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29 de agosto de 2017. ComitĂĄn de DomĂ­nguez, Chiapas Editor responsable: Alejandro Molinari

398 LA REVISTA QUE HABLA DE VOS

En un mundo llamado Arana

Arenilla Fotogramas parlantes


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CONTENIDO 5. EDITORIAL 10. ZAGUÁN Arenilla: Carta a Mariana, donde aparece una muñeca

25.CORREDORES Fotogramas parlantes En un mundo llamado Arana

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EDITORIAL El 26 de agosto Julio Cortázar cumplió 103 años de nacido. Se dice en presente porque Julio, a través de sus libros, está vivo. Julio Cortázar es uno de los mejores escritores de cuento. Él tiene la capacidad de narrar historias que envuelven al lector. Desde el principio de cada relato logra crear una atmósfera en el que el lector cómplice debe ir completando el juego. Un libro muy recomendado, para los lectores que quieran conocer más de Cortázar, es “Clases de literatura”. A través de estas líneas el lector tiene el privilegio de trasladarse a Berkeley y recibir la voz de Cortázar, una voz que resuena en un “salón” donde los muchachos participan y levantan las manos para hacer preguntas al gran Cronopio; él, por su parte, contesta con la misma sencillez de siempre, pero con inteligencia desbordada. La lectura de este libro es un buen pretexto para festejar un año más de vida del gran Julio. ¡Feliz cumpleaños número 103!


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ZAGUÁN


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CARTA A MARIANA, DONDE APARECE UNA MUÑECA ARENILLA Querida Mariana: Hay fotografías que son muy sencillas, que tienen pocos elementos. En esta fotografía no hay más que un piso, una flor, unas hojas, pétalos regados y una muñeca. No sé si los verdaderos artistas buscan tal fórmula en sus creaciones: pocos elementos que produzcan muchas y atractivas lecturas. Si le preguntara a Hugo Nandayapa o a Ángel Gabriel Penagos, ellos podrían decirme si esta fotografía tuvo el enfoque correcto. Ellos, estoy seguro, dirían que le falta luz. Y la luz, todo mundo lo sabe, es elemento esencial para lograr una buena fotografía. Entonces, esta fotografía no es una buena fotografía. Pero esta fotografía no tiene la pretensión de lograr ser admirada por los observadores ni la intención de ser de concurso. ¡No! Su pretensión es más sencilla: es la pretensión de quien se toma una selfie o de quien va a un día de campo y toma una fotografía para conservar un recuerdo. Esta fotografía es el testimonio de un instante, no es más que un testimonio de la muñeca que tejió mi Paty. Cuando coloqué la muñeca en el piso pensé que así como el geranio le da vida al muro, de igual manera, las muñecas dan vida. Yo no soy fotógrafo, soy, eso sí, un observador de fotografías, he visto miles de ellas colgadas en las salas de las casas, en los álbumes personales, en exposiciones, en celulares y en carteras. El otro día, la tía Eugenia me llamó y me dijo que me sentara a su lado. Sacó una cartera pequeña que llevaba adentro de una cartera más grande y, de una bolsita con mica, tomó una foto tamaño infantil, en blanco y negro. La foto estaba toda ajada, mostraba un rostro infantil que parecía viejo por tanta arruga del papel. “Es tu prima Elena”, dijo. Elena tiene la misma edad que yo (sesenta años), radica en Nuevo Laredo. Tiene más de treinta años que salió de Comitán y jamás ha vuelto. Las manos de mi tía temblaban mientras sostenían la foto. Ella se emocionó. Me entregó la foto y yo la tuve entre mis manos, mientras ella sacaba un pañuelo de la cartera grande y se secaba los ojos. La fotografía había tocado el corazón de la tía. ¡Claro!, dirás vos, esta foto tocó a la tía porque muestra a su hija ausente. Si otra persona observara la fotografía de Elena nada le diría. Pero, el verdadero fotógrafo es aquel que logra, a través de una foto, hacer que el personaje central sea la Elena de cada uno. He visto (tal vez vos también) observadores en el museo que se emocionan con una imagen. Una vez vi una fotografía de un artista guatemalteco que mostraba una niña cargando una muñeca similar a esta. La niña estaba en medio de un basurero, al lado de cubetas deshechas, pañales sucios, cadáveres de perros y, a un metro de donde estaba la niña, un montón de llantas donde estaban parados tres zopilotes con sus alas desplegadas. La muñeca que la niña sostenía estaba toda sucia, le faltaba un brazo y no tenía un ojo. Sin duda, la había encontrado tirada, pero la acariciaba como si fuera nueva. El título de la fotografía era escueto: “La mamá con su hija”. Dejé de ver la fotografía y miré a la señora que estaba a mi lado, ella lloraba. La foto, sin duda, la había “tocado”. Esa niña anónima, gracias al genio del fotógrafo, era la Elena de cada uno.

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Vi a mi Paty tejer por horas y horas la muñeca. La vi deshacer una pierna, porque le había quedado más gorda que la otra, y volver a tejerla. Así estuvo durante muchos días. Poco a poco yo era testigo de cómo el estambre tomaba forma, la forma de una niña bonita. Cuando me la enseñó ya terminada y se la pedí para tomarle una foto no pensé más que en conservar ese instante, un instante hecho de miles de instantes, en los cuales mi Paty abonó su cariño. Esta muñequita es como la flor del geranio. Ha hecho la diferencia en el universo. Sé que algún día, como la flor, se secará y sólo será un recuerdo, pero cuando alguien, dentro de muchos años, vea esta fotografía tal vez le produzca algún sentimiento. Tal vez esta muñeca sea la Elena que todos llevamos en el corazón. Posdata: Le dije a Paty que no la venda, que no la regale. Le dije que procure conservarla. Si alguien quisiera comprársela no le pagaría lo que vale; si la regalara, más temprano que tarde quedaría olvidada en algún rincón. Pero ella hará lo que desee. Yo no me preocupo, así como no me preocupé por saber que a la fotografía le faltaba luz. Y no me preocupo porque a la muñequita de Paty le sobra luz y yo, en esta fotografía, conservo a la muñeca para siempre, ¡para siempre!

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CORREDORES


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FOTOGRAMAS PARLANTES

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Tus vecinas, las argüenderas, cuando miran que llevás novio nuevo a tu casa.

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Una “fiesta” comiteca, cuando no hay marimba ni pan compuesto.

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Cuando te encontrás a un “acarreado” por el parque: -”¿Ves? Solito y fuera de la fila para recibir su playera, casi pareciera inofensivo.

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-¿Y ustedes? ¿Tienen algún animal sagrado en Comitán? -Sí, claro. ¡El tacuatz!

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Si sos primerizo con la bicicleta, no querรกs estar luego, luego, al nivel de los ciclistas comitecos.

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Yo vivo en un mundo llamado Arana Yo vivo en un mundo llamado Arana. En Arana no existen bustos de bronce que recuerden a los héroes. En los lugares donde se supone debería existir un busto para recordar a los héroes que nos dieron patria ¡hay árboles! Y no hay bustos porque, una mañana, los sabios se dieron cuenta que sólo servían para que las palomas cagaran las estatuas. Era un triste homenaje para los héroes. Así pues, en Arana se decidió que, en lugar de bases de cemento y bustos de bronce, se sembraran árboles que fueran un permanente homenaje a esos hombres y mujeres que lucharon porque la patria fuera como un sitio donde los viejos se sentaran a ver los patios y en éstos los niños jugaran juegos sencillos como volar papalotes o brincar la cuerda. Es lindo ver las plazas llenas de árboles y de viejos y de hombres y de mujeres y de niños que juegan y que cuelgan columpios en las ramas que son los brazos de los héroes y de las heroínas; es lindo ver cómo las niñas juegan sus muñecas o revisan sus celulares a la sombra de los hombres y mujeres que nos dieron patria. Al principio del decreto todo mundo estuvo feliz de la determinación de prohibir la erección de bustos, menos las palomas, éstas se molestaron porque les habían quitado el gusto de ensuciar las cabezas de los héroes y de heroínas, pero pronto lo olvidaron porque fueron felices a la hora de treparse en los árboles que homenajeaban a los personajes de la historia, porque pudieron cagar a los niños que jugaban debajo. Los niños no se molestaban porque los ancianos dijeron que era buena suerte que una paloma manchara las camisas. Después de todo, una mancha en la camisa se quita más fácil que una mancha eterna en los bustos de héroes, que siempre están sucios.


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