PORTICO DE AUSENCIAS

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Pórtico de Ausencias (2002-2010)

PÓRTICO DE AUSENCIAS

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Y quizás seas la única, la palabra final que todo amor explique. Y el estremecimiento. Y el magnífico instante que aún la memoria mas fiel y enamorada consiente en repetir Ana Rossetti

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MANIFIESTO Y esta vieja costumbre de tener que inventarte cada día para seguir amando… Antonio Porpetta

Rompiéndose en espacios imposibles, tras la tensa red de pupilas anudadas, aturdida por la belleza ardiente, sucumbió la tarde sin rumbo ni destino envenenando los ojos cegados por el día, con el rumor pausado de las hojas caídas y la hoguera codiciosa enredándose en las ramas.

Con la luz de tu pecho condensada en la espesura, detén la noche inmóvil de fatal sortilegio. Sólo al abrir la puerta decides la sorpresa, emerges con el filo tatuado tras la única rendija que abandona el horizonte hendido, vacilante en escoger cielo y tierra o la palabra que se esconde tras el mensaje cifrado,

Ahora, más que nunca, la vida está pasando para siempre y, en la atalaya, los álamos erguidos, tejen con torpeza su plumaje oscuro, acarician tu frente de ingrávida presencia, tienden su sombra de límites agudos sobre el vasto círculo de la eterna almazara.

Después de todo, en mi interior, qué queda de tu incrédulo abrazo rompiendo el espacio en la hora indecisa, confinado sin quererlo en llanuras fronterizas, si te he mirado en los opacos espejos

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y junto a ti he envejecido todas las mañanas esperando el despertar sin rabia ni sobresalto.

He escogido tu aliento con la boca cerrada y respiro entrecortado el aire en mi garganta. He escuchado el ritmo golpeando tu sonido con el tenue murmullo que roba mi silencio. He visto cómo te adentras en el laberinto en un vértigo de luz y de relámpagos ciegos que imponen su ira con toda urgencia.

No sé de qué modo, de qué manera, he de recordar tu imposible materia cuando la esperanza invade tu pupila profética, si el mundo apenas oscila en torno nuestro, y todo se detiene, se desfigura, se desnuda en el polvo del invierno para dejar el espacio en soledad perfecta.

Tu nombre desgastado deja en mis labios el dulce sabor de espesos algodones entre planos imprevistos nunca imaginados, en palabras que fueron ácido en mi piel, en sonrisas que abrieron las corolas cerradas, en el viento que encrespa los océanos, en un beso sin huellas con su caricia intacta.

Con un chasquido el aire te llama, desciende por tu hombro son sigilo como un ladrón que escala hasta tu cima y allí te abandona entre jazmines despiertos. Acaso alguien nos dicte la contraseña, y en su recinto cerrado pretenda sosegarnos de su fingido lujo de vacío y abandono. 5


De pronto, se abrieron las cancelas, florecieron geométricas las espigas inmutables. Es el amor que se crea y se destruye, se acerca, finge la última caída, se apresta presuroso para el combate. ¿Qué amante no busca las armas decisivas para urdir la batalla que no ha de perder?

Cuando llegas al lejano tragaluz, y acercas las aristas cálidas y cortantes, tus párpados se asoman a los míos, se funden en ansioso afán de plenitud vacía. Hay sombras que caen como hojas ásperas, donde el silencio son ojos de par en par abiertos asomados a la noche vertical e inquieta.

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NAUFRAGIO EN TU PIEL Detrás, detrás, más allá. Por detrás de ti te busco. Pedro Salinas

En vano los espejos en la oscuridad te observan y proyectan la sombra con la que tropiezo sin saberlo. Te presiento con la mirada absorta, la sumisa sonrisa que acostumbras si adivinas el latir de mis sienes en el perfil de mi horizonte, cuando transcurren ávidos mis días en el ámbito abierto de tu cuerpo. Ábreme tus angostos pasadizos. Muéstrame tus nuevos manantiales, donde beberé el agua fresca y limpia de tu cauce hasta calmar la sed de tan larga espera. Aun recuerdo tus sílabas rotas sobre el asfalto, la dulzura que ascendía presurosa por las comisuras de un río sin cauce que el tiempo modelaba a su antojo, la ebriedad de la noche solitaria en el trazado voluntario de las calles tortuosas, ese laberinto disuelto que ahora restituyo tras este corto sendero sin posada. Y te adivino, entre los surcos de mi piel, tejiendo insondables velos en la enredadera de mis dedos antes de que se fundan en tu vientre las aristas de mi hostil armadura. Dejaré que ese tiempo que venga sea el tuyo, y el espacio que ocupas una superficie tiránica y enorme en la oquedad profunda de mi boca. Ven, amor, dame la mano sin vergüenza, apóyate en mi hombro que ha madurado

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al luchar solitario contra las aguas turbias, que tu talle se ajuste a mi cintura, al viento más humano al caminar conmigo, llena de luz los amargos rincones oscuros. No tengas miedo. El camino está llano. No te quedes atrás. Sigue mi paso. Si tu pie no me alcanza, sabré esperarte en la flor de las piedras, y si te cansas te tomaré en mis brazos o cargaré a mi espalda tu mejilla de niña asustada y temerosa. Ven, amor, necesito que estés a mi lado, o detrás, pero cerca, muy cerca. Tal vez no lo sepas, pero el viento cubrió tu desnudez de sándalo y canela, y sueños doblegados regresan a ocupar los huecos vacíos, tras la línea que circunda nuestras vidas anunciando la hora del reposo, la caricia bajo túmulos de incienso, el aroma de los cuerpos celestes, ese batir de alas, como pájaro fugaz, que golpea y deforma mis secretos, que construye otro universo lejano aunque sus leyes recónditas ignores.

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LUZ DESDE EL REGRESO Hacia la luz y hacia la vida Antonio Machado

Llegas desde el fuego, sin prisas, diluida en la imagen que se esconde tras el perfil oscuro de la tarde. Te sumerges en esa luz caída con tus párpados escudriñadores, donde sólo el aire capta con sigilo la forma de tus ojos envolventes en el espeso laberinto de callados territorios. A veces me pareces próxima y lejana (no mido las distancias de nuestro amor disperso). Permanezco en actitud de espera, más allá de la puerta de los sueños convocando caricias posesivas, labios escindidos en múltiples fragmentos, horizontes desnudos sin pliegues ni costuras, huellas vacías para un nuevo nacimiento, el temblor de tu lengua en una ráfaga sorda. Nunca fue la sangre de sabor tan suave, secuencias de latidos uniformes, escarcha consumida en el primer aliento mezclada con el sabor de tu boca, ni suscitó el deseo de ser líquido vital, lámina herida en la oculta rendija, materia vulnerable de porosa nervadura en los confín confuso de la carne. Donde percibo tus señales siento mi derrota (la historia de mi vida se resume). Hoy, he crecido con el lenguaje de las palabras, de las sílabas húmedas, esperando respuestas en una música constante y armoniosa

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al pronunciar sólo tu nombre; he vuelto a retener aquel perfume que embriagaba las auroras suicidas y enervaba mi pecho con las citas clandestinas de tu secreto y lejano paisaje interior. Llegas desde la ceniza, en búsqueda y captura, a cubierto de los abrigos rocosos, con la mirada dura, impenetrable, caótica en la fuga tras los mapas estelares, suspendida en el silencio de los granos de arena, consumiendo el plazo de mi exilio entre el tumulto de quien dispone confusa la razón, confundida entre aquellos que gesticulan el entramado de la pura conciencia por todo lo que pudo ser y no fue. Nunca fue tu voz murmullo inagotable, eco surgido de la nada de la noche, ni tus lágrimas prendidas tan amargas cayendo sin sentido como ríos caudalosos o fundidas en una lenta cascada en el breve trayecto a las mejillas. Quedas atrapada en la distancia breve, casi eterna, rota por las olas, embebida por la sal de la tierra, mientras atraviesas rincones en penumbra. Ahora, quiero batallar con tus armas, detener en precario equilibrio la frontera expandida de tu cuerpo, despertar con tu vientre rozando mi costado, atraparte con las fuerzas invisibles que manejan verdades absolutas, y mirar, mirarte como miran los enamorados con los sentidos emergiendo a flor de piel sobrevolando con tus alas mi rumbo a la deriva. 10


NADA Y TODO Después de todo, todo ha sido nada. José Hierro

Nada se muere, todo se revive en esa voz que no explica lo que dice, en ese amor que no alcanza lo que quiere, en esa luna que se sale de su órbita, en esa fe que cree lo que no ve, en ese tiempo que inmóvil permanece, en esa historia que cruza la memoria, en ese silencio que es el único testigo, en ese poema que desnuda lo que sientes, en ese latido que en la duda se desploma en el seno fecundo de la tierra.

Nada se pierde, todo se reencuentra: el día es vencido por la noche, y la noche fue turbia sombra, y la sombra un suave pétalo, y el pétalo de hoy quizás ayer fue sangre, y la sangre tal vez rumor de agua, y el agua un átomo perdido, y el átomo la partícula más simple de la luz, y la luz desvanecida en el sueño se adormece, y el sueño despierta complaciente los sentidos, y los sentidos el surco que alimenta los deseos.

Nada se destruye, todo se transforma: el grito que recorre el viento helado, el llanto que amenaza los sigilos, el clamor que acalla los quejidos, la ternura que incendia el cuerpo amado, el rostro que tiembla y te adivina,

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el aroma que huye de la rosa, la soledad que circunda los encuentros, el dolor que se esconde tras la herida, la oquedad vacía que se estrecha buscando el manantial de la esperanza.

Nada se diluye, todo se amalgama: en el círculo concéntrico del labio, en la escena que rehuye del presente, en el vuelo amanecido de la espuma, en la fosa profunda de las manos, en la palabra dispersa en el sonido, en la gota surgida del rocío, en la inmensa vastedad del horizonte, en esa espina que surge de las ramas, en el azul intenso de tus ojos mirando incansable lo invisible.

Nada reconoce lo que nunca ha existido, lo que se fuga con aire de misterio, lo que se aleja sin dar la despedida, lo que naufraga en un fondo ilimitado, lo que separa la unión más fuerte, lo que se agota sin haberlo conocido. lo que acosa a los seres espectrales, lo que obedece a instintos atrevidos, lo que obliga al asedio de tu cuerpo, lo que la soledad desprende sin saberlo en los planos curtidos de la piel

Todo lo que nace cumple su destino, camina rodeado de ninfas y de sátiros, se nutre con la ceniza de ascuas consumidas, descubre su morada tras la niebla, 12


y la voz que en armon铆a nos dirige circunda el espacio con alas desplegadas, y el eco orgulloso, dolido, apasionado, y el perfume de una flor esperando la caricia, se deshace igual que el arco iris, como esa esencia que impulsa sin descanso la evoluci贸n total del universo.

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LIBRO ABIERTO Quizás tú sepas más sobre mí que yo misma Zoé Valdés

Como un antiguo códice miniado que abre sus páginas por vez primera voy leyendo, sin prisa, tu sintaxis rozando el lomo de tu nervadura, siguiéndote por líneas oscilantes, rectos guiones y puntos suspensivos que esconden tu frágil caligrafía. Y te encuentro hábilmente agazapada entre las letras del abecedario sin acentos, fonemas ni vocablos, reteniendo el aliento de tu boca tras el mudo cristal de los silencios.

Sigo con detalle los densos párrafos de aquello que has vivido y te contiene, e interpreto, capítulo a capítulo, lo que al final, por ti, ha quedado escrito con palabras que forman nuestras vidas, lo que ha sido borrado en tu mensaje, lo que mudas en las láminas del tiempo, lo que cifras sin ser arrebatado, lo que se graba en lágrimas volubles con la letra cursiva de tu sangre recorriendo los trazos ondulados vertidos con tu tinta preferida.

Y penetro en lo más hondo de ti para buscar en sílabas dispersas, entre paréntesis, admiraciones, símbolos, interrogantes, sangrías, acentos y referencias cruzadas 14


el discurso final a tu argumento. Descubro un manifiesto de plurales contornos, un inventario confuso que ahonda la mirada de mis versos, la soledad del alba adormecida, el fondear inquieto de las ascuas, esa vida que a tientas te resume.

Me inclino para librar de su encierro la luz de las aristas del lenguaje, las flores primitivas del almendro, los pétalos de rosas apresados en mis dedos. Tus signos son recuerdos de parajes lejanos y en suspenso ajustados al espacio de tus márgenes. El ayer se desprende de las horas con lecturas lanzadas a las sombras. Nuestra vida presente es vestidura de cuartillas vacías, panfletos, secuencias de los rumbos que convergen.

Y te voy arrancando, hoja a hoja, dejando reducido el territorio a tiras de papel envejecido que contienen, a modo de inventario, tu corazón de savia circunscrito. Ahora, el libro queda más desnudo, más vacío, más puro, más auténtico, más blanco, más oculto en el estante, donde las citas al margen vacilan sorprendidas entre el quiero y el no quiero, entre el odio o el amor languidecidos tras un torpe rodar de sombra en sombra.

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Voy rodando en tu mapa manuscrito, allí donde no existen las respuestas ni quien señale rutas infinitas. Deja que te pregunte con mi torpe sonido: ¿cuál es la voz que se oculta en tu memoria, qué verbo persigue adverbios y pronombres definidos, quién te nombra adjetivos nominales y así los sustantivos complementa, quién te acecha con sus interrogantes si escribir es prolongarse en el tiempo, definirse, orientarse, restaurarse?

Por preservar tu equívoco universo con la imagen que guardas en proyecto he de encerrarte en sólidas cubiertas con el diseño escueto de una coma que dé final al verso no inventado. Leo entre líneas palabras ausentes que dejaron huella en mi trazado. Y siento el clamor nunca antes oído, eco que redime el hondo silencio con la fugaz llegada de los sueños. Y escucho una llamada incomprensible descifrando esa voz que existe y es.

Este mundo pequeño, pero estático, lejos de toda historia consentida, va anotando con lápiz los hallazgos llenando los cuadernos con sus actos, con datos precisos de las fechas, buscando parecidos imposibles, aunque cada fragmento tenga efímeros contrastes y no admita desenlaces. 16


Reconozco tu vientre de papel con las vocales dĂŠbiles o fuertes ocupando los lindes de las frases, mitad rictus amargo y carcajada

En tu escrito retienes el pasado, predices el presente y el futuro desmembrando la ausencia de tus labios, mudo perfil de borroso relieve para no mostrar todos sus secretos. Mi memoria es la presa del olvido con su yugo de esferas y disfraces, sobrevive marcada en su refugio al dictado del cuerpo impredecible. Mas tengo que dotarme de elocuencia para saber que estĂĄs predestinada a mi tosca e inconclusa claridad.

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PÓRTICO DE AUSENCIAS

1 Desde lejos me arrastras con tu mano propicia y tus dedos me envuelven con imprecisos contornos. Despierta mi letargo del celaje de tu cuerpo si mi breve destino recojo de tus labios. Son dos ramas tus brazos, donde maduran los frutos y en su morada anidan pájaros sedientos. Deletreo en tus ojos el sabor de la mirada y a bocajarro detienes mi fuerza posesiva. Soy un retrato fingido que gesticula los versos para quebrar tu recinto de insondables corazas. Espero en la noche a que golpees mi puerta y tu voz me llame para abrir los cerrojos. La ciudad te esconde en su espacio fatigado como un muda grieta de abandono. Han sonado tus pasos al cruzar el umbral, pero tu voz parece un llanto lejano. Tu ausencia golpea mi espalda enjugando mi mente con frenética fuerza. La noche volverá a mirarnos frente a frente, a comer el pan de nuestra mano, a pedirnos qua la luz se apague. Con mi soledad y mi silencio, llévame, despójame de la palabra, de aquellas letras devoradas una a una con la esencia de mis versos. Eres el viento más humano que camina conmigo con el que comparto el aire que respiras. Eres ágil gacela devoradora de mi savia que no sabe comer frutas prohibidas.

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A través de tu cauce improvisado, de tu sonrisa aun desconocida, de tu rostro ardiendo de ternura, de tu sombra proyectada en el espacio, de tu sonido de rápidos compases, de tus manos solas y agrietadas, penetraré con sigilo en tus sentidos despertando mis húmedas caricias, atravesando tus medidas sin el ruido que borra el llanto en la garganta. La luz que recorta tu silueta, en su viaje final de círculo a elipse, reunió del azar los residuos dispersos; al fondo de la galaxia agoniza lentamente entre un túmulo de estrellas fugaces rozando tus muslos sedosos y en mi memoria el sexo. El tiempo que vendrá será el tuyo. Ignoras que invisibles velos tejen la respuesta a tu pregunta: ¿me amas?.Y te respondo con el silencio apenas esbozado donde la historia de mi vida se resume. Porque quiero ver tus ojos en mis ojos, mi mente por ti ocupada en construir tu imagen sin espacios que circunden escenarios tiránicos. Porque te quiero, arrancaré mis temores y para ti dejaré mi corazón desnudo. Bienvenida seas a mi territorio.

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PODRÍAMOS

Podríamos ser sólo uno, si el sueño se vislumbra como un cuadro primitivo en este espacio que delimita el cielo y la tierra, anidar cogidos de la mano sin arrepentirnos no importa quién haya trazado el sendero que señala nuestras vidas.

Podríamos ordenar la deriva de los mástiles, contemplar, sin misterios ni temores, el milagro de la luz con su apátrida bostezo, y cómo se abren los tragaluces de la bóveda celeste mostrando azules imposibles y verdes esmeraldas en la sobria presencia de la noche.

Podríamos ser sólo música, sonido, silencio, el preludio de un amor sin tregua, la estela incandescente que se esconde tras los astros, la fuente inagotable que alimenta la cascada, la expresión de los signos más remotos donde existe para siempre la verdad revelada.

Podríamos suturar la herida que deja cicatrices en la blanda materia de nuestros corazones, velar el cadáver del tiempo que termina con la palabra y la voz en el labio agonizante, recoger el náufrago que invade tus dominios con la fugaz secuela de lejanas tempestades.

Podríamos desvelar la historia comprimida con la exacta precisión de tu caligrafía, proteger con argucias y agotados silencios lo que nunca quieres que se sepa, 20


lo que escondes en pequeñas porciones y cuenta con la emoción de la sorpresa.

Podríamos seguir ese rumbo de nubes oscilantes, redimir la coraza de oleajes furtivos, esconder la mirada al final del horizonte donde tímida se asoma la gaviota y descubre el secreto indescifrable del color desdibujado sobre círculos de fuego.

Podría despertar con sigilo los sentidos, proyectar con rápidos compases tu rostro ardiendo de ternura, tu sonrisa aún desconocida, decidir en tu amplio territorio el trayecto de tu cauce improvisado.

Podría despertar de mi letargo para recoger de tu labios mi destino y quebrar tu recinto de insondables corazas, despojarme en soledad de la palabra, de las letras que conforman mis poemas en el único lugar de tus ruegos caricias.

Podría retener tu rostro con mis versos, hundirme en tus aguas más profundas, pintarte en un relámpago visible, escuchar el canto virginal de las sirenas, acariciar los cabellos de tu pubis, abrir tu sexo como pétalos de rosa.

Podría amarte con exceso, y te amo, reconocerte en un latido acelerado, huir de destello en destello, 21


adivinar la curvatura en tu regazo. TĂş y yo, nosotros, el verbo completo con la simple condiciĂłn de dos amantes.

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PIDO PAZ Pido la paz y la palabra Blas de Otero

Antes, mucho antes que las espinas puntiagudas de tus dedos hieran mi garganta, pediré PAZ. Ese día, quizás la luna nos mire con envidia, y bajo la sombra de un olivo centenario estrecharemos nuestros cuerpos en un abrazo antes imposible. Ese día, me despojaré de la armadura que inmóvil me retiene a una tierra hostil y calcinada, y ofreceré mis manos plenas, rebosantes de semillas que germinen el árbol transitorio de la vida.

Ayer fuiste mi encontrado enemigo, mi conciencia de muerte transfigurada, el ocaso arrancado en el día para la noche caduca, la medida fuerza en el umbral de la lucha que mira la belleza a través de unos labios dormidos . Ayer, en la distancia de un tiempo envejecido, tuve que odiar un rostro, silenciar el eco grave de tu voz,

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cegar la pupila de tus ojos, romper las cadenas de la ira en múltiples fragmentos, postrarme ante el deseo de los hombres para ceñir mi cabeza con laureles de victoria.

Ahora, pido PAZ, no la PAZ de los muertos que reposa bajo cipreses erguidos, no la paz de los odios ausentes que despiertan con ansias de locura, no la paz de espíritus perversos con sed de poder a sus espaldas, no la paz de los hombres incautos que desperezan el letargo de la serpiente, no la paz de los puños cerrados que regresan la impostura del tiempo no la paz de los amaneceres que arrancan con sus rojos intensos la nítida travesía de la luz, no la paz arrojada hacia el abismo que nunca regresa con la misma mirada, no la paz arrebatada al dolor en un último instante, no la paz de las lágrimas tiernas que ablandan el corazón del verdugo.

Quiero, la paz de los siempre vivos la que no tiembla en el olvido ni huye sin dejar rastro si suenan los clarines de la guerra, la que se expone sin reservas 24


a cruzar la encrucijada, la que espera con silencios rotos en el último rincón de la memoria viviendo cada día sin pedirlo con lo que en un tiempo le fue dado, la que se revuelve con coraje al verse acorralada, la que eclosiona sin la duda de ser la que siempre regresa, la que no se demora ni se extravía con engaños en las ruinas de la ciudad perdida, la que suplica como doncella violada un espacio libre de tragedias, la que con su lengua voraz sacia las lágrimas de la derrota, la que acaricia en el vértigo del vuelo el lomo de palomas mensajeras, la que aleja las ansiosas guadañas que amenazan espigas inmaduras, la que marcha al acecho sin conquistas y da la bienvenida a los amantes con redobles repetidos de campanas y castillos suspendidos en el aire.

LA PAZ, para quien la busca, no es un grito desgarrado que vaga solitaria a la deriva, es la palabra dispersa que viaja día y noche sin descanso a través de tormentas de nieve, desfiladeros angostos y vacíos desiertos, es el clamor sin ausencia 25


que asciende al mundo infinito de los pasajes interiores, es la antorcha que ilumina el conocimiento mĂĄs necio.

LA PAZ nada promete si la viertes en una copa vacĂ­a, nada contesta si la interrogas sin decoro, nada desea si no toma la medida exacta al entramado de rectas intenciones, nada predice si con cautela se aleja de la furia de falsos escenarios, nada negocia si no es libre su conciencia, a nadie subyuga si improvisa el valor de lo pasado, a nadie persigue con la promesa de un diĂĄfano paisaje, a nadie otorga la letra confinada en su discurso, de nadie se oculta ni sirve de reclamo a los menesterosos, a nada renuncia en el deseo de un tiempo sin derrotas, a todos reconoce en la meta posible de la vida, por siempre permanece con brazos abiertos al futuro con mirada limpia en el presente, para todos y por todos 26


es fiel portavoz de sus principios.

LA PAZ, Observa con descaro el cielo teñido por la hoguera, otorga pleno abrigo a quien busca su consuelo, transige sin revuelo con la fugaz condición de los humanos, crece en la espesura del bosque impenetrable del vencido, se alía con el más débil, llora en las alturas junto al espacio cubierto de cenizas, grita para despojarse de la desesperación del inocente, gime desconsoladamente con el dolor ajeno como si fuera suyo , habla sin ser muda con el libre sonido de los justos, se congratula felizmente cuando alcanza su objetivo, tiene para quien quiere el don de la invisibilidad, se regocija sin apuestas con la vida renacida a cada instante, se reconcilia sin demandas con aquellos que la odiaron, espera impaciente en los amplios jardines de la esperanza a que de par en par se abran las puertas de los que en ella creen.

Desde mi particular promontorio 27


la defino con natural precisión, la reconozco mimetizada entre aguas cenagosas, rastreo sus huellas perdidas en la niebla, la delato sin temores ni tapujos a quien quiera poseerla, escondo su silencio irrepetible en el muro del eco ante voces ajenas, la ilumino con la luz de las luciérnagas para mostrarle el recto camino, la aproximo al espejo para que vea mi rostro libre de sospecha, asisto sigiloso a su partida en un exilio involuntario, callo ante su entrega vigilada y por eso me condeno a no cerrar nunca mi herida,

Y aunque finja en lo alto del púlpito prólogos grandilocuentes, recupere epílogos no cerrados, la invoque con fuerza a una extraña voluntad, apueste por un fin galante en tratados de dudosa transparencia, y en secreto escuche sigilosa la voz templada de los poderosos, pediré PAZ, PAZ, PAZ.

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CRONICA DE LOS HECHOS De pronto, mediodía. Y se olvida el camino que trajimos y aquel, acaso anhelo. Jaime Gil de Biedma

Cuando escribo mi corta crónica sobre hechos pasados de mi vida soy ajeno al rumor de los conspiradores en el corredor de los pasos perdidos. Mi voz, ahora grave, recortada en el estrecho margen de los labios, está confusa, dolida, fugitiva, despojada de toda iniciativa, pero quiere perpetuarse en la abundancia de discursos interiores buscando la virtud indefensa de las tentaciones. Mi palabra así queda atrapada entre verbos, adverbios y adjetivos, para perderse en la sintaxis de las ortografías que alimentan su contorno del fugaz contacto del aire cálido que exhala la garganta.

Me dicen haber nacido de madrugada bajo el edicto de la incipiente primavera Mi niñez pasó lentamente absorbida por la sombra de algarrobos y pinares acercándose a la puerta de mi casa. Jugué a construir castillos en la arena, palacios en el aire sobrevolando las cometas, máscaras de cartón con rostros nebulosos, acantilados de piedra que las olas descuartizaban, retablos de ramilletes con pétalos de rosas a la espera del picoteo de los pájaros. Recuerdo la primera caricia del mar arañándome en una pátina de aceite cálido, 29


flotando sobre un fondo de arena gris; el agua era el huésped absoluto de la tierra con su perfil oscurecido por el reflejo azul. Mis ojos estaban allí, de par en par abiertos, abarcando su creciente inmensidad.

Quise ser funámbulo volantinero, huracán sin viento ni violencia, embaucador del llanto, náufrago del silencio sumergido en el vértigo del mundo, cómplice de la hermosura cíclica y austera. Soñé con ser poeta para sufrir en mis carnes el arma arrojadiza de los versos, y sentir brotar la vida a borbotones, y renacer en los rescoldos de sus húmedas caricias. La poesía, ese vieja dama centenaria, me atrapó con sus garras de mujer fatal, pero fue un ángel complaciente, la blanca y pura paloma mensajera que, con sus alas extendidas, abrió las rutas de mis mares exteriores.

Me adentré en el peligroso linde que separa la muerte de la vida. Escuché el dolor de los vivos con su rostro enmarcado en ángulos agudos pidiendo sin descanso indulgencia plenaria. Y tapé las heridas de la desesperación, de las pesadillas, de la soledad, de los fracasos disfrazados con sutiles ropajes de seda, de la esperanza perdida en el vértigo del mundo. Así, con hábil estrategia, me entregué con mis armas a una lucha sin descanso en un rincón remoto 30


siempre en la defensiva de animal acorralado.

Amé, y todavía amo, las cosas sencillas, las olas que juegan con la luna, la música que quiebra los espejos, la libertad que no agita manos suplicantes y rompe las cadenas de la indiferencia, la palabra sumisa a su poder y su fuerza, la frágil belleza, -elemental, arrogante, discontinua, vulnerable, persuasiva-, que soporta la mirada de unos ojos inocentes. Y al fin, desde mi breve pasado, regreso al sombrío equilibrio de mi alma gemela con la conclusión de que los sueños existen y alimentan con cordura todos los engranajes. Miro hacia atrás y veo un gran silencio que nunca quisiera mío. Una ráfaga de aire sostiene los colores del mundo mientras un resto de espuma juega con la lluvia.

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YO QUISIERA

Yo quisiera saber para qué vivo, por qué hicieron mi yo sobre la tierra sin esperar respuesta no nacida, qué tengo que buscar bajo la luna si derrama su nieve en los tejados y diluye la luz entre las sombras.

Yo quisiera saber de dónde vengo, si esa estrella en el azul es la mía, quién me defiende con los puños fieros, para qué dudaré del todo o nada, dónde dormiré cuando ya no sueñe con fantasmas que tapen los sentidos.

Yo quisiera encontrar la voz que explique el mandato escondido en las leyes, por qué existe tanto odio y quien lo causa, en qué lugar se fija la injusticia y unos hombres son polvo que se pisa y otros son el zapato y la pisada.

Yo quisiera mirar hacia el olvido, rozarte con un beso en cada instante, explicar con sentencias más ardientes en qué lugar la brisa se hizo amor y un ángel lo elevó con blancas alas a un cielo de esperanza e ilusiones.

Yo quisiera saber, aunque lo ignoro, la espesa magnitud del universo con sus planos y círculos quebrados, la razón de mis manos levantadas, 32


y con mis dedos, como garfios débiles, queriendo arrancar frutos prohibidos.

Yo quisiera entrar, sólo por un día, en el triste hontanar donde se crean las desdichas del hombre; averiguar el anhelo común, inalcanzable, si genera demonios sin latidos y cansado sollozo en la mirada.

Yo quisiera ser viento que no duerme para no despertar las hojas secas que amontona el escombro de la vida, la vieja resabiada que ya sabe la ingrata pequeñez de la ignorancia en un mundo que corre hacia el abismo.

Yo quisiera leer un libro abierto buscando los misterios de sus frases. Y descubro que poco o nada entiendo de imágenes confusas en las páginas, de grafismos, de tinta roja o negra, que me cansan los ojos doloridos.

Yo quisiera enlazar con mis abrazos a todo el que se cruza en mi camino, decirle con palabras de ternura: soy un hombre que busca las respuestas que posee tan sólo lo que nombra en la oscura verdad de su morada.

Yo quisiera cerrarme sin despojos, fundir el mundo con placas de hielo, contemplar si se cumplen uno a uno 33


las cíclicas etapas de la luna, avivar las pavesas en el tiempo antes de que la vida las consuma.

Yo quisiera seguir con mi destino pero sólo veo estrellas desnudas abriendo rosas rojas en la noche, y bajo un cielo azul de nubes grises blancas palomas llevan en sus patas un mensaje cruzando el horizonte.

Yo quisiera verterme gota a gota como lluvia necesaria que llena mi origen en un cauce sin fronteras. Abro la jaula, respiro hondo el aire, y al pájaro que sale le interrogo: ¿Quizá eres tú mi esperanza? Silencio.

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NUNCA MÁS SERÉ Vels y vents han mos desigs cumplir, faent camins dubtosos per la mar. Ausiàs March

Nunca más seré hermético a ese cuerpo que se vacía como un ejército invasor. Nunca más seré ciego ante tus ojos si pobre es mi condición humana. De lejos escuché la nota más aguda que el viento lanzaba sin complejos como un voz perdida en la espesura. Me volveré honda cicatriz sobre las aguas rozando los planos imprevistos del paisaje cuando piel y mar sean lo mismo: ráfaga nodriza, emblema adormecido, un espacio transgresor libre de fronteras despertando del letargo una canción dormida. Mi corazón está abierto a todas las fragancias, a todas las sensaciones, a todas las miradas, a todos los caminos dudosos, a ese ser volátil que descarga su ira y su zozobra al último rincón de las fronteras. Quiero estar atento a los sentidos sin renuncias, al rumor acompasado de las olas, a visiones sin resquicios ni complejos a la espera del pacto limitado por el tiempo, a la belleza convulsa que se lamenta de no ser más de cuanto ha sido y es. Y así quiero sentir el soplo y el latido, el encuentro inesperado de velas, costa y litorales, aunque sobre la arena rueden granos de fósiles y de sal. Y todo será así para que se llenen mis venas de todas las memorias y de todos los acentos.

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SIEMPRE EN TU VOZ

¡Qué multitud de voces sincopadas esculpen en el aire tu silueta para hacerse perfil al golpearme! Para tu voz soy un silencio en fuga, el rumor translúcido del viento que se esconde en las horas de vigilia. Has llenado de ritmo mis ramajes, de luminosas auroras mi ocaso, y de atávicas junglas todo mi espacio. Debajo de tu piel retumba el corazón con su rítmica ondulación sonora, y me turba su cadencia acompasada, me enerva su tersura, que me hacen sumergirme en un cálido abismo. Mi ojos se han poblado de bruma espesa, de miradas cautelosas al centro de tu pecho, de redes invisibles que planean por todos los rincones de mi vida. Siento, dentro de mí, ángeles lúcidos que juegan con rimas y metáforas, que renuevan mis risas y mis lágrimas, que dan templanza a mis anhelos, que avivan el temblor de mi fragua, ángeles más reales que el vuelo de sus alas. Para ti, tengo escondido el gesto del miedo, pues me faltó el valor de la locura, esa música interior que me deshace, la sentencia de un tiempo apasionado que me arroje a la ventana de tus ojos. Con tu sonrisa modulada me conduces. Con tus silencios pesas mi esperanza, Con tu mirada me guías a mar cerrada. 36


Y me duele el vacío, la verdad a medias, el lamento de una fértil semilla, las promesas incumplidas, la palabra tan hueca que no encuentra timbre ni tono con los que expresarse. Porque más allá de las sombras de la noche, de la línea imprecisa del horizonte, del opaco viento que en el sedoso paisaje une mar, cielo y tierra, estás tú. Llegó la luna nueva hasta el lago dormido atravesando el tiempo con paso de gigante y lo llenó de un silencio de plata; con su reflejo tu cuerpo toma el relieve de césped mojado y de nubes lentas, y eres presencia imperturbable de mis sueños con la desnudez renovada en tu cintura. ¿Por qué no soy, para ti, de piedra o de metal? ¿Por qué no soy solamente el fuego, o más elemento líquido maleable, menos masa blanda y rota a la deriva, más árbol florecido de rojo terciopelo, menos sólida roca inamovible, más raíz erguida en la hondura de la tierra, menos tallo retorcido con venas de línea espesa, más libre para atraparte con mis versos, menos insomnio vivo en precario equilibrio , más entrega plena sin renuncias, menos silencio en los lindes de tus labios? Confieso que no sé interrogar al cielo, que destruyo y reconstruyo esquirlas de luz, que apenas acepto lo buenos principios de la humilde razón que me aventaja. Y ahora que estoy más vivo que nunca, después de ser una estatua sin nombre, 37


va creciendo mi loca silueta de demente hasta alcanzar el vĂŠrtigo en mi meta, donde espero la llamada de siempre, tu llamada.

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EBRIO SABOR bien valdrá, como creo, un vaso de buen vino. Gonzalo de Berceo

El vino que ahora bebo en la penumbra resbala entre mis labios insistente, adquiere en el silencio un sabor dulce, roza mi paladar y la garganta bajando en un curva descendente. Me llegaron solemnes sus colores: matices en un rojo opalescente junto a gotas de lágrimas viscosas, al borde de la copa, tonos ámbar resbalando hacia el fondo fluidos densos. El aroma traía los recuerdos de frutales, jardines con las flores más variadas, romero, verdes hojas, hierba fresca, tabaco, levadura, madera, regaliz, pedernal, nafta…. Llegaron los sabores a mi lengua, táctiles sensaciones consistentes, con textura rugosa, con aspereza, guardando el equilibrio de la ardiente acidez en la brecha de mi lengua. Al instante, se abrieron las visiones de un mundo enajenado en la locura, perdí la lucidez de ese momento, descendí al bajamar de los recuerdos, sólo un rostro se impuso como auténtico. Con coreografía de misterio, en el espacio mínimo del vaso, su curva claridad se manifiesta en un bautismo cruento consagrado, y miro atentamente las paredes

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vidriosas resbalando en movimientos sensuales, sugerentes, que me atraen al vértigo sin vuelo, superficie ilimitada en cruenta y ardua lucha por mantener simétrico equilibrio. Me agazapo de su íntimo regazo mientras mis ojos fijan la mirada en lejanas estrellas, solitarias nebulosas perdidas en la noche, un cerco de veletas siempre en tránsito. El vino entra en mi boca, se introduce en mi cueva desnuda y la acaricia, se recrea en mi lengua, se extravía buscando la escultura de un atleta. Y deja que responda un cuestionario que puede preocuparme un desconsuelo sólo con las preguntas maliciosas que al tiempo y la memoria son propicias. Me detengo en la escalas de las horas y comienzo con nueva cuenta: ¿dónde voy?, ¿quién soy?, ¿cuál es el sentido de mi vida plagada de silencios? Y espero las respuestas más tardías con sentencias que aplaquen mi conciencia. Y pido más, más vino para entrar en otro país, otro tiempo, donde se junten el pasado y el presente, y el futuro cercano se componga de un haz de luz filtrada en la pupila. Y siento que la tierra reposada retiene la experiencia de saberse rodeada por ángulos oscuros, líneas transparentes, el verdor de las hojas ornadas en círculos 40


concéntricos, reunidos en las gotas de viva sangre, roja tentación que arrastra los racimos por su peso; pues rojos también fueron los ardientes labios de mis amantes, y carmín es el tono en mejillas transgresoras. Avanzo, retrocedo, abro los ojos y siento como vuelan las paredes, y el suelo se levanta de su centro, se mueve resbalando por sus ejes como olas en un mar tempestuoso. Entrego mis palabras a un falso ente que me contempla frente a frente, lado a lado, y no le niego día y hora para que otros acepten mis plegarias, y con la cita previa me resuman el texto de los libros de la vida. La ebriedad me sitúa en la frontera donde todo es posible, el natural sueño con espejismos de la euforia esconde los destinos en un tiempo que no merezco. Lanzo carcajadas, risas incontroladas, un suspiro como una queja al aire que atropellan lo sonidos agudos con su timbre. Reconozco mis límites. Recobro zonas que parecían enterradas sin alcanzar la luz de la conciencia. La noche es una pámpana infinita, el piélago que crece con el filo de la metamorfosis. Aquí la voz parece que es filtrada por la grave ondulación de los murmullos, ruidos inconexos, rumor latente , sílabas 41


de nombres que creĂ­a abandonados. Las escenas las vivo con impulsos, ahora son secuencias de mi inventario, perfiles en la red de mi memoria formando parte de mi biografĂ­a. Dionisio se apodera de mi mente; comparto su existencia como mĂ­a .

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MEMORIA VIVA DEL CIRCO

El circo trashumante, una vez más, regresa puntual a la cita para tomar posesión del espacio vacío que dejó tiempo atrás. La tela circular, precedida de sólidas columnas, protege el espectáculo de la luz del día. En sus límites, atenta coreografía teatral, se alteran los umbrales más abiertos, las fronteras incompletas de la risa, la meta inalcanzable de lo imposible, la pirueta en el aire más audaz, la señal hacia el libre tránsito de la fantasía desvelando la intención del escenario.

Todo comienza al abrir la cortina para entrar ensimismados en la escena. Tal vez, porque es el único momento donde dos espacios diferentes se representan, se unen, se entrelazan, se amalgaman, antes de que un nuevo muro se alce e, invisible, se detenga entre el espectador pasivo y la ficción que representa la otra realidad. La coreografía está escrita de antemano. Las visiones se suceden sin descanso en un rápido proceso. Entonces, surgen otros ojos, otra mirada, y se alzan los telones, uno tras otro, hasta llegar a la máxima definición de los actores.

El payaso, eterno vagabundo del hechizo, controla la mímica en su gesto, y viste su tristeza con un corazón de gigante: párpados perfilados con lágrimas de rímel, 43


rubor en los pómulos saltones, pelo amarillo de estropajo, nariz redonda de un rojo casi encendido, boca de amapola en amplio beso, dibujos de estrellas en los ojos, zapatones con hebillas de coral, manoplas de señorito andante . Para ellos son las risas que palidecen por un reino de posible retorno, donde la voz tiembla con indefensa ternura. En el centro, irrumpía el enano bullicioso con estridencia. Y todo era a un tiempo un manicomio fugaz y frívolo en apariencia, golpes contusos en el aire, piruetas oscilantes del saltimbanqui, pesadillas de parodias surtidoras de sonidos, risotadas con jubilosa inocencia.

De la sorpresa a la admiración contenida hay un corto y definitivo paso. Dos atletas se balancean de parte a parte, permanecen suspendidos en los trapecios como serios equilibristas natos; rozan sus cuerpos en un cruce de muerte, se contornean en un doble mortal y medio cortando el silencio con el sudor de sus pechos. Después, malabaristas, tragasables, equilibristas, acróbatas, volatineros, forzudos, escapistas, contorsionistas…., sobre barras, trampolines, zancos, balancines, aros ígneos, cuerda floja, monociclos, velos, esculturas humanas como estandartes en la pista rozando el techo. Todos juegan contra el vértigo oculto 44


en un espacio rítmico de tierno colorido, de luces fulgurantes unidas en un foco, de sombras intermedias en los palcos, de penumbras intermitentes, mostrando la textura y el matiz de los objetos.

Sobre la dura tierra pisotean los caballos. Se mueven con movimiento elegante en un baile persuasivo al mandato del jinete. Taconean al compás de las espuelas: un paso lateral, hacia delante y detrás; dibujan un círculo cerrado, otro abierto; se detienen, se preparan, se levantan, se alzan en corto vuelo como centauros alados; caminan en equilibrio inverosímil, casi humano, con sus patas traseras. Sobre sus grupas, amazonas de pie con los brazos en cruz, girando y girando, la cabeza en alto, ojos cerrados, como una danza al viento, inspiradora del trance irracional en vertical secuencia.

El mago saca un conejo de su chistera, una blanca paloma asustadiza, un ramillete de flores sin aroma, una mágica varita o un cangrejo maniatado; igual desaparece ante un espejo, se corta en tres pedazos medio en broma y se transforma en un pequeño animalejo al salir de la negra caja misteriosa; con su capa se diluye, se evapora, oculta la identidad de su mensaje, abre puertas, cierra candados, ovilla las cadenas, desaparece, desaparece, 45


aparece como si fuera un fantasma renacido.

El circo se extiende en un arca de Noé, una selva tropical en miniatura, la sabana africana, los bosques de coníferas en los alto de abruptas cordilleras. El oso pardo parece un peluche suave, un guardián de semblante regio mientras enseña sus encías con amenazas enfilando hacia delante su hocico agudo. De sus jaulas, hacia el recinto cerrado, salen los leones, tigres de bengala, jaguares, leopardos y negras pateras. Parecen monstruos fieros que muestran los puñales afilados de sus dientes y sus garras. El domador les enseña sus dones con paciencia. Un rugido ocupa el viento con su eco, enemigo implacable del silencio expectante. Estalla el látigo como un relámpago, un trueno zigzagueante, un arma arrojadiza, para aplacar el impulso de las bestias. Los elefantes son fuerzas motrices que desfilan elegantes con pausa decadente . Tienen, por nariz un apéndices galante por orejas abanicos aprendices, de sus dientes salen dos colmillos relevantes, y sus patas son cuatro mazas resonantes.

Oh, memoria viva del circo, vieja nostalgia, teatro de la vida en feliz remordimiento, música ruidosa y simple en singular orquesta, fantasía sensual de certero universo, espacio virtual de los sueños sin espejismos. Todo está en ti conjugado en dulce armonía, 46


como un cuento de hadas con final feliz, dando culto a los Ăşltimos romĂĄnticos con ese puro afĂĄn de retener el tiempo.

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INDICE MANIFIESTO………………………………………... NAUFRAGIO EN TU PIEL………………………….. LUZ DESDE EL REGRESO………………………… NADA Y TODO……………………………………… LIBRO ABIERTO…………………………………… PÓRTICO DE AUSENCIAS………………………… PODRÍAMOS………………………………………… PIDO PAZ…………………………………………….. CRÓNICA DE LOS HECHOS………………………. YO QUISIERA……………………………………….. NUNCA MÁS SERÉ

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SIEMPRE EN TU VOZ………………………………. EBRIO SABOR………………………………………. MEMORIA VIVA DEL CIRCO………………………

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