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Fernando Cañizal Berini

Fernando Cañizal Berini

Catedrático de proyectos de ingeniería Universidad de Cantabria

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Mi relación con José María Ureña

Conocí a Jose Mª cuando se incorporó a la Escuela de Caminos de Santander, en 1978. Por aquel entonces yo estaba trabajando como profesor ayudante e iniciando mi tesis doctoral. En aquellos años se estaba produciendo en la Escuela un proceso de consolidación, con la incorporación de nuevos profesores, doctores en su mayoría, con dedicación a tiempo completo a la universidad. Entre los muchos asuntos que había que abordar era el desarrollo de un nuevo Plan de Estudios, con una visión más moderna y humanista, y que se diferenciase del vigente en aquellas fechas, que tenía sus orígenes en el antiguo Plan del año 1964. Con ese fin, un grupo de profesores, entre ellos, José Mª Ureña, habían elaborado un documento para abordar el futuro de la Escuela, documento que constituyó, a su vez, el programa de actuaciones del que habría de ser el nuevo equipo de dirección (1982), liderado por Miguel Losada y en el que José Mari participó como Subdirector de Plan de Estudios. A él le correspondió la coordinación de los trabajos de elaboración del nuevo Plan 82, en el que todos participamos muy activamente. Recuerdo que se organizaron en la Escuela unas jornadas de formación sobre objetivos y metodologías docentes. Era la primera vez que oíamos hablar de “competencias” a adquirir por los estudiantes, y que asistíamos a unas clases impartidas por sociólogos y educadores. El plan del 82 supuso unos cambios verdaderamente importantes en las formas de impartir docencia y estuvo en vigor durante cerca de 20 años.

En 1986 el profesor Ureña fue nombrado Rector de la Universidad de Cantabria, cargo que ocupó hasta 1992. Mi relación con él ya no fue tan directa, salvo con ocasión del apoyo que siempre prestó a la Escuela en la puesta en marcha de los programas de intercambio de estudiantes (en aquellos años ejercía yo una subdirección, bajo la dirección de Federico Gutiérrez-Solana). En 1994 le fue concedido a José M.ª el “Doctorado Honoris Causa” por la Universidad de Bristol, acto al que tuve el honor de asistir en representación de la Escuela (acudieron también otros profesores, representando al Rectorado y al Departamento de Geografía y Urbanismo). En el año 1997, el profesor Ernesto Martínez, en aquellos años Vicerrector de la Universidad de Castilla-La Mancha, visitó la Escuela de Santander con la intención de buscar asesoramiento para la puesta en marcha de una Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos. En una reducida, pero intensa, reunión de trabajo en el despacho de Dirección (estábamos presentes Ernesto Martínez, el profesor Enrique Castillo y yo mismo, como director de la Escuela), analizamos el plan de estudios, los recursos materiales con los que contábamos y, muy especialmente, la plantilla de profesorado. Ernesto tenía interés en encontrar un profesor con capacidad e ilusión de plantearse el reto de la puesta en marcha de la Escuela de Ciudad Real y, creo yo que, desde un primer momento, el profesor Enrique Castillo tenía claro que José María Ureña era la persona idónea.

No es necesario decir, pues a la vista está, la magnífica labor desempeñada por José María Ureña en la nueva Escuela de Ciudad Real. La elaboración del plan de estudios, con la enseñanza basada en proyectos; la captación de profesorado joven que se ha ido formando y consolidando, y el apoyo de algunos profesores de nuestra Escuela que impartieron docencia en los primeros años (entre los que habría que destacar, sin duda, el profesor Enrique Castillo), fueron determinantes en la consolidación de la Escuela. Desde los inicios de la Escuela de Ciudad Real, la de Santander (al igual que las demás Escuelas del país), apoyó la iniciativa de creación, participando en todas las actividades que se organizaron, sin duda a iniciativa de José María. Así, ir a Ciudad Real se convirtió para mí en algo habitual entre los años 1998 y 2004: el AVE desde Madrid, el hotel Doña Carlota… Recuerdo estar presente en la inauguración del primer curso de la Escuela; en la conferencia que impartió el ministro Álvarez Cascos; en el “Doctorado Honoris Causa” del expresidente Leopoldo Calvo-Sotelo (con comida campestre incluida); en unas interesantes jornadas educativas (con invitación al Corral de Comedias de Almagro); en el acto de graduación de la primera promoción de la Escuela y ya, más recientemente, en el “Doctorado Honoris Causa” del profesor Enrique Castillo. Recuerdo, en todos estos actos, la calurosa acogida del propio José Mari y de algunos profesores de la Escuela que habían sido alumnos míos en Santander y también, de modo especial, de los Rectores Luis Arroyo y Ernesto Martínez.