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12 de septiembre de 2017. Comitán de Domínguez, Chiapas Editor responsable: Alejandro Molinari

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Carta inédita de José Luis González Córdova


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CONTENIDO 5. EDITORIAL 10. ZAGUÁN Arenilla: Carta a Mariana, con un listado de nombres incorregibles

25.CORREDORES Fotogramas parlantes

Carta inédita de José Luis González Córdova

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EDITORIAL Llegamos a cuatrocientos números, ¡cuatrocientas semanas! Una mañana del año dos mil publicamos el primer número de DIEZ, la Revista Digital de Comitán. Esa mañana, como siempre sucede con realizaciones nuevas, nos invadía una gran emoción. Emoción que, después de trescientos noventa y nueve números, se renueva en este cuatrocientos. Nos emociona saber que un número indeterminado de lectores lee, semana a semana, esta revista que ya es un referente de la identidad del pueblo. El archivo ya es inmenso. Sin duda es motivo de consulta para algún tema en específico, sobre todo en lo referente a personajes importantes de la comunidad. Nos complace saber que el espíritu con que nació se ha fortalecido. La DIEZ es una revista sin pretensiones soberbias. Es una revista llana, sencilla. Sabemos que esto lo han valorado los lectores y por ello la han hecho suya. Llegamos al cuatrocientos. Nuestro interés mayor sigue siendo complacer al lector, complacerlo con brindarle una lectura espontánea que, con humor y alguna pizca de irreverencia, le permita seguir caminando por en medio de árboles llenos de aves y de nidos. Llegamos al cuatrocientos y con ello renovamos nuestro compromiso y nuestra lealtad con vos que, ahora, leés estas líneas. Gracias por acompañarnos en esta aventura.


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ยกGracias! 5


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CARTA A MARIANA, CON LISTADO DE NOMBRES INCORREGIBLES

ARENILLA Querida Mariana: Me preguntan por qué no uso el Benito. Mis nombres son Alejandro Benito. En las portadas de los libros que escribo uso sólo el nombre de Alejandro y mi apellido paterno. Por esto, alguien me preguntó, en pregunta clásica, si no tenía madre. Sí, tengo dos nombres y dos apellidos y, por supuesto, en respuesta clásica, tengo mucha madre. ¿Por qué sólo Alejandro Molinari? ¿No suena muy snob decir que es mi nombre artístico? Porque (perdón por la comparación) así lo usan escritores y artistas famosos: Elena Poniatowska, José Emilio Pacheco, José José y más ejemplos. Ya se ha dicho que García Márquez tuvo que emplear los dos apellidos porque el García es muy común en Latinoamérica. Yo (perdón) puedo usar sólo el Molinari porque no es un apellido tan común como sí lo es en Italia o en Argentina. En México no hay muchas personas que tengan el apellido Molinari. Conocí a un señor que siempre firmaba como César C. y es que la C era de Caralampio y tal nombre no le gustaba. Lo mismo pasó con mi amigo Jorge M. porque la M era de Maximiliano y todos sus amigos bromeaban diciéndole que su nombre significaba “El máximo culo”. Yo no tengo problema con el Benito. Al principio no sé quién de la familia dijo que me bautizaron con el nombre de Benito porque mi papá era descendiente de italianos y admiraba la figura del Duce Benito Mussolini (todo mundo sabe que Mussolini llevó el nombre de Benito porque su papá admiraba la figura del mexicano Benito Juárez). Así que durante mucho tiempo conté tal versión. Yo era Benito por Mussolini. Un día mi mamá escuchó mi versión (mi papá ya había fallecido) y me dijo que era una versión falsa, mi papá admiraba la figura de San Benito (el maravilloso santo cuyo ideario de vida era “Ora et labora”, reza y chambea). Y entonces me sentí más orgulloso y trato de llevar a la práctica dicho ideario: Oro y laboro. Oro como un canto de agradecimiento por la bendición de la vida y laboro como un canto de agradecimiento por la bendición de la vida. Sí, una cosa es parte de lo otro y viceversa. No me molesta el nombre. Cuando alguien me dice “Benito” me siento bien. Pero, como ya dije, empleo mi primer nombre y mi apellido paterno como una forma de reducir el esfuerzo de pronunciación de la otra persona. Entiendo que los mexicanos hacemos lo mismo cuando mencionamos a Benito Juárez, pocos (sólo los pedantes) lo señalan con sus nombres y apellidos completos: Benito Pablo Juárez García. Lo mismo sucede con Maximiliano de Habsburgo, ¿quién menciona sus tres nombres: Ferdinand Maximilian Joseph? Rebeca me dijo un día que Vargas Llosa no tuvo empacho en usar sus dos apellidos, y agregó “Él sí tuvo madre y lo reconoció”. Le dije que sus dos apellidos sonaban eufónicos, pero él tuvo que elegir uno de sus tres nombres. Vargas Llosa se llama Jorge Mario Pedro. Le dije a Rebeca que si me hubiese llamado así mi “nombre artístico” hubiera sido: Jotaemepe Vargas.

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Edgar Allan Poe no sufrió para elegir su nombre de batalla. Lo que ya no supo es que, en la actualidad, los

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millones de lectores que lo mencionan sólo dicen Poe y con eso es suficiente. Sucede un poco lo mismo con los nombres de las ciudades. Si un compa dice que vive en Tuxtla nadie pregunta si es Tuxtla Gutiérrez o Tuxtla Chico. Se sobreentiende que vive en la capital chiapaneca. Lo mismo sucede con el compa que dice que es de San Cristóbal, o el más chavo in que dice que vive en San Cris. Pocos comitecos decimos que vivimos en Comitán de Domínguez. La mera verdad es que, orgullosos, decimos que somos de Comitán y con eso está dicho todo. No se trata de que a Comitán no le guste el Domínguez. Es algo más sencillo: se trata de un ahorro de palabras, de colocar una sola nube en el cielo, para hacerlo más diáfano, más hermoso. Posdata: Vos sos una privilegiada, porque tus papás tuvieron el tino de ponerte un solo nombre, uno de los nombres más hermosos del mundo: Mariana (Claro, si hubieras sido varón, no faltarían los maldosos que dijeran que eras una contracción de agua y desechos). Aunque, si lo mirás bien, tu nombre son dos nombres: Mar y Ana. ¡Pucha, sos dos en una y valés por mil!

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CORREDORES


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FOTOGRAMAS PARLANTES

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Cuando sos el único que no sentiste el temblor y no sabés ni cómo es que estás a salvo.

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-Tenés que elegir ¡ya! ¿Qué pistolón te gusta más? -Primero probemos los tiros.

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Como te gustarĂ­a bajar las escaleras cuando suenan las alarmas de sismo.

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-Comitán es la ciudad más bonita -¿Comitán? -Sí, Comitán. Si te digo que es Comitán ni modo que sea Margaritas.

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-No´stoy bolo, se los juro, hip. De seguro es otra réplica, hip.

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La noche del 18 de agosto, en el Museo de la Ciudad, de Comitán de Domínguez, se brindó un homenaje a la memoria de José Luis González Córdova, maestro y escritor que tanto dio a su pueblo. En dicho acto, su hermana Ana Bertha leyó un texto que escribió a propósito del acto y entregó a la dirección de la revista DIEZ copia de una carta que Pepe le envió el 5 de febrero de 1984. Dicha carta es un inédito. Da muestra exacta de la capacidad de escritura y de la imaginación que Pepe tuvo. En este número 400 de DIEZ compartimos ambos textos con los lectores.

CARTA QUE JOSÉ LUIS GONZÁLEZ CÓRDOVA LE ENVIÓ A SU HERMANA ANA BERTHA, EL DÍA 5 DE FEBRERO DE 1984. Srita. Ana Bertha González C. Tuxtla Gutiérrez. Hola colega, qué alegría invade mi corazón, porque escribirte es algo emocionante e inesperado, pues ya sabes cómo es mi pluma, caprichosamente aventurera. Espero que las cosas estén saliendo sin contratiempos; yo por acá estoy muy bien, he tenido días muy agradables. Hoy, por ejemplo, me siento muy motivado, estoy emocionalmente equilibrado, no tengo ninguna preocupación, mi alma está en paz con mi cuerpo. Por eso he querido escribirte, para compartir contigo mi tranquilidad. Recibe un saludo de tu hermano que mucho te quiere, por favor hazlo extensivo a Martita, Vicky y compañeros de trabajo. Después de un acalorado debate con los duendes que integran la mesa de honor, en el “Congreso de Academias de la Carta” (C.A.C), las apasionadas polémicas dieron vida a esta misiva, que adquirió fuertes contornos de ilusión en el macizo pedestal de la mentira. Como era de esperarse, surgieron ponencias peregrinas, otras exóticas, nacidas de una falsa verdad sin chiste. Pero yo, que soy un sagaz buscador de fantasías, pude, a pesar de todo, descubrir bajo el antifaz, donde se ocultaba esta épica historia. Desde este momento te invito


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a regresar conmigo el tiempo, nos situaremos algunos años después de la Conquista de México. “A un lugar de Chiapas, de cuyo nombre no quiero acordarme”, hacia el año de 1528, año de nuestro Señor Jesús Cristo, llegó junto con el conquistador, Diego de Mazariegos, un buen hombre, de oficio castrense y más castellano que la Ciudad de Castilla La Nueva. Este buen hijo de Dios se llamaba: Don José Pepín Gonzaga, descendiente directo de los Duques de Córdova; por línea paterna también tenía conexiones sanguíneas con los Torres de Marfil y Arca de la Alianza de Sevilla; y por línea materna, de las Gobernadora de las Islas Bermudas en el Atlántico. Noble Hidalgo, Caballero de la Orden de Nicalococ, Marqués del Valle de Chichimá, Conde de Villa Las Margaritas, Capitán de Dragones Chupadores de Posh, de su Excelentísima e Invictísima Señora, la Reina Soledad, “alias La Solterona”. Triunfador de la expedición a las Indias Chamulas y Señor del Jun Chavín. También pesaban sobre sus hombros, los altos cargos que su majestad, el Rey Juanote de la Marimba Chica, le había encomendado: Gobernador, fusilero, lero candelero, médico, sacerdote y arrendador de las nuevas tierras y riquezas de su altísimo y católico señor, el Rey. Junto a él vivía su inseparable caballerango, un mayordomo que hacíase llamar Francisco Cabeza de Vaca (a primera vista parecía idiota, pero fijándose bien… ni duda cabía), pues este noble vasallo hacía las veces de cobrador, arcabucero, cocinero, consejero y todo lo que termina en ero, también compañero, y amigo entrañable de Don José Pepín (hay que aclarar que eran los únicos habitantes de la Villa Rica de Comitán.)


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Un día este noble caballero, Don José Pepín, quiso dar por terminado el celibato en que había vivido; podía decirse que en aquella región y sus alrededores no había quién le ganara en experiencia y aventuras, en el que las faldas eran factor importante, pero nunca quiso echarse la soga al cuello del compromiso nupcial, en primera porque era nómada y segundo porque su vida estaba llena de peligros y además amaba la libertad; pues ya había visto cómo sus compañeros de aventuras iban quedando encarcelados en los fuertes e indisolubles barrotes del matrimonio, y por consiguiente tenían que trabajar el doble, para sostener a la familia completa de la esposa, en la que entraba en cuenta el novio de su cuñada. Una vez enterados de los antecedentes, Don José Pepín mandó llamar al elocuente escritor oficial de cartas, que por cierto era empleo que también desempeñaba Francisco. Don José le platicó cuáles eran las intenciones que él tenía, para lo cual enviaría una carta a su queridísima hermana, Doña Ana Gonzaga, que vivía en Tuxtlán, Gobernadora de la tierra de los conejos, Duquesa del Sumidero, Condesa del Chorreadero y Marquesa del Aguacero, para que ella le ayudara a conseguir los favores de la hija de Doña Catalina la Grande, y él poner a sus pies toda la riqueza que había amasado en sus años de soledad. Francisco no podía dar crédito a lo que estaba oyendo, a su amo se le había reventado el hilo de la cordura o de plano se había metido el diablo en su correoso cuerpo, pero a pesar de todo, no tuvo más remedio que empezar: Soberana y Alta Señora: Queridísima hermana, os escribo para contaros mis pesares y haceros partícipe de mi más ingrato delirio.


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Fijaos, honradísima señora: la antigüedad y la muerte siempre han allanado la senda de los vivos y por lo mismo es insensato querer impedirla, pero es inteligente el tratar de continuarla con nuevas generaciones, antes que la materia y las energías vuelvan al gran crisol universal. Por eso quiero que mi vasto territorio se llene con bandadas de blancas cigüeñas, que estas antiguas montañas se vistan de gala, que los bañe con lluvia de oro el sol naciente, que los mercaderes proyecten sus sombras móviles en las pedregosas calles; por eso quiero que vos me consigás los favores de la hija de Doña Catalina La Grande y poder ofreceros un nuevo sobrino cada año, pues tendríamos que aprovechar el tiempo, puesto que mi fortaleza física muy pronto se verá menguada. ¡Ah!, y cuando ese día llegue, las albas cúpulas del templo de nuestro Señor, el mártir San Caralampio, dejarán a un lado su muda presencia, las campanas se echarán a vuelo y dejarán oír en toda plenitud su sonora vibración, las calles de Villa Rica abandonarán su apacible tranquilidad y por sus calles y plazas se escucharán tambores y flautas. Decidle, por favor, a la doncella que un sentimiento indefinido inspira mi alma, que Dios en mi destino puso de por medio el purgatorio de su amor, que hoy me martiriza y ha hecho que rompa mi silencio. No deseo que mi carta sea como una de esas hojas que se desprenden y se marchitan al separarse del árbol que les dio vida -como miembro arrancado por la impetuosa mano del vendaval- cuya hermosura aún luciría radiante sobre el árbol de mi amor. Os lo ruego, decidle que la levante y no deja que se pierda y ruede en el polvo del olvido. Hermana: Nunca por tunante me he tenido Y tampoco por lisonjero audaz. He repudiado ser mordaz Todo cuanto he podido. La suerte en mí, mal ha sido Pues de espaldas siempre ha estado Y no es que yo la espere sentado Si me ha perseguido desde nacido. El buen Dios me ha castigado Con una sangre tan ardiente, Si el fuego es tan caliente Y muchas veces me he quemado. Pero tú, alma te empeñas


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Buscar necia en esta vida, Una tras otra hazaña fementida Y luego presurosa la desdeñas. Yo sé que mi razón te ofende Y que jamás caerás vencida. Sonríes mentirosa a la herida Antes de que tu tozudez enmiende. ¿Pero retornas corazón plebeyo Por el camino de la pasión mundana? Pecas de entrega profana Y sufres por lo que no es bello. De piel engañosa el cuerpo se viste Pasado el tiempo el desecho Y no estarás satisfecho Si no alcanzas el perdón por lo que hiciste. Deseo ingrato, padezco tu tiranía Aunque burlado después yo sea, Mi carne arrugada es fea Y pasión atisbo en lejanía. Cuán miserable me concibo, Gústame mujer que de soberbia vive, Belleza presumida por ella se desvive Y yo sufriendo vivo.

Bueno, mi ilustre hermana, espero que sepáis comprender mi desventura y que aceptéis la confabulación que os propongo. Vos sabéis que las cartas se escriben por turnos y este es el turno que de que yo me calle. P.d. A continuación escribo una carta para Doña Catalina La Grande. Estimada y lejana señora: La ocupación de mis negocios y el cuidado de los suyos propios de nuestro excelentísimo y católico rey -pues debo informaros que soy gobernador de sus vastos territorios del surme ha impedido tener tiempo para rascarme la cabeza y para pensar en otras cosas. Digo


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esto, señora mía, para que sepáis que soy casto de cuerpo y alma, y ocasión no he tenido para caer en pecado de ninguna especie. Perdonad señora del alma, si vuestra merced hasta ahora tiene noticias de este pobre servidor suyo; que antes pensado no había en contraer nupcias, pero hoy al saber de la belleza de vuestra pulcra hija promesa ha hecho de dejar aventuras por selvas y despoblados y asentar la cabeza en un hogar. Después de saber de esa noble belleza, no he tenido otro pensamiento más que el de solicitaros la mano de vuestra hija. Mi corazón enferma de desesperación frenética, ya se le ha llagado la delgada tela que le cubre y le envía la salud que él no tiene. Señora, no os preocupéis si su hermosa hija me desprecia, si sus pensamientos no son en mi pro, si sus desdenes me son en mala hora, aunque yo esté de eta manera sufrido. Yo sé que mal podré sostenerme en esta cuita, que además de ser fuerte es duradera. Ya mi queridísima hermana, doña Ana, os contará con más amplitud.

Quiero ser de vuesa merced, el más favorecido.

El que yerno desea ser suyo. El gobernador: José Pepín Gonzaga.

Bueno, manita, ya me despido. Creo que esta vez no tuvo mucho chiste mi carta, pero te mando mi corazón para que lo guardes junto al tuyo. Saludos a tus compañeros de trabajo. Desde el castillo de gobierno en la Villa Rica de Comitán, en Chiapas, tierra de la Nueva España.

Al cuarto (sic) día del mes de febrero, de mil novecientos ochenta y cuatro.


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PALABRAS DE ANA BERTHA GONZÁLEZ CÓRDOVA 18 de agosto de 2017. Museo de la Ciudad, Comitán de Domínguez, Chiapas. Mi hermano Pepe amaba la vida, la familia, la bohemia, el amor, las letras, los libros. Una de sus frases favoritas era un pensamiento de Facundo Cabral: “Se gana, se pierde; se sube, se baja; se nace, se muere; y si la historia es tan simple ¿Por qué preocuparse tanto?”. Buenas noches, hoy trataré, de manera breve, resumir una historia de vida que duró 49 años y que hace 12 fue llamado al descanso eterno; anticipadamente para nosotros, pero a tiempo con los designios de Dios. Pepe convivió maravillosamente con la familia todas las etapas de su vida, de manera armoniosa, con el amor de sus padres y hermanos. Nuestros padres, desde la infancia, nos inculcaron el respeto a las tradiciones y costumbres, producto de ello, él destacó en la construcción de los nacimientos de la casa, del altar del Día de Muertos, del altar de Judas, en Semana Santa, y demás tradiciones. Siempre cosechó amigos, lo mismo los hijos de amistades familiares o gente humilde del pueblo y compañeros de escuela (nombrarlos esta noche podría ocasionar alguna omisión que no sería justa). No fue ajeno de los juegos de la época: balero, canicas, carretones con tabla, chepe, escondidas y muchas más. La casa fue el refugio de sus juegos, reuniones y festejos durante toda su vida. Su perfil de habilidades en el deporte, las letras y la música fue formándose desde su infancia. Mis padres le compraron su primera guitarra con don Chepe Castañeda, quien además era peluquero y compadre de mis papás. La habilidad en la música le permitió


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integrarse a diversos grupos, a la estudiantina, a la rondalla y al grupo de música folclórica “Machala”. Además compuso canciones y fue intérprete fiel de mucha música con que nos deleitaba en las reuniones familiares y de amigos.

Le gustaban todos los deportes, en fútbol le iba al equipo “América”, pero se dedicó al básquetbol, inspirado en las orientaciones que recibió del maestro Víctor Aranda, así como del maestro Vila. Formó parte del equipo de voleibol, de la preparatoria. Su arte de escribir lo traía por herencia de mis padres. Tuvo su momento de arranque al escribir una hermosa carta al término de sus estudios de preparatoria que él llamó: “Mi despedida”. Pepe no solo fue mi hermano, fue mi amigo, mi compañero, mi confidente, mi consejero y por eso tiene un lugar especial en mi vida. Por eso aún vivo con sus recuerdos, fue el tipo de hermano ideal, compañero de aventuras, con amigos, de juegos, de bailes, de llantos; siempre estuvo ahí pendiente de dar su cariño y apoyo; supo ser consentido de mamá y de papá, y cuando tomaba decisiones también era apoyado, como cuando un día mi padre acudió a la escuela secundaria a ver cómo iba y le dijeron que no había llegado a clases, ese día tranquilamente después de comer mi padre lo fue a buscar adonde estaba acostado y le preguntó cómo le había ido. “Bien, papá. Es que estuvo duro en la escuela”, contestó. Mi padre tranquilamente le dijo: “Hijo, hoy fui a la escuela y me informaron que no asististe, además que llevas dos materias reprobadas”. “Sí, papá, es que ya no quiero ir a la escuela”. Mi padre le dijo: “Bien, ¿qué quieres hacer?”. Pepe contestó: “Trabajar”. Mi papá le dijo: “A partir de mañana trabajarás en la carpintería de


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tío Pancho Bermúdez”. Esa tarde fueron a hablar con tío Pancho y le pidieron que le dieran el trabajo más duro. Pepe regresaba de trabajar con sus manos y sus hombros con ampollas y sangrando y tenía que darle la mitad de su sueldo a mi mamá para su comida. En este trabajo duró ocho meses, para después pedir irse a trabajar con don Temo, papá de su gran amigo Marcos Moya. Ahí estuvo hasta que un día se encuentra a una ex compañera que le dijo: “Pepe, ¿de lechero?”. Fue tanta la vergüenza de Pepe que regresó a la casa a pedirle a mi mamá le permitiera regresar a la escuela. Mi madre le dijo que lo viera con mi papá, quien le dijo: “De acuerdo, te volveré a apoyar, pero ahora sí va en serio”, y al decir Pepe que sí se convirtió en un parteaguas, luego de haber tocado fondo. Terminó sus estudios de secundaria y preparatoria con entusiasmo y responsabilidad, combinando ya el deporte y la música, los amigos, las amigas y las diversiones propias de la edad, hasta llegar el momento de la despedida, que implicaba buscar otros horizontes para el estudio. En esta aventura, con la orientación vocacional de El Puma, maestro Juan Manuel González Tovar, se une con Fernando Figueroa en busca de la carrera de pedagogía, primero se fueron a Tuxtla, pero la universidad entró en huelga y ésta no se levantaba, por lo que le planteó a mis papás la posibilidad de ir a estudiar a México a la UVM, petición que le fue autorizada. Su estancia en México fue plagada de anécdotas divertidas, que guarda celosamente Fernando, su eterno compañero en la Ciudad de México. Cabe mencionar las veces en que fue detenido para identificación por llevar vestimenta folclórica latinoamericana, que no era más que camisas que mi mamá le bordaba. Pepe y Fernán cultivaron muchas amistades, algunas de ellas vinieron a Comitán a visitar a Pepe. Recuerdo y guardo muchas cartas de mi hermano Pepe, que se decía soñador incorregible y atrevido, que me envió estando en México. En ese tiempo, ya viviendo en Tuxtla, correspondía yo a su cariño y apoyo, enviándole algunas cosas, ya que yo trabajaba y estudiaba en Tuxtla. Sobresale del recuerdo de esas cartas tres anécdotas: el temblor que los agarró en el estacionamiento de la escuela y miedo sentido; el encuentro de un Buda muy extraño en el quicio de una puerta, que según él le dio suerte; y el susto que le dio Fernán un día que se desmayó en su cuarto y no sabía qué hacer, y tantas otras de un provinciano en conquista de la gran ciudad. Como suele suceder llega el momento de volver, y en Tuxtla nos volvemos a encontrar los hermanos, a seguir acumulando vivencias y experiencias. Él se integra al campo laboral en la Secretaría de Educación y yo continúo en la conclusión de mi carrera en Pedagogía, y en el trabajo. Ahí vuelvo a encontrar al hermano, al amigo, al confidente, en un momento en que se vienen acercando los tiempos de la madurez, su cosecha de amigos sigue en aumento, ahora integrado al grupo Juglar, de la UNACH, recrea sus ánimos de trovador y en el equipo de la Secretaría de Educación, el de deportista. Son algunos años en que


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demuestra su capacidad y habilidades, que le permiten finalmente retornar a su tierra de origen: Comitán, en diversos cargos del sector Educación. En esta, que se convirtió en la última etapa de su vida, llegaron muchas cosas, de las más importantes de ella: su consolidación espiritual y humana, la culminación del proceso humano al obtener del fruto del amor a sus dos hijos: Stefany y José Augusto, fruto de su matrimonio con Sofía; la creación de sus libros, sus escritos en la Honorable Logia Masónica, y en el ámbito periodístico; su incursión en la política y su lucha contra la enfermedad. En este tramo siguió cosechando amigos, siguió siendo mi consejero, ahora no sólo mío, sino de mi esposo y de mis hijos; el gran hermano de Mary y Gil Augusto; el gran esposo y maravilloso padre, y también el gran cuñado, el gran tío, el gran amigo de todos. Finalmente, en párrafo especial quiero dejar constancia que Pepe fue el gran hijo, el mejor de todos, donde los domingos era esperado para desayunar con mamita, y era recibido con la eterna ternura y amor al cachito de oro. Él, que estaba en el momento en que su presencia era requerida por mamita, una mamita que tanto lo quiso, que hoy, con tanta certeza, estarán juntos, viendo con cariño este acto. Yo creo que todo fue muy rápido, y como dice una canción de Manzanero: “Mira que nos hizo falta tiempo, mucho tiempo por vivir”, porque Pepe cuando falleció tenía aún mucho que darnos a todos, por eso hoy quiero concluir con unas palabras de una de las cartas que me envió y que tienen mucha razón: “Nadie me ve, pero muchos me sienten”. Muchas gracias de la familia González Córdova a los asistentes de esta noche, a la familia y a sus amigos, muchas gracias a los organizadores de este evento y a la administración de este hermoso Museo de la Ciudad.


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