"Pájaro sin plan de vuelvo" diciembre 2020 - Nro. 7

Page 1

Suplemento Cultural de La Voz Docente

Asociación de Maestros y Profesores de La Rioja - Diciembre 2020 / Año 1 - N° 7

La canción del

porvenir

Zito Lema: dolor de ayer, dolor de hoy Pág. 3

“Felicidad clandestina” de Clarice Lispector Pág. 2

Leonardo bustamante Altavilla Pág. 4

He visto un río celeste de pájaros atravesar el corazón de las nubes mientras los días aciagos crecían, caudalosos de tedio, herrumbrándose en el corazón de los hombres He visto a los animales silvestres acoplarse en las llanuras forestales sobre verdes estepas increíbles, mientras muchedumbres trashumantes vociferaban ominosos himnos de rabia. He visto las ciudades cuadriculadas llorar lascivamente bajo la soledad de los rascacielos. … Recuerdo los rostros de los niños envejecidos por el espanto, lacerados por el napalm y el hambre. Pero recuerdo también los nombres de los ramones y los pedros, de los camilos y los ernestos, de todos los que pusieron la simiente esperanzada, la canción del porvenir/ que cantaremos con la sangre subiendo desde la tierra/ hasta la sonora voluntad de las gargantas. Ramón Eloy López


Diciembre 2020 / Año 1 - N° 7. Pág. 2 Suplemento Cultural de La Voz Docente - AMP

Letras

centenario de clarice lispector:

felicidad clandestina

Ella

era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio amarillento. Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía éramos chatas. Como si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos los dos bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historietas le habría gustado tener: un padre dueño de una librería. No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños, en vez de un librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del padre. Encima siempre era un paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus puentes más que vistos. Detrás escribía con letra elaboradísima palabras como “fecha natalicio” y “recuerdos”. Pero qué talento tenía para la crueldad. Mientras haciendo barullo chupaba caramelos, toda ella era pura venganza. Cómo nos debía odiar esa niña a nosotras, que éramos imperdonablemente monas, altas, de cabello libre. Conmigo ejerció su sadismo con una serena ferocidad. En mi ansiedad por leer, yo no me daba cuenta de las humillaciones que me imponía: seguía pidiéndole prestados los libros que a ella no le interesaban. Hasta que le llegó el día magno de empezar a infligirme una tortura china. Como al pasar, me informó que tenía Las travesuras de Naricita, de Monteiro Lobato. Era un libro gordo, válgame Dios, era un libro para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él. Y totalmente por encima de mis posibilidades. Me dijo que si al día siguiente pasaba por la casa de ella me lo prestaría. Hasta el día siguiente, de alegría, yo estuve transformada en la misma esperanza: no vivía, flotaba lentamente en un mar suave, las olas me transportaban de un lado a otro. Literalmente corriendo, al día siguiente fui a su casa. No vivía en un apartamento, como yo, sino en una casa. No me hizo pasar. Con la mirada fija

en la mía, me dijo que le había prestado el libro a otra niña y que volviera a buscarlo al día siguiente. Boquiabierta, yo me fui despacio, pero al poco rato la esperanza había vuelto a apoderarse de mí por completo y ya caminaba por la calle a saltos, que era mi manera extraña de caminar por las calles de Recife. Esa vez no me caí: me guiaba la promesa del libro, llegaría el día siguiente, los siguientes serían después mi vida entera, me esperaba el amor por el mundo, y no me caí una sola vez. Pero las cosas no fueron tan sencillas. El plan secreto de la hija del dueño de la librería era sereno y diabólico. Al día siguiente allí estaba yo en la puerta de su casa, con una sonrisa y el corazón palpitante. Todo para oír la tranquila respuesta: que el libro no se hallaba aún en su poder, que volviese al día siguiente. Poco me imaginaba yo que más tarde, en el curso de la vida, el drama del “día siguiente” iba a repetirse para mi corazón palpitante otras veces como aquella. Y así seguimos. ¿Cuánto tiempo? Yo iba a su casa todos los días, sin faltar ni uno. A veces ella decía: Pues el libro estuvo conmigo ayer por la tarde, pero como tú no has venido hasta esta mañana se lo presté a otra niña. Y yo, que era propensa a las ojeras, sentía cómo las ojeras

se ahondaban bajo mis ojos sorprendidos. Hasta que un día, cuando yo estaba en la puerta de la casa de ella oyendo silenciosa, humildemente, su negativa, apareció la madre. Debía de extrañarle la presencia muda y cotidiana de esa niña en la puerta de su casa. Nos pidió explicaciones a las dos. Hubo una confusión silenciosa, entrecortado de palabras poco aclaratorias. A la señora le resultaba cada vez más extraño el hecho de no entender. Hasta que, madre buena, entendió al fin. Se volvió hacia la hija y con enorme sorpresa exclamó: ¡Pero si ese libro no ha salido nunca de casa y tú ni siquiera querías leerlo! Y lo peor para la mujer no era el descubrimiento de lo que pasaba. Debía de ser el horrorizado descubrimiento de la hija que tenía. Nos espiaba en silencio: la potencia de perversidad de su hija desconocida, la niña rubia de pie ante la puerta, exhausta, al viento de las calles de Recife. Fue entonces cuando, recobrándose al fin, firme y serena, le ordenó a su hija: -Vas a prestar ahora mismo ese libro. Y a mí: -Y tú te quedas con el libro todo el tiempo que quieras. ¿Entendido? Eso era más valioso que si me hubiesen regalado el libro: “el tiempo que quieras” es todo lo que una persona, grande o pequeña, puede tener la osadía de querer. ¿Cómo contar lo que siguió? Yo estaba atontada y fue así como recibí el libro en la mano. Creo que no dije nada. Cogí el libro. No, no partí saltando como siempre. Me fui caminando muy despacio. Sé que sostenía el grueso libro con las dos manos, apretándolo contra el pecho. Poco importa también cuánto tardé en llegar a casa. Tenía el pecho caliente, el corazón pensativo. Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí, leí unas líneas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aún yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mí la felicidad siempre habría de ser clandestina. Era como si yo lo presintiera. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire... había en mí orgullo y pudor. Yo era una reina delicada. A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purísimo. No era más una niña con un libro: era una mujer con su amante.

“Escribo como si fuese a salvar la vida a alguien. probablemente mi propia vida” Clarice Lispector Nace en Cheche-

lnik, Ucrania, el 10 de diciembre de 1920, en una familia hebrea que, obligada a huir, se traslada a Brasil cuando Clarice tiene dos años. Tras su infancia en Recife, se licencia en Derecho en Río de Janeiro. Se casa con un diplomático y el matrimonio se establece primero en Italia, luego en Suiza y EE.UU. Tienen dos hijos. En 1958 vuelve definitivamente a Río, donde muere el 9 de diciembre de 1977. Escritora, periodista y traductora, es considerada la mayor escritora brasileña del siglo XX. Su obra es una constante reflexión sobre el lenguaje y

sobre todo, sobre los límites de la palabra y sobre la tentación del silencio: “La palabra debe traducir el misterio y lo que carece de nombre, debe ser capaz de fijar el instante y el acto mínimo que está en el origen de todo”. En las 85 historias que escribió, Clarice Lispector evocó siempre, en primer lugar, a ella misma. Desde su primera historia, publicada cuando tenía 19 años, hasta la última, encontrada después de su muerte, hay una vida de experimentación a través de diferentes estilos. El feminismo de Lispector se manifiesta en sus críticas al patriarcado y al canon

literario de la época, y también en su gesto de dar voz a mujeres y contar historias acerca de ellas. “Soy una mujer que escribe porque para mí escribir es como respirar. Tal vez por eso no me guste hablar de mis libros. Todo lo que tenía para decir está en

ellos. Creo en la interpretación de cada lector. Soy como una madre animal, los libros son mis cachorros, me olvido pronto de ellos”.

“Me preguntarás por qué me ocupo del mundo. Es que nací con ese encargo”


derechos hunanos

memoria y

Diciembre 2020 / Año 1 - N° 7. Pág. 3 Suplemento Cultural de La Voz Docente - AMP

Dolor de ayer, dolor de hoy... Por: Vicente Zito Lema

“El pasado está ahí, no susurra: grita. Y sus alas quemadas golpean contra el olvido” VICENTE ZITO LEMA, a los 80 años, nos entrega un texto poético inédito, que nos invita a volver a mirar un tiempo desangrado, con los ojos que aprendieron a ver en el andar, en el caminar, en el construir; para darle una significancia nueva, un vuelta a la historia, que aún, perplejos, vivimos y protagonizamos…

Memorar el horror es justo y necesario. El horror existió. Muchos que lo padecieron están vivos. Y la negación también existe. La negación crece. Como una flor maldita. Como hongo pestilente, crece. Corroe la realidad. Pudre las raíces. Desmadra con veneno las humildes mieles del duelo. La postrer posibilidad redentora de que la vida sea soberana en su continuidad. Aún a caballo del dolor. Un dolor que sea rebelde y limpio. Un dolor que memora. Porque la mañana todavía espera, ante el olvido que humilla. Y el sentido del recuerdo es provocar la belleza de la vida. Aunque la noche amenace eterna. 1. De tal devastación casi infinita la nueva vida tiene que surgir…

2. Nada a cambio de una gran memoria Nada que nos devore el alma Ni aún en la peor tragedia La poesía no nace desde el olvido Tampoco frecuenta el lecho De quien traiciona la vida

Memorar el horror debe ser un acto de amor para los muertos, que están solos en la soledad de la muerte. Y esa memoria debe surgir ardiente en su demanda. Así ese amor será pasión. No una siniestra y vacía parodia de aquello que no es. Esa memoria, esa pasión, saben que hubo responsables del horror. Los que de una manera y de otra manera y de mil maneras, mataron, torturaron, violaron y profanaron la vida. Hasta profanaron la muerte con la desaparición de los cuerpos. Pobres cuerpos que nunca terminaron de ser profanados… Pobres muertos que miran la muerte con sus ojos bien secos… En la noche sin estrellas… En la mañana con olvidos… Fue una gran pesadilla. Podemos decir más: se 3. trató de una pesadilla orCuando la poesía se esconde en los libros ganizada. No hubo aquí horror por el horror, ni habrá que buscarla pálida / ensangrentada por error. Sí hubo aquí en noticias policiales horror para precisos fines. Verdugos, para uno a uno cumplir los fines. Hablamos de los verdugos y hablamos de quienes arrimaron la soga a los verdugos. Y arrojaron los pobrecitos cuerpos de los sacrificados a las manos de los verdugos. Hablamos de esos fines: organizar

la existencia basada en la perfección de la antropofagia. Cuerpos que devoran a otros cuerpos más débiles con usura. Y que destruyen la naturaleza también con usura. DIBUJO DE MIGUEL ÁNGEL “TOTO” GUZMÁN

Hablamos de un poder político, de un poder económico, de un poder cultural. Del poder de una iglesia que sacrificó la vida porque pensó existir sólo en la muerte. Hablamos de unos fines: defender, profundizar, perpetuar ese poder… Que se sentía amenazado. Y que estaba amenazado. Miles y miles de hombres y mujeres, muchos de ellos muy jóvenes. O sea pensaban que la vida era eterna. Muchos de ellos amaneciendo. Lanzados al mundo con el ardor de sus sueños. Decididos a construir el reino de los cielos, aquí, en la tierra, en cada pliego de la realidad que nos devora. Que nos arrastra por las ceremonias de la muerte. 4. Pagarán con sus almas / hasta el último centavo la culpa de estar vivos / cuando nadie los llamó… ¡Oh Dios, hay un cuchillo en esos ojos!

Esos cuerpos del dolor de ayer supieron. Como siempre saben los cuerpos. (En el dolor social de hoy también se sabe: la letra con sangre entra…) Que no hay ternura con pobreza. No hay belleza con pobreza. No hay justicia, en la manchada y desgraciada voracidad de nuestros días de pobreza. Todo hiede. Todo se vuelve llaga. Los cuerpos son fantasmas de las lágrimas, con pobreza. La cara más terrible de la pobreza. La huella del espanto en cada cuerpo. Allí mismo donde yace la angustia de la soledad, que como sombra golpea. Es el hambre de la pobreza. La tristísima materialidad del espíritu masacrado por la riqueza. (¡Bien se ve / lo que hay detrás de tí, monstruo…!) La desgracia, de la que habla el alma herida, es el hambre de la pobreza. Y más desgracia, más dolor, y más humillación de la vida, galopando sobre la muerte más muerte, pisoteando cada nube o cielo, es la negación de su existencia que sufren los niños. Condenados desde antes de nacer. En un tiempo y un espacio atroz. Sin amor para ellos. Puro páramo del desprecio.

¿Se preguntan todavía, por qué una generación que cargó la historia sobre sus hombros, sintió como propio el dolor del otro, y se alzó contra la muerte al precio de sus vidas…? Sí, hay memoria del horror. Porque hubo gloria para defender lo humano. Conciencia para decir basta. En un tiempo en que sólo nombrar la vida era convocar la muerte. Habrá que decirlo: el horror siempre alerta, retorna… Cuando se entierran por miedo los recuerdos del horror… El olvido no sirve para la vida. El olvido es apenas triste olvido. La mañana sigue abierta… El destino también se mueve... 6. Seguir alzan- ¿Dónde está el poeta que haya escrito do el corazón que las leyes de este mundo y la palabra son eternas...? frente a la cruz de la pobreza… Frente al poder de la riqueza que niega con violencia la vida en su gloria. Allí está el sentido del dolor del ayer, si la búsqueda es honesta. Y allí está la legitimidad de sentirlo vivo en el dolor de hoy… Si nos mueve la necesaria verdad de navegar por el río de la historia, para que el mismo dolor ya no sea. 5. Sentíamos los pasos de la muerte, un viento frío, como el agua, seco...

Que la violencia de tanto poder no ciegue nuestros ojos. Ni el pavor de lo padecido clausura la conciencia. Que la voluntad de ternura jamás nos abandone. Y que la paz crezca en nuestros cuerpos. Cuando lo justo y necesario sea el bien de todos. Y reine la belleza que honra la vida. 7. ¿Qué hay entre tú y mí? ¿Dónde de mí empieza tu muerte? ¿Cuando y como nací de ti? ¡Si yo no era! ¡Si yo no era!

Buenos Aires, Argentina, Diciembre 2020


Diciembre 2020 / Año 1 - N° 7. Pág. 4

GALERÍA

Suplemento Cultural de La Voz Docente - AMP

LEONARDO BUSTAMANTE ALTAVILLA Nace en Chilecito, Provincia de La Rioja en el año 1969. Lugar donde actualmente reside. Maestro Nacional de Dibujo y Licenciado en Escultura por la Universidad Nacional de Córdoba. Escultor. Artista visual, Docente de la Universidad Nacional de La Rioja (UNLaR) y Gestor Cultural. Participó de espacios de formación como la Especialización en Procesos y Prácticas de

Producción Artística Contemporánea en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba, entre otros. Obtuvo diversos Premios en Salones Nacionales y Provinciales como así también ha sido Premio Nacional en el Homenaje a Don Ángel Vicente Peñaloza organizado por el CFI en el año 2009. Una de las características de su Obra es que es

“PÁJARO SIN PLAN DE VUELO” Suplemento Cultural de La Voz Docente

Editor / Idea y producción: Pano Navazo Diseño y Diagramación: Jimena Vera Psaró

Rogelio De Leonardi

SECRETARIO GENERAL DE AMP - LA RIOJA

Pública y se la puede encontrar y contemplar en diversos lugares de la Provincia como en otros puntos del país, como Murales Pictóricos, Murales Esgrafiados, Esculturas y Monumentos. Expuso en diversos espacios provinciales y nacionales. Es Director de la Sala de Exposiciones Calibar de la Universidad Nacional de La Rioja.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.