Acompañada de las mariposas capítulo siete

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Acompañada de las mariposas Capítulo Siete -

Ya es la hora

Dijo una voz desde la puerta y yo, con ojos llorosos escuchaba la frase que salía de sus labios. El jefe de estudios pronunciaba esas letras que yo, por desgracia, no deseaba oír, pero que no quedó más remedio que presenciar. -

¿Te lo llevas ya?, pero… aún no me habéis dicho a qué lugar…

Mi tono de voz era de preocupación y se podía observar a leguas que no quería que se marchase. -

Los servicios sociales se harán cargo de él.

Esas palabras era lo que mi cabeza no deseaba reflexionar, me entró pánico y llorando, lo abrazaba aún con más fuerza. -

Parece mentira que llores por él y no por tu amiga.

Del otro lado, adentrando su dedo en la llaga que se me estaba formando, apareció Alicia, la cual, cada vez que pasaban los días, más disgustada se hallaba conmigo. No hice caso a lo que mencionó y seguí en mi mundo, esta vez cantándole una nana. Entre ojos encharcados en lágrimas pude pronunciar algo que estaba esperando decir hacía ya varios días, pero que no dije por temor a desvanecer en aquel lugar; en cambio, lo único que me daba vida en dichos instantes era su figurita y su personalidad, la cual aún no estaba definida, pero que yo ya la apreciaba. -

Hay otra opción.

Todos los que habían entrado a mi habitación para divisar el espectáculo que yo misma estaba formando por mi llanto, se miraron y quedaron anonadados; pues jamás pensaron que mostraría valentía ante aquel que se quería llevar a Cristóbal de mis brazos. -

¿Y se puede saber cuál es esa opción?


Y con dicha pregunta y un gesto que decía un “adelante”, empecé a mostrar mi idea. -

Yo podría…

Alicia se empezó a reír, dio un portazo tras ella, que poco después le supuso un castigo y a lo lejos pronunció… -

¿Volar?... No; adiós a volar como mariposas Cristina…

Que se fundieron en eco en el inmenso orfanato; y que dejó a la vista que yo, irremediablemente no tenía su amistad, como antes. Tan solo le quedaban un par de días para cumplir los dieciocho y yo aún no había arreglado nada con ella; seguro mi vida fuera no encontraría cobijo de aquellas a quienes consideraba amigas… aunque en el fondo, entendía su posición… -

De verdad, yo podría…dame solo una semana; una semana más y te prometo que no fallaré. Yo puedo y si fallo pues ya me llevaré el castigo correspondiente, pero déjame probar… por favor.

Mis pensamientos salieron entre atropellos que dejaron a todos boquiabiertos, incluso a las más pequeñas que ni tan siquiera entendían bien lo que quería decir con mis palabras. -

Por favor…

Volví a pronunciar con el corazón encogido. -

Una semana, solo te doy una semana para que pienses como podrías hacer lo que propones. Ni una más ni una menos… ¿de acuerdo?

Mi respiración se relajó, tenía una semana perfecta para ordenar mis ideas y pensar en una alternativa mejor de la que siempre tenía de primera mano, y como no, sonreí diciendo… -

No os defraudaré, ni a usted ni a la directora.

Todos salieron del dormitorio y me dejaron paso a suspirar y a observar a Cristóbal con detenimiento, que ahora dormía, con respiración pausada y me lo acerqué al regazo… olía tan bien.


Me tiré dos días buscando por el único ordenador que había en el centro, a las horas permitidas para hallar solución al problema que se me venía encima, en cambio, estaba tan atareada que jamás hallaba respuesta. Tenía miedo, pues el tiempo se me echaba encima… -

Es mi cumpleaños, me voy Cristina.

Por la cocina apareció Alicia, que sin esperarlo, se dirigió a mí. Llevaba una mochila, algo menor que la de Fátima cuando marchó y un pequeño maletín donde contenía su diario, de eso no había duda. -

Te echaré de menos aunque no lo creas.

Con un gesto serio se acercó a mí y me dio un afectivo abrazo que yo, indudablemente, no rechacé… pues lo necesitaba, más que nunca. -

Suerte… ¿sabes algo de Fátima?

Atiné a decir. -

No, pero quedamos en que me esperaría en la puerta del orfanato el día de mi cumpleaños, así que tiene que estar ahí. Suerte Cristina, la necesitas más que yo.

Me asomé a la ventana para observar su partida y, con sorpresa, Fátima no se encontraba allí. Vi como Alicia la esperó y esperó durante horas, observé como lloraba desconsolada cuando transcurría el tiempo y ya se echaba la noche encima. A la mañana siguiente, decidí asomarme nuevamente a la misma ventana y Alicia seguía allí… sin rastro alguno de Fátima. Y mi amiga, esa que tanta confianza tenía en aquella que primero marchó, quedó esperando toda la noche. Esperando se encontró con su destino, que al igual que el de las demás era buscar un futuro sin compañía de sus amigas de orfanato… -

Suerte Alicia…

Pensé cuando sus pasos echaron a andar.


-

Ya no seremos mariposas que vuelen en sintonía; pero somos pequeñas orugas que desplegarán sus alas cuando el tiempo pase y construyamos nuestro propio futuro. Te quiero.

Dije en el aire.


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