Reseña de "víctimas del baile" por Matias David López y Marco Armellino

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RES EÑA #19

por Matías David López y Marco Armellino

Víctimas del Baile

Augusto Turallas en La Grieta


VĂ­ctimas


del Baile

de Augusto Turallas (Falopapas) Curaduria: Leandro DM - Falopapas en La Grieta Calle 18 y 71. La Plata 23 de noviembre de 2013



Falopapas vestido de negro, entre sus doce ap贸stoles, present贸 un nuevo canon para el rock platense.



RES EÑA

por Matías David López

investigador - comunicador

La Plata es una fiesta

¿Por un nuevo canon? El “rock platense” tiene sus hitos y sus mitos. Alguien me contó alguna vez que estuvo cuando Luca Prodán tocó en la ciudad con Patricio Rey. Yo estuve entre el público en los primeros recitales de El Mató a un policía motorizado, Norma y Sr. Tomate! allá por los años 2004 y 2005 -que para mí son zarpados hitos!-. Pero, del lado de los mitos se construyen ciertas visiones historiográficas (temporales, casi lineales, casi episódicas) que dicen que la movida rock en la ciudad se gestó hacia fines de los 60’ con La Cofradía de la Flor Solar; que a inicios de los 80’ tomaron el relevo Los Redondos y Virus, alcanzando gran popularidad -“masividad”- y rotación en las radios cuando migraron a Buenos Aires; que en los 90’ el punto máximo se da con Peligrosos Gorriones -“elegida banda revelación del 93 por el Suplemento Joven de Clarín”-; y en los 2000 Mister América primero y luego el “indie” desarrollaron la Historia que llega hasta nuestros días. Hay músicos y también habladores y escribas -en el mejor de los sentidos- que abonan y sedimentan esta visión. Es la que generó cierto canon de cómo “se hizo”, devino y es el rock platense; planteó -y buscó legitimar- cuáles son los parámetros para entender la “cultura rock” (y, por ejemplo, comparó a la “escena” de La Plata con el Manchester del pospunk). A su vez, esta mirada empalma rock a juventud, cerrando el círculo: primero, el rock -la cultura rock- es la expresión más importante por sobre otras -las artes visuales, el graffiti, la literatura, el fútbol, el teatro y las artes escénicas-; y luego, en lo musical también -despojándose así de la cumbia, del folklore, del candombe, del rock stone y del metal-. Así la cultura rock es la cultura joven en la ciudad.


Todo encaja con cierta armonía -la de los hechos consumados y conocidos-, la del discurso que construye representaciones a adoptar. De aquí salen modelos y moldes, (in)posturas y recortes, se arma “la escena”, se ponen a prueba las “esencias”, se construye una identidad y se de-marca -los términos y actores de- una “época”. Si La Cofradía -con influencias del situacionismo- cuestionaba la representación en favor de la expresión y la presentación (el acto como un fin en sí mismo, el medio como un fin o un objetivo). Ahora recurrimos y nos encarrilamos en las formas de representación. Momentos, estos, de elocuencia y “acuerdo”. Si Moura planteaba no querer ver la ciudad con una onda determinada, en la última década en La Plata -donde se dio amplia difusión a esta Historia de la cultura joven-, nos encerramos en una onda determinada y que determina. De esta manera, se acentuaron las ideas de “aldea”, de medidas justas e ideales de la ciudad, de “semillero de bandas” de “escena consolidada” -escena en donde muchos espectan, para tomar una palabra de Guy Debord- y de un recorte “epocal”. Hoy existe un convivencia y dependencia entre los que “hacen rock” y los que “escriben y hablan sobre rock”. Ahí parece haber una articulación. Pero también hubo y hay intentos de generar otras miradas, un perspectiva si se quiere genealógica -que no rechaza la historia pero se resiste a las linealidades- que va a los saltos, construye de a trozos, con lo que tiene disponible, teniendo presentes las afinidades y también las diferencias; lo hecho y lo no cerrado y, quizá, que no se puede cerrar. Aquí la cultura rock, lo joven, la escena, las identidades son una promesa por cumplir y un problema a desentrañar y complejizar; son certezas y ambivalencias. Por lo tanto, no son prácticas, elementos y categorías a canonizar o disponibles para armar 1 postales. En y sobre ellas habrá que preguntarse por lo que generan y reparten y por lo que no generan y excluyen; por su plasticidad y estéticas, y por su politicidad y éticas. Ambas posturas aportan lecturas y sentidos. Contribuyen a los discursos sociales: periodísticos, académicos, musicales, de sentido común sobre la cultura joven. Pero ¿y el canon?, ¿lo necesitamos? ¿precisamos uno nuevo? Quizá sí, sólo a condición que no estabilice, no esencialice ni tranquilice lo que es movimiento -casi una de las invariables de lo canónico-. Y a su vez, plantee la politicidad -la inscripción y potencialidad crítica y transformadora- de toda práctica y producción cultural.


Tocar… pintar y escribir Ahora, algo que dejamos entrever más arriba, sobre la relación entre el rock y otras expresiones que se dan en la ciudad. ¿Cómo se constituye la articulación entre la escena rock y otras escenas tanto musicales como de otras expresiones (las artes visuales, la literatura y la poesía, por dar dos ejemplos). ¿Hay articulaciones y confluencias o esas expresiones integran la escena rock -como en muchos eventos se sugiere, por ejemplo en “Ciudad Alterna”-? ¿La escena rock articula al resto? ¿Ese resto se siente dentro de esa cultura rock? ¿O son puestas sólo como ornamentos “entre banda y banda” o en un “escenario paralelo”?. Podemos entender y plantear que la escena del rock local es la más conocida, la que tiene ilustres referentes en la ciudad y en el país. Pero la emergente (y cada vez más consolidada) escena de artes visuales -una amplitud que va desde lenguajes y formas como las pinturas y grabados, hasta instalaciones, “video-instalaciones” y fotografías; que comprende un circuito de galerías, 1 espacios y curadores-, así como la reciente emergencia de una nueva escena de la literatura y la poesía -expresada en emprendimientos editoriales, recurrentes presentaciones de libros y revistas, así como espacios y ciclos específicos destinados a estas artes de la palabra-2 podría hablarnos de escenas con sus propias lógicas y estéticas, que no necesariamente tendríamos que integrarlas a la cultura rock, incluso entendiendo que ésta no es solo “hacer música”, sino que se constituye y afirma en sentidos, posturas, con palabras que no son canciones y afinidades.

La Plata no se acaba nunca A fines del año pasado leí una crónica -en el diario De garage, el espacio de comunicación gráfica y virtual más interesante para seguir la escena de rockque repasaba todo lo que había sucedido en el 2012 en relación a la escena cultural alternativa de la ciudad. Allí se afirmaba algo que me puede parecer lindo pero que no puedo aseverar… “La Plata aloja un mundo subalterno donde se reproduce el circuito independiente más potente del país”. Me parece que esa primer postura que mencioné antes y que canoniza la cultura rock de la ciudad, piensa en estas cosas y de este modo; en “lo más”. Además, esa nota cerraba con una afirmación que aquí lo planteamos como interrogante: “Una permanente fusión entre ramas artísticas que lo único que logra es postular a la

1 - Algo de esto se analiza en un trabajo que se editará a fin de año y que releva la actual escena de artes visuales en la que confluyen prácticas de producción artística, prácticas de gestión de espacios y prácticas curatoriales. López, Matías David. “Lugares de vida. Nueva escena de espacios culturales emergentes de exhibición en la ciudad de La Plata” en Fernández, Mariano y López, Matías David. Lo público en el umbral. Los espacios y los tiempos, los territorios y los medios, La Plata, IICom-UNLP, 2013. 2 - Pensamos en las recientes apuestas de Club Hem Editorxs, Pixel editora, Librería y estantería Malisia, los eventos “Capricho”, “Triciclo” y “Ciclo Semilla”, y las andanzas de Festín Mutante, entre otros.


época actual como trascendental.” La fusión, o como aquí nombramos, la articulación, los cruces, las convergencias entre expresiones artísticas y culturales en la ciudad parecen más incipientes que consolidadas. Planteando estos grises, estas tensiones, podemos celebrar “la fiesta” que es ese gran movimiento heterogéneo de la cultura alternativa -¿alternativa a qué?, ¿popular? ¿joven?de la ciudad, integrada por centros culturales 3 autogestionados y radios comunitarias, bandas de música, poetas y literatos, artistas plástico-visuales, interventores y pintores callejeros, galerías, galeristas y curadores, talleres de producción y pequeños espacios de cultura.3 Como propuesta para seguir la conversa y reflexión, podemos plantear una hipótesis productiva: que no hay que cargar todas las expresiones culturales en el haber de la cultura rock.

Víctimas y sujetos

3 - Una buena entrada para la discusión sobre la “cultura joven” y las políticas culturales sobre ésta se encuentra en Síntoma Curadores y Daniel Badenes. “Reseña #04. Festival Arte Joven 2013”, agosto 2013. Link: http://issuu.com/sintoma/docs /resena_04

Esta reseña es sobre una trama -así lo intentó desde ese inicio analítico- y específicamente tiene que hablar sobre una muestra que oportunamente sirve para plantear algunas preguntas que se vienen ensayando. “Víctimas del baile”, muestra de tapas alternativas de discos de bandas de rock local que desarrolló Augusto Turallas, integrante del colectivo Falo Papas, se inserta en estas discusiones. Busca construir su propio recorte, haciendo una propuesta “epocal” al tomar las últimas dos décadas de bandas, de obras musicales y discográficas: desde el disco inicial de Víctimas del baile en 1993 hasta los recientes “Apostasía” de Crema del cielo y “Vol. I” de Güacho. La muestra está integrada por doce grandes bastidores de 1,5 m x 1,5 m que emulan el formato de un CD a gran escala; quizá esa decisión se deba a que esa forma es con la que mayormente adquirimos música en esos veinte años que recorre la exposición (que pasamos y mezclamos el cassette, el compact disc y los formatos inmaterializados del mp3 descargable y copiable y las escuchas desde la “nube”). Las obras de Turallas están realizadas en acrílicos y en su mayoría además están barnizadas. La idea de laquear remite a lo sintético y perdurable de las impresiones digitales, como por ejemplo, en las tapas y los libritos de álbumes de música. Pero hay dos cuadros-tapas que no tienen ese tratamiento de brillo y quedan con un look “satinado mate” con dos plenos rojo y azul de fondo. Además del gran formato, hay otra decisión


curatorial: la no referencia documental de las tapas “originales” que esos discos; lo que invita a curiosear por bateas, pilas de discos o por la web en busca de ellas. Y otra decisión más, que la muestra se inicie en su propuesta de recorrido con un cuadro-tapa de una banda que tal vez no exista más allá de la muestra /o desconocida /o que pocos saben de su existencia /o que ni siquiera tenga un disco es provocadora; con lo cual ese cuadro funciona como iniciador de una propuesta visual de “arte de tapa” para una banda ¿nueva?. Se puede encontrar allí un vínculo entre la escucha (futura) y la visual (presente), entre lo audible y lo visible. Y abre la posibilidad también de algo por-venir. La idea-eje de la muestra es pensar el rock también como un arte visual. Como dijo el propio artista en recientes entrevistas aparecidas por la inauguración de la muestra, “El rock es un ritmo perfectamente bailable, y todos los que disfrutamos del género somos víctimas de eso. Hay un ritmo muy del rock que cuando aparece te inventa la necesidad de movimiento. Ese ritmo es una educación, un asunto que empezó en el occidente de posguerra y se fue extendiendo de a poco y haciendo bailar, y transpirar, y emborracharse y coger y chocar el auto a varias generaciones. Y si querés me pongo paranoico y te digo que hay dos maneras de someter al hombre: hacerlo laburar hasta que se caiga muerto, o entretenerlo hasta que también se caiga muerto. Ahí es donde el baile nos transforma en sus víctimas. Y lo disfrutamos, claro.” Así, la idea de víctimas viene a jugar con lo que el rock hace con nosotros, la invitación casi irresistible de bailar, una invitación al choque, a la rotura. Pero no sólo lo que el rock como música bailable nos induce, sino lo que “el sistema” -espectacular y tecnocrático- produce, en tanto formas de dominio que aceptamos. Sin embargo, en esa posibilidad de baile, de disfrute y de goce se encuentra la potencialidad de cuestionar y reinventar esas formas de poder. Activar, performatizarse, hacer acto al verbo -y a la canción, y al disco y sus tapasproducirse sujeto para salir de la sujeción.


Modest Petróvich Músorgski (en ruso: Модест Петрович Мусоргский) (Karevo, Pskov, 21 de marzo de 1839 — San Petersburgo, 28 de marzo de 1881) fue un compositor ruso, integrante del grupo de Los Cinco. Entre sus obras destacan la ópera Borís Godunov y los poemas sinfónicos Una noche en el Monte Pelado y Cuadros de una exposición. http://es.wikipedia.org/wiki/Modest_M%C3%BAsorgski


RES EÑA

por Marco Armellino

músico - docente

Música de una ciudad En 1874, el músico ruso Modest P. Músorgsky compuso ‘Cuadros de una exposición’, una serie de números musicales basados en las pinturas y obras de un amigo suyo, que fueron expuestas póstumamente. Las pinturas ofrecieron el elemento extra-programático que estructuraba las piezas musicales compuestas en función de ellas. En el S.XIX, la música programática1 ocupaba un lugar importante en el espíritu musical decimonónico que pecaba de eurocentrismo y alrededores. Musicalizar pinturas. En La Plata, casi un siglo y medio después, la exposición Víctimas del baile por Augusto Turallas, de Falo Papas, invierte los elementos y entrega al espectador un conjunto de pinturas, doce en total, cuyo elemento programático es la influencia musical de discos de rock platense de las últimas dos décadas, elegidos por puro gusto e interés. Pictorizar música.

Pictorizando discos Antes que nada debe quedar clara la idea. Si bien el concepto re-interpretación revoloteaba confuso, absorto y ajeno de sí sobre la muestra (¿Acaso debiéramos re-interpretar también ese concepto?), debemos decir que poco y nada hay de ello en Víctimas del baile. Si bien las palabras suelen enmascarar las ideas, presos del lenguaje, se presentaban pinturas como ‘tapas alternativas’ a las tapas que esos discos ya tenían, pero no desde esa misma tapa como objeto referencial (y aquí mismo anidaba la confusión), más bien desde el hecho de crear una pintura influenciado por los efluvios musicales de esos discos, y desde allí proponerlas como tales. Creación (vía elemento extra-programático, y

1 - Música programática o música descriptiva es la música que tiene por objetivo evocar ideas o imágenes extra-musicales en la mente del oyente,opuesta a la música absoluta aquella que se aprecia por ella misma. http://es.wikipedia.org/wiki/ M%C3%BAsica_program% C3%A1tica


posterior propuesta como tapas alternativas) y no re-interpretación. En música es muy común en estos tiempos, hacer versiones nuevas de temas viejos, donde lo jugoso es la originalidad del arreglo, proponiendo un ropaje nuevo, donde el contraste se establece inmediatamente con el original y todas sus restantes versiones a través de la relación norma/desvío. Pues esto es lo que NO proponía la exposición. La analogía musical más precisa es la de componer una música totalmente nueva en función, si se quiere, del impacto subjetivo de una determinada obra musical, sin ninguna referencia a la textualidad propia de esa obra. Autos, moto, robot, figuras humanas, aerosol, pájaro, astronauta..., cosas simples ofician de figura, mientras texturas cargadas de curvilíneas multicolores configuran la trama de fondo, en general cargadas y de modo caótico. Sobresalen dos pinturas de textura simple donde la limpieza del fondo de un solo color eyectan a las figuras más abstractas de la muestra a un páramo de soledad y delicadeza donde la subjetividad ha anclado para reencontrarse en su sí mismo, propia de esa perplejidad obsesa que cierta contemplación musical impone, reduciendo el caos del ruido rockero a una sensación personal de ensimismamiento emocional.

El cuadrado, el rock, y la última cena. Las tapas de los discos en CD son de 12 x 12.La obras expuestas son de 1,50 x 1,50 mts. Y son 12, una por cada centímetro de lado del cuadrado. El rock es un cuadrado, en plena alusión al 4 x4, que es la métrica (compás) predilecta del Rock. El Galpón de la Grieta, si bien es un rectángulo, la zona de exposición delimitaba, tranquilamente, un cuadrado. Las obras se ‘tocaban en vivo’ concertadas por su autor, una sola cita para la exposición: un recital plástico. Falo discurría vestido de negro (signo del luto ante su sacrificio inminente) entre sus doce apóstoles. Una pintura, el Judas de la exposición, reposaba cerca de la entrada como escapándose de a poco, de espaldas a la gente, y entregaba como ofrenda, entre el puro metal y la lejanía de las demás obras, un corazón en el capot. La referencia a la sangre. La referencia a Jerry Crumar y sus putas V.I.P., tan cercano simbólicamente a R.I.P. La referencia a esa supuesta banda y su disco al que


Google no relaciona con absolutamente ninguna entrada. La referencia a la única pintura, que en las miniaturas, conjuntamente expuestas y enmarcadas en el lateral derecho del salón, estaba dada vuelta. La aparición del supuesto mismo Jerry en el escenario repleto de teclados. Músicos bajados de las pinturas, decodificando nuevamente lo pictórico y devolverlo a su lenguaje evocativo original, volverlo música. Vuelta al origen. Un misterio. ¿Un misterio?





Mat铆as David L贸pez, Marco Armellino y



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