocente reunión de vecinos, se transformaba en una verdadera batalla de intereses propios sin mucho sentido común. La cuestión aquí, es que Ana María y Rodolfo eran residentes en uno de los departamentos del sexto piso del bloc B desde hacía algo más de tres años, cuando decidieron mudarse al condominio así que se les presentó la oportunidad. Desde el primer momento en que ellos habían escogido este condominio para residir, pasaron a soñar con poder

disfrutar

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de

todos

los

beneficios

que

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la


infraestructura del ambiente les ofrecía, y quien sabe, de esa manera hacer que una parte contenida de aquellos sueños de juventud pudiese volverse una circunstancia de éxito; aunque en realidad, debe ser destacado que actualmente ellos ya andaban merodeando el tercer decenio de sus vidas. La verdad, es que con el pasar del tiempo, y al conocerlos mejor, ellos pasaron a considerar a sus vecinos como siendo seres adultos, razonables y equilibrados, y a catalogarlos como tipos de personas bastante simpáticas y serviciales, mismo sabiendo de los constantes murmurios e ironías cubiertas de cierta hostilidad que frecuentemente alguno que otro se encargaba de que les llegase hasta sus oídos. De vez en cuando notaban que existía algo de antipatía entre muchas de esas familias, pero creían entender que ese motivo era procedente de un leve aire de resentimiento acumulado a lo largo de la vida de esas personas. Obviamente que ellos se sentían sumamente felices viviendo en ese reposado ambiente, principalmente, porque debido a las exigencias de sus actividades, el único tiempo disponible para confraternizar con sus pares era durante los fines de semana, un hecho que los mantenía algo apartados de las turbulencias diarias de la comunidad, Nimiedades Insólitas

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y de la obligación de mantener una intimidad más exacerbada junto a los mismos. Por su vez, entre las varias actividades de convivencia social que eran llevadas a cabo en esa agrupación de moradores más potentados, como lo eran las competiciones de tenis, de voleibol, de natación, tanto las que se destinaban para los adultos como los niños; o los propios banquetes y bailes de beneficencia que esporádicamente se organizaban para dar el auspicio a alguna entidad filantrópica, o los certámenes femeninos o masculinos de póker, de bacará; o hasta los famosos clubes de artesanías, donde se suministraban clases de pintura, escultura, decoración, etc., etc.; la dirección administrativa del

condominio,

eventualmente,

y

con

la

previa

aprobación en asamblea, también organizaba algunas confraternizaciones

un

poco

más

específicas

para

conmemorar determinadas fechas del calendario. Una de esas festividades, y que tuvo como principal disculpa el deseo de festejar un nuevo año de existencia del condominio, resultó del acuerdo en que el agasajo se llevaría a cabo con la realización de un gran baile a fantasía, y al cual, los matrimonios participantes deberían comparecer apropiadamente figurados y mascarados, dejando libre la iniciativa y la creatividad de cada uno de Nimiedades Insólitas

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ellos, para que se emperifollasen con el mejor disfraz posible para la ocasión. Cuando

Ana

María

se

enteró

del

asunto,

prontamente intentó convencer a Rodolfo para participar de la fiesta, argumentando que ese podía ser un buen motivo para, de forma oculta, poder confraternizar con los otros moradores, sin la necesidad de tener que exponerse abiertamente a las pedanterías que muchos de ellos apuntaban. -¡Querido!... -avisó ella-. Ya hace tiempo que no bailamos juntos. Esta es una excelente oportunidad para divertirnos un poco… ¿Qué te parece si participamos? Total, estaremos disfrazados –le expuso Ana María, después que le entregó al marido el folletín donde se hacía mención al tipo de fiesta que irían conmemorar el próximo mes. -Pero si vamos, vos bien sabes que tendremos que aguantar a los pelmas de los Gutiérrez, de los Ruiz, y por encima…, nos vamos a cruzar con el gordo Paredes… Tu sabes muy bien que yo no soporto la manera como él te mira cada vez que te ve -alegó Rodolfo, buscando en sus palabras un pretexto para disimular su intención de no participar de la celebración.

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-No te preocupes… Sabes que a mí manera de ver…, él no pasa de un viejo verde que normalmente anda caminando con los ojos clavados en el suelo. Qué es casi seguro que lo hace para poder ver las piernas y culos que desfilan a su frente –agregó Ana María, poniendo una cara de circunstancia y enfado, por recordar en ese instante la repugnante figura corpulenta del sádico vecino. Claro que también porque le vino repentinamente a la mente, la vez que se cruzó con él en el ascensor, y de la confusa tentativa que éste había hecho para querer pellizcarle las nalgas. Pero ese era su secreto. -Yo estoy segurísimo -le aseveró Rodolfo con escarnio-, de que este se entretiene mirando las mujeres ajenas, por causa del espantapájaros rechoncho y con peluca que tiene por esposa; y, además, pues de tan gordo que es, probablemente tenga que ponerse el cinturón con un boomerang –terminó por comentar, exponiendo una sonrisa de sarcasmo al realizar su agrio comentario. -¿Entonces estás de acuerdo con que participemos? – inquirió ella, buscando en el marido la afirmación de la respuesta, ya que este aún no se decidía. -¡Yo no dije nada!... Pero si es para bailar, nos podemos ir a otro lugar cualquiera… Así evitamos tener

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que estar con esa manga de engreídos. -discordó el hombre. -Bien sabes que la mayoría de ellos son unos petulantes y vanidosos, que se creen dueños y señores del mundo –argumentó finalmente con énfasis, y demostrando un tono de desprecio en su voz. -No concuerdo -increpó Ana María-. Al final, todos van a decir que somos unos eremitas… Que nunca queremos participar de nada… Que no tenemos amistad con casi nadie… Que no concurrimos en casi ninguna actividad de grupo, ni a casi ninguno de los encuentros sociales –le rebatió rápidamente, manifestando todo el desagrado que le originaba el comportamiento recluso que ellos habían terminado por asumir últimamente. -Mujer, vos bien sabes que a mí no me gusta que más tarde…, esa gran mayoría de pedantes y estirados, se queden hablando a nuestras espaldas… Y te aclaro -subrayó-, que para mí, las únicas personas normales, siempre terminan siendo aquellas que uno todavía no conoce bien –intentó argumentar, indicando como se sentía reticente a la idea de participar de la fiesta. -¿Y quién nos va a conocer? -razonó la esposa-. Al final de cuentas, todos los que concurrirán estarán fantaseados e irreconocibles –le propuso Ana María con Nimiedades Insólitas

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cierta avidez, ensayando nuevos argumentos con la clara intención de no desistir de poder convencer a su esposo para comparecer al evento. -¡Está bien! -le dijo Rodolfo, dándose por vencido-. Concuerdo en ir… -resalvo-, pero sólo para agradarte y dejarte contenta… Para que no pienses que soy un egoísta. Definitivamente, te doy razón… ni todos son tan malos así, y al final de cuentas…, los amigos van y vienen, y son los enemigos los que se nos acumulan –filosofó Rodolfo, después aceptar participar de la fiesta junto con sus vecinos de condominio. El siguiente altercado de la pareja fue por causa del tipo de disfraz que cada uno de ellos debería usar en la fiesta, el que se extendió hasta que en un determinado momento, con la intención de no dar más riendas al asunto, Rodolfo dejó bien clara su intención de no envolverse en el asunto. Para poner un basta, le dijo enfático a su mujer: -Entonces tú resuelves lo que voy a tener que usar y chau…, a mí no me importa lo que tú selecciones o determines… ¡Sabes muy bien! que voy a participar por pura necesidad social –le declaró el hombre, aprovechando para evitar tener que continuar a divagar y a inmiscuirse en un tema que no le generaba ninguna simpatía. Nimiedades Insólitas

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Así pues, finalmente llegó el día programado para la realización del baile, y esa tarde, casi al anochecer, Ana María se sintió indispuesta y acusó un malestar que terminó por originarle un fuertísimo dolor de cabeza. Un poco reluctante, por fin tomó coraje, y le dice al marido: -¡Yo no voy…! -¡Uéee!... ¿Por qué? -Parece que la cabeza se me parte… la jaqueca me tiene neurasténica… ¡Mejor anda vos! Así que, si alguien te pregunta por mí, dale alguna disculpa boba. -¡Ni loco! –protestó Rodolfo con un tono exaltado en la voz, intentando aprovechar la oportunidad para también escaparse del compromiso. -¡No seas bobo!... Yo me tomo unas aspirinas con un té caliente, y luego me meto en la cama. Veras que cuando vuelvas, ya estaré bien. No veo ninguna necesidad de que tú te quedes aquí en casa –le contestó la esposa, pretendiendo hacerlo deponer de su intención. -¿Estás segura? A mí no me importa tener que quedarme -justificó el marido-. Acepté ir por tu causa, ahora no es justo que tú te quedes y yo vaya solo… ¿No te parece, querida? -¡No! Es mejor que por lo menos vayas tú... Al fin de cuentas, pagamos una fortuna para participar, para que Nimiedades Insólitas

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ahora ninguno de nosotros lo pueda aprovechar –insistió Ana María, sintiéndose algo culpada por el gasto que habían realizado. A seguir, agregó ordenándole: -¡Haceme el favor!, no me contraríes… Ponete el disfraz y anda, que yo voy a intentar dormir un poco. Rodolfo se vistió y partió sintiéndose un poco contrariado, en cuanto que ella, después de medicarse, consiguió dormir profundamente alrededor de una hora. Cuando se despertó, se sintió bien dispuesta, sin dolor y más animada. No en tanto, al observar el reloj, notó que todavía era bastante temprano, y de inmediato, su alegre predisposición le generó el deseo de querer participar del baile. -¡Le voy hacer una sorpresa! –dijo ella para sí, mientras recapacitaba:- Total…, Rodolfo todavía no sabe cuál es mi disfraz –murmuró, pensando para su interior, mientras en el fondo de su mente estaba especulando cómo sería divertido poder observar de lejos, como era que actuaba el marido cuando ella no estaba cerca de él. Bajo esa sórdida confabulación, pronto terminó por arreglarse, y entonces marchó resoluta y animada para el salón de fiestas donde se llevaba a cabo el baile. Al llegar allí, se detuvo para observar el divertido movimiento de los participantes, y no demoró en notar que la figura de su Nimiedades Insólitas

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esposo se encontraba sumamente entretenido en el medio de la pista, retozando feliz con cuanta joven se le aproximaba. Mientras Ana María lo observaba desde una punta del salón, vio que Rodolfo estaba tirando besitos para un lado y para otro, mientras sus manos insistían en querer acariciar y toquetear los tonificados y esbeltos cuerpos femeninos que seguidamente lo rodeaban y se le insinuaban. -¡Infeliz! –gritó ella con la voz sofocada en un ahogo susurrado para dentro de sí, mientras sentía que los ojos se le inundaban con lágrimas de odio y rabia, entregándose a pensar de forma rencorosa: -Este se la pasa haciendo de mosca muerta y vive diciendo que no le gusta bailar, y ¡aquí está!, con los pies que parecen a un abanico… ¡Pedazo de un miserable! ¡Enseguida te voy arreglar a vos! Rápidamente, Ana María se adjudicó una postura sensual y partió decidida para aproximarse de su marido, pero sin llegar a identificarse. Luego empezó a seducirlo como pudo. Cuando el hombre percibió, dejó a la mujer con la que estaba bailando y se aproximó a la recién llegada, comenzando de inmediato a rozar su cuerpo en

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indiscretas arremetidas entremezcladas con los pasos de su danza. Ella lo dejó avanzar con sus cautivantes envestidas, todo lo que el hombre quiso, pues al final de cuentas pensaba: -¡Quiera o no, es mi propio marido! Mientras tanto, el hombre percibió la oportunidad de poder extender su divertimiento más allá de los manoseos y las caricias que intercambiaban, hasta que en un determinado momento acercó su boca al oído de ella y le susurró una proposición que Ana María no dudó en aceptar. A continuación, el hombre la tomó de la mano y, apresuradamente, se escabulleron sigilosamente de la fiesta evadiéndose hacía el exterior del recinto, cuando ambos, de manos dadas llegaron hasta uno de los coches que estaban aparcados en el estacionamiento cerca del salón, y allí tuvieron un sexo desenfrenadamente como si fuesen dos adolescentes. Antes de llegar la medianoche, que sería el momento en que todos los participantes del baile tendrían que desenmascararse, ella pensó que lo mejor sería retirase cautelosamente para su casa, sin tener la necesidad de

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mostrar su rostro para el marido y los otros participantes. Mientras tanto, pensó para sí: -No te voy a dar el gusto ¡Sabandija!... ¡Quiero ver con que historia te vas a venir! Al llegar a su casa, ella se quitó el disfraz y rápidamente vistió el camisón y se acostó a leer un revista cualquiera. Poco tiempo después aparece Rodolfo vistiendo una camiseta y un short, pero con el disfraz todo doblado bajo el brazo. Al entrar al dormitorio, nota que su mujer ya está despierta, leyendo recostada sobre el respaldar de la cama. Al ver que se encuentra más recuperada, le pregunta: -¿Estás mejor mi amor? Te noto algo más recobrada, pero igual da para ver que tenes una cara demacrada. -Yo estoy mejor, no te preocupes… ¿Pero cómo te fue a ti? –lo interpela ella con notada prisa, queriendo demostrar interés por saber cómo el marido se había salido en la fiesta, y como forma de poder desviarse de tener que responder la pregunta que él le había hecho. -Lo de siempre… Te podes imaginar –murmura Rodolfo, torciendo la nariz como una manera de expresar su tedio. -¡No! no me lo imagino –expresa ella, denotándose que está con la voz crispada cuando le da su respuesta. Nimiedades Insólitas

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-¡Bueno!... Vos sabes que yo no me siento muy bien en esos lugares… principalmente si tú no estás conmigo -le contestó el hombre con cierto grado de serenidad, mientras dejaba que ella percibiese una mueca de perturbación en su mirada. -Ah, ¿sí? -expresó ella, mirándolo por unos segundos. -Pero por lo menos, habrás bailado mucho, ¡me imagino! –agregó, dejando que continuase a manifestase una cierta conmoción en sus palabras. -¡Que nada!... Ni una sola pieza. -No te creo –le grito ella de forma intempestiva, sin conseguir dominar su rabia. -Para ser sincero -comenzó a narrar Rodolfo-, luego cuando llegué, me encontré con Silvio, con Adalberto, y con otros muchachos que tampoco les gusta bailar… Así que, decidimos irnos a la planta alta y nos pusimos a jugar póker la noche toda –anunció, mientras se acercaba a ella sentándose en el borde de la cama, como si quisiese demostrarle

que

se

sentía

arrepentido

de

haber

desaprovechado la fiesta mientras jugaba a la baraja. -¿Y el disfraz…? -le pregunta inquieta Ana María, al ver el ovillo de la ropa largado encima de la silla.

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-¡Ah! ¿Ese ahí?... -le dijo el marido dando de hombros. -¡No lo use, pero si yo te cuento lo que le pasó al tipo que se lo presté!... ¡Sé que no me lo vas a creer, mujer!

Ínfulas Gananciosas

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Evidentemente que quien me contó la historia, me avisó que la muchacha siempre había demostrado tener un carácter fuerte, mucha perseverancia y una enorme voluntad para luchar y conquistar sus sueños. Pero aparentemente, de igual manera ella también carecía de un conspicuo hábitat en el que le fuese posible, de cierta forma, poder aspirar a despojar mejores horizontes en su vida. Así que, siendo ella solariega a esa categoría de residentes con una esdrújula condición social, tenía que contentarse, siempre y cuando se afanase con mucho ahínco, para lograr obtener las cosas que se proponía, haciéndolo aunque más no fuese, a su manera. Acostumbrada toda su vida a tener que vivir entre los aprietos económicos; a su corta edad ya vislumbraba que iría continuar vegetando en ese tipo de paradigma de dificultades hasta el final de sus días. Y fue razonando sobre esa perspectiva, que Sarita buscó esmerarse en descubrir la condición que le posibilitase obtener el precioso y legítimo tapete oriental, que desde hacía mucho tiempo estaba expuesto en la vitrina principal de la tienda del turquito Samuel. Tal vez es conveniente aclarar, que esta historia, aunque ella indique ser improbable, sucedió en una circunspecta ciudad interiorana con algo más de treinta mil Nimiedades Insólitas

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habitantes, y la que se encuentra situada en una prospera región ganadera del interior del país. Desde entonces, aunque ya hayan pasado algunas décadas de lo ocurrido, hasta la fecha presente el chisme continúa a ser chuscamente recordado por los octogenarios habitantes de ese lugar. Primeramente, se hace forzoso describir el tipo de establecimiento en donde se sucedieron los hechos; pues el local concreto, en aquel momento, había sido uno de los más importantes comercios céntricos del pueblo, y en él se vendían los más variados artefactos para el hogar, juntamente con un amplio surtimiento de ropas íntimas y de vestir, tanto femeninas como masculinas; pero también, había todo tipo de muebles y artículos afines, que eran destinados a surtir las necesidades de los moradores de la región. Por su vez, del mismo modo se vendían juguetes y una miscelánea de cosas más. Samuel, el actual propietario de la tienda, era el último descendiente de una próspera familia de libaneses que se habían radicado en esa ciudad casi que desde las orígenes de la misma; y en la cual siempre se habían dedicado a explorar el mismo ramo de negocios durante la vida entera, y a través de generación en generación.

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Dicen que fueron ellos los primeros comerciantes del pueblo que establecieron la novedad de vender a crédito para apalancar su comercio, cuando aún en aquella época vender fiado era sinónimo de mala palabra. Mismo que todos supiesen del origen árabe de esa familia de emigrantes, cariñosamente, los habitantes del municipio, siempre que se referían a ellos, lo hacían llamándolos de: “los turcos”. Por tanto, Samuel, era reconocido por todos como siendo: “el turquito Samuel”. Claro está que el diminutivo del seudónimo con el que le hacían referencia, era por causa de que él era el más joven de toda la estirpe, y también porque exteriorizaba una complexión física menuda. Para que sea permisible comprender la historia, es importante agregar otros dos datos más sobre éste protagonista del cuento. Uno de ellos hace referencia al descomunal y aventajado miembro masculino que el esmirriado muchacho poseía; y sobre el cual a los chismosos les gustaba acrecentar, que el “turquito” solo podría ser descendiente de alguna cruza de mujer con burro macho; por causa del descomunal e impresionante tamaño de su miembro reproductivo. El otro hecho, es con referencia al magnífico tapete persa que permanecía expuesto en una de las vitrinas del Nimiedades Insólitas

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comercio. La excepcional alfombra, era del antiguo estilo pazyryk, originaria del valle de Pazyryk, que queda situado en los montes Altai, en la región de Siberia, en Irán. Ese esplendido tapiz medía 1,83 metros de ancho por 2 metros de largo, y tenía 3.600 nudos simétricos por decímetro cuadrado; y según expertos conocedores de la materia, la técnica de tejido a mano con que estaba fabricada, dataría de alrededor de 3.500 años. Otros afirman que, por las historias que cuentan, su hechura, preparada con una elaboración de entre 35 a 50 nudos por raj (7 centímetros lineales) de lana, seda e hilos de oro, sería el motivo que los hacen espléndidos. Si bien que una alfombra de excelente calidad, puede legar a contener hasta 10 mil nudos por decímetro cuadrado. Esa exuberante pieza de arte, por lo que los actuales moradores recuerdan, había estado expuesta en la vitrina de la tienda desde casi siempre, como si ella fuese una reliquia; pues era una alfombra que estaba con la familia de Samuel desde los originarios ancestrales de la misma, y había llegado junto con los perteneces de estos, cuando el primero de ellos decidió establecerse con el comercio en el recién fundado pueblo de Santo Antonio de la Loma, allá por los ya idos fines del siglo XVIII. Nimiedades Insólitas

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La idea de exponer esa obra magnifica a la vista de todo el mundo, había sido determinación del abuelo de Samuel, don Isaac; que en aquel momento, probablemente por razón de estar atravesando alguna crisis de existencialismo, decidió retirar la alfombra de sus aposentos y la colgó en la recién inaugurada parte de la tienda. No en tanto, otros claudicantes moradores apuntan que el mismo don Isaac, de cierta forma, en aquel momento habría sentenciado diciendo: -“Lo hago para que estos ignorantes de mierda, sepan que nuestra cultura es milenaria y superior”. La cuestión, es que Sarita, con el pasar de los años, había logrado desenvolver una verdadera adoración por esa alfombra, y de tan acostumbrada que estaba a verla expuesta ante sus ojos cada vez que pasaba frente a la vitrina de la tienda, se había vuelto monótono el escucharse decir para sí: -“Un día te tendré en la sala de casa…, cueste lo que me cueste” –como del mismo modo, se lo profesaba de forma incansablemente para su madre. -¿Estás loca, muchacha? Tú no puedes imaginarte cuanto puede llegar valer una cosa así; y tampoco creo que esté a la venta, pues desde que yo me conozco por gente, que ese tapete está expuesto en la vidriera –le avisó su Nimiedades Insólitas

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madre, en uno de esos momentos fastidiosos en que su hija le volvió a ventilar su ambición. -Yo no sé cómo… Lo que únicamente te digo, es que un día lo he de lograr ¡Mamá!... ¿No te das cuenta que yo sueño con él desde chiquita? –le refutaba la muchacha, dejando trasparecer la duda en el tono utilizado por sus palabras. El tiempo pasó, y resulta que un determinado día, cuando Sarita casualmente fue hasta la tienda a buscar un cierto tipo de mercadería, aprovechando la ocasión de que estaba siendo atendida por el propio dueño, reunió coraje y terminó por confesar su oculta voluntad para el propio Samuel. -¡No!... Vender, no la vendo… Esta alfombra – comenzó a decirle pacientemente-, es un ejemplo de la vigencia de la literatura clásica persa, donde se narra la historia del rey sasánida Bahram-e Gur, del siglo XII. Y en el episodio allí dibujado, se puede apreciar a ese rey cazando onagros -burros salvajes casi extintos en Irán. Además, el tapete está con mi familia desde que fue confeccionado –le explicó Samuel, intentando demostrarle que era una persona instruida, pero seguramente convicto del deseo de mantener la pieza en su poder.

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En el transcurso de la polémica, Sarita, viendo que estaba perdiendo la parada, apeló para el uso de su subterfugio voluptuoso, creyendo que con esa corazonada sería capaz de removerlo de la negativa; y de pronto, con voz melosa, le expuso: -¡Querido! Sabes que yo puedo ser tuya cuantas veces lo desees. -¡Mira Sarita!... No quiero ser irrespetuoso ni parecer arrogante…, y, a pesar de que crecimos juntos, y ahora tú ser una joven bella, te prometo que más tarde pensaré en la propuesta –le expresó el muchacho, sintiéndose visiblemente perturbado ante la tamaña petulancia que ella había demostrado. Los días posteriores al referido hecho terminaron por trascurrir análogos a épocas anteriores, sin que Samuel demostrase interés por volver a debatir el tema y sin dar respuesta para la indigna propuesta a la que había sido expuesto; pero en su interior, cavilaba un ardid con el cual podría dar un escarmiento a la desfachatez de la muchacha; y pensando en que, por las dudas, sería interesante estar preparado de antemano, por si alguna otra vez le tocase tener que enfrentar inesperadamente un momento similar.

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Dicho y hecho, no fue necesario que Samuel dejase pasar mucho tiempo, para que Sarita encontrase una manera de cruzarse a solas con él, cuando nuevamente ella volvió a insinuársele excitable, con la clara intención de poder obtener su codiciado trofeo. Como Samuel ya estaba de sobre aviso, no tuvo dudas en proponerle un acuerdo para la impúdica muchacha, con en el cual quedaba convenido previamente que ella debería atenerse a las reglas por él estipuladas. -¡Sí! no hay ningún inconveniente, Samuel -afirmó Sarita-. Siempre y cuando, tú después me des el tapete – confirmó ella, aceptando lo propuesto por él, y como si ese hecho significase tener que participar de un juego cualquiera. -¡Bueno!, yo sólo quiero que te quede claro, que tú tendrás que soportar la ejecución del acto sexual, sin emitir cenas de llanto o quejido alguno -le determinó el joven, sabiendo de antemano que a ella le sería imposible resistir sin lamentaciones. Así pues, por la noche, cuando Sarita llegó a su casa, inmediatamente su madre se deparó con la expresión de rabia que había estampada en las facciones de su hija, y antes de que pudiese preguntarle alguna cosa, vio que ella se cubría el rostro con ambas manos, y a continuación Nimiedades Insólitas

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rompía a llorar desesperadamente, dejándose caer desfallecida sobre un sofá. -¡Por favor, Sarita! cuéntame lo que pasó… ¿Qué cara es esa?... ¿Por qué estás llorando hija? –gritaba la madre exasperadamente, al ver a su hija sacudiéndose entre sollozos y lamentos, y porque tampoco alcanzaba a comprender las palabras que Sarita murmuraba entre dientes. -¡Casi lo conseguí, mamá!... ¡Casi lo conseguí! – exclamaba la muchacha entre murmurios y con la voz entrecortada por causa del llanto histérico. -¿Conseguir, lo qué? ¡Nena! No estoy entendiendo nada -increpó la madre, sentada a su lado, mientras le acariciaba

delicadamente

los

cabellos

e

intentaba

consolarla y removerla de su trance. Cuando la muchacha por fin se sintió un poco más recuperada anímicamente, terminó por describir a su madre detalladamente su propósito y la experiencia a la que había sido expuesta. Pero al encerrar la narrativa, Sarita percibe que su madre está con la mirada abstraída, como perdida en la lejanía, totalmente entregue a la circunspección de vaya a saber qué tipo de pensamientos.

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-¿Escuchaste lo que te dije, mamá? –le pregunta la muchacha, al darse cuenta que su madre aún no había emitido cualquier tipo de comentario al respecto. -¡Sí! ¡Sí!... ¿Estás segura que era tan grande como vos decís? –le responde la mujer, pretendiendo confirmar si realmente el miembro que Samuel poseía, era algo de tan extraordinario como ella lo explicaba. -¡Grande, no mamá! ¡¡¡Des-co-mu-nal!!! Es algo tan impresionante, que me fue imposible… Bueno, vos te imaginas lo qué… -comentó la hija, mientras que con las manos le iba describiendo parábolas hipotéticas del mencionado órgano de Samuel. -¡Pedazo de un desgraciado! -gritó la madre. -Me gustaría saber -agregó-, si ese degenerado, miserable, es capaz de me proponer a mí, esas cosas… -le dijo, sin que la expresión de su fisonomía llegase a igualar la misma dureza con las que pronunciaba sus palabras. -¿No lo decís en serio, no? –le preguntó Sarita, al notar la manera extraña con que su madre enunciaba sus comentarios. -Si ese turco infeliz, está dispuesto a dar el tapete en cambio de quien sea capaz de tolerar sus ínfulas… ¿Qué puedo perder con probar?... ¿A ti que te parece, nena? – argumentó la madre, mostrando estar dispuesta a enfrentar Nimiedades Insólitas

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el desafío, no solamente por el hecho de conseguir la alfombra; y si, porque en sus adentros, se regocijaba con la idea de poder tener en la cama a un hombre tan bien dotado. Todo pareció que esa cuestión anteriormente discutida entre madre e hija, con el pasar de los días ya había caído en el olvido de ambas; hasta que una cierta tarde, cuando Sarita regresa a su casa, percibe a su madre sentada solitaria en el sillón de la sala. Al encender la luz para disipar la penumbra del ambiente, descubre que ella se encuentra toda desgreñada y exhibiendo una mueca de espanto y estupor en su rostro. Ésta, al escuchar que su hija le pregunta lo que había pasado, de inmediato, muda su expresión y se hunde en un impresionante ataque de carcajadas, dejando correr las lágrimas por sus mejillas. -¡¡¡Mamá!!! ¿Estás bien? ¿Qué pasó, mamá? ¿Qué estás sintiendo? –vociferó la muchacha, mientras sacudía y zarandeaba su madre de un lado a otro, en cuanto la asía firmemente de los hombros. -Te voy a traer un vasito de agua con azúcar para que te reanimes… ¿Por qué te pusiste así? ¡Cuéntame de una vez, mamá! –seguía insistiendo la hija, al ver que su

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madre se retorcía, agitándose en temblores, en medio de un impresionante y espasmódico ataque de risa. -¡¡Yo tampoco conseguí, nena!! –grita de repente la mujer, emitiendo un alarido descomedido al pronunciar la frase. -¿Lo qué fue que no conseguiste? ¡Mamá! –interpela Sarita de forma preocupada, intentando adivinar el motivo por el cual su madre estaba en medio de un trance de esquizofrenia. -Yo no me imaginaba que fuese así, Sarita... Pero cuando vi que entre las piernas del muchacho colgaba aquel inmenso pedazo de zocotroco de carne rija, no aguanté… Me dio un ataque de risa impresionante – confiesa la mujer, haciendo mención al hecho que la había dejado fuera de sí. -¡Ajaa! ¿Así que te saliste con la tuya?… ¿No te avisé? ¿Es por eso que estás así? –le recrimina Sarita, dándose cuenta de inmediato que su madre estaba describiendo el dotado miembro de Samuel. -Yo también intenté conseguir el tapiz, nena… ¡Pero no dio! –expresa, haciendo cara de circunstancia, mientras se recordaba del fatídico momento. Mientras ambas mujeres mantienen ese prosaico diálogo, de pronto, la abuela de la muchacha aparece en la Nimiedades Insólitas

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sala y, acuciosamente, se interesa en descubrir los motivos de tanta majadería entre las dos. Éstas, después de algunas infructíferas evasivas, terminan por contarle la anécdota de la cual fueron las protagonistas directas del asunto. -Ya me habían dicho que ese joven era medio deformado… Pero, una buena causa, siempre merece cualquier sacrificio –enuncia la abuela, manteniendo una expresión seria en su semblante, sin llegar a demostrar que estaba espantada por lo ocurrido. A continuación, prosiguió diciendo: -Con un tipo así… yo prefiero morir como la heladera… -¿Cómo, abuela? -Con la carne adentro y los huevos en la puerta – enunció, soltando de inmediato una carcajada tan fuerte, que dejó boquiabiertas a sus interlocutoras. Después de aquella tarde, los días en esa casa continuaron a transcurrir normalmente, como si la sucesión de los hechos recientes ya hiciese parte del pasado; del mismo modo, parecía que la ambición por poseer la alfombra ya hubiese sido olvidada; hasta que en el trascurso de un nuevo encuentro familiar entre las tres, la abuela trajo a baila la voluntad de ver aquella famosa

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alfombra

estirada

en

el

piso

del

comedor,

y

sorpresivamente les anunció: -Yo no me resigno tan fácil… ¡Ahora será mi vez! Tengo un plan para poder dominar aquel turquito maniático… Esperen y verán –les dijo de forma amenazadora, y a continuación, dio media vuelta sobre sus talones y fue saliendo puerta afuera de la residencia. En el luzco fusco del atardecer, la abuela retornó a su casa trayendo la tan soñada alfombra enrollada bajo el brazo. Al verlas, hija y nieta, comenzaron a dar saltitos de alegría y golpearse las palmas de las manos en cortos aplausos, mientras gritaban al unísono: -¿Conseguiste, abuela?... ¿Conseguiste, abuela? -¡Calma hijas mías! ¡Calma! –les dijo, pero el ataque de júbilo de ellas las ensordecía, sin darle tiempo a poder contarles el motivo del porqué, que la alfombra estaba con ella. -¿Cómo hiciste, abuela? cuéntame de una vez… ¿Al final, Samuel te la dio? –querían saber las dos al mismo tiempo, sin dar oportunidad a que la viejita le relatase los hechos y el motivo. -¡Dármela, como, dármela!... Él no me la dio… Yo sólo la traje para lavar, m´hija… porque cuando vi una Nimiedades Insólitas

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cosa tan enorme como aquella… a mí me dieron unos retorcijones en los intestinos… ¡Y no me aguanté!

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Peripecia en la Carretera

Luis Augusto, a quien no obstante su desafiante trabajo a veces le llegaba a mortificar un poco, mostraba disponer de una clara responsabilidad en la ejecución de los actos que practicaba. Eso le requería el gozo de buena salud para mantener un excelente equilibrio emocional. En todo caso, su gran corpachón, que ya había ultrapasado los cincuenta años de edad, mostraba que conservaba un perfecto estado físico. Desde su juventud hasta a los tiempos actuales, la vida toda se la pasó desempeñando y ejerciendo el pesado oficio de chófer profesional y dirigiendo grandes camiones de transporte; función que evidentemente alcanzó a ejecutar con grande maestría y responsabilidad; aunque ese mismo trabajo no lo hubiese realizado siempre en una única empresa. Luis Augusto tampoco podía ser considerado un conductor cualquiera, o un simple cumplidor de órdenes a desempeñar en labores ínfimas, pues su condición de Nimiedades Insólitas

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mesura terminó por proporcionarle la oportunidad de conquistar el puesto que actualmente desempeñaba. Seguramente que la suya no era una tarea que pudiese ser ejecutada por cualquier individuo, pues el transporte de cargas peligrosas exigía que estos expertos del volante, en tiempo previo, la adquisición de un riguroso entrenamiento técnico y una capacitación de habilidades por encima de lo normal, junto con un adiestramiento adecuado al grado de peligrosidad de las cargas que deben transportar. Por consiguiente, se hace imprescindible por un instante, imaginar cuál no sería el grado de severidad de capacitación a ser exigida de un chofer, cuando nos referimos al trasporte de nitroglicerina. Pues bien, actualmente Luis Augusto era el hombre responsable por ejercer el transporte de ese tipo de producto altamente detonante, y quien periódicamente era obligado a transferirlo para los más diversos locales en donde se estaban realizando las obras administradas por la empresa constructora donde trabajaba. Por supuesto, que lo que más lo atraía para desempeñarse en ese trabajo tan arriesgado, era la retribución económica recibida por tal labor, la cual era muy compensatoria al estar por encima

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de la media que era paga en algunos otros trabajos similares. Lógicamente que para poder desempeñarse con relativa tranquilidad en esa actividad, era imperioso que él mantuviese siempre sobre control el completo dominio de sus emociones y de sus actos, demostrando poseer discreción, prudencia, y mucho, pero mucho sangre frío, lo que lo obligaba a estar siempre preparado por si surgía sorpresivamente la necesidad de atravesar cualquier momento de tribulación durante el viaje. Entre las instrucciones recibidas, había asimilado que era responsable por trasportar un peligroso líquido a temperatura ambiente, y que ese producto era altamente sensible a cualquier movimiento, además de ser de muy difícil manipulación. Empero, comprendía que ese mismo líquido puede conseguir una estabilidad relativa para su transporte, cuando se le añaden algunas sustancias en la formulación del mismo. Usualmente, la nitroglicerina que transportaba era previamente acondicionada en cajas especiales revestidas y acolchadas, para que ella pudiese ser trasladada con mayor seguridad, lo que la mantenía a baja temperatura y consentía al máximo poder disminuir cualquier riesgo de explosión, ya que es sabido que si tal producto sobrepasa Nimiedades Insólitas

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los 41ºC (temperatura límite estimada), el calor hace que se produzca una reacción muy violenta y detone, debido a la agitación intermolecular. Así pues, una determinada tarde, cuando Luis Augusto estaba deambulando por el patio interno de la empresa que trabajaba, escuchó que su jefe lo llama y le dice: -¡Luis! Mire que mañana temprano hay que llevar una carga bastante grande para “La Cañada de los Ciervos” -lo que lo llevó a pensar en el local en donde se desenvolvían parte de las obras de la empresa. -Estarán esperándola para el final del día, así que mejor, se prepare para el viaje -le orientó su jefe. Al día siguiente, Luis Augusto decidió partir un poco más temprano que de costumbre, intentando iniciar el viaje cuando el sol aún era apenas una luminosidad penumbrosa en el horizonte. Casi siempre que le era posible, buscaba hacerlo así, pues evitaba el compromiso y la tensión nerviosa de tener que manejar junto al pesado tránsito de vehículos de las primeras horas de la mañana. Previdente, antes de partir revisó el camión, y volvió a examinar nuevamente los documentos, algunas partes mecánicas del motor, el acondicionamiento de la carga, y los equipamientos de seguridad que eran obligatorios Nimiedades Insólitas

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llevar por cualquier eventualidad. Solamente después de verificar que todo estaba en perfecta orden, dio partida al motor y, lentamente, se dirigió para atravesar el portón principal de la playa de aparcamiento donde se encontraba estacionado. Los primeros rayos de un tímido sol iniciaban a despuntar entre las nubes grisáceas del firmamento justo cuando Luis Augusto finalmente se alejó del perímetro urbano de la ciudad. Como todo estaba tranquilo, marchando a la perfección y sin contratiempos aparentes, él concluyó que dentro de más algunos minutos podría realizar su primer parada para desayunar; mientras tanto, se entregó a cavilar: -Ojala que no invente largarse a llover…, aunque no está pronosticado… Pero, ¿quién hoy se fía en estos meteorólogos de pacotilla? –pensó mientras mantenía la concentración, y conservaba su vista atenta en el tenue movimiento de vehículos que ya se desplazaban sobre el asfalto. Aquella parada fue ligera, y un par de horas más tarde, otra vez en la carretera, ya le fue posible sentir que el pesado vehículo empezaba a hacer bufar lentamente las engranajes del motor, buscando con su fuerza vigorosa vencer la empinada inclinación del camino y subir la Nimiedades Insólitas

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cuesta que era parte inicial de la cadena montañosa que tendría que atravesar, llevándolo a razonar que una vez que ésta fuese franqueada, lo apartaría finalmente de la línea del mar y lo dejaría tan sólo a medio camino de su destino. Hasta ese momento del viaje todo estaba corriendo dentro de los conformes, punto en que el vehículo alcanzó lo más alto del collado. Pero luego a seguir, ya se notaba que empezaba el acentuado recorrido de bajada. Fue justamente ahí, que Luis Augusto buscó pellizcar levemente el pedal del freno para instintivamente regular la marcha, y en ese mismo instante descubrió de forma repentina que algo estaba fallando en el sistema hidráulico. Para su aprensión, luego ve que el camión está sin frenos y comienza a deslizarse de forma cada vez más rápida por la pendiente carretera. -¿Qué mierda sucedió? –se preguntó Luis Augusto, exteriorizando una voz seca, y haciéndolo de forma abrupta, mientras sus manos se aferraban firmemente al volante como si ellas fuesen un par de garras poderosas. A esas alturas, el pesado vehículo de 23 toneladas de una espeluznante carga útil, -o inútil, conforme el caso-, comenzó a derrapar por la carretera como si fuese una Nimiedades Insólitas

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moto indócil, mientras que su confuso conductor intentaba desesperadamente esquivarse como podía de los coches que venían en dirección contraria a la suya. A través del parabrisas se podía apreciar que los ojos de Luis Augusto, de tan abiertos que los tenía, iban a saltar de sus orbitas en cualquier barquinazo, dejando ver una clara expresión de pánico. Como esa parte del camino estaba lleno de baches, el pesado vehículo ya no podía deslizarse suavemente por la parte firme del asfalto. Su marcha ahora ya era un trote solo, a la vez que en su loco trajinar iba sacudiendo cabina, carrocería, carga y chofer de un lado al otro, haciendo que la estructura del camión rozase y hasta algunas veces alcanzase a chocarse con más fuerza contra las paredes del muro de protección que había al lado de la carretera. -¿Cómo carajo voy hacer para parar esta mierda? – llegó a gritar de forma espavorida, dejando que le floreciese inadvertidamente que en el rostro, una espantosa mueca de espanto. Durante la descontrolada marcha, Luis Augusto buscó, aunque le resultase en vano y sin conseguirlo, encontrar algún desvío que por lo menos le permitiera intentar la realización de alguna maniobra más arriesgada. Nimiedades Insólitas

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Al no lograrlo, el camión acaba por salirse del curso de la carretera, y termina por deslizarse por una acentuada curva que da directamente a un profundísimo precipicio. -¡Mi Dios!... Cuando esta mierda caer, va explotar… Seguro que va parecer una hecatombe… Tengo que salir ya de aquí -comenzó a pensar el despavorido conductor, mientras intentaba desesperadamente quitarse el cinturón de seguridad. Pero en ese entretanto, desesperado, percibe que por más que jale fuertemente del botón que lo prende, el mismo se encuentra atascado. -¡Calma, carajo!... ¡Calma, carajo!... –se repite sucesivamente entre gritos, a la vez percibe que el camión ya va cayendo directo en el vacío. Empero, él se las arregla como puede para poder cortar el cinturón, utilizando una navaja que tenía. Pero en la prisa, ésta se le escurre por entre los dedos varias veces, porque en realidad tiene las manos y los dedos completamente empapados de sudor. Finalmente lo consigue, pero se da cuenta que aún necesita abrir la puerta y saltar. Para su desespero, la manija no quiere ceder. Entonces, aparta el cuerpo y la empuja con el hombro una y otra vez. Se da cuenta que tampoco así la puerta se abre.

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Desiste de hacerlo, cuando finalmente termina por razonar que en uno de los choques contra el muro, la puerta se había deformado y no era posible abrirla. -¡El parabrisas!... ¡El parabrisas!... –comienza a rugir nerviosamente Luis Augusto, al distinguir que solamente le quedaba esa posibilidad de salida. Agarra rabiosamente el matafuego y, en conclusión, comienza a golpear con toda sus fuerzas sobre el duro vidrio del parabrisas, hasta que finalmente, después de algunas investidas infructíferas, consigue quebrar de vez el resistente material. Entonces se prepara para saltar. Infelizmente la maniobra resulta desastrada, pues en el desespero de querer saltar precipitadamente, el pantalón de brin que viste termina por engancharse en uno de los hierros sobresalientes de la cabina. Luis Augusto intenta soltarse, pero ve que es imposible y ya no le queda más tiempo a perder. Por tanto, no tiene dudas; se los quita, y siente que ahora ya está pronto para salir del camión. Al caer, su cuerpo comienza a rodar en medio de los pedruscos, y, a pesar de que no alcanza a ver casi nada a su redor, porque recién se había dado cuenta que en el forcejeo había perdido sus lentes; finalmente consigue agarrarse de una débil ramita.

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Luego intenta esquinar la cabeza hacia abajo, para ver si alcanzaba a distinguir el destino de su camión, pero justo en ese momento escuchó que el vehículo explotaba con tanta violencia, que luego sintió caer a su alrededor una intensa lluvia de fragmentos ardiendo. Cierra los parpados como para protegerse, pero le es en vano, pues algunos segundos después de escuchar el estampido, percibe un otro ruido diferente, y, al abrir los ojos, descubre que se está produciendo una avalancha de piedras, y que éstas vienen en su dirección. Luis Augusto exclama entre dientes un soberbio improperio, pero intenta agarrase como puede, ensayando aguantar firme los golpes de las piedras que ya van cayéndole por la cabeza, hombros, y espalda. No en tanto, ahora la que no aguanta es la ramita. Es demasiado pequeña y mal consigue soportar el peso del hombre, hasta que en un determinado momento, Luis Augusto siente que la misma se desprende, y hace que su cuerpo se precipite otra vez al vacío. Baja rodando por el accidentado barranco, haciendo con que se golpee fuertemente contra todas las piedras que encuentra. Algunos golpes son más fuertes que otros, lo que casi le origina la pérdida del conocimiento; hasta que

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en el medio de todo su desespero, consigue asirse ahora en un cardo silvestre. -¡Que lo parió!... Por poco, y ya era… -exclama en medio a sus doloridos hematomas, cuando por fin especula que momentáneamente se encuentra a salvo de la caída. Sin embargo, justo debajo de ese cardo hay una colmena de abejas, las que no dudan un instante en arremeter contra el intruso. El iniciarse el ataque, Luis Augusto se da cuenta que no puede soltarse, porque si así fuese, la caída le sería mortal; lo que no le deja otra alternativa que tener que aguantar impasible las picaduras que la abejas le originan por todo el cuerpo. -¿Será que no existe ningún desgraciado que haya visto el accidente?… ¿Alguien que pueda pedir ayuda para que vengan a salvarme? –piensa para sí, mientras protege sus ojos manteniéndolos bien cerrados, a la vez que permanece mordiéndose el labio inferior en una clara expresión que expone una mezcla de angustia, rabia y dolor. Pasa un rato buscando mantenerse en esa incómoda posición, -lo que le parece ser una eternidad-, mientras que los brazos le duelen tremendamente y ya juzga que se le escapan las fuerzas para poder conservarse agarrado. Sin Nimiedades Insólitas

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embargo, de pronto cree escuchar tenuemente el eco de unos gritos. Le parece entender que las voces le dicen que ya lo han localizado, que van a llamar a la policía caminera, que a los bomberos, que no hay ningún teléfono cerca, y que ellos tienen que ir por ellos hasta el pueblo más cercano. También le parece oír que le dicen que tenga fe, y aguante firme que pronto lo van a salvar. Que se agarre con fuerza, que no demoran mucho, y un montón de otras cosas más. Pues bien, al final, los primeros que llegaron fueron los hombres de la policía caminera, pero un nuevo obstáculo impide que su ayuda sea practicada con la urgencia que el caso se merece. Aquellos guardias, al ver la distancia que los separaba de donde Luis Augusto se encontraba casi desfallecido, se dan cuenta que para poder socorrerlo, será necesario tener que utilizar muchas más cuerdas que lo calculado. Al pobre camionero, ahora le parece escuchar que nuevamente las voces le vuelven a gritar para darle ánimo, y que le avisan que los policiales necesitan volver hasta el pueblo, que la cuidad queda sólo a 20 Km. de distancia, que necesitan conseguir juntar algunas cuantas cuerdas Nimiedades Insólitas

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más, para que entonces los socorristas puedan llegar al fondo del precipicio y salvarlo. -Vayan tranquilos nomás que yo estoy cómodo aquí… ¡Desgraciados! –intenta responder el accidentado Luis Augusto, pero la falta de fuerzas le impide abrir la boca para gritar. Él se siente obligado continuar indiferente mientras va

recibiendo

directamente

sobre

su

cuerpo

los

inclementes rayos de un sol abrazador. Aguanta en la misma posición impasible, durante varias horas, y por causa de ello termina por coger quemaduras de tercer grado en casi todo el cuerpo. No en tanto, por fin ha llegado el tan deseado socorro. Cuando terminan de izarlo hasta la carretera, escucha rápidamente que uno de sus salvadores le dice elocuentemente con una sonrisa en los labios: -¡Hombre!... Gracias a Dios que se ha salvado… -¡No!... ¡No!... ¡Una ova! Gracias a Dios, no – consigue balbucear en un leve murmurio. -¿Cómo qué no? A estas horas usted bien podría estar muerto –le responden los hombres que lo salvaron. -Pues yo les digo que me he salvado… gracias a ese cardo silvestre, señores… Porque desde un principio me quedó bien claro cuáles eran las intenciones de Dios… Nimiedades Insólitas

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Disturbio Digestivo

Durante la realización de aquella consulta médica, al paciente no le quedó más remedio que escuchar con calma el sermón flemático de su doctor: -¡Mire! Para mí… Usted puede llamarlo como se le antoje, don Genibaldo -le afirmó el galeno con voz firme-. Puede definir su problema por el sinónimo que mejor se imagine, como: flatulencia, flato, cuesco, güisque, pedo, peo, peos, bufo, cuete, tufo, gas o gufo… Incluso -avisó el sujeto-, le digo más, existen otras tantas definiciones un poco menos ortodoxas y académicas, como la enunciación chula que es dada por algunas personas con pensamientos más devotos… Genibaldo estaba absorto con la erudita recitación del galeno; y sin chistar, asintió con la cabeza en concordancia, cuando lo oye mencionar: -Son esos mismos quienes dicen que: “el pedo, llega a ser el alma del poroto que se va al cielo” –le explicó el

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médico, expresándose de forma indiferente, mientras proseguía indicándole: -Pero independiente del nombre que se le dé, todos hemos experimentado alguna vez, o hasta más de alguna vez, esos efectos… Y ya sea por su normalmente asociado mal olor, o por su humorismo incorporado, raras veces las personas reparan en lo que pudiera estar siendo indicado al respecto en nuestra salud digestiva. -¡Sí!, todo eso yo lo comprendo… ¿Pero los estudios llegan a revelar si es que tengo algo grave? ¡Doctor! – alcanzó a expresar Genibaldo, exponiendo las palabras de forma atónita y estupefacta después de haber escuchado la retórica del clínico, y sin conseguir alcanzar a comprender cuál era la verdadera razón de su molestia. -Bueno, déjeme continuar –se atajó el hombre, y a continuación, alargó su pensamiento explicándole: -Asimismo, a pesar de lo corriente y normal que pudiera ser ese acto, se habla muy poco de esto…, por lo menos en este país -sancionó el hombre con vos seca-. Posiblemente… porque somos un poco pacatos y llegamos a omitir ciertos temas en nuestra conversación diaria, aun cuando estos puedan ser sumamente importantes para nuestra salud -homologó sin detrimento, añadiendo:

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-Y tanto la salud, como la enfermedad… están directamente asociadas a los gases estomacales, que van desde el normal funcionamiento del sistema digestivo, hasta el “síndrome de intestino irritable”… Y en ese sentido, podríamos concluir con una definición del punto de vista más académico, donde le puedo afirmar que: “los pedos, solamente son la voz de nuestro sistema digestivo”, que tanto no nos hablan… que como si nos hablan mucho, es un motivo que pasa a requerir la atención de un especialista -decretó el medico bajo la mirada atenta de Genibaldo, que halló por bien justificarse diciendo: -¡Claro! Es por causa de ello, que yo estoy aquí, ¡Doctor!... Pero hasta ahora no me ha dicho nada de los resultados sobre los estudios que me hicieron –le apuntó al fin, paciente, demostrando que ya estaba poniéndose algo irritado por escuchar tanta palabrería, y sin conseguir que el médico fuese capaz de ir directo al grano. -¡No se impaciente, compañero!... Todavía tenemos tiempo para que le explique un poco más… -se justificó el doctor-. Es necesario que usted comprenda de una vez por todas, que para el funcionamiento normal del cuerpo, la acción de los gases que se forman es una importante señal de la actividad intestinal común y corriente… Y para que usted vea como eso es trascendental; que en el Nimiedades Insólitas

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acompañamiento que se sigue al paciente que se somete una cirugía u otro tratamiento… ese acto es de forma frecuente ampliamente documentado por el personal de la enfermería… Sin embargo, los síntomas de una excesiva flatulencia, puede indicar la presencia de “Síndrome de intestino irritable”, o alguna otra lesión orgánica… En particular, la repentina aparición de excesiva flatulencia junto con la aparición de nuevos síntomas, proporcionan una razón para requerir la realización de exámenes médicos más complejos. -¡Doctor! Ese justamente es mi caso… -intervino Genibaldo con mesura-. Y el resultado de los estudios que me hicieron, ya están con usted –volvió a repetir haciendo cara de sufrimiento, y agregando una mueca de disgusto por sentir que tenía que escuchar tanta locuacidad sin que el hombre llegase a decirle concretamente nada. -Su caso… ¡¡Una Oba!! -Señor Genibaldo -le interrumpió el hombre-. El médico, aquí… ¡Soy yo! –reclamó el especialista, frunciendo el entrecejo, mientras buscaba algunas hojas dentro de la carpeta con el prontuario del paciente. -Entonces, por lo que usted me dice, yo tengo ese síndrome… ¿El intestino irritable?... ¿No es así?

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-Yo todavía no dije nada, porque no obstante que sus estudios indiquen que puede tratarse de micotoxinas originadas por hongos, que comúnmente son encontradas en variados tipos de alimentos como arroz, porotos, trigo, cebada, maíz, soja, maní, mandioca, sorgo; del mismo modo, hay que llevar en cuenta, que las variantes de alguna de esas micotoxinas pueden ser: aflatoxinas, patulina, oxhatoxina A, citrinina y esterigmatocistina –le explicó formalmente el galeno, mientras observa la reacción facial de Genibaldo. Así pues, detrás de emitir un suspiro de como quien busca concentrarse en un tema, prosigue: -Pero como usted me dijo que su problema se acentúa con la deglución de porotos…, probablemente, en algún momento de su vida usted haya sido contaminado por las aflatoxinas Aspergillus flavus y Aspergillus parasiticus, que aparecen en algunos productos vegetales. Genibaldo abrió los ojos para mirarlo, pero no dijo nada, ya que el medico continuó: Pero… Tenemos que considerar que, igualmente, pueden ser las biferanocumarinas que, en forma pura, son un tipo de toxinas termoestables y resistentes a la cocción, ya que la principal fuente de exposición alimentaria de las personas está dada por la ingesta de alimentos de origen Nimiedades Insólitas

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vegetal… En todo caso, otro efecto agudo a tener en cuenta, es que también puede ser el “Síndrome de Reye”, aunque no hay pruebas concluyentes a ese respecto. -¿Y todo eso salió en mis estudios? ¡Doctor! –le pregunta boquiabierto Genibaldo, después de escuchar el largo e incuestionable repertorio que el médico le apuntaba, y ya mostrándose aturdido por tanto nombre extraño que le recitaban. -Para ser sincero… Mi dictamen aún no es un hecho conclusivo, pues para el diagnóstico correcto se debe tener en cuenta que los metabolitos de las Micotoxinas persisten por un corto tiempo en el organismo de una persona luego de su ingestión, lo que hace muy difícil que se detecte correctamente… Del mismo modo, también intenté descubrir si había algún efecto crónico entre los cuales podría estar el cáncer primitivo de hígado, ya que siempre es bueno probar correlacionar la presentación de hepatomas con la contaminación de alimentos, junto con la aflatoxina B1, sobre todo en países en donde la alimentación es realizada sobre la base de cereales que han estado depositados por largo tiempo, o en regiones donde la población tiene una alta incidencia de cáncer hepático primitivo… Pero no se preocupe, éste no es su caso.

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-¡Doctor!... La verdad -interviene el enfermo-, es que yo soy apasionado por porotos… que fueron la base de mi alimentación durante toda mi vida… Pero desde hace algún tiempo, noto que cuando los como… me dan muchos gases… y muchas veces eso termina por criarme situaciones embarazosas –le expuso Genibaldo, todavía sintiéndose un poco azorado por toda aquella letanía que acababa de oír. -No se preocupe… Usted todavía es joven, y si respeta algunas medidas que seremos obligados a tomar… creo que si su problema no llega a estar totalmente resuelto… Por lo menos evitaremos esas situaciones que tanto lo colocan en dificultad… ¿No le parece? –avisó el médico, mientras estiraba su brazo derecho para asir el recetario, y luego comenzaba a garabatear algunas cosas. Cuando terminó, se arregló los lentes empujando el arco del entrecejo con el pulgar, y le expuso en tono altisonante: -Los suplementos de enzimas digestivas pueden reducir significativamente la cantidad de flatulencia causada por las comidas que no son digeridas por el cuerpo, y por lo tanto… pueden promover la acción de microbios en el intestino grueso y delgado…. Pesquisas han sugerido que la enzima alpha-galactosidasa, que puede Nimiedades Insólitas

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digerir ciertos azucares complejos, es efectiva en reducir el volumen y la frecuencia de los gases… La enzima alpha-galactosidasa, lactasa, amilasa, lipasa, proteasa, cellulasa,

glucoamilasa,

invertasa,

malta

diastasa,

pectinasa, y bromelaina están disponibles, ya sea individualmente o en combinación con el preparo de algunos productos comerciales… De cualquier manera, yo le receto que se tome una gragea de éste producto, siempre posteriormente a la ingesta de su almuerzo o de su cena. Después que le entregó la receta a Genibaldo, el médico leyó lo que había escrito en la otra hoja y apuntó: -El mal olor de los gases, que normalmente es causado por las bacterias llamada “flora intestinal”, puede ser tratado mediante la toma de Bismuth subgallate… -pronunció el médico arqueando las cejas-. El Bismuth subgallate es comúnmente utilizado por las personas que han sufrido una cirugía de ostomía, que es la operación realizada para crear una abertura o estoma, desde un área en el interior del cuerpo hacia al exterior; y también es recomendada después de la cirugía bariátrica, la incontinencia fecal y para pacientes con el síndrome de colon irritable… Creo que con este remedio, podemos aliviar bastante el problema del olor… Tome una pastilla una vez al día, unos diez minutos antes del almuerzo. Nimiedades Insólitas

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-¡Eso sí!... -avisó el hombre-. Le recomiendo que evite la ingesta de porotos… Definitivamente no le hacen nada bien; del mismo modo… puede ser útil que a menudo pruebe ingerir pequeñas cantidades de ácidos líquidos con las comidas, como el jugo de limón o vinagre… Eso sirve para estimular la producción gástrica de ácido clorhídrico. Genibaldo sólo asintió buscando no perder una palabra de tan complicado misterio. -Por su vez, la ingesta de ácido -continuó el galeno-, puede aumentar la producción normal de enzima y ácido gástrico, facilitando la digestión normal, y tal vez limitando la producción de gas intestinal… Si tiene oportunidad, pruebe con la ingesta de bromelaína, o papaína, que contienen suplementos que pueden ser útiles, y que son fácilmente encontrado en la pulpa de la piña, del ananá, o de la papaya, respectivamente –le expuso el clínico, entregándole a seguir la otra receta, cuando enseguida concluyó: -No creo que sea necesario que vuelva antes de tres meses, pues salvo que no respete mis recomendaciones… con esa medicación será suficiente. De cualquier modo, si no siente algún alivio o disminución de su malestar gástrico, venga a verme dentro de tres semanas a un

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mes… que es para poder dar el mínimo de tiempo para que hagan efecto los remedios. Realmente, el diagnóstico del especialista terminó por ser extremamente atinado, y con el pasar de los meses, aliado a los cuidados con su nutrición, Genibaldo consiguió superar casi definitivamente su malestar. Claro que en los días que resolvía arriesgarse a comer su plato de porotos favorito, indudablemente, de inmediato el hecho le volvía a causar un incontenible ataque de pedorra. Pero la vida continuó su curso, y un tiempo después el muchacho terminó por conocer a Etelvina, una chica maravillosa, linda, graciosa y gentil. Ella tenía justamente todo lo que Genibaldo había soñado que podía encontrar en alguien que pudiese escoger para quien fuese su compañera por el resto de su vida. Como él se apasionó locamente por ella, luego decidieron iniciar una respetuosa relación que iba en vías firmes de luego terminar en casamiento. Pero el dilema de su malestar le machacaba constantemente su cabeza, sin encontrar el ánimo y el respectivo coraje para contárselo. Así que, cuando se aproximó la fecha en que habían marcado la realización del casamiento; un determinado día, Genibaldo pensó: Nimiedades Insólitas

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-Ella nunca va aceptar casarse conmigo, si yo continúo de esta pedorra forma. –Fue justamente en ese día, que juró hacer el sacrificio supremo de no volver a comer nunca más sus adorados platos de porotos cocidos. Hallaba que su adorada esposa y el matrimonio, bien que valían la pena hacer ese esfuerzo. Efectivamente, el muchacho cumplió siempre con su silenciosa promesa; pero algún tiempo después de haber sido realizada su boda, en el preciso momento en que él regresaba por la noche a su casa dirigiendo el automóvil; inesperadamente, el coche se descompone en el medio de la carretera. Como ellos vivían en un lugar apartado de la ciudad, no tuvo más remedio que emprender el resto del recorrido a pie; pero mientras iba caminando por la ruta, se deparó con un pequeño restaurante que estaba localizado a orillas de la misma, que es cuando Genigaldo decide llamar por teléfono a su casa, para avisarle a Etelvina de su demora por causa del contratiempo sufrido. Cuando ella atendió la llamada, él inició por contarle el percance, diciéndole: -¡Querida!, te aviso que se me rompió el coche y no tiene solución… Bueno, no te preocupes, al menos por

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ahora… -en ese momento ella emitió algún desabor, pero el enmendó: -Pero no te inquietes, es probable que sólo llegue un poco atrasado… Bueno, si… no estoy muy lejos… Claro, yo pensé en aprovechar la situación, y echarme una caminada hasta en casa… que al final de cuentas, me hace bien… -¡No! no demoro mucho… Quédate tranquila… Era sólo para avisarte…. Un beso… También te amo mucho. Después de colgar el auricular, percibe que un sugestivo tufo a porotos cocidos emana por el ambiente, lo que de inmediato lo cautivó, trayéndole a la memoria inolvidable recuerdo. Obvio que el muchacho no pudo resistir la tentación de, al menos, detenerse unos instantes para aspirar ese maravilloso aroma, entregándose a pensar: -¡Ah! Que recuerdos –suspiró, en cuanto dejaba que se abriesen bien sus narinas para poder captar mejor ese delicioso bálsamo. Embalado por esa captura seductora del sahumerio, Genibaldo evaluó la distancia que aún le faltaba recorrer hasta llegar en su casa, y pronto juzgó que si aprovechaba la ocasión, cualquier efecto gasífero negativo que sus deseados porotos pudieran producirle, éste habría de pasar Nimiedades Insólitas

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bien antes de que él llegase a su residencia. Por lo tanto, resolvió sentarse e pedir una porción. Pero no se contuvo, y resolvió repetirla, pues pensaba que al fin y al cabo, después de todo, no sabía cuándo volvería a comerlos nuevamente. -¡Pháa! No tengo conmigo las pastillas –pensó algunos minutos después de haber reanudado su caminata por el costado de la ruta. -¿Y qué problema hay si no la tomo? Si me dan gases, me aliviaré por el camino –agregó, pensando en toda la libertad que tenía para poder descargar su flatulencia en medio de la soledad de la carretera. Dicho y hecho. Mientras caminaba a paso lento, luego tuvo que irse aliviando de los efectos nefastos de la comida, que en una forma inmediata comenzó a provocarle sus intestinos. Pero cuando al fin llegó en su casa, el hombre ya se sentía bien mejor. Etelvina lo recibió en la puerta, pero justamente en el momento en que la vio, notó que ella parecía estar bastante feliz y excitada. En ese instante, Genibaldo escucha que ella le dice: -¡Querido!... Te tengo una gran sorpresa para la cena de esta noche -expresó mientras se abrazaba de su

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pescuezo y le daba un fuerte beso, sin proporcionarle tiempo a que él esbozase cualquier reacción. -Como es una sorpresa… Tendrás que mantener los ojos cerrados hasta que yo te avise –rogó Etelvina, y le colocó una venda alrededor de los ojos, para impedir que el marido tuviese como descubrir la trampa que le había preparado. Enseguida, ella lo tomó del codo y guio sus pasos hasta que pudiesen llegar juntos al comedor, cuando lo localizaron en la cabecera de la mesa. Pero mientras lo ayudaba a sentarse, le hace prometer que no espiase hasta el momento que ella le avisase. Justo en el momento que Etelvina se prepara para retirarle la venda de los ojos, inesperadamente suena el teléfono, pero también él siente que algo grande comienza a gestarse en sus intestinos; es decir, piensa que sin lugar a dudas habían claros señales de que muy pronto un nuevo accidente gasífero estaría a camino. Mientras tanto, ella queda en dudas si va atender la llamada o si prosigue con su plan, pero resuelve decirle: -¡Amoreco! ¡Me tenes que prometer que vos no vas a espiar la mesa mientras yo no estoy!... ¿Correcto?... Yo vuelvo enseguidita.

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-Anda tranquila ¡Corazón!... Yo te espero –le respondió el marido, en cuanto ella salía del comedor para atender la llamada. Genibaldo presiente que el momento le cae de perilla, y cuando oyó que ella descolgaba el tubo y hablaba, no dudó en aprovechar la oportunidad para inclinar el cuerpo hacia la izquierda y volcar todo el peso sobre una pierna. Enseguida, soltó un pedo con el máximo cuidado. El barullo no fue muy fuerte, ya que el ruido provocado parecía más a un huevo cuando lo están friendo. Como consideró que estaba sintiendo algo de dificultad para respirar, con cierta limitación, tanteo a ciegas sobre la mesa para poder agarrar la servilleta, y a continuación comenzó a abanicar el aire a su alrededor. Estaba comenzando a sentirse más aliviado, pero casi de inmediato descubrió que otro “gas dormido” estaba empezando a surgir. No tuvo dudas, levanto la pierna derecha, se inclinó y: ¡¡¡PRRPPPPPPEEEPPPEEEPPEEEERRRPPPPE!!! En un primer momento le pareció que había sonado como si le estuviesen dando arranque al motor a diésel de un camión. Pero comparado con el anterior, éste olió aun peor. Nimiedades Insólitas

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Nervioso y deseando que las emanaciones se disipasen rápidamente, comenzó a sacudir frenéticamente los brazos cual aspas de molino, en cuanto que se le perlaba el rostro con unas diminutas gotas de sudor frío. Algunos segundos después, cuando hallaba que las cosas estaban volviendo a la normalidad, nuevamente sintió que le volvían las ganas de expulsar un otro gas. Ya sintiéndose un poco más confiado, mandó todo el peso de su cuerpo sobre la otra pierna, y lo largó con cierta violencia. Enseguida, acertó a pensar que si existiese la oportunidad para premiar sus gases, éste era merecedor de una medalla de oro; el Oscar del sonido y hedor; el padre de todos los pedos. Había sido tan violento, que las ventanas llegaron a vibrar, la vajilla en la mesa se sacudió, y un minuto después, la rosa que estaba sobre la mesa se marchitó y murió. Fue tan impetuoso, que hasta el canario en su jaula, enmudeció su piar melodioso. Mientras pasaba por todos esos contratiempos, permaneció con el oído atento a la conversación telefónica de Etelvina, juzgando sentirse totalmente agradecido a quien tan oportunamente había realizado la llamada. En contrapartida, hallaba que debería mantenerse fiel a la promesa de no retirarse la venda que le cubría los ojos. Nimiedades Insólitas

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Pensando en aprovechar al extremo la oportunidad conferida, continuó con el triste ejercicio durante unos cinco minutos más; tirando gases, mientras iba abanicando el aire con los brazos y con la servilleta, y de vez en cuando, ayudando a ventilar el ambiente soplando fuerte, en círculos, en el sentido inverso a las agujas del reloj. Al poco rato creyó escuchar que su mujer estaba despidiéndose en el teléfono, y luego presintió que el hecho denunciaba el fin de su soledad y libertad. Por lo tanto, colocó delicadamente la servilleta sobre las piernas, la alisó para retirarle cualquier señal de arruga, y cruzó sus manos sobre ella. Cuando Etelvina ingresó al comedor, notó que Genibaldo tenía estampado en el rostro la fisonomía inocente de un ángel. -¡Mi amor!... ¡Perdóname! Pero no tuve más remedio que atender… sé que me demoré demás, pero… ¿No habrás espiado la mesa? ¿No? –intentó certificarse la esposa, después de pedir disculpas por el trastorno de la llamada. -Para nada… ¡Te lo juro, querida! –le avisa Genibaldo poniendo cara de mártir, mientras continuaba con los ojos vendados.

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A seguir, hubo entre ellos un breve intercambio de preguntas para que la esposa pudiese tener total convicción de que el marido había cumplido con su promesa y no había visto nada. Luego, ella se aproximó lentamente hasta quedarse de pie junto a la espalda del hombre, y le sacó la venda rápidamente berreándole al oído: -¡¡¡SORPRESAAAAA!!! Al abrir los ojos, Genibaldo vio que había doce invitados, todos sentados en silencio alrededor de la mesa, prontos para participar de los festejos de su cumpleaños.

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Mi visita a Galicia

En el noroeste de España; y para ser más exacto, en la región de Galicia; cuando se llega a la ciudad de Pontevedra, que está localizada para quien dirige por la Autopista del Atlántico casi en la mitad del camino entre las ciudades de Santiago de Compostela y la de Vigo, -la que se halla incrustada geográficamente cerca de la frontera con Portugal-; allí, obligatoriamente luego en la salida 119 uno necesita doblar a la derecha, en el sentido de quien viene manejando de norte a sur, que es para poder Nimiedades Insólitas

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tomar por la carretera PO-308 para el lado del poniente, o sea, a la izquierda, si se está observando el mapa de España de frente. Es una carretera que mansamente va serpenteando entre varias villas y pueblos en dirección de las playas y del puerto de la ciudad turística de Sanxenxo. Pero cuando se llega a esa ciudad, es necesario doblar hacia el norte, para tomar por la carretera PO-504, para luego después, al llegar entre los enigmáticos pueblos de Fontoira y Vinquiño, encontrar un desvío para la derecha, y partir de ese momento poder continuar por la carretera VRG-4.1. No obstante, cuando uno llega a la salida número 13, se hace obligatorio doblar a la derecha, para entonces poder tomar la PO-9303 para atravesar Lugar de Solda, y a seguir, pasar por el paraje de As Covas. Al todo, debe haber una distancia de 70 km. desde Santiago, y tal vez unos 25 km. desde Pontevedra. O sea, no es mucho el recorrido y hay bastante con que disfrutar. Finalmente, al final de éste beneplácito recorrido, se arriba a un pueblito llamado Meaño, el que aún mantiene su característica bien campesina en esa localidad pontevedresa. En verdad, es un municipio de interior, pero condicionado inevitablemente por la cercanía de la ría de Arousa y las playas de otros municipios turísticos situados Nimiedades Insólitas

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frente al océano Atlántico. Así que, al estar situado en el corazón del valle de O Salnés, Meaño es un característico ejemplo de lo que es la Galicia rural. Prácticamente todas sus tierras están dedicadas a la producción de vino albariño, bajo la “Denominación de Origen Rías Baixas”, lo que hace que el producto sea reconocido en el mundo entero. Este espléndido vino blanco es producido con una uva clásica de la DO, de grano muy pequeño y muy dulce, que es autóctona de Galicia. Allí, en esa región, el clima es suave y no presenta contrastes térmicos muy significativos durante todo el año, estando además a tan sólo 10 minutos en coche de la maravillosa playa de La Lanzada, una de las más grandes y bonitas de Galicia, ideal para tomar el sol, pasear y practicar deportes náuticos, existiendo allí la posibilidad de poder degustar los mejores mariscos y los mejores vinos albariños de toda la comarca. Pero la localización geográfica escabrosa de este pueblo, lo deja situado en un entorno natural muy tranquilo, con vistas para las plantaciones de albariño, que incluso permiten que desde algunas de ellas se pueda contemplar una magnífica panorámica de la costa y la ría, y la deja tan sólo a pocos kilómetros de los pueblos más Nimiedades Insólitas

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importantes de las Rías Baixas, como: Cambados, O Grove, Sanxenxo, Combarro, Illa de Arousa,

del

Monasterio de la Armenteira, entre otros no menos trascendentes. Prácticamente, en esa zona rural, si el paseante inadvertido decide detenerse a observar con mayor atención, verá un suelo totalmente disimulado por un verdoso césped, que por su vez se encuentra cubierto por extensos emparrados de viñedos de más de tres metros de altura que producen una sombra donde el descanso invita a desarrollar actividades de ocio, ciertamente, asegurado al lado de un buen libro y, lógicamente, de una botella de vino albariño. La naturaleza de Meaño dentro de sus 28 km²., tiene una población de un poco más que 5.300 habitantes, e invita a la práctica del senderismo o del cicloturismo, pero también permite disfrutar de la caza y la pesca deportiva en los cotos acondicionados para tal fin. Además, Meaño posee un interesante patrimonio cultural, en el que sobresalen obras como la iglesia románica de Sta. María de Simes, o la de San Xoán de Meaño, el pazo barroco de Lis, o el pazo de Zárate, cuya bodega ha recibido varios premios en la Fiesta del Albariño de Cambados.

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Pero es sin lugar a dudas el arte rural, el que más presencia y carácter tiene en el municipio, con 54 cruceiros y 72 molinos catalogados, y varias “telleiras”, (antiguos talleres de tejería), que inclusive, fueron recientemente restaurados. Pues en éste bucólico lugar, en una casa típica de la zona que queda ubicada en las cercanías del pueblo, y la que fuera toda construida con muros de cerramiento en granito y edificada con la utilización de maderas nobles de la región en los cerramientos de puertas y ventanas; nos dona un tipo de construcción que la deja amplia, acogedora y confortable, permitiendo que desde ella se pueda observar un esplendida vista directa al valle. También cuenta con su amplio jardín, su huerta, su bodega particular, y lógicamente, su plantación de albariño. Fue allí que vivieron toda su vida, un simpático matrimonio formado por estos impagables protagonistas del relato, como sólo Xabier y Amaia podían serlo. Ella era oriunda del pueblo, pero él había nacido en Virxe das Mareas, otro pueblito que queda cerca de la ciudad de O Grove, en la zona de las Rías Baixas y cercano al grande mar. Resulta, según me lo contaron algunos de los pobladores que tuvieron más coexistencia junto a estos, Nimiedades Insólitas

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que ambas personas, tanto el marido como la mujer eran medios tapados y cortos de luces, y seguidamente se los veía meter en camisa de once varas por causa de las macanas que cometían. Aunque creo que antes es necesario resaltar que tales hechos, no eran ocasionados por causa de ellos ser oriundos de esa provincia de Galicia, ya que su folklórico comportamiento casi siempre causaban momentos jocosos. Dicen que un determinado día, un desconocido ventrílocuo llegó al pueblo para realizar una serie de shows, y como el éxito de su obra de animador era tanto, resultó que las presentaciones del espectáculo que realizaba siempre ocurrían con el teatro completamente llena de público. Pues bien, acontece que en una de esas funciones, Xabier decidió llevar a doña Amaia para distraerse un poco. De inicio, cuando llegaron al local del show, los que se encontraban por allí notaron que Xabier se irritó porque tuvo mucha dificultad para poder conseguir ingresar al recinto, y todo porque una vez llegado a la boletería, compró las dos entradas, pero tuvo que repetir la operación unas cinco veces más, hasta que finalmente, al llegar a la ventanilla por la sexta vez, el boletero, intrigado, le preguntó: Nimiedades Insólitas

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-¡Perdón, señor! ya es la sexta vez que compra las entradas... ¿Lo qué está haciendo con ellas? -Coño, por un carajo… Es que cada vez que voy a entrar… ese maldito tío hiju'e'puta… me las rompe –le respondió Xabier pausadamente, mientras fruncía el ceño, para demostrar su excitación. Finalmente el matrimonio entró, y luego se ubicaron en sus correspondientes lugares para poder asistir el tan comentado show, pero resulta que en el medio del acto, cuando el comediante que manejaba diestramente el muñeco decide contar un chiste de gallegos para de esa forma poder agasajar la platea; nota que Xabier se levanta rápidamente de su butaca, y mostrándose muy ofendido, le grita en medio del público presente: -¡Nosotros los gallegos no somos tan tontos! –dijo Xabier, mientras ponía sus manos en forma de concha alrededor de la boca, sirviéndose de ellas como si fuesen un vocero, buscando que sus palabras le saliesen con más potencia. -¡Está bien!... ¡Está bien! No se enfade por tan poco, señor –le responde el actor, esbozando una sonrisa amplia que parecía ser media amarilla por causa de la bronca que sentía interiormente.

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-¡Usted no se meta!... ¡Pues yo exijo una disculpa inmediata! –protesta Xabier, pretendiendo que alguien del palco hiciese una retractación, porque él hallaba que lo dicho era un acto de injuria para los residentes del lugar. -¿Pero qué es eso, señor?... No se moleste por causa de tan poca cosa… Sólo estoy contando un chiste animado –exclama nuevamente el hombre, queriendo tranquilizar a su espectador. -¡Joder, usted no se meta! Que la cosa no es con usted… ¡Me respete tío, que yo soy una persona mayor!... Y además, yo estoy hablando con ese niño que tiene ahí en su regazo –le respondió Xabier encolerizado, mientras todo el público de la platea se descoyuntaba riéndose a carcajada limpia. Fuera de todas esas peripecias que les pueda contar aquí, los parroquianos me dijeron que ellos eran dos personas amabilísimas, simpáticas, y que si bien un poco circunspectas desde el punto de vista de sus vecinos, vale mencionar que una vez doña Amaia se vio obligada a llamar para la administradora de los aparatitos de Radiomensajes, y cuando la operadora la atendió, luego la mujer le pregunta: -¿Cuál es el mensaje a enviar y el destinatario? ¡Señora! Nimiedades Insólitas

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Doña Amaia, ni corta ni perezosa, rápidamente le contesta: -Sí… Es para Xabier Fernández, y el mensaje es para avisarle que él dejó su aparato de radiomensaje olvidado en la mesita de noche de su esposa. En todo caso, como creo haberlo mencionado anteriormente, muchas de esas anécdotas no pasaban de una total falta de atención de los protagonistas, los que ingenuamente cometían errores por causa de su candidez, como fue la vez en que una reportera de un canal de televisión le hizo una entrevista al marido de doña Amaia, para que él le diera su opinión sobre el famoso “mal de la vaca loca”. En ese entonces, la periodista le anunció: -¡Buenos días, señor!... He venido para recoger información sobre las causas de la enfermedad de la vaca loca… ¿Tiene usted alguna idea sobre el origen de esa enfermedad? –le preguntó la muchacha, señalando para que el entrevistado mirase directamente para la cámara. Xabier mira fijamente a la corresponsal, y le explica de forma flemática: -¡Joder, doña!... ¿Sabía usted que el toro folla a la vaca nada más que una vez al año? La reportera lo miró un poco desconcertada, pero enseguida le responde: Nimiedades Insólitas

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-Bueno, señor… No, no lo sabía, pero... ¿cuál es la relación entre este hecho y el caso que deja a la vaca loca? -le agrega de inmediato. -¿Me imagino que usted tampoco sabe que las vacas se tienen que ordeñar cuatro veces al día? –le vuelve a preguntar Xabier, demostrando estar asombrado por ver que una reconocida entrevistadora no tenía conocimiento sobre el tema de la conversación a realizar. -¡Claro, señor!... Sin lugar a dudas esa es una información muy interesante… ¡Pero creo que no tiene nada que ver con la pregunta! –reprocha ella, no alcanzando a comprender la correlación de los hechos. Xabier la miró con ojos grandes y le señaló muy flemático: -¡Claro que tiene que ver con la pregunta!... Imagine por un momento que yo le toque las tetas unas cuatro veces al día, y al final, sólo me la folle una vez al año… ¿Usted también no se volvería loca? Indudablemente que el matrimonio era muy singular, personas de las cuales todos tenían alguna cosa para contar, como cuando me narraron sobre el día que Xabier, en una de sus idas a la ciudad, pasó delante de un escaparate y sorpresivamente se vio reflejado en el cristal. Afirman que después él se pasó todo el día pensando: Nimiedades Insólitas

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-¿De dónde conozco yo a ese tío que estaba en el escaparate?... ¿De dónde lo conozco? Resulta que por la noche, cuando ya estaba acostado, todavía continuaba con la imagen dándole vueltas a la cabeza, hasta que al fin, le pareció caer en la real, y expresa para sí: -¡¡¡Coño, ya lo sé!!!… ¡Descubrí!... Ese tipo es el que se corta el pelo delante de mí en la barbería. Del mismo modo ocurrió en otro momento, cuando Xabier iba caminando por la calle del poblado, y repentinamente encontró caído en el suelo un espejito de cartera de mujer, de esos chiquitos. Lo levantó, se miró en él, y dijo otra vez: -¡Coño!... ¡Yo a este tío lo conozco! Curioso con lo que vio, decidió guardárselo en el bolsillo del pantalón. Pero poco después, mientras continuaba su camino, lo volvió a mirar unas cuantas veces más, siempre intrigado con la imagen que éste reflejaba. Pero en una de esas espiadas incautas, resolvió sacar el pañuelo del bolsillo para limpiarlo. Le dio dos o tres vueltas con el trapo, y a seguir, se quedó viendo el espejo con el ceño fruncido. Luego volvió a limpiarlo, y otra vez se quedó observando la imagen reflejada; hasta que allá por la Nimiedades Insólitas

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cuarta o quinta vez que lo hizo, lanzó bruscamente el pañuelo al suelo, y enojado, protestó: -¡Joder, hombre! ¿Limpio yo, o limpia usted? De regreso a su casa, volvió a mirarse otra vez al espejo y repitió con preocupación: -¡Joder! ¡Que a este tío lo conozco! Al entrar en su casa, se guardó el espejo en el bolsillo del pantalón y se sentó en la mesa del comedor. Mientras Amaia le servía la comida, Xabier volvió a mirarse en el espejo y tornó a repetirse: -¡Ostia! ¡Yo a este tío lo conozco!... Creo que es el mismo que se corta el pelo frente mí. No en tanto, cuando Amaia se dio cuenta de lo que él estaba haciendo, le preguntó: -¡Oye, Xabier!... ¿Qué tienes en la mano? -Nada importante, mujer -le respondió, y enseguida se guardó el espejo en el bolsillo del pantalón. Terminada la cena, Xabier se fue a dormir, dejando el pantalón sobre una silla. Amaia, desconfiada como una mula, esperó que el marido se durmiese, y cuando percibe que ya está adormilado, se acercó silenciosamente hasta la silla y retiró el espejo del pantalón. Cuando mira la imagen reflejada, se queda medio espantada con lo que

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distinguió, mientras que al mismo tiempo profería de forma encolerizada: -¡Lo sabía!... ¡Una foto de mujer!... ¡Debe ser su amante!... ¡Y vean que cara de puta tiene! Así era la vida de ellos, pero también fue evidente con el advenimiento de la modernidad y con la adquisición de algunos aparejos innovadores para el hogar, que esos beneficios también fueron responsables por causar algunos momentos inéditos en la vida de ambos; como el día en que el hombre decidió alquilar su primera película para asistirla en la vídeo casetera recién comprada. Resultó que en determinado momento, Xabier tomó su bicicleta y se fue hasta el videoclub más cercano. Con toda la calma del mundo, escogió una película cuyo título más le llamó la atención. De regreso a su casa, preparó su sillón, su bebida, alguna merienda, y por supuesto, su condón, -por las dudas que se emocionase con el film, pensó. Después de verificar que todo estaba pronto para su matiné, puso la película y aguardó por el comienzo, pero en la pantalla del televisor sólo se veía una señal de estática. Al no lograr hacerla funcionar, Xabier se sintió indignado y llamó por teléfono al videoclub. Usando un tono descortés, le dijo al empleado: Nimiedades Insólitas

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-¡Coño…! La película que me alquiló salió defectuosa… No se ve ninguna imagen. El empleado, intrigado con el hecho, le contesta: -¡Pues no, señor! Hemos tenido muchos problemas con algunas películas. Pero si es tan amable… ¿Podría decirme qué título usted alquiló? Fue cuando Xabier le responde: -¡A ver! déjeme ver lo que dice… Yo alquilé una tal de “Limpiador de Cabezal”. Sin lugar a dudas, la pareja no dejaba de ser folklórica, no sólo por los trances que propiciaban en la comunidad, sino también por causa de las habladurías y murmuraciones que provocaban. Dicen que un cierto día Xabier se fue con un grupo de cazadores para divertirse abatiendo algunos animales silvestres, pero luego que ingresan en el bosque, él y un amigo suyo se pierden del grupo principal. Al encontrarse en esa situación, él amigo le dice a Xabier: -¿Qué te parece si disparamos, a ver si nos oyen? -Joder, tío, ¡qué buena idea! Venga, que disparo yo. Como nadie aparece, al cabo de una hora el amigo lo interpela diciéndole: -Pues no creo que nos hayan oído… ¿Por qué no vuelves a disparar? Nimiedades Insólitas

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A seguir, Xabier le manifiesta: -Bueno, ¡que joder! -y dispara otra vez. Allá por el medio día, la situación vuelve a repetirse sin que estos alcancen el premeditado triunfo, pero igual, deciden continuar sentados a la sombra, y a entretenerse alargando su prosa en temas fútiles, hasta que en cierto momento el amigo intenta demostrar sus cualidades de conquistador y lo interpela exponiéndole: -¿Viste la Pepi?... ¿La cuñada del dueño de la tienda? –Sí. -dijo Xabier, respondiéndole automáticamente, al reconocer la mujer de quien hablaban. -Pues yo me acosté con ella... –le confiesa el otro, y le vuelve a preguntar: -¿Y te acuerdas de la hija del Edelmiro? –Sí –vuelve a responder Xabier, mirándolo con cierta susceptibilidad. -Pues yo también me la he tirado. –confiesa el otro, dejando el dibujo de una sonrisa aparecer por debajo de su espeso bigote. En un acto irreflexivo, Xabier lo mira, levanta los brazos al cielo y exclamar con voz indignada: -¡Joder, tío! ¡Entre tu mujer y tú… al final se van a coger a todo el pueblo! Nimiedades Insólitas

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Mientras tanto, las horas continúan a transcurrir inalteradas, y ya cuando está casi anocheciendo, el amigo propone que nuevamente se haga una otra tentativa para contactar el resto del grupo de cazadores, y le dice de forma espontánea: -Oye… ¿Por qué no disparas otra vez? Xabier lo mira con ojos de espanto, y le responde: -Ostia… ¡No puedo, tío! Se me han acabado las flechas. Evidente que no daría crédito a todos estos impagables relatos de situaciones esdrújulas, si yo no tuviese presenciado personalmente a una de ellas. El caso sucedió en el día del velorio de Xabier, que por causa de mi aproximación familiar con los deudos, fui obligado a tener que realizar este viaje hasta ese estupendo paraje de la provincia de Pontevedra. Así que, cuando por fin llegué al local donde se realizaba el funeral del cuerpo del fallecido, noté que en un pedestal ubicado junto al cajón del difunto se encontraba un enorme tarro. Con la firme voluntad de saciar mi curiosidad, me aproximé de él, y vi que estaba lleno de crema facial. Lo más curioso de todo, es que los dolientes, después de darle los pésames a doña Amaia, ésta les Nimiedades Insólitas

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murmuraba alguna cosa al oído, y ellos a seguir introducían la mano dentro del pote y procedían a embarrar el rostro y las manos del difunto. Intempestivamente y en señal de respeto, decidí hacer lo mismo, pero fue tanta mi curiosidad, que a seguir me acerqué cuidadosamente hasta doña Amaia, y en voz baja, le pregunté: -¿Por qué los deudos están untando de crema, todo el rostro de Xabier?... ¿Es alguna tradición de aquí, de Galicia?.. ¿O fue alguna postulación especial del fallecido? La anciana me miró con cara de desconsuelo, y a seguir, me contesta de forma sucinta: -¡Joder, pero bueno!... ¿Usted no sabía que Xabier pidió que lo cremasen?

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Los Vendedores de Espejismos

Desde hacía algún tiempo que Evaristo y Miguel se habían dado cuenta que para ver alguna luz en sus vidas, sería necesario remar constantemente contra la corriente, claro que en el sentido figurado de la palabra. Ambos eran muchachotes en la plenitud de su jovialidad, e hijos de una familia humilde de una ciudad del interior. No obstante, vislumbraron desde su temprana Nimiedades Insólitas

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edad, que la vida les había sido bastante desfavorable, lo que los obligaba a cada día tener que descubrir nuevas artimañas que les posibilitase, por lo menos, alcanzar una remediada subsistencia. En el presente momento, los dos hermanos tenían alrededor de veinte años, y contaban con el conocimiento intelectual proporcionado por un estudio básico que no pasaba más allá del tercer grado del secundario, pero era el mismo que los había hecho integrar en la sociedad donde vivían, como dos expertos exploradores de oportunidades. Esa era una condición que los dejaba siempre atentos a sondear nuevos ardides con los que podían ganarse unos pesos, sin la angustiosa necesidad de tener que agenciar mucho esfuerzo físico para alcanzarlo. Evaristo era casi dos años más viejo que su hermano Miguel, y a él cabía en ese momento el desempeño de la función de cerebro planificador del equipo. Era un individuo de mente inquieta, que estaba siempre buscando vislumbrar nuevas oportunidades; y, cuando las percibía, luego intentaba tejer arriba de ellas las congruentes ideas que les permitiesen explorarlas lucrativamente. Claro que ni siempre, todas eran fáciles de solventar. Era parte de su instinto calcular intrínsecamente la estrategia del plan de acción a ser desenvuelto con relativa Nimiedades Insólitas

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precisión, de manera que rápidamente pudiesen tirar el máximo provecho del momento. También cabía a él, la facultad de orientar a su hermano en la clarificación de los pasos que éste debería dar, para que ambos pudiesen llevar adelante la desafiante tarea. Miguel, por el contrario, era todo lo opuesto a su hermano, ya que mientras Evaristo mantenía el espíritu un poco recluso en sus pensamientos, éste era locuaz, dicharachero, alegre, efusivo. Miguel era el verdadero representante de los charlatanes parlanchines que otrora acostumbraban deambular por los comercios del interior, que con palabreado eficaz iban ofreciendo sus mercaderías y argumentando sobre las novedades que vendían, arguyendo frases sobre las más de mil utilidades que podían ser dadas para las mismas. En un determinado momento, como resultado de una eficiente exploración de ideas y negocios anteriormente bien resueltos, les había sobrado un poco de dinero con el cual, en un decretado relámpago de lucidez, se dispusieron darlo como parte de la entrada inicial destinada a adquirir un viejo automóvil Studebaker, modelo Champion, fabricado en el año 1939, que venía equipado con un motor de 6 cilindros y tenía 2.690 cc de potencia.

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El coche era un enorme sedán de dos puertas de color verde aceituna. Una tonalidad sobre la cual Evaristo le vivía repitiendo a su hermano: -¡Miguel!, fíjate bien… Date cuenta que éste coche tiene el color de la esperanza… ¿Qué mejor para nosotros? A decir verdad, con la adquisición del viejo automóvil se presentó una otra oportunidad que les permitiría soñar despiertos, al vislumbra en sus sueños los medios de explorar nuevos confines territoriales; en los cuales pensaban incursionar con sus aventureras andanzas comerciales a ser realizadas alrededor de una vasta región próxima del pueblo donde vivían. Mientras el más viejo de ellos alcanzaba a fantasear sus quimeras con un futuro más próspero para los dos hermanos; por otro lado, el más joven se entregaba a imaginar expectante, cuál sería el máximo dividendo que ellos podrían obtener con el uso del nuevo coche, además de poder explorar mejor sus dotes de galanteador juvenil. Pero un cierto día, de repente a Evaristo le vino un otro relámpago de imaginación, y, de forma entusiasta, terminó por confesarle a Miguel la idea que ya andaba rondando su cabeza, preguntándole: -¿Qué te parece si ahora abrimos una empresa de propaganda, y usamos el coche para hacer la divulgación? Nimiedades Insólitas

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-¡Sí! Pero de ese tipo de cosas nosotros no sabemos nada… -atajó el hermano-. ¿No será que nos vamos a meter en camisa de once varas? –respondió Miguel un poco incrédulo, mientras lo miró de ojos bien abiertos al sorprenderse por la repentina manifestación ventilada por su hermano, y, por otro lado, sintiéndose aprensivo por la súbita novedad que le exteriorizaban. -Vos no te hagas problema, Miguel -alegó Evaristo, en cuanto le hacía un leve ademán de desdén con su mano, como quien dice, “deja todo conmigo”. A seguir le notició todos los pasos que había calculado, y las vicisitudes que hallaba que serían requeridas para poder poner en práctica la tal idea. -Vos serás el locutor de los anuncios -Evaristo decretó determinado-, y el encargado de poner y sacar los discos en el aparato. Mientras tanto, yo manejo el coche y me hago responsable por efectuar los contratos con los clientes –decretó entusiasmado el hermano mayor, ya asignando las responsabilidades para cada uno de los dos. Algunas semanas más tarde, mientras ocuparon el tiempo en realizar sus quehaceres normales, finalmente lograron instalar un par de inmensos altavoces de la marca “RCA Víctor”, bien en el medio del techo del vehículo. A partir de ese instante, se donaron por entero a explorar el Nimiedades Insólitas

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provechoso negocio de vocinglería electrónica por los pueblos vecinos, anunciando bailes, fiestas y todo tipo de eventos que surgiese en su momento, y todos los asuntos que evidentemente necesitaban ser noticiados por los alrededores. Estaban sumamente felices, ellos acababan de inaugurar un nuevo servicio para la comunidad, y el que rápidamente pasó a ser la novedosa conveniencia del momento. En realidad, aquel periodo de sus vidas, y aquí estamos hablando de casi seis décadas atrás, aun no existía una demanda continua para ese tipo de labor que justificase poder mantenerse con sólo ese tipo de inventiva; pero de cualquier manera, durante los días que no requerían sus servicios de publicidad, los dos hermanos se entretenían en vender otros adminículos, y recorriendo siempre los mismos poblados aledaños. A decir verdad, lo que más sobra de esa época son los cuentos de las invenciones practicadas por estos dos inventivos hermanos, cuando se les veía aplicar por doquier sus picardías y jugarretas; las que, bajo el buen instinto de las acciones que ejercían, siempre se destacaban por la agilidad que demostraban poseer para lograr driblar la adversidad que se les presentaba a todo momento. Nimiedades Insólitas

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Una de esas histriónicas leyendas, según cuentan quienes los conocieron, sucedió poco tiempo después de adquirir el auto, y comenzó justo cuando un cierto día Evaristo se encontraba leyendo un periódico de la capital, y, por intermedio de él, descubrió que estaban contratando representantes comerciales para realizar la distribución de unos desconocidos chocolatines. En realidad, estos venían con unas figuritas impresas en el interior del envoltorio, y eran las que traían el rostro de los ídolos del fútbol de la primera división del Campeonato Nacional. La novedad consistía en que los niños, después de consumir la golosina, podían completar una colección de figuritas y ganar algunos premios. Obviamente que Evaristo no dudó un instante en sentenciar la aventura para explorar esa nueva ocupación productiva, y rápidamente convenció a su hermano para que también participase de la misma. Demás está decir, que para poder llevar adelante el nuevo desafío, ellos tuvieron que armarse de algunos innegables ingenios para poder despertar el deseo de compra de los tales chocolatines inéditos, pues los mismos, a pesar de la novedad que traían, eran un producto totalmente anónimo en su región, ya fuese para los adultos, como entre toda la chiquilinada. Nimiedades Insólitas

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Después de volcarse a esa odisea, y ya previendo el tamaño del fracaso en que ambos estaban metidos, en un determinado momento, el mayor se arriesga en predecir: -¡Miguel!... Mira que si seguimos vendiendo así… ¡Nos fundimos! Sólo gastamos en combustible y no sobra un mango para nosotros –le expuso de forma lacónica, al percibir que con las ventas que realizaban mal les daba para cubrir los gastos del coche. -¿Qué queres? Casi nadie quiere comprarlos… Nadie conoce estos “Chocolatines Campeón”… Y mismo que tengan las figuritas para coleccionar, todos reclaman que no tenemos ningún afiche para anunciarlos – argumentó Miguel, exteriorizando de forma sumaria alguna de las disculpas que le eran dadas por los comerciantes. Envueltos en esa querella de alegatos por causa de los momentos de dificultad financiera, Evaristo surgió con una posible solución, pues apresuradamente le respondió: -¡Faltaba más! Si es por eso, decile a los bolicheros que no hay problema… -anunció con pompa-. Explícales que nosotros vamos hacerles la propaganda, y que si ellos están dispuestos a comprarnos una determinada cantidad de cajas, enseguida vamos a divulgar su boliche por todo el barrio… Nimiedades Insólitas

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-¿Estás loco?... ¿Y cómo lo vas a hacer? -¿Qué te parece si anunciamos por los parlantes el nombre del cliente que nos compró?... Total, eso no nos va a costar nada… ¡Esa puede ser una pegada! -¡No sé! ¿Y cómo estás pensando hacerlo? –inquirió Miguel, dudoso. -¡Fácil! Por ejemplo, digamos que si el tipo te compra por lo menos unas tres cajas de chocolatines, vos anotas en el cuaderno el nombre del boliche y el nombre del dueño -idealizó Evaristo-. Después, nosotros damos una vuelta a la manzana y ponemos los altoparlantes a todo volumen, en tanto vos anuncias los nombres que anotaste –le expuso con una voz metódica y pausada, como quien prueba querer darse un tiempo para poder observar la reacción que despertaría en su hermanos al desarrollar su idea. -¡Fenómeno!... ¡Fenómeno! Y hasta le podemos poner una música de fondo… Le metemos un disco con el himno de algún club… -fue enmendando Miguel, todo entusiasmado. -¡Óptimo!… Será una forma de que llame un poco más la atención. Pero mejor que usemos el de uno o dos -concordó el hermano, concentrado en desenvolver la idea de manera más práctica. Nimiedades Insólitas

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-Entonces… ¿Qué te pareció mi idea? –agregó Miguel, mostrándose exaltado, y divagando sobre la propia sugerencia inicial de su hermano. -Fenómeno, dale padelante… ¡Metele ficha nomás! No pierdas más tiempo, que a nosotros… éstos sólo nos cagan si son brujos -sentenció Evaristo, ebrio de alegría. La artimaña creada resultó rápidamente en un incremento de ventas de chocolatines apoyados en ese fácil argumento; pero no demoraron mucho para descubrir que, mismo contando con la novedad que ofrecían a los bolicheros, el volumen de venta alcanzado les dejaba muy poca utilidad. Otra vez entró a funcionar la astuta cabeza pensante de Evaristo, que intentó improvisar una otra estrategia que les resultase en mayores dividendos. -A mí me parece, que en lugar de dejar los premios que existen en las cajas que vendemos… sería mejor que los vendiésemos… Para mí, se acabó esa onda de tener que dejarlos gratis -idealizó Evaristo, tajante. -¡Sí! Pero quizás eso nos joda el negocio. -No creo. Date cuenta que con el valor de la venta de esos chirimbolos, da para pagar el costo de unas tres cajas de chocolatines… Por eso, mi idea… ¿No te parece mejor que le demos los chocolates gratis a los botijas para incentivarlos a que compren más? –le propuso mientras Nimiedades Insólitas

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desarrollaba la idea inconclusa, apoyando sus palabras en una profunda certidumbre de lo que decía. -Sería bueno… ¿Pero cómo los regalamos? -dudó Miguel-. Nadie nos garante que esos botijas van a volver a comprar –le expuso, mostrándose un poco irresoluto, pero en cierta forma agradado por el astuto concepto que el otro le proponía. -Pensa conmigo, mano… -propuso el mayor-. Supongamos que un par de cuadras antes de llegar en algún comercio… paramos el coche en una esquina. Enseguida prendemos la música y anunciamos a boca jarro la propaganda de los chocolatines con sus figuritas y esas cosas todas… -planteó con el rostro alegre, y enmendó: -¿Vos viste como enseguida se junta la botijada en la vuelta del auto? –adujo Evaristo divagando sobre la idea para explanar la artimaña, cuando inesperadamente se sintió interrumpido por su hermano, apuntando. -¡Sí! Pero es lógico que ellos lo hagan de pura curiosidad… Además, siempre quieren que les demos las figuritas, los premios, los chocolatines y si los dejo, hasta el culo, quieren –le dijo Miguel, riéndose e impidiendo el razonamiento del hermano. -Bueno, pues justamente esa es mi idea… -Evaristo chasqueó os dedos-. En el momento que se juntan muchos, Nimiedades Insólitas

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nosotros repartimos unos pocos chocolatines gratis… Ahí, vos les propones que vayan hasta los tiendas del barrio, para decirle al bolichero que ellos quieren comprar los chocolatines… Entonces vos les prometes, que a los que vuelvan con chocolates comprados, le vas a regalar más tres o cuatro, y pronto –Evaristo intentó explicar de forma objetiva, mientras advertía la expresión de escepticismo con que Miguel lo observaba. -¿Y después qué? -inquirió el menor con sorna-. Nos van a comer crudos. -No te hagas el sota… Después que ellos vuelvan… vos entras en cada boliche, pones esa cara de mosca muerta que sabes hacer… Y como quien no sabe de nada, le ofreces la mercadería… ¡Yo te garanto que la mayoría de ellos querrá comprarte alguna caja! Aun sin estar convencido de que la estrategia iría dar resultado, Miguel pregunta: -¿Y por qué razón, vos te crees que ellos querrán comprarme esos chocolates? -Haceme caso, hermano… No perdemos nada con probar… Y de sana conciencia, después de ver a un monte de chiquilines de su barrio entrar a su negocio para pedirle los chocolates… todos van a pensar que si los tienen en estoque, lo venderán como pan caliente… ¿Me entendes? Nimiedades Insólitas

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Dicho y hecho. Cuando al fin se dispusieron a poner la idea en práctica, Miguel entraba a los comercios, y los negociantes enseguida le decían: -¡Qué suerte que usted vino, don! La botijada está loca atrás de la novedad… Todos me están pidiendo esa tal de figuritas y los premios. No en tanto, otro de los momentos curiosos con los “Chocolatines Campeón”, ocurrió en una determinada y calurosa tarde de verano, cuando los dos incursionaban entre un pueblo y otro con sus desconocidos bombones. Esa vez iban por una carretera de polvo y tierra reseca, perdida entre la nada, e incrustada en medio a vastas extensiones de pastos que se explayaban más allá de donde la vista alcanzaba a divisar. El insólito suceso comenzó en el momento que ellos distinguieron un vetusto galpón que servía de almacén y bodega, donde decidieron dar una parada para mojar la garganta. El solitario boliche estaba erguido al lado del camino y servía para atender a los peones que vivían por las estancias de los alrededores, los que se arrimaban hasta él, solamente en los fines de semana. Cuando entraron en el local, que en ese momento estaba más vacío que iglesia en día lunes, solicitaron una cerveza y un par de sándwiches de mortadela, además de Nimiedades Insólitas

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pedir permiso para entretenerse un poco, jugando en la mesa de billar. Sin embargo, en un determinado momento, Evaristo percibió al dueño del local completamente envuelto en una aureola de curiosidad, y el que seguidamente se dislocaba de forma astuta hasta la puerta del boliche. El hombre permanecía algunos minutos, boquiabierto, mirando los inmensos altoparlantes que estaban instalados arriba del coche, y volvía a entrar. De pronto, Evaristo escuchó una voz ronca que lo interpelaba preguntando: -Dígame, mozo… ¿Para qué sirven esas dos cosas que llevan encima del auto? –le oyó decir al comerciante, cuando lo interpeló, después de no dar más cabida a su curiosidad. -¡Son megáfonos!... Nosotros los usamos para divulgar propaganda –le responde de forma solicita, mientras que Miguel permanecía con el cuerpo inclinado sobre la mesa de fieltro verde, e intentaba afinar la puntería con el taco de billar. -¿Y para qué los utilizan? –les pregunta el hombre, demostrando su total ignorancia al respecto. -Es que nosotros vendemos unos productos, y, cuando alguien los compra, enseguida los usamos para irradiar el nombre del establecimiento que los compró, Nimiedades Insólitas

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como también aprovechamos para divulgar el nombre del comerciante… Es una manera que usamos para que todos lo sepan de los productos –le fue explicando Miguel, oportunista, mientras se dirigía hasta la puerta para acompañar el incrédulo hombre y señalarle desde allí las cajas de mercadería que tenían dentro del auto, y asesorarlo un poco más sobre la manera que funcionaban los altoparlantes. -¡Ahhh!… Está bien… Pero igual no entiendo nada -mencionó el bolichero, ojos abochornados, mientras que, de forma pensativa, con una mano se rascaba una barba a medio crecer que ya le cubría casi todo el rostro. Cuando Miguel volvió junto a la mesa de billar, Evaristo sorpresivamente lo interpela: -Pero vos sabes que lo qué nosotros tenemos para vender, a éste sujeto no le va a servir de nada…. Mejor se lo decimos antes –intenta argumentar para su hermano, buscando disuadirlo de lo que ya calculaba que se vendría. -No te preocupes, que aquí… por lo menos sacamos para el gasto –le avisa el más joven, demostrando la severa intención de concebir algún negocio de oportunidad. -Pero mejor, dale un tiempo -enmendó-, vas a ver que el tipo, solito, va querer comprarme cualquier cosa. ¡Ya lo vas a ver!... ¡Aguántate piola! Nimiedades Insólitas

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Mientras tanto, el hombre continuó a pasear su pesada barriga, yendo y viniendo entre el corredor del mostrador y la puerta del boliche. Se notaba que arrastraba los pies con cierta dificultad, no sólo por el hecho de que los llevaba metidos en unas desflecadas alpargatas. De lejos daba para notarlo absorto, entregándose a cavilar sobre la novedad, pero sin alcanzar a obtener el arrojo suficiente para preguntar nuevamente como era que funcionaba el dichoso aparato, y de qué manera se hacía la propaganda que los muchachos anunciaban. No en tanto, el hombre fue perdiendo un poco su retraimiento, y con algo de coraje se fue arrimando hasta ellos. Por fin, rompió el silencio expresando: -¿Pero si alguien compra algo de ustedes, como es que hacen? -Mire, don… -lo interrumpe Miguel,- Lo que tenemos para vender…, no sirve para este tipo de local, así que es mejor que usted no se preocupe –se esforzó para demostrar cierta apatía por la curiosidad despertada en el comerciante, y manifestando una expresión de quien está totalmente concentrado en la jugada que le tocaba realizar en la mesa de billar. -Pero usted me dijo que cuando venden algo, enseguida hace el anuncio del nombre del comercio y de la Nimiedades Insólitas

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persona que se lo compró… ¿No es así? -apuntó el hombre, exponiendo un cierto tono de desazón en sus palabras. -¡Sí!, eso es verdad. Nosotros voceamos el nombre del comercio y el del propietario, mientras que nos damos una vueltita a la manzana con el coche… Pero como usted puede ver, aquí sólo podemos dar la vuelta al rancho y nada más -le expuso Miguel en su intento de disuadirlo, mientras iba haciendo señas con el brazo extendido, para mostrarle que por los alrededores no había vuelta que dar, ni gente para poder escuchar. -¡Bueno!... Igual yo les compro un poquito de algo, así usted cumple con su parte, y estamos arreglados… ¿No le parece? –les propuso taxativo, con una deliberada ingenuidad en la acentuación de sus palabras, para no demostrarles que estaba ansioso por ver cómo funcionaban los altoparlantes, y, a su vez, poder darse el gusto de escuchar que mencionaban su nombre saliendo desde adentro de aquel aparato novedoso. Miguel no se hace de rogado y le responde: -Para mí está bien, don… Si usted lo quiere así, no hay ningún problema en cumplir con su deseo… Ahora dígame su nombre y el nombre que le puso al comercio, para que yo se lo pueda anunciar –indagó taxativo, Nimiedades Insólitas

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mientras su hermano, desde una punta del salón, se muestra bastante aprensivo al observar el diálogo que se desarrolla entre los otros dos. -Mi nombre es Faustino Saravia, y este almacén se llama San Cono -pronuncia el comerciante con voz firme, para enseguida agregar: -Pero, mientras usted trae la mercadería, y antes de hacer la propaganda…, me aguarde un momentito, que yo voy a llamar a mi mujer, para que ella también la escuche. El hombre se retira a la trastienda para avisar a su esposa, pero Evaristo no aguanta más la carcajada que tenía contenida en la garganta, y, al observar la expresión de sarcasmo que Miguel llevaba estampada en el rostro, lo escucha decirle: -Eso que vistes, es para que te des cuenta como la curiosidad mata al hombre… Éste pedazo de un nabo, nos va comprar las cajas de figuritas, que después…, no sabrá que mierda hacer con ellas… Y lo hace sólo para ver cómo mierda funcionan los altoparlantes. Algunos minutos después de realizada la entrega de la mercadería y arregladas las respectivas cuentas de lo consumido y lo vendido, Evaristo y Miguel terminan por despedirse alegremente del bolichero, para luego subirse al coche. Nimiedades Insólitas

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Segundos después lo ponen en marcha y hacen funcionar el sistema de sonido a todo volumen. Luego a seguir, uno de ellos pronuncia con voz metálica: -¡Atención!... ¡Atención, chiquilinada!... Aquí en el almacén San Cono…, del señor Faustino Silva, acaban de llegar

los

“Chocolatines

Campeón”…

Junten

y

coleccionen las figuritas de los astros del campeonato nacional…

¡Atención! que ya están a la venta en el

almacén San Cono de nuestro amigo Faustino… -y repitió su eslogan unas cinco veces. Evaristo, sentado pasivamente atrás del volante, se entrega a observar de forma distraída, como la esposa y la hija del comerciante permanecen paradas frente a la puerta del establecimiento, manteniéndose perfiladas lado a lado, más rectas que estatua de plaza, mientras el hombre, don Faustino, satisfecho, conserva una enorme contracción estampada en el rostro al escuchar que estaban pronunciando su nombre. En realidad, en aquellos aledaños sólo había campos vacíos y vacas parsimoniosas para compartir la novedad.

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La Exégesis del Santo Padre

Hace como más de ciento cincuenta años, cuando los viejos caudillos resolvieron fundar la villa, dijeron que escogieron el paraje porque existía la necesidad de custodiar la cordillera y eso era sumamente importante para el futuro del país, ya que todo el lugar era de una localización trascendental para defender los valores y las riquezas de la patria. Pero resulta que en aquella región no había ni indios, ni nadie. Nimiedades Insólitas

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Sólo había calor, eso sí, mucho calor. Era un territorio cubierto por una selva tupida de un boscaje agreste que, de tan densa, era casi intraspasable. Y para temperar todo ese baldío, existía el gozo de una destemplanza que ocasionalmente forjaba la formación de unas lluvias torrenciales que parecían haber sido generadas por una terrible furia divina, y las que posibilitaban cuando se desencadenaban, que la fuerza de sus aguas arrastrase todo lo que se interpusiese en su camino, causando así el desaparecimiento de carreteras, puentes, postes de luz y telégrafo, y cuanta cosa más hubiese sido creada por la mano del hombre en ese fin de mundo. Primeramente, en aquellos tiempos remotos, fue el destacamento de la milicia al que le tocó ir montado en mulas mansas, todas cargadas hasta el infinito llevando los sueños y esperanzas de aquellos que serían los primeros moradores del lugar, y los que habían sido por algún motivo político, los escogidos para el emplazamiento del pueblo. Con el pasar de los años, los otros que aparecieron fueron los que huían de la esclavitud o por causa de otros asuntos imponderables, pero que igual huían y terminaban encontrando allí una guarida segura para sus males. Nimiedades Insólitas

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También apareció el otro tipo de gente; los visionarios, los fantasiosos, los que estaban tan solamente de pasaje pero que acabaron perdiéndose por el camino, los imaginativos comerciantes, los que fueron nombrados responsables de las agencias gubernamentales, y la iglesia. -“Porque sin fe, ningún pueblo puede salir adelante” -dijeron por entonces. Pero fe ellos tenían, hasta podría decirse que por demás. Lo que no tenían, era suficientes recursos como para poder substituir lo que las lluvias destruían. Sin embargo, lo que el gobierno les mandaba como ayuda, cuando por fin llegaban los expedientes, siempre venían con los valores por la mitad. Probablemente, los mandamás de la gobernación local hallaban que eso se debía a causa de la distancia que estaban de la capital, pero la verdad, era que los cabecillas de la gobernación central hallaban que lo que los mantenía apartados del mundo, era la inutilidad total de la localización geográfica en donde se encontraban, y no alcanzaban a comprender como era posible que en algún momento, cierto demente hubiese insistido en querer fundar el pueblo de San Javier de Cachabi, en un lugar tan improductivo e infecundo.

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Empero, la aldea y sus pobladores insistieron en continuar subsistiendo míseramente, y la vida se les había hecho tan pacata como lo era en cualquier otro lugar ermitaño de esa misma cordillera. No obstante, allí también había sido construida una iglesia, que era tan antigua como el mismo pueblo. Actualmente, ésta era dirigida por un sacerdote con tan avanzada edad, que hasta podía afirmarse que mantenía escasa diferencia de años entre los suyos, con los que tenía la fundación del poblado. Empero, todo empezó a ir mal en aquel oratorio, cuando las cartas que comenzaron a llegar a la Nunciatura de la Congregación que administraba la iglesia de San Javier, empezaron a acumularse rápidamente al mencionar en ellas ciertas descripciones e insinuaciones de que las cosas en esa parroquia no marchaban muy bien. El Arzobispo de esa hermandad, que por su vez era el encargado de coordinar varias diócesis por el resto del país, finalmente llamó el Obispo de esa jurisdicción, -Es para tratar de problemas puntuales y relevantes -le dijo determinado, ya que intentaba desembarazar definitivamente el problema que los fieles reclamaban. En la reunión, el Obispo se mantuvo silencioso en cuanto escuchó las alusiones que el superior le relataba, Nimiedades Insólitas

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mirándolo con el rostro impertérrito. Hecha una pausa, el hombre le responde con la mayor franqueza: -El problema allí, Reverendísimo… Es que el padre Eustaquio ya está muy viejo… y, evidentemente, creo que se ha puesto sordo… Fíjese usted, que hace un tiempito yo mismo he visitado esa comunidad, y luego cuando entré en la iglesia, me sorprendió que la misma estuviera completamente llena de fieles -le relató el hombre de Dios a su superior. -¡Pero esa ya no es ninguna sorpresa! –acusó el Arzobispo con los ojos muy abiertos, y extrañando la recitación del prelado. -¿Mismo que el día en que fui no fuese un día domingo, ni a la hora de la misa? –prorrumpió el Obispo, quien después de emitir un suspiro profundo, agregó: -Le digo…, principalmente, porque en ese momento, lo que más me llamó la atención, fue que habían muchos jóvenes presentes…, aunque habían muchos viejos también… -le fue relatando con voz pausada-. Parecía que todo el pueblo estaba allí, y por más extraño que pueda parecerle, Eminencia, luego advertí que los lugares más disputados para las personas sentarse…, eran justo aquellos que quedaban cerca del confesionario, mismo que

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hubiese bastantes lugares vacíos en los bancos que quedaban frente al altar mayor. -¿Y entonces que pasó? –indagó el superior, ávido por comprender el extraño motivo del comportamiento de sus devotos feligreses, y que, para ocultar su excitación, se frotaba los puños con las palmas de las manos. -¡Reverendísimo! –le dijo el Obispo, acrecentando de forma impávida: -En un determinado momento, cuando yo estaba pasando cerca de uno de los altares menores, escuché a una voz femenina que gritaba: -¡No!... ¡No, padre!... ¡Yo le dije que engañé a mi marido… padre Eustaquio! -¡Mi Dios querido y la Virgen Santísima! ¿Por qué ella dijo tal cosa en voz alta? –exclamó el reverendo enarcando su cejas de repente. Luego arrugó la frente y puso una cara de asombro por lo que había acabado de escuchar. -Pero eso no es nada, Eminencia -añadió el Obispo-. Porque a seguir, escuché la voz del padre Eustaquio, que partía de dentro del confesionario y retumbaba por todo el perímetro, preguntándole a ella en voz alta: -¿Te has acostado con un otro hombre? ¡Hija mía! -al momento que volví a escuchar que ella vociferaba en un tono cada vez más fuerte: Nimiedades Insólitas

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-¡Tres veces!... ¡No!... ¡Dije tres!... ¡Tres! El Arzobispo tenía la pera colada al pecho. El Obispo hizo una pausa, meneó la cabeza de un lado a otro en señal de negación, y en seguida retomó el relato diciendo: -En ese momento, yo oí otra vez la voz aguda del padre Eustaquio indicándole en voz alta cuál era la penitencia que ella debía cumplir por causa de sus pecados. Pero enseguida noté que germinó un leve murmurio entre las personas de aquella platea que estaba sentada cerca del confesionario que, entre poner cara fea y hacer regaños, señalaban murmurando unos para los otros: -¿¿Solamente tres?? -¡Pero eso es gravísimo! -protestó el Arzobispo-. Necesitamos encontrar una solución rápida para ese problema… Definitivamente, el padre Eustaquio está sordo como una tapia –determinó, sintiéndose inquieto por las circunstancias. -¡Bueno!... Fíjese que enseguida que salió esa mujer, y entró una muchacha joven a la capilla del confesionario. Así que luego escuché otra vez las murmuraciones y comadreos entre los presentes, diciendo: -¡Miren! Esa es Ana Rosa –los cuales, al percibir que no podían enterarse de lo que ella estaba confesándole Nimiedades Insólitas

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al padre por causa del sonido de una voz indefinida que venía de la casilla, de inmediato inclinaron sus cuerpos hacía un lado para ver si de esa manera podían escucharla mejor… -Pero lo peor vino a seguir, Reverendísimo, que fue cuando escuché al padre Eustaquio vociferar, indagándole: -¿Con el qué me dijiste que fue?... ¡Hija mía!... Repítelo por favor… -a lo que ella, entre sollozando y gimiendo, le respondió como si estuviese bramando: -¡Con mi novio!... ¡Fue con mi novio, padre! -y a partir de aquel instante, todos se echaron a reír dentro del templo. -¡¡¡Herejes!!! -gruñó el Reverendísimo, y agrega: -¡No respetan ni la casa del Señor! –que lo expresó ya de una forma más calma, mientras que se persignaba tres veces seguidas, y se entregaba a rezar entre dientes alguna oración corta. -¡Para ser sincero! Yo soy der la opinión que ese tipo de confesiones están atrayendo mucha gente para la iglesia, Reverendísimo… Se ve que son personas que nunca han estado allí…, pero que ahora van por causa de la sordera del padre Eustaquio –le dijo el Obispo. -Y para oír los pecados de los otros –añadió el Arzobispo con pesar. Nimiedades Insólitas

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-Si bien que… Yo pienso que tal vez Nuestro Señor quisiese escribir correcto usando el camino errado… A lo mejor… Él sabe lo que hace… ¿Quién le dice que Dios no pretenda que sea así, Reverendísimo? –comenta el Obispo, con una expresión inocente dibujada en su fofa fisonomía de cutis rosado. -Pero no diga estupideces, ¡Hombre! O no sabe que la revelación del pecado entre el devoto y Dios, es un secreto inviolable… Lo que necesitamos, sí, es jubilar ya al padre Eustaquio y poner a otro en su lugar… ¡¡¡Urgentemente!!! ¿Me entendió? –bramó el prelado, en cuanto fruncía la frente para demostrar su mal humor con el pensamiento sacrílego del Obispo. -¡Reverendísimo! Es que eso yo lo he providenciado hasta con cierta urgencia; y le confieso que no tuve éxito para encontrar algún otro padre que se pueda ocupar de aquella comunidad…. El problema, es que ninguno quiere aceptar ir para aquel fin del mundo –le explicó el Obispo, que ya anhelaba conseguir la interferencia de su superior, para desenmarañar la cuestión. -Busque en el seminario… Es bien probable que allí haya algún discípulo que esté pronto para ser ordenado… Y si no lo está, nos bastará con que él acepte mudarse para San Javier lo más rápido posible -orientó el superior-. Nimiedades Insólitas

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Total, siempre ha de ser mejor que continuar con el padre Eustaquio siendo el hazme reír de esa localidad. ¿Comprendió? –notificó cordato, mientras mantenía el dedo en ristre sacudiéndolo amenazadoramente para aseverar la urgencia que pretendía darle al caso. Realmente, la busca local fue infructífera en todos los sentidos, lo que obligó al Arzobispo a redactar una carta para pedir por la mediación directa del Cardenal responsable por coordinar su comunidad. Algunos meses más tarde, con la sana intención de acabar con aquel lejano inconveniente, el Nuncio terminó por enviarle a un joven representante del prelado de Roma, que era oriundo de otro país. Cuando finalmente el muchacho se presentó al Obispo a fin de mantener una conferencia preliminar con el mismo, éste lo puso al tanto de sus responsabilidades y de las deficiencias que él encontraría en la iglesia de San Javier; pero a la legua, el Obispo no necesitó andar con cien ojos para darse cuenta que ese inmaduro sacerdote aún no estaba apto para el cargo y el compromiso de suministrar las Leyes Divinas de la Santa Iglesia. Empero, dando un suspiro de conformidad, el superior reflexionó pensando: “creo que lo mejor será aceptarlo, y que lo incorporemos de una vez en sus Nimiedades Insólitas

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funciones de nuevo director espiritual de aquella lejana comunidad, en vez de nosotros tener que continuar con los problemas que el padre Eustaquio nos origina”. Y halla marchó el padre Breno, que era el nombre propio del nuevo Ministro del Señor en la iglesia de San Javier. Pero el día de su primer sermón en la iglesia de San Javier, éste estaba tan nervioso durante la disertación, que casi no pudo hablar. Juzgaba que los ojos de todos los presentes lo estaban oteando con cierta circunspección, mientras reputaba que los fieles querían descubrir algún desliz en sus santas palabras. No en tanto, siguiendo la orientación que le fuera dada por su superior, de no dejar de consultarlo toda vez que hallase que estaba frente a alguna dificultad, sin vacilar sobre su intención se dirigió a la sacristía, tomó el teléfono y terminó por confesarle al Obispo el exacerbado contratiempo que había surgido durante la homilía así como la prédica de la primera misa que había realizado solo, en aquel templo. -¡Calma, mi querido augur! -le exhortó el superior-. Solamente el tiempo y Dios te darán suficiente confianza para vaticinar la palabra divina –terminó por pronosticar el santo hombre, al intentar trasmitirle confianza con sus palabras. Nimiedades Insólitas

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-Lo que pasa, Eminencia, es que cuando voy hablar, me vienen a la mente un montón de cosas, y luego comienzo a titubear -le explicó el joven sacerdote, con voz tenue y difusa. -Hagamos lo siguiente –recomendó el prelado, quien continuó su razonamiento diciéndole: -Lo que usted pude hacer para relajarse un poco, es lo siguiente… La próxima vez que suba al púlpito…, póngale unas gotitas de vodka en el agua. Verá que después de unos sorbos, todo saldrá más comedido. -¡Bueno! Está bien… -concordó el sacerdote, más animado-. Muchas gracias por su orientación, trataré de ver cómo me salgo durante la homilía del próximo domingo –le avisa el padre Breno, ya dando por aceptada la recomendación que le suministraba su superior, aunque esbozaba un poco de recelo en el tono de su pronunciación. El domingo siguiente, el sacerdote puso el consejo en práctica, y luego concibe que de esa manera el coraje le trasmitiera suficiente arrojo. Incluso, percibía que estaba con intrepidez suficiente como para hablar en medio de una tormenta. Quiera o no, se sentía en un maravilloso estado de ánimo.

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Sin embargo, cuando más tarde el Obispo lo llamó por teléfono para saber cuál había sido el efecto práctico de sus consejos, éste sintió que el padre tenía la voz desprendida y floja; algo que, sin comentarlo, le hace quedar reservado, pensando sobre el efecto nocivo que su recomendación había causado en el muchacho. Se quedó ensimismado y cavilando sobre el asunto, razonando sobre las posibles malas consecuencias que eso podría traer en un futuro próximo. Entonces decide que él mismo debería estar presente en el próximo sermón que el padre Breno realizase. Al llegar al templo, el Obispo asiste al panegírico desde el fondo de la iglesia, observando atentamente la explanación del padre Breno y el comportamiento de los fieles durante el acto religioso. Posteriormente, sintiéndose un poco intimidado, se retiró silenciosamente para una de las alas de la rectoría. Así que, una vez finalizado el acto ecuménico, cuando ingresó en la sala contigua a la sacristía, el sacerdote percibió que había una correspondencia para él, depositada sobre el pupitre. Al tomarla entre sus manos, la identificó como siendo una carta del Obispo. Se pone a leerla, y su fisonomía se va transformando, haciéndole fruncir el ceño Nimiedades Insólitas

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y arqueándole las cejas, mientras va abriendo los ojos cada vez más y le tiemblan los labios en cuanto la lee. En la nota se leía lo siguiente: Estimado padre Breno: A continuación, le dejo algunas observaciones pertinentes para que nunca más se vuelva a repetir lo que vi en el sermón de hoy. Hágame caso, la próxima vez, sólo coloque unas gotitas de vodka en el agua y no unas gotas de agua en el vodka. Y no se olvide de tomarla en sorbos breves, en lugar de tragarla de una sola vez. Tampoco ponga hielo y limón dentro del cáliz, y tenga claro, que el misal tampoco es un posavasos. No se olvide que el manto con la imagen de “Nuestro Señor Jesucristo”, nunca debe ser usado como servilleta. Otra cosa que debe considerar, es que existen solamente “10 Mandamientos” y no “12” como usted insinuó, pues los que eran “12”, eran los Discípulos, y no “Siete” como usted atestiguó, así como tampoco ellos eran “Enanitos”. Siempre que tenga que referirse a la “Cruz”, recuerde que nosotros no nos referimos a ella como: Nimiedades Insólitas

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la “T” grandota. Y espero que también se recuerde que nunca nos referimos a nuestro “Salvador Jesucristo y sus Apóstoles”, como siendo “JC y su Banda”. Acuérdese que cuando “David” derrotó a “Golias”, éste se utilizó de una honda y una piedra. Él nunca le “voló el marote” a palazos. Si tiene que hacer mención a “Judas”, recuerde que nosotros nunca nos referimos a él, como “el que garcó a Jesús Cristo”, como tampoco, el Papa es “castrado”. ¡¡ El Papa es “sagrado”!! Grave en su cabeza, querido padre Breno, que “El Padre, El Hijo y el Espíritu Santo”, no son “Papi, Junior y el Aparecido”, como usted lo señaló; y de la misma manera, le recuerdo que “Judas” vendió a “Jesús” en el sanedrín, y no en el supermercado, y que lo hizo por “30 monedas de oro” y no por “quinientos jodidos mangos”. Mida sus palabras y sus actos, padre, porque los pecadores, cuando se mueren, se van al infierno, y no a la “puta madre que lo parió”; y aquella casilla que queda cerca del altar, más bien es un

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confesionario y no un lugar para ser usado como un baño. Además, evite tener que apoyarse en la imagen de la “Virgen María”, y mucho menos abrazarla y besarla como lo hizo; y considere que el agua bendita, es utilizada para “bendecir a los fieles” y no para refrescarse la nuca cuando tenga ganas. No es recomendable que rece la misa sentado en la escalera del altar. Mucho menos, manteniendo uno de los pies apoyado sobre “la Biblia”. Las “hostias” no deben ser usadas como si fuesen canapés para acompañar el vino. Las “hostias” son para ser distribuidas a los feligreses; y en el ofertorio, los fieles entregan “su limosna” de forma voluntaria. También le sugiero que para la próxima vez, saque aquel enorme letrero que decía: “¡Su propina… Es Mi Sueldo!”. Recuerde que el “Padre Nuestro”, debe ser rezado con las manos levantadas al cielo, y nunca haciendo la “Ola” como si estuviésemos asistiendo un partido de futbol. Me pareció que su iniciativa de llamar al público a bailar, fue muy buena, pero recuerde que Nimiedades Insólitas

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eso de hacer el trencito por toda la iglesia, ¡¡¡NO SE HACE!!! Y para finalizar mis exhortaciones, creo que es ¡¡¡IMPORTANTE!!! aclararle, que aquel que estaba sentado en el último banco de la iglesia, al cual usted se refirió como “Maricón”, “Travesti con faldita”, y otras cosas más; Pues bien, ese tipo era ¡¡¡YO!!! Sinceramente, padre Breno, espero que estas fallas sean definitivamente corregidas para la misa del próximo domingo. Atentamente; El Obispo.

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Falta de Costumbre

No fue sin merecerlo, que finalmente Miguel Ángel después de haber luchado toda su vida para conquistar un lugar de destaque en una gran corporación multinacional; una de aquellas sociedades hechas para que duren por toda una eternidad pero que viven fabricando productos no tan perdurables así porque está claro que no existe manera de que algo genere lucros perpetuo si los productos no se cambian y los consumidores no los reponen; que él, con el aporte de su propio talento, había conseguido llegar a ser Nimiedades Insólitas

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uno de los pilares máximos en la dirección de la institución. Pero en fin, Miguel Ángel, que también tuvo la suerte de poder disfrutar de un nombre poco común fuera de ese universo de nombres propios vulgares que normalmente pululan en cantidades exorbitantes; fue contando con esa condición a su favor, una de las cuestiones que se sumaron para proporcionarle la oportunidad de progresar en los escalones jerárquicos de la compañía, pues –“Con un nombre tan sonoro” -le habían dicho en un determinado momento, ya había eliminado la posibilidad de que el cribo analítico del director de recursos humanos hubiese marcado su ficha, descartando así la posibilidad de que en el futuro juzgaran que no pudiera alcanzar un expectante y bien sucedido cargo en esa conceptuada corporación, por causa de poseer un nombre disonante. Por otro lado, siendo un individuo poseedor de un comportamiento tenaz, de un carácter enérgico y de una voluntad frenética y exaltada, eso hacía de él un hombre que estaba continuamente preocupado con el afán de lograr salirse siempre vencedor en los objetivos que le instituían sus superiores.

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Su personalidad activa hacía que sus jornadas laborales se extendiesen bien más allá de los límites de lo tolerable para cualquier organismo corpóreo de un ser humano; y el que al actuar durante muchos años con ese perfil, con el pasar del tiempo esa condición terminó por originarle un prematuro desgaste físico y en consecuencia, adquirir una precoz insuficiencia cardiaca al prolongar el trabajo bajo esa sobrecargada conducta, lo que muy pronto su enfermedad derivó en una grave crisis cardiovascular, y terminó por afectarle definitivamente la capacidad laboral. O sea, que cuando la cosa tomó forma y la crisis alcanzó su ápice, el hombre ya estaba informado, pero en un primer momento quiso creer que todo no pasaba de mañas de su esposa y del propio médico que lo asistía. Finalmente, cuando sucedió el trance, el súbito agravamiento de la dolencia casi terminó por robarle la vida, lo que, por suerte, sólo concluyó por causarle un anticipado alejamiento definitivo de la vida profesional. Con el pasar de los meses, su recuperación causó una vertiginosa mudanza de vida, si comparada con sus quehaceres del pasado, la cual ahora se resumía a tener que subsistir reposadamente en su hogar, donde se limitaba a pasar casi todas las horas del día dentro de su apartamento, que si bien éste era confortable, igual no Nimiedades Insólitas

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dejaba de ser un apartamento que quedaba incrustado en un edificio rodeado de puro cemento y ladrillos en su alrededor. Era obvio que a Miguel Ángel, esa reiterada monotonía de la forma obligada que ahora tenía que vivir, últimamente lo venía dejando agobiado, resignándolo a sentirse fastidiado consigo mismo o con quien se le aproximase, hasta originar que la misma pérdida de aquel brío de antaño llegase al punto de cada vez más, hacerle acortar el tiempo que dedicaba a sus caminatas por las ensoleradas calles del barrio, y retraerse solitario en sus aposentos, quedándose horas desparramado frente al televisor. En suma, esa mortificación el hombre la derramaba por intermedio de las descortesías de sus palabras para con la esposa, doña Zulema, que era obligada a tener que armarse de paciencia para soportárselas, sin que ella llegase a divisar alguna alternativa que fuese capaz de motivar a su marido para que ocupase su tiempo libre con algún encargo pasajero. De la misma manera, él tampoco tenía cualquier tipo de práctica con manualidades o destreza en la elaboración de algún tipo de artes con las cual pudiese entretenerse. En fin, ella era forzada a resignarse a verlo llevar una vida de Nimiedades Insólitas

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reiterado abandono de voluntad, de aquel hombre que otrora había exhalado por los poros opíparas dosis de energía y una voluntad enardecida y vigorosa. Pero resulta que un determinado día, mudando su comportamiento como en un pase de mágica, Miguel Ángel le dice a su esposa: -¡Vieja! Creo que lo mejor, sería que nosotros vendiésemos el departamento y nos fuésemos a vivir al campo –le exteriorizó con voz decidida y firme, exponiéndolo de una forma como quien ya viene masticando el asunto desde hacía algún tiempo. -¿Te has puesto loco hombre? –le respondió ella apresuradamente, sin dejar trasparecer un dejo de admiración en su voz, por notar que al fin su marido estaba otra vez intentando activar su viejo carácter. -¡No, loco no! Pero sería una alternativa bien más agradable, a la de tener que continuar metidos aquí en este cajón de hormigón –indicó él, mientras hacía ademanes con sus brazos extendidos, demarcando el perímetro de sus hogar. -¿Ya pensaste en tener un jardincito… flores, algunos árboles frutales, quien sabe algún bichito para criar? –apuntó el marido, mientras observaba la cara enigmática con que su mujer lo miraba, dejando la boca Nimiedades Insólitas

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entreabierta con la mandíbula inferior caída, y el ceño fruncido. -¿Y quién es el que va cuidar de todo eso? Si vos sos incapaz de hacerte un huevo frito… -enfatizó la esposa, dejando en el aire la duda sobre la inepcia del hombre, y añadió a seguir: -¡Claro que sería muy lindo! pero no creo que tú te aguantes en un lugar solitario –expresó de forma afable para que su opinión no fuese capaz de removerlo de su idea original. -¡Ya veo que concuerdas conmigo! Por eso, lo que nos falta es encontrar algún pedacito de tierra que ya tenga la infraestructura esencial… una casita cómoda, con sus instalaciones prontas, que no quede muy lejos de alguna localidad para poder contar con los servicios básicos, que sea placentera para pasar el tiempo de forma sencilla – disertó Miguel Ángel, mientras se mantenía sentado en el sofá, conservando una postura impasible, con los codos descansados en el apoyabrazos, las manos empalmadas hacia delante, los dedos estirados haciendo que las gemas de ellos se apoyasen unas a las otras, y subiendo y bajando los mismos, desde y hacia el mentón, como forma de aseverar su dictamen.

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-¡Oh! Claro que yo no tengo dudas que sería óptimo que, después de viejos, pudiésemos llevar una vida más sosegada en un lugar bien apacible… ¿Pero tú estás seguro de que es eso lo que preferís? –indagó la mujer, para cerciorarse de que Miguel Ángel con su decisión, estaba realmente dispuesto a mudar de aires. -No encierres duda alguna, que yo reconozco que mi situación anímica requiere de paz y tranquilidad –dijo el marido con serenidad, y añadió: -Creo que lo mejor para nosotros dos, sería ponernos en campaña para idealizar el plan… ¿Qué te parece? – determinó con un tono aseverativo y estoico. Algunos meses se pasaron, hasta que finalmente concluyeron su tan imaginado sueño, y consiguieron mudarse para una hermosa casita blanca, medio parecida con aquellas que nos acostumbramos a ver en las películas de cowboy americano de la década del sesenta; sólo que al comprarla, permanecieron en el lugar algunos animales como: una vaca, un caballo, algunos patos en el estanque, varias gallinas con sus polluelos y algunos otros bichos más, pero también se quedó junto un gato raquítico, de comportamiento anarquista y revoltoso, que muy pronto se convirtió en un verdadero incordio para sus nuevos amos.

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Un determinado día, doña Zulema cansada de las artimañas que el animal le ocasionaba en el día a día, expuso a su esposo lo que ansiaba, comentándole: -Lo mejor es deshacerse de él, pero te aviso que yo no lo conseguí, porque cada vez que lo intenté, el maldito gato vuelve –anunció ella, poniendo una cara reflexiva y cautelosa por causa de las maestrías que el bicho se daba para volver. -¡Bueno! Yo voy averiguar con algún vecino si no lo quieren y, si encuentro a alguien, se lo regalo –definió el marido, exponiendo la idea que hallaba que podría ser asequible de ejecutar sin mucha dificultad. Una semana después de consultar con algunos de los moradores de alrededor, Miguel Ángel desarrolla el problema de su gato con un granjero vecino, el que rápidamente le responde: -Hombre, atrapa el gato, y luego llévalo al bosque y suéltalo… Veras que él no regresará jamás –le comentó el vecino, señalándole con el brazo extendido para el lado que el otro debía dirigirse con el socarrón animal. El hombre hace lo que fue recomendado por el vecino, y un día después, vuelve a encontrarse con el granjero, que al verlo en una actitud descorazonada, le pregunta: Nimiedades Insólitas

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-¿Qué pasa vecino? ¿Hizo lo que le dije? Miguel Ángel lo miró serio y luego responde: -¡Sí!, pero no funcionó… El maldito gato volvió –afirmó con entonación destemplada, por notar que el artificio utilizado no había funcionado. Entonces el granjero le dice: -¡Bueno!, lo más probable es que lo largaste muy cerca de tu casa. Hace lo siguiente… Ahora atrapa al gato, y vete al mismo bosque…, pero pasa al bosque de atrás, allá donde hay un río, y suéltalo por ahí… ¡Ahora sí que no va a regresar! Nuevamente el hombre hace lo que fue dicho por el vecino y, decidido, se dirige al lugar indicado llevando el gato en una bolsa. Al otro día se vuelven a encontrar con su vecino y el otro lo interpela preguntando: -¿Tenía razón, no? Ahora sí que no volvió ¿Verdad? -No, que va, hombre… Volvió y hasta me tocó la puerta y todo –comentó Miguel Ángel, con expresión de circunstancia gravada en el rostro, mientras se lo decía con voz cansada. -¡No me digas!, -responde el otro. -¡Te lo juro que sí! -le afirma Miguel Ángel, sintiéndose bastante aprensivo por las mañas del bicho. -Bueno hombre…, vamos a tratar lo que no quería. Apresa al gato otra vez, llévalo al mismo bosque, pasa por Nimiedades Insólitas

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ese bosque, a seguir atraviesa el río. Enseguida vas a encontrar unos arbustos altos… más adelante, notaras que al lado derecho hay una casa vieja, pasa por esa casa y unas dos millas más adelante, suelta la bolsa con el gato. Veras que esta vez no va a regresar… ¡Ya lo veras! Al otro día se vuelven a encontrar y el granjero, que al notar su vecino con una fisonomía reservada, se vio obligado a preguntarle: -¿Me imagino que de ésta vez, no volvió? ¿Verdad? -Pero don… -le contesta Miguel Ángel frunciendo el ceño y estrechando los parpados por sobre su mirada, añadiendo con voz formal: -No me diga más nada, vecino… ¡Maldito bicho! que si no es por él, yo no hubiera regresado a casa. Después del episodio del gato y de pasar los meses siguientes sin hacer nada de interesante, Miguel Ángel estaba harto de la vida bucólica y pastoril de su alrededor, y se aburría soberanamente si encontrar disposición y voluntad para nada, pero tampoco se animaba a contárselo a Zulema. Así que, decidió hablar nuevamente con el granjero conocido y solicitarle alguna tarea sencilla para pasar el rato y ocupar el tiempo, y a la vez, pensaba que así haría algo de ejercicio. Nimiedades Insólitas

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El hombre finalmente terminó por asentir al pedido casi suplicante que le hacía el vecino, pues de cualquier modo, pensó: -Una mano extra no me viene nada mal –especuló, y así combinaron para comenzar al día siguiente, avisándole que para ser eficiente, era necesario que se levantara temprano, y estuviera en su casa antes que saliera el sol. Al otro día cuando Miguel Ángel llegó, el granjero, ya siendo un conocedor de la idiosincrasia de la gente de la ciudad, y temiendo que el otro practicara algún estropicio irreparable, resolvió asignarle algunas tareas simples en las que éste no fuese capaz de causar daño alguno, incluyendo a él mismo. -La tarea es muy sencilla -dijo el granjero, estirando el brazo para entregarle una pala, y arrimándole una carretilla, a seguir acrecentó: -Sólo tiene que recoger el estiércol que hay en el chiquero y después, repartirlo por el sembrado que hay allá, de manera que el mismo quede bien abonado… Cuando termine, venga a verme nuevamente. El granjero, que era propietario de más de doscientos cerdos, y el estiércol de los chiqueros ya se acumulaba hasta la altura de la rodilla, estimó que la faena que le había asignado, como mínimo, le llevaría unos dos o tres Nimiedades Insólitas

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días de trabajo arduo para terminarla. Cuál no fue su sorpresa cuando, al final de esa misma tarde se le apareció frente a si, la figura campante de Miguel Ángel, lleno de estiércol hasta las orejas, sonriente y con cara de satisfecho, que con voz ecuánime, le dijo: -Pronto vecino, ya he terminado. Medio desconfiado, los dos hombres fueron juntos a verificar la labor realizada, y después de cerciorarse y percibir que en efecto la tarea estaba terminada, y además, ésta había sido practicada con bastante eficiencia, el granjero decidió asignarle una otra ocupación para ser efectuada al día siguiente, y dándole unas palmaditas en la espalda, le dijo: -Vuelva mañana tempranito, que tengo otras cosas más en lo que me puede ayudar. Miguel Ángel regresó a su casa sintiéndose completamente extenuado, pero personalmente sentía que estaba plenamente feliz, y tras contarle a su esposa la hazaña realizada, esta lo mira de forma reservada y le dice: -Sos loco, hombre… Donde se vio fatigarse de esa manera… ¿Y si te da un otro ataque? Pero al día siguiente, casi enseguida después de salir el sol, el hombre volvió nuevamente, y cuando el granjero Nimiedades Insólitas

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lo ve llegar, de inmediato toma un enorme cuchillo, que, mientras se lo entrega, intenta explicarle: -Bien, hoy tenemos que sacrificar unos pollos, porque mañana vienen a recogerlos el personal de la carnicería… Basta con que usted les corte la cabeza… Sé que es un poco más complicado, pero estoy seguro de que puede hacerlo –pronosticó. Antes de retirarse del local, observa que Miguel Ángel ya estaba dando inicio a la faena. Como eran más de mil quinientos pollos para ser sacrificados, el granjero supuso que el hombre no sería capaz de terminarla hasta bien entrada la noche. Incluso, llegó a pensar en volver más adelante para poder ayudarlo, pero eso sería luego, cuando terminase de recoger la siembra. Apenas si se habrían pasado un par de horas de iniciado el trabajo estipulado, cuando el hombre se presentó con toda la ropa y la cara manchada de sangre, el cuchillo mellado y sonriente como un niño en el día de los Reyes Magos, diciéndole: -¡Don! Ya he terminado. El granjero se ve obligado a parar sus quehaceres al verlo postrarse firme a su frente con los brazos en jarro, y no consigue salir de su asombro, pensando para sí:

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-¡Increíble! ¿Cómo es que este tipo consigue ser tan eficiente? Mientras se dirigen al galpón, el granjero continúa a cavilar sobre el asunto, razonando que ni él mismo, acostumbrado con la dura vida rural, no lo hubiera hecho mejor. Cuando entran al depósito, ve que los mil quinientos pollos estaban amontonados en un lado, y las mil quinientas cabezas, yacían todas juntas en el otro lado de la mesa. El granjero se rascó la cabeza, en un gesto meditabundo, sin llegar a comprender como era que el hombre había procedido tan eficientemente. A continuación, después que lo felicitó por su presteza y por su eficiencia, lo llevó junto a un gran montón de patatas y le dijo: -Muy bien, excelente trabajo… pero ahora hay que separar las patatas… ¡Hágame el favor!, ponga las grandes a la derecha y las pequeñas a la izquierda –ordenó, haciendo un ademán con sus manos, como forma de determinar como pretendía que fuese el tamaño de las patatas, para que el otro las separase. Considerando la eficiencia y presteza hasta ahora manifestadas, el granjero pensó que en menos de una hora, vería otra vez al hombre pidiéndole más trabajo. Pero no Nimiedades Insólitas

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fue así. Pasó la hora de la comida, la hora de cenar, se hizo de noche y el hombre nada de aparecer. Creyendo que le habría sucedido algo, el asustado granjero fue donde había dejado a su ayudante y para su sorpresa, se lo encontró sentado delante del mismo montón de patatas, sin que éste hubiera al menos conseguido separar alguna. -¿Le pasó algo, don? -preguntó alarmado el granjero, al notar al otro hombre sentado con una expresión dubitativa en su rostro. Miguel Ángel volvió la cabeza despacio, mientras mantenía sopesando una patata en cada mano, y le contestó: -¡Mire, don!, repartir mierda y cortar cabezas, es algo a lo que estaba muy acostumbrado… ¡Pero, esto de tener que tomar decisiones, es muy difícil para mí!

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El Peculiar Peluquero

Algunos años atrás, en una mañana gris de un día anónimo de finales de otoño, finalmente Benito reunió suficiente coraje y tomó la irreversible disposición de su vida. -¡Llega de patrón!... Voy abrir mi propia peluquería, -apuntó para sí con cierta dosis de brío y entusiasmo, mientras a seguir iniciaba los trámites adecuados para identificar la localización de su futuro salón. En definitiva, escogió el barrio y la avenida donde se instalaría, pero Nimiedades Insólitas

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notó que por ese mismo vecindario existían otros dos peluqueros ya emplazados, y que ambos contaban con nombres nada originales para identificar sus salones. Verificó que uno de los negocios se llamaba: “La mejor peluquería del mundo”, mientras que a la otra barbería le habían puesto: “La mejor peluquería del universo”. Así que, cuando finalmente abrió sus puertas, Benito dijo para sus adentros: -Estos ya ocuparon todo… uno del mundo, y el otro, del universo… ¿Ahora yo que hago? Pensó, pensó… y en aquel momento decidió ponerle el nombre de: “La mejor de la cuadra”. La verdad, es que por la propia idiosincrasia de su talante, la congruencia le negó ser un poco más original en la disposición del nombre que convenía escoger, pero eso se debía también por causa de su temperamento burlón, afligido, por algunas veces envidioso y mordaz. Temperamento que con el pasar de los años fue marcando la peculiaridad de su negocio y el de los propios clientes que fue conquistando a través del tiempo. No en tanto, un cierto día estaban atendiendo e la peluquería a dos clientes al mismo tiempo. Uno era un coronel del ejército, mientras que el otro hombre era un Nimiedades Insólitas

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soldado raso. Cuando Benito terminó de afeitar al coronel, y a punto de rociarle el cuello con una porción de loción pos barba, el hombre lo atajó bruscamente con la mano, protestando enérgico: -¡¡No me ponga esa cosa!! ¡Mi esposa va a pensar que pasé la tarde en un burdel! –refutó expresándose de forma enfática, y acompañado de un movimiento intempestivo de manos que Benito custodió absorto, mientras observaba al coronel levantarse del sillón, descolgar su chaqueta del perchero, y poniendo cara de pocos amigos al pagar la cuenta. Pero justo en el momento que el hombre se estaba vistiendo, el otro aprendiz de peluquero que trabajaba allí, le preguntó al soldado que estaba atendiendo: -¿Usted también tiene inconveniente si yo le coloco la loción para después de la afeitada? El muchacho lo miró, volvió el rostro para dar una ojeada en su superior jerárquico que ya se encaminaba para la salida del salón, se vuelve para mirar al peluquero a través del espejo, y con voz punzante, le dice: -No hay problema. Póngame lo que usted quiera… porque mi esposa no sabe a qué huele un burdel – manifestó con sorna, en cuanto que el resto de los parroquianos se destornillaban de tanto reír. Nimiedades Insólitas

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Anécdotas del lugar existen por demás, y las que fueron aconteciendo y acumulándose en todo el transcurso del período en que Benito ejerció su profesión en ese barrio. Y eso también se debía un poco en razón de la propia característica de los individuos que concurrían a la peluquería, y del propio anfitrión, como fue la historia del cliente que un día entró en la peluquería y saludó al barbero efusivamente: -Buenas, don… -dijo este, y de inmediato recibió un: -Buenas. ¿Que desea? –respondido dogmáticamente por Benito. -Mire, será que me podría hacerme un corte de pelo con una patilla de unos tres centímetros y la otra, toda rapada… A continuación, córteme el flequillo con forma de montaña rusa –le solicitó el cliente, gesticulando con la mano en cuanto se miraba en el espejo e iba insinuando la forma como quería que le hiciesen el corte de su cabello. Mientras tanto, Benito permaneció estático y lo observó de forma enigmática, silencioso, cuando a seguir el cliente añadió: -¡Ah!… y hágame un trasquilón en forma de estrella de 12 puntas en todo lo alto de la cabeza, y a seguir… córtemelo con el tamaño dos en las laterales y al cero un poco más arriba. Nimiedades Insólitas

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-¡No! mire… Lo siento mucho, señor, pero de esa forma es imposible hacerlo –le respondió Benito con voz rimbombante, mientras movía la cabeza de un lado al otro, negándose a realizar el corte pretendido por su cliente. -¿Y cómo fue que te las arreglaste para hacérmelo así, la última vez que vine aquí? ¡Pedazo de un chupa nabos! –berreó el cliente, mientras enfrentaba la mirada pasmada del peluquero. Pero lo más irónico transcurrió el día en que un paisano de Benito, un hombre que ya estaba próximo al día en que al fin podría satisfacer su deseo de toda una vida, pero que antes que eso sucediese fue a cortarse el pelo, justo cuando le comentó optimista la situación a Benito. Sucede que en aquel momento, el hombre estaba de viaje marcado con su esposa para visitar Roma, y después de relatar la idea, Benito le expone: -¿A Roma? ¿Por qué alguien querría ir a Roma?... Siempre está llena de italianos arrogantes y pestilentes –le expuso de manera desdeñosa, al referirse a sus compatriotas habitantes de la capital italiana. -¡Uhe! Por una única razón… Porque quiero conocerla, y porque es el sueño de toda mi vida –le

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respondió inadvertidamente el cliente, sin dar atención a la postura arrogante del peluquero. -¡Estás loco, si vas a Roma! ¿Y en qué te vas a ir? – indagó Benito, mientras sostenía el peine suspenso en una mano y con la otra iba dando tijereteadas la aire y encaraba al hombre por sobre los hombros. -Vamos por Alitalia –le respondió el tipo, que sin darle tiempo a que Benito emitiese algún comentario, agregó: -Es que aprovechamos un paquete de oferta a muy buen precio –indicó, mientras refregaba los dedos en señal de demostrar el ahorro de valores que había conseguido con el viaje promocional. -¿Por Alitalia? –le exclamó Benito al verse sorprendido con la información, y prosiguió diciendo: -¿Esa mierda de aerolínea? Sus aviones son viejos, sus azafatas son unas veteranas feas… y por encima, siempre llegan atrasados a sus destinos –le expuso de forma arrogante. -Bueno, la oferta turística era esa… Era cuestión de pegar o largar, pero no debe ser tanto así como tú insinúas –comentó el cliente de manera irreflexiva. -¿Y en dónde te vas a quedar hospedado en Roma?

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De repente indaga un otro cliente curioso, que estaba en el salón escuchando la conversación. -Vamos estar hospedados en el “Hotel Internacional Marriot” -¿Esa mierda de hotel? Todo mundo sabe que es el peor hotel de la ciudad… ¡Los dormitorios son chicos, el servicio de cuarto es malo, y encima, tienen fama de ser muy careros! –enunció Benito casi bramando, mientras desmerecía las calidades del hotel en donde estaría alojado su cliente. -¡Ya te dije que el paquete turístico era de oferta! Pero no creo que el hotel sea tan malo así como tú sugieres –le respondió ingenuamente el hombre, sin darle mucha importancia a todos los desmerecimientos que Benito le apuntaba. -¿Y qué vas a hacer mientras estés por allá?... ¿Tenes alguna programación especial? –averiguó el peluquero, hablándole mientras le aparaba el pelo a la altura de las orejas. -¡Vamos a ir al Vaticano, y espero poder ver al Papa! –confesó el cliente de forma espontánea, pero mostrando un dejo de satisfacción por su manifestación. -¡Esa sí que es buena! –se río Benito al escuchar la declaración, y añadió: Nimiedades Insólitas

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-Serás vos y un millón de personas más tratando de verlo… ¡¡Lo vas a ver del tamaño de una hormiga!! -le comunicó de forma sarcástica, mientras pasaba la escobilla con talco por la nuca del cliente, dando por terminada su tarea. Cuando se despide de su paisano, el peluquero le dice: -No te olvides que yo te avise… pero de todas maneras, te deseo mucha suerte en tu viaje… ¡La vas a necesitar! –desplegando a seguir, una sonora carcajada en la frente de toda su clientela. Pasó un mes y su cliente volvió al salón para realizar su corte de pelo habitual, y cuando lo ve llegar, Benito le preguntó por las experiencias acerca de su reciente viaje a Roma. El tipo lo mira, y comienza a pronunciarse en un tono de vos indiferente y orgulloso, diciéndole: -¡¡Fue maravilloso!! No solamente llegamos en la hora prevista, sino que hicimos el vuelo en uno de esos flamantes aviones de Alitalia, y como los pasajes estaban sobrevendidos, nos pasaron para la primera clase. Y te aviso que la comida y el vino que nos ofrecieron, eran manjares estupendos y deliciosos… además, la azafata que nos atendió, era una chica preciosa que nos sirvió como si fuéramos unos dioses. Nimiedades Insólitas

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-Debe

haber

sido

pura

suerte

de

viajero

principiante… ¡Al marinero de primera viaje, todo le parece sensacional! –comentó el peluquero en tono desdeñoso, y sintiéndose un poco aturdido por la novedad que su paisano le confesaba. Sin darle atención al comentario de Benito, el cliente prosiguió su relato diciendo: -Y del hotel, ni te cuento… ¡Fue fantástico! Sucedió que recién habían terminado un trabajo de remodelación, que según me contaron más tarde, les costó unos 25 millones de dólares, y ahora, ese hotel es uno de los mejores de toda Europa… pero para acortar la historia, te cuento que como ellos también estaban sobrevendidos, y como una manera de disculparse por los trastornos que nos ocasionaron, terminaron por hospedarnos en la suite presidencial. Un lugar de ensueño a todo lujo, y todavía, ¡Sin cargos extras! -Bueno, -exclamó Benito con el rostro demudado de decepción, y continuó hablando sin demostrar mucho entusiasmo por el tema, preguntándole: -¡Pero me supongo que no pudiste ver al Papa! -Sobre ese tema, debo confesarte que realmente… ¡¡Fuimos muy afortunados!! Porque mientras paseábamos por algunos corredores del Vaticano, un guarda suizo me Nimiedades Insólitas

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sorprendió desprevenido al darme unos golpecitos en el hombro, que al notar mi susto, enseguida me dijo: -Hoy es el día en que al Papa le gusta entrevistar personalmente y aleatoriamente a algunos visitantes. ¿Le gustaría participar de la audiencia? -Claro que sí, le respondí, y enseguida me invitó cordialmente a que lo siguiese para llevarnos a las habitaciones privadas del Santo Padre, donde éste en persona, nos recibiría. Mientras enuncia su relato, el feliz viajero nota la expresión embobada del peluquero, pero prosigue con su narración: -Como unos cinco minutos más tarde, el Papa entró por una puerta inmensa, y luego de saludar y bendecir a todos, fue personalmente estrechando la mano de cada uno de los invitados, y cuando llegó mi vez, incluso me dirigió algunas palabras. -¿De veras? –interrumpió Benito, demostrando estar conmovido por lo que el otro le contaba, y enseguida exclamó: -¿Y qué te dijo? El

cliente

miró

fijamente

al

peluquero,

y

aprovechando de que ese parecía ser el momento exacto de poder desquitarse de todas las fanfarronadas del hombre, expresa con voz fascinada: Nimiedades Insólitas

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-Me dijo: -Hijo mío… ¿Quién fue el turro del peluquero que te hizo ese corte de pelo?... ¡Pareces un payaso de circo! No caben dudas que el propio temperamento de Benito y el contexto de la índole de su clientela, facilitaban para que sucediesen dichos hechos de vez en cuando, como la vez que uno de ellos llega a la barbería con una tremenda cara de preocupación. Al notarle la cara de circunstancia, el peluquero enseguida le pregunta: -Pero Pedro… ¿qué es lo que te pasa?, ¿tú que siempre eres tan bromista…, ahora estás con esa cara de intranquilidad? ¡Cuenta hombre! Lo –interpeló Benito de manera repentina, buscando de esa manera, poder consolar a uno de sus clientes habituales. Pedro lo miró serio y le contesta: -Es que desde ayer, tengo un dolor de cabeza impresionante, entonces largue el trabajo y me fui a casa… Lo que pasa, es que cuando llegué, me encontré a mi mujer con otro –dijo con entonación grave, mientras encubría el rostro entre sus manos, como para esconder su llanto. El peluquero escuchó el relato y se quedó muy asombrado, y sin perder tiempo le preguntó: -¿Con otro hombre?

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-¡¡No Benito!!... con otro dolor de cabeza –y de inmediato, le larga una tremenda carcajada. Sin perder tiempo, Benito, que de por sí también tiene un genio muy bromista, de inmediato piensa en repetir la misma jugarreta con algún otro incauto, diciéndole lo mismo a otro, para de esa manera poder tomarle el pelo. En ese momento entra un vecino, y el barbero, más que de prisa, pone cara de preocupación, a lo que el vecino se siente obligado a preguntar: -¿Qué te pasa Benito?, tú que eres siempre tan bromista…, ahora te veo que estás tan pensativo y pareces estar preocupado. El peluquero le contesta: -Es por causa de un terrible dolor de cabeza que tengo. Fíjate que ayer tuve que cerrar la barbería por causa de ese dolor de cabeza y cuando llegué en casa, me encuentro a mi mujer con otro. Entonces, inmediatamente el vecino le responde frunciendo el ceño: -¡Caramba, hombre! Hasta que por fin te diste cuenta… Todos los vecinos sabíamos que apenas tú salías por la mañana, ese hombre se metía a tu casa con tu mujer y sólo salía en la tardecita.

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-¿Me estás cargando? Yo dije que la encontré con otro dolor de cabeza… ¡¡Nada más!! Te voy a dar un soplamocos que te rompo la cara –bramó Benito indignado y con el rostro enrojecido por la rabia, mientras que el vecino retrocedía algunos pasos sobre sí mismo y levantaba las manos como para poder atajarse de alguna trompada improcedente. -¡Claro! ¡Claro hombre! Te entiendo, porque ese mismo chasco ya me lo hicieron a mí el otro día. Sin embargo, un cierto tiempo después, un personaje desconocido mete la cabeza por la puerta entreabierta de la peluquería y pregunta: -¿Cuánto tiempo le falta para que me pueda hacer un corte de pelo? Benito mira los clientes sentados alrededor del salón y le dice: -Mmm... Como unas dos horas…, un poco más tal vez. El hombre le agradece y da media vuelta, retirándose sin decirle nada. Unos días después el mismo hombre vuelve a la peluquería y desde la puerta le pregunta a Benito: -¿Cuánto tiempo le falta para que me pueda hacer un corte de pelo?

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El peluquero lo reconoce y pasea la mirada alrededor del salón y le responde: -Mmm... Hoy creo que demoro como tres horas. A seguir, el hombre le agradece la información y se va sin dar explicación alguna. Una semana después, el mismo hombre mete la cabeza por la puerta de la peluquería, y hace la misma pregunta: -¿Cuánto tiempo le falta hoy para que me pueda hacer un corte de pelo? Benito se da cuenta que es el mismo individuo, y según su costumbre, antes de responder echa un vistazo a la clientela y le contesta: -Mmm... Como una hora y media probablemente. Pero igualmente el hombre se marcha si decirle nada. Benito que se sentía sumamente intrigado por la aptitud antipática del tipo, sin perder tiempo, se dirige a uno de sus clientes amigo que estaba allí esperando para cortarse el pelo, y ligeramente le dice: -¡Oye Pacho! Por favor sigue a ese hombre y me cuentas a donde va. Fíjate que siempre viene, y siempre me pregunta en cuánto tiempo le puedo hacer un corte de pelo, pero después da media vuelta y nunca regresa para cortárselo. ¡Anda, anda…! ve atrás de él. Un rato después, Pacho vuelve a la peluquería riéndose histéricamente. Nimiedades Insólitas

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Mosqueado, el peluquero lo interroga para saber lo que el otro había descubierto: -Bueno… ¿qué hizo? –pregunta, demostrando estar intrigado por la actitud demostrada por su informador. -¡Basta de risas, Pacho! –le grita el peluquero mostrándose frenético y nervioso al notar que su amigo no le decía nada, y agregó ya un poco más comedido: -¿A dónde se fue el hombre después de pasar por aquí? -Pues nada… -le respondió el otro, y luego de una pausa de suspense añadió: -Sólo compró un ramo de flores y después se fue a su casa –comenta Pacho, ya fuera de si por causa de su ataque de risa. -¡Ese fulano es un idiota! –define el peluquero -Mira que venir aquí a preguntarme cuanto yo demoro, para luego salir y comprarse flores para irse a su casa… ¡Qué tontería! Pacho, ya con lágrimas en los ojos de tanto reírse, le dice: -¡No! ¡No!, a su casa no… Yo te dije a “SU” casa, mientras señalaba con el dedo índice al peluquero.

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Testimonios del Cantinero

Don Laudelino era un individuo bonachón y pacífico hasta la médula, y podría decirse que el hombre era dueño de un temperamento bastante crédulo para los años que tenía y la actividad que desplegaba. A pie enjuto siempre podía ser percibido con aquella fisonomía medio proparoxítona y amorfa, que iba desparramando

candidez

en

su

andar

lento

y

desequilibrado, lo que permitía juzgar que llevaba los pies de remolque a cada paso que daba. Todo por causa de la Nimiedades Insólitas

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superabundancia del peso de su cuerpo, desde donde se destacaba en su dilatada superficie aquella piel marfileña de una tonalidad blanquecina por falta de sol, que le hacía acentuar aún más los redondos cachetes del rostro, totalmente recubiertos con una gradación profundamente rosada. Fuera de sus ocupaciones habituales en el mixto de restaurante y bar que administraba, su único pasatiempo, fuera del comparecer rutinario al templo todos los domingos, era el de dedicarse a escuchar los chismes y observar la conducta y el comportamiento de sus parroquianos. De vez en cuando, también discutía con Fidel, su mesero de confianza que ya lo acompañaba desde hacía una eternidad. Claro que al estar trabajando permanentemente encerrado en un ambiente donde concurría una multitud de personas dueñas de diferentes procederes, era obvio que allí siempre abundarían historias con las cuales podía regocijarse, como es el caso de algunas que relataremos a seguir. Don Laudelino me contó que una vez, de repente un hombre entró sorpresivamente al bar, y a simple vista, notó que el individuo tenía los dos brazos mutilados.

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Calmamente ve que el tipo escoge una mesa, y cuando el empleado se aproxima, el cliente le dice al mesero: -¡Déme una copa de aguardiente por favor! Pero le ruego que cuando me la traiga, la ponga en mis labios hasta que yo termine de beberla –haciendo ademán para demostrar la imposibilidad que tenía de poder mover los brazos para sostener el vaso y tomarla. El muchacho que lo atendió, en una actitud servicial y obedientemente, hace todo lo que le piden sin demostrar vergüenza o retraimiento, y así copa tras copa, el hombre se bebe varias dosis. Después de saciar su voluntad, le ordena al mesero de forma autócrata: -¡Hombre! Ahora saque el dinero de mi billetera y cóbrese las bebidas… ¡y regálese una propina del 20%! Luego ponga nuevamente la billetera en mi bolsillo ¡por favor! Sin manifestar inhibición, prontamente el empleado hace lo que le ordenaron, diciéndole: -¡Señor! Son cuarenta pesos, con la propina da cuarenta y ocho pesos. Saco cincuenta… y tome dos pesos de cambio. ¿Está bien señor? Luego el hombre lo vuelve a llamar y con un acento de desconcierto le pregunta al mesero: -¡Por favor! ¿Dónde están los baños para caballeros? Nimiedades Insólitas

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Sin perder tiempo y demostrando ser ágil de razonamiento, el empleado lo mira con la mayor candidez posible y le responde: -¡El más cerca de aquí, está como a unos 300 metros!... En el restaurante de aquella esquina. También cuenta que una otra vez llegó un señor demostrando una apariencia muy estirada, y el que sin parsimonia, se sienta en una de las sillas del salón, mientras va desplegando un gesto muy orgulloso. Segundos después, se aproxima Fidel, el camarero, pero se dirige al cliente usando las palabras de modo como si demostrase tener alguna intimidad con el parroquiano, y le pregunta de forma gentil: -Buenos días don, ¿qué le gusta tomar? -¡Pero

válgame

Dios!,

Donde

habrase

visto

semejante descaro… ¿Y usted por qué se cree con derecho a poder tutearme? –pronunció el tipo, demostrando sentirse enfadado quizás por el tratamiento recibido por algún ser inferior, mientras que iba enarcando las cejas y entonando las palabras con un vozarrón de trueno. –Perdone, no quería molestarle. ¿Qué quiere tomar, señor? -retruca el empleado sin demostrar alteración o sorpresa en sus gestos.

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-Quiero un vaso de “hache dos o”. ¡Natural, por favor! –ordena el hombre, con una locución arrogante y presuntuosa, mientras desplegaba un periódico desde el bolsillo de su gabán. -¿De qué? –pregunta incrédulo Fidel, sintiéndose un poco pasmado por no comprender de inmediato el pedido que le hacían. -Que quiero un vaso de “hache dos o”… ¿No me ha oído? –retruca el hombre de forma brusca y despótica, como si lo que había dicho, fuese una expresión común y corriente. El mesero se va ensimismado consigo mismo, y echado sobre la barra, le pregunta en voz baja a don Laudelino: -Oye, ¿tú sabes lo que es un vaso de “hache dos o”? –aún sin llegar a comprender el extraño pedido -¡Válgame, hombre! ¡Pues eso es un vaso de agua! – indicó el dueño. -¡Ahhh! ¡Ya veo!... Entonces lléneme uno y me dé una banana –requiere el mesero de forma introvertida, mientras deja que se le dibuje una mueca de risa en la juntura de los labios.

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Así que este vuelve a la mesa del caballero llevándole el vaso de agua, se lo sirve junto con la banana depositada en un platito. -Oiga, -dijo el cliente, -Yo no he pedido ningún plátano… ¿Para qué me lo trae? –retruca el otro, demostrando visiblemente su mal humor. - Para que usted se lo meta por el “ce u ele o”. Mientras don Laudelino cuenta las descomposturas acontecidas dentro de su negocio, su barriga se agita como si fuese un budín de gelatina, todo por causa de las carcajadas que emite en medio de los relatos, como fue la vez de la recitación de la epopeya de dos amigos que estaban contando sus grandezas alrededor de una de las mesas del bar. Me cuenta que uno de ellos dijo con voz firme: -Pues mi padre cuando se murió, me dejó para mí todo el centro del pueblo –expresándolo de manera seria y precavida. -¿No jodas? –pregunta el otro compañero de mesa, demostrando estar visiblemente sorprendido por la confesión del amigo. -¡Claro! Porque a mi hermano mayor le dejó la periferia y todos los arrabales, y a mi hermano menor, le

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dejó la parte norte… pero para mí, me dejó todo el centro del pueblo. -¡No sabía que tu padre fuera rico! –interpela el otro, demostrando sentirse cada vez más asombrado por lo que el otro le confesaba. -¿Rico? ¿Estás loco? Él era el repartidor de gas butano en esa región. Otra anécdota sucedió luego después de la grande reforma del salón, cuando don Laudelino se convenció de la necesidad de modificar el local, y aprovechó el momento de la remodelación, para ampliar los servicios que prestaba a su clientela, no dudando en ese momento para instalar una moderna máquina electrónica de servir cerveza en barril, y agregar junto unos modernos posavasos de cartón para poder apoyar los vasos y las jarras de cerveza. Cuenta el hombre que un cierto día entró un tipo en el bar, y ordena que le sirvan un vaso grande de cerveza bien helada, mientras se acomoda en una de las mesas del rincón más penumbroso del salón. Cuando Fidel lo sirve, coloca el posavasos, y el vaso de cerveza sobre la mesa. Al rato, el cliente vuelve a pedir una otra cerveza, mientras elogia el producto diciendo: Nimiedades Insólitas

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-¡Esa estaba estúpidamente helada! Tráigame otra igual ¡por favor! El mesero, al notar que faltaba el primer posavasos, se la sirve de igual manera, acompañada con otro de los posavasos. Momentos después, el individuo ordena que le sirvan la tercera cerveza y señala: -Camarero… quiero otra cerveza… ¡Pero por favor!, esta vez, tráigala sin la galletita, porque me parece que esas están un poco rancias. Otro de los momentos impagables que le tocó vivir, dice respecto al instante en que sintiendo un tremendo dolor de barriga, don Laudelino se vio obligado a largar sus tareas para aliviar su malestar estomacal. Segundo su relato, me contó la historia de la siguiente forma textual: -Y mientras iba al baño, vi como otra persona tomaba el mismo camino que yo. Al entrar, observé como el individuo ocupaba uno de los dos cubículos, que eran de esos construidos con tabiques que no llegan hasta el techo. -Yo, lógicamente, entré de inmediato en el otro cubículo contiguo –me confesó, esbozando una leve sonrisa sarcástica, quizás, porque estaba anteviendo el final de su relato.

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Y Continuó diciendo: -De repente, oigo que me dicen: ¡Hola! -Yo seguí callado, pero oigo que el tipo vuelve a decir: ¡Hola! ¿Me escuchas? -Yo, para no parecer un mal educado, con la voz un poco exigua le conteste: ¡Sí! ¡Hola! -De repente escucho que el tipo pregunta: ¿Cómo estás? -A lo que intempestivamente le conteste: ¡Bien, gracias!... un poco cansado. -Y a continuación, oigo que el tipo pregunta: ¿Qué haces? -Yo ya estaba intrigado, pero luego pensé razonando para mis adentros: “Siempre hay gente muy rara en este mundo”, y le contesté: ¿Y qué voy a estar haciendo? Lo mismo que haces tú… ¡Cagando! -De inmediato oigo que el tipo se exalta y en voz grave pronuncia: ¡Mi vida! te llamo después… porque tengo a un imbécil aquí al lado, que me está contestando a todas mis preguntas… En una otra ocasión, cuenta que llegan a comer al restaurante, un animado grupo de israelitas, todos ataviados con su solideo y algunos con sus largas trenzas y barbas renegridas. Sin demora, el dueño manda a Fidel para atenderlos. Nimiedades Insólitas

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-Perdone señor, pero yo no los atiendo –le dijo con acento grave, y haciendo un ademán de desprecio con su mano, como si se sintiese ultrajado por la orden recibida, y sonrío con malicia al ver el disgusto causado en su patrón. -¿Por qué no vas a ir? -le pregunta don Laudelino, concibiéndose absorto por la postura de su empleado, mientras

emitía

un

gruñido

que

se

hacía

pasar

interrogación. -¡Porque ellos mataron a Cristo! –expresó el mesero irguiendo en mentón de arriba abajo en señal de aserción a su desplante, frunciendo el ceño, más como reproche que por otra cosa. -Déjate de boberías, -le dice el dueño, -Eso pasó hace más de 2000 años… -Vaya y atiéndalos de una vez… ¡Carajo! –le dijo sacudiendo la cabeza, primero despacio y reflexivamente, después con decisión, y sintiéndose apesadumbrado, aunque consiente de que era necesario hacerlo, vio cómo se extinguía el fuego de la mirada de Fidel. El camarero, medio que en contra de su voluntad, va a atenderlos demostrando una clara indicación de pocas ganas perfilada en su fisonomía, y les pregunta de sopetón:

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-¿Que desean comer? –mientras pasa un paño húmedo sobre la mesa y a seguir, extiende un mantel de satén a cuadritos, sin al menos dirigirles la mirada. Tráiganos la carta –ordena uno de los comensales, indicando que primero irían a escoger los platos de su predilección. El hombre se las lleva y les vuelve a preguntar: -¿Ya saben lo que van a comer? –sujetando el lápiz en una mano, mientras lo apoyaba sobre la comanda que estaba sosteniendo en la otra. -¡Espérese, hombre… primero vamos a leer! – retruca otro de los individuos, mientras la voz le sale severa desde su boca. Al rato llaman al mesero y le piden la comida. Así que los platos quedan prontos, Fidel los sirve, mientras protestaba entre dientes un rosario de improperios inaudibles, como si estuviera perdiendo la paciencia. Cuando terminan, vuelven a llamarlo y le solicitan la cuenta. La pagan y le dejan de propina cincuenta dólares sobre la mesa. Don Laudelino, que lo estaba observando, percibe que el empleado demuestra estar sintiéndose muy contento con la gratificación que le dejaron, y cuando éste se arrima a la barra, le pregunta: Nimiedades Insólitas

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-¿Qué? ¿Esos no fueron los que mataron a Cristo? -¡No! -le responde Fidel con los ojos desorbitados, ¡No lo mataron!, pero eso si… ¡Como lo hicieron sufrir! Entretanto,

el

hecho

más

inusitado

sucedió

recientemente en una noche lóbrega y tormentosa, en donde resulta que llega al local, un negro gigantesco, de esos que ya dan miedo solo de verlos en cualquier taberna, y después de azotar la puerta con un ímpetu desmedido, golpea con fuerza la barra con el puño de su mano inmensa, y le exige al camarero: -¡Cantinero! ¡Cantinero! ¡Sírvame un Oso Polar! –en cuanto el dueño lo observaba de soslayo, previniéndose anticipadamente por si el individuo era capaz de producir algún altercado. El muchacho que atendía la barra, medio inhibido, percibe aquella figura desproporcionada, parada de pie frente a si, y con una voz fina y medio asustado, lo interroga: -Mire, este… ¿Cómo es ese tal de Oso Polar? El hombre arquea las cejas, lo fusila con una mirada penetrante, menea la cabeza, y le responde: -¡Pues es bien simple! Mezcle un poco de ésta botella, échele un tanto de aquella bebida, otro tanto de esa, también una medida de esa otra y de la que está más Nimiedades Insólitas

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allá también… Ahora agréguele un poco de todos esos licores que están allí... No se olvide de revolverlo bien. ¡Apúrese! -¿Le agrego hielo? –preguntó el cantinero, mientras iba vertiendo las dosis de forma aleatoria. -¿Vos me viste cara de quien toma algo fresco? – vocifera el mastodonte humano, frunciendo la masa carnuda y rosada de los labios como quien está prestes a hacer una trompita. El muchacho le prepara la bebida tal como se lo ordenara el tipo y en cuanto le extiende la mano para servirla, el hombre le arrebata el vaso y se lo toma todo de un solo trago. En ese momento, el cantinero ve que el negrazo empieza a temblar bruscamente y con voz estremecida pero con gran fuerza, grita a todo pulmón: -¡¡OOOOOOSSSOOO POOOLARRR!! El cantinero, al ver la reacción del cliente se queda completamente azorado, mientras que don Laudelino se levanta de sopetón, medio confundido por el imprevisto abucheo, y nota que ni bien el tipo se recobra del corto efecto de su bebida, ordena que se le sirva otro “Oso Polar” inmediatamente. El cantinero mira al dueño y ve que éste hace un gesto de levantar y bajar los hombros repetidas veces Nimiedades Insólitas

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como quien quiere decir: “A mí no me importa… La cosa no es conmigo”. El muchacho no tiene más remedio que obedecer, y al instante le prepara y le sirve el segundo trago de Oso Polar. En un rápido gesto, repetido al igual como el que realizó con la primera porción, el tipo se toma todo de un solo trago y ante el renovado asombro del cantinero, empiezan nuevamente los violentos espasmos mientras que grita, mejor dicho… truena, con una voz sonora y muy ronca como sobreponiéndose ante el efecto de la bebida: -¡OOOOOSSSSOOOO POOOOLAAAAAARRRR! El cantinero que no daba crédito a sus ojos por la escena presenciada, y sin sentir recelo, decide preguntarle al tipo, lo que le sucede con esa bebida. -Pues mire, -dijo el mastodonte respirando hondo, y añadió: -Ésta bebida provoca una sensación sexual, que no se imagina… ¡Es una maravilla! En ese momento, el individuo solicita la cuenta, la paga sin reproche y se despide diciéndole: -Bueno…, nos vemos otro día, que yo ya me marcho. Ni bien el tipo inició el movimiento de alejarse de la barra en dirección a la salida con el intuito de marcharse, Nimiedades Insólitas

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el cantinero decide probar el dichoso Oso Polar. Para esto, se prepara su bebida justo como se lo había indicado el otro, y una vez pronta, se la empina toda de un jalón. En ese instante, el cantinero empieza a temblar violentamente y entre las bruscas sacudidas de su cuerpo, unos saltitos en punta de pies, y con las palmas das manos juntas como quien va aplaudir, grita con gran cólera en una voz afinada: -¡¡¡¡¡ Negro maricooooon!!!!!

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La Meritocrática Asociación

El hombre ejecutaba la abnegada profesión de abogado sin mucho meritorio, y con el paso de los años se sentía cansado de siempre tener que defender causas sin gloria, percibiendo que el trabajo que realizaba era exhaustivo, y la remuneración ínfima para el esfuerzo que debía realizar. Mientras tanto, continuamente martillaba en su cabeza la voluntad de descubrir el golpe de fortuna inmarcesible con el cual un día pudiese producir un cambio definitivo en su modus vivendi. Nimiedades Insólitas

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Entretanto, en un cierto momento tuvo que concurrir a los tribunales por causa de un granjero que demandó a la empresa de autobuses para la que él prestaba accesoria legal, con la finalidad de defenderla de un juicio por motivo de las lesiones que ese hombre alegaba haber sufrido en un accidente ocurrido en la carretera, ya algún tiempo atrás. En la realización del juicio, el abogado de la empresa le pregunta al reclamante: -¿Acaso no le dijo usted: “Estoy muy bien”, al policía que lo auxilió en aquel momento? -Déjeme explicarle lo que pasó, señor. Resulta que yo llevaba a mi yegua barcina atada sobre la carrocería de la camioneta –comenzó a relatar el granjero, cuando se sintió interrumpido por la voz inoportuna del abogado. -¡No le pedí detalles…, limítese a responder a mí pregunta! -¿Le dijo usted, ¡¡Si o no!!? que estaba sintiéndose muy bien, al policía que le ayudó –expresó el abogado de forma sulfurada por causa de la postura evasiva que él hallaba que el acusante quería asumir. -Como le venía diciendo, -repitió pasivamente el granjero al retomar su disertación, agregando:

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-Yo llevaba a mi yegua en la carrocería de la camioneta y de pronto, apareció un ómnibus de su empresa... –cuando fue nuevamente interrumpido por el vozarrón del abogado que se dirigía hacia el magistrado. -¡Señor juez! Estoy tratando de demostrar que ésta persona, en aquel momento, dijo que estaba sintiéndose ¡Muy Bien! a un policía que lo socorrió inmediatamente después del accidente. Ahora, después de pasadas varias semanas, él entra con una demanda contra mi cliente, y eso se llama fraude –dijo el abogado en el momento que se acercaba a la barra donde estaba el magistrado. Una vez allí, con la voz más tolerada, agrega: -¡Por favor! Pídale que responda solamente a la pregunta que le formulé. El juez, exteriorizando facciones inflexibles, le explica al abogado que ahora es él, el que está interesado en escuchar toda la historia del granjero, y de pronto, volviéndose hacia el hombre, le pide a éste que continúe con su relato. -Pues, como ya dije… yo llevaba a mi yegua en la carrocería de la camioneta, y de pronto, en un cruce de la carretera, me topé con un ómnibus que venía muy ligero y se comió la señal de pare, y sin que éste consiguiese frenar… me estrelló de lado –pronunció el granjero, Nimiedades Insólitas

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haciendo una pausa en su relato, para ver la fisonomía y la aptitud asumida por el juez. Cuando el individuo vio que el juez le hacía una señal con la mano para que continuase el relato, él agrega: -Yo me quedé paralizado por el golpe y por la impresión, pero desde donde me encontraba caído, escuchaba que mi yegua gemía como loca, sintiéndose presa del dolor… Luego, algunos minutos después, llegó la patrulla de policía, y un agente se bajó alarmado por los gemidos de mi yegua… –en ese momento, el granjero hizo una nueva pausa para tomar un sorbo de agua, notándose su nerviosismo a través del pulso tremido. El abogado intentó pronunciar un: “¡Protesto Meritísimo!”, pero el magistrado lo interrumpió con una señal que significaba guardar silencio, realizándola con la palma de la mano extendida hacia adelante, mientras que vuelve el rostro para donde estaba el hombre, y le indica delicadamente: ¡Prosiga, por favor! El hombre deja escapar un largo suspiro y expresa de forma indignada: -El policía examinó al animal y finalmente… sacó su arma y le pegó un tiro en medio de los ojos. Luego, vino hasta donde yo me encontraba caído, y me dijo: Nimiedades Insólitas

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-Yo vi que su yegua estaba muy mal, por eso tuve que pegarle un tiro para que no sufriera… ¿Y usted cómo se siente? -Qué le parece a usted, que yo debería responder ¡Meritísimo! –enunció el granjero, poniendo cara de víctima circunstancial. Evidentemente que, al final, la audiencia fue una otra causa pérdida que el abogado tuvo que anexar a su empobrecido currículo. Esa desventaja en su defensoría ya se estaba volviendo tan rutinera, que llegó hasta el punto de afectarle la autoestima y la confianza. Pero como si fuese tocado por una asombrosa iluminación divina, un determinado día, percibe que tiene delante de si una oportunidad inédita. La idea sobrevino cuando el hombre se encontraba evaluando pareceres frente a los síntomas de conducta que percibía en las actitudes, posturas y maneras que las personas utilizan para encarar los diferentes aspectos de la vida cotidiana. A partir de ese momento, sin perder tiempo, dio inicio a un proceso que posteriormente culminó con la sentencia personal de criar una asociación exclusiva, en la que fuese posible aglutinar en esa entidad, solamente los auténticos y legítimos representantes del sexo masculino. Nimiedades Insólitas

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Siendo así, un tiempo después decide reunir a un grupo de sus selectos amigos, para explicarles la evolución de sus ideas, exponiéndoles: -Los convido a que hagan parte integrante de la asociación, la cual, seguramente dentro de poco tiempo, se volverá una entidad de clase de renombre mundial, y en la cual, pretendo que entre las variadas actividades curriculares que ésta pueda proporcionar, lógicamente, proyecto poder ofrecer gratuitamente a sus socios el derecho de defensa legal que sea necesario frente a segregaciones,

demandas,

quejas,

impetraciones,

asesoramientos, o cualquier otro requerimiento que justifique la protección y salvaguardia de la honra del mismo –dijo, haciendo su discurso apoyado en una voz elocuente y segura, convencido de que sus pensamientos estaban apuntados en la dirección correcta. -¡Bueno! la idea no es mala ¿Seguramente que ya pensaste cual debería ser el nombre? –preguntaron todos al unísono, mostrando concordar que el concepto expuesto, tenía su propio mérito. -Yo pensé en llamarla: “ASOMACHOS” –dijo el abogado dejando escapar una leve sonrisa por la comisura de sus labios

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–¡Claro! Siempre y cuando el directorio que empocemos esté de acuerdo con eso... -avisó-. También preparé algún material publicitario para poder comenzar la divulgación de la entidad… ¿A ver… mírenlo? ¿Qué les parece? –agregó entonando un acento severo, mientras abría su portafolio de cuero y retiraba de dentro unas hojas impresas que, de rayano, las fue repartiendo una a una entre los presentes. De inmediato, todos los contemporáneos que habían concurrido a la reunión, se dispusieron a leerla, notándose que algunos lo hacían en silencio, en cuanto que otros recorrían con los ojos por arriba de las letras del material, mientras que iban practicando la lectura con una leve murmuración de voz. Algunos de ellos curvaban las cejas, otros fruncían el ceño, pero en todos era posible verles estampado en el semblante un dejo de desconcierto, admirados por las frases que estaban impresas en el papel. En el material distribuido, podía leerse lo siguiente: COMUNICADO de la ASOMACHOS Ante el evidente mariconeamiento estandarizado de la sociedad en la que vivimos, y ante la aparición Nimiedades Insólitas

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de vocablos como: “Metros Sexuales” u “Homo Gays”, términos que no hacen otra cosa, sino que desdibujar los límites entre el buen macho y el maricón generalizado, y ante los cada vez más tolerados ¡Y CONSUMIDOS! tratamientos de belleza masculina, que ante el aparente e inminente triunfo de los cuerpos lampiños, de las barrigas planas y de los cutis no-grasos; por todo esto y mucho más, tomamos la iniciativa de juntarnos en una nueva agremiación, para de esta manera, poder luchar por los verdaderos derechos de los hombres de verdad. Aprovechando la oportunidad, le informamos que la Asomachos ha desarrollado el test, que en este presente instante se lo hacemos llegar de forma gratuita e espontánea. Consideramos que es un material de incalculable valor y que el mismo, debe estar siempre en el bolsillo de cualquier afiliado Asomachista que se precie, o de cualquier nena que suspire por nosotros, los varones de exportación, y que a su vez nos servirá para dar claridad y orden a una sociedad que cada vez más nos aísla y discrimina.

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Por tanto, y por todo lo anteriormente expuesto, lo exaltamos a realizar voluntariamente el test de peritaje para autoevaluarse a sí mismo. El Comité Ejecutivo A decir verdad, cuando la mayoría terminó de leer el panfleto que el astuto hombre había elaborado, casi de inmediato se estableció una ácida discusión entre todos los participantes, donde daba para percibir que algunos de estos llegaban a utilizar un tono colérico para defender con uñas y dientes algunos puntos de la cuestión ventilada, en cuanto que los otros, ya con los ánimos bastante exacerbados, los acusaban de ellos ser personas de dudoso comportamiento varonil, y acusándolos de que ni deberían hacer parte de la reunión, cuanto más, hacer parte del directorio de esa nueva agrupación. La capacidad mediadora del honorable abogado, enseguida se interpuso entre ellos, buscando apaciguar los ánimos, explicándoles de inmediato que sería imposible encontrar la unanimidad de ideas a base de puñetazo limpio, y que la cuestión exigía la amplia discusión de pensamientos y actitudes no solamente de los allí reunidos, e si, de toda la sociedad.

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La reyerta se extendió por largas horas, en donde cada uno tuvo la oportunidad de poder expresar su punto de vista y dar su propia contribución para la magnánima ocurrencia del abogado, sin que el concepto y la concepción inicial fuesen derrocados. A seguir, dejo en manos de los lectores, y con el intuito de que estos puedan emitir su sincera apreciación, lo que en su momento fue una versión final del punto de vista de aquellos que se dispusieron con hincapié, a fundar una nueva entidad de derechos de una clase de la sociedad moderna. Por mi propia iniciativa, queda a entero albedrío de estos, realizar, por su propia voluntad, el test sugerido.

TESTE VOLUNTARIO PARA DETECTAR HOMOSEXUALIDAD MASCULINA Advertencia: los puntos de cada ítem se catalogan con diversos términos coloquiales y popularmente entendidos y que son señalados con las letras mayúsculas y entre paréntesis, los cuales tipifican una determinada inclinación de comportamiento del hombre.

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LOS REGALOS QUE PREFIERE RECIBIR a. Una botella de ron, aguardiente o whisky........ (MACHO) b. Una prenda de vestir............................... (MEDIO RARITO) c. Dulces, bombones, etc............................... (OJO CON ESTE) d. Flores y/o perfumes................................... (¡¡¡MARICON!!!) SOBRE EL USO DE CREMAS Y BRONCEADORES a. No usa......................................................... (MACHOTE) b. Usa solo un poco en verano.................. (AMANERADO) c. Usa bastante en verano............................. (MARIQUITA) d. Usa abundante todo el año.......... (¡¡¡RE-CONTRA GAY!!!) SOBRE

EL TRATAMIENTO

QUE

LE

DA A SUS

MASCOTAS a. Su perro vive en la calle y lo alimenta con desperdicios.......... (SEMENTAL) b. Su perro vive dentro de casa, come alimento especial y lo acaricia..... (DELICADITO) c. Tiene un gato, vive adentro, lo acaricia y duerme siempre con el................ (SEGURAMENTE MARICON) SOBRE EL TRATAMIENTO QUE DA A LAS PLANTAS a. Se alimenta con algunas de ellas............................ (RAMBO) b. Tiene algunas plantas afuera y no las riega. (MEDIO MACHO) Nimiedades Insólitas

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c. Cuida las plantas y los arbolitos................. (FLORIPONDIO) d. Riega, poda y habla con plantas y flores de su jardín....... (¡¡¡MARICON!!!) SOBRE EL USO DEL ESPEJO a. No usa................................................................. (VIKINGO) b. Lo usa solo para peinarse.................................. (COQUETO) c. Se mira el cutis y observa sus músculos...................... (GAY) d. Igual que el GAY, pero además se mira los glúteos.......... (LOCA DESATADA) e. Se mira con diferentes pelucas, vestidos y atuendos.............. (¡¡TRAVESTI!!) EL PEINADO a. No se peina....................................................... (BRAVO) b. Se peina después de ducharse................. (HOMBRECITO) c. Se peina varias veces por día.................... (MARIQUITA) d. Usa gel, fijadores y secadores................ (HOMOGAY METROSEXUAL) e. Peina a otros y aconseja..................... (¡¡¡MARICONAZO!!!) LA LIMPIEZA DOMICILIARIA a. Barre solo cuando siente el crujir de sedimentos bajo sus zapatos…....(VARON) b. Barre cuando ve mugre.............. (DEJA MUCHAS DUDAS) c. Limpia con agua y detergente.................. (ES UN MARICA) Nimiedades Insólitas

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d. Limpia con agua, detergente y aromatizante................. (¡¡MARIPOSA!!) LOS DEPORTES PREFERIDOS a. Fútbol, béisbol, básquet, boxeo, formula1, boliche...... (MACHO CABRIO) b. Tenis, ping-pong, voleibol............. (BIEN, PERO HAY QUE VIGILARLO) c. Aerobic, dance, step, spinning....... (TOTALMENTE LOCA) d. Lo mismo, pero con short de lycra................................. (¡¡¡MARICONAZO!!!) LAS COMIDAS PREFERIDAS a. Cerdo, grandes animales asados, guisos picantes............ (UN TARZÃN) b. Pescado y ensalada para no engordar............................. (SOSPECHOSAMENTE SENSIBLE) c. Sándwiches integrales, consomés................. (MARICON) d. Aves acompañadas con vegetales al vapor... (¡NENA ARREBATADA!) LAS BEBIDAS PREFERIDAS a. Aguardiente, cerveza, ron, tequila......................... (MACHO) b. Whisky con hielo...................................... (HOMBRE FINO) c. Refrescos y limonadas.............. (SE LE MOJA LA CANOA)

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d. Jugos de frutas y licores muy dulces sin alcohol... (MARIPOSON IRREDIMIBLE) EN EL ASEO PERSONAL a. Se ducha en 5 minutos, con jabón y lava sus calzones....... (LEGIONARIO) b. Se baña rápido con shampoo pero sin tocarse el culo........ (VARON) c. Se baña durante más de 30 minutos con jabón líquido...... (MARICA) d. Se baña con sales y espuma en la bañera.......................... (LOCA DESAFORADA) AL BEBER CERVEZA a. Helada y en grandes cantidades............... (SUPER MACHO) b. Solo una para el calor.......................... (MEDIO MARICON) c. Con limón..................................................... (MARICON) d. Sin alcohol.................................... (¡¡¡SUPER MARICON!!!)

Gracias por su colaboración sincera e espontánea. Aguardamos su suscripción en la sede de nuestra entidad. El Comité Ejecutivo

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Nota del Autor La antología de cuentos cortos aquí relatados tienen origen en la imaginación del autor, quien buscó por intermedio de ellos narrar los parcos instantes que componen lo frecuente de la vida popular, e inventando personajes e historias que envolvieron las diferentes narraciones del libro. Se advierte que no debe ser considerado como una responsabilidad del autor, que algunas semejanzas sean estas, en parte o en un todo, las que lleven al lector a identificarse con los hechos mencionados en el contexto de los cuentos. Entretanto, es posible que frecuentemente algunas personas tengan vivenciado efemérides similares, o posean una relativa analogía con la descripción física de algún individuo de la ficción. Sin embargo, debemos considerar que, al hacer parte integral de una sociedad diversificada, él mismo esté sometido a su oculta comparación con los hechos de la vida.

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BIOGRAFÍA DEL AUTOR Nombre: País de origen: Fecha de nacimiento: Ciudad:

Carlos Guillermo Basáñez Delfante República Oriental del Uruguay 10 de Febrero de 1949 Montevideo

Nivel educacional:

Cursó primer nivel escolar y secundario en el Instituto Sagrado Corazón. Efectuó preparatorio de Notariado en el Instituto Nocturno de Montevideo y dio inicio a estudios universitarios en la Facultad de Derecho en Uruguay. Participó de diversos cursos técnicos y seminarios en Argentina, Brasil, México y Estados Unidos. Experiencia profesional: Trabajó durante 26 años en Pepsico & Cia, donde se retiró como Vicepresidente de Ventas y Distribución, y posteriormente, 15 años en su propia empresa. Realizó para Pepsico consultoría de mercadeo y planificación en los mercados de México, Canadá, República Checa y Polonia. Residencia: Desde 1971, está radicado en Brasil, donde vivió en las ciudades de Río de Janeiro, Recife y São Paulo. Actualmente mantiene residencia fija en Porto Alegre (Brasil) y ocasionalmente permanece algunos meses al año en Buenos Aires (Rep. Argentina) y en Montevideo (Uruguay). Retórica Literaria: Elaboró el “Manual Básico de Operaciones” en 4 volúmenes en 1983, el “Manual de Entrenamiento para Vendedores” en 1984, confeccionó el “Guía Práctico para Gerentes” en 3 volúmenes en el año 1989. Concibió el “Guía Nimiedades Insólitas

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Obras en Español:

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Sistematizado para Administración Gerencial” en 1997 y “El Arte de Vender con Éxito” en 2006. Obras concebidas en portugués y para uso interno de la empresa y sus asociados. Principios Básicos del Arte de Vender – 2007 Poemas del Pensamiento – 2007 Cuentos del Cotidiano – 2007 La Tía Cora y otros Cuentos – 2008 Anécdotas de la Vida – 2008 La Vida Como Ella Es – 2008 Flashes Mundanos – 2008 Nimiedades Insólitas – 2009 Crónicas del Blog – 2009 Corazones en Conflicto – 2009 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. II – 2009 Con un Poco de Humor - 2009 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. III – 2009 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. IV – 2009 Humor… una expresión de regocijo 2010 Risa… Un Remedio Infalible – 2010 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. V – 2010 Fobias Entre Delirios – 2010 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. VI – 2010 Aguardando el Doctor Garrido – 2010 El Velorio de Nicanor – 2010 La Verdadera Historia de Pulgarcito 2010 Misterios en Piedras Verdes - 2010 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. VII – 2010 Una Flor Blanca en el Cardal - 2011 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. VIII – 2011 ¿Es Posible Ejercer un Buen Liderazgo? - 2011 Página 184


Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. IX – 2011 Los Cuentos de Neiva, la Peluquera 2012 El Viaje Hacia el Real de San Felipe 2012 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. X – 2012 Logogrifos en el vagón del The Ghan 2012 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. XI – 2012 El Sagaz Teniente Alférez José Cavalheiro Leite - 2012 El Maldito Tesoro de la Fragata - 2013 Carretas del Espectro - 2013 Los Piratas del Lord Clive - 2013 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. XII – 2013 Apócrifos del Génesis - 2013 Representación en la red: Blogs:

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