El duende quiso madrugar. nº 6

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EL DUENDE QUISO MADRUGAR Revista Literaria SEXTO NÚMERO. MARZO 2016.

MARIANO JOSÉ DE LARRA NOS ENTUSIASMA CON DOS ARTÍCULOS. MARZO, EL MES QUE MÁS CUESTIONA LA BELLEZA. LA POESÍA DE PETRARCA, LA INFLUENCIA DEL SONETO. PRODUCIDO POR Ejemplar gratuito Publicado en internet


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EL DUENDE QUISO MADRUGAR

El duende quiso madrugar Número quinto. Marzo de 2016. Publicación de Francisco Javier González de Córdova. Es una revista literaria de publicación mensual de difusión gratuita vía internet. Esta publicación se terminó de editar el 2 de marzo de 2016 en Ciudad de México. El contenido de los textos es responsabilidad del autor, cuya libertad de expresión viene amparada en la Carta de Derechos Humanos. Publicación sin fines de lucro. No patrocinada por ninguna organización o empresa. PROHIBIDA SU VENTA

Pintura de logotipo: Caprichos de duendes y monjes, nº 70, de Francisco de Goya. Pintura de portada: Las dos Fridas (1939), de Frida Kahlo. Revista de edición libre para: http://hamartia-world.blogspot.com.es/ Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative Commons Atribución-NoComercialSinDerivar 4.0 Internacional. Para ver una copia de esta licencia, visita http:// creativecommons.org/licenses/by-ncnd/4.0/.

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Cuando decidí iniciar esta revista literaria no sabía hasta dónde podía llegar. Demasiado ambicioso era el proyecto, al igual que difícil difundirlo como uno quisiera. Pero no es la fama la finalidad de estas páginas que, mes tras mes voy publicando para aquellos lectores a quienes llegan o puedan llegar en un futuro, si es que el destino lo permite. Todo depende, finalmente, del destino o el Sino, que no siempre gusta hablar de los últimos momentos, sino de aquello tan preciado que también se alcanza en esta vida. Además, la fama nunca lleva consigo nada bueno. De ella se nutren los envidiosos, más de su visualización que de su vivencia; y el que la vive ha de padecer de los malos pensamientos de quienes la desean. Pero, como todo en la vida, hay varios caminos por los que se llegan a ella, desde el trabajo honrado y duro, hasta por venderse al mejor postor y aceptarla prácticamente regalada. Mejor es quedarnos como estamos, humildes pero con la cabeza muy alta. Tal vez no tengamos buenas expectativas futuras, socialmente hablando, pero no es una preocupación que nos quite el sueño. En el trascurso de estas páginas entenderán de lo que les hablo cuando hago mención a la sociedad. Uno como editor (si es que se me puede llamar así) espera haber elegido temas que puedan llamar la atención a un hipotético lector, si es que los hay. Como autor, uno escribe, quizás sin la conciencia de un público presente, pero sólo así se hace posible entregar un alma desnuda, que también se espera puedan comprender. No distraeré más al que visita esta revista. Les dejo un mes más con otro nuevo número y la promesa de volver renovado en el siguiente. Mis más cordiales saludos al lector, que acoge con paciencia estas páginas cargadas de cultura, por parte de los grande autores reconocidos históricamente, y también de opinión de un servidor que, una vez más, dice lo que siente, y siente lo que dice. Francisco Javier González de Córdova

Índice “Lo que no se puede decir, no se debe decir”, de Mariano José de Larra. 7 Noticias Pifias. 9 Marzo. 10 La gran verdad descubierta, de Mariano José de Larra. 12 Cuestiones literarias. 13 Hamartía. 15 Rincón de la Poesía: Petrarca. 16 Citas célebres. 18 Lectura recomendada. 19 El teatro del fin del mundo. 20 PÁGINA 5


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MARIANO JOSÉ DE LARRA

Lo que no se puede decir, no se debe decir por Mariano José de Larra Hay verdades de verdades, y a imitación del diplomático de Scribe, podríamos clasificarlas con mucha razón en dos: la verdad que no es verdad, y... Dejando a un lado las muchas de esa especie que en todos los ángulos del mundo pasan convencionalmente por lo que no son, vamos a la verdad verdadera, que es indudablemente la contenida en el epígrafe de este capítulo. Una cosa aborrezco, pero de ganas, a saber: esos hombres naturalmente turbulentos que se alimentan de oposición, a quienes ningún Gobierno les gusta, ni aun el que tenemos en el día; hombres que no dan tiempo al tiempo, para quienes no hay ministro bueno, sobre todo desde que se ha convenido con ellos en que Calomarde era el peor de todos; esos hombres que quieren que las guerras no duren, que se acaben pronto las facciones, que haya libertad de imprenta, que todos sean milicianos urbanos... Vaya usted a saber lo que quieren esos hombres. ¿No es un horror? Yo no. Dios me libre. El hombre ha de ser dócil y sumiso, y cuando está sobre todo en la clase de los súbditos, ¿qué quiere decir esa petulancia de juzgar a los que le gobiernan? ¿No es esto la débil y mezquina criatura pidiendo cuentas a su Criador? La ley, señor, la ley. Clara está y terminante, impresa y todo: no es decir que se la dan a uno de tapadillo. Ése es mi norte. Cójame Zumalacárregui, si se me ve jamás separarme un ápice de la ley. Quiero hacer un artículo, por ejemplo. No quiero que me lo prohíban, aunque no sea más que por no hacer dos en vez de uno. ¿Y qué hace usted?, me dirán esos perturbadores que tienen siempre la anarquía entre los dedos para soltársela

encima al primer ministro que trasluzcan, ¿qué hace usted para que no se lo prohíban? ¡Qué he de hacer, hombres exigentes! Nada: lo que debe hacer un escritor independiente en tiempos como estos de independencia. Empiezo por poner al frente de mi artículo, para que me sirva de eterno recuerdo: «Lo que no se puede decir, no se debe decir». Sentada en el papel esta provechosa verdad, que es la verdadera, abro el reglamento de censura: no me pongo a criticarlo, ¡nada de eso!, no me compete. Sea reglamento o no sea reglamento, cierro los ojos, y venero la ley, y la bendigo, que es más. Y continúo: «Artículo 12. No permitirán los censores que se inserten en los periódicos: »Primero: artículos en que viertan máximas o doctrinas que conspiren a destruir o alterar la religión, el respeto a los derechos y prerrogativas del trono, el Estatuto Real y demás leyes fundamentales de la Monarquía». Esto dice la ley. Ahora bien: doy el caso que me ocurra una idea que conspira a destruir la religión. La callo, no la escribo, me la como. Éste es el modo. No digo nada del respeto a los derechos y prerrogativas del trono, el Estatuto, etc., etc. ¿Si les parecerá a esos hombres de oposición que no me ocurre nada sobre esto? Pues se equivocan, ni cómo he de impedir yo que me ocurran los mayores disparates del mundo. Ya se ve que me ocurriría entrar en el examen de ese respeto, y que me ocurriría investigar los fundamentos de todas las cosas más fundamentales. Pero me llamo aparte, y digo para mí: ¿No está clara la ley? Pues punto en boca. Es verdad que me ocurrió; pero la ley no condena ocurrencia alguna. Ahora, en cuanto a escribirlo, ¿no fuera una necedad? No pasaría. Callo, pues; no lo

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pongo, y no me lo prohíben. He aquí el medio sencillo, sencillísimo. Los escritores, por otra parte, debemos dar el ejemplo de la sumisión. O es ley, o no es ley. ¡Mal haya los descontentadizos! ¡Mal haya esa funesta oposición! ¿No es buena manía la de oponerse a todo, la de querer escribirlo todo? Que no pasan las «sátiras» e «invectivas» contra la autoridad; pues no se ponen tales sátiras ni invectivas. Que las prohíben, aunque se «disfracen» con «alusiones» o «alegorías». Pues no se disfrazan. Así como así, ¡no parece sino que es cosa fácil inventar las tales alusiones y alegorías!

Hecho mi examen de la ley, voy a ver mi artículo; con el reglamento de censura a la vista, con la intención que me asiste, no puedo haberlo infringido. Examino mi papel; no he escrito nada, no he hecho artículo, es verdad. Pero en cambio he cumplido con la ley. Este será eternamente mi sistema; buen ciudadano, respetaré el látigo que me gobierna, y concluiré siempre diciendo: «Lo que no se puede decir, no se debe decir».

Octubre de 1834. Publicado en la Colección de 1835.

Los «escritos injuriosos» están en el mismo caso, aun cuando vayan con «anagramas» o en otra cualquiera forma, «siempre que los censores se convenzan de que se alude a personas determinadas». En buen hora; voy a escribir ya; pero llego a este párrafo y no escribo. Que no es injurioso, que no es libelo, que no pongo anagrama. No importa; puede convencerse el censor de que se alude, aunque no se aluda. ¿Cómo haré, pues, que el censor no se convenza? Gran trabajo: no escribo nada; mejor para mí; mejor para él; mejor para el Gobierno: que encuentre alusiones en lo que no escribo. He aquí, he aquí el sistema. He aquí la gran dificultad por tierra. Desengañémonos: nada más fácil que obedecer. Pues entonces, ¿en qué se fundan las quejas? ¡Miserables que somos! Los «escritos licenciosos», por ejemplo. ¿Y qué son escritos licenciosos? ¿Y qué son costumbres? Discurro, y a mi primera resolución, nada escribo; más fácil es no escribir nada, que ir a averiguarlo. Buenas ganas se me pasan de injuriar a algunos «soberanos y gobiernos extranjeros». Pero ¿no lo prohíbe la ley? Pues chitón.

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NOTICIAS PIFIAS

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ARTÍCULO CRÍTICO

Marzo Marzo, mes de las flores, no de la belleza que algunos se van a encargar de desprestigiar. Iniciará otra primavera sin el florecimiento adecuado, porque el frío y la oscuridad, una vez más, se impondrán en una estación que ha perdido fuerza, y que irá desapareciendo a medida que el ser humano siga durmiendo. Muchos llegaron a decir que todos los libros estaban ya escritos, así como los géneros literarios que en ellos podemos encontrar; quizás sea cierto y no haya guión nuevo que podamos descubrir, sobre todo para aquel que siente haber visto de todo, tanto en literatura como en la vida diaria, y contando con que siempre será imposible para el ser humano leerlo todo (al menos lo bueno), a menos que el todo sea reducido como redujeron el arte arquitectónico los que pretenden rehacer la historia de la humanidad. Cuantos más guiones sociales hemos visto, mejor podemos distinguir la escasa diferencia que existen entre ellos. Los discursos en este mundo están tan repetidos, que sería patético entablarse en la hipocresía queriendo hacer ver que uno no se enteró de las intenciones de su interlocutor (ejemplo de ello es el discurso político que, aún siendo el mismo de siempre, pero más maquillado, la sociedad o no quiere o no puede ver que, una vez más, le están tomando el pelo). Así, la mentira va, como en velero, con sus velas al viento mostrando una majestuosidad, a la par que en ese mismo barco, quien lo mueve, tiene instalado secretamente un motor eléctrico, y no quiere que sus pasajeros lo vean, prefiriendo finalmente, entre todos, contemplar las velas como si fuesen el alma del barco, en vez de descubrir el verdadero espíritu que le hace desplazarse. Quizás estemos rodeados de una sociedad que prefiere mil veces que le digan mentiras, hasta

el punto de exigirlas, antes de saber la verdad, no sea que ésta sea más cruda en el despertar que el sueño de una irrealidad segura, pero no más bella. Al final la belleza es la gran desconocida del mundo. No podemos definir la belleza dentro de los cánones de la moda, tan cambiante y absurda, a la vez que aceptada por la masa social que cree que sólo así va de la mano de los últimos tiempos. La Belleza, expresada en mayúsculas, en su término más absoluto, no puede cambiar así como nuestra impresión de las cosas. El ser humano cambia constantemente dada su imperfección. ¿Acaso cambia Dios con el tiempo, o cambia la idea de Dios que tiene el ser humano a través de los siglos? Seguramente, la segunda opción; y creo que está demás tratar aquí esos cambios y los intereses políticos y económicos que habría detrás de ellos, como hablar de las instituciones que estaban o están detrás de los procedimientos del cambio y sus intereses socio-económicos al respecto. No, Dios no puede cambiar, como tampoco cambian las ideas del Bien y el Mal, pero sí las formas de proceder ante ciertos hechos relacionados con ellas. Tampoco tiene sentido la explicación de la transición de un dios injusto a un dios compasivo de un día para otro, como nos cuentan que sucedió en el año cero. El Bien siempre fue y será el Bien, y actuó y actuará así eternamente. No podemos creer que fuese con la venida de Jesucristo a la tierra que ya se empezó a perdonar los pecados y construyó un Cielo que albergaría las almas buenas. Si eso nos ha contado la historia del cristianismo lo debemos entender como una forma de romper con la creencia romana politeísta, para dejar paso a una comunidad que cada vez se volvía más poderosa y ponía en peligro los intereses del Imperio Romano. Si queremos entender el porqué está la sede católica en Roma, debemos atender a este hecho histórico de la institución de la religión PÁGINA 10


católica en tiempos del imperio. Después de la institución católica han surgido nuevas religiones también cristianas que no han estado de acuerdo con la anterior, aunque no podemos asegurar por ello que estén más cercanas al dios que profesan. Obviamente, la sociedad perteneciente a una religión, muchas veces no se entera de lo que se mueve en la religión de otra sociedad, y viven de la información (que muchas veces desinforma) que les da los medios de comunicación, también apegados a sus mismas creencias. Cuando la mayor parte de los católicos sepan que el Islam es también una religión de raíces cristianas, no van a entender la amenaza con que los medios les han tenido expuesta durante más de una década. Pero como todo en la vida, quien no quiere informarse no va a aceptar nunca la verdad, y por tanto va a caer más fácilmente en los errores de las malas voluntades, alejándose de ese Bien, del que están seguros que se basa su religión. No podemos cambiar la forma de pensar de la gente, pero menos se puede cambiar el significado del Bien, aún por mucho que las sociedades de los distintos tiempos pretendan imponer nuevas normas. Mientras que para muchos el bien se halla en la capacidad para aguantar a su prójimo, a pesar de que el prójimo pueda ser el mayor asesino de la historia o la peor persona que nos podamos imaginar; para otros, el Bien consiste en no aceptar todo lo que el mal se propone. Difíciles definiciones para un mundo tan falto de ideales e ideas. Pero no seré yo quien se atreva a dar aquí las definiciones del bien y del mal, las cuales ya deberían haber sido aprendidas y aceptadas por la sociedad; porque una cosa sí es cierta, y es que la sociedad en que vivimos difícilmente quiere aceptar las cosas tal y como son, prefiriéndole poner máscaras a todo lo que le resulta complicado comprender. Si se lo pueden explicar en programas televisivos durante, como mucho, dos minutos, pero siempre acompañado de dibujos, es preferi-

ble por la mayoría a pesar de que lo que expliquen resulte lo contrario a lo que es realmente. Por todo lo anterior, está más difícil ver la Belleza, o las sombras de ésta, en nuestro mundo. En muchos países, es marzo el mes donde se proyecta esta Belleza, a través de la venida de la primavera, también conocido como “mes de las flores”. En una idea simple, a la vez que compleja, nos centraremos: lo bello es esencialmente bueno; idea platónica que muchas personas no llegarán a entender por el simple hecho de que no comprenden ni lo bello ni lo bueno. Muchos religiosos, durante el siglo XX y este siglo XXI, nos llevan diciendo que este mundo es propiedad del mal, de ahí la lucha que el ser humano ha de hacer para que venza el bien, y éste se haga presente en una realidad llena de fealdad y maldad; es una lucha apocalíptica en la que, según las escrituras, el fin está escrito, siendo la victoria del Bien el resultado final de este mundo y el inicio de una nueva era sin la presencia del mal. Tengamos por seguro que ese nuevo mundo nunca se podrá dar en esta realidad sensible, al mismo tiempo que imperfecta. Quizás la Belleza no esté nunca al alcance del ser humano, ya sea porque no se la merezca o, simplemente, no sepa apreciarla (pudiendo significar esto que sí la tiene al alcance, pero no la ve, porque sus ojos no están hechos para ver más allá de sus narices). Otro supuesto sería que sólo lo bueno contempla o atrae a lo bello; de ahí la explicación de las visiones místicas. Tampoco podemos ser muy radicales en estos aspectos, y debemos aceptar la medianía, así como los regalos divinos que consiguen que un corazón no tan noble pueda ver en algún momento de su vida la contemplación de la Belleza, que tal vez lo purifique, si es que consigue entender lo que ve. Bienaventurados son los que contemplan lo Bello, porque a ellos les ha hablado Dios. Francisco Javier González de Córdova

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MARIANO JOSÉ DE LARRA

La gran verdad descubierta por Mariano José de Larra Dirán que los grandes trastornos políticos no sirven para nada. ¡Mentira! ¡Atroz mentira! Del choque de las cosas y de las opiniones nace la verdad. De dos días de discusión nace un principio nuevo y luminoso. ¿Saben ustedes lo que se ha descubierto en España, en Madrid, ahora, hace poco, hace dos días no más? Se ha descubierto, se ha decidido, se ha determinado que «la ley protege y asegura la libertad individual». Cosa recóndita, de nadie sabida, ni nunca sospechada. Han sido precisos todos los sucesos de La Granja, la caída de tres ministerios, una amnistía, la vuelta de todos los emigrados, la rebelión de un «mal aconsejado príncipe», una Cuádruple Alianza, una guerra en Vizcaya, una jura, una proclamación, un Estatuto, unas leyes fundamentales resucitadas en traje de Próceres, una representación nacional, dos estamentos, dos discusiones, una corrección ministerial, un empate y la reserva de un voto importante, que no hacía falta, para sacar del fondo del arca política la gran verdad de que «la ley protege y asegura la libertad individual». Pero ahora ya lo sabemos. «Girolamo, lo sappiamo», responderá alguno. «Sappete un!!!» Ahora es, y no antes, cuando verdaderamente lo sabemos, y ya nunca se nos olvidará.

len encontrarse detrás de una mata; éstas están siglos enteros agazapadas detrás de una corrección ministerial. Ábrase la discusión, discútase el punto, pronúnciese la modificación ministerial, et voilà la vérité, que salta como un chorro, y salpica a los circunstantes. ¡Uf! «La ley protege y asegura la libertad individual.» Luego que esto esté escrito y sancionado, ya quisiera yo saber quién es el que no anda derecho. ¿Qué ladrón vuelve a robar, qué asesino mata, qué facción vuelve a levantar cabeza, y qué carlista, en fin, no se apea de su destino? La discusión, la discusión; he aquí el secreto. «La ley protege», es decir, que la ley no es cosa mala, como se había creído hasta ahora; «la ley», por último, he aquí la gran verdad escondida. Loor a la revolución, loor a las discusiones largas y peliagudas, loor a las correcciones ministeriales, y loor en fin, para siempre, y más loor a la gran verdad descubierta. Revista Española, n.º 332, 16 de septiembre de 1834. Firmado: Fígaro.

¡Que nos quiten esa ventaja! A un dos por tres descubrió Copérnico que la Tierra es la que gira; en un abrir y cerrar de ojos descubrió Gassendi la gravedad de los cuerpos; Newton halló su prisma en un mal vidrio; Linneo encontró los sexos de las plantas entre rama y rama. Pero han sido necesarios siglos de opresión y una corrección ministerial para descubrir que la ley protege y asegura algo. He aquí la diferencia que hay de las verdades físicas a las verdades políticas: aquéllas sue-

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CUESTIONES LITERARIAS

La comprensión lectora: ¿Sabemos lo que leemos? Una y otra vez los docentes subrayamos la importancia que tiene la lectura, tanto en los alumnos como en la gente en general. Sólo con un amplio prisma literario se puede alcanzar la crítica necesaria para determinar el tipo de libro que llega a nuestras manos; en definitiva, si estamos ante una obra buena o mala. En lo personal, no veo motivo de vergüenza admitir que hemos leído una mala obra; lo importante, como ya mencioné antes, es estar capacitados para distinguirla. Es normal que cuando el lector está iniciando su andadura por el fantástico mundo de la literatura se cruce con una mala obra a la que pueda incluso valorar positivamente por el único hecho de que le ha mantenido entretenido. Pero en lo general, cuando se comienza a leer las grandes obras, uno se suele dar cuenta del nivel de enseñanza que ésta suele transmitir; porque eso es lo que tienen las grandes obras, que se vuelven inolvidables en nuestras vidas, pasando a través de los tiempos y siendo valoradas cientos de años después por un nuevo público. Desgraciadamente, en la actualidad, estamos en un momento cultural de nivel lo suficientemente bajo para que algunos escritores utilicen sus artes “pícaras” (por llamarlo de una forma agradable), haciendo un uso del lenguaje y el símbolo que muchos jóvenes, por su nivel bajo cultural, no atiende a comprender. Una de estas obras ha sido recientemente un bestseller en España y, si no me equivoco, en algunos otros países de habla castellana; se trata de la novela Si tú me dices ven lo dejo todo… pero dime ven, de Albert Espinosa. Muchos lectores, de los cuales la mayoría son adolescentes, han hecho una crítica de la misma donde puntualizan el alto nivel espiritual y de superación que presenta el autor; mientras una mayoría de detractores lo han calificado como “débil” o que esperaban más de él (incluso algunos de éstos, que desaprueban los escritos de Coelho, llegan a comparar despectivamente este libro de Espinosa con los del mencionado autor brasileño). Tenemos, por otro lado, la crítica periodística, la cual no ha querido entrar en un análisis de esta obra, ya sea por los intereses creados en torno a ésta (como el análisis sociológico de nuestra sociedad de lectores, basado en su nivel cultural), o con el fin de que se incrementen las ganancias de dicha obra (al margen de la polémica, que entre líneas de la misma, el autor se expone a ser altamente censurado). Sea respeto al autor o táctica periodística, sólo muy pocos lectores se han atrevido o han sido capaces de escribir sin tapujos el verdadero sentido de Espinosa en este libro, el cual, como maña o sin ella, ha hecho ver que la cultura española necesita urgentemente ser reparada para mostrar al mundo que realmente somos capaces de llevar un país a la cumbre, borrando el fantasma que repite constantemente la terrible fórmula del “tenemos lo que nos merecemos”. Seré breve con respecto al tema principal de esta obra de Espinosa, Si tú me dices ven lo dejo todo… pero dime ven, en la cual, muchos lectores, a pesar de que han leído la pista que deja el autor al final del libro, no se muestran capacitados para encontrarle sentido en el mismo. El tema de fondo es la pederastia y las relaciones homosexuales entre un joven muchacho (que actúa como protagonista de la obra) y sus descubrimientos y prácticas sexuales desde que descubre su homosexualidad, hasta practicarla con otros menores una vez que se hace adulto. El autor juega con los símbolos fálicos de los faros para darle un toque nostálgico, e incluso romántico, que muchos lectores no han sabido apreciar. Su simbolismo consigue burlar al lector, haciéndole creer que está ante un libro de superación personal, cuando realmente está ante una obra que expresa una acción sexual continua, donde el terrible tema de la pederastia es el PÁGINA 13


máximo tema, así como el descubrimiento de la homosexualidad en la adolescencia. Unos pueden ver una obra terrorífica por estos aspectos que maneja su autor tan sutilmente, pero sinceramente hay que alabar sin duda la capacidad a la que lleva a burlarse de muchos lectores, mostrando la incapacidad de miles de ellos al no saber apreciar, ni con las pista al final de la novela, el tema principal de la misma. He aquí la importancia de influir en la sociedad para que lea y sepa apreciar, con una mirada crítica elevada, toda obra que se les presente en sus manos. No siempre los bestseller que nos lleguen van a ser buenas obras literarias (si no, el tiempo lo dirá). Así que mi consejo se limita en apoyarles a que sigan leyendo mucho, y que de vez en cuando se acuerden de que existen los clásicos, aquellos libros que han perdurado a través de décadas porque están reconocidos por muchas sociedades como verdaderas obras maestras. Os aseguro que muchos de estos libros sirven como aprendizaje para la vida y para reconocer ante sí una verdadera obra literaria cuando llega a nuestras manos. Francisco Javier González de Córdova Publicado en Rincón Filológico, el 14 de febrero de 2014.

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RINCÓN DE LA POESÍA

FRANCESCO PETRARCA Francesco Petrarca (Arezzo, 20 de julio de 1304 – Arquà Petrarca, Padua, 19 de julio de 1374) fue un lírico y humanista italiano, cuya poesía dio lugar a una corriente literaria que influyó en autores como Garcilaso de la Vega (en España), William Shakespeare y Edmund Spenser (en Inglaterra), bajo el sobrenombre genérico de Petrarquismo. Tan influyente como las nuevas formas y temas que trajo a la poesía, fue su concepción humanista, con la que intentó armonizar el legado grecolatino con las ideas del Cristianismo. Por otro lado, Petrarca predicó la unión de toda Italia para recuperar la grandeza que había tenido en la época del Imperio romano. Fuente: Wikipedia.

Los que, en mis rimas sueltas, el sonido oís del suspirar que alimentaba al joven corazón que desvariaba cuando era otro hombre del que luego he sido; del vario estilo con que me he dolido cuando a esperanzas vanas me entregaba, si alguno de saber de amor se alaba, tanta piedad como perdón le pido. Que anduve en boca de la gente siento mucho tiempo y, así, frecuentemente me advierto avergonzado y me confundo; y que es vergüenza, y loco sentimiento, el fruto de mi amor é claramente, y breve sueño cuanto place al mundo. ********** Amor lloraba, y yo con él gemía, del cual mis pasos nunca andan lejanos, viendo, por los efectos inhumanos, que vuestra alma sus nudos deshacía. Ahora que al buen camino Dios os guía, con fervor alzo al cielo mis dos manos y doy gracias al ver que los humanos ruegos justos escucha, y gracia envía. Y si, tornando a la amorosa vida, por alejaros del deseo hermoso, PÁGINA 16


foso o lomas halláis en el sendero, es para demostrar que es espinoso, y que es alpestre y dura la subida que conduce hacia el bien más verdadero. ********** Mis venturas se acercan lentamente, dudando espero, el ansia en mí renace, y aguardar y apartarme me desplace, pues se van, como el tigre, velozmente. Ay de mí, nieve habrá negra y caliente, sierras con peces, mar que olas no hace, y el sol se acostará por donde nace Eufrate y Tigris de una misma fuente, antes que ella una tregua, o paz, me ofrezca, o Amor otro uso enseñe a mi señora, que en contra mía ya han pactado alianza: que si algo hay dulce, tras la amarga hora, hace el desdén que el gusto desfallezca; y de sus gracias nada más me alcanza. **********

En la muerte de Laura Sus ojos que canté amorosamente, su cuerpo hermoso que adoré constante, y que vivir me hiciera tan distante de mí mismo, y huyendo de la gente, Su cabellera de oro reluciente, la risa de su angélico semblante que hizo la tierra al cielo semejante, ¡poco polvo son ya que nada siente! ¡Y sin embargo vivo todavía! A ciegas, sin la lumbre que amé tanto, surca mi nave la extensión vacía... Aquí termine mi amoroso canto: seca la fuente está de mi alegría, mi lira yace convertida en llanto. PÁGINA 17


CITAS CÉLEBRES “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”. PABLO NERUDA “En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente”. KHALIL GIBRAN “La vocación del cristiano es la santidad, en todo momento de la vida. En la primavera de la juventud, en la plenitud del verano de la edad madura, y después también en el otoño y en el invierno de la vejez, y por último, en la hora de la muerte”. JUAN PABLO II “Cual la generación de las hojas, así la de los hombres. Esparce el viento las hojas por el suelo, y la selva, reverdeciendo, produce otras al llegar la primavera: de igual suerte, una generación humana nace y otra perece”. HOMERO “Si no actúas como piensas, vas a terminar pensando como actúas”. BLAISE PASCAL “Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado; está fundado en nuestros pensamientos y está hecho de nuestros pensamientos”. BUDA “Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde”. SIR FRANCIS BACON “El no y el sí son breves de decir pero piden pensar mucho”. BALTASAR GRACIÁN “En España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa”. ANTONIO MACHADO “Ciertos pensamientos son plegarias. Hay momentos en que, sea cual fuere la actividad del cuerpo, el alma está de rodillas”. VICTOR HUGO

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LECTURA RECOMENDADA “Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares”, de Miguel León-Portilla. Este libro es altamente recomendado a todo aquel que quiera acercarse a una breve, pero eficaz e instructiva, historia de México durante la época precolombina. El trabajo de investigación que nos ofrece Miguel León-Portilla, mediante la editorial mexicana Fondo de Cultura Económica, es toda una joya para el que quiera adentrarse en el estudio inicial del México prehispánico. Tenemos un amplio conocimiento, a pesar de estar lejos de ser completado, de los cantares medievales que recorrían el continente europeo. Ahora podremos acercarnos, gracias a esta obra, a los cantares prehispánicos (algunos seguramente coetáneos a aquellos europeos) que muestran una amplia manifestación de la lengua (en este caso el náhuatl) que manifestaba una riquísima cultura tanto literaria como mitológica y filosófica de los pueblos que formaban lo que hoy conocemos como México, así como áreas próximas al país azteca. Sólo a través de estas páginas nos daremos cuenta, aunque sea en una mínima parte, de la inmensa cultura que se perdió tras la invasión por los pueblos europeos. Porque cada pueblo tiene el deber y el derecho de conocer sus raíces, recomiendo esta magnífica obra, a modo de introducción de un amplísimo estudio de la cultura prehispánica americana, para que se siga divulgando la historia de este inmenso y rico territorio que abarca México. En este sentido, los gobiernos son los encargados de fomentar la cultura de su propio pueblo. Quien haya leído los consejos de los padres a sus hijos y recuerde los ideales de la educación prehispánica, conoce ya el valor dado por los antiguos mexicanos a la persona humana. Quien piense en la estructura del pueblo del Sol, reconocerá al mismo tiempo un profundo sentido social. En la tensión de los polos extremos, individuo y sociedad, la cultura de Anáhuac halló un justo equilibrio. Por eso hubo en ella rostros distintos, fisonomías definidas. Conscientes de ello, sus poetas afirmaron el valor supremo de la persona y de la amistad que acerca a los rostros distintos y los une en lo que ellos llamaron cohuáyotl, comunidad: He llegado, oh amigos nuestros, con collares os ciño, con plumas de guacamaya os adorno… Con oro yo pinto, rodeo a la hermandad… Con círculo de cantos a la comunidad yo me entrego… Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares, de Miguel León-Portilla.

Artículo publicado en Rincón Filológico, el 30 de agosto de 2014, por Francisco Javier González de Córdova. PÁGINA 19


EL TEATRO DEL FIN DEL MUNDO Cuando se cierra el telón, y el público abandona su asiento, y todo el teatro queda vacío, termina toda representación quedando el lugar desnudo, sin las tramas expuestas en él y sin las emociones que haya podido trasmitir al espectador. Es entonces cuando se puede observar la verdadera alma de la escena, la tranquilidad inundada de un extraño sentimiento marcado por el tiempo de vida del teatro y las experiencias vividas en él. Lo mismo sucede en la soledad del individuo, tras las relaciones sociales; mientras unas encuentran la tranquilidad en la soledad, tras haber convivido con otros, pudiendo disfrutar de su sola presencia, otros, por el contrario, parecen tener miedo de mirar en su interior, y no quieren aceptar la soledad de su espíritu, por eso van siempre tras la búsqueda del bullicio que les entretenga, antes de tener que enfrentarse a sí mismo, a su alma que le perturba. Vivimos en una sociedad que maneja múltiples definiciones de lo que es la amistad; obviamente nos encontramos con un serio problema, pues al igual que el Amor, la Amistad sólo puede ser entendida de una única forma y, sin duda, está estrechamente asociada con el Amor, tanto que, en muchas ocasiones, éste último surge a partir del primero. No podemos hablar de distintos tipos de amistades, pero la Amistad, como el Amor, es incondicional, siendo el Amor producto de ella. Pero no entiendan el amor en los términos pseudo-románticos que manejan actualmente las novelas y las películas. Quizás nos debamos acercar a ese Amor que se expresa a través de los libros sagrados, en que un dios es capaz de dar la vida por el producto de su creación. A veces así quieren representar las instituciones religiosas a la humanidad, como un “producto”, como si un determinado dios fuera un empresario en busca de una buena materia prima; es ahí donde debemos preguntarnos quiénes son los que nos ven como productos, si ese determinado dios, o esa institución que pretende lucrarse mediante la fe del ser humano. Es entonces donde surge una segunda pregunta: ¿nos muestran un libro sagrado transcrito a partir de la enseñanza de un dios; o es un libro institucional, donde seleccionan aquello que consideran oportuno para la estabilidad y permanencia de dicha institución? Que recuerde cada cual internamente, mientras intentamos en este instante dar una definición cercana a la Amistad. Sea la Amistad aquella a la que el Amor abraza y es capaz de dar la vida, e incluso el alma, por ella. Sólo comprendiendo el Bien supremo se puede llegar a entender la verdadera amistad. Nunca definamos como tal las relaciones que buscan un fin independiente a ésta. No hay mayor beneficio que contar con un amigo de verdad; es entonces cuando comienzan a formarse las verdaderas familias, puesto que la sangre en sí es un mero accidente de la Naturaleza, que no explica el Alma del Mundo, en su sentido más romántico (nada que ver, advierto nuevamente, con lo que las empresas editoriales y las productoras de cine y televisión nos intentan imponer). El ser humano es un ser social. Pero, ¿la sociedad existiría sin la hipocresía y la paciencia que uno debe tener para la subsistencia de ésta? La tolerancia es la base del grupo social, y en muchas ocasiones esta tolerancia llega a la enfermedad de soportar a lo despreciable, como sería la mentira e incluso el crimen. A pesar de que se promociona el valor de no ser intolerante, cuando hay momentos en que se debiera serlo, la sociedad no lo es, como pasa con el tirano y sus zánganos, que ya describiera perfectamente Platón en La República. Encontramos un gran problema también con la definición de fidelidad, o lo que entienden como tal muchas personas, confundiéndola muy a menudo con el fanatismo que llegan a sentir por terceros. A tal punto llega a ser una enfermedad que, como muchas veces la historia nos ha demostrado, la obsesión de un fan acaba con la vida de aquél o aquélla a quien dice amar. No puedo evitar observar los rituales sociales complejos, a la vez que sencillos. Serán simples para aquellos acostumbrados a soportar y tolerar las banalidades por las que, muchas veces, el grupo se mueve y lo mantienen unido. Por lo general, cuando en lo individuos se da una cultura e inteligencia considerablemente alta, no suelen acomodarse tan fácilmente dentro de un grupo, el cual sólo puede moverse en PÁGINA 20


términos democráticos, conforme a la opinión y voluntad de la mayoría. Bien es cierto que en cada sociedad democrática quien sobresale es el líder político que, mediante el discurso vago y la oferta populista de un opio para el pueblo, consigue convencer a la mayoría en beneficio de sus fines personales; y, a su vez, la minoría, que por determinadas razones no esté de acuerdo, ya sea porque sigue a otro líder, ya sea porque tiene mayores valores alimentados por la inteligencia, se ven obligados a aceptar nuevas leyes de quienes gobiernan, conociendo que ir contra ellos puede suponer el pago de una pena mayor. Cuando este problema, al que se tiene que enfrentar un individuo, se da en un grupo pequeño, lo más fácil es apartarse de él; pero cuando esto se da en todo un país, la complicación está en huir de él, aunque la globalización lo hace cada vez más difícil. Al final tenemos que estar en la expectativa de que se abra nuevamente el telón, a la espera de la nueva función de quienes se dicen líderes. Intolerantes serán las mentes pensantes, ante lo que nunca nadie debiera tolerar; que nadie se crea que al inteligente le pueda afectar tal calificativo. Aguantar es otra cosa, pero siempre se ha de aguantar hasta el límite que uno pueda. No serán éstas las leyes de la sociedad actual, aunque deberían, porque de otro modo no se podrá crear una sociedad mejor, mejorando ampliamente lo presente. En cada acto del teatro de la vida hay buenos y malos actores; virtuosos son los que actúan mal, porque llevarán consigo la verdad.

Francisco Javier González de Córdova

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Esta obra pretende acercar al alumno, tanto de secundaria como universitario, a una visión más amplia del mundo histórico literario que nos envuelve. A través de una limitada selección de obras se servirá al estudiante para encontrar los ejemplos a la hora de iniciarse en la realización de un comentario de texto, así como los indicios de búsqueda para aventurarse en la investigación que requiere el estudio filológico.

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