Cristina salas cuadernos de viaje

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Cuadernos de viajes 2010-2014



Cuadernos de viajes

L a palabra saca-trapos me lleva a imaginarme que cuelgo trapos viejos y mojados al sol. En realidad sacatrapos es una herramienta en forma de espiral que sirve para sacar los tacos de las armas de fuego. En fin así se llamaría la exposición colectiva que realizaríamos Pablo Almeida, Karina Cortéz, Patricio Ponce, Ernesto Proaño, David Santillán, Alex Schlenker en la Casa de la Olmedo del centro. Yo me quedé con la definición literal: saca-trapos y pensé que para esta exposición sacaría mis viejos cuadernos. Esos que me han acompañado por muchos viajes siempre dentro de la cartera y que si no fuera porque los exhibo en esta ocasión, estarían solitarios y empolvándose.


Esta sería la oportunidad para seleccionar un dibujo de cada cuaderno, exhibirlos y realizar un catálogo. De esta manera el catálogo se convierte en otro cuaderno: la selección de 24 dibujos de 19 cuadernos y de 4 años consecutivos de dibujarlos. Este, es el ejercicio de recorrer mi trabajo creativo en el tiempo y visualizar la repetición de algunos elementos y a la vez sus diferencias. De alguna manera es como si exhibirlos me haría marcar el fin de una etapa para comenzar otra. Pero marcar etapas creo que es a veces una ilusión, pues uno es la misma persona y el trabajo creativo fluye como si nunca se desprendiera de un solo hilo conductor que es uno mismo porque nadie puede escapar de si mismo. Los cuadernos son para mí una parte fundamental de mi proceso creativo, son el espacio en donde más encuentro libertad


porque son un objeto íntimo. Son para mí: un diario de viajes, una terapia, un pasatiempo, un calendario, una lista de quehaceres y sobretodo me sirven como registro de mi memoria. Además son útiles para calmar ansias en momentos de espera. Siempre llevo mi cuaderno con una bolsita de marcadores, de esta manera encuentro un momento para ejercitarme o decir lo que se me ocurra sin importar nada. Estas páginas en blanco las he ido rellenando durante muchos viajes: hay cuadernos que hice en España mientras realizaba mi maestría; otros fueron a Francia cuando hice una residencia, me acompañaron a México, Puerto Rico, Cuba, Estados Unidos, Turquía, Holanda, y sobretodo Ecuador, que es donde actualmente vivo. Cristina Salas Quito, 2014












Flores de un momento Hubiera pensado que de las flores sólo podía emanar miel y sabiduría. Pero cuando me dejé llevar por ese dulce aroma que inundaba el jardín mi garganta empezó a anudar esa nostalgia que tan bien conocía y de la cual siempre había querido alejarme. La nostalgia trae el pasado, recuerdos sin forma ni cara, y lo que yo quiero es sentir es el sempiterno presente, que está, que se fue, que vuelve a estar. Tal vez me estoy engañando y el presente es una transformación instantánea al pasado, lo cual lo convertiría en un estado nostálgico constante. He de callar mi mente, lo que quiero es inhalar la sutileza que sólo las flores saben crear. Ese engañoso sabor a tranquila felicidad. Engañoso porque no es más que una efeméride, ese insecto que vive nada más que unas horas al día desde el momento que nace, en cuyo tiempo sobrevuela los prados y ríos con absoluta desesperación, absorbiéndolo todo, gritando extasiado antes de caer inherte a la corriente que se lo lleva, meciéndolo como a bebé.


Al caminar toco con las yemas de los dedos los pétalos de estos pequeños seres. Sedosos, rosados, amarillos, frágiles como la vida. El cielo se desdibuja y yo con él. Somos varios entes divididos. El uno mismo en todas sus facetas. Caminamos por el jardín como un ciempiés, cogidos de la mano para no perdernos, porque de llegar a separarse uno de nosotros, al volver a ser uno, no seríamos el mismo. Sería sólo un recuerdo, sería la nostalgia misma. Hemos de cogernos fuerte y no soltarnos, ni siquiera a esa parte de uno que es insoportable, esa otra que vive en el enojo y esa que camina con camisa de fuerza. Qué hermosas estas flores, que me transforman en animal, en pensamiento, en impulso, en armonía, que me desdoblan, me golpean, cortan y besan, y luego me devuelven a mi estado natural. Nathalie Moeller Escritora











Poema #9

Son una niña pija, Un explorador sin miedos, Un niño pequeño que no sale de su esquina, Una madre sin hijo, Un perro de la calle Que se alimenta de las sobras que le botan desde las ventanas, Una prostituta de bragas de encaje Que baila en su pole Y le brilla la mirada Son una pareja joven Una pareja de ancianos Que se miran sin mirarse Que se cogen de la mano Es un pianista profesional Un escalador del Everest Un piloto de avión Un jardinero que no siembra Y espera una cosecha abundante El niño, el de la esquina, sólo quiere jugar, reír Llenarse de tierra Cantar sin palabras Tarear y caminar sin rumbo


Calles sin rumbo. Veredas amplias Árboles enormes, viejos Ancianos, sabios y silenciosos Que acarician la ciudad y saben la verdad del mundo Calles sin carros calles de piedra LLenas de sombra Luz de sol que sale de los faroles Y nubes con personalidad que siguen a cada habitante según se les antoja Mojándolos Nublándolos Confundiéndolos Riéndose a carcajadas Riéndose hasta caer Hasta llorar Lagrimas de tristeza De esa que duele Por no poder olvidar


Olvídate ya de mí recuerdo. ¡Vete! ¡Vuela! ¿No quieres ser libre acaso? Eres extraño recuerdo triste. Te abro las puertas Y te quedas ahí inmóvil Pegado a mi cual ventosa. En esta ciudad, Bipolar como ella misma, Los habitantes se saludan O se insultan a la cara según el caso Se ven a los ojos Caminan descalzos Caminan bailando. En esa ciudad Sólo estoy yo. Nathalie Moeller Escritora
















Pez hoja Son una especie rara No diría que en extinción Pero escasos, sí. (O tal vez sólo tímidos) Sutiles brillan cual concha Y en sus entrañas vive una luz Traslúcida a veces (O tal vez sólo tímida) Una luz creación Una fuerza incontrolable Inevitable Iris galáctico Visible sólo al sensible Al buscador eterno Ese curioso de mirada viva Viva como la luz Se ve en ella Es ella Vienen de la misma tierra Son el mismo polvo A través de sus escamas se transparenta el brillo Rosa, púrpura, verde menta.


Hierbabuena Canela Naranja Escurridizo como todo lo raro Frágil como lo sutil El pez hoja cae del árbol Sólo cuando está listo para morir Y durante su tiempo en el árbol Se mece con dulzura Baila con el viento Su vientre luminoso Su creación desesperada Aquello por lo que es Aquello que hace Ya lo dijo Heráclito, “El pez hoja, nace, crea, ilumina, y cuando llega el otoño se desprende de su rama y nada con el aire sin mirar atrás”. Nathalie Moeller Escritora





















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