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MEDIA STORAGE

Los constantes cambios en las posibilidades de creación de contenidos, así como las nuevas necesidades de medios para gestionarlos adecuadamente en las distintas fases del proceso de creación, son aspectos clave en nuestro entorno audiovisual.

Texto: Luis Pavía

Actualmente estamos acostumbrados a manejar prácticamente toda nuestra información en soportes digitales: desde una simple nota de texto o voz hasta los grandes volúmenes de información que requieren las imágenes de calidad, especialmente cuando se trata de contenidos audiovisuales.

Desde el punto de vista del usuario genérico es frecuente desconocer todo lo que hay detrás de esos almacenamientos. Pero desde un punto de vista profesional, forma parte de nuestra responsabilidad conocer lo mejor posible todo lo relacionado con nuestras herramientas para obtener, como siempre, lo mejor de ellas.

Cuando hablamos de “Media Storage”, que podríamos traducir como “almacenamiento de medios” o más concretamente en nuestro sector como “almacenamiento de contenidos audiovisuales”, pretendemos profundizar no en marcas ni modelos, sino en las cualidades y características de dicho almacenamiento destacando las que resultan críticas en nuestro proceso de creación, desde la captura en cámara hasta la difusión y archivo a largo plazo.

Sin contar con cifras exactas, a principios de este siglo XXI ya se estimaba que en poco más de una década de fotografía digital se habían perdido más fotografías por fallos técnicos o humanos de cualquier tipo, que todas las que se habían creado durante más de un siglo desde la invención de la fotografía química. Esto es algo que a nosotros no nos puede suceder.

Pero no se trata simplemente de no perder información, se trata de poder registrarla y recuperarla de la forma más eficiente y fiable en todas y cada una de las distintas etapas y situaciones del proceso de creación. Así que vamos a hacer un repaso de cuáles son los aspectos más importan- tes en cada una de esas fases, esperando que nadie se sorprenda de las grandes diferencias que existen en las necesidades para manejar el mismo contenido a lo largo de sus distintas fases.

Empecemos determinando nuestro escenario con claridad estableciendo las grandes secciones, porque no debemos limitarnos exclusivamente a los soportes, sino que debemos considerar los: “qué”, “cuándo” y “dónde” de nuestros contenidos. De forma natural después surgirán los “depende”, “para qué”, etc., que nos llevarán a las decisiones correctas.

El “qué” es muy simple ¿qué vamos a guardar?: dado nuestro entorno de creación audiovisual vamos a centrarnos sólo en los aspectos relacionados con nuestros conte- nidos AV, es decir: el fichero (o conjunto de ficheros coherentes) que guardan la imagen, el sonido y los metadatos asociados que nos permiten manejar correctamente nuestras grabaciones.

En relación al “cuándo” vamos a considerar cuatro grandes fases en el proceso de creación: el registro, mientras se graba; la manipulación, normalmente todos los procesos relacionados con la ingesta-edición-postproducción; la difusión, cuando se hace llegar a nuestros espectadores; y el archivo, cuando se deja guardado para usos posteriores. Porque cada una de ellas tiene muy distintas necesidades.

“Dónde” es precisamente el soporte que va a almacenar nuestros medios, que no siempre será físico.

“Depende” será casi siempre la respuesta correcta a todos los “para qué” que vayamos afrontando. Estos “para qué” serán los propósitos, los fines para los que se hace la grabación y/o archivo y/o emisión. Distintos “para qué” del mismo contenido determinarán muy distintas necesidades de almacenamiento.

Comenzaremos explicando las dos características fundamentales de los sistemas de almacenamiento, ya que serán las que más frecuentemente van a determinar el soporte idóneo en cada circunstancia.

La primera y más significativa es la capacidad, medida en términos de Giga- Tera- o Peta- bytes es la más fácil: es el tamaño del almacén y determina la cantidad de información que será posible guardar, siendo sus factores respectivos del orden de 109, 1012 y 1015. Importante recordar que si referenciamos un orden de 103 en términos informáticos (1 Kilo-byte) estamos hablando realmente de 1.024 bits, 106 (1 Mega-byte) en los mismos términos = 10242 = 1.048.576 bits, y así sucesivamente.

La siguiente es la velocidad. Pero vayamos ahora despacio, porque hay más de una velocidad o tasa de trasferencia. Habitualmente se habla de cifras de velocidad del orden de MB/s. (Mega- es de orden 106) Además, debemos tener en cuenta que la velocidad de escritura suele ser inferior a la velocidad de lectura, que estas velocidades no son iguales para un pequeño bloque de datos que para un flujo continuo (precisamente esa es nuestra necesidad), que también se debe tener en cuenta la velocidad de acceso o tiempo que se tarda en encontrar el dato que se busca, y lo más delicado: asegurarnos si estamos manejando datos en MB/s (megabyte) ó Mb/s (megabit): ¡1 MB/s = 8 Mb/s!

En nuestro caso, la velocidad que realmente nos interesa siempre será la velocidad sostenida, ya sea en lectura o escritura. Pero cuidado con no confundir bit rate (velocidad de transferencia) con frame rate (la frecuencia de cuadro o fps de nuestras grabaciones), aunque un mayor frame rate siempre requerirá mayores bit rate y espacios de almacenamiento.

Con todos estos preliminares, ya es posible comenzar a hacer nuestras cábalas.

La fase de captura parece relativamente sencilla, ya que el soporte interno siempre viene condicionado por la cámara. Si bien hoy en día hay una gran cantidad de cámaras que ya utilizan tarjetas de memoria de formatos estandarizados como las SD, las XQD o las nuevas CF extreme (tipos A y B), aun hay en servicio una buena cantidad de equipos que sólo admiten soportes propietarios como las P2 de Panasonic, las SxS de Sony e incluso discos ópticos. Sin olvidar que es frecuente utilizar grabadores externos como los de Atomos o Blackmagic entre otros.

La capacidad de almacenamiento necesaria vendrá dada en función de la resolución, tasa de cuadros y códec elegido, pero no necesitaremos calculadora: los fabricantes suelen ofrecer unas cifras bastante fiables de los distintos tiempos de registro posibles en cada combinación, así como la velocidad de escritura mínima necesaria para asegurar la correcta grabación. De hecho, es frecuente encontrar que las propias cámaras no permiten seleccionar formatos que la tarjeta interna no soporta.

Ahí es donde entran en juego los grabadores externos, que a su vez también utilizan tarjetas y/o discos que también deben cumplir los requisitos necesarios en capacidad y velocidad para nuestras necesidades de rodaje.

Pero mucha atención, porque bajo la misma forma física de la tarjeta, especialmente en soportes SD, es posible encontrar una variedad inmensa de velocidades, factor que suele ir directamente relacionado con la gran variedad de precios dentro de la misma capacidad. Las categorías C (clase) U (UHS) y V (vídeo) dan una idea de sus prestaciones.

Aunque hemos utilizado la palabra discos, en esta fase ya no se suelen utilizar discos duros mecánicos, sino que son de tipo SSD, discos duros de estado sólido. En realidad son grandes tarjetas de memoria que a todos los efectos se comportan como un disco duro, con las ventajas de ser mucho mas rápidas, no contar con partes móviles y consumir mucha menos energía. Y que también existen con una muy variada gama de rangos de velocidad.

Es muy distinto el impacto de cada uno de los factores que inciden en el volumen de información generado, lo que coloquialmente se conoce como “el peso” (weight en inglés) del fichero: bastante proporcional y predecible si consideramos resolución (HD vs UHD), tasa de cuadros (24/25/29.97 vs 48/50/59.94) y espacio de color (4:2:0 vs 4:4:4). Pero abismales entre los muy diversos códecs (AVCHD vs H.265 vs RAW).

Permitid que nos acerquemos un poco a los extremos para ilustrar la amplitud de rangos que hoy se pueden estar manejando: desde unos 16 Gb por hora para un HD 4:2:0 en formatos de compresión medios aptos para edición (tipo AVCHD), hasta mas de 18 Gb por minuto para un 4k RAW 4:4:4:4 (ARRI Alexa) con el máximo de información posible para los trabajos más delicados y exigentes

Y por si las posibilidades no fuesen suficientemente amplias, empezamos ya con los “depende”. Porque además del registro original, depende de la criticidad del trabajo necesitaremos una copia de seguridad lo antes posible, depende de la inmediatez ese contenido deberá estar disponible en otro lugar casi simultáneamente, y depende del tipo de proyecto habrá que plantear su tratamiento de muy distintas maneras.

Lo que nos lleva a la segunda fase, la que hemos llamado manipulación que engloba todo lo relacionado con la ingesta, edición, composición, eta- lonaje, sonorización, masterizado, etc., donde las necesidades comienzan a multiplicarse y diversificarse.

Comenzamos por el extremo más sencillo en el que una misma persona rueda y edita, conectando el soporte original al ordenador. Con la prudencia necesaria para comenzar volcando el contenido a un primer soporte como el disco del ordenador, y hacer otra copia en disco externo o servicio cloud antes de empezar a editar. Porque ya sabemos lo que puede pasar con las prisas cuando editamos sobre el propio soporte original de la cámara o el grabador…

Además del ordenador en general, especialmente el disco debe cumplir los requisitos necesarios para que todo el material rodado fluya con la suavidad necesaria en su calidad original.

A medida que el proyecto crece, por volumen o complejidad, será necesario contar con un sistema de almacenamiento tipo NAS capaz de seguir cubriendo todas nuestras necesidades. Y éstas ya no serán sólo las de correr un contenido AV, sino que es posible que necesite mover varios flujos de distintos contenidos AV simultáneamente. De nuevo capacidad y velocidad del soporte serán los factores claves a tener en cuenta, con distintos fabricantes ofreciendo distintas soluciones en cuanto a velocidad, rendimiento, escalabilidad, etc.

A medida que nuestro proyecto sigue creciendo o sofisticándose, el sistema de almacenamiento compartido deberá dimensionarse proporcionalmente para mantener la capacidad y velocidad suficiente para proporcionar prestaciones a un equipo creciente de personas que trabajan de forma simultánea en el mismo proyecto o en la misma organización, tanto ingestando nuevos contenidos como utilizando los ya existentes. En este punto ya hay que añadir el factor de concurrencia, es decir, cuántos accesos simultáneos necesitaremos soportar.

Independientemente del tamaño del equipo, en función de la criticidad de los materiales será recomendable que nuestro soporte compartido disponga de una configuración RAID que permita aumentar la capacidad, mejorar el tiempo de acceso, y sobre todo salvar y recuperar eventuales pérdidas de datos. Las distintas configuraciones posibles de sistemas RAID permiten estas distintas funcionalidades combinando diversas técnicas.

También hay que considerar en esta fase, aunque siempre “depende” del proyecto, que no todos los proce- sos estarán unidos o serán secuenciales. Así, etapas como el etalonaje, la banda sonora o tantos otros, pueden tener sus propias necesidades de acceso al almacenamiento sobre los mismos materiales.

Habrá un punto de inflexión en el crecimiento, distinto para cada organización, en el que se haga mas interesante que el almacenamiento de los medios, o una parte de él, se encuentre en un servicio cloud. En este caso, la decisión no vendrá dada simplemente por cuestiones de capacidad o velocidad. Factores como la dispersión del equipo, la seguridad, la accesibilidad, la confidencialidad, y la rentabilidad entre otros, serán los auténticos determinantes de la decisión final.

En resumen, en esta fase de manipulación es donde normalmente encontraremos las mayores exigencias de requisitos de capacidad y velocidad simultáneamente, además en concurrencia de lectura/escritura para manejar adecuadamente nuestros contenidos AV.

Esta fase finaliza cuando ya hemos compuesto la pieza final, lo que casi siempre se convierte en un archivo único listo para ser disfrutado. Y esto nos lleva a nuestra tercera fase: la difusión.

Hoy hay que tener en cuenta las muy distintas posibilidades de difusión: desde la parrilla de difusión secuencial en los canales broadcast tradicionales, hasta los contenidos bajo demanda. En cualquier caso, al llegar a esta fase el volumen de información a manejar se ha reducido considerablemente. Ya no tenemos decenas de materiales para componer, en los que necesitamos el máximo posible de calidad para manejarlos en las mejores condiciones.

Los códecs disponibles permiten manejar compresiones importantes sin pérdida de calidad, ya que el material no va a sufrir modificaciones posteriores, así que los ficheros tienen un peso mucho mas liviano y fácil de manejar. Aun así, se necesita un volumen de archivo suficiente como para albergar todos nuestros contenidos. Y con la velocidad de acceso adecuada para servirlos bajo demanda si ofrecemos ese servicio.

En este caso, hay que tener en cuenta que se nos puede requerir enviar el mismo fichero en distintos momentos a múltiples destinos, y hacerlo a través de redes sobre las que apenas tenemos control, por lo que será importante dimensionar el fichero para asegurar que su transmisión se realice de la forma más fluida posible.

En definitiva, en esta fase habrá que cuidar especialmente la capacidad de acceso y lectura, mientras que la capacidad sólo estará condicionada por la cantidad de contenidos disponibles en nuestro catálogo, o simplemente la parrilla a emitir si pensamos sólo en difusión lineal. Y poniendo un punto de sensatez, será una plataforma distinta a la usada en la fase de manipulación.

En este caso, hoy predominan los servicios cloud que en formato NAAS (network as a service: la red como servicio) cuentan con el dimensionamiento suficiente como para resultar la inversión mas rentable para una buena parte de difusores de contenido. Aunque no siempre será la rentabilidad el factor decisivo, y en otras circunstancias o para determinadas organizaciones, se preferirá la gestión interna de estos contenidos.

Llegando ya a la siguiente fase, el almacenamiento a largo plazo, las tornas de requisitos se invierten. Será la capacidad mas que la velocidad el factor decisivo, ya que ahora unos segundos para encontrar el contenido no serán críticos, pero sí disponer de espacio suficiente. Y se mantiene el criterio de una nueva plataforma independiente de las anteriores para este alojamiento. Haciendo una analogía, esta sería la biblioteca del sótano.

Aunque todo esto nos lleva a un nuevo “depende”. Porque ¿qué es lo que queremos almacenar en esta ocasión? ¿todos los brutos de rodaje con calidad máxima para poder reeditar en el futuro? ¿Sólo la pieza final? Aunque sólo sea la pieza final, sí debemos conservar nuestro master con la máxima calidad posible, y no sólo con la versión suficiente para difusión. Porque sabemos por experiencia que las capacidades de todos los sistemas aumentan de forma exponencial con el tiempo.

En conclusión: No existe una única solución que resuelva todas nuestras necesidades, siendo en cambio la “escalabilidad”, la “flexibilidad” y la “adaptabilidad” los conceptos más importantes a tener en cuenta a la hora de diseñar y gestionar nuestro sistema de almacenamiento. Volviendo al principio, “¿para qué?” puede resultar el factor clave a tener siempre presente en cada una de las etapas.

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