Despierta Jericó 93, junio de 2021

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DESPIERTA JERICÓ

Número 93 - Junio de 2021

Apoyo al Paro Nacional, Jericó.


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Instalación. Jericó, mayo 23 de 2021


EDITORIAL

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Un país diferente

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nte nuestros ojos asistimos a los esfuerzos dolorosos que padece una generación cuyo desespero se ha transformado en la ilusión de dar a luz un nuevo país que proteja la sociedad de justicia y oportunidades que todos ansiamos nazca y se desarrolle. Como todos vemos, asombrados, desconcertados, en incertidumbre, temor o esperanza, con dolor y tristeza, con indignación o rabia, comprensivos, analíticos, compasivos o acusadores, es el futuro de este país el que está en disputa en las calles y barrios de las grandes y medianas ciudades, en las carreteras; son millones de personas reclamando con insistencia, con vehemencia, con creatividad, con sacrificio y decisión, enfrentados a la indolencia e ineptitud del gobierno, a la acción desmedida y en parte descontrolada de los cuerpos armados del Estado y a la acción vándalica de grupos organizados por intereses oscuros y delictivos. Ninguna nación ha variado de manera pacífica el rumbo que parecía estable, siempre los cambios fundamentales han ocurrido en medio de enfrentamientos y guerras, y no puede ser de otro modo, infortunadamente, porque el paso a nuevos poderes políticos conlleva la resistencia cerrada de las fuerzas que han mantenido el orden y los privilegios cuestionados por las fuerzas contestatarias. La sociedad colombiana se ha caracterizado, entre otros aspectos, por el continuo conflicto armado desde que se logró el fin de la larga invasión española. Al son de las armas y de largos funerales muchos gobiernos se han establecido desde entonces, y cada uno de ellos ha contribuido a configurar la sociedad que tenemos. Un país con índices irrefutables de gran desigualdad social, no porque unos deseen ser pobres o miserables, sino porque la riqueza nacional principal, la tierra, ha sido acaparada por pocas personas y empresas, muchas veces de manera violenta; además, la industria nacional que lograba en buena parte del siglo XX abastecer la demanda interna e inclusive exportar a países vecinos, fue arrasada por la competencia de mercancías a las que el gobierno abrió la puertas legales y las del contrabando. En el artículo ¿Hay razones para la protesta social en Colombia? del profesor Carlos Mario González que publicamos en esta edición, es claro el origen del estallido social sostenido que estamos viviendo en nuestro país; no obstante, una pregunta cuya respuesta conocemos todos, es importante: ¿de qué vive una enorme cantidad de personas de los barrios populares de las grandes y medianas ciudades? Del rebusque, que significa total inseguridad de poder alimentarse, tener asistencia médica, garantizar educación para los hijos, etc. etc. Son las incontables familias de estos barrios las que hoy nos llaman a aceptar y responsabilizarnos de la realidad de nuestra sociedad, por encima de los engaños y promesas de gobernantes, políticos, pastores y medios oficiales de comunicación. El actual Presidente, siguiendo la línea tradicional de gobernar en Colombia, se ha encerrado obstinado en su palacio y entre quienes lo aplauden y mal aconsejan; ha creído que los colom-

bianos lo ven como un gran líder y suspiran por escucharlo y admirarlo cada día en su programa de televisión o en lo que fueron sus “talleres” semanales. El rechazo que gritan miles de manifestantes cada día durante el último mes, no admite dudas: el presidente Duque y quien lo condujo de la mano a su cargo, los partidos de gobierno y todos los gremios e instituciones representantes de la continuidad de un orden social que cierra a la inmensa mayoría de la población el acceso a las condiciones básicas de existencia, han agotado la paciencia del pueblo colombiano. El aire de amplitud y democracia que trajo la Constitución de 1991 lo han enrarecido los gobiernos sucesivos al punto que hoy no queda un sólo órgano que controle las acciones del gobierno: La Procuraduría, la Defensoría del pueblo, la Fiscalía, la Contraloría, el Congreso, las cortes, muchos tribunales, los ministerios, es decir, todo el aparato estatal está bajo el dominio de un pequeño grupo de dirigentes políticos y financieros relacionados estrechamente con narcotraficantes y otros delincuentes, para quienes el Estado es un botín que saquean sin el menor escrúpulo: 50 billones de pesos anuales en corrupción. Quienes denuncian, se oponen o reclaman, son asesinados. Así de cruel, así de vergonzoso. A quienes habitamos en la periferia privilegiada de la nación, es decir, los pueblos tradicionales agrarios con arraigo cultural de paz y solidaridad, a diferencia de la periferia marginada bajo el control de bandas criminales, nos cuesta imaginar el sufrimiento que viven millones de colombianos; sin embargo, debemos esforzarnos en informarnos de fuentes diversas y comprender la magnitud de lo que viven nuestros hermanos y los peligros que nos acechan en manos de esos gobernantes cuyo interés en nosotros no es conservar las cualidades de vida que hemos venido construyendo desde la generación de los fundadores de nuestros pueblos, sino romper los lazos que tejen nuestra sociedad campesina y pueblerina, apropiarse de las tierras rurales y desplazar las familias campesinas, entregar el área urbana a constructores y especuladores, socavar las montañas para exportar oro, cobre, plata y otros metales al tiempo que agotan las fuentes de aguas, arruinan la agricultura, el turismo y la vida en tranquilidad. El propósito del gobierno y las multinacionales es el saqueo encubierto como “desarrollo y progreso”.

DESPIERTA JERICÓ - Distribución gratuita

Una publicación por el Jericó pueblerino y campesino Carlos Andrés Restrepo, Rodrigo López, Alicia López, Oscar Villa, Jaime Ramírez, Juan Gonzalo Marín, Fernando Jaramillo (director). Donaciones: Davivienda ahorros 3992-0002-3287 despiertajerico@gmail.com www.despiertajerico.blogspot.com Impresión: Virtual Publicidad. Medellín, tel. 4085566


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Bibos - Vovos

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os lobos hambrientos de dinero que hace catorce años vienen conquistando a jericoanos con toda clase de atenciones, se valen de las más pegajosas tácticas que obnubilan a las mentes indecisas o inseguras aunque se hayan vestido de inteligencia unos, y de ingenuidad los otros, gentes nuestras tan valiosas pero que caen como vivos porque se tientan por comodidades pasajeras que pinta el dinero con su disfraz de redención o progreso; y a las otras tan precarias de conocimiento cual bobos sin la dimensión del gran negocio que pretenden para SÍ los lobos y que podría ser del todo nuestro si fuésemos sabios y entendiéramos que lo que tiene en su estómago la montaña nos pertenece para siempre, incluso con mayor valor sin extraerlo para avalar nuestra riqueza y sumarla a lo que tenemos sobre ella con árboles, aguacates, tomates, parques verdaderos, acuíferos atrayentes de más turismo, zonas verdes conectadas al Distrito de Manejo Integrado con abundantes paisajes que aumentarán la felicidad de todos los que estamos amenazados por la nueva esclavitud: Jericó, Támesis, Fredonia... el Suroeste bendecido que se quieren comer los codiciosos de la mesa desde la que caen migajas humillantes.

Mark Twain: Es más fácil engañar que convencer que los están engañando. No nos faltan recursos, nos sobran ladrones, dice Mafalda. Y eso es lo que se pretende: tener más gente que son más votos que son más oportunidades para manejar más plata para poder robar más. El otro negocio de las regalías (migajas del pan nuestro). Los autodichos Padres de la Patria y los que “administran” (el ejecutivo), que en sus costosísimas curules y obedientes, perecean indolentes y soberbios. Donde hay oro espantan, el oro emborracha, se sube a la cabeza como el aguardiente, dice Efe Gómez en La tragedia del minero; y en sus Psicologías, el filósofo de Fredonia se refería a los pobres diablos atacados por el delirio de grandeza, una enfermedad muy común en las democracias pobres que no han sabido empuñar las banderas de lo correcto. (Universo Centro 121). El disparate de nuestros orgullos. Recuperar el talante jericoano: honor, respeto y dignidad. ¿Para qué otra riqueza si se muere humillado y pobre? Sólo miren.

Rodrigo López Estrada

roloes0023@gmail.com


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GENERACIÓN RESTAURACIÓN: REIMAGINA, RECREA, RESTAURA

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urante demasiado tiempo, hemos estado explotando y destruyendo los ecosistemas de nuestro planeta. Cada tres segundos, el mundo pierde una superficie de bosque equivalente a un campo de fútbol y, tan solo en el último siglo, hemos destruido la mitad de nuestros humedales. El 50% de nuestros arrecifes de coral ya se han perdido y para 2050, podrían desaparecer hasta el 90%, incluso si el calentamiento global se limita a un aumento de 1,5°C. La pérdida de los ecosistemas está privando al mundo de sumideros de carbono, como los bosques y las turberas, en un momento en que la humanidad ya no puede permitírselo. Las emisiones globales de gases de efecto invernadero han aumentado durante tres años consecutivos y el planeta está a un paso de un cambio climático potencialmente catastrófico. La aparición de la COVID-19 también ha demostrado lo desastrosas que pueden ser las consecuencias de la pérdida de ecosistemas. Al reducir el área de hábitat natural para los animales, hemos creado las condiciones ideales para que los patógenos, incluidos los coronavirus, se propaguen. Ante este gran problema, el Día Mundial del Medio Ambiente se centra en la restauración de ecosistemas con el lema “Reimagina, recrea, restaura”. Restaurar los ecosistemas significa prevenir, detener y revertir este daño, pasar de explotar la naturaleza a curarla. Para ello, y precisamente en este día, arrancará el Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de Ecosistemas (2021-2030), una misión global para revivir miles de millones de hectáreas, desde bosques hasta tierras de cultivo, desde la cima de las montañas hasta las profundidades del mar. Solo con ecosistemas saludables podemos mejorar los medios de vida de las personas, contrarrestar el cambio climático y detener el colapso de la biodiversidad.

www.worldenvironmentday.global/es/participa/guia-para-la-restauracion-de-los-ecosistemas

Con los párrafos anteriores y las imágenes que los acompañan, la Organización de Naciones Unidas convoca a todos los habitantes del planeta, gobiernos, instituciones y organizaciones sociales a celebrar este sábado 5 de junio de 2021 el Día Mundial del Medio Ambiente. Nos pide la ONU que devolvamos la vida a nuestras montañas, y en verdad en Colombia hay montañas fuertemente afectadas por la deforestación que abre paso a la ganadería extensiva y a los monocultivos, por lo cual debemos comprometernos en su restauración; también hay que conservar las áreas protegidas por su riqueza en agua y biodiversidad, especialmente en nuestro Departamento lo debe hacer CORANTIOQUIA que tiene como proyecto de Plan de Manejo para la Cuchilla Jardín -Támesis liberar 5.491 hectáreas actualmente en zona de Preservación y pasarlas a Restauración. Y no sólo a los ciudadanos y a CORANTIOQUIA nos corresponde conservar la vida de nuestras montañas y protegerlas de la deforestación, también tenemos los habitantes de Jericó y Támesis que permanecer vigilantes para que no sea completamente destruida la riqueza en agua, agricultura y biodiversidad que nos brinda la montaña común de Jericó, Támesis y el Suroeste, destrucción que quiere iniciar la africana AngloGold Ashanti abriendo túneles y cavernas en cinco sectores de la montaña (Aurora, Chaquiro, Tenedor, Isabela y La Sola) empezando con la extracción de 17 mil toneladas diarias de rocas del Chaquiro. El distrito minero de AngloGold Ashanti no puede ser permitido por ANLA y menos por jericoanos, tamesinos y suroestanos.


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¿Hay razones para la p rrupción crónica, de las más altas del orbe, alcanzando la escalofriante cifra de 50 billones (50 millones de millones) que le hurtan a un país que tiene en presupuesto 314 billones para atender todas las necesidades de la sociedad, es decir, el 16% de los recursos del Estado le son esquilmados por hampones de cuello blanco; somos también país de los punteros en muertes violentas (se mide por centenares de miles en una historia continua de criminalidad y atrocidad), en desaparecidos (60.000 en las últimas décadas, cifra que se queda pálida con los 30.000 que escandalizaron al mundo durante la dictadura militar de Videla en Argentina y los 40.000 asesinados, desaparecidos o torturados durante los 17 años de dictadura de Pinochet en Chile), en desplazamiento forzado ( siete millones reconocidos oficialmente); en fin, se podría seguir con más datos pero con los presentados es suficiente para deducir que algo muy grave debe darse en el orden social de Colombia como para que ofrezca tan sombrío panorama y como para que en él se hayan enseñoreado tanto dolor y tanto sufrimiento. Dicho esto, veamos algunos de los indicadores que ayudan a ver mejor la realidad social y económica de nuestro país.

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o más lógico es comenzar por preguntarnos: ¿Hay causas en Colombia que permitan explicar el actual descontento social que cruza toda la superficie del país o estas manifestaciones son injustificadas y no son más que consecuencia de los oscuros planes de algún país vecino o de un más misterioso espíritu vandálico que se apoderaría de tanto en tanto de algunos sectores de nuestra sociedad? Responder esta pregunta es necesario si queremos adoptar, tanto en lo individual como en lo colectivo, una posición lo más sensata y mesurada que sea posible y una actitud conducente a resolver los problemas que hoy nos desgarran como sociedad. Tal vez presentar algunos indicadores económico - sociales nos permita disponer de un contexto que en algo o en mucho sirva de soporte a la respuesta que necesitamos, permitiéndonos así tener un horizonte más despejado para que cada uno sepa cómo proceder y por qué, respecto del presente y del futuro de nuestra sociedad. Con este propósito podemos detenernos a observar, someramente, lo que nos ofrecen tres frentes de análisis: el problema de la tierra, el concerniente a la riqueza y su distribución y los criterios de tributación que rigen en Colombia. Pero antes de decir algo sobre estos aspectos, conviene recordar algunos datos generales: somos el segundo país en inequidad (en distribución de riqueza) en América Latina y el sexto en el mundo entre 196 países; poseemos una de las mayores tasas de desempleo del planeta; tenemos uno de los salarios medios más bajos de la región y un nivel de vida promedio que está en la parte inferior de la tabla de comparación; todo esto mientras padecemos una co-

El problema de la desigualdad en la propiedad de la tierra. En Colombia el 32% de la población está en el campo y tiene que enfrentar una antigua, desmesurada y creciente concentración de la tierra que nos sitúa en el primer lugar de América y uno de los primeros del mundo, concentración de la tierra que aúna a la pobreza de millones de campesinos una notoria improductividad agrícola a consecuencia de la destinación de gran parte de la tierra a la ganadería extensiva en manos de una ínfima minoría de grandes terratenientes. Conviene enfatizar algo de particular gravedad: la propiedad de la tierra en Colombia es la más concentrada de América Latina, región que se disputa con África cuál es la más inequitativa del planeta. Como apenas es obvio deducir, la pobreza de millones de campesinos no se expresa sólo en lo alimentario, sino, también, en la precariedad de sus condiciones de educación, vivienda, sanidad y locomoción. En Colombia las 275 propiedades mayores de 10.000 hectáreas y que suponen el 0,02 del total, concentran el 40.89% de la tierra, con el agravante de ser las mejores tierras del país, en gran medida sustraídas a la producción agrícola y destinadas a la ganadería extensiva con destino a la exportación. Para acentuar esto, hay que decir que el 1% de las propiedades acaparan el 74% de las tierras del país, esto sin contar con que algunas de estas propiedades se reúnen en manos del mismo propietario. En los años 60’s las fincas mayores de 500 hectáreas ocupaban cinco millones de hectáreas, en tanto hoy en día ocupan más de 40 millones de hectáreas. El crecimiento exponencial de la concentración de la tierra ofrece un panorama más complejo si señalamos que de 43 millones de hectáreas usadas con propósitos agrícolas, el 80% (38 millones) está dedicado a la ganadería, en tanto sólo el 20% (5 millones) se destina a la agricultura, pero de éstas, 3 millones son para la exportación (incluso de productos altamente dañinos para el medio ambiente, como la palma africana), quedando sólo 2 millones para la producción de alimentos de consumo interno, configurándose así la paradoja de que un país con la riqueza agrícola de Colombia tenga que importar alimentos porque carece


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protesta social en Colombia? de soberanía alimentaria, viendo con ello encarecer la adquisición de bienes naturales de consumo diario. Tal vez la imagen que mejor grafica el terrible drama social que representa el hecho de que 2.300 grandes propietarios concentren la propiedad de la mejor tierra del país en la forma de latifundios es esta: una vaca tiene el doble de tierra que una familia campesina pobre. Por último, hay que señalar que el problema del campo se acentúa con el rumbo que los gobiernos de este siglo han tomado hacia la economía extractiva -carbón, petróleo, minería-, lo que se traduce en las concesiones de casi 45 millones de hectáreas que se le han conferido a las grandes corporaciones transnacionales que vienen, saquean la tierra, agotan el agua y se llevan fuera de nuestras fronteras las riquezas que extraen, dejándonos a mediano y largo plazo el daño ambiental irreversible y el deterioro paisajístico irrecuperable. En conclusión, la profunda injusticia social, la destinación de la tierra al sólo propósito del enriquecimiento de un puñado de terratenientes y al beneficio económico de poderosas corporaciones transnacionales, sigue clamando por una reforma agraria democrática, deuda que se remonta al período de la colonia española cuando ésta asignó títulos a gigantescas propiedades, problema que la Independencia y la República nunca han acometido, preservando así los beneficios de una minoría de propietarios que, a su vez, son una decisiva fuerza en el poder político y en las formas de ilegalidad violenta que han asolado al país. Índices de riqueza y estructura tributaria del país. En Colombia 2.681 clientes tienen a su haber casi el 60% de todos los depósitos bancarios del país, en tanto un pequeño número de

grandes empresas o personas jurídicas -3.000 son los grandes ricos de este país- concentran gran parte de la riqueza sin que esto se vea reflejado en sus impuestos. El 50% de la economía es informal, esto es, la economía que popularmente se llama “del rebusque”, 30 millones de colombianos hacen parte de la franja de pobreza, 70% de los asalariados devengan el salario mínimo, 22 millones reciben mensualmente $325.000, 10 millones se acuestan con hambre, las universidades públicas reciben solo el 10% de sus aspirantes, el trabajo formal no sólo es pobremente pagado, sino que es precario, el salario promedio profesional es de $1.700.000, la tasa de desempleo es la más alta de América Latina, el déficit de vivienda digna para la gente del común es alarmante, la salud dejó de ser un derecho y devino empresas en función de la rentabilidad... En fin, el panorama social colombiano grita a los cielos su injusticia y su inequidad, panorama enfatizado por unos gobernantes que concentran todos los poderes en sus manos y destinan sus políticas a favorecer a los más poderosos empresarios y terratenientes beneficiados con una bajísima tributación, la cual se intenta compensar descargando sobre los menos pudientes el recaudo fiscal. Tal vez lo dicho hasta aquí, me exima de mostrar la intención distractora de quienes quieren encubrir el drama social que marca a Colombia, con la absurda explicación que le asigna la actual protesta social a un supuesto país extranjero que organiza el vandalismo desenfrenado: cínicas explicaciones que quieren sostener su propósito de seguir favoreciendo los intereses de una minoría de poderosos, perpetuando así la triste e indigna imagen de ser una de las sociedades más inequitativas e injustas del planeta.

Carlos Mario González

Miembro de la Fundación Cultural Entrelíneas Profesor de la Universidad Nacional

Paro Nacional Colombia, abril y mayo 2021. Fotos Internet


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AngloGold Ashanti continúa agudizando los conflictos ambientales en el Suroeste

n las semanas más recientes se han evidenciado acciones pertinentes para profundizar el análisis sobre los conflictos ambientales, los cuales se agudizan cada vez más en el suroeste Antioquia a causa de la dictadura minera y el proyecto minero Quebradona de Anglogold Ashanti. Dentro de estas acciones que se presentaron en el cierre del 2020 y que involucran al proyecto Quebradona, tenemos: 1) los requerimientos solicitados por la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (27 de noviembre); 2) los reparos de la Secretaría de Minas de Antioquia al proyecto minero; 3) la carta de la Procuraduría a Empresas Públicas de Medellín (16 de diciembre); y 4) la notificación sancionatoria de Corantioquia (31 de diciembre).

institucionales que han sido también producto de la movilización social y de las denuncias públicas que han posicionado especialmente las organizaciones sociales de Jericó y el suroeste de Antioquia. Son mínimos y superficiales -aunque no carecen de importanciaporque las dinámicas del conflicto deben abordarse de manera estructural, no solo desde una base técnica e institucional sino desde una fundamentación social y participativa.

Foto: DESPIERTA JERICÓ

Lo Social adquiere prioridad porque nos permite entender que el Territorio no son sólo minerales y mucho menos un receptáculo para su extracción y destrucción. También nos permite entender que los conflictos no se resuelven con sanciones económicas o con ajustes técnicos.

Es preocupante y necesario -aunque no suficiente- plantear alertas, debates y análisis, sobre los efectos de estos acontecimientos en las dinámicas de los conflictos a los que hemos sido sometidos durante los últimos 15 años y la necesidad de ampliar su discusión en una perspectiva histórica y actual a partir de las configuraciones territoriales que se han dado en el suroeste de Antioquia.

Abordar lo Social implica reconocernos como actores constructores de este territorio, de las conexiones integrales de nuestras prácticas culturales con las montañas, las aguas, la biodiversidad, su riqueza material y espiritual... implica también darle un sentido real de reconocimiento y protección de los patrimonios comunes que tenemos en estas majestuosas montañas.

Centrando nuestra reflexión sobre la relación entre los conflictos ambientales y la dictadura minera, es importante resaltar que una empresa que se ufana por tener los más altos estándares técnicos y científicos en esta materia, les notifiquen 174 requerimientos por parte de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales y más de 500 recomendaciones por parte de la Secretaría de Minas de Antioquia, la cual identifica problemas con los mapas e incoherencias en cuanto a la información geológica, solicitando 103 correcciones.

Ser conscientes de lo Social y valorar las sociedades montañeras que estamos reconstruyendo, también le asigna un rol especial a la participación social como posibilidad efectiva de decidir, resignificar y transformar el Territorio que tenemos y el que soñamos.

De igual manera, Corantioquia sancionó con más de 288 millones a la empresa minera de cobre Quebradona por intervenir un afluente que nutre a la quebrada La Fea en Jericó, instalando una plataforma de exploración a 15 metros del cauce, generando perforaciones de 650 metros -o más- de profundidad. A estos elementos le sumamos la advertencia que hace la Procuraduría Ambiental y Agraria al declarar el proyecto de alto impacto y advirtiendo sobre las posibles afectaciones que puede generar el proyecto minero Quebradona sobre el proyecto Hidroituango a causa de su conexión con el río Cauca. Estos aspectos que aparecen enunciados, son expresiones importantes, pero tal vez mínimas y superficiales para entender las dinámicas de los conflictos ambientales, pues faltan enunciar muchos más y nos encontramos frente a pronunciamientos

No podemos permitir que la dictadura minera y los conflictos ambientales se continúen agudizando, es necesario visibilizarlos cada vez más y plantear la necesidad urgente de dialogar y debatir las dinámicas de estos conflictos de una manera integral con la Procuraduría Regional Agraria, Corantioquia, la Defensoría del Pueblo, las Personerías Municipales, en fin, con la institucionalidad del Estado en los niveles locales, regionales y nacionales. No podemos permitir que la Anglogold Ashanti y la dictadura minera nos arrebaten el derecho a decidir. Existen propuestas comunitarias importantes para generar estos debates entre comunidad y Estado. Las Mesas Planes de Vida Comunitarios son una ruta importante para cumplir estos propósitos.

Yamid González-Díaz

Defensor de Derechos Territoriales Integrante CocosoP y COA


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La evolución de las cosas simples

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na de las preguntas recurrentes hechas por los antropólogos tiene que ver con las razones de causa y efecto que hicieron posible la evolución humana. Este es un tema complicado pues debe desarrollarse sobre encuentros arqueológicos y paleontológicos cuyo cuadro final está muy lejos de conocerse. Sin embargo, existen los encuentros de líneas hereditarias de cosas y habilidades pequeñas e íntimas cuyo re-encuentro nos trae satisfacciones muy especiales. Muchos de estos detalles considerados obvios son fruto de procesos muy complejos. La visión binocular, el bipedalismo, el lenguaje organizado o la habilidad manual, han ido surgiendo en el curso de millones de años dentro de la especie llegando a convertirse en la función conocida por nosotros hoy en día. Se puede decir que el hombre y su flamante especie sin estas “pequeñas cosas” no hubieran podido ser lo que son. Refiriéndonos a la destreza manual tenemos que hablar de herramientas, implementos y armas. Las “edades” del progreso social son determinadas por el material de sus herramientas: piedra burda en el Paleolítico, piedra pulimentada en el Mesolítico y Neolítico. Al llegar el uso de los metales, los periodos fueron: Cobre, Bronce y Hierro. Algo digno de ser resaltado y quizás estudiado por aparte es la co-relacion existente entre la dureza de cada metal y el ascenso de poder en el camino de pueblos e imperios. Fueron los comienzos de un enlace el cual jamás dejaría de existir: Tecnología y Poder. La labor continua de los artesanos y orfebres encontró los caminos de explotación, fundición y aleación basados en el incremento del calor aplicado gracias al fuelle. Mientras los pueblos del Sur de las culturas Eufraticas creaban e inventaban en arcilla y en madera: tejas, ladrillos plano convexos, goznes, torno, rueda, en el Norte Hitita se trabajaba intensamente en metal. En el 3.500 - 2.000 a.C. se unieron en fundición el cobre y el estaño facilitando a los pueblos de la región anatolica pesar sobre los Acadios y los Egipcios gracias al poder del Bronce. Ya para la batalla de Kadesh en 1.274 a.C. la fuerza de un ejército no solo dependía de la dureza de un metal, se trataba de conglomerados organizados y entrenados provistos por armas uniformes, quizás la primera fabricación en serie de la historia. Sus carros arrastrados por caballos debían utilizar el metal como material obligado. Estas caracteristicas de tecnología bélica sufren transformaciones muy importantes en manos de Griegos y del Imperio Romano. Mecanismos como los integrados a las “máquinas” de Arquímedes o todos los componentes del ejército imperial: espadas y puntas de lanza, escudos con refuerzos, articulaciones de los carros de combate así como los arreos de los caballos, donde inexplicablemente faltó el estribo fueron hechos en metal fundido o forjado. Por aquellos días el oro ya representaba un valor en incremento y su comercio y atesoramiento adquirió gran complejidad. En el 476 d.C. Rómulo Augustulo fue depuesto como último emperador de Roma cuya tecnología bélica fue de muchas formas heredada por los pueblos llega-

dos de Oriente. El encuentro de lucha entre fuerzas no podía prescindir de la protección de mallas metálicas, escudos reforzados o cascos. Las armas pasaron a ser un permanente objeto en perfeccionamiento: balance, peso y alcance en una espada podían definir el destino de un pueblo. La Edad Media fue el “campo de prueba” para la organización de fuerzas integradas en infantería de choque, arquería y caballería (con estribo). En la batallas de Crecy, Courtroi y Agincourt se enfrentaron técnicas y tácticas desarrolladas por aparte en Francia e Inglaterra. Ya el metal había conquistado las capacidades de combate de ejércitos de variado tamaño y movilidad. Alabardas, ballestas y arcos de diseño especializado nutrían los arsenales. De la Guerra de los Cien años en 1.329, a la disputa de los litigios por posesiones inglesas en Francia, el arma victoriosa fue el arco largo que aseguró el fracaso de la caballería frente a fuerzas a pie. El metal cambia de ser protector del soldado cuando se funden los cañones. Una diferente co-relacion de materiales nace con el progreso de la pólvora. En el siglo XIX ocurre la Revolución Industrial. La transformación del mundo a partir del trabajo de la máquina de vapor de Watt involucrada a la industria y a la mecánica, llamo de inmediato a una elevada demanda de los metales. Las dos grandes Guerras Mundiales iniciadas en 1.914 fueron la expresión clara de una apoteosis industrial y las sociedades se entregaron a un destino decidido por las grandes máquinas. Flujos gigantescos de energía e inteligencia humana crearon los monstruos mecánicos que escupieron fuego sobre Varsovia, Leningrado, Londres y finalnente sobre Berlin. (Aunque quedan faltando centenares de ciudades) Por esos días el oro fue abandonado como patrón de valor monetario y allí quedó en las bóvedas bancarias haciendo su fantasmagórica presencia en la Economía. El mundo civilizado tal y como lo conocemos es el resultado reciente de un proceso histórico muy largo. Hoy las técnicas en escalas de producción jamás vistas, están dirigidas a crear un consumo regulado por los procesos desde un comienzo y el “Imput” de materiales combina el uso del metal con una sorprendente cantidad de materiales sinteticos. Máquinas de alto rendimiento las cuales han llegado al límite de su libre funcionamiento frente a la destrucción de la capa orgánica a la cual han llegado a amenazar. El oro se busca aún con ambición desaforada, no precisamente por la urgencia de una demanda. El oro extraído se convierte en lingotes y... se guarda. Bancos y depósitos (Fort Knox) están llenos de acaparamiento técnico sólo para controlar el precio. Por ese afán se destrozan suelos de países africanos, americanos o de cualquier otro origen. Por esto, mi deseo cada día es que AngloGold Ashanti se vaya de Colombia.

Bernardo Arbeláez


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Aires de cambio

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a lluvia golpea puertas y ventanas, lo hace a todas horas queriéndose entrar por cualquier resquicio. No para de llover hace varios días, todo está anegado, húmedo y con poco color. Dicen que lloverá por lo menos los próximos dos meses. Me pregunto si la tierra aguantará tanta agua encima. Las plantas y árboles cercanos parecen acurrucados en su sitio, como esperando que amaine para erguirse nuevamente. Me gusta el agua, ver llover y observar los riachuelos recién formados, perdiéndose unos a otros en sí mismos, creciendo a cada metro en búsqueda del más grande para viajar seguros hacia el mar. Creo que las personas nos agrupamos para viajar juntos, a veces por carreteras, caminos o trochas. Otras en sueños o en muchas ocasiones en el mismo sitio. Es el estar allí, en compañía del otro, para recibir los días, cada uno distinto, más radiantes o a veces grises u opacos. Lo importante es permanecer muchas vidas para encontrar el mar en cualquier momento. Los temporales nos acurrucan, nos achican e inmovilizan. El sostenerse fuertemente el uno en el otro, no permite que la corriente nos lleve y nos desprenda. Ocurre en muchas ocasiones, cuando se sueltan no se vuelven a encontrar, interrumpiéndose así el viaje prometido. Los árboles y plantas tienen raíces bajo la tierra. Las manos y sentimientos son nuestra manera de aferrarnos para seguir el camino. Si nos dejamos de ver, de sentir, de amar, de seguro el mundo no volverá a ser el mismo. Las calles y avenidas, los bares y cafetines apagarán su música ruidosa. Las fachadas se desteñirán y tornarán grises y opacas. Los murmullos de la gente serán inaudibles y la letra perderá su sentido. Si nos alejamos ahora, de seguro los caminos nunca volverán a cruzarse nuevamente, cada uno trazará nuevos destinos que distanciaran aún más la no presencia. El tocarse y olerse en la mañanas y noches desaparecerán en el vacío del no estar. El percibir perderá su sentido en la soledad de su quehacer. Las pisadas, huellas y taconeos no volverán a sonar en los pisos, calles y aceras de la ciudad que posibilitó el encuentro. Ese existir en los zapatos del otro no encaja en la lejanía de la mirada ausente.

a ser incluidos, a ser diversos, a una educación de calidad, a un trabajo y a un salario digno, a una pensión; mejor dicho, quieren vivir, quieren caminar juntos. Ya no aguantan tantas promesas. Quieren realidades concretas y ser partícipes de ellas. Su cabeza erguida bajo el sol o la lluvia, miran al frente buscando cambiar su destino, trazando nuevas rutas que los lleven a un país mejor. Las lluvias de abril y mayo no cesan, de vez en cuando se dejan venir en torrenciales avenidas que mojan el calzado de los marchantes, que levantan su voz como truenos pidiendo justicia por los muertos y lesionados, como también saber de los detenidos y desaparecidos, que no son pocos, son miles los afectados. Aun así, día a día se levantan a pintar sus carteles para mostrarle al mundo lo que les está sucediendo en su país. Ya no creen en políticas tradicionales, en promesas vacías, en clientelismos y burocracias por interés, ya no siguen a sus viejos ligados a ideologías conservadoras amañadas a las tradiciones bipartidistas, ni a aquellos salvadores de mano dura. Los jóvenes se separan del “dejar hacer y dejar pasar” para construir con todas sus pisadas un mundo mejor para los colombianos desde la crítica y la proposición, ya no son ovejas que caminan al redil. El callar no está en sus mandamientos, como tampoco el seguir haciendo sin preguntar, la crítica está a flor de piel, no tragan entero, no comen de cuento. No tienen nada, por tanto, tienen poco que perder y mucho que ganar. Es en todos los rincones del país que los colombianos se alzan en una lucha para erradicar la pobreza y el abandono. Insisten en ser escuchados en diálogos francos y directos. El gobierno de Duque de tanto en tanto, tira migajas al suelo para calmar el hambre, habla de matrícula cero en universidades públicas y por un semestre, dice del primer empleo para los jóvenes, pero calla cuando le suplican que oiga a la gente. Estamos en un país oscurecido por la indolencia de las élites que nos gobiernan, las cuales miran desde el balcón, lanzando acusaciones sin fundamento. Los jóvenes que protestan no son vándalos, ni terroristas, ni comunistas, ni guerrilleros. Son la esperanza de cambio, en un país dormido y acomodado por unos cuantos pesos que arrojan los capitalistas para calmar las injusticias. En Jericó poco se ha visto de marchas y reclamos, pero hay una masa juvenil que de tanto en tanto lanza sus gritos para ser escuchados. La diversidad sexual tuvo su primera marcha el año pasado; en este 2021, hubo marchas y arengas en favor de un cambio de políticas gobiernistas, se unen al paro nacional. No se amilanan ni se acobardan en un pueblo que es tildado de uribista y conservador. Rompen esquemas enfrentándose a la clase política rancia que ha dirigido el país desde siempre.

No cesa el chaparrón que cae sobre Colombia, no es de agua, sino de injusticia, de carencia y desigualdad. Las gotas vienen envueltas en gases de colores y aterradores sonidos que revientan oídos y el alma. La gente corre de huida, refugiándose en cualquier poste o pared, rogando que no la alcance alguna bala o metralla que los guardianes de un régimen sordo escupe a cada pedido de libertad.

En ellos, en los jóvenes, está el futuro del país y de las regiones, de la conservación de las montañas y los ríos, de los caminos y senderos, de la risa y del amor. Hay que acompañarlos a llegar al mar para poder ver y sentir un mundo diferente. Gracias a ellos podemos sentir aires de cambio.

Los jóvenes quieren llegar al mar y llenan las calles con sus pisadas y cantos para reclamar el derecho a disentir,

jgmarin1@gmail.com

Juan Gonzalo Marín


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Juventud, ley y autonomía* Por Carlos Mario González

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ea una última consideración que contribuya a la contextualización de las afirmaciones que estas líneas quieren ofrecer. Existen sin duda determinaciones objetivas para la promoción al goce sin limites, mortífera para él y para su sociedad, que del joven hace el discurso capitalista. Si las sociedades premodernas establecieron un peso para la tradición, que le dio un lugar protagónico a los mayores y le asignó un valor al pasado, la sociedad moderna -bajo el acicate del capitalismo triunfante- señaló la primacía del cambio y puso al joven en el papel de protagonista social por excelencia, al tiempo que acentuó el valor de lo Inmediato y de lo por venir. Esta Modernidad Capitalista supo someter la ciencia al imperio de la técnica, acuciada por esa necesidad de eficiencia creciente que reclama la producción de mercancías y la acumulación de plusvalía, lo que determina que en la sociedad del capital el conocimiento científico se realice principalmente como incesante -y agobiante- novedad instrumental. Es ante esta frenética innovación técnica, que hace lo de ayer caduco y obsoleto, que el joven puede fungir como operador eficiente y como instrumentador calificado, cosa que por principio no equivale a que sea un creador, pues para el acto creador es imprescindible una apropiación y un dominio de la tradición y esto, precisamente, es lo que no propicia una cultura que alimenta en el joven no la deuda para con el otro, sino el mito de que él es mero efecto de sí mismo, fruto de su autoprocreación y, por ende, que toda esa precedencia que es la tradición sobra para él. Consecuencia de esta aceleración sin tregua del cambio - particularmente en el orden técnico- por la que se ha precipitado la Modernidad Capitalista, es el profundo distanciamiento y la diferenciación rivalizante que se ha producido entre jóvenes y adultos, quienes constituyen conjuntos generacionales cargados de sus respectivos principios, mitos y prácticas y separados en sus formas de actuar, vestir, hablar y disfrutar. Y si es cierto que siempre, a lo largo de la historia, ha habido tensión y pugna entre el joven y el adulto, en épocas premodernas no era porque aquél representara el cambio (pues el cambio lo impulsaban mayores revolucionarios), sino porque disputaba el lugar de éste. De la misma manera, las diferencias generacionales siempre se han manifestado en las relaciones padrehijo y maestro-alumno pero, en la premodernidad, ser joven era una etapa de aprendizaje de las formas de la adultez y eso le acarreaba un esfuerzo continuo por parecerse a los mayores e imitar sus modelos, que eran signo de realización y respetabilidad; en la Modernidad, por el contrario, el joven hace un valor positivo de todo aquello que lo diferencie y separa del adulto. Si antes el referente de los jóvenes eran los adultos, encargados de enseñar, hoy son los jóvenes, más bien, los que se toman como referentes de los adultos y fungen como enseñantes de sus mayores. Si en la premodernidad, conflictos y dificultades incluidos, las generaciones se articulaban, hoy se separan y antagonizan, al tiempo que invierten el orden precedente del aprendizaje,

el que ponía al joven en el papel del aprendiz y al adulto en el de enseñante. Se reconoce aquí una actitud características del joven moderno del que hablo, la que podría llamar “rebelión contra el padre”, en todo caso contra aquel que representa la tradición y la ley, rebelión que reivindica el privilegio de ser excepción frente a la obligación y el compromiso, representándose y justificándose para ello como víctima de una adultez que, a más de haberlo traído a la vida “sin su consentimiento”, lo maltrata, lo malforma y lo malcomprende. Pero esta negativa a someterse al orden de la ley no significa ningún peligro para el orden social vigente, pues en lugar de constituir una fuerza insurrecta que propenda por un nuevo orden de cosas, esa juventud es una simple continuadora que tras el espumaje de innovaciones de superficie, deja intocado lo esencial del mundo establecido. Este tipo de juventud no representa una actitud superadora del presente y del sistema de cosas dominante, pues toda su rebelión se reduce a cambios de superficie (en las modas, los gestos, los hábitos, el ocio, etc.) que dejan intactos e intocados los ordenamientos de estructuras (económicos, sociales y políticos), con lo cual antes que ser una juventud revolucionaria es una juventud profundamente conservadora. Rechazando contar con elevados ideales, esa juventud es una mezcla de individualismo egoísta y conformismo social que se constituye en bocado de ángel para las ofertas del mercado, a la vez que se perfila como un sector adaptado e integrado al orden establecido, que se pasa la vida bajo la compulsión a la diversión, en la que cabe esa emoción “total” que depara e’1 riesgo extremo, salida ésta desesperada y fallida al hastío y al tedio en que la hunde la rutina de un consumismo improductivo. Esta juventud de la que hablo se habitúo a vivir sin grandes por qués y sin fundamentos sólidos, atrapada en el inmediatismo individualista y en un reino de emociones vacías que sólo le abrirán la puerta al escepticismo, la desesperanza y la desilusión, preámbulos de esa nada de la muerte a la que la tienta la nada de su vida. Y es que a eso conduce la desgracia para el joven de tener adultos que lo abandonan al goce: conduce al triunfo del empuje destructor, tanto del que se dirige hacia sí como del que se dirige hacia los demás. Mejor dicho, la cruel paradoja de un amor entendido como no poner barreras al goce del joven es que así se asegura —para él y para los que entran en relaciones con él— el reino de la muerte

*Juventud, ley y autonomía es un artículo de Carlos Mario González, profesor de la Universidad Nacional, miembro de la Fundación Cultural Entrelíneas y director de la Escuela de Pensamiento Crítico Maestros de la Sospecha. El escrito será publicado por entregas, ésta es la tercera.


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Dura como una piedra

sí es la realidad, dura como una piedra. Si llovió mucho, coja la escoba y saque el agua de la casa, abra canales pa’ que corra el agua encharcada, mueva los animales; si no llueve y el cultivo está reseco, vea a ver cómo riega y vuelva a mover los animales a donde tengan algo que comer; así son las cosas de la vida, llegan y se van a su amaño y no creo que haya que echarle la culpa a nadie de eso, menos a Dios que es amor. Pero así como una roca es dura, no me pongo a darle patadas, ni llevo piedras en las botas, tampoco me quedo quieto sabiendo que cuando llueve mucho se entra el agua a la casa, al beneficiadero y al galpón, se sale la quebrada y se encharca la huerta, o que cuando llegan los veranos bien verriondos tengo que tener agua recogida de la quebrada en un estanque, o agua lluvia almacenada y regarla de a poquitos. Estas son cosas fáciles de entender, hay otras que no sé por qué no les ponemos cuidado si nos hacen daños como caída de rocas en un derrumbe. Hoy no más, llueven piedras en las calles y carreteras de Bogotá, Cali, Medellín y todas las ciudades de este país de agüevados; y llueven también balas, gases y garrotazos, y hay heridos, muertos y muchos desaparecidos, y no le gastamos un poco de entendedera a lo que pasa y nos conformamos con lo que dicen los de siempre, la televisión y la radio, sabiendo que esta gente es tan mentirosa como exagerados los otros. Vea: mi papá que nació hace 87 años, me contaba y me cuenta todavía que cuando era muchacho la gente se daba duro unos contra otros, civiles y militares, guerrilleros y no guerrilleros pero igual de sanguinarios, y que eso no ha cambiado en todo el tiempo que el lleva trabajando la tierra y esquivando los malvados que eran rojos o azules al comienzo, luego guerrillos y soldados, después guerrillos y paracos, ayer combos y mafias, hoy muchachos y esmad, un país donde el deporte es matarse por nada, incluso por un equipo de fútbol de la mafia, o por una novia fea. Hasta ahora, los que han sacado beneficio de las guerras en Colombia, han sido los mismos, los que se han quedado con las fincas ajenas, los que manejan los puestos públicos en las alcaldías, gobernaciones y el congreso; los que negocian los armamentos para todas las bandas y la fuerza pública; los que compran para los hospitales y hacen cirugías a gente que no ha nacido o murió hace años, o los que venden los alimentos para las escuelas; los que construyen carreteras incompletas y con huecos donde se quedan los camiones, construyen puentes que se caen o quedan más arrugados que tejas de eternit y tienen peajes en cada curva; los que compran la pasta de coca que sale de los campos porque no hay manera de sacar el plátano, la papa, la yuca, las frutas y la leche, y procesan esa pasta en laboratorios y le venden el perico a los gringos; toda esa gente acabó con la industria y es la que hace contrabando, la que trae alimentos de otros países, la que entrega las montañas y los bosques a las multinacionales, la que obedece al banco mundial y las mafias internacionales.

Los que siempre han sufrido en cuerpo y alma somos nosotros, los del campo, los de los pueblos, gente que solo queremos ganarnos la vida como Dios manda, con el sudor de la frente, y de paso ayudar a los demás sin pensar en nada distinto a que todos nos necesitamos, los unos y los otros, pero los poderosos no han entendido ni respetado las leyes de la naturaleza ni las leyes divinas, no han respetado nada, solo su interés personal y de clase, nos han visto como los idiotas que tenemos hijos para que vayan a la guerra o a trabajar por casi nada en sus haciendas o fábricas, a cuidar sus propiedades, a votar por sus candidatos en las elecciones, a rogarles para que nos den un empleo, a suplicarles unas ayudas cuando la naturaleza reclama el espacio de sus ríos y quebradas o explota sus volcanes o lanza sus tempestades y huracanes. Y para completar el descaro, nos dicen y nos imponen las leyes de que eso tiene que ser así, porque unos sinvergüenzas y vendidos en el Congreso y en la Presidencia decidieron que fuera así. Y ahora, después de los 87 años de mi papá, los muchachos se mamaron definitivamente de tanta locura e injusticia; en su desespero, los más aguerridos se están haciendo matar por el gobierno, por las mafias y por los vándalos, están resistiendo duro los de la primera línea, están dando sus vidas, sus ojos, su libertad; detrás de ellos son millones de colombianos que están saliendo cada día a las calles a gritar cambio, cambio, cambio, no más impuestos, no más corrupción, no más mafias políticas, educación y salud para todos, no a destruir la naturaleza, a conservar el agua para todos, sus reclamos son cantos de esperanza, es la alegría de pensar que el futuro puede y tiene que ser mejor, que ahora hay luchar duro, sacrificarse ahora con la ausencia de muchas cosas para que no se impongan los impuestos a los alimentos y servicios públicos, para que no se acabe la poca salud pública, para que no le roben la pensión a los jubilados, para que los que siempre han gobernando entiendan que en las próximas elecciones serán otros quienes de verdad representen al pueblo y cumplan con lo que promete la Constitución de este país, un Estado Social de Derecho. Dios quiera que el sacrificio de esos muchachos valientes y los millones de personas que buscan enderezar el camino torcido por el que este país ha estado dando vueltas y vueltas desde tantísimos años, nos saque por fin hacia un futuro de verdadera paz, respeto, democracia, solidaridad; donde cada quien aporte para que todos estemos bien, sin privilegios ofensivos, donde cada persona pueda desarrollar sus capacidades, no para abusar de nadie, sino para su propia satisfacción y utilidad para todos. Nuestra Casa Común, como llama el Papa Francisco al único planeta que tenemos para habitar, la Madre Tierra, no aguanta más destrucción de sus hijos, nosotros humanos y los otros, los animales, los ríos, las montañas, los bosques, los mares, el aire, en una palabra, la vida.

El primario


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La ventana indiscreta

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ago una pausa, estiro los brazos en procura de descansar la espalda que me está quebrando poco a poco el vigor de mi cuerpo tan fino y reluciente, aún sin estrenar en ciertas peripecias de la vida, estoy encadenado a una silla que cumple la misma función que el grillete en las mazmorras de la edad media, termino el estiramiento y pienso en un café, pero no tengo tiempo de prepararlo, el calendario del ordenador indica que ya está iniciando la reunión extra que en la empresa decidieron imponer y que no hacía parte de mis deberes; el instante del café es reemplazado por una eternidad conectado a una reunión en la que no ocurre nada interesante salvo quitarnos el sagrado tiempo para el descanso. El día es cálido, abro la ventana para que el aire entre y llene de vida mi arrume de cosas pendientes, y con el viento se cuelan como una oleada de almas en pena una mezcla de murmullos, clamores, voceos y demandas en un espontáneo contrapunto de “aguacates”, “mazamorra”, “tengo hambre” y un desafinado “ay ya ya yay, canta y no llores, porque cantando se alegran cielito lindo los corazones…”. -“Una monedita por el amor de Dios -, es lo último que escucho, cierro la ventana, espantado con aquel batiburrillo de personas irresponsables que no se quedan en casa a ordenar sus alimentos por la aplicación de su celular, parece que Dios también cerró su ventanilla de quejosos. La ventaja de vivir en un edificio es que entre más alto, más te alejas de los pobres y a través de la ventana se puede mirar a salvo cómo se revuelcan esas almas impías en el fango de la miseria, cuando por algún motivo el ruido de su existencia eleva el decibel y llega hasta mi altura, entonces la cierro y asunto arreglado. Dentro de mi pequeña mazmorra tengo muchas libertades, me puedo conectar con una velocidad de banda ancha que despierta envidia, tengo de primera mano las cifras de todos los que mueren lejos de mí, hasta me puedo dar el lujo de criticar y juzgar, - Eso les pasa por no cuidarse -, - Por su culpa nos van a dejar encerrados toda la vida -. También puedo moverme con toda libertad en mi habitación que ahora es aula de clase, “ensayadero” y sala de reuniones, tengo derecho a quedarme en casa, a lavarme las manos y a usar el tapabocas pese a que vivo solo, constituyo un peligro hasta para mi reflejo, a fin de mantener el distanciamiento social, quebré los espejos, entre menos noción tengo del otro, menos tendré idea de mí mismo. El derecho más legítimo que tengo es el de no pensar y para ello tengo otra ventana, la del teléfono, a través de su pantalla me llega de manera depurada y confiable toda la información que necesito para seguir cumpliendo con mi deber de buen ciudadano, de hombre respetable que se cuida y cuida de los demás.

Joven de Medellín. Martín Weber, fotógrafo argentino.

Ya doné diez centavos a la caridad y regalé toda la ropa que no uso, escucho la misa por televisión y estoy en paz con Dios, en las noticias dijeron que todo esto es por nuestro bien, que nos están cuidando para que mañana podamos volver de nuevo a salir de compras, pero mientras tanto podemos hacerlo de manera virtual, es una dicha. En ocasiones en lugar de la misa, sintonizo el sermón diario de nuestro líder que nos brinda tranquilidad y nos abre los ojos a una mirada lúcida e intelectual de la situación ¡Salve oh gran líder! Sin tu guía sería una persona vulgar de esas que le dan mala imagen a nuestro inmaculado país, loas a ti y a tus escuadrones de ángeles con chalecos fluorescentes que mantienen a raya a los que no nos dejan vivir en la tranquilidad de nuestro ostracismo. Pero sucede que también me canso de esa pantalla, así es que la apago y en el libre ejercicio de mis derechos enciendo el computador, solitario reviso la bandeja de entrada, y sigo persistiendo con mi talento creativo en un trabajo mal pagado y sin futuro.

Carlos Andrés Restrepo Espinosa carloscantante@gmail.com


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Una carta para Puerto Resistencia William Ospina

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stuvimos juntos siempre, pero solo ahora estamos juntos. Siempre nos conocimos y apenas empezamos a conocernos. ¿Quiénes son estas muchachas y estos muchachos firmes y conmovidos que nos hablan por primera vez? Son los que fuimos, sueñan lo que soñamos, hacen por fin lo que siempre quisimos hacer. Están aquí desde hace siglos y sin embargo acaban de nacer, y por sus labios hablan estos mares, y por sus manos corren estos ríos, y son de todos los colores: han nacido en los valles, en las montañas, en los litorales, en las ciudades. Son la voz de un país descubriendo su dignidad, reclamando por fin lo que le deben hace ya varios siglos; la patria que todos merecimos, la felicidad que nos robaron, los muertos que se llevaron los ríos, el pan que aquí no pusieron sino en unas cuantas mesas, la educación que les pintaron como un lujo cuando han debido dársela como el mayor derecho. ¿Qué es lo que quieren estos jóvenes? Pues lo que quiere todo pájaro: poder volar y cantar; lo que quiere todo río, poder seguir su camino; lo que sueña toda vida, celebrar el mundo, merecer un destino, disfrutar de este breve tiempo que nos dieron sin sentir ese regusto amargo de que la tierra es de unos cuantos, de que la vida verdadera es de unos pocos, de que tenemos que dejar morir las ideas en nuestras cabezas, el talento en nuestras manos y el amor en nuestros corazones, porque el país es de cuatro dueños, porque los que tienen la tierra en vez de ponerla a producir la forran en alambre de púas, porque los que creen tener la cultura quieren guardarla en una caja fuerte. ¡Adelante, los hijos de una edad más orgullosa y más valiente! Ustedes lo merecen todo: no se conformen con migajas. El Estado ha dicho que les va a ofrecer educación superior gratuita. Tal vez sea una buena decisión, pero no es suficiente. Si muchos jóvenes no han podido siquiera terminar su bachillerato, ¿cómo podrían entrar a la universidad aunque no les cobren matrícula? Muchos no tienen qué comer en sus casas, y muchos tienen incluso hijitos qué mantener. Es ya la educación lo que debe cambiar. Hemos visto muchos graduados de la universidad que ni siquiera así encuentran un lugar en la sociedad, y muchos tienen que irse a buscar en otra parte lo que su país debió darles. Aquí no bastan ya los títulos: necesitamos un país que ofrezca alternativas, que valore el talento, que esté hecho para engrandecernos y no para este desprecio cotidiano. Pero solo es así como cambian los tiempos: cuando cada quien sabe lo que vale y ya no se resigna simplemente a pedir sino que exige, sino que propone e impone los cambios. Alguien creerá que es mucha gracia no cobrarles por aprender. Yo digo que la sociedad debería pagarles por aprender. Permitirles ser médicos, ser ingenieros, ser matemáticos, ser químicos, ser arquitectos. Pero tener también, mientras estudian, salud, ingresos, tiempo libre, lo que algunos siempre tuvieron y aquí las mayorías no tuvieron nunca.

Ustedes ya han comprendido qué gran país podríamos llegar a ser si se cultivara nuestro talento. Y si la educación es la mejor inversión de un país, ¿por qué habría que pagar tanto por ella? El país debe invertir en sus jóvenes, no solo en algunos, en todos, y no dejarlos abandonados en las fronteras del peligro y de la muerte, y permitirles que cada quien atienda su vocación: ser también empresarios, artistas, agricultores, artesanos, comerciantes, músicos, inventores. Hay cosas que se aprenden en las aulas, hay otras que se aprenden en las calles, hay otras que se aprenden en las selvas. Que el país abra sus salones de montes y de ríos, de mares y llanuras, allí donde hay que aprender ahora las ciencias más necesarias: cómo curar el agua, cómo salvar el mundo, cómo producir alimentos orgánicos, comida sana, cómo cambiar las fuentes de energía, cómo proteger a las abejas y a los jaguares, cómo limpiar los ríos, cómo crear una economía justa, cómo hacer una industria que no contamine, una arquitectura que dialogue con la naturaleza y con el clima, cómo hacer ciudades bellas, amables con su gente. No todas las profesiones están inventadas, el mundo nos demuestra que hay mucho qué crear, mucho qué transformar, una nueva manera de habitar en la tierra, y todo eso está brotando, y lo que ustedes hacen hoy, reclamar con valentía, luchar con firmeza, hacerse respetar de los poderes vanidosos y muchas veces corruptos, es parte de ese mundo nuevo que está naciendo. No: no es solo Colombia lo que está despertando en Puerto Resistencia, y en todos los puertos resistencia que hay en el país: es un mundo nuevo, es el futuro que nos habían robado, es la alegría que nos prohibieron, es la solidaridad que nos negaron, es la esperanza inmensa para un planeta que se estaba cayendo a pedazos, y tal vez frente a ustedes hay unos muchachos con uniforme que saben que necesitan el mismo futuro. Es la certeza antigua de que la voz del pueblo es la voz de Dios, y que la juventud está más cerca de la naturaleza y es la mejor aliada de la vida. Es la prueba de que el vigor, la belleza y la alegría son dones que la vida le ha dado a la especie para que sepa renacer a tiempo de sus cenizas, para que invente una vez más el mundo. https://www.elespectador.com/opinion/una-carta-para-puerto-resistencia


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