Mula Blanca 14

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MULA BLANCA

# 14 | MAYO-JULIO, 2015 | PUBLICACIÓN TRIMESTRAL

Narrativa: Louis Aragon (7) Poesía: John Cage (26) | Kurt Folch (35) | John Taggart (46) | Florencia Abbate (65) | Manuel Illanés (73) | Thaís Espaillat (89) Ensayo: Guiseppe Ungaretti (42) Entrevista: José Ignacio Padilla (77) Obra gráfica: Tomas Browne (44)


POESÍA WEN FU, LU CHI POLVO Y CONCIENCIA, TRUONG TRANG PEDAZOS, ROBERT CREELEY LOS POEMAS DE MAXIMUS, CHARLES OLSON MALEZA DE LUZ, RONALD JOHNSON DONDE NO HAY, EDUARDO MILÁN REENACIMIENTO DE LA POESÍA INGLESA. ANTOLOGÍA, V.V.A.A.

BIOGRÁFICOS LAS VUELTAS DEL RÍO: JUAN L. ORTIZ Y JUAN JOSÉ SAER, HUGO GOLA RECORDANDO A WILLIAM CARLOS WILLIAMS, JAMES LAUGHLIN DIÁLOGO, RICARDO PIGLIA Y JUAN JOSÉ SAER MI VIDA, LYN HEJINIAN CARTAS MAYAS, CHARLES OLSON Y ROBERT CREELEY LA VICEVIDA. TRENES Y VIAJES EN TREN, VALERIO MAGRELLI

POESÍA (NUEVOS) MONOGRAFÍAS, JESSICA DÍAZ JUNO DESIERTA, JOSÉ MOLINA PIZZA MARGARITA, EDGARDO DOBRY ESCALAS, MARTÍN GUBBINS DIARIO DE LA URRACA, RODOLFO HÄSLER

CINE DIARIO DE CINE, JONAS MEKAS 13 ENTREVISTAS A CINEASTAS CONTEMPORÁNEOS, TATIANA LIPKES

ENSAYO (PARA QUE) (CREZCA), ANDREA ZANZOTTO VISIONES DE CUATRO POEMAS Y EL POEMA QUE NO ESTA, EDUARDO MILÁN

mangosdehacha.org


“AHORA TODO HA CAMBIADO. ES INEVITABLE, CLARO, PERO SÓLO DIGO QUE HA CAMBIADO.” VALERIO MAGRELLI


MULA BLANCA

# 14 | MAYO-JULIO, 2015 | PUBLICACIÓN TRIMESTRAL

mulablanca.com DIRECCIÓN: José Luis Bobadilla EDICIÓN LITERATURA: Ricardo Cázares DISEÑO: Radjarani Torres REDES SOCIALES: Radjarani Torres DIRECCIÓN: Tamaulipas 153-C, Colonia Hipódromo Condesa, México, D.F., C.P. 06179.

N° de certificado de reserva de derechos al uso exclusivo del título: en trámite.


EDITORIAL El proyecto de la revista Mula Blanca responde fundamentalmente a compartir poemas, cuentos, ensayos, entrevistas de escritores y artistas reconocidos o no, de nuestro presente. Esta labor exige una concentración distinta a la que comunmente nos vemos obligados en nuestra vida cotidiana. Por lo mismo, la revista no puede responder a los órdenes regulares con los que se rigen muchos de los medios con que operan otros proyectos culturales. Como dijo en alguna ocasión el poeta brasileño Haroldo de Campos, “la poesía no se vende, porque la poesía no se vende”. El anterior pronunciamiento en apariencia sencillo, nos permite observar que la poesía trabaja con otros tiempos, otras necesidades. Emilio Adolfo Westphalen dio como una definición posible de la poesía en un prólogo a sus traducciones de la poeta italiana Maria Venecia, la siguiente: “La poesía es la transposición nueva (e intacta) de lo vivido profundamente mediante su recreación instantánea e involuntaria”. Esta definición involucra una acción que va de un punto a otro, es decir, de lo que nos ocurre interiormente, a la palabra; en la escritura aparece la poesía. Por lo mismo, y sin dejar a un lado que formamos parte de un contexto, hemos preferido disminuir el tiraje de la revista para poder continuar haciendo lo que entendemos como algo que nos trasforma de manera no inmediata, pero sí sustancialmente. Al haber menos publicidad en Mula Blanca queremos ahora pedir a nuestros lectores su apoyo mediante suscripciones, sabemos que no es una vía fácil, pero confiamos en que el trabajo realizado hasta el momento, sea una prueba de un compromiso serio. Bajamos el tiraje, pero también aumentamos el número de páginas y la calidad del objeto, la revista será de ahora en adelante más un pequeño libro, una antología que busca no ser perenne y que por el contrario buscamos sea coleccionable. El trabajo en la página web seguirá siendo el mismo, los invitamos a continuar visitando nuestro sitio y las redes sociales de Mula Blanca.

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Una ola de sueños Louis Aragon

Traducción del frances Ricardo Ibarlucía ¿Por qué mi Celia se lamenta? En lugar de un marido despreciable tendrás un marido digno de ti. Aprovecha tu oportunidad y disfruta secretamente las alegrías. Fíjate sobre qué puedes reinar, no como una reina de un momento, sino como princesa coronada. Mira. He aquí un collar de perlas, cada una de ellas es más brillante que la llevada antiguamente por la bella Egipcia. Disuélvelas y bébelas. He aquí una sortija que supera los ojos de San Marcos: un diamante que hubiera querido Comprar Lollia Paulina, cuando vino como una estrella cubierta por alhajas y que representa el botín de provincianas conquistadas. Tómalos, lúcelos, piérdelos. Te quedarán estos pendientes para volver a comprarlo todo, porque ellos solos valen todo el resto. Una piedra que representa un patrimonio privado no tiene valor: gastaremos su precio en cada comida. Cabezas de loros, lenguas de ruiseñores, cerebros de pavos y de avestruces serán nuestro alimento y, si podemos poner la mano sobre el fénix, cuya raza está perdida, lo cortaremos en la mesa. Ben Jonson, Volpone

Me ocurre que pierdo de pronto el hilo completo de mi vida: me pregunto, sentado en algún rincón del universo, junto a un café humeante y negro, delante de trozos pulidos de metal, en medio de la idas y venidas de dulces mujeronas, por qué camino de la locura he venido a recalar al fin bajo este arco que es, a decir verdad, este puente al que han llamado cielo. A ese momento en que todo se me escapa, en que inmersas grietas se abren en el palacio del mundo, yo le sacrificaría mi vida entera, si tan sólo quisiera

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perdurar por semejante precio irrisorio. Entonces el espíritu se desprende un poco de la mecánica humana, entonces ya no soy la bicicleta de mis sentidos, a rueda para afilar los recuerdos y las coincidencias. Entonces capto en mí lo ocasional, capto de golpe cómo me supero: lo ocasional soy yo y, formada esa proposición, me río de la memoria de toda la actividad humana. En este punto sin duda se matan aquello que parten un día con una mirada clara. En ese punto comienza en todo caso el pensamiento, el cual no es de ningún modo ese juego de espejos en el que algunos se destacan sin peligro. Si se ha experimentado tal vértigo, aunque sólo sea una vez, parece imposible seguir aceptando las ideas maquinales con las que se resume hoy prácticamente cada empresa humana. Y toda su tranquilidad. En el fondo de aquella especulación que parecería la más pura, se detecta un axioma inconsiderado que escapaba a la crítica, que permanecía en algún sistema olvidado, cuyo juicio ya no es necesario hacer, pero que dejaba, sin embargo, ese hábito en el espíritu, esa fórmula sin discutir. Es así como los filósofos hablan a través de proverbios y demuestran. Encadenan sus imaginaciones con anillos extranjeros, robados en tumbas célebres. Distinguen facetas en la verdad, creen en verdades parciales. He vivido a la sombra de una gran casona blanca ornada de banderas y clamores. No me estaba permitido escaparme de ese castillo, la Sociedad, y los que subían la escalinata levantaban sobre el felpudo una horrorosa nube de polvo. Patria, honor, religión, bondad, era difícil reconocerse en medio de esos innumerables vocablos que lanzaban a tontas y locas a los ecos. No obstante, con lentitud discernía sus más firmes creencias. Se reducen a muy pocas. “La tendencia de todo ser a perseverar su ser” es una de sus fórmulas favoritas, aun cuando el hedonismo esté bastante desacreditado ante sus ojos; la expresión peyorativa “tachado de finalismo” les basta condenar cualquier cosa; por último, inauguran parágrafos de su vida intelectual con esta frase que tanto les gusta: “Apartemos por un instante el velo de las palabras”. Que tales métodos los arrastran a realizar hipótesis a posteriori, es lo que no


sospechan jamás. Sus espíritus son monstruos híbridos, hijos del singular amor entre el zopenco y la hembra del cernícalo. Pero los jorobados del pensamiento no temen en absoluto que los que pasan vayan a frotar por superstición su malformación. Son los reyes del mundo y los carceleros de ese calabozo desde donde escucho sus canciones joviales y el ruido de las llaves que agitan. A veces, si algún visitante se inquietaba pasajeramente por aquello de lo que me ocupaba en la reclusión en la que, decían sin ironía, me confinaba a mí mismo, si alguien no sabiendo demasiado si debía dudar de mí o de sí mismo, accedía un instante a lo insólito de mi existencia, enseguida ante mis respuestas subía a sus ojos el reflejo de potiche de la incredulidad. ¿Cómo habría de admitir que yo para nada busco la felicidad, que no hay pensamiento más que en las palabras? Y sin embargo a veces que visitante, llevado por una moda y la creencia en la fuerza de la doctrina, se declaraba partidario del idealismo. Entonces comencé a comprender que aún había delante de mí una realista vergonzante, como son hoy los hombres de buena voluntad, que viven de un pacto entre Kant y Comte, que han creído dar un gran paso al rechazar la idea vulgar de la realidad para preferir la realidad en sí, el noúmeno, ese pobre yeso descascarado. A éstos nada los hará comprender la verdadera naturaleza de lo real: que no es más que una relación como cualquier otra, que la esencia de las cosas no está de ningún modo ligada a su realidad, que hay relaciones diferentes de lo real que es el espíritu puede captar y que son también primordiales, como el azar, la ilusión, lo fantástico, el sueño. Estas diversas especies se reúnen y concilian en un género, que la surrealidad. Por qué vía un concepto desaparece, por qué rodeo, es propiamente un tema de maravillas. Fueron necesarios para que la idea de la surrealidad estuviera a la altura de la conciencia humanas extraordinarias escuelas, y los acontecimientos de los siglos amontonados. ¿Pues dónde se complace en sugerir? En medio de consideraciones muy particulares, en el curso de la resolución de un problema poético, a la hora en verdad

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en que la trama moral de ese problema se deja percibir. André Breton en 1919, al aplicarse a captar el mecanismo del sueño, encuentra en el umbral del sueño el umbral y la naturaleza de la inspiración. Al principio este descubrimiento, que en esto solo ya es grandioso, no es nada para él, ni para Philippe Soupault, que se libra con él a las primeras experiencias surrealistas. Lo que los impresiona es un poder que no saben que tienen, una soltura incomparable, una liberación del espíritu, una producción de imágenes sin precedente y el tono sobrenatural de sus escritos. En todo lo que nace de sí mismos sin dar pruebas de que sean responsables de ello reconocen lo inigualable de algunos libros, de algunas palabras que aún los emocionan. Perciben de pronto una gran unidad poética que va desde las profecías de todos los pueblos hasta las Iluminations y los Chants de Maldoror. Entre líneas, leen las confesiones incompletas de aquellos que un día han poseído el Sistema: a la luz del descubrimiento, la Saison en enfer, la Biblia y algunas otra revelaciones del hombre pierden sus enigmas bajo lagunas de imágenes. Pero estamos en la víspera de Dadá, la moral que se desprende para ellos de esta exploración es el bluff del genio; lo que se apodera de ellos entonces es la indignación ante este escamoteo, esta estafa que propone los resultados literarios de un método y disimula este método, y disimula que este método está al alcance de todos. Si los primeros experimentadores del surrealismo, cuyo número es al comienzo muy restringido, se dejan llevar a su vez a esta explotación literaria, es porque se saben capaces de mostrar algún día sus cartas, y porque son los primeros en probar ese gran encanto venido de las profundidades. Y al principio actúan con toda tranquilidad, pues el mundo se ríe con ganas de sus canciones. Lo que los hará de golpe imaginar el abismo al borde del cual están plantados, lo que abrirá sus ojos sobre ese campo de cometas que han cultivado por descuido, es el efecto imprevisto del surrealismo en sus vidas. Han sido arrojados allí como a un mar, y como un mar tramposo he aquí que el surrealismo amenaza con empujarlos hacia una extensión


donde merodean los tiburones de a locura. He pensado a menudo en aquel hombre que ensambló por primera vez pequeñas placas sensibles, carbones e hilos de cobre creyendo que iba a registrar las vibraciones de la voz, y que, una construida la máquina, escuchó sin error el sonido de la voz humana. Así los primero surrealistas, cuando hubieron alcanzado una fatiga extrema por el abuso de lo que les parecía aún un simple juego, vieron elevarse los prodigios, las grandes alucinaciones que acompañan la ebriedad de las religiones y los estupefacientes físicos. Era el tiempo en que, reuniéndonos al atardecer como cazadores, hacíamos nuestro balance de la jornada, el recuento de los animales que nos habíamos inventado, de las plantas fantásticas, de las imágenes abatidas. Presa de una aceleración, pasábamos un número creciente de horas en ese ejercicio que nos entregaba extrañas comarcas de nosotros mismos. Nos complacíamos en observar la curva de nuestras fatigas, el extravío que las seguía. Luego aparecieron los prodigios. Al principio cada uno de nosotros de creía el objeto de una perturbación particular, luchaba contra esa perturbación. Pronto se reveló su naturaleza. Todo ocurría como si el espíritu de recién llegado a este osario del inconsciente hubiera perdido el poder de reconocer dónde se vertía. En él se situaban imágenes que tomaban cuerpo, éstas devenían materia de realidad. Se expresaban según relación, un forma sensible. Revestían así los rasgos de alucinaciones visuales, auditivas, táctiles. Habíamos perdido el poder manejarlas. Nos habíamos convertido en su dominio, su armazón. En una cama en el momento de dormir, en la calle con los ojos bien abiertos, con todo el aparejo del terror, les dábamos la mano a los fantasmas. El reposo la abstención del surrealismo, hicieron desaparecer esos fenómenos, nos permitieron comprender qué lazos los unían a los fenómenos inmediatos que seguían a la administración de un agente químico, y el miedo al principio nos hizo suspender investigaciones que recuperaron con el tiempo todos sus derechos sobre nuestras curiosidades. La identidad de las perturbaciones provocadas por el surrealismo, por la fatiga física, por o estupefacientes,

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su semejanza con el sueño, las visones místicas, las semiología de las enfermedades mentales, nos arrastraron a una hipótesis que era la única que podía responder a este cúmulo de hechos y enlazarlos entre sí: la existencia de una materia mental, que la similitud de las alucinaciones y de las sensaciones nos forzaba a considerar distinta del pensamiento, de la cual el pensamiento mismo no podía ser, así como tampoco en sus modalidades sensibles, más que un caso particular. Esta materia mental la experimentábamos por su poder concreto, por su poder de concentración. La veíamos pasar de un estado a otro, y estas transmutaciones que nos develaban sus existencia nos informaban igualmente acerca de su naturaleza. Veíamos, por ejemplo, una imagen escrita que se presentaba primero con el carácter de lo fortuito, de lo arbitrario, alcanzar nuestros sentidos, despojarse del aspecto verbal, para revestir las modalidades fenomenales que siempre habíamos creído imposibles de provocar, fijas, fuera de nuestra fantasía. Ya nada nos aseguraba que todo eso que se producía en el campo de nuestra conciencia y de nuestro cuerpo hubiera surgido por el efecto de aquella actividad paradójica de la cual súbitamente tomábamos parte. Así, imaginando la contracara de nuestra experiencia, toda sensación, todo pensamiento de criticar lo reducíamos a una palabra. El nominalismo absoluto encontró en el surrealismo una demostración brillante, y esta materia mental de la que hablaba nos pareció al fin que era el vocabulario mismo: no hay pensamiento fuera de las palabras, todo el surrealismo apoya esta proposición, que encuentra hoy, por más que no sea nueva, más incredulidad que las vagas opiniones desmentidas sin cesar por los hechos de los realistas que son llevados a una linda tarde de lluvia al Panteón. Se ve entonces qué es lo surreal. Pero la captación de este concepto no puede hacerse más que por extensión, a lo sumo es un concepto que huye como el horizonte delante del caminante, porque como el horizonte, está entre el espíritu y lo que él no alcanzará jamás. Cuando el espíritu ha enfrentado el orden de lo real bajo el cual engloba


indistintamente lo que es, le pone naturalmente el orden de lo irreal. Y cuando ha superado estas dos nociones, imagina un orden más general, donde esos dos órdenes se aproximan, que es lo surreal. La surrealidad, orden en el cual el espíritu engloba los conceptos, es el horizonte común de las religiones, de las magias, de la poesía, del sueño, de la locura, de la ebriedades y de la ida endeble, esa madreselva temblorosa que ustedes creen suficiente para poblarnos el cielo.

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Las nubes se disipan de nada y el mismo viento las reúne. Una idea también tienes sus franjas de oro. El sol juega un poco con los fantasmas. Buenos bailarines sin sandalias, y lo que valoriza sus pasos es esta cadena rota en sus tobillos. Oh fantasmas de los ojos cambiantes, hijos de la sombra, espérenme, estoy llegando y ya dan la vuelta. No traspasen las flores de acacia, los piquetes del honor, la tribuna, ya llego: y sin embargo se marchan por otras callejuelas de espino con echarpes de reflejos y los dominós de la distracción perpetua. ¿Cómo se persigue una idea? Sus caminos están llenos de farándulas. Aparecen máscaras en los balcones. Toda la vida nos solicita, a medida que pasamos, con nuestras mujeres del brazo, y nos ofrece violetas: todos los problemas en ramos. Querida, aquí una vendedora, y allá otro beso. Dadá fue un juicio moral, y a su manera un fantasma. Vivimos esa existencia embrujada, que no permitía en absoluto la aplicación del espíritu a los conceptos. Reinaba una vaga opinión sentimental de lo surreal en el fondo de nuestras palabras, una especie de gusto precursor del abismo, anónimo entonces, sin rostro. Un buen día el espectro se desprendió de sus manos de hueso, desde lo alto. Un largo tiempo de estupor siguió a esta separación de nubes. El número de surrealistas se había acrecentado. Jóvenes que se entregaban a la embriaguez, a la confusión de sí, a la deriva, sin mirar hacia atrás, donde brillaba siempre el ardor de las manifestaciones y de los gritos, que tiene sin embargo un gran encanto. Ante todo abandonaban su vicio, se precipitaban. Bastaba una circunstancia semejante a un anillo en el dedo de una mujer reencontrada, semejante a un dibujo en la pared de una sala de espera para que la idea surrealista cobrara un giro imprevisto. Esto tuvo lugar a la orilla del mar, donde René Crevel se encontró con una dama que le enseñó a dormir un sueño hipnótico particular, semejante más bien al estado de sonambulismo. Pronunciaba entonces discursos


totalmente hermosos. Una epidemia de sueños se abatió sobre los surrealistas. Un gran número de ellos, siguiendo con exactitud variable el protocolo inventado, descubrió dentro de sí un facultad similar, y hacia el fin de 1922 –¿han notado cómo este período del año es propicio a los grandes resplandores?– son siete u ocho que viven más que para esos instantes de olvido en que, con las luces apagadas, hablan, sin conciencia, como ahogados al aire. Esos instantes se hacen más numerosos cada día. Cada día quieren dormir más. Se embriagan con sus palabras si uno se las refiere. Se duermen en todas partes. De lo que se trata ahora es de seguir un rito inicial. En el café, entre el ruido de las voces, a plena luz, los codazos, Robert Desnos no tiene más que cerrar los ojos y habla; en medio de lo porrones, de las bandejas, todo el océano se derrumba con sus estruendos proféticos y sus vapores ornados de largar oriflamas. Los que interrogan a este durmiente formidable apenas lo aguijonean, y la predicción, el tono de la magia, de la revelación, de la Revolución, el tono de lo fantástico y del apóstol, surgen enseguida. Entre otras condiciones, a Desnos le bastaría con entregarse a ese delirio para convertirse en el jefe de una religión, el fundador de una ciudad, el tribuno de un pueblo sublevado. Habla, dibuja, escribe. Las coincidencias suelen acompañar los relatos de los soñadores. Pronto se ve nacer la era de las ilusiones colectivas, ¿pero son después de todo ilusiones? Las experiencias repetidas mantienen a aquellos que se someten a ella en un estado de irritación creciente y terrible, de nerviosismo loco. Adelgazan. Sus sueños son cada vez más prolongados. Ya no quieren que se los despierte. Se adormecen viendo dormir a otro, y dialogan entonces como habitantes de un mundo ciego y lejano, se increpan y a veces hay que arrancarles los cuchillos de las manos. Los verdaderos estragos físicos, la dificultad para sacarlos en muchas ocasiones de un estado cataléptico donde parece rondar como un soplo la muerte, forzarán más bien a los sujetos de esta extraordinaria experiencia, a pedido de quienes los contemplan acodados sobre el parapeto de la vigilia, a suspender esos ejercicios que ni las risas

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ni las dudas han podido perturbar. Entonces el espíritu crítico recupera sus derechos. Uno se pregunta si dormían de verdad. En el corazón de algunos se encuentra una negación de esta aventura. La idea de la simulación se pone otra vez en juego. En cuanto a mí, nunca he podido hacerme una idea clara de esta idea. Simular una cosa, ¿es otra cosa que pensarla? Y lo que es pensado, es. No me harán salir de allí. ¡Explíquenme, por otra parte, recurriendo a la simulación, el carácter genial de los sueños hablados que se desplegaban ante mí! El gran impacto de un espectáculo tal pedía forzosamente explicaciones delirantes: el más allá, la metempsicosis, lo maravilloso. El precio de tales interpretaciones era la incredulidad y la burla. En verdad, eran menos falsas de lo que se cree. Pues, sin duda, los fenómenos de los cuales un concurso de azares nos convertía en testigos apasionados no son en absoluto diferentes por su naturaleza de todos los hechos sobrenaturales que la modesta razón humana arroja con ecuaciones muy difíciles al cesto del olvido del porvenir. A no dudarlo, se trata de una modalidad del surrealismo en la cual la creencia en el sueño juega con relación a la palabra en función de la velocidad del surrealismo escrito. Esta creencia, y ante todo la puesta en escena que la acompaña, deroga como la velocidad el manojo de censuras que traba el espíritu. La libertad, esa palabra magnífica, he aquí el punto donde adquiere por primera vez un sentido: la libertad comienza donde nace lo maravilloso. En este punto cabe imaginarse también lo que son los surrealismos colectivos, cómo el surrealismo induce a un pueblo entero a creer en milagros, en victorias militares, y en lo que produce al final en las bodas de Cannán y en Valmy. Y al pie de ese molino mágico es verdad, sólo esto es verdad, el agua de campo fue transformada en vino y en sangre mientras cantaban las colinas. Oh dementes incrédulos, ustedes también bajaron entonces la cabeza ante las palabras armadas que alzaban un extenso lienzo de azur.


* Una idea que se formado no se limita a ser, se refleja: existe. Así el concepto de la surrealidad durante dos años regresó sobre sí mismo arrastrando consigo un universo de determinaciones. Y en ese repliegue encuentra primero las imágenes que lo presidieron en su génesis, como un hijo a sus padres cuando su cuerpo está conformado y agitándose en cada una de sus partes, listo para los grandes misterios y ya completamente olvidado de aquellos viejos. Encuentra en su punto de partida el sueño, de donde ha salido. Pero ahora el sueño, a la luz del surrealismo, se esclarece y cobra su significación. Así André Breton, si anota sus sueños, lo hace por primera vez, desde que el mundo es mundo, guardando el relato el carácter del sueño. Es que el hombre que los recoge ha acostumbrado su memoria a otros informes de las pobres realidades de los que velan. Por eso Robert Denos aprende a soñar sin dormir. Logra hablar de sus sueños a voluntad. Sueños, sueños, sueños, el dominio de los sueños se expande cada vez más. Sueños, sueños, sueños el sol azul de los sueños al fin hacer retroceder a las bestias de ojos de acero hacia las guardias. Sueños, sueños, sueños sobre los labios del amor, sobre las cifras de la felicidad, sobre los sollozos de la atención, sobre las señales de la esperanza, en canteras donde se resigna un pueblo a los picos. Sueños, sueños, sueños, todo no es más que sueño donde el viento vaga, y lo perros salen aullado a los caminos. ¡Oh gran sueño, en la mañana pálida de los edificios ya no abandones, atraído por los primeros sofismas de la aurora, esas cornisas de tiza donde acodándote mezclas sus trazos puros y lábiles con la inmovilidad milagrosa de las Estatuas! Aparta esas claridades intolerables, esas hemorragias del cielo que salpican desde hace mucho tiempo mis ojos. Tu pantufla está sobre mis cabellos, genio de rostro evaporado, tiniebla brillante que envuelve mi aliento. Apodérate del resto de mi vida, marea que sube con la espuma de las flores. Presagios por encima de las torres, visiones en el fondo de mares de tinta, en la

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borra del café, migraciones de pájaros sobre la lateralidad de los adivinos, corazones consultados por los dedos sangrantes, rumores que anuncian –las épocas se despojan de sus ropajes– tu reino y tu ciclón, adorables sirenas, clown incomparable de las cavernas, ¡oh sueño adosado al coral, color de las caídas, olor del viento! 1924: bajo este número que sostiene una draga y arrastra tras de sí una siembra de peces-lunas, bajo este número ornado de desastres, extrañas estrellas en sus cabellos, el contagio del sueño se expande por lo barrios y las campiñas. Grandes ejemplos se elevan desde los campos puros. ¿Quién es ése al borde de los mitos y del mar, todo de nieve silencio? Ese otro cerrado a todos vive en su carromato con un ejercito de domésticos. Otro que apenas abría los ojos a este mundo, murió delante de la policía y de su padre, cuando el coche pasaba bajo los muros de un prisión; y esa mujer, esa mujer que escribió en la pared de un café: “Más vale fregar los vasos que ser fregado a tiros”. ¿Qué estuvo haciendo ese otro en China todo este tiempo, entre dos sueños que tienen el sonido de la sal? Ese otro y ese otro: tú pintaste la Noche y era la Noche misma. Y tú el cielo: y era toda la esmeralda del destino. Y ese otro que sueña, otro más que sueña: el desierto encima de las ciudades, los postigos todos semejantes y los pasos sigilosos de la vida, uno mataría por mucho menos. Por mucho menos ese que está ahí se mata: una pipa de malo novelesco, un decorado como nos gusta y un buen cronómetro de oro sobre la mesa. Y aquel grandulón de allá, ¿no tiene vergüenza de sus cancioncillas imposibles? Nunca imaginó que una vida finalmente se organiza. ¿Cuál es el beneficio de la cartulina de ese otro que ha puesto una mano fría sobre los sentimiento del hombre y las puras relaciones familiares? Saint-Pol Roux, Raymond Roussel, Philippe Daudet, Germain Breton, Saint-John Perse, Pablo Picasso, Giorgio De Chirico, Pierre Reverdy, Jaque Vaché, Léon-Paul Fargue, Sigmund Freud, los retratos de ustedes están clavados en las paredes de la habitación del sueño, ustedes son los presidentes de la República del sueño. Y ahora, con ustedes, los soñadores.


* Hay una luz surrealista: la que a la hora en que arden las ciudades cae sobre el escaparate salmón de las medias de seda; la que flamea en los negocios de la Bénectine y su hermana pálida de los depósitos de agua mineral; la que alumbra en sordina la oficina azul de los viajes de campos de batalla, en la Place Vendôme; la que subsiste hasta tarde en la Avenue de l’Opéra, en Barclay, cuando las corbatas se transforman en fantasmas, la luz de las linternas sobre los asesinados y el amor. Hay una luz surrealista en los ojos de todas las mujeres. Acaba de ser derribado sobre el bulevar de la Madeleine un gran pedazo de realismo, y por esa brecha pueden apreciar ustedes algo del paisaje que prosigue también en los trabajos del Moulin-Rouge, ciudad Véron, en la demoliciones de las fortificaciones parisinas, en los campos de las estatuas de las Tuileries, en los Gobelins en llamas la noche de la palabra PERDÓN en letras de fósforo, en las bóvedas del metro donde cabalgan los caballos de oro del chocolate Poulain, en la minas de diamantes donde los defraudadores se exponen a las laparotomías ávidas, en los sulfatares donde mueren los cachorros. George Limbour soporta mejor este día del más allá que el gran sol, al que detesta. No se consigue bajarlo de lo alto de la escalera desde donde la multitud lo precipitó en la noches de Maguncia, porque detestaba las cruces y las banderas, el colorido triunfante de la guerra. André Masson en todas las bocacalles preside las sueltas de palomas: los bellos cuchillos que habrá visto por todas partes están listos para ser por fin empuñados. Si las casas de París son montañas es porque son miradas con el monóculo de Max Morise: en Argent (Cher), ¿no mancilló el gran crucifijo de la estación? Paul Élaurd, lo vi pisoteado por los agentes y los maquinistas sobre un piano y entre las bombillas rotas, eran treinta contra este sobresalto de las estrellas. Un poco más tarde, lo vi al pie del champagne en un país de serpentinas. Después entró en la sombra de la tierra, donde los eclipses morales son para las lámparas de un baile

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ilimitado por el océano, después regresó, los está mirando. ¿Delteil? Es ese joven al que Francis Jammes suplicó en nombre de sus cabellos blancos, ese joven carnívoro que pasa sus jornadas en los bosques de Meudon con imágenes sangrientas. Man Ray, que ha domesticado los ojos más grandes del mundo, sueña a su manera con portanavajas y saleros: dan un sentido a la luz, y he aquí que ella sabe hablar. Suzanne, ¿eres morocha o rubia? Ella cambia con el viento, y créanlo: el agua es el igual del hombre. ¿Quién es ese prisionero de una trampa? Los signos que Antonin Artaud hace a lo lejos retumban extrañamente en mi corazón. Mathias Lübeck, eso no es serio, ¿te vas a alistar de nuevo en la colonia? Dice que su vergüenza es no estar tatuado. Jaques Baron, en su barco, acaba de encontrar bellas mujeres blancas; te acuerdas, querido amigo, de una tarde que me despedí de ti cerca de Barbès, había tantos merodeadores, entonces no pensabas en los mares orientales, habías puesto proa hacia el verano. André Breton, he aquí alguien sobre el que no tengo nada que decir; si cierro los ojos, vuelvo a encontrarlo en Moret, junto a Loing, en medio de la polvareda del Camino de Sirga. Por su cabellos rizados hemos reconocido durante mucho tiempo a Philippe Soupault, que hablaba con los esterilladores de sillas, que reía de un modo conmovedor hacia mediodía. Denise, Denise: en la callecita donde uno se detiene, el café de colores canta siempre maravillosamente cuando pasas, y se matan siempre en el canal, en la rue Longue, en cualquier parte a donde lleves tu sombra pura y tus ojos claros. Jaques-André Boiffard se niega a cortar sus negros favoritos, con dulzura. Busca un puesto pero no quiere trabajo: aviso para todos. La magia no tiene secreto para Roger Vitrac, que prepara un Teatro del Incendio, donde mueren como en un bosque. Prepara también el restablecimiento del culto de Absintio, cuyas cucharas recalentadas se volcaron. Jean Carrive, el surrealista más joven del que se tenga noticia, se destaca sobre todo por un magnífico sentido de la revuelta: se yergue sobre el porvenir con una provisión de blasfemias. Pierre Picon extiende su protectorado sobre España. Francis Gérard, imprudente como ninguno,


acaba de arrojarse al agua de la existencia: ¿acaso no conocen para él una mujer extremadamente bella que eche a perder a un hombre de veinte años para siempre? Simone viene del país de los pájaros-moscas, esos pequeños relámpagos de música, ella se parece a tiempo de los tilos. Abrumado por los espectadores en el Petit Casino, y en distintos cafés de la capital, Robert Desnos intentó muchas veces la muerte por una palabra: Palabras, dice, ¿son ustedes mitos y semejantes a los mirtos de los muertos? Los terremotos, es allí donde Max Ernst, pintor de cataclismos como otros de batallas, se encuentra con la mayor alegría y placer: es curioso que la tierra no esté siempre temblando. René Crevel nunca percibió que este planeta está fijado sólidamente con la ayuda de los meridianos y los paralelos: es más sonámbulo que ninguno. Grandes cóleras, una resolución feroz hace de Pierre Naville un cuerpo extraño: lo creería de buena gana destinado a una suerte de atentado contra la vida, quisiera conocer la quiromancia para saber si será muy desgraciado. Marcel Noll, mi viejo Noll: no tratarás de desertar, pero ¿de quién eres esclavo sino de los fantasmas en el dónde de tus ojos? La gente, ves, es un poco de polvo. Charles Baron, imagínate, abandonó ese hotel del que ustedes son vecinos. Me da noticias de su hermano. No ha perdido los favores de esa mujer admirable a la cual yo presento una vez más mis homenajes. Pero el que es capaz de todo, el que está más simplemente en el plano heroico, el hombre que nunca está prevenido contra la existencia, el que uno encuentra en el Amanecer, el que desafía el buen sentido en cada respiración, es Benjamin Péret, de bellas corbatas, un gran poeta como ya no se fabrica, Benjamin Péret que tiene atada una ballena, o tal vez un gorrión. ¡Qué lastima que George Malkine esté en Niza hoy! No tengo de ahora en más idea alguna de la elegancia, y es mucho el misterio de esta ciudad mal iluminada que partió para la Costa Azul. ¿Máxime Alexandre? Cree que lo olvido. No se olvida la desesperación. La últimas noticias que tengo de Renée Gauthier son malas. Me impiden hablar

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de esta joven completamente repartida entre una suerte de pasión y la ingenuidad que nada podría hacerle perder. Mi querido Savinio, abandona Roma y ven acá, empujando por delante de ti la carreta donde están apilados los cuerpos de los Nióbidas. Toda esta gente que enumero te espera. Sin duda van a pasar grandes cosas. Hemos colgado a una mujer del cielo raso de un cuarto vacío, adonde vienen todos los días hombres inquietos, portadores de secretos bochornosos. Así fue como conocimos a Georges Bessières, como un puñetazo. Trabajamos en una tarea para nosotros mismo enigmática, delante de un tomo de Phantômas fijado a la pared con tenedores. Los visitantes, nacidos bajo climas lejanos o en nuestra puerta, contribuyen a la elaboración de esta formidable máquina de matar, lo que está a favor de la destrucción de lo que no es. En el número 15 de la rue de Grenelle, hemos abierto un novelesco albergue para las ideas inclasificables y las revueltas perseguidas. Todo lo que aún queda de esperanza en este universo desperado va a volver hacia nuestro risorio buril sus últimas miradas delirantes. “Se trata de llegar a una nueva declaración de los derechos del hombre”.

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* En una novela de Marcel Allain, cuando el misterioso Cœur-Rouge, después de mil peripecias y la sed y los largos peligros, sus espejismos, llega en el fondo del Imperio Celeste a esa tumba fabulosa donde espera hallar el anillo que confiere el poder, ¿qué ve, mientras los pájaros de la noche revolotean sobre la losa polvorienta de la sepultura profanada? La huella bien marcada de un taco Wood-Milne. Y, sin duda esta vez también, amigos míos, soltamos la presa hacia la sombra, sin duda interrogaremos vanamente al abismo. Pero es la sobra, pero es el silencio que perseguimos desde toda la eternidad, pero es ese gran ajedrez que se perpetúa. ¿Por qué azar no se lee sobre un monumento de nuestra ciudades: A Featón, la humanidad en reconocimiento? Qué importa. ¡Se dio el gusto del vértigo y fue derribado! Si considero de pronto el curso de mi vida, si olvido este entrenamiento del espíritu, si domino un poco el sentido de esta vida que me atraviesa, que se me escapa, de pronto… ¿qué significa todo esto? De pronto. No espero nada del mundo: ¿Qué me importa un descubrimiento y la aplicabilidad de esta noción? ¡Conocer! La piedra en el precipicio no conoce sino su aceleración, a decir verdad no la conoce. Hay que ver el hombre presa de sus espejos, exclamando con el acento patético de su teatro: ¿Qué devenir? Como si tuviera opción. Gran inutilidad, mar encrespado, soy tu acantilado carcomido. Sube, sube, hija de las lunas, oh marea: soy el que se gasta, y que el viento me lleve. Un simple hábito, cuando la noche es muy densa, con sus espectros, sus espantajos, si tiendo las manos hacia las luces de los faros que giran a lo lejos. Simple hábito, si uno las famosas constelaciones con ese trazo de metal que las dibuja. Si canto bajo. Si voy, si vengo. Si pienso. Si sólo abro estos ojos que no han visto nada. Pero entre todos los aires que de vez en cuado tarareo, hay uno sin embargo que me da hoy una libre ilusión de la primavera y de los prados, una ilusión de la verdadera libertad. He perdido este aire, y luego

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lo vuelvo a encontrar. Libre, libre: es la hora en que la cadena de los anillos claros del viento echa a volar por los moarés del celo, es la hora en que el hierro se torna esclavo de los tobillos, donde las esposas son alhajas. Ocurre que entre los muros del calabozo el recluso talla una inscripción que hace sobre la piedra un ruido de alas. Ocurre que esculpe encima del remache el símbolo emplumado de los amores de la tierra. Es que él sueña y yo sueño, transportado, sueño. Sueño un largo sueño donde cada uno sueña. No sé lo que va a resultar de esta nueva empresa de sueños. Sueño al borde del mundo y de la noche. ¿Qué me querían decir, hombres en el alejamiento, gritando con la mano en bocina, riendo de lo gestos del durmiente? Sobre el borde de la noche y del crimen, sobre el borde del crimen y del amor. ¡Oh Rivieras de lo irreal, tus casinos sin distinción de edad abren sus salas de juego a los que quieren perder! Es hora, créanme, de no ganar más.

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¿Quién está ahí? Ah muy bien: hagan pasar al infinito.


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the bEautiful oXen are roAming aMong us opPortunity is beLaboring thEm

*

My mEmory of whaT Happened is nOt what happeneD

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UN BOCADO DE MESÓSTICOS John Cage

Traducción del inglés: Ricardo Cázares

los bEllos bueyes baJan a vagar Entre los hoMbres la ocasión se Presenta a fLagelarlOs

*

Mi mEmoria de lo aconTecido nO es del toDo lo que acOnteció

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i aM struck by thE facT tHat what happened is mOre conventional than what i remembereD

iMitations invErsions reTrograde forms motives tHat are varied Or not varieD

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once Music bEgins iT remains He said the same even variatiOn is repetition some things changeD others not (schoenberg)


me asoMbra el hEcho de que el aconTecimiento es más cOnvencional De lo que recOrdaba

iMitaciones invErsiones formas reTrógradas motivOs Diversos o nO diversos

cuando la Música comiEnza se manTiene él dijo lo mismO toDavía las variantes son repetición algunas cosas cambian otras nO (schoenberg)

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*

musIc for the daNce To go with it to Express the daNce in sound noT beIng able

tO do the same thiNg

32

gIves the possibilty of doiNg someThing that diffErs liviNg in The same town fInding life by nOt liviNg the same way


*

mĂşsIca para la daNza sin resisTencia

Expresar la daNza en sonido ser inCapaz de repetIr una fOrma equivaleNte

hace posIble coNcebir algo distinTo El vivir eN la misma ciudad desCubrir la vIda por el sÓlo hecho de vivir de otra maNera

33


*

to sober and quiet the minD so that It iS in aCcord wIth what haPpens the worLd around It opeN rathEr than

34

closeD goIng in by Sitting Crosslegged returnIng to daily exPerience with a smiLe gIft giviNg no why aftEr emptiness


*

Despejar la mente y sIlenciarla de modo que Se ponga de aCuerdo con los acontecimIentos el mundo que Pasa aLrededor está abIerto eN lugAr de

cerraDo

Irrumpir Sentados las piernas Cruzadas reIntegrarse a la exPeriencia del mundo cotidiano deLineando una sonrIsa regalas un regalo No hay por qué después del vAcío

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LA DORMIDA Kurt Folch

piedra al sol

arco de la caverna menos memorable hombre al agua noser-siempre-todavía pájaro o árbol repiten las hojas detrás del ojo asoma la resistencia a la entraña del mar sobre la mesa

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historia de la erosión

en cuál rama de quién dice qué de la erosión en la cabeza y luego le añadía algo no intencional a la columna en tiempo y espacio por ejemplo del blanco al renca comenzando el otoño cruza la ciudad quien ejecuta cualquier cosa come piedras come hierro 38


casos

cansado de colgar de la boca al precipicio? rueda sin eje ni rayos un lugar comĂşn forma la nube en la piedra el movimiento al fuego que pides ramifica meridianos suerte de siempre terminaste? lava tus cosas! 39


historia de la erosiĂłn 2

historia megalĂ­tica interior facetado del descenso a la pauta del ciempiĂŠs

indestructible de

menos uno

al cero rociado

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destila hacia atrĂĄs de las ramas suena

se marca

ver


indescifrable quienes son poco triunfal aislado en conversaciones

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la dormida

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que trae de fondo común la montaña que pare de noche al río música deshecha van juntos de antes de eso se trata del sol grabado a la sombra del gran dodecaedro estrellado garúa dicen de marcas arcaicas que rompe sin serlo cuneiforme multiplica la hebra con zapatos


y camisa una llanura rotando de otra Ă­ndole que dobla litorales la piedra de tiempo mutando minerales

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Para Mallarmé Guiseppe Ungaretti

Traducción del italiano: José Molina

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Me parecía, según las más remotas imágenes, que la danza y la música generarían poesía. Cuando todavía no se sabía sacarle filo o punta a las piedras, me parecía que para el hombre del bosque y de las cavernas, descubriendo ininteligibles sus gritos, habrían tenido que acompañar el terror y estupor religiosos en el podio de los cuerpos. Me parecía que en la música y la palabra, la palabra y la danza, el ritmo estaría en el origen de la poesía humana y que desde entonces acompañaría los movimientos de nuestra naturaleza. Pero hoy un amigo, al cual quiero mucho, Soffici, quería hacerme creer que era extrañeza de decadentes, la música en la poesía. Me ha parecido hasta hoy que la palabra tiene una relación con el oído; me parecía que el ritmo físico, la danza, el paso, la carrera, el latir del corazón, el claroscuro de las sensaciones, y el ritmo del alma, las pasiones fugaces, el sentido de la juventud (eterna y fugitiva), el sentido de lo eterno (verdad inmóvil), buscaban, mediante los poetas en las palabras, objetos sonoros, su orden. Hoy, en cambio, ¿qué haremos con la palabra, la pintura y la escultura? No llamaremos más a la poesía, odas, himnos, canciones, cantos; los poemas no los escucharemos más, los tocaremos, los miraremos. El poeta, como en China, hará ideogramas y pictogramas; cada quien le pondrá el sonido que quiera pero la voz y sus inflexiones no contarán más nada. ¿Y Mallarmé? ¿Quema entonces todo aquellos que has adorado, querido Soffici? ¿Pero cómo? ¿Ya no te gustan las nalgas de las muchachas de Renoir? ¿Ni tampoco las que pintaba Degas? No me gusta el siglo XIX, pero soy un gran pecador y ese es siempre mi gusto. ¿No te gusta más la delicadeza inefable de los momentos de Rosso? Mallarmé es sobretodo de la familia de los impresionistas. Y todavía un poco más, sin perder el contacto físico de las cosas, él les ha impreso un aura petrarquesca, con una espontaneidad y una gracia libres que no supieron tener los poetas de la Pléyade. Y también tú, amigo fraternal, ¿me das estos disgustos? No, Mallarmé no era un poeta maldito, ni un desplazado de dios. En aquel


momento de la poesía francesa, él representaba, precisamente, la reacción al espíritu baudelairiano, su poesía era la manifestación del espíritu olímpico contra aquella masa miguelangesca del cielo y el infierno, que es la obra de Baudelaire. (Me dirás que en Miguel Ángel el cielo era verdad, o tomado como tal, y aquí es un invento desesperado, y tal se sabe, de un condenado. Hablo de analogía de la inspiración dramática. Un italiano que hubiera sentido en el siglo XIX, su propio tiempo con el ímpetu de Miguel Ángel, habría tenido, seguramente, con Baudelaire una semejanza de hermano.) ¿Y el hombre? Fue un buen hombre, caballeroso, generoso, discreto, sencillo. Ejemplar padre de familia y amigo leal. En cuanto a su obra, ¿podemos afirmar que no es grande? La poesía de la segunda mitad del siglo XIX lleva la luz de su estrella. No hablo de la poesía anglosajona, se sabe que esta continuo una constante corriente de Petrarca por la admiración que le profesaba un crítico tan influyente como Edmund Gosse. No hablo tampoco de la poesía rusa o española de ese período pero los dos mayores poetas alemanes de los últimos cincuenta años Rilke y Stefan George, se confesaban ser sus discípulos. En cuanto a nosotros, haciendo a un lado todo lo que le debe el Futurismo, me he preguntado varias veces si Versilia de Gabriele d’Annunzio habría tenido aquella potencia única de evocación y transfiguración sin el Aprés-midi d’un Faune. Y no sólo la prosodia no tenía secretos para Mallarmé, él era también un poliglota de rara imprenta. Es necesario ver, en su tratado de lengua inglesa, los sorprendentes sinónimos que él podía encontrar, reagrupando las palabras en familias fonéticas y la luz que brindaba sobre el misterio de la formación de las palabras. Por su conocimiento y por el aliento poético que lo animaba, él osó, con un coraje de león, hacer una revolución reavivante. Tendría que responderle también a un tipejo envidioso como Luca Pignato pero mejor no, discuto solamente con la gente que estimo.

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CUADERNO DE ALGAS Tomas Browne

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Slow Song For Mark Rothko

1

To breathe and stretch one’s arms again to breathe through the mouth to breathe to breathe through the mouth to utter in the most quiet way not to whisper not to whisper to breathe through the mouth in the most quiet way to breathe to sing to breathe to sing to breathe to sing the most quiet way. To sing to light the most quiet light in darkness radiantia radiantia singing light in darkness. To sing as the host sings in his house.

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Canción lenta para Mark Rothko John Taggart

Traducción del inglés: Ricardo Cázares

1

Respirar y estirar los brazos de nuevo respirar por la boca respirar para respirar por la boca pronunciar del modo más suave no susurrar no susurrar respirar por la boca del modo más suave para respirar para cantar respirar cantar respirar para cantar del modo más suave. Cantar para encender la más suave luz en la negrura radiantia radiantia cantando la luz en la negrura. Cantar como el anfitrión canta en su casa.

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To breathe through the mouth to breathe through the mouth to breathe to sing to sing in the most quiet way to sing the seeds in the earth breathe forth not to whisper the seeds not to whisper in the earth to sing the seeds in the earth the most quiet way to sing the seeds in the earth breathe forth. To sing to light the most quiet light in darkness radiant light of seeds in the earth singing light in the darkness. To sing as the host sings in his house.

50


Respirar por la boca respirar por la boca respirar cantar para cantar del modo mรกs suave para cantar las semillas en la tierra respiran no susurrar las semillas no susurrar en la tierra cantar las semillas en la tierra del modo mรกs suave cantar las semillas en la tierra respiran. Cantar encender la mรกs suave luz en la negrura radiante luz de semillas en la tierra cantando luz en la negrura. Cantar como el anfitriรณn canta en su casa.

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To breathe through the mouth to breathe to sing in the most quiet way no to whisper the seeds in the earth breathe forth to sing totality of the seeds no to eat to sing the seeds in the earth to be at ease to sing totality totality to sing to be at ease. To sing to light the most quiet light in darkness be at ease with radiant seeds with singing light in darkness. To sing as the host sings in his house.

52


Respirar por la boca respirar cantar del modo mรกs suave no para susurrar las semillas en la tierra respiran para cantar totalidad de las semillas no para comer para cantar las semillas en la tierra para estar desahogado cantar totalidad totalidad para cantar para estar desahogado. Cantar encender la mรกs suave luz en la negrura estar desahogado con radiantes semillas con la luz que canta en la negrura. Cantar como el anfitriรณn canta en su casa.

53


2

To breathe and stretch one’s arms again to stretch to stretch to straighten to stretch to rise to stretch to straighten to rise to full height not to torture not to torture to rise to full height to give to hold out to to give the hand to hold out the hand to give to hold out to. To give self-lighted flowers in the darkness fiery saxifrage to hold out self-lighted flowers in darkness. To give as the host gives in his house.

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2

Respirar y de nuevo estirar los brazos estirar para estirar para desdoblar estirar para erguir estirar desdoblar para erguir en toda su altura no torturar no torturar erguirse en toda su altura para dar para tender a dar la mano a tender la mano a dar a tender la mano a. Dar flores que en la negrura se encienden por sĂ­ mismas saxĂ­fraga de fuego en la negrura tender flores que se encienden por sĂ­ mismas. Dar como el anfitriĂłn da en su casa.

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To stretch to stretch to straighten to stretch to rise to full height not to torture not to to rise to give to hold out to give the hand to hold out the hand to give hope hope of hope of perfect hope of perfect rest to give hope of perfect rest to give to hold out to. To give self-lighted flowers in the darkness perfect and fiery hope to hold out lighted flowers in darkness. To give as the host gives in his house.

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Estirar para estirar para desdoblar estirar para erguirse en toda su altura no torturar no erguirse para dar para tender a dar la mano tender la mano dar esperanza esperanza de esperanza de perfecta esperanza de perfecto descanso para dar esperanza de perfecto descanso para dar para tender a. Dar flores que en la negrura se encienden por s铆 mismas perfecta esperanza de fuego en la negrura tender flores encendidas. Dar como el anfitri贸n da en su casa.

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To stretch to stretch to straighten to stretch to rise to full height not to torture to give the hand to hold out the hand to give hope to give hope of perfect rest to rest not to lay flat not to lay out to rest as seeds as seeds in the earth to give rest to hold out to. To give self-lighted flowers in the darkness fiery hope of perfect rest to hold out light flowers in darkness. To give as the host gives in his house.

58


Estirar para estirar para desdoblar estirar para erguirse en toda su altura no torturar dar la mano tender la mano a dar esperanza dar esperanza de perfecto descanso a descansar no acostarse no extender a descansar como semillas como semillas en la tierra para dar descanso para dar. Dar flores que en la negrura se encienden por s铆 mismas esperanza de fuego de perfecto descanso tender flores de luz en la negrura. Dar como el anfitri贸n da en su casa.

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3

To breathe and stretch one’s arms again to join arm in arm to join arm in arm to join to take to take into to join to take into a state of intimacy not in anger not in anger to join arm in arm to join arms to take into intimacy. To take into the light in the darkness into the excited phosphor to be in light in the darkness. To take as the host takes into his house.

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3

Respirar y estirar los brazos de nuevo unir brazo con brazo para unir brazo con brazo para unir para reunir reunir en unir reunir en un estado íntimo no en ira no en ira unir brazo con brazo los brazos reunidos en lo íntimo. Reunir en la luz en la negrura en el fósforo excitado iluminarse en la negrura. Reunir como el anfitrión reúne en su casa.

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To join arm in arm to join arm in arm to join to take to take into to join to take into a state of intimacy not anger not anger to take as the earth takes seeds as the poor the poor must be taken into to take into intimacy. To take into the light in the darkness into phosphor star-flowers to be in the light in the darkness. To take as the host takes into his house.

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Unir brazo con brazo para unir brazo con brazo para unir para reunir reunir en unir reunir en un estado íntimo no de ira no de ira reunir como la tierra reúne semillas como el pobre el pobre debe reunirse reunir en lo íntimo. Reunir en la luz en la negrura en la borraja de fósforo estar en la luz en la negrura. Reunir como el anfitrión reúne en su casa.

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To join arm in arm to join arm in arm to join arms to take to take into a state of intimacy not anger to take as the earth takes seeds as the poor must be taken into to end the silence and the solitude to take into intimacy. To take into the light in the darkness into star-flowers before sunrise to be in light in the darkness. To take as the host takes into his house.

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Unir brazo con brazo para unir brazo con brazo para unir brazos reunir para reunir en un estado íntimo no de ira reunir como la tierra reúne semillas como el pobre debe reunirse para poner fin al silencio y la soledad reunir en lo íntimo. Reunir la luz en la negrura en borrajas antes del amanecer iluminarse en la negrura. Reunir como el anfitrión reúne en su casa.

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LOVE SONG Florencia Abbate

IV

Recorro la floresta hacia atrás nuestra única marca es un pétalo rojo sobre el pasto, y el cielo que alcanza en ese punto su máxima altura. El agua se distingue apenas de la luz la tierra abraza en los rincones el fuego, de repente, fluye.

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VI

Recuerdo ese filo soberano de lo que no se comprende. El brillo del brillo, sus ojos saltando hasta que el sol me enciende cristales sobre los hombros. A la noche estuvimos sentados, cerca del fuego esperando un eclipse. Un verano que se rĂ­e y ruge, todavĂ­a, durante este invierno. Tendidos somos dos cielos en el agua y la palabra es nuestra sola ausencia.

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X

Y de repente nuestras voces desparramadas en el piso de la noche, lingotes de fosforescencia temblorosa, y en el centro las briznas de una llama, todavía viva. Yo, la enamorada de la escalera de incendios cuando hay demasiado calor en el aire y los pasillos angostos se prolongan como un argumento tedioso, mientras reconocemos azares en las nubes que se van oscureciendo y el sonido de todas las palabras se arremolina en un sofoco, Pero siempre que la luna se entreabre de tormentas en cámara lenta, vamos hasta el final, y la mente no es sino un tonto viento. “Ahora el giro y lo que era un camino se vuelve un círculo con nada detrás”.

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XXV

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Nudos de estrellas que nos parecen como niebla cuando el crudo sol deslumbra nuestros ojos de llanto. Los antiguos jeroglíficos grabados sobre la piel de los amantes. “Un poco ebria la perspectiva asegura la inestable sociedad de las cosas”. Hasta en la rota luz en cualquier parte. Respirar bajo cielos afinados Un sueño, lleno de sueños dulces los dones infinitos del tiempo al plegarse… Presencias sutiles. Alamedas en fuga. Y sólo puedo bailar a la deriva la canción que canto, sin abrir la boca. Abro la mano, y el silencio alcanza.


XXVI

La avenida soplaba tormenta —Huellas enterradas, desde luego— A través de galaxias heridas —Un avión sobrevolaba el aeropuerto, sin poder aterrizar a causa de la niebla— La presión de la humedad invadía mis oídos - Le ofrezco una fragancia explosiva, a cambio de agua— Al unísono —Los pocos que sobrevivieron— Una fragancia explosiva —¿Se refiere al amor? — No he conocido ningún sitio ideal para el descanso - Pasajeros en tránsito protestan por catástrofe aérea — Una ráfaga brillante derrumbó de repente la puerta - La mano golpeaba en el vidrio— ¿Y su nombre? —Debe ser el viento —Maremoto —Adormecida — Yo tampoco la conozco— El cuerpo se evaporó a la mañana— Decenas de cintas grabadas con su voz que se iba diluyendo en el aire— Cantaba una canción de amor.

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XXVII

¿La realidad? Un ojo ciego que nos enseñó a mirar. Una lágrima invertida. Una película donde nuestra actuación parece una falacia. El estribillo que te deja convertido en una estalactita. Ya no importa lo que diga, por lo menos que las noches sean diáfanas. Que las estrellas pasen en silencio. Del otro lado de la ventana. Y que pueda traerte del sueño: El corazón sin suspicacia.

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XXIX

Un rayo de sol, una nube cuya sombra súbita pasa y te envuelve, una brisa que se levanta, algunas voces, la risa casual entre ellas y una noche donde surgen, sin sentido, los jeroglíficos rotos de las estrellas. Es así, decías todo o nada. Y no pienso discutir esa fórmula. A punto de partir, ya sé, nuestros ojos sonreían para siempre en la distancia.

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Dos poemas Manuel Illanés

Sura del siervo que invoca la venida

Una visita a los laberintos desérticos en que Mahoma, alfanje de Alá, alcanzó la iluminación: suben escaleras, tropa de vándalos cargada de cervezas & de ideas entrecortadas. El Corán de los escépticos bajo el brazo, durante largas peregrinaciones sometidos al látigo del siroco destemplado, barbas crecidas de masturbadores impenitentes, bastardos del trabajo. Una visita a los dominios de Alexis C: atravesar zonas de silencio, impolutas zonas de un silencio teñido de azul, pesado como manija de puerta rota, cada puerta sellada por un candado brillante, ártico, soberano gesto de la Peste. 75

El monarca de la habitación ronca bajo un pequeño ojo de buey, capitán en trirreme encallado, y el caos de la ciudad se filtra en la nicotina de sus sueños turbulentos.


Respiración entrecortada, mística entrecortada, las verdades del Altísimo son elusivas en cuevas tan profundas -cubículo de 2 x 3. Libros, tabaco, pastillas para dormir: modesto tesoro del anacoreta, pensamientos erizados como constelación de nebulosas en esa pintura de Pollock que nuestro Padre Azar salpica sobre el torso quebrado de lo real. Lo que llamamos mundo es la dispersión misteriosa de toda materia en el tiempo, el desconcierto que provoca un apagón en esta ciudad de la edad del vértigo donde los hombres corren aún detrás del oro y el pan, un milagro & una ofuscación.

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Lo que llamamos mundo es la soledad invencible de los cubículos en que habitamos, las cervezas que se comparten entre canciones de Calamaro y los Stones, las suras elevadas invocando la venida del apocalipsis, el fin de tanta confusión , tanto caos, tantas, tantas, desapariciones.


Bodhisattva

Agua consagrada y óleo sobre la frente del frágil Bodhisattva, la penumbra de la iglesia en la madurez de la tarde. Las ovejas responden al llamado del pastor que invoca desde el púlpito el poder del alfa y el omega y lo blande como una espada sofocante. El llanto de los niños es incienso que se quema en el altar del dios mudo. Frágil, inocente Bodhisattva, que los vientos del arenal te sean propicios, que la orquídea de fieltro que tu madre cuelga con un beso de madre del cuerno de tu frente morena, sea el amuleto que apacigüe la furia del sol. El gesto del Amor, superior a la amenaza de cualquier espada herrumbrosa, fértil como el abrirse de una rosa que se deshoja para llenar de vida la sequedad de nuestras vidas. 77


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La materia con la que trabaja la poesía no es pura. Entrevista a José Ignacio Padilla* por Víctor Vimos

Desde tu perspectiva, ¿cuál es el estado actual del lenguaje? Es difícil poner parámetros para indicar una tendencia en el lenguaje. Hay casos en los que un estado es más visible, por ejemplo, momentos de dictadura, momentos de mucha violencia, en los que se ve claramente cierta crisis del lenguaje. Pero hay casos más abstractos y generales. Intento prestar atención al hecho de que, en lo cotidiano, circulan a nuestro alrededor muchos discursos de experiencia: películas, historias, novelas, etc.; todo tipo de narrativas en todo tipo de soportes, que engloban la experiencia del macho, del romántico, del poeta, del seductor, de la exitosa y demás. Son narrativas más o menos estereotipadas que están por ahí y que uno toma para darle forma a su propia biografía. Eso es totalmente antiromántico Sí. Uno, ingenua u honestamente, cree que tiene cierta independencia, autonomía, que vive su vida con libertad; y que su interior es propio, real. Que yo me hago a mí mismo, me digo a mí mismo. Es súper romántica esa idea. Creo que sucede al revés. Que todas estas narrativas, todos estos discursos de experiencia que digerimos incesantemente, nos dicen. Lo terrible del caso que nos ocupa —el de los poetas— es que el mismo discurso de la honestidad, intensidad, sensibilidad, o el rechazo de lo racional, de la reflexión en favor de la emoción ‘poética’... son otro discurso, uno de los tantos modelos de experiencia que circulan. Ello no quita que tengamos una sensibilidad en carne; la dificultad está en mantenerla encarnada.

* Publicada originalmente en Cartón Piedra, 168, suplemento del diario El Telégrafo de Ecuador. http://www.telegrafo.com.ec/cultura/carton-piedra/item/jose-ignacio-padilla-la-materia-con-la-que-trabaja-lapoesia-no-es-pura.html

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Y para darle un giro más perverso a las cosas, todos estos modelos son mercancía. Se consumen. O bien directamente, o bien como una mediación en la adquisición de otros objetos que van a proporcionar experiencia. Ese es para mí el estado actual del lenguaje. El de una serie de discursosmercancía de experiencia que todos consumimos. ¿Los consumimos para qué? Para vivir, para dar forma a nuestra biografía, para acceder a una experiencia. Adquieres computadora, ropa, lentes, estudios, diversión, comida, y con todo eso vas elaborando tu propia experiencia vital. A ratos parece que no hacemos más que reproducir discursos que están en el aire. ¿Cómo darle la vuelta a eso?

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Yo no tengo ninguna respuesta. Pero sí tengo un deseo de usar un hacha y tratar de echar abajo todos esos discursos buscando, más o menos, negociar o construir otros discursos de experiencia. Esto supone volver a cierto barro del lenguaje. Renunciar a la claridad de lo que está hecho y volver a escarbar en lo oscuro. Ahí aparece la poesía. La poesía pone en duda los discursos estables de experiencia, la misma legibilidad del lenguaje en la que se basan, su transparencia. Es como meterse el pie a sí mismo y dejarse caer. La buena poesía, para mis necesidades, no tiene que producir belleza, altos horizontes de sentido —que son expectativas que tenemos por la educación, la moral, el mercado—, sino que tiene que cuestionar el uso que hacemos del lenguaje. Desde allí podemos volver a los usos que hacemos del lenguaje en toda circunstancia. ¿Esta perspectiva evidenciaría una crisis en los discursos de belleza y virtud que han dominado gran parte de la poesía?


Las expectativas de belleza se ponen en crisis por dos caminos. Uno: histórico, es cuestión de estilos y épocas, ya que ese paradigma probablemente terminó con las vanguardias. Dos: económico/político, pues nuestras expectativas de belleza, nuestras fantasías, están marcadas por lo que producen las industrias culturales. ¿Cómo podemos esperar algo de ese paradigma de belleza, si está industrializado? La belleza, o cierta belleza, no es garantía de nada. En todo caso, hay espacio para otras bellezas. Si es así, ¿qué llevaría a convertir a la escritura de poesía en un ejercicio artístico? No lo sé. La respuesta rápida sería: el trabajo con el lenguaje. Pero ahí hay un eco de la ‘artesanía’ que no me cierra por lo que tiene de refugio o fuga de lo industrial. Ya no sé si ese trabajo con el lenguaje corresponde a ser artista o no. Dentro de los esquemas de qué es el arte —otro sistema económico— aparecen la legitimación y los agentes que sancionan qué es literatura y qué no es literatura. Sin entrar en esa zona, más sociológica, para mí la definición operativa y práctica del poema sería la de un artefacto que trabaja con el lenguaje y contra el lenguaje. Me interesa todo lo que produce cortocircuitos en la significación. Lo que bloquea o pone en crisis la comunicación. ¿Trabajar con el lenguaje y contra el mismo, supone a la poesía en una crisis de forma y de ideología? 81

La pregunta detrás de tu pregunta es: ¿la poesía está en crisis? y ahí yo creo escuchar un eco de la “excepcionalidad de la poesía”, otra herencia romántica, de la que yo tampoco me escapo. Lo que está en crisis es todo el dominio del lenguaje —incluyendo poesía, literatura, fantasía y todo nuestro potencial imaginativo—. El capitalismo ha conseguido absorberlo


como capital —lingüístico, semiótico, simbólico—; ha puesto todo nuestro mundo interior a trabajar, a producir, todo el tiempo. Trabajar con el lenguaje es darle un uso instrumental: quieres comunicar o expresar algo, y el lenguaje te sirve para eso. Sin duda hay un mínimo común múltiplo de la comunicación. Eso nos lleva a creer que uno existe antes del lenguaje, que existen eventos y acontecimientos fuera del lenguaje, y que todos se pueden verter en él, y comunicar. Ello nos lleva a creer, también, que la poesía puede sustraerse, voluntariosamente, a la absorción capitalista de la totalidad del lenguaje. Trabajar en contra del lenguaje sería poner todo eso en cuestionamiento. No hay eventos, no hay acciones, no hay historia antes del lenguaje. De hecho, no hay un Yo claramente definido. Aunque a ese sujeto metafísico el sistema lo pone a producir —información, conocimiento— y a consumir—experiencia. ¿Estos ámbitos están delimitados, definidos? Los delimitamos constantemente, provisionalmente, tratando de producir sentido. Pero no creo que estén claramente delimitados. En nuestra comunicación, todo el tiempo, operan muchas cosas más allá de la comunicación. Eso me interesa. En nuestro uso del lenguaje, las veinticuatro horas, operan cosas a un costado, debajo o detrás de lo puramente comunicativo. La gente no las quiere ver. Quiere creer que hay una versión de los hechos. Y no, no hay una versión de los hechos. 82

¿La poesía podría inscribirse en esta zona que señalas, como más allá de lo comunicativo? Claro, con más voluntad y más abiertamente, la poesía se pone ahí. Por eso muchos poemas no parecen poemas. Surgen frases que parecen


tomadas de un dialogo convencional y la gente que no está acostumbrada a leer poesía dice: “eso no es poesía”. Pero esas frases en el poema no están funcionando para producir comunicación como en el diálogo convencional. Están haciendo otras operaciones. Hay que ver cuáles. Son muchas. Pero no producen claridad, producen oscuridad, borraduras; y eso no es nada esotérico o hermético. Al revés, el lenguaje diario está lleno de zonas herméticas, simplemente que nos inventamos que no es así. Se trata de devolver el lenguaje a su lugar pues nunca salió de éste; y la gente vive en la fantasía de que nos comunicamos cuando no es así. ¿Qué pasa con los discursos de verosimilitud y de verdad? ¿Carecerían de sentido? Lo de sentido es una cosa provisional, un pacto de verosimilitud. El realismo y la realidad son pactos necesarios para que funcione la comunidad, pero están devaluados. El “horizonte” o el “crepúsculo” están trivializados, mediados por el cine. Ningún crepúsculo es como el de las películas. Está mediado por la fantasía. Y por otro lado tiene precio, hay que pagar para ver un crepúsculo así. ¿Por qué defender esas experiencias y esos discursos —pobremente realistas— que están devaluados y son cuestionables? La cuestión no es anárquica. No se trata de destruir todo. Hay un velo sobre la realidad y la poesía lo corta, y en cierto sentido parece que no hay nada debajo. En realidad es que no hay nada de esos crepúsculos. A mí esta destrucción no me parece una pérdida, me parece liberadora. Uno se cree esos discursos y sufre, ríe, llora con ellos, los anhela y se crea falsas expectativas. Evidentemente, estamos en las antípodas del relativismo posmoderno. Los modelos de experiencia tenemos que vivirlos con cierta ironía. No hay manera de salir del lenguaje. ¿Estamos viviendo una época de vaciamiento del lenguaje?

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Sin duda, aunque el tema es amplio y me supera. Puedo decir que para que algo sea mercancía, o al menos pueda echarse a producir, tiene que estar claramente delimitado, no puede estar envuelto en un flujo más amplio de energías o de materias. Sea una experiencia o sea un objeto tiene que funcionar como signo. Hay un nudo ahí entre el dinero, la mercancía y la significación de enorme fuerza magnética. Marx fue uno de los primeros en verlo, en su teoría del fetiche. Los vastos flujos de materia y energía del lenguaje se instrumentalizan bajo la forma de comunicación y capital: economía lenguajera. Uno no puede decir: “es mi voluntad trabajar con el lenguaje y lo que haga no tendrá nada que ver con el capitalismo ni con la mercancía; mi lenguaje está por encima de todo eso”. Esa reserva moral es una posición ingenua. Creer que uno puede, por pura voluntad poética, cortar ese lazo. Es ingenuo. Hay que vivir con esto. Los poetas trabajan su capital simbólico, su imagen, sus redes. El uso que hacen del lenguaje puede llegar a ser su marca. No se trata de cinismo: al contrario, no existe una posición de inocencia. Lamentablemente en este mundo todo es marca, y si consigues visibilidad es porque tu marca vale. Ahí viene la cuestión ética. Montalbetti, por ejemplo, define su poesía como una crítica de la economía política del signo. Un trabajo ético de manipular el lenguaje de otra manera. ¿Los usos del lenguaje que nos hacen tener la imagen de una identidad, cómo se ven afectados por esta relación con el capital? 84

Desde un punto de vista es necesario y deseable construir comunidad, y eso pasa por construir identidad para la comunidad o las comunidades. Pero, ¿cómo haces para que eso no se convierta en mercancía? En ese sentido, el proyecto de Gastón Acurio y Marca Perú es muy limitado. No quieren construcción de ciudadanía, sino identidad como un producto que se exporta. Todos seamos empresarios, capitalicemos nuestra identidad,


nuestra tradición, nuestras reservas biológicas, nuestro conocimiento. El resultado es una mirada empobrecedora de la comida, por ejemplo. Ya no es la experiencia comunitaria de producir y disfrutar la comida, sino exportarla. Y todo el sistema económico de explotación, se esconde, si logramos subirnos al tren y explotar también, o, mejor todavía, autoexplotarnos. Gastón Acuario se hace millonario vendiendo nuestra identidad. Ese es un ejemplo clarísimo de mercantilización de la experiencia. ¿Cómo hacemos para trabajar identidad lejos de eso? Eso no es trabajo de los poetas. El trabajo del poeta es la desidentificación. El de la identidad es un trabajo más cívico y educativo. El trabajo de la poesía es destruir todo eso. Destruir las identidades, trabajar contra la subjetividad. Iniciar procesos de desubjetivación. La poesía debería quitarnos todos esos roles sociales, todas esas identidades, que en el fondo también son empobrecedoras y limitan la experiencia del mundo. ¿La convivencia que observamos entre un signo verbal y un signo visual en esta época, termina por diluir la frontera entre lo que es escrito y lo que es imagen? ¿Cómo opera esa relación? Otra vez viene la idea de la elección cotidiana de usos del lenguaje empobrecedores. Uno de los primeros modelos que tenemos de la convivencia lenguaje-imagen es el periódico. Otros son las películas y todos los multimedia. Esa es una idea de convivencia pacífica, un modelo de convergencia, de sumatoria. Pero las relaciones lenguaje-imagen pueden ser de múltiples tipos. Yo me fijo en las de divergencia. Aunque también hay casos en que convergen y divergen a la vez. ¿Cómo identificarías la relación de divergencia?

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Son relaciones inestables. No suman un significado ni un sentido, no cierran. Cuando se estudia poesía visual, por ejemplo, se suele apuntar a lo que converge, a las tautologías: la lluvia de un caligrama es la lluvia. A mí me parece más divertido el caso distinto. El “esto no es una pipa” de Magritte o el caligrama de Eielson, Poesía en forma de pájaro, que no te ofrece una imagen-producto del pájaro. ¿Qué sería lo divergente? Quieres ver la imagen y entonces no lees el poema; lees el poema, y no puedes ver la imagen. En cambio, la imagen-texto de los multimedia quiere convertir la totalidad del lenguaje en una foto realista. Lo más curioso de todo esto es que no hace falta llegar a objetos raros para observarlo. En la misma escritura ya está el problema de la divergencia porque la escritura ya es imagen y lenguaje. La reprimimos como siempre con tipografías estándar, afán comunicativo, legibilidad y demás. También pasa con la voz: reprimimos el ruido y la textura del lenguaje, para concentrarnos en el logos. Cuando uno lee, es acompañado por una voz fantasma, a la que apagamos. Pero si activáramos los sonidos, habría un punto en que el sonido y los significados no convergerían. Eso que se resiste siempre a la identidad. No hay una cosa pura ahí. La materia con la que trabaja la poesía no es pura. ¿Qué materiales podrían desprenderse de la vanguardia poética que alienten la mirada del poema como un territorio capaz de desafiar el sentido de la realidad?

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La pregunta es muy amplia y la respuesta cambiaría según la línea que eligieras: ¿Duchamp, Artaud, Tzara, Vallejo, Hidalgo? Pero en términos formales es recurrente el uso del montaje a lo largo de las vanguardias —de hecho la definición formal de Bürger era un montaje de materiales tomados de la realidad e incorporados dialécticamente en la obra. Ahora está claro que Bürger se equivocaba y que no existe realidad fuera de la obra, o del lenguaje. Lo cierto es que el montaje vuelve una y otra vez


en las prácticas artísticas y la clave crítica está en determinar qué uso le damos: revolucionario o conservador. El impacto del montaje de Eisenstein llega de Vallejo a los concretistas brasileños, pero como éstos estaban en otro momento, en la ola modernizadora de los años cincuenta, intentaron una síntesis que eventualmente coincide con la síntesis de la imagen-mercancía. Y el potencial radical del montaje se diluyó en los años ochenta con el pastiche posmoderno. Pero creo que luego volvió con fuerza —como se ve, por ejemplo, en el trabajo de Anwandter y Gubbins, que estudio en mi libro— y hoy diversas poéticas combinan materiales de todo tipo —citas, recuerdos, notas, lecturas, ruidos, sueños, diálogos— simplemente poniéndoles un marco que pone de relieve su condición de artefacto: la condición de artefacto de toda la realidad. Se da vuelta a la tortilla: lo que tú llamas el ‘sentido de la realidad’ es realmente el territorio del poema, oculto para tantos. Y la ‘realidad’ es un lugar común del discurso, fabricado por la enorme maquinaria social, que no se detiene nunca, ni cuando dormimos. Es un vacío, puro efecto de sentido, bastante pobre, por lo demás. Ante este panorama descrito (en toda la entrevista), ¿qué claves identificarías tú de una poesía que imponga ese desequilibrio de sentido ante la ideología de mercado? Hace unas décadas se pensaba, de buena fe, que la ideología era una falsa conciencia y que por procesos de reflexión podríamos limpiarnos y llegar a la conciencia verdadera. Hoy quizá pensemos que la ideología está en los presupuestos, en los axiomas de lo pensable y decible. La noción, aparentemente inocua, inocente, de que las cosas son lo que son —es decir, idénticas a sí mismas, que son una cosa—, de que hay una realidad, y que ésta es legible y decible... ese principio de identidad y nombre, también es condición de posibilidad de la mercancía, pues ésta es, ante todo, un signo claro y cerrado.

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Pues bien, esa noción es profundamente ideológica y empobrecedora, pero nos la imponen como “sentido de realidad”. Al igual que nos imponen la canción neoliberal del fin de las ideologías y de la inevitabilidad del sistema capitalista. Esta época supuestamente desideologizada está ideologizadísima, chorrea ideología por donde la mires. ¿Dónde? En esos presupuestos de lo decible y lo pensable. Un gato es un gato y se llama gato. El amor es una experiencia universal y se llama amor; la felicidad es esto y se consigue de esta manera... Pero la vida es exactamente al revés: todo está ligado y confuso, toda experiencia y sentido son un barro al que damos forma con nuestro lenguaje. Y ésa es nuestra difícil libertad, de la que el capitalismo, en su estado actual, se apropia para producir más flujos de información-mercancía. Un poeta actual, como Vallejo, responde: “¿Quién al gato no dice gato gato? / Ay, yo que sólo he nacido solamente” y se hunde en el barro del lenguaje, para construir su propia experiencia del mundo.

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Ninguna serie Thaís Espaillat

I

Como los dragones más palomos del mundo la gente va llenando el aire de humo y yo, que también camino, me fumo el mismo cigarrillo de frío pero lo escondo entre los guantes En el bolsillo algo me vibra aunque no porque no hay guaifai sólo lo imagino porque el celular me calienta la pierna y algo más arriba, no, no eso, más arriba

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Barras curvas en la esquina superior izquierda la pantalla me grita Ta Ta Ta Ta onomatopeya del teclado y de eso que estaba caliente ahĂ­ arriba

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III

Mirarte me recuerda a cuando era carajita y nadaba en c铆rculos en las piscinas tratando de hacer un remolino pero tus ojos son de petr贸leo y no puedo mirarte demasiado porque me pego me pego

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IV

No puedo dormir Te sueño despierta ni modo Duerme bien, te quiero, hablamos mañana Hola, es la hora de siempre, ¿cómo estás? Pues, aquí La pastilla para dormir me despierta a las seis y no me deja soñar contigo ni con nada pero duermo, por lo menos 94


V

No sé dibujar pero paso mi dedo desde ese rizo que quiere salir nadando de tu cabeza hasta la punta de tu pie derecho y es como si me llenara las uñas de carbón ¿Cómo se llama la parte esa debajo de las uñas? porque me he lavado las manos por lo menos quince veces desde que te vi y todavía huele a ti, y a cardamomo fresa, limón, chinola, lo que sea que hayas pedido tú, mermelada de fresa, una cherry,

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cono de ochenta y cinco deja de mirarme así, por favor que me muero Arriba las palomas se vuelven nubes y la lluvia derrite este banco de metal que no puede ser más incómodo pero tu mano encuentra a la mía y deja de llover, aunque se me siga mojando la ropa

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