Humor... Una Expresión de Regocijo

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Carlos B. Delfante

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Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: Un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna… Groucho Marx

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Humor… una expresión externa de regocijo Algunas teorías médicas atribuyen a la risa efectos muy benéficos para la salud y el bienestar de las personas, dado que el estado de humor libera endorfinas. Por su vez, un estudio ha demostrado que algunos indicadores relacionados con el estrés, logran disminuir durante los episodios de risa, lo que apoya la teoría de que el humor alivia el estrés. Sin embargo, mucha gente desconoce los buenos y ventajosos efectos de la risa; como por ejemplo: -La risa disminuye la presencia del colesterol en la sangre, pues equivale a un ejercicio aeróbico. -La risa favorece la digestión al aumentar las contracciones de todos los músculos abdominales. -La risa facilita la evacuación debido al “masaje” que produce sobre las vísceras. -La risa contribuye a aplacar la ira. -La risa auxilia a un cambio de actitud mental que favorece la disminución de enfermedades. -La risa aumenta el ritmo cardíaco y el pulso y, al estimular la liberación de las hormonas “endorfinas”, permite que éstas cumplan una de sus importantes Humor… Una Expresión de Regocijo

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funciones, como es la de mantener la elasticidad de las arterias coronarias. -La risa también ayuda a reducir la glucosa en sangre. -La risa nos libera del temor y de la angustia Con todo, es bueno recordar que las investigaciones científicas ya han demostrado que hay partes del sistema límbico involucradas en la risa. Como el sistema límbico es una parte del cerebro que está asociado a las emociones, este nos ayuda con las funciones de supervivencia básica. Tampoco podemos olvidar que hay dos estructuras del sistema límbico implicadas en la producción de la risa: la amígdala y el hipocampo. Antiguamente, la risa y un buen humor frecuente, se asociaban a la frivolidad y la inmadurez de la persona; pero afortunadamente, las investigaciones, como aquella que imaginara el escritor y semiólogo italiano, han abonado algo que la sabiduría popular intuía y que hoy la ciencia demuestra: “reír es saludable”.

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Índice El Tornillo Rejuvenecedor Santo Castigo El Reciclamiento La Mantequilla Erótica La Convención Cervecera Los Peditos Inocentes El Caballo Hablante Los Caníbales La Apuesta del Científico Whisky Gratis Problemas en el Apartamento El Excéntrico Cliente Un Extraño en el Nido El Mamado Regenerado La Máquina Inteligente Prohibido Estacionar Anteojos Mágicos La Rubia y el Camionero La Mucama del Cura Manos Heladas El Turco en la Playa Eficiencia Nacional El Ajuste de Cuentas Hablando con el Cobrador La Testigo Sincera La Despedida del Párroco Conversación Prohibida El Robo del Caballo Sin Testamento Cazando Osos El Hijo del Presbítero Negocios de Familia Las Camisetas Universitarias Humor… Una Expresión de Regocijo

7 11 14 17 19 22 24 27 30 33 36 39 41 43 46 49 53 57 60 63 66 69 72 75 77 80 83 86 88 92 95 98 101 Página 5


Sacramento Lucrativo La Declaración de la Viejita Jefe, Siempre Será Jefe La Ley de la Vida Promoción Especial El Embarazo Precoz Guardando Bien los Bienes El Casamiento en la Tercera Edad Los Siete Enanitos en el Vaticano Y Dios Hizo a la Mujer… Divorcio Acelerado El Examen de Próstata La Piscina Mágica Pedido de Contribución Amigos Hasta la Muerte Bombacha de Viuda La Cibernética en la Parroquia Día de Mala Suerte El ex Gay El Fascinador Pintor de Paredes La Rubia en el Casino El Mono Cauteloso La Relación Entre 54 y 18 La Fuga en Partes Remedio Para no Roncar Una Cerveza muy Espacial El Maní en el Oído El Veredicto Justo Ayuda Médica Dispensa del Servicio Militar Diferentes Tipos de Senos El Mamado y su Mula El Vestido del Amor Nota del Autor Biografía Humor… Una Expresión de Regocijo

104 107 110 113 116 119 122 124 126 129 131 134 136 139 141 144 147 150 153 155 158 161 164 166 169 172 175 178 180 182 185 187 189 202 203 Página 6


El Tornillo Rejuvenecedor Resulta que a una cincuentona señora, los años se le vinieron encima de manera precipitada, trayendo consigo una avasalladora decrepitud física que le amargaba la vida. Esta cuestión pasó a ser algo que fue generando en ella un malestar psicológico que luego la llevó a querer probar algunos nuevos métodos rejuvenecedores junto diversas las clínicas especializadas en tratamientos estéticos. No en tanto, ninguno de los tratamientos que le fueron enseñados la convencía, hasta que un determinado día ella finalmente advirtió el anuncio de una novedosa propuesta científica que prometía mejorar el auto estima de las mujeres. Tal oferta sería alcanzada por intermedio de la aplicación de una revolucionaria técnica.

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Resuelta, la mujer marcó hora en la mencionada clínica del afiche y, llegado el día, fue a consultar con el cirujano plástico y conocer la novedad. -¡Doctor! -expresó ella al ser atendida- Estoy muy preocupada con todas estas arrugas que están apareciendo en mi rostro… ¿Qué es lo que usted me recomienda? ¿Qué puede hacer para acabar con ellas? -relató acongojada. -¡Mire, señora! Justamente ha salido un nuevísimo tratamiento que puede ser considerado revolucionario, ya que promete acabar de vez con esa… ¡molestia! –le comunicó el hombre, delicadamente. -¿No me diga, doctor? ¿Y cómo es que lo aplican? ¿Es muy doloroso? -quiso saber ella, interesadísima. -¡No, que nada! Verá usted que es bien simple y rápido –apuntó el doctor-. Déjeme que le explique… Nosotros, a través de una pequeña incisión realizada en el cráneo, le colocamos un tornillo en el topo de la cabeza… Escondido bajo el cuero cabelludo, ¡claro! -¡Pero qué maravilla! ¡Es increíble al avance de la medicina! –Exclamó la mujer, sonriente. -Sí, no hay duda alguna -asintió el hombre-. Así que, toda vez que usted ve las arrugas apareciendo, con un aparatito especial que nosotros le facilitamos, usted misma

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puede dar un pequeño giro al tornillo… ¡Y pronto!, su piel es estirada hacia arriba, y las arrugas desaparecen como por un pase de mágica. -¿Es verdad, doctor? ¡Qué prodigio de invento! -ella exclamó admirada. -Y lo principal, señora, es que el método no presenta rechazo alguno... Damos total garantía -llegó a sentenciar el doctor, junto a una sonrisa cordial. ¡Bueno, si es así como usted lo menciona, yo quiero colocar el tornillo de una vez! -le afirmó ella al sentirse convencida. Finalmente marcan fecha para realizar la operación y, después de realizada, la mujer pasó a sentirse orgullosa con el nuevo procedimiento quirúrgico. Pasado un año, la mujer volvió a la clínica para realizar una nueva consulta y hacer un chequeo del procedimiento. Ya frente al médico, ella expone: -¡Doctor, tengo que felicitarlo, y reconocer que esa técnica del tornillo es óptima! -Me alegro que usted se sienta satisfecha con nuestro método -agradeció el doctor. -Sin embargo, doctor -enmendó ella con una mueca de preocupación-, el único problema que he percibido, es

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que hace un tiempo me aparecieron estas dos bolsas horribles debajo de mis ojos... ¿Las puede ver, doctor? -le indicó, señalándoselas con los dedos. El doctor, en ese momento la observaba desde su silla, mientras enarcaba las cejas. A lo que ella añadió: Y también me salieron estas otras dos verrugas bien en el medio de mis cachetes… ¡Cuando el señor me operó, no comentó nada sobre estos efectos colaterales! –terminó por reclamar ella, ahora con la voz más grave. -¡Pero, señora! -pronunció el médico luego después de examinarla. ¿Qué fue, doctor? -Esto no es un efecto colateral… ¡Es consecuencia del uso del tornillo! -¿Como así, consecuencias del uso? -refutó ella. -¡Claro, señora! Esas bolsas que usted ve debajo de los ojos, son sus tetas, y las verrugas en el medio de sus pómulos, son los pezones… -¡Ay!... ¿Le parece, doctor? -¡Sí! ¡Estoy segurísimo! Y le digo más, si usted no parar de dar vueltas al tornillo tan seguido, le garanto que dentro de un mes… ¡Usted va a estar con barba!

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Santo Castigo Realmente había sido un día de trabajo arduo y, por tanto, el hombre se sentía cansado. Pero como estaba con unas con unas ganas locas de tomarse un trago antes de llegar en su casa, decide entrar en el primer bar que encuentra y tomarse allí el copetín. Como era la primera vez que entraba en aquel boliche, se arrimó al mostrador medio temerosamente y pidió que le sirviesen una copita de caña. El bolichero lo sirve, y el hombre luego nota que la dosis que le fuera servida, correspondía a una cantidad por encima de la media normal, cuando comparada con las que eran servidas en cualquier otro bar. Por consiguiente, dejó escapar una pequeña mueca de contento, agarró el vaso y ¡Zap!, se tomó la caña de un sólo buche.

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-¡Oiga, don! -interviene el dueño-, disculpe, pero en este bar todos tiran un poquito de caña al suelo, que es para celebrar con el Bienaventurado -termina por explicarle con rostro sobrio. Antes de que el hombre llegase a responder, oye a otro parroquiano expresar altisonante: -¡Aquí, para el Bienaventurado! -mientras deja que unas gotitas de su bebida salten por el borde de su vaso, y caigan directamente en el piso. El recién llegado, medio absorto, lo mira, mira al dueño y entonces pronuncia la misma frase: -¡Aquí, para el Bienaventurado! -pero en lugar de tirar un poquito de su bebida al suelo, hace un gesto de desprecio con el brazo erguido y el puño cerrado, y sonríe con escarnio. En el acto, su brazo quedó rígido y paralizado. -¿Está viendo?... ¿Está viendo? ¡Castigo de Dios! – Exclama el bolichero mientras se persigna. -¡Usted acaba de ofender al Bienaventurado, y él lo ha castigado! -dictaminó, a lo que agregó enseguida: -Pero como usted está aquí por primera vez -agregó el bolichero-, no se preocupe, que nosotros vamos a rezar una oración, y el Santísimo lo va perdonar.

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El bolichero llamó a todos los parroquianos presentes, ordenándoles que se arrimasen al mostrador y que se den las manos. Hacen una rápida oración, y el brazo del hombre vuelve a su estado normal. No en tanto, un viejito que recién había entrado al bar y que también era su primera vez, observa todo el episodio en silencio y, aturdido con lo que sucedía, luego ordena que le sirvan un trago. Se lo trinca de una sola vez, y avisa a los demás: -¡Aquí, para el Bienaventurado! Al mismo tiempo que se abrió la bragueta y tiró su pene marchito para afuera del pantalón. Al verlo endurecer, gritó: -Si alguien aquí comenzar a rezar… ¡Juro que yo lo mato!

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El Reciclamiento Juancho, el mexicano, estaba acostumbrado a tomar su desayuno todas las mañanas sentado tranquilamente en el mismo bar de siempre, cuando de repente vio aparecer a un estadounidense mascando chicle, quien, sin decir nada, se sentó a su lado. En un primer momento, Juancho ignoró la llegada del yanqui y continuó a dar cabo de su alimento; no en tanto el recién llegado, demostrando que no se había sentido conforme con el frio tratamiento recibido por el compañero de mesa, probó iniciar una conversación diciéndole:

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-Excúseme… ¿Ustedes se comen todo el pan? -¡Sí! Por supuesto, hombre –le contestó el mexicano de forma taxativa. -¡Qué raro! -le respondió el yanqui, meneando la cabeza en tono provocativo. ¡Nosotros no! -agregó a seguir-. En mi país, únicamente comemos la miga de adentro del pan, y la parte de afuera luego la ponemos en un contenedor, entonces la reciclamos, la transformamos en harina y la exportamos para México. Juancho, imperturbable con lo que el otro sujeto exponía, escuchó mencionar aquella frase en silencio, mientras observaba que el americano seguía mascando su chicle e insistía en preguntarle: -¡Dígame!... ¿Ustedes también comen la mermelada untada en el pan? -¡Por supuesto, hombre! –le vuelve a contestar el chaparro, sin perturbarse con una cuestión tan sin razón. -¡Extraño! -agregó el yanqui, dale mascar chicle. -¡Nosotros, no!... En nuestro desayuno, nosotros comemos fruta fresca; después juntamos las cáscaras y las semillas, lo ponemos todo junto en un contenedor, lo

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reciclamos, y la pasta la transformamos en mermelada, y luego la exportamos para México. Juancho, que sintió que su espíritu comenzaba a alterarse, con visible malhumor le preguntó: -¡Dígame, don!... Y ustedes, después que utilizan los condones… ¿Qué hacen con ellos? ¿Los tiran a la basura? -¡Of course! –manifestó el americano con posma. -Pero fíjese que casualidad, don -le suelta Juancho, haciendo cara de sorpresa. -¿Casualidad, por qué? -exclama el yanqui. -¡Bueno! Para no mentir… -expone el chaparro con sorna-. ¡Nosotros, no! -¡Ah, sí! No me diga… ¿Qué hacen con ellos? -quiso saber el yanqui enarcando una ceja. Fue la vez de Juancho exponer con sarcasmo: -Es que después que nosotros los usamos, los ponemos en un contenedor, luego los reciclamos, los transformamos en chicles, y los exportamos para los Estados Unidos…

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La Mantequilla Erótica Un cierto día se habían juntado un italiano, un francés y un español para tomar unas copas en un bar. Y los tres, queriendo dar una de entendidos, hablaban sobre lo que cada uno de ellos había realizado la noche anterior. Al llegar a un determinado momento de la cháchara, el italiano encabeza a contar sus aventuras y les dice riéndose: -Anoche, yo le di masajes a mi esposa en todo el cuerpo utilizando un aceite de oliva finísimo… Después, nosotros hicimos el amor apasionadamente y la hice gritar durante 5 minutos sin parar.

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El francés, para no quedarse atrás, aprovechó la deja para contar su propia historia, y les confiesa con el rostro satisfecho: -¡Fíjense ustedes! Yo, anoche le di masajes a mi mujer en todo el cuerpo, pero lo hice con un aceite afrodisíaco muy especial… Luego, nosotros hicimos el amor... La hice gritar durante 15 minutos seguidos. El español, aprovechando la ocasión para contar su historia, los mira a los dos y les dice: -¡Eso no es nada, hombres! Para que vean, yo anoche le di masajes a mi esposa con una mantequilla muy especial… Después, le acaricié todo el cuerpo con mis manos untadas de mantequilla, y luego hicimos el amor… Así pues, la dejé gritando durante dos horas seguidas. El italiano y el francés se sorprendieron con la confesión y lo miraron embobados. Entonces deciden preguntar: -¿Dos horas, Manuel?... ¡Qué fenómeno!... ¿Y cómo has hecho para que ella gritara durante 2 horas seguidas? -¡Bueno! -les respondió el ibérico-. Es que yo me limpié las manos en las cortinas.

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La Convención Cervecera El año pasado, en la ciudad de Ámsterdam se estaba desenvolviendo la convención mundial de productores comerciales de cerveza, y a la cual asistían todos los presidentes de las más prestigiosas compañías cerveceras del mundo. Una vez que había concluido la convención, todos los presidentes deciden reunirse para festejar el éxito del evento, para lo cual, escogen realizarlo en las propias dependencias de la cantina del hotel donde llevaba a cabo el referido programa.

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No en tanto, una vez que estaban allí reunidos, estos no consiguen ponerse de acuerdo en lo que pedir para beber… Para romper el hielo, el presidente de Budweiser llamó a la camarera más cercana y le ordena: -¡Me traiga una Budweiser, por favor! Para no quedarse atrás, cuando le llega el turno al presidente de Heineken, éste le dice a la mujer: -¡Mire!, para mí, tráigame una Heineken, ¡si fuera tan amable! A continuación, al observar lo que los otros habían ordenado, el presidente de la Miller ordena: -¡Disculpe! A mí me gustaría tomar una Miller. Otra voz surge a seguir. Era la vez del presidente de la Coronita, que junto a una sonrisa, expone: -¡Yo no!... Para mí, ¡si me hace el favor!, tráigame una Coronita, El presidente de la Guinness, para no ser menos que los otros compañeros, solicita: -¡Para mí, sírvame una Guinness! Por supuesto, que queriendo demostrar un mismo comportamiento, le siguen todos los presidentes de las

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otras compañías, y cada uno pidiendo la cerveza que ellos mismos eran los responsables por producir. El último de ellos en pedir, fue el director de Mahou, quien le ordena a la mesera: -Yo quiero una Coca-Cola, ¡por favor! Fue solo escuchar la solicitud del hombre, que, sorprendidos, todos los demás presidentes, casi que en una sola voz, le preguntan cuál es la razón de tan extraña decisión. Imperturbable, el hombre los mira indiferente y les responde: -¡Evidente!... Pues si ustedes no van a tomar cerveza… ¡Entonces, yo tampoco!

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Los Peditos Inocentes En incierto momento, un viejita decide que es hora de visitar al doctor, y estando ya en su consultorio, esta le dijo con voz solemne: -Doctor, tengo un desmedido problema de gases, pero en verdad, le confieso que no me molesta mucho. Principalmente, porque noto que mis peditos nunca huelen y siempre son muy calladitos. -¿Con qué frecuencia eso ocurre, abuela? –le preguntó el doctor, complaciente. -En realidad, le confieso que lo he estado haciendo muy seguido -apuntó la abuela. El doctor halló mejor, antes de emitir un comentario definitivo al respecto, que ella se lo explicarse con un poco más de detalles. Fue cuando la viejita le contestó: Humor… Una Expresión de Regocijo

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-De hecho, desde que entré por aquella puerta, ya me he tirado unos 20 peditos aquí mismo en su consultorio… Usted, doctor, probablemente no se ha dado cuenta, porque ellos no huelen ni suenan. El doctor frunció su ceño y le contestó: -¡Ya veo, abuela! Pero hágame el favor, tómese estas pastillas y vuelva la próxima semana, que quiero ver como usted sigue de su indisposición. A la semana siguiente la viejita regresó campechana al consultorio, y el médico le pregunta: -¡Mejoró, abuela! Fue la deja para ella responderle un poco aturdida: -¡Doctor, yo no sé qué diablos usted me dio para tomar! Pues mis pedos continúan siendo silenciosos… En todo caso, ahora estos huelen terriblemente mal; tanto, que hay veces que quiero vomitar de asco. Con una sonrisa socrática, el doctor le contesta: -¡Qué bien que mejoró, abuela! Entonces, creo que ya curamos su sinusitis… Así que ahora llegó el momento de que nos concentremos en la infección de sus oídos.

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El Caballo Hablante

En ese momento el hombre estaba tranquilo en la sala de su casa leyendo el diario; pero éste no percibió la llegada de su mujer que, furiosa, venía desde la cocina, y sin decirle nada le zampó un soberbio sartenazo en el medio de la cabeza. El hombre se levantó espantado con lo que le había sucedido, y mientras se frotaba el cuero cabelludo, le grita atemorizado: -¿Pero qué pasó, mujer? ¿Estás loca?... ¿Se puede saber por qué motivos me has pegado?

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-¡No te hagas la mosca muerta! -bramó ella-. Eso es por causa del papelito que encontré en el bolsillo de tu pantalón, en el cual estaba escrito el nombre de Marilú, y un número… -¡Pero, querida!... ¿Vos no te acordás? -¿De lo qué, que yo tengo que acordarme?... ¡Desgraciado! -¡Pero, mi amor! Ese papel que tú mencionas, fue del día que fui al hipódromo… -¿Al hipódromo? -continua a gritar la esposa-. ¿Fue allí que conociste a esa miserable? -¡No, no, querida! Es que yo fui a ver las carreras de caballos… ¿Recuerdas? Y para que te tranquilices, te diré que Marilú fue el nombre del caballo al que yo aposté. -¿No me digas? -interpela ella, un poco más calma¿Y el número que estaba anotado junto, para qué es? -¡Bueno! Ese número que yo anoté, correspondía al valor de lo que estaban pagando por la apuesta. Pareciendo estar satisfecha con la explicación que le fue dada, la esposa decide abandonar la discusión, cuando le pide mil disculpas a su marido por causa del golpe que le había dado. Ya más serena, vuelve para la cocina como si no hubiese sucedido nada.

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Algunos días después, el hombre estaba nuevamente sentado confortablemente en el sofá, entregado a la lectura de su diario, cuando otra vez, sin percibirlo, lleva un otro espléndido cacerolazo en la cabeza, sólo que de esta vez le fue dado con la olla de presión. -¿Pero qué pasó, mujer?... ¿Te has vuelto loca? ¿Se puede saber por qué me pegaste? –grita pávido el marido, que mientas se frotaba el chichón, agrega: -¿Lo qué fue de esta vez?, ¡mi amor! -¿Lo qué fue?... ¿Lo qué fue? -vocifera ella ya fuera de sus casillas. -¿Puedo saber por qué me has pegado? -Por supuesto… ¡Tú caballo acaba de llamar por teléfono!

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Los Caníbales Debido al explosivo desenvolvimiento económico que venía ocurriendo últimamente en la ciudad en Nairobi, Kenia, una gran empresa de ámbito internacional, pero que operaba en aquel local, tuvo que echar mano de un subterfugio fuera de lo común hasta ese entonces. Por tanto, después de haber realizado un extensivo proceso de reclutamiento de candidatos, de entrevistas no menos exhaustivas y cuidadosas, de innumerables test de selección de capacidad intelectual, y de realizar variadas dinámicas de grupos, finalmente los ejecutivos de la empresa terminaron por contratar un grupo de caníbales, como una solución puntual para poder completar su cuadro funcional. -Ahora ustedes hacen parte de un gran equipo de trabajadores de la más importante compañía fiduciaria de

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este país, -les dijo a los nuevos empleados el director de Recursos Humanos durante la ceremonia de bienvenida. -Asimismo, como un privilegio más -añadió el jerarca-, ustedes podrán disfrutar de todos los beneficios que esta empresa ofrece a sus funcionarios, como por ejemplo, poder ir hasta la cafetería cuando quieran comer alguna cosa… ¡Eso sí! ¡Les pido encarecidamente que no se me coman a los otros empleados! -agregó en tono jocoso. Como un mes más tarde, el mismo director de RR.HH. los llama a su escritorio, y les dice sin muchos rodeos: -He notado que ustedes están trabajando duro, y todos aquí están muy satisfecho con vuestro desempeño; sin embargo, debo comunicarles que la señora que sirve el café, ¡ha desaparecido!... ¿Por casualidad, alguno de ustedes sabe decirme lo que ha sucedido? Cuando el director termina de hablar, todos los caníbales se ponen serios y niegan rotundamente con la cabeza. Repentinamente, alguien requiere la presencia del director en otro lugar, y el hombre necesita retirarse por algunos minutos de su sala.

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En ese momento, el líder del grupo aprovecha para preguntar a los de su grupo: -¿Alguien me puede decir, quién fue el idiota de ustedes que se comió a la mujer que sirve el café? Todos se miraron en silencio y negando con la cabeza, hasta que uno de ellos, tímidamente, levanta la mano acusándose. El líder halla por bien pasarle una tremenda reprimenda, diciéndole: -Pero… ¡Tú eres un asno! Hemos pasado un mes comiendo gerentes y abogados sin que nadie se diese cuenta… ¿Y a ti se te antojó, justamente, comerte a la mujer que les sirve el café?

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La Apuesta del Científico Era un hombre importante, famoso, docto en el desenvolvimiento de nuevas ciencias, empero, debido a su avanzada edad, últimamente venía dedicándose a dar cursos y charlas sobre la materia. Así que un cierto día, cuando él se dirigía a dar una otra de sus conferencias, cuando ya se encontraba a bordo de su automóvil, su chofer le dice: -¡Patrón! Sabe que he escuchado tantas veces sus discursos, que tengo certeza que yo mismo podría hacerlos en su lugar. -¿Tú crees que sí? -inquirió el científico. Humor… Una Expresión de Regocijo

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-¡Claro, que eso sólo podría ocurrir en el caso de que usted, un día, se encontrase enfermo! –ultimó el hombre, intentando corregir su presunción. Al escuchar la alegación, el viejito largó una sonora carcajada y le respondió: -¡Eso es imposible! -¿Quiere apostar? –intimó el chofer. El viaje de ambos prosiguió con palabras de aquí, argumentos de allá, manifestaciones de acola, hasta que al final, el científico terminó concordando con la idea de su chofer, cuando hallaron por bien hacer la apuesta. Los dos intercambiaron sus ropas, y cuando llegaron al local de la reunión, el aguacioso chofer fue directo para la tribuna, mientras

su patrón buscaba instalarse

cómodamente en la última fila del auditorio. La charla se estaba desarrollando normalmente, y desde su lugar, el académico percibía que los presentes escuchaban la explanación de aquel hombre con atención desmedida, prestando oídos a lo que les estaba siendo explicado por su erudito chofer. Eso lo dejó con una pulga atrás de la oreja, lo que lo llevó a cavilar si su empleado no tendría razón en su afirmación.

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No en tanto, casi al finalizar la reunión comenzó la sección de preguntas por parte de los presentes, cuando para sorpresa del anciano, notó que el chofer conseguía responderlas con precisión. Sin embargo, percibió que en un cierto momento un individuo se levantó y le presentó una cuestión dificilísima de responder. El decano se quedó mirándolo atentamente desde su lugar, mientras que si querer dejaba escapar una sonrisa ladina en sus labios… -¡Está perdido! –pensó el viejito. No obstante, lejos de entrar en pánico, el chofer intentó desembarazarse manifestando: -¡Estimado joven!... Su pregunta es tan, pero tan fácil… ¡Que para que usted vea como ella es fácil…, ahora mismo yo le voy a pedir a mi chofer que se la responda!

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Whisky Gratis Un hombre bien vestido entró a uno de esos bares de gente fina que ahora están muy de moda en la ciudad, y, al acercarse a la barra del mostrador, grita bien alto: -¡Por favor, barman! Si es tan gentil, puede servir una rodada de whisky para todo el mundo. El barman lo miró medio como abombado por la solicitación, mientras escucha nuevamente que el cliente le ordena: -¡Es todo por mi cuenta! Inclusive, se sirva usted una también, barman. El empleado, estoico por lo que acabara de oír, obedece la orden, sirve las dosis para todos los clientes, y luego se toma la suya.

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Al poco rato, el hombre vuelve a gritar bien alto: -¡Por favor! Sirva otra vuelta para todo el mundo… ¡Hoy aquí, es todo por mi cuenta! -¡Me disculpe, señor! –le interrumpe el barman, medio desconfiado- Pero yo creo que sería mejor que el distinguido caballero me page primero la cuenta, antes de ordenar a que sirva una segunda vuelta… ¿Qué tal? -¡Mire! -le responde el hombre con toda naturalidadUsted me va a disculpar, pero me olvidé de la billetera… ¡Hoy no tengo dinero! El barman, delirante con la respuesta que le acaban de dar, toma al hombre por la solapa del traje, le suelta un monte de improperios, le da unos sopapos, lo coloca a los empujones para fuera del bar, a la vez que le da un puntapié en el trasero. Una semana después, el hombre vuelve a entrar en el bar, y con la mayor caradura, grita, apoyado en la barra del mostrador: -¡Por favor! Sirva una rodada de whisky para todo el mundo… ¡Esa es por mi cuenta! El barman luego lo reconoce, y con visible cara de irritación, se aproximaba hasta el lugar donde se encuentra el hombre.

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Pero antes de que él alcanzase a decirle nada, el recién llegado vuelve a gritar: -¡Menos para usted, barman! -¿Para mí, no?... ¿Se puede saber por qué? -pregunta el barman. -¡Mire!, no quiero mentirle, don… Es porque usted, cuando bebe algo, enseguida se pone furioso y muy violento…

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Problemas en el Apartamento Un sujeto alquiló un apartamento bastante cómodo, si bien qué, cabe esclarecer que el mismo estaba ubicado en un edificio muy vetusto y mal cuidado. A los pocos días después de mudarse, comenzaron a surgir los primeros problemas en la vivienda, hasta que el hombre no aguantó más, y decidió llamar al propietario del inmueble para que éste viniese a ver con sus propios ojos, las pésimas condiciones en las cuales se encontraba el apartamento que le había alquilado. Cuando el despreocupado dueño da la residencia finalmente apareció, el inquilino comenzó a reclamar: -Fíjese, don… ¡Éste lugar es inhabitable! El señor ni se imagina la cantidad de roedores que han aparecido por

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aquí en los últimos tiempos… Es muy desagradable tener que vivir así. -¡No lo creo, no puede ser! –intenta justificarse el propietario. -¡Ah!... ¿El señor no me cree? ¡Espere que se le voy a mostrar, ya! -acusa el inquilino. A seguir, el arrendatario va hasta la cocina, agarra un pedazo de queso, y al volver lo coloca bien en el medio de sala. En ese medio tiempo, aparece una enorme rata y se lleva el pedazo, tan rápidamente, que nadie alcanzó a verla. -El señor debe estar engañado… Yo no veo surgir roedores por aquí -le dijo el propietario del apartamento frunciendo los labios. -¡Ah! ¿Usted no me cree?... ¡Vamos ver ahora! –le apunta el inquilino, mostrándose irascible, al tiempo que va largando unos cuantos pedazos más de queso por varias partes del piso de la sala. ¡Dicho y hecho! Aquello fue una fiesta. Aparecieron ratas de todo que era rincón. Era un desfile de roedores de todos los tamaños posibles e imaginarios.

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No en tanto, lo que más llamó la atención del dueño en ese exacto momento, fueron los peces que aparecieron para comer el queso: dos rojos, tres negros, un amarillo… -¿Pero qué es esto? –preguntó el dueño, injuriado. -¿Y esos pescaditos? -añadió a seguir; -¡No, no, no, mi amigo! -bramó el inquilinoNosotros, primero vamos a tratar del problema de los roedores… Después de solucionarlo, vamos a conversar sobre el problema de las fugas e infiltraciones de agua que hay aquí... ¿Correcto?

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El Excéntrico Cliente De repente, un individuo entra en un bar, se ubica junto a una mesa y aguarda paciente hasta que el mozo lo venga atender. Cuando éste aparece para atenderlo, le pregunta: -¡Buenos noches! ¿Qué es lo que el señor toma? El hombre lo miró mosqueado, y decide tomarle el pelo, expresando: -Mire, yo tomo vitamina C por la mañana, el ómnibus para ir a trabajar, y una aspirina cuando tengo dolor de cabeza… ¿Por qué? –terminó por decir. Al escuchar aquel extraño recitado, el mozo lo mira con espanto, y se corrige diciendo:

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-¡Disculpe!, creo que no fui claro al expresarme… Yo quise decir… ¿qué es lo que el señor gustaría? -¡Ah!, está bien… -asiente el cliente, serio-. Para ser sincero, mi amigo, me gustaría tener una Ferrari, hacer sexo con una de esas conejitas que aparecen en la tapa de la Play Boy, y además, poder mandar a mi suegra al infierno. -¡No! ¡Disculpe!, no me referí a ese tipo de gustos, estimado señor -volvió a señalar el mozo, mostrando estar calmo. -Tal vez usted no me entendió -agregó a seguir-. A mí sólo me gustaría saber, ¿qué es lo que el señor desea beber? Ahora el cliente lo mira de reojo, piensa un poco, y luego apunta: -¡Ah! ¿Usted se refería al servicio? Está bien... ¿Pero qué es lo que usted tiene? El mozo, ya mosqueado, siente que es la hora de responder con la misma sorna, y le responde: -¿Yo? ¡La verdad, que nada! ¡No tengo nada! Sólo estoy un poco molesto, porque mi cuadro perdió el partido que jugó ayer…

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Un Extraño en el Nido Una vez en un parque había una arboleda frondosa, linda; y mariposeando en medio de ellos daba para ver a los pájaros que saltaban de rama en rama, chispeando y revoloteando en el interior de los ramajes. De repente, me fue posible observar a una pequeña tortuguita que estaba realizando un gran esfuerzo para comenzar a subir por el tronco de un árbol enorme. No en tanto, después de algunas horas de infructuoso esfuerzo, ella sólo consiguió alcanzar una ramita bien baja. Empero, cuando la tortuguita intentó afirmarse en aquella ramita con sus patitas, se deslizó para un lado y se cayó al suelo. Humor… Una Expresión de Regocijo

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Sin embargo, puede apreciar como ella era tenaz, porfiada, y rebelde, no desistiendo nunca de su intento. Así que, cuando logró recuperarse del golpe, ella se arrimó despacito hasta el árbol, y comenzó a realizar un nuevo intento. Después de otro par de horas y de lograr subir unos tres centímetros… ¡Pum! Ella volvió a caerse nuevamente al piso, quedando ahora con las cuatro patitas para arriba, mientras, abismado con la escena, yo notaba que las agitaba desesperadamente para darse vuelta. Mientras tanto, en la cumbre de ese mismo árbol había una pareja de palomas que, juntas, observaban atentamente el vano esfuerzo realizado por esta pobre tortuguita. Sin más pensar, una de las palomas, ya con una pequeña lagrimita asomando en sus ojos, miró a su paloma pareja y le dice: -¡No te da pena verla! -¡Sí, es verdad, pobrecita! –le contesta la otra. -¡Querido! –Expresa por fin la hembra, ya con los ojos sollozando-. ¿Será que no está en la hora de contarle que fue adoptada?

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El Mamado Regenerado Por una carretera de mala muerte, lejos de la ciudad, venía caminando un mamado en aquel típico movimiento de quien lucha contra el viento para no caerse. De repente, para su sorpresa, éste avista un boliche perdido en el medio del campo, momento en el que resuelve aproximarse. Así que, lleno de entusiasmo, luego decide ingresar para matar su sed. Y es cundo se arrima al mostrador y pide: -¡Por favor!, me sirva un vaso bien grande de leche de rana… ¡Integral, por favor!

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El bolichero no hace más que sorprenderse al escuchar tan extravagante pedido, y lo mira boquiabierto al momento que le responde: -¡Mire, amigo! No me lleve a mal, pero ese tipo de bebida, nosotros no servimos aquí. El recién llegado lo mira, apoya sus codos en el mostrador buscando afirmar el cuerpo, hace una mueca de descontento como quien intenta acomodar las ideas, clarea la voz, y forja un nuevo pedido: -¡Ah!, entonces… Si no tiene, deme un vaso de leche de serpiente asiática… Pero sin piel, por favor. Otra vez más, el bolichero se impresiona con el tipo de solicitud tan esdrújula, pasa el paño húmedo por arriba del mostrador, y calmamente le expone: -¡Humm!, don, eso que usted me pide, tampoco tengo… ¿No sirve otra cosa? El mamado le devuelve una mirada de quien parece estar contrariado, aproxima un poco más la barriga a la barra del mostrador, hace un gesto con el dedo para que el bolichero llegase más cerca, y le pregunta: -¿Apuesto que leche helado de chancho bisiesto, usted tampoco tiene, no?

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El dueño del boliche, que al escuchar un pedido tan zonzo ya piensa que el mamado le está tomando el pelo, le responde: -¡Mire, mi amigo! Me parece que usted me quiere agarrar de cande… ¡O hace un pedido correcto, o se manda mudar!... ¿Entendió? En ese momento, el mamado hace una careta de desagrado, alza los ojos al cielo, se persigna, levanta los brazos y manifiesta una reza en voz alta: -¡Señor!, tu eres testigo que yo quería tomar solamente leche… De rebato, el mamado se aproxima a la barra y golpea fuertemente con los nudillos de los dedos en el mostrador, ordenando decidido: -¡Vamos hombre, me dé luego una ginebra!

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La Máquina Inteligente Una de esas ONG -Organización Mundial no Gubernamental- estaba patrocinando un concurso en pro del desenvolvimiento de la tecnología mundial. Por tanto, al finalizar la selección de los inventos que habían sido creados por los más renombrados científicos de todos los países del planeta, decide organizar una conferenciaexposición para que todos pudiesen evaluar los meritos de las innovaciones. El local de la exposición era inmenso; contaba con más de 100 stands donde los asistentes podían apreciar la selección final de los artilugios inventados, y donde estos aprovecharían el momento para preguntar sobre el

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funcionamiento y utilidad de los mismos al frecuentar las demostraciones que se realizarían y, principalmente, hacer valer la oportunidad para conversar con las lumbreras que los habían inventado. No en tanto, en un determinado stand se encontraba un famosísimo científico que estaba presentando su más nuevo invento: “Una máquina que era capaz de responder a cualquier pregunta”. Incrédulo ante lo que la máquina era capaz de realizar, uno de los visitantes a la exposición solicita más explicaciones sobre el ingenio del aparato, y no satisfecho con lo que oye, resuelve desafiar al inventor. -¡Puede preguntar lo que usted quiera! -le responde el científico sin melindres, al aceptar la afronta que el visitante le hacía. -¡Óptimo! ¿Yo quiero saber dónde está mi padre en este exacto momento? –le pregunta el muchacho. Algunos minutos se pasan mientras las luces de varios colores comienzan a piscar aceleradamente en el panel de la máquina, hasta que finalmente el aparato responde: -¡Su padre está a bordo de un avión de Alitalia, en viaje a Paris!

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-¡Errado! -reprocha el muchacho-. Mi padre murió hace 20 años. El inventor lo miró incrédulo, ya pensando sobre el posible desperfecto de su novedoso equipamiento. Sin embrago, el hombre se mantuvo en silencio al percibir que nuevamente la máquina comenzaba a funcionar y sus luces a piscar. En pocos segundos, ella emite un nuevo dictamen: -¡El hombre que murió hace 20 años, fue el marido de su madre!

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Prohibido Estacionar En cierto día, un policía se encontraba patrullando la avenida, obedeciendo la orden de custodiar atentamente el movimiento de los transeúntes y los vehículos que circulaban por esa principal arteria. No en tanto, en un determinado momento, el agente de la ley percibe que un hombre está queriendo estacionar su coche en un lugar prohibido. Decidido, el agente parte para el local. Cuando se aproxima del lado del chofer, le ordena directamente: -¡Retire ya su coche, y párelo en otro lugar!... ¿No está viendo la placa que indica prohibido estacionar?

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-¡Estoy! –le responde el hombre, con una voz que suena indiferente. -¿Y entonces? –lo indaga el policía. -¿Entonces, qué?... ¡Vaya a bañarse! -le responde el conductor, en tono insolente. Ante la cínica respuesta que había recibido, el vigilante, indignado, lo amenaza con multarlo y mandar guinchar el vehículo. El hombre se altera con la ordenanza; discuten entre ellos, y al final el policía lo inmoviliza, le coloca las esposas, y se lo lleva a la seccional del distrito. Cuando el agente se reporta a su jefe, le cuenta lo ocurrido y finaliza diciéndole: -Fíjese que hilarante es éste hombre, que cuando yo lo mandé que retirase el coche de un local prohibido, ¡él me mando a bañar! -¡Ah, sí! ¡Qué bonito! -exclama el comisario con ironía; así que, al virar su rostro para interpelar al encarcelado, decide preguntarle con sorna: -¿Y yo?... ¿Para donde usted me va a mandar? -menciona con tono irónico.

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-¿A usted?... ¡Yo creo que usted puede ir a lavarse el culo, y a seguir, tomarse el agua! –le indica el detenido, largándole una carcajada en la cara. El comisario se puso furioso y le zampó un tremendo sopapo en el rostro del individuo; ordenando a gritos a su subalterno: -¡A este mequetrefe aquí, usted me lo lleva ya para el fondo, le da un baño de agua helada, y me lo cuelga de la mazmorra hasta que se tranquilice! Obedeciendo la orden dada por su superior, el agente se lo lleva para un cuartito oscuro que existe al fondo de la seccional, lo cuelga de punta cabeza del palo que ellos utilizaban para torturar a los facinerosos. Pero justo cuando iba abrir la manguera de agua helada, nota caídos en el piso los documentos del detenido, los que se habían saltado del bolsillo del pantalón. El agente se aproxima hasta donde estos se encuentran, y de pronto observa un documento que está extendido abierto en el piso del inmundo cuartito. Empero, su rostro se transforma al momento que logra ver en letras garrafales, que estaba escrito: “GENERAL DEL EJÉRCITO DE LA NACIÓN”.

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Confundido y asustado con lo que ve, sin perder tiempo, corre hasta las dependencias del comisario y le comunica: -¡Jefe! ¡Jefe! ¡El hombre que detuve hace poco, es un General del Ejército! -¿General?... ¡Ay, Ay, Ay! ¿Y ahora?... ¿Qué hacemos con el tipo? -¡Bueno!, el señor no sé lo que hará, pero le garanto que en cuanto a mí…, ahorita me voy tomar aquel baño que el tipo mandó que me diese…

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Anteojos Mágicos En su último día por Japón, en busca de algunos suvenires y un poco antes de dirigirse al aeropuerto, Manuel entró en una tienda de productos de alta tecnología. No en tanto, al pasear entre los anaqueles de las más variadas mercaderías, pronto se depara con unos lentes que cuestan cerca de los tres mil dólares. Embaucado con el astronómico precio de un único par de lentes, luego se dirige al vendedor para informarse sobre ellos, y le pregunta: -¿Qué de tan especial tienen esos anteojos? El empleado ya tenía la respuesta en la punta de la lengua, y le responde solícito: -¡Pues esos son los nuevos anteojos Nude Look!

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-¡No me importa la marca, hombre! ¿Yo quiero saber la tecnología que tienen, para que ellos cuesten tan caros así? -le retruca Manuel. -¡Bueno! Es que con ellos, el señor podrá ver a todas las mujeres sin ropa… -¡Opa!, pero para verlas desnudas, yo no necesito de lentes… -El caballero no me entendió… Basta mirarlas vestidas, que los anteojos mágicos se encargan de hacer el resto… ¡Usted las verá a todas des-un-di-tas! -le subrayó el vendedor De inicio, Manuel no quiso acreditar en lo que sus oídos escuchaban, pero mismo así decide probarse los anteojos y… ¡Pasmen!, luego ve al vendedor japonés totalmente sin ropa. -¡Cuidado! -le advierte el vendedor, como avisando para que el cliente no hiciese alguna macana, y luego tuviese que ser expulso de la tienda. Manuel ya está convencido en debía comprarlos, y pregunta si puede utilizar su tarjeta. Ansioso, quería llevar ya esa novedad para su casa… -¡Este es el mayor invento tecnológico del siglo XXI! –murmura trastocado.

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Al salir del establecimiento, se descubrió estar feliz de la vida y muy ansioso por probar ya esos nuevos lentes. Y así que Manuel ve una japonesita linda que venía por la vereda, de bustos siliconados, nalgas empinadas, vestida con una blusa de lana, pantalón de sarga… Exclama entusiasmado: ¡Que belleza! -¡Veremos si esto funciona! –pensó; y sin titubear, sacó sus lentes mágicos, se los puso, y vio a la oriental completamente desnuda… -¡Ayyy, mi Diooos!... ¡Qué pedazo de mujer! – profirió, maravillado con lo que veía. Creyendo sentirse excitado en el medio de la calle, ya gozando de una felicidad inaudita, enseguida llamó un taxi y se dirigió al aeropuerto a fin de tomar el avión que lo llevaría de vuelta a España. Una vez que se encontró dentro de la aeronave, no se aguantó, y se puso nuevamente los lentes. Pronto ve a las aeromozas como ellas vinieron al mundo, a la rubia comisaria de bordo, a la monumental morena que estaba sentada a su lado… Al pasear su vista, vio hasta el manché del piloto, pero esa parte no le interesó mucho… Una vez que llegó a su tierra natal, al bajar en el aeropuerto de Barajas, delirante con la novedad que tenía

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entre manos, Manuel pudo ver a todas sus coterráneas desnudas y luego se sintió de ánimo inflamado. Tomó un taxi, y al llegar entró en su casa corriendo, todo lleno de nostalgia y ya queriendo ver a María desnuda sin tener que darse el trabajo de tirarle la ropa. Así que entró al dormitorio ya con los anteojos puestos; al ver a María desnuda, corre para abrazarla. Empero, antes de lograrlo, miró hacia el lado de ella en la cama, y vio a Antonio, su mejor amigo, también desnudo, sentado tranquilamente en la cama. Más rápido que un rayo, Manuel se quitó los anteojos y, asustadísimo, constata que su amigo aún continuaba desnudo… y María también. Se puso rápidamente los lentes, y otra vez ve a ellos desnudos… Se los quitó, y ellos continuaban desnudos… Entonces, exclamó indignado: -¡Rayos!... ¡Esta mierda de anteojos modernos, ya se rompieron!

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La Rubia y el Camionero La despampanante rubia iba a toda velocidad con su flamante Audi deportivo, dirigiendo por la autopista. Sin percibirlo, repentinamente le corta absurdamente la frente a un camión, casi ocasionando un accidente. El conductor del camión le hace varias señales de luces para que ella pare su coche. Cuando ambos paran, el sujeto, con pinta de mastodonte, sale del camión, pega un pedazo de tiza del bolsillo, dibuja un círculo en el asfalto de la carretera, y vocifera: -Párese dentro del círculo… ¡Y NO SE MUEVA! Sin decir nada, la rubia obedece asustada.

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A seguir, el hombre se dirige hacia el auto, le arranca el pasacasete, y de navaja en mano corta todos los tapizados de cuero. Cuando se da vuelta para mirar la reacción de la mujer, el tipo de da cuenta que ella tiene un discreto sonriso en el rostro. -¡Ah! Creo que a vos te parece cómico lo que le hice a tu coche... ¡Entonces mira lo que le voy hacer ahora! – vuelve a vociferar, irascible. El sujeto agarró el taco de beisbol que llevaba en la cabina de su camión, y a seguir quiebra todos los vidrios del flamante Audi deportivo. Mientras nota perpleja lo que el hombre hacía, ella busca aguantarse firme para no reírse. Al verle la cara, el camionero se pone como loco. Saca una tremenda cuchilla, y enfurecido, agujerea todas las gomas de auto de la mujer. En ese justo momento la rubia ya no consigue controlarse, y deja escapar una sonora carcajada. Al escucharla, el hombre pierde el resto de su control emocional, va hasta el camión, retira una lata con combustible, la derrama sobre el coche; y a seguir se lo prende fuego.

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A la sazón, la mujer tiene un tremendo ataque de risa, comienza a carcajearse, y sin poder controlar sus risotadas, se orina de tanto reír. -¿Qué es lo que le causa tanta risa?... ¿Se puede saber? –le grita el chofer, furioso con la actitud de la mujer. Fue cuando la rubia lo miró seria, suspiró hondo para recomponer su semblante, y le responde: -¡Nada!... ¡Es que mientras usted no me estaba mirando, yo salí cuatro veces del círculo!

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La Mucama del Cura El cierto sacerdote estaba necesitando de una mujer para que le hiciera el servicio de limpieza de la parroquia. Por tanto, habló con todos sus feligreses para que estos le recomendasen alguna posible candidata. Al cabo de unos días, el sacristán entró corriendo en las dependencias de la iglesia, y le avisó que una mujer muy guapa lo estaba aguarda, pues ella le había dicho quería hablar solamente con el sacerdote. El cura luego va a su encuentro, y al entrar en la sacristía da de cara con una mulata maravillosa, cuerpo despampanante, quien al verla a la carrera, llegó a pensar que era digna del título de reina de alguna comparsa de

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carnaval carioca. Era una mujer con un cuerpo escultural, que estaba metida en una minúscula minipollera. Al ver entrar al sacerdote, ella quiebra el silencio y comenta: -¡Padre! Me dijeron que el señor está buscando una mucama… ¿Es verdad? -¡Sí, hija mía! Pero primero quiero que tú me hables de tus cualidades… -Se preparar un delicioso chupín de pescado, se hacer tortas riquísimas, se preparar empanadas dulces o saladas... -¡Sí, sí, hija de Dios!... ¿Pero qué más? -vuelve a preguntar el sacerdote. -¡Bueno! También se hacer dulce de leche, arroz con leche, budines, flanes… -¿Sólo cosas dulces, hija mía? –indaga el cura. -¡No, padre! También se preparar lechón al horno, carnes diversas, varios tipos de salsas para la pasta, y todo lo trivial de la cocina. El padre se quedó mirándola mientras la mujer hablaba, y en cuanto él pensaba en que más preguntarle. De pronto dice: -¡Humm! Dime, hija mía…

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¿Por acaso tú tienes algún problema de salud? -Para decir verdad… ¡Sólo uno, padre! -expresa ella, con voz remilgada, tímida. -¿Puedes confesarme cuál es? -insiste el prelado, poniendo cara de zonzo. -¡Yo soy estéril, padre! No puedo tener hijos… -¡Mujer de Dios! -exclama el cura, sonriente. -¿Por qué no me lo dijiste antes? -¡Vamos entrando!... ¡Vamos entrando!

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Manos Heladas Era pleno invierno en aquella región, no en tanto, los dos jóvenes enamorados decidieron que el momento era muy oportuno para acampar en las montañas. Pronto juntaron sus vituallas y partieron decididos. Al llegar al local escogido, pronto subieron la trilla, y, a medida que más se aproximaban a los altozanos de los campos, más el clima los atosigaba. Por supuesto que cuando finalmente ellos llegaron a un punto que les pareció ser apto para establecerse, de inmediato se pusieron a armar la barraca para poder protegerse del intenso frio que hacía en la montaña. Sin embargo, una vez que esta estuvo dispuesta, el muchacho tuvo que salir a buscar un poco de leña para

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encender una hoguera, y con ella intentar calentar un poco el interior de la barraca. Cuando él vuelve, medio muerto de frio, el joven le indica a su novia: -¡Querida!, estoy con las manos heladas. -¡Ven, mi amor! -le indica ella. -¡No te preocupes!, pone rápido tus manos entre mis piernas, y verás que luego, luego se te calientan. Pasan las horas y, después del almuerzo, el joven volvió a salir en busca de un poco más de leña, intentando con ella lograr mantener los carbones encendidos. Así que al volver, tiritando, le vuelve a mencionar a su novia: -¡Corazón! Sabes que otra vez estoy con las manos congeladas… -¡No te aflijas, querido! -retrucó ella. -Ponlas ligero entre mis piernas, que rapidito se te calientan -le ordenó sin disimilo. Sin embargo, luego después de cenar, otra vez el muchacho tuvo que salir en busca de más leña; ahora con la intención de que la hoguera se mantuviese prendida durante toda la madrugada.

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Así que este retornó, mientras entraba en la baraca friccionándose las manos entumecidas por la escarcha, vuelve a decirle a su novia: -¡Tú no me vas a creer, mi amor!, pero otra vez se me congelaron las manos… En ese momento ella lo miró seriamente, tan sólo movió la cabeza en señal de reproche, y al fin le dice bastante contrariada: -¡Por el amor de Dios! ¿Será que a ti nunca se te enfrían las orejas?

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Un Turco en la Playa El calor del verano era agobiante, y al encontrase descansando en un balneario de la costa, Isaac resuelve llevar a sus hijos hasta la orilla del mar para que ellos aprovechasen la paya y se refrescasen tomando unos baños de agua salada. Pasado un tiempo, el hombre se distrae mirando las bellezas naturales de la orla, incluyendo en ella las mujeres del prójimo, cuando de repente su hija Raquelita desaparece entre las ondas. Isaac se pone como desesperado con tan horrible suceso, y en cierto momento se deja caer hincado en la arena, e invoca la gracia Divina rogando: -¡Mi Dios!... ¡Te prometo que si mi hija se salva, yo vendo el apartamento de la playa, y dono todo el dinero para la sinagoga! Humor… Una Expresión de Regocijo

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Como si un milagro fuese decretado por Dios, al terminar su plegaria Isaac pudo ver que Raquel salía a flote en medio de las ondas, y se agarraba a una boya. Acto seguido, prontamente aparece un providencial salvavidas que la trae nadando hasta la orilla, sana y salva. Pretendiendo cumplir con la promesa hecha a Dios, a la semana siguiente, Isaac va a visitar a su agente inmobiliario, y le informa que está dispuesto a vender el apartamento. -¿En qué valor lo está tasando usted, Isaac?... ¿Cuánto usted pide por él? -le pregunta su agente, de forma indiferente. -¡Ah! Al módico precio de cinco mil dólares -le responde el turco en su lenguaje confuso, pero sin llegar a comentarle el motivo que originaba la venta. -¿Está loco, hombre? -le reprocha el agente-. ¡Ese inmueble vale mucho más que eso! -le orienta a seguir. -¡Es un promesa mío! –se limita a responder Isaac. -Pero pedir 5.000 dólares por un apartamento de 300 metros cuadrados, localizado casi frente a la playa, es algo irracional… -No importa… Ese es mi precio -reiteró el turco, con el rostro angustiado.

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-Don Isaac… ¡Ese inmueble vale… por lo menos, unos 200 mil dólares! -objeta el hombre. -¡El precio es ese mismo!... El apartamento lo estoy vendiendo por cinco mil dólares. Pero quiero que preste atención a lo que le digo -avisó. -Entonces mande, don Isaac -acepta el corrector. -¡Yo lo quiero vender todo amueblado! Así que por los utensilios que hay dentro de él…, yo quiero otros 200 mil dólares.

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Eficiencia Nacional Una conceptuada empresa multinacional realizaba anualmente su acostumbrado encuentro internacional, escogiendo siempre lugares paradisiacos. Como esta vez el mismo estaba siendo efectuado en la ciudad de Rio de Janeiro, por lo tanto, durante algunos días, allí se encontraban reunidos los directores de todas sus filiales mundiales. Como siempre ocurre en estos casos, siempre surge una puja patriótica entre cualquiera de los integrantes extranjeros de las delegaciones, cuando estos asientan poco relacionamiento cordial entre sí. Por consiguiente, estos siempre la hacen salir a flote cuando germinan

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aquellas entusiásticas discusiones sobre los méritos del país que cada uno representa. Esta vez no fue para menos. Por ende, cuando un directivo americano y un otro francés se encontraban dentro de un mismo taxi, dirigiéndose juntos al local de la reunión, aprovecharon el momento para conversar sobre las amenidades de sus países. A cierta altura del camino, el francés empezó a vanagloriarse de su país, y le dice a su colega americano: -¡Dese cuenta que el pueblo francés es tan eficiente, que nosotros conseguimos construir la Torre Eiffel en apenas 30 días! -¿No me digas? –le respondió el otro, que para no quedarse atrás, le señala: -¡Sin embargo, en los Estados Unidos, nosotros somos mucho más eficientes que los franceses… pues tal vez usted no lo sepa, pero nosotros demoramos apenas 10 días para hacer la Estatua de la Libertad! El francés se quedó sin saber darle una respuesta a la altura, pero como justo en ese momento el taxi en que se encontraban estaba pasando frente al estadio Maracaná, por lo que aprovechó la oportunidad para mudar de asunto…

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Fue cuando miró al chofer del taxi y le preguntó: -¿Qué es ese edificio enorme? -¡Mire! ¿Sabe que no lo sé? –le responde el hombre, y aprovechándose de la situación, agrega: -¿Usted sabe que hoy por la mañana temprano pasé por aquí, y todavía no había nada construido en ese local?

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El Ajuste de Cuentas En el Vaticano acababa de ocurrir el último Concilio Ecuménico, para el cual, su Santidad había congregado a los Cardenales de todo el orbe a fin de discutir los asuntos internos de la iglesia. Terminado el conclave, los participantes recibieron órdenes de partir para sus respectivas diócesis, con el propósito de poner en práctica las últimas determinaciones ajustadas por la nunciatura del baptisterio. Tres de aquellos Santos hombres, un chileno, un brasileño y un argentino, estaban volviendo juntos en un mismo vuelo, cuando de repente una de las turbinas del avión comenzó a fallar, y luego explota. Pronto la aeronave se convirtió en un pandemonio, en donde algunos de los pasajeros comenzaron a demostrar un comportamiento nervioso y convulsivo.

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Ya era posible ver gente que gritaba histéricamente, pero casi todos ellos estaban corriendo para agarrar el paracaídas y saltar por la puerta de emergencia. Cuando

los

tres

capellanes

dieron

por

si,

descubrieron que estaban solos y que ya no había más paracaídas a disposición. En ese momento, el cura chileno se hinca al lado de la puerta de emergencia, se persigna, emite una plegaria a Dios, y finalmente dice: -¡Señor, entrego mi alma en tus manos! El hombre salta, y luego su cuerpo se revienta en el suelo. Viendo la actitud magnánima de su acólito condiscípulo, el sacerdote brasileño se aproxima vacilante hasta la salida de emergencia, se arrodilla, se persigna, reza sus preces al Santísimo, y por último se le escucha decir: -¡Mi Señor!, si tú pudieres atesorar mi vida, te prometo que el resto de mis días los pasaré arrebañando fieles para la Iglesia. A seguir, el canónigo toma impulso y salta al espacio. Luego después su cuerpo se estalla contra el suelo.

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Viendo lo sucedido con sus otros dignos cofrades, el Cardenal argentino decide mudar de táctica y, en lugar de hincarse y rezar, permanece de pie, junta sus manos contra el pecho y dice con voz remilgada: -¡Mi Dios! Yo sé que el Señor me va salvar… Usted no puede permitir que el mejor de sus sacerdotes, muera… ¿Al final, que será de Ti, sin mí? Dicho esto, él se aproximó a la puerta del avión, saltó, y de repente, mientras cae, percibe que las nubes se abren, y una mano enorme lo agarra en el aire. -¡Yo sabía!... ¡Yo sabía! –gritó de contento. Entonces, en el silencio del firmamento se oye una voz fuerte que retumba como un trueno, y exclama: -¡A éste aquí, no se preocupen que yo me encargo de matarlo personalmente!

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Hablando con el Cobrador El padre de Juancito estaba desempleado desde hacía como dos años, y en consecuencia, la familia era obligada a llevar una vida paupérrima. No en tanto, un determinado día, de repente aparece un cobrador en la puerta de la casucha donde ellos vivían. Cuando el niño abrió la puerta, el extraño visitante le pide para que él llame al dueño de la casa, porque necesitaba hablar con él. Sin embargo, el niño, ingenuamente, le respondió: -¡Mi papá no está! –anunció, contento. -¡Entonces, haceme el favor de llamar a tu madre! – ordenó el recolector. -¡Ella también no está! –volvió a manifestar el niño.

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-Entonces, haceme el favor de decirle a tu padre, que Adamastor Días estuvo aquí para hablar con él. -¿Quién? –pregunta inocentemente el chiquillo. -Tu padre me conoce como Días… ¡Dile que Días estuvo aquí!, ¿si? -¡Mmmm! –exclama el chico. -¡Dile que yo vuelvo mañana para cobrar las mensualidades atrasadas del sofá que él compró hace tiempo!... ¿Comprendiste? –finaliza el hombre. -¡Mmmm! –vuelve a exclamar el niño, y añade con tono amenazador: -¿Si yo fuese usted, no volvía nunca más? -¡Aja!... ¡Qué bonito! –prorrumpe el cobrador -¿Y por qué no? -enmendó enseguida. -¡Bueno!, es que yo escuché que mi papi le decía a mi mami, que ahora, en el gobierno de Kirchner… ¡él iba a poder comer todos los Días!

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La Testigo Sincera En un condado de la ciudad se estaba llevando a cabo un importante juicio, y en el desarrollo del mismo, el procurador de justicia llamó a su principal testigo para que éste compareciese al púlpito, donde los mismos tienen que hacer el juramento y sus declaraciones. La confidente, era una arrugada viejita de unos noventa años ya cumplidos. Con dificultad, ella se aproxima al estrado, se sienta, hace el juramento soberano de decir la verdad y solamente la verdad, y aguarda con paciencia que el jurista le haga su primer pregunta. -¡Doña Genoveva!... -comienza por apuntar el procurador- ¿La señora me conoce, sabe quién soy, y lo que hago?

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-¡Claro que te conozco, Carlitos! ¡Te conozco desde que tú eras un bebé! –exclama la vieja señora. -¡Está bien, doña Genoveva! Pero yo me refiero más bien a mi época adulta. -¡Si, claro!, francamente, tú me has decepcionado… Porque tú mientes, tú traicionas a tu mujer, manipulas a las personas, te gusta desparramar chismes por ahí, y adoras embustes… -dijo la mujer y, ante la mirada atónita de su interlocutor, agrega: -Tú crees que eres un hombre influyente y que eres respetado por todos los habitantes de la ciudad, cuando, en realidad, tu no pasas de un pobre diablo… ¡Ah, si yo te conozco!... ¡Claro que te conozco! ¡Y muy bien! El hombre se quedó paralizado ante las contundentes palabras de doña Genoveva, y sin saber qué hacer, extendió su mano titubeante, apuntó hacia donde estaba sentado el abogado de la defensa, y le pregunta nuevamente: -¿Y a este abogado? ¿La señora también lo conoce? -¿A Robertito?... ¡Claro que lo conozco!... ¡Desde que era chiquilín! -dijo la viejita, dejando dibujar un leve sonriso en los labios. -¿Le pregunté cuanto a adulto, doña Genoveva?

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-Mariana, su madre, siempre me pedía que yo lo cuidase cuando ella necesitaba salir, ¡pobrecita! Esta mujer ya sufrió tanto intentado enseñarle a ser un buen hombre… ¡Pero no!, él es perezoso, inexorable, un alcohólico, y siempre está queriendo dar lecciones de moral para las otras personas, sin tener ninguna para él. Los dos hombres se entre miran horrorizados sin poder creer lo que están escuchando, y antes de que alguno de ellos pudiese tomar una actitud, la señora dice con voz empozada: -¡Pobre Robertito! Él ya no tiene ningún amigo, y todavía, por si fuera poco, consiguió perder todas las causas jurídicas en que actuó. El juez interviene apresuradamente, y ordena que la señora se calle la boca y que permanezca en silencio hasta una segunda orden. Enseguida, hace un leve ademán para llamar a los abogados de acusación y defensa, indicándoles para que se aproximen rápidamente a su pupitre. Una vez allí, les dice en vos baja: -Si alguno de ustedes dos se le da por preguntar a esta vieja si ella me conoce… ¡Les juro que salen de aquí presos!... ¿Fui claro?

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La Despedida del Párroco Consta que en la pequeña ciudad de Bonitópolis, en el interior del país, hubo una época en que allí residió un padre muy famoso y carismático, extremamente admirado por todos los devotos de la Santa protectora de la ciudad. Pero resultó que un día, éste celebérrimo sacerdote fue designado para ejercer sus funciones episcopales en otra región del país. En ese entonces, como agasajo, el pueblo fervoroso decidió organizar una fiesta de despedida, donde el máximo galardón a ofrecer sería un discurso de gratitud por todos los servicios que el padre les había prestado durante tantos años. Discurso este que debería ser pronunciado por el Intendente de esa comunidad frente al párroco y todos los asiduos.

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Llegado el momento combinado para el agasajo, la hora de la fiesta se vino encima, y todo el pueblo estaba reunido allí en la plaza. Todos, menos el Intendente. El reloj de la torre, inexorable, dejaba pasar las horas, y los habitantes comenzaron a manifestar inquietud y nerviosismo por causa del atraso ocasionado por la irresponsabilidad de su Intendente. Notando el grado de intranquilidad de sus fieles, el párroco resolvió anticiparse en la proclama, e decidió subir al escenario para decirles algunas palabras. -Cuando llegue aquí, a esta ciudad -comenzó a decir el cura-, la primera persona que se confesó conmigo, me habló que había matado a dos sujetos, que había realizado sexo con la hija de su patrón, que había bebido como un condenado, que fumó mariguana tal cual un desesperado, y ya había visto millones de películas pornográficas… -iba comentando el cura en voz estirada, lenta, como para ir ganando un tiempo precioso, y con él mantener el interés de la platea. -Luego pensé que aquí en este pueblo sólo encontraría hombres como éste… enmendó el hombre de Dios-. Pero cuando conocí a los habitantes trabajadores y honestos de Bonitópolis, rápidamente mudé de opinión…

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Dicho esto, el pueblo estalló en una entusiasmada ovación, y con fuertes aplausos saludó al santo hombre. Justo en ese instante llegó el Intendente, quien, más que rápido subió al tablado, pidió disculpas por haberse atrasado involuntariamente, y queriendo aprovechar la barullenta aclamación que le dedicaban al párroco, pronunció en voz alta y clara: -¡Cuando éste padre llegó en la ciudad, hace muchos años atrás, yo tuve la honra de haber sido el primero a confesarme con él!

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Conversación Prohibida El conductor del camión había estado dirigiendo su pesado vehículo durante 12 horas continuas. Así que, cuando los músculos de sus piernas comenzaron a emitir señales de calambres, recapacitó que era mejor dar una parada, estirar las piernas y aprovechar la ocasión para tomarse una cervecita. Luego que avistó el primer boliche que había a un costado de la yerma carretera, paró su camión, entró al bar, se arrimó al mostrador, y solicitó una cerveza. Luego que el bolichero abrió la botella y terminó de llenar el vaso, el conductor quiso aprovechar la ocasión para echar un dedo de prosa con algún otro ser humano, y se valió del momento para preguntarle al hombre:

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-¿Usted vio esa historia que están contando sobre Frey Galván? El bolichero lo encara a los ojos y, con cara de pocas ganas, le dice: -¡Mire, don!, usted no me lleve a mal, pero a mí no me gusta que hablen de religión en mi bar. -¡Está bien, don! –comentó el hombre de modo indiferente, y se puso a beber su vaso de cerveza, tranquilo. Pasados pocos minutos, el camionero no se contuvo; entonces, dirigiéndose al bolichero, le apunta: -¿Y la nueva contratación de Boca?... ¿Usted haya que será una buena solución para el cuadro? El dueño del boliche paró en seco lo que estaba haciendo, dio dos pasos hacia el cliente, y le indica: -¡Disculpe nuevamente!, pero le aviso que tampoco me gusta que hablen de fútbol aquí en mi bar… Esta vez el camionero lo miró aturdido, se rascó la barba crecida, tomó otro sorbo de cerveza, y atinando que era mejor cambiar de tema, le comenta al bolichero: -¡Es una indecencia lo que está ocurriendo en el gobierno!... ¿Usted se ha enterado de lo que ha ocurrido en el ministerio?

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-¡Por favor!, no quiero nada de política aquí en el bar… ¿Comprendido? El camionero se irritó con el comentario, y decide preguntar: -¿Y de sexo?... ¿Será que puedo hablar de sexo, aquí, en su bar? -¡Ah! ¿De sexo? Puede… ¡Claro que puede! –le avisa el bolichero. -Entonces, hágame el favor, don… ¡Hágase dar por el culo!

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El Robo del Caballo Una vez, en una de aquellas ciudades somnolientas del oeste americano, un sujeto llega cabalgando hasta la puerta de un saloon, desmonta, ata su cansado caballo en el palenque, se sacude el polvo del camino, y entra resuelto al bar para tomarse unos drinks. Pasado algún tiempo, al salir del saloon, el hombre se da cuenta que le habían robado el caballo. Se pone furioso con lo sucedido, entra nuevamente al saloon, saca el revólver de su cartuchera y tira unos disparos para lo alto. Cuando la música para repentinamente y todos ya lo están mirando asustados, él grita: -¿Quién fue el desgraciado que robó mi caballo?

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Un silencio mortal permanece en el ambiente y no se oye ni las moscas volar. -¡Está bien! –les vuelve a gritar el hombre, y avisa con voz de trueno: -Me voy a tomar otro drink, pero si mi caballo no está atado allí afuera cuando yo termine, voy hacer lo mismo que hice en Texas… ¿Ok? A seguir, se arrima al mostrador, pide un whisky y se lo toma tranquilamente bajo la mirada de una docena de pares de ojos curiosos. Cuando el cowboy sale, luego nota que allí estaba su caballo, atadito en el mismo lugar que lo había dejado anteriormente. Justo en el momento en que se preparaba para montarlo, sale otro sujeto enorme, físico de paquidermo, de dentro del saloon, y con la mano apoyada en la culata de su revólver, le grita: -¡Hey! ¡Sólo por curiosidad! ¿Qué fue lo que usted hizo en Texas? -¿Yo?... ¡Nada, hombre! Volví a pie para mi casa…

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Sin Testamento Una vieja solterona llamó por teléfono para un estudio de abogacía especializado en sucesión de bienes, y pidió que le mandasen un abogado hasta su casa, para éste que la ayudara a preparar su testamento. Un par de días después, llegó a su casa un representante de la firma, quien después de las zalamerías preliminares, decide preguntar: -¡Por favor!, me diga cuáles son sus bienes, y como le gustaría que ellos fuesen distribuidos después de su muerte… La mujer se ubicó en una silla y le respondió muy tranquila: -Esta casa es alquilada, estos muebles son viejos y no valen prácticamente nada… -comenzó por exponer ella, medio titubeante. Humor… Una Expresión de Regocijo

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-Pero… ¡La única cosa que yo tengo de valor, es un millón de dólares, los que están guardados en la caja de ahorros de un banco! -¡Óptimo! -le respondió flemáticamente el abogado, mientras iba anotando todo. -¿Y cómo a usted le gustaría que ese dinero fuese distribuido? –agregó. -¡Mire, joven! Yo siempre viví muy alejada de todos… Nadie de mi familia me dio pelota alguna vez en la vida; tanto es así, que ni se enteraron cuando yo gané el premio de la lotería… -¡Comprendo! -menciona educadamente el abogado, preguntándole a seguir: -¿Y entonces, a quien usted pretende colocar en su testamento?... ¿Tiene alguna amiga? O quizás… -¡No! ¡No! -le interrumpe la mujer-. ¡Yo no quiero dejarle nada a nadie!... ¡Quiero gastar 900 mil dólares con mi velorio! Creo que así, finalmente lograré que alguien me note… ¿No le parece? -¡Impresionante! -exclama el abogado-. ¡Con todo ese montón de dinero gasto en un velorio, le puedo afirmar, con certeza, que usted va a ser noticia no sólo en

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la ciudad! –el joven abogado desarrolla incrédulo, mientras pregunta nuevamente: -¿Y con los otros cien mil, que piensa hacer? -¡Bueno!, para decir la verdad, yo nunca me casé, nunca tuve un novio… Mejor dicho, nunca estuve con un hombre en toda mi vida… ¡Entonces, yo pensé que ustedes podrían utilizar toda esa plata para conseguir un hombre que quiera dormir conmigo una única vez! -¡Ese es un pedido bastante fuera de lo común! -le respondió el abogado-, pero sin lugar a dudas, veremos lo que es posible hacer para satisfacerla. Ya en su casa, por la noche, el hombre le cuenta lo ocurrido a su esposa, y como ellos estaban necesitando del dinero para realizar la reformar del apartamento, ella le sugiere que él mismo fuese a dormir con la solterona, para de esa forma poder alzarse con los cien mil prometidos. La esposa no sintió celos, pues sabía que ese sería un encuentro de apenas una hora; no en tanto, ella resolvió ir junto con su esposo, alegando que mientras él la atendía, ella permanecería esperando en el coche hasta que volviese. Una hora después…, y nada de su marido aparecer. Otra hora más…, y nada del hombre surgir.

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Después de casi tres horas, la esposa comenzó a sentirse impacientada y a irritarse con la demora de su marido, concluyendo que estaba en la hora de comenzar a tocar la bocina del coche para llamarlo. Tras el bochinche ocasionado por la estridente bocina, rápidamente el marido aparece desnudo en la ventana de la casa, mientras le grita todo sonriente: -¡Querida! ¡Por favor, volve a buscarme mañana por la mañana! -¿Por qué?... ¿Qué pasó? –vocifera ella desde la calle, alarmada. -¡Es que la señora aquí, decidió dejar que el velorio, se lo haga gratis la Intendencia!

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Cazando Osos El hombre cobijaba escondida en la mente una vieja ambición: quería un día poder viajar para Alaska, y allí, cazar los enormes osos negros. Finalmente, al mejorar de vida, un día logró concretizar su objetivo, y cuando entró de licencia, preparó su indumentaria de caza, y se fue. Una vez allá, y después de pasarse varios días al asecho, finalmente ve aparecer a una de aquellas fieras vagueando por el bosque. Sin perder tiempo, el hombre apunta, tira, y consigue abatir un oso enorme. Cuando se aproximó de su caza, sintió un delicado toquecito en la espalda. Se dio vuelta, y vio a un otro oso que le balanceaba la cabeza en señal de desaprobación.

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-¡Usted no debería ter hecho eso! -le dijo el oso¡Usted mató a uno de mis semejantes!... Ahora, usted va a pagar caro lo que acabó de hacer… ¡Puede escoger, o muere, o da para mí! El hombre pensó velozmente durante algunos segundos, y luego recapacitó que, evidentemente, era mejor salvar su piel, aunque eso le costase su tan apreciada masculinidad. Tuvo que volver a su país sintiendo su honra mancillada, y pasó un año entero jurando silenciosamente su venganza contra el desgraciado del oso que se lo había violado. Cuando finalmente recibió su nueva licencia, voló de inmediato para Alaska. Pasó dos semanas enteras buscando al maldito oso que lo había estuprado el año anterior, y así que lo ve, dispara su arma y consigue matarlo. No pasó mucho tiempo, y vuelve a sentir aquel leve toque en su espalda… Se da vuelta, y otra vez escucha: -¡Usted no tendría que haber hecho eso!... -notifica el oso y menciona la repetición del mismo bla, bla, bla de un año antes. No en tanto, mientras se sentía inconformado de cómo los osos pueden ser tan parecidos entre sí, el cazador

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se bajó los pantalones, y pasó nuevamente por toda aquella humillación. Al año siguiente, trasbordando sus sentimientos de rabia, odio y sed de venganza, y después de haberse pasado el tiempo entero jurándose a sí mismo que de esta vez no se iría a engañar, volvió nuevamente a Alaska. Esta vez, el hombre tomó el cuidado de permanecer tres semanas de asecho, mientras preparaba la emboscada certera que le permitiese matar al degenerado del oso que lo había deshonrado dos veces. El individuo aguardó pacientemente, hasta que al final vio al que le parecía ser el oso que lo había desflorado. ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum! Descargó toda su arma y su odio en el pobre animal. Luego a seguir se aproximó cautelosamente del local donde lo había derribado, y cuando se agachó para verlo de cerca, otra vez siente el golpecito en la espalda… Era su viejo conocido, que, con un gran sonriso en su rostro de oso, le preguntó: -¿Dígame la verdad, don? ¿Usted no viene aquí para cazar, no?

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El Hijo del Presbítero Aquel Ministro de almas era un hombre dedicado, siempre dispuesto en ayudar a sus semejantes, y a brindar consejos bíblicos a sus seguidores. No en tanto, vale agregar que éste hombre de Dios tenía un hijo rebelde y alborotado, y el que quería vivir en la diversión sin estudiar. Así pues, un cierto día, este mismo hijo se aproximó de él y le dijo: -¿Sabe, padre?, acabé de matricularme en una academia de choferes… Así que consiga sacar mi libreta de conducir, ¿el señor me prestaría el coche durante los fines de semana?

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Antes de responder, el padre pensó un poco y, en lugar de contrariarlo, halló por bien establecer un desafío para que su hijo se enmendase. -¡Vamos a hacer lo siguiente! -le dijo el hombre con voz mansa- Si tu pasas en el examen de ingreso a la universidad, no faltas a ningún culto a los domingos y te cortas esos pelos largos que tenes, yo te voy a dejar utilizar el coche… ¿Te parece razonable mi propuesta? El muchacho se quedó impresionado con la proposición, pero al final acabó concordando con su padre, y durante los dos meses siguientes, todo lo que él hacía, no era más que estudiar y rezar. Pronto se vino la fecha de los exámenes, y así que divulgaron la lista de los aprobados, salió corriendo al encuentro de su padre y se la mostró. -¡Felicitaciones!, estoy muy orgulloso de ti –expresó el presbítero, rebosante de alegría. -¿Entonces, será que ahora puedo utilizar el coche? – le preguntó el chico. -Bueno, ¡no! –respondió taxativo su padre- Mismo que tu no hayas faltado a ningún culto, que hayas salvado el examen de ingreso a la universidad, percibo que aun no te cortaste los cabellos…

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-¿Sabe lo que pasa, padre? Estuve pensando un poco sobre eso… Y llegue a la conclusión que Moisés tenía cabellos largos, Abraham tenía el pelo largo, hasta Jesús usaba cabello largo… -¡No me cabe dudas sobre eso! Tú estás correctísimo sobre tu análisis, hijo mío… -Entonces, ¿me presta el coche? -¡No!, hijo mío -responde taxativo. -¡Uée! ¿Por qué? -¡Es que en tú conclusión, creo que te olvidaste de tener en cuenta que ellos andaban a pie!

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Negocios de Familia Israel llegó para su padre Jacob, y le confesó medio nervioso: -¡Padre, sucedió una desgracia! -¡Que ocurrió de tan grave así, hijo mío! –le pregunta el hombre a contra gusto. -La hija del portero está embarazada… ¡de mí! – terminó por confesar Israel. -¿El qué? –grita el hombre desesperado-. ¡Y ni de nuestra religión, ella es!... ¿Tú te has vuelto loco? –brama gesticulando. -¡Sí!, yo sé, padre… Fue un descuido, pero ella me dijo que acepta hacerse un aborto –intenta remediar el muchacho.

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El padre lo mira, y mientras piensa en lo que decirle para pasarle una reprimenda, Israel luego apunta: -¡Por eso, necesito que usted me de dos mil dólares! -¡Ni pensar! ¡Ni pensar! –continuó gritando el padre. -¡Pero, padre!, si no me ayudar, usted va terminar siendo abuelo de un niño mestizo –alega el hijo, mientras pone cara de circunstancia. -¡Ah!... ¡Está bien, está bien! -recapacita Jacob-¡Toma el dinero!, pedazo de un irresponsable – continúa a gritarle a su hijo. Un par de semanas después, su otro hijo, David, se aproxima a Jacob, y le dice: -¡Papá! ¡Acaba de acontecerme una desgracia! Por descuido, embaracé a la hija de Manuel, el panadero… -¡Pero ustedes dos se han puesto locos! -le grita el hombre- ¡Justamente a la hija del panadero!... ¿Ustedes quieren matar a su padre del corazón? -¡Calma, padre! Ella me dijo que acepta abortar el hijo… Sólo necesito de cinco mil dólares… -¿El qué? ¿Ustedes creen que yo tengo dinero sobrando?... ¿Qué saco la plata de abajo de las piedras? ¡Zánganos depravados! -¡Pero, papá! –intenta argumentar David.

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-¡Ni pensar!, ¿escuchaste?... ¡Ni pensar! -¡Está bien, padre! Pero le aviso que usted va acabar teniendo un nieto de la hija del panadero… Jacob se pone a pensar en el escándalo que la situación iba a causar en su comunidad, y finalmente termina por darle el dinero a David. No se pasaron ni quince días, que aparece Sara, su hija, y le pide para hablarle de una cosa grave que ocurrió con ella. -¿Qué de tan grave te aconteció, Sara? -le pregunta Jacob, medio receloso. -¡Padre, a ti acudo! -dijo ella con mucho respeto-. Es que me acaba de suceder una cosa muy grave y tú tienes que saberlo, pero no sé cómo darle la noticia, padre… -titubea la muchacha. -¡Dilo de una vez! –ordena Jacob. -¡Es que estoy embarazada, padre! Jacob no cree en lo que escucha, y cae arrodillado allí mismo donde estaba. Entonces, sonriente, levanta los brazos al cielo y vocifera con todas sus fuerzas: -¡Hasta que al fin! ¡Hasta que al fin, un día va entrar dinero en esta casa!

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Las Camisetas Universitarias Todo comenzó cuando los alumnos de la facultad de Derecho resolvieron mandar confeccionar sus propias camisetas, colocando en ellas una célebre frase que decía: -“¿Su novio hace derecho?... ¡Ven, que yo sí!”. Enseguida la moda corrió por todo el campo universitario, y el personal que cursaba Medicina mandó hacer la suya, que decía: -“Él puede estar haciendo Derecho… ¡Pero nadie conoce el cuerpo mejor que yo!”. Los chicos de Administración no quisieron quedar atrás, y largaron la suya con la siguiente frase: -“¿De nada sirve conocer bien el cuerpo, hacer Derecho, si después no saben Administrar lo que tienen?”.

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Evidente que los muchachos de Administración salieron muy bien parados con su eslogan, pero enseguida, el grupo de Agronomía apareció con la siguiente frase: -“Unos conocen bien, otros hacen derecho, algunos saben administrar lo que tienen, pero nadie sabe plantar pepino mejor que nosotros”. Luego el personal de Publicidad reaccionó y largó la suya, que decía: -“¿De qué sirve conocer bien, hacer derecho, saber administrar y plantar pepinos, si después, no saben contárselo a todo el mundo?”. El grupo de Ingeniería no quiso quedarse atrás, y pronto salió con una que decía: -“¿De qué sirve conocer bien, hacer derecho, saber administrar,

plantar

pepino

como

ninguno,

poder

contárselo a todos, si al final, no tienen potencia y energía para hacerlo varias veces?”. Todos los estudiantes se emocionaron con esas camisetas, no en tanto, enseguida los estudiantes de Economía salieron con otra que apuntaba: -“¿De qué sirve conocer bien, hacer derecho, saber administrar,

plantar

pepino

como

ninguno,

poder

contárselo a todos, tener energía y potencia para hacerlo

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varias veces, si lo que a la mujer gusta, en realidad, es de dinero?”. No obstante, para rematar a todos los otros, las chicas del curso de Nutrición, al sentirse agraviadas, se salieron con una camiseta que decía: “¿De qué sirve conocer bien, hacer derecho, saber administrar, plantar bien el pepino, poder contárselo a todos, tener energía y potencia para hacerlo varias veces, poseer suficiente dinero…, si al final de cuentas, nosotras siempre tenemos que estar enseñándole a comer?”.

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Sacramento Lucrativo Un hombre muy rico y muy católico, cierto día decide comparecer a la iglesia para hablar con el párroco, con la intención de que éste lo orientase correctamente sobre su determinación. Cuando el sacerdote lo atiende, el hombre le dice: -¡Sabe, padre! Tengo un perrito muy lindo y como él es mi única compañía, yo lo trato como si fuera mi propio hijo. -¡Sí, sí, comprendo, hijo mío! –le responde el sacerdote, aun sin comprender el asunto. -¡Bueno!, es que como yo soy muy católico, me gustaría poder bautizar a mi perrito -desentraña finalmente el hombre.

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El párroco, percibiendo la estulticia del ciudadano, aprovecha para pasarle en soberbio sermón, pero antes que él finalizara el regaño, el hombre lo interrumpe para advertirlo: -Pero yo quería aclarar algo más, padre… -inicia a decir de forma flemática- Estoy pensando en hacer una donación… Digamos, algo así como 20 mil pesos para la iglesia, y otros 10 mil para el señor. Al hablar de dinero, el párroco se entusiasma con lo que oye, y le responde: -Pues entonces, hijo mío, es mejor que usted vuelva mañana…. Mientras tanto, yo voy a consultar al Obispo, y después le doy una respuesta sobre lo que puede ser hecho al respecto. Al día siguiente, el hombre comparece como había sido combinado, y sin que el sacerdote hubiese consultado a su superior, termina por hacer el bautismo del perrito. La noticia de aquel absurdo se desparramó en menos de lo que canta un gallo, y rápido llegó a oídos de Obispo que, fastidiado con el asunto, manda llamar al párroco inmediatamente. -¡Sé que usted luego comprenderá mi actitud, mi entrañable Obispo! –empieza a disculparse el clérigo- Es

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que él hombre prometió donar 20 mil pesos para las obras de la iglesia, y dejó otros 10 mil, siendo 5 mil para usted y 5 mil para mí -justificó humildemente el sacerdote. -¡Ufa, padre! -comenzó a protestar el prelado frente los ojos asustados del sacerdote. ¿Será que usted no es bien mandado, ni para preguntarle a ese buen ferviente, si a él también no le gustaría crismar a su lindo perrito?

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La Declaración de la Viejita El día 8 de abril, la viejita fue conducida esposada ante el tribunal de justicia para ser interrogada por el magistrado. Una vez allí, enseguida comienza a responder a las preguntas que el juez le formulaba. -¿Cuál es su nombre completo? –consulta el juez. -Camila Vando. -¿Edad? -Tengo 70 años –dijo ella. -¿Doña Camila? -busca indagar el magistrado¿Dónde estaba la señora hace una semana atrás? ¿Podría contarnos lo que sucedió? -¡Bueno! Primero, yo estaba sentada en un banco de la plaza dándole de comer a las palomas como siempre lo

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hago, cuando de repente, surgió un joven que se sentó a mi lado… -¿Y la señora ya lo conocía, o…, ya lo había visto antes? -preguntó el magistrado. -¡No! Nunca lo había visto ni más gordo ni más flaco –ella le respondió indiferente. -Entonces… ¡Cuéntenos lo que se joven hizo! – insistió el juez. -Él comenzó a hablar conmigo, y luego después me acarició la pierna. -¿La señora no lo detuvo? -¡No! –respondió seca y tajante. -¿Puedo saber por qué no? –se le antojó saber el juez. -Fue agradable… Quiero decir, nunca nadie me había hecho eso después que mi marido… ¡Dios lo tenga!, falleció. -¡Sí, entiendo! -se disculpa el magistrado- ¿Y después, que fue lo que pasó? -¡Lo llevé para mi casa!... Lo convidé para tejer un poco de croché, a bordar un mantel…, entonces, palabras más, palabras menos, tomamos unas copitas de licor…, y ahí, él comenzó a me acariciar los senos…

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-¿Y la señora no tentó evitarlo? –preguntó asustado el magistrado. -¡No! –ella respondió otra vez tajante. -¿Y por qué, no? -¡Porque me hizo sentir excitada! -¡Ahaa! –comentó el hombre, haciéndole señal con la mano, para que ella continuara hablando. -¡Bueno! Usted comprenderá que yo no me sentía así, desde hacía muchos años… -¡Está bien! ¿Y qué sucedió después? -Yo comencé a abrir las piernas suavemente, y le dije: ¡Poséeme, por favor! -¿Y el joven la violentó? -¡Qué nada! El desgraciado se puso a reír, y me dijo con cara de desfachatado: -¡Hoy es primero de abril!... ¡Hoy es primero de abril! -¿Y entonces, que ocurrió? -Como usted sabe, el día primero de abril es el día de la mentira, entonces, cuando me di cuenta que todo no pasaba de una farsa, yo me descontrolé, corrí hasta la cómoda, abrí el cajoncito, saqué el revólver del fallecido, y al desgraciado del muchacho le metí un tiro en la cara…

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Jefe, Siempre Será Jefe Un vigilante nocturno trabajaba, desde hacía varios años en una gran empresa de custodia de valores. Una mañana, cuando el jefe general de dicha empresa llegó para trabajar, el vigilante salió a su encuentro y le narró que había tenido un mal sueño durante la noche anterior. El jefe paró para escucharlo, y el vigilante le dice que el avión en que el jefe viajaría con destino a Europa, sufriría un accidente, y en consecuencia todos los pasajeros morirían. El jefe, que era un hombre joven, dinámico, emprendedor, también tenía un verdadero pánico de aviones.

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Asustado con el relato del vigilante nocturno, cuando llega su secretaria, le ordena que cancele el viaje y suspenda todas las reservas que tenía previstas para él. Tres días más tarde, cuando el hombre está leyendo el diario, cuyo principal titular narraba un gravísimo accidente aéreo, termina por enterarse que aquel avión había sufrido un desperfecto en una de las turbinas y se había precipitado al mar, y como corolario, hasta el momento no había noticias de sobrevivientes. Inmediatamente, el jefe mandó llamar al vigilante nocturno, le mostró la noticia que acabara de leer en el periódico, y le agradeció efusivamente por el aviso que le salvara la vida. A seguir, sin darle más explicaciones, lo despidió de la compañía. El vigilante no comprendió porque motivo había sido despedido, mismo después de haber salvado la vida de su jefe. Descontento con lo ocurrido, se lo comenta a la secretaria. La secretaria entró precipitada al escritorio de su jefe, y le cuestionó la actitud malagradecida que él tuvo con el empleado. El hombre la miró desconcertado, y buscó explicarle calmamente su actitud. Fue cuando le dijo:

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-Comprenderás que ese individuo desempeña la función de vigía nocturno aquí en la empresa… Así que, ¡si él tuvo un sueño en la noche, y me lo contó luego por la mañana, es porque en realidad estuvo durmiendo en el horario de trabajo! Moraleja: Jefe, siempre es jefe… Por mejor que usted sea, y por más que usted haga, nunca logrará agradarlo… Por lo tanto, la próxima vez… ¡Deje que su jefe muera!

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La Ley de la Vida Había estado lloviendo mucho en la región, y como consecuencia, el río se había transbordado y su curso parecía estar bien más ancho que lo común. Por su vez, debido al viento y al oleaje, la travesía era difícil de ser realizada, lo que ocasionaba con bastante aprieto, que el barquero tuviese que atravesar las personas de una orilla a otra con sumo cuidado. No obstante, en uno de esos dificultosos viajes, en el barco iban un abogado y una profesora. Así que, como queriendo apartarse de los riesgos del cruzamiento, en el medio del trayecto el abogado decide preguntarle al barquero: -¿Compañero, usted entiende de leyes? Con simplicidad, el barquero lo mira sorprendido por tan improcedente pregunta, y le responde:

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-¡No! Para nada, mi amigo. -¡Es una pena! -le retruca el abogado-. ¡Por no saberlo, usted ha perdido la mitad de su vida! Empero, como si pretendiese querer aprovechar el momento para aislarse de los riesgos del viaje, la profesora decide entrar en la conversación, y sin rodeos también hace una pregunta al pobre barquero: -¡Señor barquero!, ¿usted sabe leer y escribir? Sin demostrar mucha importancia, el barquero la mira de soslayo, mueve la cabeza en señal de negación y le dice a secas: -¡También, no, señorita! -¡Qué pena! -le señala ella- ¡Con certeza, usted ha perdido mitad de la vida! Como ya mencionamos antes, el viento hacía que el oleaje pusiese el río peligroso por demás, y fue ese mismo viento el que terminó por ocasionar una marejada enorme que se venía derechito a donde se encontraba el barco. Por tanto, cuando la tremenda onda los alcanza de lleno y sin nada que el escrupuloso remero pudiese hacer para tomar alguna precaución, el barco viró y comenzó a hundirse en medio del caudaloso río.

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El barquero, un hombre cumplidor de su profesión, al concebir preocupación con el abogado y la profesora, ya dentro del agua, les grita: -¿Ustedes dos saben nadar? Dando manotazos en el agua, y escupiendo como podían el agua que penetraba en sus bocas, los dos le responden asustados: -¡No! -¡Qué pena! –concluye el barquero. -¿Por qué? –preguntó el abogado, gritando. -¡Pues creo que ustedes acaban de perder toda la vida!

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Promoción Especial En determinado momento, el párroco fue convocado de forma urgente para le diese la extremaunción a un fiel moribundo de su feligresía. Como éste buen sacerdote no podía abandonar el confesionario y dejar la parroquia sola, halló por bien solicitarle a un rabino amigo que vivía cerquita de la iglesia, para que ese otro hombre de Dios se quedase un poco en su lugar. -¡Tú también eres un sacerdote del mismo Dios! -pronunció el cura para convencer al amigo-. Por eso, creo que no habrá ningún problema si tú te quedas un rato en mi lugar -terminó por afirmar en tono resuelto.

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-¡Pero tú bien sabes que yo no entiendo nada de confesiones y perdones! –alegó el rabino. -Escucha unas confesiones junto conmigo, y tú ya aprenderás cómo se hace… ¡Es facilísimo! -le afirmó el sacerdote. Entonces, el rabino se sentó a su lado y observó cuidadosamente el acto de la confesión, mientras el padre tomaba algunas revelaciones de sus piadosos. En eso, entra una mujer y se hinca al lado de la casilla, cuando señala: -¡Padre!, yo cometí adulterio. -¿Cuántas veces? –pregunta solemne, el sacerdote. -¡Tres veces, padre! -¡Vaya en paz, hija de Dios!... Rece tres Ave Marías, coloque 10 pesos en la cajita de la colecta, y no peque más, hija mía… La mujer se marcha, y luego se aproxima otra que, en un susurro, confiesa: -¡Padre, he pecado! -¿Cuál fue tu tropiezo, hija de Dios? -le pregunta el párroco. -¡Yo he cometido adulterio, padre!

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-¿Cuántas veces, hija? –pregunta nuevamente el sacerdote. -¡Fueron tres veces, padre! -Vaya y rece tres Ave Marías, coloque 10 pesos en la cajita de la colecta, y no vuelva a pecar más -declara el cura en la absolución del pecado. El rabino escucha algunas otras confesiones más, y se declara apto de poder conducir las confesiones en la ausencia del padre. El párroco se retira, y algo después, entra una señora al confesionario y declara: -¡Padre, cometí adulterio! ¡Estoy arrepentida! -¿Cuántas veces, hija? -le pregunta el rabino. -¡Solamente una, padre! -le explica ella, medio avergonzada. -¡Entonces, hija, vaya y hágalo dos veces más! –le recomienda el hebreo de forma determinada. -¿Cómo, padre? –pregunta la mujer, espantada… -¡No se aflija, hija mía! Es que justo esta semana, estamos en una promoción especial de tres adulterios por apenas 10 pesos…

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El Embarazo Precoz Una joven de apena 17 años, medio temerosa con lo sucedido, finalmente toma coraje para contarle a su madre que su menstruación estaba atrasada dos meses. Súper preocupada, la madre va corriendo hasta la farmacia y compra un kit para que su hija se hiciese el examen de gravidez. Cuando ella llega en casa, manda a su hija realizar el test, y el resultado da positivo. Acto contiguo, se inicia una tremenda y acalorada discusión entre las dos. -¿Quiero saber quién fue el canalla que te dejó así? – vocifera la madre, irritadísima-. ¡Y ahora, te vas ya hasta tu padre y cuéntaselo de una vez! -determinó la mujer. La muchacha, ya presintiendo que las cosas se estaban poniendo difíciles para su lado, toma su teléfono celular y hace una llamada. Humor… Una Expresión de Regocijo

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Como a la media hora, estacionó frente a su casa una fantástica Ferrari último modelo y, de dentro, sale un hombre maduro, pelo grisáceo, vestido en un elegante traje George Armani, y se dirige a la puerta de la casa. Una vez que ya está en la sala, el hombre se sienta enfrente al padre y a la madre de la muchacha, y les comunica de forma solemne: -¡Bueno! Mejor que sea directo con este asunto tan delicado… Su hija ya me informó del problema, pero debido a mi actual situación familiar…, yo no podre casarme con ella. El padre de la chica intentó esbozar una reacción de reprobación, a lo que el visitante hace una señal para que esperara, y agregó: -¡Por otro lado, les prometo que cuidaré de todos los detalles! -¿Cómo así, de todos los detalles? –lo interroga la indignada madre. -¡Sí!, si nacer una nena, le puedo dar 3 tiendas, 2 apartamentos, una casa en la playa, y además, una cuenta bancaria con 500 mil dólares… -¿Y si por casualidad nace un varón? –le preguntó el padre de la chica.

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-¡Bueno!, en ese caso, si nace un varón, yo le doy 2 fábricas y una cuenta bancaria de 500 mil dólares. -¡Me parece bien! –concuerda el padre, a lo que su esposa lo interrumpe, para preguntar: -¿Y si por acaso nacen mellizos? -En ese caso, yo voy a darles 2 fábricas, y más 250 mil dólares por cada uno de los niños –determina el hombre flemáticamente. Mientras los padres se entre miran admirados por la propuesta, el hombre carraspea para llamar la atención y añade: -Pero, en el caso de un aborto… El dueño de casa lo mira agitado, y antes de que el hombre pudiese completar la frase, ve al padre exclamar despavorido: -¡Epa!, ¡Epa! -justo cuando se levanta del sillón como si hubiese sido empujado por un resorte, se aproxima del indeseado visitante, le coloca la mano en el hombro, y le explica: -¡Pero, hombre! ¡No se preocupe! En el caso de suceder esa tragedia…, usted sale otra vez con mi hija…

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Guardando Bien los Bienes La esposa acabara de fallecer. Y así que terminó de enterrarla, el Emir transformó todos los bienes que poseía en algunas barras de oro, y las guardó en una pequeña cajita. Juntamente con su hija, el viudo resuelve que ya está en la hora de partir en busca de una nueva vida, pero teniendo en cuenta para donde ellos iban era necesario atravesar el desierto, eso requería tener que utilizar una carreta. Así pues, una vez que todo quedó dispuesto, ambos partieron. Ocurre que en la primera noche, cuando ellos están preparándose para acampar en un oasis deshabitado, avistan a un bando de beduinos que caminaba en su dirección. -¡Estamos fritos! –exclamó despavorido el Emir.

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Así que acabara de indicar el presagio, los beduinos los atacan sin rodeos, y se llevan todo lo que les pertenecía, dejándolos solamente con la ropa que llevaban puesta. En el auge del desespero luego después de ver todo perdido, el Emir no logra contener sus lágrimas. -¡Qué desgracia!... ¡Qué desgracia! ¡Perdemos todo! –lloriquea y suplica el mortificado el hombre. -¡Calma, padre! –lo apacigua la hija con entonación suave-. Ni todo está perdido… -¡Hemos quedado en la ruina!... ¡Se han llevado todo lo que poseíamos, hija! –vuelve a desahogarse el padre. -¡Vea esto, padre! –menciona la hija. Entonces, un tanto constreñida, ella se levanta la falda y las enaguas, se baja la bombacha, abre bien las piernas, y retira la cajita con las barras de oro. -¡Qué maravilla!... ¡Qué maravilla, hija mía! –logra exclamar sorprendido el Emir. En ese exacto momento, el hombre vuelve a tener una violenta convulsión de llanto, y cuando su hija le pregunta el motivo de tanto gemido, el Emir le dice: -¡Ah! Si tu madre aun estuviese viva… ¡Nosotros podríamos haber salvado hasta la carreta!

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Casamiento en la Tercera Edad Una señora con más de 80 años, toda perfumada, de labios pintados de un rojo intenso, pelo rubio oxigenado, toda vibrante, entra repentinamente en una farmacia y pide para habar con el dueño. -¿Por acaso ustedes tienen analgésico? –le pregunta ella cuando el dueño la atiende. -¡Tenemos, si señora! –le responde el farmacéutico. -¿Ustedes tienen remedio contra el reumatismo? – vuelve a preguntar la producida viejita. -¡Si, señora!, tenemos. -¿Ustedes tienen Viagra? -¡Tenemos, si! -asiente el hombre.

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-¿Ustedes venden bicarbonato? -¡Si, señora!, vendemos. -¿Y tienen pomada anti-arrugas? -¡Sí!, hay. -¿Ustedes tienen gel para hemorroides? -¡Tenemos, si señora! –le continua afirmando el farmacéutico. -¿Por acaso ustedes tienen antidepresivos? -¡Si, señora!, vendemos. -¿Y tienen remedio para la memoria? –insiste ella. -¡Tenemos, si! -¿Ustedes tienen somníferos? -¡Sí!, hay… ¡Bastante! -confirma el hombre. -¿Ustedes tienen pañales para adulto? -¡Tenemos si, señoooooora! –le contesta el dueño, ya mostrándose irritado con tanta pregunta. -Ustedes tienen…. -¡Señora!, esto aquí es una farmacia… Tenemos todo eso y muchas cosas más. ¿Cuál es su problema, señora? –insiste en saber el hombre. -Es que me voy a casar a fin de mes, y como mi novio tiene 95 años, nos gustaría saber si podemos dejar aquí con ustedes… ¡Nuestra Lista de Casamiento!

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Los Siete Enanitos en el Vaticano Cierta vez, a los siete enanitos se le ocurrió realizar una excursión al Vaticano. Por tanto, una vez que arribaron a Roma, decidieron hacer bendecir su visita con el Santo Papa. Cuando fueron recibidos en la Santa Sede, Dunga, el más agitados de los siete, no perdió oportunidad para preguntar: -¡Papa! ¡Papa!... ¿Aquí en el Vaticano hay alguna monja enana? El Sumo Pontífice halló un poco enigmática aquella pregunta del pequeño orejudo, pero mismo así, le respondió calmamente: -¡No, hijo mío! ¡No existe ninguna religiosa enana, en el Vaticano!

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-¡Ahh! –comentó el enanito, decepcionado, mientras que atrás de si sus amigos ya cuchicheaban muertos de risa por tan ocurrente pregunta. -¡Pero! Dígame, Santo Papa, ¿existe alguna monja enana en Italia?... ¿No es verdad? -¡No, Dunga! En Italia tampoco existe alguna monja que sea enana -le responde el Pontífice con la misma calma de siempre. Los otros seis enanitos ya se reían en voz alta, pero mismo así, Dunga no desistió de querer averiguar su dilema, y volvió a preguntar: -¡Excelentísimo Papa! -pronunció solemne- ¡Pero ciertamente que en toda Europa debe existir alguna monja que sea enana! -¡No, Dunga! –repitió el Santo Padre, aclarándole: -Tampoco existe alguna religiosa que sea enana, en cualquier parte de Europa. Los otros seis enanitos no aguantaron, y largaron una sonora carcajada. Dunga los miró con desdén, y persistió preguntando: -¡Mi estimado Vicario de Cristo! -le dijo todo pomposo- Sin embargo, estoy seguro que debe existir

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alguna monja enana, en África, o en América… ¿No es así? En ese instante, el Papa dio señales de que estaba comenzando a perder la paciencia, y le contestó de manera sentenciosa: -¡No, Dunga! No existe ninguna religiosa enana, ni en África, ni en América, ni en toda Asia u Oceanía… ¡Ni en lugar alguno! Sus pequeños amigos se descoyuntaban de tanto reír, y ya con lágrimas rodando por las mejillas, comienzan a gritar en coro: -¡Dunga se comió un pingüino!... ¡Dunga se comió un pingüino!

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Y Dios Hizo a la Mujer… Sintiéndose molesto y aburrido por estar todo el tiempo solo, Adán resuelve ir a reclamar a Dios por su estado de total soledad. -¿Sabe lo que pasa, Dios? -le apuntó altisonante cuando éste lo recibió- Tengo observado que usted creó una compañera para cada animal… ¡El toro tiene a la vaca, el perro a la perra, el caballo a la yegua!... ¡Hasta los pájaros tienen su propio par! -¡Sí! ¿Y de ahí? –interpeló Dios. -¡Bien! Es que a mí me gustaría que usted crease una compañera para mí también… ¡Una mujer! –justificó Adán. Dios se rascó la barba mientras pensaba, y le respondió:

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-¡Está bien! Yo puedo hacerlo, pero voy a tener que arrancarte una pierna… -¿Una pierna?... ¡Pero, Señor! ¡Comprenda que yo no puedo vivir con una pierna sola! –dijo Adán azorado. -¡Entonces…, te voy arrancar un brazo! -¿Un brazo?... ¡No, no! ¿Cómo es que voy a poder hacer las cosas con un único brazo? -¡No hay otra salida! -pronunció Dios, definitivo¡Yo necesito de una parte de tu cuerpo, para poder hacer una mujer! Ya apreciándose decepcionado con la actitud del Supremo, Adán resuelve arriesgar, y sugiere: -¿Será que tú no puedes arrancarme una de las partes que yo no utilizo mucho?... ¿Cómo una costilla, por ejemplo? Dios se quedó pensando mientras lo observaba, se volvió a rascar la barba, hasta que finalmente expresa inexorable: -¡Bien! Creo que igual puedo hacerlo, pero ya te voy avisando de ante mano… ¡Va quedar una porquería!

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Divorcio Acelerado La pareja estaba volviendo de sus vacaciones en la costa, y por la autopista, el hombre dirige su potente Jaguar a 120 km por hora, aunque buscando mantener el límite de velocidad establecido. Después de pasaren casi todo el trayecto sin conversar una sola palabra siquiera, la esposa decide romper el silencio, y le dice a su marido: -¡Querido!, nosotros estamos casado hace treinta años… ya vivimos muchos momentos de alegría juntos, ya compartimos muchas cosas buenas en este mundo, ambos tuvimos la oportunidad de disfrutar de lo mejor… ¡Pero en realidad, ahora yo quiero el divorcio!

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El marido permaneció silencioso escuchando las alegaciones de la esposa y, apenas mirándola con el rabo de los ojos, acelera el coche a 140 km por hora. La esposa no se inmutó con la actitud del marido, y continuó diciéndole: -Yo no quiero que tú me pidas para que mude de idea… También te confieso que estoy teniendo un caso con tu mejor amigo, y estoy convencida que él es hombre cierto para mi… El hombre permanece mudo y pacífico, mientras aumenta la velocidad del automóvil para 170 km por hora. Ella no se impresiona y continúa con su cháchara, agregando: -Yo voy a quedarme con la casa, y con… El coche ya vuela por la carretera a 190 km por hora, mientras el marido permanecía silencioso, escuchando. -Y te aviso que quiero el coche, la cuenta corriente del banco, todas las tarjetas de crédito -sigue apuntando la mujer. El marido, como si nada, acelera aun más y la velocidad del coche se eleva para 220 km por hora. -Además, quiero que nuestros hijos permanezcan conmigo…

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El hombre sigue sin responder, mientras que el velocímetro del auto, ya marca 240 km por hora. -En ese momento, él oye que su esposa le regaña: -¿Y tú no me vas a decir nada?... ¿No vas a decirme lo que tú quieres? -¡No, querida!... ¡Todo lo que yo necesito, lo tengo aquí mismo, en este coche! –expresó el marido. La mujer se siente desconcertada con la respuesta, y antes de poder decir una palabra, escucha que su marido le dice con voz embargada: -En este momento, yo tengo de mi lado la cosa más importante del mundo… Ella no alcanzó a comprender el discurso realizado por su marido, y decidida, le preguntó: -¡Muy bien!... ¿Se puede saber qué cosa de tan importante, tenes de tu lado? En ese momento el coche ya corría a una velocidad superior a los 260 km por hora; entonces, el marido da vuelta la cara para mirarla, y le dice con una inflexión de voz alegre: -Este coche tiene únicamente un Air Bag… ¡Y justamente, éste queda de mi lado!

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El Examen de Próstata El cierto individuo ya venía prorrogando su ida al proctólogo desde hacía algún tiempo, pero viendo que ya no le quedaba otra alternativa que visitar el consultorio del médico, resuelve hacerlo; no en tanto, decide llevar un revólver calzado en la cintura. Cuando el mencionado hombre entró finalmente en el consultorio, luego vio a un sujeto enorme todo vestido de blanco… El doctor media como dos metros y diez de altura, y el paciente no pudo dejar de dirigir sus ojos hacia la grosura descomunal de los dedos. A la sazón, el paciente se acercó sereno hasta el pupitre del galeno, y allí depositó su arma.

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-¡Mi amigo! -exclamó el médico, mostrándose asustado-. ¿Qué es esto?... ¡Guarde ya su arma! -le ordena temeroso. -¡Calma, doctor! Yo solamente quiero dejar mi arma aquí encima, en cuanto usted realiza el examen -le advierte el resignado cliente. -¿Pues a mí me gustaría saber por qué razón, usted trajo un arma junto consigo para dentro de mi consultorio? ¿Por acaso usted es policía?... ¿Usted hace parte de alguna fuerza de seguridad? –titubea el médico entre una pregunta y otra, mostrando todo su nerviosismo. -¡No es nada de lo que usted se imagina, doctor! – vuelve a advertir su cliente. -¿Y entonces? ¿Qué fue lo que lo motivó a traerla? -le inquiere, desconfiando del porqué. -Es que yo quería pedirle una cosa… -¿Lo qué? -el doctor indaga comedido. -¡Mire! Usted me promete, que si yo llego a expresar cualquier demostración de alegría… ¿El señor me da un tiro?

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La Piscina Mágica Ya sabemos que los ricachones son extravagantes, y que las fiestas que ellos organizan casi siempre son originales y peripatéticas. En este caso, el dueño de una majestuosa mansión celebraba un garden party en la barbacoa de su residencia. No en tanto, a cierta altura de la fiesta, ya embriagado, solicita la atención de sus convidados, y pronuncia solemnemente: -¡Gente!... ¡Tengo una cosa muy interesante para contarle a todos ustedes! -¡Dilo pronto!... ¡Anda luego con eso! –empiezan a gritar diversos huéspedes entusiasmados.

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-Es que mi piscina… ¡Ni sé cómo decirlo! Ella… ¡Ella es mágica! –pronuncia finalmente. Todos caen en carcajadas, creyendo que el anfitrión ya bebió más de la cuenta y está delirando… Sin embargo, el hombre se indigna con la actitud de los comensales, y sin decir más nada, sale corriendo, salta dentro de la piscina y grita: -¡Cerveza! Para el espato de todos que observan la escena, ¡no dio otra!, inmediatamente toda el agua de la pileta se transformó en cerveza. Después de dar unos buenos sorbos, el anfitrión sale de la piscina, y el líquido se convierte otra vez en agua. Los

invitados,

que

hasta

ese

momento

no

acreditaban en lo que veían, se quedan pasmados, hasta que uno de ellos decide a entrar, y grita: -¡Whisky! -y toda el agua se convirtió en whisky. A partir de ese momento, fue una fiesta. Todos saltaban y gritaban: ¡Vermut! ¡Vodka! ¡Ron!, y todo tipo de coctel que se les antojaba. Entonces, surge Manuel, que hasta ese momento permanecía observando todo desde lejos, percibiendo lo que ocurría en la piscina, decide tirar provecho de la situación.

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Así que, salió corriendo, saltó en dirección de la pileta, y dando un salto torpe, cayó de barriga en el agua… Al verlo, su mujer le grita desde la orilla: -¡Manuel, como tú eres burro! ¡Saltaste a la pileta con el celular en un bolsillo y la billetera en el otro! Advertido de su mancada, Manuel exclama: -¡Mierda!

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Pedido de Contribución Un cierto día, el intendente de una pequeña ciudad del interior fue visitar a un famoso abogado que residía en aquellos parajes. Estaba a fin de pedirle su contribución para realizar algunas obras sociales que tenía en mente. -¡Estimado doctor! -comienza diciendo el visitanteDe acuerdo con las informaciones que me suministró nuestro departamento financiero, el año pasado, usted tuvo una renta de casi… ¿un millón de pesos? ¿O me equivoco? -¡Para nada! ¡Es verdad! –confirma el abogado. -¡Óptimo! -asiente el intendente- Así pues, siempre de acuerdo con ese mismo departamento, igualmente me informaron que el señor tampoco realizó cualquier contribución que fuese para nuestras obras sociales… -¡Eso también es verdad! ¿Por qué lo voy a negar? – reafirma el jurista.

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Ya pensando que sería fácil convencer al abogado, antes de pronunciar otra palabra, el gestor para sus orejas al escuchar que jurista le solicita un esclarecimiento. -¡Ahora, dígame una cosa, señor intendente! ¿Su departamento financiero no le informó que en año pasado mi madre casi murió de cáncer, y que la cuenta del hospital se elevó a casi doscientos mil pesos? -¡No! ¡No, señor! –se disculpa el visitante. -¿Y ellos tampoco le informaron que mi hermana perdió su casa, su coche, sus muebles y todo lo demás, en virtud de aquella avalancha que hubo? -¡No! ¡Tampoco sabía, señor! –ilustra el intendente poniendo cara de pasmado. -¿De seguro, también no le dijeron que mi hermano sufrió un grave accidente y está parapléjico, que tiene seis hijos pequeños y que su familia se ha quedado sin ninguna renta para sustentarse? -¡Oh, no! ¡Qué horror! ¡No sabía! Disculpe… Yo… -empezó a balbucear el hombre. -¡Entonces!... ¡Escúcheme bien! Si yo, a ninguno de todos ellos le di un centavo que fuese… ¿Por qué cree usted que yo le voy a dar algún dinero para sus obras sociales?

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Amigos Hasta la Muerte Un estanciero tenía un caballo magnífico; un puro sangre ganador de varios premios y galardones; pero un determinado día el animal se enfermó gravemente y ya no conseguía permanecer de pie. Al ver a su apreciado caballo sufriendo tanto, el estanciero resolvió llamar al veterinario para que éste resolviese el problema de una vez. Cuando el albéitar llegó en la estancia, examinó cuidadosamente al animal por un largo rato, y finalmente diagnosticó: -¡Mire!, su caballo tiene una virosis muy grave… Yo acabé de darle una inyección, pero no sé si el animal va a reaccionar positivamente.

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-Mañana volveré aquí para ver como sigue, pero si el animal no reaccionó, lamentablemente, tendrá que ser sacrificado. El ranchero concuerda la primicia con la cabeza, y un poco a contra voluntad, deja que el veterinario se retire. Empero, cuando finalmente los animales quedan solos en la caballeriza, el chancho, vecino de establo del caballo, al escuchar toda la conversación quedó condolido con la triste situación de su amigo, y decide interceder. -¡Hey, mi amigo! ¡Por tu bien, necesitas reanimarte! -le recomendó el chancho- No te puedes entregar de esa forma… ¡Tenés que resistir! Hazme caso, amigo, descansa bastante hoy por la noche, y verás que mañana estarás como nuevo. El caballo, conmovido con el aliento de su vecino, dio un relincho bajito en señal de agradecimiento, y se acomodó nuevamente en la paja de la caballeriza. Al otro día, cuando los hombres llegaron al establo, el animal continuaba acostado. Al verlo así, el veterinario avisa: -¡Es una lástima, pero infelizmente creo que hay que sacrificarlo! El chancho, disgustado con el dictamen, le grita:

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-¡Hei, amigo!... ¡Levántate!... ¡Vamos! ¡Es ahora, o nunca! -y en ese momento, haciendo un esfuerzo fenomenal, el caballo se levanta y sale troteando. -¡Viva! -grita el estanciero feliz de la vida. -El caballo ya se recuperó… Vamos a dar una fiesta para conmemorar con la peonada… ¡Maten de una vez el chancho!

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Bombacha de Viuda Una mujer había quedado viuda hacía como diez años, y durante todo ese tiempo nunca más había tenido contacto con algún hombre, y cuando digo “contacto”, me refiero a que ella nunca más se había animado a comer cualquier bizcocho atrás del armario, o a mordisquear un sándwich en la oscuridad… Ese tipo de cosas, si es que me entiende. Pero en fin, resulta que un día, cansada de ver a su madre siempre tan triste, la hija paso a insistir para que ella saliera a divirtiese con algún hombre. Finalmente, como su madre no mudaba de actitud, después de mucha insistencia ella terminó por presentarle a un viudo que le pareció muy simpático.

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En conclusión, ambos veteranos terminaron por entablar amistad, y acabaron por darse muy bien… Después de pasadas seis semanas saliendo casi todas las noches, resulta que los dos veteranos resolvieron pasar un fin de semana en la playa. Por la noche, cuando ambos ya se encontraban en el cuarto del hotel, la viuda se quitó toda la ropa y se quedó completamente desnuda, con excepción de una minúscula bombacha negra de renda. Cuando el hombre entró al dormitorio para se acostar, ella halló por bien decirle a su novio: -Tu puedes hacer lo que quieras conmigo, pero aquí abajo… -mencionó apuntando directo para la bombacha… ¡Ella todavía está de luto! Para el hombre, escuchar la animosidad de aquellas palabras fue como si hubiese recibido un balde de agua fría, por tanto, se acostó y se durmió. A la noche siguiente, otra vez la viuda salió con la misma historia. O sea, se desvistió y permaneció apenas con la bombacha negra de renda. Sin embargo, cuando ella miró a su pareja, vio que él también estaba completamente desnudo, mostrando una erección de aquellas.

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Empero, para su espanto, pronto advirtió que éste tenía el “birgulino” cubierto con un preservativo negro. Al verlo, espantada, le pregunta: -¿Qué es eso? ¿Te pusiste un condón negro? -¡Sí! -le respondió el hombre, formalmente. -¿Y para qué, se puede saber? -¡Es que hoy, él quiere darle los pésames a la nena!

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La Cibernética en la Parroquia Un cura súper moderno recién había acabado de asumir una nueva parroquia situada en una ciudad de interior; y pensando que esa sería una óptima oportunidad para conseguir atraer más devotos para la iglesia, resuelve informatizarla. Muy pronto contrató una empresa idónea para desenvolver un software integrado que posibilitase tener el registro de los fieles, el control de la agenda de casamientos y de los bautismos, el registro al día del estoque de vino y de hostias, el control de los diezmos a recibir, y un módulo exclusivo para el cálculo de las penitencias.

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Algunas semanas después de implantado el nuevo sistema computadorizado, el sacerdote atiende a una joven en el confesionario. -¡Dios te bendiga, hija mía! -comienza diciéndole. -¡Padre!, es que yo… -¡Espera un minuto, hija! Que me olvidé de mi seña de entrada… ¡Ah! Ya está… Ma-do-na… Enter… ¡Pronto! ¡Puedes comenzar a contar sus pecados! –avisó. -¡Padre!, es que mi novio y yo… ¿El señor me entiende, no? -¡No entiendo nada, hija mía! Pero cuenta luego tu pecado, sino, el aparato va dar time-out y yo pierdo la conexión. -Es que mi novio besó mis senos y… -¡Espera un poquito! –informa el cura, mientras empieza a digitar con dos dedos: Be-sar-los-se-nos… Enter… -¡Pronto, hija mía! Debes rezar dos Avemarías y no pecar más… -¡Pero, padre, yo todavía no terminé! -le revela la muchacha, preocupada. -Entonces me cuenta el resto ligero, antes que entre la protección de la tela -solicita el cura.

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-¡Bueno! Es que él me pidió para que le agarrase el pene y… El sacerdote comienza a digitar: -Aga-rrar-le-el-pene… Enter-. Segundos después, determina: -¡Entonces, reza más tres padrenuestros! -¡No, padre! Todavía hay más… -¡Por favor, hija mía! Habla luego, que dentro de poco el sistema va ser desconectado para hacer el backup. -¡Es que justo en ese momento, padre, él me metió la mitad del pene en mi… xexeca! El cura no dice nada, y se pone a digitar: -Me-tiomi-tad-del-pe-ne… Enter… -¡Opa! -protesta el sacerdote- ¡Dio “Erro 45”! Espera un poco, que voy tener que digitarlo otra vez, -y comienza a teclear-: Me-tio-mi-tad-del-pe-ne… Enter… -¡Erro de nuevo, hija de Dios! Déjame ver lo que dice el manual… erro 40… erro 42… 44… ¡Aquí está! Erro 45. -¡Yhhh, hija mía! ¡No da! -¿Que pasó, padre? -¡Vuelve a tu casa, y pide luego a tu novio que te lo ponga todo, porque esta versión no acepta fracciones!

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Día de Mala Suerte Era un domingo de sol hermoso. Estadio repleto. Día de la final del campeonato de futbol Nacional. El juez apita, y comienza el partido… De repente, entre la muchedumbre, suena una voz que gimotea: -50 mil espectadores, 22 jugadores, un juez y dos auxiliares… El gordo, que se encontraba en las graderías, de repente miró para su derecha… Vio a un tipo bajito, raquítico, que había hablado para sí mismo. El partido continuaba desarrollándose en la cancha. Falta en la entrada del área grande. La hinchada se agita, el atacante posiciona la pelota y…

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-50 mil espectadores, 22 jugadores, un juez y dos auxiliares… -otra vez gime el hombre bajito, ubicado en su asiento. El gordo se pone nervioso. Ya tiene ganas de meterle un par de sopapos en la cara del sujeto…, pero se aguanta en el molde. Entretanto, la pelota es desviada por la barrera, y se va al córner… Todo el mundo grita eufórico. -50 mil espectadores, 22 jugadores, un juez y dos auxiliares… -vuelve a gemir otra vez el bajito, como si estuviese ajeno al partido. -¿Cualé, mano? -roznó el gordo, con voz de vino, mientras se arremangaba los pantalones. El sujeto bajito lo miró y se hizo de bobo, como si la cosa no fuera con él. En ese momento, el ídolo de la hinchada ya se preparaba para patear el córner… El gordo recuerda que su padre siempre le decía: -¡Córner, es medio gol! -50 mil espectadores, 22 jugadores, un juez y dos auxiliares… -el gordo oye que vuelve a clamar el bajito. Justo en ese momento no aguantó tener que soportar aquel pelmazo sentado a su lado…

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Como ya era demás y el comportamiento del hombre ya había colmado su paciencia, decide interpelarlo: -¡Póoo, camarada! Usted ya me está irritando con esa historia de 50 mil personas, 22 jugadores, un juez y dos auxiliares… -¡Para que usted vea, don! –le contesta el bajito. -¿Ver lo qué, mano? -brama el gordo. -Es que con tanta gente en el estadio… ¿Tiene que venir esa maldita paloma, a cagar justamente en mi cabeza?

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El Ex-Gay En su adolescencia, el joven Rogerio había sido un gay habitual, pero poco después que completó los 24 años de edad, se arrepintió de su trayectoria ambigua, cansado que estaba de llevar ese tipo de conducta. Así que, determinado a cambiar su modo vida sexual, decidió ser macho. No obstante, para lograrlo, durante mucho tiempo tuvo que hacer terapia intensiva; tratamiento psicológico; se vio obligado a echar seguidamente un vistazo en revistas de mujeres desnudas; necesitó frecuentar agencias de modelos, a ir seguidamente a casas nocturnas con show de striptease, y una montaña de cosas más.

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Años después de volver a ser un hombre con “H” mayúsculo, Rogerio comenzó a sentir un dolor muy fuerte en el bajo vientre, principalmente, en el saco escrotal. Sin otra alternativa, un día fue a consultar a su médico, y este le diagnosticó que podría ser un problema de próstata… Pero para tener certeza sobre su diagnóstico, necesitaba hacerle examen de toque, a fin de establecer el verdadero problema. Sin opción, Rogerio se puso en posición de examen, y el médico puso su dedo en acción… -¡Ay! –susurró Rogerio. El médico empujó el dedo un poco más hondo… -¡Ahhhhh! –gritó Rogerio. -¿Está doliendo? -le preguntó el doctor. -¡Ahhhhhhhh! ¡Mi corazóooon! -¿Qué sucedió? -lo interroga el médico, asustado. ¿Usted es cardiaco? -añadió de inmediato. -¡No, doctor! ¡Lo que pasa, es que me dio nostalgia de mi adolescencia!

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El Fascinador Pintor de Paredes Un pintor de paredes estaba volviéndose tarado por la esposa de su vecino; principalmente, porque ella le daba abertura para que el hombre se sintiese fascinado y atraído por esa mujer. De vez en cuando hasta rolaba un clima, un cambio de miradas entre ellos dos, pero la cosa nunca iba más allá de ese tipo de insinuaciones, especialmente, porque el marido era un tremendo celoso, que trancaba a su mujer en el cuarto cuando él salía para trabajar. Pero resulta que un determinado día, dispuesto a encontrar un modo de aproximarse de ella, el pintor tuvo una idea que, si el marido aceptaba, parecía ser una salida genial… Una oportunidad única.

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-Se que usted me comprenderá, Adolfo… -dice él, para su vecino- La gente es vecino desde hace años… Yo actualmente ando con tiempo sobrando, y entonces estuve pensando… ¿Usted no quiere que le pinte la casa, gratis? -¡Claro que sí, mi amigo! -le agradeció el sujeto-. Puede aparecer por aquí mañana, que usted ya comienza con el trabajo. A la mañana siguiente, el pintor llegó todo entusiasmado, con la lata de tinta en una mano, y pincel en la otra. Antes de despedirse, el marido celoso le expone: -Si usted no se importa, mi amigo, yo voy a trancar la puerta… No me gusta que mi mujer ande dando vueltitas por ahí, mientras yo no estoy… -¡Claro, Adolfo! Haga lo que a usted le parezca mejor -contesta el pintor. Fue sólo dar tiempo a que el marido saliese de casa, que los dos ya comenzaron, que ni desesperados, con los besos, apretones y toqueteos. Después de algunos minutos de esa solaz recreación, cuando realmente la cosa ya estaba que hervía, ambos se sorprenden cuando escuchan un barullo en la puerta… ¡Era Adolfo, el marido!

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-¿Y ahora? -le pregunta la mujer, mostrándose extremamente asustada. El pintor sólo tuvo el tiempo justo para agarrar el pincel y comenzar a pintar la pared, mientras asumía aires de quien está bien distraído… -¡Pero! ¿Qué es esto? -vocifera el marido, asustado con la escena que ve. -¡Vecino! -grita a seguir-. ¿Usted se ofrece para pintar mi casa, y luego se queda todo desnudo delante de mi mujer?... ¿Está loco? -¡Entienda bien, Adolfo! Yo le dije que la casa se la estoy pintando gratis…, no en tanto, ¿usted todavía quiere que yo me ensucie la ropa? -¡Sí, entiendo! ¿Pero, y ese mamporro, todo duro, ahí? –expresa el marido, apuntando para el dicho cuyo del pintor, que aun estaba a punto de bala. El pintor lo mira con la mayor naturalidad, y le responde indiferente: -¡Adolfo! ¿Y dónde quería usted que yo colgase la lata de tinta?

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La Rubia en el Casino Como era época de baja temporada, el Casino estaba casi que abandonado a las moscas. Los empleados ya no aguantaban más de tedio. No en tanto, resulta que justo ese día resuelve entrar en el salón una rubia despampanante, espectacularmente linda y sensual. Inmediatamente, todos los empleados se sintieron animados por poder contar con la presencia de tan rimbombante espectadora en sus dependencias. Por su vez, ella se aproximó a una de las mesas de juego, y luego va diciendo a los boquiabiertos empleados, que apostaría 20 mil dólares, y que acertaría los números con un único lanzamiento de dados.

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Los tipos asintieron con la cabeza, y anotaron el valor de la apuesta. Empero, en ese momento, la rubia les dice: -¡Miren! Espero que ustedes no se importen con mi desembarazo, pero les confieso que yo tengo más suerte cuando estoy desnuda… -¡Total!… ¡Veo que hoy no hay nadie aquí! -enmendó haciendo caritas. Los empleados aceptaron inmediatamente, y se quedaron como abismados, mientras miraban a la rubia sacarse la ropa. Completamente desnuda, dejando todo su cuerpo a muestra para quien quisiese verlo, la rubia berreó a orilla de la mesa: -¡Mamacita!... ¡Necesito de ropas nuevas! Enseguida realizó la tirada de los dados sobre el paño, y gritó: -¡Viva! ¡Viva! ¡Vencí!... ¡Yo vencí! Acto seguido, a los saltitos y risueña, la rubia abrazó y besó a cada uno de los aturdidos empleados… Luego recogió todo el dinero, sus ropas, dio media vuelta y se mandó mudar.

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Los empleados, aun boquiabiertos con el desarrollo de los acontecimientos, aun asombrados con la actitud de la linda mujer, se entre miraron sin saber que decir y lo que hacer. Fue en aquel momento que uno de ellos preguntó sugestionado: -¿Cuál fue el número que dio en los dados? -¡No sé!... ¡Yo pensé que tú los tuvieses mirado! Moral de la historia: Ni todas las rubias son burras, pero los hombres, siempre serán hombres…

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El Mono Cauteloso Para alegría de grandes y chicos, un día llegó un enorme circo al pueblo, y armó una formidable lona bien en el medio de la plaza. Todos los días era una fiesta para deleite de los pueblerinos, pero fuera de los horarios de función, los artistas, los trapecistas, los payasos, los domadores; en fin, todos aquellos virtuosos, salían para hacer sus compras en los alrededores de donde estaba instalado el circo. Luego en los primeros días, en un bar que quedaba en la esquina, entró uno de los domadores con un monito subido en su hombro. Se arrimó al mostrador, y pidió que le sirviesen una bebida. El monito, muy experto, empezó a saltar de mesa en mesa. Primero agarró unas aceitunas, las examinó bien, y

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le las metió en la boca. Después, agarró unas rodajas de limón, y también se las comió. Agarró unos maníes e hizo lo mismo Empero, de repente, el monito saltó encima de la mesa de billar, comenzó a examinar las bolas coloridas y, para sorpresa de todos… ¡agarró una y también se la comió! Al verlo, el dueño del bar se asustó, y enseguida le dice al domador: -¿Usted vio lo que acabó de hacer su mono?... ¡Se comió una bola de billar entera! El domador no se impresiona, y le contesta: -¡No se preocupe, don! El come todo lo que ve… ¡Quédese tranquilo que yo se lo pago! –avisó el domador. Pasan como diez días, y otra vez aparece el domador con el monito al hombro. Y otra vez más el monito inquieto sale saltando de mesa en mesa, metiendo los dedos en todo lo que encuentra. De repente, el mono ve unas cerezas encima de una mesa, se aproxima, las mira, piensa un poco, agarra una de ellas, se la mete entera en el conducto excretor, la saca, y se la come…

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El dueño del bar no se conforma con la actitud del mono y brama: -¿Pero, qué es eso?... ¿Dónde estamos? ¿Usted vio la asquerosidad que su mono acabó de hacer? -¡No, no vi! ¿Qué fue? -le dice el domador. -¡Él metió una cereza en el culo, se la sacó, y después se la comió! -¡Ah!... ¡No se preocupe, don! -alegó el domador, sonriente. -Después que él se comió aquella bola de billar, ahora, primero mide todo antes de comérselo…

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Relación entre 54 y 18 Un profesor de matemáticas decide enviar un fax para su esposa, conteniendo el siguiente mensaje: “Querida esposa, se que tú comprenderás que, ahora que has cumplido los 54 años, yo aun tengo ciertas necesidades que tu ya no las puedes satisfacer. Te manifiesto que soy feliz contigo, como mi esposa y, sinceramente, espero que no te sientas agraviada u ofendida al saber que cuando tú estés leyendo esta carta, yo ya me encontraré en un motel junto con mi flamante secretaria, que tiene apenas 18 años. Otra cosa que quería pedirte, es que no te preocupes conmigo, ya que hoy llegaré más tarde en casa, pero te prometo que no pasará más allá de la medianoche”.

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Cuando el hombre finalmente llegó en su casa venido directamente del motel, encontró el siguiente billete arriba de la mesa: “Querido marido, ¡gracias por avisarme! Igualmente aprovecho la oportunidad para recordarte, que tú también tienes 54 años. Al mismo tiempo, te comunico que, cuando tú estés leyendo esta esquela, yo estaré en un motel con mi profesor de tenis, que también tiene 18 años. Pero como tú eres un eximio matemático, podrás comprender fácilmente que ambos estamos enfrentando las mismas circunstancias, salvo por una pequeña diferencia: -¡18 cabe más veces en 54, de que 54 en 18!… Por lo tanto, no me esperes para dormir, pues voy a llegar en casa, ¡solamente mañana!”.

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La Fuga en Partes Durante la Segunda Guerra Mundial, los alemanes terminan por derribar un avión inglés, y el piloto, herido, salta con su paracaídas cayendo bien en medio de la línea de defensa germánica. Los soldados alemanes capturan al piloto malherido, y luego lo envían para un hospital de campaña alemán con diagnóstico de gangrena en una de las piernas. Cuando lo revisan, los médicos determinan que la única solución sería amputar la pierna derecha del pobre desgraciado. Así que, cuando el piloto es informado de la situación, inmediatamente hace el siguiente pedido:

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-¡Por favor! ¡Quiero que sepulten mi pierna en suelo Inglés! -¡Imposible! -alegan los alemanes-. Sabe que estamos en guerra. -Pues entonces, envuelvan mi pierna amputada y, durante el próximo ataque aéreo que ustedes vayan a efectuar en Londres, derriben ella desde el avión. Los alemanes se pusieron a reír de la ocurrencia, pero finalmente terminan por aceptar la solicitación del muy malherido aviador enemigo. Como cinco días después, el brazo izquierdo del pobre aviador también comienza a gangrenar… Lo operan, y se lo cortan. El aviador decide realizar el mismo pedido, y los alemanes lo aceptan nuevamente. Pasan más diez días, y la pierna izquierda del pobre aviador también comienza a dar señales de querer gangrenar. Cuando le comunican que se la van a tener que cortar, el aviador pide nuevamente que su pierna sea enterrada en Londres. Pero resulta que esta vez aparece un oficial de la temida Gestapo, y le niega el pedido.

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-¡Por favor!... ¿Por qué no? -le suplica el pobre moribundo. El oficial se aproxima a su cama y le dice: -¡Usted debe estar pensando que nosotros somos estúpidos! ¿No? -¡No, no! ¿Por qué? -suplica el aviador. -Primero fue una pierna, después un brazo, ahora la otra pierna… ¡Por acaso usted está con intenciones de escaparse!... ¿No es así?

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Remedio Para No Roncar El vendedor llegó a una pequeña ciudad del interior, y como se atrasó en el viaje, necesitó pernoctar en aquel pueblo. Así que fue directo hasta el único hotelito que existía en la aldea, pero infelizmente, le informan que no hay más lugar. -¡Ah! ¡Por favor, me encuentren alguna otra una salida!... ¡Necesito dormir! Acepto ni que sea una cama de matrimonio… -O un cuarto con dos camas que solamente tenga un huésped en él -le rogó enseguida el viajante. El conserje revisa otra vez el libro de registro, y avisa: -¡Mire! Parece que está con suerte.

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-Aquí tengo un cuarto con dos camas, y justamente, en él está hospedado un individuo que solicitó que si fuese posible, le gustaría dividir los gastos con alguna otra persona -comunicó el conserje, sonriendo. -¡Óptimo! ¡Óptimo! -le manifiesta el vendedor. -Pero le aviso que este tipo ronca hasta más no poder -previne el portero. -¡No hay problema! -expresa el huésped, loco para reposar. -¡Acepto así mismo, necesito descansar! Al día siguiente, el vendedor baja al restaurante para tomar su desayuno, y contrariando las expectativas del conserje, el hombre se muestra bien dispuesto. Curioso, el empleado se aproxima y le pregunta: -¿El señor consiguió dormir? -¡Sin problemas! -¿Los ronquidos no le molestaron? -¡Para nada! El individuo no roncó ni por un minuto… -¿Cómo así? -el conserje le pregunta perplejo. -Bueno, en realidad, fue bien simples. Cuando yo entré en aquel dormitorio, el sujeto ya estaba durmiendo. -¡Sí! ¿Pero los roncos no lo importunaron?

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-Para nada -repite el vendedor. -No logro entender como usted lo consiguió. -Es que yo me aproximé de su cama, lo destapé, y le besé las nalgas diciendo: -“Buenas noches, cosita linda de papá” -¿Y? -Y que el tipo se pasó la noche entera sentado en su cama mirándome, muerto de miedo de volverse a dormir…

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Una Cerveza muy Especial Una determinada noche de primavera, Raimundo estaba caminando por la calle cuando se dirigía hacia el bar, y de repente se tropezó con una lámpara mágica. ¡Plim! Sonó en la noche, que fue cuando se le aparece un genio y le dice: -¡Te voy a conceder un deseo! -¿Cómo, un deseo? Por lo que yo sé, los genios satisfacen tres deseos -retrucó Raimundo. -¡Para, Para, Para! -exclamó el genio- ¿Yo te concedo un deseo, y tu todavía reclamas? De esa manera, mejor me vuelvo a mi lámpara -avisa el genio, de mal genio. -¡No! ¡No! ¡Espera, genio! Está bien… Vamos ver… ¡A ver!... ¡Ya está! A mí me gusta mucho beber cerveza. Entonces…, me gustaría que tú encontrases un Humor… Una Expresión de Regocijo

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modo de que yo pueda tomar cerveza gratis durante el resto de mi vida. El genio pensó un poco, golpeó las manos, y al fin anuncia: -¡Tu deseo está realizado! -y desapareció. -¿Cómo así, mi deseo está realizado? -le preguntó Raimundo sin que obtuviese respuesta. -¡En fin! -pensó- Los genios do hoy ya no son como los de antiguamente -y dando de hombros, continuó su camino. Cuando ya estaba en el bar, resolvió ir al baño para sacarle un poco de agua a las aceitunas. Mientras orinaba, olfateó un fuerte olor a cerveza. Admirado y confuso, verificó que, en lugar de orín, estaba desagotando cerveza… -¡Sensacional! ¡Vaya idea la de este Aladino! -concluyó sorprendido. Al día siguiente llamó a todos sus amigos para una fiesta. Era sólo llenar vasos, jarros, copas, lo que hubiese a mano, para que sus amigos se atiborrasen con cerveza. De allí en adelante, la casa de Raimundo pasó a ser muy frecuentada. Todos los días sus amigos aparecían por allí para tomar cerveza gratis.

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Poco después, Raimundo se dio cuenta que no estaba ganado nada con ese tipo de actitud, y que sus amigos sólo se estaban aprovechando de su buena voluntad. En un determinado momento, decidió radicalizar para tirar provecho de su generosidad. Al día siguiente, cuando un nuevo grupo de amigos golpeó su puerta, él les dijo: -¡Mis amigos, a partir de ahora, la cosa mudó! Si ustedes quieren beber de mi cerveza, va a tener que ser de acuerdo con mis reglas… ¿Correcto? -¿Cómo?... ¿Cuáles son las reglas? -sus amigos preguntaron ansiosos. -¡Ahora, quién quiera tomar de mi cerveza… tendrá que hacerlo directo de la botella!

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El Maní en el Oído Mientras el hombre estaba acomodado en el sofá asistiendo a un partido de fútbol por la televisión, aprovechaba el momento para tomar una cervecita y comer unos maníes. De paso, mantenía el ojo abierto para vigilar a su hija, que en ese momento estaba sentada en el balcón, con su novio. De aquí a poco, el sujeto siente una fuerte escocedura en el oído, y tuvo la genial idea de rascárselo con un maní. La cosa estaba yendo bien, hasta que, de repente, la cáscara del maní se quebró, y uno de los carozos se le quedó trancado en el orificio de la oreja.

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Desesperado,

rápidamente

el

hombre

intenta

quitárselo con el dedo, pero cuanto más ensayaba, más lo empujaba hacia adentro. Entonces, exasperado, grita por ayuda. Al oír los gritos, acuden a la sala, su mujer, su hija, y el novio. Nadie sabe lo que hacer con el hombre, que continúa con el maní trancado en el oído y gritando como un loco. El pretendiente, queriendo marcar algunos puntos a favor con su suegro, luego encuentra una solución, y apunta: -¡Calma, que yo sé de una salida! ¡Cuando yo era boy scout, siempre socorría a mis amigos! Ágilmente, el muchacho mete dos dedos en la nariz del suegro, y le ordena: -¡Cierre la boca, y sople por la nariz con bastante fuerza! El hombre hizo lo que le ordenaban, y prontamente el pequeño carozo de maní salió expelido de su oído. Encantada con lo que ve, la esposa le dice a su marido: -¿Te diste cuenta?... ¿Decime si este muchacho no es un encanto?

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-¡Mmmm! No sé -le murmura el marido. -¡Tan calmo y tan controlado en las emergencias! ¿Lo qué será que él va a ser a futuro?... ¿Médico? -pregunta la mujer, toda contenta. El hombre, poniendo cara de pocos amigos, la mira y le responde: -¡Mira!... Por el olor que él tenía en los dedos… te garanto que éste va en camino de ser nuestro yerno…

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Veredicto Injusto Sentado en el banco de los reos, un hombre estaba siendo juzgado de ser el causante de un asesinato. No obstante a que todas las evidencias indicasen que él era el verdadero culpable, una cosa todavía permanecía en la duda: el cadáver, aun no había sido encontrado. Sabiendo que el cuerpo estaba desaparecido y que éste no había sido encontrado, el astuto abogado de defensa tenía un último truco para librar la cara de su cliente. El hombre se acerca al lugar donde estaban sentados los jurados, y comienza a disertar: -¡Señoras y señores del tribunal! Yo tengo guardada una sorpresa para ustedes… ¡Dentro de un minuto, la

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persona que fue presumiblemente asesinada, va entrar en este tribunal, por aquella puerta! Mencionada su frase de efecto, el abogado se da vuelta y permanece mirando para la puerta. Los componentes del jurado, sorprendidos con la confesión, también miran ansiosos para la puerta. El minuto pasó, y nadie apareció… Entonces, el abogado hizo su lance final: -¡Sí!, yo les dije que la víctima entraría por aquella puerta, y de inmediato, todos ustedes miraron con expectativa… Eso deja más que claro, que ustedes todavía tienen dudas de que, en éste caso alguien realmente fue muerto… Por eso es que insisto para que ustedes consideren mi cliente… ¡Inocente! A seguir, los componentes del jurado se retiraron para la resolución final. Algún tiempo después ellos volvieron a la sala, y declaran que el sospechoso era mismo el culpable por el asesinato. El abogado, indignado después de haber dado su golpe magistral, pregunta: -¿Cómo, culpado? ¡Ustedes estaban en duda!... ¡Yo mismo los vi cuando miraban fijamente para la puerta! El primer jurado se pone de pie y responde:

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-¡Si, usted tiene razón, doctor! Nosotros realmente miramos… ¡Pero su cliente no!

Ayuda Médica La rubia entra desesperada en un hospital, y luego se tropieza con un hombre fuerte, todo vestido de blanco. -¡Doctor! ¡Doctor! ¡Usted necesita ayudarme! ¡Me está ocurriendo una desgracia! No consigo tener placer alguno cuando estoy haciendo sexo –se desahoga la mujer. -¡Bueno! Vamos a ver -responde el hombre- Pero le aviso que yo siempre trabajo en equipo… ¿Está bien? -¡Claro, doctor! Lo que yo quiero, es curarme de una vez por todas. En ese momento, el individuo mira para sus colegas de trabajo, y ordena:

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-¡A ver! Paulo, Antonio… ¿Será que ustedes pueden ayudarme con esta mujer? Después de hacerles los debidos esclarecimientos necesarios, los tres hombres encaminan la rubia para una sala de exámenes clínicos, le ordenan que se saque toda la ropa y realizan una maratón de sexo con la mujer. La rubia queda confusa con la actitud, pero acepta creyendo que le estaban haciendo una terapia de choque, y que ese sería un buen método para curarla. A continuación de algunos minutos, el que se llama Paulo, le pregunta: -¿Y entonces?... ¿Está sintiendo alguna cosa? -¡Nada, doctor! No estoy sintiendo nada… -dice ella, echando los bofes y jadeante. -¿Y por qué que la señora no intenta consultar con un ginecólogo? -vuelve a preguntar el sujeto. -¡Uéee! Yo pensé que ustedes fuesen de la equipe ginecológica… -¿Nosotros?... ¡No! ¡Creo que está equivocada, señora! Nosotros somos del equipo de limpieza…

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Dispensa del Servicio Militar Un joven escribió una carta para el encargado de conceder las dispensas del servicio militar, solicitándole que reconsiderase su caso. Estimado Oficial: Vengo por intermedio de esta, y apoyado en la ley, a solicitarle que me conceda la dispensa del servicio militar obligatorio. La razón y los motivos que me llevaban a escribirle, son bastante complejos, pero mismo así, intentaré explicárselos en detalles.

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Mi padre y yo, vivíamos juntos y poseíamos una radio y una televisión. Mi padre era viudo y yo era soltero, pero en el piso de abajo también vivía una viuda y su hija, y ambas mujeres eran muy bonitas, pero no tenían ni radio, ni televisión. La falta de esos aparatos permitió que nuestras familias quedasen más próximas entre sí. Finalmente, yo terminé por apasionarme de la viuda, y acabé por casarme con ella. Mi padre también se apasionó por la hija, e igualmente él se casó con esta. Fue a partir de ese momento, que comenzó la confusión. La hija de mi esposa, la que se casó con mi padre, ahora es mi madrasta. Al mismo tiempo, porque yo me casé con la madre, la hija de ella también es mi hija. Como si fuera poco, mi padre se convirtió en el yerno de mi esposa, la que por su vez también es su suegra. Hace poco, mi esposa que había quedado embarazada, tuvo un hijo mío, que es hermano de

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mi madrasta. Por lo tanto, mi madrasta también es abuela de mi hijo, además de ella ser su hermana. Como la joven esposa de mi padre es mi madrasta, consiguientemente, su hijo pasó a ser mi hermano. Por ese motivo, mi hijo también pasó a ser el tío de mi nieto, porque mi hijo es hermano de mi hermana. Yo ahora soy, como marido de su abuela, su abuelo. Por lo tanto, soy abuelo de mi hermano. Pero como el abuelo de mi hermano también es mi abuelo, ¡concluí que soy abuelo de mi mismo! Consecuentemente, Señor Oficial, solicito aquí mi dispensa del servicio militar, apoyado en el hecho de que la ley no permite que abuelo, padre e hijo, sirvan en el ejército al mismo tiempo. Si el Señor todavía tiene alguna duda al respecto, le ruego que lea el texto varias veces, o intente hacer un gráfico descriptivo, y luego constatará que mi argumento es correcto y verdadero.

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Firma: El abuelo, padre e hijo.

Diferentes Tipos de Senos La familia estaba reunida alrededor de la mesa, cenando, cuando el hijo, dirigiéndose a su padre, le hace una pregunta: -¡Papá! ¿Cuántos tipos de senos, existen? Sorprendido con la pregunta, el padre le responde: -¡Bien, hijo! Existen tres tipos de senos… A los 20 años, la mujer tiene los senos como melones: firmes y redondos. Entre los 30 y 40 años, ellos son como peras, todavía bellos, pero un poco caídos… Ya a los 50, los pechos quedan como cebollas… -¿Cómo cebollas?

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-¡Sí! porque cuando uno los ve, enseguida le entran ganas de llorar… Al escuchar la explicación, la hija cuestiona a su madre, preguntando: -¡Mamá! ¿Cuántos tipos de pene, existen? La mujer aprovecha la oportunidad, mira a su marido y responde: -¡Bien, hija mía! Un hombre pasa por tres fases distintas… A los 20 años, su pene parece un árbol de Jacarandá, es respetable y firme… De los 30 a los 40 años, su pene se parece más con un Sauce llorón, es flexible, pero confiable… Ya después de los 50, el pene parece un árbol de navidad… -¿Árbol de navidad?... ¿Por qué? -¡Igualito! Muerto de la raíz hasta la punta, y las bolas quedan colgadas como decoración… ¿Y lo peor? Sólo se arma una vez por año…

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El Mamado y su Mula En una época de dificultades económicas, un sujeto decide vender su único bien: una mula escuálida y raquítica. Determinado, se fue a hablar con el dueño del boliche del pueblo, ya que en otros tiempos el hombre le había demostrado interés en adquirirla. -¡Oiga, don! ¿El señor quiere comprar mi mula? -le preguntó. -¿Y cuánto pide por esa porquería? -le responde el bolichero, sin demostrar atracción por la oferta. El tipo le confiesa sin menudear:

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-¡Quiero 20 pesos! El dueño del bar, que no era nada bobo para negociar, expresa: -¡Calma, hombre! Vamos negociar… ¿Qué tal, un trago antes? ¿He? Bebida va, copa viene, y el hombre termina por tomarse unos buenos tragos de caña. Cuando hallaba que el momento era oportuno, el bolichero aprovecha para decirle: -¿Y entonces, cuál es el precio de su mula, ahora? -¡Bueno! Para el señor, la vendo por 10 pesos… El bolichero, dice que no, y lo convida para que se tome algunas copas más. Entonces, llegado el momento conveniente, le pregunta nuevamente: -¿Y ahora, don, cuánto vale esa mula? El dueño del animal, que ya estaba medio boleado de tanta bebida, le manifiesta feliz: -¡Ah! Ahora no la vendo más… -¿Por qué? –pregunta el bolichero, intrigado. -Es que antes, yo quería el dinero para tomar unos tragos, pero ahora, gracias a su convite… ¡Ya no necesito venderla!

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El Vestido del Amor Cierto día, la madre del muchacho decidió hacer una visita inesperada a la casa de su hijo recién casado. Cuando llegó al apartamento donde ellos vivían ahora, tocó el timbre, y su nuera le abrió la puerta… ¡completamente desnuda! La suegra se sorprende con la extraña apariencia de su nuera, y le dice: -¡Que sorpresa verte así, mi querida!... Pero disculpa mi intromisión… ¿Puedo saber porqué estás desnuda?

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-¡Oh! -exclama la recién casada- ¡Estoy esperando que mi marido llegue del trabajo! –le añade sonriente. -¡Pero estás desnuda, muchacha! -aclama la suegra, asombrada de verla sin nada encima. -¡Oh, no! Este es mi vestido del amor -le explicó la joven, riéndose. -¿Vestido del amor? -vocifera enseguida la suegra, visiblemente enajenada- ¡Pero si tú estás desnuda…, mujer! -¡A mi esposo le encanta que yo me ponga este vestido! Lo hace feliz, a él, y a mí también –revela la muchacha. La suegra se queda pensando, y la nuera le dice delicadamente: -¡Por favor, suegra! ¿Usted podría irse, y volver en otra oportunidad? Es que mi esposo está por llegar a cualquier momento, y no queremos perder la ocasión para amarnos… Cansada de toda esa charla romántica, la mujer aceptó la petición, y se fue. Mientras ella iba a camino de su casa, se quedó pensando profundamente en esa cosa sugestiva del “vestido del amor”.

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Decidida, cuando finalmente llegó a su casa, se desnudó, se dio una buena ducha, se puso el mejor perfume que tenía, se empolvó y maquilló, y se fue a sentar desnuda en el sofá de la sala. Posteriormente, su esposo llegó, entró al living y vio la estampa de su mujer, completamente desnuda, acostada en el sofá de la sala. -¿Pero, que estás haciendo? -le preguntó el marido, estupefacto. -¡Este es mi vestido del amor! -le contestó ella. -¡Entonces, creo que primero tenes que almidonarlo y plancharlo!

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Visitas Conyugales en la Prisión La anciana mujer, que desde que se le había muerto el marido vivía solitaria y carente de caricias y contacto más íntimo con hombres, finalmente quiso dar un sanseacabó en su penosa situación. Para su sorpresa, un día terminó descubriendo que en las prisiones del país había un beneplácito en la ley, que concedía a los reos la oportunidad de que estos disfrutasen de visitas conyugales en las cárceles.

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Entonces, un domingo ella va hasta una de las penitenciarias, y cuando es atendida en la portería, le pregunta al guardia: -¡Dígame, señor oficial! ¿Es aquí donde hay visitas conyugales? -¡Si! -le responde el oficial, que al mirarla, se siente confundido. Repuesto de la extrañeza de la interrogación, le pregunta admirado: -¿Pero usted viene para la visita? -¡Si, señor oficial! ¡Yo vengo para la visita! –le contesta la viejita, mostrándose determinada. El oficial, al ver parada ante sí a una viejita que casi se estaba cayendo a pedazos, más sorprendido que antes, termina por preguntarle desconfiado: -¿A cuál reo usted viene a ver? -¿Cómo, que a cual reo? -le responde la viejita, mostrándose desconcertada. -¡Sí! -le aclara el oficial-. ¿Usted busca a algún reo en especial? -¡No! ¡Qué nada, hijo!... ¡Sirve cualquiera, que a esta edad, yo no me voy a estar poniendome a escoger!

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La Importancia de la Coma En la gramática, la coma, muchas veces puede significarnos el momento de una pausa… o no. Por ejemplo: ¡No, espere!, es bien diferente, al quitarla, decir: ¡No espere! En determinados otros casos, puede que ella haga desaparecer su dinero… Porque es bien diferente usted tener: 234,00, que tener sólo 2,34… ¿No le parece? También puede llegar a inventar algunos héroes inesperados: ¡Esto, solo, él lo resuelve!, que es muy distinto que apuntar: ¡Esto solo él lo resuelve!

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Del

mismo

modo,

puede

instaurar

villanos

circunstanciales, cuando expresamos: ¡Ese, juez, es un corrupto!, que es algo muy desacorde, que decir: ¡Ese juez es un corrupto! Algunas otras veces, ella puede llegar a ser la solución: ¡Vamos perder, nada fue resuelto!, desemejante a cuando apuntamos: ¡Vamos perder nada, fue resuelto! Todavía, en algunos momentos, la coma nos puede hacer mudar de opinión: ¡No queremos saber!, que es opuesto de decir: ¡No, queremos saber! Sin embargo, en algunos casos más inextricables, la situación muda radicalmente… Por ejemplo: SI EL HOMBRE SUPIESE EL VALOR QUE TIENE LA MUJER ANDARIA DE CUATRO A SU PROCURA… Ciertamente, cuando una mujer leer la frase, no caben dudas que ella va a colocar la coma después de: MUJER… No en tanto, si el que la lee, es un hombre, invariablemente, él irá a colocar la coma después de: TIENE…

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Confesiones Geniales de una Mujer Algunas veces me quedo abismada y me pregunto: ¿De qué me sirvió hacerme un montón de cirugías plásticas, si más tarde me pongo a pensar en el gobierno que realizó De la Rua? -¡Ciertas dietas, son simples de cumplir! Es sólo cortar algunas cosas, como: azúcar, frituras, pastas, salsas, bebidas alcohólicas, panes, bizcochos… ¡y los pulsos!

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-¡Que él me desprecie, que me maltrate, que me golpee! Te confieso que hasta sería algo aceptable de mi parte… ¡Pero que hable de mí, para el analista…! ¡Eso, ya es demás! -Algunos dicen que me estoy poniendo amarga, engorrosa, agria, sin gracia… ¡No es bien verdad! Es sólo colocar un poco de limón, edulcorante, sexo, brillantes, joyas, revolver bien… ¡Que yo enseguida me pongo maravillosa! -¡Adoro cuando los feriantes, los porteros, los albañiles de mi barrio, me llaman de: mujer seductora! ¡Eso, a mi me hace sentir que vivo en una comunidad solidaria! -Paulo era lindo, sensible, cariñoso, divertido, elegante, delicado, honesto, sublime, un buen compañero, discreto… ¡Y gay! -¡Sí, y ahí, nosotros vamos a salir de aquí, vamos para un motel, vamos transar, vamos querer hacerlo nuevamente…, es ahí que me apasiono por ti, luego tú vas a creerte que yo soy una estúpida, y entonces, después nos peleamos por eso, y yo te voy a odiar por lo que me hiciste!... ¿Estás seguro que todavía quieres saber cuál es mi nombre?

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-La verdad, que para mí: ¡Sexo seguro, es transar con mi mejor amigo! -¡Hago dieta americana, uso productos franceses, hago gimnasia con un “personal” neozelandés, hago “localizada” con una rusa, y no hay caso!... ¡No logro disminuir mi culo nacional! -¡Terminé con Alberto! Y eso que nosotros nos entendíamos súper bien, gustábamos de las mismas cosas, sentíamos tesón el uno por el otro, nos tratábamos con cariño, detestábamos películas iraníes… ¿Pero, sabes lo que pasó? ¡Descubrí que nos faltaba conflicto!... ¿Me entiendes? -Yo hago meditación, aeróbica, judo, musculación… Juego ajedrez, videogame, King, batalla naval… Estudio antropología, física cuántica y arqueología… Escalo montañas, hago vuelo libre, salto de paracaídas… Leo, escribo, toco piano y hasta bordo… ¡Uffffa! ¡Qué es lo que uno no hace, para compensar la falta de sexo apetitoso! ¡Algunos afirman que el casamiento es una lotería! Ahora, me responda, con sinceridad: ¿Cuántas veces usted ya ganó en la lotería?

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Jugando al Póker Después que sobrevino el diluvio universal, y cuando las aguas aun cubrían la superficie del mundo, Noé percibió que el arca se movía para todos lados. El

patriarca,

asustado,

no

encontraba

una

explicación lógica a lo que ocurría.

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En cierto momento, fue a visitar la cubierta donde se encontraban los animales, y he ahí el problema: todos los animales estaban haciendo el amor al mismo tiempo. Noé, enfadado con lo que veía, les gritó: -Paren… ¡Eso no puede ser! Les salvé la vida, ¿es así como ustedes me pagan?... ¿No ven que van a hundir el arca? -terminó por implorarles. Todos los animales lo obedecieron, pero a Noé le dio lástima y les dijo: -Les daré una ficha a cada pareja; en ella estará el día y la hora en que pueden hacer el amor. Luego bajó a su cabina, recortó unos pedazos de papiro, preparó las fichas y las distribuyó entre los animales. Pasaron los días y pronto andaba el mono molestando a la mona, amenazándola: -¡El miércoles a las 4 de la tarde, vas a sufrir! Durante tres días, el mono le repitió lo mismo. Al final, la mona, sintiéndose muy indignada, se fue a hablar con Noé. -¡Mira Noé! -dijo ella cuando el patriarca la atendióHace como tres días que el mono me anda molestando… Me dice que el miércoles a las 4 de la tarde voy a sufrir.

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Yo sé lo que va pasar ese día… ¡Pero él, no puede andar gritándolo por todas partes! ¿Qué van a decir mis amigas? Noé, fastidiado con el asunto, se fue a la cubierta a buscar al mono y circunspecto, le dijo: -¡Oye, mono! ¿Por qué andas molestando a la mona de esa manera? -¿Qué es eso, de que ella va a sufrir? ¿Por acaso necesitas andar diciendo cual es el día que les toca hacer sexo? Verás, Noé... ¡Lo que pasa, es que en realidad, yo sólo la estoy advirtiendo, pues perdí mi ficha jugando al póquer con el burro!

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Nota del Autor La serie de cuentos cortos aquí relatados tienen origen en la fantasía del autor, quien buscó por intermedio de ellos narrar los instantes que componen lo habitual de la vida popular, inventando personajes e historias que envolvieron las diferentes narraciones del libro. Se entiende que no debe ser considerado como una responsabilidad del mismo, que algunas semejanzas sean estas, en parte o en un todo, las que lleven al lector a hermanarse con los hechos mencionados en el contexto de los cuentos. Entretanto, es posible que algunas personas tengan vivenciado sucesos similares, o posean una relativa similitud con la descripción física de algún individuo de la ficción. Sin embargo, debemos considerar que al hacer parte Humor… Una Expresión de Regocijo

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integral de una sociedad diversificada, todo individuo está sometido a su oculta comparación con los hechos de la vida.

BIOGRAFÍA DEL AUTOR Nombre: País de origen: Fecha de nacimiento: Ciudad:

Carlos Guillermo Basáñez Delfante República Oriental del Uruguay 10 de Febrero de 1949 Montevideo

Nivel educacional:

Cursó primer nivel escolar y secundario en el Instituto Sagrado Corazón. Efectuó preparatorio de Notariado en el Instituto Nocturno de Montevideo y dio inicio a estudios universitarios en la Facultad de Derecho en Uruguay. Participó de diversos cursos técnicos y seminarios en Argentina, Brasil, México y Estados Unidos. Experiencia profesional: Trabajó durante 26 años en Pepsico & Cia, donde se retiró como Vicepresidente de Ventas y Distribución, y posteriormente, 15 años en su propia empresa. Realizó para Pepsico consultoría de mercadeo y planificación en los mercados de México, Canadá, República Checa y Polonia. Residencia: Desde 1971, está radicado en Brasil, donde vivió en las ciudades de Río de Janeiro, Recife y São Paulo. Actualmente mantiene residencia fija en Porto Alegre (Brasil) y ocasionalmente permanece algunos meses al año en Buenos Aires (Rep. Argentina) y en Montevideo (Uruguay).

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Retórica Literaria:

Obras en Español:

Elaboró el “Manual Básico de Operaciones” en 4 volúmenes en 1983, el “Manual de Entrenamiento para Vendedores” en 1984, confeccionó el “Guía Práctico para Gerentes” en 3 volúmenes en el año 1989. Concibió el “Guía Sistematizado para Administración Gerencial” en 1997 y “El Arte de Vender con Éxito” en 2006. Obras concebidas en portugués y para uso interno de la empresa y sus asociados. Principios Básicos del Arte de Vender – 2007 Poemas del Pensamiento – 2007 Cuentos del Cotidiano – 2007 La Tía Cora y otros Cuentos – 2008 Anécdotas de la Vida – 2008 La Vida Como Ella Es – 2008 Flashes Mundanos – 2008 Nimiedades Insólitas – 2009 Crónicas del Blog – 2009 Corazones en Conflicto – 2009 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. II – 2009 Con un Poco de Humor - 2009 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. III – 2009 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. IV – 2009 Humor… una expresión de regocijo - 2010 Risa… Un Remedio Infalible – 2010 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. V – 2010 Fobias Entre Delirios – 2010 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. VI – 2010 Aguardando el Doctor Garrido – 2010 El Velorio de Nicanor – 2010 La Verdadera Historia de Pulgarcito - 2010 Misterios en Piedras Verdes - 2010 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. VII – 2010 Una Flor Blanca en el Cardal - 2011

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Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. VIII – 2011 ¿Es Posible Ejercer un Buen Liderazgo? 2011 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. IX – 2011 Los Cuentos de Neiva, la Peluquera - 2012 El Viaje Hacia el Real de San Felipe - 2012 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. X – 2012 Logogrifos en el vagón del The Ghan - 2012 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. XI – 2012 El Sagaz Teniente Alférez José Cavalheiro Leite - 2012 El Maldito Tesoro de la Fragata - 2013 Carretas del Espectro - 2013 Los Piratas del Lord Clive - 2013 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. XII – 2013 Apócrifos del Génesis - 2013 Representación en la red: Blogs:

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