Revista Ciudad Colombia - Edición 28

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Hombre de la emergente ciudad tierra

E

Por: Guillal

ste hombre tierra no es un hombre del futuro, que liberará a los vencidos de sus cadenas y del ideal edénico del confort que da el dinero existente hasta ahora y asimismo de la esperanza que tuvo que nacer de ese ideal. No, porque el hombre tierra es inmanente y fluye en el río, en el aire, en la fragancia de las flores.

No es detractor ni mensajero de la gran tribulación, de la gran nada, o que invita a columpiarse en las cuerdas del azar. Hombre de espíritu terreno y entendimiento no ideálico; desiglesiado, plural comunero, hacha que derriba el árbol del bien y del mal. Y a los ciudadanos convoca a que se tornen hombres tierra para que deleiten la embriaguez de vivir con las convulsiones y delicias de su éxtasis. A su cuerpo y a esta tierra. En la emergente ciudad tierra somos árboles que nos movemos y en la quietud pacemos como vacas. No somos dueños de la fragancia del aire ni del aroma de las flores ni del silbo del viento y de los pájaros: somos aire, fragancia y silbo. Somos hilillos de tierra y cada partecita de tierra es sagrada. La del camino y la del semental. Hay una espiritualidad terrena conectando todo el enjambre en resplandeciente suceder, cada cosa y cada partícula y cada persona con su secreto encanto bajo la piel.

Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. La guacamaya, el loro y el canario; la rana, el gato, la vaca y el caballo son nuestros hermanos. Y la majestuosa orquídea y las fragantes rosas, el jazmín y la azucena y los aromas de todas las flores. El agua centelleante que corre por la acequia en el solar de la casa del barrio. Cada resplandor en la tiniebla oscura o en la claridad del día, evoca la memoria de nuestros antepasados que en la ciudad esclava son lanzados al olvido y vueltos cifra funeraria. El murmullo del agua en la piedra en la quebrada es el canto armonioso de la vida y la voz de la iguana que pasa veloz. La manera de ser del hombre en la emergente ciudad tierra es diferente a la de la ciudad bulliciosa y veloz. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre civilizado, ni lugar donde escuchar el palpitar del corazón. El aire es algo precioso para el hombre tierra porque el aire es vida, es agua, es suelo, es todas las cosas. Sin aire no habría habla y comunicación. Escuchando el bullir de la vida en las pequeñas cosas. Mirando de tú a tú al otro. Individuos comuneros

Edición 28 • ISSN: 0123-238X • Ciudad, revista de asuntos urbanos

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