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La salud mental y el covid

Por: Zarpando

¿Qué es la salud mental? ¿Cómo la miramos desde nuestros hogares? Nos hemos visto envueltos en situaciones de mucha ansiedad, depresión y angustia a raíz de la Pandemia; la que ha transformado nuestras formas de vida y de mirarnos como sociedad; hemos acatado órdenes institucionales que se han planteado en el marco de darnos seguridad y protección, pero; ¿Verdaderamente contamos con esta garantía por parte del Estado?; en las situaciones más difíciles y de incertidumbre el

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Estado nos ha mostrado su débil y frágil gobernanza.

Empiezo este breve ensayo cuestionado el actuar del Estado, pues siendo este el ente generador de seguridad social, no ha garantizado nuestra estabilidad emocional, no se trata únicamente de un tema económico el que agrava la situación del país, se trata de un tema de salud, física, emocional y mental, que llega a ser insostenible por la incertidumbre del manejo del País.

Desde el inicio de este confinamiento del cual ya llevamos 14 meses, la inestabilidad social se ha visto afectada, empezamos este aislamiento confiando en que no duraría mucho tiempo, creyendo que nos encontrábamos en el lugar más seguro para esperar “La Familia – el Hogar – la Casa”, pero no fue hasta que pasaron los meses para darnos cuenta de que ya no pertenecíamos a este lugar; el Mercado – Capitalista y Neoliberal nos ha mantenido fuera de este espacio, desconectados de la convivencia, las relaciones familiares y el reconocimiento de solidaridad que este lugar implica, somos seres hechos para producir, esa es nuestra meta y nuestro fin, como lo dice Byung Chul Han: Nos estamos auto explotando y creemos que esto es realización, creemos que somos libres pero ahora mercantilizamos nuestro cuerpo e imagen, las redes sociales se han convertido en nuestras casas en donde mostramos todo lo que no tenemos, un lugar perfecto, un cuerpo deseable, estabilidad social, mental y económica, nos hemos abandonado como personas reales, porque ahora todos los lugares de socialización son virtuales en donde rendimos cuenta sobre esas figuras arquetípicas socializadas como ideales, mientras nuestras familias se ven afectadas por el abandono real.

Mi experiencia en este confinamiento, no solo afectó mi salud física sino mi salud mental, llegaron momentos en los cuales amanecía llorando por la desesperación del encierro, por la soledad y por la incertidumbre, otros tantos días me llegaba la luz del día trabajando, nos tocó capacitarnos en herramientas virtuales, en plataformas educativas y en la generación de proyectos adaptados a las nuevas necesidades; todos nos ofrecíamos hacer algún tipo de trabajo, no por amor al mismo, sino por miedo a perderlo; aceptamos todas las condiciones necesarias para no perder nuestros empleos.

A los cuatro meses de confinamiento en donde empezamos a reorganizar actividades laborales, me di cuenta que llegar a la oficina ya no era ese lugar de socialización, desarrollo y confort, era un espacio de miedo, de aislamiento y de incertidumbre, con quien conversar sin tener miedo al contagio, yo recurrí a encerrarme en mi oficina y regrese a fumar, no era uno o dos tabacos, me di cuenta que llegué a fumar tres cajetillas en la mañana y por la tarde y noche consumía una más, tenía ganas de ir a verle a mi mamá, pero mis hermanos que pasaron el confinamiento con ella, llegaron a decirme que para entrar a la casa era necesaria una prueba negativa de COVID, ya que yo estaba saliendo y no era segura mi visita, aquí fue en donde pensé ¿no que esto saco lo más humano de nosotros? ¿En dónde queda la confianza de la familia? En unos momentos reflexioné y sentí esta preocupación, y en otros me dolía sentirme rechazada… aprendí a estar sola, a tener que comer unos días y otros no, a entender que mi familia era mi hijo y yo, aprendimos a sostenernos, aprendimos a parar el tiempo y llorar juntos por el miedo de perdernos, deje de fumar hace poco y regrese a conectar con el ejercicio no con el fin de moldear el cuerpo, sino con el fin de conectar con la tierra, he llegado a correr 18 km y sentirme agradecida de que mis pulmones están sanos.

A qué me llevó todas estas vivencias, a entender que lo que se proyecta en las redes sociales no es real, que quienes postean sus vidas perfectas están más jodidos que uno, porque no tienen vida, porque no saben lo que les espera afuera en la vida real en donde no hay filtros ni TIK-TOK para demostrar a los otros lo feliz que te sentías en el encierro, eso no es real, el encierro nos desmembró, nos fragmento como sociedad, ya no sabemos qué es felicidad, porque ahora somos los súper coaching de la alegría en un tras cámaras que ahora nos obliga a entretenernos acumulando títulos, en espera de que el Estado garantice en algún momento la incorporación de la normalidad, algo que creo durará mucho tiempo.