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Juan M. Hurlé

Juan M. Hurlé

Profesor Emérito del Departamento de Anatomía y Biología Celular Universidad de Cantabria

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Un modelo de gestor en la creación de una universidad moderna

Es una gran satisfacción contribuir, con unas breves líneas, al homenaje que sus discípulos ofrecen al Profesor José María Ureña con motivo de su jubilación. Mi decisión de aceptar la invitación surgió de forma automática, sin pensar en ningún aspecto que quisiera desarrollar, por encima de manifestar el agradecimiento y el reconocimiento que le profeso. El primer impulso, por tanto, era agradecer a José María, su amistad, y reconocer su enorme calidad humana y su personalidad, a la vez ingenua y desbordante.

A mi regreso a Cantabria, tras un breve paréntesis como profesor Agregado de Anatomía Humana en la Universidad de Extremadura, José María, me ofreció la oportunidad de participar de manera activa, como Vicerrector, en la gestión de la que siempre ha sido mi Universidad, junto con la de Valladolid, donde desarrollé mis estudios de Medicina. Me propuso, sin conocerme personalmente, mi incorporación a su equipo como responsable de Ordenación Académica y Profesorado. Mi reticencia a gestionar un aspecto que yo consideraba particularmente conflictivo y alejado de mi interés, y comprendiendo que la investigación era mi pasión y fundamento de mi vocación universitaria, acordó con el Profesor José María Drake otro buen amigo y brillante académico, a la sazón Vicerrector de Investigación, intercambiar los Vicerrectorados. Comento este aspecto, porque creo que, de alguna manera, define la agilidad en la toma de decisiones y el completo entendimiento de José María con sus colaboradores, en los que depositaba toda su confianza. Así pues, mi conocimiento de José María deriva de su gestión como Rector. José María Ureña había sido elegido Rector, tras un periodo de ebullición de la Universidad, derivado de la elaboración de los estatutos por el Claustro Universitario. Un periodo de intenso debate, en el que José María estaba integrado en el sector más progresista del profesorado. Yo entonces me acababa de incorporar a la Universidad de Extremadura y aunque no participé en el claustro constituyente, mi contacto con los colegas de la Cátedra de Anatomía, cuya posición era bastante más conservadora de la que representaba José María Ureña, me permitía estar al día de los debates. Recuerdo, que un tema particularmente acalorado de la discusión era establecer el nombre de la Universidad. Los más tradicionales querían que se mantuviese el nombre de Universidad de Santander, los más innovadores, capitaneados por Ureña, proponían el nombre de Universidad de Cantabria. Esta última fue la decisión que primó. Tengo que reconocer a día de hoy, que ha sido sin duda un primer acierto. Por entonces, la Universidad de Santander que la gente conocía, incluidos muchos santanderinos, era la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander (UIMP) denominada coloquialmente Universidad de Verano de Santander. El nuevo nombre de Universidad de Cantabria, junto a la productividad científica y el esfuerzo de un sector importante del profesorado, facilitó un cambio de las tornas, en el sentido de que, hoy en día, nadie considera a la

Universidad de Cantabria, como la hermana menor de la UIMP. Como es natural, el cambio de nombre ayudó, pero el cambio real ha sido en el diseño de su estructura, que sin duda ha sido fruto de la labor del Rector Ureña. La Universidad que Ureña dejó tras su mandato, nada tenía que ver con la que recibió. Pasamos de ser una empresa de dimensiones familiares y escasa plantilla de profesores, a conformar una empresa grande, con influencia progresiva en el ámbito de la cultura y desarrollo tecnológico de nuestra Comunidad Autónoma, con creciente prestigio en el ámbito académico nacional y, cada vez más conocida por la comunidad universitaria internacional.

Equipo de Gobierno de la Universidad de Cantabria en los años 90. De izquierda a derecha, José A. Gurruchaga, Beatriz Arízaga, Antonio Bar, José María Ureña, Juan M. Hurle y Jaime Vinuesa.

Ureña ha sido una pieza clave en este aspecto. Formaba parte de un profesorado que, para escapar de la mediocridad que aún se vivía en la Universidad Española, eligió ampliar su formación de posgrado en prolongadas estancias en centros extranjeros de gran prestigio. En aquella época aún sufríamos las carencias culturales derivadas de muchos años de rancia dictadura. Como ejemplo ilustrativo, recuerdo las duras críticas de los miembros de un tribunal de oposiciones de mi área de conocimiento a un opositor, denostando sus incipientes publicaciones en revistas de lengua inglesa. El candidato fue tildado de falta de patriotismo por no exaltar lo español y dejarse avasallar por el mundo anglosajón. Este era el país en el que nos movíamos los jóvenes universitarios y que tratábamos de mejorar. José María, sin grandes estridencias, y con no demasiados conflictos, fue tejiendo importantes cambios en la estructura de la Universidad que se han ido consolidando.

Un aspecto a resaltar como un empeño personal del Rector Ureña, fue la fusión de todas la bibliotecas de la universidad. Los libros, en aquellas fechas, estaban dispersos por los diferentes centros y por los anaqueles de los despachos de muchos profesores. José María, se ocupó de encontrar un bibliotecario con buena formación y una visión moderna e inteligente de lo que debería de significar una Biblioteca Universitaria. Se generó así

una biblioteca única, de gestión centralizada, e incluso se llegó a un acuerdo con el personal laboral, para que se extendiese el horario de apertura de la misma, incluyendo días festivos. Esta labor, que hoy día parece una obviedad palmaria, generó infinitos conflictos, tanto con el profesorado, reacio a desprenderse de los textos comprados con el presupuesto de su Catedra o Departamento, como con el personal laboral que tenía que adaptarse a un horario más exigente. Durante su gestión, se generaron nuevos estudios, tanto en el ámbito de las áreas tecnológicas como en las humanidades y ciencias sociales, incluyendo la creación de titulaciones propias de la universidad. Una tarea clave para este crecimiento era la captación de profesorado. En aquel momento, “excelencia” era la palabra clave que dirigía nuestras discusiones sobre el desarrollo de la universidad. Deseo contraponer de forma explícita el termino de “promoción” que es el que, lamentablemente, predomina en la actualidad en el ámbito del profesorado universitario. Dos estrategias principales fueron diseñadas por el Rector Ureña para alcanzar el objetivo de mejorar la joven Universidad de Cantabria. Uno, por el que José María sentía particular devoción, era lo que hoy denominamos cotidianamente la “internacionalización”, en el sentido de promover intercambios formativos y de colaboración con otros centros extranjeros. La trayectoria de José María Ureña en diversas universidades de élite, como Edimburgo o Berkeley, explica su motivación de impulsar a la comunidad universitaria para aumentar la calidad de los grupos menos competitivos y para potenciar los logros de los grupos más brillantes. Una prueba tangible de este impulso fue la creación de la red europea de universidades que se denominó “Grupo Santander” y que el mismo presidió en sus comienzos. La segunda estrategia que desarrolló fue la captación de profesorado joven, brillante y bien formado. La ampliación del número de estudios había generado una situación bastante crítica, ya que Santander carecía de la cantera necesaria para cubrir las necesidades de profesorado. En esta línea, una actividad permanente del equipo rectoral era detectar fichajes potenciales para ocupar los puestos docentes de mayor responsabilidad. No engañaría si dijese que profesores de distintas especialidades se utilizaron a modo de “ojeadores” para buscar posibles candidatos a las plazas de nueva creación. El entusiasmo del Rector Ureña, que en muchos casos se implicó de manera personal, facilitó mucho este proceso de captación de profesorado, ya que como ocurre en el mundo de los deportes, el atraer a gente brillante era una tarea difícil. Pienso que la productividad de la Universidad de Cantabria en los años posteriores a su rectorado, da buena cuenta de los logros obtenidos en este ámbito.

Hay un aspecto de la gestión de José María Ureña, que no es menos meritorio, y que ha sido el incorporar a la universidad, por imposición legal, centros, tales como la Escuela Superior de la Marina Civil o la Escuela Universitaria de Enfermería, que requerían una cierta reconversión de sus plantillas docentes. Soy testigo del esfuerzo de José María Ureña, para que estas incorporaciones asegurasen la integración con éxito de sus cuerpos docentes al ámbito universitario.

En lo que refiere a la investigación, que era lo que a mí me tocaba más de cerca, las palabras que mejor describen su actitud son el respeto por la producción científica de calidad y el entusiasmo para promoverla, incluso aceptando con gran optimismo a grupos aun emergentes, pero en los que veía potencial de desarrollo. En lo que a mí respecta, siempre tuve total libertad para implementar la financiación de los grupos. No obstante, las limitaciones económicas de la época eran muchas. Nuestra posibilidad de financiación era muy modesta. La idea que nos guio siempre fue potenciar la incorporación de personal investigador por medio de becas propias de la Universidad. Una de las aproximaciones para implementar nuestra potencialidad de generar becas era estimular a los grupos de trabajo, para que se buscasen un patrocinador de las becas,

que, aunque contribuyese financieramente de manera insuficiente, nosotros complementábamos con fondos de la Universidad. No obstante, creo que algo positivo en las condiciones de penuria económica que vivíamos, ha sido reconocer los méritos, felicitar y animar a los grupos productivos. En aquella época, al igual que ahora, los grupos más competitivos obtenían financiación de organismos externos a la Universidad y, de alguna manera, un aspecto que deseaban era una buena gestión de sus recursos y el reconocimiento de sus méritos e importancia para generar valor de futuro en la Universidad de Cantabria. Se hicieron muchas gestiones para potenciar grupos competitivos, tales como tratar de crear Institutos de Investigación de élite. Aunque, esta iniciativa no resultó exitosa de forma inmediata por la reticencia de las autoridades del Ministerio y, en ocasiones, por la falta de entusiasmo de las autoridades locales. Sin embargo, los planteamientos del equipo de Ureña constituyeron la base en la que se cimentaron los Institutos que hoy en día enorgullecen a nuestra Universidad de Cantabria.

Una cosa he aprendido a lo largo de mis años de colaboración con José María Ureña: cuando uno quiere autoevaluar su gestión en cargos de responsabilidad, es más importante reflexionar sobre aquello que no se hizo, pudiendo haberse hecho, que enfatizar sobre lo llevado a cabo. Esto último es lo que tienden a juzgar los demás, pero solo uno mismo es capaz de evaluar adecuadamente lo no realizado. En este sentido, José María Ureña, fue una explosión de actividad y grandes aciertos. Creo que nada se le puede reprochar por omisión. La Universidad de Cantabria es deudora de José María Ureña, que será recordado como un gran Rector. No quiero terminar sin felicitar a la Universidad de Castilla - La Mancha por haber tenido el acierto y la suerte de fichar para su plantilla a un académico de la enorme talla humana y profesional de José María Ureña. Para mí, José María es, además y sobre todo, un buen amigo, con el que he tenido el honor de colaborar y con el que me he sentido como un Sancho a la sombra de un brillante y entusiasta Don Quijote.