El duende quiso madrugar. nº 7

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2 de abril, día mundial del autismo

EL DUENDE QUISO MADRUGAR Revista Literaria SÉPTIMO NÚMERO. ABRIL 2016.

COMO SIEMPRE, NOS ACERCAMOS A LOS ARTÍCULOS DE LARRA. NO SE PIERDA EL LECTOR UN REO DE MUERTE. FLOR Y CANTO, LA POESÍA NÁHUATL MÁS BELLA Y QUE POCOS LECTORES CONOCEN. EL PROFESOR EN EL AULA, O COMO LOS SISTEMAS EDUCATIVOS NO TIENEN EN CUENTA LA DIVERSIDAD.

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EL DUENDE QUISO MADRUGAR

El duende quiso madrugar Número séptimo. Abril de 2016. Publicación de Francisco Javier González de Córdova. Es una revista literaria de publicación mensual de difusión gratuita vía internet. Esta publicación se terminó de editar el 2 de abril de 2016 en Ciudad de México. El contenido de los textos es responsabilidad del autor, cuya libertad de expresión viene amparada en la Carta de Derechos Humanos. Publicación sin fines de lucro. No patrocinada por ninguna organización o empresa. PROHIBIDA SU VENTA

Pintura de logotipo: Caprichos de duendes y monjes, nº 70, de Francisco de Goya. Pintura de portada: La noche estrellada (1889), de Van Gogh. Revista de edición libre para: http://hamartia-world.blogspot.com.es/ Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative Commons Atribución-NoComercialSinDerivar 4.0 Internacional. Para ver una copia de esta licencia, visita http:// creativecommons.org/licenses/by-ncnd/4.0/.

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Bienvenido de nuevo, lector, a un nuevo número de esta revista, que mes a mes renace con el entusiasmo de su inicio, cuando el duende de la literatura llenó de bellas luces la imaginación de quien la edita. Con más o menos esfuerzo, seguimos adelante en la publicación de tan ambicioso proyecto, cuyo único fin es la divulgación de la cultura a un público siempre voluntario de hallarla en tan extenso universo como son las letras y los medios por los que las encontramos. La universalización es un panorama tan amplio como complicado, pero no dejaremos que intentar llegar al lector con lo mejor de nosotros y de la literatura mundial a lo largo de su historia. Este séptimo número, al igual que los anteriores, recogen el entusiasmo y las ganas de hacer un mundo mejor mediante la cultura y el conocimiento. Dejemos la ignorancia para los pobres de espíritu, y emprendamos cada día el hábito del buen leer. Larra es nuestra inspiración; por él nacimos, y a él admiramos, deseando hacer llegar al lector la crítica social que con tantas ansias nos transmitía este sensacional escritor que pretendía acabar con la mediocridad de una sociedad que estaba consiguiendo autodestruirse, hasta que se autodestruyó, y con ella a muchos que tenían a la cultura como la máxima expresión. Una vez que se hunde una sociedad, se necesitan décadas para volver a alzarla; pero el camino es difícil cuando surge el pulso entre aquellos que intentan sacarla adelante, y aquellos que quieren someter al pueblo mediante un arma cruel y envenenado, como es la ignorancia. Una batalla que está lejos de ganarse, porque actualmente es la televisión la mejor propaganda de la que se sirven los tiranos. Si la cultura sigue por los suelos, nosotros estaremos dispuestos a levantarla, aunque sean varios centímetros, aunque tan sólo le llegue a una solitaria alma que sepa agradecerlo, que quiera mantenerse viva en este enorme camposanto que forma la sociedad del siglo XXI. Bienvenido lector a este nuevo renacimiento.

Índice Un reo de muerte, de Mariano José de Larra.

7 El profesor en el aula.

11 Hamartía.

13 Rincón de la Poesía: Diálogo de la poesía: Flor y canto.

14 Noticias Pifias.

17 Citas célebres.

18 Lectura recomendada.

19 El teatro del fin del mundo.

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MARIANO JOSÉ DE LARRA

Un reo de muerte de Mariano José de Larra Cuando una incomprensible comezón de escribir me puso por primera vez la pluma en la mano para hilvanar en forma de discurso mis ideas, el teatro se ofreció primer blanco a los tiros de esta que han calificado muchos de mordaz maledicencia. Yo no sé si la humanidad bien considerada tiene derecho a quejarse de ninguna especie de murmuración, ni si se puede decir de ella todo el mal que se merece; pero como hay millares de personas seudofilantrópicas, que al defender la humanidad parece que quieren en cierto modo indemnizarla de la desgracia de tenerlos por individuos, no insistiré en este pensamiento. Del llamado teatro, sin duda por antonomasia, dejeme suavemente deslizar al verdadero teatro; a esa muchedumbre en continuo movimiento, a esa sociedad donde sin ensayo ni previo anuncio de carteles, y donde a veces hasta de balde y en balde se representan tantos y tan distintos papeles. Descendí a ella, y puedo asegurar que al cotejar este teatro con el primero, no pudo menos de ocurrirme la idea de que era más consolador éste que aquél; porque al fin, seamos francos, triste cosa es contemplar en la escena la coqueta, el avaro, el ambicioso, la celosa, la virtud caída y vilipendiada, las intrigas incesantes, el crimen entronizado a veces y triunfante; pero al salir de una tragedia para entrar en la sociedad puede uno exclamar al menos: «Aquello es falso; es pura invención; es un cuento forjado para divertirnos»; y en el mundo es todo lo contrario; la imaginación más acalorada no llegará nunca a abarcar la fea realidad. Un rey de la escena depone para irse a acostar el cetro y la corona, y en el mundo el que la tiene duerme con ella, y sueñan con ella infinitos que no la tienen. En las tablas se puede silbar al tirano; en el mundo hay que sufrirle; allí se le va a ver como una cosa rara, como una fiera que se enseña por dinero; en la sociedad cada preocupa-

ción es un rey; cada hombre un tirano; y de su cadena no hay librarse; cada individuo se constituye en eslabón de ella; los hombres son la cadena unos de otros. De estos dos teatros, sin embargo, peor el uno que el otro, vino a desalojarme una farsa que lo ocupó todo: la política. ¿Quién hubiera leído un ligero bosquejo de nuestras costumbres, torpe y débilmente trazado acaso, cuando se estaban dibujando en el gran telón de la política, escenas, si no mejores, de un interés ciertamente más próximo y positivo? Sonó el primer arcabuz de la facción, y todos volvimos la cara a mirar de dónde partía el tiro; en esta nueva representación, semejante a la fantasmagórica de Mantilla, donde empieza por verse una bruja, de la cual nace otra y otras, hasta «multiplicarse al infinito», vimos un faccioso primero, y luego vimos «un faccioso más», y en pos de él poblarse de facciosos el telón. Lanzado en mi nuevo terreno esgrimí la pluma contra las balas, y revolviéndome a una parte y otra, di la cara a dos enemigos: al faccioso de fuera, y al justo medio, a la parsimonia de dentro. ¡Débiles esfuerzos! El monstruo de la política estuvo encinta y dio a luz lo que había mal engendrado; pero tras éste debían venir hermanos menores, y uno de ellos, nuevo Júpiter, debía destronar a su padre. Nació la censura, y heme aquí poco menos que desalojado de mi última posición. Confieso francamente que no estoy en armonía con el reglamento; respétole y le obedezco: he aquí cuanto se puede exigir de un ciudadano, a saber, que no altere el orden; es bueno tener entendido que en política se llama «orden» a lo que existe, y que se llama «desorden» este mismo «orden» cuando le sucede otro «orden» distinto; por consiguiente, es perturbador el que se presenta a luchar contra el orden existente con menos fuerzas que él; el que se presenta con más, pasa a «restaurador», cuando no se le

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quiere honrar con el pomposo título de «libertador». Yo nunca alteraré el orden probablemente, porque nunca tendré la locura de creerme por mí solo más fuerte que él; en este convencimiento, infinidad de artículos tengo solamente rotulados, cuyo desempeño conservo para más adelante; porque la esperanza es precisamente lo único que nunca me abandona. Pero al paso que no los escribiré, porque estoy persuadido de que me los habían de prohibir (lo cual no es decir que me los han prohibido, sino todo lo contrario, puesto que yo no los escribo), tengo placer en hacer de paso esta advertencia, al refugiarme, de cuando en cuando, en el único terreno que deja libre a mis correrías el temor de ser rechazado en posiciones más avanzadas. Ahora bien, espero que después de esta previa inteligencia no habrá lector que me pida lo que no puedo darle; digo esto porque estoy convencido de que ese pretendido acierto de un escritor depende más veces de su asunto y de la predisposición feliz de sus lectores que de su propia habilidad. Abandonado a ésta sola, considérome débil, y escribo todavía con más miedo que poco mérito, y no es ponderarlo poco, sin que esto tenga visos de afectada modestia. Habiendo de parapetarme en las costumbres, la primera idea que me ocurre es que el hábito de vivir en ellas, y la repetición diaria de las escenas de nuestra sociedad, nos impide muchas veces pararnos solamente a considerarlas, y casi siempre nos hace mirar como naturales cosas que en mi sentir no debieran parecérnoslo tanto. Las tres cuartas partes de los hombres viven de tal o cual manera porque de tal o cual manera nacieron y crecieron; no es una gran razón; pero ésta es la dificultad que hay para hacer reformas. He aquí por qué las leyes difícilmente pueden ser otra cosa que el índice reglamentario y obligatorio de las costumbres; he aquí por qué caducan multitud de leyes que no se derogan; he aquí la clave de lo mucho que cuesta hacer libre por las leyes a un pueblo esclavo por sus costumbres. Pero nos apartamos demasiado de nuestro objeto; volvamos a él; este hábito de la pena de

muerte, reglamentada y judicialmente llevada a cabo en los pueblos modernos con un abuso inexplicable, supuesto que la sociedad al aplicarla no hace más que suprimir de su mismo cuerpo uno de sus miembros, es causa de que se oiga con la mayor indiferencia el fatídico grito que desde el amanecer resuena por las calles del gran pueblo, y que uno de nuestros amigos acaba de poner atinadísimamente por estribillo a un trozo de poesía romántica: Para hacer bien por el alma del que van a ajusticiar. Ese grito, precedido por la lúgubre campanilla, tan inmediata y constantemente como sigue la llama al humo, y el alma al cuerpo; este grito que implora la piedad religiosa en favor de una parte del ser que va a morir, se confunde en los aires con las voces de los que venden y revenden por las calles los géneros de alimento y de vida para los que han de vivir aquel día. No sabemos si algún reo de muerte habrá hecho esta singular observación, pero debe ser horrible a sus oídos el último grito que ha de oír de la coliflorera que pasa atronando las calles a su lado. Leída y notificada al reo la sentencia, y la última venganza que toma de él la sociedad entera, en lucha por cierto desigual, el desgraciado es trasladado a la capilla, en donde la religión se apodera de él como de una presa ya segura; la justicia divina espera allí a recibirle de manos de la humana. Horas mortales transcurren allí para él; gran consuelo debe de ser el creer en un Dios, cuando es preciso prescindir de los hombres, o, por mejor decir, cuando ellos prescinden de uno. La vanidad, sin embargo, se abre paso al través del corazón en tan terrible momento, y es raro el reo que, pasada la primera impresión, en que una palidez mortal manifiesta que la sangre quiere huir y refugiarse al centro de la vida, no trata de afectar una serenidad pocas veces posible. Esta tiránica sociedad exige algo del hombre hasta en el momento en que se niega entera a él; injusticia por cierto incomprensible; pero reirá de la debilidad PÁGINA 8


de su víctima. Parece que la sociedad, al exigir valor y serenidad en el reo de muerte, con sus constantes preocupaciones, se hace justicia a sí misma, y extraña que no se desprecie lo poco que ella vale y sus fallos insignificantes. En tan críticos instantes, sin embargo, rara vez desmiente cada cual su vida entera y su educación; cada cual obedece a sus preocupaciones hasta en el momento de ir a desnudarse de ellas para siempre. El hombre abyecto, sin educación, sin principios, que ha sucumbido siempre ciegamente a su instinto, a su necesidad, que robó y mató maquinalmente, muere maquinalmente. Oyó un eco sordo de religión en sus primeros años y este eco sordo, que no comprende, resuena en la capilla, en sus oídos, y pasa maquinalmente a sus labios. Falto de lo que se llama en el mundo honor, no hace esfuerzo para disimular su temor, y muere muerto. El hombre verdaderamente religioso vuelve sinceramente su corazón a Dios, y éste es todo lo menos infeliz que puede el que lo es por última vez. El hombre educado a medias, que ensordeció a la voz del deber y de la religión, pero en quien estos gérmenes existen, vuelve de la continua afectación de despreocupado en que vivió, y duda entonces y tiembla. Los que el mundo llama impíos y ateos, los que se han formado una religión acomodaticia, o las han desechado todas para siempre, no deben ver nada al dejar el mundo. Por último, el entusiasmo político hace veces casi siempre de valor; y en esos reos, en quienes una opinión es la preocupación dominante, se han visto las muertes más serenas. Llegada la hora fatal entonan todos los presos de la cárcel, compañeros de destino del sentenciado, y sus sucesores acaso, una salve en un compás monótono, y que contrasta singularmente con las jácaras y coplas populares, inmorales e irreligiosas, que momentos antes componían, juntamente con las preces de la religión, el ruido de los patios y calabozos del espantoso edificio. El que hoy canta esa salve se la oirá cantar mañana.

Enseguida, la cofradía vulgarmente dicha de la Paz y Caridad recibe al reo, que, vestido de una túnica y un bonete amarillos, es trasladado atado de pies y manos sobre un animal, que sin duda por ser el más útil y paciente, es el más despreciado, y la marcha fúnebre comienza. Un pueblo entero obstruye ya las calles del tránsito. Las ventanas y balcones están coronados de espectadores sin fin, que se pisan, se apiñan, y se agrupan para devorar con la vista el último dolor del hombre. –¿Qué espera esta multitud? –diría un extranjero que desconociese las costumbres–. ¿Es un rey el que va a pasar; ese ser coronado, que es todo un espectáculo para un pueblo? ¿Es un día solemne? ¿Es una pública festividad? ¿Qué hacen ociosos esos artesanos? ¿Qué curiosea esta nación? Nada de eso. Ese pueblo de hombres va a ver morir a un hombre. –¿Dónde va? –¿Quién es? –¡Pobrecillo! –Merecido lo tiene. –¡Ay!, si va muerto ya. –¿Va sereno? –¡Qué entero va! He aquí las preguntas y expresiones que se oyen resonar en derredor. Numerosos piquetes de infantería y caballería esperan en torno del patíbulo. He notado que en semejante acto siempre hay alguna corrida; el terror que la situación del momento imprime en los ánimos causa la mitad del desorden; la otra mitad es obra de la tropa que va a poner orden. ¡Siempre bayonetas en todas partes! ¿Cuándo veremos una sociedad sin bayonetas? PÁGINA 9


¡No se puede vivir sin instrumentos de muerte! Esto no hace por cierto el elogio de la sociedad ni del hombre. No sé por qué al llegar siempre a la plazuela de la Cebada mis ideas toman una tintura singular de melancolía, de indignación y de desprecio. No quiero entrar en la cuestión tan debatida del derecho que puede tener la sociedad de mutilarse a sí propia; siempre resultaría ser el derecho de la fuerza, y mientras no haya otro mejor en el mundo, ¿qué loco se atrevería a rebatir ése? Pienso sólo en la sangre inocente que ha manchado la plazuela; en la que la manchará todavía. ¡Un ser que como el hombre no puede vivir sin matar, tiene la osadía, la incomprensible vanidad de presumirse perfecto!

tía ya; todavía no eran las doce y once minutos. «La sociedad –exclamé– estará ya satisfecha: ya ha muerto un hombre.» Revista Mensajero, n.º 30, 30 de marzo de 1835. Firmado: Fígaro.

Un tablado se levanta en un lado de la plazuela: la tablazón desnuda manifiesta que el reo no es noble. ¿Qué quiere decir un reo noble? ¿Qué quiere decir garrote vil? Quiere decir indudablemente que no hay idea positiva ni sublime que el hombre no impregne de ridiculeces. Mientras estas reflexiones han vagado por mi imaginación, el reo ha llegado al patíbulo; en el día no son ya tres palos de que pende la vida del hombre; es un palo sólo; esta diferencia esencial de la horca al garrote me recordaba la fábula de los Carneros de Casti, a quienes su amo proponía, no si debían morir, sino si debían morir cocidos o asados. Sonreíame todavía de este pequeño recuerdo, cuando las cabezas de todos, vueltas al lugar de la escena, me pusieron delante que había llegado el momento de la catástrofe; el que sólo había robado acaso a la sociedad, iba a ser muerto por ella; la sociedad también da ciento por uno: si había hecho mal matando a otro, la sociedad iba a hacer bien matándole a él. Un mal se iba a remediar con dos. El reo se sentó por fin. ¡Horrible asiento! Miré el reloj: las doce y diez minutos; el hombre vivía aún... De allí a un momento una lúgubre campanada de San Millán, semejante el estruendo de las puertas de la eternidad que se abrían, resonó por la plazuela; el hombre no exisPÁGINA 10


ARTÍCULO CRÍTICO

El profesor en el aula Este escrito quizás sea más bien dirigido al profesorado, como también a los padres de alumnos que buscan una buena calidad en la enseñanza y quieren ejercer su derecho para exigirla. ¿Qué es un profesor? Independientemente del grado al que le dé clases, un profesor es aquél que ha de transmitir un conocimiento con el fin de que éste sea aprendido por sus alumnos, para que éstos consigan adquirir una preparación que les haga competentes en la vida, elijan el camino que elijan. Pero no sólo es el profesor un expendio de conocimientos científicos y/o artísticos, sino también un referente moral que ha de influir en la maduración de los jóvenes a la hora de enfrentarse a los problemas que van surgiendo en sus vidas. Por todo esto es necesario que adquieran la labor de profesor aquéllos que no sólo hayan demostrado un nivel apropiado de conocimientos, sino además una moral adecuada, comparable a la de un padre o madre ejemplar. En el mundo laboral no dejamos de encontrarnos ofertas de trabajo para ejercer de profesor, exigiendo una edad joven (muchas veces demasiado joven) para la función docente de cualquier rama en específico. Bien es cierto que lo que se gana en vitalidad y energía, propias de la juventud, se pierde por la falta de experiencia en la vida, tanto personal como docente. Obviamente hay que tener en cuenta las excepciones, por las que muchos jóvenes, por circunstancias de la vida, se han visto obligados a madurar antes de tiempo. Por eso es comprensible que muchas instituciones privadas se valgan de una prueba psicotécnica que evalúe al docente en este grado. Un problema, a nivel gubernamental, lo encontramos en la diversidad del alumno. En casi todos los estatutos que mencionan a la educación,

en los distintos países llamados “democráticos”, hay una mención muy señalada a la diversidad en las escuelas y centros educativos, y cómo ésta debe tenerse en cuenta para la adecuada integración en la sociedad y en la participación del Estado de los diferentes ciudadanos que lo componen. Seguramente hayan oído a estas alturas múltiples casos en que dichos estatutos son violados en numerosas escuelas, así como la inefectividad de muchos gobiernos en este problema de graves dimensiones. Objetivamente, la mayoría del profesorado no está preparada para atender a la gran diversidad que se presenta en sus aulas, ya sean presenciales o virtuales; incluso muchos psicólogos que trabajan en estas instituciones han demostrado no tener el nivel exigido en los diferentes casos (téngase en cuenta las excepciones de las que no trataremos en este momento aquí). Lamentablemente, he sido testigo de dichos hechos. He podido observar, en tercera persona, como un puesto docente ha sido cubierto por personas con dificultades de lectura y escritura, y con un obvio problema para poder transmitir a sus alumnos; ni el hecho de tener una licenciatura en psicología, de la que se supone tendría que tener un mayor tacto a la hora de tratar la diversidad, le daba la sensibilidad esperada y marcada por los estatutos referentes a la educación. Les voy a poner un ejemplo de lo que digo. Imagínense que en un aula tenemos a quince alumnos neurotípicos, y a un alumno con síndrome de Down (soy consciente de que este número tan reducido de alumnos en un aula forma parte de la fantasía, puesto que la realidad es más difícil de digerir). ¿Podremos evaluar de la misma manera a este alumno que al resto de sus compañeros? Obviamente nunca podremos exigirle el mismo nivel que a la mayoría, y, por tanto, nuestro sistema de evaluación con respecto a él ha de darse en proporción a su esfuerzo más que a su nivel de PÁGINA 11


comprensión. Aún conscientes de que su nivel pueda ser inferior al del resto de sus compañeros, podrá conseguir la máxima nota de acuerdo a otros parámetros exclusivos de su nivel. Si un profesor no comprende esto, no debería ejercer la docencia; pero como ya he mencionado antes, muchos profesores y maestros violan constantemente, con o sin conocimiento de causa, los derechos del menor y de la diversidad misma, ante los ojos de los gobiernos que han escrito estas mismas leyes. Uno de los grandes problemas por lo que existe esta violación en los derechos de la diversidad es el número excesivo de alumnos por aula, lo que supone a los gobiernos un ahorro considerable que deciden redirigirlo a asuntos particulares, lejos de los intereses ciudadanos. Como es de esperarse, los gobernantes no van a admitir la sobrepoblación en las aulas y el número tan limitado de maestros y profesores contratados para las mismas, así como la falta de centros escolares, que podrían facilitar la solución al problema que tratamos aquí. Si pensamos mal, hasta pareciera que hay un acuerdo entre partidos para deteriorar gradualmente todos los sistemas educativos, desviando la vista del ciudadano a otros problemas, muchas veces inventados, como las crisis económicas que, casualmente, afectan a la población más pobre, mientras que enriquece a los que ya son ricos y a sus escuelas correspondientes.

en la creación de un mundo mejor. Cuando la base de nuestra sociedad, que son los menores, queda dañada por la mala atención e intención, el futuro de un país (debemos saber) va a quedar en las manos de gente despiadada y dictatorial, deseosa de ver sometido a su pueblo, que no debe conocer los instrumentos que le permitan defenderse. Con opio se alimenta al ignorante, que el opio exige, porque así lo aprendió, desechando las letras, que termina viendo trabajosas (porque nunca le motivaron acercarse a ellas), para hacer de su vida una miseria que nunca querrá aceptar como tal, porque la aprendió a querer como suya, por ser lo único a lo que aspira. El mediocre, o está predispuesto genéticamente, o los gobiernos se encargan de crearlo. Francisco Javier González de Córdova.

Veamos ahora, nuevamente, al maestro y al profesor como individuos. ¿Cuál debe ser su papel ante el deteriorado sistema que le rodea, en el que está observando constantemente que el futuro alumnado está perdiendo una gran oportunidad para ser una persona competente y necesaria para el correcto funcionamiento de su país, bajo los valores de bondad y justicia? Porque sin el conocimiento es imposible la constitución de la bondad, y sin bondad nunca puede haber justicia; y sin justicia nunca habrá oportunidades de crecimiento, ni la paz que tanto ansiamos los que creemos PÁGINA 12


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RINCÓN DE LA POESÍA

Diálogo de la poesía: Flor y canto La poesía náhuatl es un conjunto de poemas cosmogónicos —es decir que intentan explicar el origen del humano universo— rituales y de celebración al sol y a los demás dioses, así como al amor, la belleza y el heroísmo; reflexionan sobre el sentido de la vida y expresan el sentimiento de la brevedad de la misma y de la servidumbre, es decir, haber nacido para servir a los dioses; además hacen con frecuencia presente a la muerte. En náhuatl la poesía se llamaba “flor y canto” (in xóchitl, in cuícatl), un rico nombre compuesto que describía simultáneamente varios aspectos de la actividad poética. “La flor-y-el-canto” consistía en un diálogo con el propio corazón, con lo divino, con el mundo y con el pueblo, y tenía mucha importancia en la sociedad de los nahuas. Los poetas eran príncipes o sacerdotes que representaban el sentimiento de la colectividad. Los cantos e historias se aprendían de memoria, pero existían grandes carteles (algunos de los cuales se conservan en códices europeos) con diseños y signos fonéticos que el sacerdote indicaba con el dedo mientras entonaba el poema correspondiente. Esta actividad se llamaba “cantar pinturas”. La poesía en náhuatl tiene y ha tenido un importante desarrollo a lo largo de muchos siglos, aún se pueden encontrar libros en los cuales se rescatan las formas de expresarse de los habitantes las antiguas civilizaciones que hablaban esta lengua; y en las comunidades de nahua-hablantes se pueden rescatar muy variadas formas de este importante arte. El náhuatl es aún hablado en muchas regiones de México inclusive por personas que tienen mínimo contacto con el español, por lo tanto conservan muy buena parte de su cultura. Aunque principalmente estos poemas se transmitían oralmente de generación en generación por medio de cantos y rituales, se pueden rescatar diversos autores distinguidos a los cuales se les atribuyen muchos cantos en náhuatl, por ejemplo Nezahualcóyotl, su hijo Nezahualpiltzin, príncipes-sacerdotes como Tecayehuatzin, Temilotzin y Yoyontzin. Fuente: Wikipedia.org TECAYEHUATZIN Invitación a los poetas.

¿Dónde andabas, oh poeta? Apréstese ya el florido tambor, ceñido con plumas de quetzal, entrelazadas con flores doradas. Tú darás deleite a los nobles, a los caballeros águilas y tigres.

Su llegada al lugar de la música.

Bajó sin duda al lugar de los atabales, allí anda el poeta, despliega sus cantos preciosos, uno a uno los entrega al Dador de la vida.

"Flor y canto": el don del pájaro cascabel.

Le responde el pájaro cascabel. Anda cantando, ofrece flores. Nuestras flores ofrece. Allá escucho sus voces, PÁGINA 14


en verdad al Dador de la vida responde, responde el pájaro cascabel, anda cantando, ofrece flores. Nuestras flores ofrece. La poesía del príncipe Ayocuan.

Como esmeraldas y plumas finas, llueven tus palabras. Así habla también Ayocuan Cuetzpaltzin, que ciertamente conoce al Dador de la vida. Así vino a hacerlo también aquel famoso señor que con ajorcas de quetzal y con perfumes, deleitaba al único Dios.

"Flor y canto", ¿lo único verdadero?

¿Allá lo aprueba tal vez el Dador de la vida? ¿Es esto quizás lo único verdadero en la tierra?

Invitación y alabanza de los príncipes poetas.

Por un breve momento, por el tiempo que sea, he tomado en préstamo a los príncipes: ajorcas, piedras preciosas. Sólo con flores circundo a los nobles. Con mis cantos los reúno en el lugar de los atabales. Aquí en Huexotzinco he convocado esta reunión. Yo el señor Tecayehuatzin, he reunido a los príncipes: piedras preciosas, plumajes de quetzal. Sólo con flores circundo a los nobles. AYOCUAN

Respuesta de Ayocuan. El origen de la "flor y el canto". Elogio de Tecayehuatzin y de la amistad.

Del interior del cielo vienen las bellas flores, los bellos cantos. Los afea nuestro anhelo, nuestra inventiva los echa a perder, a no ser los del príncipe chichimeca Tecayehuatzin. ¡Con los de él, alegraos! La amistad es lluvia de flores preciosas. Blancas vedijas de plumas de garza, se entrelazan con preciosas flores rojas: en las ramas de los árboles, bajo ellas andan y liban los señores y los nobles.

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Las flores y los cantos de los príncipes, ¿hablan acaso al Dador de la vida?

Vuestro hermoso canto: un dorado pájaro cascabel, lo eleváis muy hermoso. Estáis en un cercado de flores. Sobre las ramas floridas cantáis. ¿Eres tú, acaso, un ave preciosa del Dador de la vida? ¿Acaso tú al dios has hablado? Habéis visto la aurora, y os habéis puesto a cantar.

Anhelo de hallar flores y cantos.

Esfuércese, quiera las flores del escudo, las flores del Dador de la vida. ¿Qué podrá hacer mi corazón? En vano hemos llegado, en vano hemos brotado en la tierra.

"Flor y canto": recuerdo del hombre en la tierra.

¿Sólo así he de irme como las flores que perecieron? ¿Nada quedará en mi nombre? ¿Nada de mi fama aquí en la tierra? ¡Al menos flores, al menos cantos! ¿Qué podrá hacer mi corazón? En vano hemos llegado, en vano hemos brotado en la tierra.

Las "flores y cantos" perduran también con el Dador de la vida.

Gocemos, oh amigos, haya abrazos aquí. Ahora andamos sobre la tierra florida. Nadie hará terminar aquí las flores y los cantos, ellos perduran en la casa del Dador de la vida.

Expresión de duda: aquí es la "región del momento fugaz", ¿cómo es en el más allá?

Aquí en la tierra es la región del momento fugaz. ¿También es así en el lugar donde de algún modo se vive? ¿Allá se alegra uno? ¿Hay allá amistad? ¿O sólo aquí en la tierra hemos venido a conocer nuestros rostros?

Fragmentos recogidos del libro Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares, de Miguel León-Portilla

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NOTICIAS PIFIAS

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CITAS CÉLEBRES “Desgraciadamente, suelen olvidar su inferior jerarquía y pretenden tocar la zampoña, con la irrisoria pretensión de que otros marquen el paso a compás de sus desafinamientos. Tórnanse entonces peligrosos y nocivos. Detestan a los que no pueden igualar, como si con sólo existir los ofendieran. Sin alas para elevarse hasta ellos, deciden rebajarlos: la exigüidad del propio valimiento les induce a roer el mérito ajeno: Clavan sus dientes en toda reputación que les humilla, sin sospechar que nunca es más vil la conducta humana. Basta ese rasgo para distinguir al doméstico del digno, al ignorante del sucio, al hipócrita del virtuoso, al villano del gentilhombre. Los lacayos pueden hozar en la fama; los hombres excelentes no saben envenenar la vida ajena”. El hombre mediocre, de José Ingenieros.

“He decidido apegarme al amor. El odio es una carga demasiado grande para soportar”. MARTIN LUTHER KING “Nunca consideres el estudio como una obligación, sino como una oportunidad para penetrar en el bello y maravilloso mundo del saber”. ALBERT EINSTEIN “No podemos modelar a nuestros hijos según nuestros deseos, debemos estar con ellos y amarlos como Dios nos los ha entregado”. GOETHE “Hay alguien tan inteligente que aprende de la experiencia de los demás”. VOLTAIRE “Del hablador he aprendido a callar; del intolerante, a ser indulgente, y del malévolo a tratar a los demás con amabilidad. Y por curioso que parezca, no siento ninguna gratitud hacia esos maestros”. KHALIL GIBRAN “Quien volviendo a hacer el camino viejo aprende el nuevo, puede considerarse un maestro”. CONFUCIO

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LECTURA RECOMENDADA El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez. Es difícil no encontrarse al espíritu romántico tras sus páginas. Pero ha de reconocer el lector que el clímax de la novela acaba con el espectro romántico que, por momentos, se reaparece en ella. El amor es el tema principal que recorre cada página de esta excepcional novela, que recomiendo leer a todo aquél que aspira a escribir una. Olvidémonos de las clases de redacción que pretenden vender, a modo de producto, la salida de sus aulas de futuros escritores exitosos. Si quieren aprender a escribir, primero deben comenzar por leer. El ser un buen escritor no implica nacer con dicho don; éste ha de adquirirse con el trabajo, pero no en clases de redacción, sino desde la lectura, contando además con clases de literatura, para tener un conocimiento más generalizado de las corrientes que se dieron en la historia de la humanidad. Sea este libro, El amor en los tiempos del cólera, un buen ejercicio para practicar una forma de estructura de excelente presentación para el público lector. Las historias paralelas de los personajes, encontradas en el mismo punto, el espectro del amor, completa la sublime presentación de esta novela, que nos traslada a una época de cambio en la realidad latinoamericana. García Márquez nos vuelve a impresionar con la presentación de múltiples personajes, capaces de intimidar con el lector al presentarlos en sus distintos aspectos psicológicos, identificables con los distintos niveles socioeconómicos y culturales de la población. La oposición rico/pobre aparece en toda la obra, otorgándole a ésta la óptica necesaria que mantiene al lector embebido en sus páginas. Así, la superación de Florentino Ariza, bajo el escudo del amor, hace de su lucha una dignidad frente al que se deja derrotar por situaciones difíciles. La motivación de una justicia divina, actuando en beneficio del ser humano, se vuelve tangible al final de esta historia que comienza en el amor, inclinándose después al fracaso amoroso, al estilo de la novela romántica, pero llegando a un clímax amoroso poco esperado por los personajes, que consigue sobreponerse a los desatinos tan recurrentes de las novelas dieciochescas. El final feliz del protagonista, después de varias historias y finales desgraciados, consigue el clímax esperado en el lector, que sufre por las sacudidas tempestuosas en los diferentes capítulos de la novela. Al final, el destino o un dios apiadado por el amor sufrido del personaje principal, parece hacer justicia, la misma que Florentino espera en ésta u otra vida. Disfrute el lector con esta magnífica novela, pudiendo reforzarla con una gran reproducción llevada a la gran pantalla, bajo la dirección de Mike Newell; pero no se contente únicamente con la película, pues, como siempre, el libro supera con creces las expectativas, y más procediendo de un escritor tan magnífico como Gabriel García Márquez. Francisco Javier González de Córdova PÁGINA 19


EL TEATRO DEL FIN DEL MUNDO Otra actuación acaba, esta vez entre vítores. El público, contento, comienza a salir del recinto. El telón se baja, y, en pocos minutos, el teatro vuelve a quedar desnudo, sin la presencia del respetable ni los actores; sólo queda el alma del arte que, por sí solo, embellece el lugar. En cambio, cuando la escena no ha brillado, parece haber una decepción, sobre todo para aquéllos acostumbrados a convivir con el arte, en varias de sus formas. Cuando el descontento se siente, es parecido a haber descubierto una mentira tan mal expresada que se hace evidente a la persona culta. Tiempo perdido de quien se engaña al pretender engañar a su prójimo con tan pésima representación, típico de tan mal actor que se atreve a subir a escena. No crean que es mejor por ello el que mejor actúa en la mentira; más rabia suele dar al justo ver que quien miente se termina creyendo lo que en un principio sabía por falso. El teatro no consiste en transmitir un falso pensar, sino en dejarse invadir por el alma del arte, a tal punto de sentirlo recorrer las venas, hasta que penetra en el corazón, convirtiendo el alma en pureza artística. Muchos actores hablan de lo difícil que es hacer reír al respetable, dando a entender la facilidad que es hacerle saltar las lágrimas. Desde mi punto de vista, considero más complicado conmover hasta las lágrimas que provocar la risa, porque considero que nuestra sociedad actual aprendió a reírse de todo con una facilidad alarmante. Si las lágrimas fueran parte común de nuestro mundo, no lo estaríamos despedazando tan míseramente. Si el mundo trágico en que vivimos no nos hace llorar, no esperemos un cambio radical del mismo. Mediante la risa, el ser humano pretende olvidar la desgracia que le rodea, sin enfrentarse a las lágrimas que podrían justificar tanto mal que nos invade y nos destroza como sociedad. Aceptar el llanto es aceptar la desgracia, y ésta, una vez comprendida, podría resultar un incentivo, para quienes la sufren, que lleve a luchar, tanto individual como colectivamente, a una sociedad que necesita recuperar su virtud mediante sus derechos y obligaciones, apegados siempre a la justicia suprema, que es diferente que la justicia de la que habla el tirano. ¿El público supo entender alguna vez al payaso, que mientras deja caer una lágrima, pretende hacer reír a quien le acompaña? Errada visión del payaso también, que se contenta con aflorar lo más sencillo de expresar. Si no se transmiten esas lágrimas, no se transmite humanidad. La carcajada nos deshumaniza, nos convierte en locos por un momento; locura muchas veces encantadora y sana, cuando sabe aliviar las tensiones que nos matan; es insana cuando nos sirve para olvidar, alejándonos así de la gente que a nuestro alrededor sufre. Es por eso por lo que el payaso debe dejar de fingir, y mostrarle al mundo con filosofía lo importante que es el dolor, para conseguir que éste desaparezca verdaderamente del mundo. Pensamiento romántico que nos intentan hacer olvidar, por temor a que la sociedad aprenda a levantarse por sí sola. Porque un público quede satisfecho no implica que sepa atender a la razón. La satisfacción es también del equivocado, así como de quien acepta el opio a la autodeterminación. Satisfecho está el vago por no tener que trabajar; así como satisfecho estará el filósofo tras haber buscado la verdad durante toda su vida, y haber presenciado un leve resplandor de ésta. Lo malo, así como lo bueno, se nutre de su producto, y ambos procuran expandir sus ideales. Nadie supo explicar bien la parábola en la que Jesucristo pone la otra mejilla; sé que unos lo tildan de absurdo, pero tiene un significado lógico. Si uno responde al mal con las mismas armas con que éste ha actuado, uno ya forma parte de ese mal al que ha respondido. Pero el bien no significa aguantar, sino saber responder en la justa medida, sin permitir que el mal invada su alma. Porque ese es el fin del mal, encontrar una respuesta tan feroz como los actos que produce; es el constante provocador, que no parará hasta crear un número mayor de iguales, poniéndose él mismo como ejemplo ante su máximo enemigo, el bien. El mundo es una guerra silenciosa que cada día va inclinando su balanza PÁGINA 20


al resultado negativo, que utiliza el arma más poderosa que, como epidemia, va invadiendo el interior de cada ser humano; esta arma es la ignorancia, el cetro de la maldad de nuestro pequeño universo. No quiero que el lector ateo se incomode con mis menciones histórico-cristianas, pero hay una cosa que no me va a poder negar, y es que en este mundo son indispensables las presencias del bien y del mal; por algo, casi todos los gobiernos, han decidido construir una institución que habla de justicia, aunque también sabemos que muchos líderes se apropian de ella para mantener a sus asuntos ilícitos intactos, queriendo ajusticiar al ciudadano ejemplar, y protegiendo al que es ruin e injusto como él. El mal en el mundo es indiscutible; lo complicado, en muchas ocasiones, es encontrarnos el Bien (sí, en mayúsculas). Tan escondido se muestra tantas veces que hasta la conciencia humana mantiene incertidumbre en la hora de reconocerse a sí misma. ¿Cuándo no hemos visto al malo poniéndose etiquetas de bondad, mientras que el bueno, que muchas veces se siente miserable, teme verse a sí mismo? Y no hablo aquí de la falsa modestia, que con el adjetivo “falsa” ya se define a sí misma. La humildad no se expone a sí misma como una virtud frente a las otras; la humildad es una carga silenciosa que se lleva, y que desconoce aquél o aquélla que la porta. Puede parecerles a algunos que ya abandoné el tema inicial de este artículo, pero ¿acaso no estamos hablando desde el principio del fingimiento o de la autorrepresión a la hora de no saberse definir el ser humano como una persona buena o mala, así como sus gustos y su reconocimiento a todo lo que le rodea, ya sea una obra de teatro? La incapacidad de apreciar la Belleza, así como las creaciones bien fundadas, implica una incapacidad para observar y diferenciar lo bueno de lo malo, el bien del mal, así como el Bien del Mal en mayúsculas, independientemente de cualquier ideal religioso. Pido al lector que sea bueno, y ojalá termine por comprender que el mal no es la finalidad para conseguir las cosas. Las cosas perecen tarde o temprano, pero nuestra conciencia perdura y se queda en este mundo más allá de nosotros. Nadie pierde ni gana en una escena; no es realidad el teatro de la vida, simple representación que no cuida del beso entregado en la última cena. Limitados papeles en escena muestran lo corto del viaje de ida, senda que para todos es la vida, y para el buen visionario es condena. El telón se abre por igual a todos; unos deciden virtuosos caminos; eternas decisiones que en el lodo prefieren otros, oscuros destinos; es el libre albedrío que nos marca, el bien y el mal que antecede a la Parca. Francisco Javier González de Córdova PÁGINA 21


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Esta obra pretende acercar al alumno, tanto de secundaria como universitario, a una visión más amplia del mundo histórico literario que nos envuelve. A través de una limitada selección de obras se servirá al estudiante para encontrar los ejemplos a la hora de iniciarse en la realización de un comentario de texto, así como los indicios de búsqueda para aventurarse en la investigación que requiere el estudio filológico.

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