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Los mandatos de la masculinidad hegemónica,, los cuidados y el covid 19

Por: Paúl Ochoa

El COVID 19 puso un alto a todas nuestras actividades, laborales, familiares, estudiantiles, entre otras, varias de estas tareas asociadas a roles y estereotipos de género, una de ellas es el trabajo, vinculado al cuidado económico que generalmente lo hacemos los varones. La construcción del patriarcado es algo muy real que a través de sus mandatos nos llega afectar tanto psicológica como físicamente, en este sentido, el trabajo para muchos de nosotros llega a ser el mandato masculino que nos condiciona para rechazar las respuestas genuinas al dolor que nosotros mismos experimentamos y al dolor que sufren las personas de nuestro entorno.

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Muchas de las veces este dolor sentido de impotencia de no ser la persona que cumpla con el rol de proveedor, no es manifiesto de forma adecuada. Al bloquear cualquier expresión sana de nuestros sentimientos, exteriorizamos en primer lugar nuestro dolor agrediendo y violentando a otras personas, especialmente mujeres, aunque posteriormente ese dolor también se vuelva contra nosotros. Ahora bien, pensamos claramente que los únicos cuidados que nosotros los varones tenemos que brindar a nuestra familia es el cuidado económico, pero ¿Qué pasa si no podemos ejercer ese cuidado? El COVID 19 afectó a familias tanto de recursos medios, como de recursos bajos incluso a aquellas familias de grandes recursos económicos, el trabajo fue reducido en gran medida y muchos de los proyectos sociales particularmente fueron afectados. ¿Si no hay trabajo cómo más los hombres damos cuidados?

Es terrible la sensación de impotencia que sentimos los hombres y que en muchos de los casos nos aferramos al ideal capitalista de esforzarnos para trabajar como único medio de disfrute, autorregulado y autodestructivo, pues mientras más trabajamos, más reforzamos nuestra conducta hacia el compromiso de trabajo, pero realmente ¿cuándo “se disfruta este trabajo”? tal vez cuando seamos viejos y necesitemos alguien que cuide de nosotros pues el trabajo nos quitó vida, tiempo y salud.

La masculinidad y sus hegemonías en el sistema trabajo=capital=tranquilidad

Muchos de nosotros varones que buscamos la deconstrucción de nuestra masculinidad patriarcal, es en varios aspectos sensible, polémico y nulamente abordado en nuestros espacios. Sobre todo, en nuestros espacios más cotidianos, es fácil asumir un trabajo de tolerancia, masculinidad positiva, y deconstrucción en espacios sociales, aunque cuesta los cambios el respeto de convicciones en espacios socializadores estos son manejables e incluso relativamente la construcción de otra masculinidad libre de opresión y violencia se vuelve “un trabajo”.

Pero hemos de confesar que lo que más cuesta es el cambio en lo cotidiano con la pareja, con los hijos, con la familia, a veces el dicho “en casa de herrero, cuchillo de palo” es tal cual pasa; Si bien el patriarcado oprime a los hombres, conservamos intactos los privilegios que nos otorga: Ser los primeros en sentarnos a la mesa, comernos el plato de comida más grande, ser los que ganamos el mejor salario respecto a nuestras colegas, los que podemos ejercer violencia, piropear a las mujeres en la calle, porque esa violencia está naturalizada. No se trata de construir un discurso bajo la lógica del empate entre hombres y mujeres, porque mientras los varones no soltemos esos privilegios, esa idea de que somos víctimas del patriarcado no va a poder ser asumida por nosotros.

El trabajo en mi caso y asumo en el de varios hombres se vuelve un eje profundamente masculino en el que no importa el horario, los días o el tiempo que dedicas lo haces con la firme convicción que haces lo correcto, pues es el eje de responsabilidad de cuidados que ejerces para tú familia, para tus hijos, para tú pareja e incluso con dignidad y hasta con cierta paz psicológica, pues no importa tus ausentismos, no importa si dejas otras tareas de cuidado, cumples con el rol supremo del cuidador económico, pero si la situación ahora no es la adecuada, si el trabajo no existe, si no hay dinero, entonces ¿qué pasa con el rol de cuidador? Claro está no son los únicos cuidados que puedes brindar, pero si sabes que la remuneración económica es indispensable para ti y tú familia.

Esa responsabilidad ya no podría ser la mía, como la de muchos varones en el mundo, pues la situación se complicó, industria, empresas públicas y privadas, la escasez de trabajo, escasez de liquidez entre otro cambio el panorama casi de forma inmediata. Ante esta situación sentí impotencia, enojo y hasta vergüenza he allí los mandatos de la masculinidad pues, se enseña a los hombres desde niños a no mostrar emociones o signos de debilidad: a ocultar todo lo que lo acerque a lo femenino. Los hombres tenemos que demostrar ser hombres de manera constante y periódica y la masculinidad existe en oposición a lo femenino y es por eso se construye en relación a nosotros, las parejas, los amigos, los colegas. Estas emociones no las compartí con nadie, pasaron varias semanas para que mi pareja y mis hijos supieran que no tenía trabajo, tal vez esperaba que la situación cambiara, tal vez esperaba que aparezca otra oportunidad, en fin, me sentía desalentado, desanimado e incluso triste. Sin embargo, no demostré nada de estas emociones.

En algún momento esto se dispara con gritos en nuestras parejas temblando por la intensidad con la que alzamos la voz, o en nuestros hijos imitando nuestras conductas y en nuestras hijas condicionadas a aceptar nuestros arrebatos como algo corriente. Me di cuenta minutos después y justifiqué mi violencia psicológica con la infame y cruel situación sobre el trabajo, su explotación laboral, la típica decisión de autoridades a suprimir el trabajo social y a continuar con lo “esencial”.

Tristeza, dolor y vergüenza = emociones traducción machista = violencia

Ejemplos de estos comportamientos destructivos abarcan desde lo socialmente permitido, como la adicción al trabajo, a lo punible, como la adicción a las

drogas o la violencia. Los hombres tienen el doble de posibilidades de ser víctimas de trastornos de ira. Según datos del Centro de Control del APA, los hombres ingieren más alcohol estadísticamente que las mujeres, ocasionando una tasa más alta de hospitalizaciones y muertes relacionadas con la ingesta de alcohol. “Posiblemente porque hombres bajo la influencia del alcohol tienen más posibilidades de entablar otras conductas de riesgo, como el exceso de velocidad al vehículo o circular sin cinturón de seguridad” (OMS, 2019)

Me he preguntado varias veces por qué no compartí lo que estaba sintiendo, pues, aunque me doy la respuesta de dar tranquilidad a mi familia, a mi pareja y a mis hijos, entonces qué pasa con mi propia tranquilidad, aquí se explica que los diez años de diferencia entre la esperanza de mujeres y hombres poco tiene que ver con la genética. Los hombres morimos antes porque nos descuidamos: tardamos más en reconocer que estamos enfermos, tardamos más en pedir ayuda y una vez que nos ha sido asignado un tratamiento, somos menos consecuentes con él que las mujeres.

Tanto se ha aprehendido de Kaufman, Bonino, Connell sobre las masculinidades y como este peso afecta si sigues la inalcanzable masculinidad hegemónica, como si te alejas de ella. La masculinidad es difícil de conseguir e imposible de mantener, un hecho que Real incluye y que queda de manifiesto en la frase “frágil ego masculino”. Como la autoestima masculina descansa temblorosamente sobre el frágil suelo de la construcción social, el esfuerzo para mantenerla es agotador. Intentar evitar la humillación que queda una vez esta se ha desvanecido puede llevar a muchos hombres a finales peligrosos. No pretendo absolver a muchos hombres de la responsabilidad de sus actos, solo señalar las fuerzas que subyacen bajo este sistema de conductas que comúnmente atribuimos a criterios individuales, ignorando sus causas de fondo.

Muy a menudo, hombres que sufren continúan haciéndolo en soledad porque creen firmemente que mostrar su dolor personal es equivalente a haber fracasado como hombres. “Como sociedad, respetamos más a los heridos silentes”, explica Terry Real, a aquellos que ocultan sus dificultades, que a aquellos que dejan fluir su estado. Y, como con otras cosas, el coste, tanto humano como en dinero real, de no reconocer esta tortura masculina es mayor que el de atender estas heridas, o evitar provocarlas desde un principio. Es de vital importancia que nos tomemos en serio lo que le hacemos a los pequeños asignado género al nacer, cómo lo hacemos y el altísimo coste emocional provocado por la masculinidad, que convierte a pequeños emocionalmente completos en adultos debilitados sentimentalmente.

Finalmente los cuidados económicos no compensan todo el ciclo y los circuitos de cuidados que realizan muchas mujeres incluida mi pareja, pues aunque no ha pasado un día desde que acordamos turnarnos en cocinar no era lo único que debía ser acordado, el trabajo de limpieza, el trabajo de cuidados a un o una hija enferma, el cuidado de un adulto mayor, las tareas y deberes de los hijos, entre otros cuidados, no fueron parte de los acuerdos, pues mi lazo irrompible con mi trabajo era de más peso y de mayor relevancia que los otros cuidados, pues tan equivocado y aún privilegiado de los cuidados que la pareja

te brinda. Ahora bien aunque todos hablan de aprender a vivir en esta nueva realidad; yo, la prefiero así pues tengo “tiempo” para mis hijos, mi pareja, mi familia, cuido y soy cuidado, el Covid-19 paró de golpe nuestras vidas pues, se puede ser hombre, colaborativo, solidario, tierno y no hay que desarrollar el lado femenino de la masculinidad; sino que hay que desarrollar ese aspecto de la masculinidad que ancestralmente parece que tuvimos los seres humanos y que por esta revolución del patriarcado + capital se instaló como una negación para los varones, esta negación que se repite en un sistema capitalista que hace que seas el autorregulador de tu propio trabajo, como instituyente e institucionalizado en el capital.

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