Hábitat

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Debido a la inmensidad y profundidad de los océanos, hasta hace poco el hombre creía que podría utilizarlos para verter basura y sustancias químicas en cantidades ilimitadas sin que esto tuviera consecuencias importantes. Los partidarios de continuar con los vertidos en los océanos incluso tenían un eslogan: «La solución a la contaminación es la dilución.»

En la actualidad, basta con fijarse en la zona muerta del tamaño del estado de Nueva Jersey que se forma en verano en el delta del río Mississippi, o en la extensión de 1.600 kilómetros de plástico en descomposición en el Pacífico para darse cuenta de que esta política de la «dilución» ha contribuido a llevar al borde del colapso lo que tiempo atrás fue un ecosistema oceánico y marítimo próspero.

Existen pruebas de que los océanos han sufrido a manos del hombre durante miles de años, desde la época romana. Sin embargo, los estudios llevados a cabo recientemente demuestran que la degradación, especialmente en las zonas costeras, se ha acelerado en los últimos tres siglos a medida que han aumentado los vertidos industriales y la escorrentía procedente de explotaciones agrarias y ciudades costeras.

03 DESPLOMES PRECIPITADOS Darío Martínez 08 CONTAMINACIÓN MARINA María Núñez 14 A TRAVÉS DE 1000 RÍOS Laura González 20 RECICLAJE Y PANDEMIA Anna Gómez
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DESPLOMES PRECIPITADOS

El cambio climático está agotando poblaciones de peces fundamentales

La contaminación es la introducción de contaminantes nocivos que no son habituales en un ecosistema determinado. Algunos de los contaminantes más comunes derivados de la actividad humana son los plaguicidas, herbicidas, fertilizantes químicos, detergentes, hidrocarburos, aguas residuales, plásticos y otros sólidos. Muchos de estos contaminantes se acumulan en las profundidades del océano, donde son ingeridos por pequeños organismos marinos a través de los cuales se introducen en la cadena alimentaria global. Los científicos incluso han descubierto que los medicamentos que ingiere el hombre y que no llegan a ser procesados completamente por su organismo acaban en el pescado que comemos.

Muchos de los contaminantes que encontramos en los océanos son liberados en el medio ambiente mucho antes de llegar a las costas. Los fertilizantes ricos en nitrógeno que utilizan los productores agrícolas en zonas de interior, por ejemplo, acaban en las corrientes, ríos y aguas subterráneas locales, y más tarde se depositan en los estuarios, bahías y deltas. Este exceso de nutrientes puede provocar un crecimiento masivo de algas que consumen el oxígeno del agua, generando zonas en las que no puede haber vida marina o apenas existe. Los científicos han descubierto 400 zonas muertas con estas características por todo el planeta.

Los residuos sólidos como bolsas, espuma y otros desechos vertidos en los océanos desde tierra o desde barcos en el mar acaban siendo con frecuencia alimento de mamíferos marinos, peces y aves que los confunden con

comida, con consecuencias a menudo desastrosas. Las redes de pesca abandonadas permanecen a la deriva durante años, y muchos peces y mamíferos acaban enredados en ellas. En algunas regiones, las corrientes oceánicas arrastran billones de objetos de plástico en descomposición y otros residuos hasta formar remolinos gigantescos de basura. Uno de ellos, situado en el Pacífico septentrional y conocido como el Gran Parche de Basura del Pacífico, tiene una extensión que según las estimaciones llevadas a cabo duplica la del estado de Texas. A principios de 2010, se descubrió otra gigantesca isla de basura en el océano Atlántico.

La contaminación no siempre es física. En masas de agua de gran extensión, las ondas sonoras pueden propagarse a lo largo de kilómetros sin perder intensidad. La presencia cada vez mayor de sonidos de gran potencia o constantes procedentes de barcos, sónares, instalaciones petrolíferas e incluso de fuentes naturales como terremotos puede alterar los patrones de migración, comunicación, caza y reproducción de muchos animales marinos, en especial los de mamíferos acuáticos como la ballena y el delfín.

El hombre comienza a percatarse de la insostenibilidad de la filosofía de la «dilución». Muchas leyes nacionales y protocolos internacionales prohíben en la actualidad el vertido de sustancias nocivas en los océanos, si bien su aplicación es a menudo incierta. Se están creando santuarios marinos con el fin de mantener ecosistemas marinos prístinos. Asimismo, se están llevando a cabo iniciativas aisladas que han logrado cierto éxito en la restauración de

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estuarios y bahías. Un 18’2% de las muestras de peces comerciales que se analizaron en un estudio contenían plástico, según declara el informe. Concretamente, el pez espada y el atún rojo y blanco o bonito, que se encuentran además en la Lista Roja de las especies amenazadas como “en peligro” y “casi amenazado”, respectivamente.

En las costas de Mallorca, el tiburón bocanegra tampoco se libra: 21 ejemplares de los 125 que fueron analizados contenían plástico. El rorcual común y el tiburón peregrino mediterráneo también se encuentran expuestos a una exposición crónica al plástico. “Una estimación sugiere que, globalmente, al menos 170 especies marinas vertebradas e invertebradas ingieren desechos generados por el ser humano”, señala el estudio. El impacto en la salud humana aún se halla rodeado de incógnitas, aunque los científicos temen que se confirmen las peores sospechas cuando ya sea tarde para revertir la situación. En la sal, en el pescado, en los moluscos e incluso en el agua, el plástico que flota en los ecosistemas llega hasta nuestro organismo a través de porcentajes nada desdeñables: un 90% de la sal que consumimos se encuentra contaminada por plásticos, cifra que alcanza el 100% en el caso de España.

“En España se venden 50 millones de envases de bebidas cada día, de los cuales 30 millones no se reciclan”, afirmaba Julio Barea, responsable de la campaña de residuos de Greenpeace, a National Geographic España. Apenas 70 años desde la generalización de su uso, el plástico se ha colado en nuestro día a día hasta un punto en el que resulta inimaginable la vida sin él. Con un alcance incuantificable, los esfuerzos de los expertos se centran en frenar el despilfarro del plástico, a la vez que conciencian sobre la necesidad de proteger el Mediterráneo. Entre las iniciativas enfocadas a este fin, transformar la basura marina en la materia prima

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Ajemian dice que los macabíes no han cambiado mucho en más de 100 millones de años y es probable que este comportamiento los haya ayudado a resistir.

para la ropa es uno de los proyectos que sitúa la economía circular como palanca de cambio de esta situación. “Cada día, más de 2.000 pescadores de los puertos mediterráneos españoles depositan la basura recogida en sus redes en contenedores. El plástico de la basura se convierte en un filamento: el hilo del mar”, cuenta el documental Salvemos nuestro Mediterráneo. Tenemos el conocimiento y la tecnología para salvar el Mediterráneo. “Mi sueño es que en una década podamos volver a tener el mar prístino que un día fue: un mar lleno de vida”, concluye Manu San Félix.

Un clima extremo, sequías, gotas frías, hambrunas y fuertes tormentas arreciarán con mayor virulencia el área mediterránea como consecuencia del cambio climático, según alertaba el pasado mes de noviembre un estudio publicado en la revista Nature Climate Change. Además del cambio climático, el Mediterráneo se enfrenta a dos grandes amenazas: la sobrepesca y la contaminación. “Hemos perdido muchas especies, también emblemáticas, como la foca monje del Mediterráneo que está al borde de la extinción”, afirma Manu San Félix, el explorador de National Geographic y biólogo marino que da vida al documental Salvemos nuestro Mediterráneo, estrenado con motivo del pasado Día Mundial de los Océanos en la programación Especial Océanos de National Geographic.

“La sobrepesca está amenazando a muchísimas especies, los animales grandes son los primeros en ser eliminados, y también la contaminación, la pérdida de calidad del agua”, explica. “El mar Mediterráneo es un mar casi cerrado, tiene poca renovación, por lo que se nota mucho más que en otros mares abiertos ese vertido que hacemos sobre todo desde nuestros pueblos y ciudades”. Tan solo Europa vierte entre 70 y 130.000 toneladas de plástico al agua cada año, según el informe Liberando plástico en el mar Mediterráneo

de WWF. A nivel global, 8 millones de toneladas de plástico terminan en los océanos cada año, lo que se traduce en más de 250.000 toneladas de una epidemia que contamina ya hasta los rincones más recónditos del planeta.

Varias especies de este pez viven en aguas tropicales poco profundas de todo el mundo. Para capturar a un pez tan escurridizo, los pescadores expertos pasan años aprendiendo a imitar los movimientos de sus presas, como los camarones, con sus cebos. «Es un arte», afirma Matt Ajemian, ecólogo de pesquerías en el Instituto Oceanográfico Harbor Branch de la Universidad Atlántica de Florida. Cuando pican, «estos peces pegan fuerte» y pelean, cuenta Ajemian. «Son unos titanes, por eso la gente los adora».

Su apodo, «fantasmas grises», no solo se refiere a su esquivez, sino también a sus misteriosos hábitos de desove. Los macabíes del Caribe y el Atlántico occidental pasan el rato en aguas de pocos centímetros de profundidad. Pero en la temporada de apareamiento otoñal, desaparecen cuando se congregan y se aventuran a aguas profundas. Hasta hace poco, los investigadores no tenían ni idea de a dónde iban. Ajemian y su estudiante de doctorado, Steve Lombardo llevan años intentando rastrear a los macabíes del Caribe, Abula vulpes, en el norte de las Bahamas, entre ellas las Islas Ábaco. Tras unas cuantas temporadas empleando técnicas refinadas, en noviembre del 2019 el equipo etiquetó y siguió a varios macabíes mientras desovaban y lo que descubrieron los desconcertó.

Según describen en un artículo publicado en la revista Marine Biology, los investigadores descubrieron que los macabíes de Ábaco habían viajado desde la orilla hasta el borde de la plataforma continental y se habían sumergido a casi 140 metros de profundidad. También habían permanecido más de dos horas en las aguas profundas.

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Es un comportamiento peculiar. «No se ha observado a ningún pez que viva cerca de la orilla o en aguas poco profundas saliendo a mar abierto

El hallazgo es fundamental para la conservación, porque «si no se sabe dónde desovan los peces y cómo lo hacen y las condiciones que necesitan, es muy difícil gestionar una población», afirma Ajemian. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza considera a la especie caribeña «casi amenazada», en parte debido a la sobrepesca. Aunque se consumen en algunas partes del mundo, la mayoría de los pescadores recreativos los capturan y los liberan. En inglés se llaman «bonefish» o «peces hueso» porque tienen muchos huesos densos «que hacen que separar la carne sea laborioso», añade Ajemian.

Ajemian explica que, antes de desovar, los macabíes forman grandes bancos cerca de la costa al atardecer. Durante unos 10 minutos, saltan en la superficie. «A continuación, se alejan de la orilla en línea recta», afirma. A veces es un falso inicio: empiezan su viaje hacia alta mar y después, por el motivo que sea, regresan. Pero una noche de noviembre del 2019 —cuando había luna llena— todo se alineó. El equipo había colocado un rastreador acústico dentro de un macabí, al que rastreó con un hidrófono a bordo de un barco proporcionado por la Fisheries Research Foundation (también colocó sensores que fallaron o que se perdieron cuando los peces fueron depredados.)

Mientras los peces nadaban hacia alta mar, los científicos también les siguieron la pista mediante sónar. Cuando los peces llegaron a la plataforma continental, un viaje horizontal de apenas cinco kilómetros, se sumergieron y permanecieron a una profundidad de unos 91 metros durante más de dos horas. Se desplazaron arriba y abajo ligeramente, culminando en un rápido ascenso —de una profundidad de

unos 130 metros a 67 metros en menos de dos minutos— para desovar. Esta subida veloz haría que los gases de sus cuerpos se expandieran y los ayudarían a expulsar óvulos y esperma, añade Ajemian. Los investigadores afirman que se desconoce cómo los cuerpos de los macabíes son capaces de soportar el cambio de presión extremo y no existen precedentes en peces de aguas poco profundas.

El hallazgo plantea una pregunta obvia: ¿por qué se molestan los peces en hacer todo esto? «Salen de noche, hay tiburones dando vueltas al banco todo el tiempo», afirma Ajemian. «Es de alto riesgo». La recompensa debe ser considerable. «Con cualquier coste tiene que haber un beneficio, de lo contrario no existiría», explica Alan Friedlander, ecólogo de pesquerías y científico jefe del proyecto Pristine Seas de la National Geographic Society, que no participó en el artículo. A medida que los investigadores rastreaban a los macabíes, registraron la densidad y temperatura del agua y otras variables. Descubrieron que los peces pasaban gran parte del tiempo en la región en la que el agua superficial más cálida entra en contacto con el agua profunda más fría, sin embargo no se mezclan del todo.

Los investigadores plantean la hipótesis de que esto forma una capa diferenciada que podría ser el lugar ideal para que los huevos eclosionen y se desarrollen. Lombardo explica que aquí se acumulan pequeñas partículas llamadas nieve marina, que probablemente proporcionen comida para las larvas de pez. La capa también mantiene una temperatura relativamente constante y hasta cierto punto protege de las tormentas y los depredadores. También podría actuar como una especie de cinta transportadora para guiar a las larvas hacia la orilla a medida que se convierten en juveniles, un fenómeno que Lombardo planea estudiar.

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El hallazgo plantea una pregunta obvia: ¿por qué se molestan los peces en hacer todo esto? «Salen de noche, hay tiburones dando vueltas al banco todo el tiempo», afirma Ajemian.

Friendlander está de acuerdo en que los datos del estudio sugieren que los peces sienten la temperatura y la presión y «buscan las condiciones adecuadas para desovar». Ajemian dice que los macabíes no han cambiado mucho en más de 100 millones de años y es probable que este comportamiento los haya ayudado a resistir. Las anguilas europeas, que están emparentadas con estos peces, emprenden travesías aún más espectaculares para desovar en el mar de los Sargazos. Pero las anguilas hacen un viaje solo de ida. «Cuando las anguilas desovan, mueren, así que no lo hacen varias veces como los macabíes», que pueden viajar varias veces para reproducirse en un solo mes, señala Lombardo. Aunque esta investigación se centró en los macabíes del Atlántico occidental, «sí tenemos pruebas de que este comportamiento también podría ocurrir en especies de macabí del Pacífico», afirma Ajemian.

Este estudio sugiere que para gestionar a las especies de macabíes que están disminuyendo, quizá haya que proteger superficies más grandes «para tener en cuenta esa oceanografía dinámica» que determina dónde desovan, afirma Friedlander. «Tenemos que asegurarnos de mantener a estos animales y sus comportamientos naturales», afirma Friedlander. Si perjudicamos el comportamiento de los peces, incluyendo el desove, mediante repercusiones humanas

como la sobrepesca, podríamos condenar a una población de peces sin darnos cuenta, dice. «Ni siquiera sabríamos [que el comportamiento] existía y que quizá sea realmente importante para su supervivencia». Cada año, 8 millones de toneladas de plástico terminan en los océanos. Más de 250.000 toneladas de una epidemia que contamina ya hasta los rincones más recónditos del planeta, el equivalente a cinco bolsas repletas de plástico por cada 30 centímetros de costa, según el informe Mar de plásticos de la Fundación Aquae.

De todas las partículas de microplásticos, entre un 21% y un 54% están en la cuenca del Mediterráneo, donde más de un 95% de sus residuos son plásticos, porcentaje que a nivel mundial disminuye hasta el 60 u 80%. Así lo afirma Greenpeace en Un Mediterráneo lleno de plástico (2017), así como WWF en Una trampa del plástico (2018).

Sin embargo, no solo la ingente cantidad de plástico que hemos arrojado en unas cuantas décadas al océano debe ser el motivo de nuestra preocupación, sino también los responsables que cargan con el peso de la recuperación de los ecosistemas para revertir esta situación. Y España suspende: nuestro territorio arroja 126 toneladas de plásticos al día, colocándose como el segundo país que más plásticos vierte al Mediterráneo, tan solo detrás de Turquía, según afirma la WWF.

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CONTAMINACIÓN MARINA

Y sus diversas formas

María Núñez

Los residentes costeros del mundo sufren un aumento del nivel del mar más extremo del que suele reconocerse en general porque están concentrados en lugares donde la tierra se hunde rápidamente, según ha descubierto un estudio publicado el lunes en Nature Climate Change.

El nivel del mar está subiendo en todo el mundo a medida que los mantos de hielo de la Tierra se funden y el agua marina más caliente se expande. Pero a escala local, la subsidencia o hundimiento de la tierra puede agravar el problema drásticamente. Ciudades como Nueva Orleans y Yakarta registran un aumento del nivel del mar muy rápido respecto a sus litorales: la tierra se hunde mientras el nivel del mar sube.

Ahora, un equipo internacional de investigadores ha demostrado que este doble revés no es un mero problema local. El hundimiento de la tierra hace que los residentes de las costas del mundo sean desproporcionadamente vulnerables al aumento del nivel del mar: el habitante costero medio sufre una tasa de aumento del nivel del mar tres o cuatro veces superior a la media global.

«No hablamos de un pronóstico; esto está pasando hoy en día», afirma el autor principal del estudio Robert Nicholls, del Centro Tyndall para la Investigación sobre el Cambio Climático de la Universidad de East Anglia. «Y es bastante importante». El lado bueno es que, allí donde se hunden las tierras costeras, se debe en gran medida a actividades humanas como la extracción de agua subterránea, algo que las ciudades costeras pueden solucionar.

Algunos factores que contribuyen al hundimiento (o la subida) de las costas de la Tierra están fuera del control humano. Algunas partes de la Tierra siguen ajustándose a la desaparición de los glaciares que la cubrieron durante la última glaciación, brotando en algunos lugares y hundiéndose

en otros. En los deltas fluviales costeros, el terreno se hunde lentamente a medida que se compactan los sedimentos depositados.Pero además de esos procesos naturales, las actividades humanas, como la extracción de agua subterránea, la extracción de gas y petróleo, la extracción de arena y la construcción de diques fluviales, pueden hacer que el suelo se hunda.

Prevenir las crecidas de los ríos, que es algo bueno en sí mismo, también impide que los ríos extiendan los sedimentos que reconstruyen la tierra poco a poco. En lugares donde se concentran las personas, estas actividades, sobre todo la retirada de agua subterránea, suelen hacer que el terreno se hunda más rápido de lo que se hundiría solo mediante procesos geológicos: a lo largo del siglo XX, partes de Yakarta, Nueva Orleans, Shanghái y Bangkok se hundieron entre dos y tres metros.

El problema de la subsidencia y sus efectos en el aumento del nivel del mar —donde la tierra se hunde, los océanos suben la misma cantidad respecto a la orilla— están ampliamente documentados en determinadas ciudades. Pero antes del nuevo estudio, el efecto no se había evaluado a escala global. «Queríamos entender realmente cuál es la experiencia humana de aumento relativo del nivel del mar» teniendo en cuenta la subsidencia a nivel mundial, afirma Nicholls. Para estimar la tasa de aumento del nivel del mar que ocurre en miles de tramos de costa de todo el mundo, Nicholls y sus colegas recopilaron datos de cuatro fuentes fundamentales: observaciones por satélite del aumento del nivel del mar causado por el cambio climático; cálculos de modelos de cómo está ajustándose la tierra desde la última glaciación; datos sobre la subsidencia natural en 117 deltas fluviales y estimaciones de la subsidencia causada por los humanos en 138 grandes ciudades costeras.

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Contaminación acústica

El sonido procedente de sónares, submarinos, barcos e instalaciones petrolíferas y mineras puede propagarse a lo largo de kilómetros por el medio marino. Esto afecta directamente a los grandes mamíferos como ballenas, marsopas o delfines que utilizan ultrasonidos para migrar, alimentarse, reproducirse o comunicarse.

Hidrocarburos

Llegan al océano a través de vertidos, del drenaje de las aguas continentales o por otras actividades humanas (barcos de pesca, lanchas, cruceros, etc.). Cuando se produce un vertido de petróleo los animales (peces, aves) mueren asfixiados, además éste impide la entrada de la luz solar y los componentes procedentes de su descomposición pueden afectar al comportamiento y fisiología de los organismos de las criaturas.

Fertilizantes y detergentes

Ambos provocan el enriquecimiento en nutrientes de las aguas (eutrofización), pues mayoritariamente están compuestos de nitrógeno (fertilizantes) y fósforo (fertilizantes y detergentes). Cuando estos alcanzan las masas de agua las algas que viven en ellas comienzan a crecer y forman una capa de biomasa que impide la entrada de luz solar y la renovación del oxígeno y por tanto imposibilitando la vida en estas zonas eutrofizadas.

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Plaguicidas y herbicidas

Aunque principalmente se usan en tierra pueden llegar a los mares a través de los ríos y aguas subterráneas. Pueden disminuir las poblaciones de fitoplancton, algas y plantas marinas provocando una disminución en el oxígeno disuelto del agua. Además, pueden bioacumularse en los tejidos e ir ascendiendo en la cadena trófica, así como provocar alteraciones en el comportamiento y la reproducción, y producir daños en el sistema inmunológico, endocrino y neurológico de los animales (crustáceos, peces, mamíferos, aves).

Aguas residuales

En muchos casos las aguas residuales de las poblaciones y las industrias se vierten sin ningún control. Esto favorece la eutrofización debido al enriquecimiento de las aguas con materia orgánica y nutrientes, así como la entrada de químicos e incluso microorganismos y parásitos desestabilizando las comunidades acuáticas e incrementando el nivel de toxicidad del agua.

Plásticos y microplásticos

Los microplásticos (plásticos menores de 5 mm) como nurdles (materias primas para la fabricación de plásticos), purpurinas, microesferas de cosméticos y otros pequeños fragmentos de plástico se han encontrado en los aparatos digestivos de peces, aves e incluso humanos como resultado del movimiento de éstos por la cadena trófica. Pero el problema de los plásticos va mucho más allá, al ser compuestos orgánicos son capaces de absorber los tóxicos del ambiente por lo que una vez ingeridos se acumulan en los tejidos y se mueven a través de la cadena alimentaria.

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Los hallazgos fueron sorprendentes. Las mediciones por satélite sitúan el aumento del nivel del mar causado por el cambio climático en 3,3 milímetros al año. Nicholls y sus colegas descubrieron que, de media, los litorales de la Tierra habían tenido una subida relativa ligeramente inferior de unos 2,6 milímetros al año entre 1993 y 2015, ya que muchos terrenos siguen subiendo debido al repunte glaciar. Pero ahí no es donde vive la mayoría de la gente. Durante el mismo periodo, los habitantes costeros del planeta observaron un aumento del nivel del mar medio de 9 milímetros anuales.

Según los autores, esto refleja el hecho de que los habitantes costeros están concentrados en zonas que se hunden rápidamente, entre ellas deltas fluviales y ciudades costeras que están hundiéndose. El problema es muy grave en el Sudeste Asiático, donde 185 millones de personas vivían en llanuras de inundación costeras en el 2015, casi un 75 por ciento del total global. Esas personas viven con las amenazas de las crecidas fluviales y el aumento del nivel del mar. Si la subsidencia continúa al ritmo actual, muchos más residentes costeros podrían correr peligro en las próximas décadas. El estudio reveló que solo el crecimiento demográfico previsto hará que la cantidad de personas que viven en llanuras de inundación costeras pase de 249 millones en el 2015 a 280 millones en el 2050. El aumento del nivel del mar causado por el cambio climático situará a otros 25 o 30 millones de personas en esa zona de inundación; la subsidencia urbana continua sumará de 25 a 40 millones de personas más a esa cifra.

Harold Wanless, experto en aumento del nivel del mar de la Universidad de Miami, advierte que podría ser inexacto suponer que las altas tasas de subsidencia urbana actuales continuarán hasta mediados de este siglo. «Shanghái, por ejemplo, ya lleva un tiempo intentando limitar las suyas», escribe Wanless por correo electrónico. «Y el aumento del nivel del mar en los próximos 30 años obligará al abandono de partes de estas ciudades bajas».

Una consecuencia fundamental del estudio es que las ciudades costeras del mundo deberían tomar medidas de inmediato para limitar la subsidencia, antes de que los efectos combinados del hundimiento del terreno y el aumento del nivel del mar obliguen a los residentes a retirarse tierra adentro. Para muchas ciudades, Nicholls afirma que el «problema fundamental» es la extracción de agua subterránea, que hace que los sedimentos de los acuíferos se compacten y que la tierra se hunda sobre ellos. Esa fue la situación en Shanghái, donde la subsidencia se reconoció como un problema en la década de 1920 y se ha mitigado mucho en las últimas décadas mediante una mejor gestión del agua subterránea. Se aplica lo mismo a Tokio, donde partes de la ciudad se hundieron más de cuatro metros durante el siglo XX debido al rápido agotamiento del agua subterránea. En la actualidad, la ciudad casi ha eliminado la subsidencia estableciendo normas estrictas de bombeo.

En otros lugares, como el delta del río Misisipi en la ciudad costera de Luisiana, que se hunde rápidamente, deshacer parte de los daños causados por las medidas históricas de control de inundaciones será la clave para reducir la subsidencia. Allí se ha puesto en marcha un plan multimillonario para restaurar el ciclo natural del crecimiento de los humedales creando agujeros en el sistema de diques fluviales del siglo XX. Eso permitiría que los sedimentos

se extendieran de nuevo a las marismas cercanas. «Cada localidad debe entender su situación», afirma Arnoldo ValleLevinson, oceanógrafo e ingeniero costero de la Universidad de Florida que no participó en el nuevo estudio. ValleLevinson afirma que el estudio ofrece «una buena forma de recordar a los municipios costeros que no solo deben prestar atención al aumento del nivel del mar inducido por el cambio climático». A la larga, dice que habrá que adecuar las estrategias de adaptación a los problemas locales.

Nicholls está de acuerdo en que es esencial entender y abordar las causas locales de la subsidencia. Pero espera que, al plantear el hundimiento de las tierras costeras como un problema global, el nuevo estudio fomente el intercambio de conocimientos entre regiones que han desarrollado buenas estrategias de mitigación y que haga que los encargados de formular políticas climáticas presten más atención al problema. «Pueden plantearse la mitigación de la subsidencia del mismo modo que la mitigación climática», afirma Nicholls.

Mil millones de objetos plásticos llegarán al océano para finales de 2020 si no lo evitamos. A día de hoy, el ritmo asciende a 9 millones de toneladas de plásticos arrojadas al océano cada año. Planeta o Plástico, la iniciativa plurianual global de National Geographic que lucha por evitarlo a través de la concienciación sobre el tremendo impacto que tiene el plástico en nuestro planeta, ha evitado hasta la fecha que más de 249.784.550 restos de plásticos lleguen hasta nuestros ecosistemas.

¿Su objetivo final? Lograr su compromiso: evitar que esos mil millones de objetos plásticos abarroten nuestros océanos en 2020. Viralizada a través del hashtag #PlanetaoPlástico en las redes sociales, la iniciativa narra semana a semana los nuevos acontecimientos que esta crisis ambiental, abordándola desde la ciencia y tratando en todo momento de concienciar a una de las piezas claves en esta transformación: el consumidor.

Además del compromiso educativo y divulgador, el esfuerzo de la iniciativa va también dirigido a realizar una importante investigación científica que aporte un mayor conocimiento de las consecuencias de esta crisis. Su fuerte compromiso de sostenibilidad corporativa interna va también de la mano con la continua cooperación con asociaciones innovadoras, corporaciones afines y organizaciones no gubernamentales. Una destacada historia como marca líder

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en exploración y divulgación científica sitúan a National Geographic en un lugar privilegiado para asumir y narrar este compromiso desde la ciencia. Los datos más impactantes y las imágenes más desoladoras de la iniciativa siguen de cerca el testimonio del rastro que deja esta huella con un objetivo: ¿sabemos cuál es el impacto que causamos al tirar el plástico directamente a la basura, sin reciclarlo? Millones de personas aún no son conscientes de cómo estas pequeñas acciones diarias marcan la vida de nuestro planeta y de millones de personas que se ven afectadas.

los proyectos más innovadores de lucha contra esta plaga. Heather J. Koldewey, codirectora de National Geographic Society, fue pionera en conservación marina comunitaria ya en 1996 a través del Proyecto Seahorse. Más adelante, Koldeway desarrolló Net-Works, un proyecto premiado que ha implementado una novedosa cadena de suministro que se basa en las comunidades para lograr que las redes de pesca desechadas se transformen en hilo de nylon reciclable en el mundo de la moda, de forma que aliviar los problemas medioambientales contribuya a la par en reducir la pobreza de las comunidades de la costa en países en desarrollo.

Para estudiar los efectos de estos microplásticos, otros proyectos como el de Ambon-Malaku, en Indonesia, estudian la contaminación marina. De la mano de la investigadora Corry Yanti Manullangl, el Centro de Investigación de Aguas Profundas - Instituto de Ciencias situado en este emplazamiento evalúa los metales pesados e investiga todo tipo de desechos plásticos marinos. La educación es otro de los pilares sobre los que se asienta el compromiso de Planeta o Plástico. Enfocados a ella se desarrollan también decenas de proyectos como el de Daniela Vilema, líder del proyecto Charles Darwin Foundation’s Marine Education Program, que trabaja para concienciar a las comunidades waorani sobre la situación de las fragiles poblaciones de tiburones de las Islas Galápagos y su estrecha relación con el plástico.

Redes de pesca, botellas de plástico, bolsas, tapones y bastoncillos de los oídos tapizan playas y fondos de océanos y flotan en una sopa de plásticos hasta en los lugares más remotos del planeta. Mostrando los terrible efectos que tiene en la flora y fauna de nuestro planeta, esta iniciativa quiere llegar hasta ti, transformando la realidad desde el gran poder que tiene el consumidor. Cada gesto, cada detalle cuenta. Por ello, National Geographic insta a cada persona a comprometerse y realizar un cambio profundo en su utilización del plástico a través de acciones simples, pero conscientes.

Hasta las regiones más remotas del planeta han llegado los compromisos de Planeta o Plástico, gracias a aventureros como David de Rothschild, aventurero, ambientalista y fundador de MYOO, considerado embajador y héroe del clima por el Foro Económico Mundial. Desde las regiones más frágiles del planeta, este explorador atrae a los medios para mostrar la realidad de estos rincones y hacer un llamamiento a la acción.

Con este objetivo, en 2010, se embarcó en la iniciativa el Plastiki, una aventura en el océano a bordo de un catamarán de 60 pies que se construyó con más de 12.500 botellas y una tecnología única reciclable llamada Seretex para reccorrer más de 8,000 millas a través del Océano Pacífico, desde San Francisco hasta Sydney. La producción mundial de plásticos ha aumentado desde las 2,3 millones de toneladas en 1950 a 162 millones en 1993 y a 448 millones en 2015. La idea del Seretex es reutilizarlo a la vez que se evita seguir sumando más cantidad de este material al planeta y, en su lugar, aprovechar este recurso para usos más inteligentes. Entre los casos de éxito más relevantes de la línea Planeta o Plástico se encuentran algunos de

Con más de 5 billones de fragmentos de plástico flotando en nuestros océanos, a lo largo y ancho del planeta hay miles de especies que tratan de adaptarse a nuevos ecosistemas a menudo drásticamente modificados por esta plaga. Para 2050, casi todas las especies de aves marinas del planeta comerán plástico. Colillas de cigarillos, botellas, tapones, envoltorios, bolsas, vasos, recipientes y todo tipo de objetos plásticos constituyen hasta el 73% de los residues que se encuentran en nuestras playas

Hasta las regiones más remotas del planeta han llegado los compromisos de Planeta o Plástico. ¿Quieres ayudar al planeta a la vez que conciencias y entras en el sorteo de 10 packs de #PlanetaOPlástico? Te regalamos una botella metálica, una bolsa de tela y una camiseta. Para participar, tan solo tienes que ser seguidor de nuestro Instagram o nuestro Twitter y compartir la publicación menciónandonos y utilizando el hashtag #PlanetaOPlástico.

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Redes fantasma

Son aquellas redes que se pierden o se tiran al mar. Al quedar a la deriva, animales como tortugas, aves, delfines y tiburones se enredan en ellas convirtiéndose en sus verdugos. Pueden provocar grandes heridas, laceraciones y la muerte pues los animales no pueden moverse y escapar.

Productos químicos

En el océano pueden encontrarse toda clase de químicos como resultado de vertidos intencionados o del transporte desde los continentes y las costas. Este abanico se extiende desde metales pesados y residuos radiactivos procedentes de las industrias hasta medicamentos, drogas y hormonas entre otros. Porque los efectos de estas sustancias son la muerte por envenenamiento en los casos más extremos, la aparición de malformaciones, distintos desórdenes metabólicos y conductuales, la bioacumulación en la cadena trófica pudiendo llegar de nuevo a nosotros.

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A TRAVÉS DE 1000 RÍOS

El plástico llega a los océanos

El problema de los residuos plásticos se ha complicado aún más, así como los esfuerzos para detener su llegada a los mares del mundo. Los ríos son los conductos principales de los residuos plásticos a los mares. En 2017, dos grupos diferentes concluyeron que el 90 por ciento de los residuos plásticos transportados por ríos que desembocan en los océanos circulaban por unos pocos grandes ríos continentales, como el Nilo, el Amazonas y el Yangtsé, los tres ríos más largos del mundo. Limpiar esos ríos —10 ríos en un estudio y 20 en el otro— podría ayudar a resolver el problema, acordaron los expertos.

Una nueva investigación publicada en Science Advances ha puesto esta idea patas arriba. Los científicos han descubierto que el 80 por ciento de los residuos plásticos se distribuyen entre más de 1000 ríos, no solo 10 o 20. También descubrieron que la

mayor parte de esos residuos son transportados por ríos pequeños que atraviesan zonas urbanas densamente pobladas, no por los ríos más grandes. Por consiguiente, el Yangtsé, que atraviesa 6300 kilómetros a lo largo de China y desemboca en el mar de la China Oriental, y que se clasificaba como uno de los más contaminados por el plástico, ha sido desplazado por el río Pasig de 26 kilómetros, que circula por la capital, Manila, de aproximadamente 14 millones de habitantes.

Supone un gran cambio. Pero revela dos cuestiones importantes y fundamentales para comprender y resolver el problema de los residuos plásticos. La investigación destaca la propagación ubicua de los residuos plásticos a literalmente todos los rincones del planeta y la necesidad de hallar soluciones mucho más caras y complejas logísticamente de lo que

sugieren los eslóganes de la campaña contra los plásticos. El estudio también respalda lo que han sostenido durante mucho tiempo científicos marinos y otros expertos: que la solución definitiva para proteger los océanos y sistemas de agua dulce es contener los residuos plásticos en tierra, donde se originan.

Gary Bencheghib, que dirige Sungai Watch, una campaña para limpiar 45 ríos en Bali, afirma que, en su opinión, la investigación de 2017 no tenía mucho sentido. Supone un gran cambio. Pero revela dos cuestiones importantes y fundamentales para comprender y resolver el problema de los residuos plásticos. «No respaldaba lo que veíamos sobre el terreno en Indonesia, en los arroyos más pequeños. Vivimos en los trópicos en una región volcánica donde literalmente hay ríos cada 500 metros y todos están plagados de residuos plásticos».

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Mejores datos, grandes cambios

Los humanos hemos utilizado los ríos desde los albores de la civilización para desechar residuos. Con todo, cuando el problema de los residuos plásticos se disparó en la última década, la mayoría de las investigaciones se centraron en el plástico de los océanos. El análisis de los ríos y otros sistemas de agua dulce se ha quedado rezagado. Por ejemplo, la primera evaluación a gran escala de los residuos plásticos del río Ganges, en la India, realizada por la National Geographic Society, terminó hace solo 18 meses. El mes pasado se puso en marcha un análisis similar del río Misisipi cuando 100 alcaldes de ciudades a lo largo de su curso se unieron para patrocinarlo como medida inicial para reducir los residuos plásticos. Japón está llevando a cabo un estudio para rastrear el plástico en los ríos nacionales Ganges y Mekong.

La nueva investigación se basa en nuevos modelos y en ella han participado algunos de los científicos involucrados en ambos estudios de 2017. Afirman que los datos disponibles hace cuatro años eran limitados, de ahí el mayor hincapié en el tamaño de las cuencas fluviales y la densidad de la población. En total, los científicos analizaron los residuos plásticos en 1656 ríos para el nuevo estudio de la fundación.

El nuevo modelo tiene en cuenta la actividad en dichas cuencas fluviales, como la proximidad de los ríos a la costa y los efectos de las precipitaciones, las corrientes de viento y el terreno, como la pendiente, que facilita el movimiento del plástico hacia los cursos de agua. El plástico circula con más facilidad por ríos de zonas urbanas pavimentadas que en bosques, por ejemplo, y recorre más distancia en climas lluviosos que en climas secos. Los investigadores también tuvieron en cuenta la proximidad de los vertederos a los ríos y concluyeron que aquellos a 10 kilómetros de los ríos son más propensos a verter basura en ellos.

«Una diferencia muy importante respecto a hace unos años es que no consideramos los ríos meras cintas transportadoras de plásticos», afirma Lourens J.J. Meijer, autor principal del estudio. «Si se introduce plástico en el río a cientos de kilómetros de la desembocadura, no quiere decir que ese plástico acabe en el océano».

Cuanta más distancia tienen que viajar los residuos plásticos por un río, menos probable es que alcancen el mar. En el río Sena, en Francia, por ejemplo, se han encontrado a lo largo de la ribera botellas de plástico con etiquetas que datan de la década de 1970. Una de las sorpresas, según

Meijer, es que los ríos pequeños en islas tropicales transportan muchos residuos plásticos, como en Filipinas, Indonesia y la República Dominicana. Del mismo modo, ríos de Malasia y Centroamérica, que son relativamente cortos, también descargan grandes concentraciones de residuos plásticos.

«No siempre son los sospechosos habituales, como el Ganges o el Yangtsé», señala Meijer. Otro hallazgo es que cómo fluye plástico hacia el mar difiere según el clima. En las regiones tropicales, los ríos vierten plásticos en los mares de forma continua, mientras que los ríos de las regiones templadas pueden arrojar la mayor parte de los plásticos en un solo mes, normalmente agosto, en la estación lluviosa, o incluso durante fenómenos puntuales, como las inundaciones repentinas.

Hay una línea argumental de los estudios de 2017 que se mantiene: la mayoría de los ríos que transportan plástico a los mares se encuentran en Asia. De los primeros 50 ríos de la nueva lista, 44 están en Asia, lo que según los autores del estudio refleja la densidad de población. «Asia y el Sudeste Asiático son los focos, pero eso podría cambiar», dice Laurent Lebreton, uno de los coautores. «Me preocupa un poco África en las próximas décadas. La población

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en las soluciones

está aumentando, es muy joven y la economía está mejorando, así que la gente comprará más cosas».

La investigación, que se sometió a una revisión por expertos externos de dos años antes de su publicación, fue financiada por The Ocean Cleanup, una organización sin ánimo de lucro fundada por Boyan Slat, el empresario holandés cuya quijotesca idea de 30 millones de dólares para limpiar el plástico del Océano Pacífico lo convirtió en una celebridad internacional. Lebreton y Meijer trabajan para esta organización.

El equipo de Slat ha desarrollado una máquina devoradora de basura llamada «Interceptor» para recoger los residuos de los ríos. Es una variación del Mr. Trash Wheel, la barcaza de ojos saltones impulsada por una rueda hidráulica que ha limpiado el Inner Harbor de Baltimore, Maryland, desde 2008 y que ahora lidera una flota de cuatro ruedas de recogida de basura.

En 2019, Slat anunció que planea producir en masa 1000 Interceptores y que los desplegará en cinco años. La pandemia ha reducido el ritmo de producción, pero varios dispositivos ya están funcionando en ríos de Malasia, Indonesia, Vietnam y la República Dominicana. El desafío, según Slat, es aumentar la escala para cumplir una meta tan ambiciosa. «No es muy

difícil hacerlo en un río», dice. «Es muy difícil hacer diez o cien o mil».George Leonard, científico jefe de Ocean Conservancy que no participó en el estudio, afirma que los retos de limpiar 1000 ríos, pese a los avances de las máquinas diseñadas para abordar dicha tarea, ponen de manifiesto el mensaje

que esta organización lleva repitiendo desde hace tiempo. «Siempre hemos dicho que hay que mantener el plástico fuera del océano desde un principio, no depender de la limpieza como solución. Eso quiere decir mantenerlo fuera de todos los ríos».

Centrándose
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Un nuevo estudio publicado el jueves en la revista Science describe las consecuencias del calentamiento marino en especies de peces de gran importancia comercial. La industria pesquera mundial depende de recursos pesqueros, poblaciones regionales de peces que se pueden capturar con fines económicos. Los investigadores determinaron que la cantidad de peces en poblaciones importantes de todo el mundo han disminuido una media de un cuatro por ciento desde 1930.

Los recursos pesqueros ubicados en el mar de Japón y en el mar del Norte son los más afectados, ya que han experimentado un descenso de hasta un 35 por ciento. Sin embargo,

otras pesquerías sacan provecho del calentamiento de las aguas y sus poblaciones crecen, una expansión que, según los científicos, podría generar una competición insostenible por los recursos. «Nos sorprendió la intensidad de las consecuencias del calentamiento en las poblaciones de peces», afirma Chris Free, autor principal del estudio y ecólogo de la Universidad de California, Santa Bárbara.

Para medir el efecto del calentamiento y la sobrepesca, Free empezó por analizar los datos de temperatura de los últimos 80 años y los comparó con la productividad de una pesquería cualquiera durante periodos de temperaturas más altas

que la media. El equipo analizó 235 poblaciones de 124 especies de peces en 38 regiones distintas. El calentamiento del agua puede hacer que algunas poblaciones de peces disminuyan al someter a los peces a estrés metabólico y dificultar que se reproduzcan o encuentren comida. La calidez de las aguas también puede provocar una disminución del zooplancton, un alimento fundamental para los peces. Los impactos en organismos más pequeños pueden tener un efecto dominó en el resto de la cadena trófica.

En el mar del Norte y el mar de Japón, donde midieron un aumento de la temperatura del agua, los científicos descubrieron que la sobrepesca había aumentado la vulnerabilidad de las poblaciones de peces. «Es un golpe doble», afirma el coautor del estudio Malin Pinsky, ecólogo de Rutgers. «Si la pesca ya les afecta, es más probable que respondan mal ante el calentamiento».

«Sabíamos que los animales se desplazaban a nuevos lugares, pero no me di cuenta de que ya había afectado a la capacidad de estas poblaciones para producir peces».

Will White, ecólogo de pesquerías de la Universidad del Estado de Oregón que no participó en el estudio de Free y Pinsky, dice que sus conclusiones resaltan la importancia de la gestión de las pesquerías. «En muchas pesquerías de la costa oeste, la gestión ha sido históricamente buena, lo que nos ha proporcionado resistencia», afirma White. De 2014 a 2016, la costa oeste vivió la presencia letal de una masa de agua caliente a la que llamaron «the blob». Cuando calentó las aguas del Pacífico, mató a las criaturas marinas —como zooplancton— de las que se alimentan los salmones, poniendo en peligro la salud de las lucrativas pesquerías de salmón de Oregón.

«No estoy seguro de que haya forma de salir de esta», dice White acerca del grave calentamiento marino. Pero, a una escala global menos drástica, dice que la gestión de pesquerías debería tener en cuenta el calentamiento marino como una herramienta importante. Pinsky advierte que no se debe considerar que el aumento de las poblaciones es una buena señal.

«Los peces son como Ricitos de Oro», afirma Pinsky. «Para unos, [el agua] está demasiado fría, pero, si se calienta, estará demasiado caliente». Asimismo, si aumentan las poblaciones de una especie de pez, estas podrían invadir el territorio de otras especies.

En la costa de Nueva Inglaterra, han aumentado las poblaciones de Centropristis striata. «Resulta que les gusta comer bogavante. A medida que se vuelven más abundantes, podrían empezar a afectar al bogavante

americano. Son efectos en cadena». Si las tendencias demográficas actuales continúan al mismo ritmo, el mundo necesitará duplicar su producción de alimentos para 2050. Para compensarlo, los líderes mundiales tienen la mira puesta en las pesquerías como fuente fundamental de proteína para millones de personas. En 2016, se pescaron 171 millones de peces y se prevé que dicha cifra aumente

a 201 millones en los próximos 10 años. Se estima que 3.000 millones de personas consumen pescado como principal fuente de proteína. Cree que una mejor gestión podría contribuir a mitigar los impactos del calentamiento. Por ejemplo, establecer zonas donde se prohíbe la pesca permite que las poblaciones de peces se recuperen de la sobrepesca y les da tiempo suficiente de reproducirse.

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RECICLAJE Y PANDEMIA

Cómo impedir que las mascarillas contaminen el planeta

Anna Gómez

Las mascarillas, guantes y toallitas se fabrican con varias fibras de plástico, principalmente polipropileno, que permanecen en el medioambiente durante décadas, quizá siglos, fragmentándose en microplásticos y nanoplásticos cada vez más pequeños. Según un estudio publicado en Environmental Advances, una sola mascarilla puede liberar hasta 173.000 microfibras en el mar cada día.

«No se van a ninguna parte», afirma Nicholas Mallos, que supervisa el programa de desechos marinos de Ocean Conservancy. Las mascarillas y guantes tirados al suelo son transportados por el viento hasta ríos y arroyos, que los llevan hasta el mar. Los científicos han documentado su presencia en las playas de Sudamérica, en las desembocaduras de los ríos en la bahía de Yakarta, en la costa de Kenia y en las Islas Soko deshabitadas de Hong Kong. El EPI desechado ha atascado los desagües de Nueva York a Nairobi y ha obstruido la maquinaria del sistema de alcantarillado municipal de Vancouver, en Columbia Británica.

Estos objetos están afectando a los animales. En los Países Bajos se ha observado a la innovadora focha común, un ave de rostro blanco que mide unos 30 centímetros de alto, construyendo nidos con mascarillas, asumiendo que sus grandes y larguiruchos pies no se queden atrapados en las tiras de ajuste. Esto les ha ocurrido —a veces con consecuencias mortales— a cisnes, gaviotas, halcones peregrinos y aves cantoras, según un estudio publicado en Animal Biology.

Las mascarillas, los guantes y las toallitas no son reciclables en la mayoría de los sistemas municipales ni deberían tirarse en las papeleras de reciclaje domésticas. Las mascarillas pueden contener una mezcla de papel y polímeros, como polipropileno y poliéster, que no pueden separarse en corrientes puras de materiales únicos para su reciclaje. Además, son tan pequeñas que se quedan atrapadas en las máquinas de reciclaje y causan averías (el EPI empleado en centros médicos se desecha como residuos médicos peligrosos.)

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Joana Prata, investigadora de salud ambiental en la Universidad de Oporto, Portugal, y autora principal de un estudio sobre las repercusiones de la pandemia en los plásticos, señaló que los ciudadanos necesitan información clara sobre cómo utilizar y desechar el EPI. «Esto incluye la eliminación adecuada como residuos mixtos en bolsas cerradas a prueba de fugas».

Los problemas generados por el EPI han llegado en un momento complicado en los esfuerzos para reducir los residuos plásticos. Se prevé que la cantidad de residuos plásticos acumulada en los océanos se triplicará en los próximos 20 años, sin soluciones reales en el horizonte. Aunque se mantuvieran todos los compromisos corporativos para utilizar más plásticos reciclados, el cambio reduciría esa triplicación proyectada en solo un 7 por ciento. La pandemia también ha incrementado la producción de envases desechables, ya que los consumidores han comprado más comida para llevar, y porque las prohibiciones de las bolsas de plástico de un solo uso, como las bolsas de la compra, se suspendieron por el temor de que las reutilizables propagaran el virus. Asimismo, en parte debido a los recortes en los ajustados presupuestos municipales, un tercio de las empresas de reciclaje de Estados Unidos han cerrado total o parcialmente.

Días después de que se declarara la pandemia el pasado marzo, Justine Ammendolia, investigadora marina afincada en Toronto y becada de la National Geographic Society, vio durante sus paseos diarios que había cada vez más mascarillas y guantes. También advirtió la ausencia de una supervisión estructurada del EPI por parte del gobierno u otra organización mientras se extendía por la ciudad. Para identificar focos, la propia Ammendolia documentó mascarillas, guantes y toallitas en seis lugares, entre ellos dos aparcamientos de supermercados, un distrito hospitalario, dos zonas residenciales y un sendero. Registró 1306 artículos a lo largo de cinco semanas el pasado verano. Como era de esperar, los

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aparcamientos de los supermercados tenían la mayor cantidad, seguidos por el distrito hospitalario. «No es la mayor cantidad de plástico del mundo», dice. «Pero lo que pasa es que vamos a cambiar después de este suceso, y también cambiará nuestra relación con la desechabilidad. Esto llama la atención sobre la cantidad de residuos que se producen. Este es el punto de partida de la conversación».

Algunas causas, como la contaminación, son insidiosas. Todas las sustancias químicas acaban llegando al océano, donde provocan problemas duraderos. Rob Deaville, gestor de proyectos del CSIP, dice que hay pruebas de animales enfermos con niveles más altos de contaminantes químicos que los sanos, aunque cuesta demostrar la causalidad. Por su parte, la contaminación por plástico también puede dañar a estos animales por los enredos, la ingestión o la acumulación de microplásticos en sus cuerpos.

Finalmente, la posibilidad de chocar con barcos supone un problema en particular para especies lentas como las ballenas francas glaciales. Las colisiones pueden causar heridas graves (o la muerte) y provocar varamientos. Con motivo del Día Mundial de los Océanos, que se celebra este sábado, National Geographic estrenó el pasado lunes 3 de junio el documental Salvemos nuestro Mediterráneo, que se podrá ver en vídeo bajo demanda durante todo el mes de junio. Un viaje submarino a través de nuestras costas en el que el explorador de National Geographic Manu San Félix muestra cómo hemos arrasado los ecosistemas en menos de cinco décadas y propone las soluciones necesarias para revertirlo.

Con la más alta densidad de microplásticos flotantes en sus aguas, la contaminación de la cuenca del Mediterráneo acapara algunas de las peores consecuencias de esta plaga, donde el plástico supone ya un total del 95% de los residuos. Salvemos nuestro Mediterráneo es el reflejo de la pasión por el océano de Manu San Félix y sus más de treinta años luchando

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por recuperarlo antes de que sea demasiado tarde. «Estamos a tiempo», alerta San Félix. «Pero tenemos que reaccionar ya, es ahora o nunca». «Bienvenidos al primer vuelo del mundo sin plásticos de un solo uso» recita el mantel del nuevo menú de la compañía aérea Hi Fly. Cubiertos de bambú y recipientes biodegradables han dado vida al escenario del primer ensayo de una exitosa iniciativa que ya se ha puesto en marcha de forma íntegra en cuatro vuelos y de forma parcial en doce, logrando un ahorro total de 1.500 kilogramos de plástico.

En un momento decisivo para la sostenibilidad del planeta, el proyecto ha hecho partícipes hasta el momento a más de 4.400 pasajeros durante el trayecto entre Portugal y Brasil. Pero el compromiso de la compañía no termina ahí: su presidente Paulo Mirpuri afirmó ante el despegue del primer avión que “este histórico vuelo de Hi Fly, sin plástico de un solo uso a bordo, subraya nuestro compromiso de convertir a Hi Fly en la primera aerolínea ‘sin plásticos’ del mundo dentro de 12 meses”. En esta línea, el pasado mes de julio, uno de los aviones de la compañía se vistió de llamativas ilustraciones e impactantes datos para sumarse a la lucha.

En un planeta donde se estima que en 2020 la producción de plásticos superará los 500 millones de toneladas anuales, un 900% más que en 1980 según datos de Greenpeace, este primer paso ha sido acogido con entusiasmo y con la esperanza de que el resto de compañías se sumen al gesto. Cada día son más las iniciativas privadas que se suben al tren y asumen el imprescindible papel que les otorgan los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. La función de los líderes empresariales como palanca de cambio para la transformación social es fundamental para lograr el cambio que el medio ambiente nos exige.

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El fin de la era de la «dilución»

El hombre comienza a percatarse de la insostenibilidad de la filosofía de la «dilución». Muchas leyes nacionales y protocolos internacionales prohíben en la actualidad el frecuente vertido de sustancias nocivas en los océanos, si bien su aplicación es a menudo incierta. Se están creando varios santuarios marinos con el fin de mantener ecosistemas marinos prístinos. Asimismo, se están llevando a cabo iniciativas que han logrado cierto éxito en la restauración de estuarios y bahías.

Diseñado, ilustrado y maquetado por Verónica Espinel

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