Mula Blanca 20

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MULA BLANCA

# 20 | DICIEMBRE 2017-FEBRERO 2018 | PUBLICACIÓN GRATUITA

Poesía: John Wieners (6) | Michelle Pérez-Lobo (22) | Desiderio Macías Silva (33) | Francisco Martínez Farfán (53) | Nigro Nevio (62) | Aldo Rosales Velázquez (101) Ensayo: Adrián Gerardo Rodríguez (31) | Michel Butor (113) Prosa: Omar de Felipe (93)



MULA BLANCA

# 20 | DICIEMBRE 2017-FEBRERO 2018 | PUBLICACIÓN GRATUITA

mulablanca.com Imagen de portada: Random Verticals I, Ricardo Pascale, 2010.

DIRECCIÓN: José Luis Bobadilla EDICIÓN LITERATURA: Ricardo Cázares DISEÑO: Radjarani Torres REDES SOCIALES: Radjarani Torres DIRECCIÓN: Tamaulipas 153-C, Colonia Hipódromo Condesa, México, D.F., C.P. 06179.

N° de certificado de reserva de derechos al uso exclusivo del título: en trámite.


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EDITORIAL Cinco años. Un pedazo de tiempo lo que sea que esto signifique. El espacio para veinte números de una revista de poesía y arte. La literatura es un río con numerosos causes. Para Mula Blanca se trata de perfilar un punto de vista. De no ser eclécticos, pero sí responsables. No queremos agregar más confusión al caos. Desde luego podemos equivocarnos, pero esto es un problema de todos. Hemos hecho y seguiremos haciendo una revista limpia en su diseño, que respeta la página en blanco y que le da la dimensión que merece a cada uno de los textos e imágenes que seleccionamos. Para nuestra página web queremos igualmente un diseño sobrio y textos propositivos. Queremos estar al tanto de lo que sucede hoy, aunque tampoco estamos preocupados de escribir una reseña sobre la narrativa de Theodor Fontane. En este número reiteramos nuestro interés por la traducción, proponiendo unas versiones de John Wieners, norteamericano, y Nevio Nigro, italiano. Además publicamos textos de jóvenes escritores mexicanos como Aldo Rosales, Omar de Felipe y cuatro poemas visuales de Michelle Pérez Lobo. Revisamos también la obra de dos poetas de Aguascalientes, Desiderio Macías Silva y Francisco Martínez Farfán. Más allá de lo que se escribe en la Ciudad de México y de la novela del narco existe un grupo importante de obras que habría que considerar dentro del horizonte de la literatura mexicana. En cuanto al material gráfico quisimos brindarle un homenaje a Ricardo Pascale reproduciendo algunas de su esculturas. Pascale fue Director del Banco de Uruguay, pero esto no impidió que a lo largo de su vida fuera dándose el tiempo y el espacio para construir un vocabulario muy personal que recupera materiales de muelles, barcos y viejos astilleros de su ciudad, y quien llamara la atención del talentoso y riguroso escritor Michel Butor. Cinco años y esperemos vengan muchos más. Gracias a todos los que hasta ahora nos han acompañado y esperemos que sigan sumándose poco a poco otros lectores de poesía, sin la cual, la experiencia humana sería menos amplia, menos emocionante. JLB


DE NERVES John Wieners

Traducción del inglés de Ricardo Cázares

Supplication O poetry, visit this house often, imbue my life with success, leave me not alone, give me a wife and home. Take this curse off of early death and drugs, make me a friend among peers, lend me love, and timeliness. Return me to the men who teach and above all, cure the hurts of wanting the impossible through this suspended vacuum.

1969

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Súplica Oh poesía, visita a menudo esta casa, imbuye mi vida de éxito, no me dejes solo, dame una esposa y un hogar. Expulsa este maleficio de drogas y muerte prematura, haz de mí un amigo entre mis semejantes, hazme oportuno y concédeme el amor. Devuélveme a los hombres que instruyen y ante todo, cura las heridas de desear lo imposible a través de este vacío suspendido.

1969

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In Public Promise you won’t forget each time we met we kept our clothes on despite obvious intentions to take them off, seldom kissed or even slept, talked to spend desire, worn exhausted from regret. Continue our relationship apart under surveillance, torture, persecuted confinement’s theft; no must or sudden blows when embodied spirits mingled despite fall’s knock we rode the great divide of falsehood, hunger and last year 1968

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En público Promete no olvidar que cada vez que nos vimos no nos quitamos la ropa a pesar de nuestra clara intención de desnudarnos, fue rara la vez que nos besamos o dormimos, charlamos para agotar el deseo, consumidos por el remordimiento. Continuamos nuestra relación aparte vigilados, torturados, perseguimos el hurto del encierro; ningún deber ni golpes imprevistos cuando los espíritus encarnados se mezclaron a pesar del zarandeo de la caída remontamos el abismo del hambre, la mentira y el último año

1968

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Billie He was a god, stepped out of eternal dream along the boardwalk. He looked at my girl, a dream to herself and that was the end of them. They disappeared beside the sea at Revere Beach as I aint seen them since. If you find anyone answering their description please let me know. I need them to carry the weight of my life The old gods are gone. What lives on in my heart is their flesh like a wound, a tomb, a bomb. 10

1966


Billie Él era un dios, salió de un sueño interminable a mitad del malecón. Volteó a ver a mi chica, que era un sueño en sí misma y y ése fue el fin de ellos. Se esfumaron junto al mar en Revere Beach y no he vuelto a verlos desde entonces. Si ven a alguien que encaje con esa descripción háganmelo saber. Los necesito para que carguen con el lastre de mi vida Los antiguos dioses se han marchado. Lo que perdura en mi corazón es su carne como una llaga, una bomba, una tumba. 11

1966


Deprivation Roses, lilacs and rains over smell of earth, freshly turned Saturday morning for lovers’ walks down strange lanes. Never again recaptured never again to find, oh how our mind rebels at this, never again to kiss that girl with amethyst eyes, or watch sunrise over the harbor, never again to visit the grape arbor of childhood, or remove the memory stain of these events from our firm, budding youth, mad truth of these trysts to lose in time their hidden passion & meaning.

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Privación Rosas, lilas, lluvias emergen del perfume de la tierra, removida la mañana de este sábado para que los amantes paseen por recónditos caminos. Nunca recobrada nunca más redescubrir, ah cómo la mente se rebela ante esto, nunca volver a besar a esa chica de los ojos amatista, o ver el sol nacer sobre este puerto, nunca más ir de visita al parral de nuestra infancia, o borrar la mancha en la memoria de estos hechos de nuestra firme, incipiente, juventud, verdad demente de estos encuentros que con el tiempo pierden su pasión secreta y su significado.

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Indignation It doesn’t matter if one lives or dies without desire. I tried to go away on my own. Instead came back home defeated to more defeat, worse that it was met by discord of an hideous sort, cursing and swearing from a lower class of orders, dying at the doorstep. All the men I wanted were married to others and poetry in my heart burned out. Left at afternoon ill, what I approached was to fall dead by my own hand or close to it, nervous, afraid to move I cannot blame them, only the men I wanted are not here anymore, still the possible freedom of their love is my dream.

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1970


Indignación No importa si uno vive o muere sin deseo. Quise largarme y estar solo. En cambio volví a casa derrotado, a otra derrota, peor aún porque topó con una pugna atroz, injurias y blasfemias de la más baja calaña, ahogándose en el zaguán. Todos los hombres que anhelé estaban casados y la poesía se consumió en mi corazón. Salí enfermo por la tarde, encarando la idea de caer muerto por mi propia mano o algo similar, nervioso, con miedo a moverme No puedo culparlos, pero los hombres que anhelé se han ido, aún así la posible libertad de su amor es mi sueño.

1970

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Reading in Bed by evening light, at the window, where wind blows it’s not enough to wake with morning as a child, the insistent urge of habit sounds, to write a poem, to pore over one’s past recall ultimate orders one has since doubted in despair. Inner reality returns of moonlight over water at Gloucester, as fine a harbor as the Adriatic, Charles said, before the big storm blew up to land ancient moorings, shards against sand of memory at midnight; ah yes the dream begins of lips pressed against yours over waves, tides, hou-long auto rides into dawn, when time pounds a mystery on the beach, to no death out of reach.

January 9, 1970

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Leyendo en cama a la luz del ocaso, en la ventana en la que sopla el viento no basta despertar con la mañana como un niño, la rutina, con su ansia apremiante, te llama a escribir un poema, a hurgar en tu pasado y recordar las órdenes supremas de las que uno dudó, desesperado desde entonces. La realidad profunda vuelve a la luz de la luna sobre el agua en Gloucester, tan bello su puerto como los del Adriático, dijo Charles, antes de que esa enorme tormenta arrojara embarcaderos ancestrales tierra adentro, las astillas en la arena de la memoria a media noche; ah sí comienza el sueño de mis labios prendidos a los tuyos en las olas, las mareas, los paseos de una hora en auto hacia el alba, cuando el tiempo aporrea un misterio en la playa, al alcance de todas las muertes.

9 de enero de 1970

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The Travel of Imagination through Time a blue brooch on the bureau, a white cadillac in lit yard as flesh falls before glass in surprise, years pass unnaturally, in objection to calendars. Time not measure of man, but what he may do, with himself, in this hour, this minute, this instant— false divisions of the moon,

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the sun, mathematics. Who to know dark regions eyes see we measure as ours, on the street, in the city, in bed, before time’s awake


El viaje de la imaginación a través del tiempo un broche azul en el buró, un cadillac blanco en el patio iluminado mientras la carne se desploma ante el cristal desconcertada, los años pasan de un modo anormal, refutando el calendario. El tiempo no es la medida del hombre, sino de eso que puede hacer de sí mismo, a esta hora, en este minuto, este instante— las falsas divisiones de la luna, el sol, las matemáticas. Quién sabrá que las zonas oscuras que perciben los ojos, las medimos como propias en la calle, en la ciudad, en cama, antes de que el tiempo despierte

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in the middle of blackness when one lies alert after an argument, he may sense the cautious breath of a friend, presumably, also up, in the dark of his house, who alike hears your thoughts, wondering; that is true meeting in eternity. Not this petty worry about days, months, proximities to warmth. There are always fires on earth, that burn immortally.

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a media noche cuando uno yace alerta después de una pelea, y quizá él detecte el resuello receloso de un amigo, que a su vez, probablemente, esté despierto en la oscuridad de su casa, que también está oyendo lo que piensas y cavila; ése es el verdadero encuentro en la eternidad. No esta mezquina ansiedad acerca de los días, los meses, las cercanías del calor. Siempre habrá fuegos en la tierra, ardiendo, inmortales.

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CUATRO DIBUJOS CON POEMAS Michelle Pérez-Lobo

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Eco Se sucede como las gotas nerviosas de una cascada Se embarra en el vecino cual gato en las piernas Cae y reverbera y su sonido persiste sin la vitalidad del primer aire tropezando con su Ăşltimo aliento igual a una marcha de ancianos sin bastones Y se amontona y estira y diluye necio Su vibraciĂłn se va atenuando hasta el punto de olvidar que fue un murmullo humano al nacer

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La evolución dentro del caos Danza el telar de Penélope Se mece junto a sus brazos tristes mientras el texto fantasma el destejido mil veces la observa En plena contradicción aún brilla el hilo que ella deshila Trabaja mecánica melancólica pero sin pausas Por las noches alguien le susurra en un idioma de fuego una voz desde el centro de la miseria misma algo le advierte que detenerse es morir 25


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Como un estanque desordenado

Los límites del lenguaje son los límites de este estanque primordial donde los peces engullen vocales donde la vibración de las erres se confunde con la del agua inquieta siempre A la orilla me aferro para no hundirme en el sinsentido de esa lengua desmembrada que flota tiesa y que sólo el contexto más generoso puede significar Quizá este caos es culpa de un dios aburrido que arrojó una piedra al agua para matar el tiempo y sin querer desordenó el mundo 27


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Verso libre

Me pesa lo mucho que significa todo lo que habla tu silencio

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DESCONCENTRAR (dos poetas de Aguascalientes) Adrián Gerardo Rodríguez

Siempre se mira hacia el centro y para adelante, como si la la calidad de la poesía se midiera por su disposición cronológica y geográfica. Se escribe bien o mal, eso es todo. La poesía se abre donde la técnica se piensa, en quien como escritor es un lector atento, donde la propuesta se arriesga, y no envejece. Aquí se presentan dos autores que (aunque equidistantes en varios sentidos) han hecho obra en la línea de la periferia con una visión propia, que responden a planteamientos y retos específicos cuando la palabra se compromete a ser eso que se desintegra para volverse aquello que por falta de otro nombre llamamos “poesía”, y que sólo sabemos que sucede. Por una parte, Desiderio Macías Silva (1922-1995), a quien quizá se le reconozca más por ser el único aguascalentense en recibir el entonces llamado Premio Nacional de Poesía Aguascalientes por Ascuario en 1972 y por ser el autor del himno de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, y de quien presentamos un conjunto de textos que rompen con la forma de su obra y que son tomados de una antología titulada A canto y cal editada en 1968 por el Instituto Aguacalentense de Bellas Artes, y en los que es visible una entrega sin miramientos a la escritura para deshacerla en la textura de diversas asociaciones de sonidos, que se nutren en parte del rescate de la jerga autóctona de la región y por donde se entrevé una visión épica, mordaz, agónica, del transcurrir del tiempo, y que permiten matizar las recientes revisiones de su obra que la califican de trasnochada, decimonónica e incluso menor, lecturas todas sesgadas y hechas desde el imán del centro-progresista del país. Por otra, Francisco Martínez Farfán, quien ha venido publicando formalmente su obra en años recientes, con La memoria verdadera (2009) y Acto fósil (2010). Los textos ahora presentados son tomados de El fondo y la imagen (UAA, 2017). En ellos Farfán presenta reflexiones y poemas en torno a una fotografía en especial o sobre el acto fotográfico. En el texto parece que estamos ante una narración austera, cada línea parece algo que no es poesía, sino una extensa descripción de lo que ha la mirada se le

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escapa al ver. El reto de esta escritura planteada por su autor a los arcanos de la palabra es ostensible: ser lo que es (palabra), lo que refiere (una imagen) y lo que no se agota en ella (aquello que se escapa y tambiĂŠn nos hace ver). FarfĂĄn con ello ha llegado a una maduraciĂłn plena que nadie le puede discutir.

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DE A CANTO Y CAL Desiderio Macías Silva

Nos duele sobre el alba 1 Nos duele sobre el alba germinal de nosotros el moho de mil siglos. Se nos pudre en la íntima concreción del sollozo la gemación secreta que conduce las alas. Cada ciudad perdida, cada féretro caído del reloj, y llorado sin nombre del círculo del tiempo, nos pesa un nuevo risco, nos constriñe una nueva montaña inindulgente, dura, sobre el muro al azul de nuestra piel.

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2 Cestas de luz en agonía por las obsidianas estrechas de un árbol que disputa su horizonte a otros árboles, ¡Eso somos nosotros! Hurgamos por el sitio en la estrella se derrumbó en el agua para que los viajeros acumularan piedras hasta la ausencia misma del brocal… ¡y aún no comprendemos cómo fue que los cielos resignáronse en cruz a la cancelación de nuestra llama! Pero el hecho fue éste: Un día nos pesaron extrañas contexturas en el declive al fruto de nuestras dimensiones.

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Nos lloramos de pronto con ojos para el llanto y pies para enraizarnos en la tierra, y desde entonces mínimas luces empotreradas en el lastre lodoso de los días. Y desde entonces luto, y muerte, y soledad… ¡y el término pañuelo para el giro lejano de las constelaciones!


3 Hemos de confesarlo: A nosotros nos duele sobre un reto sin límites la hiel a cal y canto de la historia. A nosotros nos duele el primer cráneo roto y la luna de ayer insostenible, a tientas, atascados los pies en dédalos de sangre. A nosotros nos duele todo eso. Porque somos el ángel, nuestro ángel, y el héroe, que nos pesa para asir nuestra estrella. Porque somos en suma soles mínimos, soles a medio sol, absurdos, atrapados entre selvas de códigos y músculos.

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Por el rocío recién abierto 1 En el traspié sangriento de cada plenilunio, en el jazmín en vela con el fieltro de qué saludo, la epifanía nuestra habrá de sorprendernos. Tampoco es previsible el gesto, la palabra, que estallarán lo último en este ineludible cancelamiento ya de nuestras cosas viejas. Pero tú, yo nosotros, todos estamos ya como quien deja la comida por salirse con los oídos más allá de los muros donde angustias hermanas carcomen los cimientos de la cárcel. Tú, yo, nosotros, todos, como catedrales de luz que se deshollinan en el aire: 36

Frente a nosotros el espejo dehiscente del minuto que habrá de delatarnos jubilosos faroles con un lucero rojo en las entrañas.


2 Por la transfigurada liturgia de los soles y los pájaros; por el rocío recién abierto, de irrepetibles anagramas, galopantes centellas, lava escupida al rostro, el presagio. No habrán de contentarnos los espectros con la garganta a reventar de tierra. Tampoco habrá de contenernos con sus acantilados de fusiles o sus toque de ánima nuestro tablajerío conciliado. Tú, yo, nosotros, todos, con nuestros jóvenes palmares altos para el solsticio de los júbilos. Tú… yo… nosotros… todos… -Junto a la chimenea la gráfica del sol definitivo alto ya sobre el agua, y en la leyenda del abuelo del río: aquel antiguo río quebradizo, calcáreo, alto hasta los hijares de esqueletos.

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Girón de llama endeble 1 Girón de llama endeble sesenta y más turbiones de espinas cada hora acuchillada. Estrella mía veinticuatro veces diarias apaleada, como cualquier manía de luz aprisionada en un costal.

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Aquí, entre rajuelas vivas de sol, solías tú decirme, más allá del derrumbe del dogal éste, en ascuas, que nos hace manar ríos de oro, el aire azul y su canasta de polícromos pájaros, las espigas doblándose al peso de su fruto, y el amor como inmenso lago de vino en que los corazones semejan deslumbrantes cocuyos de metal que nos se apaga nunca. Aquí, entre rajuelas vivas de sol: ¡tan cerca, que podrías sacártelo rosa a rosa del pecho!...


2 Pero yo me decía: ¡formas de consolarse de su dilacerado encendimiento sin una chimenea para huir con las otras estrellas sus hermanas! ¡Formas de consolarse!... Por eso mientras tú delgada de tu sueño como piedra de sol alumbrabas la estancia yo encendía mi opio en un rincón, naufragábame allí en sus hiedras azules… ¡Y un vapor de neblinas con corona me mecía en sus brazos!

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3 Hoy tu vino, tu cesta de rosas y tus pájaros, se me meten debajo de la almohada. Puedo escribir: A cien sonrisas rotas, igual que a cien arrebatados panes, ¡cien lobos, desbordadas de viento y luna en soledad sus vísceras! Y al que brasa su torre, erizada de pupilas despiertas: ¡Alba a la vista!, le contagio. Y su torre y mi torre se intercambian un guiño igual que dos luceros…

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4 Señora de las máscaras hambrientas: Como desde un charquero de sangre donde el sol se hubiera roto, en un latir de alondras luminosas, escalo tu regazo. Deja que suelte en él Mi bandeja de alegres mariposas; deja que cimbre de mis primaveras tus descuartizaduras. Un aire de gorriones con pectorales renovados enardece la tarde. ¡Mi mundo ingresa hoy al paraíso abierto de la llama!

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Nosotros vamos, somos… 1 A nosotros ya no lograrán nunca, ni aquí ni horizontes germinales ni aquí ni en nebulosas aún niñas, amponzoñarnos hasta cohibirnos este sol que nos mana del costado. ¡A nosotros ya no lograrán nunca! Cuando nos restregaban el palo de la escoba en el estómago para que vomitáramos en un lugar oscuro crispantes maleficios extranjeros; cuando se nos mostraba extraído de un cántaro el rojo de una mueca acuchillada y se nos insistía: ¡Tú padre!, ¡Tus abuelos!, ¡La savia de tu árbol genealógico!, y luego España, y Francia, y Mao, y los Pilgrims, 42

y Rusia, y, ¡qué se yo!, con risa de navaja en las paredes, entonces nos decían: ¡Tu luz concreta aquí en esta cornucopia! —¡Izarás en sus flancos llamaradas de azufre!—


Entonces nos decían: ¡No de tifo exantémico ni por bacilo de turbulencia! ¡Si de haber contestado el saludo a un judío! ¡Si de haberle vendado su soledad a un negro! ¡Si de haber blasfemado íntimamente: Una sola es el agua en la nieve, en el mar y en la nube!

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2 Y nosotros creíamos… ¡creíamos! ¿Qué mejor testimonio que el títere bailado de cada poste del telégrafo, renegrida la lengua sobre el vientre? Que los ojos comidos de los cuervos, que las tripas saliéndose como de maldición por todos lados, ¿qué mejor testimonio?

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3 Pero nos descuidaron la dosis habitual de adormidera. Se olvidaron un día de danzarnos reptiles en los ojos, de podrirnos los mapas, de escardarnos mezquinos suficientes. Y entonces lo supimos: Nos limaban los dientes y las uñas, y nos decían ¡Cúchila! para que les sajáramos el padrenuestro sancochado apenas de los pescuezos a nuestros hermanos; nos pintaban trinchera enemigas en nuestras propias casas; rellenaban las ametralladoras de la inconciencia mía, la tuya, la de todos, y luego de regreso: ¡Héroe!, ¡Héroe!, y nos condecoraban, ¡bestias!, con las matrices palpitantes aún de nuestras madres.

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4 Cuando pienso en estas cosas, me querría pisotear los sesos en las piedras; deseara raerme de mi nombre, remacharme en el suelo con un clavo, y azuzar a los niños que salen del colegio: ¡Anda, escúpelo, sácale la lengua!, y sentirme rodar pústula a pústula hasta el muñón reseco de mi rabia…

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5 ¿Cómo enemigos entre sí canarios que el mismo halcón en su iagar destroza? ¡Cómo enemigos entre sí abetos que el mismo rayo carboniza y vende? ¿Cómo, en fin, enemigos tú y yo, buey de la misma yunta, miserable hierro en trepidación del mismo yunque, del mismo pulpo en ramazón siniestra sangre por mil ventosas repartida?

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Pero ya pasó todo. Inútil que se esfuercen en tatuarnos la cara, y en colgarnos, como a los matlachines, una flecha, y un arco, y un jibarillo disecado, para que le bailemos en las ferias. Inútil que nos griten: ¡Envenena aquí el agua! ¡Pínchale a éste el ojo! ¿Hagamos consomé de este extranjero! Con nuestros trigos y con nuestras rosas sueltos durante el día, nosotros le decimos al mar, a cualquier mar: ¡Siéntate a nuestra mesa! Con nuestras bugambilias en llamas por la noche; nosotros le decimos al viento norte, al sur, al en rojo del este: ¡Descansa en nuestro lecho! 48

Con zapatillas de cristal, danzaremos caléndulas A la primera garza de tu nombre. Con zapatillas de cristal… —¡Y el viento amigo deja un olor a pan bueno en nuestra alcoba, y va por la mañana con un lucero en cruz sobre los labios!


7 Cuadrículas con límite de puro traqueteo de cadenas –¡de puro vuelo de cenizas!— sobre la grupa en ascuas de este único inconsútil sol. Puede ser que, aún, haya quien corra en despertándose al anfiteatro por ver al gachupín, al negro, al gringo, que en su sueño tostó con pez ardiente a paladas continuas sobre el rostro. Puede ser que, aún, haya quienes enciendan de cardenches y perros el pretil de su casa. Nosotros sólo hallamos bienvenidos espejos desbordados de nuestros propios júbilos en los deslumbramientos de todas las aduanas. Nosotros… Si otros quieren, que se salen la risa, que gocen de mirarla retorcerse en las brasas, y la coman después. Nosotros vamos, ¡somos!, con nuestro corazón

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bahialmente abierto a todos los paisajes. En los ríos, ¡oh, pauta ferial!, de nuestra sangre, juegan, jugarán siempre, los niños del metal, y los niños de ébano, y de azúcar, de las constelaciones.

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NOTAS Y POEMAS INCLUIDOS EN EL FONDO Y LA IMAGEN Francisco Martínez Farfán

A fuerza de repetidos extravíos acaba por parecer inadmisible que no pueda escribirse sobre una foto, a no ser bajo la resignada expectativa de que el texto se vuelva un complemento. Conforme la inscripción se elabora y avanza, sé –con cierta zozobra que proviene de un velado saber-, que aún bajo tal premisa los signos, al desplegarse, antes que ceñirse a una entrega se alejan en imprevistas direcciones de la ampolla fotográfica, de su costra opaca de tiempo, dando inicio con este movimiento a la secuencia de una historia; a una suposición que intenta suplantarla antes que proveerle con una añadidura. Sería ocioso, inútil, que la escritura no codiciara otra cosa que refrendar lo indubitable y sólo pretendiera describir el desierto de la obviedad de la foto. Por el contrario –como antes se ha dicho-, lo signos se alejan de esa marca fundacional, imparables, llevando si acaso sobre sus lomos una punta de ausencia. Escribir sobre una fotografía es acarrear la ausencia de un instante que ha sido Reemplazado por una imagen, hacia el futuro de un improbable fin. Llevar la emanación de un segundo hasta las próximas consecuencias de un texto. Un texto que se despeña continuamente en ese vacío que le preside de sí mismo, el cual proviene del intenso silencio que ha generado su trayecto.

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Magda yo no la muerte, Magda. ¿Quién eres del qué ser? Quehacer desnudo del mirar a la cámara vacía donde se hace la luz, comienza el primer día de la creación y emerges de las tinieblas desarmada, desamarrada de tu nitidez y separadamente desnuda de las aguas. Tú no la muerte, Magda; si la muerte fuera esa luz que te viene de adentro y recorta la sombra de tus manos, vulnerables al fruto que descansa en la gravedad sin ornamento, con ese incruento destello de su click que te fija como hija desnuda arremetiendo sin lucro lo perdido. Si la muerte le viene al mundo de tu torso, si tu mirada decisiva desnuda el argumento y abre la réplica para poder vivir, si tu desnuda seriedad de criatura recién recién constituída insta al engaño, crea el subterfugio y al mismo tiempo el artilugio de la muerte, el primer día es tuyo como el capullo que promete su aroma y el viento amargo de su espina total.

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Yo no la muerte, Magda, pero al mirar la imagen que te nutre, siento hambre de ser el fruto venenoso que te muestre desnudo a tu ceguera y caigas en la cuenta que no hay detrás de ti, sino negrura, y que delante hay alguien que te mira como un asceta que te prefiere así sin carne, sin palabra, sin medida


* Por lo tanto mirar esos objetos en los que uno se empeña en discernir lo que falta. Que al mostrar su dificultad hacen desaparecer los que buscas. Ese lugar oculto que de su propia insuficiencia hace huella. Y se torna en pura urgencia de indiciar, de indicar, de caer –de cadere– hacia la incisión.

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Diane Es posible que no haya sido, en realidad, sino el golpe inhumano de la certeza. La evidencia inefable, en las fotos, del encuentro con la incidencia del mal sobre la carne obsecuente de los seres. Esa calamidad, ese golpe que se recibe (quizás tardíamente, ¿quién sabe?) al haberse separado de la gozosa crueldad de la inocencia, con la actitud del embustero que renuncia al infierno fascinado no obstante por el fuego.

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Por debajo de cualquier circunstancia, es posible que haya sido esa parte del mal inherente a todas las cosas, (tan cierta como un día con su luz y su sombra semejante a una zarpa) y por estar demasiado expuesta a la misma, demasiado abierta a su ósmosis, tan indefensa para oponer cualquier nombre, y sentirse además, incapaz de regresara la implacable aspiración de las partículas flotantes y luminosas del verano en Central Park, de modo que la vida, la infancia; la ubicua presencia de la deformidad; el espanto de una conciencia desamparada; el desarraigo y el frenesí de la fealdad a través de la lente (¿a qué cosa terrible en el tiempo ⎯contra qué brutalidad oculta⎯ oponemos apenas sin comprender el ofuscado sobresalto de nuestra carne?) llevaron luego esa inclemencia desmedida hasta sus inermes ojos del resquicio imparable de la aproximación del sebo asfixiante de la adherencia puesto que la cámara había dejado de anteponer distancia, escudo, sombra.


* Me veo incitado -impulsado- a mirar fotografía, porque es posible que padezca un trastorno que es conveniente para ello: me deslumbra el fondo de la luz. No comprendo cómo ⎯sobre esa luz de fondo⎯ logran cristalizarse los hechos, las cosas, los animales y los cuerpos humanos en un orden, una estructura ineluctable que entre ellos se crea y proporciona la sensación abismal de una historia de los instantes efímeros, a la cual queda uno sometido con el estupor cavilante del guardián, del mirón, que de pronto descubre que está tan preso en la red como aquellos a los que vigila. La instauración de un sorprendente enlace que dispone un espacio entre ese punto ciego del que ve, y aquello que se oculta con un exceso de lo visible al escrutinio de una mirada, a su inútil perplejidad.

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Deauville ¿Por qué nos hemos alejado tanto? Nos atrevemos a decirlo sin mirarnos las caras y la pregunta resuena en medio de la fiesta, de las fotos, de la farsa. Se trata de una fiesta de viejos. Una celebración anual de viejos. Estamos interesados, antes que cualquier otra cosa, en saber quién ha muerto; en los detalles escabrosos de la enfermedad o el accidente, en la descripción minuciosa de la agonía, el dolor ⎯y si las hubo⎯, las últimas palabras... Aún insistimos en merecer algo: la risa, el golpe de la gracia, un amor que obtenga su intensidad del anémico impulso hacia la muerte o siquiera la fúnebre alegría de un penúltimo viaje. Pero con sólo vernos sabemos que lo que nos sostiene ⎯y quizás nos resguarda⎯, es el invento fiel de la memoria, y que el cielo en todo lo alto sigue azul; que los árboles son verdes con ribetes dorados y el olvido dolorosa e irremediablemente digno.

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Hemos ido a la par de tantas cosas (atareados como las cochinillas entre la espesura de la belleza aterradora de las cosas) que, en resumen, es esto lo que nos ha excluido del tiempo. Porque por un lado está el tiempo ⎯tan increíble⎯ inmóvil ya de nuestro torpe movimiento, y por otro lado las cosas que en cierta forma han parado con nosotros y que ⎯aunque uno se empeñe en proclamar que existe en ellas algo que todavía reconocemos⎯, no por eso no han dejado de cambiar, no por eso no han dejado de caer…


* “Yo escribo con luz”, dice Kertez, frase que vale asimismo para la escritura y su articulación en el tiempo: la mano en la escritura, lo orgánico en el tiempo: una palabra, un signo; un rayo negrísimo de luz inscribiéndose como incisión carnal, como la letra activa de un sueño / la imagen inamovible de una foto. Un texto que se desplaza hacia la espesura silenciosa del sueño con la luz de la imagen; con la letra que se desprende del rumor de la carne, del borde luminoso de su brutal oscuridad. Hablo del sedimento inconcebible e la fotografía; de la fijeza y de la letra, de la mano en la escritura.

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Albercas ¿Recuerdas esa piscina de sosiego monumental, ⎯sobrenatural⎯ cuya fotografía descubriste en un libro de la colección Kolon, justamente titulado Piscinas de Ensueño? Se trata, evidentemente, de la superficie del agua y las nubes del agua debajo de la superficie del cielo. El reflejo profundo del agua del cielo sobre la superficie erizada de la piscina; la opacidad del agua ventral, la ligera hinchazón en el centro de la piscina como una casa tibia de agua, el refugio solitario donde uno al fin ⎯en fin⎯, podría cerrar los ojos. Los ojos de la palabra, la verdadera oscuridad, el confiado abandono al silencio. Existen, sin duda, piscinas así ⎯tan semejantes al deseo mismo⎯, que entrar en ellas se juzgaría imposible si no fuera para dejarse caer a fondo, a la dicha feroz de la aniquilación.

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POEMAS DE CHIAROSCURO SEGRETO Nigro Nevio

Traducción del italiano de Alain Briseño Trejo

Involuzione Anch’io fui fanciullo e fanciulla, germoglio e pesce che nuota veloce. Un sentiero di sogno attraversava il cello e dove ferma il mare cantavano sirene. Quando cessó quel canto morí il bacio ma ancora eravamo fanciulli e innamorati.

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Adesso siamo in pianto: fatti di acqua e vento, musica e parola. E siamo soli.


Involución También yo fui muchacho y muchacha, semilla y pez que nada velozmente.

Un sendero de sueño atravesaba el cielo y donde acaba el mar cantaban las sirenas.

Cuando cesó aquel canto murió el beso, pero aún éramos muchachos y estábamos enamorados.

Ahora estamos en el llanto: hechos de agua y viento, música y palabra. Y estamos solos.

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La lieta notte (Ricordo di Ida Cafaro Guasoni, lorenzo Masuelli, Armando Patti, Marco Franceschetti, poeti.) Insensibili al vento dell’angoscia appaiono altri mondi, in quel silenzio notturno che vale una voce. Pollini del passato apro la porta del cuore come carezza di seta che fugge lontano. Furono come se fossero. non basta il desiderio a richiamarli

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La gustosa noche (Recuerdo de Ida Cafaro Guasoni, lorenzo Masuelli, Armando Patti, Marco Franceschetti, poetas.) Insensibles al viento de la angustia aparecen otros mundos, en aquel silencio nocturno que vale una voz. Polen del pasado abren la puerta del corazĂłn como caricias de seda que escapa a la lejanĂ­a. Fueron como si estuvieran. No basta el deseo para regresarlos.

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Come il mare di notte Come il mare di notte culli i miei sogni e fai pensare d’amore se il giorno soffre il lungo camminare. Carezze brune e dolce non parlare Come il mare di notte quando tace

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Como el mar de noche Como el mar de noche acunas mis sueĂąos y haces pensar en el amor si el dĂ­a sufre un largo andar. Caricias brunas y dulce no hablar. Como el mar de noche, cuando calla.

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Le madri Le madri se ne vanno in silenzio, lentamente, mentre noi continuiamo la nostra vita. tutto sembra avvenire all’improvviso: ma le madri se ne vanno a piccoli passi, Impercettibilmente. Giorno dopo giorno salgono gli ultimi gradini della scala della vita e si trasformano assumendo un viso di morte. Così la madre si allontana lenta, e quando vorremmo abbracciarla stringiamo il vuoto, perché il momento è già passato e resta solo un grande rimpianto.

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Las madres Las madres se van en silencio, lentamente, mientras nosotros continuamos nuestra vida. todo parece ocurrir al improviso: pero las madres se nos van a pequeños pasos, imperceptiblemente. Día tras día suben los últimos escalones de la escalera de la vida y se transforman asumiendo un rostro de muerte. Así la madre se aleja lentamente, y cuando quisiéramos abrazarla estrechamos el vacío porque el momento ha pasado ya y queda solo un gran lamento.

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Nostalgia

In memoria della sorella

Fumo insieme. Una lanterna sola lungo via. Nulla stancĂł l’eterno desiderio che ti faceva viva. Forse vai per sentieri dove origina il cielo o la paura. Dove chiamarti è vanno e non mi senti.

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Nostalgia

En memoria de la hermana

Fumo acompañado. Una linterna sola hace mucho ausente. Nada cansó el eterno deseo que te hacía estar viva. Quizá vas por senderos donde se origina el cielo o el miedo. Donde llamarte es vano y no me oyes.

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Creazione Leggero e forte questo amore rimastomi nel cuore. Non so se è vivo o ancora deve nascere. Dagli anni verdi mi segue silenzioso. Ritratto di nessuno Illude il passo. E non è stanco.

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Creación Ligero y fuerte este amor permanece en mi corazón. No sé si aún vive, o aun debe nacer. Desde los años verdes me sigue silencioso. Retrato de nadie elude el paso. Y no está cansado.

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Sposalizio Ho atteso a lungo una mattina chiara sul mio silenzio. pioggia d’amore ed emozioni mute. Forse il tuo corpo è il mondo come purezza, è la mattina chiara che aspettavo. Bianca seta da sposa, notte di aurora nascosta, profondità di canto che fiorisce.

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Nupcias He esperado largamente una mañana clara sobre mi silencio. Lluvia de amor y emociones mudas. quizá tu cuerpo es el mundo como pureza, es la mañana clara que esperaba. blanca seda de esposa, noche de aurora escondida, profundidad de canto que florece.

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Giovanna, III Il vento gioca col fumo del comignolo della mia sera di perla. Non esce così abbondante, così scuro, com’era un tempo. Spinto dal soffio si unisce a quello chiaro del fuoco di legna verde del tuo pomeriggio di sole. L’amore ama viaggiare da l’uno all’altro, l’uno e l’altro portando indietro nel tempo.

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Giovanna, III El viento juega con el humo de la chimenea de mi tarde perlada. No sale tan abundante, tan obscuro, como en otro tiempo. Empujado por el soplido se une a la claridad del fuego de leĂąa verde de tu tarde soleada. El amor ama viajar del uno al otro, uno y otro llevando de regreso en el tiempo.

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Luna Nera Nera la luna come i cappelli di te ragazza al fiume che scrivevi sugli alberi il tuo nome. Verde il colore del pratto dei nostri passi. Ma non m’allieta la tua immagine che viene a turbare il mio tempo Dolceamara. in quest’ora di sera.

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Luna Negra Negra la luna como el cabello tuyo muchacha en el rĂ­o que escribĂ­as sobre los ĂĄrboles tu nombre. Verde el color del prado de nuestros pasos. Pero no me alegra esa imagen tuya que viene a perturbar mi tiempo. Dulceamarga. En esta hora por la tarde.

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Solo gli occhi Solo gli occhi ricordo: smeraldi e ciglia nere. Giacciono invece le sue parole. Fuggite. la vita obbedisce all’inverno. l’allodola non canta. solo gli occhi ricordo.

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Sรณlo los ojos Sรณlo los ojos recuerdo: esmeraldas y cerezas negras. Yacen en cambio sus palabras. Fugitivas. La vida obedece al invierno la alondra no canta. Sรณlo los ojos recuerdo.

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Nel buio dei tuoi occhi Nel buio dei tuoi occhi donne vestite di freddo sfogliano margherite. Ma il sentiero d’amore è segreto e lontano. All’ombra sola di un passero si nascondono labbra e lune.

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Sotto il peso del cielo profonde solitudine ed un flebile canto.


En la obscuridad de tus ojos En la obscuridad de tus ojos mujeres vestidas de frĂ­o deshojan margaritas. Pero el sendero de amor es secreto y lejano. En la sombra sola de un gorriĂłn se esconden labios y lunas. Bajo el peso del cielo profundas soledades y un tenue canto.

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Giovinezza (Il colore del vento) L’ala della giovinezza ti copre e ti fa ombra per poco. poi vola via con un rapido battito, e il sole ti colpisce e vedi il colore del vento.

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Juventud (el color del viento) El ala de la juventud te cubre y te hace sombre por poco. DespuĂŠs vuela lejana, con un rĂĄpido batido, y el sol te embiste y ves el color del viento.

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Ragazza amara Ragazza amara che viene a turbare il mio tempo è stanco il passo che si fa memoria. L’arcano approdo che infrange i ricordi fa incerto il desiderio, flebile il canto. Ragazza amara vivo il tempo di perla, la mia parte di notte, la sua maschera ignota.

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Muchacha amarga Muchacha amarga que viene a perturbar mi tiempo estรก cansado el paso que se hace memoria. El arcano desembarque que infringe los recuerdos hace incierto el deseo, tenue el canto. Muchacha amarga vivo el tiempo de la perla, mi parte de la noche, su mรกscara ignorada.

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La donna oscura Sui pratti della notte danza una donna oscura. Viene da un golfo d’ombra in cui scompare il tempo. Come a voce vicina di sirena La vella corre, il ballo va al finale. Sui prati della notte siamo di fronte a lei. Fatti di acqua e vento musica e parola. Come bambini in pianto. E siamo innamorati. E siamo soli.

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La mujer obscura Sobre los prados de la noche danza una mujer obscura. Viene de un golfo de sombra donde desaparece el tiempo Como ante una voz cercana de sirena la vela corre, el baile va al final. Sobre los prados de la noche estamos frente a ella. Hechos de agua y viento mĂşsica y palabra. Como niĂąos en llanto. Y estamos enamorados Y estamos solos.

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EL SANTUARIO DE OCTUBRE Omar De Felipe

Tengo que estar preparado, me decía a mí mismo. Preparado para que, en caso de que alguien preguntara, yo pudiera responder con algo digno del lugar. Una elegía se me antojaba especialmente propia. Aunque la pregunta sólo ocurriera en mi mente, con visitantes imaginarios, porque en toda mi infancia y mi juventud jamás había advertido a un visitante. A pesar de que, en realidad, la respuesta la hubiese construido para sustanciar mi encanto por el Santuario. En los escenarios dentro de mi cabeza, yo encontraría a alguien con una mezcla de asombro y confusión en la cara, de pie en las calles del pueblo y, por toda explicación, le diría: Una risa, un respiro profundo, un lamento al borde de una tumba. Eso es lo que tarda una flor en caer. ¿Y cuánto para crecer? Tarda lo mismo que una pasión juvenil en consumirse a sí misma; el mismo lapso para olvidar, incluso redimir, algo así. Toma el mismo tiempo que algunos toman para mirar a estas flores madurar en tonos grisáceos, tomar su forma, la de un escudo, en la cima de la torre derrumbada. Las miran dentro de sus casas, tras sus ventanas polvorientas, empañadas por su propio aliento, un aliento que deja escapar una minucia de esperanza de continuidad injustificada. Entonces una de esas flores, retenida en cientos de pupilas impacientes, resecas, agrietadas, pupilas como la mías, una de esas flores se desprende del ramo con un crujido. Uno que todos aquí conocen y, si no, imaginan muy bien; el que anuncia la bienvenida al Santuario de Octubre. Recuerdo practicarlo una y otra vez en mi mente, platicarlo a hombres y mujeres sin rostro. Y cuando eso ya no bastó, reuní los trozos del espejo que había roto; me convertí en mi propio público. Todavía no logro explicar el magnetismo que sufría hacia los espejos. En mi dormitorio, un gran espejo con marco de madera –la mayoría ya podrida– estaba colocado en el centro de tocador. Ante su silueta, sentía una atracción funesta hacia su frío tacto. A veces resistía su llamado, pero eran más las ocasiones en las que terminaba fatalmente frente a él. Permanecía congelado, mirando una

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superficie que absorbía toda la luz del cuarto y sólo regresaba un abismo insoportable a mis ojos. Ya reconstruido tiempo después, bajo un foco que despedía una luz mortecina, ligera, palpitante, variaba mi entonación, incluso mis ademanes, del discurso. A ratos la luz desvanecía aún más y no distinguía mi reflejo. Era en esos momentos, a oscuras, cuando una nueva fuerza brotaba de mi piel. Entonces no sólo me convertía en el mejor orador sino en alguien capaz de adoptar el papel de cualquier persona que hubiera conocido jamás. Pasé noches enteras así. En el amanecer, todos esos roles desaparecían junto con el brillo del sol. Todo esto ocurrió hasta que llegó mi turno para entrar al Santuario. Una flor se posó en mi hombro. Estaba de pie, contemplándola batirse en el tope de la torre, cuando la vi separarse del resto. Emprendió su vuelo, temblorosa, a través del aire y las calles enmudecieron de golpe. La flor revoloteó hasta estar sobre mí y en su descenso trazó la figura de más flores como ella, o quizás lo había imaginado ante la posibilidad de que en este año fuera elegido. Decenas de miradas jóvenes y anhelantes, al igual que la mía, la vieron bajar hasta posarse en mi hombro. Entonces dirigieron su vista instintivamente hacia el resto de flores en la torre, con la expectativa de que alguna de ellas los escogiera. Sólo una más caería al pueblo aquel día. Había llegado mi turno sin que nadie me hubiese hecho la pregunta. Había sido elegido. Sólo podía pensar cómo reaccionaría a este momento, a El Momento. Creía que una emoción nebulosa, indefinible como el mismo Momento se lanzaría sobre mí; que la flor sería porosa y suave y se amoldaría, de tamaño ideal, a mi mano; que mis pies se encaminarían por sí solos al mismo tiempo que mi vista se mantendría fija en la flor, mi flor. Sin embargo, seguía de pie, sin más compañía que El Momento. Era lisa y fría al tacto, como una lámina de aluminio. Esperé unos segundos, sin saber qué esperaba y finalmente me puse en movimiento. El santuario es tan viejo como el mismo pueblo. No se puede pensar en uno sin recordar el otro. Pero hay algunos a quienes El Momento


nunca llega. Hay hombres y mujeres a los que el turno no se les presenta; adquieren canas y arrugas prematuras. A lo más que pueden aspirar, tras tanto tiempo de indefinición, es a la misma cruel espera. En mi infancia pasaba gran parte de los días de Octubre espiando a quienes entraban y salían del recinto. Acudía a un café ubicado a una cuadra y los vigilaba desde la terraza, con la cara cubierta por la carta del menú. Nunca se ha hablado abiertamente de lo que sucede ahí adentro y la complicidad de todos aquí, incluida la mía, me inducía a observar escondido. A veces me servía una niña de más o menos la misma edad. Atendía mi pedido torpemente y su padre le corregía sus ademanes y gestos al regresar. Una mesera nunca sonríe así, escuchaba gritarle tras la cocina. El viento gélido habitual rasgaba mi piel y los rostros de los elegidos por el mes. “El mismo cuerpo, la misma alma entran y salen pero, de alguna manera, acentuados”, había concluido tras años de estudio. En el camino al Santuario observé a esos hombres y mujeres inesperadamente viejos sacar sus sillas, camas; no se conformaban con pudrirse tras las ventanas, y los veía consumirse en una desesperación liviana, insustancial, que de alguna manera lograba carcomer lo que sea que lleven por adentro y regalar una cáscara de carne a la intemperie. Me dirigí hacia el santuario con la flor en mano. En el trayecto una persona se me acercó. Por todo saludo se recogió el cabello y me mostró la flor, aún con su tallo, atravesado por la oreja. Me sonrió y la reconocí de inmediato. Era la niña del café, ahora una mujer joven, y su andar era aún sinuoso, a pesar de todas las exigencias de su padre. Avanzamos en silencio hasta que la figura del Santuario se dibujó ante nosotros y, sin saber por qué, nos tomamos de la mano. Las hojas plateadas de la planta trepaban (aún lo hacen) por las tapias del muro exterior, tejían un techo para el jardín interior y, finalmente, escalaban en espiral por la torre derrumbada. Un portón negro de metal oxidado vigilaba la entrada principal. No había ninguna ventana visible, ni siquiera en la torre. Los muros se extendían hasta el final de la cuadra. De

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niño se me figuraba como un castillo, espectacular, agresivamente barroco, cuando no era más que una vieja fábrica abandonada. Un mecanismo se activó desde el interior del recinto y el portón se abrió. Un hombrecito de cabello ralo y facciones angulosas nos esperaba tras el umbral. ¿Las traen?, preguntó. Le mostramos simultáneamente nuestra flor y nos soltamos de la mano. Adelante, nos indicó, quien, yo asumí, era el guardián del Santuario. Arriba, a través del techo de hojas, se podía adivinar una manta de nubes negras que amenazaban con cubrir por completo el pueblo. Las paredes de la fábrica estaban infestadas por la planta, la cual había echado raíces sin importar si fuera ladrillo, tierra o metal. Las hojas reflejaban el sol en sus contornos en el camino hacia la torre. Esos destellos alumbraron mis memorias; mis años en los escolapios, las tardes investigando el Santuario desde la terraza, las noches practicando la elegía, los instantes en que miraba por la ventana hacia las flores, los romances míos, el terror de despertar junto a una cara sin nombre, el funeral de mi padre, un hombre a quien el turno nunca llegó y envejeció de golpe y de la misma forma murió; el lamento de mi madre que aún escucho en sueños, su figura en la orilla de la tumba de mi padre, la cual no abandonó hasta que la enterraron a su lado. Esas y muchas imágenes más surgían ante mí y se superponían una a la otra en una sucesión violenta. La voz del guardián me devolvió y abrió la puerta de la torre. Ellos dos pasaron primero y, antes de entrar, volteé hacia atrás y observé cómo todas las hojas que formaron el techo se habían marchitado y se desvanecían entre el polvo. Cerré la puerta. Diminutas flamas posadas como en un hilo invisible al centro de las escaleras iluminaban el interior. Los tres subimos al mismo ritmo, casi hipnótico. Las flores de cada uno escaparon y se elevaron a nuestro paso. Ascendimos envueltos en un silencio interminable hasta llegar a una especie de estudio. El guardián tomó las flores, suspendidas en el aire, y mencionó el nombre de ella. Mi atención estaba sobre el cuarto. Sólo había un martillo y un recipiente de agua encima de una mesa de metal, unas pinzas recargadas sobre un horno pequeño de piedra y un camastro bajo un tragaluz.


El hombre deshojó una flor, la de ella, y hundió sus pétalos en el recipiente. Entretanto, la mujer se recostó en el camastro, con la misma expresión que le pedía su padre me atendiera cuando era una niña. El guardián trabajó con los pétalos y sacó del agua una masa ovalada sobre sus manos. Se acercó a la mujer y la colocó sobre su cara. Desenfundó una navaja de su bolsillo y con ella moldeó la masa hasta lograr una máscara fiel a ella, con todo y su expresión. Después la retiró de su piel, y la introdujo en el horno. Yo estaba paralizado. No sabía por qué construía esa máscara y por qué ella cooperaba ciegamente, sin hacer preguntas. Tomó la máscara, ardiendo todavía, con las pinzas y se dirigió hacia la mujer. El guardián me dio la espalda. Recuerdo el humo que expedía desde su lugar. Hasta la fecha no sé si esa niebla emergía de la máscara o de su piel. Sus alaridos sacudieron la torre y las flores en su exterior. La máscara se derritió lentamente a la par que sus lágrimas se deslizaban sobre las escaleras y reventaban al fondo de ese túnel. Eventualmente se fundió en una sola capa. Nada había cambiado en su cuerpo a simple vista. Sin embargo, al verla incorporarse supe que algo había terminado. El ruido de sus pisadas ya no sería el mismo. Se alejó sin despedirse y el guardián anunció mi turno. Yo estaba sumido en mi mente, repasando la escasa información que tenía del lugar y me di cuenta de que nadie lo había llamado Santuario, más que yo; que la mayoría de las personas del pueblo parecían desconocer el rito o incluso la misma torre donde estaba, excepto los jóvenes y niños, quienes la miraban diario. Incluso llegué a pensar que sus ideas de la estancia debían de estar rodeadas de incertidumbre, al igual que las mías. Si nosotros, los neófitos, no preguntábamos por ella, era por temor a encontrar algo que no queríamos encontrar y, en cambio, los otros, ignoraban complacientemente lo que había sucedido; que aquellos que salían del Santuario ejercían lo que hubiesen querido ejercer con una seguridad, determinación, exactitud que seguramente no conocían hasta sentir la máscara, su máscara, derretirse sobre su piel. Se me ocurrió que

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aquella niña con rostro de mujer, o quizás fuese a la inversa, podría, al salir de la torre, ser una mesera, la mesera, que tanto le habían pedido que fuera y si acaso había sido el destino, su instinto o su propia decisión, ninguno lo sabría. Yo mismo me debatía, recostado, en ese momento, al discernir a la imagen de qué o quién había sido creada mi máscara, mientras esta descendía, aún llameante, sobre mí.

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TRES POEMAS Aldo Rosales Velázquez

Nadie I Esto apenas aire, apenas tibio quiere ser palabra y no lo logra porque hay cosas tan puras tan impuras (pero totales) que más allá de la frontera del aliento apenas rebasar la punta de los dedos se deshacen en golpe de ceniza. Quiero creer que hay otros hombres también conscientes de esto y que sus oídos se erizan como granos de trigo al golpe del viento cuando me escuchan decir “hay algo donde al parecer no hay nada” algo con la misma sangre del silencio porque apenas se le menciona, desaparece no vuelve hasta que todo queda inerte y en oscuridad y nos vigila desde lo ignorado (…) algo que no se deja herir de palabras que escapa con facilidad de cualquier red tejida por el pensamiento y corre a esconderse allá donde el lenguaje no tiende su mano algo (…)

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esto de lo que hablo bien puede ser la muerte o acaso la vida (o) el amor (o) la verdad tres formas distintas de decir incertidumbre o de nombrar la nada

II Existe una presencia detrás de cada cosa en este mundo algo tibio y palpitante en cada palabra que el hombre ha elaborado para asimilar la realidad Puede ser que en la madrugada más allá de ese crujir de sábanas que por un segundo cubre todo el mundo alguien más, crucificado en duermevela note en su costado esta herida de incertidumbre sin saber sin imaginar que alguien parecido a él, hecho de la misma sangre con una muerte parecida a la suya creciéndole en los ojos con un tiempo similar goteándole como cántaro roto entre las costillas siente lo mismo y podría entenderlo si tan solo hablaran

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Creo que ya lo dije pero voy a repetir esto hasta que cada palabra pierda el sentido: detrás de cada cosa en este mundo hay una claridad que nada nubla una luz que no conoce parpadeo un leño que la lumbre no alcanza a devastar y es de eso de lo que quiero hablar aunque no sé cómo hacerlo las manos del habla son muy grandes para hurgar en esta herida


III Esto apenas intuición apenas nada que creía perdido sin haber sido nunca encontrado en verdad ahora vuelve y sigo sin saber qué es Acaso ahora me mira desde el rabillo del ojo escondido en la sombra de cada pálpito o en la boca abierta que no alcanza a decir palabra tal vez en el sueño cuando se está a punto de abrir esa puerta siempre cerrada y entonces el despertar llega Pero una cosa es segura: pasó por aquí abriendo el mar rojo del pulso devastando el follaje de las horas Veo sus huellas en la hierba del aliento se puede escuchar el eco de sus pasos alejarse el agua sigue revuelta por el golpe de su cuerpo Y ha vuelto a esconderse 103

Quizá sea mejor callar puede que cada palabra sea leño en la hoguera que lo alumbra árbol caído por el que atraviesa el abismo de las horas estrella polar en la noche de mi ausencia


IV Un diamante de rocío al filo de una hoja un golpe de sol atrapado en un cristal un ave bordada en el telar del cielo un árbol con su propia sombra como lazarillo guiándolo por la tarde /no, aquí tampoco eso que busco/ Puedo nombrar todo lo que veo nada que mis ojos golpeen vuelve a ser ajeno un parpadeo es la medida de este mundo y más allá del amanecer se pone de pie la vida Sin embargo aunque parezca increíble en estas palabras no está el mundo apenas su retrato hablado acaso su efigie; fotografía borrosa tablilla braille desgastada

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Una casa a medio derruir una tumba escondida entre la hierba los días una iglesia abandonada, abrevadero de ecos el cascarón del grito de ayer a medianoche /rescoldo en la memoria, humo en la garganta: llegué tarde, se ha ido/ Tal vez eso que buscó pasó ya por mi consciencia cubierto con la piel de otra palabra, disfrazado de un rostro cotidiano


lo dije sin saber que lo decía y ahora se aleja incólume incógnito hacia esa isla donde la espuma de las palabras apenas lame las costas Queda aquí una cicatriz de hierba arrancada un beso de hoguera en la piel de la memoria una calle inacabable nadando río arriba en el insomnio ralladura de cobre en el paladar Pero aquí adentro sigue eso esto y no hay forma de saber qué es o si termina

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Memoria I Salta un recuerdo de entre el oscuro matorral de la memoria como cuando un ciervo pasa frente a las luces de un auto a mitad de la nada en pavorosa huida hacia cualquier parte (imposible saber si viene de la muerte o va hacia ella) No se puede estar seguro si fue fantasma o carne lo que rompió el cuerpo de las luces delanteras pero así, a mitad de la nada, con la oscuridad palpitándole alrededor al mundo ¿de verdad importa si fue espíritu o carne lo que tropezó por un segundo con las luces? Así la añoranza, qué un día salta del olvido frente a la luz de la consciencia poco importa ya si eso que se extraña alguna vez pasó está aquí, y nada más parece importar

II Este recuerdo es la planta que nadie sembró y aun así florece eclosión de semilla entre los adoquines incendio de diez días provocado por ninguna chispa 106

Este recuerdo es palabra en la punta de la lengua nadie la dijo y sin embargo retumba en las paredes del diafragma está adentro pero el oído no recuerda haberlo dejado pasar una vez dicha, no puede desoírse


Este recuerdo es un perro abandonado al pie de la avenida mirando pasar los autos sin comprender qué es lo que sigue imposible saber de dónde vino o si mañana seguirá aquí Este recuerdo es muro a mitad de la vista llamada que no se alcanzó a contestar y no regresa carta sin remitente al pie de la puerta libreta sin nombre perdida para siempre en algún tren

III Pasa la luz por el río sin mojarse ni romper el cauce esta agua tallada de un agua más grande afilada contra la orilla del tiempo corre para alcanzarse una vez más bandada de pájaros líquidos color de cielo volando de piedra en piedra suave resina de cristal goteando de la corteza tierra herida que no recuerda haber sido sangre ni carne abierta

IV Nadie es capaz de extraer el sol cuando el amanecer lo clava en la roca del mar nadie, tampoco, podrá construir nunca sobre las ruinas de este templo que cada tanto se erige para destruirse al instante siguiente en la espuma que deja el agua al morder el cuerpo dorado de la playa (Si nadie es capaz de esto, tampoco será capaz de rastrear este recuerdo)

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V El agua es la colmena donde la sal crea la miel de la pleamar con la que el océano cicatriza las heridas que dejan los ahogados en su carne Yo sólo sé esto: es más fácil que un barco pase por el delgado ojo de la tormenta a que pueda hallarse la simiente de los días añorados (aquí tampoco el tallo de esta flor en la boca de este no sé qué sin cuerpo y con espinas recuerdo que se niega a llamarse a sí mismo recuerdo) VI La muerte entra a la habitación del pecho un día luego de habernos mirado tantos años por la cerradura del parpadeo discretamente, casi secreta de tan natural

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Abre todas las puertas y ventanas, como quien regresa a la casa de su infancia luego se sienta en el suelo desnudo del último respiro y toma entre sus manos una fotografía que a nadie (salvo nosotros) diría algo ahora entiende la memoria que aquí estuvo todo este tiempo aquel recuerdo y no es tarde para lo claro y limpio nunca es tarde sólo que ya es imposible decirle a alguien más que por fin entendemos dónde nacía aquella luz que a veces parpadeaba en medio de la consciencia


Eso fue todo y no es poco

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Esto que digo

En lo más turbio de la tarde cerrada cuando la lluvia se palpa con sus propios dedos en busca de más agua a veces siento deseos de ser todas las palabras que le caben al lenguaje y a donde corra el aire le arranque mi nombre a cada cosa sólo el nombre Pasa la vida deshojando otro minuto entre sus manos yo soy quien siempre se queda a cerrar por dentro este nosotros uno a uno van muriendo los que amé aquí apenas del otro lado de mi casa y todo lo que pronuncio apenas roza lo que trato de decir (se piensa tanto algo que acaba por ya no ser ese algo un coro de ángeles apenas ángeles de tan ángeles canta en mi memoria y eso es prueba de lo que digo) Hoy quisiera morirme desde la vida de otros para en verdad dejar este mundo por la paz rallarme la piel contra los muros de cada casa luego extinguirme en rezo ante el silencio tibio, con las rodillas hechas polvo contra el suelo y mi propio mentón como puñalada en el pecho 110

Yo hubiera preferido apagarme cuando nadie observaba deshacerme en un golpe de pájaros contra el piso aquella tarde hundirme en el río de la mañana con mi propia sombra atada al cuello


Si tan solo nevara en estas calles una vez (no pido más, no puedo pedir más) podría quedarme quieto y blanco a medianoche y nadie pensaría que fue por mano propia Se va acabando la lluvia y sigo vivo esta tristeza no es pura o de otro modo no la compartiría pero hay algo aquí que estorba un hervidero de rutinas un grito que no puede gritarse de tan grito una vida nueva abriéndose al calor de la primera sangre Escucho tu cuerpo entrar en la cerradura de la memoria ahora y en la hora de lo oscuro tiembla el aire quisiera ser lo suficientemente imbécil para estar feliz a todas horas o ser verdaderamente desgraciado un minuto entero sin interrupciones: ambas bastan para morir de veras y no querer volver

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EL FINACISTA EN LA FLORESTA Michel Butor

Traducción del francés: Marie Lucie Gruss

Para Ricardo Pascale, banquero, escultor. Tiene la cabeza llena de cifras. Teclea en su ordenador. Descorteza los cursos de la bolsa. Convierte los bolívares en pesos y los guaraníes en quetzales. Explica a sus aprendices las acciones y las obligaciones, las tasas de interés, las garantías, las inversiones, las diversificaciones, las concentraciones, las quiebras. Pacta entre las migrañas y el estrés. Luego el Indio que dormita en cada uno de nosotros se rebela y parte a la búsqueda del árbol de sus ancestros. Los papeles se reconvierten en madera, los ramales se vuelven ramajes, los murmullos rumores y cantos de pájaros. Entre los troncos erguidos de los grandes vivientes, con sus orquídeas y lianas, he aquí los solemnes deshechos recorridos por hormigas, hurgados por termitas que vuelven la progresión difícil, obligan a la mirada, a la meditación. Son como naves que se volverían su propia carga. ¿No son ranuras de esta corteza parecidas a las callejuelas tortuosas de los suburbios empujadas en la urgencia? Nuestras manos, nuestra venas aparecen rápidamente como prolongaciones de esas fibras, de esos nudos, de esos brotes. Nuestro cerebro rememora repentinamente que es arborescencia y nuestra respiración se vuelve más amplia. Escuchamos el viento entre las aspas verdes y acechamos los desplazamientos de los animales y de nuestros escasos hermanos nómades con su sentencia en suspenso. Manchas de sol llueven como dólares virtuales sobre múltiples Dánaes que se desperezan en las torres de sus castillos de un bosque encantado. Las de la Luna se vuelven dinero contante, mercurio del alba, damas de nácar. Entonces develamos delicadamente el rostro apenas percibido, los pliegues de un traje de ceremonia o burlesco, las actitudes de un navegante cuya mirada atraviesa cimas y arrecifes, las olas del mar sobre la arena que hablan de otras riberas, de corrientes y algas, de subterráneos y de lagares.

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Combinamos las páginas del libro de la savia, los círculos de la historia y de las estaciones, las cajas de resonancia, las cuerdas y las llaves. Perseguimos otra fortuna para todos, reconociendo entre los árboles, el de la ciencia del bien y del mal, la aventura de la justicia y la revolución de las esferas. Tiene la cabeza llena de simientes. Improvisa en su órgano. Descorteza las capas de las cascadas. Convierte las plumas en frases y las caracolas en bifurcaciones. Muestra a sus novicios las texturas y las cavernas, los estambres y los pistilos, los injertos y zarcillos, las escamas, los fósiles, la invención del fuego, las cavernas, las grandes travesías. Tira a todos los vientos cheques de sándalo, títulos de incienso y tesoros de ecos.

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