Acompañada de las mariposas capítulo 10

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Acompañada de las mariposas Capítulo Diez Esa silueta dejó paso a una figura ya peculiar para mi persona, pero que hacía varios meses que no veía. Una persona de mediana altura, con grandes ojos profundos y una nariz picuda siempre característica en ella. Llevaba la ropa sucia y rasgada, muy poco habitual para su personalidad, junto la compañía de una seriedad no usual en su naturaleza de niña dulce y cariñosa. La mariposa, por arte de magia, se había convertido en una fea oruga; al contrario que en la realidad ocurre… pues la princesa con alas ya no era aquella que todas las mañanas despertaba entre algodones. -

¿Fátima?

Dije para mi asombro. En cambio, una tranquilidad se apoderó de todo mi ser, pues si aquella muchacha que se acercaba era la verdadera Fátima que conocía me ayudaría a salir de allí… quizás sabía dónde estaba Alicia y podríamos seguir construyendo nuestro cuento de mariposas, por fin, en libertad. -

Hola Cristina…; veo que a pesar de no cumplir la mayoría de edad, vas a despegar, ¿no?

Su voz sonó tan fría que el temor que se había despegado de mí en cuestión de segundos, volvió a mi ser lo más deprisa que pudo. -

Fátima… ¿cómo estás?, ayúdame a salir de aquí.

Dije con la intención de mostrar seguridad en mi misma y para que ella no presenciase el terror que mi piel irradiaba. -

¿Qué cómo me va?; gracias a tus historias y cuentos sobre la vida y las mariposas mi visión del mundo se vino abajo, como cual historia se debilita al llegar al final… Cristina, esto no es el lugar maravilloso de las mariposas… esto es una auténtica pesadilla de tinieblas…


Me lo dijo con tal rencor que empecé a sudar por minutos, si seguíamos hablando, al final me pillarían… -

Fa… Fát.. yo, yo…. Yo no sé qué decir, pero ayúdame a salir de aquí, encontremos a Alicia y saldremos adelante… por favor.

No mencionó palabra… -

Tú me has quitado mis ilusiones y yo… te quitaré las tuyas…

No entendía la cuestión de sus palabras, sus ilusiones jamás fueron tocadas por mí, yo solo daba ánimos para el día de mañana poder estar fuera… más allá de las cuatro paredes que nos aprisionaba… buscando nuestros sueños… Fátima cogió a Cristóbal entre sus brazos y, ante mi sorpresa y mis ojos sorprendidos llamó al timbre que se encontraba fuera de la estancia, despertando a descaro al vigilante, que, tras cámaras ocultas me vio… Vino hacia mí con rapidez y observó cómo intentaba escapar, ni siquiera me moví, solo en la distancia pude corroborar que Fátima se marchaba con Cristóbal entre sus brazos, que lloraba a descaro por la sacudida… y ahí estuvo mi verdadero final… Toda mi vida pasó ante mis ojos; la imagen de Fátima, en mi cabeza fue por un instante nuestra peculiar directora quitando de mis brazos el ser más preciado que con tan solo catorce años traje al mundo, marchando a Dios sabe qué lugar y… con todo el dolor de mi corazón nuevamente me rendí… Caí arrodillada a la espera del vigilante que se dirigía hacia mí; lloré desconsolada, como cual niño pequeño hace y un paisaje negro rodeó cada parte de mi alrededor, introduciéndome en una auténtica incertidumbre que ni yo adivinaba… estaba como hipnotizada… - - En ese instante un sonido ensordecedor me despertó… y a mi vera me desvelaba mi figura en forma de mariposa, desplegando sus alas hacia un lugar mejor; y justo dos pasos más la cuna de mi pequeño Álvaro que ya se levantaba con su peculiar llanto, síntoma del hambre…


Me vestí deprisa, me dirigí al orfanato en el cual toda mi vida había estado y observé los rostros de los niños y las niñas que allí estaban; todos… -

¿Qué tal has dormido hoy señora directora?

Me dijo entre risas el subdirector del centro… -

Como siempre mis recuerdos me despiertan… pero supongo que la vida hoy me da una nueva oportunidad… Ahora yo soy dueña de este orfanato, y jamás dejaré que ninguna criatura se vea arrullada entre sombras…

Dije con toda la seguridad que me caracterizaba desde siempre… -

¿Y tu pequeño Álvaro?

Acuñó… -

Mi pequeño Álvaro es el dueño de mi corazón… pero jamás sustituto de aquel primer niño que vio la luz de mis entrañas cuando era adolescente ni tampoco de Cristóbal que arrancó de mis brazos,

a descaro… aquella a la que

consideraba amiga… pero… ¿sabes qué?; a veces pienso que ambos son mariposas, al igual que yo lo soy y que vuelan juntitos de la mano vigilándome y cuidándome siempre… Y sonreí…


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