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Introducción

Existe una creciente concepción de que las inversiones tradicionales que se centran únicamente en adultos o menores limitan impactos potenciales al no comprometerse con las familias de manera integral para apoyar y mantener el crecimiento y las oportunidades. Los enfoques bigeneracionales, por el contrario, abordan el desafío de la pobreza intergeneracional al alinear y coordinar los servicios para los niños y niñas con los servicios para sus padres, madres y/o cuidadores o cuidadoras y desarrollar programas que sirvan a ambos.

Según Haskins, Garfinkel y McLanahan (2014), la crianza y la eficacia de las escuelas públicas, las cuales podrían fomentar la superación de desventajas socioeconómicas, tienen una alta probabilidad de afectar las oportunidades económicas en la adultez de los niños y niñas que crecen en entornos con recursos limitados. Datos intergeneracionales del estudio de panel de “Income Dynamics”1 de Estados Unidos muestran que la movilidad económica ascendente es escasa. El 42 % de los niños y niñas de familias en el 20 % inferior de la distribución del ingreso terminan en el 20 % inferior dentro de la misma distribución de ingresos como adultos, mientras que solo el 6 % llega al 20 % superior. Por el contrario, solo el 9 % de los niños y niñas de familias en el 20 % superior de los ingresos terminan en el 20 % inferior, y el 39 % permanece en el 20 % superior. Esto sugiere que existe un estancamiento en cuanto a la movilidad económica en la adultez de aquellos niños y niñas que viven en el extremo inferior de la escala de la distribución de ingresos. Este contexto sirve para destacar la importancia de asumir los modelos bigeneracionales en la prestación de servicios puesto que tienen como objetivo interrumpir el ciclo intergeneracional de la pobreza

Las estrategias bigeneracionales han existido por décadas. Gran parte del trabajo reciente sobre estrategias bigeneracionales se ha centrado en el desarrollo de programas de “impacto directo” que aborden cinco áreas centrales en torno a las familias de forma regular: (1) el capital social, (2) los bienes económicos, (3) la educación postsecundaria y el empleo, (4) la educación en la primera infancia y (5) la salud física y mental. Actualmente, el paradigma bigeneracional está presente en todo Estados Unidos y en algunos países hispanos como Chile y Puerto Rico. En la mayoría de los casos, los programas combinan el desarrollo de la fuerza laboral y la educación de la primera infancia (Early Head Start y Head Start), junto con otros servicios para toda la familia, e incluyen un componente de acompañamiento psicosocial.

A diferencia de las intervenciones de servicios sociales tradicionales, los modelos bigeneracionales, por definición, apuntan a lograr objetivos que van mucho más allá de obtener mejores resultados individuales. Este modelo se sostiene con marcos teóricos como la teoría del aprendizaje social, la teoría del apego, las perspectivas del desarrollo psicoanalítico, la teoría ecológica y la teoría de sistemas familiares, entre otras. Se espera que un enfoque bigeneracional tenga un efecto multiplicador que conduzca a mejores resultados para toda la familia, las comunidades y el país.

1 El Panel Study of Income Dynamics (PSID) es la encuesta de hogares longitudinal de mayor duración en el mundo, el cual comenzó en 1968 con una muestra representativa de 18,000 individuos en 5,000 familias de los Estados Unidos. Para más información, véase Panel Study of Income Dynamics, Institute for Social Research, University of Michigan, en https://psidonline.isr.umich.edu/

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