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Pedro Reques Velasco

Pedro Reques Velasco

Catedrático de Geografía Humana Universidad de Cantabria

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El director de orquesta

Permítaseme esta primera digresión personal, que considero fundamental para trazar mi boceto sobre José María Ureña.

Otoño de 1980. Ayer, como aquél que dice. En la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de la Universidad Politécnica de Madrid iniciábamos el VI Curso de Postgrado de Ordenación del Territorio. Dos años atrás, quien esto escribe, finalizaba la Licenciatura en Geografía en la Universidad Complutense y realizaba, en soledad, como investigador su Tesis Doctoral sobre la despoblación rural y sus consecuencias en un espacio rural interior: la provincia de Segovia. La Geografía que nuestros profesores de la Complutense nos enseñaban, con más voluntad que medios y experiencia (la nuestra fue la primera promoción de geógrafos de esta Universidad en el país) me dejó una sensación extraña: consideraba que a la Geografía le faltaba capacidad de dar respuesta a los problemas que se presentaban en el territorio y en la sociedad, sentía la dimensión aplicada de esta vieja ciencia (después joven profesión) como un vacío insoportable, al que había que contribuir a llenar.

Tuve conocimiento de un curso de postgrado -un Máster diríamos ahora- de Ordenación del Territorio que organizaba FUNDICOT (Fundación para el Desarrollo la Investigación y el Conocimiento de la Ordenación del Territorio). Se desarrollaba en el marco institucional de la Universidad Politécnica de Madrid. Me matriculé becado en él e inicié unos estudios que, estaba seguro, llenarían la oquedad que sentía dejaba la formación geográfica de finales de los 70 proporcionaba la Complutense en los campos aplicados del Urbanismo y la Ordenación del Territorio. Y allí, en el marco geográfico de la Ciudad Universitaria de Madrid, espacio vivido y espacio de aprendizaje en aquellos productivos años, comencé, con tanta fe como pasión, unos estudios de postgrado de carácter interdisciplinar que encerraban para mi mucho valor y muchos valores y que sentía, abrían los horizontes de la Geografía, tanto en el campo académico como en el profesional. En ese curso de postgrado descubrí que la Ordenación del Territorio es un punto de encuentro, una encrucijada de caminos, una orquestación de saberes, técnicas y conocimientos, en el que todos los instrumentos (los de viento, de la Sociología y la Economía, esto es, de las ciencias sociales; los de cuerda de la Geografía y la Geología, esto es, de las ciencias de la Tierra; los de percusión, de las ingenierías) tenían sentido y razón juntos y al lado unos de los otros, pero bajo una misma batuta. Para componer la particular sinfonía de la Ordenación del Territorio hacía falta una orquesta y aquella orquesta interdisciplinar del Curso de Postgrado, en la que participaban los primeros instrumentistas del país, tenía una dirección tricéfala: Antonio Serrano, doctor economista y doctor Ingeniero de Caminos, José María Álvarez Perla, brillante e innovador economista y nuestro José María Ureña Francés, entonces joven profesor de Urbanismo en la, entonces, Universidad de Santander.

Es así como descubrí la faceta de director de la orquesta de la Ordenación del Territorio de nuestro compañero José María Ureña. Pues bien, yo creo, siguiendo con el símil literario, que esa faceta no la ha abandonado nunca. Él nos enseñó a trabajar en equipo a ingenieros, a arquitectos, a los dos geógrafos que allí habíamos recalado, a economistas y a sociólogos. Con él aprendimos a bregar con los ingenieros del “destacamento” de ICONA (la mayor parte de los ingenieros procedían de este organismo), pertenecientes a otro universo profesional y generacional y que tenían, antes del Curso de Postgrado, una visión del territorio muy estrecha y cerrada y muy ancha y abierta al final de él. Esta fue la orquesta de cámara de la Ordenación del Territorio que nuestro José María Ureña co-dirigía. Con nuestro compañero se aprendía en el aula y también por ósmosis. Por estar cerca de él seguí aprendiendo, ya como compañero en el Departamento de Geografía, Urbanismo y Ordenación del Territorio de la Universidad de Cantabria. El profesor José Ortega (con el que también aprendíamos simplemente por proximidad y cercanía) que dio la conferencia de clausura de dichos cursos y José Mara Ureña forjaron las bases de nuestro actual Departamento -inter-centros e interdisciplinar- de Geografía, Urbanismo y Ordenación del Territorio.

El director de orquesta de la ordenación del territorio en acción.

Años después, principios de los noventa, nuestro amigo homenajeado continuó haciendo de director de orquesta, esta vez como Rector de la, ya, Universidad de Cantabria. La inicial orquesta de cámara del Urbanismo y la Ordenación del Territorio se había convertido en una gran orquesta sinfónica. Como Rector, renovó y modernizó las estructuras de nuestra institución, la internacionalizó y dinamizó su tempo, llevándola, primero, de andante a allegro, y, después, a molto vivace… Rector innovador, moderno en el sentido más noble de la palabra, ecuánime -muy ecuánime- y dinamizador: su impulso entonces explica, en no pequeño grado, la envidiable posición que nuestra

Universidad ocupa hoy en los rankings de las universidades españolas y europeas. De ese tiempo –como de toda su vida– destacaría también la confianza que siempre depositaba en sus colaboradores: hay personas que dignifican a quienes con ellas van y José María Ureña es un ejemplo. Tras su paréntesis californiano, su vuelta a Cantabria, su labor como director de orquesta en nuestro Departamento, su marcha como director comisario a la Escuela de Caminos de Castilla la Mancha, que concibió con el mismo espíritu que aquí estoy apuntando (modernización, apertura, interdisciplinaridad, ingeniería con rostro humano, internacionalización, justicia social en el acceso…). Retornó de nuevo a Santander como compañero del Departamento de Geografía, Urbanismo y Ordenación del Territorio. Siempre fue un gran compañero: generoso, optimista, resolutivo, mediador refinado… Volvió a dirigir, de nuevo, esta vez el cuarteto de percusión –de repercusión internacional, aprovechando el jugo de palabras- del Urbanismo y la Ordenación del Territorio castellano-manchegos. En el campo de la investigación invitó a nuestro grupo de investigación a formar parte, estos últimos años, de la orquesta de cámara de la alta velocidad ferroviaria (aquellos trabajos sobre el AVE). Varios fueron los proyectos encadenados que se prolongaron a lo largo de casi una década. En esta orquesta dio cabida a los instrumentos de cuerda de la Geografía Humana permitiéndonos desarrollar, en relación a la Alta velocidad ferroviaria, el campo de geo-demografía aplicada. En este proyecto los geógrafos humanos seguimos aprendiendo con él y con el resto de los compañeros de aquel gran equipo de nuevo inter (interuniversitario, interdisciplinar...) y, sobre todo, integrado e integrador. Nuestro director de orquesta, tirando de liderazgo, carisma, magnetismo y buen trato con los instrumentistas (que son los valores que se atribuyen a los buenos directores de orquesta) había hecho posible la creación de una nueva sinfonía que se mantuvo siempre entre los ritmos allegro y molto vivace, pues los plazos de entrega al Ministerio de Fomento y la publicación de aquel libro (Territorial implications of higthspeed rail: a Spanish perspective) pendían como una dulce condena. Y concluyo. Escribía Manuel Rivas en su novela El lápiz del carpintero “Todos soltamos un hilo, como los gusanos de seda. Roemos y nos disputamos las hojas de la morera, pero ese hilo, si se entrecruza con otros, si se entrelaza, puede hacer un hermoso tapiz, una tela inolvidable”. Pues bien, José Mara Ureña, además de director de orquesta, también ha sido un maestro en el arte del tapiz a la hora de entrelazar los hilos que cada uno de nosotros significamos en el telar de la Ordenación del Territorio y de la vida universitaria… o sencillamente de la vida.

Gracias, maestro. Gracias, compañero. Gracias, amigo.