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I Los orígenes

I. Los orígenes

Desde tiempos inmemoriales, los marineros de Baiona salían a pescar a bordo de sus pincheiras por el litoral. Remando palada a palada, o a vela con viento favorable, recorrían palmo a palmo las aguas de As Estelas, de Oia, de As Cíes, de Cabo Silleiro, de A Concheira, de Os Farallóns, de Monte Ferro… A principios del siglo pasado, aún continuaban en aquellas legendarias embarcaciones con las más artesanales formas de pesca heredadas de sus ancestros. Fue a partir de principios de los años veinte, cuando empezaron a llegar a Baiona los primeros barcos a vapor, en los que embarcaban una veintena de hombres, a veces treinta, hasta cuarenta… los necesarios en cada caso para aupar a bordo los pesados aparejos repletos de sardinas, xurelos, caballa… Las míticas pincheiras, gobernadas habitualmente por trece hombres, doce a los remos y un timonel, pasaban a mejor vida, abandonadas para siempre después de siglos de pesca por la costa. Es entonces cuando los veteranos “lobos de mar” adaptan todos sus conocimientos -herencia trasmitida de padres a hijos a través del tiempo-, a las nuevas posibilidades que les brindan aquellas prodigiosas embarcaciones. Se inicia una larga singladura en los barcos de vapor, que darán un profundo cambio en las formas y costumbres tradicionales de los pescadores. Baiona comienza a forjar la que pronto sería -según ellos- la mejor flota pesquera de la Galicia Sur de la primera mitad del siglo. Un pionero en los nuevos tiempos, Policarpo Vilar Ochoa, “O Caringa”, modesto pescador, marinero de raza y de familia, deslumbra en los ambientes pesqueros por su talento y olfato natural para la mar. Su prestigio se extienda más allá de la bahía de Baiona, alcanzando la Ría de Vigo, las Rías Baixas y el resto de la costa gallega, y al mismo tiempo, va marcando el camino a sus paisanos en las novedosas artes de pesca. Nace con él una saga de pescadores, “Os Caringa”, que pasarán a la historia de la

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pesca de Baiona como los armadores y patrones más importantes de la villa en el siglo pasado. En 1925 llegaba a las aguas de nuestra bahía el primer barco a carbón, el “Wilson”, del gran pionero baionés “O Caringa”. Luego vendrían de su mano catorce más a lo largo del siglo, que dejarían su impronta en la historia de la pesca de la villa. Nombres que no olvidan los baioneses, a través de los muchos relatos que padres, abuelos, tíos… incluso bisabuelos, les han contado: “Policarpo Vilar”, “Clotilde Fernández” , “Ángel Vilar” -más conocido por “Fumanchú”-,“Jesús Vilar”, “Marta Elena”, “BoerNº2”, “José Ángel”, “Nuevo José Ángel”, “Cruz de Almena” -primer barco de acero-, “Hermanos Fernández”…

Baiona, 1933. Policarpo Vilar Ochoa, “O Caringa”. (Baiona, 1879 /1953). Con el desguace del “Nuevo José Ángel” -dicen que el mejor barco de madera de Baiona- en 1996, la prestigiosa saga de armadores finaliza su actividad, aunque los dos hermanos Policarpo y Ángel Ramón Vilar Rodríguez, nietos de “O Caringa”, todavía permanecerán como patrones en barcos ajenos hasta 2002 y 2010, años en que se jubilan después de cuarenta y siete y cuarenta años, absolutamente entregados a la pesca.

En las décadas de los treinta y cuarenta se fue conformando la gran flota de Baiona. Aquellos destacados marineros, forjados en las rudimentarias pincheiras, herederos de las más antiguas artes de pesca, siguen los pasos de “O Caringa”, y comienzan a hacerse con barcos a vapor. José Nartallo, Joaquín Payo, Ventura Leyenda “O Canero”, Manuel Gesteira, los hermanos José y Ángel Rodal Álvarez, José Almuiña, Ulpiano Vilar Ochoa -hermano de “O Caringa”-, Maciel… son algunos de los destacados armadores que patronearon sus propios barcos. Sus nombres permanecen en la memoria de los baioneses, a pesar de que la mayoría de los marineros de entonces ya han fallecido. Pero su testimonio de vida ha pasado a la historia con viejas fotografías y emocionantes relatos a sus descendientes. Los “Espada” de Ramón Lojo, el “Xarrán”, el “Joaquín Vázquez”, el “Pepe Nartallo” y el “Cachalote” de los Nartallo, el “Miguel de Cervantes” de Ulpiano Vilar, el “Canero” y el “Ballenato”de “Os Caneros”, el “Maciel”, el “Generosa” y el “Castor Maciel” de los Maciel, el “Pinzón”, el “Erizana” y el “Titiño” de Florente Vázquez, el “Jacobito”de los Fontán, el “Cadilla”de Vicente Cadilla, el “Feluco”de los “Charlot”, los “AlmuiñaI y II”, el “Lola Calvo” y el ”José Almuiña” de los Almuiña, el “San Pelayo” de los “Guaches”, el “San Martiño de Arriba” de Isaac, el “Balcagia” de Tito Durán, el “Playa de Recati” de Tito Naveira, el “Leici” de Pablo Leyenda, el “Norita”, el “Monchito”, el “José”… Cientos de marineros de Baiona, de Baredo, de Baiña, de Belesar, de O Burgo, de Sabarís, de Oia… anduvieron embarcados en esta impresionante flota de barcos de madera; cientos de ataderas trabajaron en sus aparejos; los astilleros recibieron sus encargos y efectuaron cientos de reparaciones; las pescantinas acarrearon toneladas de peixe; transportistas, taxistas, hosteleros, cesteiros, constructores, conserveras, carpinteros, herreros, mecánicos… Aquellos auténticos héroes, “hombres de hierro en barcos de madera”, les decían en Terranova, se jugaban la vida cada día que salían a la mar. Durante setenta años, los pesqueros baioneses surcaron los mares del mundo, el Atlántico, el Cantábrico, el Mediterráneo… y pasaron toda clase de experiencias,

desde naufragios -algunos con lamentables pérdidas- hasta apresamientos en las costas de África y Portugal. También dejaron faenas brillantes y lances históricos que han quedado retenidos en la memoria de la villa. Después de todos estos años de dura faena, los marineros de Baiona se ganaron un prestigio reconocido en el mundo de la pesca, que les valdría para ser muy apreciados en futuros embarques en Vigo y en el País Vasco.

Baiona, años treinta. El patrón de pesca Ventura Leyenda, “O Canero”, uno de los mejores de su tiempo. Fallecía en 1941, todavía joven, víctima de una grave enfermedad pulmonar. Con todos ellos en la tarea, al mando de los mejores y más expertos patrones, la pesca proporcionó a Baiona una prosperidad que dinamizó a la villa en el camino del progreso. En las primeras épocas de los barcos de vapor, los baioneses empiezan a bajar por la costa portuguesa hasta Aveiro, a la pesca de la sardina “á ardora”. Eran las décadas de los años treinta, de los cuarenta… y faenaban sin descanso desde el mes de agosto hasta diciembre.

Antes, en los primeros meses del año, salían a la campaña del bonito en el Cantábrico, y a veces llegaban hasta las costas de Irlanda. También iban “al arrastre” por los mares de Aveiro, y subían a las Rías Altas en busca de pescado y marisco variado, sobre todo robalo y langosta. En 1956, Florente Vázquez es el primer armador que instala la “sonda” eléctrica en uno de sus barcos, el “Erizana”. Adquirida en Portugal, y comprobada su eficacia, es imitado por Pepe “O Caringa”, José Almuiña, los Maciel, “Os Canero”… La mejoría resultó tan notable que las capturas se triplicaron, y además, el trabajo para los marineros se hizo más asequible, puesto que las “largadas” se efectuaban con plena seguridad.

Baiona, años cincuenta. El “Erizana”, del armador Florente Vázquez, con más de treinta marineros a bordo. Fue uno de los más famosos pesqueros de la villa.

A principios de los años sesenta, la flota comienza a acercarse a las costas de Marruecos y del Sahara español a la pesca de merluza “a la volanta”. Fue en esa época, entre mediados de los sesenta y los ochenta, cuando Baiona vivió unos años esplendorosos, los mejores de su historia. Había pescado en abundancia, y entró mucho dinero en la villa.

En la crónica de “Faro de Vigo” sobre el gran acontecimiento, hay un pequeño error. El barco que en 1937 realizó un lance tan histórico como el de la presen- te noticia, fue el “Policarpo Vilar”, patroneado por su propietario, el mítico “lobo de mar”, “O Caringa”. En el “Jesús Vilar”, protagonista de esta captura, año 1962, iba de patrón su hijo, también Policarpo de nombre, que es al que entrevistan. (Archivo familia Vilar).

Pero en los años setenta, empiezan a surgir dificultades con los servicios de vigilancia de Portugal, de Marruecos y de Francia. Persiguen a las embarcaciones gallegas por aguas internacionales, las llevan a puerto, y les decomisan la pesca y los

aparejos, incluso imponiéndoles fuertes sanciones, acusándolas de faenar en aguas jurisdiccionales. Los barcos franceses tenían altercados con la flota vasca a menudo, y comenzaron también con enfrentamientos con los gallegos. Más de una vez, los “bous” del país vecino se llevaron por delante los aparejos de nuestra flota. En 1978, el “Cruz de Almena”, pescando “al palangre de fondo” en las Islas Azores, está a punto de ser apresado por una patrullera portuguesa. Después de muchas gestiones, lo dejan en libertad con el compromiso de que su armador se presentase en Lisboa para aclarar la situación. Un año después, ese mismo pesquero es abordado por un barco de guerra marroquí y retenido durante doce días. Ese mismo día, había dieciocho barcos españoles detenidos en Agadir.

El “Cruz de Almena”, el segundo barco de acero de Baiona y el primer congelador (1965). El primero de hierro fue el “Generosa” de los Maciel (1963). “El “Cruz de Almena” solía faenar por Angola y Senegal “al arrastre”, en la captura de marisco. También comenzó a utilizar el “palangre de fondo” en Marruecos, en busca de mero, congrio, palometa roja, escarcho… (Archivo familia Vilar).

En 1982, comenzaron a juntarse dificultades de todo tipo, que acabarían con la bonanza de aquellas décadas prodigiosas. Convenios internacionales de pesca, subidas constantes del gasóleo, necesidad de licencias para acudir a los caladeros, cargas sociales de los marineros en aumento, ampliación a doscientas millas de las aguas jurisdiccionales de los países

ribereños, nuevos impuestos… Se producen cambios demasiado bruscos en los tipos de pesca artesanal… Marruecos, paraíso de nuestras capturas durante tres décadas, se estaba acabando para la flota gallega. En Baiona, los “Caringa”, Moncho Maciel, los “Canero”, algunos de los Almuiña… anduvieron de patrones de sus propios barcos mientras pudieron. Su condición de propietarios y su gran pasión por la mar, dieron como fruto los mejores años de la pesca en la villa. Se vivieron tiempos esplendorosos, en los que se trabajó a destajo, con enormes esfuerzos, sin apenas descanso… pero se ganaba un buen dinero. Sin embargo, la lucha permanente por el reparto de los beneficios de la pesca entre marineros y armadores de Baiona a lo largo del pasado siglo, se convirtió en un debate histórico que ha quedado sin resolver. En los años setenta, los marineros, desesperanzados con el trato recibido -desacuerdo total en las liquidaciones-, comienzan a irse a los barcos de Vigo y a los atuneros vascos donde les pagaban mejor y, según ellos, con honradez. En Baiona, empezaron a escasear. Por otro lado, los armadores, sin descendencia marinera, se van deshaciendo de todos sus barcos. Sus hijos, educados en un bienestar que no tuvieron ellos, y tal vez aconsejados por sus madres, algunos también por sus padres, prefirieron estudiar, aprender otros oficios, prepararse para otros trabajos… La mar era excesivamente dura para los marineros de entonces -hoy no lo es tanto-, y tampoco es de extrañar que deseasen un futuro distinto para sus hijos. Llegados a este punto, los descendientes de los viejos armadores no quisieron invertir en nuevos barcos de gasoil, que sustituyeran a los ya anticuados de vapor; ni tampoco en nuevos aparejos, nuevas tecnologías en radares, radios, instrumentos de navegación… No quisieron saber nada más del mar, que no fuera otra cosa que disfrutar del capital creado por abuelos y padres. A mediados de los ochenta comenzaron a desaparecer los barcos de Baiona. El “Cruz de Almena” se vende en 1985; ese mismo año se hunde el “Hermanos Fernández”; el “Nuevo José Ángel” es uno de los varios barcos que se desguazan en los no-

venta; el “José Almuiña” se vende a un armador de A Guarda… El “Balcagia” de Tito Durán Rodríguez, sería el último barco de Baiona. De la mejor flota de pesqueros del Sur de Galicia en la primera mitad del siglo pasado, Baiona pasó a quedarse sin barcos al final de la segunda mitad. Menos mal que sus marineros, de una valía reconocida, ya se habían buscado trabajo mucho antes, y los pocos que quedaron no tardaron en encontrarlo.

El palangrero “José Almuiña”, uno de los primeros barcos de acero de Baiona, construido en 1968. Fue vendido a principios de siglo a una armadora de A Guarda. Tuvo un final desgraciado. Se hundió en 2008 cerca de las Islas Bermudas. Un exceso de carga en popa, provocó la entrada de agua y el consiguiente naufragio, con la desaparición de cuatro marineros. Los otro siete que componían la tripulación fueron rescatados. Al parecer, parte de los marineros, ocho indonesios, ni estaban inscritos en la Seguridad Social, ni gozaban de los conocimientos necesarios para desempeñar los puestos que ocupaban.

El pesquero “Balcagia”, del armador baionés Tito Durán Rodríguez, sería el último barco de Baiona en salir a la mar. Dejó de faenar en 2010. (Archivo Tito Durán).

Hoy en día, finales de 2020, la Cofradía de Pescadores informa que en Baiona hay en la actualidad registradas 75 embarcaciones, casi todas planeadoras de dos tripulantes; 180 marineros -algunos embarcados en altura-, y 40 mariscadores de a pie, la mayoría mujeres. La zona de pesca discurre desde Patos, Praia de Abra Norte, hasta As Orelludas, cerca de A Guarda, conformando cuarenta kilómetros de costa. Los mariscadores andan sobre todo al percebe, y algo a la almeja y a la navaja. Los marineros se centran en el erizo, muy cotizado en la actualidad, el pulpo, la nécora, el camarón, la centolla… y pescado variado (lenguado, salmonetes, rodaballos, sargos, fanecas, maragotas…)

Publicación de la Cofradía de Pescadores “La Anunciada” de Baiona, con una completa guía aérea del litoral de 40 kilómetros de su ámbito territoral. Recoge toda la variedad del ecosistema marino de la zona, y una exhautiva toponimia de la costa.

Esto es lo que ha quedado de la prodigiosa pesca de “bajura” de la Baiona del siglo pasado, que por lo que se percibe, en general no anda muy boyante hoy en día. Tal vez algo el erizo y el percebe, especies bastante cotizadas, destacan en sus capturas. Y paradoja de los tiempos, hasta mediados del siglo pasado, los percebes, los erizos, los mejillones, las almejas, las navajas… eran utilizados como abono para los campos. Las nécoras, los buey, las centollas… que venían enredados en las redes, eran aplastados por los marineros y tirados al mar para que no les rompiesen los aparejos. Pero aunque la imponete flota de antaño haya desaparecido definitivamente, a Baiona le queda el componente más preciado de la pesca, sus marineros. Cuando se llega a la villa desde el exterior, sin los necesarios conocimientos en la materia, uno se pregunta, ¿dónde está aquel pueblo marinero del siglo pasado? Después, los que saben, nos explican que la “pesca” de Baiona se conserva en todos los mares del mundo. Desde el Índico al Atlántico, pasando por el Pacífico, encontrarás pescando en sus aguas a los cotizados marineros baioneses. Patrones de pesca, contramaestres, pangueros, maquinistas, engrasadores, cocineros… No se ven barcos, apenas hay pescado en la lonja, no aparecen pescantinas y mucho menos ataderas, las conserveras destruidas, los astilleros eliminados… Pero, cerca de quinientos marineros, cerca de quinientas familias, siguen viviendo de la pesca. Baiona continúa siendo un pueblo marinero… y la pesca se mantiene como lo más importante de su economía…