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26 de febrero de 2018. ComitĂĄn de DomĂ­nguez, Chiapas Editor responsable: Alejandro Molinari

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LA REVISTA QUE HABLA DE VOS

CONTENIDO

5. EDITORIAL 10. ZAGUÁN Arenilla: Mil temas

25.CORREDORES “El callado lenguaje de Arbey” Óscar Bonifaz

Sugerencia de libro

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EDITORIAL

Los coleccionistas de sellos postales deben ser una especie en extinción. ¿Quién colecciona ahora sellos postales? Hubo un tiempo en que el coleccionismo de sellos postales era una actividad lúdica muy buscada. Quienes practicaban tal entretenimiento hablaban de las ventajas: conocían muchas culturas a través de esas ventanitas. Los coleccionistas de sellos postales son personas que practican una actividad añeja, llena de telarañas. Es una pena que tal actividad esté a punto de desaparecer, porque, en efecto, el coleccionismo de sellos postales permitía apropiarse de una vasta cultura. Los sellos del mundo reflejaban la identidad de los pueblos y cada país mostraba su fauna, su flora y privilegiaba a sus mejores autores literarios, a sus artistas, a las obras


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plásticas; es decir, en los sellos postales aparecía un universo exquisito. Es difícil imaginar, en estos tiempos de celulares y de Internet, a personas que, con la luz de una lámpara y con ayuda de una lupa, estén sentados frente a un escritorio regodeándose en la imagen de un sello postal. Ya no hay, tampoco, personas que sueñen con hallar el sello raro que valga miles de dólares. Las cartas ya no son un género frecuente y los carteros también son una raza en extinción.


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MIL TEMAS

Arenilla

¿De qué hablan los que hablan? Digo esto, porque, desde siempre, cuando estoy con alguien no sé de qué hablar. No tuve novia cuando fui joven, entre otras cosas, porque me aterraba pensar de qué hablar al estar con una muchacha bonita. La peor imagen del mundo es la que muestra a una pareja de jóvenes sin hablar, dando vueltas en el parque. Ella mira hacia la izquierda y él hacia el piso. Así, vuelta tras vuelta, mientras sus amigos platican de mil cosas y ríen y disfrutan la convivencia. El otro día una muchacha bonita me dijo que, sin duda, platicar conmigo debía ser muy interesante, porque como leía tanto mi plática debe contener mil temas. ¡Mil temas! La vi y le dije que no era así y ya no supe qué más decir, porque me trabo ante la presencia del otro, el otro (siempre ha sido así) me cohíbe. ¿De qué hablan los que hablan? ¡De mil temas! Entonces, porque hay jóvenes que no saben qué decir, no saben romper el hielo; es decir, parece que la pregunta no es ¿de qué hablar?, sino ¿cómo se adquiere valor para hablar? Porque hay personas que poseen la gracia y el talento para la platicada y personas que son sosas como piedras. Tuve amigos que veían a la chica que les gustaba, se arreglaban el cuello de la camisa con ambas manos y abordaban a la muchacha con un gran desenfado. Cuando la pareja pasaba frente a nosotros (que seguíamos sentados en la banca del parque) veíamos que ella sonreía ante algún comentario que él hacía, se les veía bien, contentos. Ella, coqueta, alzaba las cejas como si fuese un ave apenas soltando las alas. A las vueltas siguientes, la plática seguía intensa, como si poco a poco se fuera llenando un pozo con agua de luz.


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En no pocas ocasiones me acerqué a Ramiro, quien era un tipo experto en romper hielo y en seducir a las chicas. ¿Qué les decís?, preguntaba, y él, me daba tips y me decía que había mil temas para iniciar una conversación; me decía que a las chicas, como en cualquier juego, les gustaba sentirse ganadoras, les gustaba sentirse admiradas, queridas. Yo me emocionaba, retenía en mi memoria los hilos que me servirían para hacer el prodigio, pero, a la tarde siguiente, todo se derrumbaba en el instante que mis amigos me empujaban para abordar a la muchacha que me gustaba. Sí (ahora lo reconozco) caminaba con ánimo de árbol seco, iniciaba mal, porque en lugar de mostrar aplomo, preguntaba: ¿Te puedo acompañar? Ramiro sugirió que no volviera a acercarme a una chica cuando iba con el grupo de amigas, porque podía suceder lo mismo que me había sucedido. ¡No!, me dijo la chica. La respuesta motivó la risa de todas que se burlaron al ver que yo me quedaba ensartado a la mitad del parque, mientras la chica volvía la mirada y me repetía ¡No!, y yo tomaba, no sé de dónde, el rojo más intenso y más vergonzoso para frotármelo en la cara. Regresé todo chiveado con mi grupo de amigos, quienes (lo agradezco) me dijeron que ella no valía la pena, que era una presuntuosa. Así que a la vez siguiente (ya no con la misma chica) esperé que caminara sola para abordarla. Cuando vi


LA REVISTA QUE HABLA DE VOS que iba frente a Nevelandia, bajé del parque y me acerqué: “¡Qué tal!”, dije (ya había aprendido que no debía acercarme con una pregunta, porque ésta abría la puerta para que me dijeran no). Ella vio que me puse a su lado y caminé a su paso. “Qué tal”, respondió. ¡Bien!, pensé. Eso era comenzar con el pie derecho. Estaba a punto de decir la siguiente frase que Ramiro me había enseñado, cuando ella se paró, abrió los brazos y recibió, como si fuese un puerto, el barco que encalló en su orilla. ¡El muchacho la abrazó y le dijo: Chiquita mía! Yo volví a quedarme trabado a mitad de la banqueta, para no verme mal me acuclillé, desamarré la cinta de un zapato y volví a amarrarla. Mientras pedía a Dios que ellos se alejaran pronto, de soslayo miré hacia la banca donde había dejado a mis amigos, ellos se hamaqueaban de la risa. ¡No! Acercarse a una chica era como presentar examen de cálculo diferencial cuando no sabía sumar ni restar. Así que decidí seguir sin novia, porque no sabía cómo acercarme a ellas. ¿Qué decirles? ¿Cuál era el secreto para ser como Ramiro? ¿De qué hablan los que hablan? ¿Qué gracia poseen los que, un minuto después, logran gran conexión con la persona que acaban de conocer? A mis sesenta años (ya casi sesenta y uno) sigo padeciendo un desasosiego al estar frente a un desconocido. ¿De qué puedo hablar? En muchas ocasiones, ahora ni siquiera llego a decir ¡Qué tal! Debe ser un complejo condicionado que aparece a la hora que pienso en la pareja. Porque en aquel momento pensé que me había ido bien, porque el muchacho pudo pensar que molestaba a la chica y darme una lección, con dos golpes y tres patadas, para que la siguiente vez no fuera tan atrevido, para que la próxima no me quisiera pasar de “galán”. Ramiro no podía creerlo. Dijo que la chica no tenía novio. ¿Entonces? Dijo que el muchacho era amigo de ella y que yo era mejor prospecto que él. Pero, pregunté, ¿qué debía hacer entonces? Ramiro sonrió y dijo que lo que había hecho era lo mejor, y como si fuese un maestro de Harvard, mencionó que en casos similares uno debía agacharse para amarrar las agujetas de los zapatos. Me felicitó, dijo que avanzaba a pasos agigantados en mi aprendizaje y me abrazó. Creo que ha sido la felicitación más ingrata de mi vida. Me sentía mal, muy mal.

¿De qué hablan los que hablan? ¿Cómo vencen el pánico interpersonal?

Veo a muchos muchachos (aún ahora) que no se acercan a las chicas que les gustan, porque no saben qué decirles, no saben cómo romper el hielo. ¡Ah, qué jodido! Muchos, de nacimiento, no traemos integrados los necesarios rompehielos.


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ZAGUÁN


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EL CALLADO LENGUAJE DE ARBEY

Óscar Bonifaz Mi corazón es una calle larga, es una ventana que da al sol, es un sueño que no prohíbe el sueño, es un pájaro solar: mi corazón es un camino que da al sur.

Hoy quiero hacer una réplica de Cristóbal Colón comiteco y me propongo descubrir a un nuevo continente que lleva un nombre no del todo oculto, pero que aún no es debidamente conocido, cual debería ser. Este flamante continente lleva el nombre de Arbey Rivera. Este celeste personaje pinta sus cuadros con una técnica muy suya, son cuadros que él les ha enseñado a hablar, sí, con el lenguaje que da la sorpresa y la exquisitez; pero también escribe y ya lleva varios volúmenes publicados, pero no es suficientemente conocido y su figura desatará polémicas de admiración y de apego ante su muy personal y bella mirada que tiene el verdadero artista. Arbey ama la vida con una pasión arrancada más allá de su piel y la recorre llegando hasta las más disímbolas regiones de su ser. A este personaje tan especial le encanta reunir a los niños de distintas regiones, platica con ellos y de pronto, sorpresivamente, se ausenta para reaparecer en otros lugares, con la velocidad de un mago; él tiene un don de gentes que es admirable y que siempre nos da sorpresas, con la extrañeza que da la admiración ya que no es usual encontrar a una persona que, sin ayuda alguna de ninguna institución, continúa su marcha platicando, leyendo lo que escribe o simplemente se presenta ante cualquier número de personas, quienes extrañan a esta visión libre, agradable y sensible.

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LA REVISTA QUE HABLA DE VOS He leído con admiración algunos de sus libros: “Apuntes de ventana para un muro”, “El callado lenguaje de la piedra”, y ahora me estoy deleitando con “Volver a Ítaca”. Aquí, en estas páginas, se nos muestra una vez más con una personalidad bien definida, con una fórmula verdaderamente interesante y non. El bohemio Arbey es alguien que me ha sorprendido por su calidad poética, por la sencillez de su conducta y por ser alguien distinto en sus creaciones apasionadas en toda su actitud, y resuelto a continuar en su actividad creadora, ya que es un personaje bien definido y de una gran personalidad ideal ante la vida artística. Este es Arbey Rivera.


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Sugerencia de libro Soy Alejandro Molinari y quiero sugerir la lectura de un libro. ¿Cuántos poetas chiapanecos conocés? Seguro que ya leíste a Sabines y has leído el poema que dice: “¿Cómo puede decirse un amanecer en Comitán? / ¿En mayo, en la quietud, en la frescura, en el aire?” ¿Verdad que sí? Bien, mi sugerencia es que leás un libro de poemas de Marirrós Bonifaz, una poeta chiapaneca que nació “en la quietud, en la frescura, en el aire” de Comitán. El libro se llama “Trilogía”. El libro, editado por Coneculta Chiapas, es un acierto porque reúne tres libros de poesía de Marirrós, ya agotados. ¿Qué esperar de este libro de poesía? El texto de contraportada señala que el propósito nodal de la escritura de Marirrós es “la constatación de la enunciación poética como acontecimiento intemporal”, que dicho en palabras más llanas significa que los versos de la poeta chiapaneca son para siempre, por siempre. La poesía es infinita, va más allá de la vida. El libro “Trilogía”, ya lo dije, reúne tres libros anteriormente publicados. El primero es: “Preludio y flama para un amanecer”, libro con el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía Jaime Sabines; el segundo libro es “Rebeca junto al pozo”; y el tercer libro es “Compás”, que fue publicado en 2002. Las mujeres que ofrecen cochito en el mercado nos llaman y nos dicen que probemos, nosotros extendemos la mano y probamos un cachito de cochito, y sabemos que ese guiso es rico y compramos un cuarto o un medio kilo. Las mujeres que ofrecen saben que la prueba es esencial para despertar el deseo. Así hoy, que sugiero la lectura del libro de Marirrós Bonifaz, me convierto en esa mujer del mercado que ofrece una prueba. Acá, la palabra no se vende por kilos, sino por nubes.


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Leo entonces un breve poema escrito por ella. El poema se llama Amada y dice así: “Como si fueras árbol he dormido a tu sombra / y me he visto en tu fronda, cantando, como un pájaro. / Después he despertado / floración sencilla / y me he puesto a verlo todo ¡como el que resucita!”. ¿Te gustó? Sí, es un poema bello. Marirrós es una gran poeta. Andá pues, conseguí el libro “Trilogía”, de Marirrós Bonifaz. ¿Cuántas nubes de Marirrós querés llevar? Pronto volvemos a escucharnos, a leernos. Soy Alejandro Molinari y recomiendo leer libros de autores chiapanecos. Hasta pronto.


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