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Resiliencia en tiempos de pandemia

Por: Jaime Mauricio Dután Ll.

En Ecuador, a inicios del 14 de marzo del 2020, se vive un estado de alarma por la crisis sanitaria, que ha incluido aislamiento social de la población, generando incertidumbre, pánico social e impactos sobre la salud mental de la población, donde he podido experimentar que el encierro obligado o cuarentena me ha causado sufrimientos psíquicos como; problemas en el comportamiento social, familiar y afectivo incrementando estados de ansiedad, angustia, adicciones alimenticias y estrés, dentro de este relato narrativo voy a contar cómo experimenté cada uno de estos sufrimientos mentales y como los afronte, teniendo responsabilidades o cargas encima como; la tarea de los cuidados, las tareas domésticas y la educación de forma virtual.

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Recuerdo que, al inicio de la cuarentena, mi vida estaba por cambiar drásticamente, esto ha llegado a modificar mis hábitos diarios. Al principio no me afectó mucho, pero con el paso de los meses, de tanto estar encerrado he cambiado mi alimentación como la disminución de actividad física y la pérdida de interacción con mis amigos y amigas esto ha ido conflictuando mi estado de ánimo, tanto física como mental. Esto se debe a que mi vida cotidiana antes de la cuarentena (pre-cuarentena) iba todos los días por lo general en las tardes a la universidad, estudiaba de manera semi-presencial, comía en bares o restaurantes dentro y fuera de la universidad, donde la alimentación no era nada saludable, la interacción con mis amigos/as era constante. Prácticamente el cambio que he tenido ha sido impactante, debido a que en la actualidad no hago ejercicios y mi alimentación pasó a ser de muy mala (comida chatarra) a saludable (vegetariana), pero también tuve muchos cambios emocionales por diversas situaciones, varios ejemplos fueron; las actividades de cuidado, clases virtuales, la llegada de exámenes y presentación de trabajos.

Algo importante a destacar, es como la cuarentena también afectó a mi abuelita (Rosa) ya que; ̈existen diferencias en la salud física entre varones y mujeres y existen diferencias en salud mental entre varones y mujeres¨, dependiendo de muchos factores entre ellas la edad, con 90 años y la falta de actividad física comenzó con un dolor intenso de la rodilla, seguido con el insomnio, uno de los sufrimientos psíquicos que padeció más mi abuelita fue la ‘’depresión’’. La depresión como una enfermedad universal que aparece de forma general en todos los ámbitos sociales sin distinción de género, etnia o clases, ‘’mayor en mujeres’’, esto le provocó sentimientos de tristeza constante y pérdida de interés en realizar actividades, en la alimentación decidimos comer más saludablemente, mientras que la depresión en mi caso no me afectó mucho en los primeros dos meses, pero poco a poco la depresión se apoderó de mí en los 60 días. Se volvió tan fuerte que ni siquiera, quería levantarme de mi cama, pero las actividades de cuidado, autocuidado y las tareas domésticas

con la universidad, no debía dejarlas, tenía esa responsabilidad llamada ‘’cuádruple rol’’, sentí como se vio afectada mi salud mental, es decir, a pesar de no tener Covid-19 ni familiares con este, sentí como me empezó a invadir sentimientos de enojo, frustración, tristeza y resignación, las noches de insomnio aparece acompañado muchas veces de recuerdos dejándome un llanto en silencio.

Esta cuarentena reduce mucho las relaciones sociales, esto afecta a la condición de varias personas. He escuchado casos de personas con problemas psicológicos, debido a la sensación de encierro, presentando cuadros de depresión y angustia. Para todos y todas resulta importante mantener contacto con otras personas, es decir, relacionarnos e interactuar con el otro/a como un vínculo. Las únicas veces que he salido han sido para ir al médico, el estrés ha llevado a mi abuelita a enfermarse de varias cosas, como la; depresión, gripe, dolores de las articulaciones, crisis de ansiedad, lo mejor que he hecho en esta cuarentena es cuidar de mi abuelita, tanto física como mental, buscar cosas diferentes para que ella no se estrese, como salir al parque, jugar con el perrito, caminar, estar en constante comunicación, cambiar la alimentación como ya lo he venido haciendo desde el inicio de la cuarentena, y evitar a todo costa los pensamientos existenciales y no transmitirlos a mi abuelita, he tratado de poco a poco aumentar la felicidad dentro de mí y de ella, pero todo esto que he estado haciendo me ha alejado un poco de mis estudios universitarios, y los efectos fueron, tener un aprovechamiento muy bajo.

Creo que la educación virtual a distancia es ineficaz, cuando el mismo sistema educativo sigue siendo ´´retrógrada´´, y desigual, y muchos niños/as y jóvenes de niveles primarios, secundarios y hasta universitarios, decidieron desertar en algún momento, por el simple hecho de no tener una computadora o un servicio de internet y otros factores como la economía. Y para las y los que siguen estudiando a nadie le importa aprender si no tienes una buena nota serás excluido o no pasarás de año. Estas realidades resultan desesperantes y en índices muy altos de desigualdad en la educación. Pero lo que nos dicen más, es que debemos cuidarnos y mantenernos bien de salud. Podríamos decir que la sociedad no cambió en casi nada, salvo en ese tiempo de cuarentena extrema, y la generación del medio ambiente. Y ahora que sigo estudiando, mis momentos se redujeron a estrés mental debido a las muchas horas que pasó frente a la computadora, lidiando a veces con la mala conexión a internet y esforzándome en las tareas del hogar y el cuidado especial que requiere mi abuelita.

Lo más importante ha sido valorar el tiempo que he tenido con mi abuelita, especialmente su compañía, porque con ella estoy viviendo más de 5 años y en esta cuarentena nos cuidamos el uno al otro. Puedo expresar que el encierro o confinamiento me ha traído buenas y malas cosas, entre las malas, son las clases que se mantienen, sin embargo, el estar de forma virtual ha disminuido la interacción entre alumno/a y profesor/a. lo que deseo es volver a salir y regresar a nuestras actividades normales. Lo bueno que estará conmigo es la compañía y el cariño que le puedo brindarle a mi abuelita y el saber que ella en ningún momento se contagió ni tuvo síntomas de Covid-19. He aprendido también a valorar la vida, la salud física y mental, aprendí a tener más paciencia, controlar

más ciertos impulsos y adicciones, como lo he repetido anteriormente, el valorar y compartir más tiempo con las personas que nos rodean, en especial con la que más amo y quiero, a mi abuelita (Rosita).