Apócrifos del Génesis

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Apócrifos del Génesis

1º Libro de la Trilogía

El Enigma Doctrinal Carlos B. Delfante

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Tengamos tan sólo paciencia, vendrá, tiene que venir, el tiempo sagrado de la paz perpetua, en que la nueva Jerusalén será la capital del mundo; y hasta entonces sean alegres y animosos en los peligros del

tiempo,

compañeros

de

mi

fe,

anuncien con la palabra y las obras el Evangelio divino y permanezcan fieles a la fe verdadera e infinita hasta la muerte. Novalis

Friedrich von

Hardenberg

Índice Preámbulo 5

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La Convocatoria 7 La Misión 27 Expectación de Ánimo 57 Los Umbrales de la Fe 79 El Patriarca 93 La Libertad de un Pueblo 114 Fuerzas Paralelas 139 Registros Ocultos 171

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Una Nueva Era 186 El Origen del Pergamino 215 El Motivo de la Misión 240 Una Creciente Amenaza 266 El Contraataque Cristiano 299 Un Apócrifo Encuentro 327 Los Estados de Outremer 348 Los Soldados de Jesús 371

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El Pergamino Perdido 395 Referencias Bibliográficas 421 Biografía 424

Cristianismo aplicado, hecho vivo, fue la antigua fe católica, la última de estas formas. Su omnipresencia en la vida, su amor al arte, su profunda humanidad, la indisolubilidad de sus matrimonios, su comunicabilidad, amiga de los hombres, su alegría en la pobreza, la obediencia y la fidelidad, la hacen inconfundible como auténtica

religión

y

contienen

los

fundamentos de su constitución. Novalis Friedrich von Hardenberg Apócrifos del Génesis

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Preámbulo “Apócrifos del Génesis” es la obra que da inicio a la trilogía de ficción “El Enigma Doctrinal”, la cual tiene su arranque más allá del desierto de Judea y de las desoladas vistas del palmeral de Jericó, un territorio donde en data incierta fueron ocultados varias decenas de pergaminos que describen los testimonios más antiguos de la religión cristiana. Algunos de estos papiros ya han sido descubiertos hace siglos, sin embargo, hay uno que está perdido, y es justamente el que menciona la verdadera historia del catolicismo a partir de la llegada del nuevo Mesías. Su contenido puede poner en peligro los pilares de esa cultura de fe que el Vaticano no está dispuesto de forma alguna a que sea cuestionada. El padre Paolo Dell Messi es entonces llamado a comparecer en la Suprema y Sacra Congregación de la Inquisición Universal, para dar continuidad a los estudios sobre las pistas que puedan llevar a la Iglesia a encontrar Apócrifos del Génesis

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el pergamino perdido, retomando la investigación a partir del punto en que lo dejó el anciano Camarlengo del nuevo papa Pablo VI, quien tiene que suspender su misión anterior para poder atender los requerimientos de su nuevo cargo y salvaguardar el Concilio II que está en curso. Pero cuando el paleólogo sacerdote Paolo da inicio a sus estudios preliminares, surgen otros conflictos de intereses paralelos, como la inesperada enfermedad de un otro padre que fuera encargado de la misión; el patrullaje de extraños que también están interesados en descubrir el contenido del pergamino perdido; las tramas paralelas al Concilio; y las denuncias que envuelven las evidencias sobre homosexualidad en el clero. En suma, esta primera parte de la trilogía describe los iniciales caminos semejantes y correlacionados que originaron el surgimiento de las tres mayores religiones de nuestro planeta: el catolicismo, el judaísmo y el mahometismo; así como enumera las contiendas que se llevaron a cabo para sobreponer las ideas, los dogmas y creencias a través de los siglos.

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1 La Convocatoria Le resultó lógico que al recibir el mensaje, se quedase sorprendido. Era un sobre grande, blanco, sin cuerpo y sin peso; lo que lo llevó a concluir que dentro de él no habría más que una hoja de papel conteniendo algún entresijo. -¿Quién lo trajo? -le preguntó maquinalmente al joven sacerdote que se lo entregara. Pero cuando terminó de pronunciar su indagación, se dio cuenta que por la mirada de incertidumbre que envolvía al clérigo, era fácil de suponer que nadie allí sabría decirle quién la habría llevado hasta la residencia. -Está bien, gracias por ahora, Giovanni -le respondió sin vacilación-. Déjeme, que ya veremos de qué se trata -le insinuó, mientras hacía un ademán de mano para que el sacerdote se retirara y lo dejara solo. Fue cuando percibió que había realizado una pregunta sin necesidad, pues al mirar el sobre con detenimiento, estaba claro que el mismo venía directo de la Santa Sede. Al menos así lo hacía suponer el inconfundible sello del Vaticano que estaba estampado en la faz delantera de aquél albo sobre. Apócrifos del Génesis

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Más concretamente, aquella era una correspondencia que le fuera encaminada desde el Congregatio pro Doctrina Fidei. Paolo sabía muy bien que la Congregación para la Doctrina de la Fe era la cofradía más antigua de todas las congregaciones que componían la Curia Romana, a la vez que figuraba como uno de los órganos más extraños e importantes de la Santa Sede… Pero antes de abrirlo, un repentino e irritable filo de tremor le corrió por la espalda como si éste fuese el sórdido anuncio de una premonición. El padre Paolo estaba al tanto de que, al asumir su nombre actual, la referida hermandad había substituido a la Suprema y Sacra Congregación del Santo Oficio, la que anteriormente se llamaba Suprema y Sacra Congregación de la Inquisición Universal de la Edad Moderna, y la que fuera responsable por la creación de la Inquisición en sí. Por su vez, estaba al corriente de que la Congregación para la Doctrina de la Fe englobaba además la Comisión Teológica Internacional y la Pontificia Comisión Bíblica. -¿Cuál será la contingencia que ahora les preocupa?... ¿Qué nuevo mal han descubierto, que demande por tanta urgencia? -alcanzó a cavilar Paolo Dell Messi, mientras comprimía instintivamente su frente en un gesto de duda, permitiendo que cinco o seis profundos surcos rollizos se destacasen como si estos fuesen canales en su faz. Apócrifos del Génesis

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No en tanto, aquellas arrugas tenían origen en figuraciones inmediatistas, visto que de acuerdo con el artículo 48 de la Constitución Apostólica Pastor Bonus sobre la Curia Romana, la principal tarea de la Congregación era promover y salvaguardar la doctrina sobre la seguridad y la moral católica en todo el mundo. Por tal razón, todo aquello que de alguna manera tocara ese tema, recaía siempre bajo su estricta competencia. Paolo llegó a menear la cabeza, como si con su gesto no alcanzase a intuir lo que ocurriría en la reunión a la que fuera convocado, pues entendía que dicha congregación también trataba de los casos de abuso sexual y de la institución de los ordinariatos personales; y que esta era una circunscripción que fuera erigida para atender espiritualmente a los fieles, tanto clérigos como laicos, convertidos. Pero halló por bien no preocuparse, ya que ninguno de esos asuntos tenía que ver directamente con él, y sonrió con mofa. La hoja interior, doblada pulcramente dentro del sobre, indicaba que la reunión a la que fuera citado, sería realizada dentro de tres horas, por tanto, concibió que tenía suficiente tiempo para dirigirse tranquilamente hasta la sede de la Congregación, ya que no necesitaba más que juntar su portapliegos para dirigirse hacia el palacio que

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estaba situado al sur de la Basílica de San Pedro, cerca de la entrada Petriano de la Ciudad del Vaticano. Eso lo llevó inadvertidamente a recordar que aquella heredad fuera asentada en la década de 1920 fuera de los confines de la Ciudad del Vaticano, en la esquina suroriental de aquella ciudad-estado, siendo que ésta era una de las tantas propiedades de la Santa Sede en Italia que estaba regulada por el Tratado de Letrán, que había sido firmado en 1929 con el Reino de Italia. Como tal, eso le confería el estatuto de extraterritorialidad. -Es como si con ello se quisiese demostrar al mundo que sus sombríos tentáculos se extienden más allá del perímetro del Vaticano -murmuró el pensativo Paolo. Hasta ese momento, él no comprendía muy bien cuál era el significado del abrupto llamamiento por parte de dicha congregación, y eso lo llevó a razonar sobre cuáles habían sido históricamente las responsabilidades de la Suprema y Sacra Congregación de la Inquisición Universal, ya que esta fuera fundada por el Papa Paulo III en julio de 1542, con el claro objetivo de defender a la Iglesia de cualquier acto de descreimiento y herejía. Una comunidad sobre la que comprobadamente se sabía que había estado desde siempre relacionada con la Inquisición. Inconscientemente meneó la cabeza, y encontró por bien tomarse unos minutos cogiendo un libro para Apócrifos del Génesis

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refrescar su memoria. En él encontró que hasta el año 1908, fuera denominada como la Sacra Congregación de la Romana y Universal Inquisición, cuando entonces pasó a llamarse Suprema e Sacra Congregación del Santo Oficio. Pero la llamasen como la llamasen, sin duda era el órgano interno que en el Vaticano se encargaba de averiguar casos de apostasía y herejía entre los católicos, y principalmente de todos aquellos asuntos que involucran los elementos del propio clero. El pasado de la institución lo ensimismo aún más, y pasó a leer más detenidamente el capítulo inicial de la obra que tenía en sus manos. Pero no necesitó de mucho tiempo para recordar que los juzgamientos que ellos realizaban, implicaban penas como prisión, excomunión, uso de vestimentas que identificasen a los culpados como hereje, y los demás etcéteras. Asimismo, al contrario de lo que comúnmente se afirmaba, los puniciones con pena de muerte era evitadas y se concedida apenas a una minoría de los casos, mismo porque el perdón, una prerrogativa primordial de la creencia, era concedido a todas aquellas personas que se arrepentían durante el juicio. -Bueno, -raciocinó después de leer media docena de páginas-. Está claro que tal descripción me permite apartar cualquier confusión, y no asociarla equivocadamente a la Inquisición Española, ya que ésta fuera liderada por los Apócrifos del Génesis

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reyes de España cuando buscaron por la fuerza unir a su reino -concluyó Paolo, meditabundo. Miró el reloj para certificarse que aún tenía tiempo, y decidió saltear algunas hojas del libro; hasta que lo pilló la curiosidad, cuando vio las góticas letras en destaque que mencionaban el capítulo de la “La Inquisición Medieval”. Después de correr los ojos por las hojas iniciales, le resultó una serie de informaciones sobre las inquisiciones realizadas por organismos de la Iglesia Católica para la supresión de acusados de herejía en las décadas finales del siglo XII, donde se incluía la Inquisición Episcopal, la cual se desarrolló entre los años 1184-1230, y más tarde la llamada Inquisición Papal en 1230. En realidad, recordó que aquello había ocurrido como una respuesta a los grandes movimientos populares que se habían extendido por toda Europa, y que fueron considerados apóstatas o heréticos para el cristianismo, más en particular, el catarismo y los valdenses en el sur de Francia y norte de Italia. -Interesante -pensó Paolo con escepticismo-. Mismo no existiendo otros registros anteriores, estoy seguro que estos no deben de haber sido los primeros movimientos de inquisición…, y sí el primero de los muchos que se sugirieron a posterior -expresó luego de una pausa.

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En realidad, algunas páginas después, descubrió que la inquisición medieval había sido mucho más que una contestación efectuada hacia los progresivos movimientos religiosos, en especial, los cátaros, que habían tenido referencia por primera vez en 1140, y de los valdenses, una de las corrientes disconformes que comenzaron alrededor de 1170, y en donde herejes individuales como Pedro de Bruys, muchas veces llegaron a alzar la voz para desafiar a la Iglesia romana. No en tanto, allí constaba que los cátaros habían sido la primera organización herética en masa surgida durante el segundo milenio, y los que pasaron a representar una grave amenaza para la autoridad de la Santa Sede. Pronto se dio cuenta que el capítulo abarcaba apenas esas primeras inquisiciones, y la Inquisición romana a partir del siglo XVI; un fenómeno un poco diferente de la inquisición española y portuguesa que estuvieron bajo el control de la monarquía con el apoyo del clero local, y la cual ellos extendieron a los de diversos ramos coloniales que buscaban seguir el mismo patrón. Sin embargo, Paolo percibió que su raciocinio estaba en parte equivocado, pues algunas páginas después descubrió que el procedimiento inquisitorial como un medio para combatir la herejía, había sido una práctica antigua de la Iglesia Católica; no en tanto, la primera Apócrifos del Génesis

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inquisición medieval, o sea, la inquisición episcopal, fuera creada en 1184 por una bula del Papa Lúcio III, la Ad abolendam, en respuesta al crecimiento de la herejía cátara en el sur de Francia. Y fuera llamada de “episcopal” porque era administrada por los obispos locales, que en latín es episcopus. En realidad, ese había sido el embrión del cual surgiría el Tribunal de la Inquisición y del Santo Oficio, cuando el castigo físico de los herejes fue designado para los legos; ya que, guiados por esa bula, los obispos se vieron obligados a intervenir activamente para erradicar la herejía cuando les fue dado el poder de juzgar y condenar los herejes en sus diócesis. Así pues, luego percibió que todas las inquisiciones medievales importantes fueron descentralizadas, pues las autoridades centrales de la Iglesia reposaron en las autoridades locales con base en orientaciones de la Santa Sede, ya que no existía una autoridad céntrica ejecutando las inquisiciones, como sería el caso de las inquisiciones de la era pos medieval. Por consiguiente, percibió que en aquella época llegaron a suceder muchos estándares diferentes de inquisiciones, dependiendo de la localización territorial y los métodos que fueron aplicados. -En verdad, -razonó en silencio-, durante algún tiempo los papas no habían tenido instrumentos con que frenar el impulso creciente de los heréticos. Pero recordó Apócrifos del Génesis

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que finalmente durante el Tercero Concilio de Letrán realizado en 1179, esto había mudado, pues el Papa pasó a incitar a los Príncipes a aplicar las sanciones penales contra los herejes. De inicio, hasta intentaron liquidar el problema militarmente, cuando, en 1208, el papa Inocencio III apeló a la Cruzada albigense, convocando a los príncipes cristianos, y les garantizó a los que de ella participasen,

los

mismos

beneficios

temporales

y

espirituales ligados a la Cruzada de liberación de Tierra Santa. Tal aquiescencia papal permitió la victoria de los cruzados, que luego se apoderaron de los territorios de los albigenses y de los señores feudales que los protegían. Pero el resultado no fue lo esperado por el Papa, pues la herejía igual continuó a progresar. Como resultado, el Papa recurrió a la presión judicial, estableciendo entonces la Inquisición. La lectura le resultaba sugestiva, pero Paolo estaba preocupado en no perder la hora y, echando otra mirada al reloj, se dio cuenta que aún tenía tiempo sobrante para continuar con la atrayente leída. Fue entonces que descubrió que la Institución aparecía por primera vez en 1203, cuando el papa Inocencio III mandara jueces papales especiales “inquirir” en casos de herejía ocurridos en ciertos locales en que los tribunales de los obispos parecían ser incapaces de Apócrifos del Génesis

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colocarse a la altura de su rápida difusión. Como consecuencia, esas nuevas cortes se mostraron mucho más eficaces que aquellos tribunales episcopales efectivos, derivando de ello, que en 1229, estos fueran transformados en una institución permanente para el fin específico de lidiar con la herejía. Empero, el padre advirtió que en el relato constaba que fuera en el Cuarto Concilio de Letrán realizado en 1225, que se llegó a codificar las leyes existentes y fue urgido su cumplimento; así como en 1230, el papa Gregorio IX respondió a las fallas de la inquisición episcopal con una serie de bulas papales que luego se transformaron en la Inquisición papal, una entidad que fue compuesta por profesionales entrenados específicamente para realizar ese trabajo. Por entonces, los individuos que la integraron fueron escogidos entre las diferentes órdenes y del clero secular, pero principalmente vinieron de la Orden Dominicana. -Qué interesante -concluyó Paolo al reflexionar sobre el último parágrafo-. Con que entonces tenemos qué los dominicanos fueron favorecidos por causa de su historia de anti-herejía… Bueno, puede que como mendicantes que siempre fueron -se dijo dubitativo-, ellos ya estuviesen acostumbrados a peregrinar.

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Paolo meneó la cabeza para relegar su conclusión, y continuó leyendo, para entonces descubrir que al contrario de los métodos del acaso episcopal, la Inquisición papal fue más profunda, cruel y sistemática, llegando a mantener registros detallados de sus hechos. Para su sorpresa, descubrió que el papa Gregorio IX, en 1231, aceptara para toda la Iglesia la constitución de Federico II en 1224, por la que se imponía la pena de muerte a los herejes, y determinara que fuese formado el tribunal de la Inquisición del cual fue encargada la orden de los dominicanos. Pero en 1252, el papa Inocencio IV, por medio de la bula Ad extirpanda, autorizara el uso de la tortura para extraer confesiones de los prisioneros. Por entonces se recomendaba que los torturadores no se excediesen al punto de golpear demás el acusado o denunciado. Circunstancialmente, constaba en el libro que las penas eran variadas, ya que todos aquellos que se recusaban a abjurar y los herejes relapsos, terminarían por ser entregues al brazo secular para la ejecución de la pena de muerte. -¿No sé por qué no me espanto con esto? -pensó Paolo por un momento, mientras cerraba el libro. Sin embargo, se sentía muy sugestionado con el contenido, y quiso ahondar un poco más la lectura antes de partir para la reunión. Apócrifos del Génesis

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Entonces abrió el compendio más allá de su mitad, y dejó correr los ojos por los parágrafos donde mencionaba que, en España, la Inquisición sólo existió como tal en el reino de Aragón, pero no en el resto de la Península Ibérica, y que en ese tiempo llegó a destacarse como obra la de Nicolas Eymerich, con el nombre de Directorium Inquisitorum, convertido en una especie de manual táctico de la Inquisición medieval. Por tanto, Paolo se dio cuenta que el Malleus Maleficarum fuera publicado en 1486, bastante más tarde de lo que fuera la era de la Inquisición de los tiempos de los cátaros y albigenses. Empero, algunas páginas después, descubrió que en el norte de Europa la Inquisición fuera un poco más benigna, ya que en los países escandinavos no alcanzó a tener prácticamente impacto alguno si comparada con la Inquisición Española, donde los reyes la utilizaron para matar muchos de aquellos que no concordaban con la corona española. De igual modo que la Inquisición nunca fuera instituida en Inglaterra, mientras que Cristóbal Colón la llevó consigo para el Nuevo Mundo. Paolo volvió a cerrar el libro y los párpados de sus ojos, como si se entregase a meditar. Entonces recordó lo que había estudiado hacía muchos años, y logró concluir mentalmente que la diseminación de los movimientos heréticos del siglo XII, podían ser visto, por lo menos en Apócrifos del Génesis

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parte, como una reacción hacia la creciente corrupción moral del clero, donde se incluían los sobornos para casamientos ilegales y pose de riqueza extrema. No en tanto, en la Edad Media, el foco principal de la Inquisición se centraba en buscar erradicar esas nuevas sectas que se habían establecido. -Así pues -se dijo-, su rayo de acción quedó definido predominantemente en Italia y en Francia, una región donde las ligas y los dos principales movimientos heréticos de la época pasaron a ser los cátaros y los valdenses. De repente, Paolo abrió nuevamente los ojos, miró los punteros del reloj, y decidió dedicar algunos minutos más a la lectura. Pero antes, buscó en el índice de libro por el capítulo que trataba sobre esas sectas. Allí descubrió que los cátaros actuaron en su mayor parte en el sur de Francia, en ciudades como Toulouse, pero todo indicaba que esa liga, originalmente, había sido fundada por algunos soldados que habían participado de la Segunda Cruzada, que, en su camino de vuelta, fueron convertidos por una secta búlgara, los Bogomilos. Sin embargo, la principal herejía de los cátaros era su creencia en el dualismo, ya que afirmaban que el Dios del mal creó el mundo materialista y el Dios bueno creó el mundo espiritual. Por tanto, los cátaros pregonaban la pobreza, la Apócrifos del Génesis

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castidad, la modestia y todos aquellos valores que, en su opinión, ayudaban de alguna manera a las personas a separarse del materialismo mundano. En todo caso, allí también constaba que los valdenses actuaron principalmente en Alemania y en el norte de Italia. Pero en contraste con los cátaros y en sintonía con la Iglesia, estos acreditaban en la existencia de un sólo Dios, aunque no reconocían el sacerdocio ni la veneración, ya que ello era sinónimo de culto de santos y mártires que hacían parte de la ortodoxia de la Iglesia. Por otro lado se mencionaba que las quejas de las dos principales órdenes del período, -los dominicanos y los franciscanos-, contra la corrupción moral de la Iglesia, en cierta medida llegaron a hacer eco de esos movimientos heréticos, pero en realidad ellos eran doctrinariamente convencionales, y así pues, estas órdenes terminaron por ser convocadas por el papa Inocencio III en la lucha contra las herejías. Como resultado, muchos franciscanos y dominicanos terminaron por ser los nobles ejecutores de la inquisición; como por ejemplo, Robert le Bougre, más conocido como Malleus haereticorum, el “Martillo de los Herejes”, un frade dominicano que se tornó un inquisidor conocido mucho más por su crueldad y su violencia. Otro ejemplo terminó siendo el caso de la provincia de Venecia, la que fuera entregue a los inquisidores franciscanos, pero Apócrifos del Génesis

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que rápidamente se tornara famosa por sus fraudes contra la Iglesia, ya que los monjes enriquecieron con los bienes confiscados de los herejes y la venta de absoluciones. No obstante, por causa de su corrupción, ellos terminaron siendo forzados por el Papa para suspender sus actividades en 1302. Un otro punto atrapó la curiosidad del padre, al descubrir que al inicio del siglo XIV, el surgimiento de otros dos movimientos terminó por atraer la atención de la Inquisición. Eran los Templarios y las Beguinas. Aunque no estaba claro en la redacción, si el proceso contra los Templarios fuera iniciado por la Inquisición con base en la sospecha de herejía, o si la Inquisición en sí fue explorada por el rey de Francia, Felipe, el Hermoso, quien quería para sí la riqueza de esos caballeros. No en tanto, en aquella época los templarios fueron incriminados por la Inquisición de 127 acusaciones de herejía, blasfemia, prácticas religiosas indecentes y otros cargos deshonestos. Como ejemplos de acusaciones, constaba desde la de renunciaren a Cristo; de escupir en la cruz; el beso indecente; acciones homosexuales; blasfemia; cesaren de celebrar a misa. Así que, en la búsqueda afanosa por Templarios pecadores, algunos inquisidores llegaron a ser enviados para las islas británicas, resultando ser éste el único ejemplo de acción inquisitorial en aquellas tierras. Apócrifos del Génesis

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Pero estos no obtuvieron éxito, principalmente porque los inquisidores no podrían instigar falsas confesiones bajo tortura, pues tal usanza fuera prohibida por ley común en aquél país. En todo caso, más impresionado quedó Paolo, cuando supo que las Beguinas fuera sobre todo un movimiento de mujeres que ya había sido reconocido por la Iglesia como místico desde su fundación en el siglo XIII. No en tanto, en el Concilio de Viena, en el siglo XIV, sus integrantes fueron proclamadas herejes y perseguidas, enviándose a un gran número de ellas a ser quemadas en la hoguera en lugares como Narbonne, Toulouse y otras ciudades francesas. Estas también fueron atacadas en Alemania, en la primera tentativa de la Inquisición para operar en aquella área. El padre Paolo pensó que una posible explicación para esa mudanza de concepto, surgiese después de la exitosa extirpación de los cátaros, cuando la Inquisición pasó a necesitar de nuevas herejías para combatir, y de nuevas recetas para sustentarse. -Por ende -se dijo adusto-, estos pasaron a dirigir su atención a otros movimientos pseudo-herejes. Sin embargo, percibió que un otro aspecto de la Inquisición medieval que revelaba su lectura, fuera la poca atención que fuera dada a la hechicería en sí… Apócrifos del Génesis

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Fue el momento en que Paolo cerró el libro de vez, llegando a especular que, en verdad, varios Papas llegaron a ser sospechosos de tener un fuerte interés por la práctica de alquimia, pero solamente con el reciente fallecido papa João XXII, de quien se sospechaba ser un mago, resultó que la brujería se había convertido en una otra forma de herejía y, así, susceptible de ser perseguida por la Inquisición. -¿Sobre cuál de todos estos asunto trataremos?.. -¿Qué querrán ellos de mí? -alcanzó a deliberar taciturno mientras se levantaba del sillón. Entonces, Paolo miró nuevamente su reloj, devolvió el libro a su lugar de origen en el estante, dio tres pasos hasta su escribanía, y recogió de allí su portafolio de cuero negro, anunciando luego después a su secretario que no sabía a qué hora volvería. La mañana estaba clara y soleada, y eso hacía con que la inmensa plaza de San Pedro se viese iluminada en toda su suntuosidad; pero Paolo pronto sintió que aquel sol que brillaba tan intensamente no quitaba la sensación de frío que el viento suroeste traía por el río Tíber desde el mar Tirreno. Esa sensación de frescor intenso lo llevó a realizar un irreflexivo movimiento con el pescuezo para achicarlo y esconderlo lo más que pudo dentro del cuello alto de su toga negra, admitiendo con su moción a que pequeños Apócrifos del Génesis

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rulos de piel encubriesen el sobrecuello blanco que coronaba su sotana. Fue cuando halló por bien apurar sus pasos. -¡Qué otoño inclemente! -llegó a murmurar sin llegar a atravesar la Plaza de San Pedro, cuando buscó protegerse del viento recorriendo el brazo izquierdo de la columnata de Bernini. Minutos más tarde, al llegar en la recóndita Piazza del Sant`Uffizio, vio surgir de repente ante sí, imponente, el renacentista Palazzo del Sant`Uffizio. De pie frente al mismo, vacilante, pudo observar de sesgo el convento de los Agustinianos Recoletos. El amplísimo portón de hierro que estaba coronado por una sacada do siglo XVI, le indicaba que había llegado. Subió a paso firme las largas escaleras de mármol que conducen hacia el interior de la “loggia” que circunda el claustro medieval. Por entonces, Sandro, el conserje de rostro pálido que lo atendió, le preguntó con semblante sobrio: -Diga, señor padre... ¿A quién busca? -Tengo una cita con el prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, el cardenal Alfredo Ottaviani -le anunció Paolo con voz firme y determinada. -Sí, señor… Sígame, por favor -le ordenó Sandro de manera cordial, acostumbrado desde siempre a orientar a los visitantes que allí comparecían. Apócrifos del Génesis

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Los dos subieron en silencio por las escaleras de mármol blanco hasta alcanzar el segundo piso, cuando el hombre se paró frente a una inmensa puerta de roble lustrado, donde, sin llamar, lo introdujo en un ambiente no muy amplio, tal vez de unos 30 m². Cuando Paolo finalmente traspuso la enorme puerta, Sandro le presentó al padre Agustoni, a quien le avisó que el visitante tenía una cita con el cardenal. El padre dejó ver una sonrisa amable y de inmediato lo trató de colega. -Ciertamente, usted debe ser el Pe. Paolo Dell Messi -llegó a confirmarle Agustoni sin necesidad de examinar documento alguno. -No lo invito a que tome asiento, porque ha llegado a la hora marcada -añadió sin aguardar por la respuesta del visitante, justo cuando a las espaldas de Paolo, el conserje cerraba la puerta silenciosamente. -Sí, he recibido la correspondencia hoy por la mañana -asintió Paolo, de pie, frente a una mesa amplia donde los rayos del sol arrancaban centellas de luz diáfana. -¿Dónde reside, padre Paolo? -inquirió Agustoni con una sonrisa afable. Aunque el visitante pronto imaginó que la pregunta era retórica y realizada para acortar la espera, pues era de suponer que el envío de la carta había partido de sus manos.

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-En realidad, desde que volví a Roma, me establecí en el Pontificio Colegio Español, o como algunos suelen llamarlo, Il Palazzo Altemps, en la Via Sant`Apolinare 8. -¡Óptimo! Es un lugar apacible para sus funciones actuales -sancionó el sacerdote, quien estaba con las manos unidas al pecho como si se preparase para rezar. Paolo pudo apreciar satisfecho que el aposento estaba cálido. No había en él ninguna señal del viento congelante que remoloneaba por las calles. Los enormes ventanales, con las cortinas recogidas, filtraban el sol dejando entrar parte de su calor. Pero pronto detuvo su apreciación, cuando la puerta fue abierta y apareció bajo e dintel una figura singular que se mostró oronda dentro de una amplia vestidura escarlata.

2 La Misión Apócrifos del Génesis

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La voz del prelado llegó a resonar fuerte, segura, amigable dentro de aquella amplia sala. Y mientras aguardaba a que Paolo se sentase a su frente en un cómodo sillón de cuero marrón, el simpático cardenal Alfredo Ottaviani le sonreía, a la vez que parecía mantener una mirada un poco perdida. En un primer momento, el visitante se sintió medio sorprendido con la actitud demostrada por el cardenal, la cual podía ser interpretada como si aquel prelado quisiese demostrar soberbia; pero en realidad, tiempo después tuvo la oportunidad de corregir su errónea primera impresión, al descubrir que en realidad, Alfredo Ottaviani se estaba quedando casi ciego. Del mismo modo, también notó que aquel tipo de ceguera no le impedía realizar un minucioso y delicado trabajo en el departamento más sensible del Vaticano, y que el deterioro de su vista tampoco le privaba de mantener un trato directo con cada uno de sus colaboradores, a los que llamaba por sus nombres, y hasta reconocía sólo por la respiración, al cruzarse con ellos por los largos corredores y diversos ambientes del edificio. -Usted dirá, Eminencia -propuso Paolo una vez que se sintió cómodo en el sillón.

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-Me alegro de que haya venido, mi estimado Paolo… Mismo sin usted saber los motivos que originaron su convocatoria -comenzó a detallar el cardenal con una voz pausada y clara. En ese momento, a Paolo le parecía que sus oscuros ojos lo estaban examinando como si quisiese descubrir alguna reacción adversa en él. -No puedo negar que me sentí algo extrañado, Eminencia; pues sé muy bien que después de la expiración de nuestro Eminentísimo papa Juan XXIII, algunas cosas han estado cambiando dentro de las estructuras internas de las varias congregaciones que componen la Santa Sede, principalmente desde la consagración del papa Pablo VI. -Eso es normal que ocurra, padre Paolo. Siempre que un eminente conductor parte a los brazos del Señor, es correcto que algunas de las entidades que ciertos prelados dirigen, también muden un poco -explicó el cardenal. -Concuerdo, Eminencia -asintió Paolo con un leve movimiento de cabeza, mientras le escondía al interlocutor el conclusivo pensamiento de que, en verdad, eso siempre ocurría de acuerdo con las interferencias políticas de algunos sectores del Clero. -Pero, -arguyó el cardenal haciendo resonar su vos aguda- en el caso de nuestro eminente Juan XXIII, puede que ciertas mudanzas resulten ser aún más profundas, por tratarse de un personaje un tanto misterioso, ya que fue Apócrifos del Génesis

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uno de los pocos miembros de la Cúpula Vaticana del siglo XX, que fue formalmente iniciado en los misterios de la Tradición

Esotérica

-le

confidenció

el

prelado

manteniendo el mismo tono de voz. El padre Paolo luego pensó que, en su momento, la mencionada situación debió incomodar bastante al celoso cardenal, ya que él era el responsable directo de una hermandad que defendía la fe cristiana a todo costo. -En este caso específico, yo soy de la opinión que al estar imbuido de tan profundos conocimiento -decidió exteriorizar Paolo con un leve movimiento de cabeza-, al fallecido papa Juan XXIII le fuese posible revelar al mundo, hasta donde le fue permitido, algunas de las informaciones referentes al Tercer Secreto de Fátima; e inclusive, el hecho de llegar a profetizar el surgimiento de acontecimientos futuros tanto de naturaleza política como cósmica… -terminó por mencionar calmamente, pues de algún modo estaba intentando descubrir hasta donde le sería permitido expresar tan abiertamente sus opiniones. Pero como vio que el prelado no lo interrumpió ni movió un músculo de su rostro, luego enmendó: -Si no estoy engañado, Eminencia, creo que hasta llegó a vaticinar con bastante antecedencia la reciente y trágica muerte del estadista y presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy. Apócrifos del Génesis

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-¡Sí! Como tú lo has mencionado, no hay dudas de que lo ocurrido fue un acontecimiento terrible para la paz del mundo; pero no juzgo necesario que nos extendamos por ahora en esos temas -le notificó el cardenal-. Aunque me aventuraré a decirte algo que una vez su Excelencia nos expuso en un encuentro, al hacer mención sobre los misterios de la Humanidad y los extraterrestres -le reveló Ottaviani con el rostro impasible, mientras Paolo fruncía el ceño con sorpresa. -En aquel momento, su premonición fue, -enmendó luego el cardenal-, conforme sus textuales palabras, que… “pergaminos que nos muestren el “Enigma Doctrinal” serán encontrados en las Azores; y ellos nos hablarán sobre civilizaciones antiguas y enseñaran a los hombres sobre cosas ha mucho tiempo ocurridas. Las señales serán cada vez más numerosas y luces del cielo serán rojas, verdes y azules. Serán veloces, pues alguien vendrá de lejos a conocer los hombres de la Tierra. Reuniones ya están sucediendo, pero quien realmente vio permanecerá en silencio”… -alcanzó a recitar el cardenal con su voz fuerte y segura, pero sin dejar notar lo cuanto acreditaba en lo mencionado. -Sin dudas, considero que sus palabras llegan a sonar proféticas y enigmáticas -le aseveró Paolo, sin saber lo que aludir sobre tan ocurrente secreto. No que su fe pusiese en Apócrifos del Génesis

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duda la palabra de un cardenal, y mucho menos la de un Papa, pero sin lugar a dudas, aquello le pareció ser una visión adversa a todo lo conocido. -Es más -agregó el cardenal Ottaviani-, pues sobre ese mismo “Enigma Doctrinal” mencionado por Roncalli, es que nuestro querido cardenal Masella ha llegado a inclinar su espalda y ha gastado su vista durante muchos años… ¿Lo conoce, padre Paolo? -¿El Enigma Doctrinal? -llegó a responder Paolo de forma inadvertida. -En verdad, no me refería al Enigma, padre... Por ahora nadie conoce con exactitud su significado -corrigió el cardenal, que juntó sus manos sobre el montículo de su barriga, mientras lo observaba buscando encontrar en la fisonomía del interlocutor alguna inconformidad. -Cuando le pregunté -añadió a seguir-, yo me refería específicamente a don Benedetto Aloisi, nuestro querido Cardenal Masella. -¡Oh! ¡Sí! Me disculpe, Eminencia -se corrigió Paolo chasqueando los dedos-. No lo conozco personalmente, pero sé que nació en la ciudad de Pontecorvo, donde yo también nací -aclaró Paolo sintiéndose un poco ruborizado por su desliz. -Pues bien, debo aclararte, por si aún no lo sabes, Paolo, que nuestro querido Masella es, además de Apócrifos del Génesis

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continuar a desempeñar las funciones de cardenal, el actual Camarlengo del Colegio de los Cardenales… ¿Sabes lo que su cargo significa, Paolo? -Sí, Eminencia. El Camarlengo de la Iglesia Católica es, sin duda, el administrador de las propiedades y recetas de la Santa Sede; así como una de sus responsabilidades incluye la administración fiscal del Patrimonio de San Pedro. -Correcto -asintió el cardenal sin mover un músculo del rostro-. Pero lo que tal vez tú no sabes, es que él ya está con 84 años, no obstante, mismo carente de fortaleza física, sigue siendo uno de los líderes espirituales del ala conservadora de los prelados que integran la “Coetus Internationalis Patrum”. -En todo caso -añadió con disposición-, su salud ya no le permite continuar a prodigar tiempo realizando nuevas investigaciones que se han guardado a siete llaves. -Dicha la última palabra, el cardenal Ottaviani forjó una pausa en su relato, y Paolo encontró por bien interrumpirlo para preguntarle: -Disculpe que lo interrumpa, Eminencia. ¿Pero me gustaría saber con más detalles, sobre lo que trata en minucias el Coetus Internationalis Patrum? -En verdad, puedo mencionarte que éste es un Grupo Internacional compuesto por obispos y cardenales, cuyo Apócrifos del Génesis

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objetivo declarado es intentar contener el avance de los que se consideran más modernistas, así como no dar a conocer públicamente el contenido de los documentos secretos de la Santa Sede. -¿Ese grupo fue formado hace mucho? -¡No! No mucho -llegó a responder Ottaviani frunciendo levemente la boca-. Pues la inquietud nuestra surgió desde el principio, durante el establecimiento del conciliábulo Vaticano II, que como tu bien debes recordar, fue inaugurado como estaba previsto el 11 de octubre de 1962 en medio de un extraordinario despliegue de esplendor. -En todo caso -enmendó el cardenal estrechando el ceño-, muy pronto los padres conciliares se fueron dando cuenta de que el libro “Complotto contro la Chiesa” de Maurice Pinay, y el cual, con nuestra anuencia, fuera distribuido entre los asistentes al iniciarse el conciliábulo, en realidad no se trataba de una novela de suspense, sino más bien de una dolorosa y espantosa realidad. -¡Ah! -murmuró Paolo con asombro, ya que sabía muy poco sobre ese tipo de confabulaciones en seno de la Curia. -Pues te diré -agregó el Monseñor con los ojos fijos en su interlocutor-, que en aquel momento se estaba pretendiendo llevar el magisterio de concilio hacia una Apócrifos del Génesis

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nueva teología, ajena y opuesta a la Sagrada Tradición Apostólica, ésta última enseñada y trasmitida sin mancha y sin error durante veinte siglos. En un primer momento todos pensamos que quizás fuese el inicio del mysterium iniquitatis… -expresó achicando sus ojos-. Pero en verdad, los prelados pasaron de la alarma a la protesta y de la protesta al horror…, y cientos decidieron oponerse ante el poderoso grupo del Rhin, ya que este último grupo era encabezado por los prelados y teólogos alemanes y su ejecutor, el grado 33 Achille Liénart, por entonces presidente de la comisión general del conciliábulo, así como padre espiritual, y coterráneo y pariente lejano de Marcel Lefebvre… -¿Usted se refiere al mismo Lefebvre que se reveló contra el papa Pio XII? -lo inquirió Paolo interrumpiendo la ilustración, mientras se quedaba con ojos ensanchados. -El mismo, por así decir, padre Paolo. Pero permíteme concluir -intervino el cardenal, carraspeando para aclarar la voz-. Resulta que entre aquellos auxiliares más cercanos de Liénart, se destacaba el también cardenal modernista de Bourges, Joseph Charles Lefebvre, el deliberadamente ignorado primo hermano de Marcel… El mismo sobre quien usted me preguntó -aclaró Ottaviani sin alterar la voz-, y quien fue muy cercano del Nuncio en Francia, el masón modernista Angelo Roncalli. Apócrifos del Génesis

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-Tengo entendido que fue durante la rebelión de algunas casas religiosas en Francia contra las enseñanzas papales de Pío XII, en 1947, que Joseph Charles Lefebvre confirmó su postura modernista, cuando llegó a predicar afirmando frases en las que menciona que se debe “arrojar luz sobre las enseñanzas esenciales de la Iglesia contemporánea, tanto sea en los asuntos políticos, sociales y económicos”… ¿Estoy correcto? -Es verdad -asintió el cardenal con suave movimiento de cabeza-. Pero yo no te llamé aquí para que discutamos estos asuntos internos del concilio, mi estimado padre. -Disculpe mi indiscreción, Eminencia. En realidad, le confieso que aún estoy aturdido -llegó a mencionar Paolo con el rostro expectante. -No niego que siempre mantuve una cierta curiosidad con la labor que desempeña la Congregación que usted preside. Pero de igual modo no alcanzo a comprender el motivo de mi convocatoria -agregó pausado. -Sí, percibo algo de desasosiego en tu conducta, padre Paolo… Pero como siempre es aconsejable que demos un paso de cada vez, tal vez hubiese sido mejor si nosotros hubiésemos recurrido a otro ejemplo de invitación, y no a una simple carta. No obstante, te recomiendo que serenes sus cavilaciones, ya que todo lo que ocurre ahora es recurrente de los movimientos que se han realizado en la Apócrifos del Génesis

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Curia en estos últimos meses, donde muchas mudanzas ocurrieron por razones justificadas… Y creo que aún continuarán a ocurrir -completó el cardenal, como si con ello previniese el futuro de los discordantes. -Sus justificativas son evidentes, Eminencia, pues con el ordenamiento cardenalicio de don Giovanni Battista Montini como Papa Pablo VI en junio pasado, pasa a ser irrefutable el surgimiento de nuevos ordenamientos -opinó Paolo ya un poco más confortable y ponderado. -Puede que mi comparación te sorprenda, pero debes tener en cuenta que esto es como un juego de ajedrez, padre Paolo. A veces con más prisa que otras, debemos ir moviendo las piezas de acuerdo con las necesidades y los intereses políticos de la Santa Sede. -Ya que usted menciona tan dilecto juego, -aprovechó para mencionar el padre-, aun así le confieso que continúo ansioso por querer saber los motivos que exhortaron mi convocación, ya que no me considero útil, y no soy más que un simple peón en este tablero que usted alude. -Bueno, no necesitas ser tan modesto, padre. Pero en realidad, yo mismo me defino como un “carabiniere della Chiesa” -comenzó a advertirlo Ottaviani con voz firme, mientras dejaba aparecer una leve sonrisa en la comisura de los labios.

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-¿Un policial de la Iglesia?... Bonito cotejo -manifestó Paolo con asombro. -En verdad, así lo he sido a partir de este cuartel inquisitorial durante casi 30 años -le confidenció Ottaviani en tono satisfecho. -El propio Pio XI, en 1935, -agregó-, me confió toda la ortodoxia delante del “desvío” modernista y el avanzo del ateísmo marxista… Primero fue actuando como su “asesor” directo, y segundo ya a bordo de esta inmensa nave -dijo, extendiendo su mano en el espacio-. Después, como el máximo responsable del “Supremo Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición”, y el que más tarde convino llamarlo simplemente de “Santo Oficio”. -Lo comprendo, Eminencia. Pero recuerde que yo soy un simple padre que está… -comenzó a justificarse Paolo antes de ser interrumpido por el prelado, ya que, sin querer demostrarlo, de alguna manera el recelo se hacía notar en su voz. -Calma, Paolo… Sé que actualmente tú estás en el Colegio Español… Pero ya mandé a don Parente para que él hable personalmente con tu rector, el Pe. Placido Fernández. Paolo lo miró y asintió en silencio. -Antes, debo avisarte que Parente es mi segundo, y yo le he encargado de que me organice un grupo de trabajo a Apócrifos del Génesis

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nivel internacional. Por tanto, pensamos en ti. Y antes que me respondas, necesito decirte que tu prelado, el cardenal Quiroga, ya nos dio su asentimiento… Ciertamente, eso hace de ti un panegírico -concluyó el cardenal. -¡Gracias, Eminencia! Pero no creo que yo me haya destacado lo suficiente para merecer tanto elogio. -Pues te equivocas, Paolo. Tenemos muy buenas referencias de ti por parte del Cardenal Masella, y lo mismo de Jozef Tomko, nuestro Jefe del Escritorio de la Sección Doctrinal; y además, porque yo sé que tú has defendido muy bien tu tesis bíblica. -Nuevamente gracias, Eminencia, pero yo... -intentó agradecer Paolo, quien a ver la mano en alto del cardenal, detuvo su frase antes de poder expresar una puntual disculpa. -Déjame concluir primero, Paolo. Lo que en realidad yo pretendo en este encuentro, es ofrecerte el grado máximo en nuestro escalón, que no es más que ayudante de estudios… ¿Aceptas? Paolo abrió sus ojos al máximo y dejó caer el mentón antes de decir: -Sólo me resta decirle que sí, y agradecer por toda la confianza que ustedes han depositados en mí, Eminencia -manifestó cada vez más sorprendido, mientras que en medio de un tic nervioso se rebuscaba en su sillón.

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-Digamos que, por ahora, somos nosotros los que te debemos agradecer por tu aceptar la misión que tenemos guardada para ti. Pero tu elogio debes dirigirlo a Jozef Tomko, al cual serás confiado junto con otros nuevos contratados de los cuatro continentes… ¡Ah! Ni que hablar de retribuir tu gratitud al cardenal Aloisi Masella, ya que en realidad él fue el mentor de la idea -finalizó el prelado, que conservaba las manos unidas sobre su regazo. -Me disculpe, cardenal Ottaviani -llegó a pronunciar Paolo dando un respigo-. No obstante usted me haya mencionado algunos argumentos, aun así, no logro comprender los motivos por los cuales el propio cardenal Masella ha depositado sus votos en mí, y ajustado para yo llevar avante la misión que usted mencionó anteriormente. -En realidad, Paolo, debo confidenciarte que hay muchos motivos aparentes y ocultos en su recomendación. -¿Ocultos? -preguntó el padre, que a cada revelación del cardenal se sentía más enigmático y aturdido. -Empezaré por nombrarte los aparentes, ¿no te parece mejor? -convino el cardenal. -Sí, Eminencia -concordó el entrevistado. -Pues bien. Te menciono que, al igual que él, tú concurristeis al seminario en Ferentino, luego pasasteis a estudiar en la Pontificia Universidad Gregoriana, o si así lo prefieres, en el Pontificio Ateneo de Sant'Apollinare y Apócrifos del Génesis

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en la Academia Pontificia Eclesiástica. Y para finalizar, terminasteis por ser ordenado sacerdote el 1 de junio de 1948, luego de terminada la Grande Guerra. -Es verdad, Eminencia -razonó Paolo, que, sin haberlo reparado, casi cuarenta años después había recorrido los mismos caminos eclesiásticos del eminente Camarlengo de la Iglesia Católica Apostólica de Roma. -Nunca habría llegado a pensar en esa coincidencia, Eminencia -enmendó el padre-. Pues entiendo que muchos otros sacerdotes han seguido el mismo camino, sin llegar a espejarse en él. -Lógicamente Paolo… Pero me parece que tú has sido ungido por Dios… ¿No lo crees? -anunció el cardenal con cierta alegría, al mismo tiempo que se llevaba la mano derecha al pecho tocando el enorme crucifijo que colgaba de su cuello. -¡Oh! Sí, claro -se justificó el padre. -Pero antes de introducirte en lo que realmente consistirá tu tarea en esta casa, quiero hacer una breve reseña sobre nuestro cardenal Masella… ¿Correcto? -Por mí, está bien, Eminencia -llegó a concordar Paolo, mientras que en su íntimo deliberaba confuso sobre la nombrada misión que debería llevar adelante. -En realidad, él es sobrino del ya fallecido cardenal Gaetano Aloisi Masella, y tal vez sea a partir de su Apócrifos del Génesis

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persona, que él haya querido dar proseguimiento con los estudios sobre el destino del pergamino que habla de “El Enigma Doctrinal”, el cual ha perseguido por mucho tiempo. En todo caso, vale recordar que nuestro cardenal Masella terminó por entrar en la Curia romana en 1906, y luego comenzó a trabajar para la Nunciatura Apostólica en Portugal, donde fue secretario desde 1908 a 1910, y pasó a encargado de negocios, de 1910 a 1919, posición que le permitió por varias veces viajar hasta España. Pero el 15 de diciembre de 1919, fue nombrado arzobispo titular de Cesarea de Mauritania por el papa Benedicto XV, desde donde también siguió algunas pistas por el norte de África… -en ese momento el cardenal Ottaviani hizo una pausa y lo miró fijamente, para ver si descubría alguna inquietud en el joven padre. Luego agregó: -Así que, cuando Aloisi Masella acabó por recibir la consagración episcopal el 21 de diciembre de ese mismo año por manos del cardenal Pietro Gasparri, siendo coconsagrante el Arzobispo Sebastião Leite de Vasconcellos y el obispo Antonio María Iannotta, perdió un poco de tiempo y no pudo dedicarse a sus estudios y pesquisas. Pero algunos años después, más exactamente el 26 de abril de 1927, terminó por ser nombrado nuncio apostólico en Brasil, lo que también le permitió viajar seguidamente a Paraguay, Uruguay y por el interior de Argentina atrás de Apócrifos del Génesis

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nuevas informaciones sobre el destino del perdido pergamino. En todo caso, casi dos décadas después, el papa Pío XII lo elevó al rango de cardenal en el consistorio del 18 de febrero de 1946; y el 22 de febrero del mismo año recibió el título de Santa María en Vallicella; y un año más tarde fue promovido a cardenal obispo de Palestrina, más exactamente el 21 de junio 1948. Posteriormente, el 27 de octubre 1954, Pío XII lo nombró arcipreste de la Basílica de San Juan de Letrán, y el Prefecto de la Sagrada Congregación para la Disciplina de los Sacramentos. Pero ocurre que después de la muerte de Pío XII, que desde 1941 no había querido nombrar un nuevo chambelán, 9 de octubre de 1958 terminó por ser elegido por los cardenales presentes en espera del cónclave -finalizó el cardenal con entusiasmo. -Es indudable que tiene un currículo formidable. Su experiencia por las más distintas parroquias y rectorías, lo han dotado de inúmeros conocimientos -asintió Paolo. -¿Y por qué crees tú, que él ha sido enviado a diversos lugares durante algunos años de su vida? -Juzgo que se debe al deseo de ganar experiencia monástica y eclesiástica... Al menos así lo imagino. -Sí, Paolo. Eso era lo básico. Pero lo principal de todo, es que él ha estado en esos lugares para recopilar

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datos y documentos que nos permitan de una vez llegar al pergamino tan buscado durante los últimos dos milenios. -He notado que usted ha mencionado varias veces “El Enigma Doctrinal”… Eminencia. ¿Puedo atreverme a preguntarle sobre qué trata? -mencionó Paolo, vacilante. -En realidad, se trata de un pergamino que data desde el nacimiento de Jesús Cristo. Que pese a los esfuerzos realizados, aún no hemos encontrado su localización, pero es muy importante hacerlo antes que lo haga la Opus Dei, los israelitas o cualquier otro movimiento secular. -¿Por qué, la Opus Dei? -llegó a exclamar Paolo en un respingo; una pregunta que formuló por entender que esa rama de la Iglesia correspondía a una de las comunidades misteriosas y fieles de la Santa Sede. -En realidad, porque ella es más que una secta cuyo término latino “Opus Dei”, significa “Obra de Dios”. En todo caso, en la historia de la Iglesia ella es reciente, pues esa colectividad terminó por ser fundada el 2 de octubre de 1928 por Josemaría Escrivá de Balaguer, un sacerdote de origen español… ¿Lo recuerdas, Paolo? -Sí, claro. Pero tenía entendido que la misión del Opus Dei era difundir la llamada universal a la santidad, lo cual significa que todos podemos alcanzar la santidad en nuestra vida cotidiana mediante el trabajo bien hecho, el amor a Dios y al prójimo. La propia Iglesia ha declarado Apócrifos del Génesis

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que “todos los fieles, de cualquier estado o condición, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, ya que es una forma de santidad que ella promueve, aún en la sociedad terrena y a un nivel de vida más humano, pues pertenece a los laicos buscar el reino de Dios, trabajando en las cosas del mundo y dirigiéndolas según la voluntad de Dios”. -Realmente, Paolo, debo apuntar que tú no estás muy equivocado, pues las personas creen en lo que se dice y se atestigua a través de pruebas legítimas, pero mucho a mudado desde el 2 de octubre de 1928, cuando Josemaría Escrivá fundó el Opus Dei como el intuito de marcar el “camino de santificación dirigido a toda clase de personas en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano”. En todo caso -pronunció el cardenal moviendo la cabeza-, este mensaje chocó con la idea generalizada en aquella época, de qué para ser santo era necesario llevar una vida consagrada únicamente a Dios. Es decir, en la que se pensaba que sólo los religiosos podían ser santos. -¡Aja! -asintió el padre, paralizado en su sillón. Pues bien… Te haré una breve reseña de sus actividades -mencionó el cardenal mientras Paolo asintió con la cabeza-. En 1930 se fundó la sección femenina del Opus Dei, que hasta ese momento era sólo para varones. Y Apócrifos del Génesis

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en el año 1933 se abre el primer centro del Opus Dei, que pasó a llamarse de “Academia DyA” donde se impartían clases de Derecho y Arquitectura, de ahí el “D” y el “A” de su nombre. Pero un año después, la “Academia DyA” se convierte de pronto en una residencia universitaria. -¿Dedicada para estudiantes comunes? -No tanto así, Paolo; pues hacia 1935 o 36, en dicha “Academia”, los miembros del Opus Dei comenzaron a practicar algunas costumbres que el fundador había concebido como medios para alcanzar los fines de la institución, y los que pasarían a ser signos distintivos de la futura Obra, entre las que se encuentran la corrección fraterna, las visitas a pobres y enfermos, las catequesis o el llamado “plan de vida”, que, como tú sabes, incluyen actos de piedad, como la misa diaria, la comunión, el rezo del ángelus, la visita al sagrario, la lectura del Evangelio, el rosario y las mortificaciones. -Lo mismo que siempre pregonó la Iglesia Romana… -mencionó el padre, coincidiendo su pensamiento con lo que el cardenal le estaba relatando. -En un principio sí, pero resulta que durante la guerra civil española, en la que se desata la persecución religiosa, Josemaría Escrivá se vio obligado a refugiarse en diversos lugares, y como resultado, en 1937 Escrivá, y otros miembros del Opus Dei, deben abandonar lo que se le Apócrifos del Génesis

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llamó la zona “republicana” y cruzar los Pirineos por Andorra para llegar a Francia, desde donde regresan posteriormente a España, a la zona que era dominada por los sublevados, y donde la Iglesia no era perseguida. En todo caso, la contienda hace suspender los proyectos del fundador del Opus Dei para extender la labor apostólica a otros países. -Si no me engaño, sólo lograron su objetivo mucho después de finalizada la Guerra Mundial -señaló Paolo. -En realidad, la demora ocurrió porque tras la guerra civil, se inició en España la dictadura de Franco, quien después de la persecución religiosa sufrida por la Iglesia Católica, pasó a contar con el apoyo de buena parte de la jerarquía eclesiástica. Pero terminada la guerra, Josemaría Escrivá regresa a Madrid, cuando comienza a expandir la labor del Opus Dei por otras ciudades de España. Empero, el inicio de la Segunda Guerra Mundial impide sus intentos de expandir el Opus Dei a un nivel internacional. Paolo no dijo nada, y asintió con la cabeza -Mientras tanto -prosiguió el cardenal-, en 1941 la entidad termina por ser aprobada como “Pía Unión” por el Obispo de Madrid, Leopoldo Eijo y Garay, pues desde la fecha de su fundación en 1928, el Opus Dei estuvo sin reconocimiento jurídico por parte de la Iglesia Católica. Y así es que, esta figura que te mencioné, estaba englobada Apócrifos del Génesis

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en las Asociaciones de fieles, y no suponía un cambio de estado para sus miembros. -Creo que leí algo sobre su artículo principal. Algo así como: Itinerario jurídico del Opus Dei -mencionó Paolo con elocuencia. -En realidad, eso se debe a que el 14 de febrero de 1943, Josemaría Escrivá encontró una solución jurídica que le permitiría la ordenación de sacerdotes dentro del Opus Dei, o sea, la “Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz”. Eso se ve reflejado un año después, el 25 de junio de 1944, cuando la entidad es entonces reconocida jurídicamente como “Sociedad de vida en común sin votos públicos” por el Obispo de Madrid, quien también ordena a los primeros sacerdotes del Opus Dei: Álvaro del Portillo, José María Hernández Garnica y José Luis Múzquiz. Pero esta Sociedad Sacerdotal estaba formada por algunos miembros varones del Opus Dei que se preparaban para ser sacerdotes, y por los que se irán ordenando de a poco -le explicó el cardenal, que tenía una comprensión profunda sobre el tema. -Pero la figura de Sociedad de vida común, pertenecía al estado de perfección del ser humano, y sus miembros clérigos emitían los correspondientes votos de castidad, pobreza y obediencia -buscó aclarar el padre, un poco en duda si estaba correcto o no lo que mencionaba. Apócrifos del Génesis

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-Correctísimo, Paolo -confirmó el prelado con una sonrisa-. Pero con respecto a su expansión internacional, ocurre que tras la Segunda Guerra Mundial, el fundador del Opus Dei se traslada a vivir a Roma, pues se había dado cuenta de que si quería expandir sus enseñanzas alrededor del mundo, debería antes de nada establecer la sede del Opus Dei en esta ciudad. Así que, en los años siguientes, de dedicó a viajar por toda Europa preparando el establecimiento del Opus Dei en diversos países, logrando que en 1946 ellos comiencen su labor en Portugal, Italia, Inglaterra, Irlanda y Francia. -No sabía que la internacionalización de la Opus Dei había comenzado por Europa -mencionó el padre menando la cabeza con incertidumbre en la voz. -Pues te diré que fue a partir de su establecimiento en Roma, que se comienzan a fundar esos nuevos centros de enseñanza de que te hablé; entre los que cabe destacar en 1948, el “Colegio Romano de la Santa Cruz”, y que actualmente es uno de los dos Seminarios de la Prelatura. Por el que pasaron a partir de entonces cientos y cientos de miembros “numerarios” del Opus Dei, que recibieron una formación espiritual y pastoral al tiempo que realizaban estudios en los “diversos” ateneos pontificios romanos. En realidad, Paolo, es con esos estudios, que gran parte de dichos numerarios se preparan para el sacerdocio. Apócrifos del Génesis

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-Noto que su Eminencia ha subrayado con más énfasis el término “diversos”… ¿Fue por algún motivo especial? -le preguntó Paolo, que se sentía admirado con el conocimiento del prelado. -Diría más bien -llegó a argumentar el cardenal, disminuyendo el tono de voz y desviando su mirada hacia la ventana-, que esos estudios realizados por ellos, buscan de alguna manera la revelación de ciertos secretos del cristianismo… Pero -titubeó de exprofeso-, en 1947, el Opus Dei recibió la aprobación provisional por parte de la Santa Sede como “Instituto Secular” de derecho pontificio, aunque la aprobación definitiva le sería otorgada sólo en 1950. -Por lo que entiendo -asintió el padre-, a ese Instituto pertenecen hombres y mujeres laicos y sacerdotes, tanto los que provienen de los laicos del Instituto y que se ordenan para servir a éste, como todos aquellos sacerdotes diocesanos que continúan dependiendo de sus respectivos Obispos… ¿Correcto? -alcanzó a preguntarle Paolo, que hasta entonces se mantenía atento a la explicación de Ottaviani. -Correcto, Paolo. Por tanto, te diré que desde 1949, Josemaría Escrivá buscó impulsar desde Roma la expansión del Opus Dei por todo el mundo; y antes de acabar ese año, sus primeros miembros irían a Estados Apócrifos del Génesis

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Unidos y México. Y a cada año se le irían sumando nuevos países, como ocurrió en 1950, cuando empiezan a actuar en Chile y Argentina; y en 1951 en Venezuela y Colombia… -El cardenal hizo una brevísima pausa como quien quiere buscar en la memoria otras fechas, y acrecentó: -Un año después, en 1952, ellos comienzan a actuar en Alemania; mientras que en 1953 le tocó el turno a Perú y Guatemala; así como en 1954 iniciaron la labor en Ecuador; llegando en 1956 a Suiza y Uruguay… Pero en realidad, lo que se dice, es que su llegada a este pequeño país sudamericano, ocurrió por causa de “El Tesoro de las Masilotti”. Pero fuera este detalle, en 1957, ellos también dieron los primeros pasos en Austria, Brasil y Canadá; y en 1958 se fueron a El Salvador, Kenya y Japón; y ya en 1959 a Costa Rica; así como en 1960 comenzaron en Holanda. -Disculpe mi negligencia, Eminencia. Nunca escuché que alguien mencionase algo sobre “El Tesoro de las Masilotti”... ¿Contiene algún misterio en especial para la Iglesia? -indagó el confuso padre con una mirada arcana. -Pues ya verás que sí, Paolo. Hace parte de tu misión dar seguimiento a ese asunto tan discutido… Pero ya lo veremos después -le afirmó el cardenal con tono sereno.

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Paolo lo miró asintiendo con la cabeza, pero en esa larga mañana su estado de confusión mental ya era enorme, pues para él, esa misma mañana había comenzado confusa apenas surgiera la figura del medio sol en el horizonte. -¿Te ha sorprendido mi comentario, Paolo? -No lo niego, Eminencia. Pero no me censure por ello, pues sé que debo contener mi asombro, ya que me enteraré de todo a su debido momento -halló por bien justificarse. -Evidente, Paolo… ¡Es evidente! -ajustó con decirle pausadamente Ottaviani, quien luego retomó el hablar diciendo-: En realidad, en 1952, esa entidad comienza las actividades dedicadas a la pesquisa en el Estudio General de Navarra, en Pamplona, que con el tiempo llegaría a convertirse en la Universidad de Navarra, con sedes fundadas en las ciudades de Pamplona, San Sebastián, Barcelona y Madrid. Y en 1953, llegan a fundar en Roma el “Colegio Romano de Santa María”, dirigido para los numerarios, el cual es el equivalente del “Colegio Romano de la Santa Cruz”, con las mismas funciones que éste, exceptuando la preparación para el sacerdocio, pues la Curia no se lo permite. -Y por lo que usted menciona, esos locales también sirven para esconder otras actividades… Que bien podría decirse, clandestinas. Apócrifos del Génesis

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-¡No! Yo no diría “clandestinas”, Paolo; pero sí, muy contrario a lo que en esta casa todos buscamos… ¿Me comprendes, si lo coloco así? -¡Sí, Eminencia! -Por otro lado, -comenzó a explicar el cardenal con una mueca de disgusto-, muchos aquí en el Vaticano sostenemos que se encuentra en el Opus Dei una voz predominantemente laica, como si ella fuese una suerte de “caballo de Troya en medio del mundo”. Como si fuese una fuerza de choque que haría eco de su oposición al aborto, el uso de anticonceptivos, el divorcio, el reciente interés en comenzar investigaciones con células madre y las reclamaciones de grupos de homosexuales; si bien que algunos de estos temas no tenían especial o ninguna relevancia en la sociedad cuando se constituyó el Opus Dei, o cuando le fue concedida la figura jurídica de prelatura personal. -En todo caso, Eminencia, podría indicarse que las posiciones del Opus Dei en estos temas, llegan a ser las mismas que la de la Iglesia Católica. -Sí, Paolo… Pero no quiero extenderme más en temas teologales. No fue para eso que te convoqué -pronunció Ottaviani con el rostro circunspecto, mientras hacía un ademán de mano para abandonar la cuestión.

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-Paolo, -volvió a proferir el cardenal segundos después-. Tú me has respondido afirmativamente cuando te propuse hacer parte de esta casa, por tanto, creo oportuno que aceptes vivir en una residencia de propiedad del Santo Oficio… Es un cómodo departamento que está localizado en la Via di Pietro Venturi… Juzgo que estarás más seguro allí -alcanzó a mencionar el cardenal con la fisonomía cerrada. Paolo lo observó, sorprendido. No estaba preparado para recibir tal propuesta, como en ese momento tampoco llegó a desconfiar del súbito interés del prelado. Luego recompuso su postura, y respondió certero: -No puedo hacerme cargo de sus gastos, Eminencia. -¡Oh! No te preocupes con esas pequeñeces, Paolo. Lo harás por medio de una renta testimonial… Y es más, cómo deberás echar raíces en Roma, tendrás que tener un automóvil, como la mayor parte de tus compañeros… En ese momento Paolo lo observó más sobrecogido que antes. No esperaba por eso. Llegó hasta pensar que esas eran palabras más bien paternales, como de un padre que busca el bienestar de un hijo. -Cuando vuelvas mañana, quiero que vayas directo a hablar Don Masci. Él es el administrador de esta casa… En todo caso, te aviso que por aquí, todos lo llamamos de maestre -sonrió el cardenal-. Dile que te dé cuanto tú Apócrifos del Génesis

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necesitas para comprar un buen coche… Escoge cualquier modelo… Pero tal vez de inicio, un Fiat 600 te venga bien. -No tengo… -intentó expresar Paolo, cuando lo atajó una voz que le decía: -Será un préstamo. -¿No cree que es muy dispendioso, Eminencia? -alegó el estupefacto padre. -No, de ninguna manera. Pues tú nos devolverás el préstamo cuando puedas y como quieras, Paolo -llegó a expresar el paternal cardenal, mientras mantenía la fisonomía endurecida-. No quiero que te falte nada para realizar la misión que ahora te confió. Paolo medio que gruñó de susto, pero se recompuso y expresó: -Desde ya, le aseguro que no lo defraudaré, Eminencia. -¿Cuándo comienzo? -Le preguntó con incontenido entusiasmo. -Mañana mismo. Mandé que preparasen una sala para ti. Allí encontrarás los manuscritos que deberás leer desde su inicio, sin prisa, pero con diligencia -le orientó el cardenal desde su rostro impasible. Paolo se mantuvo silencioso y asintió con la cabeza. Pero por dentro podía ver que se sentía feliz y satisfecho con todo lo que le proponían.

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-Debo agregar que son miles y miles de páginas que tú deberás leer, y las que han sido recopiladas con capricho durante varias décadas. Esos manuscritos te orientarán para encontrar lo que buscamos afanosamente -le avisó el prelado. -Si tú ves que es necesario completarlos con algún otro dato documental más reciente… Pues hazlo sin problema. Lo principal, es que des continuidad a todo lo que el cardenal Masella ha encontrado. En ese momento Paolo era todo oídos. Sólo asentía con la cabeza a cada frase que el cardenal mencionaba de manera elocuente, puntual, con aquella voz fuerte, segura y amigable, pero que a su vez sonaba un tanto dictatorial. -¿No cree necesario que yo consulte antes a alguien, sobre los puntos que, por casualidad, puedan merecer reparo, o quizás alguna corrección, Eminencia? -se interesó en aclarar Paolo, buscando evitar el surgimiento de futuros errores en su trabajo. En realidad, él no sabía muy bien que sería lo que le aguardaba cuando el prelado le orientó sobre la lectura de los manuscritos, ni cuál sería su contenido, pero sospechó que se refería a un relato específico sobre los pasos seguidos atrás del misterioso pergamino del “Enigma Doctrinal”, y, perdido en esos pensamientos, se sorprendió al escuchar al cardenal decir: Apócrifos del Génesis

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-No es necesario. Nosotros nos reuniremos una vez por semana, para que me relates tus sentimientos sobre lo que has leído. Incluso… -le formuló Ottaviani haciendo una pausa breve-, sería interesante que tú te reunieras en breve con el propio cardenal Masella, y lo hagas siempre que sientas que necesitas completar o comprender mejor sus estudios. Él te encauzará mejor que ninguno… Mismo contando con edad avanzada, su mente se mantiene lúcida y perspicaz.

3 Expectación de Ánimo Mientras caminaba en sentido contrario a su recorrido matutino, Paolo concebía que, en cierto sentido, su mente se encontraba sosegada. Las preocupaciones iniciales acaecidas por su inesperada citación a la Congregación ya se habían disipado, dejando lugar a un entusiasmo ameno. Apócrifos del Génesis

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En realidad, en lo intrínseco de su alma se sentía satisfecho por ver que alguien en la Curia había llegado a reconocer todo el esfuerzo que él había colocado en sus estudios, al preparar su tesis bíblica. De tal modo que cuando retornó aquella misma tarde a Il Palazzo Altemps, en la Via Sant`Apolinare 8, buscó dirigirse de inmediato a la sala del afectuoso Pe. Plácido Fernández, el rector del Colegio Español donde residía actualmente, y a quien quería describirle en detalles el motivo de la entrevista por la que fuera llamado; y a su vez, agradecerle por el apoyo que éste le había deparado ante el cardenal. Cuando lo encontró en el recinto, solicitó su atención. -Tú dirás, Paolo -llegó a expresar el rector, viendo una manifestación de alegría estampada en el rostro del joven padre-. ¡Te noto muy contento! -dijo. -Pues ya verá que no es para menos, padre Plácido -mencionó Paolo junto a una sonrisa. -Pues acabo de ser escogido para integrar un grupo de estudios doctrinales a nivel internacional -añadió. -¡Magnífico! Parece ser una oportunidad estupenda para ti y la propia Iglesia -pronunció el rector con una sonrisa sincera. -¡Con certeza, son nuevos rumbos en nuevos tiempos! -llegó a mencionar el rector, por ya ser sabedor de los Apócrifos del Génesis

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movimientos políticos que estaban ocurriendo en toda la cúpula del Vaticano, y originarios a causa de la reciente investidura papal para ocupar el cargo máximo. -¿Creo que has estado con el cardenal Ottaviani? -halló por bien preguntar a seguir. -Sí, padre Plácido. Fue él mismo quien me interpeló. Si bien qué… Creo que fue más un diálogo coloquial que una interpelación. -¿Qué te pareció? -Una persona estupenda, padre. -¿Tu sabías que Ottaviani llegó a ser el “asesor” de la Secretaria Papal con Ambrogio Ratti, el papa Pío XI? -le preguntó el rector haciendo una leve mueca. -No, padre -expresó Paolo en un murmullo. -¿Y qué su sucesor, Pio XII, llegó al punto de temerle, al mismo tiempo en que lo consideraba el más riguroso bastión de la Iglesia? -agregó a su pregunta anterior, sin el manifestar el menor recogimiento. Paolo tan sólo negó con la cabeza. Hasta entonces, nunca había leído nada sobre ese enigmático cardenal que lo acabara de entrevistar. -En realidad, ellos dos se conocían desde hacía mucho tiempo -comenzó a explicar el rector-. Habían nacido en la misma calle de Trastevere, en la via Vascellari, aquí mismo al sur de Roma -indicó el rector, extendiendo su Apócrifos del Génesis

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brazo a lo largo, como si quisiese indicar adonde quedaba la vía mencionada. -Aunque en realidad, Giovanni Pacelli había nacido unos cuantos años antes que él… Unos catorce o quince, creo -mencionó el padre Plácido frunciendo el ceño para buscar recordar el tiempo correcto-. Pero al contrario, ya que Pacelli venía de una familia aristocrática, te diré que el cardenal Ottaviani viene de una buena familia humilde, siendo el penúltimo de 12 hermanos que tuvieron como padre a un humilde y dedicado panadero. Paolo no comentó nada, pero al escuchar la enorme cifra, agrandó sin querer sus ojos. -A él le gusta contar que su madre, en las horas libres, -comenzó a relatar el rector-, se dedicaba a confeccionar algunas ropas por encomienda para ayudar con la casa. No obstante, te diré que al contrario de él, sus hermanos no pasaron de la escuela primaria. Así que, Ottaviani siempre se sintió muy orgulloso de sus orígenes humildes, y hasta donde llegó por su propio esfuerzo y dedicación. -Puede que la grandeza de su postura venga de esa restricta formación juvenil -comentó Paolo, intrigado. -Es verdad… Puede que sí, Paolo. Pero no te olvides que tu acabas de estar delante del gran Ottaviani, el máximo inquisidor moderno, el terror de los teólogos, la cabeza y el misterio de los obispos, el mentor de dos Apócrifos del Génesis

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Papas, y el político instigador del “Pacto de Letrán”, ya que en 1929, él logró encerrar aquellos largos 60 años de nuestro desencuentro con la República Italiana. Es más, fue el único candidato firme al papado por parte de la facción perdedora en el Conclave que prefirió a Ángelo Roncalli; aunque hoy día no deja de ser un elocuente orador en el Concilio; el canonista autor del texto “Derecho Público Eclesiástico”, un material que viene siendo estudiado en casi todos los seminarios. -Sin duda, la suya no deja de ser una interesante cronología -asintió Paolo con voz cordial-, pero tuve la impresión de que su presencia, su vestimenta, su conversación -aclaró-, en nada lo diferencia de un hombre tolerante, abierto, amable, campechano, y sin otros distintivos pontificios más que su enorme crucifijo y los botones rojos en su toga de idéntico color. -Me alegra que te haya caído tan bien, Paolo. Eso te ayudará a futuro. Pronto notarás que es un buen hombre, que ha dedicado su vida a ser un policía de la fe y la doctrina de la Iglesia. Pero tal vez -quiso corregirse el rector-, pocos saben que Ottaviani, desde siempre tuvo otras ocupaciones, otras pasiones, al margen de su función de cerebro de la Iglesia. Me refiero al “Pontificio Oratorio de San Pedro”, que ha sido para él como una especie de niña de sus ojos durante toda la vida. Apócrifos del Génesis

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-¿Se refiere al edificio que está junto al Palacio del Santo Oficio? -Sí, pues más bien se trata de un colegio para niños del Trastevere romano, con sede en un anexo del propio Palazzo del Sant`Uffizio; donde los finales de semana y sus horas de descanso las dedica a su oratorio. Además, es para esa misma institución que desvía una buena parte de las rentas del importante patrimonio del Santo Oficio que nuestro querido cardenal administra sin traba alguna. Para aclararte algo más, Paolo -señaló el rector- fue ese mismo oratorio, el que estuvo presente en las negociaciones que Ottaviani mantuvo con los intransigentes hombres del gobierno de Benito Mussolini. -Creo que ya tuve oportunidad de visitar ese barrio del centro histórico de Roma en alguna ocasión -advirtió Paolo con una mueca ilusa-. Que si no estoy engañado, me parece que el Trastevere está ubicado en la ribera oeste del Tíber,… No recuerdo bien -ratificó tras una breve pausa-, pero sé que la región mantiene su gracia peculiar por causa de todas aquellas calles adoquinadas con sampietrini, y donde predomina un tipo de edificación de casas populares medievales. -Es ese mismo, Paolo -asintió el otro-. Es el barrio que queda hacia el sur, y el que han transformado en un centro turístico desde fines de la Segunda Guerra Mundial; y Apócrifos del Génesis

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donde por la noche las calles están llenas tanto de italianos como de extranjeros debido a la gran cantidad de pubs y restaurantes, además de los muchos monumentos que allí fueron erguidos. -Bueno, recuerdo que por entonces visité la iglesia de San Pietro in Montorio, la cual dicen, fuera erguida en el sitio donde según la tradición fue crucificado el apóstol San Pedro. -En verdad, pero si tu vuelves a visitarlo un día, encontrarás allí muchos otros monumentos interesantes. En todo caso, prefiero que me hables un poco más de tu reunión -puntualizó el rector, conduciendo con delicadeza a Paolo de vuelta al tema. -En realidad, me quedé con una excelente impresión del cardenal -afirmó Paolo-. En un momento, hasta me dijo: “Arriba España”. Aunque creo que sabe poco más en español. También me habló un poco de política de aquél país, y llegó a mencionar que admiraba a Franco, y que era un entusiasta del nacional-catolicismo español. Recuerdo que en un momento de la reunión, mencionó que una vez había visitado España y que recordaba con ternura al cardenal Segura, quien en un tiempo fue muy maltratado por los integrantes de la izquierda. -España es la reserva de la Iglesia, Paolo. No cómo los otros países, como por ejemplo, Holanda -le comentó Apócrifos del Génesis

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el rector; algo que para Paolo significó una observación sin sentido específico; haciéndole teorizar que la mención del cardenal sobre los asuntos de aquella península fuera dirigida para agradar al padre Plácido cuando él se lo contase. -¿Sabías en efecto, que fuera el propio Ottaviani quien llegó a sugerir que el Palazzo del Sant`Uffizio no fuese formalmente incluido en la Ciudad Estado del Vaticano, a pesar de él estar inserido dentro de sus muros? -Creo que ya me comentó algo al respecto, pero no, padre Plácido -respondió en un murmullo. -Como te mencioné, eso se debe a que cuando se firmaron los Pactos Lateranenses, cualificaron el Palazzo del Sant`Uffizio como extraterritorial, así como a las tres basílicas mayores y la residencia de Castel Gandolfo. -Sí, pero no comprendo el motivo que lo llevó a pretender esa solicitud, ya que dicho edificio está casi junto al perímetro del Vaticano. -Es que Ottaviani llegó a alertar a tiempo al cardenal Gasparri, que por entonces era el plenipotenciario del Papa, sobre el eventual peligro que representaba para la educación de los niños del Trastevere, ya que la nueva República Italiana, que por ese entonces había sido reconocida, en realidad podría un día querer dificultar o

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hasta prohibir el acceso al nuevo Estado de la Cuidad del Vaticano. -Claro, y eso no podría ocurrir si el Palazzo fuera meramente un edificio extraterritorial en tierra italiana, y una analogía con los otros inmuebles homónimos -dedujo prontamente Paolo haciendo una mueca. -¡Bueno! Te deseo suerte con tu misión, Paolo -sugirió el hombre con una sonrisa afable-. Pues ese con quien estuviste, es en realidad el Alfredo Ottaviani de siempre. No sólo el martillo de los heterodoxos, reales o supuestos. Quien siempre está cierto de todo, ya que para él los dogmas son indiscutibles, sin matices. Y quien concibe a la Iglesia como una pirámide jerárquica, bien tratada, o una sociedad perfecta, con poderes divinos; quien tiene en cuenta que el Primado Romano tiene poderes absolutos y prevalentes -le fue mencionando el padre Plácido como quien reza una plegaria-. El que además considera al Primado infalible, pues así ha sido instituido por Jesús de Nazaret. Y como creo que ya te has dado cuenta, él vive eso, lo ha enseñado en el Ateneo Lateranense y lo ha escrito sin miedo en su libro. -¿Por casualidad, el cardenal Ottaviani es doctor en Derecho Eclesiástico?... ¿o en Teología? -indagó Paolo. -Sí, en la de Joseph Dominicus Denzinger -mencionó Plácido con una amplia sonrisa-. En realidad, este Joseph Apócrifos del Génesis

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fue un teólogo católico alemán, autor del Enchiridion symbolorum, definitionum et declarationum de rebus fidei et morum, lo que en una traducción literal, significa “Manual de Credos, definiciones y dogmas”, que a su vez es conocido simplemente como “Denzinger”. -Pues tú ya has de saber -agregó el rector-, que este hombre había entrado al seminario de Würzburg en 1838, y en 1841 fue al Colegio Germánico de Roma, terminando por ser ordenado sacerdote en 1844, y al año siguiente obtuvo un grado en teología. Por eso se acostumbra decir que quien le obedece no se equivoca, y así mandan los Concilio de casi dos milenios, el dogma, que por eso es dogma. -Estudié algo de sus obras -manifestó Paolo con entusiasmo-. Casi todos sus trabajos importantes dependen de la teología histórica. El más conocido y más útil, es ese que usted nombró, padre Plácido, que es un libro que contiene una colección de los principales decretos y definiciones de los concilios, la lista de las proposiciones condenadas, etc., y empezando con las más antiguas formas del Símbolo de los Apóstoles. Tengo entendido que la primera edición contenía unos 128 documentos, pero que la sexta, la última editada por Denzinger mismo, llegó a tener unos 202.

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-Sí, aunque se dice que a su muerte estaba preparando un compendio completo de Teología Dogmática. -¿Esa Teología Dogmática tiene algo que ver con “El Enigma Doctrinal”? -preguntó Paolo, buscando por una posible asociación de estudios místicos. -No sabría decirte, Paolo. Primero, porque nada sé sobre ese enigma que tu señalas… ¿Es algo a ver con tu misión en la Congregación? -le preguntó sin disimulo. -Tal vez yo no tendría que haberlo mencionarlo, padre Plácido. Aunque en ningún momento me alertaron a no hacerlo -se disculpó diplomáticamente y haciendo una mueca de duda. -No te preocupes por eso, Paolo. A mí no me extraña nada que el cardenal Ottaviani esté por detrás de ese misterio. En realidad, él nunca pudo admitir de ben grado el revisionismo que quieren practicar algunos del Vaticano, ya que eso lo considera como un importante órgano del Primado, del Papado en sí. Por tanto, su responsabilidad le ha llevado a deliberar una vez sobre la posible deposición del fallecido papa Roncalli, y con base en la doctrina de teólogos salmantinos. -¿Cómo, así? -A su manera de ver, muchacho-, Roncalli rozaba la heterodoxia. Y en su pensamiento, su Iglesia necesitaba de una cabeza sana que encarnase el Primado proyectado por Apócrifos del Génesis

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el Vaticano I... Por tanto, Ottaviani ha estado sufriendo durante mucho tiempo con esas mudanzas que él no conseguía detener. Con el tiempo, sé que tú percibirás que él es un hombre auténticamente espiritual -le afirmó el rector asintiendo con su cabeza. -Me ha entregado una carta sellada y lacrada... -empezó

a

relatar

Paolo-.

“Es

tu

nombramiento

pontificio”, me dijo. Debes entregarla en manos del rector Pe. Plácido Fernández… Te esperamos mañana temprano, me llegó a mencionar cuando se despidió de mí -citó el padre, mientras extendía el sobre en dirección de su superior. -No sé exactamente cuál será tu misión en aquella hermandad, Paolo. Pero ten cautela en lo que harás. Yo, particularmente, he visto por allí los voluminosos “esquemas” que han sido elaborados en el Santo Oficio bajo los auspicios y la ideología del propio director del Santo Oficio. Hasta un cierto momento, algunos estaban prontos para ser propuestos a los Padres Conciliares, tan convencido estaba Ottaviani de su ortodoxia y de su oportunidad, que el cardenal esperaba su consecuente aprobación. -¿Y qué ocurrió? -Todos sabemos muy bien lo que aconteció. Aún está fresco en nuestra memoria. Desde el primer día, después Apócrifos del Génesis

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del discurso del cardenal francés Liénart, el Concilio derivó en un motín contra la Curia personificada en el propio Ottaviani, quien pasó a ser abucheado, hostigado. En aquel momento, él halló por bien callarse, pero no cedió. Sólo le restó la sensación de que el Concilio se había equivocado. Paolo sólo asintió en silencio abalanzado la cabeza. -A su entender, la doctrina conciliatoria del siglo XV ya había sido definitivamente abolida por el Papa Pio IX en su Vaticano I; y por tanto, en su entender, la Iglesia continua sólo una, romana, dogmática, divina y “por siempre ídem”. -En verdad, padre Plácido, alcancé a percibir por medio de sus palabras, que el cardenal posee una carga de responsabilidad muy grande sobre su espalda. -Tu observación es verídica, pero en todo caso, yo ya tuve oportunidad de conocer la decepción de Ottaviani. Fue con relación a la llamada “Propaganda Fide”, la Sacra Congregatio de Propaganda Fide, o mejor dicho, la Congregación para la Difusión de la Fe, o simplemente Congregación para la Evangelización de los Pueblos, una institución papal dirigida por los jesuitas que fuera fundada en 1622. -¿Qué ocurrió? Si es que puede contarlo.

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-Es que a él le resultó infructífera una audiencia especial con el Papa, para que éste desistiese de aquél propósito. Pues resulta que en una reunión con unos pocos oficiales, Ottaviani llegó a manifestar su profunda preocupación con el Oratorio de San Pedro, y también por tener que prescindir de ayudas económicas secretas e inconfesables. -¿Secretas e inconfesables?... ¿Cómo, así? -Más bien, era porque algunas de esas ayudas eran realizadas a hurtadas del propio Papa. Claro que no era por él personalmente, obvio. Estas eran realizadas por los asistentes del Papa, que podían conocer y difundir lo que debe ser ocultado a todo costo. Sabes que un secreto deja de serlo cuando sale de dos personas -afirmó el rector poniéndose serio-. Por tanto, él no quería permitir que eclesiásticos que son considerados degenerados, algunos de altísimo cargo, en vías de recuperación, enclaustrados por sus crímenes, o castigados con remoción de cargo y lugar, tuviesen cualquier compensación económica por reales abusos sexuales, o de otra índole cualquiera, y que estos elementos fueran escondidos de la opinión pública. Por consiguiente, en ese momento, el cardenal buscaba el seguimiento, patrocinio y colaboración con los del partido demócrata-cristiano del Pe. Sturzo, quienes además

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buscaban la identificada marginalización y persecución de todos los comunistas, y enemigos de la Iglesia. -Pero dime, ¿Cuándo debes presentarte? -preguntó el rector, cortando en seco el punto que debatía. -Mañana, padre Plácido. -¿Y te quedas con nosotros hasta cuándo? Porque me imagino que te ha pedido que te mudes. -Correcto, padre -mencionó Paolo con sorpresa, ya que no comprendía como su superior estaba al tanto de asuntos concretos. -Me ha indicado que me mude -añadió-, y me intimó a que aceptara un apartamento de propiedad del Santo Oficio, que está localizado en la Via di Pietro Venturi. Por tanto, pienso que, como máximo, en una semana los abandonaré -manifestó Paolo, quien en ese momento creyó mejor no mencionar nada sobre la compra del automóvil. -¡Óptimo! Será muy bueno para ti. Te lo mereces. -Así lo espero, padre Plácido -afirmó Paolo, quien solicitó para retirarse, ya que tenía intención de pasar por el templo del colegio para rezar y agradecer a Dios. -Me parece una excelente sugestión, Paolo. Hoy tienes motivos extras para retribuir al Señor. Luego a seguir, el padre Paolo buscó cumplir con sus compromisos litúrgicos y, una vez consumados, durante la cena, aprovechó el momento para despedirse de algunos Apócrifos del Génesis

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otros sacerdotes del instituto, sin necesidad de extenderse más allá con comentarios que no importaban más que a él y a sus superiores. Terminada la cena, se recluyó a su dormitorio. Se sentía cansado, aunque en realidad estaba queriendo aprovechar la soledad de su estancia para rever con menos angustia los sucesos del día. Pero antes de que el sueño le robara los pensamientos, halló por bien releer más detenidamente un informe que mantenía sobre su mesa de cabecera. Era la recién editada biografía del nuevo papa Pablo VI. Dentro del pequeño libro encontró que Pablo VI, de nombre secular Giovanni Battista Enrico Antonio María Montini, había nacido en Concesio, Lombardía, el 26 de septiembre de 1897. Por lo tanto, éste era ahora el papa 262 de la Iglesia católica y el soberano de la Ciudad del Vaticano desde el 21 de junio de 1963. Había sucedido a Juan XXIII, y quien, cuando consagrado, decidió continuar con el Concilio Vaticano II, la gran obra del pontífice anterior. Asimismo, en el relato de la cartilla se afirmaba que el nuevo pontífice estaba dispuesto en el futuro a fomentar las relaciones ecuménicas con las iglesias ortodoxas, anglicanas y protestantes.

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-Lo que sin duda, será una actitud que dará lugar a muchas reuniones y acuerdos históricos -dedujo Paolo. Pero esa fue una reflexión acompañada de un bostezo. En las páginas siguientes, notó que, al igual que otros prelados de renombre, Montini había trabajado en la secretaría de Estado de la Santa Sede entre 1922 y 1954, y que durante su estadía allí, junto con Domenico Tardini, ambos fueron considerados como los hombres más cercanos e influyentes colaboradores del papa Pío XII, quien en 1954 lo nombrara arzobispo de Milán, la diócesis más grande de Italia, por lo que pasó a convertirse de manera automática en secretario de la Conferencia Episcopal italiana. Pero había sido Juan XXIII quien lo elevara al cardenalato en 1958, lo que permitió que después de su muerte, Montini ya fuera considerado como uno de los más probables sucesores. Sin embargo, el prelado había decidido tomar el nombre de Pablo para indicar que su misión renovadora en todo el mundo sería a través de la difusión del mensaje de Cristo, por lo que se esmeraría en reabrir el Concilio Vaticano II, al que le daría prioridad y dirección. Hasta se llegaba a afirmar que, finalizado éste, Pablo VI se haría cargo de la interpretación y aplicación de sus mandatos, una disposición que a menudo lo haría caminar por una

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delgada línea entre las expectativas contradictorias de los distintos grupos dentro de la Iglesia católica. -Sin duda -caviló Paolo con un dejo de escepticismo-, la magnitud y la profundidad de las reformas que se propone, afectarán a todas las áreas de la Iglesia, y llegarán, con su empeño, a superar durante su pontificado las políticas similares de reforma de sus predecesores o hasta de sus sucesores -concluyó en medio a otro bostezo. En las carillas siguientes también constaba que el nuevo Papa entendía que sus posiciones sobre el control de la natalidad, la Humanae Vitae y otros temas de cuño similar, serían controvertidos tanto en Europa Occidental como en Norteamérica, pero tenía fe de que finalmente serían aplaudidos, pues tenía certeza que durante su pontificado se llevarían a cabo muchos cambios en el mundo, así como surgirían acontecimientos de otros trastornos mundiales. Pero Pablo VI trataría de entenderlos a todos, al mismo tiempo que defendería el depósito de la fe, que se le había confiado. A esas alturas Paolo ya pestañaba, pero no quería abandonar la lectura; así que, cuando llegó a la hoja del librillo donde mencionaba que fuera la capacidad de organización, lo que llevara a Montini a una carrera en la curia romana a través de la administración civil del papado, se recostó mejor en la almohada y continuó a leer. Apócrifos del Génesis

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La redacción mencionaba que en 1931, el cardenal Eugenio Pacelli le había nombrado profesor de historia en la Academia Pontificia para diplomáticos; y que en 1937, después que su mentor Giuseppe Pizzardo fuera nombrado cardenal, Montini fuera nombrado sustituto de relaciones ordinarias por el cardenal Pacelli, que era el secretario de Estado de Pío XI. Desde su estadía con Pío XI, había adoptado el punto de vista de que: el aprendizaje es un proceso de larga vida, y que la historia era el “magister vitae”, la profesora de la vida. A seguir, Paolo reparó que su supervisor inmediato en el Vaticano, fuera Domenico Tardini, con el cual tenía una buena relación. Pero la elección de Pacelli como Papa en 1939, ya era prevista por todos y abiertamente promovida por el fallecido Pío XI en sus últimos años. Eso significó un buen augurio para Montini, cuya posición dentro del Vaticano fue confirmada por el nuevo secretario de Estado Luigi Maglione. Por consiguiente, todas las mañanas hasta 1954, Montini se reunía con Pío XII, cuando desarrolló una relación cercana y estrecha, al punto de declarar: “En cierto momento, mi servicio al Papa no se limitó a los asuntos políticos o extraordinarios de acuerdo con el lenguaje del Vaticano. La bondad del papa Pío XII abrió para mí la oportunidad de examinar los pensamientos, incluso el alma de Apócrifos del Génesis

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este gran pontífice. Podría citar muchos detalles de cómo Pío XII, siempre con medida y el discurso moderado, se escondía, más aun revelando una noble posición de gran fuerza y coraje sin miedo”… Por entonces Paolo mantenía una lucha reñida contra el sueño, y casi abandonó la lectura en el momento que entró en el capítulo que mencionaba los sucesos de la Iglesia cuando la Segunda Guerra Mundial estalló. Fue cuando descubrió que en aquel momento de dificultad, Maglione, Tardini y Montini llegaron a ser las principales figuras actuantes del Departamento de Estado del Vaticano. Por su vez, Montini fuera el encargado de velar por los “asuntos comunes” de la Secretaría de Estado, en la que ocupaba gran parte de la mañana de cada día de trabajo; mientras que por la tarde, se trasladaba al tercer piso, donde estaba la oficina del Secretario Privado del Pontífice. Por entonces, Pío XII tenía una secretaria personal, y al igual que varios Papas antes que él, había delegado las funciones de secretaría a la Secretaría de Estado. Fue así que durante los años de guerra, miles de cartas de todas partes del mundo llegaron a la mesa del Papa; la mayoría de ellas pidiendo oración y ayuda. Empero, Montini había sido el encargado de formular todas las respuestas en el nombre de Pío XII, expresando Apócrifos del Génesis

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su empatía y comprensión y prestando ayuda, cuanto fuera posible. Fue cuando entonces, a petición del propio Papa, creó una oficina de información para los prisioneros de guerra y los refugiados, que en los años de su existencia, desde 1939 hasta 1947, recibiera cerca de diez millones de solicitudes de información, y produjo más de once millones de respuestas sobre las personas desaparecidas. Del mismo modo, durante esa época, Montini fue varias veces atacado por el gobierno de Benito Mussolini, quien los consideró un ingerente en la política, pero cada vez se encontró con defensas de gran poder en el Vaticano. Durante el año 1944, Luigi Maglione murió, y Pío XII acabó por nombrar entonces a Tardini y Montini como jefes del Departamento de Estado. Pero la admiración hacia Montini fue casi filial, cómo llegó a describirlo el propio Pío XII: “Como tiene una mente ricamente cultivada, su capacidad poco común para la reflexión y el estudio lo llevó a evitar todas las distracciones y relajaciones innecesarias. Quiso entrar de lleno en la historia de su tiempo afligido: con un profundo conocimiento, de que él mismo formaba parte de esa historia. Deseaba participar sus sufrimientos en su propio corazón y alma”…

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Mismo que el sueño ya lo estuviese doblando, Paolo se interesó un poco más por la lectura, cuando descubrió que Montini, a petición del Papa, junto con Pascalina Lehnert, Ferdinando Baldelli y Otto Faller, habían creado la Pontificia Commissione di Assistenza, a través de la cual buscaron ayudar a un gran número de romanos y refugiados de todas partes con viviendas, asistencia alimentaria y material. Solamente en Roma, esta organización había logrado distribuir casi dos millones de porciones de comida gratis en el año 1944; y el Vaticano, así como la residencia papal de Castel Gandolfo, fueron abiertas a los refugiados. Unos 15.000 personas vivían en Castel Gandolfo, tan solo apoyados con la ayuda de la Pontificia Commissione di Assistenza. No obstante, a petición de Pío XII, Montini también estuvo implicado en el restablecimiento de la Iglesia Asilo, cuando proporcionó protección a cientos de soldados aliados que habían escapado de los campos de prisioneros del Eje; entre ellos, a judíos, antifascistas, socialistas, comunistas; así como después de la liberación de Roma, a soldados alemanes, partidarios y otras personas que habían sido desplazadas. Después de la guerra, Montini había logrado convertir a la Pontificia Commissione di Assistenza, en la mayor organización católica italiana, la Caritas Italiana… Apócrifos del Génesis

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No en tanto, al llegar a este punto del relato, Paolo ya había sido vencido por el sueño, y se dejó llevar de la mano por el ángel del descanso. Despertó horas después, en la madrugada, y se dio cuenta que tenía el pequeño libro caído sobre el pecho. Lo tomó en sus manos y lo depositó en la mesa de cabecera, mientras buscó estirar el brazo para apagar la luz de su cabecera.

4 Los Umbrales de la Fe A la mañana siguiente, bien arropado para enfrentar aquel frio viento casi invernal, el padre Paolo Dell Messi ya encaminaba sus pasos firmes por el final de la Piazza del Sant`Uffizio, cuando de pronto percibió que se había adelantado a la hora, pues las puertas de la Congregación recién estaban siendo abiertas. En ligera percepción, comparó que la alborada había despuntado gris, así como en ese momento también lo eran Apócrifos del Génesis

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sus pensamientos ante la fluctuación de su misión. Pero antes de traspasar el umbral, se solazó con las minúsculas gotitas de una leve y liosa llovizna que insistían en querer bailar desequilibradas en el aire, como si llevadas de la mano al compás de las ráfagas de un viento que las empujaban tal cual danzarinas en un palco. Una vez que subió las blancas escaleras de la portería, sin mediar más se dirigió hacia el encorvado conserje Sandro, el que ahora le pareció ser un hombre más viejo de aquel que lo había atendido el día anterior. -¡Buenos días, señor Sandro! -Paolo le saludó alegre, mientras instintivamente calculaba mentalmente su edad. -Si es tan gentil, ¿podría usted indicarme en dónde puedo encontrar al prior Jozef Tomko, nuestro Jefe del Escritorio de la Sección Doctrinal? -terminó por solicitarle de manera cordial y con una sonrisa frugal. -Usted querrá decir, el cardenal Jozef Tomko, el jefe de los servicios secretos -le respondió el mañoso hombre viejo, mirándolo con suspicacia. -¡Oh! Disculpe -murmuró Paolo, algo sonrojado-. Hoy es mi primer día aquí, y aun no estoy muy familiarizado con los cargos y las personas de la casa. -Está bien, padre… ¿Padre?… -inquirió el conserje. -Padre Paolo Dell Messi -completó el recién llegado, sin darse cuenta que aún no le había dicho quién era. Apócrifos del Génesis

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-Bueno, padre Paolo. Entonces, haga el favor de subir usted por la escalera hasta el tercer piso… Tome a la derecha, y luego a la izquierda. Es la tercera puerta -le informó el hombre, virando el cuerpo y señalando con la mano la dirección correcta a tomar. -Gracias, señor Sandro. Creo que de hoy en adelante, nosotros nos veremos muy a menudo por aquí -le sonrió Paolo con cordialidad, justo cuando tomaba su portafolio negro y se dirigía con prisa hacia las blancas escaleras de mármol. Mientras subía, miró a uno y otro lado. Pero no llegó a sorprenderle la arquitectura interna. Juzgó que ya había tenido oportunidad de ver palacios más espléndidos y generosos en el Vaticano. Al final, se detuvo frete a la puerta que le habían indicado, y dio leves golpes con los nidillos de la mano. Cuando entró, se asombró al ver sentado detrás de una mesa amplia, a una figura más bien pequeña, joven, de rostro colorado y gafas de lectura de aro dorado apoyadas en la punta de la nariz. Pensó que quizás su sorpresa se debía al hecho de haber formado una idea equivocada de la persona que buscaba, cuando idealizó encontrar allí dentro a un hombre fortachón, corpulento y musculoso. Es que cuando Sandro le había mencionado que Jozef era el

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jefe de los espías, se lo imaginó diferente. No obstante, meneó la cabeza para apartar la idea y se anunció: -Buenos días, Eminencia… Soy el padre Paolo Dell Messi… El cardenal Ottaviani me ha dicho que hoy debía presentarme a usted. -¡Oh! Buenos días, padre Paolo. Encantado de que esté aquí. Si me permite, ya lo atiendo en un minuto… Siéntese, por favor -le indicó el cardenal, demostrándole con un gesto de mano en cuál de las sillas debía esperar. Mientras el cardenal se mantuvo ocupado leyendo algunos papeles y garabateaba su firma en otros, Paolo dejó correr la mirada por el amplio aposento, que si bien era mitad de tamaño de la que ocupaba el cardenal Ottaviani, notó que aun así guardaba sobriedad y una cierta mesura en todos sus muebles. -¿Ansioso por comenzar, padre? -escuchó decir de manera acuciosa, y apartándolo de sus especulaciones. -En realidad, le diría que sí, Eminencia,… No puedo negar que estoy sumamente preocupado de poder cumplir a contento con mi labor. -Sé que usted se saldrá bien y que no se arrepentirá, padre Paolo. Mismo que ello exija de usted meticulosidad, muchas dosis de análisis y perspicacia cuando se tenga que debruzar sobre los documentos existentes. Además de necesitar de enorme sagacidad para continuar siguiendo Apócrifos del Génesis

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las pistas que ha dejado nuestro Cardenal Masella -alcanzó a pronunciar el cardenal de manera paciente. -Si es por eso, no habrá problema alguno, Eminencia. Estoy totalmente dispuesto a ello. Como le dije, estoy muy esperanzado en que obtendré lo que desde hace mucho se desea -manifestó Paolo con entusiasmo en la voz. -Bueno. Me parece óptimo que te sientas así, Paolo -pronunció el cardenal abandonando de vez la formalidad del trato-. De igual forma, ya tengo una sala preparada para que tú puedas trabajar tranquilo y sosegado. Mandé que depositaran allí todos los archivos existentes. Pronto podrás notar que los documentos están compilados en memoriales por orden ascendente de fechas, partiendo desde el inicio del cristianismo -le fue exponiendo el prelado, mirándolo por encima de los aros de sus gafas. -Gracias, Eminencia - contestó Paolo, serio. -¿Por acaso estaré junto con los otros padres de los cuatro continentes? -halló por bien preguntar después de agradecer por los preparativos de su trabajo. -No, Paolo -negó Jozef meneando la cabeza-. Esta misión ha sido confiada solamente a ti. En cuanto a los otros que aún están siendo requeridos, cuando lleguen a ésta casa, se ocuparán de otras cuestiones en diversos otros campos de estudio.

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Paolo asintió, a la vez que inquirió con el rostro sugestionado-: ¿Puedo hacerle una pregunta, Eminencia? -¡Sí, cómo no! ¿Qué es lo que deseas? -¿Usted podría esclarecerme lo que significa en sí, “El Enigma Doctrinal”? -Es justo que demuestres interés por tu trabajo, y que me lo preguntes, Paolo -asintió el cardenal con una sonrisa austera-. Ahora tienes derecho a saberlo, pues “El Enigma Doctrinal”, tiene origen más allá del desierto de Judea y las vistas del palmeral de Jericó, la región donde una vez fueron escondidos ocho pergaminos que hablan sobre el testimonio más antiguo del cristianismo -indicó Jozef-. Sabes que algunos de ellos ya han sido descubiertos hace siglos, pero hay uno que está perdido en algún remoto lugar del mundo. Es justamente el que cuenta la verdadera historia del catolicismo a partir de la llegada del nuevo Mesías, y su contenido personifica los pilares de nuestra cultura de fe que nadie en el Vaticano no está dispuesto a que sea cuestionada. -¿Y su contenido habla de qué? -Imaginamos algo, pero no sabemos exactamente lo que en él se menciona -expresó el simpático cardenal-. Pero así como todo enigma, se supone que éste contiene un conjunto de palabras de sentido artificiosamente escondido, para que de alguna manera sea difícil Apócrifos del Génesis

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entenderlo e interpretarlo. Por tanto, no es más que algo que comúnmente no se alcanza a comprender, o que difícilmente puede llegar a entenderse o interpretarse, porque en realidad ello puede carecer de una veracidad comprobada. -Así como la doctrina es un conjunto de ideas u opiniones religiosas, filosóficas y políticas que llegan a ser sustentadas por personas o grupos -alcanzó a concluir Paolo de manera concisa. -¡Sí! Pero cuando se dice que es “Doctrinal”, significa que es un papiro que contiene ciertas reglas y preceptos específicos -argumentó el cardenal, ciñendo su frente. -Si aplicamos tal razonamiento en el ámbito jurídico -le replicó Paolo-, tendríamos que la doctrina jurídica es la idea de derecho que sustentan los juristas. Que, si bien no originan derecho directamente, es innegable que en mayor o menor medida influyen en la creación del ordenamiento jurídico. Para lo que también se utiliza la palabra doctrina para hacer referencia a un principio legislativo. -Correcto, Paolo, pues la Doctrina no es más que un conjunto coherente de enseñanzas o instrucciones, que pueden estar basadas en un sistema de creencias sobre una rama de conocimiento, campo de estudio o de una ciencia concreta; especialmente en lo que se refiere al cuerpo del dogma de una religión, tal como es enseñado por las Apócrifos del Génesis

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instituciones; y puede ser los principios o posiciones que se mantienen respecto a una materia o a una cuestión determinada; o hacia un sistema de postulados, científicos o no, y frecuentemente dicho con la pretensión de eficacia general o universal. -No en tanto, -buscó retrucar Paolo- muchos insisten en afirmar que el término adoctrinamiento ha adquirido connotaciones negativas a partir del siglo XX, cuando la doctrina pasó a ser sinónimo de reeducación o lavado de cerebro -acotó con voz serena. -En todo caso, tienes que comprender que la diferencia entre doctrina y educación, consiste en que, con la educación, se persigue que el educando, o sea la persona a educar, permanezca lo más superficial posible a los conocimientos acumulados y los analice; mientras que en la adoctrinación, el educando permanece dentro del cuerpo de conocimientos o creencias y absorbe sus enseñanzas… Por ejemplo -señaló Jozef-, tú sabes muy bien que estudiar teología, puede considerarse como un proceso de adoctrinación, cuyo equivalente educativo sería el estudio comparativo de las religiones. -No tengo dudas cuanto a esto, Eminencia, pues la doctrina católica no es más que un conjunto de dogmas procedentes de la Revelación a través de la Sagrada Escritura o la Sagrada Tradición, los cuales, definidos por Apócrifos del Génesis

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el Magisterio de la Iglesia, los enseñamos como creencia obligatoria en el dogma de fe… Tengo certeza de que son aquellos que cumplen con algunos ciertos requisitos, como por ejemplo: que sean formalmente creados por Dios, y lo cual lo hacemos a través de Presencia Real Eucarística -exteriorizó Paolo con convicción, ante la mirada atenta del cardenal, que no se perdía una palabra. -Pero debes agregar, Paolo -corrigió el cardenal-, que también es una conclusión teológica, como la expresada por intermedio de la canonización de un santo, y que el dogma de fe es parte de la ley natural, como por ejemplo lo es la pecaminosidad de los anticonceptivos. -Concuerdo, Eminencia, y eso nos permite decir en cada caso, que lo que constituye la doctrina, es justamente la autoridad de la Iglesia que lo enseña. Y esta enseñanza puede darse solemnemente por el pronunciamiento ex cathedra por parte del Papa, o por el magisterio ordinario en el ejercicio de la Iglesia donde su autoridad perennita para enseñar. Es algo así como evitar ser pecaminoso, para estar preparado para la segunda venida de nuestro señor Jesucristo -intentó explicar el padre. -No necesitas ser tan apocalíptico ni elocuente, Paolo -sonrió el cardenal, al escuchar el final de la sentencia-. Ten en cuenta que la principal discrepancia de la cristiandad oriental con la doctrina católica, es la primacía Apócrifos del Génesis

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del Papa, a quien lo consideran como un simple obispo de Roma igual en jerarquía a los demás patriarcas. No obstante, tampoco podemos olvidar que otros dogmas son la polémica en torno al filioque, al pan ázimo para la eucaristía, y algunos otros de naturaleza dogmática menos precisa, como los que permiten el matrimonio de los sacerdotes. -En mis revisiones teologales anteriores -procuró esclarecer Paolo-, tuve la oportunidad de leer que Martín Lutero, con sus lemas sola fides y sola scriptura, llegó a poner los dogmas bajo la sola luz de la interpretación libre de la Biblia por cada fiel, alcanzando a llamarlo de sacerdocio universal. Y quien, además de negar la autoridad del Papa, pasó a limitar el número y funciones de los sacramentos, llegando a negar la utilidad de la vida consagrada, y hasta permitiendo que se la realizara el matrimonio de los sacerdotes. -Así como Calvino, quien se distingue sobre todo por el concepto de la predestinación -agregó el cardenal, a la reflexión de su interlocutor. -En suma, puede decirse que lo que tenemos, es que otras iglesias reformadas, como lo es el anglicanismo, el episcopalianismo, el presbiterianismo, el metodismo, los cuáqueros, y otras, en realidad lo que ellos mantienen son diferencias doctrinales más o menos acusadas entre sí y Apócrifos del Génesis

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con el catolicismo -puntualizó Paolo, mientras el cardenal analizaba atentamente cada punto que él mencionaba con sabida erudición. -¡Bueno! Yo diría que lo que en realidad tenemos con todo esto, Paolo, es que la doctrina de la Iglesia católica, es el conjunto de todas las “verdades de fe” profesadas por nuestra Iglesia que, según afirma el Catecismo de San Pío X, la doctrina católica fue enseñada por Jesucristo para mostrar a los hombres el camino de la salvación y de la vida eterna; y sus partes más importantes y necesarias son cuatro: el Credo, el Padre nuestro, los Diez Mandamientos y los siete sacramentos… -Es verdad, Eminencia -asintió Paolo en un susurro. -… Y esta Iglesia cristiana -agregó Jozef a seguir-, es la misma que afirma que su doctrina fue siendo gradualmente revelada por Dios a través de los tiempos, llegando a su plenitud y perfección en Jesús Cristo, quien es considerado por los católicos como el Hijo de Dios, el Mesías y el Salvador del mundo y de la humanidad. Pero no te olvides, Paolo, que la definición y comprensión de esa doctrina debe ser progresiva, necesitando por ello del constante estudio y reflexión de la Teología, pero que debe mantenerse siempre fiel a la revelación divina y orientada por la Iglesia.

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-Y juzgo que es por eso que nosotros no podemos permitir que secretos o enigmas doctrinales salgan así nomás a la luz del mundo, sin que primero lo hayamos cotejado, estudiado y confirmado, para luego manifestar si en realidad hay veracidad en sus palabras, Eminencia -llegó a rematar el padre, una vez que había alcanzado a comprender el porqué de su misión. -¡Exactamente, Paolo!... ¡Exactamente! Puedo notar que tú mismo has respondido a tu pregunta anterior… ¡Bienvenido a bordo de ésta nave! -llegó a exclamar el cardenal con una sonrisa de complacencia. -Bueno… Sí… -titubeó el padre, medio abochornado, pues se dio cuenta que si hubiese pensado un poco más, llegaría a la misma conclusión, sin necesidad de ocupar el tiempo del cardenal; aunque por otro lado, entendía que la discusión de temas teologales con otro interlocutor de mayor sabiduría, siempre resulta ser positivo. -Pues bien, Paolo… Demás está decírtelo, pero ten siempre en cuenta que para los católicos, su fe consiste en su libre entrega y amor a Dios, dándole “la sumisión plena de su intelecto y de su voluntad y dando consentimiento voluntario a la revelación que ha sido hecha por Él”… Y esa revelación, es la tiene que ser transmitida por nuestra Iglesia sobre la forma de Tradición. Por tanto, la fe en Dios “opera por la caridad”, y por ello la vida de Apócrifos del Génesis

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santificación de un católico lo obliga, además de participar en los sacramentos, a obedecer la voluntad divina, que debe efectuarse a través de, por ejemplo, la práctica de las enseñanzas reveladas que en suma se resumen en los mandamientos de amor enseñados por Jesús, de las buenas obras y también de las reglas de vida propuestas por la Iglesia fundada y encabezada por Jesús. -Esa entrega a Dios, Paolo -continuó a disertar ante el silencio del padre-, tiene por finalidad y esperanza última su propia salvación y la implementación del Reino de Dios. En ese reino eterno, el mal será inexistente y los hombres salvos y justos, después de la resurrección de los muertos y el fin del mundo, pasarán a vivir eternamente en Dios, con Dios y junto a Dios -le sermoneó el elocuente cardenal, quien era el pilar de las defensas de los dogmas cristianos. -No tengo dudas cuanto e ello, Eminencia. Y percibo con claridad lo cuán importante es poder llevar a buen fin la misión que ahora se me confía con tanta dignidad -refrendó el padre, que buscó sentarse un poco más erecto en su silla. -Pues entonces, manos a la obra, Paolo. En tu sala te aguardan inúmeros manuscritos. Te recomiendo que des inicio a su lectura por el primero de los mamotretos. -Sí, Eminencia… -asintió Paolo. Apócrifos del Génesis

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-Puedes venir a verme todos los días, pero te exhorto para que lo hagas siempre al final de la tarde, cuando estaremos más tranquilos para platicar, o si no, a esta hora de la mañana, aunque a veces no sea para mí la mejor hora -determinó Jozef, mientras lo miraba circunspecto. Cuando el padre Paolo se retiró de la junta, se sentía de ánimo confiado mientras se encaminaba al lugar que le habían indicado. Poco más tarde se vio entrando en una sala del cuarto piso, donde una enorme cantidad de libros muy abultados habían sido colocados apilados sobre una pared, dejando espacio para su mesa de trabajo, un archivo para guardar carpetas y documentos, y un armario de pared destinado a guardar abrigos. Al pasear sus ojos por el ambiente, le despertó atención un aparato de teléfono negro que contenía un gran número de botones en línea luego abajo del dial. Estaba situado a la izquierda de la mesa, pero no se prendió a ello, y en seguida de pasar en revista lo que existía en la sala, guardó su capote y el portafolio dentro del mueble grande, y, tres pasos más allá se encontró mirando distraídamente por la ventana. -No sé por qué no estoy sintiendo fluctuación alguna sobre el motivo que llevó al cardenal Jozef a mencionarme los mamotretos -se vio sonriendo sin volver su rostro y pensando en aquella enormidad de libracos que había en Apócrifos del Génesis

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su sala, pero el tilintear de una campanilla le produjo un curioso respingo... Era el llamado de su teléfono. -¡Hola! Buen día… ¿Padre Paolo? -escuchó que alguien exponía con claridad cuando acercó el auricular a su oreja. -¡Sí! ¿Quién desea? -alcanzó a expresar sin identificar de quién era la voz que buscaba por él. -Es el cardenal Ottaviani, Paolo -le respondió una voz que pareció canora desde el otro lado de la línea. -Sólo quería darte la bienvenida… ¿Estás pronto para comenzar? -inquirió el hombre de manera determinante. -¡Oh! Sí, Eminencia… Acabo de llegar… -titubeó- No reconocí su voz. Me disculpe… Esta mañana, desde que llegué, estuve reunido con el cardenal Jozef, quien me ha puesto al corriente de mi trabajo -logró mencionar, al ser sorprendido por la repentina llamada. -Ya me lo ha dicho él, Paolo. Por eso te llamé. -¿Desea algo, Eminencia? -comentó en un intento de raciocinio. -No, sólo quería agregar que tu número de teléfono es el 4865, y cuando me necesites, no excites en llamarme… Estaré siempre pronto para escucharte, Paolo. -¡Oh! Sí, gracias, Eminencia. Así lo haré. Luego de colocar el auricular en su lugar, Paolo alcanzó a raciocinar que en aquella casa no se perdía Apócrifos del Génesis

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tiempo, así como las informaciones corrían de sala en sala muy de prisa.

5 El Patriarca Cuando finalmente el padre Paolo terminó de colocar en orden sus cosas particulares y de trabajo, y acabara de organizar todos aquellos grandes libracos en la disposición correcta, sintió que por fin podría comenzar a dedicarse a la lectura del primer tomo. Sin mucho melindre, apreció que la tapa del ejemplar estaba identificada con grandes letras grabadas a oro, y, al virar la enorme guarda anterior, confeccionada de un duro cartón marrón, luego encontró el bosquejo de un mapa de la Edad Media que parecía estar impreso en un pergamino Apócrifos del Génesis

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que mostraba a Jerusalén en el centro del mundo. Paolo abrió aún más sus ojos y lo observó con detenimiento. Luego a seguir concluyó: -Jerusalén era por entonces, como lo sigue siendo hasta el día de hoy, una ciudad sagrada para las tres más importantes religiones del mundo: el judaísmo, el cristianismo y el Islam. En realidad, él no estaba equivocado al pensar así, pues la frase inicial mencionaba que para cada una de esas creencias y credos, Jerusalén siempre había sido un vasto escenario de hechos trascendentales que acabaron por formar el vínculo entre Dios y el hombre, siendo que la primera relación entre ellos ocurrió cuando Abraham realizó los preparativos para el sacrificio de su hijo Isaac, en el afloramiento rocoso que hoy se encuentra cubierto por una cúpula de oro. A partir de esa primera anotación, se seguía una larga explicación en la cual se mencionaba que Abraham, el primero de los patriarcas postdiluvianos del pueblo de Israel y del pueblo árabe, había sido un rico pastor nómada de la región de Ur de Caldea, en Mesopotamia, y el que unos 1800 años antes del nacimiento de Cristo, por orden de Dios, se había trasladado desde el valle del Éufrates hasta el territorio habitado por los cananeos entre el río Jordán y el mar Mediterráneo.

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Paolo se sintió necesitado de recurrir a sus recuerdos, pues sabía que, según la Biblia, Taré era de la décima generación descendiente de Noé, a través de Sem, y sus hijos fueron Abraham, Nacor y Harán. Este último, cuyo hijo fue Lot, acabó por morir en su ciudad natal, Ur Casdim. -Como también fuera allí que Abraham se casara con Sara -murmuró sin reticencia-, quien, además de ser su hermanastra, era una mujer estéril -ultimó satisfecho. Al retomar la lectura, notó que en las hojas del libro que tenía depositado sobre su mesa, y escritas con una caligrafía firme y segura, constaba que luego más tarde, Taré, el padre de Abraham, junto con sus dos hijos supervivientes y sus familias, se marcharon entonces a Canaán, pero estando en medio del camino hallaron mejor asentarse en Jarán, actualmente Harrán, en la Siria mesopotámica. -Lugar en el cual se llegó a acreditar que este hombre murió a los 205 años de edad -sentó para sí, orgulloso. No en tanto, vio que la frase siguiente mencionaba que tras la muerte de Taré, según lo relata el Génesis en su capítulo 12 -palabras estas que habían sido subrayadas por algún lector anterior-, cuando Abraham tenía setenta y cinco años de edad, Dios, o Yahvé, le ordenó que saliese de su tierra y que fuera “al país que yo te indicaré”, Apócrifos del Génesis

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(palabras de Dios) -según mencionaba otra marcación-, donde Abraham se convertiría en un gran pueblo. De manera que Abraham emigró desde Jarán con Sara y Lot y sus seguidores y rebaños, y viajaron hasta Canaán, donde, en el encinar de Siquem, el Señor le dio para él y su posterioridad toda aquella tierra “rebosante de leche y miel” y la promesa de innumerables descendientes para poblarla. Dios le dijo que Abraham sería el padre de muchas naciones; y para sellar esa alianza, él y todos los varones de su tribu deberían circuncidarse, una práctica que debía continuarse de una generación a otra. En tal ocasión, Abraham construyó allí un altar al Señor y siguió viajando hacia el sur, en dirección del desierto de Neguev, en el límite con Egipto. -Pese a todo lo que se mencione aquí -raciocinó Paolo con altivez-, coincide hacia esa época la migración de numerosos pueblos tribales desde el sur del Cáucaso hacia la Europa occidental, lo que según restos arqueológicos, muestra que era habitual en esa época el modo de vida nómada, basado en la ganadería trashumante, tal como se describe el modo de vida de Abraham y su familiares. -Pero también, -discurrió haciendo una mueca- son de esa época ciertas tradiciones que han sido descritas en el libro del Génesis, capítulo 15, versículo 3, donde se hace referencia a algunas leyes del código de Hammurabi Apócrifos del Génesis

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(Génesis 16:2-6). Y sobre esa misma época, la Biblia nos relata que se desata una gran hambruna sobre la faz de la tierra (Gen 12:10). Incontinenti, el padre Paolo tomó el cuidado de anotar sus últimas referencias en un block que había dispuesto a su derecha; cuando halló por bien que tal vez convendría conferirlas posteriormente. Y continuó leyendo. En su peregrinación, -estaba escrito en la siguiente frase-, Abraham baja desde Neguev a Egipto, y es aquí donde aparentemente se da cuenta de que su esposa Sara es hermosa ante los ojos de otros hombres; pues una vez allí, los príncipes de Egipto pasan a codiciarla. A la sazón, Abraham le pide a ella que diga que es sólo su hermana, pues de lo contrario él podría ser asesinado (según Gen 12:10-20). El faraón tomó entonces a Sara y pasó a tratar a Abraham con cortesía por causa de ella; cuando se le dieron ovejas, ganados, asnos, siervos y camellos de ambos sexos para que lograra multiplicar su rebaño. Pero tiempo después el faraón acaba por ser maldecido por Dios, y este ordena a Abraham, Sara y su séquito, para que se vayan todos de Egipto. En un segundo viaje de Abraham, -continuaba escritoel problema pasa a ser con el rey Abimelec, cuando el gobernante en cuestión también se siente atraído por la esposa de Abraham, e intenta casarse con ella. Y así, como Apócrifos del Génesis

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en la ocasión anterior, quienes la pretenden pasan a ser maldecidos por el Señor, y el gobernante termina dando a Abraham gran riqueza a cambio de que todos se retiren de inmediato de sus heredades. El padre Paolo suspendió por un momento su lectura, y concluyó que este último relato era de tradición yahvista del siglo IX a.C., y el que tenía un cierto paralelismo en una tercera historia, la de Isaac y Rebeca, que se narra en el Génesis 26. -Bueno, juzgo que esquema teológico es el mismo, pues la astucia del personaje bíblico y las providencias de Yahvé, siempre fiel a sus promesas, invariablemente terminan por traer la prosperidad en medio de las dificultades -murmuró en pensamiento. -Sin embargo -refrendó luego a seguir, anotando pulcramente su reflexión en el block-, en Génesis 14, consta que Melquisedec es rey de Salem y su Sumo Sacerdote. No en tanto -continuó-, en el Libro a los Hebreos, escrito a lo que todo indica por el apóstol Pablo, se aclara y profundiza que el nuevo sacerdocio de los creyentes en Cristo, dejará de ser el judío (aarónico) debiendo pasarse al estilo simbólico de Melquisedec, quién apareciéndosele a Abraham (Hebreos 7:1,3) y participando del pan y del vino en aquel encuentro transcendental (Génesis 14:18), este Melquisedec, el rey Apócrifos del Génesis

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de Salem, sacerdote de Dios Altísimo, salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, y a quien así mismo dio Abraham los diezmos de todo lo que poseía. -Lo que aquí vemos -Paolo anotó al margen de la hoja- es que Melquisedec significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz; sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino que hecho semejante al Hijo de Dios, para permanecer sacerdote para siempre. Es de considerar, pues, cuán grande era éste, Melquisedec, a quien aún Abraham el patriarca dio diezmos de su botín. Sin embargo, en el relato del libro de Génesis, Lot no aparece en el encuentro con Melquisedec. Por tanto, con esta ministración, Abraham refuerza su relación con Dios quien le bendice sobremanera. El padre Paolo repasó lo que acabara de escribir, y no halló hasta el momento nada sorprendente en aquellas frases, por tanto, satisfecho con la aclaración, continuó leyendo el parágrafo siguiente a partir de donde había interrumpido su lectura, adonde constaba: Algunas personas creen que Melquisedec es una Cristofanía, pero el libro de los Hebreos, al parecer, hace una especie de analogía entre el pan y el vino que dio Melquisedec a Abraham con el ritual instituido por Jesús Apócrifos del Génesis

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en la última cena. A esto se añade que el Cristianismo primitivo era ajeno a las castas sacerdotales hebreas, quienes desde entonces lo veían como una herejía, por lo tanto, los primeros sacerdotes cristianos no podían derivar de la casta sacerdotal hebrea, así que no tenían linaje, o sea, sin padre ni madre como Melquisedec. A partir de ese momento, Melquisedec pasó a ser visto por algunas versiones del Cristianismo, debido al pan y al vino que dio a Abraham, como una especie de sacerdote profeta que ejecutó por primera vez el mandato del Mesías que llegaría muchos siglos después. Bajo esta tradición, debemos considerar que Melquisedec fue el primer sacerdote cristiano; por ello, el sacerdocio cristiano recibe por nombre Sacerdocio de Melquisedec. -En realidad, el Sacerdocio de Melquisedec es uno de los dos sacerdocios que administra La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, también conocida como Iglesia Mormona -llegó a cavilar Paolo al leer el trecho, y mientras movía la cabeza en asentimiento. Como sea -dijo para sí-, y continuó leyendo. Tras el período pasado en Egipto, Abraham, Sara y su sobrino Lot, regresaron a Hai en Canaán. Allí vivieron durante algún tiempo incrementando sus rebaños, hasta que un día surgió la discordia entre los pastores de Abraham y los de Lot. Abraham entonces le propuso a Lot que se separaran, Apócrifos del Génesis

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permitiendo que Lot eligiera en primer lugar a donde ellos irían. Lot escogió entonces la fértil tierra al este del río Jordán y cerca de Sodoma y Gomorra, mientras que Abraham continuó viviendo en la región de Canaán, trasladándose al encinar de Mambré, cerca de Hebrón, donde construyó un altar al Señor. Pero después de ambos separarse, una gran fuerza invasora proveniente desde la Mesopotamia septentrional, dirigida por Codorlaomor, rey de Elam, atacó y sometió a las ciudades de la llanura, forzándolas a pagar tributo. Empero, doce años después, estas ciudades se rebelaron, y al año siguiente el rey Codorlaomor y sus aliados regresaron, derrotando a los rebeldes y tomando muchos cautivos, entre ellos a Lot. Fue cuando Abraham reunió a sus hombres y persiguió a los invasores, logrando derrotarlos cerca de Damasco. Sin embargo, a su regreso se encuentra con el rey de Salem, Melquisedec, quien lo bendice, y el rey de Sodoma le ofrece a Abraham el diezmo de los bienes recuperados como recompensa, pero Abraham lo rechaza, de manera que el rey de Sodoma no pudiera decir más tarde: “Yo he enriquecido a Abraham”. -Juzgo que aquí se hace necesario que se agregue que aquella célebre promesa de posteridad, en ese momento se veía amenazada, por causa de Sara ser una mujer estéril -maquinó mentalmente el padre, anotando su pensamiento Apócrifos del Génesis

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en su block de notas, cuando entonces retomó la lectura con avidez. La frase iniciaba mencionando que fuera durante esa misma época, que Sara, al ser estéril, y comprendiendo que ya no estaba en edad de concebir, logró convencer a Abraham para que buscase engendrar un hijo con su esclava egipcia Agar. Así que, a su debido tiempo, Agar concibe y da a luz a Ismael. Sin embargo, Sara, celosa, trata a Agar duramente, forzándola a huir. Algunos años más tarde, cuando Abraham estaba en el desierto sentado a la frente de su tienda a la hora más calurosa de día, el Señor se aparece a Agar (Gen 16:7) y le dice: “Vuelve a tu señora y humíllate bajo su mano”, cuando también le prometió a ella de que su hijo igualmente sería el padre de una “muchedumbre”, ya que, al ser llamado de Ismael, sería considerado el padre de los ismaelitas, los beduinos nómadas. Sin embargo, cuando Abraham ya tenía noventa y nueve años de edad, el Señor se le aparece de nuevo y le confirma su pacto con él, mencionándole que Sarai dará a luz a un hijo que será llamado Isaac, y los de la casa de Abraham deberán, a partir de entonces, circuncidarse. A la sazón también le indica que él ya no se llamará Abram sino Abraham y, al dirigirse a Sarai, le dice que ella ya no se llamará más así, sino que su nombre será Sara. En Apócrifos del Génesis

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cuanto a su hijo Ismael, finalmente el Señor le dice que éste engendraría doce príncipes, y que se convertirían en una gran nación… En aquel instante Abraham se rio. Sara también, tomándolo en broma. ¿Conque después que ya estoy vieja, y mi señor lo está más, pensaré en usar del matrimonio?, le dijo ella. -¡Ops! No creo que ella tuviese coraje de dirigirse en ese tono a Dios -especuló Paolo, dejando escapar una sonrisa-, pero mejor dejemos la frase así -determinó antes de involucrarse con el restante de la lectura de ese capítulo del manuscrito. El párrafo iniciaba diciendo que la predilección de Dios estaba correcta, pues Sara concibió y parió Isaac. A la postre, ella se volvió en contra de Ismael, al que pasó a ver como un rival para la herencia de su hijo. Por consiguiente, le pidió a Abraham que expulsara a Ismael y su madre. Dios se puso de parte se Sara y, siempre obedeciendo las órdenes de Dios, Abraham despachó a Agar y a Ismael al desierto de Bersabee con un poco de pan y un odre de agua. Cuando el odre quedó vacío, Agar, no pudiendo soportar el ver morir de sed a su hijo, intentó abandonarlo debajo de un árbol; pero Dios la guio hasta un pozo y le prometió que su hijo fundaría una gran nación en los desiertos de Arabia.

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Paolo volvió a coger el lápiz para anotar ese último pasaje. Le pareció que sería conveniente mudar la parte correspondiente a la postura de Dios sobre la expulsión de Agar y su hijo. Terminada la anotación, al seguir con la lectura, vio que constaba que fuera entonces que el Señor le impusiera a Abraham una última prueba, ordenándole ofrecer -según las palabras de Dios- “a tu único hijo a quien tanto amas, y allí me lo ofrecerás en holocausto sobre uno de los montes que yo te mostraré”, cuando el hombre lo obedeció sin reparos. Poco después Abraham llevó a Isaac al lugar indicado por Dios, un afloramiento de roca en el monte Moriah, y en cuanto subían solos a la montaña, Isaac llevaba la leña en la que sería sacrificado. A lo largo del camino, Isaac le pregunta una y otra vez a Abraham dónde estaba el animal para el holocausto. Abraham siempre le respondía que el Señor proporcionaría uno a su momento. Al llegar, el padre mandó acomodar la leña en un altar improvisado, y puso a su hijo Isaac sobre la pila de leña. Pero justo cuando tomaba el cuchillo para matarlo, se le ordenó desistir. Fue cuando oyó la voz del Señor que le decía: “No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas daño alguno. Ahora me doy por satisfecho de que temes a Dios, Apócrifos del Génesis

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pues no has perdonado a tu único hijo por amor a mí. Yo te llenaré de bendiciones, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y como la arena que está en la orilla del mar. Y por un descendiente tuyo serán bendecidas todas las naciones de la tierra, porque tú has obedecido mi voz”; y en ese lugar Dios le dio un carnero que Abraham sacrificó en lugar de su hijo Una vez que terminó de leer la citación, el padre Paolo arrimó maquinalmente el block un poco más cerca de sí, frunció el ceño, y se puso a anotar con letra clara en una página en blanco: -¿Existió Abraham? En los tiempos modernos, las opiniones eruditas sobre historicidad han oscilado entre el escepticismo de exégetas alemanes que lo relegaron a la categoría de una figura mítica, y los juicios más positivos emitidos a partir de descubrimientos arqueológicos en Mesopotamia. En la Edad Media, sin embargo, nadie dudaba de que Abraham hubiese existido, y prácticamente todos aquellos que vivían entre el subcontinente indio y el océano Atlántico, alegaban descender de ese patriarca de Ur. Quizás metafóricamente los cristianos; o literalmente los musulmanes y los judíos. En todo caso, los judíos tenían un documento para probarlo, que era la colección de textos reunidos en la Torá, en el que cuentan las historias de los descendientes de Abraham. Apócrifos del Génesis

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Cuando concluyó la escrita, Paolo alzó los brazos y cruzó los dedos en su nuca, entregándose a meditar por algunos minutos sobre la veracidad de todo lo que había leído hasta el momento. Dándose por satisfecho con sus conclusiones, halló por bien retomar la lectura a partir del parágrafo que expresaba que, no en tanto en Génesis 17:21 se narra la “aparición en Mambré”, llegando a mencionar que Yahvé se le apareció a Abraham junto al encinar de Mambré, cuando éste venía acompañado por dos ángeles, los tres en forma humana. El pastor acoge a estos huéspedes en su casa y, en la hora de comer, uno de ellos le reitera que Sara tendrá un hijo de ahí en un año. Poco después los tres se marchan de ahí en dirección a Sodoma en compañía de Abraham, cuando éste intercede ante Yahvé pidiéndole que no destruya a toda la ciudad por causa de un puñado de pecadores. Le ruega que no la destruya si encuentra primero cincuenta, luego cuarenta y cinco, después cuarenta, treinta, veinte, y así hasta diez hombres justos dentro de la ciudad. En cada una de las ocasiones, Yahvé le responde que si los encuentra, perdonará a todo aquel lugar en consideración a ellos. Los dos ángeles siguieron para Sodoma, donde los recibe Lot en su casa, cuando pronto una multitud se reúne alrededor de la vivienda exigiéndole que les entregue a los Apócrifos del Génesis

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dos hombres de manera que puedan abusar de ellos. No en tanto, Lot les ofrece a sus hijas, pero los hombres de la ciudad no aceptan y le siguen presionando, hasta que los ángeles intervienen y los hirieron de ceguera. Por la mañana, ellos le dicen a Lot que huya y que no mire hacia atrás mientras aquellas ciudades son destruidas. Sin embargo, su esposa le desobedece y queda convertida en una estatua de sal. Poco después de estos acontecimientos, Abraham, que habitaba como forastero en Guerar, hace un pacto con el rey Abimelec. Es entonces cuando nace Isaac, de su esposa Sara, estéril hasta avanzada edad, y el cual es considerado el único heredero (Gen. 17:19; 21:10-12), y el mismo que fue padre de Esaú y Jacob (en Israel). El padre Paolo hizo otra pausa en la lectura, y realizó una nueva anotación en su block: -Un rasgo recurrente de la historia de Abraham, son los convenios realizados entre él y Dios, y los mismos que se reiteran y reafirman varias veces. Como cuando a Abraham se le dice que abandone la ciudad de Ur Casdim, y el Señor le promete: “Yo haré de ti un gran pueblo”. El padre repasó su anotación, y al seguir leyendo el libro, observa que allí consta que después que Abraham se separa de Lot, Dios aparece y promete darle, a él y su descendencia: “Toda la tierra que tú ves, y que Apócrifos del Génesis

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multiplicaría su posteridad como el polvo de la tierra”. Y así fue que después de la batalla en el valle de Sidim, el Señor reaparece y le confirma su promesa, cuando le profetiza: “tus descendientes morarán como extranjeros en una tierra extraña, en la que serán esclavos y se verán oprimidos durante cuatrocientos años”. Por entonces Abraham hace un sacrificio y acepta el pacto y Yahvé declara: “A tu descendencia doy esta tierra, desde el torrente de Egipto hasta el gran río, el Éufrates; al quineo, al quineceo, al cadmoneo, al jeveo, al fereceo, a los refaim, al amorreo, al cananeo, al guerguesco y al jebuseo”… Pero Paolo notó que había una observación al pie de la hoja, en la que mencionaba lo siguiente: “Este pacto se refiere a la descendencia de Abraham a través de su hijo Isaac. El pacto no pasaría, sin embargo, a todos los descendientes de Isaac, sino que de Isaac el pacto se transmitió sucesivamente a Jacob, José y Efraím, de manera que mientras se profetizaba que el Mesías provendría de Judá, hijo de Jacob, esto es el pueblo judío, en realidad, el derecho de nacimiento de muchas naciones permanecieron con Efraím, hijo de José. Sin embargo, los efraimitas fueron derrotados por los asirios en el año 722 a.C. y dispersados por todo el Imperio Asirio, de manera que su identidad moderna se ha perdido. Muchos grupos han intentado reclamar esta identidad; empero, la mayor Apócrifos del Génesis

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parte de estos grupos están en América, Gran Bretaña y Australia, lugares que en realidad no corresponden con las especificadas en el pacto con Abraham”. A Paolo le pareció que aquel resalvo era una acotación oportuna, y continuó con la lectura. La siguiente hoja mencionaba que Sara murió a los ciento veintisiete años de edad y fue enterrada en la caverna de los Patriarcas, cerca de Hebrón, la misma que Abraham había comprado a Efrón el jeteo, junto con el campo adyacente. Puede que Abraham, recordando por este hecho, y probablemente debido a su propia ancianidad y la consecuente incertidumbre de su vida, se motivase para procurar asegurar una alianza matrimonial entre Isaac y una rama femenina de su propia familia. Fue entonces que su siervo, quien tradicionalmente es identificado con Eliezer, es enviado a Mesopotamia, para encontrar entre la parentela de Abraham a una mujer para su hijo Isaac. Eliezer marchó a realizar el encargo con prudencia, y regresó con Rebeca, hija de Batuel, nieta de Najor, y, en consecuencia, sobrina-nieta de Abraham y sobrina segunda de Isaac. Sin embargo, muchos comentaristas bíblicos creen que Rebeca era aún una niña cuando se casó con Isaac, mientras que Isaac tenía ya cuarenta años, pero no hay confirmación documental de ello.

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En todo caso, -mencionaba el manuscrito-, Abraham vivió bastante tiempo después de estos acontecimientos; y tras la muerte de Sara, tomó otra esposa, una concubina llamada Cetura, de la que tuvo seis hijos, Zamrán, Jocsán, Medán, Madián, Jesboc y Sue. Pero él murió a los ciento setenta y cinco años de edad, en cuanto a leyenda judía dice que iba a vivir ciento ochenta años. En todo caso, su muerte ocurrió porque Dios, a propósito, acabó con su vida porque sintió que Abraham no necesitaba pasar por el dolor de ver los perversos hechos de su nieto Esaú. Fue enterrado por sus hijos Isaac, de unos setenta y seis años de edad, y por Ismael, de unos ochenta y nueve años, en la caverna de los Patriarcas, también conocida como la caverna de Macpela, que es donde había depositado los restos de su amada Sara. Al llegar al fin de una nueva carilla, Paolo viró la página, y encontró una hoja anexada en la que se leía un título: -ConclusionesAllí pudo notar que, escrito con letra diferente a la que contenía el resto del libro, alguien había comentado que Abraham fuera considerado el padre y fundador del judaísmo; y que Jacob, hijo de Isaac, tuvo 12 hijos que fundaron las Doce Tribus de Israel, siendo uno de ellos Judá. Por tanto, todos los israelitas consideraban como descendientes de Judá al Rey David y el Rey Salomón; Apócrifos del Génesis

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mientras que por su vez, los cristianos y los musulmanes lo consideran el padre de los creyentes. No obstante a esto, -continuaba a mencionar la carta-, algunas personas dudan de si en la tradición más antigua de este personaje se le atribuía una creencia monoteísta, dada la abundancia de nombres, algunos de ellos compuestos, que acompañan al de Yahvé. De hecho, los antiguos israelitas -antes del Cisma que acabó con la unidad de la nación- eran henoteístas. Las tradiciones más antiguas acerca de Abraham, que más o menos comenzarían a ser escritas en tiempos de Salomón, bien podrían haberlo considerado padre del henoteísmo en vez del monoteísmo. Pero no sería sino hasta las reformas religiosas -alentadas por ciertos profetas de Yahvé y algunos reyes del Reino del Sur, Judá-, cuando se reinterpretaría la tradición acerca de Abraham. Sin embargo, las principales verdades de la fe de la Iglesia Católica se encuentran expresadas y resumidas en el Credo Niceno-Constantinopolitano y en variadísimos documentos de la Iglesia, como por ejemplo, en el Catecismo de la Iglesia Católica y en el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica. Al terminar de leer la epístola, Paolo notó que la hoja no tenía firma ni fecha, como tampoco había indicación de quién había realizado un análisis tan conclusivo. Entonces Apócrifos del Génesis

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tomó nota en su block de rascuño, que en algún momento debía verificar la caligrafía de dos personas, y colocó tres puntos suspensivos a seguir de la última palabra que escribió. -Creo que será mejor, que de ahora en adelante, no registre nombres al azar; no sea que estos queden perdidos por ahí. Nunca se sabe… -llegó a raciocinar dubitativo, mientras anotaba mentalmente cuales serían esas personas que le hacían dar diente con diente. Su mente se refería específicamente a los cardenales Ottaviani y Tomko. De pronto observó su reloj, y se dio cuenta que estaba en la hora de comer algún bocadillo, pues así se lo estaba haciendo recordar su barriga, que por su barullo, más bien parecía a un gato ronroneando. Al retornar a su sala de trabajo, pasó el resto de la tarde leyendo sobre los acontecimientos que ocurrieron en toda aquella región con los descendientes del primer patriarca, y al final del periodo vespertino se retiró para cumplir con los cánones cristianos de clérigo. -Mañana continuaré si Dios permite -expresó al cerrar el libro.

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6 La Libertad de un Pueblo Como si ya estuviera volviendo una costumbre, al día siguiente Paolo volvió a llegar nuevamente temprano por la mañana. Las grandes puertas en la Congregación recién estaban siendo abiertas; pero él ya había decidido que dé inicio no hablaría con nadie para poder entregarse a retomar lo cuanto antes la lectura. Minutos más tarde se vio abriendo la tapa gruesa del segundo libro a revisar. Correspondía al relato secuencial del primero, y mencionaba que alrededor del 1300 a.C., el hambre había hecho emigrar a los judíos de Palestina hacia Egipto. No obstante al llegar, estos fueron recibidos Apócrifos del Génesis

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como huéspedes por José, un judío que por entonces era el primer ministro del faraón egipcio, a quien en su juventud sus envidiosos hermanos lo habían abandonado en el desierto. Pero resultó que tras la muerte de José y la asunción de un nuevo soberano, la situación de la política interna mudara radicalmente y los judíos terminaron por ser tomados como esclavos, cuando entonces pasaron a ser usados como mano de obra forzada para construir la residencia del faraón Ramsés II. Existen referencias -mencionaba el manuscrito-, que poco antes de nacer Moisés, el faraón promulgara una ley que exigía que todos los recién nacidos israelitas fueran arrojados a las aguas del Nilo. No en tanto, como Iojebed, la tía paterna y esposa del levita hebreo de nombre Arman, recientemente había dado a luz a un niño, ésta decidió esconderlo durante los tres primeros meses; y cuando no pudo ocultarlo más, lo colocó en una cesta embadurnada con barro en su interior y brea en el exterior para hacerla impermeable, y la llevó hasta las orillas del Nilo bajo el cuidado de Miriam, que siguió desde cerca el destino de dicha cesta. En cierto momento, la hija del faraón, que se bañaba en el río, encontró a Moisés dentro de aquella cesta. Miriam se acercó a ella y le aconsejó para que encargara el cuidado de Moisés una mujer hebrea, pero cuando la princesa Batía escogió quién debería cuidar de Apócrifos del Génesis

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Moisés, la elegida fue nada más y nada menos que su madre biológica. Así que ésta terminó por amamantarlo durante dos años, y después lo entregó a la princesa. A su vez, cuenta la tradición oral (recopilada en la Mishná), que con tan sólo tres años, cierto día Moisés estaba sentado junto a la familia del faraón y los ministros. Fue cuando Moisés bajó del regazo de Batía, caminó hacia el faraón, levantó su corona y se la colocó sobre su propia cabeza. El consejero del faraón Bilam, exclamó que aquel acto se trataba de una acción profética, la cual significaba que Moisés arrebataría un día el trono del faraón. Por tal motivo, un otro ministro sugirió hacer una prueba, en la que propuso que se colocara enfrente del pequeño un diamante y un trozo de carbón ardiendo para poder valorar la astucia del niño. Moisés no sólo agarró el carbón ardiente, como también se lo llevó a su boca. Con su imprudencia, la quemadura de los labios y de la lengua, terminaron por ocasionarle dificultad para el habla -una peculiaridad que está mencionada en la Torá y, por tal motivo quedó determinado por la tradición oral para el pueblo hebreo-, que la incapacidad de Moisés para la oratoria, los llevaba a pensar que su líder solo podía dirigirse a ellos por una influencia divina.

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Paolo observó con atención el trecho que mencionaba sobre la dificultad del habla del profeta, y no hallando discrepancias con sus conocimientos, prosiguió leyendo. Posteriormente, -se mencionaba en el manuscritocuando Moisés se hizo adulto, pasó a visitar asiduamente a los esclavos. Un día, al ver cómo un capataz egipcio golpeaba brutalmente a un supervisor hebreo llamado Datán, Moisés lo mató y ocultó su cuerpo bajo la arena, esperando que nadie estuviera dispuesto a revelar algo sobre el asunto. Al día siguiente, Moisés volvió a visitar al joven que había salvado anteriormente, y lo encontró peleándose ahora con su hermano, cuando intentó separarlos. Los dos hermanos, se enfadaron por causa de la intromisión de Moisés, y lo delataron al faraón. Como consecuencia, Moisés tuvo que huir de Egipto. -¡Ops! Juzgo que antes de llegar a este punto, hay otros episodios sobre Moisés que también merecen ser citados -recapacitó Paolo, pensativo… Tomó el lápiz y anotó en su block, el asunto y la página correspondiente al libro que estaba leyendo. -Mejor que consulte algunos documentos más tarde -deliberó, antes de reiniciar la lectura. No en tanto, -notó escrito en la frase siguiente-, Moisés, que se considera como otro de los grandes profetas de Israel, terminó más tarde por rescatar a su Apócrifos del Génesis

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pueblo esclavo de Egipto llevándolos al desierto. Pero cuando todos ellos llegaron al pie del Monte Sinaí, Dios le trasmitió sus mandamientos, grabándolos en tablas de piedra. Para guardarlas, los judíos hicieron un relicario que llamaron el Arca de la Alianza. Finalmente, tras muchos años de errar por el desierto de Sinaí, el grupo llegó a la tierra prometida de Canaán. Pero como castigo por causa de una transgresión pasada, a Moisés sólo le fue permitido verla de lejos. De hecho, correspondió a su sucesor, Josué, pasar a reclamar de ahí en adelante el derecho inalienable de los judíos. -¿Aquí falta algo? -reclamó Paolo con conciencia, y pasó a tomar nota nuevamente en su block, escribiendo que, al analizar el referido punto, faltaba mencionar la reseña sobre las diez plagas que cayeron sobre los egipcios y otros sucesos. -Lo tendré que ver después -se determinó, moviendo los hombros en señal de aquiescencia. Luego enseguida buscó retomar la lectura, justamente en el parágrafo que mencionaba sobre la sugerencia de ciertos historiadores, los cuales insinuaban que Moisés nunca existió como figura histórica, y que el Éxodo no fue más que un mito. Por otra parte, -constaba como un registro adicional en aquella hoja, y lo que llevó a Paolo pensar que Apócrifos del Génesis

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parablemente fuera realizado por quién había escrito dicho libro-, los documentos históricos sobre el tema están tan fragmentados, que los textos que son considerados extrabíblicos y que tal vez pudieran hablar de Moisés con más exactitud, puede que se hayan perdido para siempre en tiempos remotos. -Puede que sí -se dijo para sí-, pues por ejemplo, la parte que dice si el Éxodo tuvo lugar durante el fin de la era de los hicsos en Egipto en el siglo XVI a.C., tal y como lo afirman algunos expertos; o entonces, la que menciona que los documentos sobre Moisés posiblemente habrían llegado a ser destruidos de manera deliberada cuando los egipcios los expulsaron. -Consintió su pensamiento con una mueca, y continuó con su tarea. No en tanto, -estaba escrito a seguir, cuando retomó la frase inconclusa-, debemos tener en cuenta que las referencias adicionales sobre Moisés datan de muchos siglos después de la época en la que supuestamente vivió; y se desconoce si éstas se basan únicamente en la tradición judía, o si también han tomado aspectos de otras fuentes. Algunos escritores antiguos como Flavio Josefo, Filón de Alejandría y Manetón, ya hablaban de él. Pero también existen, por supuesto, los relatos antes mencionados en la Mishná y el Corán. De igual modo, en el siglo III a.C., Manetón, un cronista y sacerdote heleno-egipcio, llegó a Apócrifos del Génesis

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afirmar que Moisés no era judío, sino un sacerdote egipcio resentido, y que el Éxodo fue en realidad la expulsión de una colonia de leprosos. Incluso, si a Moisés se le acepta como figura histórica, hay varios aspectos del relato bíblico que pueden ser reinterpretados. Por ejemplo, la hipótesis de Manetón de que Moisés era egipcio, llega a ser absolutamente plausible para la Iglesia. Igualmente se ha sugerido que pudo haber sido un noble o príncipe egipcio influido por la religión de Atón, o simplemente como un simpatizante de la cultura hebrea. Otro punto, es sobre su verdadero nombre, pues Mosés es un seudónimo egipcio que significa “hijo” y que se ha utilizado a menudo en los nombres de los faraones, como por ejemplo TutMoses. Puede también que los hebreos hayan creado la historia a partir de los relatos de Sargón de Acad (mesopotámico) o de Edipo (griego) para lograr legitimar su creencia. Por otra parte, antiguamente las clases más bajas tenían por costumbre abandonar a veces a sus hijos; y además, está la hipótesis de que Moshe es una palabra hebrea que significa “rescatado de las aguas”. -Qué interesante análisis -razonó Paolo haciendo una pausa y estirando la espalda. Luego prosiguió leyendo. Poner fecha al Éxodo -decía- también ha sido un gran reto para muchos historiadores, por tanto, existen

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diferentes hipótesis, pero ninguna prueba histórica que pueda confirmar los siguientes puntos, como por ejemplo: - Alrededor del final de la era de los hicsos, tal y

como se narra previamente; - Alrededor del 1420 a.C., puesto que existen

documentos sobre la invasión de Canaán por parte de los habiru cuarenta años más tarde. Esta hipótesis casa bien con la idea actual de que el personaje histórico de Moisés era el décimo quinto príncipe del rey de Egipto del siglo XV a.C. llamado Ra-mose, que también desapareció de los expedientes egipcios alrededor de la época de la muerte de la reina Hatshepsut. - Durante el siglo XIII a.C., pues el faraón durante la

mayoría de ese tiempo fue Ramsés II, el cual se considera habitualmente que fue el faraón con el cual se tuvo que enfrentar Moisés, y conocido como “el faraón del Éxodo” o “el faraón opresor” de quien se dice haber obligado a los hebreos a construir las ciudades Pithom y Ramesés. Estas ciudades se conocen por haber sido construidas bajo Seti I y Ramsés II, haciendo a su sucesor Merenptah el posible “faraón del éxodo”. Sin embargo, en la estela de Merenptah del 5º año del citado faraón (1208 a.C.), se narra que “Israel está Apócrifos del Génesis

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acabado, no queda ni la semilla”. Además, en el año 1898 se descubrió la momia de Merenptah, demostrando que éste no había perecido ahogado. - Una hipótesis más reciente y controvertida, afirma

que Moisés era un noble de la corte del faraón Akenatón. Muchos estudiosos, desde Sigmund Freud hasta Joseph Campbell, sugieren que Moisés pudo haber abandonado Egipto tras la muerte de Akenatón (1358 a.C.) cuando las reformas monoteístas del faraón pasaron a ser rechazadas violentamente. Las principales ideas que apoyarían esta hipótesis, serían que la religión monoteísta de Akenatón era la predecesora del monoteísmo de Moisés, y una colección contemporánea de las Cartas de Amarna, escritas por los nobles para Akenatón, describen bandas asaltantes de habirus atacando el territorio egipcio. Paolo necesitó leer dos veces toda la relación de hipótesis, así como dedicarle algunos minutos a su análisis; pero terminó por abandonar su criterioso examen y continuó leyendo a partir del parágrafo que mencionaba que, en todo caso, lo que tenemos en realidad, es que Moisés pasó a ser considerado un personaje importante del judaísmo, el cristianismo, el islam y la fe bahá'í. Por tanto, baso mis predicados en el Apócrifos del Génesis

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relato de la Torá, donde se llega a narrar cómo Moisés logró liderar junto a su hermano Aarón la salida de los hebreos de Egipto, y recibió la Torá de manos de Dios -Yahvé- tras haberle sido dictada por inspiración divina en el monte Sinaí. Por ende, la Torá comprende la historia de la vida de Moisés y de su pueblo hasta la muerte de éste a la edad de 120 años, que según algunos cálculos exegéticos, tuvo lugar en el año judío de 2488, que equivale a 1272 a.C. Además, considerando lo que sí tenemos desde el punto de vista de los judíos, es que hay multitud de historias e información adicional sobre la vida de Moisés en las exégesis rabínicas conocidas como Midrásh, así como en los textos más importantes de la ley oral judía, del Mishná y del Talmud. En cuanto que para los cristianos, se sabe que Moisés es demostrado a menudo como un símbolo del contraste entre el judaísmo tradicional y las enseñanzas de Jesús. Los propios escritores del Nuevo Testamento comparan las palabras y los hechos de Jesús con los de Moisés, para explicar la misión de Jesús. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, por ejemplo, el rechazo de Moisés cuando los judíos adoraban al becerro de oro, se compara con el rechazo a Jesús también por parte de los judíos. Igualmente, Moisés también figura en varios de Apócrifos del Génesis

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los mensajes de Jesús; como cuando conoce al fariseo Nicodemo por la noche, en el tercer capítulo del Evangelio de Juan, y compara el alzado de la serpiente de bronce en el desierto, en la cual cualquier hebreo podía mirarla para ser curado, con su propia ascensión a los cielos (tras su muerte y resurrección) de modo que la gente lo vea y sea curada. En el sexto capítulo, Jesús responde a sus seguidores que Moisés hizo que cayera el maná en el desierto diciendo que no había sido él, sino Yahvé, quien había obrado el milagro. Llamándolo el “pan de la vida”, Jesús afirma que ahora es él quien alimenta al pueblo de Yahvé. De igual modo, la carta de Judas contiene una breve mención de una disputa entre el arcángel Miguel y el diablo por el cuerpo de Moisés. Por consiguiente, la iglesia católica lo venera como santo, así como a todos los patriarcas y profetas del Antiguo Testamento. Por ende a mi apreciación, -continuaba a explicar el manuscrito-, desde el lado musulmán vemos que en el Corán, el libro sagrado del islam, la vida de Moisés (o Musa) se narra y se recuerda más que la de cualquier otro profeta reconocido por los musulmanes. Aunque el Corán reitera que es una figura principalmente judía, y se encuentran pocas diferencias. Pero ha de tenerse en cuenta que cuando se hace referencia al origen del Apócrifos del Génesis

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“Pentateuco” de Moisés, se ha asumido tradicionalmente que Moisés lo recibió de Yahvé y transcribió todos los textos de la Torá. Ésta sigue siendo la creencia de la mayoría de los cristianos y de la mayoría de los judíos ortodoxos. Sin embargo, los avances en la crítica textual han convencido a muchos expertos e historiadores de que estos textos, en la forma en que nosotros los conocemos actualmente, fueron tomados y adaptados de varias fuentes distintas. Por tanto, esta idea se discute en la hipótesis documental. El islamismo, por su parte, está de acuerdo con los estudios de crítica textual y la hipótesis documental. El Corán afirma que Yahvé reveló personalmente el texto de la Torá a Moisés, tal y como lo creen los judíos ortodoxos y muchos cristianos. Pero afirma también que el texto original de la Torá ha sido adulterado, manipulado y corrompido a lo largo de los siglos, por lo que hoy día, aunque aún contiene fragmentos de la revelación original, ya no es 100% una revelación divina. En ese sentido, para los musulmanes, la hipótesis documentaria y otros estudios que han sido realizados por eruditos bíblicos, revelan que la Torá como la conocemos hoy día, es el fruto del trabajo de varios autores a lo largo de varios siglos, y es la confirmación

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de lo que dice el Corán al respecto; por ello, defienden la idea de que la Torá actual no es 100% confiable. Al llegar a ese punto de la lectura, el padre Paolo paró de leer y recostó mejor su espalda en el respaldo de su silla, comenzando a meditar sobre lo que había leído hasta ese momento. -Bueno, tenemos que considerar que el historiador, en realidad, se encarga de reconocer sucesiones de hechos históricos, a través de numerosas fuentes de información. Su trabajo, entre otras cosas, consiste en ordenar cronológicamente los hechos y analizarlos. Este análisis, debe basarse en opciones metodológicas claras y explícitas, buscando determinar en qué medida se relacionan las acciones y las formas de sentir y de pensar que los humanos experimentaron en los sucesos del pasado. Y aunque mientras Paolo razonaba manteniendo la mirada fija en la ventana, ella era abstraída de lo que sucedía en la calle. En ese momento buscaba en su mente algunos datos que consideraba necesario acrecentar a aquella obliterada narración. Así que, algún tiempo después, tomó con decisión el lápiz y anotó en su block: -En una de las exégesis de Moisés, Najmánides llega a señalar que transcurrió un período prolongado entre la partida de Moisés de Egipto y su arribo a Madián. Una Apócrifos del Génesis

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vez allí, llegó a trabajar para Jetró (sacerdote en hebreo) de Madián, con cuya hija Séfora él se casó más tarde. Fue el lugar donde se dedicó durante cuarenta años como pastor, tiempo durante el cual nació su hijo Gershom. -Otro punto a considerar, -anotó Paolo- y según se narra en la Biblia, es que en cierta ocasión Moisés llevó a su rebaño al monte Horeb y allí vio una zarza que ardía sin llegar a consumirse. Cuando se volvió a un lado para observar más de cerca aquella maravilla, el Dios Yahvé le habló desde la zarza, revelando su nombre, es decir, su verdadero significado a Moisés. De igual modo, en la época del emperador Constantino, el monte Horeb fue identificado con el monte Sinaí, pero la mayoría de los expertos creen que se encontraba mucho más al norte. Y de acuerdo con la tradición, Yahvé le dijo a Moisés que debía volver a Egipto y liberar a su pueblo de la esclavitud. Por entonces Moisés le declaró a Yahvé que él no era el candidato ideal para realizar dicha obra encomendada, dado que al parecer éste padecía de tartamudez. Yahvé le aseguró que le proporcionaría el apoyo para su obra y le entregaría las herramientas adecuadas. Entonces Moisés le obedeció y regresó a Egipto, donde fue recibido por Aarón, su hermano mayor, y organizó una reunión para avisar a su pueblo de lo que debían hacer. Al principio, Moisés no fue muy Apócrifos del Génesis

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bien recibido; pero la opresión era grande y Moisés realizó señales para que su pueblo lo siguiera como un enviado de Yahvé. Sin embargo, según el relato bíblico, lo más difícil fue persuadir al faraón para que dejase marchar a los hebreos. De hecho, estos no obtuvieron el permiso para partir hasta que Yahvé envió diez plagas sobre los egipcios. Estas plagas, una palabra mal empleada, pues en el hebreo bíblico se habla más bien de “señales”, culminaron entre otras cosas, con la matanza de los primogénitos egipcios, lo cual causó tal terror entre los del pueblo y ordenaron a los hebreos que se fueran de sus tierras. Paolo repasó minuciosamente su escrita, y halló por bien adicionar lo siguiente: -Sobre la travesía por la península del Sinaí, debería agregarse que ésta se dio por una serie de parajes inhóspitos, y que sin duda resultó muy dura para la gran masa de personas, y por tanto, muchos empezaron a murmurar contra sus líderes (Moisés y Aarón), aduciendo que era mejor estar bajo el yugo egipcio que padecer las penurias de la travesía. A partir de ahí, Moisés realizó innumerables milagros, buscando con ello aplacar de algún modo la dureza de la travesía y demostrar al pueblo de Israel que era Yahvé quien los guiaba. Apócrifos del Génesis

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-En ese sentido, -continuó a escribir con entusiasmolas manifestaciones divinas fueron pródigas, ya que por ejemplo, para alimentarlos, Yahvé hizo llover maná del cielo. Para beber, les dio múltiples fuentes de agua, como la fuente de agua amarga convertida en agua dulce; o la roca en la cual Moisés perdió el derecho de entrar en la Tierra Prometida, a causa de no alabar correctamente a Dios. Como consecuencia de las exégesis de Moisés, resulta que en su travesía por los desiertos, los de Israel lucharon por primera vez contra los amalecitas, que eran un pueblo principal, a los que vencen solo por la pujanza de Moisés. (Éxodo 17:8). Israel además vence a Arad, a los amorreos liderados por Sehón (Números, 21), y rodean tierras por donde no se les permite combatir ni se les da el paso, como es el caso de las tierras de Edom. Pero en el monte Sinaí, el pueblo judío fue organizado doctrinalmente por el sacerdocio menor de Aarón, y se les inculcan estatutos, mandamientos y por sobre todo, el desarrollar fidelidad a los convenios con Yahvé. Esta historia es contada en el Levítico… En el mismo monte, Yahvé entrega el Decálogo de los Diez Mandamientos, pero al bajar Moisés junto a Josué, encuentra a su pueblo adorando un becerro de oro. Esta perversión a los ojos de Yahvé, terminó resultando en un castigo que originó la muerte de quienes lideraban estas prácticas paganas. Apócrifos del Génesis

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-Pero pronto veremos que situaciones como esta se sucederían varias veces en el trayecto hacia Palestina -anotó Paolo con convicción-. Yahvé le volvió a dictar sus diez mandamientos y, para transportar las sagradas escrituras, se construyó el arca de la alianza. Para portar dicha arca, también se construyó el Tabernáculo, que sería el transporte del arca hasta que se llegara a la tierra prometida, donde se construiría un templo donde albergarla. Paolo repasó su escrita y se sintió satisfecho con lo mencionado en sus apuntes, los cuales consideró un poco más esclarecedores, pero halló por bien agregar una otra información: -Ya cerca de la tierra prometida, Moisés encomienda a 12 espías el investigar y hacer un reporte de las bondades de la tierra de promisión, pero al volver, 10 de los 12 hombres, terminan por notificar un reporte sumamente desalentador sobre las gentes que moraban sobre estas tierras, inculcando miedo a las huestes armadas y por sobre todo desconfianza a las promesas de Yahvé. Dicha historia es contada en el libro de Números. -Según esos textos, Yahvé, al ver el miedo de su pueblo elegido, prohibió la entrada de todo varón de guerra (mayores de 20 años) a la tierra de promisión, incluyendo al mismo Moisés a quien solo se le permitió Apócrifos del Génesis

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verla desde lo alto de un monte Nebo. Hay que aclarar, sin embargo, que la prohibición no incluía a los levitas (tribu a la que pertenecía Moisés), quienes no estaban registrados para la guerra, ni tampoco a Josué y Caleb, quienes sí mostraron fe en las promesas divinas. A Moisés no se le permitió entrar por un incidente anterior en el que se atribuyó crédito personal por un milagro de Yahvé, (según Números capítulo 20). -Ya estando cerca de Moab, Balac, -agregó-, el rey de los moabitas vio venir al pueblo de Israel por el margen oriental y teme de ellos, cuando manda llamar a Balaam, un sacerdote de Melquisedec (Números 22) para que maldiga al pueblo de Israel; pero Yahvé envía a un ángel a interponerse en el camino de Balaam hacia el monte de Bamot-Baal, siendo persuadido a bendecir al pueblo israelita y lo hace tres veces a pesar de los deseos de Balac. Finalmente, como resultado de cuarenta años de vagar por el desierto, todos los hebreos de aquella generación terminaron por morir en el propio desierto (Éxodo 16:35; Números 14:33,34, y Deuteronomio 1:13; 2:7; 8:2, 4). -En consecuencia, una nueva generación de hebreos libres, nacidos en el éxodo, llegó a la Tierra Prometida y entraron por fin a ella guiados por Josué. Como lo mencioné anteriormente, Moisés, permaneció junto con Apócrifos del Génesis

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aquellos que no iban a entrar a las tierras prometidas y, sabiendo que no estaba lejos la hora de su muerte, le pasó el mando a Josué. Éste cruza entonces el río Jordán dejando atrás casi 40 años de permanencia en el desierto de Parán y una distancia recorrida cercana a los 1.000 km desde que dejaron Pi-Ramsés en Egipto. Cuando murió Moisés, a la edad de ciento veinte años, éste fue llorado por su pueblo durante treinta días y treinta noches. Paolo paró de escribir y releyó con cuidado sus notas. Encontró que sus ideas estaban de acuerdo lo que mencionó, y separó las hojas que había llenado para conversar posteriormente con el cardenal Jozef. Aun no sabía si se las presentaría como propuesta o sugestión, pero pretendía darle su opinión personal. Una vez más observó la hora, y continuó leyendo el libro, a parir del renglón que mencionaba que entre los años 1220 y 1200 a.C., finalmente los judíos lograron conquistar Palestina. No en tanto, algunos consideren que esa lucha con los pobladores no fue justa, porque Dios estaba del lado de los judíos. Pero en realidad esa victoria nunca llegó a ser absoluta, ya que hubo guerras constantes con las tribus vecinas de los filisteos, moabitas, amonitas, amalecitas, idumeos y arameos; pero los judíos sobrevivieron a todas ellas por su destino singular, aunque aún indefinido. Apócrifos del Génesis

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Paolo forjó una nueva pausa y meditó sobre la última mención, ya que estaba claro que el matrimonio entre Dios y su pueblo elegido no había sido cosa fácil de conllevar. Terminó concluyendo que Jehová siempre fuera presentado como un Dios celoso, colérico cuando los judíos se volvían a otros dioses o quebrantaban el estricto código impuesto a su comportamiento, como lo eran los rituales exigentes y leyes precisas que siguieron a los Diez Mandamientos dados por Dios a Moisés en la cima del monte Sinaí. -Como no serlo -caviló entre murmurios-, si los judíos eran volubles y se apartaban de Dios para venerar ídolos como el Becerro de Oro, o dioses paganos como Astarté y Baal; y usaban a los profetas enviados por Dios para reprobarlos. Además, hasta los reyes, ungidos por Dios, también eran pecadores, como era el caso de Saúl, que desobedeció la orden de exterminar los amalecitas, y David, que sedujo a Betsabé, la esposa de Urías el Heteo, quien luego instruyó a Joab, el comandante de su ejército, para que colocase al mismo Urías al frente del más recio de los combates, y una vez allí, lo desamparase para que fuera herido y muriese… -Sí, no les fue fácil -finiquitó al momento que realizó un movimiento para estirar sus músculos

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quitándoles el entumecimiento, y tomando nuevamente el libro para dedicarse a su lectura. Allí contaba que fuera David quien, al final del primer milenio a.C., conquistara Jerusalén, el bastión de los jebuseos. Pero al pie de la fortaleza, en el monte Moab, cerca del lugar elegido por Dios para el sacrificio de Isaac, había una propiedad de un jebuseo llamado Ornán. Entonces, por orden de Dios, David la compró para emplazar allí un templo donde guardar la Arca de la Alianza, y a seguir acopió los materiales para construirlo, y el que finalmente fuera erguido por su hijo Salomón alrededor del 950 a.C. Fue el reinado de Salomón el que marcó el apogeo de un estado judío independiente, pues tras su muerte, Israel fue conquistada por poderosas naciones del este: los asirios, caldeos y persas. Como consecuencia, el templo de Salomón fue destruido por los caldeos al mando de su rey, Nabucodonosor, en 586 a.C., y los judíos fueron llevados como esclavos a Babilonia. Siete décadas después, los caldeos fueron conquistados por los persas, cuando su rey, Ciro, permite a los esclavos judíos volver a Jerusalén y reconstruir el templo en 515 a.C. No en tanto, en el siglo IV a.C., esa marea de conquistas desde el este tuvo un declino, en cuanto subía desde el oeste, cuando los persas fueron derrotados por Apócrifos del Génesis

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los macedonios, comandados por su joven rey Alejandro III, el Magno, quien era hijo y sucesor de Filipo II de Macedonia. Su padre le había preparado para reinar, proporcionándole una amplia experiencia militar y encomendando a Aristóteles su formación intelectual. Y así fue como Alejandro Magno dedicó los primeros años de su reinado a imponer su autoridad sobre los pueblos sometidos a Macedonia, que habían aprovechado la muerte de Filipo para rebelarse. Luego enseguida, en el 334 a.C., lanzó a su ejército contra el poderoso y extenso Imperio Persa, continuando así la empresa que su padre había iniciado poco antes de morir: una guerra de venganza de los griegos bajo el liderazgo de Macedonia contra los persas. En su reinado de 13 años, terminó por cambiar por completo la estructura política y cultural de la zona, al conquistar el Imperio Aqueménida y dar inicio a una época de extraordinario intercambio cultural, en la que todo lo griego se expandió por los ámbitos mediterráneo y próximoriental. Es el llamado Período Helenístico que fue del 323 al 30 a.C… Tanto es así, que sus hazañas lo han convertido en un mito y, en algunos momentos, en casi una figura divina, posiblemente por la profunda religiosidad que manifestó a lo largo de su corta vida.

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Así pues, tras consolidar la frontera de los Balcanes y la hegemonía macedonia sobre las ciudades-estado de la antigua Grecia, poniendo fin a la rebelión que se produjo tras la muerte de su padre, Alejandro cruzó el Helesponto hacia Asia Menor en 334 a.C., y comenzó la conquista del Imperio Persa, regido por Darío III. Victorioso en las batallas de Gránico en 334, Issos en 333, Gaugamela en 331 y de la Puerta Persa en 330, se hizo con un dominio que se extendía por la Hélade, Egipto, Anatolia, Oriente Próximo y Asia Central hasta los ríos Indo y Oxus. Y una vez que había avanzado hasta la India, donde derrotó al rey Poro en la batalla del Hidaspes en 326, la negativa de sus tropas a continuar hacia Oriente le obligó a retornar a Babilonia, donde falleció sin completar sus planes de conquista de la península arábica. Por consiguiente, con la llamada “política de fusión”, Alejandro promovió la integración de los pueblos sometidos a la dominación macedonia promoviendo su incorporación al ejército y favoreciendo los matrimonios mixtos. Él mismo llegó a casarse con dos mujeres persas de noble cuna. Pero el conquistador macedonio llegó a fallecer en circunstancias oscuras, dejando tras de sí un imperio sin consolidar. El control sobre diversas regiones era débil en el mejor de los casos, y había partes del norte de Asia Apócrifos del Génesis

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Menor que jamás se hallaron bajo dominio macedonio. Al morir sin nombrar claramente un heredero, le sucedió su medio hermano Filipo III Arrideo (323–17), que era deficiente, y su hijo póstumo Alejandro IV (323–9). Pero ambos eran meros figurones, pues el verdadero poder siempre estuvo en manos de sus generales, los llamados diádocos (sucesores), que iniciaron una lucha despiadada por la supremacía que conduciría al reparto del imperio de Alejandro y su fraccionamiento en una serie de reinos, entre los cuales acabarían imponiéndose el Egipto Ptolemaico, el Imperio Seléucida y la Macedonia antigónida.

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Mapa que muestra la máxima extensión del imperio de Alejandro, la ruta seguida por éste a lo largo de sus conquistas, y en esta, algunas de las ciudades fundadas por él, las Alejandrías

El padre Paolo se mantuvo durante breves minutos silencioso, observando el mapa que mostraba las rutas recorridas por Alejandro Magno, y exhaló un soplo de desánimo, porque en realidad, esa muerte prematura había permitido la división de un vasto impero entre ambiciosos generales, llevando a los tolomeos asentados en Egipto y los seléucidas asentados en Mesopotamia, a disputarse entre ellos el control de Palestina que, con la ausencia de un rey, se le concedió al sumo sacerdote de Jerusalén el derecho de asumir muchas de las funciones entre los judíos. -Si hubiese vivido un poco más, tal vez la historia de la región habría sido diferente -balbuceó y bostezó al fin, cuando el tilinteo del teléfono lo trajo a la realidad.

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7 Fuerzas Paralelas El padre Paolo venía caminando sosegadamente de a pie por la Via della Conciliazione, pero, al tomar el pasaje izquierdo que se encuentra protegido por las 142 columnas de estilo dórico de 16 metros de altura cada una, y las que franquean la Plaza de San Pedro en todo su alrededor, no le extrañó la eventualidad de ver tan temprano, en una mañana de viento frio, a dos extrañas figuras vestidas de manera impecable, con una gabardina negra y de sombreo de fieltro de igual color, paradas junto a una de ellas. Apócrifos del Génesis

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En un primer momento, Paolo le quitó importancia a su visión, mismo encontrando a esos dos hombres en una actitud algo extravagante. Sin embargo, cuando estuvo a tan sólo cuatro pasos, uno de ellos, el que estaba fumando, se adelantó para interceptarle el camino y, mientras lo miraba fijo a los ojos, le preguntó: -¿Por acaso usted es el padre Paolo Dell Messi? -Sí -titubeó el padre, admirado y curioso a la vez, mirando de frente a uno y otro. -¿De la orden de los Agustinos? -agregó el inquiridor individuo que se mantenía apartado y con las manos metidas dentro de los bolsillos de su gabán. -El mismo, señor… -llegó a balbucear el padre, que se mantuvo con el rostro serio, y expresándose con un tono de voz altivo mientras buscaba organizar sus ideas… -¿Qué se les ofrece? -halló por bien preguntar, mismo sabiendo que esa era una pregunta retórica, pues ningún bandido estaría dispuesto a dar mucha explicación a sus actos y pretensiones. -Sabemos que usted ha sido llamado para trabajar en el Congregatio pro Doctrina Fidei. -le confidenció el que estaba parado a su frente, emendando con voz ruda: -¿Por acaso, usted ha sido encargado de proseguir con el tema que cuidaba el padre Tamayo?

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-¡Señores!.. Lamento informarles que no conozco a ningún padre Tamayo… Como igualmente tampoco les puedo confidenciar cuales son mis responsabilidades actuales en la Congregación -les respondió altivo, tal vez de una manera marcial, mientras esbozaba una defensa infundada y apretaba más el sostén de su portafolio entre sus dedos. -No se precipite, padre -anunció en tono amenazador, el hombre que estaba más próximo a él-. Nosotros ya cuidamos de este asunto desde hace mucho tiempo -agregó de manera hosca. -No sé lo que ustedes pretenden conmigo, ni a quiénes representan… -alcanzó a expresar Paolo con un poco de enfado, pasando a especular que aquellos individuos estarían representando alguna entidad secreta y misteriosa. -Puede que usted no conozca a su antecesor, pero sabe muy bien a lo que me refiero… ¿Verdad? -amenazó uno de ellos acercando más su rostro. En ese instante, al padre Paolo le temblaron las rodillas mientras imaginaba una respuesta, pero sin decir más, esquivó a quien le estaba cortándole el camino, y se echó a andar con pasos decisivos. Pero no logró alejarse mucho, cuando escuchó al segundo hombre enunciar con voz amenazante:

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-¡Padre!... Le recomiendo que rece para que no le ocurra nada igual que a él. Paolo no se volvió para responderles, y halló por bien apurar más sus pasos rumbo a la sede de la Congregación, donde supuso que estaría más protegido de coacciones y ultimatos de personas que no conocía. Sin embargo, durante su perplejo andar, mil preguntas pasaron a invadirle la mente mientras largaba vez por otra su mirada asustadiza por sobre su hombro, queriendo observar por si alguien le seguía sus pasos… Empero, mientras andaba, sentía que tres cuestiones importantes lo ofuscaban: -¿Quién era el padre Tamayo?... ¿Qué habría sucedido con él?... ¿Por qué ellos querían saber sobre el trabajo que estaba realizando? No encontraba respuestas para ninguna de ellas, y sus suposiciones le causaban más seísmo que el propio frio de aquella mañana. Cuando alcanzó a divisar el edificio de la hermandad se sintió más tranquilo, aunque su tensión estaba toda condensada en su mano, ya que aún apretaba con fuerza desmedida la empuñadura de su cartapacio. Al entrar al edificio, saludó al conserje sin exteriorizar su habitual sonrisa, y se dirigió directo a la sala de Jozef. -¿Qué le ha pasado, padre? -Dijo el impresionado cardenal al verlo entrar tan extremado en su sala. Apócrifos del Génesis

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-Necesito hablar con usted, Eminencia. Sé que no es el mejor horario para venir, pero… ¿Puede concederme unos minutos? -apuntó vacilante, mientras leves gotas de sudor perlaban su frente, -Por supuesto, padre Paolo… Parece que usted acaba de ver un difunto… Siéntese. Siéntese -indicó conmovido. -¿Quiere que solicite que le sirvan un té,… o un vaso de agua? -ofreció el cardenal, al ver la respiración agitada del visitante. Paolo estaba lívido. No se había percatado que sudaba y el susto le había hecho perder el color de su piel. Entonces respiró hondo y exhaló con fuerza el aire de sus pulmones buscando calmar la adrenalina. Sin embargo, cuando abrió la boca para pronunciar las palabras, estas le salieron atropelladas. -¿El padre Tamayo, trabaja en esta casa? -fue lo primero que se le ocurrió preguntar. El cardenal lo miró de manera serena, observando la fisonomía aprensiva de Paolo y midiendo la respuesta que daría. Segundos después, atravesó los dedos de sus manos en el vientre, y le devolvió la respuesta con otra pregunta: -¿No quiere contarme todo desde un principio, padre? ¡Quizás sea mejor! -sugirió calmamente. Paolo aún estaba algo sobresaltado, y al bajar la mirada, notó que las manos estaban pegajosas y las tenía Apócrifos del Génesis

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depositadas sobre el portafolio que descansaba en sobre sus rodillas. Soltó más un largo suspiro, y comenzó a relatarle aquel breve y sorpresivo encuentro matutino en la Plaza San Pedro. Observó que mientras él hablaba, la fisonomía del cardenal se mantuvo impávida, serena, como si estuviese escuchando la confesión de un devoto. Jozef lo escuchó en silencio, evaluando con cuidado cada detalle de la descripción de los hombres, y tasando el contenido de la amenaza. Cuando habló por fin, no le quitó valor a la recitación de Paolo y buscó trasmitirle tranquilidad. -No te preocupes, Paolo. Ya descubriremos quienes son… Has hecho bien en no contarles nada sobre tu misión. Sobre seguro que están atrás de la información del pergamino, y creen que la obtendrán por tu intermedio -fue expresando con voz pausada, clara y serena, como si quisiese quitar de la espalda de su interlocutor toda la importancia del asunto. -Ve a tu sala y ponte a trabajar… Yo me encargaré de esto, Paolo -ordenó de manera templada. -¿Y el padre Tamayo?... ¿Quién es, dónde está? -insistió el padre-. Tenemos que avisarle -recomendó. -No te preocupes, Paolo. Él ya no está aquí. -¿Murió? -exclamó el padre con los ojos agrandados. Apócrifos del Génesis

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-No, no ha muerto, aunque debo confidenciarte que se encuentra muy enfermo -le expuso el prelado, haciendo un gesto tristeza con los músculos de su rostro. -¿Por acaso ese padre trabajaba aquí, Eminencia? -balbuceó Paolo-. ¿Cuál era su situación en esta casa? -Lo mismo que tú haces ahora Paolo -le respondió Jozef de manera concisa-. Comenzó hace unos siete u ocho meses. Un poco antes del fallecimiento de nuestro Vicario de Cristo, Juan XXIII. -¿Y qué ocurrió con él, Eminencia? -insistió en saber. -Algunas semanas después de comenzar, se enfermó. De inicio parecía ser una gripe fuerte, pero su salud fue declinando a cada semana que pasaba, y hoy se encuentra internado en una clínica, postrado en una cama -le relató el cardenal con voz alicaída. -¿Y qué es lo que dicen los médicos?... ¿Hay alguna perspectiva de mejora? -intimó Paolo. -No saben lo que indicar. Parecería que su estado crítico tiene origen en una virosis que contrajo en África algunos años antes de volver a Roma… -respondió Jozef, que hizo una pausa, bajó sus ojos al suelo, y agregó con voz sufrida: -Todos los días elevamos nuestras preces al Señor, para que se apiade de su padecimiento. -¡Amén! -concordó Paolo con tristeza. Apócrifos del Génesis

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-Va en paz, Paolo -ordenó el cardenal-. Deja que nosotros cuidemos de tu caso -solicitó, al momento que tomaba sus gafas de lectura y se las colocaba. El padre se retiró aturdido a su sala de trabajo, pero al llegar, no consiguió dar inicio a la lectura. En vez de ello, se postró de pie junto a la ventana, cruzó las manos en su espalada y comenzó a rezar por la salud del padre Tamayo, a quien en realidad no conocía, pero mismo así le despertaba misericordia. Fue el estridente sonido de la campanilla del teléfono quien lo sacó de vez de su liturgia y haciéndole dar un respingo. Cuando atendió la llamada, escuchó pronunciar una orden dada por una voz que sonaba determinante: -¡Ven ya a mi sala, Paolo! -esta vez, era el cardenal Ottaviani quien lo llamaba con cierta urgencia. Al entrar en aquella espaciosa sala, el padre Paolo aún mantenía una fisionomía circunspecta, la cual no escondía su estado aturdimiento, y la que no mudó mismo que las palabras del cardenal sonasen cordiales y alegres. -Siéntate, hijo mío -le ordenó Ottaviani junto a una sonrisa tímida-. Cuéntame tú lo que ha sucedido hoy -agregó afable dentro de un tono severo. El padre pasó a relatarle los hechos sin quitarle o ponerle fantasías al encuentro, mientras el cardenal lo escuchaba atentamente. Una vez que Paolo se tomó el Apócrifos del Génesis

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tiempo necesario para mencionar cada detalle de aquella mañana, notó que el prelado descruzaba sus dedos y se acercaba a la mesa para mencionar en voz baja: -Tú sabes muy bien que en nuestra iglesia existen diversas órdenes religiosas… Muchas más de lo que a mí me agrada -explicó con un mohín-, y que de igual modo, hay 23 iglesias sui iuris. Esa exorbitancia nos hace madurar sobre el daño que hacen al pueblo de Dios los hombres y mujeres de la Iglesia que son unos trepas y tienen afán de éxito personal, los que usan al pueblo, a la Iglesia y a sus hermanos y hermanas, o a los que deberían servir, como si eso fuese un trampolín para sus propios intereses y el desarrollo de ambiciones personales… -Eso hace un gran daño a la Iglesia, mi querido Paolo -agregó luego de corta pausa-. Ni te lo imaginas -concluyó con palabras que utilizó más bien para denunciar el afán de alcanzar éxito personal en las fileras de la Iglesia. -No imaginaba que en el seno del Vaticano existiese una disputa tan ardua por el poder -ponderó el padre, absorto en las soflamas que acababa de escuchar. -No creo prudente extendernos ahora en ese tema, pero debes considerar que también hay fuerzas externas que tienen un gran interés en descubrir lo que menciona el pergamino… -¿De nuestra Iglesia, Eminencia? Apócrifos del Génesis

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-La lista es grande Paolo. No es sólo de ella, pues no te olvides que están los ortodoxos de Grecia, de Rusia, de América… Sin dejar de lado a la Mossad y el Shin Bet de Israel, los del Partido de Palmiro Togliatti, y muchos otros grupos con diversos intereses personales. -¿Y usted cree que estos hombres pertenecen a alguno de esos grupo inescrupulosos, Eminencia? -le preguntó Paolo, cada vez más atónito. -Tu descripción es un poco vaga, Paolo, ya que ellos no alcanzaron a mencionar de qué lado están ni a quién representan. Y, sobre todo el resto, aun no lo sabemos con exactitud, pero te garantizo que estamos trabajando arduamente para descubrirlo. El padre asintió en silencio, procesando mentalmente la información confidenciada por el cardenal. -Pero vamos de inmediato a lo que interesa, Paolo -añadió el cardenal de manera enérgica-. Ya ordené para Jozef, que providenciase junto con Agustoni, para hoy mismo dejar disponible un apartamento para ti. Mañana te mudarás para el Palazzo de la Via Pietro Venturi… Yo mismo resido allí -agregó, como si con ello buscase trasmitirle más seguridad al consternado padre. -Gracias, Eminencia -alcanzó a aprobar Paolo bajando la cabeza, pues al escuchar ese dictamen pareció sentirse más reconfortado. Apócrifos del Génesis

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-Pues entonces, ahora vete y continúa con tu tarea -le indicó el cardenal, al dar por encerrada la reunión. -¿Puedo hacerle una pregunta más, Eminencia? -Consiguió preguntar el padre antes de ponerse de pie. -Hazla, Paolo -autorizó el prelado. -¿Dónde está internado el padre Tamayo? -Aquí mismo en Roma, hijo mío. Está en el hospital policlínico Gemelli, en el Campus de la Universidad Católica... ¿Por qué?… ¿Tienes intención de hacerle una visita? -inquirió Ottaviani sin demostrar sorpresa. -Sí, Eminencia, si es que ello no interfiere en nuestros asuntos -propuso Paolo con inflexión taciturna. -En lo más mínimo, hijo mío -concordó el cardenal con una sonrisa-. Me parece óptimo, y puede que le haga bien si lo visitas y rezas un breviario junto a su lecho. Dime cuando quieres ir, para que el propio Casazza te lleve… No quiero que andes sólo por ahí. -Bueno, gracias nuevamente, Eminencia... Creo que la próxima semana iré a visitarlo… Así que por ahora nada más, Eminencia -agregó Paolo levantándose de su silla. En realidad, había una otra cosa que él pretendía comprender mejor, pero no se animó a preguntarlo en ese momento. Mientras se dirigía a su sala, se vio preguntando para sí -¿Qué tiene que ver el partido de Togliatti en todo esto? Apócrifos del Génesis

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-Ya lo descubriré -terminó por asentir. Minutos después de ingresar en su aposento de trabajo, Paolo retomó la lectura del libro en la parte que mencionaba que el futuro del Cercano Oriente había permanecido incierto durante unos años, pero cuando los generales del Imperio de Alejandro se lo dividieron entre sí después de su muerte, la ola del helenismo aumentó. Aunque mientras los Tolomeos de Egipto y los Seleucidas de Siria peleaban entre sí mismos por el territorio y el poderío, ellos estaban en completo acuerdo con relación a su misión social y cultural. Así lo afirma el historiador W.W. Tarn, al predecir que Alejandro “transformó el mundo, de tal manera, que nada después de su muerte podía ser como antes”. En principio, -mencionaba el manuscrito-, no hubo necesidad de una campaña beligerante contra los judíos, pues la leyenda hace de Alejandro su amigo. Se dice que Jadúa, el sumo sacerdote, salió a recibir a Alejandro contándole acerca de la profecía de Daniel respecto a que el ejército griego obtendría una gran victoria (Daniel 8). Por su vez, Alejandro permitió que los judíos observaran sus leyes, les otorgó exención contributiva durante los años Sabáticos, y cuando edificó Alejandría, en Egipto en 331 a.C., animó a los judíos a establecerse allá y les dio los mismos privilegios dados a sus compatriotas griegos. Apócrifos del Génesis

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Concomitante a esto, -constaba en el relato-, los aspectos materiales del helenismo debieron haber sido de gran atracción para extensos segmentos de la población; y las ocupaciones y el comercio produjeron riquezas en la nueva clase de comerciantes; a la vez que los estudiosos dieron la bienvenida a las escuelas y a las bibliotecas. Como consecuencia, la norma de vida ascendió al mejorarse la vivienda y la alimentación; y muchos en Israel, así como en otros lugares, se alegraron en aceptar esta influencia de la cultura griega. Por ende, si la idolatría de los judíos había sido la piedra de tropiezo en el período antes del exilio, el helenismo fue la gran tentación después de tal exilio. Por lo tanto, después de la muerte de Alejandro, la región de Judea estuvo primero bajo el yugo de Antígono, uno de sus generales. Pero cayó rápidamente en manos de otro general, Tolomeo I, nombre que significaba “Libertador”, y quien acabó por conquistar a Jerusalén en un día sábado en el año 320 a.C. -En realidad, estos hechos marcan una nueva era en toda Palestina -Paolo murmuró en silencio. En el párrafo siguiente, se mencionaba que Tolomeo, cuyo cuartel central de su reino estaba en Egipto, trató a los judíos bondadosamente, al punto que muchos de ellos se establecieron en Alejandría, ciudad que continuó siendo un importante centro judío durante muchos siglos. Fue Apócrifos del Génesis

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bajo el gobierno de Tolomeo II (Filadelfo), que los judíos alejandrinos tradujeron el Antiguo Testamento al griego. Esta traducción sería conocida más tarde como la Septuaginta, palabra que traducida significa “setenta”. En realidad, dicho nombre viene de los setenta judíos que fueron enviados de Judea para producir la traducción griega de las Escrituras Hebreas. Pero en verdad los traductores fueron 72, seis de cada una de las 12 tribus. Por entonces, los judíos en Palestina pasaron a disfrutar de un período de prosperidad durante el reinado de los tolomeos. Los tributos eran pagos directo al gobierno central en Egipto, a la vez que los asuntos locales pudieron ser administrados por los sumos sacerdotes, quienes eran los responsables de gobernar a su pueblo desde los tiempos pérsicos. La figura más grande entre los judíos del período de los tolomeos, fue Simón el Justo, el sumo sacerdote. Y él pasa a ser el sujeto de más alabanza en el Libro Apócrifo de Eclesiástico, el cual le llama: “Grande entre sus hermanos y la gloria de su pueblo”. Es a dicho sacerdote al que se le acredita la reconstrucción de las murallas de Jerusalén que habían sido destruidas por Tolomeo I, y se dice que fue él quien reparó el Templo y dirigió la excavación de una gran represa para suplir agua fresca para Jerusalén en los tiempos de sequía o del bloqueo por Apócrifos del Génesis

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algún pueblo enemigo. Además de su reputación como sumo sacerdote, Simón también es considerado como uno de los grandes maestros del antiguo judaísmo. Su axioma o máxima favorita era: “El mundo descansa sobre tres cosas: la Ley, el Servicio Divino y la Caridad”. -Sin embargo -evaluó Paolo con reciedumbre-, se sabe que la identidad de Simón el Justo da paso a un problema histórico, ya que un sumo sacerdote conocido como Simón I vivió durante la mitad del tercer siglo, y Simón II vivió cerca del año 200 a.C., lo que lleva a creer que uno de éstos sea probablemente el Simón Justo de la tradición y leyenda judía. Al finalizar su acotación, hizo mención de anotarlo, pero apartó la idea y retomó la lectura. La redacción comenzaba diciendo que en dicho periodo, la rivalidad evoluciona a tal punto entre las familias sacerdotales, que se despertó la porfía, ya que durante los tiempos del reinado de Tolomeo, las familias sacerdotales de Onías y Tobías se convirtieron en rivales. La casa de Tobías estaba a favor de los egipcios, y representaba la clase rica de la sociedad de Jerusalén. Esta familia puede que haya estado emparentada con la de Tobías el amonita (Nehemías 2:10; 4:3, 7; 6:1-19), la cual le dio muchos problemas a Nehemías. Empero, un escrito en papiro, del tiempo de Tolomeo II, nos informa de un Apócrifos del Génesis

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Tobías judío que era comandante de caballería del ejército tolomeo estacionado en Amanita, al este del Río Jordán, y los arqueólogos han descubierto un sepulcro magnífico y suntuoso del tercer siglo a.C. en Jordania Central, con el nombre de “Tobías”. Del mismo modo, se dice que los Tobías eran recaudadores de impuestos, ocupando la misma función u oficio de los republicanos del Nuevo Testamento. Josefo, el historiador, alcanza a declarar que Onías II rehusó pagar a Tolomeo IV veinte talentos de plata, que evidentemente significaría el valor correspondiente a las contribuciones requeridas de los sumos sacerdotes. Lo que significa que al rehusar pagar, Onías anunció su renuncia a la alianza con Tolomeo. Por otro lado, José, miembro de la casa de Tobías, tuvo éxito en nombrarse a sí mismo como “colector de contribuciones de las fincas” de todo el territorio de Palestina. En ese entonces, el colector de las contribuciones de las fincas tenía que ir cada año a licitar para la renovación de su licencia a Alejandría como colector de impuestos. José mantuvo esta influyente licitación pública durante veinte años, bajo los tolomeos primero, y después de la victoria de Antíoco III, bajo los seleucidas. Quienes eran los regentes de Siria en este período, son denominados seleucidas; y esto se debió a que su reino, Apócrifos del Génesis

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uno de los que continuaron al imperio de Alejandro Magno, fue fundado por Seleuco I (Nicator); donde la mayoría de los gobernadores primitivos pasaron a llevar el nombre de Seleuco o Antíoco; los que gobernaban desde la ciudad de Antioquía ubicada en las cercanías del Río Orontes. Sin embargo, la cultura griega pasa a ser forzada sobre los judíos, una vez que el ambicioso rey Antíoco III, de sobrenombre “el Grande”, librara una serie de batallas con Egipto. Y así es que en 199 a.C., termina por arrebatar a Palestina de mano de los tolomeos después de la batalla de Panion, en las cercanías del Río Jordán. Esto marcó el comienzo de una nueva era para la historia judía, pues aunque los tolomeos habían sido tolerantes con las instituciones judías, los seleucidas determinaron que debían forzar el helenismo sobre los judíos. La crisis llegó durante el reinado de Antíoco IV, mejor conocido como Antíoco Epífanes, quien encontró aliados en el partido helenista en Judea, ya que en los primeros días del reino de Antíoco IV, Jerusalén era gobernada por el Sumo Sacerdote Onías III, un descendiente de Simón el Justo y un judío estrictamente ortodoxo. Empero, el derecho del sacerdocio es dirigido para el mejor postor del momento, ya que los judíos que miraban favorablemente a la cultura griega, se oponían a Onías y Apócrifos del Génesis

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sostenían la causa de su hermano Jasón. Y así sucedió, que al prometer dar más tributos a Antíoco, Jasón triunfó en conseguir que le nombraran Sumo Sacerdote. Pero aunque Antíoco contemplaba el oficio de Sumo Sacerdote como un cargo político, el cual tenía el derecho de ocupar, los judíos más devotos consideraban que era divino en origen y que, el venderlo en una subasta, en realidad era un pecado contra Dios. Así que, una vez nombrado, Jasón pasó a animar a los helenistas que habían procurado su elección; y a partir de ahí se edificó un gimnasio en Jerusalén, los nombres griegos vinieron a ser comunes y la ortodoxia hebrea pasó a ser considerada oscurantista y obsoleta. Con todo, Jasón disputó con sus compañeros allegados y con su amigo helenista Menelao, de la tribu de Benjamín; pues según la Escritura del Antiguo Testamento, solamente los Levitas deberían ser sacerdotes. Por ende, Menelao el Benjamita ofreció un tributo más alto a Antíoco, que el que Jasón pagaba, y por eso ganó el oficio de sumo sacerdote. Por tanto, los judíos ortodoxos que se habían quedado escandalizados cuando Jasón fue nombrado Sumo Sacerdote, se perturbaron aún más cuando Menelao, un benjamita sin reclamación al oficio sacerdotal, fue instalado.

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Jasón buscó levantar un ejército para respaldar su reclamo al Sumo Sacerdocio, en cuanto Menelao se ganó el favor de Antíoco. Actuando en paralelo, los sirios, quienes

estaban haciendo campaña contra Egipto,

sintieron que era esencial mantener un control eficiente de Palestina. Así que, Antíoco Epífane tramó un ataque sorpresivo contra Jerusalén un día sábado, día en que los ortodoxos no pelearían, terminando por matar a un gran número de los enemigos de Menelao. Las murallas de la ciudad fueron destruidas y un nuevo fuerte, el de Akra, fue edificado en el lugar de la ciudadela, ya que Antíoco determinara remover todo vestigio de la fe ortodoxa judía. Como se decía que el Dios de Israel era el mismo que Júpiter, una imagen barbuda de la deidad pagana (quizás a la semejanza de Antíoco), fue erigida sobre el altar del nuevo Templo, donde pasarían a ofrecer cerdos en sacrificio. -¡Sí! Por ende -balbuceó Paolo al leer la historia-, a los judíos se les prohibió, bajo pena de muerte, la práctica de la circuncisión, la observancia del sábado y hasta la celebración de los tres festivales anuales del calendario judío… Así como también se les ordenó la destrucción de las copias de las Escrituras -puntualizó antes de entregarse nuevamente a la lectura.

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El parágrafo siguiente mencionaba que a partir de aquel momento, las leyes fueron puestas en ejecución con todo vigor y crueldad extrema, al punto que un escriba anciano llamado Eleazar, fue azotado hasta la muerte porque rehusó comer carne de cerdo. Menelao continuó actuando como Sumo Sacerdote por vía de las fuerzas de las armas, y el partido helenista alcanzó la victoria. Pero los helenistas habían ido demasiado lejos, y su celo por aniquilar el orden antiguo trajo a posterior su propia destrucción. Los ortodoxos estuvieron dispuestos a morir por su fe, pero no todos estaban convencidos de que ellos deberían morir pasivamente, y no tardó mucho para que los judíos oprimidos encontraran un nuevo campeón, lo que sucedió cuando Matatías dirige la revuelta. Paolo hizo una pausa, se pasó sus manos por el rostro, le levantó de su silla para estirar las piernas, y buscó distraerse mirando un poco por la ventana. En realidad, aun se sentía perturbado y le costaba un poco asimilar aquella lectura como era conveniente que lo hiciese. Minutos después se acercó a su mesa, se sentó y buscó concentrarse en lo que necesitaba leer. Allí encontró que cuando los comisarios de Antíoco llegaron a la aldea de Modín, unas quince millas al oeste de Jerusalén, ellos esperaban que el anciano sacerdote Matatías diera un buen Apócrifos del Génesis

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ejemplo a su pueblo pasando al frente y ofreciendo un sacrificio pagano. Pero cuando Matatías se rehusó, un judío medroso pasó a ejecutar el sacrificio. El airado sacerdote se acercó al altar y mató tanto al judío apóstata como al emisario de Antíoco. A seguir, junto a sus cinco hijos, Matatías destruyó el altar y luego huyó a las montañas para evitar represalia. Otros de persuasión ortodoxa, se unieron a la familia de Matatías para librar batallas al estilo de guerrillas contra los sirios y los judíos helenistas que los apoyaban. Pero como los ortodoxos no pelearían el día sábado, esto dio como resultado una desventaja militar. Así que, un sábado, una banda de ortodoxos fue rodeada y asesinada, pues no se defendían a sí mismos en tal día. Después de este episodio, Matatías sugirió el principio de que, pelear en defensa propia, el sábado era permitido. -Obvio que la realidad tiene su manera de templar la teología impráctica -llegó a expresar Paolo, mientras dejaba aparecer un sonriso en su rostro apesadumbrado por los acontecimientos de la mañana. Pero pronto después del comienzo de la revuelta, -continuó a leer- Matatías murió. Empero, él había urgido a sus seguidores a que escogieran como su líder militar a su tercer hijo Judas, conocido como “el Macabeo”, una expresión a menudo interpretada para que signifique “el Apócrifos del Génesis

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martillo”. La selección fue una buena idea, ya que, cada vez más judíos se unían a la causa. Los macabeos, como se les pasó a llamar los seguidores de Judas, pudieron sobrevivir en sus guerrillas contra las incursiones de los ejércitos sirios que los buscaban para aniquilarlos. En un ataque nocturno sorpresivo, Judas aniquiló a un ejército de sirios y helenistas judíos de Emaús y, después, marcharon hacia Jerusalén con el botín que había sido arrebatado de la derrota siria. Los macabeos entraron a la ciudad y conquistaron todo, excepto el Akra. Pero una vez que entraron al Templo y removieron todos los altares paganos que habían levantado en su interior y destruyeron el que era dedicado a Júpiter, ellos construyeron uno nuevo al Dios de Israel; mientras que la estatua de Júpiter fue molida hasta que la hicieron polvo. Comenzaron haciéndolo el día 25 de Kislev (diciembre), y celebraron una Fiesta de la Dedicación de ocho días, más conocida como “Hanuca”, el Festival de las Luces. Paolo no llegó a sorprenderse con el último parágrafo, pues en un papel que estaba anexado al libro, pudo leer: -Nota: Los cristianos se apropiarían más tarde de esta fecha de festival para celebrarla erróneamente como el día del nacimiento de Jesús. Al asumir tal actitud, marcaron el fin del período de tres años durante el cual el Templo había sido profanado. Apócrifos del Génesis

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-¿Qué base documental existe, para que se afirme tal paráfrasis? -llegó a balbucear Paolo de manera inquieta, mientras anotaba la acotación en su block de trabajo. -Necesito cotejarlo más adelante -alcanzó a concluir-, y retomó la lectura en el punto que mencionaba que los sirios volvían a ganar el control de la región. La paz durara poco tiempo. Ocurrió cuando el general sirio Lisias derrotara a los macabeos en una batalla cerca de Jerusalén, y sitió la ciudad. Pero durante dicho bloqueo militar, Lisias recibió noticias de que tenía problemas en su país y ofreció una oferta de paz a los judíos. No obstante a todo esto, los primeros contactos entre Roma y los judíos datan de mediados del siglo II a.C., y son consecuencia de un juego político muy complejo en el

que la república romana se fue mezclando poco a poco a partir del año 200 a.C. -Sin duda, la historia en la región mudará bastante a partir de esta época -consideró el padre con un meneo de cabeza, pero prosiguió con la lectura a partir del último renglón. Por entonces, el territorio del Mediterráneo oriental estaba repartido entre las diversas monarquías que habían nacido de las conquistas de Alejandro: los láguidas dominando en Egipto; mientras que los seléucidas sometían un imperio que se extendía teóricamente desde el Apócrifos del Génesis

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Asia Menor hasta el indo, pero que con el correr de los años se fue reduciendo como una piel de zapa, pues se vio amputado al oeste por las usurpaciones, al este por la independencia de hecho de algunos soberanos y por la expansión de los partos. El resto, estaba formado por Macedonia, gobernada por los antigónidas que con diversa fortuna intentan dominar sobre las ciudades de Grecia y las islas del Egeo. A su vez, el pequeño reino de Pérgamo, en el extremo oeste del Asia Menor, estaba gobernado por los atálidas. Todos estos reinos formaban un mundo dinámico que extendía por todo el oriente los valores culturales griegos, dando así nacimiento a lo que se llama la civilización helenista. Si es real, aunque a veces superficial, la unidad artística y lingüística de este mundo, se trata sin embargo de un conjunto políticamente inestable, desgarrado por las guerras y las disputas dinásticas, en donde la imagen del soberano no puede separarse de la del caudillo guerrero, con todo lo que esto supone de energía física, de aptitud para mandar y, por tanto, de afición a la guerra. Estos reyes se preocuparon de perfeccionar su ejército, hasta el punto de que se ha podido hablar de una verdadera carrera de armamentos: la infantería pesada (la falange) estaba apoyada por una caballería pesada (los catafractarios) y una caballería ligera, a la que se añadían Apócrifos del Génesis

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los elefantes. Los antigónidas, por ejemplo, tenían un depósito de 300 sementales y 30.000 jumentos, mientras que los seléucidas contaban con 500 elefantes. En este contexto tan agitado, Palestina ocupa un sitio especial. Al constituir una parte de lo que entonces se llamaba la Koilé-Siria, esto es, la Siria hundida entre las mesetas del norte y las cadenas del Líbano y del Antilibano, era objeto de las ambiciones permanentes y de los conflictos que oponían a los láguidas y a los seléucidas. Parte integrante de la quinta satrapía persa (la Transeufrateana), cayó bajo el poder de los láguidas después de la conquista de Alejandro, donde parece ser que los judíos se acomodaron bastante bien a aquella hegemonía que no les molestaba demasiado. Pero el año 200 (o el 198) a.C., Ptolomeo V fue vencido por Antíoco III en la batalla de Panion, y Palestina pasó entonces bajo el dominio del soberano seléucida. Aunque el nuevo amo se mostró diplomático con los judíos, por otra parte, Antíoco III también tenía otras preocupaciones, las que le daba la guerra con Roma. Derrotado en el 189 a.C., tuvo que firmar el tratado de Apamea y pagar una fuerte indemnización que gravó por mucho tiempo sobre la tesorería seléucida. Su sucesor, Antíoco IV Epifanes, deseoso de luchar contra las fuerzas centrifugas que minaban su imperio así como de seguir las Apócrifos del Génesis

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tradiciones de los fundadores de la dinastía, emprendió una política de helenización autoritaria de la que no se libró Palestina. Este intento dividió a los judíos en dos tendencias: los filohelenos (o pro-griegos) y los ortodoxos; de ahí nació la sublevación de los macabeos. Por entonces, Roma acabó por conquistar las tierras de Macedonia en 167 a.C., y luego emprendió una política consistente en sostener a los estados más débiles por su talla, como lo eran Rodas o Pérgamo; o por la mediocridad de sus soberanos, como Egipto, y contra los intentos imperialistas de los seléucidas. Con este objetivo, impidió a Antíoco IV que se siguiera aprovechando de Egipto. No en tanto, por el año 160 a.C., parece ser que Roma recibió favorablemente una embajada judía enviada por Judas Macabeo (1 Macabeo 8). Paolo dio un respingo al leer la última parte del relato, y halló por bien que debía anotar en su block el siguiente pensamiento: -Mucho se ha discutido sobre la autenticidad de éste relato; no obstante, si en realidad los senadores recibieron aquella

embajada,

estos

se

guardaron

mucho

de

concederles ninguna ayuda material a los visitantes, y se contentaron con buenas palabras, aptas para dar pábulo a la cizaña que cundía en el país.

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Satisfecho con su anotación, prosiguió con su trabajo, donde la escrita mencionaba que así pues, Roma no interviene de nuevo directamente en el oriente hasta el siglo 1 a.C. El pretexto fue la política expansionista de Mitridates Eupator, rey del Ponto, en la costa norte del Asia Menor, que se presentó como campeón de la libertad de las ciudades griegas contra el dominio romano. Pero las dos guerras sucesivas contra Mitridates acabaron en tratados que no tuvieron ningún valor. Sin embargo, en el año 66 a.C., se le conceden a Pompeyo poderes extraordinarios para combatir a dicho soberano y a su aliado Tigranes de Armenia. Pompeyo, no contento con seguir las directrices del senado, se aprovechó de la descomposición en que había caído lo que quedaba del reino seléucida, cuando Antíoco XIII, el último soberano, acababa de ser asesinado, para anexionar a Roma aquel territorio y crear así la provincia de Siria. Las disensiones que surgieron entre los príncipes de la dinastía asmonea (los descendientes de los macabeos) le ofrecieron un pretexto para intervenir en Palestina. Por tanto, en el año 64 a.C., mientras estaba sometiendo a Siria, en Palestina se disputaban el poder Hircano II y su hermano Aristóbulo, hijos de Alejandro Janeo. Pompeyo envió entonces a uno de sus legados a inspeccionar la situación y, en la primavera del año 63 a.C., recibió tres Apócrifos del Génesis

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legaciones: una de Aristóbulo, otra de Hircano y la tercera del pueblo judío. Avanzó entonces hacia Jerusalén, que le había prometido entregar Aristóbulo; cuando en el templo se atrincheraron los del partido de la resistencia. Después de tres meses de sitio, Pompeyo se apoderó de la ciudad, decapitó a los responsables e impuso un tributo a Jerusalén y sus alrededores; la zona costera y varias ciudades fueron puestas bajo la autoridad del gobernador de Siria. Hircano se quedó sólo con Jerusalén y la Judea; mientras que Aristóbulo y sus dos hijos, Alejandro y Antigono, fueron llevados cautivos a Roma. Durante los tres meses del sitio, los romanos sufrieron pocas bajas, pero el conflicto dejó un saldo de 12.000 judíos muertos. Empero, según el historiador judío Josephus, sin embargo, esa pérdida de vidas fue una calamidad menor que la profanación del templo efectuada por Pompeyo… Paolo necesitó hacer una nueva pausa para buscar en la memoria tal citación, cuando recordó que entre los desastres que se mencionaban, nada estremeció tanto a la nación judía como la profanación del Santo Lugar, vedado hasta entonces a todas las miradas, que fuera descubierto por extraños, donde Pompeyo y sus oficiales ingresaron al Tabernáculo en el cual nadie tenía permiso de entrar, y vieron lo que allí encerraba: el candelabro, las velas, la Apócrifos del Génesis

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mesa, las copas de libación y los incensarios, todos de oro sólido, así como una gran cantidad de especias y dinero consagrado… Cuando concluyó sus argumentos, entonces meneó la cabeza, como asintiendo a su recordación, e intentó concentrarse nuevamente en la lectura. Pero no logró hacerlo. -¿Y si me voy a ver al padre Agustoni? -alcanzó a preguntarse dubitativo. -Puede que él sepa algo sobre todo estos secretos de hoy -dedujo inadvertido, pero abandonó luego la idea, cuando decretó: -Mejor voy al fin del expediente… Seguro que ahora está ocupado -determinó. Fue cuando retomó la lectura en el parágrafo que aludía que la estrategia de Roma era sencilla, ya que ésta servía para proteger sus posesiones de Asia Menor y de Siria contra los partos, mientras Roma avasallaba más o menos directamente a las regiones periféricas, esto es, la Armenia, el reino judío y los pequeños principados árabes, como Iturea. Por consiguiente, este proyecto explica igualmente porqué Roma emitiera varios decretos en favor de los judíos para asegurarse la fidelidad de sus nuevos clientes, mientras tuvo que aceptar el reconocimiento de algunos de sus particularismos.

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En sus Antigüedades judías, el historiador judío Flavio Josefo detiene con frecuencia su relato para ofrecernos el texto de algunas disposiciones tomadas en el mundo romano en favor de los judíos. Se trata de unos veinte decretos o fragmentos de decretos que fueron promulgados durante la guerra civil, y más tarde por Augusto o sus lugartenientes. Según las costumbres legislativas de la época, estos decretos son circunstanciales y reflejan los problemas planteados en un momento determinado en una ciudad concreta. Pero este aspecto tan circunstancial no tiene que engañarnos, pues esos decretos ponían las bases del estatuto particular de que gozaron los judíos a partir de su integración en el imperio romano. Ya desde el principio, César recompensó a Hircano II por la ayuda que le había prestado, reconociéndolo como etnarca y Sumo Sacerdote de los judíos a título hereditario. Esta

decisión

constitucional

fue

seguida

de

una

disposición más detallada: los judíos no se veían obligados a dar alojamiento a las tropas romanas durante la temporada de invierno, ni tenían que pagar ninguna tasa por esa exención. Casi por la misma época, César tomó medidas de orden fiscal para regular el pago de impuestos en Palestina; era una puntualización que ratificaba la entrega hecha a Hircano sobre el norte del país; también

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dio normas para el cobro de tributos durante el año sabático y su disminución en el año siguiente (cf. p. 21). A continuación también fueron surgiendo nuevas disposiciones que hay que explicar dentro del contexto de las guerras civiles, pues los judíos quedaban exentos del servicio militar debido a sus escrúpulos religiosos, ya que dicho servicio hacía imposible la observancia del sábado y de las normas alimenticias. Parece ser que esto afectaba a los judíos ciudadanos romanos, que podían por tanto verse alistados en la legión; este problema no se planteaba, como es lógico, para un cuerpo auxiliar que estuviera compuesto sólo de judíos. Por consiguiente, los romanos eran ahora los árbitros del poder en el estado judío, y Pompeyo había restituido a Hircano como Sumo Sacerdote. Sin embargo, viendo que éste era un gobernante insuficiente, puso el poder político en manos de su primer ministro Antípatro; así que cuando Julio César llegó a Siria en 47 a.C., le confirió a éste la ciudadanía romana y lo nombró procurador de Judea. Por su vez, el hijo mayor de Antípatro, Fasael, se convirtió en gobernador de Judea, y su segundo hijo, Herodes, en ese momento con veintiséis años, en gobernador de Galilea. Pero en el año 40 a.C., los partos invadieron Palestina y Herodes escapó a Roma vía Arabia y Egipto. Una vez en Roma, el senado le proporcionó un ejército y lo nombró Apócrifos del Génesis

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rey de Judea. De vuelta a Palestina, Herodes derrotó a los partos y, pese a apoyar a su amigo Marco Antonio en contra de Octavio, fue confirmado por éste como rey de Judea tras la victoria de Octavio sobre Marco Antonio en la batalla de Accio. En realidad, el padre Paolo buscaba leer con atención lo que mencionaba el manuscrito, pero continuaba en un estado emocional irrequieto y ya no lograba acompañar con detalles la narración. Percibió que por momentos se le nublaba la vista y se sentía cansado, abatido; más bien enervado con todo lo sucedido durante aquella mañana, además de enterarse de manera tan radical y sustancial, todo el juego de poder que existía en la propia Iglesia. Halló por bien hacer una llamada telefónica antes de retirarse, y cuando una voz respondió del otro lado del auricular, él dijo: -¡Hola!... ¿Padre Agustoni?... ¿Puede concederme unos minutos de su tiempo? -Bueno, padre… Ya voy -le dijo después de oír la aquiescencia, y colgó.

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8 Registros Ocultos -Disculpe que recurra a usted, padre Agustoni. Pero creo que estoy necesitando que alguien me de algunas respuestas prudentes -intentó justificarse Paolo una vez que se reunió con su colega, el secretario del cardenal. -Entonces debe ser transmisión de pensamientos, mi amigo, pues yo mismo, hace muy poco estaba pensando en llamarlo -argumentó el secretario con una sonrisa leve. -Bueno, en este caso, la educación manda, padre… Mejor que hable usted primero -consintió Paolo, al deducir que el asunto sería sobre su nueva residencia. -Pues yo quería avisarte que ya tengo todo preparado para que mañana usted se mude… Tiene disponible un Apócrifos del Génesis

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apartamento en el primer piso del Palazzo de la Via Pietro Venturi, donde nuestra Eminencia también vive -le comunicó Agustoni, que se mostraba satisfecho por haber logrado cumplir a tiempo con lo que le fuera solicitado con urgencia. Al escuchar la confidencia, Paolo lo miró admirado. No se imaginaba que los preparativos ocurriesen con tanta prisa, ni que iría a residir tan temprano en el mismo edificio del jefe supremo de la hermandad. Luego se recuperó de la sorpresa y comentó: -¿No sabía que su Eminencia residía allí? -Pues se sorprenderá aún más, si le cuento que el cardenal vive dos pisos más arriba del suyo, y que tiene por costumbre rezar paseando por la terraza estilo ática que queda en el quinto pavimento. -¡Oh! Eso sí es sorprendente, padre -llegó a exclamar Paolo, ocultando que ya era sabedor de la noticia, pues el propio cardenal se lo había comentado horas antes. -Me alegro que le guste la idea, padre. Creo que usted también tendrá la oportunidad de poder acompañarlo en el rezo, como lo hacemos Casazza y yo; aunque, desde ya le advierto, que su Eminencia no utiliza el breviario. Se lo recita en voz alta... Se sabe el oficio de memoria -acabó por confidenciarle el secretario cuchicheando en voz baja, como si se tratase de un secreto. Apócrifos del Génesis

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-¡Óptimo! Mañana por la mañana saldré directo del Colegio, y llevaré mis cosas antes de venir aquí -concordó Paolo, contento con la solución. -Me complace ver que le agrada éste detalle, Paolo. Pero, cuanto a eso de ir, no se preocupe. Yo mismo pasaré a buscarlo por el Colegio… Usted sabe que donde manda capitán, marinero obedece -expresó Agustoni con un dejo de sorna. -Bueno, se lo agradezco, aunque en verdad no quiero causarle trastornos -buscó disculparse Paolo con un leve asentimiento de cabeza. -No es incómodo alguno, muchacho. Será un placer poder ayudarlo, pues lo notó medio preocupado… ¿Es por causa de lo sucedido hoy por la mañana? -¡Mmm! -Paolo murmuró bajito-. Percibo que por aquí las noticias corren muy deprisa -llegó a acotar con una sonrisa afable. -En verdad -añadió-, también debo decirle que no es bien ese asunto lo que me inquieta. Aquello más bien fue sólo un encuentro misterioso y casual… Así lo creo yo, padre. -Ya es voz corriente, que nuestro mérito aquí, Paolo, es saber descubrir a tiempo lo que sucede. Pero no crea que lo suyo haya sido casual… Misterioso, sí, pero casual, no -afirmó Agustoni. Apócrifos del Génesis

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-Hasta puede que sea, pero por ahora no me quita el sueño, padre, ya que considero que existen otros asuntos paralelos que necesito comprender mejor. -¿Cómo cuáles? -se interesó en preguntar el secretario arqueando una de las cejas. Paolo meditó por segundos sobre cual tema tenía más prioridad en su mente, y una vez decidido, articuló: -¿Qué pito toca, o tiene que ver, el partido de Togliatti en todo esto? -No es muy difícil de explicarlo, padre. Casualmente, tengo aquí algunas fichas que debo bajarlas para el archivo general -mencionó Agustoni, dando algunos pasos hasta un armario, que dejó abierto de par en par. Una vez abierto, dentro de él, Paolo pudo apreciar que había un centenar de carpetas desordenadas conteniendo millares de fichas. Mientras las observaba a la distancia, escuchó al padre Agustoni comentar sin temeridad: -Son las fichas de los militantes comunistas del Partido de Palmiro Togliatti, que, por supuesto, yo ya tenía que haber enviado parar el archivo. -¿Y eso que tiene que ver con la Congregación? -indagó Paolo un poco aturdido, mientras se dedicaba a pasear su mirada entre el armario abierto y el impertérrito padre que le hablaba como si nada.

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-No se olvide que en este país… Mejor dicho, en Italia, vivimos la democracia en años de bipartidismo político, Paolo. Aunque dentro del régimen de la democracia liberal, que supone la pluralidad de partidos políticos, puede darse la modalidad del bipartidismo, lo que significa que solo dos grandes se presentan reales de poder; o del multipartidismo, o sea la coexistencia de más de dos partidos con posibilidades reales de convertirse en una alternativa de poder. En uno u otro caso, no se debe hablar de “sistema”, sino de fenómenos de carácter ideológico e histórico. -Sí, lo sé, padre. -asintió Paolo-. Pero el bipartidismo se da más bien en aquellos países en los cuales, por una arraigada tradición política, los ciudadanos se han acostumbrado a elegir entre dos grandes vértices políticas, sin que terceros partidos hayan logrado calar hondamente en la opinión pública hasta el punto de obtener resultados electorales importantes. -Concuerdo, pues el bipartidismo, como tú lo has señalado muy bien, no excluye la existencia de terceros partidos, lo que en apariencia implicaría una resistencia al pluralismo político. Pero en realidad, eso aquí tiene ventajas apreciables, como son la de presentar a la opinión publica una más clara alternativa de poder, entre un partido de gobierno y un partido de la oposición, y Apócrifos del Génesis

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conseguir así una estabilidad institucional en Italia no ajena al fenómeno bipartidista. No obstante, la aguda crisis por la que se ha atravesado en los últimos tiempos se debe, al menos en parte, a que la identidad de hecho se presenta en los dos partidos políticos tradicionales, y el pueblo busca nuevas opciones como alternativas reales de poder; de ahí el surgimiento de movimiento extremista que busca convertirse, incluso por la fuerza o tras alternativas. -Pero tengo entendido que el multipartidismo -enmendó Paolo-, es la existencia de dos o más partidos con opciones electorales análogas o, dicho de otra manera, la no existencia de dos partidos predominantes en el panorama político, se ha convertido en un fenómeno frecuente en las democracias modernas en casi todo el mundo. Pero pese a ser teóricamente más democrático, ya que ofrece mayores opciones al electorado, en la práctica presenta no pocos inconvenientes, y por lo general lleva a la formación de coaliciones transitorias, movidas por fines electorales y políticos de ocasión, la cual se traduce en una notoria estabilidad política, además de no presentar al pueblo alternativas claras del poder. -Pues bien, la inestabilidad política ha sido casi una constante en países de tradición multipartidistas, como Italia -acotó Agustoni-, donde en los últimos 40 años se han producido más de 50 crisis gubernamentales, o como Apócrifos del Génesis

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en la Francia de la IV república del 1946 a 1958, donde también eran frecuentes los cabeos de gobierno, o cómo en países como Argentina, Bolivia, Brasil, y la mayoría de los países latinoamericanos, donde la ausencia de partidos de democráticos fuertes ha contribuido a la larga sucesión de golpes de estado y de dictaduras sufridas por ellos a través de su historia republicana. Pero ojo, pues por el contrario, en la medida en que otros países como Costa Rica y Venezuela han consolidado el bipartidismo, también han encontrado una mayor e institucional. -Bueno, pienso que con miras a esa estabilidad, y, con ella, a la consolidación de la democracia -razonó Paolo en voz alta-, en los últimos tiempos se han producido en muchos países de tradición multipartidista, una marcada tendencia al bipartidismo, ya sea por el surgimiento de dos partidos predominantes, o ya por la unificación de pequeños partidos dispersos o en dos grandes partidos. Ello se ha visto en el plan de Alemania con su social democrática y democracia cristiana; o en Argentina con el radicalismo, el justicialismo y el peronismo; o en España, con el PSOE y la alianza popular del centro de derecha; en Perú, con la acción popular y APRA; o hasta en Israel, entre el laborista y el likud; o en Uruguay, con el blanco y colorado; además de algunos de la comunidad británica

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como Australia con el liberal y laboralista, y Canadá, con el conservador progresista y liberal. -Noto que conoces bastante de política, Paolo. -No mucho, padre -alegó moviendo la cabeza-. En realidad, esa es la razón de mi pregunta. -Pues antes de responderte, quiero agregar algo para que comprendas mejor la respuesta -aludió el secretario-. En muchos otros casos, el bipartidismo se presenta de hecho con la forma de partidos o movimientos que se presentan unidos en las elecciones y forman gobiernos de coalición. A si ha sucedido por ejemplo, en Francia con el régimen de la V República, donde en cada elección se han formado dos grandes bloques, ya sea estos con distintas denominaciones, como por ejemplo uno de centroderecha, con predominancia del antiguo guallismo; frente a otro de izquierda con la predominación del partido socialista. Pues lo mismo ha sucedió aquí en Italia entre la democracia cristiana, de un lado, y las coaliciones de izquierda, con una decisiva y actuante participación del partido comunista, el PCI, aunque en verdad en Italia estas coaliciones sean caracterizadas por su fragilidad. Pero tú sabes que otros ejemplos de coaliciones polarizadas los tenemos en países como Brasil, Ecuador, Australia, Bélgica, Grecia, Portugal y Chile, y no sé cuantos más.

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-Sí, muy bien -concordó Paolo con escepticismo-, pero tú no me has respondido por qué la Congregación mantiene esas carpetas en sus archivos. -Lo que puedo decirte, Paolo, es que en los años 50 y lo que va de los 60, bajo su dirección, el PCI se convirtió en el segundo partido político del país y en el mayor partido comunista de Europa Occidental. Y aunque permanentemente en la oposición a nivel nacional, sabes que últimamente accedió al poder en numerosos municipios y en grandes regiones y provincias como Emilia Romaña, Toscana o Umbría. En todo caso, no olvides que en 1953 luchó contra el intento de la Democracia Cristiana de instaurar un sistema electoral mayoritario similar al de Reino Unido o Estados Unidos, lo cual habría beneficiado al centro-derecha. Felizmente la mudanza no fue aprobada, y en las elecciones de noviembre de ese año el PCI obtuvo el 22,6% de los votos. -Pero a pesar de su estrecha relación con la Unión Soviética -comentó Paolo-, el liderazgo de Togliatti no fue cuestionado tras la Revolución Húngara de 1956, aunque en la mayor parte de los países causó enormes conflictos en el seno de la izquierda. -Sí, -asintió Agustoni con la cabeza-, y juzgo que fue porque al mismo tiempo comenzó la defensa de la teoría del policentrismo, o sea, la unidad en la diversidad de los Apócrifos del Génesis

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partidos comunistas. Por tanto, en las elecciones de 1958 el PCI siguió en ascenso, así como en las recientes de 1963 llegó al 25,2% de los votos, aunque volvió a quedar lejos de alcanzar la mayoría relativa. Entonces, lo que tenemos, es que como los comunistas ya le pisaban los talones de los demócrata-cristianos, estos buscaron el apoyo del Vaticano… -Y sin ese apoyo, seguramente ellos tendrían perdido -murmuró Paolo, observando la reacción de Agustoni. -Pues bien, así es -concordó el secretario-. Y como la cruzada jesuítica que fuera impulsada por Pio XII había declinado, se decidió que nosotros deberíamos ayudarlos. Pero como el comunismo era considerado algo perverso y condenable, el cardenal Ottaviani tuvo que editar un decreto en 1949, y que aun continua vigente, por el cual debe otorgase la excomunión automática a todos los católicos que se alisten en sus filas o colaboren con ellas. -Comprendo, padre… Comprendo. Su Eminencia no podía... y no quiso aflojarles. Por eso las fichas están aquí. -¡Exactamente, Paolo!… Tú lo has dicho. -No quiero abusar de su bondad, padre Agustoni. Pero ya que esclareció mi duda, aún tengo otra cuestión a tratar… O mejor dicho, a elucidar. -Tú dirás, Paolo… ¿En qué puedo ser útil?

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-Resulta que en los manuscritos que estoy leyendo, padre, encontré una nota que decía que en Judea, el 25 de Kislev se celebraba la Fiesta de la Dedicación, o Hanuca, el Festival de las Luces; pero que los cristianos se apropiarían más tarde de esta fecha del festival para celebrarla, erróneamente, como el día del nacimiento de Jesús. -En realidad no hay registros documentales que pruebe tal afirmación, pero la Janucá, llamada también la “Fiesta de las Luces” o las “Lucernarias”, es sí una festividad judaica que se celebra durante ocho días, y conmemora la derrota de los helenos y la recuperación de la independencia judía a manos de los macabeos sobre los griegos, así como la posterior purificación del Templo de Jerusalén de los iconos paganos, en el siglo II a.C. -Esa parte consta en el relato, pero me llamó la atención un registro que ha sido anexado, Padre. -Realmente, la tradición judía habla de un milagro, Paolo, en el que se pudo encender el candelabro del Templo durante ocho días consecutivos con una exigua cantidad de aceite que alcanzaba sólo para uno -esclareció el secretario con voz sosegada-. Esto fue lo que dio origen a la principal costumbre de la festividad, que es la de encender, en forma progresiva, un candelabro de nueve brazos llamado januquiá, un brazo por cada uno de los Apócrifos del Génesis

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días, más un brazo piloto. Dicha festividad acontece el 25 de Kislev del calendario judío, fecha que ocurre entre fines de noviembre y fines de diciembre de nuestro calendario gregoriano. Paolo asintió en silencio sólo moviendo su cabeza, mientras observaba con cierto celo el tipo de elocuencia con que el padre Agustoni trataba cada tema. -¿Quieres una confirmación? -preguntó el secretario-. Pues te diré que en los libros I Macabeos y II Macabeos, se puede leer sobre la institución de la Janucá. Además, Paolo, el martirio de Hannah y sus siete hijos también ha sido relacionado con la Janucá. -¿De dónde sale eso? -intervino Paolo. -Según una historia del Talmud que consta en el Tratado de Gittin 57b, y II Macabeos 7, una mujer judía llamada Hannah y sus siete hijos fueron torturados y ejecutados por Antíoco por negarse a comer cerdo, lo que hubiera sido una violación de la ley judía. Pero la versión de la historia que figura en Macabeos I, por otro lado, indica que una celebración de ocho días con cánticos y sacrificios fue proclamada cuando se rededicó el altar, y no hace mención alguna al milagro del aceite. En todo caso, varios historiadores creen que la razón de esta celebración de ocho días fue, en realidad, una celebración tardía de las festividades de Sucot y Shemini Atzeret, que Apócrifos del Génesis

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por esa época eran las festividades más importantes del año. Esto, es debido a que durante la guerra los judíos no pudieron celebrar apropiadamente estas festividades, y no solo que la duración combinada de ambas es de ocho días, sino que durante la festividad de Sucot se encendían lámparas en el templo… Y es más, algunos académicos modernos opinan que el rey estaba interviniendo en una guerra civil interna entre los judíos tradicionalistas y los judíos helenistas en Jerusalén. Estas facciones competían violentamente por el cargo de Sumo Sacerdote, donde los tradicionalistas,

quienes

portaban

nombres

hebreos

arameos como Onias, se enfrentaban a sacerdotes con nombres helenistas, como Jasón y Menelao. En particular, las reformas helenistas de Jasón podrían haber sido un factor decisivo que llevaron al eventual conflicto entre las facciones. No en tanto, otros autores señalan posibles factores socioeconómicos, que se sumarían a los factores religiosos detrás de la guerra civil… Pero no hay nada que compruebe lo que tú mencionasteis, Paolo. -¡Muchas gracias por sus puntuales esclarecimientos! Algo de todo eso se menciona en el manuscrito, padreexpresó Paolo con una sonrisa de gratitud. -Me alegro que mis comentarios te hayan auxiliado, Paolo. Así que, creo que puedes venir a verme cuando quieras. Siempre resulta agradable poder conversar con Apócrifos del Génesis

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alguien sobre temas tan diversos -ponderó el secretario, por entender lo cuan solitario y difícil es para un recién llegado a Roma ambientarse entre sus pares. Mismo que recurriese a la sede de su orden. -Nuevamente, gracias, padre Agustoni. Por ahora no tengo más cuestionamientos sobre los manuscritos, pero si surge alguno, ciertamente lo vendré a visitar. -Por lo menos conmigo, tú sabes bien que no necesitas mantener una relación formal, jerárquica, como con los cardenales Ottaviani y Jozef; además, nosotros podemos charlar sobre los temas que se te ocurran. -¡Oh!.. ¡Sí! Por supuesto, padre -le agradeció Paolo, contento por haber granjeado la amistad de Agustoni. -Antes de irnos, ahora soy yo el que pregunta -solicitó el prestadizo secretario. -Pues bien -asintió Paolo, con tono jovial. -¿En qué punto de la revisión de los manuscritos, te encuentras? -Ya estoy en la época del emperador Octaviano, o sea, cuando los romanos ya dominaban Jerusalén -mencionó Paolo, que hizo un mohín y agregó: -En otras palabras, cuando está por comenzar una nueva era para el cristianismo. -Bien colocado, Paolo. Significa que entonces tú no has llegado aún al periodo en que tienen origen los Apócrifos del Génesis

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pergaminos -concluyó el secretario sin alterar el acento de su voz. -Es verdad, padre; pero creo que no falta mucho para que llegue a ese punto. Estoy ansioso para comenzar a seguirle sus pasos -ultimó Paolo, quien permitió que la avidez quedase clara en sus facciones. -No te pongas tan acucioso, Paolo. Aunque llegues al corazón del tema, aun te faltará más de un siglo de investigación… -¿No concuerdas? -Es verdad, por eso tal vez deba corregir mi expresión, pues me refería más bien a como todo se dio, y los vericuetos de tan misteriosa historia. -Va con calma, muchacho -le aconsejó el secretario con una sonrisa parsimoniosa en la cara-. Tengo fe en que saldrás victorioso en tu misión -añadió. -Gracias, padre… -Paolo, no me llames más de padre, ¡por favor! Dime tan sólo Agustoni… Entre nosotros ya es suficiente. -Está bien, lo tendré en cuenta -asintió Paolo devolviéndole la sonrisa. -Antes de que te vayas, Paolo, mejor que marquemos la hora en que te iré a buscar mañana… ¿Te parece bien que pase a las 9:00 en punto? -¡Óptimo! Por mi está bien. Lo aguardaré, padre… Que tenga buenas noches. Apócrifos del Génesis

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9 Una Nueva Era Más por la noche, cuando ya Palo se encontraba solo en su habitación, estirado en su cama, preparado a dormir su última noche en el Colegio, se entregó en una vela duerme a discurrir por los conturbados acontecimientos del día mientras el sueño no lo alcanzaba. Pero de pronto se vio analizando la parte final de la conversación que había mantenido con el padre Agustoni. Fue entonces que le atrapó la duda, y se cuestionó cuál sería en realidad la razón del afán demostrado por el secretario sobre los pergaminos. Aunque sintió una puntada de recelo, abandonó la idea al no llegar a una conclusión definitiva, pues el cansancio lo venció y se durmió. Cuando despertó a la mañana siguiente, notó que la opacidad de la alborada aún se extendía más allá de la ventana, y pronto se arrodilló en la diminuta hornacina de

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su dormitorio para realizar sus primeras oraciones del día frente a una estatua de Jesús. Una vez que dio por concluidas sus obligaciones con Dios, terminó por organizar sus vestimentas dentro de dos valijas, y se preparó para partir. Bajó las escaleras del edificio y, durante el desayuno, aprovechó la ocasión para despedirse de sus ex colegas. El padre Agustoni terminó por llegar algunos minutos antes de la hora marcada, y lo encontró en el vestíbulo del colegio conversando con el Rector, pero no necesitó descender del coche, pues Paolo luego que lo vio, recogió sus valijas y fue a su encuentro. Viajaron hasta el edificio Palazzo casi que en silencio, como si ambos sacerdotes estuviesen queriendo contener palabras y observaciones, intercambiando algún que otro comentario frugal sobre el tránsito y los peatones. Pero luego que ambos padres ingresaren a su nueva residencia, Paolo notó con medido gozo, que el apartamento que le habían destinado poseía más del triplo de espacio de la habitación en que había residido en el colegio. Este tenía una buena iluminación natural, era confortable a la vez de sobrio, aunque Paolo razonó que quedaba bastante más retirado de la sede de la Congregación, lo que luego lo llevó a pensar en la oferta que había recibido para la compra de un coche. Apócrifos del Génesis

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-Creo que hoy mismo tendré que hablar con el administrador Masci -alcanzó a pronunciar de manera determinada y dirigiéndose a su cofrade, mientras abrió las valijas y se puso a colgar paulatinamente sus cosas en las perchas y ponía cuidadosamente las ropas menores en los cajones del armario. -Bien pensado, Paolo -comentó Agustoni con una sonrisa paternal-. Un coche para ti, será más que oportuno para dislocarte aquí en Roma -enmendó ocurrente. Cuando Paolo dejó sus cosas organizadas de manera relativa, ambos padres se marcharon de ánimo alegre a la Congregación. -El cardenal Jozef lo aguarda en su sala, padre Paolo -le avisó el conserje Sandro, así que él apareció en las escalinatas de la hermandad. -Gracias, Sandro… ¿Está en su sala? -pero cuando vio que el hombre asintió con la cabeza, agregó-: Iré a verle de inmediato -afirmó con una sonrisa. -¿Qué problema habrá surgido ahora? -se cuestionó al momento de subir las escalinatas. Pero poco después de entrar en el gabinete del cardenal, se dio cuenta que sus dudas carecían de fundamentos. -¡Buen día, Paolo!... ¿Cómo se encuentra hoy? ¿Mejor que ayer? -escuchó que el prelado le preguntaba de manera animosa cuando entró. Apócrifos del Génesis

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-Muy bien, gracias, Eminencia -alcanzó a alegar Paolo devolviéndole una sonrisa alegre-. Y nuevamente gracias por adjudicarme tan pronto mi nueva residencia -agregó con entonación cordial. -Por lo menos con esa provisión, evitamos que tengas ese tipo de encuentros antisociales, Paolo. Pero dime, ¿cómo anda tu introducción en el estudio que se te ha solicitado? -quiso saber el cardenal, mirándolo por sobre las gafas-. Como hasta ahora no hemos hablado sobre ello, pienso que aún no han surgido dudas -apuntó serio. -En verdad, Eminencia, he llegado al punto en que sin duda se inicia la nueva era del cristianismo, o sea, cuando la llegada de nuestro Seños Jesucristo al mundo. -Bueno, pronto pegarás el inicio… La punta de la madeja, Paolo -asintió el prelado observando con atención a su pupilo. -¿Has encontrado alguna duda que requiera mi ayuda? -preguntó a seguir. -A decir verdad -respondió Paolo, que en el momento sospechó si éste se refería a la conversación sobre política mantenida con el secretario- he encontrado algunos anexos que no sé quién los ha escrito -dijo-. Algunos amplían un determinado punto del relato, en cuanto otros no tienen consistencia documental y son sólo suposiciones… -llegó a relatar sin pestañear. Apócrifos del Génesis

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-¿Quién los ha colocado allí? -inquirió suspicaz mientras el cardenal lo observaba atento. -Fue tu antecesor en la revisión. El padre Tamayo… ¿Por qué? -Por nada. Me lo imaginé… Bueno, así lo pasé a pensar después de lo de ayer… Y al final se lo pregunté, sólo para satisfacer un poco mi curiosidad… Disculpe -enmendó. -¿Ha surgido alguna otra duda?… ¿Algo en que te pueda ayudar? -solicitó el cardenal sin alterar su voz. -En realidad, habían otras cuestiones paralelas que surgieron más bien por causa de lo ocurrido ayer, pero el padre Agustoni se ha tomado el trabajo de explicármelas, Eminencia -confesó Paolo, que acompañó sus palabras con una ligera mueca de asentimiento. -¿Necesitas que yo agregue algo? No queremos que nada se interponga en tu camino, para que tú puedas llegar lo cuanto antes al cometido final, Paolo. Hoy, más que nunca, necesitamos descubrir dónde está el pergamino perdido. Ya conoces bien los problemas que Ottaviani tiene que enfrentar en el Concilio -le mencionó Jozef, como si sus palabras fuesen un alerta. Paolo lo miró con el rostro circunspecto, inexpresivo y a la vez cauteloso, ya que de a poco iba atando cabos y descubriendo de alguna manera las fuerzas ocultas que Apócrifos del Génesis

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trabajaban para menoscabar la fe cristiana sustentada a más de dos siglos. Entonces asintió con la cabeza. -Tengo entendido que tú pretendes visitar pronto al padre Tamayo. Me parece bien que lo hagas, aunque no sé si te servirá de ayuda, visto el crítico estado de salud en que se encuentra -le expuso Jozef con entonación avizora-. Pero anda, nunca está demás que alguien le haga compañía -le aconsejó con humildad. -Mi intención de visitarle, es intentar descubrir hasta donde él llegó con su trabajo, Eminencia; así como la oportunidad de poder cambiar pareceres sobre el contenido de los manuscritos -se justificó Paolo, escondiendo la intención que tenía de querer revelar los motivos de su extraña dolencia. -Pues entonces, ve. Aunque no creo que te sirva de ayuda lo que él pueda declarar -expresó dubitativo. -¿Algo más, Paolo? -se interesó en saber Jozef. -No, eminencia, salvo… No sé si corresponde decirlo ahora, pero estoy decidido a aceptar la oferta que me han hecho para comprar un coche. Es que ahora vivo un poco más alejado de aquí… -Me parece correcto que lo hagas. No nos parece conveniente tu andar de a pie por ahí -concordó el prelado. -Bueno, si no hay más nada a tratar, creo que es mejor que continúe lo cuanto antes con mi labor, Eminencia Apócrifos del Génesis

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-anunció educadamente Paolo; y cuando percibió que el cardenal consintió, se retiró de la sala. Una vez que se encontró en su recinto de trabajo, antes de comenzar a leer el libraco, se sentó y tomó nota en su block, como si estuviese preparando una agenda de actividades futuras. -Hablar con Masci sobre el financiamiento; comprar el coche; visitar al padre Tamayo; comprar material de higiene. Observó con atención por uno momento todo lo que había escrito, y se dio por satisfecho; -Por ahora, es eso-, murmuró tajante en voz baja. A seguir, arrastró el libraco hacia sí, y lo abrió en la página que había dejado marcada la tarde anterior. La frase comenzaba diciendo que Herodes, ahora en la cumbre de su gloria, pasó a embellecer su reino con magníficas ciudades e imponentes fortalezas, muchas de ellas bautizadas con nombres de protectores y miembros de su familia. En la costa mediterránea entre Jaffa y Haifa construyó una nueva ciudad la que llamó Cesarea; y en Jerusalén, la fortaleza llamada Antonia. Amplió también la fortificación de Mesada, donde su familia se había refugiado de los partos, y levantó una nueva fortificación en las colinas que miran Arabia, a la que llamó Herodium, en honor a sí mismo. Apócrifos del Génesis

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Como era sin duda un hombre de excepcional coraje y capacidad, comprendió que su permanencia en el poder de Palestina dependía de satisfacer las expectativas de los romanos sin irritar las susceptibilidades religiosas de los judíos, ya que los romanos consideraban que el control de Siria y Palestina era esencial para la seguridad y el bienestar de su imperio, que ya éste se extendía a ambos lados de las rutas terrestres ente Egipto y Mesopotamia, dominando el Mediterráneo oriental. Por tanto, la misma Roma dependía por demás del suministro regular de granos provenientes de Egipto, ya que se vería amenazada en caso de que los puertos de la costa oriental del Mediterráneo cayesen en manos de los partos. Del mismo modo, Herodes comprendía que con los judíos el tema era más problemático, ya que, culturalmente habían sido dominados por los griegos desde la época de Alejandro Magno, y ahora, mismo estando políticamente al servicio de los romanos, aun conservaban su sentido de destino como pueblo elegido por Dios. Sin embargo, Herodes entendía que la extraordinaria fidelidad de sus creencias y prácticas, impresionaban a la vez que exasperaba a sus contemporáneos paganos, al punto que Pompeyo, mientras sitiaba el último foco de resistencia judía en el templo, se sorprendió por la inquebrantable resistencia de ellos, especialmente el Apócrifos del Génesis

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mantenimiento de todas las ceremonias religiosas en medio de una lluvia de proyectiles. El referido general los vio actuar como si una profunda paz reinara en la ciudad, haciendo con que los sacrificios diarios, las ofrendas por los muertos y los demás actos de adoración se cumpliesen meticulosamente para la gracia de Dios; y ni siquiera cuando él los capturó y los estaba masacrando alrededor del altar, notó que ellos no abandonaron las ceremonias ordenadas para el día. Empero, la creencia de que el contacto con gentiles los corrompía, hacía que su separatismo suscitase el antagonismo con sus vecinos. Para ese entonces, los judíos ya no estaban confinados sólo a Palestina, y existían otras importantes comunidades de judíos en muchas de las principales ciudades del mundo greco-romano y en el imperio persa, al otro lado del Éufrates… Al llegar a este punto de su lectura, Paolo detuvo la leída para mentalizar el siguiente comentario: -En Alejandría hay críticas sobre el separatismo judío desde el siglo III a.C.; y en Roma, donde obtuvieron exenciones excepcionales que les permitían no tomar parte en cultos paganos y observar el Sabbat. También Cícero menciona su queja en la obra Pro Flacco sobre el carácter cerrado y la excesiva influencia de estos. En Historias, de Tácito, ídem cuando menciona sobre la misantropía de los Apócrifos del Génesis

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judíos, y hace constar: “Hacia las demás personas sienten enemistad. Se sientan aparte en las comidas, y duermen aparte, y aunque como raza son propensos a la lujuria, se abstienen al coito con mujeres extranjeras; sin embargo, entre ellos no hay nada ilícito”. Paolo suspendió su mano con el lápiz en el aire, y releyó lo que había anotado, entregándose a cavilar sobre la cuestión del separatismo judío: -Sin embargo, -recapacitó-, fue en su propia tierra donde el sentido de superioridad con respeto a todo pueblo pagano tuvo repercusiones políticas. Una y otra vez, tras ser conquistados por sus vecinos más poderosos, como los egipcios, los persas, los griegos, y ahora los romanos, ellos se levantaron contra sus opresores, en la creencia de que Dios estaba de su lado; y una y otra vez, tras un triunfo inicial, se seguía una salvaje opresión… -Y así viene ocurriendo hasta el día de hoy -concluyó taxativo antes de retomar la lectura. El siguiente parágrafo del libro mencionaba que Herodes, aunque era ciudadano romano y árabe de origen, fue escrupuloso en su observancia de la ley judía; y para granjearse el favor de los adeptos a su religión adoptada, terminó por anunciar que reconstruiría el Templo. No en tanto, la reacción de los judíos fue de sospecha, hasta que quedó pronto. Fue sin duda el logro culminante de una de Apócrifos del Génesis

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las figuras más extraordinarias del mundo antiguo, cuando Herodes llevó el estado de Israel a un nivel de esplendor jamás visto antes y no repetido después, y haciendo posible que su pompa se extendiese a ciudades como Beirut, Damasco, Antioquía y Rodas. Como era un experto en el combate, diestro cazador y muy buen atleta, permitió, patrocinó y presidió los Juegos Olímpicos; y usó su influencia para proteger a las comunidades judías en la Diáspora; pero, pese a su astuta influencia, no pudo establecer una dinastía duradera porque, conforme avanzaba su vida, fue cayendo presa de una paranoia con la cual convirtió al déspota benevolente en un tirano. Su padre y su hermano tuvieron finales violentos, y él tenía poderosos enemigos tanto entre la facción de judíos fariseos, como entre los seguidores de los Asmoneos que reclamaban el trono de Judea; pero no fueron sólo las tragedias familiares las que hicieron un tirano de un gran rey en potencia, sino la tarea imposible de reconciliar al pueblo elegido por Dios con el gobierno pagano. En el momento del censo realizado en 7 a.C., seis mil fariseos se habían negado a jurar lealtad a Octavio; y poco antes de la muerte de Herodes, unos cuarenta seguidores de dos de los rabinos de Jerusalén, reconocidos como fuertes exponentes de la tradición, se habían descolgado Apócrifos del Génesis

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desde el tejado del templo para quitar un ídolo pagano, el águila de oro que Herodes había mandado colgar sobre la Gran Puerta del Templo. Por tanto, iracundo, mandó arrestar a los dos y ordenó que los quemaran vivos. -Terminó siendo bajo estos pésimos augurios, que en realidad comienza una nueva era para los cristianos y la fe -alcanzó a cavilar Paolo al realizar una pausa, al momento que decidió parar con la lectura, cerrar el libraco, e ir al encuentro del administrador de la hermandad. No en tanto, cuando retornó a su sala tiempo después, podía verse que Paolo tenía un aire alborozado en el semblante, dando la impresión de sentirse mejor dispuesto a continuar con el minucioso examen de los manuscritos. Al abrir nuevamente el libro, vio que allí estaba escrito: Había nacido en Belén, Judea, en tiempos del rey Herodes: “y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ciertamente la más pequeña de las poblaciones de Judá; pues de ti saldrá el jefe que apacentará Israel, mi pueblo”. Era hijo de José y de María, que lo había concebido por obra del Espíritu Santo, como había predicho el profeta: “he aquí que la Virgen concebirá y parirá a un hijo al que dará por nombre Emmanuel, que se traduce por “Dios” con nosotros”. Tras su nacimiento, unos magos, advertidos por señales mágicas desde el firmamento, llegaron de Oriente. Y ya en Jerusalén preguntaron dónde estaba el rey de los Apócrifos del Génesis

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judíos que acababa de nacer y al que venían a rendir homenaje. Cuando nació, apareció una estrella al este y recorrió los cielos, y los magos fueron a decirle al rey que era el anuncio del nacimiento de un niño con gran destino. Presa del terror, el rey Herodes hizo buscar a sus consejeros, los que pensaron que era necesario matar al niño. Entonces el rey convocó a los rabinos, y estos le dijeron que el rey de los judíos iba a nacer en Belén, como habían dicho los textos. Bajo esos auspicios, los magos pronto se pusieron en camino hacia Belén mientras en el cielo los guiaba un astro y, gracias a él, hallaron la casa donde estaba la joven recién parida, María, madre de Jesús, y le rindieron homenaje. Luego se marcharon, dejando a sus espaldas bocanadas de incienso, hojas de mirra y oro, para publicar las alabanzas al Eterno. Entonces, José tuvo un sueño que le ordenó huir a Egipto, pues Herodes iba a buscar al niño para hacerlo perecer… “Una voz se hizo oír en Rama, llanto y un largo lamento; es Raquel que llora por sus hijos y rechaza todo consuelo, pues ya no existen”… Permanecieron en Egipto hasta la muerte e Herodes, luego volvieron a Galilea para vivir en una ciudad llamada Nazaret, y Él pasó a ser llamado el “Nazareno”. Pero estaba también Juan Bautista proclamando en el desierto de Judea que todos debían Apócrifos del Génesis

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convertirse, pues se aproximaba el reino de los cielos; y con su voz gritaba: ¡Preparad en el desierto el camino del Señor, haced rectos sus senderos! Juan llevaba ropas de piel de camello y un cinturón en los riñones. Se alimentaba de saltamontes y miel silvestre; y todos acudían a él para que los bautizara en el Jordán y para confesar sus pecados. Y como veía que muchos fariseos y saduceos pedían su bautismo, les exhortaba al arrepentimiento, y fue cuando apareció entonces Jesús, llegado de Galilea, para que Juan le bautizara. Durante el bautismo, Jesús vio el espíritu de Dios con las apariencias de una paloma; recordó el pájaro de paz de Noé y, más lejos todavía, el espíritu de Dios como un soplo sobre la creación. Luego fue llevado al desierto para ser tentado tres veces por el diablo. Pero, recordando los versículos de la Biblia y de los profetas, salió vencedor de aquella prueba… “Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él rendirás culto…” Tras saber que Juan había sido entregado -continuaba a relatar el manuscrito-, Jesús volvió a Galilea, luego a Cafarnaúm, a orillas del mar. Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, ruta del mar, país más allá del Jordán Galilea de las naciones. El pueblo que se hallaba en las tinieblas había visto una gran luz, y para todos quienes se hallaban

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entonces en el oscuro país de la muerte, finalmente se había levantado una luz. Recorriendo Galilea, y rodeado de sus discípulos, Jesús enseñó en las sinagogas, proclamó la buena nueva y curó con milagros cualquier enfermedad y cualquier dolencia. Grandes multitudes iban a escucharle. Entonces subió a las montañas y proclamó las “Bienaventuranzas”… “El Señor está listo para quienes tienen roto el corazón, y salvan a quienes tienen el espíritu en el abatimiento, y los humildes poseerán la tierra”. No había venido a derogar la ley de los profetas, sino a cumplirla. Por entonces curó a un leproso, a un centurión, a la suegra de Pedro, a la hija de un notable, luego a dos ciegos y a un poseso que había enmudecido. Y a todos les dijo: “Él se hizo cargo de nuestras dolencias y se encargó de nuestras enfermedades”… Hablaba con alegorías, como en los salmos y en el Midrash; pues proclamaba cosas ocultas desde la creación del mundo, y les decía: “Por mucho que escuchéis, no comprenderéis; por mucho que miréis, no veréis; pues el corazón del pueblo se ha encasillado; se han vuelto duros de oído, se han tapado los ojos para no ver con sus ojos, para no oír con sus oídos, para no comprender con su

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corazón y para no convertirse… ¡Y yo los habría curado!”. Luego después fue a Jerusalén, y al acercarse al monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos a la aldea, donde debían encontrar una burra atada, y junto a ella un pollino. Los discípulos se fueron y lo hallaron todo como les había dicho… “Decidle a la hija de Sion: he aquí que tu rey viene a ti, humilde montando una burra y su pollino, el retoño de una bestia de carga”… y se puso en marcha mientras la muchedumbre le precedía gritando: ¡Hosanna al hijo de David! ¡Bendito sea, en nombre del Señor, el que llega!; y una vez en el Templo, expulsó a todos los que se entregaban al comercio en el atrio. Luego dijo a sus discípulos: “Ya sabéis que dentro de dos días será la pascua. El hijo del hombre va a ser entregado para que lo crucifiquen”… Los sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del sumo sacerdote, Caifás, y se pusieron de acuerdo en detener a Jesús, pero no en plena fiesta, para evitar tumultos en el pueblo. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, iba entregarle. Al anochecer de la Pascua, Jesús sabía que iba a ser detenido. Tras haber cantado los salmos, tomó con sus discípulos el camino del monte Olivos, cuando les avisó: “El pastor será golpeado y dispersadas las ovejas del Apócrifos del Génesis

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rebaño”… Luego llegó el que debía traicionarle, Judas, uno de los doce, acompañado por un grupo armado que enviaban los sacerdotes. Le dio entonces un beso a Jesús: era la señal, y Jesús le dijo: “Amigo mío, cumple con tu tarea”; y los soldados le detuvieron enseguida. Pedro quiso defenderle, pero Jesús le indicó: ¿Crees que no puedo recurrir a mi Padre, que pondría enseguida a mi disposición más de doce legiones de ángeles?... ¿Cómo se cumplirán, entonces, las Escrituras según las que es preciso que así sea? Luego se dirigió a la multitud en estos términos: “Todo eso ha sucedido para que se cumplan los escritos de los profetas”. Entonces, los discípulos le abandonaron y emprendieron la huida. Jesús fue llevado ante Pilatos; pero al verlo cautivo, Judas fue presa del remordimiento y quiso devolver las treinta monedas de plata a los sacerdotes y ancianos, diciendo: “He pecado entregando una sangre inocente”. Pero era demasiado tarde para arrepentirse, y Judas se ahorcó… “Y tomaron las treinta monedas de plata; era el precio del que fuera evaluado, de aquel a quien evaluaron los hijos de Israel. Y lo dieron por el campo del alfarero, como el Señor había ordenado”… Judas había devuelto a los sacerdotes el dinero de su traición; pero al no poder guardar el dinero de su crimen, estos lo dieron al campo del alfarero. Apócrifos del Génesis

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Pilatos convocó entonces a la muchedumbre y le propuso salvar a Jesús o Barrabás. Eligieron a Barrabás antes que Jesús. Pilatos se lavó las manos, y la responsabilidad cayó sobre la multitud. Así fue crucificado Jesús, en el lugar del Gólgota… Le dieron para que bebiera vino mezclado con hiel. Se distribuyeron las ropas mediante sorteo, y los que pasaban, inclinando la cabeza, le decían: “Tú, que destruiste el santuario, sálvate… Has puesto en Dios su confianza, que Dios le libere ahora, si le ama”… Al medio día, las tinieblas cayeron súbitamente sobre la ciudad y la envolvieron hasta las tres. Jesús, clavado en la cruz, antes de morir, gritó: Eli, Eli, ¿lama sabaqtani? “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? -Qué extraordinaria manera sobria de exponer los hechos -pronunció de repente Paolo-. Sin duda, esto es un resumo sucinto y directo -alcanzó a exclamar anonadado con lo que acababa de leer. -Nunca imaginé que toda la obra de Jesús podría ser resumida de manera tan concisa y clara a la vez -alcanzó a expresar con turbación. -Sin embrago, -dijo para sí estirándose en la silla- sus prédicas, que fueron poco relevantes hasta su crucifixión, terminaron por ser las bases de la religión más popular de la Tierra… Aunque de todas maneras, varios puntos de su Apócrifos del Génesis

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historia aún no sean muy claros para muchos… -vaciló en su pensamiento. -Y el detalle de que la Historia sea divida en dos grandes eras, o sea, Antes y Después de Cristo, hace innecesario tener que explicar cuan relevante fue Jesús de Nazaret, como figura central de las religiones cristianas. -Tanto es así -llegó a juzgar en su meditación-, que los cristianos afirman que Jesús es el hijo de Dios, que con su muerte redimió a los seres humanos y que resucitó tres días después de morir. Por tanto, el cristianismo también proclama la creencia en un Dios único, universal y paternal. Y esto es lo que hace del amor a Dios y al prójimo, los principios esenciales de su doctrina. No en tanto, mientras él recapacitaba en silencio sobre la obra de Jesús, fue riscando de manera inconsciente una hoja de su block de notas, dejando que su mano condujese irreflexivamente la punta del grafito de su lápiz, y éste le asignase al papel varios dibujos sin nexo. Al detenerse, abrió al máximo sus ojos al notar que había esbozado varias cruces; una de ellas era la de la Iglesia Ortodoxa, una cruz de ocho brazos. Además, había diseñado las cruces latina y la bizantina, y hasta la de San Pedro, una cruz latina invertida en sentido vertical, que simboliza la forma en que se supone que murió el apóstol San Pedro en Roma hacia el año 64. Apócrifos del Génesis

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-¿Por qué he dibujado esto? -se cuestionó sorprendido al ver los dibujos. -No hay duda -expresó en un murmullo- que todo lo que se refiere a Jesús y a su vida, termine por generar discusiones entre los académicos que investigaron un poco más que nosotros. Por otro lado -añadió a su reflexión-, la mayoría de los cristianos afirma que Jesús existió, pero que su biografía y su mensaje fueron alterados por los redactores de las primeras fuentes, adecuándose así a intereses religiosos; en cuanto sólo una minoría considera probable que Jesús no haya existido y sea solamente una entidad mítica, una figura común en la Edad Antigua. -Lo cierto -agregó-, es que ya se ha demostrado que los evangelios llegan a contener varios errores históricos y geográficos, así como también numerosas incongruencias narrativas y abundantes elementos sobrenaturales que son solamente expresiones de fe -terminó por evaluar. De inmediato meneó su cabeza y apartó una nueva hoja, comenzó a escribir lo que le dictaba su cabeza: -Analizando lo qué se dice de Jesús desde dos miradas muy distintas, tenemos que: Jesús según los evangelios, se basa en escritos que hablan sobre Él y aceptados por las iglesias cristianas. Y según esos escritos, Jesús fue un predicador judío que vivió en Galilea y Judea, actual Israel. Su madre, María, lo concibió sin haber mantenido Apócrifos del Génesis

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relaciones sexuales con su padre, José… Herodes, rey de Judea, alertado por el nacimiento de un posible Mesías, decidió que fuera asesinado. Pero sus padres lo salvaron huyendo a Egipto hasta que Herodes murió. Años después, Jesús anunció la llegada del Reino de Dios y ganó adeptos generando milagros (habrían sido 27, entre los cuales sanó a once leprosos, un paralítico, un sordomudo y dos ciegos; además de realizar cinco exorcismos y tres resurrecciones; y caminó sobre agua). -Así mismo -continuó escribiendo con disposición-, recogió durante su prédica a doce apóstoles: uno de ellos era Judas, quien luego lo traicionaría. Por él, Jesús fue llevado al sacerdote Caifás, quien lo oyó proclamarse como el Mesías. El procurador romano Poncio Pilatos no lo juzgó culpable, pero pidió a la muchedumbre que eligiera entre liberar a un bandido llamado Barrabás o a Jesús. Y Jesús fue condenado a morir crucificado. Sus palabras finales fueron: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Entonces, un joven vestido de blanco, el que algunos religiosos sugieren como siendo un ángel, anunció su resurrección y pidió a los discípulos que esperasen a Jesús en Galilea. Jesús reapareció y les encomendó predicar el Evangelio. Luego ascendió a los cielos, donde está sentado a la derecha de Dios.

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-Pero Jesús según la Historia, -recalcó el padre en su redacción- se afirma que la primera referencia escrita de Jesús es el papiro ‘P52’, que data aproximadamente del año 125 d.C., y contiene un fragmento del Evangelio de Juan. Convencionalmente, se adoptó como su fecha de nacimiento la calculada en el siglo VI por Dionisio el Exiguo, basada en cálculos erróneos y que hoy sirve como inicio de la llamada Era Cristiana. En realidad, Jesús nació en el año 4 a.C. y habría tenido cuatro hermanos y dos hermanas. -En su juventud -prosiguió anotando-, Él fue seguidor del predicador Juan el Bautista, pero cuando éste fue capturado, Jesús siguió sus pasos. Llegó a juntar a cinco mil personas en sus actos. Predicó durante no más de tres años, y ninguna fuente afirma con prueba documental de que fuera célibe. Terminó ejecutado alrededor del año 30. -Tras la muerte de Cristo, -anotó Paolo tras una breve pausa para realinear su raciocinio-, el cristianismo fue predicado por sus apóstoles, siendo San Pablo quien lo introdujo en Europa. Y por sus valores intrínsecos ganó adeptos rápidamente entre la población del Imperio Romano, especialmente la menesterosa. Por ese entonces, los cristianos sufrieron persecuciones porque estos no hacían distinción entre hombres libres y esclavos, y negaban el culto a los emperadores. Apócrifos del Génesis

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-El primer perseguidor fue Nerón (54-68). Pero fue Decio (248-251) quien emprendió una campaña de exterminio a los creyentes, pero mismo así el cristianismo seguía ganando adeptos entre las clases más humildes; y Diocleciano fue el último que ordenó persecuciones. -No obstante, en el año 313, -continuó anotando poseso-, Constantino publicó el Edicto de Milán, con el cual reconoció legalmente al cristianismo. Esto supuso su difusión en todos los rincones del Imperio Romano. Finalmente, Teodosio dio un golpe mortal a las religiones paganas al cerrar sus templos y prohibir los sacrificios. -¡Sí! -se dijo para sí después de leer lo que había escrito- Primero perseguían a los cristianos, y después a los que no eran cristianos… Tristísimo -murmuró con una mueca de malestar en el rostro. -No en tanto -volvió a escribir en su block-, al considerar a Jesús según otras religiones, encontramos que el judaísmo rechaza la creencia de que Jesús es Dios, porque resulta incompatible con su monoteísmo (creen que Dios es uno). Empero, sabemos que los judíos aún esperan la llegada del Mesías. -Por su vez, tenemos que los testigos de Jehová no niegan la divinidad de Cristo, pero lo consideran supeditado a Jehová y lo identifican con el arcángel

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Miguel. Mientras que el Islam, en tanto, lo acepta como siendo uno de sus profetas. Con esa última frase finalizó su redacción, dedicando unos minutos a leerla punto por punto. Cuando terminó, alargó su mirada dejando que se perdiese más allá de la ventana. Sintió que estaba con el espíritu turbado, pues cada vez más comprendía la importancia que tendría el descubrimiento del manuscrito perdido. Y se preguntó: -Pero si Juan Bautista era esenio, si Jesús era esenio, ¿después del descubrimiento del papiro perdido, podría su enseñanza interpretarse del mismo modo que antes? -No en tanto, si el cristianismo había nacido de una secta judía, ¿no cambiaría la visión que de Él se tenía por entonces? -llegó a cavilar silencioso sobre cada parágrafo que había escrito, hasta que un tiempo después tomó nuevamente su block y anotó: -Es obvio que conmueve al mundo la traición, la pasión y el suplicio de Jesús, pero tal vez no tanto las razones de su muerte. Evaluó lo que había escrito, pues entendió que allí habían puntos oscuros que pronto anotó: ¿habían sido los judíos los responsables y los romanos culpables, o era al revés? -Pero, ¿qué judíos? -añadió- ¿Qué romanos? ¿Los sacerdotes, la multitud, los discípulos que lo abandonaron? Apócrifos del Génesis

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¿Por qué le había traicionado Judas, uno de los suyos? ¿Fue realmente por dinero, o por otra razón más profunda y doctrinal? -No en tanto, -logró razonó-, si Judas lamentaba su gesto hasta el punto de suicidarse, ¿era imaginable que él, siendo hijo de zelote, prescindiera de cualquier conciencia moral cuando lo había entregado a cambio de dinero? -¿Y por qué Jesús, que iba a ser detenido, que no había dejado de anunciarlo y de avisar a sus discípulos hasta la noche de la Cena, por qué lo había permitido? ¿Por qué llegó al punto de alentar a Judas, incitándole a que cumpliera rápidamente su tarea; como si todos allí tuvieran un papel determinado en aquella noche, como si se tratara de una conjura previa, de un plan prestablecido, premeditado por ambos, Jesús y Judas; como si existiera un secreto acuerdo entre el traidor y su víctima? -Sin que sepamos quién lo había decidido -concluyó-, parece haber sido necesario ponerle a prueba en aquel momento fatídico. Pero entonces, ¿por qué sus discípulos no lo habían, aparentemente, comprendido y admitido? ¿Por qué le abandonaron en el momento crucial, cuando Él más les necesitaba? De pronto, Paolo largó el lápiz sobre el block. Se sintió presa de un vértigo extraño, al deducir que las preguntas que se estaba planteando, quizás tuviesen sus Apócrifos del Génesis

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respuestas definitivas cuando se encontrara el pergamino perdido que contenía El Enigma Doctrinal. -Ciertamente que en él debe encontrarse la clave que apuntará la solución de estos misterios… Puede que por ello haya tanta preocupación de tantos en encontrarlo -ultimó atónito. -En todo caso, los elementos de respuesta son complejos -se dijo-. Sin dudas Judas era el traidor, el culpable moral, ¿pero habría actuado él por iniciativa propia o por otros de los que sólo era instrumente?... ¿Cuál era el acuerdo entre Jesús y él? -Los romanos le habían ejecutado; eran pues sus verdugos. Con ellos el aparato de Estado y la ley. Pero las cosas se hicieron complicadas porque habían ofrecido a los judíos su elección, y estos habían elegido matarle -llegó a razonar desconcertado. -¿Pero de qué judíos se trataba? -volvió a preguntarseNo del conjunto del pueblo, ni los fariseos, que no estaban presentes… Quizás sólo algunos emisarios de los saduceos y, más precisamente, de algunos sacerdotes del Templo. -¿Eran realmente estos últimos los culpables? -se indagó una vez más-. Sabemos que la ley judía no preveía la ejecución en la cruz, pero tampoco el tribunal no le había hecho lapidar, como era la costumbre. Eso es sin duda, algo que divide de nuevo la culpabilidad entre ellos Apócrifos del Génesis

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y los romanos, que no podrían haberse “lavado las manos” con tanta facilidad. De pronto Paolo se levantó, colocó sus manos a la espalda y comenzó a caminar en su sala, entretenido a rumiar con sus preguntas: -¿Finalmente, cuáles eran los móviles de unos y otros?... ¿Por qué lo había hecho detener Pilatos?... ¿Representaba Jesús un peligro para la autoridad de Roma cuando sólo predicaba para los pobres y tullidos y sus palabras no contenían ningún mensaje que pudiese ser considerado político o revolucionario?... ¿Quiénes eran los integrantes de aquella multitud fanatizada, manipulada, que exigía a gritos la muerte?... ¿Era posible que ellos prefiriesen a Barrabás el bandido cuando, en otro tiempo, había aclamado a aquel a quien anunciaba Bautista?... ¿Por qué semejante animosidad por parte de ciertos sacerdotes? ¿Realmente temían que un galileo, un sencillo hombre del campo, amenazase su omnipotente poder en Jerusalén?... ¿Por qué desear su muerte si no tenían contra Él ninguna acusación real? -Creo que lo más indicado, es hacer una visita al cardenal Benedetto Masella -se dijo para sí con el rostro compungido.

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-Seguramente, él podrá orientarme mejor y tenga algunas de estas respuestas sin que yo caiga en pecado por pensar así o pronunciar blasfemias. -De hecho -volvió a cuestionarse cuando tornó a ocupar su silla-, es como si Jesús hubiera sido asesinado tres veces; por Judas, por los romanos y por los sacerdotes, a través de la muchedumbre… Y puede que una postrera vez, cuando pronunció: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado? -Pero -continuó a deliberar-, ¿cuál fue el móvil de Judas que lo había traicionado?... ¿Era creíble que fuese sólo por el dinero?... ¿Tan cínico era, y tan interesado el hijo del zelote y ciertamente zelote también?… Y por fin, ¿cuál era el móvil de Jesús para dejar que le traicionaran? Al finalizar su pensamiento, Paolo acercó su rostro al libro para continuar su lectura, pero se detuvo, porque pensó que aún quedaba una cuestión, un misterio que, por lo demás, seguramente no había escapado a los romanos, a los viandantes, ni siquiera a los ladrones crucificados a su lado; pues si Jesús era realmente el hijo de Dios, podía ser salvado por su Padre, o hasta por él mismo incluso, pues había salvado ya muchas vidas, y había resucitado. -Tal vez Él hubiera decidido no hacer milagros aquella vez -caviló taciturno-. Y en ese caso su muerte era deseada… Un suicidio, en cierto modo -pensó moviendo Apócrifos del Génesis

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su cabeza-, y eso lo hacía cómplice de Judas, a quien le había besado como un hermano y a quien había incitado a cumplir su tarea. Por tanto, Jesús sabía que iba a ser vendido, que iba a morir, y sin embargo no hizo nada para escapar a su suerte. -He aquí otro culpable -decretó con un murmullo-. ¡El propio Jesús! -pero sin que pudiera impedirlo, un violento estremecimiento le recorrió el cuerpo, pues su mente lo trasladó a una nueva duda: -Salvo si Jesús sabía que sería entregado y tal vez creyera que no iba a morir. Quizás, Él pensó hasta el último extremo que Dios iba a salvarlo… Tal vez esperara, en el último momento, la recalada del cataclismo, el milagro y la llegada resplandeciente, postrera, triunfal del Padre… Sí, seguramente Él esperaba por el advenimiento del reino de los cielos; de lo contrario, ¿por qué habría dicho: Dios mío, por qué me has abandonado? Empero, todos esos pensamientos lo desconcertaron en demasía, al punto de Paolo ya no poder concentrarse nuevamente en la lectura, y una vez más se encontró preguntarse: -Siendo yo un padre, y a la vez un paleógrafo, ¿tengo el derecho de cuestionar las Sagradas Escrituras? Entonces se persignó y rezó una plegaria antes de cerrar el libro y retirarse con destino a un altar. Apócrifos del Génesis

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Juzgaba que ante lo expuesto, debería orar y suplicar por las blasfemias e imprecaciones que nublaron su mente.

10 El Origen del Pergamino Al día siguiente Paolo acordó como de costumbre, sin embargo terminó por llegar más tarde que lo normal a las oficinas de la Congregación. En realidad, el motivo de su demora fuera causado por su inhabilidad en conocer la distancia existente entre su nueva residencia y su local de trabajo. Algo que lo llevó a rematar en tono macilento: -Creo que mientras no tenga mi propia conducción, tendré que levantarme una hora antes. Una vez que entró en el edificio, no se detuvo para conversar con nadie, yendo directo a su sala. Enseguida se preparó para dar inició a la lectura, retomándola en el parágrafo que mencionaba que los sucesores de Herodes habían tenido menos éxito que éste, en cuanto a mantener bajo control esa insipiente rebeldía judía. Cuanto a su testamento, reformado por él, varias veces, disponía dividir su reino entre tres de sus hijos: Arquelao, Herodes Antipas y Herodes Filipo. El propio emperador Augusto había confirmado ese arreglo, pero llegado el momento le Apócrifos del Génesis

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negó el título de rey a Arquelao, nombrándolo solamente etnarca de Judea y Samaria, hasta que, tras nueve años de un gobierno incompetente, lo destituyó del cargo desterrándolo a la ciudad de Viena, en Galia; y Judea fue puesta bajo regencia directa de un procurador romano; primero Coponio, luego Valerio Grato y, en 26 d.C., Poncio Pilatos. Pero esa disposición romana no logró asegurar la estabilidad de Palestina. Si bien la aristocracia judía y el establishment saduceo habían hecho lo posible para contener el resentimiento de su gente, los pesados gravámenes impuestos por los romanos y la insensibilidad de éstos hacia las creencias religiosas de los judíos, condujeron a esporádicas revueltas y, finalmente, a un guerra abierta. Los insurgentes judíos tomaron Masada y acabaron con la guarnición romana. En el templo Eleazar, el hijo del sumo sacerdote Ananías, convenció a los sacerdotes de que abolieran los sacrificios ofrecidos por Roma y por el César. Este gesto de desafío derivó en una insurrección general, donde fue capturada la fortaleza Antonia y asesinado Ananías, atrincherándose luego los romanos en las torres fortificadas del palacio de Herodes. También en Cesarea, la capital administrativa de los romanos en la costa, los gentiles terminaron por atacar y masacrar la colonia judía. Esta atrocidad enfureció a los judíos de toda Palestina, quienes saquearon ciudades Apócrifos del Génesis

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griegas y sirias como Filadelfia y Pella, matando a sus habitantes en venganza. Por tal motivo, en septiembre de 66 d.C., el legado romano en Siria, Cestio Galo, partió desde Antioquia con la Duodécima Legión para restaurar el orden en Palestina. Los insurgentes judíos de Jerusalén se aprestaron a resistir, y luego de algunas escaramuzas en las afueras de la ciudad, Cestio ordenó retroceder. Los judíos quedaron por entonces como dueños de su propia tierra y comenzaron a organizar sus defensas contra el regreso de los romanos. En paralelo, una fraternidad de hombres y mujeres santos que vivían juntos en una comunidad, y portaban lo que ellos decían ser las semillas de la cristiandad y la futura civilización occidental ya en el siglo II a.C., secta esta que había surgido tras la revuelta macabea, y cuya existencia hasta el siglo I está documentada por distintas fuentes, terminaron por crear una sociedad de piadosos judíos que daban su propia interpretación a los Cinco Libros de Moisés, a sus leyes y sus mandamientos. Suele decirse que sus antecedentes inmediatos podrían estar en el movimiento hasideo, época de la dominación Seléucida que fue de 197 a 142 a.C., pero esta hermandad, que era más o menos perseguida y mantenida en el ostracismo, era la que daría posteriormente personas que cambiarían la faz del mundo y el curso de la historia. Apócrifos del Génesis

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Sin duda, casi todos los principales fundadores de lo que luego se denominó la cristiandad, fueron esenios: Santa Ana, José y María, Juan el Bautista, Jesús, Juan el Evangelista, y otros más. Empero, los esenios se consideraban separados a sí mismos, no por causas externas, como el color de la piel, el pelo, etc., sino porque la iluminación de su vida interna y su conocimiento de los ocultos misterios de la naturaleza eran desconocidos para otros hombres. -¿Cómo? -se preguntó Paolo al leer la última frase-. ¿Qué documentos sustentan esta afirmación? -murmuró en cuanto tomaba el lápiz para anotar ese punto en su block. Asimismo -continuó leyendo después de finalizado el registro-, estos se consideraban un grupo en el centro de todos, porque cualquier individuo podía formar parte de su Fraternidad tan pronto estos pasaran con éxito las pruebas selectivas. Ellos pensaban, con muy buenas razones para ello, que eran herederos de los antiguos hijos e hijas de Dios, herederos de su antigua y gran civilización. Poseían avanzados conocimientos y trabajaban arduamente en secreto por el triunfo de la luz sobre las tinieblas en la mente humana. Sentían que les había sido confiada una misión, la que eventualmente sería la fundación del cristianismo y la civilización occidental, y estaban apoyados en lograr este esfuerzo por seres altamente Apócrifos del Génesis

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evolucionados que dirigían la fraternidad. Eran verdaderos santos, maestros de sabiduría, hierofantes de las antiguas artes maestras. Pero los esenios no se limitaban a una sola religión, sino que estudiaban todas para poder extraer de ellas los grandes principios científicos. Consideraban que cada religión

era

un

estado

diferente

de

una

misma

manifestación, y les daban gran importancia a las enseñanzas de los antiguos caldeos, de Zoroastro, de Hermes Trismegistos, a las secretas instrucciones de Moisés y de uno de los fundadores de su orden, que había trasmitido técnicas similares a las del budismo, así como a las revelaciones de Enoc. Entendían que poseían la ciencia viviente de estas revelaciones y, de este modo, sabían cómo comunicarse con los seres angélicos y habían resuelto la pregunta sobre el origen del mal en la tierra. En todo caso, una de sus más grandes preocupaciones era protegerse de cualquier contacto con espíritus del mal, para poder preservar la pureza de sus almas. Sabían que estarían en la tierra durante un corto período de tiempo y no querían prostituir sus almas eternas. Fue esta actitud, esta estricta disciplina, esta absoluta negativa a mentir o a comprometerse, lo que les hizo objeto de muchísimas persecuciones a través del tiempo.

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A su vez, ellos se consideraban guardianes de las Divinas Enseñanzas. Poseían un gran número de manuscritos muy antiguos, algunos de los cuales databan del inicio de los tiempos. Una gran parte de los miembros de su Escuela pasaban el tiempo descifrando sus códigos, traduciéndolos a varias lenguas, y reproduciéndolos para lograr perpetuar y preservar este avanzado conocimiento, considerando este trabajo como una tarea sagrada. Estos esenios suponían su Fraternidad, compuesta de hombres y mujeres, como la presencia en la tierra de las enseñanzas de los hijos y las hijas de Dios. Ellos eran la luz que brilla en las tinieblas, la que invita a la oscuridad a convertirse en luz. Así, para ellos, cuando un candidato solicitaba ser admitido en la Escuela, ello significaba que dentro de él se había puesto en marcha un completo proceso del despertar del alma. Un alma así, estaba lista para ascender las escaleras del sagrado templo de la humanidad. Igualmente sabían diferenciar entre las almas que aún estaban dormidas, las que estaban sólo medio despiertas, y las despiertas. Su tarea era ayudar, consolar y aliviar a las almas dormidas, tratar de despertar a las que estaban a medias, y dar la bienvenida y guiar a las almas despiertas. Sólo las almas que se consideraban despiertas podrían recibir la iniciación en los misterios de la Fraternidad Apócrifos del Génesis

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esenia. Entonces comenzaba para ellos el sendero de evolución, que ya no se detendría más a través del ciclo de sus encarnaciones. En aquella época, todos conocían a “los hermanos y hermanas vestidos de blanco”. Los hebreos los llamaban “La Escuela de los Profetas”; para los egipcios, ellos eran “los Sanadores, los Médicos”. Tenían propiedades en casi todas las grandes ciudades, y en Jerusalén había incluso una puerta que llevaba su nombre: “La Puerta de los Esenios”. A pesar de algunos temores y bromas, debido principalmente al rechazo a aquello que se desconoce, las personas sentían en general respeto y estimación por los esenios, por su honestidad, su pacifismo, su bondad, su discreción, y su talento como sanadores, dedicados tanto a los pobres como a los ricos. Las gentes sabían que muchos grandes profetas hebreos provenían del linaje de la Escuela esenia. Es más, aun cuando la Fraternidad era muy estricta sobre las leyes secretas en relación con su doctrina interna, cultivaban muchos puntos de contacto con las personas, principalmente a través de los sitios donde daban alojamiento a peregrinos de todo horizonte, proporcionado ayuda en los períodos difíciles, y especialmente a través de la sanación de los enfermos. Estos sitios donde se impartían las enseñanzas básicas y se practicaba la Apócrifos del Génesis

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sanación, estaban localizados en lugares que tuvieran acceso público, de manera que todas las personas pudieran acudir. Pero estos pronto comenzaron a criticar con violencia a las autoridades religiosas judías de Jerusalén y acusaron a los sacerdotes del Templo de laxismo y corrupción. Por tanto, decidieron pasar a vivir lejos de los demás, y por ello se instalaron en un lugar desierto donde su comunidad podía vivir aislada. Para los de Jerusalén, ese lugar fue Qumrán, a orillas del mar muerto, y allí escribieron sus más nuevos manuscritos. Paolo realizó una pausa en la lectura, y se puso rumiar consigo mismo, de que tal vez la génesis de todo ello se remontase a unos cinco mil años, cuando Dios había creado el mundo, cuando separó el cielo y la tierra para que vivieran allí el primer hombre y la primera mujer, Adán y Eva… Luego -convino en silencio-, se produjo el diluvio, vino el tiempo de los patriarcas, el exilio en Egipto, la liberación de la esclavitud gracias a Moisés y el regreso de Israel a la tierra de Canaán. -No en tanto -raciocinó con vaguedad-, a menos que todo brotara del caos anterior a toda cosa y condición del inicio como organización; cuando la tierra estaba desierta y vacía, cubierta por el abismo de las aguas sobre el que

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planeaba el aliento supremo, y cuando todo estaba sumido en la oscuridad… -¡Qué locuras estoy pensando! -exclamó aturdido-. Dios tuvo la idea de crear el mundo, loca idea tal vez, porque seguimos ignorando por qué lo hizo -mencionó con una mueca-. Pero lo hizo, y todo comienza después de Cristo, donde sí no todo comienza pero sí, todo se reanuda con Él, pues no hay nada concluido antes de la llegada del Mesías, ni nada hay de nuevo mientras su sol no brille con la luz eterna. En realidad, los sentimientos y la fisonomía del padre Paolo se mostraba un poco empalidecida, pero decidió dar continuidad a la lectura, retomándola justo en el punto donde se mencionaba que los esenios conservaban sus papiros envueltos en lino y sellados en altas jarras, pero cuando estos vieron que la derrota frente a los romanos era inevitable y que pronto iban a ser aplastados, intentaron ocultar sus escrituras sagradas en las inaccesibles grutas de los acantilados vecinos, y de manera separada, que era una manera de intentar salvarlos de que cayeran en las manos de los infieles conquistadores. Así

pues,

permanecieron

algunos intactos

de hasta

aquellos el

día

pergaminos que

fueron

descubiertos en 1947 -mencionaba el libro-, cuando también los hombres sacaron a la luz las ruinas del paraje Apócrifos del Génesis

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donde habían vivido los esenios, y desenterraron los restos de sus moradas, de sus edificios e instalaciones comunitarias, y penetraron también en otras grutas que contenían otros manuscritos… Cuando todo sucedió, se apropiaron de ocho de ellos, pero les faltó encontrar uno, el principal, el que habla del “Enigma Doctrinal”. Paolo arqueó las cejas al observar tal afirmación, dejando escapar un murmurio: -¡Con qué fue aquí! Sin embargo, el ansia por saber más no le amilanó la voluntad y continuó leyendo el parágrafo siguiente, en el cual se mencionaba que al imaginar que estos esenios era un grupo de ascetas que vivían aislados en comunidades separadas, probablemente desentona con lo que se sabe de ellos, pues la mayoría de los varios miles de miembros de la secta vivían en pueblos y ciudades diversas, y un importante grupo de estos vivía en Jerusalén, concentrados en un barrio con unos 4.000 seguidores, y en cuyas murallas se encontraba la “puerta de los esenios”, que ha sido localizada ya por los arqueólogos. Por tanto, es de suponer que el manuscrito perdido nunca fue guardado en Qumrán, o hasta probablemente no fuera escrito allí, ya que el esenismo no se limitó a dicho lugar. Igualmente se sabe que después del siglo I, muchos de los esenios vivían en las ciudades, de una forma

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particular, selectiva, pacifista, en comunidad de bienes, y manifestando su doctrina. -Entonces -valoró Paolo-, es bien probable que la localización geográfica del pergamino sea incierta, pues en vista de la catástrofe que pronto los abrumaría, parece ser sorprendente que los judíos aun pensaran que podían desafiar el poder de Roma, ya que la gran mayoría de los judíos estaba convencida de que el momento de su destino había llegado… Ellos eran, después de todo, el pueblo elegido por Dios, y desde sus primeros tiempos los profetas les habían prometido no sólo la liberación, sino un liberador mencionado como “el ungido” -terminó por apreciar antes de continuar leyendo. Retomó la lectura donde indicaba que la gran división entre los judíos se encontraba entre los saduceos y los fariseos. El primer grupo controlaba el templo, y eran menos exigentes en su interpretación de la ley; en cuanto que los fariseos eran más estrictos, más radicales y austeros y usaban su tradición oral para imponer minucias legalistas en cada aspecto de la vida judía. Una diferencia importante entre esas dos escuelas de creencias, tenía que ver con la otra vida, ya que los primeros eran agnósticos, mientras los fariseos insistían en la inmortalidad del alma, la resurrección personal, y en la recompensa divina por la virtud o el castigo por el pecado en el mundo venidero. Apócrifos del Génesis

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A su vez, los fariseos eran los más ruidosos en su oposición al gobierno de Roma; y entre ellos había sectas austeras y fanáticas como los esenios y los zelotes; estos últimos una facción terrorista que buscaba despreciar profundamente no sólo a los romanos sino a todo judío que colaborase con ellos, llegando a enviar asesinos para que se mezclaran con la multitud y ultimar así a sus enemigos, y llegando al punto en que un contingente de zelotes galileos llegó a refugiarse dentro de Jerusalén para hacer una guerra de clase a sus anfitriones. Pero cuando el emperador Nerón se enteró de la derrota de Cestio Galo, decidió convocar al veterano general Vespasiano y lo puso al mando de las fuerzas romanas en Siria. Éste general mandó a su hijo Tito a Alejandría para buscar la Decimoquinta Legión para posteriormente entrar con su ejército en Galilea, que con gran dificultad, al fin redujo los bastiones mantenidos por los insurgentes, y masacrando o esclavizando a sus habitantes. Sin embargo, en medio de esta campaña, el emperador Nerón terminó por ser asesinado, y el mismo fin tuvo Galba, su sucesor; donde luego sobrevino una guerra civil de la cual Vitelio salió victorioso al trono. Pero en Cesarea, las legiones repudiaron a Vitelio y proclamaron emperador a Vespasiano. El gobernador de Egipto, Tiberio Alejandro, lo apoyó, y lo mismo terminó Apócrifos del Génesis

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por hacer las legiones de Siria. Por su vez en Roma, los partidarios de Vespasiano derrocaron a Vitelio y proclamaron a Vespasiano heredero del trono imperial. Pero cuando éste se embarcó a Roma, dejó a su hijo Tito la misión de consumar el sometimiento de los judíos. En todo caso, tal era la solidez de sus fortificaciones y la determinación de sus defensores, que en 70 d.C., a Tito le llevó seis meses poder capturar Jerusalén. En ese entonces toda la población fue prácticamente aniquilada, y todos aquellos que se habían refugiado en las cloacas de la ciudad murieron de hambre, o bien se mataron a ellos mismos, o fueron aniquilados por los romanos al salir. Pero existen indicios que muestran que antes de Tito tomar Jerusalén, en la ciudad vivía un hombre llamado Davis Aarón, que era hijo de Rony, que era hijo de Amram, que era hijo de Habilio, que era hijo de Mickael, que era hijo de Ozías, que era hijo de Loth, y así retrocediendo secularmente hasta Salomón, que era hijo de Naassón, hijo de Aminabad, hijo de Aram, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá, hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham. Paolo suspendió la lectura, pues se sorprendió al ver cómo había sido remontado el árbol genealógico de dicho individuo, y eso le despertó aún más la atención por lo que decían las siguientes frases, donde constaba que ese Apócrifos del Génesis

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hombre había sido un sabio de gran reputación entre los integrantes de la secta esenia, pues conocía toda la historia de Israel desde los orígenes, y más especialmente aun por ser el guardián de un documento importante que, de mano en mano fue pasando entre sus antepasados, y su padre le había confiado la protección, y cuya pose debería defender con su vida si fuese necesario. Empero al acoso romano, Davis Aarón logró huir a tiempo llevando consigo el pergamino y su misterio. Cuando Tito volvió a Roma, durante los festejos para celebrar el triunfo, por las calles fueron arrastradas carretas cargadas con los magníficos tesoros saqueados de Jerusalén, entre ellos el candelabro de oro del Templo, junto con columnas de prisioneros encadenados. Sin embargo, en Palestina, bandas insurgentes resistían dentro de las inexpugnables fortalezas de Herodes: Herodium, Machaerus y Masada. La primera cayó sin dificultad; la segunda se rindió; pero Masada seguía en manos de los zelotes al mando de Eleazar ben-Jair, un descendiente de Judas Macabeo. Entonces, el gobernador romano, Flavio Silva, rodeó la fortaleza y construyó una rampa para permitir que un ariete hiciera una brecha en el muro. Los zelotes resistieron, pero cuando se hizo evidente la derrota, hallaron mejor morir a manos propias de que ser asesinados por los romanos. Apócrifos del Génesis

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Las esperanzas de los judíos que vivían en Palestina con respeto a una nación independiente no acabaron con la caída de Masada; y unos sesenta años más tarde hubo una segunda rebelión contra los romanos, ahora liderada por Simeón ben-Koseba, a quien el rabino Aqibá reconocía como el Mesías prometido. Así como antes, al inicio la revuelta tuvo éxito cuando las fuerzas del legado romano en Judea, Tineio Rufo, fueron derrotadas. Pero el emperador Adriano envió entonces al legado en Britania, Julio Severo, para recapturar Jerusalén, llevando con él órdenes precisas de encontrar allí un famoso pergamino sobre el cual se decía que contenía secretos cristianos. La guerra se extendió hasta agosto del año 135 d.C., cuando Betar, el último de los bastiones insurgentes, cayó y benKoseba terminó siendo asesinado. Sin embargo, por más que investigaron sobre el paradero del referido pergamino, este no fue encontrado, pues Davis Aarón había huido a tiempo con su familia. Como represalia, los romanos decidieron asignar un duro castigo a todos los supervivientes, cuando miles de judíos fueron aniquilados o esclavizados. Judea fue entonces disuelta, convirtiéndose en la provincia de Siria-Palestina, y la ciudad de Jerusalén pasó a ser una colonia romana de la que se excluyeron a todos los judíos. Por su vez, en el Monte del Templo se construyeron santuarios en honor al Apócrifos del Génesis

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dios-emperador Adriano, y a Júpiter, el padre de todos los dioses. Empero, las palabras de Jesús no murieron con él; por el contrario, pues a partir del momento de la punición decretada por Julio Severo, estas fueron aceptadas por un número cada vez mayor de judíos. No obstante, -continuaba mencionando el relatodejando de lado la cuestión de si Cristo resucitó o no entre los muertos, o de si un “espíritu santo” descendió sobre el resto de sus seguidores en forma de lenguas de fuego, no hay dudas de que la crucifixión de Jesús de Nazaret no disuadió a sus discípulos de predicar abiertamente que Él era “Señor y Cristo”. Resulta igualmente claro que los líderes judíos hicieron lo posible por reprimir ese naciente movimiento de judíos sediciosos; y Pedro fue arrestado y Esteban lapidado. De igual modo, Herodes Agripa I, nieto de Herodes el Grande, ordenó decapitar al apóstol Santiago el Mayor, el hermano de Juan Evangelista. Empero, sólo los poderes reservados por el procurador romano inhibieron una persecución generalizada. Eso no privó que el sumo sacerdote Anán condenase al segundo apóstol llamado Santiago, conocido como “el hermano del Señor” a ser arrojado desde los muros del templo y apaleado hasta morir. La verdadera bête noire para los líderes judíos, sin embargo, no fue ninguno de los doce apóstoles, sino Pablo Apócrifos del Génesis

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de Tarso, un hombre que nunca había visto a Jesús y que era vehemente en su persecución a los cristianos; hasta que un día, durante un viaje a Damasco con órdenes firmadas por el sumo sacerdote de arrestar cristianos, Jesús se le apareció en una visión y lo designó como “instrumento elegido para llevar Su nombre y anunciarlo delante de todas las naciones, y de los reyes, y de los hijos de Israel”. Esas mismas atrocidades se repitieron en todos los rincones del imperio. En Frigia, Asia Menor, una aldea fue destruida por completo... ¿Y por qué? Porque todos los habitantes, sin excepción, desde el alcalde y la población entera, se declaraban cristianos y se negaban a obedecer la orden de cometer idolatría, a la vez que la persecución fue dura en las ciudades sobre el Ródano, Vienne y Lyon. Pero para refutar las falsas enseñanzas, los sucesores de los apóstoles decidieron comenzar a celebrar concilios. El primero fue en Jerusalén, en 51 d.C., otro en Asia Menor cincuenta años después. Cada uno de esos obispos tenía

autoridad

dentro

de

su

propia

comunidad,

otorgándose preeminencia a los prelados de las ciudades principales del Imperio, como Jerusalén, Antioquía, Alejandría y Roma, y a los patriarcas de la religión naciente. El primero entre iguales, entre esos obispos y

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patriarcas, fue el sucesor de Pedro, el apóstol que había precedido la comunidad cristiana de Roma. -En realidad, veo que entramos en el periodo de las persecuciones -analizó Paolo al leer la última frase, y aprovechó el corte de la lectura para realizar algunos ejercicios con el cuello, procurando así desentumecer los músculo de la nuca. No en tanto, al reanudar la lectura después de meditar algunos minutos sobre el relato anterior, notó que el manuscrito mencionaba que Clemente, quien fuera consagrado obispo por Pedro, escribió algunas laudas en el 96 para resolver una disputa en la Iglesia de Corinto; y Víctor, obispo de Roma hacia finales del siglo II, llegó a dictaminar la fecha para la celebración de la Pascua y excomulgó a un vendedor de cueros llamado Theodotus, quien enseñaba que Jesús había sido un hombre normal. Víctor fuera también el primer obispo del cual se sabe que tuvo tratos con la casa imperial, cuando le entregó a Marcia, la amante cristiana del emperador Cómodo, una lista de cristianos condenados a las minas de Cerdeña y consiguió su liberación. Este mismo emperador, hijo de Marco Aurelio, toleró a los cristianos por influencia de Marcia; pero las persecuciones se reanudaron con su sucesor Septimio Severo y preexistieron discontinuas, dependiendo de quién era el emperador de turno. Algunos Apócrifos del Génesis

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de los más sagaces e ilustrados emperadores fueron rigurosos en la represión, y estas se volvieron despiadadas en tiempo de Maximino, Decio y sobre todo Diocleciano, quien en 303 se embarcó en la que iba a llamarse “la gran persecución”, que sólo cesó cuando abdicó y se retiró a su palacio en Spalato, en la costa dálmata. Empero, antes de su retiro, considerando que el Imperio romano era demasiado grande para ser gobernado por un solo hombre, había resuelto reformar la administración del territorio dividiéndolo en cuatro partes, e introduciendo la tetrarquía de augustos y césares. Uno de ellos, Constantino Cloro, que asumió el gobierno del sector norte, que incluía Britania y Galia. Así que, cuando Diocleciano abdicó, Cloro quedó como el césar occidental de más jerarquía, pero murió en York un año más tarde. Su hijo Constantino fue proclamado emperador por las legiones de Britania, y tras una serie de victorias sobre sus pretendientes rivales, estableció su dominio sobre todo el imperio. Constantino creía que había llegado al poder con la ayuda del Dios de los cristianos. Y así fue que con su edicto de Milán, en 313, todos los edictos penales contra los cristianos quedaron rescindidos; y los cristianos fueron liberados y se les restituyeron los bienes. Pero su tolerancia sobre los cristianos fue más lejos, y ordenó a varios de los obispos como asesores de su Apócrifos del Génesis

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gobierno, permitiéndoles por su vez utilizar el servicio postal imperial; y en 333 ordena a sus oficiales imperiales a hacer cumplir las decisiones de los obispos y aceptar el testimonio de ellos sobre el de otro testigo. Además, Constantino donó la propiedad de Letrán al obispo de Roma como solar de la Basílica, y promulgó leyes que otorgaban al clero cristiano privilegios e inmunidades legales. En todo caso, el emperador tuvo que padecer tragedias familiares igual a Herodes, y sólo después logró enviar a su madre, Elena, a Palestina, cuando esta se ocupó de la demolición de los templos y la construcción de iglesias en Belén, en el sitio donde había nacido Jesús; y en Jerusalén, en el lugar de su crucifixión y sobre la tumba de la que había resucitado. -Veo que aquí no constan muchos detalles de las atrocidades que fueron cometidas contra los creyentes durante los siglos I y II… -caviló Paolo con sorpresa-. Tal vez al cardenal no le haya parecido relevante detenerse en pormenores que nada agregan a la historia del cristianismo -llegó a suponer, concluyendo por sí mismo que esos manuscritos que estaba examinando, en realidad no significaban un compendio histórico de la cristiandad, y sí un resumen de los orígenes de los fundamentos de la religión.

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Minutos más tarde retomó la lectura donde constaba que igualmente resultó ser significante en 324, la decisión de Constantino de trasladar la capital de Roma a Bizancio, en el Bósforo, pues hallaba que allí era el centro estratégico de un estado cuyas fronteras más vulnerables y cuyas provincias más prosperas se encontraban en el este; una posición valiosa entre Europa y Asia, y entre el mar Negro y el Mediterráneo. Así pues, Crisópolis fue la ciudad escogida y, ya duplicada de tamaño por Septimio Severo, fue triplicada en tamaño por este emperador. Ciudadanía y pan gratis fueron ofrecidos como incentivo para el asentamiento de pobladores, adoptándose una política de tolerancia hacia los paganos y judíos. Posteriormente fue rebautizada con el nombre de Constantinopla en honor a su fundador, y se convirtió en el centro de la religión cristiana, cuando fue convocado en el año 325 el Primer Concilio Ecuménico a celebrar en Nicea en el que, entre otras decisiones doctrinales, se procedió a organizar la Iglesia en patriarcados y diócesis, otorgándose el mismo rango a las sedes patriarcales de Roma, Alejandría, Antioquia

y

Jerusalén,

cuyos

titulares

recibieron el nombre de arzobispos. -Bueno, ahora sí estamos entrando en una otra era de nuestra Iglesia -balbuceó Paolo al hacer una nueva pausa, y antes de enterarse lo que mencionaba este capítulo Apócrifos del Génesis

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enroscado de la afirmación del cristianismo como religión suprema. Posteriormente, -volvió a leer con avidez-, durante el Segundo Concilio Ecuménico que fuera celebrado en el año 381 en Constantinopla, fue establecido que el obispo de Constantinopla recibiría el título de patriarca, y debía tener la preferencia de honor tras el obispo de Roma, prohibiendo asimismo a todos los obispos, incluidos el romano y el constantinopolitano, que estos interviniesen en otras diócesis. Sin embargo, la supremacía del cristianismo aún no estaba asegurada, pues durante el reinado del sobrino de Constantino, Juliano, quien más tarde sería conocido como “el apóstata”, se reimplantó el paganismo y la Iglesia fue sometida a una especie de persecución renovada. Una de las medidas que éste ordenó para lograr fastidiar a quienes en lugar de cristianos llamaba de “galileos”, fue la reconstrucción del templo de Jerusalén; pero calamidades naturales frenaron el proyecto, que fue abandonado tras la muerte de Juliano, el último de los emperadores paganos. Bajo su sucesor, Joviano, la Iglesia fue restituida a la posición privilegiada que había tenido en tiempos de Constantino, y se volvió tan intolerante con el paganismo como lo había sido el paganismo con la fe cristiana. Por tanto, Constancio, el hijo de Constantino, había hecho Apócrifos del Génesis

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cerrar los templos paganos, prohibiendo los sacrificios a dioses paganos bajo pena de muerte; pero ahora la prohibición se hizo absoluta y las ceremonias paganas se celebraban solamente en secreto, a menudo bajo forma de carnavales o festejos estacionales., cuando los viejos templos se convirtieron en ruinas o fueron destruidos. La misma intolerancia llegó a mostrase hacia los judíos, pues tras haber instigado la persecución pagana de cristianos, y haber apoyado la contrarreforma de Juliano el Apóstata, estaban ahora sometidos a la opresión de las leyes imperiales y al acoso de las turbas cristianas. Y fue Teodosio, el último imperador a gobernar un imperio íntegro, que en 380 promulgó un decreto prescribiendo para todos os súbditos la obligatoriedad del credo niceno. Aunque el decreto fue dirigido tanto contra cristianos heréticos como contra los paganos y judíos, este fomentó excesos entre los fanáticos cristianos. Por tanto, en el 388, una turba cristiana incendió la sinagoga judía de Callinicum, sobre el río Éufrates, y Teodosio ordenó su reconstrucción con dinero del cristiano, pero a último momento fue persuadido por Ambrosio, el arzobispo de Milán, de rescindir la orden, tras escuchar de él: ¿Qué es más importante, la muestra de disciplina o la causa de la religión?

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Igualmente sucedió otra muestra de poder por parte de los obispos, cuando dos años después el mismo Ambrosio condenó una masacre punitiva en Tesalónica, la cual fuera ordenada por Teodosio, y sólo permitió que el emperador volviese a comulgar después de hacer penitencia pública. Paolo paró su lectura en ese parágrafo, y se desperezó en su silla estirando los brazos al cielo. La redacción se había puesto monótona y, por así decir, aburrida, pues nada más constaba sobre el destino del pergamino perdido en esos últimos 300 años de narrativa de la evolución cristiana a partir de la resurrección de Cristo. -Creo que a estas alturas es conveniente que haga una visita al Camarlengo del Papa -especuló-. Si fue él quien dedicó su vida a esta misión, puede que me ahorre tiempo y me diga en qué punto perdió el hilo de la investigación -ajustó con determinación. Luego después de emitir su criterio, cerró el libraco que tenía a su frente y tomó el auricular del teléfono. Apretó cuatro números, y aguardó a que después de la interferencia estática se diese lugar a una voz. -Buenas tardes, padre Agustoni -se anunció alegre-. ¿Sería posible que su Eminencia me reciba mañana temprano? -preguntó a seguir. -Es que quiero ver si me es permitido hacerle una visita al cardenal Masella, y me gustaría poder contar con Apócrifos del Génesis

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su auxilio -le esclareció Paolo luego de la normal interrogante que precedió sus palabras. -Está bien padre… Aguardo en la línea -le respondió, mientras entretenía su nerviosismo jugando con el lápiz y lo hacía pasar una y otra vez por entre los dedos. -Óptimo, padre Agustoni... Entonces los encontraré a las seis en punto en el quinto piso del Palazzo... -respondió tras oír la voz del secretario. -Dígale que gracias por convidarme para que recemos juntos el breviario -le comunicó segundos después. Paolo había sido invitado a orar con ellos esa tarde.

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El Motivo de la Misión Faltaban apenas dos minutos para la hora marcada, cuando Paolo alcanzó a trasponer la puerta de la terraza del edificio y, sin necesidad de explayar su mirada por la solana, encontró allí al cardenal Ottaviani con su misal en la mano. El prelado estaba ladeado por los habituales sacerdotes Agustoni y Casazza. Paolo se aproximó y todos se saludaron cordialmente, no en tanto, obedeciendo a la señal del cardenal, luego comenzaron con el ritual de las plegarias vespertinas. Una vez que terminaron, mismo que el leve viento del atardecer enfriara el conforto de la terraza, el cardenal se sentó bajo una pérgola y lo llamó, mientras los otros sacerdotes se retiraban y los dejaban solos. -Siéntate un poco aquí, Paolo -le mencionó con suave sonrisa-. No es un lugar ideal, pero me encanta ver el surgimiento de las estrellas en el firmamento. -Sí, su Eminencia -asintió Paolo en un balbuceo, devolviéndole la misma sonrisa cándida. -Me ha dicho Agustoni, que mañana quieres ir a ver a Masella -le preguntó el cardenal con voz serena-. Si te sientes seguro, puedes ir, hijo mío -le aconsejó mirándolo

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a los ojos. Aunque su experiencia le indicaba que el padre guardaba alguna expectación. -Mi intensión, Eminencia, es conversar un poco sobre los manuscritos que estoy leyendo… Creo que tengo algunos puntos que necesito dilucidar con él -acotó Paolo, mientras se frotaba las manos una con otra. -¿En qué punto te encuentras? -inquirió el cardenal. -Ya he llegado al periodo posterior al emperador Constantino… Más o menos por el año 400 de la era cristiana. -Entonces ya sabes donde y cuando tuvo origen el pergamino perdido -sancionó Ottaviani calmamente, pero ya con la fisonomía grave. -En verdad, he realizado algunos apuntes para mejorar algún punto que otro de sus manuscritos -confesó Paolo bajando los ojos al suelo-. Pero me gustaría que él me diese su parecer. -Pienso que se quedará muy contento al saber que tú estás empeñado en perfeccionar lo que a él le ha llevado décadas escribir -le confesó el cardenal, que se mantenía impávido y a la vez observador sobre el surgimiento de cualquier trazo diferente en la fisonomía del Paolo. -También tengo intención de reconsiderar sobre la necesidad de leer todos esos libracos, ya que puedo avanzar desde el punto en que él encerró sus trabajos. Apócrifos del Génesis

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-No me parece bien que polemices sobre ellos, pues es importante que tú acompañes punto a punto la evolución del cristianismo y la fe a través de los tiempos. Sólo así comprenderás la importancia de tu misión, Paolo. -Pero pienso que los textos son medievales, tal vez con algunas informaciones sin soporte documental, y puede que no tengan relación alguna con los orígenes doctrinales -expuso el padre con voz recelosa. -Sé que la lectura puede confundir tu mente, hijo mío, pero ten en cuenta que ellos se escribieron durante los siglos que precedieron inmediatamente a la era cristiana. Entonces resultan ser cruciales tanto para el cristianismo, el judaísmo o el mahometismo, y el futuro de nuestra Iglesia. Paolo lo escuchó atentamente, y solo asintió en silencio la explicación del cardenal. -Ahora bien -enunció el cardenal-, puede que se dé el caso de que la comunidad de esenios descrita, contenga algunas tergiversaciones, ya que ellos reverenciaban a un Maestro de Justicia, que al parecer sufrió martirio por causa de su confidencia; por tanto, se torna vital para nosotros descubrir no la fecha del pergamino, sino más bien el secreto contenido en él.

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-Perdone que le pregunte lo siguiente, Eminencia, ¿pero usted cree que los primeros cristianos pertenecían a la comunidad esenia? -La respuesta de la Iglesia, Paolo, sobre el origen y el significado del cristianismo es clara: Jesús es el Mesías que vino a cumplir las Escrituras, y no sólo para los judíos sino para el conjunto de las naciones… Él fue enviado por Dios, que lo hizo judío, pero su enseñanza se distingue radicalmente de la del judaísmo. -¿Y si el contenido del pergamino afecta este punto de vista, y eso nos obliga a reconocer que Jesús y los primeros cristianos surgieron de una secta judía, y que esta tenía sacramentos y una organización casi idéntica a los del cristianismo primitivo? -Entonces, te diré que siglos de creencias resultarán erróneos, y siglos de ignorancia e intolerancia quedaran condenados sin apelación posible… Pero me parece que con tus indagaciones, estás colocando la carreta en la frente de los bueyes, Paolo. -Sí, Eminencia… Perdóneme por mis blasfemias -suplicó el padre, visiblemente consternado. -Va en paz, hijo mío -le absolvió el cardenal haciendo la señal de la cruz sobre la frente de Paolo. El sacerdote bajó su vista al suelo en una postura de sumisión y humildad, justo cuando escuchó: Apócrifos del Génesis

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-Ahora es mejor que entremos, ya ha escurecido y el frio se ha acentuado -propuso el cardenal sin hacer mención moverse del banco. -Entonces, ¿le parece que es aconsejable que mañana visite al cardenal Masella, Eminencia? -No veo por qué no deberías ir, Paolo. Ve, y escucha su palabra con atención -le aconsejó-. La necesitarás para continuar con tu misión. Paolo asintió, y se retiró a su apartamento en silencio. Esa noche, antes pegar el sueño, Paolo se entregó a meditar un poco sobre las lecturas del día, y lo alcanzó el sueño mientras su mente recorría los sucesivos hechos bélicos ocurridos en el Jerusalén de antaño. Entonces tuvo un sueño: En su quimera, una cierta tarde se encontró de pronto con unos beduinos en el desierto, quienes lo contemplaron con curiosidad. Fue entonces que Paolo pasó a sacar de su bolso con mil precauciones, un viejísimo pergamino y se los mostró. -¿Estás seguro de que esta piel de animal tiene gran valor? -le preguntó el jeque del grupo, dubitativo, mientras él estiraba la mano para que lo vieran de más cerca. Ellos le echaron un vistazo atentamente, pues el rollo estaba adornado con una escritura que más parecían pequeñas patas negras, finas y regulares. Ellos no sabían Apócrifos del Génesis

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leer, pero al notarlo tan orgulloso de su hallazgo, advirtieron que debía tratarse de algo importante. Entonces, aquellos hombres se sentaron y celebraron un pequeño consejo y, al terminar, decidieron que él debería acompañarlos hasta su campamento. Poco después de llegar cayó la noche; cuando lo convidaron a comer con ellos el plato de arroz tradicional, con uvas y cebollas, que sus mujeres habían preparado. Aquella noche Paolo durmió en la tienda del jeque y se marchó al día siguiente, no sin antes acordar que ellos que se reunirían con la tribu taamireh en su próximo campamento, un mes más tarde, para que ellos viesen también el misterioso pergamino. Al partir, al igual que los beduinos, que a veces iban a las altas y salvajes montañas, Paolo caminó por las dunas de arena que, como gigantescas olas expuestas a la erosión del viento, iban adoptando disimuladas formas. Todos los beduinos pensaban y creían que el desierto estaba habitado por los djinns. Decían que el extraño canto de las dunas, ese ruido de granos de arena que corren bajo la más ligera caricia del viento, era la música que los fantásticos seres de la mitología semítica tocaban. Entonces decidió sentarse un poco en la cresta de una de aquellas dunas para escuchar el místico canto, mientras bebía agua de su odre. Apócrifos del Génesis

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Dos días después llegó a Jerusalén, donde expuso en el zoco, entre los demás objetos que vendía, la jarra y el extraño pergamino. Transcurrieron varias jornadas sin que nadie se detuviera en su tenderete, pero una mañana, un sacerdote corpulento, vestido con una sotana púrpura y reluciente que paseaba por el zoco, dio un respingo al ver su mercancía. La contempló luego con atención. -¿De dónde la has sacado? -acabó preguntando. -Me la dieron -repuso Paolo, con timidez. -¿Cuánto quieres por ella? Al oír la pregunta, Paolo quedó perplejo. No tenía ni la menor idea del valor del manuscrito. Pero de creer en el interés demostrado por el hombre que tenía a su frente, pensó que podían valer mucho, y soltó un precio al azar: -Quinientos shekalim -le dijo, creyendo que el otro regatearía y que el valor final quedaría en la mitad. Al final de cuentas, en el Gran Templo, cada judío debía aportar medio shekel anualmente, lo que constituía una mitzvá positiva, y el valor era utilizado para adquirir los sacrificios comunitarios que se ofrecían diariamente. Pero se sorprendió cuando aquel hombre aceptó su pedido sin pestañear y pagó sin decir palabra… Fue el momento en que Paolo se despertó, sintiéndose bastante confuso y perplejo con su sueño.

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-¡Mi Dios! ¡Qué locura! -exclamó al saltar de la cama-¿De dónde saqué una pesadilla tan estrafalaria? Horas después, luego de llegar a la hermandad, Paolo encontró un billete sobre su pupitre de trabajo. Lo tomó en sus manos y lo leyó con atención. Decía: “Puedes ir reunirte con el cardenal Masella, hoy por la mañana. Él te estará aguardando”… Notó que estaba firmado por el propio Ottaviani. Decidió hacerlo ya, y partió sin más comedimientos. Pero al atravesar nuevamente la plaza, apreció el efecto de un leve crispamiento en sus nervios. No tenía la más mínima intención de encontrarse nuevamente con aquellos hombres extraños que días antes le habían interceptado el camino. Sin embrago, media hora después de Paolo haber recorrido casi todo el Estado del Papa, el más pequeño del mundo, pero también el más visitado, ya que los apartamentos pontificios, los Museos Vaticanos, las oficinas de gobierno, y la infraestructura que hace posible su funcionamiento como cualquier otro país, se encuentran reunidas allí… En torno a las 9:15 de la mañana, bajo un sol tímido de invierno, se vio entrando sin problemas en las puertas del “Palazzo del Governatorato”. -Sí, Roma es de por sí una ciudad monumental, -convino con sí mismo-, pues el hecho de entrar en el Apócrifos del Génesis

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Estado del Vaticano, es quedarse maravillado ante lo grandioso, pues sobre una superficie de 0.440 Km. cuadrados, es decir en 44 hectáreas, hay nada menos que 55.000 metros cuadrados de construcciones, 20 patios, 997 escaleras, 12.000 ventanas, 10.000 estancias de todas dimensiones, con muebles preciosos, objetos de arte… Había acudido a pie siguiendo por la Plaza de Santa Marta, a la izquierda de la Basílica, llegando sin inconvenientes al “Palazzo del Governatorato”. Antes de ello, pudo ver una estrella de mármol incrustada en el pavimento, la que recuerda que en ese lugar, según la tradición, dentro del Circo de Nerón, san Pedro recibió el martirio cuando llegó a Roma para anunciar la buena nueva de Jesucristo. Días después, a unos cuantos metros de allí, se le dio sepultura. -Este hecho ya ha suscitado las peregrinaciones de los primeros cristianos a la colina del Vaticano -recordó Paolo con escepticismo-, y la posterior construcción de una capilla inicial sobre su tumba, agrandada después por el emperador Constantino, y la edificación de la actual basílica y la construcción de una residencia en los alrededores, la que sería más tarde la morada del Vicario de Cristo. -En todo caso -murmuró consigo mismo- el Vaticano es hoy una basílica, un museo, un palacio, unos jardines, Apócrifos del Génesis

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una capital y un importante centro espiritual que se ha puesto bajo la protección de la Convención de la Haya desde el 24 de mayo de 1954, y la que establece la salvaguardia internacional de los bienes culturales en caso de conflicto. Mientras venía a camino, pudo notar que alrededor de la Plaza de Santa Marta desfilaban decenas de coches negros o azul marino, en su mayoría con las placas SCV (Stato Cittá del Vaticano). -Sin duda, -se dijo- estos deben de pertenecer a empleados, eclesiásticos o diplomáticos acreditados ante la Santa Sede. No en tanto, reparó que algunos iban en dirección a la sede del Gobierno del Vaticano, un magnífico palacio estilo renacentista construido por Pío XI en la cabecera de la Basílica de San Pedro. -No es para menos -caviló con entusiasmo-, aquí se encuentran las oficinas de las 10 secretarías o ministerios del gobierno civil del Vaticano, como la de filatelia, numismática, los correos y telégrafos, la oficina de información; monumentos, museos y galerías pontificios; los servicios técnicos, los edificios, las instalaciones de mantenimiento, la superintendencia, la de restauración y teléfonos; la Radio Vaticana; los servicios económicos; los servicios sanitarios; el Observatorio de Castel Gandolfo; los estudios y las investigaciones arqueológicas; la Apócrifos del Génesis

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dirección de las villas pontificias; el servicio civil de vigilancia… -Y vaya uno a saber cuántas cosas más -concluyó animoso. -Un día tengo que descubrir mejor el Vaticano… En concreto, su meollo, el centro de poder, por dentro, pues lo que he visto de su arte se me antoja imposible -pensó mientras se dirigía al mostrador de atendimiento. Luego de acercarse al mismo, al comunicar a quien le atiende, que tenía una audiencia marcada con el cardenal Masella y de donde él venía, enseguida lo condujeron por el Palacio Apostólico en dirección donde está localizado el despacho del Papa y el del Camarlengo, casi juntos. Mientras seguía los pasos de quien lo guiaba, tuvo la oportunidad de pasar por una sala que estaba recubierta de tapices que eran impresionantes por su belleza. Así es que a su paso por los corredores, pudo entretener su mirada con incredulidad, observando de reojo las obras de arte que adornaban las paredes, obras que valdrían cientos de miles de dólares -pensó incrédulo. -¡El dinero que habrá costado todo esto! -supuso inadvertido, justo cuando lo hicieron ingresar en una amplia habitación llena de cómodos sillones rojos al estilo Luis XV con madera trabajada y pintada a oro; y en ella aguardó hasta que llegara su superior.

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Minutos después, Paolo vio entrar a un hombre de cuerpo menudo, de piel rosada y arrugada como si fuese un pergamino maltratado, y que caminaba algo encorvado por el peso de los años y las responsabilidades, pero de rostro jovial y determinado. Le pareció que sus pasos eran lentos como los de una persona que vagabundea sin prisa a llegar a lugar alguno. -¿Tu eres Paolo, verdad? -le dijo el prelado mientras le estiraba su mano para que el padre le besara el anillo. -Es verdad, Monseñor -murmuró Paolo inclinándose para besar el único adorno que existía en aquella mano menuda y arrugada. -¡Cómo has crecido, muchacho! -exclamó el cardenal. Sonriente-. Cuando te vi por la última vez, aun eras un chiquillo -agregó complacido. -¿Aun se acuerda de mí, Eminencia? Pensé que… -He seguido tus pasos desde hace tiempo -interrumpió el cardenal levantando la mano derecha-. Pero siéntate, Paolo. Conversemos un poco -sugirió el prelado señalando los amplios sillones. -Creo que primero, debo agradecerle su indicación, para que yo hiciera parte de la Congregación -indicó Paolo sonriente-. Es un desafío y tanto -agregó de rostro serio. -No debes agradecerme nada, Paolo… Eso se debe a tus propios méritos, y al excelente trabajo de tu tesis. Apócrifos del Génesis

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Incluso, porque además de tener el curso académico imprescindible, tú sois la persona más indicada para continuar con mi trabajo anterior -declaró el prelado mientras observaba con interés las facciones de Paolo. Paolo asintió con un poco de apocamiento, pero no respondió, pues no sabía cómo debía proceder para colocar la pregunta correcta. -Ottaviani ya me ha puesto al tanto de tus progresos, y sobre el inoportuno encuentro que tuvisteis hace pocos días… Pero sobre ello, concebirás que no siempre logremos protegerte, ya que muchos están atrás del manuscrito perdido -afirmó el cardenal asintiendo con su pequeña cabeza. -Bueno… Sí… Lo comprendo, Monseñor -llegó a titubear Paolo antes de realizar su primer pregunta. -Pero también debemos considerar -manifestó por fin Paolo con medida calma, y aprovechando la oportunidad del silencio del cardenal-, que puede que su contenido no esté de acuerdo con lo que pregonamos hasta el día de hoy… Muchos quedarán decepcionados -se arriesgó a decir sin más preámbulos. -Tienes que tener en cuenta, hijo mío, que la Iglesia católica, con una convicción inquebrantable, se considera a sí misma depositaria fiel de la gracia divina en el mundo, y fuente de la que emana toda autoridad celestial, Apócrifos del Génesis

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ordenada por Dios y fundada por Su Hijo Jesucristo bajo el misterio de Su discípulo Pedro, primer obispo de Roma y, según el marco de estas creencias, es inconcebible que se plantee si se está obrando bien o mal, o que se admita que su autoridad sea cuestionada -recitó el prelado como respuesta haciendo sonar una voz grave y canora. -No estoy dudando de que así deba ser -alegó Paolo-. Pero si tenemos urgencia en encontrarlo para estudiar su contenido apócrifo o no, Monseñor, puedo muy bien adelantarme y continuar exactamente en la última pista encontrada -invocó, dando firmeza a su autosugestión. -Puede que tu aún no hayas comprendido que, en nuestro caso, la prisa puede resultar traicionera, Paolo. ¿Crees tú, que me he tomado el trabajo durante tantos años, de revisar desde el inicio de la cristiandad y los efectos causantes de esa fe, para nada? -Para nada, Monseñor. Me disculpe, si es que me he expresado mal… No tuve esa intención -buscó justificarse con un tono de voz suplicante. -Tenemos por obligación divina revisar cada uno de los dogmas que nuestra Iglesia enseña -le informó el cardenal, convicto de su pensamiento-. Principalmente, Paolo, después que han sido desvendados los contenidos de los menajes de Fátima, en Portugal; de Garabandal, en

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España; y Peñablanca, en Chile; y el aparecimiento de los ocho pergaminos de Qumrán, en Damasco. El sacerdote lo miró y asintió con su cabeza, a la vez que anotó mentalmente la revisión posterior de las citas mencionadas por el prelado. -Según la doctrina católica, -comenzó a disertar el cardenal con rostro severo y voz firme-, Jesús fundó una comunidad cristiana jerárquicamente organizada y con autoridad, dirigida por los apóstoles, de los cuales el primero era San Pedro. Posteriormente, según los Hechos de los apóstoles, ellos, y los primeros seguidores de Jesús, estructuraron una iglesia organizada. Una carta que fue escrita poco después del año 100 por san Ignacio de Antioquía a los de Esmirna, es el texto más antiguo que se conserva, y en el cual se usa el término ἡ καθολική ἐκκλησία, que se traduce como la Iglesia católica o universal; y menciona que “Allí donde aparezca el obispo, allí debe estar el pueblo; tal como allí donde está Jesús, allí está la Iglesia católica”. -Claro que de esta Iglesia, -continuó a predicar el cardenal ante la atenta mirada de Paolo-, san Ignacio de Antioquía evidentemente excluía a los herejes, contra los cuales usó palabras muy fuertes: “fieras en forma humana, hombres a quienes no sólo no deberíais recibir, sino, si fuera posible, ni tan sólo tener tratos con ellos”, conforme Apócrifos del Génesis

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consta en el capítulo 4. Y ha sido el mismo Ignacio de Antioquía quien testimonia la existencia de una jerarquía de tres grados que consistía en obispos, presbíteros o sacerdotes, y diáconos. Pero ya en el siglo III, san Cipriano, el obispo de Cartago, habla de una jerarquía monárquica de siete grados, en la cual la posición suprema la ocupaba el obispo; y en esta jerarquía el obispo de Roma ocupaba un lugar especial, en cuanto sucesor de san Pedro. -Sí, Eminencia -consintió el padre Paolo. -Además, tú sabes que el obispo de Roma llegara a tener una importancia particularmente grande, y se debió, según algunos, por motivos políticos: Roma fue la capital del Imperio Romano hasta que el Emperador Constantino I el Grande hizo de Constantinopla la nueva capital, en mayo del 330. Otros atribuyen esta importancia al hecho, reconocido entonces por todos, que el obispo de Roma era sucesor de san Pedro, a quien, según el Evangelio de Lucas 22:32, Jesús le dijo: Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú una vez vuelto, confirma a tus hermanos. -Es verdad, Monseñor -admitió Paolo, admirado por la lucidez del cardenal. -Más aún, -prosiguió el prelado-, te diré que hacia el año 95, Clemente de Roma, obispo de la Iglesia de Roma Apócrifos del Génesis

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entre 89 y 97, llegó a escribir una carta a la comunidad cristiana de Corinto para resolver un problema interno, sugiriendo su primacía sobre las Iglesias particulares -agregó Masella con su voz tierna. -En efecto, -le interrumpió el padre, sintiéndose oportuno-, en aquella época habían surgido levantamientos contra los presbíteros-epíscopos en Corinto y, Clemente, como obispo de la Iglesia de Roma, llamó al orden y a la obediencia a sus respectivos pastores, evocando el recuerdo de los apóstoles Pedro y Pablo. -Pues bien, Paolo. Esa carta es la primera obra de la literatura cristiana fuera del Nuevo Testamento de la que consta históricamente el nombre de su autor, la situación y la época en que se escribió, y cuyas palabras manifiestan una dureza propia del lenguaje de aquél que es consciente de su autoridad. -Pero algunos autores han afirmado que no hay argumentos suficientes para confirmar que Pedro haya sido obispo en Roma -acotó Paolo, demostrando su conocimiento sobre el tema-. Aunque la tradición que afirma que Pedro fue a Roma y ahí murió martirizado, se basa también en esta carta de san Clemente, que menciona su martirio en el capítulo 5, y en la Carta de san Ignacio de Antioquía a los Romanos, cuando este menciona en el capítulo 4: “No os mando nada, cosa que hicieron Pedro y Apócrifos del Génesis

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Pablo”, y en la obra Contra las herejías, libro III, 1.3.1, de san Ireneo de Lyon. -Bien lo has mencionado tú, Paolo -afirmó el prelado donándole una sonrisa satisfecha-. Pero la Iglesia católica, en el siglo V, ya se había extendido por casi todo el territorio del Imperio Romano, que iba desde Hispania hasta Siria, con las zonas costeras del norte de África; y fue posteriormente que se realizaron misiones hacia zonas del norte de Europa, que llegaron hasta Irlanda, Gran Bretaña, Germania, y por zonas de Escandinavia, Centroeuropa y las poblaciones eslavas del Este. Este largo proceso, hijo mío, abarca de los siglos V al XI, donde buena parte de estas misiones, así como el trabajo de recristianizar los territorios del antiguo Imperio Romano de Occidente, fue posible gracias al surgimiento de los monasterios, sobre todo a los benedictinos. Paolo asintió, pues tenía fresca en su memoria la lectura sobre el porqué de los benedictinos, y aprovechó la oportunidad de la pausa, para señalar: -La expansión de poblaciones convertidas al Islam -comentó el sacerdote-, fue lo que llevó a un progresivo declive de las poblaciones católicas del norte de África, que llegaría a ser casi completo en el mundo moderno. -No pongo en tela de juicio lo que tu mencionas, Paolo, pero siguiendo mi línea de raciocinio, un hecho Apócrifos del Génesis

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posterior significó la división entre numerosas iglesias: el Gran Cisma entre sus porciones de Occidente y Oriente, cuya iglesia, aún denominada como “Católica Ortodoxa”, y que pasaría a ser conocida solo por esta última palabra, y ocurrido en el año 1054 a causa de las rivalidades entre los patriarcados de Roma y Constantinopla y, teológicamente, alrededor de la cláusula filioque. -Creo que fue durante los siglos XI y XIV que se produce un gran desarrollo cultural gracias a la institución de nuevas universidades eclesiásticas, centradas sobre todo en la teología, pero también con facultades de artes, de derecho y, en algunos lugares, de medicina -agregó Paolo. -En todo caso, en el siglo XIII fueron fundadas y empezaron a desarrollarse las órdenes mendicantes, que tuvieron un gran influjo en la vida religiosa de la sociedad. Pero hacia finales del siglo XIV se produjo otro cisma, que quedó conocido como Cisma de Occidente, y el cual afectó a la Iglesia católica desde 1378 hasta 1417, y que provocó fuertes tensiones y el surgimiento de ideas de tipo conciliaristas, según las cuales un concilio podría tener más autoridad que el Papa en algunos puntos. Pero el conciliarismo fue condenado en el concilio V de Letrán en 1516.

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-Más o menos lo que está ocurriendo ahora -insinuó Paolo, por considerar que los hechos eran similares con lo estaba ocurriendo durante el Concilio. -Sí, pero hoy no se trata de conciliaristas, Paolo. Los problemas de hoy son más profundos, porque según la fe católica, Dios se reveló al hombre, a través de palabras y acontecimientos, para que el hombre pueda conocer su designio de benevolencia… Ese designio “consiste en hacer participar, por la gracia del Espíritu Santo, a todos los hombres en la vida divina, como sus hijos adoptivos en su único hijo”, que es Jesucristo. Esa infalible Revelación divina, manifestada a lo largo de los siglos que corresponden al Antiguo Testamento, es plenamente realizada y completada en Jesucristo. Y a partir de la resurrección de Cristo, no será revelado más nada a los hombres hasta la Parusía. Pero, “a pesar de que la Revelación ya está completa, todavía no está plenamente explicitada. Y está reservado a la fe cristiana aprender gradualmente todo su alcance, y el transcurso de los siglos”. -Sí, Eminencia, ya que la parusía -ratificó Paolo-, para la mayoría de los cristianos es el acontecimiento esperado para el final de la historia, cuando se dará la Segunda Venida de Cristo a la tierra, y entonces se nos manifieste gloriosamente… Los Libros del Evangelio, a excepción de Apócrifos del Génesis

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Marcos, contienen cuantiosas referencias sobre esta presencia de Jesús en su regreso al mundo; y la manifestación inicial de esta presencia sería mostrada con la destrucción del templo que fue devastado por Tito durante el gobierno del emperador Vespasiano en el año 70, y como símbolo del fin del pacto del Antiguo Testamento, y más plenamente durante su presencia final concerniente a la consumación y fin del orden mundial. -En todo caso, Paolo, yo agregaría que a partir de ahí, con la asistencia sobrenatural del Espíritu Santo, la Revelación inmutable, o mejor dicho el depósito de fe, es transmitida ininterrumpidamente e íntegramente por la Iglesia a través de una doble Tradición, que del latín significa entrega el acto de confiar, indisociable, y la que puede ser oral o escrita según consta en libro 2 Tesalonicenses 2,15; 2 Timoteo 1,13-14; 2,2, en donde puedes leer lo siguiente: la Tradición oral, o simplemente la Tradición, que conserva las enseñanzas de Cristo a los Apóstoles. A su vez, ellos transmiten integralmente estas enseñanzas a sus sucesores, los obispos unidos con el Papa, para que ellos puedan conservar y difundirlos; la Tradición escrita, o la Biblia, no es más que el producto del registro escrito de la Tradición oral por los cuatro evangelistas y otros escritores sagrados, siempre fueron inspirados por el Espíritu Santo… Ten en cuenta que para Apócrifos del Génesis

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los católicos, la Biblia está constituida por 73 libros, organizados en el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento… Pero eso tú ya lo sabes muy bien. -¡Sí!, Eminencia. Pero ambas están intercomunicadas, visto que “Jesús ha hecho en presencia de los discípulos muchas otras señales, que no están escritas en este libro” -respondió Paolo como si estuviese siendo examinado por un profesor de teología-. Están, a saber, el Evangelio de San Juan; ya que además de la Revelación inmutable, existen también las apariciones privadas, como por ejemplo: las apariciones marianas, que no pertenecen a la Revelación ni pueden ser contradichas. Por eso, los católicos no están obligados a creer en ellas, aunque algunas de ellas fueran reconocidas como auténticas por la Iglesia, a la que coloco como ejemplo: las apariciones de Fátima. Su papel es solamente ayudar a los fieles a vivir mejor la Revelación divina, en una determinada época de la historia. -Lo has situado bien, hijo mío. Pero la Tradición, como hemos mencionado, sea ella oral o escrita, es interpretada y profundizada progresivamente por el Magisterio de la Iglesia Católica, que debe ser obedecida y seguida por los católicos. Esto porque el Magisterio es la función de guardar, interpretar, trasmitir y enseñar la Tradición, que es propia de la autoridad de la Iglesia, pero Apócrifos del Génesis

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más concretamente del Papa y de los obispos unidos al Papa… Qué es lo que parece no existir hoy en este Concilio. -Pero en verdad, fue en base a la interpretación de la Tradición, que la Iglesia escogió los libros pertenecientes al canon bíblico; pues creemos que sus verdades de fe no están solamente contenidas en la Biblia, queriendo eso decir que las Tradiciones orales y escritas “deben ser recibidas y veneradas con igual espíritu de piedad y reverencia”. -Lo que la Iglesia Católica cree, Paolo, es que, “a pesar de que la Revelación ya está completa, todavía no está plenamente explicitada. Y está reservado a la fe cristiana aprender gradualmente todo su alcance, en el transcurso de los siglos”. Por eso, la Iglesia admite el desarrollo progresivo de su doctrina, bien como las costumbres y la expresión de la fe de sus fieles, a lo largo de los siglos. Ese desarrollo doctrinal, que según creemos es orientado por la gracia del Espíritu Santo, es resultado de más de mil años de interpretación gradual de la Revelación divina, o el “crecimiento y la inteligencia de la fe”, que no puede ser confundida con a materia de la propia Revelación, que es inalterable. En otras palabras, el Magisterio de la Iglesia, al meditar y estudiar la Revelación inmutable, se daría cuenta de manera gradual Apócrifos del Génesis

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de ciertas realidades que antes no tenía comprendido explícita y totalmente. -Sus palabras han sido muy explicativas, Eminencia… Por medio de ellas, he percibido cuán importante es descubrir el paradero del papiro que cuenta sobre “El Enigma Doctrinal”; porque el proceso de desarrollo de la doctrina, tiene que ser siempre continuo y fiel a la Tradición, y ello implica la definición gradual de dogmas, que, una vez proclamados solemnemente, son inmutables y eternos. Pero, eso “no quiere decir que tales verdades solo tardíamente han sido reveladas, sino que se vuelven más claras y útiles para la Iglesia en su progresión en la fe”. -Me alegra mucho saber que has comprendido claramente cuál es tu misión, Paolo -le aseveró el prelado mirando directo a los ojos. -Estoy orgulloso por haber escogido personalmente a quien confiar tal cometido -añadió tiernamente-. Pero antes de que te vayas, quisiera agregar que existe una jerarquía que divide y clasifica las varias verdades de fe profesadas por la Iglesia Católica, ya que su relación con el “fundamento de la fe cristiana” es diferente. -Cuando se coloca de ese modo, pasan a existir los dogmas, que son las verdades infalibles e inmutables que constituyen a base de la doctrina católica -acotó Paolo... Apócrifos del Génesis

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-En verdad, los dogmas son definidos y proclamados solemnemente por el Supremo Magisterio, a través del Papa o del Concilio Ecuménico con el Papa, pasando a ser verdades definitivas, porque ellas están contenidas en la Revelación divina o tienen con ella una conexión necesaria. Una vez proclamado solemnemente, ningún dogma puede ser alterado o negado, a no ser por el Papa o por decisión conciliar. Por eso, el católico está obligado a adherir, aceptar y creer en los dogmas de una manera irrevocable. Pero además de los dogmas, existen todavía muchas

definiciones

doctrinarias

que,

no

estando

expresamente definidas en la Biblia o en la Tradición oral, plantean todavía dudas y no se encuentran aun completamente desarrolladas. -Esas definiciones -acentuó el cardenal-, que después se pueden volver dogmas, son divididas en: “verdades de fe”, que son objeto de creencia por todos los católicos, aunque todavía no sean dogmas y que pueden sufrir algún desarrollo doctrinal posterior; o en “verdades próximas a la fe”, que faltan poco para volverse verdades de fe; o en simples “hipótesis”, que pueden ser creídas por los católicos y que permanecen solamente como temas de reflexión por parte de teólogos debidamente acreditadas por la Santa Sede. Por eso, hijo mío, es fundamental que la Iglesia se apropie antes que nadie del manuscrito Apócrifos del Génesis

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perdido… Y juzgo que Dios te ha escogido, para que tú lo encuentres lo cuanto antes -puntualizó el cardenal, dando por encerrada la reunión.

12 Una Creciente Amenaza

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El padre Paolo se encontraba en su sala de trabajo luego después de la reunión que había mantenido con el cardenal Masella en el Palacio Apostólico, pero percibió que algo había cambiado en sus sentimientos, pues valoraba que de alguna manera su energía se había reanimado, apreciando que su misión, mismo teniendo un carácter presumiblemente arriesgado, le demandaba que pusiese en ella todo su arrojo, empeño y voluntad. Sin mediar más tiempo, tomó el sexto de los libracos y lo abrió de vez para sumergirse en su lectura. Los primeros parágrafos del capítulo mencionaba que Agustín fuera bautizado por el obispo Ambrosio en 387, ya que sus sermones pronunciados en Milán, terminaron por convencer a este joven profesor de retórica, de hacerse cristiano, cuando entonces se retiró al norte de África, donde se ordenó sacerdote. Al principio vivió en una comunidad monástica, pero cinco años más tarde fue nombrado obispo de Hipona, cuando entonces pasó los treinta y cinco años restantes de su vida cumpliendo sus deberes de obispo diocesano y escribiendo obras de suprema importancia para el futuro de la Iglesia. Pero hubo otros dos acontecimientos cruciales en tiempos de Ambrosio y Agustín que conformarían la Europa de la Edad Media. El primero fue la división del Imperio romano en dos, cuando la mitad oriental pasó a Apócrifos del Génesis

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pertenecer al Imperio bizantino que, con el tiempo, abandonó el uso del latín remplazándolo por el griego. La mitad occidental era gobernada teóricamente desde Roma, aunque a veces lo fue desde Milán o Ravena. La línea de demarcación de estos dos imperios era el mar Adriático y una línea que atravesaba por los pueblos Balcanes. -Sin duda, este nuevo movimiento significa un otro marco en la lucha para afianzar la cristiandad en aquellos territorios -meditó Paolo, tan luego de alcanzar a leer que ambos imperios estuvieron contantemente en guerra con las tribus y pueblos al otro lado de sus fronteras. El relato mencionaba que por un lado, fuera en Asia contra los Persas; y en Europa, al otro lado del Danubio y del Rin, las guerras se sucedieron con las tribus bárbaras de los sármatas, los ostrogodos, los visigodos, francos, burgundios, alamanes, cuados, vándalos; y detrás de ellos, empujados desde las estepas por razones desconocidas, por la feroz tribu de los hunos. No en tanto, aquella frontera no pudo sostenerse, significando lo que más tarde se describiría como la “caída” del Imperio romano, que no ocurrió por causa de una única y drástica derrota, ni tampoco por una secuencia de derrotas de los ejércitos imperiales seguida por una colonización sistemática de los bárbaros victoriosos.

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Consta de manera documental, que esas invasiones no fueron incursiones incesantes y destructivas; y, menos aún, campañas de conquista organizadas. Fue más bien una especie de fiebre de oro de inmigrantes de los países subdesarrollados del norte hacia las ricas tierras del Mediterráneo. Empero, a algunas tribus, como los francos y los alamanes, ya se les había permitido asentarse dentro de las fronteras de la Galia nororiental; y a los ostrogodos y greutingos, que eran empujados al oeste por los hunos, se les permitió instalarse en Tracia. Así es que en 406, los vándalos y suevos, seguidos por los burgundios y alamanes, cruzaron el Rin y entraron en la Galia huyendo del avance de los hunos; y en 407, los romanos retiraron sus legiones de Britania, dejando que los britanos se defendieran solos de los pictos y los escotos del norte, y de las incursiones de piratería que realizaban en la costa oeste los anglos, los sajones y los jutos. Ya en 410, Alarico y sus visigodos capturaron y saquearon Roma, regresando luego al norte por la costa mediterránea para instalarse en el sudoeste de Francia y más tarde en España; hasta que en 429, los vándalos atravesaron la misma España y entraron en las provincias romanas del norte de África. Así pues, trascendió que Agustín murió en 430, mientras los vándalos sitiaban Hipona. Apócrifos del Génesis

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Por entonces se hicieron intentos de organizar un poco el asentamiento de las tribus bárbaras. Hubo algunos éxitos transitorios, donde el general romano Aecio, con el apoyo de las principales tribus que poblaban la Galia, derrotó a los hunos al mando de Atila, quien emprendió más tarde una invasión a Italia saqueando ciudades de la planicie del Po, y refrenándose de atacar Roma a cambio de un tributo que fue pagado por el Papa. Lo que ocurrió, es que tras la muerte de Aecio, los emperadores romanos de Occidente pasaron a ser meras figuras decorativas, ya que el poder real pasó a manos de los jefes tribales germánicos. El último emperador, Rómulo Augusto, terminó siendo depuesto por Odoacro, quien gobernó Italia como rey bárbaro; aunque teóricamente, lo hizo como regente del emperador de Oriente en Constantinopla; pero en realidad, el Imperio romano de Occidente, como entidad política distintiva, había llegado a su fin. Paolo luego determinó para sí, que en realidad aquello no había significado la desaparición de la civilización… -Fue tan solo el colapso de un aparato de gobierno que ya no podía ser sostenido -se dijo meditabundo. Cuando retomó la lectura, se mencionaba que, como los bárbaros continuaban siendo una minoría en las tierras conquistadas, la organización social y las tradiciones Apócrifos del Génesis

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culturales del Imperio romano terminaron por sobrevivir a la defunción de la administración única y centralizada, cuando se conservaron los condados existentes mientras ducados y reinos comenzaban a tomar forma. Así fue que surgió el principado ostrogodo en Italia; un estado visigodo en España y en Galia, que llegaba hasta el Loira; y más al norte, el reino de los francos salios. Pero a finales del siglo V, los francos, estando bajo el reinado de Clodoveo, se habían convertido en el poder dominante al norte de los Alpes. No en tanto, alrededor del año 498, Clodoveo se convirtió al cristianismo junto con todos sus barones de su reino. Y así como había ocurrido una vez la conversión de Constantino, ahora el bautismo de Clodoveo significó ser de capital importancia para el futuro de la Iglesia cristiana. Pero las dotes aportadas por cada parte a este tipo de matrimonio entre lo secular y lo espiritual, fueron muy diferentes de lo que había sido un siglo y medio antes. Clodoveo no era el jefe ejecutivo de un estado vasto y bien regulado, sino el líder de una horda de hombres belicosos, feroces y rústicos; por tanto, éste no podía otorgarles a los obispos, como lo había hecho Constantino en su momento, generosas atribuciones, privilegios fiscales y prerrogativas de funcionarios de jerarquía. Todo lo que les pudo ofrecer, fue las almas de su pueblo salvaje Apócrifos del Génesis

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y el compromiso propio de proteger la Iglesia universal o “católica”. La Iglesia, en cambio, tenía mucho que ofrecerle al jefe bárbaro, al disponer de una organización intacta, modelada a imitación de la del estado romano. En la cima de su jerarquía estaba el patriarca de Occidente, el obispo de Roma, ahora llamado Papa, y con cardenales actuando como jefes departamentales de su administración. Debajo de él, en las que seguían siendo las ciudades más importantes

del

Imperio

derrumbado,

estaban

los

arzobispos; y en la mayoría de las ciudades de alguna influencia, había un obispo con un cuerpo de diáconos y sacerdotes. Asimismo, en esa época la Iglesia era una entidad rica, al poseer numerosas y extensas propiedades que le fueran otorgadas por emperadores cristianos; por lo tanto podía, tras el colapso del comercio y de la legalidad, ocuparse también del bienestar material de la gente bajo su amparo. -Bien podría afirmarse aquí -llegó a murmurar Paolo sin reciedumbre-, que con el desmoronamiento de todas las instituciones políticas y administrativas del mundo romano, el episcopado pasó a ser la única fuerza moral y, gracias a sus bienes raíces, el único recurso económico que le quedaba a la población -concluyó antes de dar continuidad a la lectura. Apócrifos del Génesis

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A seguir, encontró el relato que apuntaba que a partir de entonces la Iglesia asumió mucho más que las funciones del difunto Imperio; ya que pasó a ser el Imperio romano en la mente de la población. Ser romano significaba ser cristiano, y ser cristiano significaba ser romano. Por tanto, después de Justiniano, el mundo mediterráneo dejó de considerarse una sociedad en la cual el cristianismo era sólo la religión dominante, para considerarse entonces como una sociedad absolutamente cristiana; y los paganos muy pronto desaparecieron de las clases altas e incluso del campo. A partir de entonces, al no-cristiano se le veía a sí mismo como un bandido en un estado unificado. En un sentido real y consiente, los obispos de la Iglesia católica asumieron el papel que era desempeñado por la clase senatorial romana, y esa fue la asunción fundamental detrás de la retórica y el ceremonial del papado medieval. Es sabido que desde los primeros días de la Iglesia cristiana, el obispo de Roma había reclamado ascendencia en cuestiones espirituales, no meramente como patriarca de Occidente, sino como sucesor de Pedro, a quien el mismo Cristo le había dado las llaves del reino celestial y el “poder de atar y desatar”, esto es, de determinar qué era verdad y qué era falso; y ya en la época de las invasiones Apócrifos del Génesis

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bárbaras, la jurisdicción romana era aceptada en todas las diócesis del Imperio Occidental. Ahora, a la supremacía espiritual del Papa se le añadía, en la ausencia de un emperador, la autoridad del primer magistrado de la ciudad de Roma. -Y ese magnánimo “poder de atar y desatar” que se les otorgó -murmuró Paolo sin reticencia-, sigue vigente hasta los días de hoy. Luego de manifestar su acotación, continuó a leer después de desperezarse abriendo los brazos. Durante el siglo V, -iniciaba explicando la próxima frase-, los diferentes Papas actuaron en ese sentido; como Inocencio I, que procedió con iniciativa diplomática cuando Alarico y los visigodos capturaron y saquearon Roma; o casi cincuenta años más tarde, cuando el papa León I fue a Mantua, donde logró disuadir a Atila, el rey de los hunos, de invadir Roma; y en 455, cuando se reunió con el rey vándalo Genserico fuera de los muros de la cuidad, logrando que los vándalos no dañasen a los habitantes. De igual modo que cien años después, en 593, el papa Gregorio el Grande, se enfrentó a una invasión lombarda comandada por el rey Agilulfo, y se hizo responsable del bienestar de los ciudadanos romanos, a la vez que sobornó a los lombardos para que estos se marcharan. Apócrifos del Génesis

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Así pues, en la ausencia de una autoridad secular efectiva, Gregorio se convirtió en el gobernante de facto de Italia, pasando a reclutar tropas, nombrar generales y firmar tratados, lo cual no constituía un alejamiento radical de la tradición, pues por esa época, la posterior distinción establecida entre cuestiones espirituales y seculares no estaba clara, ya que nunca se había concebido la autoridad política como algo divorciado de una base religiosa. Pero el Papa también cuidó y fue celoso con la persecución del bienestar de la Iglesia, imponiendo el celibato del clero y un código estricto para la elección de los obispos; así como fue tolerante con los judíos, cuando en 599 mandó indemnizar la profanación de una sinagoga en Caraglio, norte de Italia, y reprendió a los obispos de Arlés y Marsella por permitir el bautismo obligatorio de los judíos en sus diócesis. Y al igual que León antes que él, insistió en la autoridad universal del obispo de Roma, combatió la herejía y se conmovió ante la vista de rubios paganos anglos vendidos como esclavos en Roma para costear el envío de Agustín (de Canterbury) y un grupo de cuarenta monjes benedictinos a predicar el Evangelio en tierra inglesa. Pero lo que en realidad tenemos, es que Gregorio Magno, que fuera el primer Papa con origen de monje, con Apócrifos del Génesis

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su intención forzar del desarrollo del monacato, hace surgir el segundo acontecimiento impactante en la historia de la Iglesia cristiana, porque hasta mediados del siglo III, los hombres denominados monjes, -del griego monos, que significa “solo”, o “solitario”-, eran figuras desconocidas. No se puede desconsiderar que la Iglesia de los primeros tiempos, se había establecido sobre todo en las ciudades y, a juzgar por los Hechos de los Apóstoles, sus miembros celebraban sus dioses en comunión. Lo que se apoya en la mención de Tertuliano, cuando éste afirmó: Compartimos todo, excepto nuestras esposas. Sin embargo, no todos los hombres y mujeres entre los primeros cristianos se casaban. Desde el comienzo, la virginidad se valoró como si fuese una señal de completa dedicación a Dios. Inclusive, Pablo de Tarso, a quien suele atribuirse antipatía hacia las mujeres, pensaba que casarse era bueno, pero que mantenerse célibe era mejor. Entre tanto, señaló que aquellos que estaban casados debían pensar en el bienestar de sus conyugues, mientras que aquellos que no lo estaban podían dedicarse enteramente a Dios. Así pues, parece indudable que para Pablo de Tarso, así como los primeros cristianos, considerasen que el matrimonio era un impedimento para la perfección. Esta estima por el celibato, aunque posiblemente fuera basada en las sectas esenias, significó un cambio con Apócrifos del Génesis

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respecto a la enseñanza judía de que los hombres y las mujeres debían obedecer el mandato de Dios, pues según se menciona en el Génesis, estos deberían ser fructíferos, multiplicarse, poblar la tierra y conquistarla; pero puede que viniese del consejo del mismo Cristo cuando elogió a los eunucos, que se castraron a sí mismos por el amor de los cielos, añadiendo: “aquel que puede ser capaz de ello, séalo”. Esto indujo a la Iglesia temprana a rendir culto a la virginidad, aunque a veces iba demasiado lejos. Eusebio, en su historia, nos describe en tono aprobatorio, cómo las jóvenes cristianas, en épocas de persecución, preferían la muerte al deshonor. El Canon de Santos tiene muchas de esas “vírgenes y mártires” de ese periodo, ya que no existían todavía monjas ni monjes. Por tanto, se consideraba suficiente vivir como cristiano y estar preparado para morir por las creencias de uno. Así pues, sólo después de la conversión de Constantino y la transformación de la Iglesia de una secta perseguida a institución rica y privilegiada, ser cristiano pasó a ser ventajoso y fue posible practicar esa religión con una devoción mínima. Con el pasar de los siglos, esos estándares iniciales de piedad declinaron entre la mayoría de los cristianos; pero había un pequeño número de creyentes que conservaban el ferviente espíritu de la primera Iglesia y que buscaban Apócrifos del Génesis

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escapar de las preocupaciones materiales y políticas del mundo. En todo caso, la creciente riqueza de la Iglesia parecía contradecir la recomendación de Cristo al joven rico: “Vende todos tus haberes y dáselos a los pobres…” o como afirmaba seguidamente: ¡Oh, cuán dificultosamente los adinerados entrarán en el reino de Dios! Por su vez, durante aquellos tiempos conturbados y de la intención de afirmación de la fe cristiana en oriente y occidente, quien llegó más cerca de descubrir cuál era el paradero del extraviado pergamino que habla del “Enigma Doctrinal”, fue Jerónimo, un erudito romano que tradujo la biblia al latín y trabajó como secretario del papa Dámaso I, el cual en octubre de 366 consiguió, después de vencer en luchas sangrientas a su oponente Ursino, ocupar el 37º trono papal. No obstante, Jerónimo vivió un tiempo empecinado en la búsqueda, llegando a cohabitar entre los eremitas en el desierto de Antioquía, para donde se decía que los descendientes de Davis Aarón lo habían llevado. Éste nada consiguió descubrir con su intentona, hasta que surgió Basilio el Magno, que fue obispo de Cesárea, y un preeminente clérigo del siglo IV, y el que acabó por ser un santo de la Iglesia Ortodoxa y uno de los cuatro Padres de la Iglesia Griega, junto con San Atanasio, San Gregorio Nacianceno y San Juan Crisóstomo, y era procedente de una rica y distinguida familia de Capadocia, en Asia Apócrifos del Génesis

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Menor. Así pues, en 370, éste ungido hombre también decidió viajar por Egipto, Siria y Palestina en donde se dedicó a visitar allí a las numerosas comunidades de ermitaños, buscando entre ellos el mismo pergamino. Pero al no lograr obtener el éxito pretendido, volvió de su peregrinación para fundar su propio monasterio en la propiedad familiar de Annesi, sobre el río Iris, cerca de una comunidad de monjas que ya había establecido su hermana Macrina. Sin embargo, en lo que compete a la Iglesia, a su retorno, Basilio terminó por rechazar las proezas individuales del ascetismo de los eremitas a favor de una vida comunal, en la que la plegaria estaba unida al trabajo físico y las obras de caridad. Años más tarde, en 402, quien siguió los mismo pasos de ellos, fue Juan Casiano, un sacerdote, asceta y Padre de la Iglesia, que había nacido en la actual Dobruja en Rumanía, en la desembocadura del Danubio, quien igualmente lo buscó por años cuando fue nombrado primer monje de Belén y pasó a vivir durante siete años como eremita en el desierto de Egipto. Sin obtener el triunfo pretendido, volvió a su tierra y fue enviado a Roma en una misión por el patriarca de Constantinopla, tras lo cual se quedó en Occidente, estableciéndose en Marsella, donde fundó la Abadía de Apócrifos del Génesis

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San Víctor de Marsella, formada por dos monasterios, uno masculino y otro femenino, y donde redactó sus escritos más importantes: las Institutiones, en las que expone las obligaciones del monje y examina los vicios contra los que el beato habría de estar prevenido; y sus veinticuatro Collationes o Conferencias, en los que, en forma de diálogos con monjes famosos de la antigüedad, trata diversos aspectos de la vida monacal, alaba la vida eremítica e indica que la vida ascética es la mejor vía para luchar contra el pecado; obras en las que se basó el padre del monacato occidental, Benito de Nursia, para escribir la formulación de su regla. -¡Ajá! Conque aquí tenemos algunas pistas perdidas -pronunció Paolo alegremente, quien paró su lectura, tomó el lápiz y anotó en su block los nombres, los lugares y las fechas por donde habían vagado antiguamente esos hombres en busca del misterioso papiro. Incontinenti, a seguir meneó su cabeza, y prosiguió con la lectura en la frase que iniciaba diciendo: Pero el pluralismo monástico fue modificado por la influencia de Benito de Nursia -de allí las órdenes de benedictinos que siguen sus enseñanzas-, quien llegara a ser la figura más importante en el establecimiento del monacato en Europa occidental. Nacido en 480, en las Colinas Sabinas, cerca de Roma, fue allí enviado a estudiar, pero al sentirse Apócrifos del Génesis

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consternado por la disipación de los romanos, huyó de la ciudad para vivir como eremita en una cueva de montaña cerca de Subiaco. Muy pronto se le unieron otros jóvenes para compartir su modelo de vida, pero en 530, como resultado de una intriga, abandonó la comunidad y marchó para Cassino junto con un grupo de seguidores donde, tras demoler un viejo templo construido en homenaje a Apolo, terminó por fundar el monasterio de Montecassino. -¡Sí! -alertó Paolo a leer la referencia- Y fue allí que escribió un código de conducta para sus monjes, el cual se constituyó en el patrón de la vida religiosa en Europa durante los siguientes seiscientos años. A seguir con la lectura, advirtió que el manuscrito continuaba explicando que por entonces Benito tuvo en cuenta los escritos de Basilio y Casiano, pero la sensatez de su obra remite a su herencia romana, donde alcanza a destacar el fervor y la sólida fe, y con el cual reguló como debía ser la vida cotidiana en la comunidad, y cómo sus integrantes deberían comer y beber, y cómo debían vestirse, y hasta imponiendo el uso del hábito negro. Pero Benito vivió en tiempos sombríos. Los godos habían establecido un reino en Italia y luchaban para defenderse de las fuerzas del emperador Justiniano comandadas por su general Belisario. En 546, el año anterior a la muerte de Benito, los godos capturaron Apócrifos del Génesis

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Roma, dejándola en ruinas; y la ciudad estuvo totalmente desierta durante 40 días. Posteriormente ésta fue invadida por Belisario, cayó nuevamente en poder godo, y su liberación final por el ejército de Justiniano causó tal devastación, que Gibbon la consideró la última calamidad del pueblo romano. No obstante, antes de morir, Benito envió sus monjes para fundar diversos monasterios. En Glanfeuil, cerca de Angers, Francia; en Annegray, Luxeuil y Fontaine, en los Vosgos. Empero, en 596, el papa Gregorio I, benedictino, envió al prior del monasterio romano de San Andrés, Agustín, en misión ante Edelberto, el rey pagano de Kent, y en 633 los benedictinos fueron a España; y en 644 entablaron contacto con los celtas católicos con ocasión del Sínodo de Whitby. -Con todo -balbuceó el padre, absorto con la lectura-, debemos tener en cuenta que una de las principales razones por las que entonces se consideraba necesario que la cristiandad tuviera un líder fuerte en aquella época, era la creciente amenaza de una religión rival, el Islam… ¡No hay dudas! -finalizó resoluto. Con respecto a su precisa conclusión, el manuscrito mencionaba que los orígenes de esta religión se hallaban al otro lado de la indefinida frontera sureste del Imperio romano, donde tribus nómadas de paganos árabes, los Apócrifos del Génesis

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descendientes de Ismael, vivían conforme a sus propios códigos y costumbres, fuera del alcance de la jurisdicción bizantina. Algunas se habían establecido en ciudades como La Meca, levantadas sobre rutas comerciales de la península arábiga, y varias de esas poblaciones albergaban comunidades de cristianos y judíos. Pero la religión de los árabes, la que se refiere a las creencias pre-musulmanas, fue descrita como “humanismo tribal”. Para ellos, -continuaba el relato-, el sentido de la vida radicaba en pertenecer a una tribu que poseyera las cualidades que reflejan la idea árabe de hombría, o sea, coraje, virilidad y munificencia. La solidaridad con los demás miembros de la propia tribu era de primera importancia, y la moralidad sólo se aplicaba a la propia familia. Los dioses adorados por los árabes eran estrellas, ídolos y piedras sagradas, en particular una piedra negra de gran antigüedad, consagrada una deidad conocida simplemente como “Alá”, el dios, y depositada en un santuario, la Kaaba, en la ciudad de La Meca. Por entonces, los Quraysh, la más prominente de las tribus asentadas, controlaban La Meca y habían logrado instituir la Kaaba entre todos los árabes como algo tan sagrado, que La Meca se convirtió luego en un centro de peregrinaje, inmune además a las amenazas. Por lo demás, los peregrinos aportaban intercambio, mientras que el Apócrifos del Génesis

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estatus de La Meca protegía a los Quraysh de los ataques predatorios de otras tribus. Mahoma, el fundador del Islam, provenía de uno de los clanes inferiores que conformaban la tribu de los Quraysh. Nació en La Meca hacia el 530, y su padre murió antes de que él naciera, mientras que su madre falleció cuando aún era un niño. Fue criado primero por su abuelo, el jefe del clan; y luego por su tío, Abu Talib, a quien acompaño en caravanas comerciales a Siria, siendo allí donde se familiarizó con las enseñanzas del judaísmo y del cristianismo, cuyo único Dios ya asociaban algunos árabes con Alá de la Kaaba. Cuando tenía alrededor de veinticinco años, Mahoma realizó un viaje de negocios en nombre de una rica viuda llamada Jadiya, quien quedó tan impresionada por su honestidad y capacidad, que muy pronto le propuso matrimonio. A pesar de los quince años de diferencia de edad entre ellos, Mahoma aceptó y adquirió, por lo tanto, el capital necesario para comerciar en representación propia. No obstante, él no era más que un mercader competente que mostraba interés en la religión y que de vez en cuando solía retirarse a una cueva en las montañas, en las afueras de La Meca, para meditar y rezar a Alá. Así pues, durante una noche de 610, mientras estaba sumido en una de sus meditaciones nocturnas, Mahoma cayó en Apócrifos del Génesis

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trance y tuvo una visión de un ser etéreo a quien más tarde identificó como el arcángel Gabriel. Confundido al principio por su visión, lo alentó la fe que en él mostraron su esposa Jadiya y su primo cristiano, Waraqah, ya que para este, Mahoma era el último en la sucesión de los profetas que habían hablado a los judíos y cristianos, idea con la cual lo convenció. A partir de entonces, se formó un grupo de seguidores y, en 613, Mahoma comenzó a predicar abiertamente el mensaje de un monoteísmo poco complicado, en el cual afirmaba que había un solo Dios y Mahoma era su profeta. Paolo dio un respingo en su silla, y murmuró absorto: -Pienso que la relación entre religión y política, es un punto importante a tener en cuenta, y para poder entender mejor la carrera de Mahoma… -llegó a cavilar al realizar una pausa-. -Sin embargo, considero que si este hombre, que era huérfano en una sociedad sin ningún derecho hereditario por línea paterna, que no había tenido propiedad alguna hasta casarse con Jadiya, y además procedía de uno de los clanes más pobres de la tribu de Quraysh, viviendo en una época en que la persecución de intereses individuales era realizada por parte de los mercaderes de La Meca, bien me permite afirmar que de una cierta manera estaba desestabilizando la vieja sociedad tribal; por tanto, Apócrifos del Génesis

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-continuó a ponderar con escepticismo-, eso de denuncia de la riqueza, la llamada a la justicia y a la compasión y la denigración de los ídolos paganos que él proclamaba, debe de haber terminado por granjearle la enemistad de los comerciantes más poderosos de entonces… Empero, lo que tenemos aquí, es que este profeta rechazó toda incitación a bajar el tono de su enseñanza. Concluido su análisis, Paolo buscó con interés en las cláusulas siguientes, por alguna mención sobre su reciente inclinación, y luego encontró que decía: La solidaridad de su clan lo había protegido de sus enemigos; pero en 619 murieron su esposa y su tío, y él pasó a ser instigado por los mercaderes, hasta que un tío segundo que sucedió a Abu Talib como jefe del clan le retiró su protección. En consecuencia, Mahoma tuvo que dejar La Meca y se dirigió primero a Taif y luego a Medina. Ésa fue la emigración o hijrab (herejía) de 622, el año “cero” de la era musulmana. Así pues, finalmente logró establecer su autoridad al cabo de varios años, y más bien, como consecuencia de los ataques que organizó y condujo contra las caravanas de mercaderes de La Meca, alcanzó a aumentar su autoridad y prestigio al tiempo que forjaba vínculos con tribus nativas de Medina al contraer matrimonio con distintas mujeres. Así pues, en 630, La Meca finalmente se rindió y Apócrifos del Génesis

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él fue admitido en el templo sagrado de la Kaaba donde la veneración de la piedra negra fue la única concesión que hizo a las antiguas creencias de los árabes. Los otros ídolos paganos fueron mandados destruir. Aunque si bien no todos los habitantes abrazaron el Islam en un primer momento, dos mil hombres acabaron por unirse al ejército de Mahoma contra una coalición de nómadas hostiles; con quienes, tras ser derrotados, compartieron el botín; y a partir de ese día, las tribus de Arabia quedaron ahora unidas bajo la guía de Mahoma y sujetas a la disciplina del Islam. Pero como eso significaba que ya no podían beneficiarse del pillaje reciproco, se vieron obligados a buscar botines y conversos en otra parte de las tierras adyacentes. En ese mismo año de 630, Mahoma condujo a 30 mil guerreros para asegurar la sumisión de los gobernantes de Eilat, Adhruh y Jarba en las fronteras de Siria, pues comprendía que para mantener su bienestar, el estado islámico debía encontrar una salida por el norte para las sojuzgar las energías de los árabes, y eso significaba desafiar al imperio bizantino. Pero Mahoma murió en 632, luego de haber regresado a Arabia a fin de organizar una peregrinación a La Meca. En todo caso, el éxito de Mahoma provino más bien de no ejercer sobre el mundo físico un poder sobrenatural, Apócrifos del Génesis

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sino de apelar hábilmente a los intereses tanto espirituales como materiales de los árabes de su época. Él prometía el paraíso a quienes murieran en batalla y el saqueo a quienes no lo hicieran. Por tanto, cuando sus fuerzas alcanzaron una masa crítica suficiente, resultó conveniente para otras tribus unirse de vez a ellas; además de que su sencillo monoteísmo era fácil de comprender. La autoridad del Profeta no sólo terminó con la incesante enemistad de las tribus, sino que les dio a los árabes un sentido de identidad como el que ya poseían los abisinios, los persas, los cristianos bizantinos y los judíos. El Islam pasó a ser entonces una religión árabe, y no como otras las fes que se ofrecían, ya que estas se consideraba una importación venida de afuera. Claro que la estabilidad política generada por el Islam tenía ventajas para todos, pues hasta los judíos y los cristianos, los llamados “Gentes del Libro”, podían asegurarse la protección del Profeta mediante el pago de un impuesto. Sin embargo, el credo del Islam era poco atractivo para ellos, y los judíos menospreciaban el uso que hacía Mahoma de las escrituras, a la vez que encontraban abiertamente absurda la improvisación sobre el arcángel Gabriel. Al principio, Mahoma había recomendado a sus seguidores para que orasen mirando hacia Jerusalén; pero Apócrifos del Génesis

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luego, viendo el poco caso que hacían los judíos a su mensaje, los acusó de falsificar las escrituras para ocultar que la Kaaba había sido en realidad construida por Abraham, y ordenó que los musulmanes rezaran mirando hacia La Meca. Por consiguiente, para Mahoma, el Islam era la religión resurrecta e incontaminada de Abraham, que los judíos habían abandonado. Los cristianos, por su parte, encontraron ser imposible dar crédito a revelaciones que reescribían la historia de manera tan arbitraria e ingenua. Lo más ofensivo de todo su credo, era la insistencia de Mahoma en que Jesús no era el hijo de Dios; de hecho, era una blasfemia sugerir que Dios se dignaría a aparecer en forma humana. No que rechazase a Cristo por impostor; todo lo contrario; Cristo era un profeta como Abraham y Moisés, y María, su madre, una virgen. Y por tanto, si Dios amaba tanto al hijo de María, su crucifixión tenía que haber sido una ilusión; pues Dios no permitiría un destino tan doloroso e innoble. Pero había otros aspectos del Islam en los cuales los apologistas cristianos juzgaban que contrastaban de manera desfavorable con su religión; pues mientras Jesús había predicado el amor y la no violencia, Mahoma convertía con la espada; y, mientras Jesús había bendecido a los mansos y a los pobres de espíritu, Mahoma honraba Apócrifos del Génesis

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al guerrero victorioso; así como mientras Jesús insistía en que su reino no era de este mundo, Mahoma fundaba un imperio teocrático. Además, mientras Jesús pedía a sus seguidores que cargaran su cruz y abrazaran el sufrimiento, Mahoma les ofrecía botín, concubinas y esclavos; e inclusive, que Jesús solo prometía el paraíso en otra vida, mientras que Mahoma prometía prosperidad en ésta y paraíso en un mundo venidero. -En verdad -llegó a razonar Paolo asumiendo un tono arbitrario-, creo que no hay contraste más marcado entre las dos religiones, que aquel que muestra su enseñanza sobre la moral sexual; pues Jesús exigía la monogamia de por vida, mientras Mahoma le permitía a un hombre tener hasta cuatro esposas y la cantidad de concubinas que quisiera. Y además -caviló sin recelo-, mientras Jesús había rescindido la Ley de Moisés y prohibía el divorcio, Mahoma le permitía al hombre poner fin al matrimonio con una simple declaración -pensamiento que Paolo ponderó con escepticismo, agregando-: No podemos olvidarnos que mientras Jesús valoró el celibato y fue célibe, Mahoma lo condenó y tuvo una concubina cristiana y más nueve esposas. -Bueno -añadió finalmente-, no existen dudas de que varios de sus matrimonios fueron por conveniencia, y sobre todo, pensados para forjar lazos con clanes hostiles. Apócrifos del Génesis

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Finalizada su apreciación, el padre abalanzó la cabeza con pesar, y retomó la lectura justo en el punto que decía que los proselitistas cristianos buscaron sacar buen provecho de esos aspectos de la vida de Mahoma; así como mencionaba ciertos casos de traición que permiten sugerir que, en la causa del Islam, Mahoma creía que el fin justificaba los medios; ya que ha quedado evidente de que sus contemporáneos no lo consideraron inmortal y que, de hecho, sus predicados terminaron por elevar los estándares éticos de la sociedad en la que había nacido. Así pues, puede afirmarse que Mahoma alabó la honestidad, la humildad y la frugalidad; a la vez que prohibió el infanticidio e insistió en el cuidado de los miembros vulnerables de la comunidad, en particular de las viudas y los huérfanos. Como también creó una estructura familiar y una forma de seguridad social que constituyeron un importante avance en relación al orden anterior, ya que con sus tribus nómadas de Arabia forjó una nación que conquistó un vasto imperio y dio origen a una gran civilización. No en tanto, tras su muerte, la elección del sucesor de Mahoma fue disputada entre distintos miembros de su familia, lo que conduciría finalmente a la división de los musulmanes en sunnitas, los seguidores de Abu Bakr,

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padre de Aisha, la joven esposa de Mahoma; y chiitas, los seguidores de Alí, esposo de Fátima, la hija de Mahoma. -Y tanto es así, que el odio entre estas dos clases persiste hasta los días de hoy -llegó a murmurar Paolo al terminar la frase. Luego continuó leyendo, retomando justo el punto donde hablaba que al principio, Alí y sus partidarios aceptaron la elección de Abu Bakr, así como a su muerte, dos años más tarde, la del otro suegro del Profeta, Umar… Y fuera el mismo Umar quien condujo a los musulmanes a conquistar la Siria bizantina e Irak en 636, así como usurpar Egipto en 641 y Persia al año siguiente. En realidad, Persia y Bizancio no lograron resistir, pues ambos imperios estaban debilitados después de una larga guerra entre sí, y en el caso de Bizancio, también en guerra contra los ávaros y otras tribus del norte. Inclusive, el idioma latino también había sido remplazado por el griego y, bajo el gobierno de Justiniano en el siglo VI, su ejército había recuperado una franja del Imperio de Occidente que cubría partes de Italia, Sicilia y África del Norte, que hasta entonces se hallaban en manos de los bárbaros. Tampoco podemos desconsiderar que el exarca de ésta última provincia, Heraclio, fue quien había subido al trono imperial en 610 con el horripilante baño de

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sangre que invariablemente acompañó a las sucesiones bizantinas. Durante los primeros años de su reinado, Asia Menor y Palestina fueron invadidas por los persas. En 614 estos últimos capturaron Jerusalén con ayuda de los judíos, quienes, en venganza por los maltratos que habían recibido de los bizantinos en la época de Justiniano, se unieron a los persas en la destrucción de hogares e iglesias cristianas, cuando la reliquia de la Vera Cruz fue llevada. En 626, la misma Constantinopla fuera sitiada por un ejército combinado de persas y ávaros cuando la fe cristiana de los bizantinos acudió en su ayuda; principalmente porque en los siglos VI y VII, la alianza entre la Iglesia y estado se había vuelto muy estrecha y actuaba prácticamente como una fusión. La clave para entender ese Impero bizantino, es la noción de que el emperador era un instrumento de Dios, nombrado divinamente para el logro de Sus propósitos en la tierra a través de la difusión de la fe cristiana ortodoxa. Esa profunda fe era sostenida mismo por gobernantes que por gobernados, y provocaba tal fervor entre la población, que fue utilizada por el emperador Heraclio cuando los paganos ávaros y persas se encontraban a las puertas de Constantinopla. Cuando el sitio fue levantado y, en una campaña que puede describirse como una “cruzada”, los Apócrifos del Génesis

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ejércitos bizantinos persiguieron a los persas en su retirada hasta Nínive, en Mesopotamia, donde finalmente los derrocaron en 627, cuando Heraclio llevó de vuelta la Vera Cruz a Jerusalén. Pero ocho años después, Jerusalén se rendía a los ejércitos del Islam; por tanto, al terminar la victoria contra los persas, el ejército bizantino se hallaba desmovilizado, y las fuerzas que pudieron reunirse para resistir a los musulmanes fueron ser insuficientes. No obstante, hubo grupos que recibieron con entusiasmo al invasor; pues los judíos, que preferían la relativa tolerancia musulmana a la persecución de los cristianos ortodoxos, junto a los cristianos monofisitas que rechazaban la enseñanza ortodoxa de la naturaleza de Cristo y tenían su propio patriarca y su propia jerarquía, también habían sido perseguidos por sus creencias herética, aún más, cuando a cambio de su rendición, el califa les había garantizado las vidas y los bienes de sus habitantes cristianos, y dejar intactos sus santuarios e iglesias. Fiel a los preceptos del Profeta, el yugo que se imponía a las “Gentes del Libro” era un yugo liviano; pues si pagaban el tributo requerido, que solía ser más bajo que el exigido por los bizantinos, las comunidades que eran conquistadas podían seguir sus propias religiones y vivir conforme a sus propias leyes. Los árabes musulmanes, Apócrifos del Génesis

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sostenidos por los tributos de sus súbditos, eran la casta gobernante, pero seguían ocupando las fortalezas en las fronteras de su imperio. Ese régimen también fue un motivo para que los captos, la Iglesia monofisita de Egipto, aceptaran de buen grado a los invasores musulmanes; y Alejandría, que fuera la capital bizantina de la provincia y sede del patriarcado ortodoxo, capituló en 646. Desde allí, los ejércitos árabes marcharon al este por los desiertos del norte de África; y hacia el 714 habían llegado hasta el Asia Central y el norte de India; mientras que por el oeste, habían cruzado el estrecho de Gibraltar y, recibidos como libertadores por los judíos, invadieron la mayor parte de España visigoda. Ya en 732, al mando del emir Abd al-Rahman, cruzaron los Pirineos y entraron en Francia, después de saquear Burdeos y quemar las iglesias cristianas, cuando entonces llegaron a Poitiers. Allí, en las afueras de la ciudad, se toparon con un ejército de francos conducidos por Carlos Martel, abuelo de Carlomagno y mayordomo de palacio de los soberanos merovingios. Pero como los musulmanes sufrieron una derrota aplastante, decidieron retroceder para España. Aunque la referida batalla representase el punto más distante del avance islámico en Europa occidental, esta no terminó con su avance hacia el norte y el este; pues al Apócrifos del Génesis

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haberse asegurado una base naval en Alejandría, enviaron flotas musulmana a bloquear Constantinopla, primero en 669, y luego en 673 y 677, y nuevamente en 717 hasta 718, y sólo con gran dificultad pudieron vencerlas los bizantinos. Sin embargo, en 846, menos de medio siglo después de realizada la coronación de Carlomagno, una fuerza expedicionaria musulmana de más de quince mil hombres desembarcó en la costa de Italia, cerca de Ostia, el puerto que servía a Roma; y ya en los alrededores de ésta ciudad, las basílicas de San Pedro, en la colina Vaticana, y de San Pablo, sin los muros, fueron saqueadas mientras el papa Sergio II y el pueblo romano miraban sin poder hacer nada desde detrás de la muralla de Aureliano. También se estableció una base de sarracenos -como los islámicos eran llamados por los latinos- en Fraxentum (La Garde-Freinet) en la costa de Provenza, desde donde los invasores amenazaban los pasos alpinos y atacaban las ciudades cristianas de la costa mediterránea. A seguir, los sarracenos tomaron Bari, sobre la costa del Adriático, convirtiéndola en el asiento de un emirato, y hacia mediados del siglo IX lograron el control de Sicilia, que culminó con la caída de Siracusa en 878. Por ese entonces, la familia islámica o ummab, se había fragmentado en dos diferentes sectas, marcadamente Apócrifos del Génesis

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mayoritarias la de los sunnitas y minoritaria las chiitas; y hacia finales del siglo X habían tres califatos distintos, llamados así en honor de las familias de sus fundadores: los Basíes en Bagdad; los Fatimíes, en Damasco y El Cairo; y los Omeyas, en Córdoba, España. Ahora el ascendiente de la casta guerrera árabe y beduina había cedido paso a una élite más heterogénea, donde la única marca duradera del origen islámico fue la adopción del idioma árabe en las tierras conquistadas. Por tanto, en Siria y Palestina el árabe fue sustituyendo gradualmente el griego como lengua oficial a lo largo del siglo VII, y hacia el 800 era de uso común, quedando relegados el griego y el arameo a algunas regiones del norte, y el hebreo a algunas áreas del sur. Si bien la tolerancia básica de las “Gentes del Libro” seguía siendo el principio del gobierno islámico, eso no garantizaba igual tratamiento ante la ley, ni el derecho de participar en términos de igualdad en la vida cívica de la comunidad. La inicial inclinación a favor de los cristianos y en contra de los judíos se alteró lentamente hasta el punto en que, por ejemplo, el califa al-Mutawakkil, que gobernó entre 847 y 851, expresó su antipatía hacia los cristianos aplicándoles diversos maltratos. El proselitismo cristiano fue prohibido y la censura pública de Mahoma llegó a castigarse con la muerte. Por su vez, los peregrinos Apócrifos del Génesis

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cristianos podían visitar la Tierra Santa y, salvo en algunas situaciones de ocasionales lapsus de algunos gobernantes, no se les molestaba. Por ese entonces, los peregrinos de Europa occidental viajaban a Palestina por tierra, atravesando el Imperio bizantino, o en los barcos de la entonces república mercantil de Amalfi, en el sur de Italia. No obstante, cabe mencionar que muchos de esos peregrinos se dedicaron con afinco en la busca del hablado pergamino

perdido

que

mencionaba

el

“Enigma

Doctrinal”, pero nadie logró localizarlo, haciendo suponer que el último custodio de la reliquia haya perecido junto con toda su familia en alguna de las sangrientas batallas que ocurrieron en la región. Por su vez, aprovechando el momento, al inicio del siglo X los mercaderes amalfitanos construyeron un hospicio en Jerusalén para acoger allí a los peregrinos enfermos; aunque en realidad, el comercio era ínfimo si comparado al voluminoso caudal que existió durante el apogeo del Imperio romano. Cuando Paolo terminó la frase, observó la hora, decidiéndose por cerrar de vez el libro y dando por encerrada su lectura, cuando entonces se retiró para realizar sus responsabilidades litúrgicas.

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13 El Contraataque Cristiano El tema comprendido en el último libro que tenía analizado, había llegado a causar un cierto estado de excitación en la mente de Paolo durante la noche, y se distrajo durante bastante tiempo remolineando con sus pensamientos e inclinaciones antes de lograr llamar el sueño. Apócrifos del Génesis

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Al día siguiente, antes de comenzar con su trabajo, ya tenía planeado tomar nota en su block de apuntes aquella interrogante con la que había estado meditando durante la sombras de su cuarto. Entonces registró la pregunta que le había estado martillando la conciencia: -¿Cómo es posible poder explicar el gran magnetismo desarrollado por Mahoma? Una vez que registró la pregunta, observó con atención aquella frase, y luego agregó a sus apuntes lo que consideró ser su propia interpretación para la incógnita. -A diferencia de Jesús, éste no realizó ningún milagro; y la visión que él tuvo en 620, en la que montaba con el arcángel Gabriel un corcel celestial, el-Buruq, hasta el Monte del Templo para encontrarse con Abraham, Moisés y Jesús, y ascender desde allí hasta el trono del Dios atravesando los siete cielos, llega a ser comparable al relato de la transfiguración de Cristo; aunque sin duda fue una de las razones por las que Jerusalén se convirtió en ciudad santa para el Islam. Pero su acto parece haber sido una experiencia privada para el mismo Mahoma, porque éste halló que no contenía ninguna revelación que mereciese incluir en el Corán. Luego de asentar en el papel su ideología, Paolo leyó con atención todo lo escrito, y, convencido de que estaba correcto, abrió de vez el libraco para continuar leyendo a Apócrifos del Génesis

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partir del párrafo subsecuente que correspondía al fin de la lectura del día anterior. Allí encontró lo siguiente: Umar ibn al-Jattāb o simplemente Umar u Omar, fue el segundo de los llamados califas ortodoxos, y la primera serie de gobernantes que tuvo el imperio islámico a la muerte de Mahoma y antes del establecimiento del Califato Abbasí. Umar sucedió a Abu Bakr y gobernó entre 634 y 644. Nacido en La Meca hacia el 581, combatió en un primer momento contra Mahoma y los fieles de la nueva religión, pero más tarde se convirtió al Islam y llegó a ser uno de los lugartenientes más fieles del profeta. Era además suegro de Mahoma, ya que éste se casó con su hija Hafsa. Una vez elegido califa, Umar guerreó contra el Imperio Bizantino y Persia, y se lanzó a la conquista del Mediterráneo oriental, proyectando las bases del imperio islámico que sus sucesores luego extenderían. Además, conquistó la Siria bizantina en 638, Palestina, Egipto en 642 y Mesopotamia, en adelante conocida como Iraq, el mismo año, tras la Batalla de Nehavend. En todos los territorios conquistados buscó mantener las estructuras administrativas existentes y no intentó acabar con las creencias religiosas de sus habitantes; y entre otras cosas, porque resolutamente puso a todos los considerados “no musulmanes” bajo el estatuto de Apócrifos del Génesis

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dimmíes -o “protegidos”-, lo que los obligaba a tener que pagarle un impuesto específico que por su vez proporcionaba importantes ingresos al Estado islámico. A más de que sus tropas eran mantenidas en un cierto aislamiento de la población en los lugares conquistados y las pagaba con el botín obtenido. Por otro lado, Umar se convirtió en el primer califa que ostentó el título de Príncipe de los creyentes (amīr almu'minīn), e instituyó la era de la Hégira, por la que se rige el calendario musulmán, con inicio el 16 de julio del año 622. También fue de su obra la construcción de la famosa Cúpula de la Roca de Jerusalén, irguiéndola alrededor de la roca en la que, según contaba la tradición, Abraham había estado dispuesto a sacrificar a su hijo Ismael (o Isaac en la tradición judeocristiana) y desde la que ahora Mahoma había ascendido al cielo. Para los musulmanes, sin embargo, la roca era sagrada no tanto como el templo más alejado del Viaje Nocturno del Profeta, según se describe en el Corán (17:1), sino como el Templo de los Profetas de Israel. Por tanto, ese fue el punto que lo llevó a determinar construir allí la mezquita de al-Aqsa, al sur del Monte del Templo; y Jerusalén se convirtió a partir de entonces, junto con La Meca y Medina, en uno de los tres lugares de peregrinaje musulmán. Apócrifos del Génesis

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Pero el califa Umar murió asesinado el día 4 de noviembre de 644 en la mezquita de Medina por manos de un esclavo persa llamado Firūz. Le sucedió Uthman. No en tanto, en el Occidente, o mejor dicho en la Península Ibérica, aún no había llegado a completarse la conquista musulmana, cuando tuvo comienzo lo que puede ser llamado de “contraataque cristiano de reconquista”. Los nobles visigodos que se habían retirado a vivir en las montañas de Asturias, unieron fuerzas con los habitantes nativos para resistir a los invasores, y hacia 722, diez años antes de la derrota que Carlos Martel infligiría a los musulmanes en Poitiers, estos vencieron a los sarracenos en Covadonga dirigidos por su líder Pelayo. Más tarde ocuparon Galicia, y fijaron una frontera entre la España cristiana y la musulmana a lo largo del río Duero. Por esa época, en el norte de España, la aguerrida tribu de los vascos recuperó su independencia y, hacia finales del siglo VIII, los francos de Carlomagno también invadieron Cataluña, conquistando Barcelona en 801. No obstante, cabe aquí destacar que las principales anexiones a la cristiandad occidental en los siglos IX y X vinieron de la derrota y conversión de las tribus paganas existentes al norte y al este de Europa, y la cristiandad bizantina también se expandió gracias a una mezcla de conquista y conversión. Apócrifos del Génesis

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Aunque por aquellos años todavía no existía una división abierta entre la Iglesia bizantina ortodoxa y la romana católica, había sí una cierta competitividad por obtener la lealtad de los reyes conversos. Por ese entonces, el reino de Rus, con su capital en Kiev, se inclinó por el patriarca de Constantinopla, junto con Bulgaria y Serbia; mientras que Hungría y Polonia se descantaron por el Papa. Por otro lado, el cristianismo, a pesar de las campañas misioneras de Anskar y Rembert en el siglo IX, no logró echar raíces en Escandinavia hasta el siglo X; y los vikingos, cuyas incursiones de piratería habían casi cesado con el surgimiento de la cristiandad celta, fueron conversos tardíos. Entre los primeros conversos de la tribu se encontraba Rollo, quien en 918 fundó una colonia en el valle del bajo Sena, que quedó conocida como Normand en francés. Consecuentemente, por esa misma época, la amenaza del Islam estaba siempre presente en la cabeza de los líderes cristianos, que no obstante disipaban gran parte de sus energías en pelear unos con otros. Así es que en la Galia de los reyes merovingios, donde las disputas entre la nobleza parecían más que nada peleas de salvajes, el Estado no había podido asegurar siquiera el más elemental orden público. Por tanto, para su propia seguridad y la de su familia, un hombre común no tenía otra alternativa que Apócrifos del Génesis

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comprar la protección del vecino poderoso pagándole con alguna forma de servicio, por lo general como soldado en sus guerras privadas. Era también la única manera de proteger su tierra, que, con el colapso del comercio y de la administración, pasó a ser la única fuente de sustento. El término usado para designar el compromiso del subordinado era vasallaje, y el que designaba su paga era beneficio, que generalmente era una concesión de tierras, aunque a veces también realizada en las rentas de instituciones eclesiásticas. El contrato era sellado con juramentos solemnes y, si bien aludía a términos de servidumbre, se convertía en un estatus codiciado, una marca de honor, por lo menos cuando se trataba del vasallaje directo al rey. En teoría, este sistema feudal era una pirámide que abarcaba en su base la totalidad de la sociedad occidental; y la ocupación del vértice se disputaba en realidad, entre los papas y emperadores. No obstante, ese vínculo era teórico entre emperadores y reyes, y problemático entre los reyes y sus barones. Se afirma que los lazos más afectivos se formaban entre los grandes duques, condes y príncipes cuyas posesiones territoriales eran lo suficiente grandes para mantener una poderosa fuerza de vasallos y permanecer por lo tanto independientes del estado. Sus vasallos a su vez, exigían la lealtad de caballeros menores Apócrifos del Génesis

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cuyas posesiones materiales quizás no ascendiesen más allá de un caballo, una lanza, una espada y un escudo, pero cuyas pertenencias de linaje de guerreros carolingios les aseguraba un puesto en la élite social. En la práctica, esa lealtad era cuestión de elección, pues por escasos que fueran sus recursos o humilde su origen, el caballero seguía siendo un hombre libre ante la ley, y tenía derecho a juicio en una corte pública. Algunos vasallos dependían por completo de su señor, incluso en cuanto a caballo y armadura; otros, aunque recibían propiedades como beneficio, también podían poseer tierras por derecho o como arrendatarios de una determinada fundación eclesiástica. Pero su compromiso, si bien que por honor y lealtad podría verse obligado a acompañarlo en sus vendettas, no era indefinido y estaba regido por los usos y la ley, que lo obligaba a prestarle servicio militar por cuarenta días. En principio el vínculo entre señor y vasallo no era hereditario, pero tendió a volverse así por medio de los matrimonios endogámicos que conformaron la lealtad al clan. Pero esta prerrogativa de luchas no era exclusiva del Occidente, pues la violencia también fue endémica en el Imperio oriental y en los califatos del Islam, donde cada sucesión daba lugar habitualmente a una guerra civil. Pero la gran diferencia se sentaba en que, si bien el emperador Apócrifos del Génesis

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bizantino o un califa podían juntar en sus manos todas las riendas del poder de un estado unificado, y por los diferentes principados en los que había terminado el Imperio de Occidente, jamás, después de Carlomagno, lograron unirse bajo el mando de un único soberano. Así pues, esa cuestión tuvo grandes consecuencias para el papado romano de aquel periodo, ya que con la desintegración del Imperio de Carlomagno por la rivalidad de sus sucesores, este quedó indefenso en el nido de víboras de la política italiana. El último Papa influyente de ese periodo fue Nicolás I, pontífice entre 858 7 867. Durante los cien años que siguieron a su muerte, el puesto de san Pedro pasó a ser una disputada concesión de poderosas familias romanas, como la de Teofilacto. Por ejemplo, en 882, Juan VIII se convirtió en el primer Papa a ser asesinado; y Esteban VI mandó desenterrar y sentar al trono con sus ropas pontificias el cadáver de su penúltimo predecesor, el papa Formoso, para juzgarlo y condenarlo por perjurio y abuso de poder, cuando les fueron arrancados los tres dedos de la mano derecha con los que bendecía a su grey. Empero, la depravación personal de muchos de esos Papas no significaba que estos fueran incompetentes en su manejo de la Iglesia.

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Juan X, llevado al trono por la poderosa familia Teofilacto, llegó a organizar una coalición de estados italianos contra los musulmanes que acosaban el territorio romano desde hacía sesenta años, y condujo una fuerza que, tras un sitio de tres meses, tomó el bastión sarraceno en la desembocadura del río Garigliano. Dos de los papas nombrados por el déspota romano Alberico II -León VII y Agapito II- acabaron por ser sinceros y eficaces reformadores. Incluso Juan XI, el hijo bastardo de Mazoria Teofilacto, sancionó una reforma en la Iglesia que guarda relación con la historia de los Templarios, al poner bajo la protección directa del pontífice romano a una comunidad de monjes benedictinos de una abadía de Borgoña, llamada Cluny. -Aunque en verdad -balbuceó Paolo, recostándose mejor en la silla para desencorvar su espalda-, aquí debería agregarse que la corrupción y la perversión siguieron siendo un pus pestilente en el seno de la Iglesia de Roma. -¡Que época de desenfreno! -llegó a exclamar en silencio, imaginando lo que vendría a seguir, y justo en el momento en que aproximaba su cuerpo a la mesa para continuar en la frase que mencionaba que el monasterio de Cluny fuera fundado en 910 por el duque de Aquitania, Guillermo el Piadoso, y que el elegido para conducir la

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comunidad fuera Bernón, que provenía de la nobleza borgoña y era el abad de Baume. Pero las generosas donaciones que habían enriquecido los monasterios -se mencionaba a seguir-, también las dejaba vulnerables ante las demandas de los descendientes de sus antiguos benefactores; y los ingresos se utilizaban para mantener a los hijos de la nobleza local, quienes, sin ninguna vocación religiosa, les serían encajados a las comunidades religiosas nombrándolos abates o priores. Los obispos locales, a menudo emparentados con señores seculares, explotarían también esos cargos monásticos para recompensar a sus servidores. Y fue para asegurar la libre elección de su abad, que la comunidad de Cluny fue puesta bajo la protección directa del Papa romano, consiguiendo con ello llevar a cabo reformas para detener la decadencia de la práctica monástica. El movimiento floreció y luego se fundó una red de casas subsidiarias bajo la dirección de la comunidad de Cluny; y fuera su abad Odo, quien solicitó al disoluto papa Juan XI a que extendiera la protección papal al nuevo monasterio de Deols. Odo, al igual que Bernón, procedía de la nobleza franca, y con él se estableció la tradición cluniacense de monjes aristócratas. Pero al mismo tiempo, estos prelados eran genuinamente humildes, y aunque

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astutos e inteligentes pero devotos, instruidos pero también sencillos y siempre alegres y divertidos. Por sus virtudes, el papa León VII lo invitó a Roma, donde Odo negoció un acuerdo entre Alberico II y el rey Hugo de Italia, a la vez que introdujo reformas en las comunidades monásticas de Roma y de los Estados Pontificios, entre ellas la primera abadía de Subiaco, de Benito de Nursia. La influencia de Cluny durante el siglo que siguió a su fundación iría a ser enorme, pues de los seis papas que fueron monjes entre 1073 y 1119, tres procedían de Cluny; sin embargo, no fue el celo reformista de los benedictinos cluniacenses lo que sacó al papado del fango de la corrupción, sino más bien la oportuna intervención de los emperadores germanos. Tras la muerte de Carlomagno, el principio teutónico de división igualitaria entre los herederos del rey, había triunfado sobre el criterio romano de transmisión de un imperio indivisible. Su herencia, por lo tanto, había sido dividida en tres, Francia al oeste, Germania al este, y entre medio un largo y angosto reino que iba de Flandes a Roma, y el que se dio a conocer como Lotaringia, porque fuera dado en heredad al hijo mayor de Ludovico Pío, Lotario, quien también heredó la corona.

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Puede decirse que el siglo que siguió a la muerte de Carlomagno vio el cenit del orden y la civilización, y sólo cuando los príncipes germanos eligieron a los duques sajones como jefes, pudo ser revivido el concepto del papa León III de un nuevo imperium romano en una versión modificada. En esencia, fue una creación del duque de Sajonia, Otón I quien, habiendo derrotado a los magiares, atravesó los Alpes en 951 para reafirmar sus reclamos sobre Italia. Una vez en Roma, se comprometió a respetar las libertades de la ciudad y a proteger la Santa Sede, donde, junto con la reina Adelaida, subió al altar de la iglesia de San Juan Luterano y fue coronado emperador por el corrupto y joven papa Juan XII. Este estilo de renacimiento del Imperio romano no fue un mero trámite político ni una ficción pintoresca; sino que Europa había llegado a percibirse a sí misma como una sola sociedad, en un sentido de lo que no fue antes, y en que no lo sería después. Donde cabe resaltar que la lealtad inmediata era para con su señor feudal, y donde un hombre no se definía a sí mismo como inglés, francés o germano, sino como un cristiano cuyo dominio universal de la fe era visible tanto en la Iglesia como en el estado. Tomándose por base de que la primera lección del cristianismo era el amor, un amor que debía unir en un solo cuerpo a aquellos a quienes la desconfianza, el Apócrifos del Génesis

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prejuicio y el orgullo de raza habían mantenido separados hasta ese momento, terminó permitiendo por tanto que la nueva religión formase así una comunidad de fe, un Sacro Imperio, que hacía posible el intercambio de los nombres de “romano” por “cristiano”. Pero desafortunadamente, rara vez se logró la cooperación entre papa y emperador de la cual dependía ese tipo de gobierno universal; y a medida que los reformadores cluniacenses ganaban terreno dentro de la Iglesia, su determinación para emancipar al clero de la interferencia de los poderes laicos confrontó la autoridad de los emperadores. Un impedimento fue la importancia atribuida por los papas de Roma a su rango de príncipes seculares, y la base legal para reclamar una amplia franja de

Italia

central

era

la

supuesta

“donación

de

Constantino”, quien retribuyó una cura milagrosa de la lepra realizada por el papa Silvestre I, legándole la Ciudad de Roma y algunas zonas indefinidas de Italia a los sucesores de san Pedro. El documento que establecía esa donación fue fraguado a mediados del siglo VIII, cuando el rey franco Pipino salvó de los lombardos al papa Esteban II y confirmó la donación de Constantino como la donación de Pipino. Cualquiera que fuese la legalidad de la falsificación, esta fue aceptada como válida por los Apócrifos del Génesis

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francos; y podía pensarse que el derecho de conquista permitía adjudicar la de Pipino a los Estados Pontificios. Sin embargo, la donación fue impugnada por los emperadores bizantinos, que pasaron a reclamar grandes áreas de Italia, ya que la gobernaron a través de sus exarcas desde Ravena. Como consecuencia a estos contra-reclamos entre emperadores orientales y occidentales, la política de los papas de Roma fue siempre mantener en Italia un equilibrio de poder que les permitiera inclinar la balanza a su favor. Y así pues, la soberanía de los Estados Pontificios pasó a ser la única diferencia, ya que el más grave tema, era el poder de los príncipes seculares para hacer nombramientos dentro de sus dominios; ya que en teoría, los abates eran elegidos por su comunidad; y los obispos, por el clero de sus diócesis. Pero esas elecciones se impugnaban con frecuencia. Gracias a donaciones pasadas, muchos de estos clérigos se habían vuelto poderosos terratenientes con vasallos armados bajo su comando y, particularmente en Germania, diócesis como Colonia, Münster, Maguncia, Wurzburgo y Salzburgo eran principados soberanos; donde la lealtad del hombre que blandía el báculo era, por tanto, de capital importancia para el emperador sacro romano y los príncipes germanos. Pero el derecho al báculo venía con el Apócrifos del Génesis

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palio, la banda de lana blanca usada sobre los hombros, que era el símbolo de su cargo y concesión del Papa. Las crecientes diferencias entre papas y emperadores llegaron a una abierta ruptura durante el pontificado de Hildebrando, un hombre que había sido el consejero indispensable de los cuatro papas que lo precedieron antes de él mismo ser elegido Papa por aclamación popular en 1073 y adoptando el nombre de Gregorio, quien fue enérgico en su apoyo a la reforma, promulgando decretos contra la simonía y el matrimonio de los clérigos, así como también prohibió la investidura laica de obispos; medida que entró en conflicto con Enrique IV. El rey convocó entonces un sínodo de obispos germanos para deponer a Gregorio; en cuanto este, a su vez, excomulgó a Enrique y liberó sus súbditos de sus votos de lealtad; porque entre los derechos que reclamaba para el pontífice romano en su Dictatus papae figuraba un poder judicial y legislativo supremo por encima de todos los príncipes temporales y espirituales. El reclamo de Hildebrando de una autoridad absoluta tanto sobre los poderes seculares como espirituales para la figura del Papa, involucraba un sentido de responsabilidad por la fortuna de la cristiandad; y una de sus ambiciones incumplidas fue el envío de un ejército cristiano contra el Islam, pues había una rivalidad y un desprecio endémicos Apócrifos del Génesis

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con respeto a los griegos bizantinos; y no era sólo la propensión de los emperadores bizantinos a sacarle los ojos a sus rivales lo que afrentaba a los cristianos católicos, sino que los griegos eran vistos como gente traicionera, que se habían corrompido por causa de la decadencia de Oriente. El obispo Liudprando de Cremona, enviado por el emperador de Occidente Otón I en una misión diplomática a Constantinopla, llegó a describir ésta como una ciudad llena de mentiras, trampas, perjurio y codicia, una ciudad rapaz, avara y vanagloriosa; pero dentro de esos juicios occidentales sobre la capital bizantina había sin duda una cuota de resentimiento hacia la arrogancia de estos, y de envidia hacia una metrópolis que superaba a Roma en tamaño y esplendor, que nunca había sido saqueada por un ejército bárbaro y que, más allá de la ocasional crueldad empleada en el ejercicio del poder, mostraba una sociedad profundamente religiosa en donde las capacidades intelectuales eran valoradas y en cuyas clases media y alta el analfabetismo era virtualmente desconocido. En otras palabras, el Imperio de Oriente, a pesar de ser susceptible a las influencias orientales, había logrado conservar más virtudes del antiguo estado romano unificado, que aquellas conservadas por el Imperio de Occidente; además de que entre las ramas oriental y Apócrifos del Génesis

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occidental de la Iglesia cristiana habían surgido profundas diferencias en temas como la primacía de una de las dos sedes patriarcales y las disputas de lealtad religiosa de pueblos recientemente convertidos, como los búlgaros, y en cuestiones de doctrina, no sólo sobre la famosa cláusula filoque del Credo. -¡Sí! -llegó a murmurar Paolo con reciedumbre al hacer una pausa-, no hay dudas que es una cláusula que sigue siendo esotérica hasta para los teólogos más eruditos, sino y más importante, porque envuelve la veneración de imágenes o iconos de Cristo y de los santos. El padre halló por bien detener su lectura, y concluyó que el punto necesitaba la inclusión de un agregado más explicativo. Aproximó entonces su block de notas, y escribió: -Filioque es una combinación de palabras en latín que significa “y del Hijo”, añadido al Credo de Nicea por el Tercer Concilio de Toledo en 589: Credo in spiritum Sanctum qui ex Patre Filioque procedit (“Creo en el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo”). Y se refiere a la doctrina de la procesión del Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo. No obstante, a pesar de que fuera aceptada por la iglesia occidental como una creencia a finales del siglo cuarto, la fórmula no estuvo autorizada para uso general litúrgica antes de la primera parte del Apócrifos del Génesis

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siglo XI, pasando a ser atacada con vehemencia por Focio, el patriarca de Constantinopla en 867, cuando la iglesia Oriental no aceptó la adición de dos distintos. Primero, porque la incorporación se hizo de manera unilateral, alterando un credo aprobado a principios de los concilios ecuménicos; y segundo, porque la fórmula refleja una determinada concepción occidental de la Trinidad, a la que la mayoría de los teólogos bizantinos se opuso. Se estima que la cláusula filioque fue concebida probablemente en respuesta al arrianismo, que negaba la plena divinidad del Hijo. Para los bizantinos, sin embargo, la cláusula también parecía poner en peligro la primacía (“monarquía”) del Padre, que según la iglesia oriental es la fuente de la deidad. Un fallido intento de conciliar los dos puntos de vista se realizó en el Concilio de Ferrara-Florencia en 1439. Pero las iglesias oriental y occidental se han mantenido por separado, y la doctrina representada por el término Filioque, se erige como uno de los principales puntos de diferencia entre ellos. Originalmente, este no estaba en las confesiones acordado en Nicea en 325 y Constantinopla en 381. Parece haber sido introducida por primera vez en el Consejo local de Toledo en 589 y, pese a la oposición, poco a poco se estableció en el oeste, se aprobó oficialmente en 1017.

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Paolo releyó con cuidado toda su explicación, y una vez satisfecho con lo que había anotado, prosiguió examinando con detrimento el manuscrito en el parágrafo que mencionaba que no obstante, tratándose de un conflicto endémico entre Bizancio y el Islam, jamás hubo duda alguna de que las lealtades latinas estaban con sus pares cristianos del este. Durante un tiempo, después de la primera oleada de conquista musulmana, se había fijado una frontera entre el Imperio bizantino y el califato abasida de Bagdad, ubicado en los Montes Taurus, al norte de Antioquía, en el rincón sur de Asia Menor. Pero a principios del siglo X, las fuerzas imperiales se embarcaron en una campaña de reconquista que condujo a la recuperación de Chipre y el norte de Siria, incluida la ciudad de Alepo. Aunque Jerusalén seguía aun en manos de los califas fatimíes que gobernaban desde El Cairo, la ciudad de Antioquía, mucho mayor y sede también de un patriarca, estaba nuevamente en manos cristianas. Ya hacia el 1025, el Imperio bizantino se extendía desde el Estrecho de Massina y el norte adriático al oeste, y hasta el Danubio y Crimea al norte y las ciudades de Melitina y Edesa al este, al otro lado de Éufrates. Pero esa supremacía militar no se mantuvo por mucho tiempo, ya que un cambio social interno pendiendo a favor de grandes Apócrifos del Génesis

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terratenientes, había llevado a la desaparición de la clase de pequeños agricultores de Anatolia, que hasta entonces habían abastecido a los soldados del ejército bizantino, y aumentando así la dependencia de soldados mercenarios; pero desde el exterior apareció en sus fronteras orientales una nueva oleada de conquistadores islámicos: los turcos selyúcidas. Ésta era una tribu de saqueadores nómadas de las estepas de Asia Central, que en el siglo X habían conquistado el territorio del califato de Bagdad y, abrazando el Islam, se habían proclamado a sí mismos vencedores de los musulmanes sunnitas. Inspiradas por la misma mezcla de fervor religioso y amor al saqueo que tuvieron los árabes fundadores del Islam, otras oleadas de tribus turcomanas emparentadas se acercaron de vez con intención predatoria a las fronteras orientales del Imperio bizantino. En 1071, bajo el gobierno del sultán Alp Arslan, los seyúcidas se enfrentaron en Manzikert, cerca del lago Van, en Armenia, a un ejército bizantino compuesto en gran medida por mercenarios reclutados por el emperador Romanus IV Diógenes; pero estos resultaron derrotados y el emperador acabó prisionero por Alp Arslan. Nada detendría ya el avance turco, y las tribus turcomanas

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invadieron Asia Menor, y para 1081 habían tomado Nicea, situada a 150 kilómetros de Constantinopla. La fuerza de los bizantinos se había visto minada por la necesidad de emprender una guerra en un segundo frente, ya que en 1071, Bari, su último bastión en Italia, se había rendido a los normandos de Sicilia comandados por Robert Guiscard, quien a la sazón atravesó el Adriático, tomó el puerto de Dyrrhchium y planeó un avance hacia Tesalónia. Los bizantinos no pudieron resistir entonces a aquella evolución normanda, principalmente por falta de suministros, pues Asia Menor, controlada en aquel tiempo por los turcos selyúcidas, había sido hasta el presente su principal abastecedora de maíz, y proveedora de la mitad de los recursos humanos. Así pues, el que fuera una vez el poderoso Imperio de Oriente, se hallaba al momento reducido a un pequeño estado griego que afrontaba la aniquilación. -En efecto, estos nuevos movimientos beligerantes de las tribus turcomanas -raciocinó Paolo con escepticismo-, fueron los que imprimieron a partir de allí un marco diferente en las tres incomparables creencias -puntualizó antes de retomar la lectura. Ante la crisis, -mencionaba el libro-, los bizantinos tuvieron el buen criterio de elevar al trono imperial a su general más capacitado, Alejo Comneno, y la providencia Apócrifos del Génesis

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también acudió en su ayuda, con las muertes del líder normando Robert Guiscard, y del sultán selyúcida Alp Arslan. Pero como la situación de los bizantinos seguía siendo aguda, el emperador Alejo apeló entonces al auxilio de los cristianos de Occidente. El primer acercamiento se produjo a través de Roberto, conde de Flandes, quien en 1085 había enviado un pequeño contingente de caballeros a Constantinopla; y el que ahora le comunicaba a Alejo de que el Papa tenía actualmente en Europa más peso que el propio emperador. Así pues, en la primavera de 1095, los delegados bizantinos llegaron a las puertas del concilio de la Iglesia que se estaba celebrando en Piacenza, en el norte de Italia. Quien presidia el referido concilio era Odo de Lagery, hijo de una familia de nobleza menor de borgoña afincada en Chatillon-sur-Marne; y su origen era, por tanto, idéntico al de los líderes de la reforma cluniacense, y esa educación lo había imbuido de fervor religioso. En las escuelas catedralicias de Reim fue alumno del excepcional Bruno, quien en 1084 había fundado una comunidad de monjes en un lugar remoto de los Alpes, la casa madre de la orden cartujana, La Gran Chartruse, cerca de Grenoble. Así pues, en 1088 éste fue elegido Papa y tomó el nombre de Urbano II.

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El nuevo Papa era conciliador y tenía más tacto que su antecesor Gregorio VII en el ejercicio de su autoridad en las difíciles circunstancias de la época, y su política se extendió a Bizancio en 1089, durante el concilio de Melfi, recibiendo respuestas conciliadoras desde Constantinopla. Luego de concluir el concilio, los obispos se dispersaron llevándose una clara idea de la amenaza que significaba el avance de los infieles; y ya camino de Francia, Urbano II llevaba en tanto sobre sí, como príncipe de los apóstoles, todo el peso de su responsabilidad personal por el destino de la Iglesia universal de Cristo. En todo caso, después de cruzar los Alpes, el Papa fue primero a Valence, sobre el Ródano, y luego a Le Puy, cuyo obispo era otro aristócrata, Adhemar de Monteil. Como el obispo había peregrinado a Jerusalén unos veinte años antes, pudo así brindarle al Papa el beneficio de su experiencia en lo que sería la búsqueda posterior del famoso pergamino perdido, así como alertarlo sobre su posible contenido. Desde aquella ciudad, el papa Urbano llamó a los obispos de la iglesia católica para reunirse con él en Clermont en noviembre del mismo año. Luego se dirigió hacia el sur, a Narbona, a ciento sesenta kilómetros del frente occidental de la cristiandad al otro lado de los Pirineos. Una vez en Provenza, gobernada por el Apócrifos del Génesis

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experimentado adversario de los sarracenos de España, Raymond de Saint-Giles, se dirigió a pie hacia la costa este del Mediterráneo, y de nuevo al norte por el valle del Ródano hasta Lyon, a donde llegó en octubre. Desde allí siguió hasta Cluny, donde había sido prior una vez, donde consagró el altar mayor de la gran iglesia. A partir de allí continuó hacia el norte hasta Souvingy para rezar ante la tumba del abad Mayeul, que en el siglo anterior había sido secuestrado por los sarracenos. -¿Cuáles no habrán sido los pensamientos del papa Urbano mientras rezaba ante la tumba del abad Mayeul? -se cuestionó Paolo, pensativo. -¿La busca del pergamino perdido le despertó interés? Sin duda, fue allí que sintió que algo debía ser concebido, y no fue solamente ayudar a al Imperio bizantino en su disputa contra los turcos selyúcidas, ni el interés urgente por parte de la Iglesia occidental para garantir el libre paso de los peregrinos a Tierra Santa -ponderó Paolo con suspicacia. -Es evidente que desde hacía muchos siglos que el peregrinaje era una parte integrante de la vida devocional del cristianismo -afirmó para sí-. Y a cada año miles de fieles viajaban por toda Europa para rezar en santuarios reverenciados, como el de Miguel el Arcángel en Monte Gargano, en el sur de Italia; o el del apóstol Santiago de Apócrifos del Génesis

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Compostela, en el norte de España; o por la abadía de Vézelay, en Borgoña, donde estaban las reliquias de María Magdalena; o por la misma abadía de Cluny… Sin olvidar Roma, -se vio diciendo con convicción-, donde los peregrinos acudían a rezar ante las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo… -determinó al fin, cada vez más abstraído en su meditación. -Obvio que el destino más preciado por todos los peregrinos era Tierra Santa. Aquello era el suelo pisado por Dios hecho hombre; su aldea de Nazaret y su lugar de nacimiento en Belén; y sobre todo, el lugar de su resurrección de entre los muertos, la iglesia del Santo Sepulcro... Más bien, pienso que Adhemar de Monteil debe de haber convencido al Papa de la importancia de encontrar el pergamino antes de que lo hicieran los bizantinos, ahora debilitados, y evitando que éste cayera en manos de los musulmanes -ultimó con total convicción. Luego se dio cuenta que sus cavilaciones no lo conducían a punto alguno, y Paolo, de ceño fruncido, acabó por concentrarse otra vez en los manuscritos que tenía frente a sí. Retomó la lectura en la frase que mencionaba que tres décadas antes del momento en el que el papa Urbano se arrodillara ante la tumba del abad Meyeul, el arzobispo de Maguncia, junto con los obispos de Utrecht, Bamberg y Apócrifos del Génesis

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Ratisbona, habían conducido desde el Rin hasta el Jordán a un grupo de siete mil peregrinos que, al ser emboscados por una partida de musulmanes cerca de Ramleh, en Palestina, se habían visto obligados a tener que luchar para defenderse. Pero como el papa Urbano procedía de la clase guerrera franca, éste conocía muy bien el problema que planteaban los caballeros belicosos, cuyo único talento era su habilidad con la lanza y la espada, y buscó entonces una salida para absorber las energías excedentes de esa clase guerrera; y a partir de ese momento, los descendientes de compañeros de batallas de los reyes merovingios y carolingios se convirtieron en su aliado. Así fue que, el 27 de noviembre, Urbano II se dirigió a una multitud reunida en un descampado hablando primero de los reveses de los cristianos bizantinos de Oriente y del sufrimiento que habían soportado en manos de los turcos selyúcidas; y luego pasó a describir la opresión y el hostigamiento que se profirió a los cristianos que viajaban a la ciudad santa de Jerusalén. Y, aunque nada mencionó a ellos sobre el pergamino perdido, con elocuencia triunfalista exhortó a los oyentes a dejar de pelear entre sí por viles motivos de venganza y codicia, y a volver en cambio sus armas contra los enemigos de Cristo; ya que él, por el poder otorgado por Dios como sucesor de Apócrifos del Génesis

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san Pedro, prometía que quién se entregara a la causa con espíritu penitente sería absuelto de sus pecados anteriores y obtendrían completa remisión de las penitencias terrenales impuestas por la Iglesia, como lo eran la prohibición de la misa y la denegación de los sacramentos, así como la excomunión. Su llamamiento fue más bien una combinación de piedad cristiana, xenofobia y arrogancia imperial y, a los gritos de Deus le volt -Dios lo quiere-, Adhemar de Monteil, obispo de Le Puy, se arrodilló allí mismo ante el Papa y le rogó que le permitiera unirse a esa guerra santa para proseguir con la búsqueda del perdido pergamino, ya que Jerusalén era el objetivo de la cruzada, además de representar la ayuda militar a Anatolia contra los turcos selyúcidas. Pero como si fuese un orquestado efecto de escena para beneficiarse de la ignorancia y credulidad de su grey, el Papa terminó por anunciar a todos que el esfuerzo era por “la defensa de los cristianos dondequiera que estuvieran siendo atacados”. -¿Tubo éste Papa algún escrúpulo de conciencia? -se cuestionó de inmediato Paolo al terminar de leer la citación-. ¿Principalmente cuanto al uso de la violencia, cuando en realidad se trataba de buscar el pergamino?

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Meneó la cabeza en desacuerdo con su imprecación, pues enseguida meditó: -Claro que no, pues en la Iglesia de la primera época, el mandato de Jesús de poner la otra mejilla se había tomado en general al pie de la letra, y la violencia por lo tanto se juzgaba pecaminosa en cualquier circunstancia… -Si bien qué -reconsideró con angustia-, Agustín de Hipona llegó a justificar la legítima defensa, y expresado su postura en varias obras… Puede que la postura de Agustín

se

uniese

al

concepto

de

peregrinación

penitencial, ya que en palabras del papa Urbano, los peregrinos serían armados “para asegurar que los sarracenos no aplastasen más bajo sus talones a los fieles de Dios”.

14 Un Apócrifo Encuentro Cuando llegó a su oficina para reiniciar su labor, el padre Paolo se admiró al encontrar depositada sobre la mesa, una minuta del padre Agustoni, el secretario del cardenal, y en la cual le mencionaba que su nuevo coche ya se encontraba a disposición. El dato lo impresionó e realizó una mueca de aprecio sin querer, pues se dio cuenta que de cierta forma ansiaba Apócrifos del Génesis

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por la llegada del mismo, no porque sintiese codicia por el usufructo de un bien material, sino más bien porque pretendía visitar pronto al enfermo padre Tamayo, e intercambiar con éste palabras sobre las vacilaciones que envolvían su trabajo. -¡Aquí las tienes, Paolo! -alcanzó a exclamar el sonriente Agustoni cuando el padre entró minutos después en su sala. Al entregarle las llaves y los documentos, preguntó-. ¿Puedo saber lo que te llevó a escoger un color tan claro? -complementó aun sonriente. -Bueno,… yo pienso que su color no requiere una ponderación más profunda de mi parte -le respondió Paolo devolviéndole la misma sonrisa, y cogiendo las llaves que el otro le entregaba. -Nada más lo elegí, por considerarlo un color puro, que expresa decoro, entereza y simplicidad -agregó Paolo con sencillez. -No lo dudo, Paolo. Aunque opino que también es un tono muy difícil de mantener limpio… Seguro que no lo tuviste en cuenta -afirmó el secretario con posma. -En todo caso, te diré que yo juzgo que la inocencia, la incorruptibilidad y la decencia o la honradez también lo son, y sin embargo, muchos la preservan con entusiasmo, aunque no sin dificultad -reconoció Paolo, notando como Apócrifos del Génesis

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el rostro de su interlocutor, ante su mención, se cerraba ante una mueca de sorpresa. Segundos más tarde Agustoni se recompuso y soltó una risotada descomedida. -¿Pero qué vicho te ha picado, hombre de Dios?... ¡Vaya tersura de comparación! -En verdad, cuando lo elegí, se me ocurrió que un coche blanco estaría más de acuerdo mis vestimentas -alegó Paolo casi sin entusiasmo. -¡Vaya! ¡Vaya! Nunca me imaginé que lo pensaras así -ponderó el secretario, buscando su silla para sentarse. -¿Por acaso los caballeros Templarios no adoptaron ese color en sus vestimentas? -indicó Paolo, disolviendo la máscara de reciedumbre que lo dominaba. -Pero tú no eres un Templario, Paolo… ¿No me digas que también pretendes pintarle una cruz en el techo, o en las puertas?... Creo que si lo haces, parecerás una pequeña ambulancia -mencionó el secretario bajo una nueva acometida de risas. Pero de pronto los rostros de ambos se recompusieron así que vieron la figura del cardenal entrando de vez en el aposento. Uno y otro se dieron cuenta que habían extrapolado en su compostura. -¿Si esa risa es por causa de una buena anécdota, yo también quiero compartirla? -mencionó el prelado, de sopetón, pero sin que su voz mostrase una reprimenda. Apócrifos del Génesis

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-En verdad, Eminencia -buscó disculparse Paolo-, nos reíamos del color de mi automóvil. -¡Ah, sí! ¿Te resultó ser muy aberrante o chillón? -No, Eminencia… Su coche es blanco -le explicó Agustoni con comedimiento. -¿Y entonces, qué? -quiso saber el cardenal, que no lograba comprender los motivos de tanta alegría. -Que se nos dio por reír de la simplicidad del color. Nada más -aclaró el secretario, retomando su fisonomía. -Que valga -les respondió Ottaviani meneando la cabeza-. En todo caso, ya que tu estas aquí, Paolo, me gustaría conversar un poco contigo sobre cómo van tus estudios -sugirió el cardenal. -Pues no, Eminencia. Cuando usted disponga. La reunión se extendió por menos de media hora, donde Paolo pasó a relatar cuales eran los puntos que había analizado, mencionó los añadidos que recomendaba, y expuso su duda sobre los motivos que habían llevado al papa Urbano II a emprender una cruzada armada para buscar el pergamino en Palestina. -Te recomiendo que no te atengas mucho a ello, Paolo -le recomendó Alfredo Ottaviani con una mirada tierna-. Considera que las crónicas de su discurso fueron escritas después de los acontecimientos, y, probablemente, hayan estado influidas por lo que él inspiró en aquel encuentro. Apócrifos del Génesis

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Por otro lado, al buscar mantenerse fiel a su vocación cluniacense, Urbano demostró que le interesaba tanto lo que la cruzada podía hacer por el cruzado, como aquello que el cruzado pudiera hacer por la Iglesia asiática como romana; además, de intentar echar primero el guante sobre el misterioso pergamino. -Sí, Eminencia, pues varias veces en su proclame se refirió al mandato de Cristo de abandonar esposa, familia y propiedad por amor a Él, tomar la cruz y seguirlo. -Pues recuerda que por aquella época, en Sicilia y España ya se habían sentado precedentes de una guerra santa contra los musulmanes; y es evidente que el llamamiento de Urbano en Clermont fue visto como una sacudida en el sistema comunitario, y algo diferente a cualquier cosa que se hubiera intentado antes -disertó el cardenal, que prosiguió tras una breve pausa, diciendo-: Aunque vale mencionar que para su consternación, la respuesta más inmediata y radical no se dio entre la clase de los caballeros, como él esperaba, sino entre los pobres. -Pienso que eso se debió más bien a que los cruzados obtuvieron ciertos privilegios y exenciones legales, como la dispensa de impuestos y una moratoria en sus deudas -asintió Paolo, buscándole una justificación al hecho. -Es verdad -asintió el prelado-. Se les había prometido que la familia y las posesiones del cruzado serían Apócrifos del Génesis

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protegidas por la Iglesia; en cambio, éste debía cumplir su obligación, pues de lo contrario, el hombre que renegaba de su voto era automáticamente excomulgado. Paolo asintió en silencio, pero al notar la pausa del cardenal, aprovechó para salir del tema y reiterar su interés en visitar al enfermo padre Tamayo, ya que ahora disponía de conducción propia. -Ya te he dicho que puedes ir cuando quieras, Paolo -aconsejó el cardenal al dar su asentimiento-, si bien que, pienso que no obtendrás del mismo más informaciones de las que nosotros disponemos… Pero mismo así, rezar junto a él será benéfico para su salud. -Tenía intención de aprovechar el resto del día de hoy para hacerlo -advirtió Paolo, expectante. -Pues entonces, id… Dios ha de compensar tu filántropo esfuerzo, hijo mío, y lleva mi bendición para nuestro doliente hermano de fe -suplicó el prelado bendiciendo a Paolo con una señal de cruz que realizó cortando el aire al sostener su crucifijo entre los dedos. Un par de horas después, mientras Paolo dirigía con sumo cuidado su flamante coche por entre el caótico tránsito de las avenidas romanas, y sobrecogiéndose a cada vez que algún intrépido motociclista lo ultrapasaba por derecha o izquierda dirigiendo de manera apresada e irracional su versátil motoneta Vespa, ponderó su propia Apócrifos del Génesis

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ineptitud, pues se dio cuenta que no había preparado su visita, concluyendo que lo mejor hubiese sido haber preparado antes una lista con los principales puntos de sus dudas. Empero, vaciló y se recriminó por su egoísmo, pues mal sabía si el sacerdote se mantenía en estado consciente, ni como éste recibiría su visita. Cuando finalmente, y no antes de haber necesitado consultar dos veces con los vecinos si estaba yendo en la dirección correcta, llegó a las puertas de la Universita Cattolica del Sacro Cuore, en la Via della Pineta Sacchetti, tuvo frente a si la amplia estructura física del hospital Agostino Gamelli. Ya ingresado al nosocomio, Paolo recordó que no sabía cuál era la habitación del convaleciente sacerdote, y halló por bien solicitar la colaboración de una educada recepcionista, quien, después de consultar una larga lista con los nombres de los internados, lo orientó hacia donde él debería dirigir sus pasos. Siguió el curso indicado mientras especulaba de forma inconsciente sobre quien encontraría; y minutos después, así que ingresó en el aposento, tuvo ante sí a una figura escuálida tendida en la cama, cubierta tan solo por una sábana. La visión le pareció ser la imagen lastimera de una persona consumida en vida.

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Pero aquel hombre dormitaba, y su curiosidad lo llevó a dirigir la mirada hacia los monitores que median los batimientos cardiacos del desfallecido enfermo; no en tanto, al no saber descifrar claramente lo que estos indicaban, decidió que su visita no era oportuna y que era mejor marcharse; pero cuando dio dos pasos en dirección a la puerta, la macilenta silueta abrió los ojos y lo miró con desconcierto. -¡Hola! -le dijo-. Soy el padre Paolo Dell Messi -pero no obtuvo más que una mirada de resignación. -No sé si procedí correctamente al venir a perturbarle la paz, padre Tamayo -buscó disculparse Paolo, mientras lo miraba sobrecogido. Pero el enfermo apenas levantó la mano para indicar que estaba bien, y que se aproximase. -¿De dónde es usted, padre? -murmuró Tamayo en un hilo de voz apenas audible por quien estaba cerca. -Yo soy quien ha ocupado recientemente su lugar en la Congregación -le informó Paolo, apoyando su mano de manera suave en el flacucho brazo del enfermo. Un repentino soplo de congoja se había apoderado de él, al percibir el desmejorado estado de su congénere. -¡Oh! Tenga cuidado… -alcanzó a responderle Tamayo segundos después, esforzándose en abrir mejor sus pálpebras cansadas.

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-Existen fuerzas ocultas que querrán apoderarse un día de sus develamientos -añadió. -¡Qué nada! -le insinuó Paolo con un ademán de desprecio-. En realidad, no sé si hago bien en venir a molestarlo, o que pueda parecer inoportuno de mi parte venir a fastidiarlo, padre -buscó disculparse Paolo con voz remilgada-. Pero mi intención de venir, en realidad se debe a que tengo algunas preguntas que quizás sólo usted pueda responderlas. Tuvo la sensación de que la voz de Tamayo parecía sonar muy frágil, exinanida, aunque al observar sus facciones, el enfermo se mostraba deseoso de conversar. Fue cuando Paolo notó que, con la mano, éste le indicaba que sí, que continuase hablando. -En primer lugar, ¿quería preguntarle si usted sabe quiénes son los que está al corriente de la existencia del manuscrito? -fue su primer pregunta. -Si su pregunta se refiere al pergamino perdido, padre, creo que es imposible decirlo… -consiguió expresar el enfermo tras una corta meditación-. Debemos considerar que hoy en día, desde el descubrimiento de la cuarta gruta de Qumrán, en septiembre de 1952, el interés de diversos investigadores por querer encontrarlo ha aumentado considerablemente, y eso se ha propagado rápidamente por los círculos universitarios de todo el mundo. Apócrifos del Génesis

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-Puede que sí, padre, pero yo presiento que alguien cerca de nosotros está muy ansioso por echarle el guante -insistió en decir Paolo, que ahora acercaba una silla al lado de la cama del enfermo. -No lo dudo para nada -asintió Tamayo, cuya cara se iluminó al momento que largó una desolada mirada a la habitación-. Con certeza, existen miembros de diversos equipos

internacionales

que

son

comandados

por

universidades norteamericanas de gran renombre, como Harvard; o el personal de la Biblical Archeological Review; como también los grupos agnósticos y los orientalistas independientes; o el personal de Israel con el apoyo de una parte de la Mossad; y esos grupos árabes con el único interés de apoderarse de cualquier documento de gran valor y sin escrúpulo alguno por la vida… Paolo lo miró con asombro y asintió silencioso. -Con el tiempo -agregó Tamayo, que le costaba expresarse con claridad-, usted verá que existen diversos grupos de Europa y Estados Unidos, aunque también están los gobiernos comunistas que quieren conquistarlo por la astucia o la fuerza. -¿E imagino que usted es de los que juzga que por ello, nuestra Iglesia está haciendo todo lo posible para encontrar primero un documento que significa ser tan

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fundamental tanto para los historiadores como para la fe? -inquirió Paolo. -¿Quién no lo está? -respondió el enfermo, mirándolo a los ojos. -¡Sí! ¿Pero quién amenazó su vida?... O quizás, yo debería decir, “nuestras vidas” -mencionó el visitante. -No lo sé… Sospecho de todos y de nadie -confesó Tamayo mirando hacia la ventana-. Tampoco sabía que usted había sido amenazado -agregó, ahora mirando a su interlocutor con su rostro pálido. Paolo enseguida se comprendió que al ser observarlo con aquel aire digno, al enfermo le había molestado que le hiciera aquella pregunta, lo que lo llevó a pensar para sí: -No te precipites a hablar y que tu corazón no se apresure a pronunciar palabra alguna ante Dios, pues Dios está en los cielos y tú estás en la tierra. -Lo siento mucho, padre Tamayo -buscó disculparse de inmediato-. Creo que he mencionado injustamente lo que no debía. El rostro del enfermo se iluminó entonces con una sonrisa infantil, cuando abrió sus labios para contestar: -No importa… Estoy acostumbrado… -pero de pronto, se calló con ojos llenos de miedo. Luego se recompuso y enmendó:

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-Algunos dicen que el papiro perdido es peligroso para la fe, y que por intermedio de él nos llega la desgracia y la muerte -murmuró el doliente con una voz que sonaba cavernosa. -¿Quiénes lo dicen?... ¿Por acaso serán algunos sabios o historiadores?... ¿Algún hijo de las Tinieblas? -le sugirió Paolo, adoptando un aire misterioso. -¡No!... Son los hijos de la luz, los que luchan contra los hijos de las tinieblas… Para ellos el dogma basta -le contestó Tamayo en un hilo de voz. -Sí… Bueno, no… -titubeó Paolo-. Sé que muchos se han quedado detenidos en los misterios de la Edad Media. Pero en realidad, yo busco los hechos, y no el dogma -agregó con sobresalto. -¡Hombre! Los teólogos ni siquiera son capaces de decir dónde nació Jesús, ni cuándo, ni siquiera quién era… Y son incapaces de explicar cómo puede conciliarse su imagen en los evangelios sinópticos con la del Evangelio de san Juan, tan distinta… Sin embargo, saben lo que el cristianismo debe a la religión pagana… Saben también que había sorprendentes parecidos entre los esenios y los primeros cristianos, y que es probable que estuvieran en relación. Paolo escuchó con atención todas aquellas frases entrecortadas por la falta de fuerzas para pronunciarlas, y Apócrifos del Génesis

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consideró que el sacerdote las mencionaba sin nexo, y que posiblemente ello se debiese a un delirio mental causado por la fiebre. -Precisamente -acotó Paolo, enardecido por semejante discurso-, cuando encontremos el pergamino, pienso que podremos saber quién era Jesús y cuál era su verdadera historia, como para… -Pero pregunto yo: -intervino Tamayo, antes que su visitante terminara su pensamiento-. ¿No es la verdad, una obligación religiosa?... ¿No dicen los cuatro Evangelios que “la verdad los hará libres”?... Pero no, sólo responden que el Nuevo Testamento da un relato coherente de la vida de Jesús y de los inicios de la Iglesia… ¡Eso es Falso! -acentuó el enfermo con cierto grado de esfuerzo. -Usted bien sabe que de la historia de Jesús, sólo conocemos episodios fragmentarios y contradictorios que buscan formar un todo coherente -buscó explicar Paolo con convicción. -No, no forman un todo coherente, pues por lo que se refiere al supuesto relato de los indicios de la Iglesia, ni siquiera es seguro que Jesús la hubiera fundado o tuviera la intención de fundar una Iglesia cristiana. -Pese a las numerosas contradicciones que puedan contener los Evangelios, padre -defendió Paolo con

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ensimismamiento-, los teólogos afirman desde siempre que éstos relatan la historia verídica… -Ahora bien -le propuso a seguir-. Más una vez, desde hace siglos, gracias al posible descubrimiento de éste pergamino perdido, juzgo que tenemos la posibilidad de saber si Jesús era esenio o fariseo, si existió o si hubo varios Jesús, o también si lo hubo en absoluto. -Noto que sus palabras contienen mucha ilusión y muy poca realidad, padre -respondió Tamayo-. Dudo que la vida de Jesús pueda ser un día reconstruida… Falta demasiado material… Y si por acaso un día la Iglesia encuentra más documentos, de por seguro que, siendo contradictorios a la fe actual, estos serán archivados en los sótanos secretos del Vaticano y nunca más verán la luz de la verdad. -En todo caso -arguyó Paolo sin darse por vencido-, durante largo tiempo, los Evangelios fueron la única fuente histórica referente a la vida de Jesús y a las orígenes de la Iglesia cristiana. Entonces, si consideramos que tres de ellos coinciden tanto, por lo que usted menciona, parece que fueron copiados unos de otros… -¿Cree usted que ellos son una fuente sólida, creíble? -enmendó a su argumento-. Pero antes de que me responda, padre, no se olvide que los pergaminos de Qumrán nada agregaron a lo que ya se sabe. Apócrifos del Génesis

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-¡No! Pienso que la fuente sigue siendo frágil, amigo mío -afirmó Tamayo- y es posible que cuando se estudien a fondo los rollos encontrados, estos terminen por poner profundamente en cuestión lo que la Iglesia ha afirmado por siglos. -Sin embargo, hay un breve pasaje en Flavio Josefo que menciona a Jesús -comentó Paolo como para ponerlo entre la espada y la pared-. Y Josefo es tenido como un historiador serio y escrupuloso. -Los sabios más escrupulosos han rechazado ese pasaje -le contestó Tamayo-, y han demostrado que era fraudulento. Sin duda, él fue añadido por algún copista de la Edad Media lleno de buenas intenciones. -Numerosos escritos son así, padre. Por eso nos vemos obligados a rendirnos a la evidencia, ya que todo lo que tenemos procede de los Evangelios; y creo que cuando encontremos el papiro perdido en Palestina, por fin disfrutaremos la esperanza de poder diferenciar la verdad de la leyenda. -Pero, puede que algunas personas se interpongan en su camino, y harán lo que puedan para que no lo descubra nunca… O si lo encuentra, conforme su contenido, nunca se cuente la verdad.

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Paolo ponderó la advertencia, pues sabía que ellas contenían una relativa propiedad, pero dejó pasar por alto el punto, y preguntó: -Empero, ¿semejante barbarie puede ser ignorada por alguien tan informado como Flavio Josefo, que se demora de buena gana en ciertos relatos? -Dígame qué es lo que piensa el creyente, mi amigo… Pues yo mismo le diré. El creyente piensa que Jesús predicó el Evangelio, que murió como Mesías, que resucitó entre los muertos y que, por medio de los apóstoles, fundó la Iglesia cristiana, que se ha extendido por el mundo entero,… Y si no cree en la Resurrección, supone que los apóstoles, movidos por el espíritu de Jesús, fundaron la Iglesia según los Evangelios… Reconoce, al menos eso espero, que Jesús es judío y que heredó la tradición judía… Admite también que los apóstoles interpretaron las palabras de Jesús y que de ellas dedujeron su doctrina, que lo juzgaron no tal como fue sino tal como, parcialmente, le comprendieron, o sea, siendo el Salvador, el Jefe de la Humanidad y el Hijo de Dios. -En cualquier caso -argumentó Paolo-, el piadoso cree en la originalidad de la doctrina cristiana. -Padre, el creyente no tiene mucha idea de lo que precede, salvo de lo que realizaron Moisés y los profetas Apócrifos del Génesis

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en previsión de la llegada de Cristo; y que no aparece en la biblia… Pero lo que el creyente no sabe pero sí sabe el sabio, es que existieron numerosas divinidades paganas en tiempos de Jesús, en cuyo nombre se predicaron doctrinas similares… Fíjese, Mitra era el redentor de la humanidad. Tammuz, Adonis y Osiris también. La visión de Jesús como redentor no es judía; y tampoco es un tema familiar a los primeros cristianos de Palestina… El Mesías que los judíos aguardaban, y con ellos los judíos cristianos, no era hijo de Dios sino mensajero de Dios, el que salva al mundo no por el don de su cuerpo y su sangre, sino por el advenimiento del reino mesiánico en la tierra… Los judíos cristianos no esperaban un libertador que les llevara al paraíso, sino al que estableciera un nuevo orden en la tierra, aunque creyeran en la inmortalidad. Sólo cuando la cristiandad se extendió por el mundo pagano, nació la idea de Jesús como salvador. -De acuerdo con su línea de raciocinio, padre, si Jesús existió, forzosamente conoció o trató a una secta esenia, con la que tal vez chocó o de la que incluso formó parte. -Pero, ningún documento hasta hoy encontrado, que yo sepa, habla de Él… Como máximo, hablan de un Maestro de Justicia, y nada dice que ese Maestro fuera Jesús.

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-Entonces, según su especulación, padre, ¿es posible que haya existido una o varias figuras de “profetas”, pero el hecho de modificarse su figura o de reunir a esos personajes en uno solo, fuera algo posterior a Jesús? -Paolo preguntó, incrédulo. -Claro -afirmó el enfermo. -La figura de Jesús está inspirada, en efecto, en otros personajes preexistentes, Mitra, por ejemplo -Tamayo continuó disertando satisfecho por poder exponer con alguien su razonamiento-. El 25 de diciembre, elegido por los primeros cristianos como fecha del nacimiento de Jesús, era para los paganos el día de Mitra, hacia el solsticio de invierno... Asimismo, el Sabbath, día del descanso de Dios durante la creación, fue abandonado en favor de día de Mitra, el día del sol conquistador. Paolo veía que el sacerdote hablaba con dificultad, pero notó que hacía su exposición en un tono profesoral, como si no estuviese dirigiéndose sino a una clase llena de estudiantes. -Por lo que se refiere a la figura de la Virgen -continuó diciendo el enfermo-, asociada a la de su hijo moribundo, era omnipresente en el mundo mediterráneo en tiempos de la expansión cristiana… En sus orígenes, era una representación de la tierra, virgen y madre en cada primavera. El hijo era fruto de la tierra, nacido sólo para Apócrifos del Génesis

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morir y reunirse con la tierra, para que un nuevo ciclo comenzase… Recuerde que cuando se menciona: “Si la semilla no muere…” es el drama del Dios Salvador y de la Mater Dolorosa, es el mito de la vegetación. Y el ciclo de las estaciones es paralelo al cielo del Paraíso… Además, la constelación de Virgo, que se levanta por Oriente cuando Sirio, viniendo del este, señala el renacimiento del sol; y en el mito pagano, el paso de la estrella principal de Virgo por la línea del horizonte correspondía a la virgen uniéndose con el sol… Del mismo modo, tenemos la gruta, asociada durante mucho tiempo al nacimiento de Jesús, y lo estuvo antaño con el de Horus, hijo de Isis y de Osiris, que dio vida para salvar al pueblo. Isis, por lo demás, era la Mater Dolorosa… Los mitos antiguos de este tipo pululaban como las purgaciones en el bajo clero. En esos cultos, y en ninguna otra parte, se encuentra el origen de los sacramentos cristianos… -¿Todo esto no le recuerda nada, mi amigo? -¿Piensa usted que todo eso pudiera haber ocurrido de un otro modo, y que mismo así siga llevando el nombre del cristianismo? -Juzgo que eso al sabio no le molesta en lo más mínimo, ni tampoco la aportación que pueda dar el manuscrito perdido, pues sabe que históricamente el cristianismo no es una religión fundada por Jesús y Apócrifos del Génesis

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difundida por sus discípulos… El creyente tampoco quiere saberlo y teme por lo que el descubrimiento del pergamino le ha hecho presentir. -¿De qué textos ha extraído usted tales afirmaciones? -quiso saber Paolo, buscando una brecha en ese discurso que le parecía hueco. Pero el enfermo no consideró su pregunta y prosiguió: -En definitiva, lo que el sabio sabe y el creyente ignora, es que el cristianismo se habría extinguido con o sin Jesús. El único elemento importante que no se halla en el paganismo, es Jesús el maestro,… el rabino. ¿Y sabe por qué? Porque entre el siglo III y el Renacimiento, cuando el invento de la imprenta asegura la difusión de la Biblia, esa figura del rabí se perdió de vista por completo; se olvidó en beneficio de la de Cristo de los sacramentos, el Dios Salvador, la que la Iglesia cristiana se había empeñado en trasmitir durante más de un milenio… Por entonces apenas se conocía el Jesús de Galilea. Y es más, el único que intentó rehabilitar al Cristo judío fue Pablo de Tarso, fariseo y, sin embargo, helenista, judío imperado que tenía un profundo conocimiento del paganismo… A él se le ocurrió la idea de hacer la síntesis de Israel y Atenas, mezclar el moribundo Templo de Jerusalén con el sacrificio mitraico, el judío esenio con el Dios desconocido de los areópagos… Fue un “christianos”, no Apócrifos del Génesis

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un cristiano, un gnóstico que creía que Apolo, Mitra y Osiris debían inclinar la frente ante su Adonay hebraico. Pero eso sólo podía hacerse asimilando los “Salvadores” y los “Redentores”, y así el Mesías de Israel se convirtió en el Cristo mundial. Al llegar ese punto, Paolo entendió que el hombre deliraba en pensamientos refractarios, llegando a mezclar enseñamientos, fundamentos píos y contemplativos, junto con la lectura de los manuscritos elaborados por el Cardenal Masella y otras obras de teología. Sólo en ese instante alcanzó a comprender más claramente la advertencia realizada por Ottaviani, antes de salir; por tanto, halló por bien proponerle a Tamayo para que ambos rezasen juntos unas plegarias a Dios y solicitasen juntos su pronto restablecimiento, pues le exhortó que no tenía mucho más tiempo disponible para extender su visita. Sin embargo, el enfermo no retrucó su propuesta y enmendó: -Mi cuerpo ya fue castigado por mis blasfemias, padre, pero mi alma aun no -y Paolo vio como unía las palmas de sus manos por sobre el pecho y comenzaba una retahíla de preces. Algo después, cuando terminaron de orar en voz baja y encomendar al Santísimo rogativas por la sanación del

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padre enfermo, Paolo se despidió prometiéndole que volvería en breve a visitarlo. El sacerdote asintió callado, pero cuando el visitante ya estaba muy cerca de la puerta, escuchó la voz de Tamayo diciendo: -Le ruego que encuentre ese pergamino por el bien de la Iglesia, de la fe de los creyentes y de la propia humanidad, padre.

15 Los Estados de Outremer La visita que fuera realizada al padre Tamayo había resultado frustrante para los deseos de Paolo, pues en aquella cita pretendía encontrar respuestas a las preguntas que actualmente ensombrecían sus ideas. Pensó que quizás anhelase demasiado poder encontrar en el enfermo un Apócrifos del Génesis

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interlocutor de confianza con quien discutir sin remozo el contenido de los manuscritos elaborados por el cardenal Masella, ya que no se animaba a ventilar abiertamente sus ideas con cualquier otro prelado. Desde aquella mañana en que había sido interceptado por dos extraños, presentía que estaba caminando sobre huevos, así como cualquier desconocido que se le acercase lo dejaba en estado de alerta. Por otro lado, al comprender que si bien la lectura de los libracos no le despertaba preocupaciones teológicas ni dogmáticas, pues deducía que su contenido se apoyaba en documentos o creencias ya aprobadas por la Iglesia, eso le dejaba en su espíritu un estado de vaguedad y divagación, y hasta quizás una ambigüedad sobre lo que revelaría el propio contenido del pergamino perdido. -Tal vez sea la sospecha y esa incertidumbre que nos cierne hoy día, lo que en realidad me cause inseguridad -se dijo para sí en una cavilación silenciosa antes de ponerse a abrir el libraco que tenía nuevamente a su frente. Pero antes de comenzar la lectura, especuló que la razón de su refractario pensamiento pudiese tener origen sobre una reflexión realizada ante el conjunto de factores paralelos que últimamente venían aconteciendo en el Vaticano y en el mundo, llegando a concluir que estos estarían afectando de alguna manera su fluctuación; pues Apócrifos del Génesis

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si ya no bastase con la reciente muerte del papa Juan XXIII, y el inesperado y horrible asesinato del presidente norteamericano John Kennedy ocurrido hacía pocas semanas sorprendiendo a todos los líderes mundiales, se le sumaba también el surgimiento de sospechas sobre los malos manejos financieros que estaban siendo perpetrados por la actual dirección del Istituto per le Opere di Religione. Recordó algo contrariado que el Instituto para las Obras Religiosas fuera fundado por el papa Pío XII en 1942, con el exclusivo propósito de conservar y administrar los bienes que eran confiados al Instituto por personas físicas o jurídicas que tuviesen por objetivo actividades religiosas o caritativas; y que este tenía entre otras funciones, permitir a la Santa Sede administrar sus recursos para financiar a las iglesias con mayores necesidades económicas que se sitúan en los países más pobres y menesterosos; pero hacía muy poco se había descubierto que algunos de sus dirigentes no estaba obrando correctamente. -En realidad -se dijo para sí-, aunque el Instituto sea más conocido en el ámbito popular como Banco Vaticano, técnicamente no lo es, ya que éste no tiene fines lucrativos ni tampoco presta dinero o realiza inversiones directas, mismo que quienes lo administren tengan la obligación de Apócrifos del Génesis

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mantener la capitalización de la entidad y el dinero de sus clientes, por lo que el capital recibido lo invierten en bonos de Estado, en obligaciones y en el mercado bursátil interbancario… Pero si las informaciones de los manejos financieros se confirman y salen a la luz, esto ciertamente ha de causar un nuevo revuelo en la jerarquía de la Santa Sede. -Por otro lado -consideró con preocupación-, en lo que a mí me concierne directamente, sólo faltaba ese murmurio sobre la determinación del papa Paulo VI en querer sustituir a Ottaviani, pues entiende que éste no será capaz de ejecutar su trabajo a contento durante el resto del Concilio, ya que por lo ocurrido antes, él tendrá que enfrentarse a una desgastante y dura lucha cotidiana… ¿Será que la confidencia de Agustoni tiene razón de ser? -llegó a cuestionarse turbado. -No obstante, debido a su edad, -ponderó contrito-, lo más lógico es que, para resolver dicho problema, terminen por jubilarlo y no lo defenestren… Pero ya se verá -concluyó al fin, apesadumbrado, meneando su cabeza. -¿Pero imaginemos por un momento -analizó con una sonrisa tímida-, el revuelo que ocurriría aquí, si por acaso yo logro descubrir el paradero del papiro perdido, y descubrimos que el contenido del Enigma Doctrinal llega a ser contrario a los dogmas existentes secularmente? Apócrifos del Génesis

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-¡Dios nos acuda! -pronunció sin querer. -Y por si acaso -continuó mentalizando perplejo-, como si ya no nos bastase con todos los problemas que tenemos, sólo nos faltaba el surgimiento de esta correspondencia que me entregó Agustoni de manera tan sigilosa… -Sin duda, -titubeó medio con rabia y sacudiendo el papel en el aire-, pienso que todo esto no es más que una prueba por la que Dios intenta colocar más sabiduría en la cabeza de los que gobiernan los designios del mundo -preconizó de manera irascible, antes de comenzar a leer la transcripción de la carta que fuera enviada directamente al Papa por un ex-integrante de la Opus Dei. Se acomodó mejor en su silla, apartó el libraco hacia un lado, y comenzó a examinar con detrimento la traslación de aquellas letras que algún prosaico había mecanografiado con esmero, quizás intentando con ello echar más leña en los volátiles ingredientes de la ya delicada política interna del Vaticano… Observó con pasmo, que la minuta mencionaba lo siguiente: Hace diez años que salí de la Opus Dei. Es la primera vez que hago público mi deseo –o mejor, que escribo, lo que es prácticamente la misma cosa-, sobre lo que he llegado a considerar una mancha en mi vida.

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Fui numerario por diez años y, cuando salí y me observé a mí mismo, vi que no era más que un limón exprimido de quien le habían tirado casi todo el jugo. Pensé que llevaría otros diez años para recomponerme como persona humana. En realidad, mi estimativa estaba correcta. Solamente ahora, que tengo 40 años de edad, puedo hablar de esa experiencia traumática sin sentir temores. Aun me siento constreñido, obviamente, por el hecho de revelar que permanecí diez años dentro de aquella comunidad, lo que es un gesto que equivale a escribir en mi propia frente “soy un idiota”. Pero, como ya lo mencioné, actualmente no tengo más impedimentos. Claro que para criar coraje de escribir, cooperaron, en mucho, mi casamiento y el nacimiento de mi hijo. También ha contribuido el contacto con personas que habían pasado por el mismo drama que yo, aunque muchos de ellos en situación bien peor que la mía. Por un tiempo, haber sido numerario del Opus Dei era un motivo de vergüenza íntima, pues pensaba que sólo yo había pasado por algo así. Pero veo que otras personas, nada idiotas, cayeron en el mismo golpe. Además, tengo a mi favor el hecho de haber conocido la Opus Dei con 18 años, y de haber entrado en ella con 20 años. Sinceramente, no puedo avergonzarme de Apócrifos del Génesis

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ser inmaturo a esa edad, al punto de haberme dejado seducir por las armadillas de esa maldita secta. En la Opus Dei, tienen por costumbre decir que “la puerta es pequeña para entrar y grande para salir”. -Más o menos así-… Que la puerta sea pequeña para entrar, no lo dudo. Hay una selección que envuelve hasta los aspectos físicos. Cuando conocí el centro, fue para asistir un curso de astronomía, mientras yo realizaba un otro curso para ingresar a la universidad. Al principio no me dieron mucha importancia. Pero ocurre que al final de un año ingresé en una institución superior, e inmediatamente el tratamiento de ellos mudó para conmigo. Me pasaron a telefonear seguidamente, no me dejaban en paz. Ellos gustan de quienes hacen curso de ciencias exactas, como era mi caso. Después vine a entender ese interés súbito. Es que ellos querían que yo, entrando para la Opus Dei, pudiese llevar junto a otras personas “seleccionadas”. Son unos oportunistas e interesados. Pero la puerta de salida no es grande. En verdad, ellos mueren de miedo que una persona salga y cuente los secretos y los absurdos que se practican con las personas allí dentro. Entré en la Opus en 1944. Seis

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meses después ya quería salir, y les manifesté mi deseo explícitamente. ¿Usted cree que me fue fácil salir? Hay decenas de personas que prácticamente no trabajan ni hacen nada, apenas para cuidar que uno no salga después de haber entrado. Permanecí en las manos de ese personal por 9 años y medio. Toda la estrategia de ellos consiste en decir: “si usted no está satisfecho y quiere salir, es porque todavía no vio todo”. Mi actitud entonces fue como la de aquel chofer que, perdido, acelera aún más para intentar salir más rápido de donde está, lo que acaba por llevarlo para más lejos del camino correcto. Pero en estos diez años que pasé fuera de allí, pude entender lo que, en la época, me fue imposible: cuales eran las estrategias que utilizaron para hacerme entrar, e impedirme de salir. No pretendo relatar todo aquí, pero estoy dispuesto a conversar con quien sea sobre lo que consiste mi experiencia traumática. Quedo aflicto en pensar que otros jóvenes puedan caer en el mismo golpe, pues la pérdida no es sólo financiera (¡si bien que es financiera también!). Perder los años de vida que transcurren entre los 20 y los 30 años de edad no es nada aconsejable. Apócrifos del Génesis

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Gustaría apenas de destacar, aprovechando esta ocasión, la importancia del secreto en la estrategia del Opus Dei para conseguir que una persona entregue todos sus bienes para ellos, y pase a trabajar para esta orden como si fuese un esclavo. Estoy convencido de que el secreto es todo para ellos. Por tanto, sólo contaré dos hechos que considero fundamentales. Dos días antes de pedir admisión en la Opus Dei (en verdad, uno pide admisión pero son ellos quienes colocan ese “pedido” en nuestra boca y uno escribe una carta pidiendo para entrar en un contexto de total coacción, ya que estamos movidos por la pesada seducción que emplearon en nosotros...), o sea, en

vísperas de ese paso importante, en el que yo

“vería claramente mi vocación” (efecto de pesada sugestión), es que quedé sabiendo, pasmado, que no sólo aquél mi “amigo” que conversaba conmigo a fin de hacerme entrar y que no tenía novia, me dijo que ninguno de aquellos jóvenes y hombres hechos que vivían en el centro tenían novias, esposas... Pero esa información (que creo importante) me fue pasada como si fuese un pormenor. Lo importante era mi “vocación”… ¿Me pregunto, vocación para qué, exactamente? ¿Para ser violado?

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Pero cerca de una semana después que pedí la tal admisión, entré en una parte del centro cuyo acceso me era prohibido. Estaba embebido de la euforia de quien, con 20 años de edad, está tomando decisiones eternas de forma totalmente inconsecuente. Ocurre que, cerca de una semana después, al abrir una puerta para procurar un libro en la sala de estar de esa parte prohibida, encontré una caja que abrí por mera irreflexión. Allí dentro estaban objetos misteriosos para mí. Además, había algo que parecía una cadena dentada para sujetar perros bravos, y un chicote pequeño para atormentar burros ariscos. Eran os famosos “cilicio” y “disciplina”, objetos de autoflagelación que yo vendría a conocer muy bien en los 10 años siguientes. Pero reparen en la situación. Yo mostré esa caja, que pertenecía a un otro adjunto más viejo que yo (adjunto es un numerario antes de vivir en el centro), al director, haciendo mención sobre algún chiste que no me recuerdo. Pero lo que sí recuerdo claramente, es la expresión contrariada del director, que me tomó aquello de las manos y dio una reprimenda en el adjunto descuidado que dejara que yo viese aquellos objetos secretos. Entonces el director me llevó para su sala y, después de algunas sermones, me dijo que yo Apócrifos del Génesis

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tenía una serie de cosas para aprender, cada una a su tiempo, y que las mortificaciones corporales eran para aprenderlas más tarde (creo que de allí a un mes). Pero, como yo había visto aquello (recuerdo bien que en esa hora estaba en un profundo estado de pánico), entonces él me adelantaría esa aula... -¡Ops! -llegó a exclamar Paolo, al notar que faltaba un buen trecho de aquella carta. -¿Por qué lo habrán suprimido? ¿Qué mencionaba? -se cuestionó impensadamente, pero meneó la cabeza en conformidad y continuó leyendo: …No voy, como prometí, me alargar hablando de mi triste -y al mismo tempo interesante, no puedo negar-, historia. Apenas quería dar esos varios ejemplos para mostrar que la táctica de ellos es el secreto revelado a los pocos. Nadie provisto de algo de juicio, aceptaría el siguiente convite: “Abandone su familia, pase a usar 2 horas por día de cilicio, usar disciplinas 2 veces por semana (como mínimo), pasar a levantarse a las 5 de la mañana y tomar un baño frío, dormir una vez por semana en el suelo duro, parar de mirar mujeres, olvidar la idea de casarse y tener hijos, obedecer ciegamente a los directores neuróticos y maníacos, pasar a pedir dinero para conocidos y desconocidos,

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vender libros inexistentes, hacer amistades por interés, dejar sus sueños profesionales de lado...” En vez de eso, ellos dicen: “Venga a ser feliz y sonreír el día entero, donándose a Dios y al prójimo para salvar la humanidad”. Sólo que nada de ello es verdad cuando se trata de la Opus Dei. El sonriso es la mortificación de numerarios cansados que, después de algunos años, pasan a sonreír mismo cuando alguien les pisa los callos (literalmente). No hay Dios en la Opus Dei, que pregona una forma de adoración aterrorizada a Dios donde éste tiene las mismas características de un demonio sádico. No se da la menor atención al prójimo, nadie allí dentro piensa en “salvar la humanidad”, y la felicidad realmente sólo existe, como en la broma del zapato apretado, cuando usted vence todas las barreras psicológicas y todo el asedio moral, y finalmente se decide a partir de allí con una mano atrás y otra adelante (ya que todo su patrimonio le fue robado, inclusive te obligan a escribir un testamento dejando todo para ellos). Otra cosa que nunca dicen, es lo que acontece con quien sale. Uno vive 10 años con esa gente, divide el cuarto con ellos; entonces, ¿por qué, al día siguiente a su salida, pasa a ser ignorado completamente por ellos? No es apenas falta de carácter o caridad de Apócrifos del Génesis

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ellos, no. Es una estrategia. Quien está dentro no puede tener contacto con quien sale, para que puedan cultivar el absurdo aforismo de que, quien sale, está condenado a ser infeliz. Claro que la persona sale de allí bien infeliz (mismo que yo haya salido aliviado, pues fueron años y años de esfuerzo personal para vencer el asedio perenne). ¿Infeliz por qué? Porque uno pasó 10 años sin ver el color de su salario, sin coche, sin objetos personales, hasta sus anotaciones de años (en mi caso, cajas y cajas de fichas), uno tiene que dejar allá. Yo estaba con 30 años y sin ninguna madurez emocional, pues pasé todo ese tiempo intentando ignorar mi sexualidad (un día me gustaría de escribir un libro sobre la visión de la Opus Dei sobre la sexualidad), tentando ser un extraño en medio de las personas que convivían conmigo. En fin, la historia de la reconstrucción de mi alma queda para otra ocasión. Esta no es más que una oportunidad de desahogo, realizado sin revisión, de una sola vez; y como dije, estoy abierto para contactos y esclarecimientos, principalmente para quien esté pensando en caer en ese golpe, o sea, entrar en la peligrosa secta de la Opus Dei; y para que la Curia tome providencias. Atenciosamente: J. C. B. M…… Apócrifos del Génesis

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Paolo estaba asombrado y pasmado con lo que acabara de leer. Sosteniendo el papel entre las manos, se encontró diciendo: -Ciertamente, esto aquí contiene una buena parte de dramatización por parte de quien la ha escrito -predicando sus palabras con los ojos agrandados por la estupefacción. -¿Cuánto de todo lo dicho es desahogo y cuánto es verdad?... ¿Cuánto de todo esto es realidad? -se cuestionó meditativo y de ánimo decaído. El acumulo de contrariedades y dilemas que cercaban la Iglesia en esos tiempos, le llevaron nuevamente a dar un suspiro profundo, como si con él buscase fuerza y confianza en la fe de Dios que poseía. -No puedo dejarme influenciar… Mi designio es otro, y nada de todo esto debe causarme abatimiento, a no ser, claro, el sentimiento de tristeza que siento por todos aquellos que quieren poner en duda la convicción y los dogmas doctrinales seculares, mismo que me cause desaliento -dijo para sí, dejando de lado la carta y los malos pensamientos, y abriendo de vez el libraco para concentrarse en los manuscritos que debía revisar. Retomó la lectura justo en el punto que mencionaba que mientras el papa Urbano continuaba su predicación por Francia, evitando los territorios controlados por el rey Felipe, a quien el concilio había condenado, un grupo de Apócrifos del Génesis

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predicadores populares se encargó de enfervorizar la vulnerable e idealista chusma del norte de Europa y formó un ejército mal equipado e indisciplinado que partió sin más preámbulos a derrotar los sarracenos y a liberar Jerusalén… Su líder era un carismático predicador de Normandía conocido como Pedro el Ermitaño, quien afirmaba haber recibido una notificación directa del cielo autorizando la cruzada. El señuelo de la aventura y la promesa de recompensa espiritual resultaron irresistibles. La cruzada tuvo un comienzo catastrófico, aunque las fuerzas conducidas por Walter Sans-Avoir atravesaron Germania y Hungría en cierto orden; pero mientras estos marchaban río abajo bordeando el Rin, se dedicaron a atacar las comunidades judías que encontraron en las ciudades de Trier y Colonia, por no saber establecer distinción significativa entre judíos y musulmanes; y ya que ellos habrían contado con el pillaje en ruta para financiar el viaje a Palestina mientras concebían la cruzada en los términos familiares de una vendetta que los obligaba a vengar el sufrimiento de sus pares cristianos de Oriente. En consecuencia, se siguieron una serie de progroms: masacres, conversiones forzadas y suicidios colectivos de judíos para lograr santificar su fe, como había ocurrido con los de los zelotes de Masada doce siglos antes. Apócrifos del Génesis

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Las atrocidades no se limitaron a Renania, y el fervor religioso de la turba asesina pasó a ser un pobre intento de ocultar el verdadero motivo: la codicia. Puede presumirse que el botín obtenido de los judíos suponía para muchos cruzados el único recurso para financiar semejante viaje; mientras que para Pedro el Ermitaño y el sacerdote Gottschalk el objetivo primordial del viaje era la búsqueda del pergamino perdido. Pero no fueron los judíos las únicas víctimas de su criminalidad, ya que en Hungría, la canalla predadora comenzó a saquear a los habitantes del lugar, y terminó por masacrarlos. Cuando la fuerza conducida por Walter Sans-Avoir llegó por fin a Constantinopla, el emperador Alejo les aconsejó esperar allí por el resto del ejército cruzado, pero los seguidores de Pedro se impacientaron y comenzaron a saquear los suburbios de la ciudad. Por tanto, como medida de seguridad, se les condujo al otro lado del Bósforo y fueron alojados en un territorio controlado por los selyúcidas. Días más tarde, al querer realizar allí una incursión similar, los germanos terminaron por ser atrapados por los turcos y aniquilados el 21 de octubre de 1096. Tal hecho marcó el ignominioso final de la Cruzada del Pueblo. Dos meses después de la aplastante derrota sufrida por esa vanguardia en Xerigordon, en las cercanías de Nicea, Apócrifos del Génesis

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la cual los cristianos llegaron a considerarla como un castigo de Dios a los que pecaban ante Él, los primeros contingentes del ejército concebido por el papa Urbano, comenzaron a reunirse en Constantinopla; siendo que el primero a arribar fue Hugo de Vernandois, que había llegado por mar con un grupo de caballeros y armas; y en diciembre llegó una tropa mucho superior comandada por Godofredo de Bouillon, duque de Baja Sajonia, y sus hermanos Eustaquio, conde de Bouillon, y Balduino de Bouillon y su primo Balduino de Le Bourg; los que demostraban ser el paradigma clásico de guerreros descendientes por vía paterna y materna de Carlomagno. Luego enseguida también llegó un contingente de normandos desde el sur de Italia, estos al mando de Bohemundo de Taranto, hijo mayor de Robert Guiscard. Mientras tanto, el mayor contingente de todos, el de los provenzales y burgundios comandados por el conde Raymond de Toulouse, tomaba la ruta intermedia por la costa dálmata, cruzando luego desde Dyrrhachium hasta Tesalónica y siguiendo desde allí a Constantinopla. Con él iba Adhemar de Le Puy, a quien Urbano había nombrado legado y líder espiritual de la cruzada, y le encomendó la tarea de descubrir y tomar el pergamino que hablaba del “Enigma Doctrinal”.

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Así fue que en abril de 1097 el ejército cruzado atravesó el Bósforo, en cuanto el sultán turco Kilij Arslan, presa de una falsa sensación de seguridad por su anterior victoria ante Pedro el Ermitaño, atacó a los cruzados y sufrió su derrota. El ejército franco tomó Nicea y mantuvo la promesa dada al emperador Alejo de devolverle sus antiguas posiciones. Por entonces, los cruzados pensaron que zanjarían fácilmente Antioquía y estimaban llegar a Jerusalén en cinco semanas; pero la marcha fue más dura de lo que habían pensado. No estaban acostumbrados al calor del verano de Anatolia, además de sufrir escasez de agua y comida, pues los turcos habían quemado las plantaciones por donde ellos debían pasar. No en tanto, cuando se aproximaban de Doryaleum, la vanguardia compuesta por italianos y franceses normandos, un contingente bizantino y algunos flamencos, fueron atacados por el ejército de Kilij Arslan, quienes resistieron a pie firme hasta que la retaguardia comandada por Godofredo de Bouillon, Raymond de Toulouse y Adhemar de Le Puy acudieron a rescatarlos y derrotaron a los turcos. Tras este segundo triunfo, el ejército reanudó su marcha a través de Anatolia, aunque el hambre y la sed continuaron atormentándolos, y debieron librar dos batallas más antes de llegar a un puerto seguro en el reino Apócrifos del Génesis

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cristiano de Armenia Cilicia, un estado peculiar en el rincón sudeste de Anatolia. Después de un período de descanso y recreación como huéspedes en la capital armenia Maras, las tropas comandadas por Adhemar de Le Puy cruzaron el río Orontes y en octubre de 1097 llegaron a la ciudad de Antioquía, una metrópolis de cinco kilómetros de largo por unos dos de ancho. Esta había sido una de las ciudades más importantes del Imperio romano y seguía siendo no sólo la llave estratégica de todo el norte de Siria, sino un rico y poderoso principado en sí mismo, todavía con una gran población cristiana pero guarnecida por los turcos, quienes la habían arrebatado de los bizantinos hacía veinte años. Los jefes latinos no se pusieron de acuerdo sobre si intentar el asalto a la ciudad o esperar por la llegada de refuerzos; y el sitio se fue prolongando a tal punto, que originó una queda de la moral de los cruzados, cuando los cristianos comenzaron a preguntarse si Dios no los habría abandonado en castigo por sus delitos. Hasta ese entonces ya habían perdido una gran cantidad de mulas y caballos en la marcha a través de Anatolia, y ahora se comían a los animales que quedaban vivos. La comida llevada de Armenia sólo era accesible a los ricos, y los flamencos empobrecidos que habían seguido a Pedro el Ermitaño, conocidos como tafures, pasaron a Apócrifos del Génesis

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comerse a los turcos que mataban. Algunos llegaron a hervir a los paganos adultos en marmitas, mientras que otros empalaban a los niños en espetones y los devoraban asados. -¡Qué horror! -llegó a exclamar Paolo al enterarse de lo que mencionaban los relatos. -¿Qué clase de cristianos eran estos? -se preguntó, dolorido por lo que se insinuaba; pero no se dejó apocar por el espanto y buscó concentrarse otra vez en la lectura. -Me guste o no lo que leo, este es mi trabajo -se dijo, mientras viraba la grande página del libro. Retomó la narrativa en el párrafo que mencionaba que Bohemundo de Taranto simuló retirarse de los muros de la ciudad sitiada, pero regresó protegido por la oscuridad de la noche, cuando un espía que había sobornado le franqueó la entrada, e invadieron la ciudad. Pero cuando un gran ejército comandado por Kerbogha de Mosul llegó a Antioquía, los sitiadores pasaron a ser sitiados; empero, inspirados por el milagroso descubrimiento de la Sagrada Lanza que había perforado el costado de Cristo, hallada debajo de la catedral, los cruzados salieron a combatir y pusieron en fuga los sarracenos. Consta que antes de entrar en la ciudad, el contingente bizantino abandonó la cruzada y, que después de la batalla contra Kerbogha, Esteban de

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Blois, al verse desilusionado por sólo haber encontrado allí la lanza y no el papiro perdido, se volvió a casa. El resto del ejército cruzado permaneció estacionado en Antioquía hasta enero de 1099, aunque una parte comandada por Balduino de Bouillon se estableció antes en Edesa, formando así el primer estado latino de la región después que estos depusieron y asesinaron a Thoros, el impopular gobernante armenio de la ciudad. Pero las disputas permanecieron entre los jefes cuando se vieron asolados por una plaga que tomó la vida de Adhemar de Le Puy, el líder espiritual. Fue cuando Raymond aceptó por fin que Bohemundo se quedara con Antioquía a condición de que éste participara en el asalto a Jerusalén; y cuando ellos al fin partieron por la costa mediterránea, la mayoría de los emires locales, en vez de bloquearles el paso, prefirieron proteger el avance de la horda de monstruosos franj, mientras Alepo y Mosul y el gobierno de Damasco se negaron a ayudar a los califas fatimíes de Egipto, ya que un año antes estos habían vuelto a ocupar Jerusalén. Esta ciudad, aunque menor que Antioquía, era bien protegida, porque los bizantinos, los omeyas y los fatimíes le habían renovado y reforzado sus defensas. No en tanto, Iftikhar, el gobernante fatimí buscó protegerse del ataque expulsando de allí solo a los cristianos, aumentó las Apócrifos del Génesis

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provisiones de comida y agua, y mandó tapar los pozos de las afueras de la ciudad o envenenarlos. Las murallas fueron ocupadas por la guarnición de soldados árabes y sudaneses, y pidió ayuda a Egipto. Sin embargo, los cruzados ahora eran un tercio de los que habían partido de Europa dos años antes, y la fuerza combatiente, sin contar los peregrinos no combatientes, llegaban tan sólo a doce mil soldados de infantería y mil doscientos caballeros. Escasos de comida y de agua, sin equipo pesado como catapultas o torres, y carentes de una posible ayuda bizantina, entendieron que no podrían mantener el sitio por tiempo prolongado. Empero, la providencia divina los ayudó, pues algunos barcos venidos de Inglaterra y dos galeones de Génova llegaron al abandonado puerto de Jaffa, y su cargamento ayudó al ejército con comida, clavos y provisiones básicas. Fue cuando Tancredo y Roberto de Flandes se acercaron hasta Samaria en busca de madera apropiada para construir torres móviles, catapultas y escaleras para asalto que los carpinteros de los galeones genoveses ayudaron a preparar; y así, la noche del 13 de julio comenzaron a introducirse en los muros, hasta que Tancredo se abrió paso por las calles y llegó al Monte del Templo, donde algunos musulmanes intentaban hacerse fuertes, pero Tancredo fue rápido y tomó la Cúpula de la Apócrifos del Génesis

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Roca y saqueó su precioso contenido antes de aceptar un considerable rescate para que a los capitulantes les fuese permitido refugiarse en la mezquita de al-Aqsa. Iftikhar y su guardia se recluyeron en la Torre de David, pero este se rindió posteriormente a Raymond de Toulouse a cambio del tesoro de la ciudad y un salvoconducto para que él y su sequito pudieran salir de la ciudad tomada. Fueron los únicos musulmanes que lograron escapar con vida, pues intoxicados por la victoria y las pasiones del combate, los cruzados comenzaron la matanza de los habitantes de Jerusalén con la misma indiferencia ante edad o el sexo de sus víctimas, que la mostrada hacía más de mil años por los legionarios de Tito. Por su vez, los judíos buscaron seguridad en su sinagoga, pero los cruzados prendieron fuego a la misma, y todos allí murieron quemados. El día 17, los príncipes, barones, obispos, sacerdotes, predicadores, visionarios, guerreros y simpatizantes de la cruzada avanzaron por las calles de la ciudad desierta hasta la iglesia del Santo Sepulcro, y allí dieron gracias a Dios por su extraordinaria victoria y celebraron el sacrificio de la misa en el santuario más sagrado de la religión cristiana: la tumba desde la cual Jesús de Nazaret, el templo viviente de la Nueva Alianza, había resucitado de entre los muertos. Apócrifos del Génesis

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-¡Vaya! -exclamó Paolo sorprendido-. Con que aquí tenemos que después de tres largos años de sufrimiento y penurias, y de realizar un viaje de más de tres mil kilómetros por climas salvajes y terrenos inhóspitos, los cruzados llegaron al fin de su jornada para cumplir la misión encomendada por el papa Urbano, no sin antes utilizarse de un salvajismo y una saña desmedida… -meditó en silencio, al recapitular todo lo que había leído. ¿Al coste de cuántas vidas?... ¿Para encontrar lo qué no encontraron? -balbuceó suspenso. -¡Que Dios se apiade de sus almas! -pronunció con voz embargada mientras se persignaba tres veces.

16 Los Soldados de Jesús Durante la noche Paolo tuvo un sueño perturbador a raíz de todo lo ocurrido en la víspera, y eso lo llevó a que

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al día siguiente, apenas llegando a la Congregación, pidiese para ser recibido por el cardenal Jozef. Su intención era relatarle sobre la marcha del estudio de los manuscritos, así como la visita que había realizado al padre Tamayo; pero él sabía bien que eso era una mera excusa, pues en realidad, la copia de la carta del ex miembro del Opus Dei, a su entender, escondía algo más profundo entre sus entrelineas. -Toma asiento, Paolo -le ordenó el cardenal mirándolo por sobre el aro de sus lentes de lectura. -Cuéntame cuanto has progresado en la revisión del trabajo de nuestro querido Benedetto Aloisi -concretó, así que Paolo se sentaba a su frente. -En realidad, Eminencia, por la suma de los libros que aún me faltan leer, juzgo que tardaré un poco para encontrar el paradero del manuscrito. -¡Por favor, Paolo!... No me llames de Eminencia… Quita esos cumplimientos protocolares cuando estemos aquí dentro. Dime solo Jozef, que ya está bien -dictaminó el cardenal con una ligera sonrisa casi infantil. -Cuanto a los manuscritos… Jozef -vaciló el padre, por la falta de costumbre-, creo que me acerco al momento de su primer hallazgo, aunque aún no sé por qué no se llega a revelar su contenido.

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-Es lo que muchos se han preguntado hasta el día de hoy, Paolo… Pero a veces la codicia de ciertos hombres algunos nos causa perplejidad -afirmó el cardenal sin llegar a entonar su enunciado con rigor. -Disculpe… Creo que me expresé mal, Eminencia. No me refería al contenido en sí, sino al rumbo que éste tomó. -Es muy lógico que te haya traicionado la dicción. Por tus palabras, percibo que estás leyendo la parte que menciona a los Templarios -agregó medio sonriente. -No, aun no. Más bien estoy en los horrores finales de la primera cruzada -señaló Paolo, frunciendo el ceño por causa de los espantos detalles que fueron mencionados en los manuscritos. El cardenal percibió consternación en la fisonomía de su pupilo, pero no hizo mención alguna sobre su propia consideración en lo referente al comportamiento bárbaro de los cruzados, y sin disimulo, cambió de tema, al explicarle: -¿Sabes que a principios del primer siglo después de Cristo, los Templarios fueron creados para expandir todo el conocimiento que Dios le había otorgado a David, y que este a su vez le pasó a su descendiente Salomón? -le preguntó Jozef con su mirada paciente-. Así pues, sabemos que Salomón había heredado de su padre la gran estrella de David, que no era más que una mítica mesa de cinco Apócrifos del Génesis

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patas, que en el tope tenía dibujada la estrella y en el centro un espejo. -Sí, y en el que, supuestamente, se podía llegar a ver el universo entero, y en el cual cualquier pregunta podía ser respondida -asintió Paolo. -Pues bien -confirmó Jozef-, Salomón era considerado uno de los mayores sabios que se podía encontrar en aquel tiempo, y llegó a hacer negocios con varias naciones para construir un templo a su gran Dios. -Pero nadie sabe exactamente porqué esas naciones aceptaron ayudarle con muy poco a cambio -citó Paolo. -Lo cierto, hijo mío -aludió el cardenal en tono paternal-, es que Salomón no tenía nada a ofrecer, ya que solo un grupo de creyentes lo seguían… Pero lo que sí se sabe, es que el templo que él logró construir era nada más que una distracción para ocultar lo que verdaderamente estaba haciendo. -¿Por acaso se refiere a un templo con los tesoros del mundo? -inquirió Paolo, aludiendo a lo que cuenta la historia. -Sí, un templo donde estaba incluida la famosa mesaespejo con la estrella de David, las dos tablas que escribió Dios con los diez mandamientos, el bastón de Moisés, el Santo Grial, el mapa con la ubicación de la tumba de María Magdalena, y demás tesoros universales que él Apócrifos del Génesis

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consideraba importantes, ya que tenía visiones de un Templo celestial que sería un reflejo del terrenal y en el cual los secretos divinos le serían revelados más tarde a la humanidad. -confirmó Jozef con entusiasmo. Paolo sólo asintió, y aguardo por el resto del relato. -Este mismo Templo transcurrió intacto durante siglos y siglos, sin que ningún rey se atreviera a abrirlo, pues se afirmaba que quien llagara a abrirlo, perdería el reino completo -reafirmó el cardenal con voz grave-. Pero, lamentablemente, este santuario estuvo seguro hasta que uno de los reyes de esa época se atrevió a hacerlo, y al día siguiente llegaron los mongoles, los que destruyeron su reino y se llevaron todos los tesoros. -Y como resultado de ello, es que se creó la orden de los Templarios -mencionó Paolo. -En contrario a los que muchos afirman, esta Orden no era secreta, pues más bien ellos andaban por el mundo sin temor; pero resulta que con la desaparición del magnífico Templo, a estos se les atribuyó un deber más, que era encontrar todos estos tesoros. -Y es de suponer que el papiro que nosotros buscamos ahora, estaba guardado allí -sospechó Paolo, adelantando su cuerpo hacia la mesa. -Era tal vez lo que algunos pensaban… Pero no. -¿Y entonces? Apócrifos del Génesis

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-Existen muchas controversias en cuanto a ello, Paolo, pero mucho tiempo después, quienes integraban el papado empezaron a ver con desprecio a esta Orden, ya que pensaban que el mundo tenía que ver a Jesús como un divino, que tenía que carecer de vida normal como un hombre, que no podía poseer mujer, ni mucho menos hijos -advirtió Jozef con el rostro severo. -Por entonces -continuó a decir-, y me refiero al fin del siglo I, el Vaticano se sentía presionado con todas esas cosas que habían salido a la luz, y se vieron obligados, según ellos, a batallar y a defender el Gran nombre de Jesús, lo que originó como consecuencia las famosas Cruzadas. Así pues, se dio inicio a esta tragedia mundial del Papa Urbano II, el veinte y siete de noviembre de año mil novecientos cinco. -Creo que es justamente la parte que estuve leyendo ayer -informó Paolo meneando la cabeza. -Luego verás que existen opiniones que afirman que esto fue una infamia del Papa, ya que utilizó la guerra de las cruzadas como una distracción para hacer desaparecer todos los datos que quedaban sobre la verdadera vida de Jesús, pues existían al menos doce testamentos, de los cuales el Vaticano solo tenía tres en su poder y para su conveniencia, mientras que los demás desaparecieron de alguna manera… Posteriormente se llegó a encontrar uno, Apócrifos del Génesis

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el de Judas, que todavía algunos científicos están tratando de reconstruir, pero lo que se lleva descifrado, son cosas que hasta a los más creyentes les haría dudar. Paolo estaba abismado con aquella confesión, y sólo asintió con la cabeza. -Otra de las cosas que se mencionan sobre los que hizo el personal del Vaticano por aquella época, fue buscar cambiar

completamente

el

contenido

del

nuevo

testamento; y si lo hicieron, Paolo. Lo hicieron radicalmente y a tal grado, que a Santa María Magdalena la convirtieron en una prostituta. De cualquier manera, desde estas fechas la Orden del temple se convirtió en una orden secreta, donde los integrantes preferían la muerte antes que revelar el secreto, y fue de estos Templarios que se desprendió otra Organización, la llamada Priorato de Sion; de quienes se afirma fueron encargados de cuidar a los descendientes del propio Jesús. En todo caso, algunos se sorprenden al escuchar que hasta hace dos siglos todavía había sobre el mundo sangre de la sangre divina de Jesús. -Y por ese motivo que los Templarios se mantuvieron en oculto dejando siempre pistas al mundo sobre los secretos -mencionó Paolo con incertidumbre-. Por eso lo de los papiros escondidos en las catedrales, iglesias o zonas religiosas y demás sitios, dejando todos los secretos Apócrifos del Génesis

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a la vista del todo el mundo; aunque no todo el mundo los entendería, ya que eso sería posible solo por los que ven a fondo… -La Temple era una organización sabia, Paolo. Ellos sabían que iban a morir y no podían irse a la tumba con todos los secretos. Por tanto, divulgaron todo, y se fueron tranquilos a la hoguera donde el Gran Rey, conocido como el Hermoso, los mandó a quemar. En todo caso, la única organización que quedó, fue el Priorato, que hasta no hace mucho igualmente se determinó su destrucción por orden del Vaticano; pero estos llegaron tarde, ya que algunos de sus secretos se habían revelado. Esta historia ya fue relatada con lujos y detalles, y es donde se mencionan las grandes mentes que pertenecieron a esta orden, y se dieron a conocer los que eran descendientes de Jesús, y hasta los secretos que ya se saben. Al dar oídos a tales menciones, permitió que llegara otra vez a la cabeza de Paolo el recuerdo del secreto que fuera destapado en 1858, esta vez en Lourdes, y el que después se conoció en Fátima, o en Garabandal y Peñablanca. Pero se mantuvo silencioso y sólo asintió con un movimiento de cabeza para confirmar su comprensión. -Pero los secretos que faltaron develar, Paolo, fue la ubicación de Santo Grial, que no es más que la tumba de María Magdalena, y el “Enigma Doctrinal”. Apócrifos del Génesis

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Al escuchar estas últimas palabras, Paolo se enderezó un poco más en su silla y arqueó las cejas dejando aparecer dos ojos del tamaño de un sol. -Por otro lado -enmendó el cardenal con cierto énfasis-, desde hace dos siglos se cree que el papiro que habla sobre el “Enigma Doctrinal”, se encontraba guardado en Londres, pero verás que no, y hasta hoy, los investigadores aseguran que se encuentran al sur de España, aunque ya descubrimos que también no es allí… Lo cierto de todo esto, es que la ubicación exacta no se sabe, y en mi opinión, cabe a ti descubrirlo, hijo mío, o nunca encontraremos esos secretos que darían mucho que hablar en mundo lleno de católicos, además de dejar pasmados a los incrédulos, ambiciosos y avariciosos. -Sobre seguro, -afirmó Paolo con convicción-, que si estos lo hallan primero, no querrán guardar los tesoros para el bien de la humanidad, sino que se pelearían por ellos para destruir la fe y los dogmas. -El Vaticano es uno los que está en primera fila para no dar el ejemplo de lo que tú dices, Paolo, sino más bien para luchar por la propiedad de esas reliquias… Y destruyendo, como lo hizo en un tiempo, las cosas que harían quedar mal a toda doctrina cristiana construida durante tantos siglos -confesó el prelado.

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Al mencionar este punto, el cardenal entrelazó sus dedos apoyando los brazos en la guarda de su sillón de trabajo, y modificó su fisonomía, pasando a demostrar un semblante más tierno, cuando expresó: -Tengo fe que sabrás llevar adelante tu misión, Paolo. Sé que estás desempeñando bien tu trabajo, y que eres consciente de lo cuanto necesitamos hoy día alzarnos con el referido papiro para el bien de la humanidad. -Espero estar a altura de tan importante gestión, Eminencia -afirmó con rubor-. Mismo que ello a veces me cause un poco de desasosiego -terminó respondiendo Paolo con una mueca de orgullo. -No tengo dudas, hijo mío… No tengo dudas que lo lograrás -sancionó el cardenal mirándolo a los ojos. -Gracias… Jozef. Pero no queriendo cambiar de tema, creo oportuno informarlo de que fui a visitar al padre Tamayo en el hospital. -Ya lo sabía, Paolo -le confesó el cardenal con la característica sonrisa paternal-. ¿Y cómo se encuentra? -Se le ve muy débil, Eminencia. Además, creo que está un poco confuso, más bien, diría que ambiguo. -¿Sobre cuáles aspectos? -Puede que sea un efecto colateral de la medicación, pero lo noté impreciso sobre ciertos temas que envuelven

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la Iglesia… Principalmente los que envuelven nuestros dogmas, Jozef. -No podemos decir que está senil, pues es muy joven para ello -ponderó el cardenal, con una mirada sombría-. Por tanto, puede que sea un poco de demencia por lo avanzado de su enfermedad, que, sumado a los efectos alucinógenos que suelen causar ciertas drogas, lo estén llevando a un estado de pensamientos enigmáticos, Paolo. -¿Cómo fue que el padre Tamayo adquirió su enfermedad?.. ¿Es verdad que ha contraído un virus extraño durante una misión? -deseó preguntar Paolo, observando el semblante circunspecto de su superior. -No lo sabemos con exactitud, Paolo. Lo cierto es que él tampoco logra identificar otra causa, ni considera que lo hayan inoculado con alguna toxina deletérea, cuando fue abordado por esos elementos interesados en saber sobre nuestros hallazgos. -¿Usted se refiere al pergamino perdido? -A ese mismo, Paolo. Por eso que tú tienes que seguir nuestras recomendaciones, y tener mucho cuidado cuando salgas por ahí… Sabes que te hemos cercado de todos los cuidados posibles para que no te ocurra nada -advirtió el cardenal con entonación sobria. Paolo lo miró estupefacto, pero luego recompuso su rostro y, sin disimular su preocupación, le indicó a Jozef Apócrifos del Génesis

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que la próxima vez estaría prevenido, prometiendo que siempre se mantenía alerta, aunque él mismo no supiese identificar de ante mano quienes eran sus antagonistas. -La historia muestra que ellos, a veces, no suelen ser muy sutiles, Paolo. Y tú debes sospechar de todo y de cualquier uno que pretenda indagarte a respecto de tus labores en esta casa. -Ne se preocupe, Jozef. Buscaré mantener extremos cuidados al respecto -manifestó el padre, asintiendo con su cabeza. -Si tienes alguna otra pregunta -expresó el cardenal de manera parca-, te ruego que seas sucinto, pues tengo quehaceres que requieren mi atención inmediata. Paolo se contuvo de mencionar la carta denunciante, por entender que ese no era el momento adecuado, y se retiró. No en tanto, antes de dirigirse a su sala de trabajo, pasó por la del padre Agustoni con la intención de ventilar con él sus dudas. Como respuesta, éste le comentó: -Bueno… Sí, Paolo. No tengo por qué negarte que todas esas partes que han sido retiradas de la referida carta, mencionen corrupción, homosexualidad y otros desvíos de conducta en la entidad.

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-Bien me pareció a mí, que el acusante no se iba a tomar el trabajo de redactar aquellas carillas para decir casi nada -alcanzó a ponderar Paolo con el ceño fruncido. -Seguramente, sus acusaciones deben de haber caído muy mal en la Curia -agregó. -Por supuesto. Tanto es así, que en estos últimos días el cardenal Jozef se ha reunido varias veces con sus homónimos del Opus Dei, Salvatore De Giorgi y Julián Herranz, a fin de corroborar todas esas alegaciones sobre abusos financieros, favoritismos y corrupción, a los que aludía el documento confidencial enviado al Papa. -¿Y cómo le cayó la referida acusación? -le preguntó Paolo con admiración. -Por suerte, parece que lo ha tomado con precaución, además de la preocupación que asuntos así originan, Paolo… Y contrariando a esas fuerzas maléficas que habitan en la clandestinidad de algunas Órdenes, es que los tres cardenales han trabajado incesantemente para entregar al Pontífice dos volúmenes de alrededor de 300 páginas, que pintan una imagen precisa del daño que han estado realizado los llamados “peces podridos” en el interior de la Santa Sede y en otras Congregaciones. -¡Qué Horror!... ¡A qué punto hemos llegado! -exclamó Paolo con aturdimiento y revuelta.

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-Pues te diré que la información que han recopilado los cardenales durante las últimas semanas, hace referencia al descubrimiento de una red clandestina de homosexuales, cuyos miembros vienen organizando encuentros sexuales en numerosos lugares de Roma y el Vaticano y que, a raíz de sus orientaciones sexuales, los integrantes de esa red eran propensos a chantajes. -Me he quedado pasmado con todo esto, Agustoni… Parece que todo se ha puesto en contra de la Iglesia desde el día que Pablo VI fue ungido. -Sin embrago, ten en cuenta lo bueno que es que así suceda. Esto permitirá que erradiquemos ese mal que nos asola -manifestó el secretario de Ottaviani, con voz grave. -No sé qué decirte sobre todo ello, amigo mío. Me duele en el alma que hayamos caído tan bajo, que existan individuos que insisten en dañar nuestra institución tan sagrada… ¿Qué pensarán los creyentes, si todo esto sale a flote un día? -Juzgo que no lo sabrán, pues se guardará el secreto a siete llaves, mismo que paralelamente se ordene una depuración de los cuadros de la Iglesia, extrayendo de ella a todos aquellos que se dedican al incumplimiento del sexto y séptimo mandamiento, y mismo que esos relapsos aludan inocencia o confiesen que han pecado, y busquen

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con ello la absolución… Por lo menos esa es la intención de Octtaviani Paolo permaneció algún tiempo en silencio; como si estuviese intentando digerir mejor todo aquello que lo conmovía y apenaba. No alcanzaba a comprender como podía existir gente tan relapsa y pecadora, al punto de buscar esconderse detrás de una sotana para practicar fechorías y felonías. -Creo que nosotros nunca alcanzaremos a comprender completamente la esencia del ser humano, Paolo -le advirtió el padre Agustoni sacándolo de sus cavilaciones-. No te olvides que los humanos nos movemos por emociones básicas. -¡Sí! Pero también poseemos la capacidad divina de aprender lo que es correcto y lo que es erróneo. -No te desanimes, muchacho. No olvides que la Iglesia también está constituida por hombres de carne y hueso -medió el secretario con el rostro compungido. -Pero ten en cuenta que quién se desvíe de la verdad, un día deberá rendir balance a Dios, el juez supremo para todos nuestros actos terrenos -le recitó Agustoni, buscando remover el estado apático de su compañero. -Tienes razón -le afirmó Paolo-. Si no está en nuestro alcance ayudarlos, que cada uno cuide de su alma -profetizó antes de retirarse para continuar sus estudios. Apócrifos del Génesis

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-¡Mi Dios! -alcanzó a exclamar antes de cerrar la puerta del despacho del secretario-. Si yo fuese un profano, podría decir que se olvidaron de pasar el cerrojo en las puertas del averno -murmuró retirándose sin mirar atrás. Una vez que su ubicó en su silla de trabajo, Paolo arrimó para si un nuevo libraco, y comenzó la lectura donde mencionaba que en los años que se siguieron a la captura de Jerusalén, en los territorios conquistados se crearon cuatro estados diferentes. Al norte se hallaba el principado de Antioquía, gobernado por Bohemundo de Taranto. Al este, al otro lado del Éufrates, estaba el condado de Edesa, gobernado por Balduino de Boulogne. Al sur de Antioquía, el condado de Tripoli, reclamado por Raymond de Saint-Gilles, conde de Toulouse, que murió mientras sitiaba la ciudad en 1105. Más al sur todavía, extendiéndose desde Beirut, al norte, y hasta Gaza, al sur, se encontraba el reino de Jerusalén, gobernado por Godofredo de Bouillon, quien, no queriendo llamarse rey en el lugar donde Cristo había llevado una corona de espinas, adoptó el título de “defensor del Santo Sepulcro”. Por otro lado, el papa Urbano II había muerto en Roma dos semanas después del triunfo de los cruzados, pero antes de que llegara de Occidente la noticia de la victoria.

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Antes de morir, éste había nombrado a un arzobispo pisano, Daimberto, como sucesor de Adhemar de Le Puy, para cargar con el legado papal de la cruzada. Así pues, Daimberto se convirtió en patriarca de Jerusalén y, a la muerte de Godofredo en 1100, pretendió ocupar su lugar como soberano teocrático. Pero los caballeros francos no lo aceptaron y llamaron al hermano de Godofredo, Balduino de Boulogne, que estaba en Edesa. Empero, Balduino tuvo menos escrúpulos que su hermano para aceptar un título real y el día de Navidad del 1100, en la iglesia de la Natividad, en Belén, el derrotado Daimberto lo coronó rey de Jerusalén. La escasez de recursos humanos en aquella región fue endémica desde el comienzo, pero en 1099 se agravó, ya que tras derrocar al ejército egipcio enviado en ayuda de Jerusalén, la mayoría de los cruzados supervivientes emprendieron el regreso a casa; tanto que, en Jerusalén, Godofredo se quedó con unos trescientos caballeros y unos mil soldados de infantería; y Balduino I, al subir al trono, no tenía más. Si bien no existía la amenaza inminente de una invasión fatimí y existía cierto apoyo de los cristianos del lugar, la endeble posición del reino de Jerusalén sólo podía afianzarse con mayor expansión territorial, y en particular tomando los puertos del Mediterráneo. Apócrifos del Génesis

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Consientes de esa necesidad, y esperando tanto la gloria como las recompensas espirituales, partieron nuevos contingentes de franceses, lombardos y bávaros desde Europa; pero todos fueron atacados y derrotados mientras cruzaban Anatolia, y sólo unos pocos lograron escapar y volver a Constantinopla. Más útiles para el rey Balduino fueron las escuadras navales de las repúblicas marítimas italianas de Pisa, Venecia y Génova, que, viendo las oportunidades que ofrecían las nuevas posesiones latinas del litoral oriental del Mediterráneo, ofrecieron su apoyo en el sitio de los puertos a cambio de privilegios comerciales cuando estos fueran tomados. Haifa, Jaffa, Arsuf, Cesarea, Acre y Sidón, uno por uno se rindieron a las fuerzas latinas hasta que, con la caída de Tiro, en 1124, la armada fatimí perdió toda base en Palestina y la frontera costera de Outremer quedó asegurada.

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El Reino de Jerusalén y los otros estados cruzados

A partir de entonces, el uso de los galeones italianos permitieron un creciente número de peregrinos que, inspirados por la noticia del triunfo de los cruzados, se animaron a realizar el peregrinaje a Sion; y estos no sólo rezaban en la iglesia del Santo Sepulcro, sino que visitaban los numerosos santuarios de Judea y Samaria, lugares a los que una familiaridad con las Escrituras y la indiferencia hacia la historicidad erigieron en parque temático de la religión cristiana. En Jerusalén se hallaba la Cúpula de la Roca, convertida ahora en iglesia, santificando el lugar donde Apócrifos del Génesis

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Jesús había reprobado a los prestamistas, lugar conocido por los cruzados como el Templo del Señor. Al sudeste del Monte del Templo se hallaba la casa de san Simeón, con el lecho de la Virgen y la cuna del niño Jesús; al norte de la Puerta de Josafat, una iglesia construida en el solar de la casa de Ana y Joaquín, los padres de la Virgen. En las cercanías de la Ciudad Santa estaba la casa de Zacarías, donde había nacido Juan el Bautista; el aljibe al que María y José volvieron para encontrar Jesús en Jerusalén; el sitio en el que cortaron el árbol para hacer la cruz; y el lugar donde Jesús enseño el Padrenuestro a sus discípulos. Otra ruta muy transitada por los peregrinos cristianos conducía al este desde Jerusalén hasta Jericó y el río Jordán, en cuyas aguas muchos tomaban un rebautismo ritual. En el camino pasaban por la piedra que utilizó Jesús para montar el asno en el que entró a Jerusalén el domingo de Ramos; por el pozo al que habían arrojado a José sus hermanos; por la higuera silvestre a la que trepó Zaqueo para ver a Jesús; por la curva del camino que el buen samaritano encontró la víctima de un atraco; por el lugar donde la Sagrada Familia había descansado durante la huida a Egipto; y finalmente, por las aguas del Jordán donde Juan había bautizado s Jesús. Debido a la naturaleza del terreno y al desafecto de los pobladores musulmanes, la ruta no era más segura de Apócrifos del Génesis

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lo que había sido en tiempos del buen samaritano; y desde el momento que desembarcaban en Jaffa o Cesarea, los peregrinos eran vulnerables al ataque de merodeadores sarracenos y bandoleros beduinos que vivían en las cuevas de las colinas de Judea. Sólo los peregrinos armados podían defenderse, ya que las fuerzas a disposición del rey Balduino apenas daban para defender las fortalezas estratégicas y los puertos del Mediterráneo. Por aquel entonces, Balduino de Le Bourg ya había sucedido a su primo el rey Balduino I, y Warmund de Picquigny al patriarca Daimbert. A estos, Hugo de Payns y a Godofredo de Saint-Omer, le propusieron la formación de una orden de caballeros que, siguiendo la regla de una comunidad religiosa, se dedicarían a la protección de los peregrinos. La regla que tenían en mente era la de Agustín de Hipona, seguida por los canónigos de la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. La propuesta fue aprobada por el rey y por el patriarca el día de Navidad de 1119, en la iglesia del Santo Sepulcro, donde Hugo y otros 8 caballeros hicieron ante el patriarca los votos de pobreza, castidad y obediencia. Se llamaron a sí mismos “Los pobres soldados de Jesucristo”, y al principio no usaron ningún hábito distintivo, sino que mantuvieron la vestimenta de su profesión secular.

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Para proveerles de un ingreso suficiente, el patriarca y el rey les concedieron una serie de beneficios, además de un lugar donde vivir en el palacio que se había convertido ahora la ex mezquita de al-Aqsa, en la ladera sur del Monte del Templo, y conocido por los cruzados como el Templum Salomonis. La intención original de Hugo y sus compañeros fue tan sólo retirarse a un monasterio y crear una hermandad laica equiparable a la del hospital de San Juan que los mercaderes de Amalfi había fundado en Jerusalén antes de la Cruzada para asistir a los peregrinos. Posteriormente, en enero de 1120, una asamblea de dirigentes laicos y religiosos reunida en Nabus, aceptó el proyecto de Hugo de Payns tanto por su potencial espiritual como por su carácter práctico; mientras que el papa Calixto II simpatizó con las aspiraciones de los caballeros del Temple. A partir de ese año, pasaron a recibir donaciones y aportes monetarios y terrenales, lo que convirtió gradualmente esta orden militar en un monasterio nómade. Ya en 1127, Hugo de Payns y Guillermo de Berres fueron enviados por el rey Balduino II en misión diplomática a Europa occidental, con el encargo de convencer a Foulques de Anjou a casarse con la hija del rey, Melisenda, convirtiéndose así en heredero del trono de Jerusalén, y a reclutar fuerzas para un proyectado ataque a Apócrifos del Génesis

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Damasco; además, Hugo tenía un tercer objetivo en su viaje, conseguir reclutas y aprobación papal para su Orden, los caballeros del Templo. Por tanto, para obtener esa aprobación, Hugo se presentó ante el concilio de la Iglesia reunido en Troyes en enero de 1129, siendo huésped del legado papal, Mateo de Albano, quien presidia el concilio. Sin embargo, la Orden bien podría no haber visto la luz si no hubiese obtenido la aprobación de la Iglesia en el Concilio de Troyes, y confirmada posteriormente por el papa Honorio II. Esa aprobación se debió en gran medida al apoyo de Bernardo, abad de Clairvaux, apoyo que reforzó a su regreso a Clairvaux con el tratado De laude novae militiae (Elogio a la nueva milicia). Luego después, Hugo volvió a Palestina, aunque algunos de sus lugartenientes se quedaron en Europa para reunir reclutas, solicitar más donaciones y establecer una administración, y aunque registros son imprecisos, estos hacen referencia a procuradores, senescales y maestros provinciales. Payen de Montdidier quedó a cargo del territorio francés al norte del Loira; Hugo de Rigaud en Carcasona; Pedro de Rovira en Proenza y, un futuro maestre de la Orden, Everaldo de Barres, en Barcelona. Cuando los emisarios de Hugo y Guillermo de Burres regresaron a Jerusalén con las fuerzas que habían Apócrifos del Génesis

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reclutado en Europa, el rey Balduino II se embarcó de inmediato en su proyectado asalto a Damasco, con un ejército que incluía un contingente de Templarios; pero pronto tuvo que abandonar su objetivo cuando a cuarenta kilómetros del campamento principal, la expedición fue atacada por la caballería sarracena. Cinco años más tarde murió Hugo de Payns, y el cabildo central de los Templarios se reunió en Jerusalén para elegir a un nuevo gran maestre, Roberto de Craon, que, aunque conocido como “el Borgoñés”, provenía en realidad de Anjou, y era sin duda el candidato favorito de Foulques. Había ganado fama de excelente administrador, e inmediatamente demostró cabal comprensión de las necesidades de la orden Templaria al conseguir privilegios adicionales y excepcionales del papa Inocencio II, publicados en la bula de 1139, Omne datum optimun. Dicha bula dictaminaba que la Orden del Temple quedaba

eximida

de

toda

jurisdicción

eclesiástica

intermediaria, estando sujeta solamente el papa. Incluso el patriarca

de

Jerusalén,

ante

quien

los

caballeros

fundadores habían hecho sus votos, perdía toda autoridad sobre la Orden. La bula le permitía al Temple tener sus propios oratorios y autorizaba a los sacerdotes a unirse a la hermandad en calidad de capellanes, lo que hacía de los

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Templarios totalmente independientes de los obispados diocesanos tanto de Outremer como de Occidente. El Temple tenía también derecho a pedir diezmos y no necesitaba pagarlos; podía tener cementerios contiguos a sus casas y enterrar a viajeros y confrâtes; y sus miembros tendrían derecho al botín tomado al enemigo, y sólo debían responder ante su gran maestre, que sería uno de ellos elegido por el cabildo sin ninguna presión de los poderes seculares. Las

bulas

que

fueron

expedidas

durante

los

subsiguientes papados de Celestino II y Eugenio III, la Milities Templi, en 1144, y Militia Dei, en 1145, refuerzan los privilegios de los Templarios y sugieren que el respaldo a la Orden era desde ese momento la política oficial de la curia romana. Retener Tierra Santa seguía siendo una prioridad quienquiera que fuese el que llevara la tiara papal, y la Orden del Temple, que había comenzado gracias al carisma de unos pocos caballeros devotos, ya se había convertido en un pilar de la guerra de la cristiandad contra el Islam. Al leer la última frase, Paolo halló por bien dar por encerrada la labor del día y se retiró a tiempo para cumplir con sus obligaciones eclesiásticas.

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17 El Pergamino Perdido Paolo volvió a pasar una otra noche con el alma en un hilo, al entregarse a meditar en su lecho sobre todos los acaecimientos de aquel día. Por tanto, cuando él llegó la mañana siguiente a la Congregación, fue de inmediato a la sala del secretario del gobernador de la hermandad. -¿Recuerdas de lo que hablamos ayer, Agustoni? -le preguntó después de saludarse amablemente. -En verdad, no… Hablamos de tanta cosa, Paolo, que no sé bien a qué te refieres -insinuó al secretario con una mirada circunspecta. El padre Paolo le advirtió sobre el agrio contenido de aquella carta denunciante, y sacó a relucir un trecho de los manuscritos que había leído durante la tarde anterior. -¿Puedes ser más específico? -le sugirió Agustoni con una sonrisa juvenil. -Es que al leer, di de cara con una parte que menciona las setenta y tres cláusulas que fueron aprobadas por el concilio de Troyes, donde las reglas aprobadas, así como sucedía en las órdenes benedictinas y cistercienses, se Apócrifos del Génesis

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hacía una distinción entre al monje y el hermano laico, del mismo modo la diferencia entre un caballero del Temple y un sargento o escudero debía evidenciarse hasta en su vestimenta -intentó explicar con esmero-. Por tanto, los hábitos de los hermanos Templarios serían siempre de un solo color, que podría ser blanco o negro o castaño; de tal modo que el blanco solo lo podían utilizar los caballeros profesos, para que todos aquellos que habían abandonado la vida de oscuridad se reconociesen entre sí como reconciliados con su creador por la señal de su hábito blanco; un color que significaba pureza y absoluta castidad. -¿Adónde tú quieres llegar con esto? -le preguntó calmamente Agustoni, sorprendido por la declaratoria, y sonriendo a la vez por recordar el dialogo mantenido por ambos sobre el color del coche de Paolo. -¡Ya lo verás, amigo mío! -le propuso un Paolo meditabundo, y agregó-: La castidad, es decir, el celibato, era el sine qua non del compromiso de los caballeros hace casi mil años, y la castidad era la certeza del corazón y la santidad del cuerpo, pues desde aquella época se exigía que si un hermano no hacía votos de castidad, tampoco podía alcanzar el descanso eterno ni ver a Dios, conforme la promesa del apóstol que señaló: “Luchad por llevar la

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paz a todos, y manteneos castos, sin lo cual nadie puede ver a Dios”. ¿Y de ahí?, Paolo -le planteó el secretario. El viejo padre no lograba comprender claramente a donde lo llevaría el relato de su condiscípulo. -De ahí, que los hombres casados podían unirse a la Orden con el permiso de sus mujeres, pero no estaban autorizados a llevar el hábito blanco; y las viudas, aunque mantenidas por la Orden en razón del beneficio correspondiente a sus esposos, tenían ellas y cualquier otra mujer de la familia del caballero, vedada la entrada a las casas templarias. -Bueno,… Eso se debía a que seguían la regla de Benito de Nursia, posiblemente, o seguramente, como una precaución contra otras formas de pecado sexual -alegó Agustoni en alusión a la determinación de la Orden. -No lo dudo -asintió Paolo-. Pero había más. Imagina que se llegó a determinar cosas como por ejemplo, que el dormitorio donde descansaban debía estar iluminado hasta el amanecer; los caballeros dormirían vestidos con camisa, calzones, zapatos y cinturón; debían llevar el cabello corto, no obstante no podían afeitarse; así como a ningún hermano le era permitido variación alguna en la moda de su atuendo, no pudiendo colocar una prenda o piel sobre su ropa… Incluso, estaban prohibidos los zapatos de punta Apócrifos del Génesis

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y los cordones; las decoraciones de oro o de plata en la brida de su caballo; o hasta el uso de un saco de comida hecho de hilo o lana, porque era notorio que en aquella época esas cosas se consideraban abominables, y eran propias de los paganos. -Pero la rigidez de esa regla se debía al temor de Bernardo de Clairvaux y de los padres del concilio de que, sin las salvaguarda del recinto monástico, los caballeros Templarios volviesen a caer en las costumbres mundanas. -También tened en cuenta, Agustoni, -continuó a disertar el entusiasmado visitante-, que aquellos hermanos debían evitar la liviandad en su conversación, impidiendo hasta la pronunciación de palabras frívolas y perversos ataques de risa, no debiendo malgastar el tiempo charlando, pues consideraban que demasiada charla no es sin pecado. -Pues bien, ellos tampoco podían alardear sus proezas pasadas, porque se prohibía que cualquier hermano contase a otro sus actos heroicos que hubiese realizado en si vida secular -enmendó el secretario, que se mantenía atento al pronunciamiento de su visitante. -Eso que tú dices -alegó Paolo-, más bien deberían llamarse locuras cometidas en el ejercicio de los deberes de caballero, y los placeres de la carne que hubiese tenido con mujeres que se las consideraba como inmorales… Apócrifos del Génesis

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-Pero en general -interrumpió Agustoni-, el foco de las reglas parece centrado en salvar el alma de los caballeros, no la eficacia del combate; y parece que aquellos padres del concilio previeron que la aplicación de la disciplina monástica en una unidad militar daría como resultado un cuerpo de caballería disciplinado sin estar sujetos a lealtades personales volubles, ni a las incertidumbres de la leva feudal de aquella época… ¿Pero aun así, no comprendo a que viene todo esto, Paolo -concluyó el secretario, mientras observaba la expresión de incertidumbre de su compañero. -Es que para mí, todo ha estado ocurriendo casi que en un mismo intervalo de tiempo, Agustoni… Y anoche me quedé meditando sobre todo ello, donde concluí que no sólo los Templarios deberían evitar las plagas de la envidia, o del el rumor, el desprecio y la calumnia, y hasta presumiblemente, asumir una orden práctica contra la envidia y la sodomía. -¡Paolo! -llegó a pronunciar el secretario con voz recia-. Es posible que don Benedetto Aloisi, el cardenal Masella, lo haya suprimido de los manuscritos que estás revisando, pero es bueno que recuerdes que en las cartas escritas por el abate Anselmo de Canterbury, este arzobispo benedictino nos muestra una escrita que más parece ser una declaración de amor. Y aunque Anselmo las Apócrifos del Génesis

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escribiese alrededor de un siglo y medio antes de la fundación del Temple, su caso es pertinente a nuestra consideración del modo de vida casi monástico de los templarios, ya que el mismo Anselmo consideraba los actos homosexuales como “flaquezas comunes con las que casi todo el mundo podía identificarse”. -Hace muy poco he leído una obra que fue publicada por Sir Richard Southern, donde éste historiador señala que por aquella época “nadie sabía nada de, o tenía interés en, las tendencias homosexuales innatas; y hasta donde se sabía que existían, se las veía simplemente como síntomas de la perversidad general del hombre”. -No olvides que la única forma de homosexualidad reconocida en el siglo XI, amigo Paolo, era la sodomía, la cual era equiparada toscamente con otra forma de sexo antinatural, la cópula con animales, que también existía desde tiempos remotos. -Bueno… -llegó a titubear Paolo-. La inequívoca condena eclesiástica de la sodomía como un pecado contra Dios y contra la naturaleza se halla en la doctrina de Paulo de Tarso y Agustín de Hipona, que los instruidos benedictinos deberían conocer muy bien. -Sin duda, significaba menos para los caballeros y barones analfabetos; y tened por cierto, que la sodomía se practicaba en los tiempos de Anselmo en la corte del rey Apócrifos del Génesis

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Guillermo de Rufus, al punto que el arzobispo llegó a escribir, que difícilmente alguien se sonrojaba por ello, y muchos, ignorando su enormidad, se habían abandonado al mismo… -Agustoni hizo una pausa breve, como si estuviese buscando la citación en su memoria, y añadió-: A raíz de lo que veía en su entorno, Anselmo, como obispo de Canterbury, se hizo famoso por la condena de este pecado y de cualquier comportamiento, como el uso de cabello largo y las ropas afeminadas, que pudieran alentarlo. -Entonces, parece cierto que si bien la posibilidad de amour homosexual no era una razón para unirse a los templarios, los padres del concilio de Troyes también eran conscientes del peligro. -¿Cómo, así? -Pues pienso que de allí surgió la norma que obligaba a mantener iluminados toda la noche los dormitorios de los hermanos; la prohibición de compartir camas o de dormir desnudos o a oscuras, por temor de que el enemigo hostil del alma les diera ocasión de pecar. -Estás en lo cierto, Paolo. No olvides que en el detallado catálogo de penitencias, la Iglesia ya ha redactado esta falta, donde se la describe como el asqueroso y apestoso pecado de sodomía, que es tan apestoso y tan repugnante que no debiera ser mencionado Apócrifos del Génesis

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-expresó Agustoni haciendo una mueca de repugnancia-. No olvides que ello tiene el mismo tenor de gravedad que matar un hombre o a una mujer, y llega a ser más grave que dormir con una mujer. -Y que se ha abandonado -agregó Paolo, ceñudo. -No todos los prelados han sido contenciosos en sus obligaciones, y los años terminaron por ablandar la supervisión del comportamiento de las huestes clericales -alegó el secretario moviendo la cabeza en concordancia. -Bueno, gracias, mi amigo. El hecho de hablar contigo de todo esto, me permite renovar el espíritu y reconfortar el alma. Pero creo que por hoy ya nos extendimos demás en nuestra charla… Te diré que así como ellos aconsejaban en aquellos tiempos, demasiada charla no es sin pecado… Entonces, te dejo en la paz de nuestro Señor, Agustoni, pues debo reanudar mi trabajo. -Vuelve siempre que quieras, Paolo -le agradeció el secretario antes que su visitante se retirara de mejor humor. Así pues, una vez que se ubicó en su silla, Paolo intentó apartar de su mente cualquier vestigio de vacilación, y se concentró en la lectura del libraco, empezando por la parte que mencionaba que si alguien dudaba de la necesidad de incrementar la ayuda a Outremer, la misma quedó demostrada poco después de la Apócrifos del Génesis

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publicación de Milites Templi en la Nochebuena de 1144, por la caída de Edesa ante el ejército del gobernador de Mosul, Imad ad-Din Zengi. Las noticas de esta catástrofe alcanzaron al recién elegido papa Eugenio III en Viterbo, en otoño de 1145; y en respuesta a ese revés en Oriente, dirigió un bula, la Quantum praedessesores, a Luis VII, el rey de Francia, pidiéndole que tomara la cruz. Por primera vez un monarca europeo aceptaba el desafío de una cruzada; y con la edad de veinticinco años, al recibir la petición del Papa, convocó a sus barones para reunirse con él en Bourges en la Navidad de 1145, cuando les indicó que planeaba realizar una nueva cruzada por iniciativa propia, tomando el cuidado de ocultarles el requerimiento papal y su encíclica. La respuesta que obtuvo fue pobre, pues los principales barones tenían poco respeto por Luis. Incluso su propio consejero, Suger, el abad de Siain-Denis, argumentó contra la idea de la cruzada, pues entendía que los barones franceses causasen problemas en ausencia de su rey. Finalmente el rey pospuso una decisión sobre el tema hasta Pascua, cuando la corte volvería a reunirse en Vézelay, Borgoña. Pero sin dejarse intimidar por ese fracaso inicial, el rey Luis se dirigió al único hombre de Francia cuyo prestigio y autoridad sobrepasaban a los del abad Suger: Bernardo de Apócrifos del Génesis

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Clairveax, el cual poseía una posición única como mentor de papas y reyes. El poder de Bernardo no provenía simplemente de esas relaciones influyentes en un mundo donde tantos predicaban pero tan pocos practicaban las virtudes cristianas, y su virtud y ascetismo le permitían actuar como la conciencia de la cristiandad. En realidad, para Bernardo, un exaltado con pretensiones de superioridad moral, rodeado de brutalidad secular y corrupción clerical, y absolutamente convencido de la realidad del infierno, siempre era posible hacer más para salvar un alma en peligro. No obstante, a él no le gustaba ver una empresa espiritual conducida por un noble secular, y volvió a remitir la cuestión al papa Eugenio, quien el 1 de marzo de 1146 expidió de nuevo su bula Quantum praedeecessores, encargándole a Bernardo la tarea de promulgarla en Francia. Los nobles franceses se reunieron como previsto con su rey en Vézelay el 31 de marzo, cuando también concurrió Bernardo a predicar, y así como ocurriera con el papa Urbano II en Clermont en 1095, cuando la iglesia que albergaba las reliquias de María Magdalena no fue suficiente para albergar a la multitud, esta vez tuvo que construirse una plataforma en las afueras de la ciudad. La elocuencia de Bernardo produjo el efecto deseado, y al Apócrifos del Génesis

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terminar su alocución, eran tantos los que estaban dispuestos a tomar la cruz, que Bernardo debió cortar su hábito en tiras. Pero su prédica no se limitó a Vézelay, y de allí se fue al norte, a Châlons-sur-Marne, y luego a Flandes; y a todos aquellos reclutas en potencia a los que no podía ver personalmente, se dirigió a ellos por carta. Al principio no hizo ningún llamamiento a los germanos, pero la prédica no autorizada de un monje cisterciense de nombre Rudolf, que estaba incitando a la matanza de judíos, lo obligó a redactar una carta condenando esas atrocidades, diciendo: “Los judíos no deben ser perseguidos, ni muertos, ni siquiera puestos en fuga… Los judíos son para nosotros la palabra viviente de la Escritura, pues nos recuerdan lo que sufrió el Señor”. Por tanto, Bernardo puso en su lugar al monje Rudolf, pero como el entusiasmo que éste había despertado por la cruzada era tanto, decidió incluir también a los germanos, y viajó de ciudad en ciudad anunciando esa maravillosa oportunidad para el perdón de los pecados. Por su vez, el gran maestre de la Orden, Everardo de Barres, había llamado a concurrir a la iglesia de SaintDenís en París, a sus mejores hombres de España y Portugal, y con ellos había, por lo menos, la misma cantidad de sargentos y escuderos. El cuadro de los caballeros

barbados

Apócrifos del Génesis

vistiendo

sus

hábitos

blancos Página 405


impresionó al papa Eugenio, al rey Luis de Francia, al arzobispo de Rheims, a otros cuatro obispos y ciento treinta caballeros que también habían concurrido a la octava de Pascua. Ya reunidos todos en el nuevo enclave de los Templarios franceses, el que se había construido justo al norte de la ciudad de París, el Papa obsequió al rey Luis con el estandarte real, la oriflama, y un cayado de peregrino. Y una vez que dejara sentada la importancia de la Orden, Eugenio designó al hermano Aymar, el tesorero templario de París, como recaudador del impuesto que el Papa había instituido para financiar la cruzada: una vigésima parte de todos los bienes eclesiásticos. Finalmente, en mayo de 1147, un ejército de veinte mil hombres partió de Regenburg para seguir la ruta terrestre tomada por la primera Cruzada. Por otro lado, el ejército francés se había reunido en Metz, y su partida la hizo unas semanas más tarde. Sin embargo, a diferencia de su predecesor, Alejo Comneno, el emperador bizantino Manuel Comneno no había pedido la ayuda de Europa occidental, y por tanto sospechaba de las intenciones de estos. A su vez, como ellos estaban en guerra con Roger de Sicilia, se había visto obligado a firmar un tratado con los turcos selyúcidas para poder cubrir mejor su retaguardia. Empero, para los cruzados occidentales, ese pacto con el infiel sólo podía entenderse como un síntoma de traición, Apócrifos del Génesis

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y le devolvían multiplicado por diez la sospecha que Manuel tenía de ellos. Ansioso por avanzar, Conrado cruzó el Bósforo con su ejército germano, y al llegar en Nicea se separaron. Otto, el obispo de Freising, siguió con los no combatientes por la ruta costera, mientras que Conrado condujo el ejército por la ruta directa a través de Anatolia, pero al llegar a Dorylaeumfue fue atacado y derrotado por los turcos selyúcidas. Los supervivientes, entre ellos Conrado, volvieron a Nicea, en donde se unieron a la columna francesa. Los dos reyes pasaron entonces a dirigir sus tropas hacia el sur, a Éfeso, donde en una busca constante por comida, mantuvieron varias escaramuzas con los bizantinos. Pero una vez en Éfeso, Conrado cayó enfermo y tuvo que regresar por mar a Constantinopla, mientras que los franceses prosiguieron con su avance por el Valle del Meandro, cuando el rey Luis envió a Everardo, el maestre templario, a negociar con el emperador bizantino, Manuel Comneno. Por su vez, mientras el ejército franco marchaba bajo el frio glacial del invierno, los cruzados fueron contantemente hostigados por la caballería ligera turca que les arrojaban flechas incendiarias. La caballería pesada de los francos no tenía como desplegarse en los estrechos pasos de las montañas Cadmo; y allí los turcos Apócrifos del Génesis

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intensificaron sus ataques dejando el ejército francés al borde de la desintegración. Fue cuando Everardo dividió el ejército en diferentes unidades, cada una conducida por un Templario; y actuando de esta manera la columna de los cruzados llegó por fin al puerto bizantino de Attalia, desde donde el rey Luis y la reina Leonor de Aquitania se embarcaron a Antioquía con los hombres más destacados que quedaban de su ejército, dejando que el resto marchase hasta Siria como mejor pudiera. La posición del rey Luis en ese momento se veía empeorada por la falta de dinero, pues había gastado todo su tesoro en comida y transporte proporcionado por sus aliados bizantinos a precio exorbitantes. Una vez más, recurrió al maestre Templario, cuando Everardo zarpó hacia Acre, donde utilizó los fondos del Temple para juntar la suma requerida. El rey le escribió al abad Suger ordenándole devolver al Temple dos mil marcos de plata, una suma equivalente a la mitad del ingreso anual de los bienes reales. Por su vez, los celos del rey Luis se vieron agravados por el coqueteo de Leonor con su tío Raymond de Poitiers, príncipe reinante de Antioquía e hijo menor del duque Guillermo de Aquitania, y por el abierto apoyo de ella a las ideas de su tío sobre lo que debía hacerse con la fuerza expedicionaria francesa.

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A pesar de las pérdidas sufridas por los germanos y franceses en el cruce de Anatolia, en junio de 1148 se logró reunir en Acre una considerable fuerza de Europa occidental, cuando a los reyes Conrado y Luis se le unieron las tropas del marqués de Monferrant y los condes Auvernia y Saboya. Además, una fuerza provenzal llegó por mar al mando de Alfonso Jordán, el conde de Toulouse, y el resto de un contingente de cruzados ingleses, flamencos y frisios que habían sido desviados por el rey de Portugal, Alfonso Henriques, para que lo ayudasen a reconquistar Lisboa, en poder de los moros. Reunidos en Jerusalén junto al rey Balduino III, deliberaron que la mayor amenaza provenía de Alepo, gobernada por el hijo de Zengi, Nur ed-Din, donde conjeturaron que una vez que lo derrotasen, sería el paso previo necesario para la recuperación de Edesa, ya que al sur, la ruta de Egipto estaba bloqueada por la fortaleza de Ascalón, todavía en poder de los califas fatimíes. El tercer objetivo posible era Damasco, único dominio musulmán de la región deseoso de unirse a los cruzados en contra de Nur ed-Din; pero esa alianza fue descartada, pues intuían que Damasco, una ciudad de resonancias bíblicas, les reportaría no sólo botín sino también renombre. Al igual que la fuerza que fuera encabezada por el rey Balduino II veinte años antes, el ejército cruzado pasó por Apócrifos del Génesis

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Banyas y llegó a Damasco el 24 de julio, cuando montaron acampamento en los bosques frutales al sur de la ciudad y se prepararon para el sitio. Luego se siguieron varias escaramuzas de ambos lados, hasta que llegó el rumor de que Nur ed-Din iba en camino de liberar Damasco a condición de que se le permitiera entrar en la ciudad. Pero el 28 de julio, los monarcas deciden abandonar el sitio al percibir la locura de su estrategia, cuando pasaron a ser hostigados por la caballería damascena, y él una vez invencible ejército tuvo que retroceder con dificultad hasta Galilea. Por entonces, la humillación de los cruzados fue absoluta. Frente ante una catástrofe de esa naturaleza, los responsables por la cruzada comenzaron a buscar culpados de muchas formas distintas. Por su vez, Bernardo de Clairvaux se sintió obligado a tratar de salvar algo de lo que se había perdido, ya que muchos de los que habían tomado la cruz a instancia suya lo consideraban responsable del desastre. Por tanto, se defendió en el segundo libro por él escrito: De consideratione; y allí, los chivos expiatorios no eran los barones traidores, ni los Templarios sospechosos ni los griegos intrigantes. Para Bernardo, la gran derrota fue un castigo de Dios por los pecados de los hombres.

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En todo caso, la desilusión que provocó en Europa el fiasco de la segunda Cruzada, fue lo que obligó a los latinos de Tierra Santa a desenvolver un tipo de acuerdo tácito con los infieles, algo que hubiera parecido sacrilegio a las generaciones anteriores de cruzados. Pero hay que considerar que tal postura resultó en consecuencia de una aclimatación cultural ocurrida al cabo de un siglo de vivir en Oriente; donde los primeros cruzados esperaban encontrar en Siria y Palestina aborígenes salvajes y paganos depravados. En realidad, aquellos que se quedaron en Oriente Medio, se vieron obligados a reconocer que la cultura de la Palestina árabe, una mezcla musulmana, cristiana y judía, era más evolucionada y sofisticada que la de casa. Para las pautas de la época, las cargas y las exacciones no eran severas y el impuesto a los productos agrícolas se fijaba aproximadamente en un tercio. Si bien la fidelidad de los musulmanes hacia el Islam era prioritaria, era evidente que no estaban descontentos con el gobierno latino, ya que de hecho, el régimen de los señores francos era más liviano que en el periodo anterior de administración

musulmana;

aunque

ciertamente

los

musulmanes eran ciudadanos de segunda clase, y no podían vestir ropa occidental, aunque tuviesen sus propias cortes y funcionarios. Apócrifos del Génesis

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A pesar de las atrocidades antisemitas que habían acompañado la primera Cruzada, en los estados cruzados había una gran dosis de tolerancia hacia los judíos, y se los trataba mucho mejor que a sus homólogos de Europa occidental, ya que podían practicar su religión con relativa libertad; a la vez que los católicos latinos no hacían ningún intento de convertir a los musulmanes o a los judíos, pues había entre ellos una notable falta de actividad misionaria de cualquier índole. Los años siguientes fueron pasando de beligerancia en beligerancia, observándose como Balduino III desperdició la fuerza de su reino en infructíferas expediciones a Egipto; hasta que el año 1174 vio las muertes del rey Amalrico de Jerusalén y la del poderoso gobernador de Alepo, Nur ed-Din. Pero en los reinos latinos ya no se cuestionaba el principio hereditario, y así Amalrico fue sucedido por Balduino IV, hijo de su primera esposa, Agnes de Courtenay. Pero Balduino, de trece años padecía de lepra, y para algunos de los hombres de la Iglesia, la enfermedad era un castigo divino a Amalrico por haberse casado con su prima. Por otro lado, el legado de Nur ed-Din era a primera vista menos seguro. Su hijo y heredero, Malik asSalih Ismail, tenía sólo once años y existían reclamos encontrados de los gobernadores de Damasco, Alepo, Apócrifos del Génesis

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Mosul y El Cairo, en cuanto a quién debía ejercer la regencia. No obstante, al establecer su autoridad sobre los diferentes emiratos que hasta entonces luchaban entre sí, Nur ed-Din había demostrado que la unidad musulmana en contra de los francos era posible. Por otra parte, había agregado una dimensión espiritual a esa realidad política, ya que frugal y austero, con rasgos comunes y una expresión delicada, era además un individuo devoto y había elevado su lucha contra los latinos cristianos al nivel de una jihad, o guerra santa. Pero el hombre que asumiría esa combinación de ascendencia espiritual y política no sería de la progenie de Nur ed-Din, sino el hijo de un funcionario kurdo que le había salvado la vida a Zengi, el padre de Nur ed-Din, ayudándolo a escapar al otro lado del Tigris en 1143, después de ser derrotado en una batalla contra las fuerzas del califa de Bagdad. Su nombre era Salad ed-Din Yasuf, más conocido como Saladino. Una de las consecuencias de la muerte de Nur ed-Din y la confusión que sobrevino, fue el cese de la contención que el gobernador de Alepo había ejercido sobre los turcos selyícidas; y en 1176, su sultán, Kilij Arslan II, avanzó contra Bizancio en Myriocephalum, cuando los turcos aniquilaron al ejército defensor conducido por el emperador Manuel, y Anatolia pasaba para siempre a Apócrifos del Génesis

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manos turcas; así pues, la capacidad de Bizancio para influir en los acontecimientos de Siria había desaparecido con ello. Ahora los francos estaban solos. La situación empeoró con las divisiones dentro del reino de Jerusalén. Aunque paciente y persistente, el joven rey Balduino IV no lograba afianzar un liderazgo fuerte. Raymond IV de Trípoli, que en su carácter de pariente varón más cercano había actuado como regente hasta que el rey alcanzó la mayoría de edad, era experimentado, cauto y, tras años como prisionero de los musulmanes, hablaba árabe y conocía bien la psicología del enemigo. Lo apoyaban las familias más arraigadas del reino de Jerusalén y los caballeros del Hospital, pero se le oponían los Templarios y los llegados a Palestina más tarde, liderados por Reginaldo de Châtillon, quienes estaban impacientes por guerrear y conquistar nuevas tierras. Aunque se hablaba mucho de una ayuda procedente de Occidente en la forma de una nueva cruzada conducida por el rey Luis VII de Francia y el rey Enrique II de Inglaterra, ahora casado con Leonor de Aquitania, la ex mujer de Luis, el único príncipe que apareció en Tierra Santa fue Felipe, conde de Flandes, quien insistía en haber ido como peregrino y no para encabezar una cruzada. Sin embargo, es por estas fechas que aparece la figura de Odón de San Amando, quien, después de haber Apócrifos del Génesis

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desempeñado varios cargos honoríficos cerca de la persona del rey de Jerusalén, Balduino IV, entró de vez en la milicia del Temple, por lo que fue promovido a la dignidad de gran maestre, el que obtenía por los años de 1174 y 1176. No se ha logrado precisar la fecha exacta, pero lo cierto es que, aprovechándose de su influencia en la corte del rey, un cierto día tuvo la oportunidad de conversar con ciertos beduinos de la tribu de los taamireh, que solían apacentar sus cabras en la ribera noroeste del mar Muerto. Estos le describieron que, al tener que correr tras uno de los animales del rebaño que se había extraviado, llegaron a una de las gruta donde se había metido el animal y, cuando tiraban piedras a la pared rocosa para llamar a la cabra, el ruido producido por estas les pareció el de una cerámica. Entonces, entraron en la caverna oscura y descubrieron una jarra que contenía un legajo de cuero y todo cubierto de una pequeña caligrafía hebraica. Odón luego se dio cuenta que estaba frente a una excelente oportunidad de enriquecer, si es que lograba de alguna manera tomar pose del sorprendente hallazgo, aunque no desconfiaba que, en realidad, el manuscrito encontrado en una gruta de Jirbet que había sido habitada en un pasado lejano por una secta ya desaparecida de fanáticos cristianos, fuera el pergamino perdido. Apócrifos del Génesis

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Les pidió a los beduinos que se lo trajeran, pues les retribuiría con una buena suma. Tiempo después ellos volvieron y le mostraron la jarra. Era una antigua vasija, lisa, dura como una roca de Qumrán, y en la que se había aglomerado, con el trascurso de las décadas, varias capas de un polvo amarillo anaranjado veteado de gris. Odón la revisó con cuidado. Notó que era oblonga, estrecha, tenía dos asas a cada lado, y con una tapadera destinada a aislar su contenido. Entonces la abrió y retiró con precaución un cilindro extremamente vetusto y polvoriento. Al sorprendido Odón le pareció que, una vez sacado a la luz del día tras siglos de reclusión, se sacudía la ceniza fuliginosa de su sepulcro, de donde el pergamino se levantó solemne y frágil, para iniciar la cadenciosa marcha de los resucitados. Lo abrió con delicadeza y máximo cuidado, pues estaba enroscado, plegado sobre sí mismo como botón de una rosa en primavera. Le pareció que se asemejaba a párpados humanos por la mañana, pegados por una larga noche de profundo sueño, o como un viscoso capullo de gusano de seda justo antes de abrirse. Pronto reconoció en aquél cadáver palpitante, una escrita parecida a los de los hebreos de hacía milenios, siglos, y que quizás nunca había sido leído. No supo Apócrifos del Génesis

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interpretar lo que se mencionaba en el pliego, pero sospechaba que era algo de mucho valor para la Iglesia y el cristianismo, así que, para no llamar la atención del beduino, los regresó nuevamente al corazón de la jarra. Les ofreció cincuenta shekalim por la jarra, pero los hombres le pidieron cien, pues le dijeron que ellos debían repartir el producto de la venta. Regatearon por unos instantes, cuando Odón acordó en pagarles setenta y cinco, aunque sabía que podría valer mucho más si lograse llevarlo un día a España o cualquier otro país de Occidente. Luego después regresó a su habitación y tomó la precaución de esconder la jarra con su precioso contenido, hasta el día que pudiese volver a su país. Sin embargo, por esa época, Saladino, aprovechando la desunión de los francos, condujo un ejército por el desierto de Sinaí hacia la fortaleza templaria de Gaza. Los Templarios aprestaron sus fuerzas para defenderla, pero Saladino siguió de largo y amenazó con sitiar Ascalón. Pero Balduino IV se puso al frente de un ejército y llegó a la ciudad antes que Saladino, que, dándose cuenta que Jerusalén quedaba indefensa, dejó una fuerza menor para contener a Balduino y marchó hacia Tierra Santa. No en tanto, el 25 de noviembre de 1177, el rey llamó a los Templarios de Gaza y franqueó el cerco de Ascalón, Apócrifos del Génesis

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alcanzando al ejército egipcio en Montgisard para dispersar allí las fuerzas de Saladino, quien escapó nuevamente a Egipto. La victoria fue un triunfo para los francos, y eso pudo haberlos llevado a sobrestimar su verdadero poder. Sin hombres suficientes para llevar más adelante esa victoria, el rey reforzó la frontera con Damasco construyendo un castillo sobre el Jordán, en un lugar llamado Vado de Jacob, del que se decía que fuera allí que Jacob había luchado con un ángel, según se describe en el Génesis. No en tanto, en el verano de 1179 Saladino sitió el castillo, pero Balduino acudió a liberarlo junto a Raymond de Trípoli y los Templarios comandados por Odón de San Amando. El día 10 de junio, el conde Raymond y los Templarios atraparon las huestes de Saladino; y de forma impulsiva estos se lanzaron al ataque, pero terminaron por ser rechazados. Los que en ese momento llegaron a cruzar el río Litani, se refugiaron en la gran fortaleza de Beafort; pero entre las víctimas fatales de los francos hubo muchos Templarios, y entre todos aquellos que fueron tomados prisioneros, se hallaba el gran maestre, Odón de San Amando, que aunque dio pruebas de gran valor en la batalla en que Balduino IV había derrotado a Saladino cerca Rama, no le sirvió de nada, pues poco después, en la Apócrifos del Génesis

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batalla de Sidón, cayó prisionero del mismo Saladino, y acabó sus días en la esclavitud, por causa de su orgullo al no aceptar ser cambiado por un prisionero musulmán. El cronista Guillermo de Tiro, cuyo hermano murió en ese enfrentamiento, llegó a condenar Odón por la arrogancia que era vista entonces como un defecto común de los caballeros del Temple. Llegó a apuntar que las acciones de éste Templario estaban siempre dictadas por el espíritu del orgullo, el cual tenía en exceso; y lo despreció por haber sido un hombre indigno, codicioso, orgulloso y arrogante, con el espíritu de la ira a flor de piel, que no temía a Dios, ni tenía reverencia por el hombre. Sin duda, se trataba de un individuo que fue paradigma del caballero que había hecho su nombre en el oportunismo del mundo secular y que se había unido más tarde a la Orden no por vocación religiosa, sino como un paso más en las altas esferas de la administración laica de la cristiandad y un ávido de los bienes materiales y espirituales a los que tenía acceso. Pero antes de partir con los Templarios a enfrentar a Saladino, Odón le había confidenciado a su amigo, el maestre provincial de Castilla y León, Fr. don Guido de Garda, en el año 1178, que por esos tiempos visitaba Jerusalén, cuál era el local donde guardaba el secreto que él mantenía escondido a siete llaves, y haciéndolo jurar Apócrifos del Génesis

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sobre la cruz, caso le sucediese una desgracia, que éste mantendría el secreto del hallazgo hasta hacerlo llegar un día a España.

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Referencias Bibliográficas -Benedicto Tapia de Renedo - “Así era Juan XXIII”. -Bühren, Ralf van - Los Papas y los artistas modernos. -Carpi, Pier - “Las profecías del Papa Juan XXIII” -Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica. -Concilio Vaticano (1965). Santa Sede «Dei Verbum» (n. 5). -De la Doctrina Cristiana - Catecismo de San Pío X Sociedad Católica. -Desarrollo y evolución del Dogma. Doctrina Católica. -Don, Luitpold - Pablo VI: El reformador solitario. -Eeliete Abécassis - Qumrán. -Flori, Jean - La Guerra santa. -Geoffrey Hindley - Las Cruzadas. -Hebblethwaite, Peter - Pablo VI: El primer papa moderno. -Vidal Manzanares, César - Diccionario de los papas. -Lamy, Michelle - La otra historia de los templarios. -Pamela Kaufman - Leonor de Aquitania. -Piers Paul Read - Los Templarios, Monje y Guerreros. -Prof. João Bernardino Gonzaga - La Inquisición en su mundo. -Robinson, John. J. - Mazmorra, hoguera y espada. -Roncalli, Marco; Capovilla, Loris F. - Juan XXIII: en el recuerdo de su secretario Loris F. Capovilla. -Runciman, Steven - Historia de las cruzadas. -Upton-Ward, J.M. - El Código Templario.

La Tierra Apocalíptica Apócrifos del Génesis

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En las páginas del segundo libro de la trilogía “El Enigma Doctrinal”, el lector encontrará una narrativa de ficción que cubre los acaecimientos ocurridos a través de cinco siglos en la España de los reyes de Castilla, pasando por la época de la Inquisición, hasta llegar a la expulsión de los Jesuitas, y finalizando con la Guerra Guaranítica en las Misiones Orientales. El contenido de la obra “La Tierra Apocalíptica” continúa a mostrar las arengas utilizadas para sobreponer ideas, dogmas y creencias a través de los siglos, y da secuencia al paradero del tan buscado pergamino que fuera descubierto casualmente por Odón de San Amando y remitido posteriormente a su tierra natal. Buscando cumplir con esmero tan delicada misión, en el trascurso de la obra, el paleólogo sacerdote Paolo Dell Messi continuará a encontrar dificultades y amenazas de parte de facciones contradictorias a los intereses del Vaticano y de la Iglesia.

Entresijos del Arca

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El tercer libro de la trilogía “El Enigma Doctrinal”, se compone de una narrativa de ficción que cubre los acaecimientos ocurridos con un ex padre jesuita luego después de la disolución de las Misiones Orientales en territorio brasileño, y su huida hacia Uruguay. Así pues, el libro “Entresijos del Arca” mostrará las peripecias y subterfugios que fueron utilizados por el padre español Lucas C. Marton para esconder el papiro que revelaría un misterio que puede poner a prueba los dogmas y creencias defendidos por la Santa Sede durante milenios. Por consecuencia, para la admiración de muchos, el padre Paolo Dell Messi finalmente logra dar con el paradero del oculto pergamino.

BIOGRAFÍA DEL AUTOR Nombre: País de origen: Fecha de nacimiento: Ciudad:

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Carlos Guillermo Basáñez Delfante República Oriental del Uruguay 10 de Febrero de 1949 Montevideo

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Nivel educacional:

Cursó primer nivel escolar y secundario en el Instituto Sagrado Corazón. Efectuó preparatorio de Notariado en el Instituto Nocturno de Montevideo y dio inicio a estudios universitarios en la Facultad de Derecho en Uruguay. Participó de diversos cursos técnicos y seminarios en Argentina, Brasil, México y Estados Unidos. Experiencia profesional: Trabajó durante 26 años en Pepsico & Cia, donde se retiró como Vicepresidente de Ventas y Distribución, y posteriormente, 15 años en su propia empresa. Realizó para Pepsico consultoría de mercadeo y planificación en los mercados de México, Canadá, República Checa y Polonia. Residencia: Desde 1971, está radicado en Brasil, donde vivió en las ciudades de Río de Janeiro, Recife y São Paulo. Actualmente mantiene residencia fija en Porto Alegre (Brasil) y ocasionalmente permanece algunos meses al año en Buenos Aires (Rep. Argentina) y en Montevideo (Uruguay). Retórica Literaria: Elaboró el “Manual Básico de Operaciones” en 4 volúmenes en 1983, el “Manual de Entrenamiento para Vendedores” en 1984, confeccionó el “Guía Práctico para Gerentes” en 3 volúmenes en el año 1989. Concibió el “Guía Sistematizado para Administración Gerencial” en 1997 y “El Arte de Vender con Éxito” en 2006. Obras concebidas en portugués y para uso interno de la empresa y sus asociados. Obras en Español: Principios Básicos del Arte de Vender – 2007 Poemas del Pensamiento – 2007 Cuentos del Cotidiano – 2007 La Tía Cora y otros Cuentos – 2008 Anécdotas de la Vida – 2008 La Vida Como Ella Es – 2008 Flashes Mundanos – 2008 Apócrifos del Génesis

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Nimiedades Insólitas – 2009 Crónicas del Blog – 2009 Corazones en Conflicto – 2009 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. II – 2009 Con un Poco de Humor - 2009 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. III – 2009 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. IV – 2009 Humor… una expresión de regocijo 2010 Risa… Un Remedio Infalible – 2010 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. V – 2010 Fobias Entre Delirios – 2010 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. VI – 2010 Aguardando el Doctor Garrido – 2010 El Velorio de Nicanor – 2010 La Verdadera Historia de Pulgarcito 2010 Misterios en Piedras Verdes - 2010 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. VII – 2010 Una Flor Blanca en el Cardal - 2011 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. VIII – 2011 ¿Es Posible Ejercer un Buen Liderazgo? 2011 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. IX – 2011 Los Cuentos de Neiva, la Peluquera 2012 El Viaje Hacia el Real de San Felipe 2012 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. X – 2012 Logogrifos en el vagón del The Ghan 2012 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. XI – 2012 El Sagaz Teniente Alférez José Cavalheiro Leite - 2012 Apócrifos del Génesis

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El Maldito Tesoro de la Fragata - 2013 Carretas del Espectro - 2013 Los Piratas del Lord Clive - 2013 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. XII – 2013

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