El duende quiso madrugar. nº 11

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EL DUENDE QUISO MADRUGAR Revista Literaria UNDÉCIMO NÚMERO. SEPTIEMBRE 2016.

PRODUCIDO POR Ejemplar gratuito Publicado en internet


EL GRITO DE DOLORES 16 de SEPTIEMBRE

INDEPENDENCIA DE MÉXICO PÁGINA 2


EL DUENDE QUISO MADRUGAR

El duende quiso madrugar Número undécimo. Septiembre de 2016. Publicación de Francisco Javier González de Córdova. Es una revista literaria de publicación mensual de difusión gratuita vía internet. Esta publicación se terminó de editar el 3 de septiembre de 2016 en Ciudad de México. El contenido de los textos es responsabilidad del autor, cuya libertad de expresión viene amparada en la Carta de Derechos Humanos. Publicación sin fines de lucro. No patrocinada por ninguna organización o empresa. PROHIBIDA SU VENTA

Pintura de logotipo: Caprichos de duendes y monjes, nº 70, de Francisco de Goya. Pintura de portada: Niña con alcatraces (1941), de Diego Rivera. Pintura de contraportada: Hidalgo (1959), de Jesús Helguera. Revista de edición libre para: http://hamartia-world.blogspot.com.es/ Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional. Para ver una copia de esta licencia, visita http://creativecommons.org/licenses/by-ncnd/4.0/.

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Bienvenido al lector que se reencuentra nuevamente con nuestras páginas, así como al nuevo lector que, quizás por curiosidad, acaba de llegar hasta nosotros. En nuestras páginas se encierra en esta ocasión parte de la historia de nuestros países más cercanos. Porque lo bueno a veces no es tan bueno, ni lo malo es tan malo como aparenta, la historia se escribe para que gente como nosotros la volvamos a recoger con un único fin, que no pierda ni se olvide. Hemos querido hacer conmemoración de doscientos dos años de independencia mexicana, dedicando apartados especiales en esta, nuestra undécima, revista. México tiene una historia demasiado rica, y aunque a algunos pueda parecerles que utilizamos símbolos nacionalistas para abarcar nuestro compromiso con este gran país, con orgullo podremos decir que hacemos eco de una historia escrita en los símbolos patrios, los cuales son la explicación del surgimiento de la patria mexicana. Tampoco dejamos atrás al símbolo de nuestra revista, Mariano José de Larra, al que debemos la idea original de la misma, y es por eso que le rendiremos homenaje constantemente, porque vemos en él a una personalidad importante de la cultura española, cuna de un servidor, y continuo sepulcro de la mediocridad actual que no permite avanzar a la educación y la libertad en los términos exigidos. Somos y seremos siempre una revista sin ánimo de lucro, y sin mayor pretensión de conseguir acercar, al público que se deje, las letras de nuestra inmensa cultura, antes que las decisiones políticas consoliden su tumba con la complicidad de los mediocres que aplaudirían igualmente el regreso de la quema de brujas en plazas públicas. Porque tampoco estamos a favor de la guillotina revolucionaria, a menos que se traspasen límites insospechados, proclamamos la paz que tanto merece este mundo, y que el grueso de la mano política mundial ha decidido exterminar mediante terror y engaños, sembrando en el público iletrado los rencores que sirven de justificación para seguir sacándonos la sangre a todos los vivos, y así hacerse de los restos muertos u oro negro que domina la economía mundial.

Índice Especial México: El grito de Dolores.

7 Rincón de la poesía: Himno Nacional Mexicano.

11 Noticias Pifias.

14 Yo quiero ser cómico, de Mariano José de Larra.

15 Artículo crítico: La superación personal o la supervivencia del ser.

19 Libro recomendado.

23 Frases célebres.

24 El teatro del fin del mundo.

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Atte., la edición de esta revista. PÁGINA 5


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EL GRITO DE DOLORES

La independencia de México El Grito de Dolores es considerado el acto con que dio inicio la guerra de Independencia de México. Según la tradición, consistió en el llamado que el cura Miguel Hidalgo y Costilla, en compañía de Ignacio Allende, Juan Aldama, hizo a sus feligreses con el fin de que desconocieran y se sublevaran en contra de la autoridad virreinal de la Nueva España en la mañana del 16 de septiembre de 1810, para lo cual tañó una de las campanas de la parroquia de Dolores, hoy municipio de Dolores Hidalgo, estado de Guanajuato. No existe documento alguno de participantes o testigos directos en las primeras horas del movimiento independentista; lo único seguro es que la mañana del 16 de septiembre de 1810 Miguel Hidalgo convocó de alguna manera a los habitantes de Dolores y zonas aledañas, a quienes dirigió una arenga para que se sumaran a la rebelión, con lo que se formó el primer contingente que se alzó contra las fuerzas virreinales. Fuera de esos hechos, ninguno de los detalles que se conocen constan en documentos históricos de primera mano, por lo que son susceptibles de ponerse en duda. Según la tradición, la noche del sábado 15 al domingo 16 de septiembre de 1810, avisados de que la conspiración en Querétaro había sido descubierta, Hidalgo y los otros líderes de la conjura decidieron iniciar el levantamiento contra las autoridades novohispanas. Se dirigieron a la parroquia, donde se tocó la campana ubicada en la torre oriente. Los habitantes del pueblo, pensando que se trataba de una emergencia, despertaron y se reunieron en el atrio. Una vez ahí, Hidalgo les dirigió una arenga en el que los convocó a alzarse en armas contra las autoridades españolas, dado que habían abdicado a favor de los franceses, que concluyó con una serie de consignas. Las palabras exactas que pronunció tal vez nunca se sepan. Se considera que este acto constituye el inicio formal de la Guerra de Independencia mexicana. Aunque hay consenso entre los historiadores en aceptar que Hidalgo efectivamente convocó a los dolorenses, no hay evidencia alguna del sitio exacto en el que se dio la arenga ni las palabras que la constituyeron, así como tampoco consta que el cura tocara una campana. Así, por ejemplo, algunos autores afirman que Hidalgo no dio el Grito frente a la puerta principal de la parroquia de Dolores, sino desde uno de los balcones de su casa, ubicada a dos calles al sur, sin reparar que esa edificación no tiene ni tuvo jamás balcones porque sólo tiene una planta. Asimismo el contenido de la arenga es dudoso. El texto ha sido alterado con posterioridad sirviendo a los intereses del gobierno respectivo, con adiciones como "Viva la América española" (un reclamo posterior), "Mueran los gachupines" (una expresión de rivalidad que sólo aparecería más tarde por parte de Miguel Hidalgo) o "Viva México". Al no existir una relación literal del Grito, todo lo que se conoce queda en testimonios de segunda o tercera mano. Así, por ejemplo, el oficio publicado por Manuel Abad y Queipo, obispo electo de Valladolid de Michoacán en la Gazeta Extraordinaria del Gobierno de México, del viernes 28 de septiembre de 1810 (documento visible en la página web del Archivo General de la Nación en la sección relativa al Bicentenario de México), en cuyo folio 809, se lee textualmente lo siguiente: "...E insultando á la religión y á nuestro soberano D. Fernando VII, pintó en su estandarte la imagen de

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nuestra patrona nuestra Señora de Guadalupe, y le puso la inscripción siguiente: Viva nuestra Madre Santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII. Viva la América. Y muera el mal gobierno...". Lo que se ha confirmado es que la arenga no se dio en la noche del 15 de septiembre ni durante la madrugada, sino alrededor de las ocho de la mañana del día 16, y que los pobladores de Dolores no acudieron de forma inmediata al llamado, al menos no con la rapidez que atribuye la tradición. En 1910, el historiador queretano Valentín F. Frías propuso que, dado que la mayoría de los integrantes del primer ejército independentista eran pobladores rurales de comunidades distantes, era poco creíble que el cura lograra reunir una muchedumbre inmediatamente después de tocar la campana, por lo que seguramente quienes respondieron arribaron al atrio en el curso del día. De cualquier forma, con grito o sin él, el domingo 16 de septiembre se debía tocar la campana para llamar a misa. La primera vez que se conmemoró el 16 de septiembre fue en un edificio conocido como El Chapitel, en Huichapan, Hidalgo, el 16 de septiembre de 1812, por el general Ignacio López Rayón. Los festejos iniciaron al alba con una descarga de artillería y una vuelta general de esquilas. Luego, López Rayón asistió a una misa con su escolta y una compañía de granaderos. Después tuvo lugar el militar asistió a una "serenata, compitiendo entre sí dos músicas, (que) desempeñaron varias piezas selectas con gusto de S.E. y satisfacción de todo el público”. Más tarde José María Morelos, en uno de los veintitrés puntos que conforman sus Sentimientos de la Nación, propuso al Congreso de Chilpancingo que en la Constitución en la que por entonces se trabajaba "igualmente se solemnice el día 16 de septiembre todos los años, como el día aniversario en que se levantó la voz de la Independencia y nuestra santa Libertad comenzó, pues en ese día fue en el que se desplegaron los labios de la Nación para reclamar sus derechos con espada en mano para ser oída; recordando siempre el mérito del grande héroe, el señor Dn. Miguel Hidalgo y su compañero Don Ignacio Allende". Finalmente, se declaró el 16 de septiembre como día de fiesta nacional en la Constitución de Apatzingán; medida que fue ratificada por los congresos constituyentes de 1822 y 1824. En 1825 fue la primera ocasión en que el 16 de septiembre tomó forma de fiesta nacional. Las autoridades de la Ciudad de México publicaron un bando en el que se pidió a los ciudadanos iluminar sus casas, ventanas y balcones con cortinas, flámulas y gallardetes. El presidente de la República, Guadalupe Victoria, recibió felicitaciones de diplomáticos y corporaciones eclesiásticas y civiles. Después se efectuó un desfile que llegó a Palacio Nacional. Por la tarde se realizó un paseo en la Alameda y bailes de cuerda, en los que participaron músicos militares. Por la noche hubo fuegos artificiales. Los primeros gritos tenían un carácter a un tiempo cívico y religioso, ya que participaban tanto las autoridades políticas como las eclesiásticas. El escritor Luis González Obregón señala que "los días 17 (de septiembre) era costumbre celebrar en nuestra gran Basílica una misa de gracias por los héroes muertos. La fiesta del 16 tomó un carácter enteramente laico a partir de 1857”. La celebración se suspendió en 1847, durante la Intervención estadounidense en México, aunque "en muchas poblaciones de la República el Grito fue conmemorado dignamente”,. Durante la Segunda Intervención Francesa en México, Maximiliano de Habsburgo oficializó la celebración. En 1864 se trasladó a Dolores, donde dio el Grito desde la ventana de la casa de Hidalgo. Aunque existe la versión popular de que Porfirio Díaz decretó adelantar el grito un día para que coincidiera con su onomástico, la primera vez que se conmemoró el 15 de septiembre fue en 1846, con PÁGINA 8


una serenata frente a Palacio Nacional y una velada en la Universidad. Según el Primer calendario liberal, arreglado al meridiano político de la Federación para el año 1852, las ceremonias del día 15 siguieron celebrándose, pues ese año hubo repiques, función patriótica de teatro y salvas de artillería. Incluso el propio Benito Juárez, en plena huida durante la intervención francesa, dio un emotivo grito la noche del 15 de septiembre en la hacienda de San Juan de la Noria Pedriceña, en Durango. Aunque se trata de la fecha mayor del calendario cívico mexicano, la ceremonia del grito carece de protocolo oficial. Sin embargo, se realiza en medio de un ambiente solemne apegado a las disposiciones legales sobre el uso de los símbolos nacionales, basado en una férrea tradición que se ha afianzado con el paso de las décadas. Para recordar ese hecho, cada año a las 11 de la noche del 15 de septiembre, los titulares del Poder Ejecutivo en los distintos niveles de gobierno —presidentes municipales (o jefes delegacionales en el Distrito Federal), gobernadores y el Presidente de la República—, así como los embajadores en las representaciones en el extranjero, portando una bandera nacional, dirigen a la población reunida una arenga, la cual por lo regular incluye las siguientes frases: ¡Mexicanos! ¡Vivan los héroes que nos dieron patria! ¡Víva Hidalgo! ¡Viva Morelos! ¡Viva Josefa Ortiz de Domínguez! ¡Viva Allende! ¡Vivan Aldama y Matamoros! ¡Viva la independencia nacional! ¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México! Fuente: Wikipedia.

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RINCÓN DE LA POESÍA

Himno Nacional Mexicano El Himno Nacional Mexicano es uno de los tres símbolos patrios oficiales de México. Pese a conocerse y usarse como tal desde 1854, solo se hizo oficial desde 1943 a partir de un decreto expedido por el presidente Manuel Ávila Camacho. La letra del himno alude a victorias mexicanas en batallas y trata sobre la defensa de la patria. Sus estrofas y estribillo fueron compuestas por el poeta potosino Francisco González Bocanegra en 1853, mientras que su música, obra del músico español Jaime Nunó, fue compuesta al año siguiente. En su versión original, el himno está compuesto por diez estrofas, pero en los noventa años que pasó para su oficialización pasó por varias modificaciones o intentos de modificación, quedando reducido solo a cuatro estrofas y el estribillo a partir de 1943, cuando fue oficializado. Fuente: Wikipedia

Francisco González Bocanegra

Jaime Nunó

(Estribillo)

I

Mexicanos, al grito de guerra El acero aprestad y el bridón; Y retiemble en sus centros la tierra Al sonoro rugir del cañón.

Ciña ¡Oh Patria! tus sienes de oliva de la paz el arcángel divino, que en el cielo tu eterno destino por el dedo de Dios se escribió. Mas si osare un extraño enemigo profanar con su planta tu suelo, piensa ¡Oh Patria querida! que el cielo un soldado en cada hijo te dio.

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II

VI

En sangrientos combates los viste por tu amor palpitando sus senos, arrostrar la metralla serenos, y la muerte o la gloria buscar. Si el recuerdo de antiguas hazañas de tus hijos inflama la mente, los recuerdos del triunfo tu frente, volverán inmortales a ornar.

Antes, Patria, que inermes tus hijos bajo el yugo su cuello dobleguen, tus campiñas con sangre se rieguen, sobre sangre se estampe su pie. Y tus templos, palacios y torres se derrumben con hórrido estruendo, y sus ruinas existan diciendo: de mil héroes la patria aquí fue.

III

VII

Como al golpe del rayo la encina, se derrumba hasta el hondo torrente, la discordia vencida, impotente, a los pies del arcángel cayó. Ya no más, de tus hijos la sangre, se derrame en contienda de hermanos; sólo encuentre el acero en sus manos quien tu nombre sagrado insultó.

Si a la lid contra hueste enemiga, nos convoca la trompa guerrera, de Iturbide la sacra bandera, mexicanos, valientes seguid. Y a los fieles bridones les sirvan las vencidas enseñas de alfombra; los laureles del triunfo den sombra a la frente del Bravo Adalid.

IV

VIII

Del guerrero inmortal de Zempoala te defiende la espada terrible, y sostiene su brazo invencible, tu sagrado pendón tricolor. Él será del feliz mexicano en la paz y en la guerra el caudillo. porque él supo sus armas de brillo circundar en los campos de honor.

Vuelva altivo a los patrios hogares, el guerrero a cantar su victoria, ostentando las palmas de gloria que supiera en la lid conquistar. Tornaránse sus lauros sangrientos en guirnaldas de mirtos y rosas, que el amor de las hijas y esposas, también sabe a los bravos premiar.

V

IX

¡Guerra, guerra sin tregua al que intente de la patria manchar los blasones! ¡guerra, guerra! los patrios pendones en las olas de sangre empapad. ¡Guerra, guerra! en el monte, en el valle, los cañones horrísonos truenen y los ecos sonoros resuenen con las voces de ¡Unión! ¡Libertad!.

Y el que al golpe de ardiente metralla, de la Patria en las aras sucumba, obtendrá en recompensa una tumba donde brille, de gloria, la luz. Y, de Iguala, la enseña querida a su espada sangrienta enlazada, de laurel inmortal coronada, formará de su fosa una cruz. PÁGINA 12


X ¡Patria! ¡Patria! tus hijos te juran exhalar en tus aras su aliento, si el clarín con su bélico acento los convoca a lidiar con valor. ¡Para ti las guirnaldas de oliva! ¡un recuerdo para ellos de gloria! ¡un laurel para ti de victoria! ¡un sepulcro para ellos de honor!. Francisco González Bocanegra

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NOTICIAS PIFIAS

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MARIANO JOSÉ DE LARRA

Yo quiero ser cómico Anch’io son pittore No fuera yo Fígaro, ni tuviera esa travesura y maliciosa índole que malas lenguas me atribuyen, si no sacara a la luz pública cierta visita que no ha muchos días tuve en mi propia casa.

damente sumisa y cariñosa: -¿Es usted el redactor llamado Fígaro? -¿Qué tiene usted que mandarme?

Columpiábame en mi mullido sillón, de estos que dan vueltas sobre su eje, los cuales son especialmente de mi gusto por asemejarse en cierto modo a muchas gentes que conozco, y me hallaba en la mayor perplejidad sin saber cuál de mis numerosas apuntaciones elegiría para un artículo que no me correspondía injerir aquel día en la Revista. Quería yo que fuese interesante sin ser mordaz, y conocía toda la dificultad de mi empeño, y sobre todo que fuese serio, porque no está siempre un hombre de buen humor, o de buen talante, para comunicar el suyo a los demás. No dejaba de atormentarme la idea de que fuese histórico, y por consiguiente verídico, porque mientras yo no haga más que cumplir con las obligaciones de fiel cronista de los usos y costumbres de mi siglo, no se me podrá culpar de mal intencionado, ni de amigo de buscar pendencias por una sátira más o menos. Hallábame, como he dicho, sin saber cuál de mis notas escogería por más inocente, y no encontraba por cierto mucho que escoger, cuando me deparó felizmente la casualidad materia sobrada para un artículo, al anunciarme mi criado a un joven que me quería hablar indispensablemente. Pasó adelante el joven haciéndome una cortesía bastante zurda, como de hombre que necesita y estudia en la fisonomía del que le ha de favorecer sus gustos e inclinaciones, o su humor del momento, para conformarse prudentemente con él; y dando tormento a los tirantes y rudos músculos de su fisonomía para adoptar una especie de careta que desplegase a mi vista sentimientos mezclados de afecto y de deferencia, me dijo con voz forza-

-Vengo a pedirle un favor... ¡Cómo me gustan sus artículos de usted! -Es claro... Si usted me necesita... -Un favor de que depende mi vida acaso... ¡Soy un apasionado, un amigo de usted! -Por supuesto... siendo el favor de tanto interés para usted... -Yo soy un joven... -Lo presumo. -Que quiero ser cómico, y dedicarme al teatro. -¿Al teatro? -Sí, señor... como el teatro está cerrado ahora... -Es la mejor ocasión. -Como estamos en cuaresma, y es la época de ajustar para la próxima temporada cómica, desearía que usted me recomendase... -¡Bravo empeño! ¿A quién? -Al Ayuntamiento. -¡Hola! ¿Ajusta el Ayuntamiento? PÁGINA 15


-Es decir, a la empresa.

he leído una sola línea de eso, ni he oído hablar tampoco... Mire usted...

-¡Ah! ¿Ajusta la empresa? -Le diré a usted... según algunos, esto no se sabe... pero... para cuando se sepa. -En ese caso, no tiene usted prisa, porque nadie la tiene...

-No jure usted. ¿Sabe usted pronunciar con afectación todas las letras de una palabra, y decir unas voces por otras, «actitud» por «aptitud», y «aptitud» por «actitud», «diferiencia» por «diferencia», «háyamos» por «hayamos», «dracmático» por «dramático», y otras semejantes?

-Sin embargo, como yo quiero ser cómico... -Sí, señor, sí, todo eso digo yo. -Cierto. ¿Y qué sabe usted? ¿Qué ha estudiado usted?

-Perfectamente; me parece que sirve usted para el caso. ¿Aprendió usted historia?

-¿Cómo? ¿Se necesita saber algo? -No, señor; no sé lo que es. -No; para ser actor, ciertamente, no necesita usted saber cosa mayor... -Por eso; yo no quisiera singularizarme; siempre es malo entrar con ese pie en una corporación. -Ya le entiendo a usted; usted quisiera ser cómico aquí, y así será preciso examinarle por la pauta del país. ¿Sabe usted castellano? -Lo que usted ve..., para hablar; las gentes me entienden...

-Por consiguiente, no sabrá usted lo que son trajes, ni épocas, ni caracteres históricos... -Nada, nada, no señor. -Perfectamente. -Le diré a usted...; en cuanto a trajes, ya sé que en siendo muy antiguo, siempre a la romana. -Esto es: aunque sea griego el asunto.

-Pero la gramática, y la propiedad, y... -No, señor, no. -Bien, ¡eso es muy bueno! Pero sabrá usted desgraciadamente el latín, y habrá estudiado humanidades, bellas letras...

-Sí señor: si no es tan antiguo, a la antigua francesa o a la antigua española; según... ropilla, trusas, capacete, acuchillados, etc. Si es más moderno o del día, levita a la Utrilla en los calaveras, y polvos, casacón y media en los padres. -¡Ah! ¡Ah! Muy bien.

-Perdone usted. -Sabrá de memoria los poetas clásicos, y los comprenderá, y podrá verter sus ideas en las tablas. -Perdone usted, señor. Nada, nada. ¿Tan poco favor me hace usted? Que me caiga muerto aquí si

-Además, eso en el ensayo general se le pregunta al galán o a la dama, según el sexo de cada uno que lo pregunta, y conforme a lo que ellos tienen en sus arcas, así... -¡Bravo!

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-Porque ellos suelen saberlo. -¿Y cómo presentará usted un carácter históri-

acostumbrados, desde que nacen, a ser obedecidos a la menor indicación, mandan poco y sin dar gritos...

co? -Mire usted; el papel lo dirá, y luego, como el muerto no se ha de tomar el trabajo de resucitar sólo para desmentirle a uno... Además, que gran parte del público suele estar tan enterada como nosotros... -¡Ah!, ya... Usted sirve para el ejercicio. La figura es la que no... -No es gran cosa; pero eso no es esencial. -Y de educación, de modales y usos de sociedad, ¿a qué altura se halla usted? -Mal; porque si va a decir verdad, yo soy un pobrecillo: yo era escribiente en una mala administración; me echaron por holgazán, y me quiero meter a cómico porque se me figura a mí que es oficio en que no hay nada que hacer... -Y tiene usted razón. -Todo lo hace el apunte, y... por consiguiente, no conozco esos señores usos de sociedad que usted dice, ni nunca traté a ninguno de ellos. -Ni conocerá usted el mundo, ni el corazón humano. -Escasamente. -¿Y cómo representará usted tantos caracteres distintos? -Le diré a usted: si hago de rey, de príncipe o de magnate, ahuecaré la voz, miraré por encima del hombro a mis compañeros, mandaré con mucho imperio... -Sin embargo, en el mundo esos personajes suelen ser muy afables y corteses, y como están

-Sí, pero ¡ya ve usted!, en el teatro es otra cosa. -Ya me hago cargo. -Por ejemplo, si hago un papel de juez, aunque esté delante de señoras o en casa ajena, no me quitaré el sombrero, porque en el teatro la justicia está dispensada de tener crianza; daré fuertes golpes en el tablero con mi bastón de borlas, y pondré cara de caballo, como si los jueces no tuviesen entrañas... -No se puede hacer más. -Si hago de delincuente me haré el perseguido, porque en el teatro todos los reos son inocentes... -Muy bien. -Si hago un papel de pícaro, que ahora están en boga, cejas arqueadas, cara pálida, voz ronca, ojos atravesados, aire misterioso, apartes melodramáticos... Si hago un calavera, muchos brincos y zapatetas, carreritas de pies y lengua, vueltas rápidas y habla ligera... Si hago un barba, andaré a compás, como un juego de escarpias, me temblarán siempre las manos como perlático o descoyuntado; y aunque el papel no apunte más de cincuenta años, haré del tarado y decrépito, y apoyaré mucho la voz con intención marcada en la moraleja, como quien dice a los espectadores: «Allá va esto para ustedes». -¿Tiene usted grandes calvas para las barbas? -¡Oh!, disformes; tengo una que me coge desde las narices hasta el colodrillo; bien que ésta la reservo para las grandes solemnidades. Pero aun para diario tengo otras, tales que no se me ve la cara con ellas. PÁGINA 17


-¿Y los graciosos? -Esto es lo más fácil: estiraré mucho la pata, daré grandes voces, haré con la cara y el cuerpo todos los raros visajes y estupendas contorsiones que alcance, y saldré vestido de arlequín... -Usted hará furor. -¡Vaya si haré! Se morirá el público de risa, y se hundirá la casa a aplausos. Y especialmente, en toda clase de papeles, diré directamente al público todos los apartes, monólogos, gracias y parlamentos de intención o lucimiento que en mi parte se presenten. -¿Y memoria? -No es cosa la que tengo; y aun esa no la aprovecho, porque no me gusta el estudio. Además, que eso es cuenta del apuntador. Si se descuida, se le lanzan de vez en cuando un par de miradas terribles, como diciendo al público: «¡Ven ustedes qué hombre!» -Esto es; de modo que el apuntador vaya tirando del papel como de una carreta, y sacándole a usted la relación del cuerpo como una cinta. De esa manera, y hablando él altito, tiene el público el placer de oír a un mismo tiempo dos ejemplares de un mismo papel. -Sí, señor; y, en fin, cuando uno no sabe su relación, se dice cualquier tontería, y el público se la ríe. ¡Es tan guapo el público! ¡Si usted viera! -Ya sé, ¡ya!

-¡Vaya! En comedias caseras. He alborotado con el García y el Delincuente honrado. -No más, no más; le digo a usted que usted será cómico. Dígame usted, ¿sabrá usted hablar mal de los poetas y despreciarlos, aunque no los entienda; alabar las comedias por el lenguaje, aunque no sepa lo que es, o por el verso, mas que no entienda siquiera lo que es prosa? -¿Pues no tengo de saber, señor? Eso lo hace cualquiera. -¿Sabrá usted quejarse amargamente, y entablar una querella criminal contra el primero que se atreva a decir en letras de molde que usted no lo hace todas las noches sobresalientemente? ¿Sabrá usted decir de los periodistas que quién son ellos para...? -Vaya si sabré; precisamente ése es el tema nuestro de todos los días. Mande usted otra cosa. Al llegar aquí no pude ya contener mi gozo por más tiempo, y arrojándome en los brazos de mi recomendado: -¡Venga usted acá, mancebo generoso! exclamé todo alborozado-; ¡venga usted acá, flor y nata de la andante comiquería!: usted ha nacido en este siglo de hierro de nuestra gloria dramática para renovar aquel siglo de oro, en que sólo comían los hombres bellotas y pacían a su libertad por los bosques, sin la distinción del tuyo y del mío. Usted será cómico, en fin, o se han de olvidar las reglas que hoy rigen en el ejercicio.

-Vez hay que en una comedia en verso añade uno un párrafo en prosa: pues ni se enfada, ni menos lo nota. Así es que no hay nada más común que añadir...

Diciendo estas y otras razones, despedí a mi candidato prometiéndole las más eficaces recomendaciones.

-¡Ya se ve, que hacen muy bien! Pues, señor, usted es cómico, y bueno. ¿Usted ha representado anteriormente?

Revista Española, n.º 34, 1 de marzo de 1833. Firmado: Fígaro. PÁGINA 18


ARTÍCULO CRÍTICO

La superación personal o la supervivencia del ser Las metas personales son muy distintas de un individuo a otro; pueden variar desde conseguir un plato de comida en un día a hacerse dueño de una gran empresa o comprar una isla tropical. El caso es que para cada uno de nosotros nuestras metas son importantes, aunque al vecino puedan parecer insignificantes, así como a nosotros las suyas. Apenas acaban de terminar las olimpiadas de Río de Janeiro, en donde hemos visto batirse numerosos récords, tanto olímpicos como mundiales. Para muchos deportistas, el participar en estos juegos ha sido en sí una meta personal lograda; para otros, la meta consistía en conseguir el preciado oro, que en triunfo o en fracaso ha terminado su actuación. Lo bueno de las metas es que no son fijas ni inmóviles; éstas se pueden ir alterando en función de los intereses y del camino de quien se las propone. ¿Quién no cambió varias de sus metas durante su vida? Muchas veces, dichos cambios sucedieron para conseguir un mayor bien; otras veces, éstos se han debido a lo inalcanzable de los objetivos, que han podido demostrar los límites a nivel individual. Cada uno de nosotros es distinto, por eso la imitación es lo más estúpido que puede hacer el ser humano, siempre que ésta se maneje como un reflejo constante e inmutable de lo que hace nuestro amado prójimo. Está bien imitar la virtud, pero no pretendan ser quienes no son, porque aparte de perder el tiempo y lograr una pronta frustración, a los ojos de los demás, especialmente los coherentes, se verán estúpidos. Después de haber terminado el anterior párrafo con una fuerte palabra, sobre todo para aquellos que se han sentido identificados con la crítica, sólo queda decir que cada cual ha de formarse su meta en función de lo que sepa de sí mis-

mo. Si uno no conoce sus capacidades ni limitaciones, difícilmente logrará su felicidad. Díganme, ¿hay alguien en este mucho completamente feliz? Precisamente, tan sólo conseguimos tener momentos felices, a pesar de que nos conozcamos lo suficientemente bien; el problema es conocer en todo al vecino. Si nuestra meta consiste en vivir tranquilos sin que nos moleste, tendremos una tarea complicada ya que no depende de nosotros, sino de tercera personas; por eso, si el vecino se ha propuesto como meta amargarnos la vida, el uno conseguirá seguramente su meta antes que la nuestra. Pero dejando aparcada esta paradoja de la vida, debemos ser más tolerantes y, ante todo, más pacientes, para al menos así esforzar aún más a nuestro querido vecino a conseguir sus objetivos; sencillamente, no se lo pongamos fácil. Como dijeron algunos que se consideraban sabios, “para vivir bien no se necesita mucho”. Obviamente por ellos ya vivían bien, y no conocían su opuesto, o no lo querían conocer. Por lo general, el rico se suele quejar de las quejas que emiten los pobres, ya que éstos últimos, según el rico, ya deberían haberse acostumbrado a vivir como viven, como si no se merecieran más. Pero quitando el egoísmo de unos, cuántas veces no hemos visto a un adinerado envidiando la vida del pobre. Es normal cuando se quiere tener todo en esta vida, por eso el adinerado siente una gran necesidad en sentirse vivo, así como ve al pobre que está orgulloso de su esfuerzo por haber logrado lo que para el rico es una nimiedad y que tan poco aprecia por tenerlo fácilmente en su mano. El pobre se queja, sí, pero la mayoría de los pobres (pero los que no PÁGINA 19


están así porque quieren, sino porque no pudieron llegar a más) es más noble que el rico más humilde. Es importante saber separar entre pobres y pobres: El pobre por fuerza mayor, y el pobre por amor a la pobreza. Lo malo de todo esto es que muchos adinerados, como han tenido la vida fácil, no comprenden que haya pobres, y hacen las desafortunadas reflexiones de que “el pobre es pobre porque quiere”. Distingamos al pobre por fuerza menor, aquél que no quiere trabajar y busca el pretexto para abandonar todo empleo que se ponga frente a él con la excusa de que le explotan y no cobra como debería; pero eso sí, no desperdiciará el momento de poder sacarse algunas monedas sin mover un dedo y con el esfuerzo del prójimo. Ya comprenderán por qué algunos de estos pobres que hemos descritos acaban en la cárcel; y sólo algunos, porque otros, que son más listos, no dejarán que los apresen por los errores tan garrafales que comenten sus compañeros de fatigas que acabaron entre rejas. Del pobre por fuerza mayor, considero que poco hay que decir, simplemente que él o ella no eligió acabar así, y se esforzó por salir adelante; créanme que este tipo de pobre, muy a pesar de sus pesares, nunca pasará hambre. Se puede decir que hasta la meta del pobre, el rico la desea. ¿Qué no desea el rico? Pero no quiero que piensen en el rico como alguien con coches de lujo y palacios de oro; muchos ricos no saben que son ricos, y será porque todo les parece poco y sienten que podrían ser aún más ricos. Quizás sea también que, para este pobre que escribe, hay más ricos de los que hay; y que me pregunten si son envidiables sus fortunas, pues diré sin duda que sí; tanto como envidiable es nuestra pobreza para el que es, aparte de rico, egoísta. Muchas veces oí que para ser rico hay que ser egoísta, y siento que hay mucha razón en todo eso, puesto que el que regala su ganancia difícilmente podrá amansar una gran fortuna, pero al menos

algo más grande conseguirá, y eso es lo que el rico egoísta no comprende de la felicidad del pobre: es el hecho de dar, a pesar de que nos pisoteen después, no sin tener claro que al menos no somos como aquéllos que envidian y malogran la felicidad de poder compartir el pedazo de pan y el sorbo de agua que nos hace ser más humanos que muchos de nuestros prójimos, en este camino constante que es la vida, y que nos obliga a convivir a ricos y pobres. Porque la riqueza no es siempre mala, ni la pobreza buena, sepan diferenciar además el grado en que ésta se transcribe al espíritu. En sí, las metas son muy distintas de persona a persona, y hay que diferenciar además los factores sociales en que vive cada cual, así como las características individuales. Las copias, de primera mano, son un fracaso; es el fraude del mediocre, que termina defraudándose a sí mismo para luego seguir defraudando a los que le rodean. El plagio es la vergüenza social, es la imitación hecha dependencia por un cerebro que no sabe pensar por sí mismo ni crear nada que le haga ser único frente a los demás; la falta de cultura sin complejos y sin vergüenza porque entiende, el que es así, que está rodeado de muchos como él o ella; un motivo por el cual vemos necesario un cambio en este mundo, que cada vez va más cuesta abajo. Quien piense lo contrario, alabado sea su optimismo; con optimismo no se cambiará el mundo, sólo con la afirmación de la realidad y el intento de cambiarla por algo mejor.

Francisco Javier González de Córdova

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LIBRO RECOMENDADO La raza cósmica, de José Vasconcelos, es una obra que merece la pena ser leída por su riqueza descriptiva, típica de los libros de viaje que describen no sólo lugares del mundo, sino épocas que quedan grabadas a través de los años entre las páginas de la biblioteca de la humanidad. Tenía Vasconcelos la visión de un Estados Unidos ejemplar económicamente y socialmente, al cual llegaba a poner de ejemplo, aunque con recelo, para la construcción de una raza cósmica de origen latino, sin sospechar que esta no se podría dar tan fácilmente, precisamente por la inclusión gringa tras sus intereses económicos e imperiales. Pero esto no se vería hasta veinte años después, acabada la Segunda Guerra Mundial, en la que participó el imperio de las barras y las estrellas, no sin su acostumbrada polémica en este tipo de conquistas bélicas, a pesar de que hoy día sigue habiendo gente que cree en su necesidad de salvar al mundo. Quitando el inicio de la novela, en que valora aparentemente a la sociedad estadounidense y sus políticas, el resto de la obra es una maravilla descriptiva centrada especialmente en Brasil y Argentina, capaz de trasladar al lector a divinas ciudades de una espléndida belleza que consigue despertar el deseo inmediato por visitarlas. Parece que no hubiese pasado el tiempo desde las descripciones de Vasconcelos a la actualidad. Sólo el lector actual podrá contemplar con nostalgia la visión de dos países que en una época parecían emergentes, y que terminaron en mano de dictadores, bajo el dominio globalizador que hoy día gobierna el mundo degradantemente. Leer esta novela es contemplar el deseo de su autor por pertenecer a una sociedad muy por delante de lo que el tiempo nos ha demostrado, y ante todo una sociedad independiente del imperialismo gringo, donde se hablen, al menos, el español y el portugués, y en donde España juegue un papel conciliador que facilite la realización de este objetivo unitario. No sé qué pensará el lector acerca de lo que tenemos en la actualidad, y de la posibilidad de que todo esto pueda alcanzar un mínimo de las dimensiones con las que soñaba Vasconcelos, pero ¿podría España ser ese país conciliador que una en un sólo conjunto a los países iberoamericanos en un sólo imperio? Muy pocos se atreverían a afirmar que sí, ya que la realidad es muy distinta. Cuando España comience a gobernarse a sí misma, y deje de intentar permanecer al imperio británico-gringo, además de dejar de lado, por primera vez en la historia moderna, sus rencores por la independencia de los países hispanoamericanos, así como sus añoranzas imperialistas donde era el cacique de los esclavos indios americanos; sólo quizás así pueda llevar con noble batuta el inicio de una nueva era iberoamericana de hermandad y verdadera modernidad a un mundo necesitado de identidad y paz. Seguramente nos quedemos en la utópica visión de Vasconcelos, pero al menos podremos disfrutar de otro tiempo, ya pasado pero bien descrito por nuestro autor, de un Brasil y una Argentina maravillosos y prósperos en un momento de la historia bello y lleno de esperanzas, que se vería desengañado años después tras el estallido de la segunda gran guerra. Disfruten de esta lectura como disfruté yo. Francisco Javier González de Córdova

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FRASES CÉLEBRES

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EL TEATRO DEL FIN DEL MUNDO e abre el telón, y se experimenta la sensación de haber salido de una realidad que forma parte de quien admira el arte. Se acaba el acto, y la tristeza de conocer el final llena el corazón del que está consciente de haber cerrado una etapa importante; es sentir que el último latido se ha dado, estando obligado a dejar el asiento que como espectador nos hace ver y sentir las emociones junto al resto de los presentes. Pero al final cada uno ha de regresar por donde vino y de donde es originario; dejar la butaca para que se siente alguien más, deseando que pueda disfrutar con la misma pasión con la que uno mismo estuvo disfrutando durante toda la obra, a pesar de los sentimientos encontrados ante la visión del antihéroe que observamos que pretende aguarle la fiesta al protagonista, junto al júbilo que produce ver los logros obtenidos por los actores principales envueltos en su destino que desconocen, y del que todos, de alguna forma, somos participantes. Nos levantamos del asiento que ocupamos durante la gran obra, para seguir el camino que indica la salida que muchos ya han tomado y otros, detrás de nosotros, están por tomar. Las luces ya se prendieron, indicando la invitación a salir del recinto, una invitación que está grabada en cada uno de nosotros, los presentes, y de la cual somos conscientes desde el primer momento en el que nos decidimos a entrar en el gran teatro, invento de los más antiguos y respetables seres de este mundo que conocían mejor que nadie el sentido del arte. Salen felices los que saben apreciar la creación que refleja a detalle cada rincón del alma humana, representada en un escenario por actores tan reales como los que se quedan observando. Somos la llama de las sombras que vemos moverse delante de nosotros, conmoviéndonos con los sentimientos que durante nuestra existencia hemos experimentado en primera persona, y que en ese momento crucial lo vemos representado por ter-

ceros, como si nos viéramos a nosotros mismos, pero en otros rostros y con otras voces. En algún momento, quizás después del primer acto, algunos en el último, nos damos cuenta de que somos uno sólo, y de que podemos sentir lo que siente el prójimo, viéndole capaz de hacernos recordar quiénes somos y a dónde vamos al final, a la salida tras el último acto, después de haber aplaudido, a veces entre lágrimas, a veces entre risas, pero siempre tras el último acto. Sólo existe una gran obra, pero el respetable, en su pequeñez, tan sólo puede captar partes pequeñas, creyendo encontrarse con historias distintas unas de otras, sin entender que todas, entre sí, forman un todo, que da sentido únicamente a esa obra que sólo puede explicar el sentido de tantas preguntas que se hace la humanidad para consigo misma como para los demás. Sin entender el porqué, uno, después de uno de los grandes actos que definimos obra, aplaude y se emociona, sintiéndose representado en las emociones de quien cree protagonistas externos a él; pero no se da cuenta de que sin su aplauso ni su sentir a través de sus ojos, sus oídos y su espíritu, nada de lo que está ante él ha de darse, porque lo que se da no tiene sentido por sí sólo, sino con la participación de los que formamos parte de ese conjunto que forman los acontecimientos de nuestra vida. Porque un teatro sin público nunca podría existir, un sentimiento sin motivo tampoco puede darse, así como la existencia de nuestros seres queridos sin nosotros, y viceversa. Sintámonos poco o mucho, somos imprescindibles para contar la historia de nuestro prójimo, porque él como nosotros, necesita de un público que sea testigo de su existencia, de nuestra existencia, ésa que nos hace partícipes del todo al que estamos dando razón de ser, por el simple hecho de que somos, y por el simple hecho de que el todo es. Risas y lágrimas son las reacciones humanas más difíciles de producir. Es más fácil producir ira; ésta constantemente se despierta, a la gente PÁGINA 25


despierta, con tantas noticias que llegan de la injusticia que diariamente han de sufrir nuestros semejantes. La indiferencia, por el contrario, es un no-sentimiento que sólo ha de surgir internamente en el individuo, el cual tiene un significado aún más cruel (si es que podemos definirlo así) que los antes nombrados, porque es capaz de convertir en inexistente aquello a lo que se está proyectando, lo cual no ha de durar mucho tiempo para el que experimenta este no-sentir. Quizás, quien sienta dentro de sí ese alborozo de pasiones encontradas, es más digno de ser parte de ese todo que, sin necesitar del motor humano, utiliza su energía para extenderse al resto de corazones que lo buscan para hallarlo finalmente, y hace su fuerza aún mayor porque es en sí un símbolo de belleza que ha de existir más allá de todo lo que comprendemos. La belleza nunca muere, sólo mueren los ojos de quien deja de apreciarla. El arte tampoco muere; muere la mediocridad encerrada en su indiferencia.

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Cada día se cierra un telón distinto de las muchas obras que son representadas en este mundo tan poco comprendido. El gran telón continúa abierto, para no cerrar jamás esta gran obra que es la vida, más allá de todos y de todo, de lo que forma parte y de lo que siempre será, más allá de los que no serán porque no quisieron ser, por su indiferente existir y su mediocre destino, el rechazar entrar en la puerta del teatro que es la vida, la representación de quien es en realidad y no lo acepta, por lo que ha de dejar de ser, como dejó de mirar al quedarse ciego de tanto desaprovechar su mirada y no querer ver la mirada ajena, de quien le pidió ayuda o le tendió una mano, el espíritu del hermano, el sentido de esta vida, su vida, nuestra vida, de todo.

Francisco Javier González de Córdova

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Hasta el prĂłximo nĂşmero


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