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Carlos B. Delfante Chispas de Risa

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Vivir no es sólo existir, sino existir y crear, saber gozar y sufrir y no dormir sin soñar… Descansar, es empezar a morir. Gregorio Marañón

Cuando la vida te presente razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y una razones para reír. Anónimo

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Índice Día de Tránsito Controvertido Secretos de la Confesión El Unigénito Auricular La Parábola del Predicador El encuentro Romántico ¡¡¡Don Nicanor!!! Dicción Incorrecta Control de Alcoholemia Indecisión de Compra El Secreto Acongojado Pánico en el Zoológico Una Actitud de Misericordia La Plegaria de Samuel El Virus Mogol El Valiente Competidor Aclaraciones del Catecismo El Secreto del Cofre Una Dolorosa Experiencia La Sorpresiva Confidencia El Pusilánime Las Aventuras de Superman El Abogado Samaritano Visita a la Fiscalía La Monjita Friolenta La Piadosa Abuela La Peregrinación La Fiesta Colegial En Marido Encantador El Golfista Yuppies El Genio de la Lámpara

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La Historia de Don Pepe Falta de Experiencia El Escarmiento Celestial Asedio en el Ascensor Herman - El Nanocéfalo Don José y la Chichi Cuidado con las Preguntas La Astucia del Abogado La Sutileza de la Doméstica La Perspicacia del Buen Vendedor Una Fábula Actualizada Un Remedio Contra la Impotencia La Suegra Intuitiva ¿Bailamos, Mi Negra? Amnesia Repentina El Origen de las Pelas Matrimoniales El Histrionismo de los Políticos El Paraíso de los Políticos Hay que Respetar las Reglas Grandes Tiendas Matrimoniales La Vicisitudes del Padre Manuel Nota del Autor Biografía

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Día de Tránsito Controvertido

Parece que hay días en que las cosas suelen ocurrir como si a la realidad excesiva de las circunstancias se le diese por golpear en nuestra puerta, aunque ellas no logren mudar radicalmente ciertas vicisitudes de la vida. No en tanto, para mí, hoy era uno de esos casos impares. Llovía a cántaros, y ensayando infundir en mí la heroica determinación de perseguir ideales anfibios, decidí salir de casa dirigiendo mi coche desde el condado donde vivo, a fin de visitar la ciudad grande, un terreno donde siempre cosas extrañas suelen suceder para iluminar nuestro palco interior. Así que, poco después partí en aquella dirección, y al estar circulando por las calles encharcadas de esa extraordinaria

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metrópolis,

luego

me

sucedió

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un


martirizante aborrecimiento para el cual siempre expectoré desdenes, esta vez por causa de la húmeda y acuosa situación de los agujeros creados por la lluvia en plena calle. En verdad, estos eran del tipo de esos abisales baches camuflados que insisten en permanecer cubiertos por imponderables lagunas donde frecuentemente yo zozobro como si mi auto fuese el magnífico Titanic. Entretanto, esta vez, todos esos acontecimientos callejeros tampoco parecían perfilarse para ser diferentes, aunque yo estuviese totalmente colmado de esperanzas de poder vencer esos desafíos profundos y, con algo de suerte, lograr circular calmamente por esos cráteres municipales cóncavos o convexos, dependiendo claro está del punto de vista que tenga el siniestrado. No en tanto, me conformaba pensando en ello, pues opino que es mejor caer en esas sinuosidades subterráneas, que uno caer en una neurosis de depresión anímica. Con todo, después de haber realizado las más drásticas y desastrosas proezas en medio de aquel tráfico agobiante, terminé siendo detenido por un agente de tránsito con facciones de emperador etíope. -¡La cara de Haile Selassie! -murmuré al verlo.

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Sin

embargo,

estimulado

por

mi

apostólica

paciencia, estacioné el coche, apagué el motor y me libré de aquel horrible gamberro del cinturón de seguridad obligatorio que me despeina el tórax, y me bajé del coche, aunque antes busqué aumentar algunos grados más el volumen del aria que estaba escuchando. Una vez frente a él, ya de cara le advertí que no tenía tiempo para parlonas inútiles, a lo que el agente, de ceño fruncido, me notificó que yo había cometido exceso de velocidad, y exigió que me identificase, diciendo: -¿Puedo ver su licencia de conducir? -No tengo, -le dije campechano- Me la suspendieron después del quinto parte por falta gravísima… -¿Puedo ver el padrón del vehículo? -me exigió el dictador, sin pestañar. -No es mi auto… Lo robé -avisé de forma arrogante. Fue cuando abrió espantosamente los ojos y profirió: -¿El auto es robado? -Así es -le argumenté determinado-. Pero ahora que me recuerdo, creo que el padrón está en la guantera donde yo puse mi pistola… -¿Hay una pistola en la guantera? -llegó a exclamar aquella calcomanía de Selassie, aturdido.

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-¡Sí!, la puse allí después de disparar y matar a la mujer que conducía este coche… Después, guardé su cuerpo en la maleta… ¿Quiere verlo? -¿El qué?... ¿También hay un cuerpo en la maleta? – bramó el agente. -¡Si, señor! Exactamente lo que yo dije… El agente emperador, desamparado e impresionado con mi sangre fría, y sin quitarme un segundo la vista de encima mientras mantenía la mano derecha encima de su pistolón, llamó por el radio solicitando la inmediata presencia de su capitán. Segundos después, mi auto ya estaba rodeado por un batallón de temerosos policiales, y acompañado por la mirada perpleja de una multitud de curiosos. Luego el capitán se me acercó con prudente cautela como para manejar con maestría la tensa situación. -¡Buenos días, señor!... ¿Puedo ver su licencia de conducir? –expresó éste con voz cordial, pero autoritaria. -¡Seguro! Está aquí, conmigo… Tome -le dije, mientras estiraba mi mano para alcanzársela. -¿De quién es el auto? -me preguntó de soslayo mientras examinaba mi documento. -¡Es mío, capitán!... Tome, aquí está el padrón.

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Enseguida, aquél oficial me miró a los ojos y ordenó con educación: ¿Puede abrir lentamente la guantera para que yo pueda ver si hay algún arma guardada allí? -¡Por supuesto, señor! -concordé-. Pero quédese tranquilo que allí no hay ningún arma. El hombre dio una curioseada en la guantera y, al ver que no había nada, a seguir volvió a dictaminarme: -¿Le importaría abrir el maletero del auto, señor?... Me dijeron que hay un cuerpo allí. -¡Claro! no hay problema -dije irreflexivo- Como ve, aquí no hay nada. -¡No lo entiendo! -expresó el capitán, mientras se rascaba el mentón para esconder su duda, aunque su cara lo denunciaba. -El agente que lo detuvo hace poco, me dijo que usted le había dicho que no tenía licencia, que robó el coche, que tenía un arma en la guantera, que había asesinado a la dueña y había puesto el cadáver en la maleta… -¡Ah, claro!... Y seguramente, también le dijo que yo venía a exceso de velocidad…

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Secretos de la Confesión

El padre Juan era un cura carismático que atendía a un círculo de piadosos feligreses que acudían diariamente a su parroquia. En realidad, todos ellos gustaban de confesarse con él, por causa de la magnificencia de sus plegarias y la apreciada pléyade de simultaneidad de pensamientos nobles que éste hombre de Dios profesaba a sus fieles concurrentes. Así pues, con una elevada carga de paciencia eclesiástica, todos los días el sacerdote enfrentaba con glorificado coraje las dudas y las revelaciones de los pecados de quienes allí acudían por una santísima respuesta que les aliviase de sus erros mundanos.

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Y así fue cuando un determinado día un hombre entró en la iglesia y se dirigió al confesionario donde se encontraba el padre Juan. Una vez allí, piadosamente arrodillado frente al santo oficiante de las leyes divinas, le dijo con vos determinada: -¡Padre!... Me quiero confesar. -¡Sí, hijo! Dime… ¿Cuáles son tus pecados? -Padre… He sido infiel a mi esposa… En verdad, yo soy productor de cine, y la semana pasada me acosté con Jennifer López; y en esta semana he tenido una orgía súper ardiente con Cameron Díaz y Cindy Crawford… Con las dos a la vez -corrigió el pecador. -Lo siento, hijo -pronunció el sacerdote con voz su remilgada-. Pero esta vez yo no te puedo absolver… -Pero... ¿Por qué no, padre? -le suplicó el pecador, desconcertado- …si la propia biblia menciona que la misericordia de Dios es infinita -añadió el pecador. Cauteloso, pero trémulo, el cura le anuncia jadeante: -Sí, cabrón, pero tú debes pensar que ni Dios ni yo vamos a creer que estás… ¡¡¡Arrepentido!!! Pasado el susto de aquel acto pseudo-inquisitorial, el santo oficiante tuvo luego ante sí la apocalíptica visión de una pía dama de negro que se acercó hasta su paraíso

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imponderable de la gloria divina. Acto siguiente, escuchó una voz pudorosa que le decía: -¡Padre! Perdóneme porque he pecado. -Dime, hija… ¿Cuáles son tus pecados? -¡Padre!, el demonio de la tentación se apoderó de mí…, una pobre y frágil pecadora. -¿Cómo eso fue posible, hija? -inquiere el sacerdote, pacientemente. -Es que cuando yo hablo con un hombre, enseguida tengo sensaciones horribles en el cuerpo, que no sé bien como describirlas… -Hija, por favor, que también soy hombre -le avisó el ungido por Dios. -¡Sí, padre! Justamente por ese motivo que yo vine a confesarme con usted. -Bueno, hija… ¿Y cómo son esas sensaciones que tú sientes? -No sé bien cómo explicarlas… Por ejemplo, ahora mi cuerpo se rebela a estar de rodillas y necesito ponerme más cómoda… -¿En serio? -pretende descubrir el cura, poniendo cara de espanto. -¡Sí, padre! quiero relajarme y quedarme tendida… -¡Hija!.... ¿Tendida cómo? -le pregunta alarmado. Chispas de Risa

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-Sí, tendida de espaldas al piso, hasta que se me pase la tensión… -¿Y qué más? -indagó el sacerdote. -¡Bueno! Como que me quedo esperando un poco de calor que me alivie… -¿Calor, hija? -Calor, padre… Calor humano, que lleve alivio a mi padecer… -¿Y qué tan frecuente es esa tentación? –cuestiona el clérigo. -¡Permanente, padre!... ¡Permanente! Por ejemplo, ahora imagino que sus manos sobre mi piel me darían mucho alivio… mucho… -¡Hija! –rezonga el sacerdote todo ruborizado. -Sí, padre, perdóneme… Pero me urge que alguien fuerte me estruje entre sus brazos y me dé el alivio que necesito… -¿Por ejemplo, yo? –cuestiona el cura, aprensivo. -¡Justamente! Usted es la clase de hombre que imagino me puede aliviar de mis sensaciones… -Perdona que te pregunte, hija mía, pero yo necesito saber su edad. -Setenta y cuatro, padre… Recién cumplidos. -¡Hija!... Ve en paz, que lo tuyo es reumatismo. Chispas de Risa

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El Unigénito Auricular

A los dos, las circunstancias de la vida los habían aproximado en un casamiento de conveniencia, o en un mismo provecho debido a los propios entorpecimientos que ambos cargaban en la vida… Ella era tuberculosa, él, sifilítico. En fin, después de un tiempo transcurrido, ellos tuvieron su primer hijo: ciego. Nació el segundo: acéfalo; y tiempo más tarde vino el tercero: un político; el cuarto… Bien, en realidad, cuando ellos se dieron cuenta que las desgracias continuaban… ¡¡Ñacate!! La mujer había quedado embarazada otra vez, y la pareja, desorientada, luego pensó en un aborto. ¿Para qué arriesgar a tener otro hijo anómalo en la familia?

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Pero justo en ese momento la providencia divina les golpeo la puerta y ellos desistieron de llevar adelante esa iniciativa anticristiana. Así pues, la progenitora, después de pasar varios meses de total preñez, fue ventando para la maternidad y finalmente nació su cuarto crío. Poco más tarde, la mujer fue restituida a la habitación y, en tono maternal como son todas las madres, suplicante, llamó al responsable por la proeza y le dice con la lacrimosa ternura de las recién paridas: -¡Doctor! ¡Doctor!... Por favor, traiga a mi niño para que yo le pueda besar y acariciar sus manitos… El médico la miró taciturno, pero respetando su juramento de Hipócrates, fue categórico: -¡Mi estimada señora, siento mucho comunicarle, pero su hijo ha nacido sin las manitos! -¿Cómo dijo?... ¡Qué horror! ¡Oooohhh! ¡Oooohhh! ¡No es posible!... ¡Qué desgracia, doctor! -pronunció afligida, y después de lamentar toda la tristeza del mundo por la desventura de su retoño que naciera sin las manitos; bañada en lágrimas, le rogó al médico que en ese momento la miraba constreñido, apuntándole: -¡No importa, doctor! -sancionó la madre, entre suspiros, añadiendo: Chispas de Risa

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-Traiga a mi hijo para que yo lo pueda inspirar, admirar, exultar y acariciar sus graciosos piececitos… Sí, ¡Por favor!... ¡Por favor! Otra vez, contra su voluntad, el facundo obstetra fue frio y matemáticamente sincero cuando le dijo: -¡Mi respetada señora, lamento tener que decirle que su hijo nació también sin sus dos piececitos! -¡Oooohhh mi Dios!... ¿Cómo puede ser?... ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? -se cuestionó exasperada. Entonces ella lloró y gritó de desespero, hasta que finalmente, ya con las exhaustas hormonas maternas explotando de emoción, juntó fuerzas para implorar al abnegado hombre de la ciencia: -¡Por favor doctor! Déjeme hamacar y contemplar el cuerpito de mi adorado hijito… Mismo que él no tenga bracitos y piernitas, El abnegado esculapio, otra vez forzado por las circunstancias, fue de una franqueza total y sistemática al decirle a la llorosa madre: -¡Señora!... Siento pena tener que decirlo, pero es mi deber informarla de que el niño nació igualmente sin brazos, sin piernas, sin su cuerpito…

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Así pues, yacente en su lecho y en estado semisuicida por la tragedia que acababa de oír, la desgraciada señora gimoteó una vez más y anunció: -¡Oh cielos!... ¡No es posible!... ¡Bua! ¡Bua! ¡Bua! Entonces, doctor, ¡Bua!... ¡Tráigame lo que nació de él! Álgido, ágil y serio, el médico giró sus calcañares, salió del cuarto para momentos después volver con una enorme oreja de 52 centímetros, la cual entregó a la pobre mujer, que pasó a abrazar, besar, y acariciar con total desespero

aquella

enorme

orejona

recién

nacida,

susurrándole con amor y develo: -¡Pobre de mi hijito!... Nació sin sus manitos, sin sus piecitos, sin su cuerpito… Al mirarla reclinada en el lecho de la maternidad, pungente y en total desolación mientras ella niñeaba y acariciaba una gigantesca oreja de medio metro salida de su propio vientre; con el corazón partido, no obstante siendo guiado por la ética absoluta, finalmente el inflexible facultativo advirtió: -¡Por favor, señora!... Intente hablarle un poco más alto, porque su niño también es sordo…

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La Parábola del Predicador

Algunos vivientes cuentan que en el territorio del Congo Belga de los años 60 del siglo pasado, luego en seguida de germinar las semillas de los infortunios posteriores a la independencia del país que habían sido sembradas a finales de los años cincuenta mediante dos formas muy diferentes de nacionalismo; o sea, el movimiento nacionalista al que las autoridades belgas hasta cierto punto hicieron la vista gorda, buscaron promover un nacionalismo territorial en donde el Congo Belga se convertiría en un único estado político después de la independencia. En contraposición, la otra postura era que el nacionalismo tuviera una base étnica-religiosa y regional,

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posición que rápidamente ganó adeptos en los territorios de Bakongo, en la costa del oeste, en Kasaï y en Katanga. Sin embargo, en aquel tiempo, nuestro personaje era un simple pastor de almas que, pese a ser tartamudo, cargaba en su intrínseco el perfecto conocimiento de la impenetrabilidad divina, y a donde quiera que fuese, niños y adultos le seguían sus pasos para auscultar aquella tartamudez llena de purezas que su íntimo exoraba al glorificar la existencia terrenal. Todos los días, de sol a sol, éste pastor tartamudo caminaba muchas leguas, situándose siempre al frente aquel sequito de famélicos espirituales que entonaban cánticos de alabanza, puesto que en su curso buscaban trillar las sendas de la sabiduría, la esperanza y la fe, la que inquirían con una infinita ansiedad para también poder vislumbrar relámpagos de la Gran Faz del Maestro Universal. A la tardecita, cuando las sombras de la noche ya adensaban la pradera, todos ellos paraban, encendían parpadeantes antorchas de cedro, y se reunían alrededor del pastor tartamudo. Y a despecho de la reluctancia de su tartamudez, oían el verbo cadencioso chorrear sobre las bellezas de la bienaventuranza, untándose de él como si

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fuese un bálsamo para sus almas, tal cual un nido de miel a ungir con dulzura el final de cada jornada. Al otro día tempranito, luego después que la aurora surgiese y de que el gallo cantase pela undécima vez, todos levantaban sus cuerpos doloridos y se ponían en marcha, siguiéndolo en la convicción de que él les apuntaría la correcta vereda del bien y la verdad. Y así, reconociéndolo como el rector de sus vidas, ellos caminaban, y caminaban tanto, que la suela de sus pies lastimados pisaron el polvo y las piedras de los valles, los desiertos inclementes, una miríadas de colinas y lechos pedregosos de muchos ríos… Y sus ojos extasiados alcanzaron a ver paisajes tan diversos, que pocos hombres en la tierra tuvieron hasta ese momento el privilegio de atestiguar. Para ellos, todo eso era una dicha, la gracia y el don divino, una generosa consagración del expedito pastor tartamudo que los guiaba con tamaña devoción. Sin embargo, un buen día, después de tanto deambular siguiendo las pegadas de pastor tartamudo y su inagotable generosidad, ellos llegaron al medio de la sabana, y el trayecto de millones de pasos que pisoteaban en busca de la virtud, terminó por llevarlos al centro de

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África, y una vez más la alegría brotó en sus cansados semblantes. Una vez allí, luego enseguida todos se juntaron a la sombra de un árbol secular y, bajo el canto de himnos de gloria, extendieron manteles sobre la hierba, distribuyeron frutas y repartieron el pan, bendiciendo y glorificando ese día tan especial antes de seguir su lenitivo destino. Por intermedio del éxtasis y todo el ímpetu de la dulzura que brotaba de sus almas, la felicidad habitaba es sus corazones, pues entendían que la fecha les propiciaba grandes contentamientos, al entender que: “Así estaba escrito”. No obstante, en el transcurso del día siguiente, de repente aquel celoso guía se detuvo de imprevisto. Luego atrás, alertas, sus seguidores lo imitaron. Entonces, el pastor tartamudo estiró el pescuezo, agrandó los ojos, levantó uno de sus brazos, y con la mano espalmada bramó con emoción: -¡Hip!... ¡Hip! Con imponente júbilo y fervor acumulado dentro de sus pechos, todos sus seguidores le respondieron al unísono: -¡HURRA!

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A seguir, el pastor tartamudo de mirada exorbitante, les gritó nuevamente: -¡Hip!... ¡Hip! Demostrando mucho más énfasis y fe que la vez anterior, sus seguidores entusiasmados le repitieron: -¡HURRA! Pero de nuevo su pastor les expresa: -¡Hip!... ¡Hip! Y todos gritaron: -¡HURRA! A la sazón, en ese momento se escucha el galopar del tropel de una manada de desenfrenados, trastornados y enloquecidos hipopótamos que ya se acercaba a todo trote y les pasa por encima a todos…

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Un Encuentro Romántico

La Cló tenía un encuentro marcado para esa noche. Bueno, a título de aclaración, Cló era el apelativo que ella utilizaba sólo entre las amigas más íntimas, porque su nombre verdadero era María Clotilde Huidobro Ruiz Salerno de la Peña González. Sin miedo de uno equivocarse, podría decirse que ella todavía era una mujer esbelta, fascinante, educada, aunque un poco pasadita de edad. En su juventud, Cló fuera de aquellas mujeres que había reunido un conjunto de atributos de belleza que al esbozar la más simple sonrisa, parecía que todo el ambiente hubiese sido iluminado por reflectores... Chispas de Risa

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Sin embargo, tampoco podía negarse que ahora ella era una de aquellas damas adultas que en cierto momento de la vida ya habían necesitado recurrir a los auxilios y subterfugios de la terapéutica moderna que tan bien desarrollan excelsos cirujanos para que una mujer continúe a ostentar su belleza. En fin, acortando la historia, resulta que el acaso coincidió con el hecho de un día ella venir a conocer a un nuevo pretendiente, y con el cual combinó un encuentro para aproximar su relacionamiento, hasta conseguir llevarlo a la horizontal. Llegado el momento tan esperado, todo ocurrió sobre la atenta expectativa de su círculo íntimo de amigas, las que al unisonó formaban una gran hinchada como las de un clásico del futbol. Algunas en contra, obvio, mientras que muchas a favor de que todo ocurriese a contento con su estimada amiga. Al día siguiente, la Tota, una de sus mejores amigas y confidentes, que de chismosa que era, y loca para saber de las novedades, finalmente la llamó por teléfono para enterarse del resultado del encuentro. -Hola, Cló... Contame... ¿Cómo te fue con tu cita de ayer de noche? -¡Horrible!... ¡No sé qué pasó! -lamentó Cló. Chispas de Risa

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-¿Por qué?.... ¿No te dio ni un beso? -¡¡¡Sí!!!... Pero te cuento que me besó tan rudamente y me mordió tan fuerte los labios, que hasta pensé que me iba explotar el implante de colágeno... Entonces, yo le reclamé, y él pasó a acariciarme el pelo de forma tan afanosa, que se me salieron unas cuantas extensiones… -¿No me digas que lo de ustedes terminó ahí? -¡¡Nooo!! -afirmó Cló, espabilada-. Después me tomó la cara entre sus manos, hasta que le tuve que pedir que no lo hiciera más, porque me estaba aplastando todo el botóx... Además, mis pestañas postizas se le quedaban pegadas en la nariz… -¿Y él no intentó nada más? -preguntó la Tota. -Sí... Se puso a acariciarme las piernas, pero yo lo frené, porque me acordé que no me había depilado... Pero al tratar de detenerlo, se me salieron dos uñas postizas… -¿Y él que hizo? -volvió a preguntar la amiga de Cló -Parece que después le entró un arrebato de lujuria impresionante y me abrazó tan fuerte, que casi le quedaron mis prótesis de las nalgas pegadas en las manos; y por supuesto, no necesito decirte que casi me revienta los implantes de silicona de las lolas... -¿Y después qué pasó?

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-¡Bueno!, te diré que enseguida se puso a beber champagne directo de mi zapato… -¡¡¡Ay... Qué romántico!!! -¿Romántico? -exclamó Cló-. ¡¡Por poco casi se muere!! Pobre… -¿Por qué? -indagó la chusma de la Tota- ¿Bebió tanto así? -La verdad, es que no bebió nada… Porque resulta que él se tragó el corrector del juanete que tenía colocado dentro del zapato, y casi se ahoga… -¿Y después, qué paso? -insiste la Tota. -¿Podes creer que él se fue? -¿No me digas?... ¿Por qué? -¡Mira!... ¡¡Para mí, que él era maricón!!!

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¡¡¡Don Nicanor!!!

De vos arrastrada y vigorosa, bien al estilo de un hombre interiorano, don Nicanor era un sujeto para allá de cincuentón, pero que todavía revelaba músculos rijos, piel estirada, cabello sin canas, buena condición física, y que aun se mostraba un activo practicante de los efluvios que nos brinda el amor en la horizontal. Brioso, viril, y un sabio corcoveador entre sábanas y cobijas, por veces se entretenía un poco más allá con los surtidos repertorios de los juegos de la pasión que obraba con su pareja, una encantadora mujer y compañera de toda la vida. Justo en medio de esas mañas se encontraban los dos una mañana, al buscar aprovechar lo máximo

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posible una reparadora sección de posesión de sensualismos

explícitos,

cuando

repentinamente

Nicanor se acuerda que tenía hora marcada con su odontólogo en esa misma mañana. -¿Y ahora, qué hago? -piensa nervioso. ¿Y si el dentista repara que estoy con aliento a vagina? -se cuestionó asustado. Perturbado, don Nicanor se cepilla frenéticamente los dientes 457 veces, y se pasa el hilo dental unas 248 veces más. No satisfecho con el resultado, se enjuagó la boca con unos 2 litros de antiséptico bucal…, pero no menciono la marca, que es para no andar haciendo propaganda gratis. No obstante, antes de llegar al consultorio, se chupó unos 25 caramelos de menta, rótulo negro, recontra fuertes, para intentar esconder del sacamuelas cualquier posible vestigio de sus actos eróticos en la horizontal. De lejos, se apreciaba que Nicanor estaba tenso, nervioso, preocupado en no tener que pasar un mal momento. Así que, cuando el dentista al fin lo atiende, lo hace pasar a su consultorio y lo manda sentarse en la silla. Chispas de Risa

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Ya posicionado y con la boca abierta, don Nicanor se tranquiliza y deja que el profesional comience hacer su trabajo. En el momento que el hombre aproximó su rostro a la altura de la boca del paciente, la retira de inmediato y exhibe una profunda mueca de consternación y desagrado. Bajo la mirada turbada del afligido cliente, el hombre exclama categórico: -¡¡¡Caramba, don Nicanor!!! ¿Cómo se le ocurre hacer esas cosas antes de venir al dentista? -¡Perdón, doctor!... ¿Tengo aliento a vagina en mi boca? -¡No! ¡No! Don Nicanor… En la boca no tiene nada, pero en la frente… ¡Tiene un olor a culo, insoportable! MORALEJA

– “A veces,

el exceso

de

preocupación con lo principal, nos hace olvidar de los detalles”.

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Dicción Incorrecta

Algunas personas afirman que esta historia sucedió en una tranquila y pacata ciudad de Méjico. Otras, no en tanto, hablan que todo transcurrió en Ecuador, pero lo cierto es que no hay como afirmar en donde ella realmente aconteció, pues bien puede haber ocurrido en cualquier lugar se practiquen toradas. Así pues, cuentan los chismosos que en esa incierta y quieta población vivía un reconocido torero, llamado “El Curro”. No obstante, también existen controversias sobre la verdadera profesión de este hombre, ya que muchos

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otros afirman que el individuo era un malhumorado dueño de una renombrada tienda de aquella localidad. La leyenda menciona que un determinado día se mudó a ese calmo barrio de la ciudad, un jovial chino, o coreano, o japonés, que sin duda es otra de las dudas que prevalecen en esta historia cuando se habla del correcto origen de este alegre personaje oriental. Lo cierto, es que, aparentemente, este carismático asiático aun no sabía pronunciar correctamente la letra “erre”, y que por pura casualidad fue a vivir muy cerca de la casa del señor Curro. Los desaciertos entre ambos hombres comenzaron algunas semanas después, cuando inadvertidamente los dos se cruzaron una mañana, y de forma educada, el oriental, con sus problemas de dicción, decide saludarlo cordialmente, expresando: -Buen día, señol culo. Por supuesto que el señor Curro no sintió ninguna gracia al apreciar tamaño embarazo, y no le quedó otra salida que fruncir el cejo y hacer de cuenta que no lo escuchó, dejando pasar de largo su resentimiento. Repetidamente a cada mañana, don Curro escuchaba la misma voz delicada y cordial del oriental, remachándole

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el mismo saludo, que, mucho más que herirle los oídos, lo fastidiaba y molestaba. Algunas semanas después, ya visiblemente cansado de sentirse mortificado por el saludo del hombrecito oriental, y aceptando los consejos de un amigo, compró dos enormes y feroces perros de raza alemana, los que de forma paciente adiestró y entrenó para que al atender la voz de comando, ambos animales atacasen al pobre hombre cada vez que él se lo solicitase. Cuando juzgó que su tarea estaba culminada, una mañana los llevó para la frente de su casa y aguardó por la llegada de su incómodo vecino. Poco tiempo después aparece el simpático oriental que se acerca distraídamente para saludarlo, y en el momento que el hombre se aproxima, don Curro le echó los perros. Aquellos dos sanguinarios perros, unas verdaderas fieras asesinas, emprendieron una frenética carrera. Al notar que se le venían encima saltando, latiendo, sedientos por beber su sangre, forjó a que el oriental se sintiese tomado de un descomunal miedo y saliese corriendo hacia su casa. Empero, al día siguiente, en un similar relámpago al percibir el amenazador peligro que corría su vida, con suma rapidez, el asiático sacó dos grandes cuchillos de su Chispas de Risa

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pequeña alforja y se paró rígido, listo para enfrentar a los perros que intentaban atacarlo. Ante tal inusitada cena, don Curro percibió que sus animales corrían serio riesgo de ser muertos o mutilados. Por lo tanto, les pegó un silbido, y los perros volvieron corriendo y entraron en su casa. Idéntica maniobra se repitió equivalente durante varias mañanas, hasta que el hombrecito, ya cansado de ser provocado por los sanguinarios animales, decide hacer una denuncia en la comisaria. Cuando es interrogado por el oficial encargado sobre cuál era el problema de su delación, el asiático le responde con un sonriso entre dientes: -Mile señol comisalio, mi denuncia es polque los pelos del culo no me dejan caminal. El comisario lo miró perplejo, reprimió como pudo una carcajada que ansiaba escapársele de la boca, y halló mejor seguirle la corriente. A seguir, este le dijo con indiferencia: -¡Bueno amigo!... Entones córteselos. El hombrecito lo contempló por detrás de su sonriso amarillo, y respondió:

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-Señol… Eso es lo que yo quielo hacel… pelo cada vez que los voy a coltal… el culo silba y los pelos se van pala dentlo…

Control de Alcoholemia

Puedo considerarme un hombre exitoso y triunfante en los desafíos de la vida, pero indudablemente el ápice de mi satisfacción, lo alcancé hace apenas algunos días, cuando finalmente logré adquirir el mayor deseo de consumo que un hombre puede tener. Finalmente me compré la Merced-Benz Clase CLS 2009. Un tremendo sedan deportivo que va de 0 a 100 km hora en escasos segundos… Un verdadero bólido en las pistas.

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Claro que un coche tan vistoso siempre despierta la circunspección y los ardores de las personas en la calle, los que al verlo pasar, de una forma casi indiscreta voltean la cabeza para admirarlo y codiciarlo… Al coche, no a quien lo dirige. El problema radica en que al poseer una máquina tan estupenda como la mía, es imposible gozar completamente del placer de dirigirlo cuando uno se encuentra embreñado en el transito capitalino del arranca y para constante, y de las calles con su asfalto casi deshecho. La verdad, es que yo estaba extasiado con mi nuevo juguete, y quería probar el torque máximo de su motor, usufructuar de sus cualidades, pero, principalmente, sentir la sensación de poder dirigirlo en alta velocidad y disfrutar de la suavidad y el conforto que me ofrecía un coche con esas características. Al final de cuentas, fue por eso que me lo compré. Cuando apareció el primer fin de semana soleado, no titubeé, -¡Me voy a pasear en la autopista!- dije para mí, en un rampante decidido. Dos horas después, allá iba yo con mi máquina infernal, deslizándome suavemente por la carretera a 200 km por hora y sin un rumbo definido, solamente saboreando embriagadamente aquella maravilla de la industria moderna. ¡No se imaginan que delicia! Chispas de Risa

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Pasé el día en ese trajín, testándolo boquiabierto en toda clase de desafíos al cual lo sometía, y al buscar conducirlo en arriesgadas maniobras que me posibilitasen evaluar y examinar su performance. Mientras tanto, la tarde se me pasó volando, y casi sin darme cuenta ya me encontraba en dirección a la capital manejándolo en el luzco fusco del atardecer. Para mi sorpresa, algunos kilómetros antes de ingresar en el conurbano de la metrópolis, me deparé con una barrera policial. Al llegar cerca de esta, un agente comenzó a hacerme señales de manera ostensiva con su linterna roja, para que yo aparcase en la banquina. -¿Será que estos tránsfugas de mierda me pararon por exceso de velocidad? –fue lo primero que se me ocurrió pensar. -¡Mejor que ponga cara de inocente e invente alguna buena disculpa! –cavilé apresuradamente, mientras notaba que el agente se aproximaba hasta la ventanilla, mirando mi coche de soslayo a la vez que realizaba morisquetas de admiración con su rostro imperturbable. Cuando abrí el vidrio, luego lo saludé cortésmente, y objetivo, murmuré: -¡Buenas noches!

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-¡Buenas noches, caballero! Estamos realizando un teste de alcoholemia… ¿Puede bajarse del coche, por gentileza? -avisó el hombre. Después que me bajé, él me dijo en tono inflexible: -Tenemos un problema, señor… El aparato no funciona bien, así que le voy a hacer una serie de preguntas para saber si usted ha bebido o no… ¿De acuerdo? -insistió determinado. -¡Ok! ¡Ok! No hay problema, agente, porque no he bebido ni una gota de alcohol -expresé satisfecho. -¡Es lo que todos dicen! -me retrucó- …Pero vamos a las preguntas. -Ok, dele, nomás. -Por ejemplo, si usted va por la carretera y ve que se acercan dos luces de frente: ¿Qué piensa que es? -¿Pues qué va a ser? -le dije inconscientemente- ¡Un coche! -¡Sí! pero... ¿qué clase de coche…, qué modelo? BMW, Mercedes, Fiat, Ford. -¿Y como usted quiere que yo sepa? -le retruqué malhumorado. -Empezamos mal… ¿Eh? Creo que usted no va pasar en la prueba… Vamos a otra pregunta:

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-Si usted va por la carretera y ve que se acerca una luz de frente… ¿Qué es? -Pues ora, ¿qué puede ser? ¡Una moto! -le respondí altisonante. -¡Sí!... ¿Pero qué moto? Kawasaki, Honda, Suzuki, Yamaha -volvió a insistir. -¿Y como usted quiere que yo sepa? -le confesé ofuscado. -¡Definitivamente! -me dijo-. Creo que usted da positivo en la prueba de alcoholemia. Yo no me aguanté, y en entonación iracunda le dije: -¿Le pedo hacer una pregunta, oficial? -Adelante… hágala -él me respondió apático. -Por ejemplo, usted va por la carretera, y en la cuneta ve a una señorita con poca ropa, de minifalda, un gran escote, que se apoya en una columna moviendo su bolso en círculos… ¿Qué cree usted que es? -¡Pues qué va ser, hombre!... ¡Una mujer de la vida! -¿Pero quién? -le pregunté insolente, al momento que lo escuche corregirse: -¡Una prostituta! -¡Sí! ¡Sí!... Lo entiendo, pero ¿qué prostituta?... Su mujer, su cuñada, su tía...

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Indecisión de Compra

Yo andaba necesitando reponer mi estoque de hojas de anotaciones, así que me fui hasta el supermercado para poder comprarlas, ya que entendía que allí sería el local más fácil de hallarlas. Como no las encontré, aproveché para ir hasta una librería cercana.

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-Hola, buenos días -le dije al muchacho que me atendió-. ¡Por favor! Me da un recambio de folios para la carpeta. -¿Quiere alguna marca en particular, señora? -me preguntó, con el semblante formal. -No, gracias, cualquiera me da igual. -Sí, bueno… ¿Pero cómo lo quiere?... ¿Liso, cuadriculado, con líneas? -Cuadriculado, por favor. -¿Con qué tamaño quiere los cuadros? - Esto... ¡no sé! ¿Qué tipos tiene? -¡Mire! Tengo los normales de 4 milímetros, pero también le puedo dar papel centimetrado, o los de medio centímetro, o los grandes de pulgada… - Me da igual…, con cuatro milímetros está bien. -El papel blanco y las rayas negras… ¿Me imagino? -¡Sí! sí. -¿Lo quiere con margen o sin margen, señora? -Bueno…, con margen –afirmé convicta. -¿De qué color quiere la raya del margen? -Pues no se... ¿qué colores tiene? -Unos cuantos... rojo, verde, negro, azul... -Rojo mismo… ¡para que más! –respondí. -¿Cuantos agujeros tiene su carpeta, señora? Chispas de Risa

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-Cuatro… ¡La mía es de cuatro! -¿Las quiere con las esquinas redondeadas? -No, mire, me da igual... ¡Me sirve cualquiera! -¿Y de qué tamaño, señora? ¿Octavilla, cuartilla, folio, holandesa? -¡Está bien! Mire, lo que podemos hacer, es que yo vuelva mañana con la carpeta y usted me da un recambio igualito que el que tengo ahora… ¿No le parece? -Bueno, si, si usted prefiere así... ¡No hay problema! Fueron tantas las preguntas que el muchacho me hizo, que finalmente salí mareada de la librería. Al llegar a la puerta, de repente me encontré con mi vecino, quien traía un retrete al hombro. Confusa por verlo con semejante letrina colgada a sus espaldas, lo saludé cordialmente, a la vez que él me respondió: -¿Qué tal, Albertina? ¿Haciendo los mandados? ¿Cómo estás? -Pues mira, no muy bien, -le respondí medio irritada- …porque venía a comprar hojas para la carpeta, pero el hombre que me atendió es un plasta y me ha dejado con un dolor de cabeza que no me aguanto. -¡Ah! ¿Es uno gordito, de pelo rubio? -¡Sí! ese mismo -afirmé.

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-¡Me lo va a decir a mí, Albertina!... Fíjese que yo vine esta mañana por un rollo de papel higiénico… ¡Y mírame a mí! -Me tuve que traer el retrete para que él le pueda tomar las medidas…

El Secreto Acongojado

Desde hacía algún tiempo que el padre Vicente era el cura párroco responsable por la única iglesia que existía en las redondeces de un pueblito localizado en lo alto de la cordillera. Un lugar yermo, aislado de cualquier centro urbano y carente de cualquier recurso calificado para

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soliviantar las necesidades humanas, salvo las del alma, ya que ese era un acto que él que lo providenciaba con máximo esmero. Resulta que un buen día, este noble sacerdote comienza a sentir una fuerte indisposición estomacal; un incómodo que, con el pasar de los días y un tratamiento a base de yuyitos y recetas aborígenes de la región, terminan por acelerar su dolencia llevándolo a sentir fuertísimos dolores abdominales que le produjeron una tremenda hinchazón en su barriga. Dado el grave estado de su salud y el complicado cuadro que se aceleraba a cada día, el padre Vicente fue trasladado urgentemente a la ciudad grande para providenciar su internación en algún centro clínico con recursos suficientes para salvarle la vida. Una vez allí, perentorios con el apremio que el caso exigía, los médicos le realizan una delicada y exitosa intervención. Convaleciendo en su lecho hospitalario bajo el efecto de los fuertes anestésicos suministrados, el cura se encontraba dormido profundamente, mientras que en la habitación de al lado se encontraba una joven madre soltera que estaba dando a luz un precioso retoño.

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Desgraciadamente, por causa de esos acasos tétricos que nos depara el destino, después del parto, esa joven madre muere. Ante la complicada situación, el equipo médico se plantea lo que era más conveniente hacer con el desdichado niño sin madre. Discusión de aquí, porfía de allí, la polémica se extendió hasta que uno de los hospitalarios, tras mucho cavilar, propone una solución inusitada: -¡Miren! Lo mejor, es ponerlo en la cama del cura… Al fin y al cabo, sabemos que este hombre será capaz de darle una buena educación. Dicho y hecho, así procedieron y, cuando por fin el párroco despertó de su transe, se deparó sorprendido con el pequeño bebe en su regazo. Asustado con la extraña circunstancia en que se encontraba, llamó a las enfermeras para saber lo que había sucedido. -¿Pero qué es esto?... ¿Y éste niño? –preguntó sobresaltado y con voz pastosa. La enfermera, al sentirse amedrentada por el posible incidente, hace señas con su mano, y el médico luego acude a su lecho, se acerca al oído del cura y le dice: -¡Mire! Este es el origen de sus dolores de barriga… -¡Pero esto es imposible! –bramó el sacerdote.

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-¡Qué va! Con lo que han evolucionado los tiempos, ahora los hombres también pueden quedar embarazados. ¿No sabía, padre? En fin, el eclesiástico se quedó pensativo, absorto, confundido, pero ante la categórica afirmación de los galenos, permaneció un tiempo pensativo decidiendo lo hacer con el niño. -“Bueno, cuando vuelva al pueblo -pensó-, diré que es hijo de una hermana mía que ha fallecido, y yo le he prometido que me encargaré de educarlo” –concluyó resuelto. Pasadas algunas semanas y ya recompuesto de su operación, el padre Vicente volvió al pueblo, donde contó la versión de su historia con el bebe. No sin antes mostrar algún recelo escondido, a partir de aquel día los habitantes tuvieron que acostumbrarse a ver crecer entre ellos al nuevo vecino, el que muy pronto fue bautizado con el nombre de Juan. A partir de ahí, los años se pasaron monótonos en el pueblo, mientras el sacerdote envejeció y el niño se tornó un muchacho fuerte y robusto. Cuando Juan ya contaba con 25 años, el padre Vicente cayó muy enfermo, y, desde su lecho de muerte, comenzó a pedir para que llamasen a Juan: Chispas de Risa

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-¡Qué venga Juan!... ¡Por favor! ¡Qué venga Juan! – pedía desesperadamente. Avisado de la situación, el joven acudió prontamente al lado del cura, y le pregunta asustado: -¿Qué quiere, tío? El padre Vicente, haciendo acopio de valor, suspiró hondo y le respondió: -¡Mira, Juan!... Tengo un gran secreto para revelarte antes de morir… En ese momento Juan lo interrumpió diciéndole: -¡Tranquilo, tío! No hace falta que me diga nada... Desde hace años, vengo imaginado que usted es mi padre verdadero. -¡¡¡No!!! ¡¡¡No!!! –bramó el sacerdote moribundo. -¡Yo soy tu madre!... Tu padre es el arzobispo de… -y falleció.

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Pánico en el Zoológico

El día estaba lindo y su calidez convidaba para dar un buen paseo. Si titubear, decidí que era un momento oportuno para llevar a mi nieto a corretear un poco en el jardín zoológico. Así que, allá andábamos los dos, divirtiéndonos exhaustivamente por entre las jaulas de las más variadas alimañas, mientras dejábamos transcurrir las horas entre el mascar de cientos de caramelos chupados, la ingesta de

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tres bolsas de maíz acaramelado, dos varas de algodón dulce, múltiples latas de refrescos, y tantas otras golosinas que a él se le antojó que le comprase. No en tanto, en un determinado momento del paseo nos paramos frente al cubil de los monos, como para poder reírnos un poco con sus payasadas. Creo que en ese momento habría aproximadamente unas 10 personas alrededor de aquella misma jaula, y mezclado entre ellas también había un inválido en su silla de ruedas, el cual además estaba reparando escrupuloso lo que hacía un enorme gorila. -¡Mira! –le dije a Ramoncito-. Ese allí, es pariente de King Kong -refiriéndome al mono, obvio. Antes que mi nieto pudiese pronunciar cualquier exclamación o comentario, noté que de pronto el gorila empezaba a inquietarse. Eso me dejó con la nítida impresión de que él quería salir de la jaula, lo que en realidad corroboré una fracción de segundos después, pues vertiginoso y haciendo uso de su fuerza bruta, lo vi que empezó a abrir los barrotes de su encierro. En ese momento, todos los del grupo, espantados y gritando despavoridos, empezamos a caminar hacia atrás,

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poco a poco, a la vez que intentábamos sujetar a los más chicos, y seguramente, pretender salvar la propia piel. Al mismo tiempo, el deficiente físico, viendo desde su silla de ruedas la actitud extremamente agresiva del gorila, también intentó retroceder poco a poco, pero en cierto momento noté que su vehículo se trancó entre los agujeros del piso irregular, sin que el individuo tuviese condiciones a emprender una rápida huida. En definitiva, finalmente el animal salió furioso de su habitáculo y comenzó a correr a la gente con enormes y ensordecedores bramidos, lo que, obviamente, al sentirnos desesperados, empezamos cada uno a correr lo más lejos posible, mientras dejábamos a aquel pobre minusválido al Dios dará. El escándalo y la huida aterrorizada de las personas luego llamó la atención de uno de los guardianes del zoo, que a su vez notó al invalido también en su silla de ruedas pero que, rezagado, quedaba cada vez más para atrás del resto del grupo. Luego el guardián se puso a tocar su estridente silbato buscando por la rápida ayuda de otros empleados, y a gesticular con sus brazos buscando orientar a los visitantes para que se dirigieran a la salida de emergencia del zoológico. Chispas de Risa

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Mientras tanto, el feroz cuadrumano seguía saltando y gruñendo cada vez más dentro de su total fastidio. En ese instante, el guardián, al percibir el riesgo que corría el deficiente físico, quiso llamar la atención para que alguien lo ayude a salvar. Fue cuando empezó a gritar con la mano en concha: -¡¡¡El

minusválido!!!...

¡¡¡El

minusválido!!!...

-mientras hacía gestos y ademanes con su otro brazo extendido en la dirección del mismo. En ese exacto momento, el pobre minusválido, desesperado, comenzó a vociferar exasperadamente: -¡¡¡Chinga tu madre!!! -¡No lo aticen!... ¡¡¡Cabrones!!! -¡Dejen que el propio GORILA escoja del montón!

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Una Actitud de Misericordia

El tráfico en la avenida estaba enmarañado, lento, complicado para esa hora del día. Evidentemente que ese es un tipo de imprevisto que acababa por generar un cierto nerviosismo en los conductores. Pues bien, estos aquí, además, apoyaban las manos en las bocinas como si de esa forma aspirasen a empujar los otros coches con el barullento y estridente sonido de sus cláxones. Empero, en un determinado momento, un lujoso automóvil se tuvo que detener en uno de los semáforos, lo que permitió apreciar dentro de aquel coche a un elegante

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y próspero caballero de mediana edad que, al contrario de los demás, mostraba una expresión despreocupada al vagar su mente oyendo la música de su pasacasete, alejando de cierta forma los pensamientos de sus contingencias. Aprovechándose de la situación, un mendigo pedigüeño con aspecto sucio y maloliente, se dirigió hacia la ventanilla del automóvil y, con cara de circunstancia, golpeó en el vidrio y extendió su mano derecha, al momento que entabla el siguiente diálogo: -Si el señor es tan amable, ¿podría prestarme cien pesos para comer? El hombre se sorprendió con su deferente llegada y, decidido, abrió la ventanilla y le preguntó como si sus palabras fuesen un descargo de conciencia: -Pero seguro que si te los doy… ¿No te irás a beber aguardiente, verdad? -¡No, señor! -le responde el pordiosero-. ¡Nunca en mi vida he bebido una gota de alcohol! -le afirmó con entonación categórica. -Entonces, ¿seguramente que te los has de gastar en tabaco? -aludió el ricacho, como si pretendiese buscar alguna otra disculpa.

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-¡Se equivoca, señor! -manifestó el mendigo- ¡Yo no fumo, ni nunca lo he hecho! –añadió con un semblante mendicante. -¡Bueno! Si es así como lo dices -afirmó categórico, el hombre del coche-. ¿Ciertamente que te los vas a gastar jugando y apostando con los otros vagos amigos tuyos? – le dijo certero con acentuación despreciativa. -De ninguna manera, señor -afirmó el limosnero-. Yo nunca juego ni apuesto nada. En el momento, el hombre largó una carcajada y le indica: -¡Ya se!... ¿Se los piensas dar a una prostituta, por acaso? -Jamás he tenido relaciones con ninguna mujer que no fuera mi novia…, la que luego se convirtió en mi esposa, hasta el día que me abandonó -le respondió el mendigo de forma melancólica, mientras movía su cabeza de un lado al otro en señal de negación. -¡Entonces, ya sé!... ¿Por acaso la querrás para drogarte? -pronunció el hombre, de una forma más concluyente. -Tampoco, señor. ¡Yo soy un tipo honrado! –le avisó el mendigo con ojos tristes y mirada serena.

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-¡Pero hombre! -exclamó el ricachón- Tú eres el verdadero prototipo de la virtud humana… -y echando mano en su gorda billetera, le dijo: -Entonces, tomá…, no cien, sino mil pesos. Pero vente a comer a mi casa. Quiero invitarte a una buena comida casera, y así podrás ahorrarte los cien pesos que me pediste. El pordiosero se sorprendió con la actitud de misericordia demostrada por el acaudalado, y sin vacilar, se subió al impresionante coche. Recién cuando están en medio del caminó, decide preguntar: -¡Pero oiga, señor! ¿No se enojará su esposa, al ver llegar a alguien como yo y que se siente a la mesa a comer? -¡Bueno! Probablemente, sí, -le contestó el rico-. … Pero sé que valdrá la pena. -¿Por qué? -Tengo interés en que ella vea con sus propios ojos, en lo que finalmente se convierte un hombre que no bebe, no fuma, no juega, no se droga, no baila, ni sale con prostitutas…

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La Plegaria de Samuel

Samuel proyectó aprovechar lo máximo posible las vacaciones, veraneando junto con su familia en alguna playa, y por tanto, buscó alquilar un sencillo apartamento en uno de los conocidos balneario de la costa. Claro que aquellas no eran acomodaciones muy caras, porque lógicamente él no era hombre de estar haciendo derroches con la plata; pero el local en sí era bastante confortable. Una vez que él y su familia se encontraban acomodados en el lugar, en una de esas lindas mañanas de calor, cuando todos ellos estaban reunidas para aprovechar el asueto esparcidos entre las dunas y el arenal, de repente surgió una gran ola que cubrió parte de la playa y termina Chispas de Risa

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por llevarse junto al menor de los hijos de Samuel que estaba jugando en la orilla, munido de una palita de plástico para construir castillos de arena. De inmediato, su mujer, sintiéndose consternada con lo ocurrido, le grita desconsolada pidiendo socorro. Al escuchar los gritos desgarrados de su esposa, Samuel, desesperado, saltó como si fuese tocado por un resorte mágico, dejó de jugar al Buraco con sus amigos y corrió atolondradamente hacia la orilla. Al llegar, miró directo al cielo y comenzó a hablar dirigiéndose directamente a Dios con voz entrecortada y balbuceante: -¡Dios mío!... Soy yo…, tu hijo Samuel el que te habla…, no podes hacerme esto a mí... no podes llevarte al nene... En ese momento dejó que las lágrimas le brotasen de sus ojos sin importarse con quienes estuviesen a su alrededor. A seguir, alzó sus dos brazos al cielo como una forma de poder acentuar aun más su plegaria, y expresó gimoteando: -¡Señor! yo siempre he sido un buen judío, he sido observante de nuestra religión, ayuno, cumplo todo lo que se menciona en los libros al pie de la letra… ¡No podes hacerme esto, Dios! Chispas de Risa

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Descubriendo que nada estaba sucediendo con sus invocaciones, mientras lloriqueaba entre dientes, se dejó caer pesadamente de rodillas sobre la arena aun con los brazos en alto, y vuelve a entonar su jaculatoria diciendo: -¡Dios! Te lo pido por favor... Tú sabes que yo voy siempre al Hebraica, a Macabi, que yo colaboro con la comunidad... ¡Por favor, Dios! devuélveme a mi hijo... tráelo de nuevo junto a mi... En ese momento, un orondo relámpago nace y muere en la lejanía rompiendo el horizonte playero, y es seguido por un pavoroso estruendo que silencia a todos los veraneantes... Sin duda que el susto toma cuenta de los presentes, pero sin embargo, para Samuel esa, sin duda una señal de Dios. A seguir, con espanto en sus miradas, todos pudieron presenciar que una nueva ola llega desde el mar... y con ella regresa al niño a la orilla... Samuel ahora llora copiosamente de felicidad porque es testigo del milagro, y porque su amado hijo ha vuelto sano y salvo al ceno de su familia... Entonces, aun con lágrimas en los ojos, vuelve a mirar hacia el cielo, respira profundamente y le dice al Supremo con la voz embargada: -¡Dios!... ¿Y la palita? Chispas de Risa

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El Virus Mogol

Aprovechando la reverberación de optimismo que a veces se despierta en algunos inmaduros trotamundos al querer descubrir lugares de culturas extravagantes, John quiso disfrutar el momento de su vida, y concluyó que esta era la oportunidad de hacer su primer viaje a China. Joven, extrovertido y bohemio, durante su estancia en esos lugares extraños, terminó por convertirse en una persona sexualmente promiscua y, pese a las advertencias preliminares que le habían hecho, él no se preocupó en tomar las debidas precauciones. Pero al retornar un día de su festivo viaje, una semana después de llegar a su casa, en Minnesota, en los Estados Unidos, una mañana se levantó y descubrió que su Chispas de Risa

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pene estaba lleno de verrugas y todo bordado de unas manchas verdes y moradas. Horrorizado por lo que vio y angustiado por la situación, decide inmediatamente ir a ver a un médico. El doctor, quien nunca había visto algo parecido con eso en toda su vida, enseguida le prescribió la realización de algunos estudios, y le ordenó que regresara en tres días por los resultados. John pasó esos días atormentado y preocupado con el espantoso estado de su miembro, pero regresó a la clínica el día determinado y, cuando el médico lo recibe, este hace una mueca de contrariedad y le dice: -¡Le tengo muy malas noticias! Usted está infectado por el virus de Mongolia. -¿Y es muy grave, doctor? –preguntó John con una tremenda cara de pavor. -¡Mire! Es extremadamente raro y poco conocido por aquí… Nosotros casi no sabemos nada sobre él -le respondió el médico, mientras encorvaba las cejas. El muchacho lo miró sumamente asustado, tragó la pelota de saliva que se le había hecho en la garganta, y luego le dice resuelto:

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-Bueno, doctor. Quién sabe si me aplica alguna inyección, alguna pomada… Qué se yo. Pero, por favor, haga algo para curarme. El médico lo miró con ánimo un poco más aliviado, y mientras menea la cabeza en carácter de negativa le dice: -Lo siento, mi amigo, pero para eso no hay cura… Creo que vamos a tener que amputarle el pene. -¡Nooooo! -le grita John, sintiéndose desesperado al recibir la notica, y enseguida le manifiesta: -¡No! ¡No!... Yo quiero una segunda opinión… Al escuchar la proclama, el doctor le sostiene la mirada y le responde de forma irrefutable: -Bueno, respeto su decisión… Usted tiene todo el derecho de hacerlo, pero le aseguro que la amputación es la única solución para su caso Sintiéndose totalmente abatido, John decide viajar a Boston, donde reside un famoso médico chino, yendo a su encuentro con la esperanza de que ese hombre supiese algo más sobre su terrible enfermedad. Una vez en su consultorio, el especialista chino lo examinó con cuidado y proclama con señal de admiración: -¡Oh!... Usted tiene el “Vilus de Mongolia”, muy lala enfelmedad ¡Señol!... ¡Muy lala pol aquí!

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-¡Sí! ¡Sí!... Eso ya lo sé, pero yo quiero saber lo que usted puede hacer para curarme -avisa John, serenamente. -¡Porque el doctor americano quiere amputármelo! – agrega con tono impaciente. El doctor chino se puso a reír mientras se friega las manos con alcohol y mueve la cabeza en desaprobación con la determinación de su colega. Entonces con su voz meliflua le explica: -¡¡Estúpido doctol amelicano!! Ellos siemple quielen opelal pala hacel más plata… ¡Eso no se necesita opelal! – dijo finalmente con un amplio sonriso que terminó por irradiar un poco de confianza en la aflicción de John. -¡Gracias doctor! -exclama sonriente el muchacho. -¿Y el tratamiento de cura, es muy demorado? -luego pregunta ansioso. -¡No!... ¡No!... Usted no se pleocupe –respondió el chino con el semblante serio. -¡¡¡En dos semanas, él se seca y cae solito!!!

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El Valiente Competidor

Un cierto día se estaba por desarrollar una tremenda conmemoración en la mansión de un destacado millonario de la ciudad. Como el clima era agradable, dispusieron que la fiesta se desenvolviera en la espectacular barbacoa que existía junto a una fantástica piscina que había al fondo de los jardines del palacete. Como no podía ser para menos, en el día marcado, acudieron a la fiesta algunos destacados políticos, figuras aristocráticas de la sociedad, algunos industriales y comerciantes de destaque, ciertos oficiales de las fuerzas armadas, unos que otros sagaces intelectuales, otros tantos ricachones igual que el dueño de casa, y una grande parte de reporteros de la comunicación escrita y televisada.

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En fin, la reunión estaba llena de ricos y famosos, y también de quienes viven preocupados en dar evidencia a esos fascinados convivios sociales. Para el evento ser más ameno, el agasajo contaba con el servicio de catering de una especializada y renombrada empresa local, donde se hacía correr suelto sin escatimar porciones, todo de lo mejor que había para comer y beber; además, una agradable orquesta estaba encargada de embalar los convidados entonando alegres melodías. Sin embargo, como suele ocurrir en la mayoría de esos tipos de verbenas, el exceso en la ingestión de alcohol siempre termina por producir algunos efectos singulares en quienes no saben comedirse. No obstante, resulta que el dueño de la casa, que era un hombre muy bromista pero que tenía un temperamento un poco sádico, viendo una plétora de huéspedes explayándose y riéndose desmesuradamente, mucho más por los efectos de la bebida que por la comicidad de las anécdotas que algunos contaban, a cierta altura de los acontecimientos decidió provocarlos, cuando pasó a anunciar de manera altisonante: -¡Miren que regía piscina!... Allí tengo a un cocodrilo gigante y muy hambriento -pero pensando que Chispas de Risa

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ninguno de los convidados se atrevería a impugnar su desafío, los estimula anunciando eufórico: -El que se tire y nade hasta la otra punta, yo le obsequio esta mansión y un millón de dólares. Todos se quedan mirándolo atontados por causa de la provocación, pero nadie tuvo el coraje de tirarse. Enseguida, la prensa que estaba allí invitada, se alerta y se prepara con cámaras en mano para ver quién era el valiente desafiante. No en tanto, para decepción de todos, nadie aceptó el reto. En el ambiente era posible escuchar el cuchicheo atónito de los comensales que se distraían intercambiando miradas estupefactas, Pero justo en ese momento se oye un grito, y todos ven caer al agua a un enorme hombre negro que estaba sirviendo las bebidas. Bajo el estrepitoso aplauso de los presentes que apresuradamente se aglomeran al borde de la piscina, el hombre nadó como un condenado para alcanzar la punta opuesta de aquel rectángulo de dimensiones olímpicas. Cuando al fin llega al otro lado, lo notan salir del agua a gran velocidad, pálido y temblando. En ese momento, todos observan que el reportero Leo se le acerca ágilmente en cuanto va empuñando el micrófono en una de las manos, mientras el cameraman Chispas de Risa

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Leandro va sujetando la filmadora y buscando el mejor ángulo para captar la imagen. Ellos eran dos conocidos periodistas de una afamada emisora de TV que estaban intentando registrar la hazaña con exclusividad. Antes que el hombre lograse recuperar el ritmo normal de su respiración, Leo le dice: -¿Pero qué valiente es usted? -y aguarda unos segundos para que el hombre se recompusiese del jaleo. Luego lo incita a que cuente su epopeya solicitándole: -¿Podría decir algunas palabras a la cámara y contarnos algo sobre su bravura? -¡Sí! -le responde el negro con entonación furiosa. -¡Cabrones!... ¡Me cago en la madre del que me empujó!

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Aclaraciones del Catecismo

Pedro era un niño muy inquieto, travieso, vivaracho, con un temperamento endemoniado en el verdadero sentido retórico de la palabra. O sea, para muchos, el niño era un chiquillo normal y algo indócil para sus cortos años de vida, pero no para su madre. Llegado el momento oportuno, sus padres pensaron que si él realizase la primera comunión, al ser catequizado con la doctrina cristiana, seguramente su personalidad luego comenzaría a mudar y pronto se convertiría en una criatura más dócil y obediente. Siendo así, un cierto día su madre fue a la parroquia y anotó a Pedrito en el curso de preparación doctrinaria que pronto se iniciaría, momento en que ella dirigió Chispas de Risa

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recomendaciones expresas al sacerdote, para que los enseñamientos de la religión le inculcasen en Pedrito el comportamiento disciplinado que ellos anhelaban. Las clases de catecismo eran ministradas dos veces a la semana, y mientras los chiquilines estaban haciendo el cursillo de instrucción, Pedrito demostraba atención y disposición en la sala, pero, al salir del recinto, siempre tenía la iniciativa de contar una anécdota sobre la teoría que fuera profesada anteriormente por el dedicado diácono que conducía las aulas. Fue así que en determinado momento, con su picardía de siempre, reunió a los otros chicos y les preguntó irónico: -¿Ustedes saben el porqué de la posición de las piernas de Jesucristo en la cruz? -¡Ah!, fue por esto, por aquello… -comenzaron a responderle los otros, alegando disposiciones diferentes. -¡Nada que ver! -les dijo-. Las tiene así, porque después que le clavaron las manos, -apuntó con el ceño fruncido- …parece que el tercer clavo se lo iban a meter en el medio de las bolas… Entonces fue cuando Jesucristo les dijo: -¡No! ¡En las bolas no!, y cruzó las piernas ligerito… Chispas de Risa

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Así iba la cosa cada vez que terminaban las reuniones, hasta que un cierto día, Pedrito le vuelve a preguntar a sus nuevos amigos: -¿Ustedes saben porque Jesús siempre aparece sólo en los retratos? -¡Bueno! Fue por causa de esto… por causa de aquello… –comenzaros a justificar los otros niños. -¡Nada que ver! -aseveró Pedrito- Lo que pasó, es que cuando Jesús fue crucificado, ve que cerca de él están todos reunidos, observándolo con dolor y algo de miedo. Entonces Jesús mira la multitud y les dice altísono: -¡Pueblo de Israel! acercaos a mí… -En aquel momento nadie se aproximó, nadie acude a su llamado… -afirmó Pedrito. -Por tanto, Jesús vuelve a decirles con entonación pomposa: -¡Romanos!, acercaos a mí… -Pero resulta que todos se quedan quietos, nadie va… -Nuevamente el Mesías decide expresar: -¡Fariseos!, acercaos a mi… -Otra vez, nadie da un paso, nadie sale de su lugar… -Nuevamente Jesucristo los mira y les expone de forma suplicante: -¡Mis fieles discípulos!, acercaos a mi… Chispas de Risa

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-Nuevamente nadie mueve un músculo siquiera… Todos permanecen inmóviles… -Entonces otra vez se escucha que Jesús les apunta en tono quejoso: -¡Todo el que quiera!, acercaos a mí… -Pero otra vez nadie acude a su suplica… nadie se mueve… -Así pues, viendo la ingratitud de todos, Jesús, ya sintiéndose derrotado por la negativa y el abandono de las personas, echa con un golpe brusco su cabeza hacia atrás, y les expresa con resignación: -¡Bueno!... Yo les avisé… Ustedes se lo perdieron, y a partir de ahora seré yo sólo quien salga en la estampita…

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El Secreto del Cofre

Cuentan que en Chicago, una vez existió un famoso mafioso que llegó a ser un ampón muy temido y brutal, y quien dominaba completamente las redes del submundo donde operaba. Todos lo llamaban de Dick “Mandíbula de Piedra”. Pero así como era de violento y sanguinario, de igual forma este hombre era muy corto de discernimiento y lucidez para comprender ciertas cosas que a veces transcurrían a su alrededor. Describen que un cierto día, Dick, ya bastante malhumorado por causa de las circunstancias de su nebuloso negocio, fue hasta la casa de su contador. Este era un individuo que él mismo había escogido para desempeñar tan delicada función, por ser mudo y sólo hablar por señas, algo que para sus confusos negocios Chispas de Risa

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significaba una garantía a más para driblar posibles problemas con la ley, ya que entendía que una persona con ese tipo de deficiencia, cuando fuese necesario, a duras penas lo delataría. Una vez que llegó a la casa del contador, Dick decidió intimarlo y reclamarle en cual lugar había escondido los 2 millones de dólares que eran fruto de su último robo. Como el contador era mudo y sólo hablaba por señas, moviendo los dedos le da a entender alguna cosa que Dick no alcanza a comprender. Esta situación termina por irritarlo, al punto de perder las estriberas y gritarle furioso: -¿Dónde están mis dos millones?... Si no me los das… ¡Te juro que te mato! ¿Me oís? ¡¡¡Te mato!!! El contador, al ver su jefe tan furioso e incontrolado, también se pone nervioso, y con ojos desorbitados le hace, desesperado, nuevos señales con los dedos. Pero resulta que Dick no entiende las indicaciones de su contador, y en cierto momento le grita exasperado: -¡Mañana vengo con mi abogado!... Él entiende bien como es que hablan ustedes… Así que si voz no le dices a él adonde está mi dinero… ¡Yo te mato! ¿Entendiste? -y se va. Chispas de Risa

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Al otro día, conforme prometido, cuando Dick llega en la casa de su contador junto con su abogado, se repite la misma escena del día anterior, y sin perder tiempo, Dick saca su pistola, le apunta a la cabeza, y furioso le pregunta al contador: -¡Entonces!... ¿Donde están mis dos millones? El contador, otra vez por medio de señales exasperadas, le responde: -Están guardados en mi casa. Rápidamente el abogado traduce la frase para Dick indicándole: -¡Él dice que no sabe de lo que estás hablando! Dick comenzó a blandir su pistola, y bajo la eminente amenaza, el contador, más que ligero le indica con sus dedos: -Están dentro de una caja secreta que hay detrás del cuadro de mi familia. El abogado miró a su jefe y, con una mueca de mortificación, le expresa: -Él dice que no te va a dar nada. A continuación se desarrolla un tira y afloja entre Dick y su contador, lo que llenó el ambiente de empujones, trompadas y bofetones. En ese instante y

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temiendo por su vida, el contador menea apresuradamente sus manos demostrando estar diciendo: -La clave de la caja fuerte es 426598. El mafioso, que ya estaba sumamente exasperado por las contestaciones inocuas de su contador, y las que estaban siendo traducidas por intermedio de su abogado, vuelve a hacer mira con su arma pronto para dispararle en la cabeza, cuando de repente escucha al abogado que le dice calmamente: -Este hijo de puta… Acaba de decir que tú no tienes suficientes cojones para dispararle…

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Una Dolorosa Experiencia

Les habían contado que la isla de Papúa, en Nueva Guinea, era un lugar formidable para cazar animales exóticos, y por ello, una vez tres amigos decidieron planear sus próximas vacaciones con el propósito de realizar una casería salvaje por aquellas planicies. Llegado el momento, los tres marcharon radiantes y contentos de poder consumar su pretensión, e ignorando los peligros que a veces asechan esa región inhóspita, mismo habiendo sido avisados con antecedencia sobre los cuidados que ellos deberían tener con la famosa tribu de los Korowai. Una vez allende, y para su infelicidad, resulta que una mañana los tres amigos terminan por perderse en la

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densa jungla, hasta que finalmente fueron encontrados y capturados por la tribu de los Kolufos, los salvajes caníbales que por allí habitan, y los que tienen por costumbre cocinar la carne humana igual que la de cerdo, envuelta en hojas de plátano y bajo una pila de piedras calientes que hacen de horno. En todo caso, cuentan que del ser humano se comen todo, excepto los huesos, las uñas... y el pene. En fin, una vez cautivos, los rehenes fueron conducidos frente al rey de la horda, quien menciona a los desalentados prisioneros que su tribu no es tan cruel con sus cautivos como todos piensan que son, y que existía una ordenanza que les concedía una chance para que ellos tuviesen la oportunidad de salvar sus vidas. Al momento los hombres se miraron sorprendidos medio que de soslayo, mientras divagan mentalmente si podrán contar con la suerte para poder salvar su piel. Fue cuando el jefe de los caníbales les explicó que si ellos lograban pasar por una prueba compuesta de dos etapas y saliesen vencedores del desafío, preservarían la vida y serían libertados nuevamente. -¡Sí! ¡Sí!, aceptamos el reto -responden los tres. -¿Cómo es la prueba? -cuestionan de inmediato.

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Con voz encumbrada, el soberano anuncia que la primera parte de la prueba consistía en volver a la selva, y que cada uno por su lado debería conseguir diez unidades de una misma fruta, y traerlas enseguida para la aldea. -¡Ah!... Eso es fácil -pensaron los tres, riéndose al sentir indolencia por simplicidad de la tarea a cumplir. Entonces, cada uno de ellos salió por caminos diferentes y tomó distintas sendas de la selva, con la intención de conseguir encontrar rápidamente las frutas. Al poco rato, el primer hombre regresó contento con las frutas entre sus manos y le dijo al rey: -¡Mire! Yo traje 10 manzanas… El rey soltó un amplio sonriso y enseguida le explicó la segunda parte de la prueba diciéndole: -Ahora tienes que metértelas una por una entre las nalgas, pero sin realizar cualquier expresión con la cara, o soltar algún sonido. De lo contrario, -avisó- nosotros te matamos y te comemos. El hombre quiso esbozar una reacción de defensa, pero al ver todos los indígenas apuntando con sus lanzas hacia él, se colocó en posición ortodoxa y comenzó. La primera manzana entró, pero en la segunda, el hombre se retorció de dolor y soltó un gemido, por lo que inmediatamente lo mataron. Chispas de Risa

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Pasado algún tiempo, el segundo hombre llegó a la aldea y le mostró al rey sus diez preciosas y suculentas cerezas. Sin perder tiempo, al igual como lo había hecho con el anterior de sus compañeros, el rey le explicó la segunda parte de la prueba. De inmediato los caníbales lo rodearon con sus lanzas y aguardaron por la ejecución del ritual. El hombre pensó que, considerando el tamaño exiguo de las frutas, esa sería una tarea fácil de cumplir, y entonces empezó: 1...2...3...4...5...6...7...8... Pero justo al llegar a la novena cereza, soltó una sonora carcajada y lo mataron. Un rato después, el primer hombre y el segundo se encontraron en el cielo. Entonces, el que había muerto primero, le preguntó aprensivo: -¿Pero, por qué soltaste la carcajada, si ya casi lo habías logrado? El segundo hombre lo miró pesaroso, y le contesta decepcionado: -¡Es que yo no pude soportarlo!, porque cuando vi a Manuel llegando con las 10 ananás… ¡No me aguanté!

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La Sorpresiva Confidencia

Cuentan que en un conocido pueblito de interior, existieron dos exaltados enamorados, y que el afecto que ambos sentían el uno por el otro les permitía componer una pareja ideal, romántica, apasionada, que irradiaba ciclópeos torrentes de ternura y cariño a su alrededor. Al verlos pasear de manos dadas, a su alrededor todos cuchicheaba en voz baja diciendo: -¡Estos dos!, así que puedan… ¡Se casan! Por lo tanto, luego ellos no midieron esfuerzos para preparar los bártulos y reunir su ajuar. El tiempo de su noviazgo sucedió vertiginoso, y finalmente Juanita y Cacho ya estaban por comprometerse en matrimonio, pero antes que ella aceptara la propuesta, pensó que sería más prudente confesarle a su novio que

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debido a una desagradable enfermedad de infancia, sus senos no se habían desarrollado normalmente. Así que, finalmente Juanita se ungió de intrepidez y un día le confesó: -¡Cacho! ¡Mi amor!... Yo debo confesarte que por motivos de una indisposición en mi juventud, mis senos son postizos, pues debido a mi alifafe ellos me habían quedado de tamaño equivalente a los de una niña de doce años. Cacho la miró un poco receloso por el secreto manifestado tardíamente, pero enseguida le respondió: -No te preocupes, mi corazón, porque el amor que yo siento por ti, está por encima de cualquier percance que te haya ocurrido… ¿Imagina si una cosa así sería capaz de emascular mis sentimientos? Sin embargo -pensó él- ya que estaban en el tema de descubrirse entre ellos las confidencias de sus secretos, especuló que la oportunidad también era propicia para que él también le contase el misterioso enigma que abrigaba silenciosamente durante muchos años. Así pues, en cierto momento, Cacho tomó cándidamente las manos de Juanita, la miró a los ojos, y con voz dulce le explicó:

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-¡Mi dulce corazón! Yo también tengo que confesarte mi secreto… -¡Oh!... ¿Tú también tienes un secreto? ¡Mi amor! -interfirió extrañada. -¿Qué incógnita tú eres capaz de esconder de mi, que fuese capaz de ahogar el fuego que arde en mi corazón? -preguntó Juanita a seguir, acompañando su curiosidad con un perdurable parpadear y los cachetes al rojo vivo. Cacho respiró hondo y por fin le dijo: -¡Mi amor!, yo tengo que condesarte que tengo el pene del tamaño de un niño recién nacido... Espero que esto no sea problema entre nosotros. Ella apartó sus brazos de él, dejó extender una leve sonrisa en sus labios, dio un profundo suspiro de melancolía, y finalmente le contestó: -¡Querido! Yo creo que el tamaño de tu pene no será ningún problema entre nosotros, porque yo te amo tanto, que buscaría la manera de solucionar ese tan “pequeño” inconveniente que tú tienes. Los meses pasaron muy de prisa, distraídos que estaban en los preparativos del casorio, y cuando finalmente acabó la fiesta de casamiento, no veían la hora

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de llegar de una vez al sitio donde irían pasar su luna de miel. Una vez instalados en el dormitorio, enseguida comenzaron con los besuqueos, manoseos y caricias. De repente, cuando Juanita introdujo la mano dentro de los calzoncillos de Cacho, ella dio un salto hacia atrás y soltó un grito de espanto ensordecedor, y de inmediato salió corriendo de la habitación. Sin perder tiempo, Cacho salió en su persecución y, alcanzándola, luego le preguntó que le había pasado para demostrar una intransigencia como esa. Ella, sollozando y con las manos cubriéndose el rostro, le contestó: -¡Tú me mentiste!... Me dijiste que tenías el pene del tamaño de un niño recién nacido. Cacho la abrazó cariñosamente, tosió de leve como para recomponer la voz, y le respondió con una mirada matrera: -¡Pero yo te dije la verdad, mi amor!... Lo tengo del tamaño de un recién nacido… Fíjate que él pesa tres kilos, y mide 48 centímetros de largo…

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El Pusilánime

Había una pareja de viejitos que encontraba mirando una película en la televisión, y como la trama del film tenía un poco de contubernios de amor explícito, las imágenes y perfiles que veían en la tela chica luego terminó por desatar los distantes recuerdos de un pasado amoroso y sicalíptico entre los dos. Allí sentados en el sofá, mientras palabras van palabras vienen, las picantes imágenes les va impulsando la adrenalina y enardeciendo la sangre, hasta que de repente la anciana le expresa de lo más campante a su marido: -¡Viejo!... ¡Hoy querría tener una sección de sexo como lo hacíamos antiguamente!

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-¡Entonces, pienso que es mejor que vaya a la farmacia y compre un viagra! -le contestó el marido de forma eufórica, ya manifestándose animado con la impetuosa propuesta de su mujer. Más rápido que un rayo, el hombre salió puerta afuera, y cuando finalmente entró en la botica, le expone con regocijo al farmacéutico que lo atiende: -Quiero llevar una caja de viagra… El tipo lo miró con cara de pocos amigos, y enseguida le pregunta: ¿Usted trajo la receta? -¡No, hombre! -le contestó el viejito- ¡Pero traje al enfermo!... ¿No sirve? El farmacéutico volvió a mirarlo con desdén y enseguida le larga una carcajada. Pero la cosa es que, no sin antes discutir un poco, el tipo le vende la mágica pastillita azul, y el anciano se marcha contento a su casa. Cuando el viejo llegó, luego se frotó las manos en señal de felicidad y se tomó la pastilla. Sin perder tiempo, se metió en la cama, listo para la acción. En esos entre mentes, mientras la viejita se estaba arreglando dentro del baño, el hombre empieza a sentir Chispas de Risa

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calor, mucho calor… Así que al notar la erección, comienza a gritar con su mujer: -¡¡¡Viejaaaa!!!

Dale,

que

ya

está

firme…

¡¡¡Apúrate!!! -¿Ya estoy yendo, viejo? -le responde ella. -¡Sí! ¡Sí!... Apúrate nomas… -¿¿¿Está ahí, todavía??? -ella vuelve a preguntar con una voz júbilo minutos después. -¡¡Dale!! -le grita el hombre- Dale, que todavía está… Todavía está… -mientras mira abismado su trabuco armado debajo de las sábanas. Nuevamente resuena en la habitación la voz de la esposa diciendo: -Sí, sí, ya voy ligerito, viejo… ¡¡Esperame!! Como no oye respuesta, ella vuelve a preguntar, ansiosa: -¡Todavía está!... ¿Ya estás listo, viejo? -¡¡¡¡¡¡¡¡Siiiiiiiiiiiiiii!!!!!!!! -¡¡Que te apures, te digo!! -le gritó el hombre, iracundo. En eso, ella al fin abre la puerta del baño y se aparece toda ataviada con un tremendo vestuario erótico, poniéndose a hacer poses sensuales con destemplanza de ánimo, loca para hacer sexo. Chispas de Risa

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Cuando finalmente ella se metió en la cama, siente que el viejo la tenia blanda, y con un semblante lánguido en la cara, le dice al marido: -¿¿¿Que paso??? El viejito la miró con una cara apática, dio un profundo suspiro, y por fin le responde: -¡¡Nada vieja!!... Probablemente, te reconoció…

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Las Aventuras de Súperman

Esa noche Superman se sentía un poco aburrido, y pensó que tal vez era un buen momento para soltar alguna cana al aire, llegando a considerar si esa no era la ocasión correcta para salir a divertirse un rato junto con sus súper amigos. Ya embalado con la idea, buscó por el aparato que ellos usan para comunicarse, y enseguida llamó a Batman para preguntarle si este quería ir hasta algún club para encontrarse con algunas señoritas simpáticas. Pero no tuvo suerte, porque Batman le explicó que Robin estaba algo enfermo, y por tal motivo él tendría que quedarse en casa para cuidarlo. Aceptó la disculpa, pero se concibió un poco defraudado con la noticia.

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Entonces Superman intentó llamar al Hombre Araña, para ver si este quería salir con él para tomarse unas cervezas y charlar un rato; pero el Hombre Araña le pidió disculpas y le dijo que ya tenía una cita marcada con Gatúbela. Sin perder las esperanzas, a seguir llamó a The Flach, invitándolo a encontrarse con él en un Pub para tomar unos tragos juntos y divertirse un rato. Este también se disculpó, y justificó su negativa alegando que ya tenía otro compromiso marcado para esa misma noche. Superman se sintió un poco desilusionado con su mala suerte, pero luego intentó comunicarse con Iron Man, pero resulta que la llamada caía en el contestador de voz, sin que nadie atendiese el teléfono. –Este tampoco debe estar en casa -pensó. Por un momento recapacitó si no valdría la pena convidar al Increíble Hulk para salir con él, pero luego declinó de la idea, al juzgar que probablemente esa no era una buena idea; porque a este tipo -se dijo- algunas veces la bebida le cae mal y termina por romper todo. -¡Tal vez pueda invitar a Elektra! -especuló en cierto momento, pero enseguida recordó que los instintos asesinos de ella no le caían bien, y terminó por abandonar la idea. Chispas de Risa

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-¿Quién sabe, convido a Silver Surfer y los 4 fantásticos?

-consideró

a

acierta

altura

de

los

acontecimientos, pero luego recordó que no tenía su nuevo número de contacto anotado en su agenda. El tiempo pasaba y él se sentía cada vez más descorazonado con su frustrada tentativa, pero aun así, resolvió recorrer las hojas de su libreta y buscó llamar al Hombre Elástico, a Catwoman, a X-Man, al Capitán Trueno, al Fantasma, a

Hellboy…

¡Nada! Corrió toda la lista de súper héroes y lo único que oía, eran disculpas y justificativas para postergar la salida para cualquier otra noche. Como último recurso, Superman decidió volar hasta el departamento de la Mujer Maravilla para ver si ella estaba libre. Cuando aterrizó en su balcón, pronto vio que ella estaba desnuda en la cama, boca arriba y con las piernas abiertas… La escena que estaba viendo lo incitó sexualmente, y Superman pensó para sí: -Yo soy más rápido que una bala, por tanto, podría muy bien estar allí, hacerle el amor, y salir antes que ella sepa lo qué está pasando...

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Entonces, Superman entró, hizo su súper-acto en una fracción de segundos y se marchó muy contento…. Entretanto, en la cama, cuando él se fue, la Mujer Maravilla pregunta desconfiada: -¿Vos escuchaste algo? -¡No!... ¡Nada! -le dijo el Hombre Invisible. -¡Pero me están ardiendo las nalgas!..

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El Abogado Samaritano

Una tarde primaveral de descortinaba entre el bucólico paisaje de la carretera, mientras un famoso y acaudalado abogado iba siendo guiado por su chofer en su regia limusina negra. Al llegar a cierto trecho del camino, se sorprendió al ver a dos humildes y pordioseros hombres que estaban sentados a orillas de la vía, comiendo pasto. Preocupado, de inmediato ordenó a su chofer que detuviese el coche y volviese hasta el punto donde los indigentes se encontraban sentados. Una vez allí, se bajó a investigar el hecho que había conseguido atrapar su pensamiento. Con pasos firmes se aproximó hasta donde se encontraban ellos y, escogiendo al azar para realizar su

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pregunta, cuestionó al que él consideraba como el más menesteroso, diciéndole: -¿Por qué está comiendo pasto, muchacho? El indigente alza la vista para mirarlo cubriéndose los ojos con la palma de la mano para evitar la incidencia de los rayos del sol sobre sus ojos, y le responde con inflexión entristecida: -Es que no tenemos dinero para comida ¡Señor! Por eso tenemos que comer pasto… El abogado los miró, meneó la cabeza en señal de desaprobación

por

verlos

realizar

ese

trance

tan

irremediable, y les apunta: -¡Bueno! No se preocupen… Entonces vengan a mi casa y yo los alimentaré. En ese momento, el tipo que estaba agachado y cabizbajo con los brazos apoyados sobre sus rodillas, se disculpa explicándole: -¡Gracias, don!... Pero yo tengo esposa y dos pequeños andrajosos conmigo. -¿Y a donde ellos están? -inquiere el defensor de las leyes. -¡Allí, mire! Están allí, debajo de aquel árbol -dijo el hombre, señalando con su brazo en la dirección de un solitario algarrobo. Chispas de Risa

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-¡No hay problema! -expresó el abogado en tono determinante- Que ellos vengan también… -ordenó. Mientras el pordiosero se levanta y emprende una atropellada carrera para buscar a su familia, el hombre vuelve su rostro hacia el otro pobre necesitado y dictamina: -¡Usted también!... Levántese y véngase, mi amigo. Como el pordiosero estaba al tanto de la propuesta, sin perder tiempo le explica con voz lastimosa: -¡Pero, señor! Yo tampoco estoy solo… también tengo esposa y más seis vástagos conmigo. -¿Y cuál es el problema? Que vengan ellos también –prescribió

el

abogado,

sin

demostrar

señal

de

contrariedad en sus palabras. Algunos minutos después, todos entraron como pudieron en el enorme y lujoso automóvil, algo que no fue fácil, aun tratándose de un vehículo tan grande como lo es una limusina. Una vez en el camino, mientras el coche se deslizaba silencioso por la carretera, uno de los pobres indigentes que sujetaba la gorra entre sus manos y estrujándola nerviosamente entre sus dedos, miró al abogado y le dice remilgadamente:

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-¡Señor! Se ve que usted es una persona muy caritativa y de alma benefactora… Yo sólo puedo decirle gracias por llevarnos a todos con usted… El abogado lo encara sin mover un músculo de sus facciones, y le contesta: -¡No, hombre! ¡No tenga pena! Yo estoy feliz de hacerlo… Van a ver que les va a encantar mi casa. -¿Ella es muy cómoda?... ¡Señor! -No tanto… ¡Pero el pasto está como de metro y medio de alto! Moraleja: Cuando creas que un abogado te está ayudando… ¡Piénsalo dos veces!

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Visita a la Fiscalía

Policarpo poseía un pequeño establecimiento de compra y venta de artículos de segunda mano, con el cual tiraba el menguado sustento de su familia. En otras épocas sus rendimientos habían sido mejores, pero en el presente, y debido a las arduas condiciones de la economía del país, los negocios se estaban poniendo cada día más difíciles. Pero resulta que un determinado día, el hombre recibió una correspondencia en la que constaba una exhortación para comparecer a las oficinas de Ministerio de Hacienda, a fin de responder a una investigación fiscal sobre el progreso de sus negocios y la situación de los impuestos.

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Asustado y sin saber qué hacer, concluyó que sería más oportuno consultar a su contador, y preguntarle cómo debía comportarse frente a los investigadores, así como enterarse cuál era la indumentaria correcta que él debería vestir en la audiencia. -Creo que deberías usar harapos, para que ellos piensen que estás en la ruina -replicó su tenedor de libros con un acento apático. Policarpo se concibió inconformado con la sugestión de su contador, y creyó que tal vez era adecuado preguntarle lo mismo a su abogado. Cuando le contó sobre la intimación recibida y le profirió a éste su duda, el experto jurista le respondió exactamente lo contrario: -¡Policarpo! No dejes que ellos te intimiden… Debes usar tu mejor traje y la corbata más elegante que tengas. Una buena presencia personal te dará credibilidad y te ayudará a entablar una relación más amistosa con el inspector. Confundido con la anfibología de las respuestas, el hombre decide sonsacar la opinión de su mujer. Al llegar a su casa, la pone al tanto del asunto y de los dos consejos opuestos que había recibido.

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Finalmente pide su dictamen femenino sobre cuál era la vestimenta más correcta para utilizar en esa ocasión. -Déjame contarte una historia que te ayudará a emitir tu propia sentencia -expone su señora con excitación en su voz. -Cuando estaba a punto de casarme con vos, le pregunté a mi madre qué ropa debería ponerme la noche de bodas y ella me dijo: -Ponte un camisón que no sea trasparente y que te llegue hasta el cuello…, eso hará que él te respete. -Pero cuando resolví consultar a mi mejor amiga y saber su veredicto, le hice la misma pregunta y ella me dio un consejo totalmente opuesto… -Ponete un body negro, cola less, bien transparente y con un escote que te llegue hasta el ombligo… Eso hará que te desee y afianzará aun más el amor que él siente por ti –me aconsejó toda sonriente y maliciosa. El hombre la miró aturdido y enseguida protestó: -Pero, mi amor… ¿Qué tiene que ver eso, con mis impuestos y la investigación? -¡Nada! Pues definitivamente no importa cómo te vistas, al final, ellos te van a coger igual.

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La Monjita Friolenta

Cuentan que cierta vez, un cura y una monja regresaban hacia el convento atravesando un lugar yermo y deshabitado. Al percatarse que prontamente se les haría la noche, repararon que había una cabaña en medio del camino y decidieron entrar para pernoctar y proseguir el viaje al siguiente día. El padre y la monja entraron y, para su sorpresa, no había ningún morador en el lugar, pero al ingresar en la cabaña, también vieron que había unos parcos muebles y apenas una cama de pareja. Después de algunos segundos de un silencio impreciso, el padre reacciona, e indica con voz tajante: Chispas de Risa

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-¡Hermana! Usted puede dormir en la cama, que yo duermo aquí abajo, en el piso. Y así lo hicieron. Mientras tanto, en medio de la madrugada se escucha la voz de la hermana despertando al sacerdote: -¡Padre!... ¿Usted está despierto? El padre, que ya estaba medio dormido, le responde: -¡Ahhhh!, hermana… ¿Diga, que fue? -Mmmm… Es que estoy con frío. ¿Usted puede ir a buscarme una cobija? -Sí, hermana… ¡con seguridad! -le respondió el cura. El padre se levantó, fue a buscar una cobija en el armario, volvió y cubrió a la hermana con mucha ternura. Una hora después, la hermana despierta nuevamente al padre indicándole: -¡Padre!... ¿Usted todavía está despierto? -Mmmm… ¿Qué pasó, hermana?... ¿Qué sucede ahora? -Es que aún estoy con mucho frío… ¿Puede darme otra cobija? -¡Seguro que sí, hermana! -respondió el cura, con educación aunque mortificado. Chispas de Risa

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Una vez más el padre se levantó y fue hasta el armario, lleno de amor y buena voluntad para atender el pedido de la hermana. Otra hora pasó, y una vez más la hermana llamó al padre: -¡Padre!... ¿El señor sigue despierto? -¡Sí, hermana!... ¿Qué es lo que necesitas ahora? -Es que no he podido dormir ni un segundo… ¡Sigo con mucho frío! Finalmente, ya entendiendo las intenciones de la hermana, entonces el cura le dice: -Hermana, estamos aquí los dos solos… ¿Cierto? -¡Cierto! -le contesta la hermana. -Lo que ocurre aquí, y lo que deba de ocurrir, sólo nosotros dos lo sabremos y nadie más… ¿Cierto? -¡Cierto! Padre… -Entonces, yo tengo una sugerencia... ¿Qué tal si fingimos ser marido y mujer? En la oscuridad de la noche no se advirtieron las líneas de júbilo que se dibujaron en el rostro de la hermana, ya que este se le llenó de alegría, y, desde la cama ella le dice feliz de sí: -¡¡¡¡SÍ!!!! ¡¡¡¡SÍ!!!! Padre… Como usted lo desee…

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En ese momento el padre cambia el tono remilgado de su voz, y finalmente le grita: -¡Coño! Entonces déjate de joder y anda tú misma a buscar las cobijas… ¡Y no me jooooodas más!

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La Piadosa Abuela

-¿Por qué, tanta alegría? –le preguntó la mujer, cuando la anciana amiga llegó de visita a su casa. -Es que hoy tuve una experiencia religiosa increíble -confesó ella con un sello de felicidad estampado en su marchitado semblante. -¿Por acaso pasaste por la iglesia? -indagó la otra, sin pretender darle mucha importancia al asunto. Cuando finalmente la vieja señora se acomodó en el sofá, dijo: -¡No! Fui a la librería cristiana, y allí encontré una calcomanía para el auto que decía: “TOCA LA BOCINA SI AMAS A DIOS” -declaró la viejita, a lo que añadió:

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-Dado que había tenido un día muy malo, decidí comprarla y pegarla en el parachoques del coche… La amiga hizo una mueca con los labios, sin alcanzar a comprender el motivo de tanta alegría por una simple calcomanía. Pero no le dijo nada. Valiéndose del silencio de su amiga, ella prosiguió cadenciosamente con su relato. -Al salir conduciendo por la alameda, llegué a un cruce de dos avenidas que se notaba estar muy complicado, con muchos vehículos. La temperatura exterior aun era de 30 grados y ya era la hora de la salida de las oficinas -fue relatando la vuela-. Como vi que la luz del semáforo estaba roja, me quedé parada en la travesía, pensando en el Señor y en todas las cosas buenas que me ha dado en la vida... Al mencionar ese punto, emitió un leve suspiro, y continuó hablando con parsimonia: -No me di cuenta que la luz del señalero se había puesto en verde, pero en ese momento descubrí que muchas otras personas también aman al Señor, porque inmediatamente comenzaron a sonar las bocinas... ¡Fue maravilloso! Mientras ella proseguía con su relato, la amiga la miró de forma irreflexiva y enarcó las cejas en una clara Chispas de Risa

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señal de discordancia con la recitación que escuchaba. Pero continuó callada escuchando el relato. -La persona que estaba detrás de mi auto era sin duda muy religiosa -volvió a manifestar la viejita-, ya que tocaba la bocina sin parar y me gritaba: ¡¡¡Dale… por el amor de Dios!!!... Y me pareció que dirigidos por él, todos comenzaron a hacer sonar sus bocinas. -¡Claro! -exclamó la abuela-. Yo les sonreí, y aproveché para saludarlos con la mano a través de la ventanilla abierta, concibiéndome totalmente emocionada. Enseguida vi que un otro muchacho me saludaba de una manera muy particular levantando únicamente el dedo medio de la mano. Entonces le tuve que preguntar a Benito, mi nietito, que estaba junto conmigo, que era lo qué quería decir ese saludo. -Él me contestó que era “un saludo hawaiano” de buena suerte. Entonces yo saqué mi mano por la ventana y saludé a todos de la misma manera. Mi nieto se doblaba de la risa, supongo que era por la bella experiencia Religiosa que estaba viviendo. -En ese momento vi que dos hombres de un auto cercano se bajaron y comenzaron a caminar hacia mi coche, creo que para rezar conmigo o para preguntarme a qué templo voy, pero en ese momento fue cuando vi que la Chispas de Risa

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luz estaba verde. Entonces, volví a saludar a todos mis hermanos y hermanas y pasé el semáforo. -Después de cruzar la avenida, noté que el único auto que había podido pasar, era el mío, ya que la luz volvió a ponerse en rojo, y en ese instante me sentí triste de tener que dejarlos allí después de todo el amor que habíamos compartido. -Por lo tanto, paré el coche, me bajé, y volví saludar a todos por última vez con el mismo saludo hawaiano que aprendí, y me fui rogando a Dios por el bienestar de todos esos buenos hombres y mujeres que conocí.

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La Peregrinación

Cierto día la señora Silva iba distraída caminando por la calle, cuando de pronto se cruzó con el cura Anselmo, un viejo capellán que en otros tiempos había ejercido los Santos Oficios en la iglesia de su barrio. Cuando el sacerdote la vio, detuvo su marcha y la saludó cordialmente, diciendo: -¡Muy buenos días! Si no estoy engañado, usted es la señora Silva… Creo que uno de los últimos sacramentos de bodas que oficié en la iglesia de San Martiniano, fueron los de su matrimonio. ¿Es verdad? -¡Si, padre Anselmo! Efectivamente soy yo… ¿Qué buena memoria usted tiene? Ya se pasaron tres años, y

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usted todavía se recuerda -respondió la mujer, llevándose la mano a la boca para esconder su asombro. -¿Qué me cuenta de su nueva vida, señora?... ¿Ya han tenido niños? -indagó el sacerdote, de pura curiosidad. Ella lo miró absorta con el improviso de la pregunta, y le respondió poniendo cara de circunstancia: -¡Oh, padre! Lamentablemente, aún no hemos conseguido encargar un bebé para alegrar nuestro hogar… Dios todavía no nos ha regalado el fruto de nuestro amor. -¡Qué pena! -expresó el sacerdote-. En todo caso, le recomiendo que su esposo haga pronto una peregrinación recorriendo la ruta del Camino de Compostela por la vía Madrileña… -recomendó el cura-. Todos los fieles dicen que es muy eficaz, pero su esposo tiene que iniciar el recorrido en Madrid, e ir a pie hasta la ciudad de Sahagún, en León… Creo que todo el trayecto es de unos 699 km… Finalmente, cuando llegar, él debe encender una vela en el altar donde se veneran las reliquias del apóstol Santiago el Mayor… ¡Luego ustedes verán como Dios los irá agraciar con un lindo pimpollo! -¡Ay, padre! –exclamó la señora sintiéndose súper feliz- Se lo voy a proponer a mi esposo… ¡Muchas gracias por su consejo! No se imagina que contenta me siento ahora con su sugerencia. Chispas de Risa

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Luego del intercambio de algunas palabras más, terminan por despedirse educadamente y ambos retomaron nuevamente sus caminos. El tiempo pasó, y diez años después el acaso permitió que el sacerdote y la señora se encontrasen nuevamente. Pero cuando éste la ve embarazada, abre una sonrisa en su rostro y le dice: -¡Buenos días, señora Silva! Por la dimensión de su silueta, me imagino la felicidad de su matrimonio… ¡Por lo visto, ya tienen niños!... O están a camino de tener. -¿Cómo se encuentra usted ahora? -enmendó el cura. -Oh! Gracias a Dios, muy bien, padre -expresó la señora, mientras se acariciaba delicadamente el volumen de su vientre. No en tanto, ella nota que el padre Anselmo estira aun más sus labios para ensanchar la sonrisa, y pregunta: -Pero dígame… ¿Han tenido niños ya? -¡Sí! ¡Sí!, padre, fuera este que está a camino, ya tenemos dos pares de mellizos y cinco criaturas más... ¡Pronto serán diez! -¡Oh! Bendito sea Nuestro Señor -expresó el cura, precipitado- Entonces, por lo visto, la peregrinación a Compostela fue muy fervorosa y eficiente.

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-Sin lugar a dudas, ¡parece que sí! -comentó ella, con el rostro enrojecido de vergüenza. -¡Qué maravilla!, señora Silva. ¿Y dónde está su amante esposo? En ese momento la señora Silva lo miró con estoicismo, y le respondió con voz recia: -¡Bueno! Él ahora está a camino de España, para ver si consigue llegar hasta Santiago de Compostela… -¿Otra peregrinación? -intuyó el cura, asombrado. -No, padre Anselmo… Ahora es con la intención de apagar aquella puta vela que encendió hace diez años…

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La Fiesta Colegial

Pronto se vendría el periodo regular en que todas las escuelas aprovechan algunos días de asueto para organizar aquel tipo de festividad que comúnmente es orientada para recaudar algunos fondos extras destinados a zanjar las más diversas necesidades del colegio. Como en este instituto de educación no era diferente, por tanto, puesto que en más algunos días sería llevada a cabo la celebración del entretenimiento que habían programado, la prior del colegio, que en ese momento era la reverenda Madre Teresa, creyó que lo más conveniente era anticiparse y mandar un recado a todas la madres de sus alumnos, para que estas compareciesen disfrazadas al evento, y así, con la sorpresa, divirtiesen a sus hijos. Chispas de Risa

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Cuando doña Casilda recibió el mensaje de manos de su hijita, encontró la orientación medio insólita y enseguida pensó: -¡Qué extraño! Estas monjas a veces tienen cada ocurrencia… ¡Veré como hago! –especuló en silencio. Finalmente llegó el día proyectado para la fiesta, y cuando en un determinado momento se abre el telón del teatro escolar, luego empiezan a desfilar las señoras madres con disfraces propios de la ocasión. Apareció una mamá que iba vestida de conejita, otra que imitaba a una ratoncita, otra estaba fantaseada de florcita, y así sucesivamente con las demás… De pronto, ante la gran consternación de las religiosas, las maestras y todas las demás señoras que comparecieron al espectáculo, surgió en escena la presencia y representación de doña Casilda, quien llevaba una corta falda de satén negro hasta el muslo, una blusa de tul rojo con escote muy pronunciado, medias negras de malla caladas y con raya atrás, una bolsa de lentejuelas plateadas, unos zapatos de tacón dorado con cordones que le envolvían todas las pantorrillas, grandes plumas de clores blanco, rosado, amarillo y celeste, mientras fumaba por una larga boquilla negra con puntera dorada.

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Mientras ella desfilaba, aquello fue un coro unánime de ¡Ohhh!, ¡Ahhhh!, ¡Mmmm! y un montón de otros “ayees” más, que se prolongaron hasta su salida de escena. Acabada su representación, la directora de la escuela corrió angustiada en dirección a los camarines, y al toparse con doña Casilda, le reclama vehementemente: -¿Pero qué disfraz es ese que usted se puso, señora? ¿Por qué usted vino vestida así? -Madre Teresa -le respondió la señora con un dengue de inocencia estampado en su semblante-. Yo sólo vine disfrazada de lo que usted solicitó en el recado que me mandó… Por su causa, es que yo vine disfrazada de “puta fina”. -¡¡¡No!!! -vocifero inmediatamente la Madre Teresa. -¡Era de Pitufina, señora!... ¡Usted tenía que venir disfrazada de Pitufina!

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Un Marido Encantador

Hacia una ponchada de años que ya no veía a mi viejo e inseparable amigo Felipe, pero resulta que un buen día, por una de esas casualidades, me lo crucé en los corredores de un shopping. Al principio me costó reconocerlo, porque su apariencia física estaba toda estropeada, mancaba al caminar y tenía unas magulladuras feas en su rostro. Después de intercambiar unos efusivos abrazos y palmoteos de espaldas, decidimos ir a charlar un rato en una cafetería del local. A cierta altura de nuestra conversación, Felipe resuelvió contarme un poco sus experiencias de vida

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matrimonial. Y para mi perplejidad, él comenzó a explicarme: -Mi mujer y yo, siempre que podemos, salimos a pasear, caminamos tomados de la mano... En realidad, lo hago de esa manera, porque si la suelto ella se pone a comprar... -Date cuenta -añadió-, que ella tiene una batidora eléctrica, una tostadora eléctrica, máquina de hacer pan eléctrica... Pero un buen día me dijo: -¡Caramba!... Nosotros tenemos un montón de aparatos eléctricos, y no tenemos nada para sentarnos. Te juro -dijo Felipe-, en ese momento pensé en comprar una SILLA ELÉCTRICA, pero me contuve... -El casamiento es una lotería -agregó Felipe-, y yo me casé con “doña Tengo Razón”.... Sólo que no sabía que su segundo apellido era “Siempre”. ¿Pero ustedes, se dan bien? -le pregunté, como para amenizar sus ironías. -¡Sí! -me contestó-. Mismo que aun vivamos juntos, ya hace como 18 meses que no hablo con ella... Es que tú comprenderás que a mí no me gusta interrumpirla... -¡Bueno! Tengo que admitir que nuestra última discusión fue culpa mía... Porque ella me preguntó:

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¿Qué estás viendo en la tele? Y yo enseguida le contesté: ¡Bastante polvo! -A vos te falta aguante… un poco de resignación -comenté en tono de recomendación. -¡Qué nada! -apuntó Felipe, colérico- Yo pienso que en el principio del universo, Dios creó el mundo y descansó. Creó al hombre, y descansó. Después creó a la mujer... Pues ahora pienso que desde entonces, ni el mundo, ni el hombre, ni Dios, tuvieron más descanso... -Si te cuento que un día nuestro cortador de césped eléctrico se estropeó… -continuó a relatarme, ya un poco más calmo-. Por entonces mi mujer me llenaba la paciencia dándome a entender que yo debería arreglarlo... Pero por mi parte, siempre acababa teniendo otras cosas más importantes que hacer, tipo, como lavar el coche, ver fútbol en la tele, hacer un informe, ¡en fin!... todo lo que a mí me parecía ser más importante. -Sin embargo, un día ella pensó en un modo de convencerme de forma muy sutil… Cuando yo llegué a casa, me la encontré agachada en el césped, un pasto alto, enorme… Entonces me di cuenta que estaba ocupadísima recortándolo con su tijerita de costura... Eso me llegó al alma, te juro… ¡Me emocioné! -¿Y qué hiciste?... ¿Le arreglaste la máquina? Chispas de Risa

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-No… Decidí entrar en casa, y volví después de unos minutos llevándole su cepillo de dientes... Se lo entregué, y en ese momento se me ocurrió decirle: ¡Tomá! Así cuando tú termines con el césped, aprovechas, y también podes barrer el patio... -Demás está decirte -agregó lastimoso-, que después de aquello, no me acuerdo de nada... Estoy en blanco… Los médicos dicen que pronto volveré a andar bien otra vez, pero que cojearé el resto de mi vida... Al verlo así, a mí se me antojó exteriorizar: -¡Pues bien! Tú ya deberías saber, que el matrimonio es una relación entre dos personas, en la que una siempre tiene razón…, y la otra es el marido.

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El Golfista Yuppies

Afligido por anacoréticas convicciones, a veces me pregunto afligido cómo debería ser interpretada la verdadera historia, y si todo lo que se dice sobre el genio de la lámpara en realidad no fue urdido por alguna fecunda y elástica imaginación del que la engendró. Toda mi incerteza se debe a que una vez, una pareja de nuevos ricos, de esos yuppies que ganaron mucho, pero mucho dinero apostando alto en la farándula financiera del país, decidieron ir a retozar en un campo de golf, mismo que ambos no entendiesen patavinas del juego. El lugar era muy distinguido, un tipo de esos country en que a la pista de juego está rodeada de bellísimas y lujosas mansiones de gente verdaderamente adinerada.

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Sin embargo, en eso andaban ellos dos, cuando al tercer golpe, el marido le reprochó a su mujer por la manera desastrada con que ella le pegaba a la pelota. Sin notar progresos en los intentos, en determinado momento le dice: -¡Querida!, tené más cuidado cuando le pegues a la pelota, no sea que la mandes a una de esas preciosas casas, y termines por romper un vidrio… ¡Nos va a costar una fortuna repararlo! Mal el hombre había acabado de pronunciar la grandilocuente frase, cuando ella da una catastrófica tacada, y la pelotita va directamente hacia una de las ventanas de un lujosísimo palacete situado a su izquierda. Cuando ve lo que su mujer había hecho, el hombre se pone como loco, se tira de los pelos y grita: -¡¡Te dije que tuvieras cuidado!! -¿Y ahora, qué hacemos? -le pregunta ella. Ya más calmo y recompuesto del impacto causado por el desastre, el marido le dice: -Mejor vamos a pedir disculpas, y a ver cuánto nos va a costar el arreglo. Así pues, los dos van hasta la cinematográfica casa, golpean con el ánimo rebosando de atavismos dudosos, y desde adentro, oyen que una voz responde: Chispas de Risa

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-Pueden entrar, los estaba esperando. Cuando ellos abren la puerta, ven el vidrio quebrado dispersado por el piso, una preciosa ampolleta de cristal opaco rota cerca de una mesa, y a un hombre sentado en un confortable sillón, que les dice con acentuación serena: -¿Ustedes son los que rompieron la ventana? -¡Sí! -le responde el marido, dejando trasparecer un poco de timidez en su voz-. ¡Lo sentimos mucho!... Y queremos pagar el daño. -¡De ninguna manera! -le contestó el hombre de la casa-. Soy yo, el que debe agradecerles. Soy un genio que estuvo preso en esa ampolleta durante miles de años… Ustedes me liberaron. Por eso, les puedo conceder tres deseos... Así que hacemos lo siguiente, le doy uno a cada uno, y me guardo el tercero para mí. -¡Ah! ¡Qué bien! -opinó el marido, satisfecho-. Yo quiero un millón de dólares por año, durante el resto de mi vida. -¡No hay problema!... Es lo menos que puedo hacer por mi salvador. -¡Yo quiero una casa en cada gran país del mundo! – agrega ella con una sonrisa en los labios. -Tu deseo está realizado -le responde el genio con un ademan de manos. Chispas de Risa

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-¿Y cuál es tu deseo, Genio? -el marido interpela intrigado. -¡Bien!, desde que quedé preso en esa botella hace miles de años, no tuve oportunidad de mantener una relación sexual... Así que mi deseo es tener sexo con su mujer. El marido se quedó boquiabierto con la respuesta, y medio sorprendido por lo inusitado, miró a su esposa y le expone: -Bueno, querida, nos hemos ganado un montón de dinero y todas esas casas que le pediste… Creo que él no está reivindicando mucho… La mujer asiente medio desilusionada con lo instado, y el genio la lleva a una habitación y se pasa alrededor de dos horas con ella. Al final, mientras ambos se visten, el genio la mira y le pregunta: -Decime, tengo una duda: ¿Cuántos años tiene tu marido? -Treinta y cinco -le responde ella. -¿Y ese semejante pedazo de un pelotudo, todavía cree en Genios?

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El Genio de la Lámpara Así como los grandes filósofos en socrática pomposidad anuncian retóricos que la mayoría de los hombres gasta la primera parte de su vida para tornar miserable la segunda, muchas veces, algunos de los mortales nos utilizamos de mágicos recursos para rehabilitarnos del caos existencial en que nos metemos; y convengamos, que esas revelaciones de puro escepticismo acaban siempre por exhibir ciertos flashes de realidad que solamente a los iniciados le es posible vislumbrar. Forjo este pequeño preámbulo, porque cuentan que una lindísima mañana de sol refulgente de un caluroso verano agobiante, sorprendió a estos tres afortunados hombres: un jefe de proyecto, un analista sénior y un

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programador, paseando por las arenas de una paradisiaca playa mediterránea. El momento servía para distraerlos en cuanto ocultaban las musarañas de la vida, mientras aprovechaban para amenizar un poco las preocupaciones del proyecto que los había mantenido metidos de cabeza durante una semana entera. De

repente,

pateando

inadvertidamente

los

montículos de abundantes casquijos de silíceo, terminaron por encontrar una lámpara casi oculta en la arena. Sorprendidos por el hallazgo, uno de ellos sugirió que la frotasen. Obviamente, el otro la frotó sin mucha expectación, y grande fue su sorpresa cuando entre vapores multicolores se les apareció un genio legítimo. Al verlos que lo miraban

estupefactos, el genio

carraspeó y dijo: -¡Bueno! Me imagino que ustedes conocen cual es el procedimiento habitual para estos casos. -¿Es esa cosa de los tres deseos? –preguntaros desconfiados. -¡Exactamente! Los tres deseos que normalmente se los concedo a una única persona… Pero en este caso,

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como ustedes son tres, sólo les podré adjudicar un deseo para cada uno. Entonces los tres discutieron un poco sobre el asunto y los derechos que les cabía, hasta que finalmente llegaron a un equitativo acuerdo, donde el programador quiso ser el primero a solicitar su pedido. Al pronunciarlo, dijo: -Me gustaría pasar el resto de mi vida viviendo en una gran casa, situada en una comunidad esplendida y sin sentirme amenazado por la delincuencia que asola mi país, sin tener problemas de dinero y rodeado de mi querida familia. El genio abrió sus brazos en un brusco movimiento, y volvió a cruzarlos para hacer posible la aquiescencia del deseo. En seguida lo envió a su casa deseada, con mucho dinero y su familia. Ahora era la vez del analista sénior ordenar el suyo, y cuando este habló dijo: -Me gustaría pasar el resto de mi vida en un gran y lujoso crucero paseando en el Mediterráneo, sin nunca tener problemas de dinero y rodeado de hermosas mujeres que me idolatren el tiempo todo.

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Repitiendo el mismo gesto, el genio le concedió el deseo y lo envió para un hermoso buque ultramarino, con mucho dinero y muchas mujeres. Como era el turno del jefe de proyectos hablar, el genio lo interpela preguntando: -¿Y cuál sería tu deseo, mi señor? -¡¡¡Yo los quiero aquí de vuelta después del almuerzo!!!

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La Historia de Don Pepe

Después del impacto momentáneo que me producen esas ocurrencias, caigo en la realidad vulgar y, todavía desconcertado, me entrego a meditar sobre los problemas de la longevidad, cuando a la sazón, ese momento soturno de la vida permite que se vayan los dientes y queden las encías desnudas, lo que lleva a legiones de viejitos al infierno de tener que convivir simultáneamente con sus propios achaque físicos, y las tormentas de un océano de mediocridades ocasionales. Digo esto ahora, porque me recuerdo de un determinado momento de mi existencia, cuando yo andaba en busca de algunas nuevas ideas que pudiesen incitar mi Chispas de Risa

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creatividad

literaria.

Entonces

una vez, por pura

casualidad fui a parar en un pequeño pueblo llamado Tala, que queda perdido en el medio de la nada de un local muy recóndito. Una vez allí, se me ocurrió que podría obtener material para un nuevo libro, basado en las anécdotas que pudieran tener sus pobladores. Ya entrado en la idea, salí en busca del hombre más viejo del pueblo, y al encontrarlo, con todo mi halo de franqueza le dije: -¡Buen día, hombre! Mire… Ando recopilando datos para escribir un libro…. ¿Usted no tendría alguna historia cómica y ligera que yo lograse trasmitírsela al mundo? Puede ser algo que usted haya vivido en este pueblo y que recuerde con frecuencia. El hombrecito me miró medio desconfiado, y de forma perpleja, enunció con una voz medio que tremida por los años: -¡¡Ah, sí!! Una vez, hace muchos años se perdió la esposa se Saturnino, ése que vive ahí atrás de la lomita. Pues se llegó la noche y nada de aparecer la tal señora… entonces nos reunimos todos los hombres del pueblo, nos armamos con un buen cargamento de ginebra y caña brasileña, y nos metimos al monte para buscarla. Chispas de Risa

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Hizo una pausa como quien busca sacar las telarañas de la memoria, y agregó: -Allá como a los dos días la encontramos, y como ya andábamos un poco locos por la bebida…, pues que uno por uno, le hicimos el amor a la mujer. Cuando terminó el relato, siento que me asombra el morbo con el que el viejito recuerda esas cosas, y me asusto un poco, pues pienso que algo así, realmente no puedo contarlo como él dice que sucedió. -¡Uy! -le digo- ¿Pero no tendrá algo más cómico? ¿Algo que lo haga reír a usted y a todos los del pueblo?... No sé, pienso que debería ser algo inusual, a lo mejor una historia excepcional, que se yo… -¡Pues sí!, una vez se perdió la chivita de Luis… Pues que se llega la noche y nada de presentarse la tal chiva… Entonces, ese día nos reunimos todos los hombres del pueblo, nos armamos con un buen cargamento de aguardiente y nos metimos al monte a buscarla… Allá como al tercer día la encontramos, y como ya andábamos más bien un poco locos por causa del aguardiente, ¡Craaah! Uno por uno le hicimos el amor a la chivita de Luis. En ese momento veo que el protervo viejito estalla en carcajadas desatadas que partían sonoras desde una Chispas de Risa

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boca desnuda. Yo ya principío a pensar que el hombre está medio loco, y comienzo a concebir que es mejor intentar cambiar el carácter del tema, para que el viejito no me cuente más esas aberraciones. -¡Está bien! -exclamé- ¿No tendrá otra historia? No se… ¿Algo más dramático, o triste, algo catastrófico que le haya tocado vivir? Debería ser algo que pueda conmover a los demás, y a su vez, que yo lo pueda contar libremente en mi libro –de dije un poco teatralmente. Después de algunos segundos, noto que los ojos se le anublan con un velo húmedo, que baja su vista al suelo, y con una modulación taciturna a seguir de haber desatado el nudo que se le formó en la garganta, y con sus lágrimas rodando sueltas por sus mejillas, me dice: -¡Pues, una vez me perdí yo!

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Falta de Experiencia

Preparatoriamente al asunto, hay que admitir que algunas personas se adjudican un cierto temor delante de las responsabilidades asumidas en la aceptación de una invitación honrosa, que trae en sí, antes de más nada, afición y apego al trabajo, para de esa forma lograr desplegar eficientemente su compromiso profesional y todo lo que con él tenemos que compartir. Otras, sin embargo no. Fue lo que sucedió un día con Altamira; una joven, bella, soltera, e inteligentísima funcionaria de una renombrada empresa internacional de cosméticos; que por

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el mérito de su capacidad de administrar eficientemente los negocios, fue promovida a un elevado cargo ejecutivo. Resulta que en cierto momento, su nueva función le exigió recorrer otras sedes de la empresa situadas en ciudades distantes, y así, durante el primer viaje de trabajo que necesitó realizar, esta alta ejecutiva se hospedó en un hotel lujoso, y tras haberse tomado algunas copas, al sentirse un poco sola y con una sensación de libertad que nunca había sentido antes, decidió llamar a una de esas “empresas de acompañantes”, que reparten propaganda a la salida de los aeropuertos. Si bien que, debemos reconocer que estos servicios están pensados principalmente para entretener a los hombres llamados de “solitarios”, pero al ella buscar entre los papeles que tenía, terminó por encontrar a uno que ofrecía literalmente el servicio masculino, y en especial, le llamó la atención, uno llamado “Ferótico”. Después de analizar con cuidado la fotografía, se decidió por hacer el llamado al concebirse atraída por la interpretación especulativa del nombre, y asociándolo a algo como: “Feroz y Erótico”. Con el folleto en sus manos, que ya le temblaban y sudaban por la expectativa indeliberada e inconsciente que

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se despertó dentro de sí, levantó el teléfono y marcó el número que indicaba el panfleto. -¡Hola! -contestó un hombre con una voz sensual y templada. -Hablo del hotel Excélsior Palace, de la habitación 421 –dijo ella con entonación nerviosa y excitable en su voz. -¡Sí, sí! -le responde la voz enigmática. -Leí el folleto, y veo que sabes de masajes – comenzó a decirle Altamira- …y la verdad, es que necesito que vengas a mi habitación y me des uno urgente... A decir verdad, necesito masajes relajantes, casi mimos.... ¡No, esperá! En realidad lo que quiero, es sexo. Tengo ganas de tener una larga sesión de sexo salvaje. -¡Entiendo, señora! Pero… –intenta decir el hombre al otro lado de la línea, cuando nuevamente es interrumpido por ella. -¡No! ¡No! ¡Esperá que te explique mejor! Quiero hacerlo en la cama, en el suelo, en el balcón, en el pasillo, en la ducha… –comenzó a pronunciar en un atropellado rosario de pensamientos lascivos- …Quiero exhibirme, sentirme humillada, que veas lo pecaminosa y lujuriosa que soy. Pero ¡que sea ya!... Estoy hablando en serio, deseo que dure toda la noche y estoy dispuesta a participar Chispas de Risa

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en variadas y atípicas cosas... Si algo tiene un nombre que puedas pronunciar… ¡Yo quiero hacerlo! Traéte toda clase de elementos, accesorios y juguetes para que te asegures que me mantendré despierta ¡Toooda la noche!... Quiero que me inmovilices y que me llenes el cuerpo con lo que quieras, para después, limpiárnoslo uno al otro... con la lengua o con lo que vos quieras… ¿Qué te parece? Es más, si podés venir con un amigo, vení, que quiero que me hagan todo y sentirme dilatada y destrozada…. ¿Te parece bien si lo hacemos así? Cuando por fin ella hace una pausa, el hombre que la escuchaba pacientemente aprovecha la interrupción, y le dice: -La verdad, que a mí me suena fantástico todo lo que usted dijo... pero... señora, para hacer llamadas externas, usted primero tiene que marcar el 9.

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El Escarmiento Celestial

Dicen que ciertos pensadores contemplativos se prostituyen didácticamente por causa de nada, o lo hacen a cambio de poder recibir un parco caché cultural ignaro, mientras intentan lidiar con las tenues conexiones que hay entre la realidad y la fantasía, y sin saber administrar bien el equilibrio que debe existir entre los vicios supremos: el lúdico flameante, y lo onírico aventajado. Pues hablando de una de esas tesis que defienden la vida extraterrena de las almas con un censo insulso e inefable en la aparente imperturbabilidad del sistema, dicen que David, que recién había acabado de morir, llegó Chispas de Risa

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ansioso a las puertas del cielo para requerir su ingreso a ese reino celestial. El ángel encargado de la portería lo mandó esperar hasta que San Pedro lo atendiese, y cuando por fin éste lo recibió, le dijo que él no podía ir entrando así nomas al paraíso, ya que en vida, David había evadido muchos impuestos, y la única manera de lograr ingresar su alma en ese nirvana, requería un castigo temporario. -¿Y cuál es el castigo que me imponen? –inquirió David. -Tendrás que aceptar vivir y dormir con una mujer de apariencia espantosa y majadera durante los próximos cinco años –anunció San Pedro. -¡No hay problema! –exclamó David, ya imaginando que en todo ese entretanto, podría disimular la situación. -Sin embargo… -avisó San Pedro-, tendrás que demostrar que estás disfrutando del castigo sin exponer cualquier acto atrabiliario en tu conducta. Mismo así, David decide que ese es un precio barato a pagar para conquistar una eternidad en el paraíso, y acepta el castigo. Entonces lo juntan a una mujer de apariencia terriblemente espantosa y mostrenca, fingiendo estar sumamente feliz con la condición impuesta.

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Un tiempo después, cuando va andando con el tremendo esperpento a su lado, David distingue a su gran amigo Marcos que va caminando delante de él, acompañado de una mujer dos veces más aterradoramente más horrible que la que le adjudicaron a él. -¿Pero, qué te pasó? –le pregunta a su amigo. -¡Yo evadí mis impuestos, y encima, estafé al Estado por un montón de plata! –confesó Marcos de forma un poco melindre. No obstante, cuando se dan cuenta que los dos están en la misma, y viendo que no tenían otra alternativa, deciden pasarlo juntos, como una manera de aminorar y disminuir la pesada carga que les habían impuesto. Allá se van los dos con sus horripilantes compañías, mientras siguen caminando y pensando en sus destinos, cuando repentinamente ven a alguien que les parece ser un viejo conocido. Cuando su antiguo amigo Eduardo los ve, enseguida se dirige hacia ellos. El

tipo

venía

acompañado

con

una

mujer

despampanante, una estrella de cine, una supermodelo, de esas que merecen ser capa de la Play Boy; la mujer más fabulosamente linda que jamás habían visto en sus vidas.

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Impactados con lo que sucede, Davis y Marcos se acercan al amigo y efectivamente comprueban lo que ven, y de inmediato lo interpelan: -¡Eduardo! ¿Cómo hiciste para engancharte a semejante diosa? ¡Mira! a nosotros nos tocó andar con estos semejantes bichazos horribles… Eduardo les responde: -¡No tengo ni la más puta idea! Pero definitivamente no me quejo… este es sin duda, el mejor momento de mi vida, y les digo más, he tenido cinco años del mejor sexo que un hombre puede tener… Sin embargo, hay una cosa que aun no entiendo… -¿Lo qué?... ¿Lo qué? –preguntaron los otros pasmados con el relato. -Es que cada vez que terminamos de hacer el amor, ella me da la espalda y murmura… -¡¡¡Malditos Impuestos!!!

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Asedio en el Ascensor

Dejando de lado las cuestiones del arte prepucio de Gauguin, para volver al mundo real donde las cosas palpables se convierten cada vez más en asuntos menos indiscutibles, es ahí que yo me pregunto: -¿Cómo actuar para lograr superar ese obstáculo existencial que muchas veces dura años? -porque al pensar un poco más sobre ese tema, como todos saben, fue así que Nietzsche enloqueció de vez. Por lo tanto, como se ve, la única solución para los casos más graves, todavía es la abstergente salida surrealista, en que las cosas, sucediendo o no, son solamente ilusorias, mereciendo por eso el misericordioso sonriso de los mentecatos y el satánico elixir de las mordacidades ajenas.

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Al proceder así, podremos evitar el uso de los deprimentes recursos psicoterapéuticos que, sobre pesos y medidas ajustados con analítico rigor, en última análisis, ellos pueden llevarnos a la normalidad indeseada y acabar pasteurizándonos en un prosaico proceso de imbecilidad. Pues les cuento que hace poco estuve a punto de ensayar dar mis primeros pasos por el círculo de relaciones intimas del famoso Sr. Heinrich Hössli, cuando estando en Miami, subí en un ascensor, pero no como lo hacen esos famélicos turistas que no pierden la oportunidad de subirse a uno para conocer la ciudad desde las alturas, y cuando vuelven a sus casas, repiten: -¡No te imaginas como paseamos por todos lados! Pues en ese tal ascensor, dentro de él, se hallaba un negro enorme. Fue una imagen que enseguida me llevó a pensar: -¿Cómo permiten que se carguen roperos armados a esta hora del día? -A su lado, yo me consideré un enano alfeñique. Sin embargo, luego de un corto silencio, que a mí ya me pareció que durara una eternidad, escuché la voz áspera del negro diciéndome:

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-Tengo 2,05 ms. de estatura, 155 kilos de peso, un pene de 33 cm., testículos de 200 gramos cada uno… Soy cubano, mucho gusto: ¡Dante Huerta! Dicho

todo,

con

un

movimiento

repentino,

enseguida el hombre me extiende la mano en actitud de saludo. ¡Bueno! Como le puedo decir… me desmayé, perdí el conocimiento y caí tendido en el piso del ascensor. Asombrado, el negro enseguida se agachó, me tomó entre sus brazos y trató de reanimarme. Una vez que esto ocurre, ya le escucho que me pregunta: -¿Qué le paso, mi amigo? ¡Usted se desplomó! Medio paralizado y sin dejar de mirar al negro, con un tremendo espanto pintado en mi rostro, le pregunté en un hilo de voz: -¿Me… puede… repetir… lo… que… dijo? -Por supuesto, amigo –dijo el hombre- Yo me he presentado… Le he dicho mi estatura, mi peso, la longitud de mi pene, el peso de mis testículos, mi nacionalidad, mi nombre y apellido, ¡Dante Huerta! -¡Ay, qué alivio! Señor… -¿Por qué? -Porque yo entendí que me había dicho: ¡Date Vuelta! Chispas de Risa

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Herman – El Nanocéfalo

Que Beethoven fue sordo y que Herman Kahn un completo idiota, todo mundo ya lo sabe. Con todo, lo que me parece no haber sido notado hasta ahora, es la esencia temática existente entre sus personalidades antípodas: honesto, uno no escuchaba por circunstancias patogénicas; el otro, se volvió imbécil por pura opción, ya que las principales contribuciones de Kahn fueron las diversas estrategias que desarrolló durante la Guerra Fría para contemplar “lo impensable”. Esto ya me es suficiente para rever el antiguo axioma “Pennis erectum non habit conscienntia”, y para concebirlos

Chispas de Risa

como

verdades

convencionales

de

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la


civilización avanzada y, a sabiendas, concluir porque en todo eso, hasta las anémonas son tan anémicas. Preservándose de lado la irrevocable figura de Beethoven, situémonos en la biografía del Sr. Kahn, pobre alma, emergida en grandilocuencias y atormentado por hemorroides, que tanto lo molestaron, que finalmente terminó por mandar hacerse un ano de tungsteno… Impresionante saber a cuantas llegaron sus delirios megalómanos-retáis, e a qué tipo de personalidad un mundo, absoluta y obstinadamente cretinizado por diversos factores, se somete para sobrevivir. Examinada en profundidad esta zambullida pseudoescatológica, resta analizar el factor histórico que me prende en estos sueños tan suculentos. Mientras Beethoven se esforzaba por sentir los acordes de la “Nona”, el ardilloso Herman acordaba la nonna para que ésta se esforzase por él; un nanocéfalo que sentía frémitos de antever o destino, no obstante para eso explorase mismo hasta la buena voluntad de la soñolienta abuelita. Debido a su voluntad de articular las más brutales posibilidades, Kahn, llegó a ser considerado por algunos como un monstruo, aunque por otros, en privado era conocido como un ser amable. Chispas de Risa

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La controvertida historia de este hombre también narra que en su enorme estancia tenía un lago, y que después de mucho tiempo sin ir allí, decide visitarla para echar un vistazo y ver si estaba todo en orden. Al salir para dar una caminata, agarró un balde para aprovechar el paseo, y pensando en traer algunas de las frutas existentes por el camino. Al aproximarse del lago, se sorprendió al escuchar voces femeninas en un griterío animado…, divirtiéndose. Llegando un poco más cerca, avistó un grupo de mujeres que estaban bañándose completamente desnudas. Sin dudarlo, luego se hizo presente así como vino al mundo, y con ello todas se fueron hacia la parte más honda del lago, manteniendo solamente la cabeza fuera del agua. Fue cuando una de las mujeres le gritó: -¡No saldremos mientras usted no se aleje! Herman les respondió: -¡Yo no vengo aquí para verlas nadar, o para verlas salir desnudas del lago! Y en ese momento levanta el balde, y apunta: -¡No se preocupen, jóvenes!... Yo estoy aquí para alimentar al COCODRILO...

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Don José y la Chichi

Un cierto día, don José necesitó viajar. Sin embargo, en un primer momento él no llegó a conjeturar profundamente sobre los posibles agobios que un desplazamiento de tren puede causar en un hombre sin mucha experiencia. Pero como hoy vivimos en una época de nuevos idealismos, de anónimas energías compulsivas, de una efervescencia emoliente a martillar el monolitismo de los florecientes corifeos modernos, si no nos damos cuenta, muchas veces los tres minutos de gloria permanecen al acecho, sólo aguardando por la incauta pureza de los deslumbrados que andan en busca de inútiles notoriedades.

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Pues ese día, don José iba en un tren y, sorprendentemente, notó que en el banco a su frente había una rubia estupenda, vestida con una minifalda muy corta. El hombre intentó no fijarse en sus preciosos muslos, pero resulta que el poder de atracción que siente ante aquella dadivosa visión, no le permite dominar el impulso de su mirada, y sus ojos insisten en no apartarse del lugar. De tanto andar fisgoneando, a cierta altura de los acontecimientos don José se da cuenta que la chica va sin ropa interior. La rubia, nada boba, luego descubre que él la mira justo ahí, y con una cara de lo más deslavada le dice: -Me estás mirando el chichi… ¿Verdad? -¡Sí! disculpa –él le responde sonrojado tras apartar la mirada. -Está bien, no te preocupes… -le responde la mujer¿Sabes? Ella es muy hábil… la tengo bien adiestrada. -¡Ah, sí! ¿En qué cosas? –interroga el hombre, ya medio abismado. -¡Mira esto!, yo voy a hacer que mi chichi te guiñe un ojo. Dicho y hecho. Entonces don José ve asombrado cómo es que la chichi de la mujer le echa un par de guiños. Chispas de Risa

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Él, ya totalmente enajenado y admirado, enseguida le pregunta qué otras cosas le enseñó, y que más su chichi sabe hacer. -También puedo hacer que te tire un beso. En ese momento la chica se subió un poco más la falda para que él tenga una vista completa y despejada del contexto. Acto seguido, la chichi increíblemente contrae sus labios y le tira un beso con sonido incluido: -¡¡Muacc!! Don José siente un escalofrío, y casi babando, no puede creer estar delante de semejante expresión de tan raro talento. Advirtiéndolo deslumbrado por sus artificios, ella le dice: -Ven y siéntate a mi lado… -palabras que sugirió al estar visiblemente ya entrada en calor. El hombre, ni corto ni perezoso frente a inusitada oportunidad, enseguida se sienta a su lado. Una vez ubicado, la rubia, entonando una voz melosa le pregunta: -¿Quieres meter un par de dedos dentro? Paralizado de asombro, don José le responde: -¿No jodas?... ¿No me digas que ella también sabe silbar? Chispas de Risa

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Cuidado con las Preguntas

Me contaron que un mañana ellos estaban sentados alrededor de la mesa de la cocina, cuando de repente se estableció entre ambos un diálogo fuera de lo común. -¿Qué harías si yo me muriese? -preguntó la esposa. Con la fisonomía seria, el marido le responde: -¡Te guardaría luto, mi amor! Un poco sorprendida con la espontaneidad de la respuesta, ella luego le pregunta: -¡Qué bueno!... ¿Durante mucho tiempo? -¡Sí! Creo que durante muchísimo tiempo -dijo él. -¿Por qué? -insistió la esposa, enseñando una leve sonrisa en los labios.

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En todo caso, con el semblante prudente, su marido le responde calmamente: -Porque te quiero, mujer… Y tu pérdida sería muy dolorosa para mí. -¡Qué bonito! -expresa ella, optimista, mientras le endosa otra interrogante: -¿Y volverías a casare con otra? -¡No! Pienso que no -concluye el marido. La mujer, que en ese momento ya muestra una expresión dolida, le pregunta nuevamente: -¿Por qué, no?... ¿No te gusta estar casado? -Sí que me gusta… -enuncia el marido, mientras sorbe un poco de café. -¡Ahhh! Entonces sí, que te volverías a casar -insiste la mujer. El esposo la observa, carraspea, y luego le explica: -¡Bueno!... Creo que después de haberte guardado luto durante el tiempo suficiente, y si mi vida volviese a tener sentido… ¡Es posible que sí! -Entonces, ¿quiere decir que también dormirías con ella en nuestra cama? –advierte la esposa mientras agranda sus ojos. El hombre permanece algunos segundos en silencio, y luego responde con una interrogante: Chispas de Risa

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-¿Es de suponer, no? -¿Y tú serías capaz de remplazar mi foto por la de ella en la mesita de noche? –insiste su mujer, ya dibujando una expresión circunspecta en su rostro. -¡No!... Ciertamente pondría las dos. Ella lo vuelve a mirar directamente a los ojos, e insiste en preguntar: -¿Y tendrías sexo con ella? ¿En nuestra cama? -Creo

que

seguramente

llegaríamos

a

eso…

¡Supongo! -anuncia el hombre, mientras mantiene el pocillo de café suspendido en sus manos. -¿Y jugarías al golf con ella? –vuelve a insistir la esposa. -¡Sí!, pienso que también lo haría. -¿Y tú le darías mis palos de golf también? –incita la esposa. -¡No! Ella es zurda… -¿¿¿Cómo??? Sugerencias: Jamás se someta al interrogatorio de una mujer… Los hombres no tenemos resistencia, ni inteligencia para ello…. No convierta su vida en un infierno… Uno se defiende mejor quedándose callado.

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La Astucia del Abogado

Daniel era un hombre joven y un perseverante abogado, pero además, sabía que muy pronto heredaría una gran fortuna cuando su padre enfermo muriese. Pensando en que también se quedaría sólo en el mundo tras la muerte de su progenitor, decidió que muy pronto precisaría buscar una mujer de acorde con su propia autovaloración, y para hacer de ella su gran compañera para el resto de su vida. Con base en su decisión ecuánime, una noche fue a un distinguido bar de la ciudad, donde normalmente se congregaban las personalidades más granadas del foro local.

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Una vez allí, buscó identificar alguna colega de profesión entre los presentes en el local. Poco después distinguió una muchacha que parecía ser la más bonita que jamás había visto. Su belleza natural era la admiración de todos los concurrentes. Eso le demandó reunirse del coraje que el alcohol proporciona, y, tras algunas copas, Daniel se arrimó y le dijo: -Puedo parecer un abogado común, pero puedo asegurarte que en pocos meses mi padre va a morir, y yo heredaré 20 millones de dólares. -¡Ah, sí! -respondió la mujer, sorprendida ante tan inusitada propuesta. -¿Quieres acompañarme un rato, y luego venir conmigo a mi casa? -agregó él-. Mira que puedes llegar a ser mi mujer… Luego de que se desenvolviese entre ellos un poco de plática coloquial, sintiéndose impresionada, aquella noche, la hermosa y brillante abogada fue a la casa de Daniel... ...Tres días después, ella se transformó en su madrastra. MORALEJA: Los abogados pueden ser muy hábiles y expertos, pero las abogadas, además, son mujeres… Chispas de Risa

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La Sutileza de la Doméstica

De forma perspicaz, pero buscando ser efectiva en su planteo, la empleada doméstica encaró a su patrona y le pidió un aumento de sueldo. A la señora no le cayó muy bien que ella le hiciera esa solicitud, y de forma un poco áspera le preguntó: -¡María! ¿Por qué quieres que te aumente el sueldo? -¡Disculpe, señora! Pero yo tengo tres razones para exigir el aumento… La primera, es que plancho la ropa mejor que usted. -¿Y quién te dijo que planchabas mejor que yo? – indagó la dueña de casa, visiblemente perturbada con tan poca sutileza de parte de su empleada.

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-¡Su marido lo dijo! –afirmó la doméstica. A seguir se escuchó un: -¡Oh! La empleada, inexorable ante el espasmo de su patrona, prosiguió diciendo: -La segunda razón, señora, es que yo cocino mejor que usted… -¡Eso es puro cuento!... ¿Quién fue qué te dijo que cocinabas mejor que yo? -investigó la patrona con gravedad en su voz. -Su marido también dijo eso -afirmó la empleada. -¡Ah, caramba!... Qué situación -intentó intervenir la señora… -La tercera razón -enmendó la doméstica-, es que yo soy mejor en la cama que usted... La señora mostrándose visiblemente descompuesta, casi que gruñendo le pregunta: -¿¿¿Mi marido también te dijo eso??? -¡No señora! Esta vez fue el jardinero quien me lo comentó... Y, obviamente, pese a ello, la señora le aumentó el sueldo…

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Diferentes Maneras de Pensar

El niño estaba sentado en clase intentando resolver algunos problemas de matemática, cuando en un determinado momento su profesora expone retórica: -Hagamos un ejercicio deductivo... Supongamos que hay cinco pájaros parados en un arbusto y le disparan a uno con una pistola… ¿Cuántos pájaros quedarían? -¡Ninguno! -replica el niño mostrando cara de inocente- Porque uno moriría del tiro, y los otros saldrían volando enseguida… -¡Bueno!, la respuesta no era esa… -le dice la maestra-. En realidad quedan cuatro… ¡Pero me encanta tu manera de pensar!

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El chico, sintiéndose humillado por el comentario de su instructora, decide dar su merecido a la docente, y le apunta: -Tengo una pregunta para usted, señorita… Es de esas con el tipo de respuesta deductiva. -¡Oh!, sí, que bien… ¿cuál es? -Si usted ve que hay tres mujeres sentadas en un banco de la plaza comiendo un helado, y nota que la primera lo está lamiendo, la segunda lo está mordiendo y la tercera lo está chupando… ¿Cuál de ellas está casada? Inmediatamente la profesora se sonroja con el contenido de la pregunta, y contesta tímidamente: -Bueno, no estoy muy segura... pero supongo que la que lo está chupando. -¡No, no! -le indica el niño en un tono medio divertido. -¡La respuesta no era esa! -Entonces, ¿cuál? -La casada, es la que lleva el anillo de bodas en el dedo… Pero sin lugar a dudas, a mí me encanta su manera de pensar…

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La Perspicacia del Buen Vendedor

En determinado momento del día, el jefe decide interpelar a su más nuevo empleado y le pregunta: -¿Cómo te fue en tu primer día de ventas? -¡Muy bien, jefe! ¡Hice una sola venta! –anuncia el muchacho, demostrando estar feliz con su proeza. -¿Cómo? ¿Una sola venta? -reclama el jefe de forma insatisfecha- ¡Pero si el promedio de ventas es de 30 o 40 por día! -¡Sí!, pero la venta que hice fue de 500.000 dólares… -¿500.000 dólares? Es mejor que me espliques eso… –exclama el hombre con los brazos en jarro.

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-Resulta que primero le vendí un anzuelo chiquito, un anzuelo más grande y uno de esos todos coloridos… Pero le dije que tan buenos anzuelos merecían una caña buena. Así que le vendí dos chicas y una enorme… Ante la mirada atenta de su superior, el vendedor prosiguió con su relato: -También le vendí la carnada, y como todo eso no se lo iba a llevar en la mano, entonces le vendí también una hermosa valija para los artículos de pesca. -Como estaba medio nublado, le dije que no se descuidara de la lluvia, por lo que el hombre decidió comprar también un par de botas, un capuchón de lluvia y todo un conjunto impermeable. -Pero como él tampoco tenía linterna ni radio, entonces le ofrecí el bote con motor fuera de borda... que también compró... Y cuando se iba, el cliente me dijo: -¡Pero este bote me va a rayar todo el auto! -Entonces aproveché la oportunidad, y le ofrecí una de las Land Rover 4x4, que le encantó. -En aquel momento, el me comentó que iba a estar en el bote; y como su auto se quedaría aparcado en el puerto, le instalamos un equipo de seguridad de última generación... Y como la pesca era mar adentro, también le vendí unas cuantas redes. Chispas de Risa

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El jefe, a esas alturas ya demostrando estar perceptiblemente atormentado por el relato de su novato vendedor, no tuvo más remedio que preguntarle: -¿Y todo eso, usted se lo vendió porque el individuo vino a comprar un par de anzuelos? -¿Anzuelos?... ¡No, jefe! El tipo solo vino a comprar toallitas femeninas… Entonces, palabra va, palabra viene, yo le sugerí: -Ya que se te arruinó el fin de semana… ¿Por qué no te vas de pesca?

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Una Fábula Actualizada

Había una vez una hormiguita y una cigarra que eran muy amigas… Pero durante casi todo el verano y el otoño, la hormiguita había trabajado literalmente como un burro, laburando sin parar, mientras tanto iba almacenando la comida para cuando llegase el invierno… En ese intenso trajín, ella no logró aprovechar el sol, ni la brisa suave del atardecer, ni charló con sus amigos o salió junto con ellos a tomarse una cervecita después de un largo día de trabajo… Por su vez, en esos tiempos, la cigarra se divertía cantando con sus amigos por los bares de la ciudad sin desperdiciar un solo minuto de su vida…

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Cantó durante todo el verano y el otoño, bailó, aprovechó el sol y disfrutó muchísimo cada momento, sin preocuparse con el mal tiempo que luego iba llegar… Pasados algunos meses, luego comenzó el frio y la pobre hormiguita, exhausta y cansada de tanto trabajar, se metió en su pobre guarida repleta hasta el techo de comida… Pero de repente alguien llamó por su nombre desde afuera, y cuando abrió la puerta, se sorprendió al ver su amiga, la cigarra, dentro de una lujosa Ferrari roja, y arropada con un vistoso abrigo de pieles… La cigarra notó la cara de espanto de la hormiga, y fue cuando le dijo a cara suelta: -¡Hola, amiga!... ¡Mira!, yo me voy a pasar el invierno en Paris… Si no es mucha molestia, ¿tú podrías cuidar de mi casa? Atónita y boquiabierta, la hormiguita le manifestó: -¡Si, claro! ¿Pero qué te ocurrió?... ¿De dónde conseguiste el dinero para ir a Paris, comprar esa Ferrari y ese abrigo tan bello y caro? Maravillada, la cigarra le respondió: -Resulta que la semana pasada yo estaba cantando en un bar y entonces, apareció un productor que le gustó mi voz… Chispas de Risa

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-¿Y

de

ahí?

-le

preguntó

la

desconcertada

hormiguita… -Firmé un contrato para hacer shows en Paris –dijo su amiga… -A propósito… ¿Necesitas algo de allá? -añadió. ¡Sí! -apuntó la hormiguita- Si te encuentras con La Fontaine, en Paris… ¡¡¡ Mándalo a la mierda de mi parte!!! Moraleja 1 – Aprovecha la vida, dosifica el trabajo y la diversión, pues trabajar demasiado, solo trae beneficios en las fabulas de La Fontaine… Moraleja 2 – Trabaja pero disfruta la vida que es única… Si no encuentras tu media naranja… no te desanimes, busca un medio limón, colócale azúcar, aguardiente, un poco de hielo, y se feliz… Moraleja 3 – Recuerda que vivir para trabajar… ¡¡¡Solo hace feliz al Jefe!!!

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Un Remedio Contra la Impotencia

Mucho más que nostálgica, orgiástica mismo, es esa cosa que a veces nos sucede al querer recordar ciertos pasajes de la vida. Con todo, es imposible dejar de repasar antes a un Marcel Proust, cuando éste buscó correr atrás de un tiempo perdido mientras escarbaba entre carillones maniáticos, olfateando desesperado entre clepsidras, y a veces derramando las ampolletas de los relojes de arena, sólo para constatar ser imposible tantas inocuas, heroicas y frustrantes tentativas de recuperarlo. No en tanto, al estar a camino de su primaveral estupidez de los tiempos idos, él ya nos propusiera que

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deberíamos dejar las mujeres bellas para hombres sin imaginación. En todo caso, eso me olió a un botóxico ataque de amnesia, llevándome a recordar a las mal diagramadas señoras George Elliot, George Sand y Virginia Woolf, las tres mujeres más esquizoides de la literatura universal, y eso, porque poco se supo de las cachondeces de la griega Safo o de las virtudes bovinas de la Beauvoir. En eso me hallaba, allí, quieto, pronto a desenvolver sorprendentes raciocinios acerca de las idiosincrasias “proustianas” y su vital importancia en la interpretación de algunos textos bizantinos del siglo X, cuando, sin querer y sin siquiera lograr sospechar las causas, fui asolado por motivaciones mucho más severas y pragmáticas, sobre esa cosa de querer meterme a analizar el mundo por la inclemente óptica surrealista. Consecuentemente y volviendo a Proust, creo que es desnecesario rescatar el tiempo perdido y volver a las orígenes de la humanidad, sólo para confirmar de una vez el hecho de estar todo bien, en el lugar correcto y bajo un absoluto control. Y en eso estaba, cuando revolviendo algunos papeles amarillentos en mi hemeroteca, me deparé con este viejo cuento:

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Un cierto, día un hombre bien viejito fue a visitar al médico para quejársele al galeno de su impotencia sexual. -Doctor, dígame: ¿Qué puedo hacer para combatir la impotencia? El doctor, al ver su esto muy acabado y loco para sacárselo pronto de encima, le dice: -¡Mire, abuelo! A su edad, es muy difícil…, pero si quiere tener buenas erecciones, es mejor que coma mucho pan… A la sazón, cuando el viejito ya volvía pensativo para su casa, decide entrar en la primera panadería que encuentra, y pide 5 kilos de pan. La vendedora lo miró extrañada y le pregunta: -¡Qué bien, abuelo!... ¿Usted debe tener una familia numerosa? -¡No, hijita!... Yo vivo solo. -Entonces, ¿va a organizar alguna reunión? -¡No, hijita! para nada. -Perdone la curiosidad -insiste la vendedora- pero, ¿para quién compra tanto pan, entonces? -Pues es sólo para mí. Al escuchar la respuesta, la muchacha le comenta con una sonrisa en el rostro: -Pero para usted solo, es mucho pan, abuelo… Chispas de Risa

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-¡Se le va a poner duro! -afirmó a seguir. A la sazón, el viejito, desconcertado por el malicioso comentario realizado por la chica, responde: -¡¡¡Ah, picarona!!! -¡¡¡Entonces tú también lo sabías!!!

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La Suegra Intuitiva

Un día, la joven esposa de Manuel conquistó una beca para incrementar su capacidad técnica y concluir sus estudios en los Estados Unidos. El desafío exigía que ella permaneciese durante 6 meses en aquel país, sola, ya que debido a sus compromisos, su marido no podría acompañarla. Al verse sólo, por supuesto que Manuel decidió contratar una bella empleada para que cuidase de los quehaceres de la casa. Pasado algún tiempo, cierta mañana la suegra le telefonea y le avisa que, para abreviarle la soledad, esa noche ella iría cenar con él. Durante la cena, la perspicaz suegra, desconfiada con la apariencia física de la empleada, no pudo dejar de

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notar cuan atrayente y sensual era la muchacha que Manuel había contratado. En ese ínterin, presumidamente ella comienza a imaginarse si no estaría sucediendo “alguna cosa” más seria entre su yerno y la empleada, y se pone a mencionar algunas indirectas sobre el asunto. Habla del sacrificio que su hija estaba haciendo en tierras extrañas para poder progresar profesionalmente y luego ganar más dinero para la familia, y por algún tiempo continuó insinuando ese tipo de cosas… Como si estuviese leyendo los pensamientos de su suegra, a cierta altura Manuel le dice: -Yo sé lo que usted debe estar pensando, mi querida suegra… ¡Pero puedo asegurarle que mi relación con la empleada, es puramente profesional! Llegado a ese punto tenso de la conversación, los dos dieron el tema por encerrado, y terminada la cena, la suegra finalmente se fue. Una

semana

después,

la

empleada

comenta

maliciosamente con su patrón: -¡Desde que tu suegra vino a cenar el otro día, el cucharón de plata para la sopa, desapareció!... ¿No crees que ella se lo llevó?

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Manuel la observa pensativo durante algunos segundos, y le responde: -¡Querida! Yo creía que aquella vieja víbora podría ser de todo… menos una ladrona. De todas maneras, después le voy a enviar un e-mail sólo por una descarga de conciencia. Entonces, de pura maldad, le escribe y le envía una copia para su esposa, donde se leía: -¡Querida suegrita! Yo no estoy insinuando que usted “tomó” el cucharón de sopa de mi casa, y no estoy insinuando que usted “no tomó” el cucharón, pero de hecho, es que éste desapareció desde el día que usted estuvo aquí para la cena… Al día siguiente, Manuel recibe un e-mail de su suegra, también con una copia para su hija, donde decía: -Querido yerno, yo no voy insinuar que “duermes” con la empleada, y no quiero insinuar que tu “no duermes” con la empleada, pero el hecho es que, si ella hubiese dormido en su propia cama, ya habría encontrado el cucharón de sopa que yo coloqué justo debajo de su almohada, envuelto con su camisón…

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¿Bailamos, Mi Negra?

Esa noche el hombre estaba borracho como una cuba, y caminando por la calle, iba ajetreándose como podía mientras intentaba arrastrar su cuerpo vacilante de una forma rítmicamente bamboleante, al ambicionar querer manotear el aire para buscar el equilibrio que le faltaba. En un determinado momento se detiene, cuando en su ebriedad le parece querer escuchar unas cantilenas que venían de una casa toda iluminada. Embalado en su odre, prontamente pondera la oportunidad que se le presentaba de poder tomarse algunas otras copas en compañía de esa gente tan alegre.

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Sin perder tiempo, se encarrila para la vivienda y al entrar, no percibe el motivo de la reunión. Ignorando la situación, enseguida busca un lugar para poder sentarse mientras clarea las ideas e intenta descubrir si en el local habría algún otro parrandero conocido. Momentos

después,

percibe

que

otra

vez

comenzaban a escucharse la música y las cantilenas, y entonces el beodo, que ya estaba sentado, vio una silueta toda vestida de negro que se hallaba ubicada al frente suyo… Tomó la iniciativa y, tambaleante, se le aproximó y le dijo al oído: -¡Hic!... ¡Mi Negra! ¿Me das el placer de este baile? -¡No! –escuchó que le responden secamente. -¡Hic!... ¿Y por qué no? –insistió el mamado. La figura toda de negro le contestó: -Pues por cuatro motivos: -Primero, porque usted está borracho... -Segundo, porque esto es un velorio… -Tercero, porque el Ave María no se baila… -Y cuarto…, porque “Mi negra” será tu madre…, estás tan mamado que no vez que ¡YO SOY EL CURA!

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Amnesia Repentina

Un día de estos yo me dirigía a mi trabajo, y cuando iba andando por la calzada de la avenida, de repente me encontré con una señora de edad, que calculo debería tener cerca de unos setenta y pocos años. Lo que me llamó la atención, fue verla llorar desconsoladamente sentada en el banco de la plaza. Sintiéndome conmovido con su situación, luego me acerqué y le pregunté que le pasaba para estar así, tan condolida, y llorando angustiosamente. Entre lágrimas y gemidos me contestó: -En casa tengo un marido de 32 años… ¡Sniff!... Me hace el amor todos los días… ¡Sniff! ¡Sniff!... Se levanta y me prepara el desayuno como a mí me gusta, con tostadas, Chispas de Risa

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pan casero, trozos de frutas frescas, café recién molido… ¡Sniff!... ¡Sniff! Me quedé un poco sorprendido con su confesión, pero ya repuesto le dije: -¡Bueno! Y entonces… ¿Por qué está llorando? Ella me miró con sus ojos lagrimosos y respondió: -¡Sniff!... ¡Sniff!... Me hace sopa casera para el almuerzo y prepara mis galletitas favoritas… ¡Sniff! Después me hace el amor a media tarde… ¡Sniff! ¡Sniff! Ya sintiéndome verdaderamente extrañado con sus manifestaciones, insisto en decirle: -Está muy bien… ¿Pero por qué está llorando? -¡Sniff!... ¡Sniff! -continuó ella- …y para la cena, me hace comidas de gourmet, con vino y todo, y encima me prepara mi postre favorito… ¡Sniff!... ¡Sniff! …y cuando terminamos de comer, me hace el amor hasta la madrugada… ¡Sniff!... ¡Sniff!... ¡Toditas las noches! ¡Sniff!... ¡Sniff! -¿Pero qué tiene eso de malo, señora? -volví a preguntar sobrecogido-. ¿Por qué eso la hace llorar tanto? La señora me miró en un llanto incontenible y desbocado, y me dice sin titubear: -¡Sniff!... ¡Sniff!... ¡Es que no me acuerdo donde vivo! Chispas de Risa

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El Origen de las Peleas Matrimoniales

Mantener

un

equilibrio

armónico

en

el

relacionamiento matrimonial, depende de mucha sicología personal, principalmente por parte del marido, persona que necesita demostrar permanentemente que tiene un temperamento de índole monacal para poder evitar las constantes peleas que surgen en la pareja como si nada. Normalmente, esas contiendas empiezan después de la sinceridad de las palabras que el esposo proporciona en las réplicas de las interpelaciones de su esposa. Esas simples respuestas siempre son las principales causantes de homéricas trifulcas. A seguir, le relataré mi experiencia con algunos casos típicos que me han sucedido:

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-El otro día mi mujer se sentó a mi lado en el sofá mientras yo estaba con el control de la tele en la mano, pasando de canal en canal… Entonces ella me preguntó: -¿Qué hay en la tele? -Yo le respondí: ¡Polvo! Y, entonces, la pelea comenzó.... Cuando llegué a casa, ayer por la noche, mi mujer me exigió que la llevase a un sitio caro. A la sazón, sin saber qué hacer, la llevé a una gasolinera… Y, en aquel momento, la pelea comenzó... Recuerdo que una noche, mi mujer y yo, estábamos sentados en la mesa de un boliche. De repente, yo me estaba fijando en una chica borracha que estaba sola en una mesa próxima, mientras balanceaba su copa en una de las manos. Mi mujer entonces me preguntó: -¿La conoces? -¡Sí!, dije yo. ¡Ella es una antigua novia mía! Sé que empezó a beber después de separarnos, hace ya bastantes años y, por lo que sé, nunca más ha vuelto a estar sobria... -¡Dios mío!, -dijo mi mujer- ¡Nunca pensé que alguien pudiese celebrar algo durante tanto tiempo! -Y, entonces, la riña comenzó... Ya habiendo cumplido los años de trabajo necesarios para requerir la jubilación, un día fui hasta Chispas de Risa

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la Seguridad Social para poder recibir la carta de jubilación. La mujer que me atendió solicitó mi carné de identidad para verificar mi edad. Busqué por todos los bolsillos, y me di cuenta que lo había dejado olvidado en casa. La funcionaria dijo que lo lamentaba, pero que tendría que ir a buscarlo y volver más tarde. Pero en eso, ella me ordenó: -¡A ver! ¡Desabotónese la camisa! -entonces, desabotoné la camisa dejando expuestos mis cabellos crespos y plateados. Percibiéndolos, enseguida ella me señaló: -Este cabello plateado en su pecho, es prueba suficiente para mí. -Y procesó mi jubilación. Cuando llegué a casa, se lo conté a mi mujer mientras me sentía entusiasmado con lo que me ocurrió. Entonces ella me expresó: -¡Vaya!

¿Y

por

qué

no

te

bajaste

los

pantalones?... Así tú la podrías haber conseguido por invalidez permanente. -Y, entonces, la riña comenzó... La otra noche mi mujer estaba desnuda, mirándose en el espejo de la habitación. Entonces, como no se sintió feliz con lo que vio, me dice: -Me siento horrible… Parezco vieja, gorda y fea… Realmente necesito de un elogio tuyo. Chispas de Risa

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Enseguida le respondí: -¡De la vista, me parece que estás perfecta! -Y, entonces, la riña comenzó... Un domingo llevé a mi mujer al restaurante. El camarero anotó primero mi pedido: ¡Quiero un churrasco bien jugoso, por favor! -le ordené- El camarero con expresión de sorpresa, me preguntó: -¿El señor no está preocupado por la vaca loca? -¡No!, ella misma puede hacer su pedido -le respondí… Y, entonces, la riña comenzó... Cuando un día yo volvía del médico, vi a mi mujer, que, toda preocupada, me pregunta: -¿Y? ¡Entonces!, ¿qué te dijo el médico? -Pronto le respondí: -¡A partir de hoy, no haremos más el amor!, tengo prohibido comer cosas grasas… -Y, entonces, la riña comenzó... Me recuerdo del día que mi mujer cumplió 47 años. Esa noche ella me miró desnuda desde la puerta del baño y me pregunta: -¿Vos crees que realmente represento la edad que tengo? Yo le contesté: Chispas de Risa

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-Si miro tu cabello, te doy 29; si miro tu busto te doy 32; si miro tus caderas, te doy 36; si miro tus piernas, te doy 30. Ella, con una sonrisa en su rostro, rápidamente me contesta: -¡Gracias mi amor!, ¿realmente piensas eso? -Yo le respondí: -¡Sí!, pero esperá un poquito que todavía no terminé de sumar... -Y, entonces, la riña comenzó... Una otra vez, luego después de haber tenido una discusión muy fuerte, íbamos en el auto sin hablarnos. Al pasar frente a un criadero de cerdos, yo le digo: -No sabía que tenías parientes viviendo por acá… -Ella me contesta: ¡Sí!,

“mis

suegros”.

-Y

entonces

la

riña

comenzó..., nuevamente. Una noche, mientras estábamos entretenidos en los actos preliminares del amor, ella me dice al oído: -¡Viejo!, susúrrame cosas sucias… ¡Me súper excitan! Enseguida le murmuro: -Cocina, living, baño, patio, vereda, ropa, muebles... -Y entonces la riña comenzó..., nuevamente. ¡Realmente!.... ¿Quién las entiende?

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El Histrionismo de los Políticos

Como esta es una historia con un contorno multitudinario, ella es aplicable para cualquier una de esas varias naciones que habitualmente son gobernadas por esos “ciertos líderes políticos” que, muy a menudo, hacen gala del histrionismo rebosante de su irresponsabilidad política. Como obviamente en estos tiempos de estupidez globalizada, es imposible aquí nombrar a todos esos gobernantes que parece que andan por las vías públicas como si fuesen unos alucinados peatones en busca de algunos saludos en liquidación, entonces, y haciendo uso de una voluntad no gobernada por la razón, aquí se hará referencia a un único caso escogido a mi libre albedrío, y

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al cual, educadamente le sugiero que sustituya el ejemplo que usted utilicé, por el inepto que más se le antoje. Pues bien, cuentan que una cierta mañana llegó la señora Cristina Fernández de Kirchner para cambiar un cheque en una importantísima sucursal bancaria del centro de Buenos Aires. Al aproximarse a una bella cajera, que más parecía una de aquellas mujeres de pasarela sacadas de alguna revista de modas, educadamente la Señora Presidenta le dice: -¡Buenos días! ¿Si usted es tan gentil, podría hacerme el favor de cambiarme este cheque? -¡Sí! ¡Con mucho gusto, Señora! –y al tomar el cheque entre sus manos, cortésmente, ella solicita: -¡A ver! ¿Me permite su identificación? ¡Por favor! -¡Mmmmh! Mire, señorita, yo no traigo mi identificación… Pero hagamos lo siguiente, pregúntele a cualquiera… todos me conocen… ¡¡¡Yo soy Cristina Fernández de Kirchner, Presidenta de la República Argentina!!! -¡Si, muy bien, señora!, pero son reglas del banco que yo debo cumplir… Por eso, para que yo pueda cambiar su cheque, usted primero me debe mostrar un documento de identificación personal… Chispas de Risa

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-¡Pero qué barbaridad, señorita! Ya le dije que no traigo identificación, pero pregúntele a quién quiera… ¡Soy Cristina Fernández de Kirchner! -¡Mire!... Yo estoy muy apurada, así que hágame el favor de llamar al gerente, para que logremos solucionar rápidamente este inconveniente… ¡Por favor! ¿Está bien? -¡Sí! ¡Sí, señora! Aguarde un momentito, por favor. –indicó la chica, mostrando sus dientes por detrás de una sonrisa amarillenta. Instantes después, aparece un señor calvo, metido dentro de un traje azul marino, y seguido muy de cerca por la sonriente cajera. Con voz impostada, el hombre extiende su mano para saludar a la Señora Presidenta y le expresa: -¡Sinceramente, lo siento señora! Pero no puedo acceder a su solicitud… Perdóneme, pero son reglas internas de nuestra institución bancaria... ¡Usted me debe enseñar su identificación personal! -Pues a decir verdad, no traigo, señor, y le aviso que: ¡Me urge cambiar este cheque! ¡Así que hágame el favor, y encuéntrele una solución! -Mire, señora, -dijo el gerente restregándose nerviosamente las manos-. Lo que podemos hacer es lo siguiente: el otro día vino Sergio Goycoechea. Tenía el Chispas de Risa

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mismo problema que usted, no traía su identificación y, para probar que era él, sacaron una pelota de fútbol, le tiraron unos penales y él los paró, así quedó comprobado que él era en verdad, Sergio Goycoechea… -¡Sí!, muy bien. ¿Pero usted no pretenderá que yo juegue al futbol?... ¿No? -¡No! ¡No!, era la alternativa que encontramos para él… Fíjese que una vez también vino el “Locomotora Castro” y no traía su documento, entonces, enseguida se echó unos rounds con los cajeros y volteó a dos a trompadas… así pudo comprobar que él era en realidad, el “Locomotora Castro”... Entonces, “Usted” también puede hacer lo mismo... quien sabe… ¡Bueno! ¡Haga algo para probar que es usted la Presidenta de la Argentina! La Señora Presidenta se quedó abstraída pensando durante un, no tan breve periodo de tiempo, y al rato le dice: -¡Mmmmh!, no da, señor…, la verdad es que estoy nerviosa y sólo se me ocurren boludeces… -¡Está bien! ¡Está bien! –dijo el hombre. Ya no hay más dudas… -¿A ver, señorita? ¡Rápido! ¡Rápido! ¡Cámbiele el cheque a la Señora Presidenta!

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El Paraíso de los Políticos

Cierto día, cuando iba caminaba por la calle, un exitoso Senador de un tradicional partido político de su país es trágicamente atropellado por un camión y muere instantáneamente. Cuando su alma llega a las puertas del paraíso, justamente en la entrada se encuentra a San Pedro en persona. -¡Bienvenido al Paraíso! -le dice San Pedro al recibirlo- Antes que tú te acomodes, parece que hay un problema que debemos solucionar… Veras que raramente un político de tu partido ha llegado aquí… ¡Por eso!, aquí no estamos muy seguros de lo qué hacer contigo –explicó San Pedro.

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-No hay problema, déjame entrar -le responde el Senador. -¡Bueno! Me gustaría, pero tengo órdenes desde lo más alto. Así que por tanto, primero, lo que haremos, será hacerte pasar un día en el infierno y otro en el paraíso. Entonces, luego tu podrás elegir donde pasar la eternidad. -De hecho, no me importa, yo ya lo he decidido. Prefiero estar en el Paraíso –afirma el político. -¡Lo siento! Aquí, nosotros tenemos nuestras propias reglas. Acto seguido, San Pedro acompaña al hombre hasta el ascensor y este baja, baja, baja hasta que finalmente llaga al infierno. Las puertas se abren y el Senador se encuentra justo en medio de un verdeante campo de golf. A lo lejos distingue que hay un club, y al caminar hacia allí, percibe que de pie, delante del edificio, están todos sus amigos políticos que habían trabajado con él. Inmediatamente observa que todos están vestidos con traje de noche y muy contentos. Cuando estos lo ven, corren a saludarlo y enseguida lo abrazan y comienzan a recordarse de los tiempos en que juntos se enriquecían a costas del pueblo.

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A seguir, todos juegan un agradable partido de golf, y luego por la noche cenan juntos en el salón de gala del club, degustando apetitosas langostas, caviar y otras exquisiteces más. En el festín también se encuentra el Diablo, que en realidad, el Senador percibe que éste es un tipo macanudo, simpático, un poco extravagante, pero que se divierte mucho y hace divertir a los otros contando chistes y bailando. Las horas se le pasan volando sin percibirlo, pero mientras él también se divertía en la jarana, descubre que ya es hora de irse. Cuando el Senador se prepara para partir, enseguida todos lo rodean le dan un apretón de manos, palmaditas en la espalda, y lo saludan efusivamente mientras ingresa al ascensor. Entonces el ascensor sube, sube, sube, y al detenerse, se reabre la puerta del Paraíso donde San Pedro lo está esperando. -Ahora es el momento de pasar al Paraíso –apunta el viejo apóstol. El Senador pasa las siguientes 24 horas sucesivas vadeando de nube en nube, tocando arpa y cantando. Se divierte bastante, pero antes que se dé cuenta, las 24 hs ya han transcurrido y percibe que San Pedro ha ido a buscarlo. Chispas de Risa

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-¡Entonces!, has pasado un día en el infierno y otro en el paraíso… Ahora debes elegir el lugar para tu eternidad –avisa el mensajero. El hombre piensa un momento y luego responde: -¡Bueno!, no lo habría dicho nunca…, quiero decir, el paraíso ha sido un lugar precioso, pero creo que he estado mucho mejor en el infierno. Definida su pretensión, San Pedro lo acompaña nuevamente hasta el ascensor, y este baja, baja, baja hasta las puertas del infierno. Cuando finalmente las puertas se abren, el Senador se encuentra en una tierra desierta, toda cubierta de porquerías y desperdicios. Enseguida ve a todos sus amigos, vestidos con trapos y recogiendo las inmundicias desparramadas y metiéndolas en enormes bolsas negras… Sin percibirlo, el Diablo se le acerca silenciosamente por atrás, se ubica a su lado, y le pone el brazo en el cuello. -¡Bienvenido!- le dice. -¡Hue! No comprendo -balbució el Senador de forma perpleja- Antes de ayer estuve aquí, y había un campo de golf hermosísimo… también había un club, comimos caviar, langosta, vino francés, bailamos y nos divertimos muchísimo… ¿Qué pasó? Ahora todo lo que hay, es una Chispas de Risa

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tierra desierta, llena de bazofias y asquerosidades, y todos mis amigos parecen unos pordioseros… unos miserables. ¿Qué sucedió? El diablo mira fijo para la cara de espanto que tenía el hombre, y entonces le sonríe y le dice: -¡Ah, mi amigo! Lo que pasa, es que ese día estábamos en campaña para conseguir nuevos socios…

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Hay que Respetar las Reglas

Muchos afirman que: ¡Mujer en el volante, es un peligro constante! Claro que ni siempre y ni todas ellas son así, tan distraídas como lo afirma el incalificable dictado popular de los machistas; pero en este caso, tres íntimas amigas iban de paseo por la carretera metidas en un coche flamante y, entretenidas con amenidades y conversaciones femeninas, estaban medio como que en babia. Empero, la que manejaba no se percató a tiempo del precipicio que había luego a su frente. Lamentablemente el accidente ocurre, y por causa de su caída por el despeñadero, las tres mujeres mueren y sus alamas suben juntas al cielo.

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Al llegar, San Pedro, muy amable, como era de esperar, les avisa con voz canónica: -¡Aquí en el cielo sólo hay una regla a ser cumplida! ¡Tengan mucho cuidado!... “Nunca pisen en los patos”. ¿Comprendieron? -¡Sí! ¡Sí! -le responden las tres al unísono, mismo juzgando que la regla que les era impuesta era bastante extraña para ser llevada en cuenta en el cielo. Pero no bien habían atravesado los portones del Paraíso, descubrieron que era casi imposible poder caminar tranquilamente sin pisar en algún pato… Toda la superficie estaba forrada de patos. Medio confusa por los sucesos recientes, pocos minutos después, una de ellas, inadvertidamente y sin querer, terminó pisando en uno de aquellos bichos. ¡Pronto! Luego enseguida llegó San Pedro con una cadena, un candado, y un hombre feísimo de arrastro. Era el hombre más feo y horripilante que cualquiera las tres había visto en toda su vida. A la sazón, San Pedro, con voz carrancuda, le dice: -¡Usted no ha respetado la regla establecida!... Ahora su castigo será vivir toda su eternidad encadenada a este hombre.

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Una semana después, fue la vez de la segunda de ellas cometer el mismo error y acabó pisando en un pato. Nuevamente apareció San Pedro ante ella y le dijo: -¡Usted, como castigo, va a tener que vivir la eternidad encadenada a este hombre! -y la encadenó a un individuo caricaturesco y horroroso, posiblemente mucho más feo que el que le había tocado a su amiga. A partir de aquel momento, tal vez pensando en la fealdad de su posible castigo, la tercera amiga pasó a caminar como pisando en huevos, siendo extremamente cuidadosa en donde ponía sus pies, súper-cuidadosa al moverse de un lado a otro, como para evitar cometer el mismo error de sus amigas. Meses se pasaron y la mujer se sentía exitosa con sus escrúpulos, hasta que en un determinado momento apareció San Pedro con la cadena, el candado, y un hombre que a ella le pareció perfecto: lindo, moreno, ojos azules, fuerte, alto… -¡Mi príncipe! -pensó enseguida, mientras el viejo apóstol la encadenaba junto al hombre. Ella se quedó pensativa mirando, hasta que San Pedro desapareció de su vista. No en tanto, perduró más algunos segundos pensando en lo que había sucedido e intentar comprender la confusa situación. Chispas de Risa

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Finalmente tomó la decisión de preguntarle al maravilloso hombre que tenía a su lado: -¿Qué hice yo para merecerte como premio? El hombre la miró sorprendido, y dijo de mal humor: -¡Usted!... ¿No sé?... Pero cuanto a mí, hace poco pisé en uno de esos patos de mierda…

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Grandes Tiendas Matrimoniales

Hacía poco que acabara de ser inaugurada en Nueva York, la “The Husband Store”, una nueva tienda con esplendidos y revolucionarios conceptos de mercadeo, destinada exclusivamente para atender a las mujeres. En realidad, la especialidad de dicho establecimiento está focalizada en damas en busca de un marido. Luego de entrar en el establecimiento, las visitantes ya reciben instrucciones sobre el funcionamiento de la tienda. Un grande cartel avisa: “Usted puede visitar la tienda APENAS UNA ÚNICA VEZ”. Son seis diferentes pavimentos, y los atributos de los maridos que se encuentran a la venta mejoran a medida que la persona va subiendo de pavimento.

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Sin embargo, un cartel luminoso expuesto a pocos pasos de la entrada, avisa: ¡Por favor! “Respete nuestras normas y restricciones. Recuerde que usted puede comprar el marido escogido en cualquier uno de los pavimentos, visitándolos en secuencia ascendente. ¡PERO NUNCA PODRÁ BAJAR!, salvo para usted salir de la tienda directamente para la calle. Tantas advertencias ubicadas a pocos pasos de la entrada llaman la atención y causan curiosidad. No en tanto, les relataré la confidencia de una gran dama amiga mía que tuvo la oportunidad de visitarla hace poco. Según ella, luego de ingresar, notó que ya en el primer pavimento, había un otro cartel que anuncia: -1º Piso – Aquí todos los hombres tienen buenos empleos. -¡Nada malo! -pensó ella en un primer momento. Cuando subió al siguiente piso, pudo leer: -2º Piso – Aquí los hombres tienen buenos empleos y adoran niños. -¡Qué optimo! -exclamó para sí al ver aquella frase. No en tanto, curiosa, cuando subió al tercero, allí encontró que estaba escrito: -3º Piso – Aquí los hombres tienen óptimos empleos, adoran niños y son todos bonitos. Chispas de Risa

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-¡Uauu! -Exclamó ella en ese momento, al imaginar cual era la cualidad de la mercadería expuesta, pero se sintió tentada y prontamente subió otro piso más. Luego que subió, vio un otro cartel que anunciaba: 4º Piso - Aquí los hombres tienen óptimos empleos, adoran niños, son todos bonitos y adoran ayudar en los trabajos domésticos. -¡Hay, mi Dios! -Volvió a suspirar mi amiga, pero no se detuvo y continuó subiendo las escaleras. Así que llegó en el siguiente, puedo leer: -5º Piso – Aquí los hombres tienen buenos empleos, adoran niños, son todos bonitos, adoran ayudar en los trabajos domésticos, y para completar, son extremamente románticos. Conforme su relato, parece que en ese momento ella vaciló un poco al advertir los atributos exactos que toda mujer busca en un hombre; pero ansiosa por conocer lo demás, no se detuvo y, apurada, subió hasta en sexto piso. No en tanto, luego que entró, notó un nuevo cartel luminoso que decía: -6º Piso – ¡Bienvenida! Usted es la visitante número: “39.456.012”. Lamentamos informar que en este piso no hay maridos a la venta. Este pavimento existe apenas para

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probar que las mujeres son imposibles de contentar. ¡Gracias por visitar “The Husband Store!”. Demás está decir el éxito alcanzado en tan poco tiempo por tan sorprendente emprendimiento comercial instalado bien en el corazón de la Big Apple. Sin embargo, quien conoce Manhattan, puede confirmarnos que una cuadra más adelante también existe “The Wife Store”. Esta es una conocidísima tienda especializada en la vender esposas para hombres casamenteros, en idéntico estilo de la otra tienda ya mencionada, y la que, ostentando equivalente similitud con la nueva tienda femenina, hace que algunos individuos piensan que ambas pertenecen al mismo dueño. No en tanto, en esta tienda masculina los carteles en cada pavimento expresan anuncios diferenciados, como: -1º Piso – Aquí encontrará mujeres que adoran hacer sexo. En el siguiente, puede leerse en otro cartel: 2º Piso – Aquí encontrará mujeres que adoran hacer sexo y son muy bonitas. Ya quien visita el próximo pavimento, encontrará escrito en un decorativo luminoso: -3º Piso – Aquí encontrará mujeres que adoran hacer sexo, son muy bonitas y muy ricas. Chispas de Risa

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La verdad, es que no se decirles lo qué está escrito en los carteles expuestos en los pavimentos siguientes, porque los pisos 4, 5 y 6, nunca fueron visitados… ¡Una verdadera pena!

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Las Vicisitudes del Padre Manuel

Señalan que en este pueblo, todos los parroquianos eran extremamente religiosos y fieles adoradores de Señor, probablemente, en consecuencia de los dotes y el carisma del padre Manuel, quien, efectivamente, era un ciervo extremamente fiel al Todopoderoso, ya que contaba con una personalidad misericordiosa. Aunque sin lugar a dudas, para algunos de aquellos vecinos, este vicario de Dios era algo testarudo y tarambana; no obstante él fuese un hombre relativamente liberal en materia de teología, y quien la tenía muy clara

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sobre cuál era el lado de su pan pastoral que debería untar con la manteca espiritual de los creyentes. No en tanto, así como este devoto sacerdote lograba regimentar fieles para la iglesia, también disfrutaba de algunos desafectos personales en su parroquia, todo por causa de su intromisión en asuntos que nada tenían que ver con la fe y la religión. Así pues, cuentan que una vez, un pobre burro murió justo frente a la iglesia. Los días pasaron pasivamente, y el pobre bicho continuó con la carcasa expuesta en plena vía pública sin que nadie fuese capaz de hacer alguna cosa práctica para solucionar la triste imagen que el fallecido animal proporcionaba. Como una semana después, y viendo que el cadáver del asno aún seguía tendido allí, el padre Manuel decidió hacer una visita repentina al prefecto del pueblo para reclamarle de su ineptitud. -¡Prefecto! -le dijo el padre luego que fue recibido¡Tengo un burro muerto hace una semana, estirado bien enfrente a la iglesia!... ¿Qué piensa hacer? El prefecto, que era un gran adversario político del padre, aprovechó el momento para desahogar allí sus desavenencias, y le contestó sarcástico:

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-¡Pero, padre Manuel!... ¿No es el señor, quien tiene la obligación de cuidar de los muertos? El cura lo miró serio, se rascó el mentón, pensó un poco, y enseguida le respondió: -¡Ahaaa!... ¡Así es, mi amigo! Pero no se olvide que también es mi obligación avisar a los parientes… En otra ocasión surgió una otra anécdota sobre este sacerdote, ya que él, en sus horas libres, siendo un aficionado a la ornitología, dedicaba su tiempo a cuidar y tratar de doce preciosos pajaritos. Todos los días, el padre Manuel soltaba sus aves para que volaran libremente por los prados; y estos, lloviendo o habiendo sol, siempre regresaban a sus jaulas al atardecer. Lamentablemente, un día sólo regresaron once de ellos. En un primer instante el padre Manuel decidió aguardar por el día siguiente, para ver si su animalito de estimación retornaba. Al no verlo regresar, ansioso, esperó hasta el domingo siguiente, y hasta ese día, nada del pajarito aparecer. Así pues, de forma resuelta, el padre Manuel quiso aprovechar el sermón que daría en la misa dominical para interpelar a los fieles en plena iglesia. Una vez en el pulpito, les pregunta en tono canónico: Chispas de Risa

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-¿Quién tiene un pájaro? Enseguida, todos los hombres que asistían a la misa se levantaron. -¡No!... ¡No! Creo que yo no me expliqué bien… ¿Quién ha visto un pájaro? -se corrigió de inmediato. Incontinenti, el sacerdote escuchó el murmullo de polleras moviéndose, cuando todas las mujeres se levantaron. -¡Oh! ¡No, no!... Perdonen… Lo que quiero decir es: -¿Quién ha visto mi pájaro? -intentó explicar al cambiar su frase. Fue justo en ese momento, que todas las monjas se levantaron… Moraleja: Sea claro y preciso… Aprenda a preguntar correctamente para no pasar vergüenza.

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Nota del Autor Una selecta sucesión de anécdotas cortas hacen parte de este libro, y cuyas hablillas tienen origen en la imaginación del autor; el cual, por intermedio de estos hechos narra los más diversos relámpagos que capitulan lo habitual de la vida multitudinaria, ideando protagonistas e referencias que circundaron las narraciones. No ha existido la intención de menospreciar o zaherir cualquier miembro de entidades cívicas o públicas de las diversas categorías profesionales mencionadas en los textos, ya que se considera que los mismos, al hacer parte integral de una sociedad tan variada, conceden sus actos al cotejo con diferentes eventos de la vida. Igualmente, se advierte que no debe ser considerado un encargo del autor, el hecho de que el lector encuentre alguna similitud, en parte o en todo, que lo pueda identificar con los sucesos aquí relatados.

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BIOGRAFÍA DEL AUTOR Nombre: País de origen: Fecha de nacimiento: Ciudad:

Carlos Guillermo Basáñez Delfante República Oriental del Uruguay 10 de Febrero de 1949 Montevideo

Nivel educacional:

Cursó primer nivel escolar y secundario en el Instituto Sagrado Corazón. Efectuó preparatorio de Notariado en el Instituto Nocturno de Montevideo y dio inicio a estudios universitarios en la Facultad de Derecho en Uruguay. Participó de diversos cursos técnicos y seminarios en Argentina, Brasil, México y Estados Unidos. Experiencia profesional: Trabajó durante 26 años en Pepsico & Cia, donde se retiró como Vicepresidente de Ventas y Distribución, y posteriormente, 15 años en su propia empresa. Realizó para Pepsico consultoría de mercadeo y planificación en los mercados de México, Canadá, República Checa y Polonia. Residencia: Desde 1971, está radicado en Brasil, donde vivió en las ciudades de Río de Janeiro, Recife y São Paulo. Actualmente mantiene residencia fija en Porto Alegre (Brasil) y ocasionalmente permanece algunos meses al año en Buenos Aires (Rep. Argentina) y en Montevideo (Uruguay). Retórica Literaria: Elaboró el “Manual Básico de Operaciones” en 4 volúmenes en 1983, el “Manual de Entrenamiento para Vendedores” en 1984, confeccionó el “Guía Práctico para Gerentes” en 3 volúmenes en el año 1989. Concibió el “Guía Sistematizado para Administración Gerencial” en 1997 y “El Arte de Vender con Éxito” en 2006. Obras concebidas en

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Obras en Español:

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portugués y para uso interno de la empresa y sus asociados. Principios Básicos del Arte de Vender – 2007 Poemas del Pensamiento – 2007 Cuentos del Cotidiano – 2007 La Tía Cora y otros Cuentos – 2008 Anécdotas de la Vida – 2008 La Vida Como Ella Es – 2008 Flashes Mundanos – 2008 Nimiedades Insólitas – 2009 Crónicas del Blog – 2009 Corazones en Conflicto – 2009 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. II – 2009 Chispas de Risa - 2009 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. III – 2009 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. IV – 2009 Humor… una expresión de regocijo 2010 Risa… Un Remedio Infalible – 2010 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. V – 2010 Fobias Entre Delirios – 2010 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. VI – 2010 Aguardando el Doctor Garrido – 2010 El Velorio de Nicanor – 2010 La Verdadera Historia de Pulgarcito 2010 Misterios en Piedras Verdes - 2010 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. VII – 2010 Una Flor Blanca en el Cardal - 2011 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. VIII – 2011 ¿Es Posible Ejercer un Buen Liderazgo? 2011 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. IX – 2011

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Los Cuentos de Neiva, la Peluquera 2012 El Viaje Hacia el Real de San Felipe 2012 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. X – 2012 Logogrifos en el vagón del The Ghan 2012 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. XI – 2012 El Sagaz Teniente Alférez José Cavalheiro Leite - 2012 El Maldito Tesoro de la Fragata - 2013 Carretas del Espectro - 2013 Los Piratas del Lord Clive - 2013 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. XII – 2013 Apócrifos del Génesis - 2013 Representación en la red: Blogs:

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