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Editorial • Con el empezó todo

No parecía muy complicado corregir el desastre creado en nuestro deporte, resultado de muy malas y desafortunadas decisiones para rejuvenecer las parrillas del campeonato del mundo de velocidad. A nadie le ha parecido inquietante el desequilibrio total que existe entre formadores y managers en las categorías de base, en las que solo interesa alimentar en apetito insaciable de los equipos profesionales, frente a la imprescindible labor formativa de nuestros niños. Desgracias irreparables y un milagro han sido necesarios para remover conciencias y forzar a que se tomen medidas absolutamente insuficientes y parciales, terriblemente parciales que priman intereses espurios frente a la seguridad de los niños. Si, porque el regreso a los 18 años como edad de entrada a los campeonatos del mundo es de justicia, ya que la anterior situación rayaba en lo ilegal; menores de edad jugándose la vida sobre un misil con dos ruedas. Si, porque el uso obligatorio del airbag en los monos de competición y altamente recomendable para el resto me parece una broma de mal gusto, porque siguen dejando muy claro quien manda aquí y cuáles son los intereses que priman, y no es la seguridad de TODOS los pilotos. Ironías del destino, esta decisión se toma el mismo año en que mi niño, mi ojito derecho, Fabio Quartararo, logra su sueño y el mío, verle coronado como el mejor del mundo en la categoría reina de la velocidad. Con el empezó todo, con la mal llamada LEY QUARTARARO, de la que todos parecían estar muy orgullosos. Los mejores han de estar en el mundial, decían entonces. Cierto, pero no todos son Fabio Quartararo.

____ Rafa Marrodán

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