Contra la dictadura violeta - Alegato antifeminista

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Ram贸n Lamas


Indice He escrito estas páginas, que no me atrevo a llamar libro y

libros editados en España, que yo sepa, a día de hoy, y

dejo en alegato, a tirones y a golpe de noticia periodística.

divergentes con respecto a la políticamente correcta posición oficial, oficiosa, prevalente y, casi única, con

No he pretendido hacer de ellas tratado ni ensayo ni nada

respecto al feminismo: La dictadura de género, del famoso

por el estilo. Y me ha salido lo que el lector tiene ante sí,

juez Francisco Serrano y El varón castrado, del que es autor

poca cosa para lo que estuvo en mi mente antes de pasar al

el periodista José Díaz Herrera. (Cuando daba por acabadas

teclado: es lo que hay.

mis páginas y rebuscando en internet, encuentro otro libro, Hombres víctimas y mujeres agresoras. La cara oculta de la violencia entre sexos. Su autora, Mª Paz Toldos Romero, es

Si ese lector se ha interesado previamente por el asunto del

doctora en Psicología y profesora en una universidad

feminismo español, probablemente tendrá una idea más o

mexicana). Que asunto tan complicado como es el

menos formada al respecto. Y sabrá disculpar, seguro, la

antifeminismo admita bibliografía tan menguada, ya apunta

falta de referencias porque, hasta la fecha, son tan pocas

al corazón del problema: el feminismo se ha pervertido en

que sólo los expertos navegadores por internet saben dar

dictadura: que no se llevan nada bien los dictadores –

con ellas, escondidas en webs o blogs o vergonzantemente

dictadoras- con quienes no les bailan el agua…

arrinconadas en los espacios de opinión de los lectores de los grandes medios que, vergonzosamente, siguen negando tribunas y columnas a quienes recelan del sagrado icono

Al más adentrado que yo mismo en este peliagudo y

feminista, inatacable, irrefutable, incuestionable, a juzgar

peligroso tema, quizás le sirvan mis razonamientos para

por lo poco o nada que publican en contra del feminismo

diseñar mejor respuesta a los imparables avances del

institucionalizado. Me permito citar aquí los dos únicos 1


feminismo, de victoria en victoria –indudables-… esperemos

sólo el preámbulo, los supuestos y las conclusiones: que

que hasta la derrota final –más que dudosa-.

hoy día hay mucho que leer para el poco tiempo de que disponemos. Si le quedan ganas, el Manifiesto masculino.

Y a quienes se escandalizan y se revuelven ante el simple

Los que llamo “episodios feministas”, son pinceladas al

apelativo, antifeminismo, antifeminista, estas páginas,

rebufo que levantan las noticias cotidianas. No guardan

acaso, les sean de utilidad a los solos efectos de reconocer

orden sucesivo y se pueden leer con independencia de sus

y, ojalá, admitir en el panorama intelectual y político español

vecinos. Son prescindibles, vaya, si sólo se pretende una

la existencia de una opción, tan legítima como cualquier

rápida mirada crítica al feminismo… y a su contrario; pero

otra y, hasta hoy, ridiculizada, apartada, discriminada,

apuntan a iluminar la infinidad de rincones en que se

demonizada y proscrita, el antifeminismo: aquí estamos, los

agazapan el feminismo y sus, a menudo, retorcidos

antifeministas, hartos, y queremos decir la nuestra:

argumentos y aviesos procederes.

entérese, Rodríguez, entérese Iglesias, entérense, en América, Pajín y Aído, Fernández en su cómodo sillón del

Lo que yo quiero decir, si sirve para algo, que sea para

Consejo de Estado, si es que no le obnubilan los 75.000

levantar el ánimo de tantos y tantos varones hundidos por la

que le cuestan al contribuyente español mantenerla –bien

perfidia de sus mujeres o por la prepotencia de los jueces o

retocada- en ese cementerio de elefantes, a mayor gloria

por la implacable presión del feminismo y de las feministas.

del feminismo institucionalizado español por el que tanto hizo…entérense, en fin, todos quienes se han bajado los

Y para provocar la consideración de tantas mujeres que

pantalones al avance del rodillo feminista, que son multitud

quizás se digan y tengan por feministas pero que conservan

en este país de morondanga, en que hay que hacerse héroe

la dignidad, honestidad y firmeza de quienes, hace 100

para proclamar la luz del día.

años iniciaron ese movimiento que, pudiendo haber aportado tanto al buen hacer de la humanidad, ahora

Bien, aquel lector que desee ahorrarse tiempo y esfuerzo,

chapotea en el charco de la proximidad al poder y la

puede enterarse por encima de lo que propongo, leyendo 2


corrección política, al servicio y para refuerzo de esa singular manifestación opresora, la dictadura violeta. Por ellas y por ellos.

1.

Preámbulo

2.

Supuestos que inspiran estas páginas

3.

Presentación

4.

Episodios feministas

5.

Conclusiones

6.

Manifiesto masculino

7.

Epílogo: a una -y a otra- feministas

8.

Cierre: a la mujer, a mis mujeres

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Preámbulo El hombre en cuanto individuo y en cuanto colectivo, genera infinidad de relaciones: con la naturaleza, con el pasado, con el futuro, consigo mismo…Entre esa inmensidad de posibles vínculos, los que se establecen entre mujer y varón siempre han merecido especial atención para los propios humanos. En las iglesias y en los tribunales, en el ámbito económico y en las elucubraciones psicológicas, en los estudios antropológicos tanto como en los ensayos políticos, en las crónicas históricas y en el teatro y la novela, pasando por la comedia, claro, las relaciones entre los sexos –en el más amplio sentido de la locución- han sido descritas, analizadas, interpretadas, deformadas, malditas y santificadas: de todo ha habido en ese complejísimo nudo gordiano que es el cruce de unas con otros.

Pero hay que decir, y a día de hoy, proclamar con contundencia que, finalmente, el feminismo ha errado el tiro y degradado de tal modo la cuestión que aparece como muy difícil, si se contempla desde el punto de vista feminista, una observación equilibrada de la problemática generada en la confluencia de intereses y trayectorias vitales de ambos sexos. Y esto, a mi entender, es muy grave, tanto por lo que hace a la realidad actual como, y sobre todo, en cuanto se mira al futuro. El feminismo ha deformado, tergiversado y corrompido la esencia de los vínculos entre los sexos y, a continuación, su propia existencia, la dinámica de sus interacciones y el futuro de ellos, desde el momento en que encajona tales vínculos en el presunto dominio de los varones sobre las mujeres, desde los comienzos de la historia hasta el día de hoy y, según sus cálculos, por muchos años por delante: es lo que llaman el patriarcado, para ellas, la estructura social montada por los hombres para someter omnímodamente a las mujeres.

Como corresponde a un movimiento social con hondas raíces intelectuales, el feminismo ha estudiado e intentado explicar esas relaciones, sus fundamentos, su realidad histórica y contemporánea y su futuro. No se puede negar la importante contribución que el feminismo ha hecho al análisis de las relaciones entre mujer y hombre, así como de la propia naturaleza del ser humano sexuado y de las infinitas variedades que parecen existir entre esas dos que, hasta que no fueron diluidas en el género, teníamos por fundamentales, macho y hembra.

En la actualidad, resulta imposible desenganchar cualquier planteamiento feminista de esa locomotora que es el régimen patriarcal. Al cual, al patriarcado –o, mejor, al patriarcado que ellas dibujan- dan por indiscutible, omnipresente en todos y cada uno de los estadios históricos y en todas y cada una de 4


las vertientes de la actividad humana, condicionador de cada movimiento en su ámbito y en muchísimos otros, determinante en cada instancia personal, social y política y drásticamente determinista, de la conducta individual y del proceder de las sociedades, sean éstas avanzadas, sean las más primitivas de las que aún permanecen sobre la faz de la tierra.

varón… ¿y qué…?”. Porque el feminismo ha volcado tanta mierda sobre el concepto y el propio nombre de “varón” que éste –transustanciado en político, juez, personaje público…tiembla ante la mujer y se hace agua cuando las asociaciones feministas movilizan sus huestes mediáticas para salir al paso del menor incidente que consideren atentatorio contra la sagrada esencia femenina que, por alguna extraña razón, radica principalmente en las tetas de las señoras: hoy día, uno se puede tomar a chacota al rey, al papa, a Dios… pero ¡ay, si ideas un cartel en que aparezcan unos pechos femeninos más o menos al aire…!

El varón, si se hace caso al feminismo, nace con un pegajoso chicle enganchado a su naturaleza, víctima del pecado original que radica en la combinación cromosomática XY. Como no pase por las horcas caudinas feministas, ese engendro que es el macho, habrá de padecer toda su vida por haber nacido tal y, para postre, purgar los pecados de hegemonía perpetrados por sus antepasados.

Sin embargo, no todo es publicidad y griterío de las hooligans feministas –FEMEN-: millones de varones son condenados, despojados de su patrimonio, lanzados a la calle, privados de ejercer como padres… y sepultados durante años en las cárceles y hasta decapitados o liquidados en la cámara de gas –de Arabia a EEUU- por delitos –a veces probados y a menudo no- que tienen como víctima a la mujer, sin que al feminismo, que se desgañita a escala mundial para librar de la lapidación a una criada que se ha cargado a su patrón, le importe un pimiento que cuelguen a un hombre de una soga que pende de una grúa por haber perpetrado una violación: hasta la muerte institucionalizada está contaminada por el asfixiante aroma feminista. Y no hay que ir tan lejos como a Irak o los Emiratos Arabes Unidos. En España, dos marroquíes purgaron su supuesto delito con años de cárcel -13 para ser exactos- y uno acabó sus días en el talego, acusados de violaciones que no habían cometido –como quedó contundentemente demostrado- y de las que la única

Al amparo de este supuesto, y desde hace unos cien años, el feminismo ha ido colando sus ideas e incrustándolas en la mente y el proceder de la inmensa mayoría de quienes deciden en el mundo que, efectivamente, son varones. Está por describir y escribir sobre este singular proceso mediante el cual las sedicentes víctimas de la milenaria conjura masculina han conseguido elaborar leyes y dar curso a millones de procesos que han colocado al varón a los pies de la policía, de la justicia y de los presupuestos públicos y le han dejado en pelota viva ante sí mismo y lo han acogotado hasta el punto de que ni uno solo de entre millones de políticos, banqueros, militares o jueces, machos hechos y derechos, capaces de dirigir un país o cargárselo a tiros o a decretazos, se atreverá a proclamar con un par…: “Soy 5


prueba en juicio fue el testimonio de sus “víctimas”. Si hoy día, en España, en la democrática España, una mujer, a media tarde, quiere quitarse de en medio a su marido porque ha ligado por la mañana con su coach, no tiene sino que levantar el teléfono y manifestar que aquél la ha maltratado. En un suspiro tendrá a la puerta de su casa a la Guardia Civil que se llevará esposado al “maltratador” y, de momento, le dará alojamiento en el calabozo: no le harán falta más pruebas: el testimonio de una mujer, en el civilizado ámbito europeo occidental vale, no una o dos o cinco veces por el de un hombre como a la inversa ocurre en determinados países islámicos: en nuestra avanzada Europa, lo es todo: que se lo digan a Julian Assange…

obsesivamente la denuncia, despreciar y criminalizar lo masculino e intentar despojarlo de cualquier sentido histórico y social e, incluso, genético, satanizar su pasado y pronosticar su desaparición, salvo que el varón se arrodille ante el capricho feminista… éstas y tantas otras absurdas exigencias feministas están pidiendo a gritos una alternativa. Tan es así, que hasta entre sus propias filas se han alzado voces que piden una revisión de tesis tan aberrantes y una moderación en las pretensiones del feminismo institucionalizado. El proceso por el que el feminismo ha conseguido ser determinante en los ámbitos en que se deciden importantes cuestiones sociales, ha de inscribirse, por fuerza, en el contexto europeo e internacional. Y valorar su influencia en la actualidad y, sobre todo, cara a los próximos 100, 500 o 5.000 años: como hacen los ecologistas que prevén la sostenibilidad del mundo a centenares de años vista, quienes nos preocupamos por este asunto de las relaciones entre los sexos a comienzos del siglo XXI estamos intentando reflexionar sobre él, extraer conclusiones y, en la medida en que sea posible, condicionar el proceder de los políticos o, como mínimo, minimizar los siniestros efectos de la presión desbocada del feminismo doctrinario y de sus representantes en todos y cada uno de los ámbitos en que se elaboran leyes, se deciden presupuestos y se envía a las personas a la cárcel.

Es innegable por otro lado que, en el mundo entero, subsisten y persisten agravios, desigualdades y discriminaciones, algunas muy graves, de que son víctima las mujeres. Mujeres siguen siendo desfiguradas con ácido por maridos cabreados, mujeres siguen siendo violadas en la guerra y en la paz, mujeres siguen siendo asesinadas por novios o esposos celosos. Y es coherente y lógico y urgente que se busque acabar con esas y cualesquiera otras disfunciones, que se persiga a los agresores y se castigue a los violadores. Que se informe a las mujeres, que se dote a la policía y a la asistencia social de medios para protegerlas y que se protocolice el tratamiento del maltrato. Ahora bien, movilizar todos esos recursos y más que hicieran falta, a las costillas del varón, buscar que la mujer saque la cabeza a costa de que el hombre se hunda, estimular

Este libro busca ser una aportación a la lucha de tantos varones, abogados, policías, jueces, padres, madres, 6


abuelos… que no se someten a la dictadura feminista y que, simplemente, pretenden ejercer de persona con los recursos con que la naturaleza los dotó. Una lucha silenciada en España durante años en los ámbitos parlamentarios, judiciales y mediáticos, para vergüenza de miles de varones complacientes con la cada día más tenebrosa ideología feminista y con su agresiva práctica social.

desde hace años, pugnan por imponer esa siniestra inversión en los asuntos penales por violación o maltrato de las mujeres. ¿Es difícil probar en juicio una violación o una agresión que, claro está, no se suelen perpetrar a la vista del público? Sí, mucho. Pero el derecho penal ha avanzado lo suficiente y a costa de incontables sufrimientos para llegar a la conclusión de que “es mejor que cien delincuentes sigan libres que un solo inocente sea condenado”, criterio que parecía haberse impuesto en los códigos penales avanzados pero que el feminismo pugna por deconstruir y que, como evidencia la reciente aprobación de la Ley aludida, corre peligro de ser sustituido por lo que en definitiva, es una exención de responsabilidad procesal y una entronización de la denuncia falsa en función de quienes sean autor y víctima. Este incidente, celebrado por afectados y por muchos parlamentarios del que se dice a sí mismo parlamento democrático, señala el camino por el que, si no se frena en seco, discurrirán en un futuro inmediato muchas leyes que afectan a las relaciones entre los sexos.

Recientemente -02-10-2014-, el Parlament catalán aprobó una ley de protección de homosexuales, lesbianas, transexuales…Eso está muy bien. El problema es que esa Ley institucionaliza la conocida como inversión de la carga de la prueba en el enjuiciamiento de los delitos de supuesta discriminación por motivos que tienen que ver con la sexualidad de cada persona. En plata y porque en cuestiones tan escabrosas siempre se ha de estar a la peor: si un homosexual acusa a su jefe de hacerle la vida imposible porque es “marica”, habrá de ser el jefe el que demuestre que eso es mentira y no al revés, como es norma en derecho penal. Cuesta poco imaginar las “posibilidades” que se ofrecen a homosexuales o transexuales con mala folla –que los hay, como en cualquier otro ámbito de las relaciones humanas- para arruinar la vida de compañeros, jefes o novios mediante una simple denuncia. Bien: este paso que muchos parlamentarios consideran progresista –el primero en el mundo- es a todas luces una aberración y una vergonzosa vuelta atrás en el procedimiento penal que ya hace siglos obliga al denunciante, a menudo víctima, a probar su denuncia ante los tribunales. Pues esta vuelta al pasado está manifiestamente permeada por los criterios feministas que,

“Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, 7


porque yo no era socialdemócrata.

nadie salió en mi defensa,

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,

porque todos aceptaban que los hombres somos agresores y violentos.”

no protesté, porque yo no era sindicalista.

Muchos, la mayoría de españoles, están convencidos de que la larga mano del feminismo represor no les alcanzará nunca porque ellos, en definitiva, ni asesinan, ni maltratan ni siquiera levantan la voz a sus mujeres. E, incluso, son insultados, menospreciados y baqueteados por sus mujeres o sus novias: y lo tienen crudo si se les ocurre denunciar maltrato de parte de sus compañeras: en comisaría les mirarán como a nenazas y en el famoso 016, el teléfono contra el maltrato, ni escucharán el relato de los hechos porque sólo se admiten denuncias cuando quien las interpone es mujer: el varón maltratado ni siquiera se admite como concepto en el feminizado esquema institucional de la lucha contra la violencia en el seno dela pareja. Como no se admiten el SAP, síndrome de alienación parental, anatematizado como aberración médica ni, en el colmo de la infamia, los asesinatos de hombres a manos de mujeres en el cómputo que elabora el Instituto de la Mujer de víctimas de “violencia de género”: el varón en España y en buena parte de la “avanzada” Europa, sólo es “género” cuando mata pero se esfuma estadísticamente cuando muere o sufre, por obra y gracia del ultrafeminismo.

Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no era judío. Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.”

A este famosísimo alegato, que escribió Martin Niemöller, bien se le podría añadir hoy, algo así como:

“Cuando los policías de la democrática España vinieron a llevarse a mi vecino, denunciado por violencia de género, callé, porque yo no soy maltratador.

Por desgracia, no es sólo en el ámbito penal que se manifiesta la mefítica influencia del feminismo: todo

Cuando vinieron a buscarme, acusado de maltratar a mi mujer, 8


procedimiento que emana de la administración va acompañado del análisis de su correspondiente “perspectiva de género”: en los presupuestos del Estado para 2015, “sólo” se consagran a ese item 900 páginas que, como era de esperar, les parecieron pocas a las casi 100 asociaciones de mujeres que alegaron en su contra. Protocolos electorales, contratos de trabajo, facilidades bancarias, reglamentos deportivos, publicidad, enseñanza, desfiles de moda, seguros… hasta el recreo de los niños en el patio del colegio y los uniformes de las azafatas de las líneas aéreas están en el obsesivo punto de mira del rifle feminista: y siempre apuntando al varón como causa de todos los males. Si este alegato sirve, aunque sólo sea, para llamar la atención de quienes aún piensan que el feminismo es poco más que un recurso fácil para chistes tabernarios, me daré por satisfecho.

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Supuestos aseveraciones, enumero aquí algunos de los ejes en torno a los cuales gira mi planteamiento:

Algunos de los supuestos que inspiran este libro

1. El feminismo, en cuanto teoría y en cuanto movimiento político y social, tiene un fundamento, y muy amplio: realmente, las mujeres han padecido y padecen desigualdades, a veces graves, a veces sangrantes, a veces sangrientas, con respecto a los varones, que es positivo, conveniente y, a menudo, apremiante, corregir. Y vale la pena examinar la historia, las raíces, el desarrollo y el futuro de la mujer en cuanto tal y en cuanto “segundo sexo”, del dipolo mujer-varón que, dígase lo que se diga, continúa siendo el principal aporte de la naturaleza a la labor de mantenimiento de la especie humana. Razones, haberlas haylas, y muchas, para la existencia y actividad de movimientos que borren discriminaciones y fomenten la igualdad de derechos y beneficios al alcance de la sociedad actual y, muy en concreto, de las mujeres que conforman su mitad.

El feminismo es, en esencia, un novedoso –de hace poco más de 100 años- enfoque del viejísimo problema de las relaciones entre sexos. No se puede entenderlo sin incluir en el tejido feminista al varón, referencia en todos sus análisis y, lamentablemente, objetivo a batir en todas sus alternativas y propuestas. Limitar su alcance a la estricta liberación de la mujer, como pretenden las feministas a menudo, es querer cubrir con cortina de humo progresista lo que, en definitiva, supone un importante paso atrás en la mejora de aquellas relaciones entre mujeres y hombres. No pretendo entrar desde estas página en todos y cada uno de los problemas que generan esas relaciones intersexos ni desentrañar los innumerables enigmas en que actualmente están envueltos el feminismo y sus igualmente innumerables versiones, líneas y propuestas. Me limito al brochazo grueso –he prescindido de añadir las molestas notas a pie de página, considerando que el lector usuario de internet tiene fácil acceder a más completa información en relación con citas o hechos aludidos-. Por eso, y más que nada, para que el lector sepa qué terreno he pisado y en qué marco sitúo mis

2. Partiendo de esa evidencia y de aquella conveniencia, el feminismo, paulatinamente, se ha convertido en un instrumento intelectual, social y político, retrógrado,

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parasitario y negativo para el adecuado enfoque y resolución de los problemas generados por las relaciones entre sexos.

hasta el más modesto ayuntamiento. Y no paran de ambicionar más y más. Este poder no es el de aquellas mujeres que ocupan cargos por su valía y sus méritos, muchas de las cuales rechazan abiertamente el feminismo.

3. Además, el feminismo, a día de hoy, es el peor enemigo de las propias mujeres y un obstáculo muy serio para la superación de las desigualdades que les afectan. Distorsionando los hechos e hipertrofiando sus causas, debilita su toma de conciencia y adormece sus capacidades y sus posibilidades de desarrollo como personas.

8. El feminismo reinterpreta la historia a su arbitrio, falsifica las estadísticas sistemáticamente, manipula a los medios de comunicación en la actualidad, intenta condicionar indebidamente la enseñanza y los hábitos sociales y ejerce una despiadada y desvergonzada presión sobre todas las instituciones y sus representantes.

4. El feminismo es un declarado adversario y un sistemático deconstructor de la realidad –física, psicológica, histórica, política…- del varón.

9. El feminismo actual recurre permanentemente al victimismo como mecanismo de presión, rebajando sin la menor consideración el papel y el potencial de las mujeres reales, su presencia en la historia y en la sociedad actuales, a riesgo de convertirlas en inocentes corderos, incapaces de dar respuesta por sí mismas a sus dificultades y problemas en cuanto personas y en cuanto mujeres.

5. El feminismo está construido más en contra del varón que a favor de la mujer.

6. Todos los planteamientos feministas son discutibles, algunos directamente rechazables y unos pocos francamente aberrantes.

10. Como alternativa a esos problemas, el feminismo propone sobre todo, más protección policial y mayor tutela institucional. Y mayor gasto de fondos públicos que, en su mayor parte, acaban financiando y/o remunerando a las innumerables asociaciones feministas y, claro está, a las mujeres que las integran. Y más leña al espantajo machista,

7. El feminismo ha sufrido ese proceso de degradación regular, a partir del momento en que tocó poder o se acercó a él. En la actualidad, el feminismo, las feministas, tienen mucho poder, desde las más altas instancias internacionales 11


cuyas manifestaciones más cutres celebran con tanto regocijo como indignación, en la medida en que les sirven para perpetuar la vigencia de sus supuestos y, sobre todo, cargar a cada varón con el sambenito de zoquete y agresor, irrecuperable salvo que haga expresa confesión de fe feminista.

para bien en el presente y aspira, sin el menor empacho, a condicionar el futuro que, abiertamente, las feministas imaginan “femenino y feminista”.

14. La claudicación del varón frente a la arremetida feminista, cuyos orígenes datan de más de 50 y hasta 100 años, ha sido tan evidente y notable como la propia ofensiva del feminismo. Habrá también que estudiar las causas de este singular fenómeno –¿síndrome de Estocolmo…?- pero desde luego tiene que ver con el sentimiento de culpa por los errores del pasado que han insuflado las feministas en los varones, con la contemporización prepotente de los hombres instalados en el poder y con los análisis electorales que estos hacen y que apuntan al caladero de votos femeninos, para justificar las concesiones legales y administrativas que se han hecho y se siguen haciendo tan alegre como irresponsablemente.

11. En España –aunque algo más en países como EEUU, Canadá, Reino Unido, Francia…- apenas han aparecido alternativas teóricas antifeministas sólidas frente a la inmensa constelación de estudios de todo tipo elaborados por feministas. Y las pocas críticas públicas que los desmanes intelectuales feministas han suscitado, han sido silenciadas, cuando no abiertamente perseguidas, desde los medios de comunicación y desde las propias instituciones.

12 Y al nivel de práctica política y social, la penetración feminista en las instituciones es tan profunda y decisiva que bien puede decirse que su predominio ha dejado de ser tal para convertirse en dictadura: yo la bautizo como “dictadura violeta”.

15. Procede destacar la ínfima pero dignísima defensa que unos pocos grupos y algunas personas –hombres y mujeresen concreto han hecho y hacen de la legalidad, la igualdad y la no discriminación del varón frente a la contundente agresividad del rodillo feminista: escasos pero solventes discursos elaborados por políticos, jueces, periodistas, escritores, particulares de diversos sectores… -ellos y ellas, i n s i s t o - h a n s i d o s i n e m b a rg o , d e s c a l i fic a d o s y menospreciados, cuando no directamente acallados. En España merecen especial mención, por un lado, los grupos

13. El ejercicio y desarrollo de esta dictadura se configura, sobre todo, como lucha abierta contra el varón y contra todo lo que el varón y su realidad suponen. Esta batalla pretende asentar sus raíces en el pasado, influye más para mal que 12


dedicados a defender la custodia compartida de los hijos y, por otro, los jueces –juezas- críticos con la ley, así llamada, contra la violencia de género.

casa, alejado de sus hijos y condenado de por vida a trabajar para ellas.

18. Es una lástima que, con lo que han discurrido las feministas, con la cantidad de libros que han escrito y de campañas que hacen, hayan conseguido tan magros resultados: porque han sido las propias mujeres, la gran mayoría de las cuales pasa olímpicamente del feminismo, las que han luchado por sus derechos, plantado cara a los abusos y elaborado su propio concepto de la vida, del sexo, de la dignidad en el trabajo, las relaciones en la pareja, la actividad política y el futuro. No negaré cuanto de positivo el feminismo ha aportado a la sociedad desde que está vivo y activo. Sin embargo, conviene que, tanto hombres como mujeres, le digamos a las feministas que ya está bien de quejarse, de exigir sin más derecho que ser mujer y, sobre todo, de intentar someter al varón a sus dictados y a sus elucubraciones.

16. El panorama actual de la problemática de las relaciones entre sexos en España, se presenta más que oscuro para quienes se sienten hombres: desde las instituciones se los presiona sistemáticamente para que admitan su pecado original –haber nacido varones-, los infinitos daños causados por sus antepasados a las mujeres desde los albores de la humanidad, su natural -o así se presenta- inclinación a la violencia y al abuso sobre sus compañeras, su reticencia a entrar por el buen camino que es el de la sumisión a los criterios feministas y, en último término, la amenaza constante con el repudio social y, al menor descuido, con la cárcel.

17. Tampoco para las mujeres el programa feminista es precisamente estimulante: se las enseña a que, desde niñas, se resistan a las lúbricas intenciones de sus compañeros –de clase, de trabajo, de cama…-, a que denuncien sin parar y a que llamen sistemáticamente al Estado en su socorro. Sólo un varón domado es el prototipo de compañero que el feminismo propone a las mujeres de hoy en día: sometido en el hogar y en el lecho, complaciente en el trabajo y en la vida social, pendiente siempre de sus necesidades y hasta de sus caprichos, so pena de acabar en el calabozo, arrojado de su

19. Este libro, al que humildemente califico como alegato, no está escrito con la menor pretensión de resolver nada ni siquiera de plantear la infinidad de cuestiones que surgen en el seno de las complicadísimas relaciones entre ambos sexos. Como he dicho antes, me conformaría con que supusiera un aldabonazo a las puertas de la conciencia de cuantos hombres y mujeres siguen pensando que para unos y otras, el otro sexo es de lo mejor que nos ofrece la 13


naturaleza y la vida, y que vale la pena gastar tiempo en entenderse y acercarse, respetándose mutuamente, más que en escarbar en el pasado –que también-, amargar el presente y hacer planes para el futuro sobre la base de aniquilar al otro o reducirlo a las propias pretensiones.

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Presentación Fui feminista, o me tuve por tal, en la época en que milité en la ORT, un partido comunista, hace más de 40 años. En su seno, asumí el feminismo como algo natural y progresista, acríticamente. Marxista y todo, estoy en absoluto desacuerdo con la famosa elucubración del compañero de Marx, Engels, que estableció el principio de la doble explotación de la mujer, laboral y matrimonial, que ha fundamentado muchas de las posteriores elaboraciones teóricas feministas.

Me presento Tengo 65 años y vivo en Salou. Mi formación es técnica pero he trabajado en mi pueblo como periodista hasta que topé con un alcalde con tanto poder como mala hostia que acabó con mi modesto semanario local, mi carrera periodística y mi magro patrimonio.

Crecí feliz en el seno de una familia convencional, estudié con frailes, dejé de creer en Dios a los 18 y sin especiales crisis de identidad y no me he sentido nunca en contradicción con mi naturaleza de varón. Me he casado tres veces y, claro está, divorciado dos. Hubo sus cosas pero, pasando el tiempo, la separación devino en buena relación con ambas. Mi tercera esposa, rusa y mucho más joven que yo, tras seis años de excelente convivencia, me avisó un sábado de que el martes se iba a Moscú. Me escribe “ja liubila teviá, liubliu i budu liubit nabsiegdá”, “te quise, te quiero y te querré siempre”. Y sigue allí.

Fui rojo en mi juventud y, contraviniendo el tópico, me sigo teniendo por tal. Lo he intentado pero no he podido desenganchar mi pensamiento del marxismo: soy consciente de sus limitaciones y me avergüenzan las barbaridades cometidas a su amparo –Rusia, Camboya, Cuba…- y me duele el sufrimiento causado a tantas personas por quienes han ejercido de marxistas. Pero sigo creyendo que la esencia del marxismo es liberadora. Creo también que la ciencia, la sociología y la política actuales responden a mecanismos que el marxismo explica mejor que otras teorías. Y pienso que harían bien quienes trabajan propuestas tan avanzadas como la teoría del todo o estudian el bosón de Higgs, en encender sobre sus reflexiones la luz que genera el materialismo dialéctico.

Mis tres mujeres, las dos primeras y la actual, son guapas, inteligentes, independientes, profesionales y muy sociables. Nunca tuve el menor problema en reconocer su capacidad y,

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por el contrario, las apoyé en cuanto pude en sus estudios y empeños.

A tumba abierta y así de claro

Desde adolescente, creí que la mujer es lo mejor que le puede pasar al hombre en la vida. A día de hoy, sigo pensando lo mismo aunque admito humildemente que, o no he sabido encontrar esa compañera equilibrada, complaciente, madura y estable que aparece en las películas americanas o, lo más probable, a una mujer como ésa, no le interesa un tipo como yo.

Aunque sirva de poco o de nada ante el inquisitorial tribunal feminista, declaro que no soy machista ni lo he sido nunca. Es decir, no me creo superior a las mujeres, ni tengo afán ninguno de putearlas, ni me molesta encontrar una más inteligente que yo. Ni tengo ni he tenido problema alguno por cocinar y barrer, tender bragas o llevar niños al colegio. Me parece bien que luchen por mejorar sus condiciones de vida y que se resistan a cualquier tipo de vejación o menosprecio.

Mi antifeminismo no tiene nada –dejémoslo en poco- que ver, pues, con mis vivencias: lo siento, Karl Marx… Diría que soy antifeminista de cejas para arriba, vaya. NI soy sociólogo ni analista ni siquiera tertuliano. Tampoco he estudiado en ninguna cátedra de género –que proliferan por doquier- ni de sexo –que no sé si existen-. Tengo al respecto del feminismo, algunas ideas que siempre me parecieron de cajón y que, mira por dónde, encuentro expuestas en infinidad de rincones de internet. Pero por la razón que sea, no saltan al dominio público, no inspiran a políticos o editorialistas, apenas condicionan leyes, sentencias y decisiones administrativas: frustrante panorama que estaría encantado de agitar con lo que aquí escribo.

En definitiva, creo y siempre he creído que la mujer es sustancialmente igual al varón y, en cuanto tal, estoy convencido de que su compañía es decisiva para caminar por una vida nada fácil, ni para ellas ni para nosotros ni para nadie en este perro mundo, tan maravilloso por otro lado. Con la misma intensidad con la que amo y respeto a la mujer, detesto al feminismo y a las feministas, así de claro. Creo que el feminismo ha pervertido la conveniencia, es más, la necesidad de que las mujeres se organizasen para defenderse de las agresiones que sufren y propugnar cuanto estimen oportuno cara a la más eficaz materialización de sus aspiraciones vitales. En el nivel de democracia –precaria pero democracia al fin y al cabo- al que el mundo de hoy ha accedido, no me creo con 16


derecho alguno –ni creo que nadie lo tenga- para discutir ni limitar la existencia y la acción del feminismo y de las feministas. Pero estoy convencido de que, también a día de hoy, la presencia del feminismo en la sociedad y, sobre todo, su parasitación de las instituciones es un serio obstáculo para el avance de la democracia.

Esto es un alegato, no un ensayo Sobre feminismo y sobre los asuntos que a las feministas interesan se han escrito miles de libros, estudios y análisis. Se han celebrado infinidad de congresos, se han instaurado cátedras y se han gastado miles de millones en campañas y promociones. Digamos que el feminismo teórico está bien servido.

El feminismo es una rémora, un palo en las ruedas que tan penosamente hacen avanzar la sociedad. Es también un freno a las aspiraciones de las propias mujeres, una ofensa a la dignidad de éstas y una degradación de su calidad como personas. Y, sobre todo, es un obstáculo muy serio para el desarrollo positivo de las complicadísimas relaciones entre los sexos. La diversidad sexual, básicamente, la diferencia entre hembras y machos, ofrece un potencial impresionante de calidad de vida y perspectivas de futuro que las obsesiones feministas amenazan permanentemente buscando sepultarlo en el tenebroso cementerio del género. Finalmente, el feminismo supone una insoportable agresión a la naturaleza y peculiaridades del varón que, a mi entender, quienes nos tenemos por tales, no debemos permitir en modo alguno.

Por el contrario, los antifeministas han sido hasta ahora escasamente prolíficos. Y se los ha vetado en los medios sin la menor consideración. Sea como sea, los discrepantes de la línea políticamente correcta sobre los problemas de las relaciones entre sexos, que en España no es otra que la propuesta por las feministas, han tenido muy pocas oportunidades de expresar sus ideas. Es por todo ello por lo que he optado por el formato “alegato” en vez de pretender un estudio más riguroso que, confío, no se hará esperar de la pluma, quizás, de antropólogos, politólogos o especialistas mejor cualificados para la tarea que yo. Y no, no tengo reparo en arremeter contra el feminismo y las feministas desnudo de citas y sin otro equipaje que el aposentado en mi cerebro durante años leyendo, oyendo y digiriendo artículos, conferencias, interpelaciones y, por supuesto, alegatos en defensa de las pobres, secularmente explotadas y universalmente maltratadas mujeres, españolas 17


y del entero mundo actual, pasado y, si ellas, las feministas, no lo remedian, futuro y por muchísimos años.

• Este libro no discute las mejoras en la salud, educación o en cualquiera de los ámbitos de la sociedad de que se han beneficiado las mujeres, en el último siglo y en los anteriores.

Efectivamente, el feminismo ha avanzado y ha penetrado en las instituciones a fuerza de presión y muy a menudo, de mala manera, exagerando y distorsionando u ocultando datos, falsificando realidades y machacando sin piedad a quienes, incluso desde su propio campo, han intentado equilibrar el análisis, a favor de una mejor comprensión de los problemas y a favor, sobre todo, de aquellas mujeres que, realmente, padecen y en ocasiones mueren como consecuencia de una mala resolución de los conflictos de pareja, sociales, bélicos o políticos. No negaré ni una sola de las evidencias que testimonian discriminación, abuso o crimen perpetrados sobre las mujeres. Pero, con la misma, demandaré objetividad, trasparencia y, aunque parezca mentira en este mundo, dicen, tan machista, igualdad de trato para los varones. Lo haré a golpe de ordenador y tirando más de corazón que de cerebro: alegato, vaya.

• Este libro no prejuzga ni condena los esfuerzos de las mujeres por superar las limitaciones que la naturaleza o la historia oponen al avance de sus derechos y a su bienestar. • En este libro no se hace apología ni defensa ni justificación de ningún tipo de violencia, agresión o merma de libertades o derechos de las mujeres. • Aquí no caben burla, menosprecio o desconsideración alguna para la mujer en su condición de tal. Si alguna se siente aludida sepa que no ha habido la menor intención de denigrarla y si se ve ofendida, acepte las sinceras disculpas del autor. • En este libro no se justifican las discriminaciones o agravios que la mujer haya podido sufrir a lo largo de todos los siglos de evolución de la humanidad, entre ellas, las que hayan sido causadas por varones y en función de su sexo. Es imposible reescribir la historia e higiénico tenerla en cuenta.

Lo que no es esto

• En este libro no se acepta responsabilidad alguna del varón actual en la perpetración de tales agravios, si los hubo ni siquiera si perviven. Cada palo que aguante su vela y cada generación cargue con sus errores.

• Este libro, si merece la consideración de tal y si no, lo mismo, no es un ataque a las mujeres, ni a la mujer, ni a sus derechos, ni a la igualdad fundamental de los sexos.

• En este libro no se tienen en consideración las numerosas alternativas que pueden darse entre las dos orillas 18


principales de la sexualidad humana dadas por la naturaleza. Admitiendo la libertad esencial de la persona para desarrollarse a su manera y admitiendo que en biología y en psicología hay mucho más que blancos y negros, y sosteniendo la ilegitimidad de cualquier estado, organización o individuo para condicionarla, tampoco se acepta en estas páginas que la división de los humanos entre machos y hembras, en varones y mujeres, sea irrelevante a efectos sociales, culturales o políticos.

desagradable polemizar con una feminista convencida y, desde hace tiempo, procuro, si topo con alguna, eludir el choque, convencido de su inutilidad: si ella atisba la menor flaqueza, acaba perdonándome la vida, “ en el fondo, tú eres feminista…”, “porque eres inteligente…” y cosas así, que me sacan de quicio. Ahora bien, si me encuentra correoso, no hay reliquia que me proteja de la condena más rotunda que, impepinablemente, finaliza con mi varonil esqueleto en el foso del eterno machismo en que yacen todos los varones que lo han sido y son, con la excepción de quien admite su pecado y se declara de las suyas, como el famoso médico granadino Miguel Lorente, que tanto ha hecho por el feminismo belicoso español.

• Del mismo modo que no se aceptan desigualdades esenciales entre mujeres y hombres, tampoco se admiten comportamientos deterministas en el varón, ni para bien ni mucho menos para mal, herencia de milenios de evolución.

Supongo que ante tales, resulta estéril declarar que uno cree en la igualdad fundamental de los sexos, que no se siente en posesión de ningún derecho a explotar, violentar o deducir ventaja frente a mujeres por su condición de varón, que está convencido de que hay tantas estúpidas como estúpidos y tan pocos hombres como mujeres inteligentes. Y que el mundo está poblado de hijos e hijas de puta, más o menos por igual y que, por suerte, la buena gente va por barrios sin que acierte a repartirse de otro modo que hace la propia naturaleza, al 50 por ciento entre ellos y ellas. (Vale, nacen algunas niñas más… y anda que no le han sacado partido al dato las feministas…).

• Este libro no va contra aquellas personas de buena fe que, con su mejor voluntad de avanzar ellas y hacer avanzar a la humanidad, se tienen por feministas y se declaran tales. Este libro apunta al feminismo institucionalizado, aposentado en el poder, y a quienes se benefician de éste y de la etiqueta feminista: que son legión, por cierto.

No soy machista La feminista acérrima no se presta fácilmente a la discusión, admite pocos peros y espera de su oponente poco más que sumisión intelectual y dialéctica. Personalmente, me resulta

En definitiva, no tengo la menor prevención a favor de los varones ni en contra de las mujeres. Me hacen gracia los chistes de unos y otros y poco más. Ayudo a una mujer a 19


cargar un bulto, le cedo el paso en las puertas, me levanto en los buses, admito que hay tías muy listas y tíos muy gilipollas y no sabría decir, de entre la gente que he conocido, quién está mejor dotado para esto o lo otro, puesto que de todo he encontrado en esta viña del Señor.

pero no he tenido ocasión de ejercer de tal: en España apenas existen organizaciones que hagan frente al feminismo y, en cualquier caso, la mayoría de las pocas en activo, lo hacen desde posiciones muy concretas y, por fuerza, limitadas: en defensa de la custodia compartida, en su mayor parte. Así como el feminismo ha permeado todos y cada uno de los espacios en que se desarrolla la actividad social de los españoles, su contrario, el antifeminismo declarado, no ha podido o no ha sabido ni tener la menor presencia organizada en instituciones, medios de comunicación, etc. Y, para postre, las pocas asociaciones que han conseguido sacar cabeza lo han hecho a la sombra de la más rastrera supeditación al feminismo imperante.

Vamos, que no soy machista, si es que por tal se entiende ese cavernícola que sólo piensa en follar, marrano, maleducado y violento en cuanto tercia la ocasión. Aunque declararme así, lo sé, no valdrá de nada ante el tribunal inmisericorde del feminismo: tener ideas propias, y mucho menos críticas, con respecto a la eterna y sagrada doctrina que auspicia cuotas, subvenciones, cargos y prebendas en la medida en que lo ha hecho y lo hace, disentir, al fin y a la postre, es señal imborrable de machismo. Pues bueno…

Me definiría como un antifeminista sobrevenido –me tuve por feminista muchos años ha-, forjado en la lectura de miles y miles de artículos, panfletos, libros, alegatos y manifiestos feministas, cabreado a la vista de la desvergüenza con que las feministas manipulan las estadísticas, deforman los hechos, abultan los agravios padecidos por mujeres, extrapolan situaciones, denuestan al varón y lloran y lloran y lloran sobre el papel mojado de sus monótonas y obsesivas y confusas campañas en que sólo permanece seca aquella parte en que aparece su sistemática demanda de más dinero para más estériles iniciativas: por ejemplo, el número de mujeres asesinadas a manos de hombres sigue siendo sustancialmente el mismo, confirmando, para desgracia de las víctimas, la inutilidad del griterío feminista y la esterilidad de los criterios con que se aborda ese problema y de las soluciones que se barajan.

El feminismo y yo Lo confieso abiertamente, con contundencia y con humildad: soy antifeminista. Y si se me apura, aceptaré que soy muy antifeminista, radicalmente antifeminista, por muy burda que parezca esta autoclasificación: mejor hablar claro desde el principio. Porque de este modo pretendo dejar bien a la vista mi posición para que el lector –o lectora si tal hubiera- no se dé a engaño. Me gustaría añadir que soy antifeminista militante 20


Así que no me he formado en ninguna cátedra, ni de género, que hay muchas, ni de antropología, sociología o similares, buena parte de ellas rendidas al feminismo. Ni he podido leer apenas documentos antifeministas, como no sea en inglés o francés que algo sí que ha avanzado el antifeminismo en los países anglosajones y en USA, aunque, por lo que intuyo, a trancas y a barrancas.

Mi familia L a s f e m i n i s t a s s o n a fic i o n a d a s a r e l a c i o n a r e l comportamiento de las personas en el ámbito sexual –en su más amplia comprensión- con las circunstancias de su vida infantil. Nadie podrá objetar este tipo de ligámenes pero lo que a mí me fastidia es el determinismo fatalista al que se encomiendan: “un niño maltratado –por su padre, claro- será maltratador adulto”, repiten como un mantra. No entraré ahora en este asunto pero, curándome en salud, me adelantaré a explicar que tuve una infancia feliz en el seno de una familia tradicional. Es más, viví en el seno de dos familias tradicionales, con hábitos distintos. Porque mis padres, por razones laborales, se veían obligados a vivir en lugares distintos y alejados de España a menudo, me crié con unos tíos a los que siempre traté y quise como a mis padres. Mis tíos, sin hijos, eran la típica pareja castellana, austera, católica, tan honestos que no puedo dejar de sonreír cuando me acuerdo de algunos incidentes. Mis padres estaban muy “viajados”, eran más abiertos pero coincidían en la rectitud que se había de inculcar en los hijos y en su respeto por la cultura aunque no fueran universitarios: en casa, lo primero, después de comer sanamente, eran los “estudios”. Jamás fui maltratado y, siendo ellos rigurosos, siempre entendí que sus normas eran razonables, incluida la de ir a misa los domingos, digo ahora que, hace mucho tiempo, ejerzo de ateo.

No pudiendo pues recurrir a libros sólidos o estudios solventes, me aferro a mi único criterio que, si parece pobre, espero me sea disculpado en función de lo difícil que resulta en este puñetero país discrepar y expresar divergencias. Criterio que, lo acepto, está muy condicionado por la empatía hacia esos miles y miles de varones estigmatizados por la infame Ley contra la Violencia de Género, esos miles de hombres acogotados por mujeres abusonas, esos millares de exmaridos arrojados de sus casas en virtud de sentencias aberrantes, condenados a pagar pensiones a exesposas con mucha jeta, alejados de sus hijos, bloqueados sexualmente, abocados a vidas miserables tras su divorcio… Llegarán días en que otros mejor preparados y más inteligentes que yo dirán la suya en defensa de los derechos de los varones, en mejores tratados y más estudiados informes. Sirva, entretanto, mi temperamental alegato para empujar un poco hacia arriba el malestar de tantos hombres con el actual estado de cosas, absolutamente plegado a las pretensiones feministas, digan lo que digan éstas.

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Pues bien, en ambos ámbitos familiares, siempre tuve claro que quienes mandaban en casa eran mi madre y mi tía: ellas recibían los “sobres” semanales –aquellos con que se pagaba antes de que la nómina se recibiera en la cuenta bancaria-, y que no faltara ni una peseta porque se armaba la de San Quintín. Recuerdo a mi tío suplicando unas pesetas a mi tía para echar una partida, a ella escaqueándose… “ya veremos mañana…”. Y recuerdo que para propinas y semanadas, el referente, sin excepción, eran ellas: “ pídele a tu madre, pídele a tu tía”.

que la contemplación de semejantes escenas me haya causado el menor trauma ni haya suscitado en mi subconsciente el deseo de replicar sobre mis compañeras su “terrible” impacto …

Homosexualidad y otras hierbas

Ambas administraban sin empacho y sin la menor vacilación el patrimonio familiar: los ingresos -de los varonessemanales, y la compra de cualquier cosa, desde un piso hasta un coche. Mi madre decidió cuando mi hermano y yo hubimos de empezar carrera, buscar piso en Madrid, comprar libros o ropa. En definitiva, lo que yo siempre vi en mi hogar – doble- fue el dominio omnímodo, benévolo, acordado y absoluto de la mujer en el ámbito familiar. Jamás percibí el menor arrebato de violencia física ni verbal, discusiones aparte. Y sí recuerdo, sin poder aguantar la risa, el día en que mi tío, jugueteando, rompió un plato viejísimo y desportillado con un martillo, intentando convencer a mi tía de que utilizara las vajillas que tenía cuidadosamente guardadas “para las fiestas”. Mi tía arrambló con los trozos de loza y, enfadadísima, amagó con clavarlos en la calva cabeza de mi tío mientras éste se reía a mandíbula batiente: por mucho menos que eso, en los tiempos que corren, y a la inversa, a cualquier marido le hubieran colgado varios meses de trullo y una orden de alejamiento. Hasta hoy, no soy consciente de

De paso, deseo especificar que en estas pocas páginas no entro para nada en lo que toca a homosexualidad, transexualidad o cualquiera otra variante al respecto de lo que cada cual hace con su cuerpo, lo que se siente o cómo se lo monta en la cama y en la vida. Entiendo que lo fundamental en cada ser humano es su condición de persona y que todo lo demás, por muchas consideraciones que suscite, es secundario. Y no dejaré de señalar lo abusivo del proceder feminista que echa en el mismo saco de los agravios que sufren las mujeres, aquellos padecimientos con que han de cargar los homosexuales varones, ya que muchos de estos, si no la mayoría, se declaran contundentemente masculinos, se acuesten o se junten con quien les venga en gana. Que a las feministas les cunda llevar a su molino el agua de la ola gay, no supone que quien así se declara tenga que tragar con la doctrina y las pretensiones de aquéllas.

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Y, de paso también, dejaré testimonio de mi desconcierto ante la batalla por designar oficialmente la unión de dos homosexuales como matrimonio. El asunto está tan embrollado a causa de los contenidos etimológico, histórico, antropológico y jurídico de la palabra “matrimonio” que ni los propios expertos han conseguido aclararlo. Por lo cual, creo, lo prudente hubiera sido buscar otra palabra que, sin menoscabar para nada el derecho de los homosexuales a formar familia, tener hijos y fundamentar una sucesión, respetara la larga tradición de “matrimonio” como unión de hombre y mujer a idénticos efectos y en función de que, se mire por donde se mire, la unión de hombre y mujer es un fenómeno sustancialmente distinto del que junta a dos hombres o a dos mujeres.

monumentos, animales, lenguas, tradiciones… pero se difumina a la brava uno de los activos más eficaces proporcionados por la naturaleza para preservar la especie y para muchas otras cosas, el básico dimorfismo sexual. Y se atisba la escasez de ideas del feminismo y de cuantos se adhieren a sus menguadas estructuras intelectuales, incapaces de hallar una palabra, una simple palabra, para referirse a una realidad felizmente incorporada al acervo social del siglo XXI: la unión de personas del mismo sexo con finalidad de convivencia y trascendencia familiar. Realidad tan feliz y liberadora como se quiera pero esencialmente distinta de la que es la unión de un varón y una mujer. Como se suele decir: dejemos en una isla desierta a dos homosexuales: se acabó la especie… Pero coloquemos a una pareja heterosexual, hombre y mujer: en un millón de años, tendremos una humanidad de 7.000 millones de individuos. Esta manifiesta y decisiva singularidad es la que el feminismo y sus replicantes en el colectivo gay han intentado escamotear forzando a los legisladores –por llamar de alguna manera a quienes vegetan en sede parlamentaria- a diluir en un mismo apelativo, matrimonio, dos realidades tan distintas en sí mismas.

Porque bajo la presión del lobby gay y evidenciando la debilidad de pensamiento de los gobernantes, en España, Rodríguez y sus zapatistas, se promovió la asignación de la palabra matrimonio a esa unión de dos homosexuales y la cosa cuajó en ley. Ahí queda; pero no soy el único en disentir de ese, según ellos, paso adelante y avance en los derechos de los homosexuales. Y confío en que, pasado el tiempo y el furor “progresista” que encendió esta estéril llama, de algún modo se recuperen el término y el concepto de matrimonio para designar la unión de un hombre y una mujer para procrear, convivir y tener descendencia.

El color del cristal violeta

Porque lo que aparece, otra vez, es la oreja feminista y su obsesión por borrar la natural división de las personas en sexos: se hacen esfuerzos inmensos para conservar

Tan inobjetable como el derecho de las feministas a asociarse y promover sus objetivos, es la existencia de desigualdades, 23


situaciones discriminatorias y acciones salvajes y criminales de que han sido y son víctimas muchas mujeres. No puede haber planteamiento antifeminista que rechace o ignore esta cruda realidad. El asunto es la interpretación que se hace de esas desigualdades.

de muertos, muchos miles de muertos más, aparte de las 500 mujeres: por ejemplo, sólo en 2009 murieron violentamente 2.657 personas, de las que 2.494 eran varones, según un estudio llevado a cabo por el Observatorio de Seguridad y Convivencia ciudadanas del propio municipio, que califica a Ciudad Juárez como la ciudad más violenta del mundo. Sin embargo, y por alguna misteriosa razón, las 163 mujeres de ese total pesan mucho más en los diarios y en las web que los 2.404 varones. La “misteriosa” razón no es otra que la intensa actividad de organizaciones feministas –y alguna otra no exactamente tal pero rendida a la influencia feminista-. Nada se puede oponer a que se denuncie y combata el asesinato de mujeres.. siempre que se admita que esos feminicidios o femicidios son una ínfima parte del total de homicidios en un contexto de extrema violencia. Pero el feminismo, como tiene por norma, aisla, amplifica y, en definitiva, desvirtúa y manipula una triste realidad dejando calar la idea de que las únicas muertes que importan son las de mujeres.

Por ejemplo, ahí están las barbaridades perpetradas en Ciudad Juárez, (México). Entre 1993 y 2009, unas 500 mujeres han sido asesinadas después de torturadas y violadas. Se desconoce a los autores y se ha dado curso a numerosas hipótesis sobre el origen de los crímenes. El gobierno mexicano ha sido condenado, en 2009, por no dar amparo a las víctimas. Incluso, se ha acuñado un término, femicidio, para referirse a este tipo de incidentes. El feminismo local y el internacional, han protestado e n é rg i c a m e n t e c o n t r a l a s i t u a c i ó n , h a n a c t u a d o decididamente y han suscitado incluso espectaculares venganzas de capitostes supuestamente implicados en los hechos o en su ocultación.

Otro ejemplo; hace unos años, el diario EL PAIS publicó un pequeño anuncio firmado por un grupo feminista en que se convocaba a una manifestación en Madrid para protestar contra la “guerra contra las mujeres” –sic- que tenía lugar en Argelia. En el propio texto se concretaba que “casi 200 mujeres han sido asesinadas” en aquel país. Casualmente, en la misma edición del periódico aparece un artículo firmado por el corresponsal en Argelia en que se cifra en 40.000 el número de víctimas que por aquel entonces había acarreado el conflicto. Yo envié una “carta al Director”, que fue

¿Se puede oponer la menor pega a este proceder feminista? ¿hay bien nacido a quien no subleven estos actos criminales y que no comulgue con su represión más dura? Por supuesto que no. Sin embargo, las feministas que dicen la verdad en este caso, no dicen toda la verdad y ocultan circunstancias que permiten enfocar más adecuadamente la cuestión. La más destacada de ellas, que Ciudad Juárez es una ciudad en que la violencia criminal ha causado en esos mismos años miles 24


publicada, en que manifestaba mi asombro porque se calificara como “guerra contra las mujeres” aquella en la que éstas suponen el 0,5% del total de víctimas.

parlamentos como insoportable, en tanto el resto de incidentes sangrientos se suele arrinconar en la página de sucesos y en los cuadros estadísticos, si es que no son directamente eliminados como ocurre con los hombres asesinados por sus mujeres en las referencias con datos que ofrece el Instituto de la Mujer.

Los datos son contundentes pero el feminismo no se arredra y los manipula descaradamente para inducir en el lector la sensación de que en este mundo, si hay problemas, son los que tienen las mujeres.

Y lo que vale para la violencia de que son víctimas las mujeres, vale para la discriminación que a tenor de lo que cuentan las feministas, las mujeres sufren en el trabajo, la política o el arte.

Otro ejemplo concreto: en 2008 murieron 75 mujeres a manos de sus parejas. 75 tragedias y otros tantos fracasos de la infame Ley Integral contra la Violencia de Género. El feminismo y el gobierno del sedicente feminista Rodríguez se encargan de publicitar esta cifra, siempre demandando más castigo para los asesinos, más denuncias y, claro, más medios para combatir esa que llaman “plaga” y a la que pretenden otorgar categoría de “problema de estado”. No les quitaremos razones pero antes coloquemos esa siniestra cifra en el contexto del total de crímenes perpetrados en España en ese mismo año, 1019. Resulta que los asesinatos de mujeres suponen el 7% del total de muertes violentas. 75 tragedias, repito pero ¿menos tragedia que las otras 944? ¿Acaso a estos hombres los mataron con mayor delicadeza que a las mujeres? ¿El cuchillo que seccionó la garganta de los 944 varones o la pistola que disparó las balas que pusieron fin a su vida producían menos daño o hacían saltar menos sangre? ¿Resultó menos tenebrosa la traición del amigo o del socio que la del marido o novio? Se supone que no pero el feminismo se las apaña para que cada muerte violenta de una mujer estalle en los medios y hasta en los

Imaginemos que a un colectivo dedicado a combatir el cáncer de páncreas le da por situar a éste como “problema de estado”, como consecuencia de siglos de dejación sanitaria o como ejemplo de maltrato médico a quienes padecen esa variedad oncológica. No, no lo podemos imaginar porque a nadie se le ocurriría semejante majadería: cada cáncer, cada enfermedad tienen su etiología y su tratamiento y los profesionales o pacientes que se agrupan para mejorarlos trabajan en ello sin pretender diferenciaciones incoherentes. Sin embargo, ésa, la segmentación netamente diferencial, la categorización de la discriminación femenina como primera entre todas las demás, ha sido y continúa siendo el objetivo del feminismo como si los problemas de las mujeres, tantos y tan graves como se quiera, fueran únicos y su resolución hubiera de prevalecer sobre cualquiera otra. Hay, en definitiva, situaciones que perjudican a la mujer, ésta sufre acciones violentas y procede que los particulares y las 25


asociaciones las denuncien, combatan y busquen cómo acabar con ellas. Lo que no procede es la descontextualización, el aislamiento y la pretensión de que la mujer, por el mero hecho de serlo, es una víctima de especial relieve y significación. Crudo pero impepinable: la sociedad es violenta, lleva incrustada en ella misma la desigualdad y el maltrato, y la mayoría de humanos, no sólo las mujeres, padece toda su vida por una u otra razón, se siente ignorado o pisoteado y lucha como puede por sacar la cabeza y sobrevivir en un mundo en que hace tiempo se dijo que el hombre –varón o mujer- es un lobo para el hombre.

hombres por idéntico trabajo”. “Las denuncias por violencia de género aumentan en un 200%”.

El ciudadano medio recibe cada día mensajes de este tipo e, incluso, bastante más contundentes:

“Asesinada a navajazos, recibe 20 cuchilladas delante de sus dos hijos, quemada viva por su exmarido, aplastada por el coche de su novio...”

Razones, haberlas, haylas: pero no todo es blanco o negro

Y, si tiene curiosidad y se adentra en la comprensión de las raíces históricas y del fundamento intelectual del feminismo, no tardará en saber que los problemas de las mujeres de hoy vienen de muy lejos, tanto como de los orígenes de la humanidad, hace 20.000, 200.000 o dos millones de años, según se mire. No le queda sino reafirmar la lástima y la rabia que han despertado en él el relato de tanta desgracia, en los escenarios en que se desarrollan los innumerables programas televisivos llamados “rosa” o del “corazón”, trufados con las más increíbles historias de malos tratos, agresiones sexuales, abandono de familia... muchas de ellas tan viejas como las propias protagonistas y tan retorcidas como los colmillos de los/las presentadoras que los hincan hasta la raíz en la vida de famosos y frikis tan dispuestos a hacer carnicería de si mismos como caja a costa de sus lacrimógenas descripciones.

“La violencia de género es la peor lacra que sufre la humanidad”. “La violencia de género ha causado en España más víctimas que el terrorismo”. “Millones de mujeres son explotadas sexualmente”. “Miles de mujeres mueren cada día como consecuencia de abortos mal atendidos”. “Cientos de miles de mujeres sufren la ablación en las áreas de influencia de la sharia”. “Las mujeres cobran hasta un 40% menos que los 26


Si al observador ingenuo tal avalancha de calamidades y agravios no le ha llevado a la conclusión de que la mujer es un verdadero despojo de la humanidad, tan maltratado como la especie animal más perseguida y en mayor riesgo de extinción que el bicho más simpático de todos los bichos en peligro de desaparición, es que no tiene corazón.

Ahora, miremos en derredor: “a Fulanito, su mujer le ha dejado en la calle y él encima tiene que seguir pagando la hipoteca”; “Mengano llegó a casa y le estaba esperando la Guardia Civil porque su mujer le había denunciado por tenencia de armas. Luego se descubrió que era coleccionista y que ninguna de las armas era útil pero esa noche la pasó en el calabozo de la policía local”; “Fulana echó al marido de la casa de sus padres, que era de la familia desde hacía más de trescientos años y ahora vive con un novio sudamericano mientras el marido duerme en una pensión”; “A Zutano le quitaron la custodia de sus hijos y los ve desde lo alto de la tapia del colegio”,

Pero dejemos latiendo por el género ese buen corazón de aquel ingenuo lector y, tras leer con cuidado algunos otros titulares aparecidos en los periódicos, saquemos a pasear la cabeza, abramos los ojos en la calle y ante el televisor, miremos en derredor nuestro, examinemos por encima el comportamiento de nuestras amigas y compañeras y, si tenemos cultura y ganas para ello, echemos un vistazo a las estadísticas y a los titulares de prensa.

Y, como para pasar el rato, acerquémonos a cualquier programa televisivo; ésta trata de puta a su compañera de habitación, la otra llama cabrón a su exnovio, aquella jura que por su hija mata, la de más allá se levanta de la silla para sacudirle a su interlocutor y su vecina de tertulia asegura que se pasa por el coño lo que diga el juez.

“Una mujer acuchilla a su marido en la yugular”, “la mujer de un empresario contrata a un sicario para que maten a su marido”, “las muertes en el trabajo superan las mil al año, el 99% de los fallecidos son hombres”, “un hombre pasa 11 meses en prisión acusado falsamente por su mujer”, “la mujer gasta al año una media de 1000 euros más que el hombre”, “las mujeres consumen un 25% más de fármacos a cargo de la SS que el varón”, “las mujeres son beneficiarias del 80% de las operaciones de estética que se hacen en España con un coste medio de más de 4.000 euros”.

Vaya, parece que eso de la violencia va por barrios, que quien más y quien menos se aprovecha del divorcio sin que le importen demasiado sus hijos, que mienten unos como otras y que exageran mucho todos. ¿A qué viene, entonces, la escandalera feminista? ¿están realmente tan mal las mujeres, son tan violentos los hombres y tan mansas las mujeres, es cierto que ellas trabajan más y cobran menos, denuncian en falso para aprovecharse o es esto un invento de periodistas antediluvianos,,,?

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¿Será, pues, que todas las mujeres mienten o exageran, que en el fondo no hay nada o poca cosa, que se merecía que la mataran o que es que, oye, van provocando y no son más que unas busconas con poca cabeza y menos escrúpulos?

a los hombres, los engañan, los explotan, los vilipendian en público, les amargan la vida en privado y los ponen en el disparadero más a menudo de lo que sería de desear; que en las relaciones entre hombre y mujer hay de todo como en botica. ¿Cómo es, pues, que se ha llegado a decir que la violencia de género es el principal problema de una sociedad como España -un problema de estado, como gustan de repetir las feministas- e, incluso, de toda Europa y del mundo entero?

Porque lo cierto es que las asesinadas por novios o maridos violentos están ahí, que hay tipos con mala uva y mano larga, que muchos niños han crecido viendo a su madre fregar escaleras porque su padre se largó con un pendón, que más de un empresario hace pasar por el catre a las candidatas a un puesto de trabajo, que muchos tíos se pasan y que muchas mujeres sufren toda la vida a maridos zánganos, g u a r ro s , p u t e ro s y b o r r a c h o s . S í , h a y h o m b re s impresentables en el hogar, en la empresa, en la calle, en la universidad y hasta en la iglesia. Sí, hay motivos para la queja de las mujeres en el matrimonio y en el trabajo, en la vida privada y en la pública, en la escalera del piso y en los parlamentos.

Pues a fuerza de machacar y machacar, y de agrandar y de exagerar y de falsificar y de quejarse y de volver a quejarse...a costa de situaciones que, ciertamente, existen, son a menudo sangrantes y exigen reparación y quizás, medidas drásticas pero que en modo alguno son excepcionales en un mundo violento ni sustancialmente distintas de cualquier otra. Refirámonos, por ejemplo, a un asunto sobremanera siniestro, las violaciones en las guerras. En primer lugar, certifiquemos que la violación, como arma de guerra y como botín ha estado rigurosamente perseguida y castigada por casi todos los ejércitos que han sido a lo largo de la historia, que no son pocos. Sólo en muy raras circunstancias determinados jefes han incitado a sus huestes a violar tras la batalla y tan excepcionales han sido estos hechos que han pasado a la historia, precisamente, como reprobables y reprobados por los propios protagonistas. Otra cosa es que se alumbren episodios o comportamientos pasados con la luz de modernos códigos de conducta o de derecho; aplicar a

Lo que no está nada claro es que la mala sombra se extienda sólo a las vidas femeninas: el odio, la mala suerte, la envidia, la trampa, la discriminación... afectan a todo el mundo, más o menos por igual, hombre, mujer, camello parlante o marcianito verde que por ahí anduviera. La vida, la sociedad, son complejas, injustas, aleatorias y no siempre colocan a quienes se lo merecen en el podio de los reconocidos y premiados. Y, sí: las mujeres padecen lo suyo, hay tíos que abusan de ellas y algunos se pasan un rato largo; las asesinan, las queman y, sin llegar a tanto, las maltratan, a veces, durante toda la vida. Pero también ellas joden lo suyo 28


las hordas mongolas las convenciones de Ginebra es más que un anacronismo, es una estupidez. La guerra es, ha sido y será, cruel e irracional y no sólo para las mujeres y los niños que, aunque así lo proclame el feminismo, no suelen ser las primeras ni las más de las víctimas. Las primeras y casi siempre más numerosas entre éstas son los propios contendientes, incluso en los tiempos que corren. Ahí están Irán y Afganistán: pese a la abultada diferencia en el número de víctimas nativas o extranjeras –norteamericanas, principalmente- lo cierto es que el 98% de los muertos en combate, de uno u otro bando, son varones. E incluso en los atentados indiscriminados con víctimas civiles, por alguna extraña razón, la mayoría de muertos resultan ser varones aunque a menudo en los medios se opte por poner en primera fila los cadáveres de mujeres o de niños. Pues no, la violación no es sino uno de los infinitos daños que provocan las guerras pero el feminismo se empeña en destacarla como si fuera el único o el más sangrante, como si los soldados destripados, mutilados, enloquecidos como consecuencia de su intervención en los combates residieran muchos peldaños por debajo de las mujeres violadas en la escalera de los sufrimientos. Como si el hombre acudiera a la batalla y saliera de ella enhiesto, sonriente y feliz al lado de la pobre mujer ultrajada por el enemigo. No hay nada que oponer a que los acuerdos –que suelen quedar en papel mojado- entre los estados estigmaticen la violación en tiempos de guerra, la proscriban e intenten que sea castigada duramente. Pero pretender que sea considerada como delito singularmente repugnante y particularmente opuesto a los derechos humanos es querer cuadrar el círculo: el problema es la

guerra y de poco o nada servirán los paños calientes con que se trate de repartir entre la soldadesca la carga de las responsabilidades que suelen estar bien definidas y concentradas en quienes atizan o consienten los conflictos bélicos. Otro ejemplo: la discriminación salarial. El lector debe de estar harto de encarar titulares de este cariz: “Las mujeres cobran un 40% menos que los hombres por igual trabajo”. “Las mujeres cobran un 30%, un 22%, un 18%... un..... menos que los varones a igual trabajo”. La variedad de porcentajes que aquí se citan no es caprichosa; bien se puede decir que todos los porcentajes entre el 10 y el 45 han sido adjudicados a esa supuesta diferencia salarial: ¿a qué se deben tan extremas discrepancias? Porque las estadísticas, lo sabemos, no ofrecen resultados milimétricamente exactos pero, ¿tanto...? Existen varias razones que explican la demagogia de las feministas –y el seguidismo de instituciones, sindicatos...- al respecto: la primera y principal se fundamenta en el mecanismo de cómputo de esas supuestas diferencias y es tan estúpida que da risa: resulta que los “expertos” que encuentran esas diferencias recurren a los datos de la Agencia Tributaria: tantos hombres y tantas mujeres efectúan la declaración de la renta salarial. Se divide el total declarado en cada sector por el número de integrantes de ellos y, ¡voilà!: hemos hallado la renta salarial bruta media por sexos: titular al día siguiente: “Las mujeres cobran un ....% menos que los hombres”. Y matraca feminista al canto: se añade lo de “a igual trabajo” y no hacen falta más ingredientes para la sopa de la discriminación 29


salarial: y lo que venga a continuación. Hasta el ex ministro Caldera, tan feminista como Rodríguez él, hubo de reconocer en sede parlamentaria que esa conclusión no estaba justificada: porque en ese cálculo no se considera la infinidad de factores que conforman la nómina de un trabajador: edad, antigüedad, pluses… Ciertamente, en la actualidad y en alguna ocasión, tirando a muy rara, se detectan diferencias salariales injustificadas. Pero son tan puntuales, esas ocasiones, que se alzan a los titulares de los periódicos y buena cuenta se encargan de dar de los pleitos correspondientes los sindicatos y las asociaciones de mujeres. Hay más: mire el lector en derredor y haga memoria por si en alguna ocasión ha tenido conocimiento de que una mujer cobre menos que un hombre a igual trabajo. Es posible pero también lo es que recuerde cómo las mujeres se abstienen a la hora de hacerse con los turnos menos cómodos, de sacar los cubos de basura al acabar el trabajo, de cargar con las cajas más pesadas, de enfrentarse a los clientes más complicados... Hay de todo, claro, y a eso vamos: a que a la hora de la verdad, las diferencias salariales nada tienen que ver con el sexo sino con innumerables circunstancias de cualquier tipo que se dan en las infinitas condiciones variables en que trabajan las personas. Pero el feminismo se las ha arreglado para hipertrofiar tales circunstancias y tales condiciones con el objetivo de demostrar que la pobre mujer es poco menos que una esclava del empresario estúpido que paga mejor a cualquier inútil por el hecho de ser varón, del jefe incompetente obsesionado por cerrar el camino a la empleada capaz para favorecer al macho o del compañero de trabajo que se ríe

cínicamente cuando observa cómo su pobre vecina en la cadena no puede hacerse con los cables porque tiene los brazos cortos y menos fuerza. A las feministas nunca se les ocurrirá pensar –es seguro que lo piensan pero se lo callanque al empresario, más cuanto más cabrón, lo que le interesa es rendimiento, al jefe cubrir objetivos y al compañero adelantar trabajo. Y que, incluso, hay empresarios inteligentes, capataces entregados y trabajadores galantes incapaces, por puro machismo, de hacer una jugarreta a una mujer, sea joven, fea o licenciada en matemáticas. No se va a negar aquí, pues, que existan diferencias salariales, injusticias y tipos con mala uva capaces de joder a una mujer y a San Pedro bendito que se les pusiera por delante. Como no se van a negar las agresiones, las muertes violentas, las violaciones o los abusos de cualquier tipo y a cualquier nivel. Ni se van a discutir la necesidad de combatir tales disfunciones ni la conveniencia de que las mujeres se asocien para reivindicar plenitud de derechos o, simplemente, derechos en sí. Tampoco se trata de examinar si en su momento hubo razones que fundamentasen el nacimiento de las reivindicaciones feministas y por cuanto tiempo se mantuvieron: muy bien, admitamos que las hubo, celebremos el coraje de las primeras feministas, el desenfado de las sufragistas y lancemos al aire los sujetadores como las radicales de los sesenta. Corramos incluso un tupido velo sobre la proliferación de asociaciones feministas, ignoremos los miles de millones que cuestan al contribuyente las campañas a favor de esto y de lo otro y aceptemos que encaja perfectamente en democracia la existencia de una 30


corriente teórica que interprete la igualdad como discriminación positiva, que propugne objetivos, como mínimo, discutibles, cual las cuotas políticas o contradictorios con la propia esencia de la igualdad como la diferencia de castigo penal para idéntico delito. Aceptemos, aunque no nos guste, la existencia del feminismo, su trayectoria caprichosa, protestona, negativa y represora por los andurriales de esta España recién llegada al salón de los países presentables. Aceptemos lo mucho que atisbamos de poco limpio en el ámbito del feminismo para que, como mínimo, se nos permita criticarlo, ponerlo a caldo y presentar otros puntos de vista sobre su confusa filosofía, sus aberrantes conclusiones teóricas, sus barbaridades programáticas y sus turbios manejos en el poder, cuando lo han tocado, y sus siniestras presiones sobre los poderosos cuando estos les dan la espalda y cuando no consiguen puestos directos de mando.

parasitaria, ventajista, hipócrita y gritona del movimiento cara al futuro inmediato y, lo que sería peor, al diseño de una sociedad en que prime el sexo –femenino- de la persona sobre la condición esencial de ésta, a secas: por mucho que las feministas arrojen sobre esta estratégica maniobra el humo del maldito concepto de “género”, tan al uso hoy en día como eficaz a la hora de disolver la realidad natural del sexo – con todas las reservas que se quiera- en las fantasías de l e s b i a n a s , t r a n s e x u a l e s , b i s e x u a l e s y, c u r i o s a o coincidentemente, de expertas en “género”, que ya son legión. Razones, pues, haylas para el feminismo. Lamentablemente, las propias feministas han deshecho la posibilidad de construir un movimiento progresista, que potenciara la riquísima diversidad generada por las diferencias sexuales entre los humanos y han destruido el potencial de avance contenido en esa diversidad y en tantas mujeres, en la mayoría, para conducirlas – a las que se dejen, que no parecen muchas- a un callejón sin salida en el que no les queda más remedio que imponer el alambre de espino de la denuncia, la represión, el castigo y el acoso al varón, por el hecho de serlo y a cada mujer que se resista a esa imposición.

Y sí: discutimos el abuso de la condición femenina para acceder a privilegios, la exacerbación de las diferencias, la falsificación de la realidad, la represión de quien se opone a tales abusos y la pretensión de lograr cargos y prebendas para una minoría de aprovechadas, a lomos, precisamente, de aquellas mujeres que, efectivamente, sufran o puedan sufrir por el hecho de serlo. En definitiva, admitimos la existencia de razones para la existencia del feminismo o algo que se le acerque. Pero postulamos la degeneración de esa corriente en pudrideros teóricos, el encharcamiento de la buena voluntad de muchas mujeres para incorporarse efectivamente a la corriente de la historia en la ciénaga cómoda del disfrute del poder y, sobre todo, la orientación

Tenía ante sí el feminismo una gran tarea de teorización, de reestructuración y de programación de salidas equilibradas para ese viejo conflicto entre sexos y la sigue teniendo, en la medida en que dispone de infinidad de herramientas intelectuales y presupuestarias: mi opinión es que, de 31


momento, se le han oxidado y a punto está de que se le desmoronen en las manos de tanto abuso como hacen del poder del que ya disfrutan y de tanto chupar del bote de la queja y la protesta. Pero por si no consiguen reorientar su discurso y su práctica, nos apuntaremos a la espera de intelectuales capaces y líderes con visión de futuro, desprejuiciados, audaces y, como mínimo, no sometidos a esa visión maniquea que, a través del prisma del dichoso patriarcado, sólo acierta a ver en el varón lo negro y en el feminismo lo rosa. En este libro apuesto por la inminente aparición de tales intelectuales y hago votos porque los políticos sean cada día más independientes de la presión feminista y más firmes en la defensa, sin exclusiones, de cada colectivo y cada persona, sea mujer, hombre, homosexual… o se coloque a sí mismo allí donde su particular impulso le mueva a hacerlo con total libertad y respeto a los demás.

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Episodios feministas ¡Ay, los porcentajes...!

El nuevo feminismo

Falta la huelga…

¿Tiene razón Mónica Oriol

El País

Género

Abortos y bragas

El patriarcado

Hermano Mayor

La ley del embudo periodístico

Beatriz Gimeno

El patriarcado y su abolición

Hogar, dulce hogar

La literatura y la música

Bendito sea el maldito machismo

El posmacho desconcertado

Hombres por la igualdad

La “mili”

Homer Simpson maltratador

La mitad del cielo

La conciliación

La muerte

Cásate y sé sumisa

El repugnante caso Tommouhi

La cuota en polìtica

La paz

Cuéntame cómo pasó…

El reverso de la medalla

La familia

La prensa. Los medios

El 8 de marzo

El sexo

La guerra

La prostitución

El aborto

El techo de cristal

La inversión de la carga de la prueba

La publicidad

El caso Assange

El tercer sexo

El divorcio

El trabajo

La Ley contra la violencia de género I

El DRAE

El varón, arma de destrucción masiva

La Ley contra la violencia de género II

Cariño, no es lo que parece...

El ejército

El recurso internacional

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La Ley contra la violencia de género III

La regla La vida La violencia La violencia... de género


Las arpías de Hitler

Rodríguez, el feminista

Las cuotas

Sálvame

Las dificultades de las mujeres

Sexismo unidireccional

Las mujeres no son violentas

Tetas y tetas Vaya par de gemelos…

Los -escasos- discrepantes Los celos Los programas radiofónicos nocturnos Los sueldos

Maltratada a su pesar Matahombres Micromachismos Mineros y mineras Mitos y fantasías Mujeres asesinas Mujeres incapaces Perdida… pérfida 34


Bien, dejemos este asunto para otro capítulo para destacar el hecho de que todas esas estadísticas, jamás son referenciadas junto a aquellas otras que apuntan en direcciones atentatorias contra los sagrados principios del feminismo. Aquí va una: periodistas asesinados en 2013 en el mundo entero: 71. Porcentaje por sexo: 4% mujeres, 96% hombres. (Reporteros sin Fronteras).

¡Ay, los porcentajes…! El lector que haya seguido con cierta regularidad las líneas argumentales y los manifiestos feministas, habrá oído o leído centenares de veces aquello de “las mujeres son la mitad de la humanidad pero sólo ocupan un 14% en los consejos de administración de las empresas del Ibex, el 35% en el Parlamento, el 12% en las Fuerzas Armadas…”.

Por supuesto que no se trata de que el feminismo reivindique una mayor parte en ese triste y sangriento pastel: la cuestión sería que no hubiera ni un solo asesinado, está claro. Pero el feminismo sería más creíble si admitiera que según qué profesiones –peligrosas, molestas, insanas…- y, por la razón que sea, atraen mucho a los varones y muy poco a las mujeres: policías, militares en áreas en conflicto, bomberos, barrenderos nocturnos, buzos. mineros… y que no vengan con la monserga de que también ahí encuentran el techo de cristal.

No está de más conocer estos datos, la mayoría de los cuales necesitan de ulterior y más completa explicación. Tampoco se puede objetar nada a la pretensión de que las mujeres accedan a puestos de responsabilidad aunque lo correcto –digo yo- sería la promoción de las “personas” – mujeres u hombres- más capaces o mejor preparadas para cualquier oficio o cargo. Y, por supuesto, habría que derribar cualquier obstáculo que se opusiera al ascenso de quien realmente vale, fuera el que fuera tal obstáculo. Porque el feminismo expone las cosas de modo que acaba pareciendo que las únicas barreras laborales, políticas o sociales posibles son las que se alzan frente a las mujeres, lo cual es otra de las muchas paparruchas publicitadas por las feministas para llevar el agua a su molino, que –y no lo ocultan- significa colocar a las suyas en puestos en que sin especial responsabilidad, se cobra mucho y se trabaja poco, como los consejos de administración de esas grandes empresas. 35


¿Tiene razón Mónica Oriol?

empresario que, en su caso, se verá atrapado en un sinfín de condiciones y reservas a favor de la embarazada que sólo superará con dificultad y, posiblemente, dejando muchos pelos en la gatera.

Mónica Oriol es la presidenta del Círculo de Empresarios, organización sin ánimo de lucro que se orienta a la promoción de la empresa y la iniciativa privadas. Curiosamente, un colectivo que cuenta mayoritariamente con varones, pone a su frente a una mujer, Mónica Oriol, que ya se ha hecho notar en algunas ocasiones y no precisamente por tomar excesivas precauciones a la hora de manifestarse en público.

Como de costumbre, las feministas y sus voceros mediáticos arremetieron, más que contra el problema, contra quien lo había expuesto, sin el menor ánimo de entenderlo y buscarle soluciones. Y poniendo por delante y por encima de todo, la supuesta sagrada superioridad de la maternidad frente a cualquier otro bien público a tener en cuenta. Pero no en el sentido de la importancia de potenciar la fertilidad como mecanismo de sostenimiento y mejora de la población de un país sino como derecho de la mujer a ser madre, derecho indiscutible e indubitable ante el que ha de claudicar, porque sí, el del empresario a cuidar su empresa y su hacienda.

Bien, en determinado momento, Oriol hace unas declaraciones en que, como empresaria, manifiesta su recelo a la hora de contratar mujeres en edad fértil, entre los 25 y los 45 años, por marcar dos topes. No hacían falta muchas dotes de agorero para anticipar que las feministas se le echarían encima inmediatamente, como así fue. Hasta que, como también suele ser habitual, la afectada se vio obligada a explicarse y, en definitiva, a rectificar.

Parece evidente que si es cuestión de estado la de atender a la positiva evolución del número y la salud de los ciudadanos que lo conforman, se habría de enfocar el asunto del embarazo de las trabajadoras, igualmente, como cuestión de estado, estudiando las mejores alternativas para que la mujer satisfaga sus anhelos de maternidad sin sacrificar sus expectativas profesionales y sin cargar a las espaldas del empresario las costas de sus aspiraciones. Porque no se puede ocultar que el embarazo es una sacudida para el cuerpo y el espíritu de la mujer y que, embarazada, no está en condiciones de rendir como antes, ni en el trabajo ni en ningún otro ámbito. Y que la atención al bebé, porque la madre es humana y no un robot, exige de ella enorme

Unos días después, Diari de Tarragona –09-11-2014- que, como periódico local, disfruta de un poco más de libertad que sus equivalentes nacionales para exponer ideas sin tanto riesgo de ser crucificado en el madero de lo políticamente correcto, publicaba un artículo intitulado “¿Tiene razón Mónica Oriol?”, en que, tímidamente, exponía lo que, para bien o para mal, es una cruda realidad: contratar mujeres con edades en esa franja, puede suponer una pesadilla para el 36


concentración, en detrimento de otras prioridades que pueda tener. Pero el feminismo oculta estas evidencias y quiere hacer creer que la mujer embarazada es la famosa superwoman, capaz de diseñar la más rebuscada estrategia financiera o de atender al complicado cuadro de mandos de una central nuclear, al día siguiente de haber parido y con su bebé en brazos: ¿no han aparecido algunas diputadas en sede parlamentaria, alegremente, con sus hijos braceando en el escaño de la madre a la búsqueda de los botones de voto? ¿Y no han sido frenéticamente aplaudidas por sus señorías, en lugar de recibir el mismo reproche que si estuvieran leyendo mensajes en su iphone o, a su lado, un colega masculino ojeando revistas de “señoras”…? Porque cualquiera diría que el problema es que un diputado se despiste de las tareas legislativas y no la causa del despista, por muy simpático que sea el bebé… No será nada fácil conjugar el interés general por el aumento de la población, con la voluntad de la mujer de ser madre y, al tiempo, forjarse una carrera y, finalmente, con el derecho del empresario a sacarle el mayor partido posible a su inversión y su esfuerzo. Pero pretender que éste –y subsidiariamente el estado- carguen con todo el problema sin decir esta boca es mía, se me antoja, una vez más, excesivo. Y excesivamente prepotente de parte del feminismo.

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limitar drásticamente el derecho de las mujeres al aborto. De un lado y de otro, ciertamente.

Abortos y bragas

Ahora bien, el PP se ve obligado a sacar la pata de donde la metió su militante-simpatizante mientras que las de Femen pasan a ser “activistas” comprometidas con una causa justa, al menos, en los medios progres.

El 5 de febrero de 2014, un grupo de mujeres irrumpe en una conferencia del PP en Tarragona con consignas a favor del aborto. A la salida, un militante-simpatizante del PP –no queda claro- increpa a una de las manifestantes, haciendo gala de evidente grosería:

-

A la ducha, a la ducha…

-

El que apesta eres tú…

No será mi menda quien justifique ni el aberrante intento de reforma de Gallardón ni las performances feministas. Sólo quiero poner de manifiesto el distinto tratamiento que logran los incidentes provocados por unos y por otros en la mayoría de medios. Y el hecho de que la desvergüenza feminista recibe sistemáticamente mejor sanción que la de derechones maleducados. Es verdad que quien detenta el poder se siente legitimado muy a menudo, demasiado a menudo, para hacer lo que le dé la gana. Y que la Iglesia, tradicionalmente y a día de hoy, ejerce su poder con mano de hierro por mucho que la exhiban enguantada en la sedosa y afectada palabrería de algunos de sus portavoces. En este sentido, entiendo la indignación y la rebeldía de las víctimas de decisiones tomadas por individuos bien ajenos al problema. Pero, caramba, ¿no encuentran mejor expresión de su cabreo que lanzar bragas manchadas de tinta roja a un cardenal? ¿O exhibir sus pechos desnudos, o frases como “fuera de mi coño…” o…?

- Eres muy fea, igual te hubieran abortado por malformación…

El Periódico de Catalunya, en titulares: “Un militante del PP ofende a los manifestantes contra la contrarreforma del aborto”. Días antes, un grupo de activistas de Femen, lanza bragas manchadas con tinta roja al cardenal Rouco Varela. En su torso desnudo ellas habían pintado frases tan expresivas como “Toño, fuera de mi coño” –el cardenal tiene por nombre Antonio, Toño-.

Las feministas todavía no han aprendido lo que muchos otros impulsivos revolucionarios saben desde hace tiempo, que hay que afinar mucho a la hora de escoger objetivos y medios. Yo me reafirmo en que el feminismo, hoy día, tiene

Es fácil apercibirse del alto nivel del debate suscitado por la contrarreforma promovida por el ministro Gallardón para 38


poco que aportar a la sociedad actual y se va por las ramas. Y por la grosería‌

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“El feminismo combate para que las mujeres no pierdan sus energías intelectuales y/o afectivas con los hombres.

Beatriz Gimeno

Ni quito ni pongo, que cada uno saque sus propias conclusiones. Eso sí, permítanme tan sólo un pequeño comentario general: Una lesbiana hablando de las relaciones hombre-mujer es como un vegetariano hablando del menú del McDonald’s.”

Beatriz Gimeno es una conocida activista española, promotora de numerosas iniciativas a favor del colectivo LGBT –Lesbianas, Gais, Bisexuales, Transexuales-. En la actualidad, gira en la órbita de Podemos. En su currículo suele hacer mención expresa de su condición de lesbiana. Me permito introducir este comentario recortando otro aparecido en la revista Píkara magazine (setiembre 2014) de orientación, a su vez, conspicuamente feminista, sobre un artículo de Gimeno, EL SILENCIO POLITICO ALIENTA LA VIOLENCIA MACHISTA:

(Condemor, en Pikara magazine, en relación con un artículo de Beatriz Gimeno en ese medio). A su vez, el interesado puede leer otro artículo de Gimeno, APROXIMACION POLITICA AL LESBIANISMO en que la autora expresa con toda claridad su visión del conflicto entre sexos.

“En cuanto a la autora del artículo, no hace falta decir nada, basta con citar sus propias palabras:

Hay que reconocer que planteamientos tan radicales, por suerte, no son los predominantes en el universo feminista aunque sí bien conocidos en el mundillo intelectual norteamericano y canadiense. Y que influyen y mucho, en particular en aquel sector de mujeres que se declaran lesbianas.

La heterosexualidad no es la manera natural de vivir la sexualidad” “En la mayor parte de los periodos históricos las mujeres, si hubieran podido elegir, hubieran escogido no mantener relaciones sexuales con los hombres, no vivir con ellos, no relacionarse con ellos”

Lo que conduce al callejón sin salida en que se adentra el feminismo cuando teoriza: no se trata de que el lesbianismo reivindique carta de naturaleza, igualdad de derechos, respeto social… cosas que, ciertamente, se les han negado durante siglos y se les siguen negando en muchos ámbitos y países. Teóricas y activistas como Gimeno no buscan su espacio en la sociedad, que sería plenamente legítimo: lo que

“De ahí que dicha frase se pueda proferir como amenaza: voy a hacer que te sientas una mujer de verdad, es decir, voy a violarte”

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pretenden es aniquilar al sexo masculino, sin componendas, desnaturalizarlo, diluir su papel en la historia y hasta en la reproducción de la especie. El varón les molesta, las estorba y les dificulta la vida: ¡fuera con él…! Esperemos que ni lo consigan ni sigan adelante con su pretensión. Pero, por si acaso, el varón esté alerta frente a personas como Beatriz Gimeno e instituciones crecidas a su sombra.

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revelaría floja, inconsecuente y, efectivamente, a la sombra política de Rodríguez: y en la actualidad, ya exministra, alto cargo en Endesa, con un par, ahora sí, que diría un castizo…

Bendito sea el maldito machismo

Porque el machismo, como concepto, como insulto, como categoría o como motivo humorístico es la mejor referencia de que disponen las feministas para moverse en el complicado mundo de las relaciones entre sexos y en la sociedad en general. El machismo lo engloba todo, lo define todo y lo clasifica todo. Sirve para rotos matrimoniales, para descosidos parlamentarios, para desastres políticos y para apaños sociales, para desaires públicos y para chanchullos privados. Es el guante que primero se lanza al rostro del varón en la disputa entre hombre y mujer, la llave que abre cada puerta jurídica, el elixir maravilloso que desengrasa cualquier complicado mecanismo humano, la poción mágica que confiere fuerza sobrehumana a quienquiera, mujer, que compita, con un hombre, en el campo histórico, político o profesional, se trate de lo que se trate o se discuta sobre lo divino o lo humano.

El 20 de octubre de 2009 fue discutida en el Congreso de los Diputados español la Ley que regiría los Presupuestos Generales del Estado para el año 2010. La propuesta fue presentada y defendida por la vicepresidenta segunda del Gobierno y responsable del área de Economía, Elena Salgado, que se estrenaba en esta función y, a juicio de bastantes políticos y periodistas, tuvo una intervención poco afortunada. En un determinado momento, el entonces líder de la oposición, Mariano Rajoy, que criticaba la postura y la exposición de la ministra, quiso referirse a la dependencia de ésta del presidente José Luis Rodríguez con el objetivo de impactar, por elevación, en su verdadero adversario político. Y se lió el follón: como un nubarrón, el reproche de “machismo” se introdujo en el debate, a punto estuvo de oscurecer por completo el verdadero objetivo de la sesión, la discusión de los ejes por los que el Gobierno pretendía que discurriera la actividad económica española en un año tan complicado y, en cualquier caso, descargó un chaparrón de reproches que, de puro improcedente, suscitó hasta la desaprobación de algunas mujeres con ideas más claras y menos prejuicios. Pero, entre tanto, y una vez más, el machismo había salvado del ridículo a una mujer poco ducha en enfrentamientos públicos y que, posteriormente, se

El término “machismo”, bien español en su origen, ha pasado al vocabulario de casi todos los idiomas de la tierra, en particular, del inglés. Las feministas que se expresan en esta lengua, muy especialmente las norteamericanas, lo utilizan profusamente. Originalmente, “machismo” era la cualidad del macho, bravo, valiente, dispuesto a todo por su mujer y su familia. A día de hoy, el vocablo ha sido completamente degradado por el feminismo para significar no sólo los extremos ridículos en el 42


comportamiento de varones con pocas luces –Espartaco Santoni decía que en lugar de pañuelo en el bolsillo de la chaqueta llevaba las bragas de su última compañera de cama- sino cualquier proceder que, a juicio de ellas, de las feministas, merezca reproche.

sustanciales o banales, de pasado o de futuro que, por lo que sea, la contrincante no comparte, o no entiende o no admite, aparecerá el machismo como el séptimo de caballería para rescatar in extremis a la desvalida; ya que por horrible o complicado que sea el contenido de la disputa, es bien cierto que al feminismo el machismo le da tanto juego como para que cualquier feminista medianamente ágil dialécticamente –y más si lo es poco o nada- no necesite más recursos en una polémica, en un proceso judicial o en un debate electoral: “lánzale a la cara su machismo y tienes la batalla ganada”. El feminismo, digo yo, habría de alzar un rutilante monumento al machismo por el mucho trabajo que le ahorra y la enorme eficacia de su utilización.

El machismo da para desastres literarios y para bravatas laborales, para levantar airadas campañas publicitarias y para acallar disidencias, para nombramientos arbitrarios y para destituciones fulminantes. Seas fontanero, ingeniero, político u obispo, como a una feminista se le ocurra colocarte el sambenito, “ja has begut oli” –has bebido aceite-, que decimos en Cataluña para referirnos a una situación sin salida ni remedio.

“Lo que pasa es que los tíos sois unos machistas...” “Señorías, estamos hartas de machismo”. Y punto redondo; no hacen falta más explicaciones. Tronó la feminista, se hizo la luz y se acabó el debate.

De este modo, es machista el hombre que asesina a su mujer aunque el crimen haya tenido su origen en una disputa por una herencia y es machista el que piropea y lo es quien exige equidad en los acuerdos de divorcio y quien se opone a nombramientos esperpénticos –como el de Carmen Chacón como ministra el Ejército- y quien regala muñecas a las niñas y…

El machismo, pecado original viril, consustancial y esencial en la naturaleza masculina, va en los genes, impregna el comportamiento del hombre desde el nacimiento, se refuerza con la lactancia, crece en la guardería, se manifiesta con fuerza en la adolescencia y se agarra en la juventud al alma y al cuerpo del varón como una rémora que no le abandonará mientras viva, le impedirá desarrollar su parte “femenina”, le condicionará en las relaciones de pareja y le impulsará a maltratar y, toquemos madera, a eliminar a su compañera en cuanto salten las primeras chispas en la relación. No hay manera, colega; naciste hombre y, en consecuencia, eres

“Cuando te veas acorralada, tira de machismo”, parece ser la consigna de cada feminista y de cada grupo adscrito a esa tendencia. Así parece y así es: porque no hay pendencia, tertulia o desavenencia de gran o pequeño calado en que el machismo no ayude a inclinar, automáticamente, la balanza a favor de la gozosa feminista frente al desprevenido contendiente. En cuanto el varón –o la mujer, que tampoco se libra de ser machista- esgrime argumentos, serios o jocosos, 43


machista como lo fueron tu padre, tus abuelos y tus antepasados hasta los cromagnones y lo serás mientras vivas por más que intentes redimirte, vestir camisas de flores, hacer méritos alternando con mariquitas o afiliarte a Hombres por la Igualdad, un tipo de asociación a la que, benévolamente, se puede calificar de rastrera, de puro sometida a los planteamientos feministas.

etiológica que arraiga en el transparente machismo. Pero no son precisas situaciones límite. ¿Discute una pareja por una herencia?: no, él es un machista. ¿Pretende él la custodia de sus hijos?: qué va, es que es un machista. ¿Llega tarde a una cita?: machista por hacerle esperar. ¿Llega antes de la hora?: no comprende a las mujeres, es un machista. ¿Le deja pasar la puerta por delante a ella?: machista de viejo cuño. ¿No le deja?: neomachista. ¿Va de putas?: machista. ¿Critica a una mujer porque se los pone al novio?: machista. ¿Mira a una chica con minifalda? Machista. ¿La critica por llevar la falda demasiado corta?: machista.

No hay acción, omisión, actitud, prejuicio, razonamiento, pertenencia religiosa, afiliación política o futbolística, relación laboral, sexual o vecinal que no estén trufados, penetrados, impregnados por el dichoso machismo. “El deporte es el último bastión del machismo”, decía hace poco un argentino desde Suecia (ver Estupidiario).

E l re p ro c h e s e h a h e c h o t a n f á c i l , u n i v e r s a l y omnicomprensivo que, a día de hoy, cabe preguntarse si resta actividad masculina que no cargue con el sambenito de machista. Y puede que un despistado a quien no le haya tocado nunca cargar con él crea que todo se limita a un simpático improperio o un jocoso reproche entre parejas bien avenidas y con sentido del humor: “Mi marido es un machista... Imagínate que no le gusta que le vean tendiendo bragas en la terraza...” Pero si algún día la simpática señora, con razón o sin ella, le denuncia ante la Guardia Civil por violencia –física, psíquica, grave, leve o indeterminada- y la pareja se le presenta en casa cuando vuelve el de las bragas de trabajar, le hacen dormir en el cuartelillo y al día siguiente aparece en la prensa como “el abogado, arquitecto o fontanero detenido por violencia machista”, ese día el despistado caerá en la cuenta de lo hondo que ha calado la palabreja que inspira tantos chistes y en la poca gracia y la mucha mala folla que tiene el asunto.

Y, a todo esto, ¿qué diablos es el machismo? “El conjunto de actitudes y prácticas sexistas vejatorias u ofensivas llevadas a cabo contra las mujeres”, leemos en Wikipedia. “Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres”, define el diccionario de la Real Academia Española. Estas definiciones o conceptualizaciones resultan, a día de hoy, más bien estrechas y recatadas: “machismo es el modo de ser del varón”: y ya está, nos ahorramos palabras y complicaciones. ¿Es hombre? Luego es machista. El machismo lo explica todo y llena todos los huecos susceptibles de interpretación en las relaciones entre sexos. Si un hombre agrede o mata a una mujer, es por machismo, claro. La posibilidad de que medien entre ambos intereses de cualquier otro tipo, por ejemplo, económicos, es descartada ipso facto como peligroso contaminante de la pureza 44


Efectivamente, hace tiempo que el machismo dejó de ser una percha para colgar bromas y anécdotas y se ha convertido en fundamento y eje de una agresiva política de laminación de la virilidad, deconstrucción de todo lo que, para bien o para mal, supone y significa ser hombre y arrinconamiento de cualquier pretensión de vivir y desarrollarse como varón. Desde conducir con brío hasta menospreciar el cuidado personal, desde encontrarse a gusto con los amigos hasta pretender ser el primero del grupo, desde apalancarse con una cerveza ante el televisor hasta contratar en la empresa a una mujer de buen ver, desde soltar un piropo hasta irse voluntariamente a la guerra de Irak, cualquier paso adelante dado por el hombre se interpreta por las feministas en clave de menosprecio de su virilidad y con el objetivo de arrastrarlo a un pretendido futuro de igualdad para cuya construcción es imprescindible la renuncia a la identidad sexual que la naturaleza le ha otorgado.

segunda de Rodríguez: cuando, sin saberlo, se entrevistó con un dirigente africano que, al parecer, era polígamo, y se fotografió con él y sus tres esposas, creyendo que eran sus hijas, o eso dijo después. En algunos foros, en Internet, se pedía, incluso, que se exigiera a aquel país, Níger, la devolución de todos los fondos que con tanta alegría ha dispensado Rodríguez en sus estrambóticas campañas para encerrar la compleja realidad africana entre los barrotes del feminismo (entre otras, se concedió una subvención de casi 30.000 euros a una asociación de gays y lesbianas en Zimbawe, una cantidad exorbitada en aquel desgraciado país). Por eso calificaba más arriba de “bendito” a un término, en realidad al comportamiento que describe, abominable a todas luces, maldito, vaya. Sin embargo, a mi juicio, no es tan preocupante el uso y abuso del término y del concepto “machismo”, que dan para chistes tanto como para tesis doctorales, sesudos análisis antropológicos y demoledoras arremetidas propagandísticas, como el efecto desnaturalizante de lo que, grosso modo, podríamos definir como esencia masculina: ras i curt, que también decimos en catalán, sin ambages, el feminismo está empeñado en desbravar la virilidad, en hacer del hombre un poca cosa y un bragazas y en negar al varón cuanto ha hecho por la humanidad en sus dos millones de años de presencia sobre el planeta, exacerbando sus errores y carencias y minimizando su potencial y su futuro. Y eso cuando no apuntando directamente a su desaparición a medio plazo

Como la palabra judío empezó, en su día, siendo un insulto al uso de zafios e ignorantes y terminó inspirando las canalladas que tan bien conocemos, el término machista ha ascendido de los chistes y las trifulcas maritales a los parlamentos y las universidades hasta convertirse en la salsa que aliña lo mismo campañas publicitarias que nombramientos de altos cargos. Ser machista, en la época de Rodríguez y sus “zapatistas” es lo peor que se puede ser, mucho peor que de derechas o capitalista. A la vicepresidenta Fernández le han consentido los suyos cualquier trato con dictadores o personajes de discutible trayectoria. Pero sólo una vez se alzaron voces contra los contactos diplomáticos de la 45


como elemento imprescindible en la procreación y en el mantenimiento de la especie. No es este disparate objeto de alguna película de ficción o preocupación de cualquier exaltada teórica feminista o amazona rediviva: porque la hipótesis ya ha pasado a libros y cátedras de género. Desde anuncios de electrodomésticos o de vehículos que evidencian la estupidez del hombre hasta referencias científicas en que se demuestra que el semen pierde calidad a marchas forzadas, pasando por demandas de participación de mujeres en mesas por la paz en función de la inoperancia masculina, infinidad de referencias visuales o profundamente intelectuales apuntan a rebajar el coeficiente de calidad del varón en cuanto tal que, convertido en puro macho, cargará con el pecado original de machista mientras viva y por los siglos de los siglos, para atrás y para adelante… si el feminismo no consigue enmendar la plana a la antediluviana, retrógrada y peligrosa naturaleza varonil, la que hace a los hombres, como a los caracoles, rastreros, babosos y con cuernos… e imperfectos porque de lo contrario, serían mujer, como se explica en algunos chistes.

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Cariño, no es lo que parece

Y, ¿a ella también…?

El feminismo en pleno se hubiera alzado en contra del anuncio, de la cadena que lo emite, de la empresa anunciante e… inmediatamente, contra el machismo universal que no ceja y a favor de otorgar más dinero para “educar a los niños en los sanos principios de la igualdad…”

A finales de noviembre de 2014, se emitió un anuncio coincidiendo, creo, con el Black Friday, ese día, importado de USA, en que se hacen grandes descuentos en compras.

Este incidente, poco relevante, puede extender su sombra a infinidad de anuncios en que el varón es insultado, despreciado y hasta agredido físicamente. Por alguna extraña razón, los varones no protestamos y por alguna otra extraña razón, el feminismo monta saraos impresionantes cada vez que un publicista hace uso de recursos similares en que, según ellas, se cosifica, se hipersexualiza y se denigra a la mujer.

Un hombre entra en su casa y encuentra a su mujer junto a otro, con cara de tonto. Ella: - Cariño, no es lo que parece…Lo puedo devolver todo gratis… - refiriéndose a las compras que parece haber realizado. - Y, ¿a él también…? - contesta el marido, aludiendo al chorbo que tiene a su lado.

Le doy vueltas a la cuestión y no puedo concluir sino que el feminismo no tiene nada mejor en qué ocuparse y se dedica a matar moscas con el rabo o mosquitos a cañonazos, por darle a la comedia un carácter dramático que no consigo encontrarle.

A mí, anuncios de este tipo, como mucho, me llegan a hacer gracia: éste no, era muy soso. Pero de aquí a colegir que se está induciendo desprecio por el varón o por el tontaina que hace de comparsa…

Pero, otra vez, apunta a la muy distinta consideración de las cosas que hacen las feministas. Y, también, al criterio mucho más amplio de los varones e, incluso, a su más acendrado sentido del humor. Yo no me siento menos hombre porque haya idiotas ni veo en qué atenta contra la dignidad de la mujer que se tomen sus cosas –pechos, trasero, gracias, forma de hablar…- a pitorreo.

Ahora bien, imagino la que se hubiera montado si algo parecido, cruzando la acera, se realizara con dos mujeres, una medio tonta, la otra que llega y engancha al marido con la tonta, aunque estuviera rodeado de paquetes y bolsas. - Cariño, … Lo puedo devolver todo gratis… - diría el marido pillado in fraganti…

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Lo que pasa es que el feminismo tiene la piel muy fina, sobre todo, si puede arrimar el ascua a su sardina‌

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Cásate y sé sumisa

imprescindible hacerle frente, con más campañas, más cátedras y… más pasta para tan responsables asociaciones. (Granada es un potente referente del feminismo –y beligerante- en España).

Con este aberrante titular ha publicado una escritora católica italiana un libro que, no sé bien por qué, se ha convertido en best-seller. Curiosamente, le sigue una versión de la misma idea dirigida a varones, Cásate y dá la vida por ella. En España, ha sido el arzobispado de Granada el que ha editado ambos títulos.

Es cierto, hay varones –y mujeres como es el caso- que conciben el matrimonio de otro modo que el feminismo, que están moral e ideológicamente anclados en aguas estancadas desde muchos siglos atrás y que, además, expresan en voz alta lo que piensan. Pues que cada palo aguante su vela, señoras, pero no se empeñen en que todos somos iguales, cazurros, catetos y retrógrados, porque no es así. Y no sólo los antifeministas consecuentes, muchísimos otros varones, la mayoría, jamás han buscado ni buscarán mujeres sumisas sino buenas compañeras, jamás maltratarán a una mujer y, eso sí, si llega el caso, estarán dispuestos a dar la vida por ellas, como ha ocurrido siempre, sigue y seguirá ocurriendo.

Tan aberrante como el titular –no he leído los libros ni pienso hacerlo- me parece la pretensión del ayuntamiento de Granada de llevarlo a la Fiscalía–atendiendo a la propuesta de 67 (nada menos) asociaciones de mujeres-. Y es que el feminismo y sus adláteres son regulares partidarios de ir por la tremenda, como si fuera una intolerable novedad que andan por ahí millones de personas de mentalidad conservadora y que mejor será que se sepa lo que piensan, digo yo y, en cualquier caso, que se combatan sus ideas con otras ideas y no con la multa, la cárcel o la censura. Pero yo quiero ir por otro lado: por el del provecho que sacan las feministas de la existencia de corrientes de pensamiento conservador, muy conservador si se quiere, para meter a todos los antifeministas en el mismo saco y silenciar a quienes nos oponemos a ellas con razones y exigimos otro tanto de su parte. Aprovecharán para levantar una buena polvareda, repetirán una y mil veces que el machismo sigue vivo, que se fomenta la violencia de género y que es 49


Porque, como muy bien se describe en esta historia, la mujer no siempre ha sido inocente víctima y no siempre ha jugado el papel de corderito resignado: expulsar al infiel en el acto de una casa que, como mínimo, han pagado a medias y que ha sido su hogar durante decenas de años, no ha sido una salida “peliculera”. Y acogotar al infiel, denigrarlo ante sus amigos y familiares, insultarlo y maltratarlo, cuando no arremeter directamente a su jeta, lanzarle sillas o figuritas de escayola, amenazarlo y advertirle del inicio de una larguísima serie de iniciativas para hacerle pagar los cuernos, esto no es, no ha sido, una pura escena en una serie televisiva: ha sido, del lado femenino, solución más que frecuente para las complicadas circunstancias matrimoniales que se viven al margen de la más civilizada que es el divorcio. Y las mujeres han jugado el papel que les correspondía, que no es ni ha sido necesariamente el de víctima inerme.

Cuéntame cómo pasó El 13 de marzo de 2014, TVE emitió un capítulo de la serie Cuéntame cómo pasó, en que, bastante bien dramatizado, a mi entender, se desarrolla el incidente de infidelidad de su protagonista, Antonio Alcántara. Este ha cometido un desliz con una bella periodista, papel que interpreta la actriz Ariadna Gil. La mujer de Antonio –la estupenda actriz que es Ana Duato- se entera y… aquí es ella: inmediatamente, repito, inmediatamente, le expulsa de casa, la casa en que han vivido toda su vida. Y cuando al día siguiente, el afligido marido intenta acercarse a la airada mujer, ésta, que espera su llegada acechando desde el balcón, le lanza por las escaleras su ropa, pieza a pieza y con el fondo verbal de una sarta de improperios. El episodio, supuestamente, se desarrolla allá por el pasado 1982.

Y he aquí lo más chocante y, al tiempo, lo que más rebaja el papel y la dignidad de la propia mujer: que se pretenda presentarla como incapaz de reaccionar a incidentes de infidelidad, como persona sin ánimo, sin carácter y sin amor propio. Pues bien, en la serie Cuéntame cómo pasó, la Mercedes burlada reacciona a la brava, grosera y violentamente si se quiere… pero como quien ha sido ofendida y menospreciada, como haría una persona de carne y hueso en circunstancias similares, como haría una mujer –o un hombre-, a quien se le han puesto los cuernos, en una palabra.

Bien: todos hemos oído infinidad de veces de boca de las feministas, referirse a la insoportable situación que padecían las mujeres en aquella época –y antes y ahora- burladas por sus maridos y sometidas a la servidumbre de los machos tenedores de la economía doméstica y obligadas a aguantar una detrás de otra las aventuras de sus irresponsables maridos. De lo que nunca hablan las feministas es de los recursos que la propia sociedad ha puesto, desde siempre, en manos de las mujeres para contrarrestar los devaneos de sus esposos. 50


El 8 de marzo: a cortar pollas

antes: el ataque feminista a los nuevos recursos tecnológicos y las redes sociales se intensifica por meses y ya se hacen campañas para que las chicas no se dejen camelar por sus novietes de 12 años para que les enseñen las tetas: como si ellas fueran idiotas y no dominaran tanto o más que ellos las últimas tecnologías…

El 8 de marzo es, desde hace poco más de 100 años, un día dedicado a reivindicar los derechos y el papel de la mujer: nada que objetar –aunque venga a cuento preguntarse por qué no existe un día del varón...-.

De entre las perlas que es posible separar entre los millones de declaraciones y disparates que cada 8 de marzo se hacen –respetando siempre cualquier realidad que lo sea, como, por ejemplo, los asesinatos de mujeres a manos de sus compañeros, cuyo número sigue siendo sustancialmente el mismo, lo que debería hacer reflexionar a las feministasescojo este año el cartel editado por las juventudes socialistas gallegas en que se ve un pene erecto y descapullado, amenazado en el arranque de envergadura por unas tijeras, con la leyenda, “si tú cortas mi derecho a decidir, ¿corto yo el tuyo?”. Supuestamente, se trataba de “dar la nota” y llamar la atención en contra de la reforma de la ley del aborto, propuesta por otra figura del momento, Gallardón.

A día de hoy, 2014, el 8 de marzo es un tótum revolútum tan desprestigiado como consecuencia de la hinchazón a que han sometido a esa jornada las feministas que, como en un pozo sin fondo, se abocan en él viejas reivindicaciones, disparatadas pretensiones, encuestas aberrantes, estadísticas deformadas, sesiones de strip-tease masculino, ofertas en restaurantes, campañas inverosímiles, bajadas de pantalones de conspicuos varones profeministas, amenazas… de todo un poco con tal de mantener viva la supuesta llama de la dignidad de la mujer, a mi juicio, tirada por tierra por el feminismo sin la menor contemplación. Porque, según explican las feministas justo un par de líneas más arriba que aquellas en que se demandan más fondos para más cátedras y más estudios y más campañas –o séase, para pagar a más feministas bien situadas, desde el Parlamento europeo hasta el más ínfimo grupo local de mujeres-, según cuentan decía, la cosa y pese a todos los avances, no parece que vaya a mejor: cada vez hay más violencia, cada vez las mujeres cobran menos con relación a los hombres y cada día el machismo avanza más y despierta

No me consta que ninguna feminista haya expresado su disgusto y sí que a alguna le ha hecho mucha gracia: a fin de cuentas, ¿no es el objetivo declarado de muchas de ellas, cortar de raíz la masculinidad?

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Pero, como decía, en este punto las feministas olvidan sus “buenos deseos” y sus insistentes exigencias de compartir – dinero, tareas, dificultades diarias…- con el varón para plantar la única pieza de decisión en el terreno de la mujer. Al compañero, que le zurzan… si ella decide abortar, esto es lo que vale. Hasta…

El aborto “Nosotras parimos, nosotras decidimos”, hemos oído centenares de veces y hemos visto escrito en decenas de pancartas en manifestaciones feministas a favor del aborto.

…hasta que nazca el bebé, por supuesto, o incluso antes, porque en cuanto se trate de cargar con los gastos de embarazo, del aborto o de atenciones al recién nacido, si es que se llega a este punto, aquí sí que reclamarán a gritos la implicación del varón.

En general, esta consigna se alza en contra de que personas ajenas al drama que supone abortar –médicos, jueces, sacerdotes…- decidan por la mujer en el caso de que ésta dé el paso adelante y opte por desprenderse del feto. En este punto, no se puede sino estar completamente de acuerdo con la demanda feminista, en la medida en que es la mujer la principal responsable de la vida que lleva en su seno. Sin embargo, y como de costumbre, el feminismo, tan ansioso por implicar al varón en las tareas del hogar, ponerle a fregar y a colocar pañales a los niños, olvida que el feto no suele aposentarse en la mujer por las buenas y por obra del Espíritu Santo sino como consecuencia de una relación sexual entre dos personas, dos, no una sola.

Así que la consigna tan rutilante, debería ir acompañada de un añadido, más o menos, de esta guisa: “nosotras parimos, nosotras decidimos… y vosotros pagais la cuenta”, como, por otro lado, suele ser habitual en las relaciones entre sexos. Dicho sea de paso, la reivindicación del derecho al aborto libre –y a cargo del Estado-, que posiblemente tuvo pleno sentido durante muchos años, habría de ser, como mínimo, iluminada por los notables avances en medicina y biología conseguidos últimamente. Asunto complicado y espinoso donde los haya pero en ningún caso, asunto menor: se trata de vida humana, no de gatitos de escayola. Y asunto que las feministas se empeñan en obviar con la misma obstinación con que la Iglesia se emperra en recurrir a esquemas medievales para su enfoque y solución.

Y, por lo tanto, dar curso a un embarazo o interrumpirlo, debería ser una decisión tomada al alimón por los dos protagonistas –de momento, el tercero, la criatura, está en el limbo- puesto que esos dos mismos protagonistas serán –o al menos, estarán obligados a serlo- igualmente responsables de tirar adelante la vida que han engendrado, caso que ésta fructifique.

Por cierto, se echa de menos en la pugna por protocolizar el aborto legal, alguna cláusula que atendiera a la eventualidad 52


de que la mujer siguiera adelante con el embarazo contra la voluntad del varón: ¿quién se hace cargo de la criatura, a todos los efectos, en este caso? Apuesto a que, vellis nollis, el sufrido compañero habrá de acarrear con el hijo y con todo lo que su crianza supone, por mucho que hubiera deseado no tenerlo: está claro, nosotras nos embarazamos –a veces, con trampa- nosotras parimos cuando y cómo nos da la gana y vosotros, calladitos, os coméis nuestra decisión, ¡faltaría más…!

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Si el lector tiene la paciencia de leerse algunos de los documentos en relación con el caso, se hará cruces desde la primera línea y no se acabará de creer que tales enredos y semejante montaje puedan arbitrarse al amparo de las más altas instituciones de un estado que tanta gente tiene por modélico. Si las instituciones y el gobierno sueco se hubieran vendido a los norteamericanos por puro dinero, no resultaría tan vergonzoso como que hayan procedido del modo que lo han hecho inspirados por la más rancia ideología feminista, que deja en mantillas los enjuagues de que se servían los nazis para eliminar judíos, rojos o maricas.

El caso Assange Julian Assange, el creador de Wikileaks, es un genio que ha puesto muchas picas periodísticas en el Flandes de la política y muchos rejones en el lomo de la desvergüenza de los poderosos. A día de hoy, sobrevive encerrado en la embajada de Ecuador en Londres, sin que se atisbe el final de su accidentada carrera. Perseguido por los norteamericanos que le acusan de espionaje y de traición, consiguió eludir el cerco político y policial… hasta que cayó en las zarpas del feminismo sueco.

El curtido y astuto Assange, pues, cayó en las redes, las intrigas y las paranoias suecas y quedó trabado por muchos años. Paranoias suecas amparadas por una legislación tan abstrusa que permite que se denuncie a un señor que le da un segundo viaje a su compañera de lecho de la noche anterior con la que ha dormido. Porque las denuncias partieron de dos mujeres: “Varios medios suecos han insinuado que la primera mujer pudo actuar por despecho, tras descubrir que Assange mantenía relaciones sexuales con otra joven”, plantea un diario de los muchos que se sorprendieron por la extrañísima evolución del caso.

Es bien conocido el nivel de paranoia al que ha llegado Suecia –recientemente, un político pretendía establecer normativas para que los hombres orinen sentados en el retrete- en el ámbito sexual. Al lado de los suecos, pero en la otra cara del espejo sexual, los talibán son ingenuos aprendices a la hora de meterse, ley en mano, en la vida de la gente: “el investigador de violencia familiar Mats Gehlin… queria saber quién había sacado los condones y si Assange había controlado si estaban intactos”, se puede leer en el atestado de la investigación policial.

En definitiva, el caso Assange deja ver cómo es y cuánto de reaccionario tiene el feminismo, que se pone en esta ocasión al servicio de la represión y de quienes intentan frenar el avance de los derechos de los ciudadanos a la trasparencia y a contar con políticos honestos.

Así que lo que no pudieron conseguir los norteamericanos, sus espías y su mala leche, lo consiguió en dos patadas una fiscal sueca: acusó a Assange de violación y maltrato sexual… y le retiró de la circulación internacional. 54


insuperables para poder construir nueva pareja. Hasta las abogadas feministas reconocen que muchas mujeres no se divorcian por miedo a perder estatus o nivel de vida.

El divorcio

La legislación actual y también la práctica judicial, están claramente posicionadas a favor de la mujer en caso de divorcio. Y no sólo ahora, prácticamente desde siempre, incluso en situaciones en que el divorcio no está legislado o es alegal. E incluso en aquellos países en que impera la sharia.

El chiste es bien conocido: una señora se acerca con su hija a una juguetería para comprarle a la nena las características muñecas Barbie:

- La Barbie enfermera vale 35 euros. La Barbie chef 40, la Barbie arquitecto también 40, la Barbie con su caballito 50… -

Es verdad que la mujer suele tener más dificultades para acceder al divorcio, en particular en países en que prevalece el Islam, obstáculos que, paso a paso, se están corrigiendo gracias, todo hay que decirlo, a la presión de las asociaciones feministas. Pero hay otra cuestión –de la que éstas hablan menos- y es lo que cada miembro de la pareja obtiene –en derechos, en bienes materiales, en pensiones…tras la ruptura. En este punto, el varón está definitivamente atrapado: casi siempre sale perdiendo… y mucho. Da la impresión de que instituciones como el divorcio, efectivamente, han acabado controladas por hombres y, en consecuencia, trufadas por sus intereses más que por los de la mujer. Pero también, y así parece que ocurre en el mundo musulmán, el proceso se pensó de muy distinta manera en sus orígenes, mirando más a dejar bien situada a la mujer – casi siempre en función de que con ella iba la prole- que atendiendo a un reparto equitativo de lo acumulado en y por el matrimonio. Dicho de otro modo, la mujer, desde siempre y en todo lugar, ha estado sobreprotegida a todos los efectos.

Y ¿no tienen a la Barbie divorciada…?

- Pues sí pero no la exponemos porque es muy cara. Vale casi 500 euros… -

Caramba, ¿Cómo es eso?

- Sí, es que la Barbie divorciada viene acompañada del chalet de Ken –es el novio de Barbie- del coche de Ken, la moto de Ken…

Lo que pasa es que la realidad tiene mucha menos gracia y mucha mala leche. El divorcio en infinidad de ocasiones deja al exmarido desplumado y cacareando…España rebosa de varones que no sólo lo perdieron todo por decisión judicial sino que quedan hipotecados de por vida, sin posibilidad de rehacerla con otra mujer o cargando a ésta con limitaciones 55


Las violentas reacciones de los varones, serĂ­an en buena medida una respuesta -una rebeliĂłncontra ese desequilibrio, mucho mĂĄs que un reflejo machista como sostienen las feministas.

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El DRAE, el androcentrismo y el sexismo de las palabras

diccionario se limita a recoger el habla de la gente, ensalzan el papel de la mujer o, por el contrario, rebajan o ridiculizan el del varón: porque de éstas también hay y tantas como de las otras. Ahí van algunas, cogidas al buen tuntún.

Si el feminismo tiene un coco lingüístico, una bicha gramatical, es sin duda, el Diccionario de la Real Academia Española, el DRAE. El pobre manual recibe tantos envites desde el campo feminista como subvenciones cobran sus expertas para escudriñar en sus páginas, palabra a palabra, y para encontrar hasta el último vestigio de machismo entre sus venerables líneas.

Belleza: mujer notable por su hermosura. Ama: la que tiene uno o más criados, respecto de ellos. Amo: el que tiene uno o más criados, respecto de ellos. Cornudo-a: dicho del marido cuya mujer le ha faltado a la fidelidad conyugal. Cabrón: El que consiente el adulterio de su mujer. El que aguanta cobardemente los agravios o impertinencias de que es objeto. (No existe cabrona aunque se use).

Año tras año, subvención tras subvención, el feminismo ha ido limpiando de machismo cada definición al tiempo que intenta introducir novedosos artículos concebidos para condicionar el uso de la lengua más que para albergar en el libro de referencia del español la riqueza de éste y de la utilización que de él han hecho y hacen sus hablantes.

Lengua madre Bragazas: hombre que se deja dominar con facilidad, especialmente por su mujer.

Admitamos que la obsesión feminista por las palabras está justificada y admitamos que al DRAE le viene bien el aire fresco de la puesta al día de los vocablos que encierra: ya queda poco machismo en él. Y lejos de mi intención enmendar la plana a tantos y tantos lingüistas y académicos y especialistas en semántica como se han pronunciado al respecto, en general, desacreditando las pretensiones feministas. Ahora bien, lo que no he oído jamás es que se intente borrar aquellas referencias que, porque sí y porque el

Démosle ahora a unos expertos unos pocos cientos de miles de euros y hagámosles que reescriban artículos como los citados, para que queden, por ejemplo, de esta guisa:

Belleza: persona notable por su hermosura 57


Ama/amo: persona que tiene uno o más criadas o criados. Cornudo-a: dicho del marido o de la mujer cuya pareja le ha faltado a la fidelidad conyugal. Cabrón… y así sucesivamente.

Lo que pasa es que con las feministas no vale “o jugamos todos o rompemos la baraja”: ellas siempre rompen la baraja antes de empezar el juego.

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De vez en cuando, se dan a conocer comportamientos de mandos y tropa, absolutamente inaceptables: agresión sexual, abusos de autoridad, novatadas… Pero quien haya pasado por la indignidad de la mili en España, –a mí me tocaron 15 meses, nada menos-, sabe que esos comportamientos no son sino un reflejo de la sociedad exterior al ejército y que allí dentro no hay más machistas, abusones o pervertidos que al otro lado de sus paredes. Y que, en positivo, muchos, la mayoría de militares profesionales son tan dignos, respetuosos y legales como puede serlo un ejecutivo en una empresa o un funcionario en su despacho.

El ejército El ejército, como la guerra, ha sido una de las “bichas” del feminismo, que siempre lo consideró como manada de machos salidos, despreocupados y perniciosos para la sociedad, uno de los agresivos cuernos del patriarcado, condenado a extinguirse en cuanto más mujeres accedieran al gobierno de los estados y los países. La historia ha evidenciado que las cosas no han ido por este camino – Golda Meier, Margaret Tathcher, Condolezza Rice… Por lo que hace a España, desde que ascendió a la jefatura política de la “manada de machos” una embarazada (otro mérito no se le conocía) han crecido las exportaciones de armas y el desplazamiento de militares a países en conflicto, en “misión de paz”, dicen-, y que las mujeres colocadas al frente de los países se ven forzadas a tomar decisiones cruciales que suponen la utilización de ejércitos que, en todas y cada una de las latitudes del ancho mundo, están construídos principalmente, si no en exclusiva, con varones.

El problema, pues, no son los hábitos de las personas sometidas a disciplina, tan absurda como violenta, en la paz como en la guerra. Estos hábitos se tratan como se tratan en una escuela o en una fábrica, con educación y, si procede, haciendo recaer sobre ellos la sanción que corresponda. El problema es la pervivencia del ejército y su imperiosa necesidad mientras en el mundo no se instrumenten mejores mecanismos de entendimiento entre los países y las personas y menos sangrientos procedimientos de solventar los desarreglos y las diferencias: mientras la gente no sea capaz de frenar sus impulsos a arremeter contra el adversario con cuantos medios tenga a su alcance, no se podrá prescindir del ejército. Y, mucho me temo, en tanto no llega ese momento, los varones seguirán siendo absolutamente la carne de cañón para tanques, misiles u ordenadores de última generación. Y las mujeres seguirán siendo ínfima minoría en los espacios peligrosos, los momentos cruciales y

Porque, efectivamente, sea uno militarista o anti, al final del examen de estrategia política, al menos a día de hoy, no hay más remedio que admitir que no es fácil prescindir del ejército. Y que catalogarlo como un nido de machistas, nutrido de principios y hábitos patriarcales, es una simplonería tan reduccionista como estéril.

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las misiones arriesgadas: aunque no dejarán de asomar la nariz en los sótanos en que se tortura vilmente al enemigo, como en Abu Ghraib… que se lo digan a Lynndie England, aquella “simpática” soldado que arrastraba a un prisionero iraquí como a un perro… Ni de dar la vara con que más mujeres han de ascender a puestos de mando en los ejércitos aunque luego resulte que, entre las 160 víctimas mortales españolas en misiones en el extranjero a lo largo de los últimos años, sólo 2 han resultado ser mujeres. Estos hombres, siempre tan machistas, que no dejan que ellas ocupen los puestos de avanzada y los más peligrosos…

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desajustes, por dificultosos que sean, el feminismo, erre que erre, no ve otro futuro para los violadores o agresores que mano dura y cuanto más dura mejor.

El nuevo feminismo

En paralelo, y al rebufo de teorías elaboradas muy lejos, en USA y Canadá y replicadas en Sudamérica y finalmente en España, los planteamientos “feminizadores” de la sociedad, de la empresa, de la política, de la enseñanza, el deporte, el arte y hasta las iglesias, pasando por la historia y la genética, siguen calando en la sociedad española sin que se advierta ni oposición ni siquiera conciencia de este estado de cosas y de las consecuencias que acarreará en el futuro.

El feminismo, sobre todo en los últimos 30 años, ha avanzado mucho y ha colocado a sus partidarias en todos y cada uno de los resquicios del Estado democrático moderno. Puesto que prácticamente, no ha encontrado oposición al avance, en horda, de su huestes, no parece que haya colocado en su programa una revisión de principios y una reorientación de su actividad. Por el contrario, la impresión, a primera vista, es que se reafirman en sus posiciones y se disponen a profundizar en ellas y a escudriñar en cada resquicio de la sociedad actual a la búsqueda de nuevos espacios en que colocar a sus numerosas partidarias –y partidarios-.

En esta línea, el nuevo feminismo, más empeñado en identificar grietas y adjudicar nombres en el campo del adversario que en justificar sus elucubraciones – neomachismo, micromachismo…-, parece no saber muy bien qué hacer, una vez que ha llegado hasta donde está –el presidente “feminista”- y allí, en el cogollo del poder, se ha alojado con la holgura suficiente para condicionar políticas y dineros, hasta en los más recalcitrantes reductos de los partidos de la derecha española.

Dos ejemplos de actualidad: la insistencia en culpabilizar a los adolescentes varones por el uso de las nuevas tecnologías, ignorando que ellas hacen igual o más hábil –y a menudo avieso- uso de las redes sociales que sus colegas. Y, en otro ámbito, el penal, la permanente reclamación de mayores, más amplias y más duras condenas en los incidentes entre sexos, particularmente, en las complicadas circunstancias de la separación matrimonial. En tanto los penalistas más significados y progresistas apuestan en contra del recrudecimiento de sanciones, a la vista de su ineficacia más que probada, y por mecanismos de reinserción social y tratamiento clínico-psicológico de los

Yo encuentro que el nuevo feminismo –con las honrosas excepciones de algunas de sus partidarias más honestas, que bien pocas son, y maltratadas por sus correligionariasno va a aflojar su tenaza y va a intentar reforzar sus políticas, armado de cada vez más agresivos y descarados recursos intelectuales –ojo a las feministas de Podemos: véase El Tornillo…- y cada vez más tutelado por desenfadadas lesbianas que apuestan por un mundo en que el varón cada 61


vez pinte menos. No ganarán, estaría bueno, pero lo que incordian e incordiarán… y lo contentas que fastidiar al varón les hace…: resolver problemas, algunos tan graves como la propia violencia entre sexos, mejorar las condiciones de vida de las personas, construir un futuro ineludiblemente integrado por varones y mujeres… esto tiene poca importancia, lo bueno es el griterío, la juerga, la queja, enseñar las tetas en el Congreso y sacudir a los que las dibujan en los carteles y, claro está,… la subvención. Instalación decadente, parasitaria, protestona en el poder y sus aledaños y hasta indecente a veces –el incidente de la chica malagueña, “violada” por cinco muchachos, que devino, gracias a una jueza con las ideas claras, en orgía de pacotilla con final en el calabozo para los varones como consecuencia de la denuncia, falsa, de la mujer, fue aventado, falseado y sostenido por obstinadas feministas, algunas aposentadas en la Junta de Andalucía hasta límites, literalmente, de vergüenza-: no parece hallarse nada mucho mejor en las alforjas feministas camino del futuro, qué pena…

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El País

posición, negó la presencia en el diario de disidentes al respecto y, en consecuencia, cerró el paso a la discusión de cuestiones de gran calado, privando a sus lectores de la posibilidad de acceder a otros puntos de vista.

El País ha sido un excelente diario y el referente de la izquierda ilustrada española durante muchos años. No sé si a día de hoy EL PAIS sigue siendo un buen diario y tampoco si sirve de referente para nadie.

Yo mismo, que intenté librar una batalla muy personal para, al menos, conseguir que se supiera que había antifeministas en España, llegué a ver cómo se bloqueaba la entrada en su buzón electrónico de mis correctísimas cartas al Director, como si de un terrorista o violador de niños se tratara. Uno de sus periodistas me admitió –off the record, claro- que la redacción estaba copada por feministas y que ni él se atrevía a llevarles la contraria: perdí la batalla, dejé de comprar el periódico y, otra vez, lamenté la ramplonería de los medios de comunicación españoles y, en concreto, su sumisión a la menguada capacidad de discusión y análisis del feminismo patrio.

Yo le debo mucho, muchísimo, a este diario: me ha acompañado en la larga travesía por el desierto intelectual a que me vi abocado cuando decidí quedarme en Salou. Pero, sin creérmelo yo mismo y con dolor de corazón, hace ya años que sentí que EL PAIS se quedaba atrás y que ya no iluminaba hacia delante el enrevesado camino que los años 90 abrieron para muchos de quienes salimos del cascarón en el franquismo y, por lo que fuera, no nos conformamos con lo que nos daban la democracia, González y Rodríguez. Pero ésta es otra historia: lo cierto es que yo empecé a despegarme de EL PAIS en cuanto comprobé que se había enganchado al feminismo español, se había convertido en su buque insignia periodístico y se dejaba arrastrar al charco de la corrección política cosechando el fervoroso aplauso de cuantas feministas hacían acto de presencia en el escenario político, social, artístico, judicial o periodístico.

Como en tantas ocasiones, patinar en un asunto de tan escaso recorrido entre el gran público cual es el feminismo, apunta a la debilidad ideológica de una institución, en este caso, un diario de tirada nacional. Por lo que acierto a entrever, El País, hoy, y pese a seguir siendo el periódico más leído, ha perdido buena parte de su credibilidad y es menospreciado hasta por algunos de los que siguen firmando sus columnas. Siento su degradación y lamentaría su desaparición pero lo interpretaría como signo de que las cosas cambian y de que no se puede dar la espalda, ni a la realidad, ni, en este caso, a los lectores.

Vive Dios, jamás me opondré a que un medio tome el partido que tenga por oportuno, estaría bueno. El problema de EL PAIS no es el de ser un periódico feminista –mucho más que profeminista-: su problema es que se apalancó en esta 63


alimentar a su familia enfrentándose a bichos enormes, mientras la mujer se quedaba allí al calor de la hoguera. Y a los gladiadores romanos destripándose para dar gusto a los emperadores… y a sus queridas. Y a los siervos de la gleba germanos o franceses arrancados de sus terruños para embarcarse en un viaje a Tierra Santa a matar sarracenos. Y a los campesinos ingleses abandonando el campo para encajarse en aquellas lóbregas primitivas fábricas y a los negros de hoy día jugándose la vida a bordo de una patera o trepando vallas y despellejándose en sus concertinas, para ver si consiguen entrar en Europa y… y… siempre los varones los primeros a la hora de enfrentar el peligro, lo desconocido, la muerte o la ruina. Para ser el patriarcado un sistema de privilegio de los varones, habremos de reconocer que estos lo han hecho fatal porque siempre han cargado con lo más jodido y siempre les ha tocado bailar con la más fea. En la guerra, en la paz, en la salud, en la enfermedad, niño y adulto, antes y ahora y mañana, si eres tío, ya sabes que te toca ir por delante, se trate de abrir una puerta, pagar una cena o jugarte el pellejo, ¡cerdo machista…!

El patriarcado El patriarcado es la composición intelectual en que las feministas pretenden encajar todos y cada uno de los análisis que hacen de la historia, la política y la sociedad: por supuesto, con el objetivo de degradar la figura del varón. Podríamos decir que el patriarcado es la transustanciación fetén del omnímodo machismo que, si se hace caso a las feministas, preside la evolución de los humanos desde siempre. Torrente, el guarro, machista y sinvergüenza no es otra cosa que la materialización actual en madrileño del entramado de relaciones que a lo largo de siglos de patriarcado han conseguido tejer los varones para proteger sus intereses, a costa de explotar a las mujeres. Bien, no entraré, porque no quiero y si quisiera, no estaría en condiciones, a contradecir los sesudos análisis antropológicos en que las expertas feministas fundamentan su concepto de patriarcado que, en esencia y para ellas, es el predominio del varón en todos y cada uno de los ámbitos sociales y desde los albores de la historia y aún antes. Arrancando en Engels, el referente al respecto de buena parte de las intelectuales feministas. Pero, frente al que el feminismo interpreta como impepinable pre-dominio del varón, ahora y siempre, deseo colocar la figura del pobre cavernícola –sí, ese greñudo y malhumorado tipejo que en los chistes, por ejemplo, de Mingote aparece arrastrando señoras de los pelos- obligado a salir de la cueva para

Por eso, al despistado que se adentra en el feminismo, lo primero que le sorprende es descubrir que él es un privilegiado frente a la mujer, que goza de posibilidades inmensas y que, en definitiva, es titular de una herencia milenaria de la que no tiene la menor conciencia ni ha oído hablar nunca hasta ahora. A menudo frustrado, machacado por la vida, obligado a hacer la mili, sepultado en el trabajo, despreciado por sus compañeras, ninguneado por sus novias y por su mujer, si no divorciado a las malas, condenado a 64


pagar hasta los caprichos de su ex…, resulta que, como macho que es, disfruta de prebendas sociales y beneficios históricos y alternativas personales que, ni puñetera falta le hacen, jamás desearía ejercer y, para colmo, ponen en peligro su magra hacienda y hasta su libertad como se le ocurra soltar un piropo o tocar el culo a una amiga borde. Pues sí, el varón, por el hecho de serlo, pertenece a esa misteriosa congregación que es el patriarcado -¿qué es eso…?, dirá más de uno-, explota a la mujer y la usa como cosa y de su propiedad… aunque sea –él- más virgen que María y su más íntimo contacto con mujeres lo tuviera con la enfermera que le puso la última vacuna; al menos, eso es lo que dicen las feministas. Pero lo dicen bien alto y lo proclaman en panfletos y lo empapelan en leyes y se lo restriegan por el morro a todo aquel varón que pretende alegar que él no sabe nada de tales privilegios y que no es machista ni quiere saber nada del asunto: ¡Cómo que no! Eres hombre, luego eres machista y no rechistes que te denuncio. ¿Lo sabías, cofrade patriarcal, colega machista?

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nuevo. Este acto y el documento correspondiente serviría para dar testimonio de la historicidad del orden patriarcal al tiempo que lo anularía”.

El patriarcado y su abolición

Juro que no me he inventado nada y que transcribo literalmente. Perdóneme Aristóteles y excúlpeme Simone de Beauvoir por la única e indigna –de mi parte- explicación que soy capaz de encontrar a esta parrafada y es que la buena mujer, ese día, se había fumado algo que no eran celtas.

Victoria Sau ha sido –falleció en 2013- una influyente feminista catalana, psicóloga, catedrática, autora de numerosos libros y artículos en que analiza diversos aspectos de la realidad de gran interés para el feminismo (y, sin duda, para toda aquella persona interesada por las relaciones entre los sexos). Entre ellos, el patriarcado… y su abolición.

En cuanto a mí, no me cabe sino rechazar frontal y definitivamente la pretensión, de Sau y de muchas feministas, de cargar al varón con ese pecado original que es la imparable, universal y multimilenaria obsesión masculina por ofender – Sau dixit - a las mujeres, explotarlas, follarlas – en la guerra y en la paz - y perpetuar su dominio al menos, hasta que no se lea el manifiesto de marras en la ONU. Pero que la cosa dé risa, no significa que el feminismo no esté empeñado en menesteres tan originales; vaya si lo está…

El lector interesado no encontrará dificultades para acceder al pensamiento de esta mujer. Yo me limito a poner de manifiesto algunas de sus ideas con respecto al patriarcado que ella considera apoyado en dos pilares fundamentales, a saber, la guerra y la prostitución. En fin, simplificar tan simplonamente –perdón por la redundancia- ambos problemas tan complejos con el objetivo de hacer con ellos un fardo y cargarlo a las espaldas del varón, encuentra un reflejo en su propuesta, igualmente simplona –perdón por la repetición- que hace Sau para la abolición del patriarcado y que empezaría por una “acción, quizás en la sede de la ONU, en que cinco hombres, uno de cada continente del mundo, en representación de todos los varones del planeta, leerán un documento en el cual se pida oficialmente perdón a todas las mujeres por las ofensas a que han sido sometidas durante el transcurso del Patriarcado. Una mujer de cada continente estaría presente y la ceremonia terminaría con un apretón de manos que sellara un tiempo pasado y abriera la puerta a uno

El feminismo hace uso y, sobre todo, abuso, del concepto de patriarcado a nivel teórico más que nada –en la práctica se sirven más de “machismo” que suena más contundente- para darle cuerpo a buena parte de sus elucubraciones. Está por ejecutar la tarea de despojar al concepto primigenio de patriarcado de sus adherencias feministas y situarlo en su verdadera dimensión analítica: tarea que no presumo ni próxima ni fácil pero sí necesaria.

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las alegaciones pueden ser tan duras como quieran porque el diario no ha variado ni un ápice su planteamiento ni, que yo sepa, jamás ha dejado ver que, en el subterráneo de su enorme cabaña editorial, cientos de lectores se manifiestan totalmente opuestos a su sectario profeminismo. Prepotentes como son – y cada día más a medida que se derrumba su pretendida preeminencia periodística en España - permiten el derecho al pataleo – y fuerte, lo digo yo - de los antifeministas en un blog bajo su control pero, erre que erre, como quien oye llover…Allá ellos.

El posmacho desconcertado Este es el titular de un libro, del que es autor Ricardo de Querol, que se dice coordinador de un blog, Mujeres, alojado en EL PAIS. En propia referencia, el autor se interroga, “¿Un blog sobre mujeres, para mujeres, por mujeres…? Nada de eso?”. Qué raro, ni el blog trata sobre mujeres, ni es para mujeres ni está operado por mujeres… pero se intitula Mujeres… Anda como un perro, ladra como un perro, parece un perro… pero es… un gato. El gato por liebre que sistemáticamente intentan dar estos compañeros de viaje del feminismo, varones vergonzantes, encantados de revolverse en el barro de lo políticamente correcto y de doblar la cerviz y encajar sin la menor discrepancia los feroces ataques intelectuales de una doctrina tan poco receptiva a ellas y someterse a sus consignas para conseguir ser admitidos en el parnaso feminista.

Porque lo que quiero poner de relieve ahora es la singularidad del título del libro que, imagino, no es casualidad, El posmacho desconcertado. En tres palabras, dos insultos que unen descalificaciones de presunta raíz milenaria, el macho, que pretende definitivamente arraigado en el varón, porque si no no sería “pos” – no sé por qué no le coloca al vocablo la t - y el desconcertado, otro de los despectivos favoritos con que las feministas gustan de hacer cargar a los varones de hoy que no se amoldan a sus exigencias. De mi parte, diré, saliendo al paso de la floritura y de su maligna implicación, que no creo que “desconcertado” sea un estado necesariamente peyorativo o necesitado de tratamiento: desde que el principio de incertidumbre se asentó en la física – y mucho antes - y en muchos otros ámbitos de la actividad humana, el desconcierto –vital, psicológico, político…- puede ser tan sano como la duda y tan positivo como la navaja de Ockhan. Que el feminismo

Admito no haber leído el libro y creo que no lo haré y diré por qué. He entrado a menudo en este blog, que importa artículos del diario EL PAIS relativos a cuestiones de interés para el feminismo – más que para la mujeres - y he comprobado que, haciendo gala de apertura de criterios, recibe críticas, a menudo acerbas y groseras, de quienes disienten de la estrecha posición estratégica del diario, ultrafeminista y exclusivista. Pero de aquí no pasa la cosa y 67


interprete - hoy - el desconcierto como reprobable, es se単al de su escasa solvencia intelectual.

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circunstancias prescindiendo de las que deforman la visión unilateral que intenta insuflar el feminismo en las mentes de la persona. Analizar estos procesos, en buena medida, manipulación pura y dura, sería largo y complicado y no entra ahora en mi propósito. Pero sí me referiré a una circunstancia que he creído detectar sistemáticamente en artículos o proclamas de conspicuas feministas: de incidencias acaecidas en otros países o entornos, sólo destacan lo que les conviene en tanto ocultan lo que, a su entender, perjudica la obsesiva visión homogeneizadora de las feministas. Un ejemplo:

El recurso internacional Llamo “recurso internacional”, por llamarlo de alguna manera, a esa digresión, muy utilizada por el feminismo, tramposa casi siempre, que consiste en pegar -con mocos de cigüeñasituaciones padecidas por mujeres españolas a otras sufridas por ciudadanas de otros países en contextos radicalmente diferentes. Por ejemplo, los asesinatos de chicas trabajadoras en Tijuana, México, uno de los puntos más violentos del planeta, con las muertes de mujeres a manos de sus parejas en nuestro país, uno de aquellos en que ocurren menos incidentes de este carácter. O la ablación del clítoris en Sudán con los maltratos a una extremeña. O el desfiguramiento con ácido del rostro de una paquistaní con los magreos de viejos verdes a las viajeras en el metro madrileño. El objetivo de estos reportajes es suscitar la indignación en el lector o espectador y predisponerlo a favor de aquella tesis feminista básica, a saber, todos los varones son unos salidos, unos cerdos y unos asesinos en potencia. ¿Cree el lector que exagero? Pues repase el desbordado chorro de artículos o campañas que el feminismo pone en circulación con motivo del Día Internacional de la Mujer, el ocho de marzo.

En enero de 2014, Angeles Espinosa, corresponsal de El País en la conflictiva área del Medio Oriente, alude a un informe publicado por Iran Human Rights a comienzos de ese año y que da cuenta de las muertes de iraníes a manos del Estado, oficiales y no oficiales puesto que las fanáticas autoridades de ese país no son precisamente un modelo de transparencia. Entrando en la minuciosa descripción hecha por la prestigiosa organización, se descubre que en 2013 han muerto 624 personas condenadas en procedimientos “legales”, sea lo que sea lo que en Irán significa “legal”. IHR advierte de las dificultades de reseñar unos incidentes tan macabros, muchos de los cuales tienen lugar en plazas públicas y acaban con el reo ahorcado al final del cable de una grúa. A ojo de buen cubero, de un 30 a un 40% de esos asesinatos de estado, no se conoce la causa. Sí destaca en cambio, un elevado porcentaje de condenados por tráfico de drogas y por asesinato. Y… 57 que yo haya contado, por

Hombre, no es que sea incorrecto vincular unos hechos con otros: se hace en todas partes y en cada disciplina científica o artística. Lo que no me parece bien es entremezclar 69


“rape”, violación en inglés, pongamos un 10% del total (y teniendo en cuenta aquella porción de “causa desconocida”).

salvar de ella a delincuentes más o menos “tolerables”, como pueden ser los disidentes políticos o los de cuello blanco: ningún ser humano puede ser privado de la vida por criminal o dañino para la sociedad que haya sido: aquí, el feminismo, que hace buen uso de los informes de AI y de las asociaciones de derechos humanos para lo que le conviene, aquí, cuando se mata a manos del Estado a violadores convictos y confesos, aquí… el feminismo calla.

En definitiva, todo apunta a que la violación es un delito duramente castigado en Irán, país que se caracteriza por la siniestra restricción de los más elementales derechos de las mujeres, las niñas y… de todo bicho viviente. Pues bien, no se esfuerce el lector en encontrar en las declaraciones feministas la menor alusión, no digamos condena, de las muertes amparadas por el Estado, allí donde se dan, y cuya origen está en la supuesta –repito, supuesta, porque en estos asuntos hay mucha tela que cortar, por ejemplo, cuando se condena a un varón con el único testimonio de su “víctima” femenina- violación de una mujer. Porque si el feminismo condenara por igual la pena de muerte para el violador, el asesino y el traficante, quizás se ganara un cierto prestigio por combatir ese repugnante resto del pasado que es la pena de muerte. “Condenamos la pena de muerte, sea cual sea la causa que subyace, incluída la violación”: si ese lector al que aludía más arriba encuentra una declaración de este tipo, en el ámbito que sea o en la lengua que se detecte, le invito a una buena cena.

En relación con este asunto, la persecución en países de democracia restringida o abiertamente proscrita, de delitos relacionados con el sexo, el feminismo exhibe sin pudor su doblez: harán intensas campañas a favor de Sarah Balabagan, la criada filipina condenada en Emiratos Arabes por matar a su empleador, quien, supuestamente, había intentado violarla. Cuando, muy bien, la presión internacional consiguió liberarla, ella misma admitió – precisamente en una entrevista televisada en Barcelona - que no había habido tal intento y que se lo inventó para librarse de la pena capital, perfecto: pero no se encontrará ninguna declaración feminista al respecto. Y hoy, el caso ha pasado a los anales de la persecución machista de pobres criadas forzadas por dueños desaprensivos y no al catálogo de las argucias que hay que instrumentar para librarse de leyes injustas, que cambiaría completamente el sentido del incidente: varón lúbrico frente a criada astuta…y asesina. Mejor dejarlo como está…

Angeles Espinosa goza de acreditada militancia criticando en sus artículos las numerosas penalidades de que son víctima mujeres palestinas, saudíes, iraquíes…: bien. Pues condene también que cuelguen del cuello hasta la muerte a iraníes en plaza pública, incluso aunque hayan cometido un delito tan repugnante como es violar a una mujer: esta es la esencia del repudio internacional de la pena de muerte. No se trata de

Porque no sólo las mujeres sufren en los países bajo leyes islámicas irracionales: es más, son los varones las principales víctimas de la intransigencia de clérigos y talibanes: o, al 70


menos, por lo que hace a la pena capital. Pero éste parece ser un mal dato para las feministas. Así que no dejan que esos datos malogren la teoría: aunque los “datos” acaben colgando de una cuerda.

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años después, ellos en la cárcel, claro, y cumpliendo condena, se descubre sin ningún género de duda –gracias al ADN detectado en el semen conservado en una prenda de una de las víctimas, prueba que entonces empezaba a demostrar su eficacia probatoria- que en el único caso en que se conservan restos el violador resulta ser otro individuo, parecido a Tommouhi como una gota de agua a otra. Bien, se exculpa a los marroquíes en este caso pero -puesto que una condena sólo puede ser anulada si aparecen pruebas nuevas-, siguen en la cárcel cumpliendo condena por los otros, que hay que joderse… Durante años, ni los tribunales ni los políticos solventan el error. Una de las abogadas implicadas en el caso, manifiesta, en privado, que “no pasa nada porque paguen estos por todos los violadores que escapan impunes”.

El repugnante caso Tommouhi-Mounib Ahmed Tommouhi y Abderrazak Mounib, marroquíes, han sido los involuntarios protagonistas del asunto penal más vergonzoso consumado en España y, quizás, en Europa, en muchos años. Políticos, jueces, fiscales, policías y, sobre todo, feministas, habrían de bajar la cabeza y pedir disculpas por su inoperancia, su cobardía y su complacencia frente a la condena injusta y contundentemente demostrada equivocada, de esos dos hombres (a más de 100 años por barba) sin otro testimonio que el de sus “víctimas” y mediante la incompetencia de unos y otros (con la excepción de un guardia civil que, con su persistencia y buen hacer consiguió, como mínimo, poner al descubierto el indigno asunto). Mounib murió en la cárcel y Tommouhi salió después de 15 años en el talego.

Hasta sus defensores, que no fueron pocos, atribuyeron la persistencia de la infamia al hecho de que fueran “moros”. Puede que algo influyera la nacionalidad de los dos inocentes pero yo creo que resultó determinante su condición de varones: de hecho, el gobierno del feminista Rodríguez, que tuvo la oportunidad de enmendar el siniestro entuerto, denegó su indulto en 2008. De aquel gobierno formaba parte –e importante- otra conspicua feminista, y de las duras, Teresa Fernández de la Vega. Hasta se admitió públicamente que el ambiente social –la presión feminista a nivel político y mediático- pesó decididamente a favor de mantener en la cárcel a los dos inocentes y sostener la ignominia. Pero allí siguieron, hasta la muerte de uno de ellos y el cumplimiento íntegro de la condena del otro.

En esencia: en 1991 ocurren en Cataluña varios incidentes de violación de mujeres – y apaleamiento de sus novios en algún caso -, muy violentos. Se detiene a dos marroquíes como supuestos autores de los delitos, se los inculpa, se los procesa y se los condena. Aparte las numerosas irregularidades a lo largo del interrogatorio judicial y del proceso, la única prueba en su contra es el “reconocimiento” de los autores por parte de las supuestas agredidas. Cinco 72


(Ver Braulio García Jaén. Justicia poética. Seix Barral. Y también Manuel Borraz en internet).

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ha topado ya en alguno de los vericuetos de su vida con el feminismo, cómo las gastan quienes se reclaman de esta doctrina.

El reverso de la medalla: el no menos repugnante caso Tani

Hombre, el cinismo, la perversión de los más consagrados mecanismos democráticos, la corrupción en los gobernantes y su sometimiento a lo políticamente correcto… no son actitudes que el ciudadano de a pie tenga por extrañas ni por ajenas al proceder de los personajes públicos. Pero parece que un velo de mística pureza hubiera caído sobre estos cuando deciden sobre asuntos que tienen que ver con la mujer en cuanto tal y que, en realidad, responden a elaboradas proposiciones feministas y a sostenidas campañas de presión, por supuesto, financiadas con fondos públicos.

Tani, Teresa Moreno, mató a su marido de un disparo en 1995 en Madrid. Fue condenada a 14 años de cárcel pero las feministas montaron tal algarabía que su estancia en prisión duró bien poco: fue indultada por el Gobierno –de Aznar, que en temas de feminismo, así cojean unos como otrosatendiendo, justificó aquél, a que “durante el juicio no se explicó que la mujer había sido maltratada durante sus 16 años de matrimonio”. Fue maltratada… o eso explicaron los muchos colectivos feministas que se interesaron por el caso.

Pues no: el feminismo, a mi juicio, es cualquier cosa menos inocente y las feministas pueden ser todo menos equilibradas en sus pretensiones: van a la suya, cargan contra quien sea y no tienen el menor escrúpulo en destripar ideológica y personalmente a quien se les oponga. Si eso supone condenar a un inocente, que se fastidie y si hay que mentir para sacar a una culpable de la cárcel, adelante: la causa lo vale.

El lector tiene la oportunidad de ponerse en el lugar de Temis, la diosa que representa a la Justicia en estatuas y dibujos, con una balanza en la mano que pretende aludir a la supuesta imparcialidad que rige la actuación de quienes detentan su ejercicio. Si aún cree en cuentos de este corte, coloque en uno de los platillos de la dichosa balanza a los dos marroquíes demostradamente inocentes pudriéndose en la cárcel y en el otro a la homicida convicta y confesa, saliendo de prisión entre vítores de las feministas. Y, vencido su inocente brazo, quizás empezará a intuir, si es que no se 74


encima de pasemos por el altar o por el registro y vayamos poco a poco. El sexo, por fin, es lo que es, uno de tantos resortes de que dispone el ser humano para endulzar su amargo paso por la vida. De este modo, asistimos, favorablemente sorprendidos, a la defensa del porno de parte de determinadas feministas y a la constatación de que, gracias a él, al porno, se han puesto sobre la mesa determinados aspectos de la sexualidad de las mujeres, como la eyaculación femenina.

El sexo ¡Bendito sea Dios!: cuando escribo esto ya van bastantes años desde que las feministas han descubierto que el sexo puro y duro, el polvo rápido y a las bravas, la pornografía y el arreglárselas consigo misma, les van tanto a ellas como nos han ido siempre a los varones. ¡Aleluya, el sexo ha sido descabalgado de su mística categoría ineludiblemente ligada al amor y a la relación notarialmente determinada y proliferan las escritoras sobre sexo descarnado y hasta las directoras de películas para adultos! Como si a una monja del siglo XV o a una musulmana de las condenadas al burka, hubiera que enseñarles en qué partes de su cuerpo se alojan determinados interruptores. Masters&Johnson descubrieron la pólvora, ¿no lo sabían?

“Enseño el tanga para sentirme bien conmigo misma”, decía no sé qué mujer interrogada a propósito de aquella, a mi juicio, fea costumbre de dejar caer el pantalón exponiendo el trasero a la vista de los afligidos varones a los que el feminismo recriminaba por “pensar siempre en lo mismo”. O sea, la mujer tenía derecho a exhibir cuanta chicha le viniera en gana pero pobre del hombre que interpretara el destape como incitación: el varón, para el feminismo, debería ser un robot de acero templado, insensible a la provocación ¿provocación…? desgraciado yo si entiendo como provocación enseñar el culo a la descarada…- hasta que la hembra, por escrito y triplicado, le permitiera acceder con mucho cuidado y mimo, al “jardín de las delicias” que dice una de las protagonistas de la serie, Oh, la que se avecina en que, afortunadamente, las mujeres son presentadas con los mismos deseos, manías y defectos, que sus compañeros de vecindario.

Esta buena noticia -y las perspectivas que abre al sexo y sus mundos para el futuro-, ha hecho trizas la conspicua relación del feminismo con lo más cutre y represivo de las tradiciones judeo-cristianas al respecto del sexo. Infinitos reproches al varón obsesionado por el sexo, quejas sistemáticas a propósito de las exigencias masculinas de puro contacto físico y, exigencias simétricas de sexo ajustado a las supuestas cadencias y necesidades femeninas, quedan postergadas por la contundencia de la urgencia del desahogo inmediato y sin mayores consecuencias: primero el polvo y luego ya veremos, ha pasado a ser norma para ellas por

Nunca es tarde si la dicha es buena…: con respeto pero.. es lo que hay. 75


asimilado, incluso por las consejos de administración de las grandes empresas, especialmente, de las que cotizan en los tableros bursátiles, o sea, las que dedican mucha pasta a remunerar a los consejeros. Porque las feministas nunca protestan porque haya pocas mujeres en la gerencia de pequeñas empresas, en que hay que batirse el cuero, funcionar como autónomo, jugarse el pellejo empresarial a cada paso: al parecer, el techo de cristal sólo cubre aquellos edificios industriales o financieros en que las remuneraciones son muy altas y muy codiciadas. O seguras, como las concejalías de los ayuntamientos en que, aunque sean pequeños, se cobra cada mes.

El techo de cristal Este curioso concepto, relativamente nuevo en el léxico y en el código de agitación feminista, pretende explicar las limitaciones que las mujeres tienen para ascender en la empresa o en la organización en que desempeñan su actividad: limitaciones debidas en exclusiva a su condición de mujer. Bien, no voy a negar que haya muchas mujeres capaces y muy capaces, bloqueadas por gerentes abusones y… estúpidos. Porque hay que ser idiota, seas gerente o limpiabotas, para cerrar el paso a una persona que vale, sea cual sea su sexo. ¿Alguien puede imaginar a un director de fábrica, de proyecto, de departamento… aislando a una mujer capaz, entregada, responsable, para promocionar a un varón tonto y vago, sólo por solidaridad de “género”?:

El feminismo, una vez más, aísla un problema, lo descontextualiza y lo envasa a medida de sus pretensiones: y, en este caso, ignora que la lucha por subir, en las empresas, en los partidos y hasta en las ONGs y en las abadías es feroz en sí misma, independientemente de las personas que pugnen por la cumbre. Y que los varones son tan despiadados o más con sus congéneres como con las mujeres que aspiren a sustituirlos. Y las mujeres con las suyas, otro tanto.

“Mira, chato, eres una absoluta nulidad pero voy a despedir a fulana, que vale mucho más que tú y te voy a dar a ti su cargo y te voy a subir el sueldo… porque eres tío y eso, en mi concepción de las cosas, vale mucho…”.

Como siempre, el feminismo pasa por encima de la dinámica económica, humana, que subyace en el fondo de cada grupo de personas, sea la que sea la particularidad sexual, racial o religiosa. Y sostiene que las únicas dificultades reales y penosas de la vida son las que afectan a las mujeres: ¡pobre visión, limitada visión la del feminismo…!

Pues, aunque parezca increíble, este es el sólido argumento feminista para explicar por qué hay tan pocas mujeres en determinados puestos de dirección de empresas o entidades importantes. Y sobre él han construido tal superestructura, han escrito tantos libros que el concepto está asumido y 76


para diluir la dualidad sexual predominante en un marasmo de conceptos –sexo neutro, género neutro, intersexualidad….

El tercer sexo

Como de costumbre, el feminismo institucionalizado, bien adentrado y aposentado en los medios de comunicación, arrima el ascua a su sardina y aprovecha cualquier resquicio para que por él se cuele la tinta que oscurece el natural -y predominante- dimorfismo sexual, la radical diferencia entre machos y hembras, a favor de ese pozo sin fondo que es el género. Lo importante no es lo que la naturaleza le otorga como dote a cada persona que viene al mundo sino lo que la sociedad construye encima: y, claro, una sociedad esencialmente patriarcal, no puede sino fabricar constructos machistas. Con lo que cualquier grieta en este monstruoso edificio patriarcal que es, según las feministas, el mundo actual, es celebrada y aprovechada por ellas para redoblar los esfuerzos que lo resquebrajen y para, finalmente, dar con su milenaria mole en el suelo del futuro feminista.

Vienen apareciendo en los medios, de poco tiempo acá, referencias al “tercer sexo”. “Alemania “crea” un tercer sexo”, intitulaba EL PAIS un artículo en 19 de agosto de 2013. Se refería a la disposición alemana por la que, a partir de noviembre de 2013, los padres que alberguen alguna duda al respecto, no estarán obligados a registrar a los recién nacidos como pertenecientes a uno u otro sexo. La noticia cifra en unos 400 anuales los bebés nacidos en Alemania con problemas de este tipo (nacen con testículos y ovarios o no están definidos…). En la medida en que esta disposición intenta evitar problemas a padres y, sobre todo, a niños que en adelante los pueden tener, algunos muy graves y complicados, no cabe sino celebrarla y desear que se extienda a otros países. Entre estos, los que se tienen por avanzados (¿) mejoran los esquemas de clasificación de las personas, de modo que ninguna de entre estas se pueda sentir discriminada a causa de características físicas o de otro tipo que las alejen de los parámetros mayoritarios. Nada que alegar.

La sana y positiva composición de lugar que admitiera esa básica dicotomía, tan fecunda, de la especie humana para, por el camino de la aceptación progresista de cuantas diferencias se encuentren con respecto al esquema original, llegar a la integración completa de todos los seres humanos en un proyecto común, esta propuesta de incorporar lo nuevo a los viejos esquemas, ineludibles en cuanto que vienen marcados por la naturaleza, esta propuesta, insisto, es inaceptable para el feminismo: se vendría abajo a la primera concesión.

Ahora bien, no ha tardado en aparecer una tendencia, como era de esperar, prontamente reflejada en las páginas de EL PAIS (26 de diciembre, Hacia los tres sexos, un reportaje acompañado de fotos de modelos andróginos) en que se da carrete a noticias tan escasamente relevantes en número 77


los rincones del mundo y claro que procede la más férrea y constante defensa de su dignidad y sus derechos: ¡honor para estas mujeres y para todas las que han peleado, vencido y a menudo sucumbido en las fábricas textiles, en los campos de algodón, en las oficinas, en los grandes despachos y en los más miserables tugurios!

El trabajo De todos los ámbitos humanos en que se encuentran hombres y mujeres, el laboral es, posiblemente, el más explotado por el feminismo para darle aire a sus tesis y, por supuesto, demostrar su verosimilitud.

Todo ello no hace sino, en agrio contraste, poner de relieve el desvergonzado oportunismo de aquellas feministas que, agarradas a la bandera de las luchadoras por más firmes derechos y mejores condiciones de trabajo, buscan rentabilizar su esfuerzo… sentadas en los consejos de administración de las empresas en que mejor se remunera a los directivos, nunca en las pequeñas y en aquellas en que el empresario ha de volcar esfuerzos y dolores de cabeza para llegar a fin de mes y pagar impuestos y salarios.

Por la misma, el del trabajo es uno de los espacios en que mejor se aprecian las contradicciones del feminismo y sus descarados intentos de llevar el agua al molino de sus intereses que, lamentablemente, cada día son más los de la casta feminista y menos los de las mujeres en general. No podré aquí, ni lo pretendo, diseccionar el desarrollo de tales tesis feministas, pero sí procede reconocer el papel de las mujeres en la lucha titánica de los trabajadores por sus derechos y para no dejarse aplastar por los explotadores de turno que, como las hidras de las leyendas, vuelven a sacar la cabeza cada vez que, tras increíbles penalidades, aquellos consiguen cortar algunas de sus más extremadas manifestaciones. Entre las 123 muertas –y 23 muertos- en el incendio en Nueva York en 1911 y las más de 100 fallecidas en Bangladesh un siglo más tarde en muy parecidas circunstancias, parece establecerse un hilo maldito que liga las desgracias de las mujeres que se ven obligadas a ganarse un salario, generalmente de miseria, en las más penosas condiciones. Sí, es cierto, millones de mujeres han sido y siguen siendo explotadas –muchas hasta la muerte- en todos

Porque la cuota femenina en esas grandes empresas, tras la que andan sin parar los lobbys feministas de todo el mundo, es, probablemente, la más desvergonzada de todas las pretensiones feministas: pretensión que, sin prisa y sin pausa, se está materializando en la avanzada Europa y, después, en lo que resta del mundo a medida que las empresas de éste se incorporen a la dinámica de más control público, facilitando la entrada por la puerta de atrás de las avispadas feministas. Pero no crea el lector que el feminismo brega por colocar a las suyas sólo en los consejos de administración de las empresas que cotizan en bolsa: comités de empresa, cargos sindicales, consejos de vigilancia del comportamiento de los 78


trabajadores en el terreno sexual… allí donde se pueda figurar sin trabajar demasiado y ganando mucho, allí da la vara el feminismo hasta que hace avanzar a las suyas. Para desde esos puestos, cargar y cargar y seguir cargando contra las desastrosas condiciones en que trabajan las mujeres, víctimas del patriarcado, como si a ellas no hubiera llegado ni uno solo de los avances que, tan penosamente, lograron sus antecesoras. Cada 8 de marzo, día internacional de la mujer trabajadora, volvemos a escuchar el lacrimógeno griterío feminista que, haciendo de cualquier injusticia padecida por mujeres, en el terreno laboral o en el que sea, un pisto amalgamado de violencia bélica, ajustes de cuentas en el matrimonio, supuestos desequilibrios salariales y agresiones institucionales mediante leyes antiabortivas –siempre con un fondo de verdad, es cierto- se alzan sobre el monumento a tanta desgracia para, desde él, escabullirse hacia los sillones presidenciales. Hasta a las mujeres, las que valen y las que no pero tienen dignidad, les repugnan las cuotas femeninas en el trabajo, cosa que importa un pimiento a las feministas que, un vez más, aceptan que se les llame perras siempre que se les de pan… y sueldos y tarjetas y privilegios.

cocinando con tanto desenfado como poca vergüenza, los datos “oficiales”, concluye lo que le da la gana, sea el 10% o el 45%, lo mismo da, con tal de revitalizar el eterno espantajo de la desgracia femenina. No sirve de nada que, hasta en sede parlamentaria, se inste a quien proclama tales disparates, a presentar un solo caso real en que se aprecie en la nómina que María cobra un céntimo menos que José, atada al mismo torno, embutida en el mismo mono o conduciendo el mismo cazabombardero. Cosa que, por lo demás, cualquier trabajador/trabajadora reales, reafirma con su hoja de salarios en la mano: pero las feministas deformarán esa manifiesta realidad con tal habilidad que al final, el desgraciado interlocutor concluirá que es una desgracia que una muchacha de 22 años con un título universitario recién estrenado bajo el brazo, cobre 100 euros menos al mes que un sufrido operador con 30 años de experiencia: “claro, si son tan listas y son mayoría en la universidad, es lógico que cobren más desde el principio: pobres chicas…”. En fin, dejemos para mejor momento el análisis de este asunto que, incomprensiblemente y contradiciendo cualquier evidencia al alcance del menos versado en estadística, se ha colado en los vericuetos cerebrales de la mayoría de la gente, que acepta porque lo dice todo el mundo, que las mujeres cobran menos por el mismo trabajo: yo invito a una cena a cualquiera que me presente dos nóminas –hombre y mujeren que, a idéntico trabajo, igual número de horas, idénticas circunstancias de antigüedad, peligrosidad, nocturnidad… ella se lleve un euro menos que él. Y no invitaré a nada,

Cuestión aparte, ya apuntada en otro capítulo, es la de la famosísima “desigualdad de sueldos”: desigualdad que, como es sabido, oscila en porcentaje desde el 10% -los varones cobran supuestamente un 10% más por idéntico (insisto en lo de idéntico) trabajo-, hasta el 45% que yo he podido identificar en las exaltadas diatribas que se deslizan en los medios. Semejante disparidad de cifras sólo se explica porque el feminismo hace un sayo de la capa del IRPF y, 79


porque me arruinaría a quien presente hojas salariales en que, escondidas tras los más diversos epígrafes, se escondan ítems que, al final, redunden en unos pocos euros más para la mujer.

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El varón, arma de destrucción masiva

España contra las mujeres, como se suele decir, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid: “El 90% de la población española penitenciaria es masculina”, destaca El País en titular aparte, entre los asertos de Torreblanca. Quizás le faltó a éste deducir que, tratándose de semejante amenaza para la humanidad, ese 90% era insuficiente para conjurar la destrucción masiva a que nos aboca tanto macho suelto sobre la piel de toro.

El País, diario español al que los demócratas debemos mucho, ha ido, y no sólo a mi juicio, degenerando periodísticamente a medida que han pasado los años desde aquel 1981 en que abanderó la defensa de la democracia frente al tejerazo acaecido en febrero del mismo año. También a mi juicio, ha sido su defensa cerrada del feminismo, de sus tesis y de sus promotoras, uno de los más pesados lastres con que ha cargado y que le arrastran cada día más al pudridero de la corrección política. Que El País dé salida a planteamientos feministas, los sensatos y los no tanto, ya no sorprende a nadie que esté al tanto de la cuestión. Pues bien, este periódico publicó el 25 de enero de 2014, un artículo de José Ignacio Torreblanca, reputado politólogo que escribe regularmente en él: El varón, arma de destrucción masiva. Así, a pelo, en grandes titulares y, si no recuerdo mal, en sábado o en domingo, en que el diario suele contar con más lectores: el varón, arma de destrucción masiva. Puesto que el lector aún puede encontrar el artículo en el archivo de Torreblanca, renuncio a desmenuzar las inconsecuencias que encierra, como era de esperar, apuntando a destacar los actos violentos que se perpetran en

Yo contacté, via email, con Torreblanca, intentando afear su criterio pero fue inútil: el politólogo no cedió ni un palmo: Dios nos guarde si a algún dirigente con mando en plaza se le ocurre colocar a Torreblanca al frente de instituciones penitenciarias o del observatorio contra la violencia de género… En la confianza de que el dios de la guerra, muy macho él, nos guarde a los varones españoles de semejante amenaza a nuestra esencia peleona, me limito a destacar la increíble, irresponsable e insultante utilización que se permiten quienes besan por donde pisan las feministas, por muy altas cátedras que ocupen, del término, concepto y realidad del varón, a beneficio de inventario. Al varón se le puede reprochar cualquier cosa, a su naturaleza achacar disparates, errores históricos, agravios contemporáneos y peligros futuros; al varón se le puede insultar, criminalizar –arma de destrucción masiva, casi naday condenar por lo que hace y por lo que hicieron sus ancestros hasta Adán; sobre las espaldas del varón cargan tantas víctimas reales como supuestas, tantos hechos 81


luctuosos como imaginados, tanta verdad como falsedad, tanta leyenda como cuento chino: el feminismo –y sus adláteres como Torreblanca- tiene al varón como pimpampún para cada ocasión y como objetivo para cada disparo: y politólogo, nada menos…y en El País… imagino a Torreblanca frente a una feminista y con una cerveza en la mano…No tardará Torreblanca en ser propuesto como “Matahombres del año” por las pacíficas feministas de Zamarramala, aquellas que evocan la gloriosa época en que las mujeres de esa localidad segoviana, azuzaban a los varones con sus agujas de tejer para que fueran al combate con los moros, cobardes ellos… Diga usted que sí, Torreblanca, a por ellos, a por los malditos varones, a por los peligrosos, siniestros y dañinos asesinos que se esconden en cada rincón de su atormentada visión política, menos mal, aliviada por el bálsamo feminista que le protegerá llegado el momento, como acoge ahora con entusiasmo sus disparates periodísticos…Está usted en la onda, es usted políticamente correcto, es usted un repugnante manipulador al servicio del feminismo, es usted un cobarde intelectual, un perro guardián de la dictadura violeta…

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En su lucha contra el sexismo, las feministas parecen querer escribir derecho con líneas torcidas puesto que no dejan pasar ocasión de desbaratar cualquier iniciativa en que, por la razón que sea, aparecen naturalmente los aspectos sexuales del asunto –juguetes, deporte, estudios…- y cargan sin miramientos contra la supuesta intención machista de arrastrar dicha actividad a la sima de la prevalencia masculina: que tenga cuidado quien escribe o ilustra cuentos infantiles, aunque sean más viejos que Noé, o perfila actividades o carreras tenidas por masculinas.

Falta la huelga El diario EL PERIÓDICO DE CATALUNYA publica en contraportada -22.03.2014- una entrevista con dos mujeres promotoras de una VAGA DE TOTES, -Huelga de todas-. Su eslogan, “Las mujeres movemos el mundo, ahora lo pararemos”. Las mujeres, a día de hoy, cuentan con programas específicos para prácticamente todas y cada una de las actividades humanas: contra la violencia de género, por supuesto, y contra todas las violencias posibles, la derivada de acciones bélicas, la prostitución, la de aquella de que son víctima las niñas, las adolescentes con problemas de bulimia o anorexia o de obesidad mórbida… programas médicos, sociales, educacionales, deportivos, literarios, poéticos, empresariales, financieros, políticos, sexuales, religiosos… hay casas de acogida para mujeres, campañas, taxis violetas, espacios en algunos transportes públicos sólo para mujeres… hasta los lavabos en los espacios generales casi sin excepción se habilitan separados: y pobre del varón a quien se le ocurre evacuar –por las prisas o las urgencias prostáticas- en un aseo para mujeres: a mí, en una ocasión me amenazó con llamar a la policía una mujer tras verme salir de uno de “sus” váteres en el que había entrado porque el de hombres llevaba cerrado más de una hora y yo tenía que subir a un avión.

Ahora bien, la obsesión feminista por acabar con los que definen como estereotipos de género heredados del patriarcado e incrustados en él, se termina en el mismo momento en que se trata de destacar la presencia femenina para transfigurarse en feroz propaganda de las más rebuscadas capacidades de las mujeres: en este punto, los elogios, la diferenciación y, a menudo, la más conspicua estupidez, inspiran cosas que, pienso, avergonzarían a un morrillo de los que limitan las aceras si se expresara con la inteligencia que se espera de un piedro. Esta, la de promover una huelga de mujeres, es una de ellas. Y, para colmo, se inspiran en el viejo mito de Lisístrata – esencialmente antibelicista, más que cualquier otra cosa-. En fin… Las feministas que, al parecer no tienen mejores cosas en que ocuparse, no paran de idear iniciativas que, sobre ser ridículas, no aportan nada al entendimiento entre las personas. ¿La baronesa Thyssen en huelga contra el 83


jardinero que le cuida el chalet, Ana Botín contra sus miles de empleados en el banco‌? Pero de momento, ya han conseguido un espacio en un importante medio y, claro, presentando al hombre como objeto y merecedor en cuanto tal de, nada menos, una huelga.

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Porque esto es lo que más fastidia de la avalancha del “género”, la obsesión de las promotoras de todo ese complejo teórico-programático por difuminar la conspicua realidad de los dos sexos. Y, más en concreto, por diluir, rebajar y arrinconar como inservible la realidad del sexo masculino.

Género Hasta hace pocos años, los españoles veníamos bien claro lo que era el género: un instrumento gramatical para clasificar palabras y, de rebote, las personas o cosas que denotaban los vocablos, colocándolas a la sombra de la división que, aparentemente, venía dada por la naturaleza. Hasta los maricas, -pobres de ellos en épocas pasadas…- hacían broma al respecto, buscando amparo en aquel género que vacilaba entre los otros dos, el neutro.

Y mucho más, por cargar, de vuelta de sus análisis, a éste con todos los pasivos acumulados a lo largo de la historia: ahí está, para evidenciarlo, todo el montaje llevado a cabo alrededor de la infame Ley de Medidas de protección integral contra la Violencia de Género en cuyo artículo primero, se especifica que “tiene por objeto actuar contra la violencia que… se ejerce sobre las mujeres por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges…”. O sea, que la violencia de género equivale a la que perpetra el varón en contra de la mujer, porque la contraria ni siquiera tiene carta de naturaleza, no existe, y punto.

Pero, ay, apareció el feminismo y se agarró a esta palabra tan redonda para retorcerla y estrujarla de tal modo que, a día de hoy, hasta los académicos de la lengua se lían cuando tratan de explicar su significado. Hombre, no está mal que se replanteen las palabras y su significado, que se afine o redefina su alcance y su relación con la realidad. Bienvenidos sean cuantos análisis contribuyan a entender mejor la complejidad de la sexualidad humana y a pulverizar ataduras del pasado y represiones en el presente. Que broten mil flores de todos los colores y que florezcan jardines sociales repletos de homosexuales, bisexuales, transexuales… abonados con todas las prestaciones y ayudas gubernamentales que faciliten a las personas una vida más plena y libre. Pero que dejen a quienes se sientan pura y duramente varones que sigan a la suya, ¿no?

El feminismo, como hace el calamar, expulsó la tinta del género sobre la realidad sexual humana y cubrió con ella la cruda evidencia de su fundamental dicotomía para, a continuación, hacer emerger de entre la confusión, un género masculino arteramente construido por hombres a lo largo de generaciones solo para dominar a todo lo demás que tenga apetencias o características sexuales. Pocas dictaduras se podrán preciar de tanto éxito ideando teorías que justifiquen sus desmanes. Goebbels, que bien te hubiera venido una feminista entre tus muchachos… 85


mobiliario doméstico, les desean la muerte sin el menor empacho y hacen lo que les da la gana convirtiendo a sus progenitores, literalmente, en esclavos de sus caprichos más tontos-, tan brutales decía, son ellas como ellos: es más, yo he querido apreciar más cinismo y más violencia en las chicas que en los chicos, que no es poco.

Hermano mayor Esta es la cabecera de una serie televisiva, emitida por la cadena Cuatro y protagonizada por el exjugador de waterpolo Pedro García. Este, que por lo que cuenta fue adicto a las drogas, ahora, recuperado, se dedica a orientar a muchachos problemáticos.

Quienes estamos al loro en este asunto de la violencia doméstica, no nos sorprendemos en absoluto por ver reflejado en la pequeña pantalla lo que de sobra sabemos que es norma en el seno de los hogares, a saber, que la violencia en el seno de la pareja o en el ámbito familiar, surge, mitad mitad, y más o menos por igual, en el varón y en la mujer. Un principio drásticamente proscrito por el feminismo para el que la violencia de origen femenino es absolutamente excepcional y, en cualquier caso, responde a la agresión masculina.

Y, por lo que se ve en los episodios de la serie, muy problemáticos. Con aparente gran realismo, las escenas presentan a estos jóvenes como vagos, despóticos, muy violentos con sus padres, absolutamente descarados y auténticos tiranos en el hogar: imagino que se han seleccionado aquellos casos más extremos para darle fuerza al programa pero, con todo, impresiona: o, al menos, a mí me impresiona mucho puesto que me cuesta imaginar que unos mocosos sean capaces de tratar de ese modo a sus hermanos, padres o abuelos. Diré que me gusta la serie y la idea.

La serie “Hermano mayor” evidencia que esto no es así, que las chicas de hoy día, supuestamente liberadas, educadas en un entorno igualitario y con idénticos problemas e idénticas posibilidades, son tan violentas, zánganas y miserables como lo puede ser cualquier muchacho de su edad. Es de suponer que, mutatis mutandis, las cosas siempre han sido más o menos como ahora. Y que seguirán siéndolo, si no media una educación adecuada, muy difícil de aplicar a situaciones personales y familiares complicadas. El problema, pues, radica en la persona, no en el sexo de cada persona, en el género, que postula, contra la evidencia, el feminismo.

Pues bien, una de los aspectos a destacar en ella, es la equitativa distribución que hacen de cada protagonista problemático en los dos episodios que suelen emitir por semana: casi siempre aparecen una chica y un chico, cada cual con su problema específico a cuestas. Y queda claro que “tanto monta…” o sea, que tan bestias –no cabe otra palabra para referirse a chavales que golpean a sus madres, les dedican los peores insultos, destrozan a patadas el 86


Hogar, dulce hogar

la ideó un ingeniero aeronáutico español- de que hoy dispone la pareja para aligerar esas tareas que se tienen por ominosas y que quizás no lo son tanto, hacer la colada, lavar platos, preparar la comida, etc.

El hogar es, en teoría, el ámbito más amable y menos duro de relaciones entre sexos: hogar, dulce hogar, my house, my castle… La convivencia es, también en teoría, mucho más dura en el trabajo, la política, el ejército… Escribo en teoría porque todos sabemos que en el hogar, desgraciadamente, se dan situaciones dramáticas, se perpetran infinidad de canalladas y muchas vidas acaban yéndose por el desagüe de la monotonía y la aversión al otro sexo y a la familia.

Hubiera podido ser que el feminismo hubiera lanzado el mensaje de “chicos, chicas, ahora que lo tenemos más fácil, vamos a organizarnos para disponer de más tiempo libre, vivir más tranquilos y ser más felices”. Pero no, su grito de guerra es “que frieguen ellos” y su objetivo colocarles el delantal, obligarles a tender la ropa y contemplar su desconcierto frente al complicado cuadro de mandos de un horno o una lavadora. ¿Que no, dice usted…? Pues vea los anuncios que se hacen para fomentar la corresponsabilidad en las tareas del hogar. Más parecen condenas a galeras que otra cosa; y eso cuando no desprecian conspicuamente la inteligencia varonil o su capacidad para entenderse con los cacharros domésticos.

El feminismo, que sabe muy bien que la mujer es el “ama de casa” aunque nunca emplee esta expresión por miedo a tener que dar explicaciones, podría recurrir al hogar, en que la mujer señorea, como al recinto en que la pareja puede encontrarse, entenderse, criar hijos y… quizás, amarse y todo. El feminismo podría levantar la bandera del acercamiento entre sexos desde el hogar, en donde decide y manda.

El feminismo no busca la liberación de las personas –mujeres y hombres- de aquellos menesteres supuestamente menos agradables en el minúsculo y más íntimo espacio vital que es el hogar sino encadenar al hombre a lo más enojoso de él como queriendo hacerle pagar los siglos en que la mujer ha sido “ama de casa”, según ellas, muy a su pesar: es el signo del feminismo, lo negativo.

Pero no: las feministas se han empeñado en echar sal en ese terreno ya agreste de por sí, para convertirlo en campo de concentración en que, dicen, las mujeres han penado durante siglos y al que ahora se empeñan en arrastrar al varón, cargado de cadenas. De nada vale que las faenas del hogar se hayan aliviado sustancialmente merced a los electrodomésticos y a la infinidad de inventos y cachivaches, la mayoría inventados por varones –la fregona, por ejemplo, 87


Bien, este recorte puede servir perfectamente para ilustrar el pensamiento de eso que se ha dado en llamar hombres feministas. Quizás se deberá estudiar, desde un punto de vista psicológico, por qué varones con criterio, muchos de ellos titulados, se arrastran de ese modo por el fango feminista: ¿se trata de una versión, sui generis, del síndrome de Estocolmo, es falta de personalidad, complejo de culpa, masoquismo vergonzante…? Conozco a un hombre, con mucha jeta él, que se inscribió en uno de esos grupos, especialmente activos en Andalucía, con la esperanza, dice el crápula, de ligar a una mujer que no fuera muy exigente con sus devaneos: se imaginaba que las feministas son tontas o algo así. El caso es que, enseguida, cayó en la cuenta de que aquello no era lo que él buscaba pero ahora larga y no para sobre los tipos que tuvo ocasión de tratar, a los que, el calificativo más elegante que dedica es el de calzonazos.

Hombres por la igualdad “¡¡Muchas gracias de verdad!! ¡Muchas gracias a la Tuerka! El vídeo es muy bueno y sintetiza muy bien la idea que nos mueve en este círculo! (solo matizaría la última frase) creo que no tenemos que "callar", la expresión es muy taxativa, lo que si debemos de entender es que no somos el sujeto político del feminismo, como bien se dice, y que no debemos de caer en paternalismos ni decir lo que deben de hacer las mujeres... Como decía Poulain de la Barre (hombre feminista), los hombres somos "juez y parte", eso es determinante e inevitable...” 24 de noviembre de 2014. (Esto contestan desde HOMBRES FEMINISTAS, un círculo de PODEMOS, al mensaje de la presentadora, Irantzu Varela, que los ha humillado de tal modo que produce vergüenza ajena. Al final, lo que les sugiere es que se callen, de ahí la reticencia de quien escribe el mensaje que, entusiasmado, sin embargo encuentra la orden “muy taxativa…” Varela, al parecer, estrecha colaboradora de Pablo Iglesias, dirige un programa, EL TORNILLO, en el canal LA TUERKA, tutelado por Iglesias. Quien desee conocer más a fondo lo que es el feminismo radical, muy arraigado en el País Vasco de donde procede Varela, no tiene sino que entrar en los archivos de EL TORNILLO: imagine a esta señora al frente, por ejemplo, de la policía…).

No recurriré yo al insulto para referirme a unos hombres y a los colectivos que forman, quizás con su mejor buena voluntad, la de contribuir a la liberación de la mujer. Pero es cierto que sus propuestas no son sino toscos remedos de las pretensiones feministas y que se aprecia en sus declaraciones tal sumisión a ellas que llama la atención y produce vergüenza ajena: aparentemente, son los únicos grupos de varones que reciben subvenciones de las instituciones para reforzar su lucha contra la violencia de género… desde las trincheras masculinas, toda una perita en dulce, Tíos Tom…

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Creo yo que, si estos hombres tienen voluntad de comprometerse en la lucha contra la violencia que padecen las mujeres, como mínimo, habrían de elaborar programa propio, desde un firme masculinismo, y no ponerse a la cola de los feminismos, lamer las botas de las feministas y tragar con desprecios como los que les propina la tal Varela. Porque aceptar las tesis feministas, darlas por buenas cara al futuro y, sobre todo, difuminar su condición varonil y someterla al concepto que de ella tienen las feministas, no me parece de recibo ni merece, creo, aprobación desde el lado masculino. Por desgracia, la trayectoria de estas personas y de sus grupos, hasta donde yo sé, es ramplona y ofensiva para los varones en general, como se puede apreciar más arriba, en la nota referenciada.

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No seré yo quien intente poner barreras a la creación ni límites a la iconoclastia artística: todo lo que inventa la mente humana puede convertirse en material de derribo con que reconstruir otras imágenes o mitos. Dicho lo cual, sugiero al lector al que supongo fan de los Simpsons, que imagine a Homer maltratando a Marge hasta el punto de dejarle el ojo morado: sin duda le recordará “estrangulando” al bandarra de su hijo pero… ¿maltratando físicamente a su mujer…? Bien, es lo de menos, lo importante es dejar correr la idea de que hasta el más inofensivo en apariencia de los varones es capaz de convertirse, en cuanto te despistas, en un cobarde y un canalla que le deja a su mujer el ojo a la virulé por un quítame allá esas pajas. Y, ahora sí que imagino yo, subirse al carro de lo políticamente correcto que no deja piedra por remover con tal de bailar el agua al feminismo rampante.

Homer Simpson maltratador. Redibujando el cómic, reescribiendo la historia Alexsandro Palombo, por lo que leo en inet, es “un artista visionario del estilo subrrealista –sic- que es capaz de convertir lo invisible en visible”. Copio y pego, igualmente, algunas reflexiones que en el mismo espacio le atribuyen al artista italiano: "Deberían ser los propios hombres quienes luchasen contra los hombres que maltratan a mujeres en todo el mundo". Y la nota acaba: “Alexsandro quiere dar una bofetada a la sociedad y lucha por servir de inspiración para luchar contra el maltrato”.

Porque en esa refriega por incorporar personajes a la visibilización, que le dicen, de lo desgraciadas que son las mujeres, el feminismo no ha parado mientes para utilizar los de ficción como los citados, tanto como auténticos deportistas, artistas, cocineros, periodistas y, faltaría más, políticos. El fin justifica los medios, que diría el maldito Lenin…: Todo vale con tal de inculcar en la gente, y si es menuda, mejor, la idea-eje feminista: todo hombre, por el hecho de haber nacido macho, es un maltratador que se revelará como tal más tarde o más temprano, cada día más temprano, como ponen de manifiesto las campañas contra la violencia contra las mujeres, cada vez más próximas a la infancia.

Para conseguir tan loable objetivo, al artista se le ha ocurrido la idea de redibujar a Marge Simpson, Cenicienta, Blancanieves, Vilma Picapiedra y Olivia ensangrentadas, con la cara partida y moratones… como consecuencia del maltrato al que, presumiblemente, las han sometido sus maridos, compañeros o lo que sea en hombre que las acompaña en sus peripecias de ficción.

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Y si sólo fueran los muñequitos de los cómics los que son obligados a formar en el belicoso ejército feminista…la guerra, el trabajo, el hogar, la historia entera son versionados por el feminismo y transfigurados en tristes escenarios en que las mujeres sufren como buenamente pueden y, a menudo, sucumben a las arremetidas del varón –macho, machuno, machirulo…-, en el marco de ese eterno infierno sobre la tierra que es el patriarcado. Institución ésta, el patriarcado que es la figura científica más indecentemente deconstruida y reconstruida en abono de las tesis feministas. Pero ésta es mucho más larga historia y merecedora de muy superior consideración: ya llegará.

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La “mili”

fría o si lo estarán en un futuro… lo cierto es que la “mili”, la mili sólo para hombres, no fue abolida hasta el año 2001, 26 años después de la malhadada obligación para la mujer de recabar la firma del marido para abrir una cuenta corriente.

En otro capítulo de este libro me refiero al aserto tan difundido y tan remachado por el feminismo en España, según el cual, hasta 1974 las mujeres no podían abrir cuentas bancarias ni conseguir el pasaporte y algún otro documento sin la firma del marido.

Miles de muertos, cientos de suicidios, malostratos, rapadas, castigos, prisión durante años para quienes se negaban a cumplir con el servicio militar –yo hice guardia en una prisión en Tenerife en que, entre otros, penaban varios testigos de Jehová por negarse a cumplir el servicio militar- y, eso sí, prebendas, permisos o exenciones para los enchufados: todo un complejo de insensateces que repudiaban hasta los militares con auténtica vocación de tales. Y del que estaban exentas, maldito régimen patriarcal, asqueroso machismo, todas las españolas.

Yo he intentado verificar la virtualidad de disposiciones de este tipo y no lo he conseguido, sin duda, a causa del tiempo transcurrido y de los cambios tan radicales que han afectado, para bien, a la sociedad española. Pero aceptando que fuera cierto, y aceptando, lo que ya es más dudoso, que la limitación tuviera como origen el machismo de los legisladores y la pervivencia del patriarcado, régimen que, dicen las feministas, se instaló para consolidar y perpetuar el dominio de los hombres, me permitiré oponer a esta supuesta prueba, otra muy concreta que hace tambalear el presupuesto de esa prevalencia machista: hablo de la mili, el servicio militar obligatorio.

Una vez más, habrá que reconocer que para haber instaurado un régimen de protección de los varones y de limitaciones para las mujeres, los machos lo han hecho fatal, ya que bailan con la más fea y se pegan tiros en el pie como si tal cosa. Digamos de paso que la abolición del dichoso servicio, llegó como consecuencia, entre otras, de la lucha de muchos valientes insumisos que, oportunamente, -oportun… ísticamente..- fue respaldada por algunas asociaciones feministas: a causa de lo mucho que sufrían ellas, sería…

Una carga, un desatino, una putada… que cada año hasta hace muy pocos, afectaba a casi 300.000 jóvenes varones que veían cómo se interrumpían durante un año o más –a mí me tocaron 15 meses en Canarias- su trabajo, sus estudios, su matrimonio, su oficio, su carrera… No entraré ahora en la utilidad o en la estupidez de tales desplazamientos masivos o en si estuvieron justificados en épocas recientes de guerra 92


Como de costumbre, cuando el feminismo aborda un determinado problema, lo enreda y enmerda de tal modo que lo deja irreconocible hasta para sus promotores. Porque para el feminismo, la conciliación se plantea esencialmente, como sometimiento del varón a las actividades más desagradables de la vida doméstica y a las aspiraciones, algunas razonables y otras menos, y a las frustraciones de las mujeres. De modo que parece que no habrá conciliación sino cuando todos los varones planchen, cambien la ropita a los bebés o frieguen platos como las “amas de casa” han hecho hasta que aparecieron las lavadoras, los congeladores o los pañales desechables, casi todos ellos, curiosamente, ideados por los varones.

La conciliación La conciliación de la vida familiar y profesional-laboral es otro de los grandes objetivos del feminismo y, mientras se logra, si es que algún día se logra, uno de los espantajos que con más contundencia exhiben a favor de sus tesis con el objetivo de arrear patadas a un concepto tan complicado y una pretensión tan justificada, en el trasero de los varones, como siempre. Conciliar vida laboral y personal y familiar, es una aspiración sublime, digna de figurar en los programas de las más respetables organizaciones que miran al futuro. La sociedad de hoy, forzosamente, ha de buscar que los ciudadanos trabajen menos y mejor, sean mejor remunerados al tiempo que consiguen mayor rendimiento para las empresas y consideren su actividad laboral como necesaria a los efectos de lograr una vida más tranquila, saludable y plena. Y éste no es un ideal comunista sino un legítimo deseo que firmarían todos y cada uno de los trabajadores en el mundo entero. Es exigible al Estado, pues, que estudie y programe cuantas medidas sean precisas para liberar a las personas de la esclavitud del trabajo y, mientras esa liberación llega –porque la cosa no es nada fácil ni se atisba inmediata-, de las servidumbres más penosas que la realidad laboral actual conlleva.

El feminismo atribuye todos los males que afectan a la mujer en este ámbito –pérdida de derechos laborales, mengua de las posibilidades de ascenso, interrupción de las carreras profesionales, estrés, agotamiento…-, a la dejadez del compañero cuando éste llega a casa, se calza las zapatillas, se arma con la cerveza y enciende el televisor para ver fútbol. Y no, hay que obligarle, al muy zángano, a que cocine, ayude a los niños con los deberes y friegue platos. Y no cuenta que trabaje diez horas diarias mientras su compañera mira Sálvame, que haya de cargar con las reparaciones de los vehículos familiares, su conducción hasta la casa de los suegros que no siempre viven al lado, las podas de la vegetación en el jardín, los arreglos de los tejados, las vacunas del perro, las compras de fin de semana o la retirada de ropa del tinte –está al lado de tu trabajo…-, porque todo el mundo sabe que las tareas domésticas que el varón no 93


realiza y las que las feministas se empeñan en incluir en su agenda, son, solamente, las que la mujer no hace, no sabe o no quiere hacer, sean domésticas o extraplanetarias. Una vez más, el feminismo ha perdido la ocasión de iluminar la rutina familiar y doméstica con la luz de la buena fe y mejor acuerdo que se suponen a los miembros de la pareja y que, seguramente, son las únicas armas que esgrime la mayoría de hombres y mujeres que tienen, ya no digo cariño por su compañero/a sino un mínimo de sentido común. La vida en el ámbito del hogar, ojalá, jamás habría de ser tutelada por el estado ni por organización alguna. Aunque proceda más educación y más benevolencia de ambas partes y sean oportunas algunas normas que mejor regulen el postparto y la crianza de los niños, más sobre la base del entendimiento entre ambos que sobre la imposición exterior. Porque si la buena voluntad y el sentido común no prevalecen, no habrá norma, campaña ni tutela que valga: la pareja será un infierno y de éste sí hay salida: la separación. Entre aquel buen acuerdo y esta lamentable ruptura, discurren las vidas de la mayoría de hombres y mujeres: triste pero cierto.

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aspira a colocar mujeres –entiéndase, de su cuerda- en aquellos puestos en que se toca poder y, sobre todo, se cobra dinero. España, con la llegada de la democracia y, sobre todo, desde que gobernó Rodríguez, ha incorporado tantas mujeres a la burocracia administrativa que éstas han llegado a superar a los hombres.

La cuota en política No existe ni una sola evidencia de que la entrada de mujeres en política, con mando en plaza, es decir, con capacidad de decidir, haya aportado nada sustancialmente nuevo al ejercicio del poder, transformándolo o mejorándolo de algún modo. Tampoco, claro está, de que ellas gobiernen peor que los varones, algo que a mí se me antoja difícil de conseguir. En cambio, son manifiestas las evidencias de que, mujeres u hombres, en cuanto mandan, son abducidos por una misteriosa fuerza que les hace incapaces, a la gran mayoría, de proceder con honestidad y conforme a lo prometido.

El lamentable espectáculo que hoy ofrece el ejercicio de la política española, no mueve a las feministas a proponer más y mejores controles, más rigor contra la corrupción, leyes más estrictas contra la eternización de políticos en sus cargos… a favor de listas abiertas, de referéndums más frecuentes… nada de eso, el feminismo sigue empeñado, a secas, en colocar más mujeres –que, por supuesto, son afines al movimiento- en mejores puestos y mejor remunerados. Para nada, absolutamente y como es patente, ha servido hasta ahora la entrada de mujeres en política, nada ha variado el despreciable rumbo del que se aprovechan desvergonzadamente algunos y que toleran todos ellos: y no hay político que critique este infame procedimiento de acceso a la política que supone colocar en ella a mujeres por el mero hecho de serlo. Y las listas cremallera –vaya término…- se imponen sistemáticamente.

Es por ello que el feminismo merece el desprecio del ciudadano, como lo merece la abrumadora mayoría de organizaciones que se aprestan a asaltar poder: digan lo que digan, a ninguno de sus miembros, mujeres, hombres o alienígenas que allí se instalaran, le importan un pimiento la sociedad y sus cosas. Ahora bien, el feminismo, que se ha acercado al poder cuando de éste ya se sabía bastante, tuvo la oportunidad de elaborar estrategias que, en lugar de perpetuar la inmundicia que son los gobiernos y los gobernantes –dejémoslo en la mayoría…-, buscaran su radical transformación o, al menos, el recorte de la corrupción y de las corruptelas íntimamente inherentes, a día de hoy, al poder, sea éste dictatorial o limitado de un modo u otro. Nada de eso: el feminismo sólo

La cuota política, -rechazada contundentemente por algunas feministas consecuentes- es un mecanismo tan vergonzoso, tan ofensivo para la dignidad y la capacidad de las mujeres que sorprende que no se haya desterrado para siempre del programa feminista. Por el contrario, el feminismo insiste machaconamente en reivindicar que las mujeres entren en 95


polテュtica por esa puerta falsa que es la cuota: y todo 窶田asi todo- el mundo calla窶ヲ

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escape de la mujer de semejante cárcel y, mientras no queda más remedio que seguir viviendo en ella, convertirla en un infierno para el varón.

La familia

Las teóricas feministas que no se apuntan directamente a su desaparición en el cementerio de la historia, en el revuelto osario de los innumerables desechos del patriarcado, aceptan la pervivencia de la familia en condiciones sumamente rigurosas y descaradamente gravosas para el varón: éste, por supuesto, ha de asentar en la cuenta familiar todo lo que obtiene con su trabajo, ha de contribuir en las faenas del hogar, en particular, aquellas más penosas, ha de aceptar las reglas impuestas por el “ama” –desde los horarios hasta la relación sexual- y, si algún día la familia se deshace, resignarse a abandonar la residencia familiar, olvidarse de los hijos –no de la pensión- en tanto a la mujer no le cuadre y, si se pone un poco tonto, disponerse a ser llevado ante el juez, tras pasar por el calabozo más próximo para acabar despedazado en las fauces de la abogada feminista que le toque a su ex.

La familia, esa vetusta institución, tan idealizada, tan encumbrada por las religiones y tan denostada por los revolucionarios más radicales, el ámbito en que, sin exageraciones, transcurre buena parte de la vida de las personas y en que éstas más disfrutan, mejor se realizan y, desgraciadamente, más sufren y, frecuentemente, más mueren a manos de sus propios miembros; la familia, promovida, publicitada y subvencionada –y controlada- tanto por los estados como por las iglesias y por las facciones políticas menos respetuosas con los derechos humanos, no ha podido ser ajena a la consideración del feminismo. En líneas generales, la familia para el feminismo es el epítome de la dictadura patriarcal, el recinto último e íntimo en que el varón da matarile a las últimas ansias de emancipación de la mujer.

Por suerte, no todas las familias presentan tan penoso panorama ni todos los varones se prestan al capricho ni todas las mujeres son tan ruines. Yo diría que la inmensa mayoría, de ellas y de ellos y de familias, pues encaran la vida con ganas, se frustran y se realizan por igual y acaban sus días en la aceptable armonía que logran discutiendo, bregando, sufriendo, gozando y amando, todo en uno. Lo que pasa es que el feminismo, en lugar de potenciar el positivo encuentro de hombres y mujeres en la familia, y por

Pasando por encima del propio significado subyacente en el término “ama de casa” que, manifiestamente, apunta al dominio –más que predominio- de la mujer en el ámbito familiar, es decir, revela la partición del gobierno de la familia en dos ámbitos, el laboral y el estrictamente doméstico, a los efectos de mejor administrarla, el feminismo insiste en que la familia es poco más que la sepultura en vida programada para el aniquilamiento de la mujer como tal y como persona. De ahí sus esfuerzos en un doble sentido: promover el 97


el camino de encanallar al varón y criminalizar su papel en la pareja, insiste machaconamente en su sometimiento a los presupuestos feministas –muy influídos, todo hay que decirlo, por las teóricas radicales que apuntan a la deconstrucción de la familia “patriarcal” para empezar a construir la que llaman “lésbica”- y en amargarle la vida en tanto no se accede a ese paraíso que parece ser empieza en los países nórdicos actuales y acaba en una Amazonia feliz cual la sueñan las más aguerridas lesbianas o algunos próceres queer. En otro orden de cosas, queda por estudiar el impacto que la puñetera realidad tanto como la matraca feminista, están causando en tantas mujeres y varones que huyen de la familia como de la peste, no sea que…

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más crudo de todas las guerras, sin excepción: los hombres han sido los primeros y casi únicos llamados a filas, alistados a las bravas, lanzados a batallas perdidas de antemano, obligados al hambre, la sed, el calor, el frío… a beneficio de dirigentes enloquecidos o puramente psicópatas, que entretenían el tiempo entre las batallas que libraban sus huestes en brazos de queridas descerebradas. Sí, eran –sonhombres quienes mataban o enviaban a la muerte, sobre todo, a otros hombres: interpretar esta siniestra relación de abuso y prepotencia como consecuencia del patriarcado y paradigma del machismo es no sólo un disparate histórico, es una desvergüenza inaceptable, una más de las muchas que intenta plantar el feminismo en el imaginario colectivo para desacreditar al varón y su presencia en la historia.

La guerra La guerra es, posiblemente, entre todos los fenómenos sociales que aborda el feminismo, aquel en que más patente queda el simplismo reduccionista de sus desnortados afanes especulativos . Para el feminismo, las razones económicas, las ambiciones expansionistas, los conflictos raciales o religiosos y las mil y una causas que provocan las guerras, se reducen a una y la más importante, a saber, el exceso de testosterona de los dirigentes políticos o militares, líderes o jefes de clan, lo mismo da. La consecuencia más inmediata de esta petición de principio, a la que con tanto descaro se aferran las teóricas feministas, es que las mujeres –y, cuando les conviene, los niños- son las primeras y más significadas víctimas de la guerra. Es cierto, y lamentablemente cada vez más, que los civiles sufren los conflictos bélicos y sus consecuencias en una proporción muy superior a la que se podía encontrar en guerras que se desarrollaban a menudo muy lejos del centro en que se habían decidido; los romanos, los hunos, los conquistadores españoles, los colonizadores ingleses, los nazis… consiguieron, al menos inicialmente, llevar las guerras muy lejos de los puntos en que residía el poder. Y es verdad que a menudo las mujeres han sufrido violaciones como consecuencia de conquistas y saqueos. Pero lo que es innegable es que han sido varones quienes han soportado lo

Porque los conflictos bélicos son, lamentablemente, inevitables en tanto subsistan las contradicciones económicas, políticas y sociales de las que la guerra, como ya se estableció hace tiempo, no es sino consecuencia y continuación por medios más cruentos y salvajes. Y, mientras exista el riesgo de guerra, serán los varones los primeros y casi únicos candidatos a dejar en ella la vida para defender la democracia, la libertad, los derechos adquiridos, entre otros, para sus mujeres y sus hijos.

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La inversión de la carga de la prueba El común de los mortales anda por ahí asido al impacto en su mente de las películas de juicios y de policías y ladrones en que es principio sagrado que el denunciante-demandante ha de probar sin la menor duda, se suele repetir, que el demandado es culpable. Infinidad de maleantes, al menos al principio de la película, se zafan de la acción de la justicia porque el policía ha olvidado un mínimo detalle o porque el abogado o fiscal no han sabido presentarlo debidamente. Se ve al chorizo salir del tribunal sonriente, cuando no dedicando una peineta al compungido agente que, inmediatamente, se pondrá manos a la obra para encontrar pruebas que, poco antes del The end, invertirán las sonrisas y demostrarán que “el criminal nunca gana”.

como no podía ser menos, nuestro Sancho Panza, gramático pardo por excelencia, encara una de sus más difíciles papeletas, la de juzgar a los pobladores de su ínsula, con tal agudeza y eficacia que uno acaba preguntándose si sirven para algo las leyes, los jueces y la justicia cuando hay sentido común. Precisamente, ese episodio incorpora la anécdota de la mujer ligera de cascos que quiere engañar a un desprevenido ganadero que “yació con ella” pero, habiendo pagado, no exigió el ticket del servicio. La vivales llega ante el tribunal del juez Panza en solicitud del dinero “debido” pero no engaña al asendereado escudero que desarma a la pelandusca con un argumento que, supongo, debe provocar la más airada de las diatribas feministas: “Si hubieras defendido tu honor como has defendido la bolsa –la que contenía el dinero de la multa-….”. Lo que remite, una vez más, al buen –o mal- criterio del juez como elemento último de decisión en tantos y tantos asuntos motivo de litigio. No puedo presumir de amigos en los estamentos judiciales que siempre he visto como más que tenebrosos pero sí establecí una buena relación con quien fuera presidente de la Audiencia de Tarragona, Jareño. Supongo que a él le hacía gracia mi condición de comunista y a mí, su campechanía y su mala leche cuando alguien le tocaba la moral. Pues bien, ese juez, con quien tuve ocasión de compartir charla, en sede judicial y en la calle, siempre repetía: “Para ser buen juez, un 10% de formación jurídica y un 90% de sentido común”.

Este planteamiento, bien fundamentado en el sentido común, se ve reforzado por otros asertos con larga tradición en el patrimonio jurídico-popular, tejido de muchos miles de años de pendencias ante los tribunales y, también, de mucha gramática parda: todo el mundo es inocente hasta que no se demuestre lo contrario, es preferible que cien criminales estén en la calle que un inocente en la cárcel, se pilla antes al Con todo, es fuerza admitir que los incidentes de violencia mentiroso que al cojo…La literatura universal está sobrada de contra las mujeres –y contra los hombres pero apartemos anécdotas jugosas y personajes listos, a menudo pillos, que ahora la consideración de este ítem- se dan en un contexto se las apañan para librarse de las zarpas del malvado terrateniente y sus inicuas manipulaciones a base de ingenio: 100


en que resulta más que complicado probar los hechos: no suelen los violadores atacar a la luz del día ni los maltratadores agredir a la vista de todo el mundo: es marca de la casa de los cobardes que perpetran tales hechos.

condenas que, a la postre, bien pueden equipararse a aquélla. Pues bien, en este punto ha tenido el feminismo la ocasión de presentarse como progresista y benevolente, promoviendo mejores garantías en juicio para las víctimas, sin cargar las tintas en el acorralamiento del pretendido delincuente, a beneficio de inventario, arremetiendo contra más hombres y sin piedad. La pretensión de fortalecer ese recurso, la inversión de la carga de la prueba, ya hecha ley, por ejemplo, en la reciente Ley catalana de protección de homosexuales, está inspirada por criterios largamente sostenidos por el feminismo y marca el desgraciado camino para la institucionalización de mayor desigualdad por razones de sexo: una vez más, y a través de rebuscados vericuetos, el feminismo nos obliga a volver atrás, al medievo nada menos. Leña al macho, hasta romper la cadena patriarcal: no es mío, lo he leído en un foro.

En este contexto, de enorme dificultad no sólo para condenar sino incluso simplemente para encausar a los perpetradores de agresiones a mujeres, es en el que hay que enmarcar la recurrente pretensión de las feministas, de que se invierta la carga de la prueba cuando se trate de supuestos delitos de esa naturaleza. Pretensión que, poco a poco pero firmemente, se va abriendo paso en sedes legislativa y judicial, habiendo llegado ya a las puertas del Parlamento europeo. En definitiva, que en casos de lo que definen como “violencia de género”, corresponda al denunciado demostrar que es inocente en lugar de a la denunciante probar el delito. Me consta que, incluso entre los juristas, este asunto de la inversión de la carga de la prueba –que ellos llaman de otro modo- es discutido y problemático. A su favor, efectivamente, la complicación que supone demostrar determinadas irregularidades –laborales, civiles, también penales…- y el malestar que produce en las víctimas la elusión de responsabilidades por parte de los autores de aquéllas. En su contra, las innumerables víctimas de condenas en falso – vuelvo a insistir en el caso Tommouhi-Munib, el súmmum de la infamia político-judicial española- incluídas las definitivamente irreversibles, muerte (en los países en que aún pervive la repugnante práctica de la pena capital) y, en nuestro país, en que, por suerte, se abolió hace años, largas 101


precipitar al abismo de la más supina estupidez, hasta dar con mis huesos junto a los de los repudiados; bueno, siempre me echarán una mano Churchill, Gandhi, Mandela…

La Ley contra la violencia de género I

Me permito este excursus para apuntar a que ese escaso respeto que tengo por los cargos públicos ha sido alimentado, entre otros muchos, por episodios tan siniestros como la elaboración y aprobación de la Ley contra la Violencia de Género en la que confluyeron los afanes de muchos políticos –de todos los partidos-, la connivencia de muchos juristas –me quito el sombrero ante quienes se han resistido- y la cháchara de tantos y tantos periodistas y tertulianos que dieron por bueno y positivo lo que cualquier patán con dos dedos de frente entendería como despropósito o, simple y llano, burrada: si un hombre atiza un tortazo a una mujer es mucho más severamente castigado que si idéntico sopapo es asestado por ella a su compañero.

Con toda humildad, he de admitir que hace mucho tiempo que le perdí el respeto a las instituciones y a quienes las representan. Por supuesto, en ellas ha de haber de todo y, por descontado, entre las personas que trabajan en su seno ha de haber, hay, muchas capaces, honestas, inteligentes y eficaces. Tengo la buena costumbre de decírselo en su cara, a aquellos funcionarios, políticos, policías… que me atienden bien, que me explican las cosas con respeto, aunque me lleven la contraria o me multen. Lo que no les digo es que me apena tener que felicitarlos… porque muchos de sus compañeros son estúpidos, prepotentes o todo a la vez y entre estos destacan quienes lo hacen bien.

Paso de referirme a la justificación que unos y otras hacen de este dislate para asombrarme –por enésima vez- ante el hecho de que los más eminentes juristas de este país – permítaseme que especifique, este birrioso país- con algunas honrosísimas excepciones –de este magnífico país-, dieran por buena tan flagrante violación del citado artículo 14 de la Constitución. Y dígame ahora el lector si no es para desconfiar de esa buena gente, cargada de títulos y puñetas, y llamar a Groucho Marx en mi ayuda para apearme de esta España y de quienes la hacen posible.

Tengo menos respeto por los cargos públicos cuanto más arriba están situados. No es que sea republicano, es que el Rey me parece poca cosa. Y no es que no haya votado a Rajoy o a Mas, es que los tengo por cortitos, pinchaúvas y advenedizos, a quienes los misteriosos engranajes políticos han colocado en situación de ser grandes y se han quedado en birriejas políticas o funcionariales. Escribía antes “con toda humildad” porque ya sé que pensar de este modo es muy arriesgado: por el camino de la autosuficiencia y pasando por la prepotencia, me puedo

No es de extrañar que los mismos que en esa infausta ocasión se tragaron dobladas las pretensiones de las 102


feministas, hayan sido incapaces de prever crisis, alzarse frente al capital internacional y, con un par, defender los intereses del país al que representan; fueron cobardes frente al feminismo y lo han sido frente a Merkel, Bárcenas y tutti quanti… que han dejado a España hecha unos zorros.

más tarde o más temprano, será retirada de la destartalada panoplia legislativa española. Entretanto, y en nombre de tanto varón arruinado por la ley y de tanta mujer cuya muerte no se evitó, aceptemos el fracaso y repudiemos a quienes lo hicieron posible.

El incidente de la aprobación de la Ley de marras, a mí, al menos, me hizo ver lo que otros más perspicaces tenían claro desde mucho antes: que el país estaba en manos de incompetentes, ignorantes y chulos, amuermados por el poder que les había concedido el pueblo, dispuestos a cualquier cosa que les pasara por la cabeza. Y me hizo ver, al tiempo, la peligrosísima senda por la que obligaba el feminismo a transitar a tanta medianía como puebla los espacios del poder. La queja, la algarada y la milonga feminista eran capaces de condicionar la mente y la actuación de personas –hombres y mujeres- a las que se tiene por sensatas y maduras y arrastrarlas a tomar decisiones disparatadas y perjudiciales para aquellos mismos a quienes se pretende salvar de situaciones escabrosas: como decía, no sólo no ha disminuido el número de mujeres asesinadas sino que se ha llegado a postular desde instancias feministas si el bombo que se ha dado a las supuestas medidas contra la violencia no está alimentando el supuesto instinto asesino de algunos hombres situados en condiciones extremas (lo que, dicho sea de paso, me parece tan aberrante como la propia ley). No acierto a ver de qué modo se derogará esa Ley y cómo se paliarán sus perniciosos efectos. Pero estoy seguro de que, 103


Ley que fue intensamente celebrada y ruidosamente publicitada como el paso adelante definitivo en la lucha contra la violencia de que son víctima las mujeres, si no como el mecanismo último para reducir sustancialmente el número de mujeres asesinadas por sus compañeros. Y al servicio de la cual se han puesto todos, sin excepción, los recursos del estado, en particular, los de carácter más expeditivo: juzgados especialmente habilitados a cientos, fiscalías especiales, observatorios, protocolos policiales y sanitarios, campañas, casas de acogida, teléfonos y, sobre todo, una permanente y agobiante insistencia en el punto más siniestro del complejo represor : la denuncia. Alrededor de millón y medio de españoles varones han sido denunciados en estos años, el 10% de la población masculina adulta. No se sabe cuántos de ellos han terminado procesados y condenados y alejados de sus hijos y estigmatizados por la sociedad y, mucho menos, cuántos lo han sido injusta y falsamente. En los hospitales, centros oficiales, televisiones… hemos tenido ante las narices durante diez años la recomendación DENUNCIA, sostenida por niños y por actores y futbolistas y cocineros y periodistas… que saben tanto del asunto como para autocensurarse y callar los insultos, amenazas y bofetones que, a menudo, han recibido ellos mismos en su jeta de “maltratador”.

La Ley contra la violencia de género II. Balance de los diez años de vigencia Cuando le doy los últimos toques –a falta de muchos retoques- a este alegato, se cumplen justamente los diez años de vigencia de la infame ley promulgada, a todo correr y con mucha prisa- por el primer gobierno de Rodríguez, el feminista. Diez años, dos quinquenios, delimitan un espacio de tiempo suficientemente amplio como para estar en condiciones de examinar un proyecto, un programa, su realización, su eficacia y su futuro. Se ha recurrido al quinquenio regularmente, desde gobiernos del más diverso signo, en cuanto plazo holgado, tanto para gobernar como para evaluar. Pues bien, la LCVG ha satisfecho no uno, dos, quinquenios y, tratándose de un asunto tan complicado, tan “de estado”, como gustan de proclamar las feministas, cabría esperar que hubiera sido examinada –la ley y su ejecución-, diseccionada y reevaluada cara a su permanencia, reestructuración o mejora, si procediera. Pero no, el feminismo ha callado, disimulado y mirado para otro lado por lo que hace a esa Ley.

Pues bien, desplegada toda la artillería, engrasados los grilletes, excitadas las fiscales, sobresaturados los juzgados, llenas las cárceles, arrojados el varón y sus cosas al pozo negro del maltrato… ha resultado que no se ha conseguido evitar ni una sola muerte de mujer supuestamente 104


amenazada: el número de ellas asesinadas a lo largo de estos diez años, sigue siendo, básicamente, el mismo, alrededor de 60 por año.

d e c l a r a c i o n e s t a n e s t é r i l e s c o m o a g re s i v a s , l a s concentraciones a la puerta de los ayuntamientos, cada vez más huecas, y eso que se hacen en horario laboral para asegurar, al menos, un mínimo de asistentes. Y, sobre todo, repare el lector, al final de cada manifiesto siempre figurará el “dichoso apartado”: más policía y más dinero. Más leña a los tíos, machistas, asesinos… más dinero para ellas, feministas…

Para este viaje no hacían falta alforjas, que diría un castizo: en plata, la LCVG ha resultado un fracaso absoluto, irrefutable. ¿Era el momento para que el feminismo, con humildad y deseo de cambiar las cosas, recapacitara, hiciera balance, admitiera que, quizás, no tenga toda la razón y, como mínimo, pidiera disculpas a las víctimas por no haber sido capaz de encauzar el problema? Lo era: pero las feministas, sostenella i no emmendalla, no sólo no han aceptado el fracaso sino que se han reafirmado en sus iniciales posturas: el problema ha sido que no se ha denunciado bastante, que no se ha dedicado bastante dinero a proteger a las mujeres, que no se han cumplido las normas… Y, en consecuencia, lo que procede es denunciar más, conceder más dinero para campañas, asignar más policías, cambiar los protocolos buscando la manera de pillar al maltratador antes de que se acerque a la mujer…

Nos vemos en diez años, en 2024…

Da asco, sinceramente: ni en los regímenes más dictatoriales, en que se disfrazaba –se disfraza, Corea del Norte, Cuba…sin ápice de vergüenza el fracaso de las disposiciones del líder y el sufrimiento que genera en el pueblo, se podrá encontrar despropósito similar. Así que las cosas seguirán como hasta ahora, porque imagino que más denuncias no caben ni acabar del todo con la violencia en el seno de la pareja es posible ni lo será: seguirá como hasta ahora el griterío feminista tras cada asesinato, la escandalera de las 105


La Ley contra la violencia de género III

El interesado en estos temas estará sin duda bien enterado de los desacuerdos manifestados por fiscales, jueces, políticos… al respecto de esta indigna Ley; desacuerdos y manifestaciones que no han servido absolutamente para nada: a día de hoy, si una mujer quiere joder al marido, no tiene más que llamar al cuartel más próximo de la Guardia Civil, decir que ha sido maltratada y… el pobre hombre dormirá ese mismo día en el talego y… luego Dios dirá.

Técnicamente, Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género.

Cuando vi la foto de marras y a las feministas haciendo su particular signo de la victoria , no pude evitar evocar la alegría de tantos alemanes gritando desaforadamente a favor de Hitler y levantando el brazo. ¿Exagero? Hombre, sí: no asimilaré las mañas feministas a la desvergüenza nazi a la hora de hacer leyes pero tampoco olvidaré que, desde 1932, han pasado muchos años y que en estos años las cosas han avanzado mucho como para no darse cuenta de que ni un parlamento legítimamente constituido puede hacer mangas y capirotes de un precepto constitucional como es el establecido en el artículo 14 de la Constitución española: y establecido de qué manera:

Rodríguez, el presidente feminista del Gobierno español, fue elegido para este cargo por primera vez en marzo de 2004: yo voté a su favor. Tardó, como es patente, bien poco en llevar adelante esta Ley, que fue aprobada por unanimidad en el Parlamento español y publicada al día siguiente en el BOE. Entró en vigor en enero de 2005 y, recurridos algunos de sus capítulos ante el Tribunal Constitucional, fue refrendada por éste años después. Aun recuerdo la foto del día, en que se apreciaba la inmensa alegría de las feministas por haber conseguido semejante hito: un hito que, más que defensa de las mujeres maltratadas –de hecho, han seguido muriendo asesinadas más o menos las mismas, cada año, que antes de la aprobación de la ley- era ataque contra los varones – que desde entonces han sido denunciados por cientos de miles, a finales de 2014, alrededor de millón y medio en diez años, una auténtica barbaridad-.

“Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”. En positivo: los españoles son iguales ante la ley. En negativo: sin que pueda prevalecer

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discriminación alguna

por razón de… sexo

o cualquier otra condición

circunstancia personal

o social.

quienes habíamos luchado por la democracia éramos tan vilmente sacrificados en aras de satisfacer el rencor feminista… no me vino de nuevas por esta parte, puesto que conocía bien la incoherencia y la mala uva de sus militantes; pero me desarmó la bajada de pantalones de tanto erudito, tanto político y tanto chupachichis, a los que entusiasmaba una circunstancia tan aberrante, tan medieval, como era hacer ley orgánica del disparate de castigar idéntico delito con distinta pena en función del sexo del delincuente: los especialistas llaman a esto derecho penal de autor, desterrado de los códigos criminales desde hace cientos de años y devuelto a la actualidad por Rodríguez el feminista y con el pomposo añadido de “pioneros en Europa”.

O sea, el aserto positivo (y por si no quedara claro) queda reforzado al ser seguido de seis, nada menos, limitaciones a cualquier intento de recortar o malinterpretar la principal declaración, que todos son iguales ante la ley. Pues bien, el aserto y los seis impedimentos que la Constitución levanta ante quien pretenda segar la hierba bajo sus férreos fundamentos, fueron alegre, festiva, unánime y jurídicamente burlados por el gobierno, en sedes parlamentaria y judicial, para mayor gozo de las feministas que habían alzado al pobre Rodríguez –las llamadas zapatistas- a un cargo que le venía tan ancho como el tiempo ha demostrado y desde el que perpetró tantos disparates como le permitieron sus escasas luces y su nula dimensión de estadista, sólo apreciada por una de sus adláteres, otra genio entre los varios que conformaron los gobiernos de Rodríguez, Leire Pajín, que entrevió al presidente en conjunción planetaria con Obama. Nunca he sido españolista y siempre he tenido mi nacionalidad por un accidente irrelevante; me gusta que gane España cuando juega al fútbol, me gusta el país, la gente… y se acabó. Pero ese día me sentí avergonzado por ser español, profundamente avergonzado. Comprobar que

Nada, absolutamente nada positivo consiguió esa maldita Ley, ni siquiera para las propias mujeres realmente maltratadas o asesinadas. Aparte de encausar a cientos de miles de varones y encarcelar a muchos de ellos sin otro testimonio que la declaración de sus exmujeres o exnovias, a veces ni ex ni mujer, ni novia. Todo un triunfo que, en cuanto tiene ocasión, continúa reivindicando Rodríguez…vergüenza, si tuviera, debería darle el nulo resultado obtenido al amparo de esa maldita ley.

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La ley del embudo periodístico

Diari de Tarragona. 11.02 .2014

Un concejal del PP de Tarragona le espeta a una mujer que se ha introducido en una conferencia del PP para protestar por la política del gobierno con respecto al aborto.

El Periódico de Cataluña. 07.02.2014. Una mujer intentó asesinar a la esposa del periodista Paco González del que, al parecer, la primera estaba enamorada. Contrató a tres sicarios para que hicieran el trabajo. Pero estos, un búlgaro y dos rusos, cobraron 10.000 euros y se dieron el piro. Entonces ella, Lorena Gallego, convence a su novio e intentan secuestrar a la mujer del periodista pero fracasan y la cosa acaba con esta última en el hospital con varias puñaladas y la pareja de conspiradores detenida.

“Eres muy fea. Igual te hubiera abortado por malformación”. La que se monta…, con razón… A los pocos días, un grupo proabortista, La Ruda, activo en la zona del Penedés “por los derechos de las mujeres y contra una sociedad patriarcal”, publica fotos con nombres y apellidos de concejales de la zona del PP, con esta frase como lema:

Usted, lector, que es consciente de lo caldeado que está el ambiente con respecto a la violencia entre hombres y mujeres, ¿qué titular cree que encabezará esta noticia? ¿las mujeres también matan, violencia de género desde la otra acera, hombres acosados…? Pues ojo a lo que el diario, tenido por progresista en Cataluña, coloca:

“La vostra mare hauria d’haver abortat”, (vuestra madre tendría que haber abortado). El colectivo considera excesivo el revuelo que ha generado el cartel en las filas populares. “No cometemos ningún delito y no nos ocultamos”.

“La atracción fatal de Lorena” .

Llega a producir vergüenza ajena la diferencia de trato recibido en los periódicos y por periodistas, supuestamente rigurosos, de los hechos violentos en función del sexo de los autores. Parece que, pese a lo que pregonen las feministas, las mujeres no sólo son tratadas con infinita delicadeza en los medios sino que se disimulan, explican e interpretan sus

Y cierra el artículo –página entera- con esta frase: “Papá, estoy enamorada. Es el hombre de mi vida”, profunda declaración de amor con que, al parecer, Lorena se explicaba ante su padre. 108


flagrantes violaciones de la ley hasta hacerlas irreconocibles, la “atracción fatal de Lorena”, para un repugnante acto de venganza criminal perpetrado con premeditación y alevosía.

psicológicas o sociales, tendentes a exculpar, justificar o, como mínimo, reducir la responsabilidad y la intencionalidad del acto. Pero cuando el autor del hecho violento es varón, la contextualización, sin excepciones, es la denuncia previa –si ha habido o no-, el historial violento del hombre, el número de muertes atribuibles a la violencia de género… etc.

Resulta particularmente llamativo el envoltorio explicativo en que se sitúan los incidentes violentos protagonizados por varones –supuesta violencia de género, ya había sido denunciado, tenía orden de alejamiento…- cuando se lo compara con aquel que reciben idénticos o similares hechos atribuibles a mujeres –abandonada, maltratada por su anterior marido, desesperada por no poder atender a sus hijos…-. Casi sin excepción, se justifica la violencia femenina y se sataniza la masculina.

No conozco ni un solo caso –y me leo todos los que aparecen en prensa escrita por si acaso- en que la agresión o muerte de una mujer hayan sido contextualizadas periodísticamente en situaciones de pérdida de trabajo, pobreza –o riqueza-, herencias, disputas familiares… que podrían ayudar a entender –ya que no justificar- al lector el incidente violento. Los periodistas dan la impresión de haber aceptado sin más los esquemas reduccionistas feministas y dejan que sus crónicas se deslicen inmediatamente a las estadísticas de violencia, ilustran sus reportajes con fotos de mujeres agredidas, colocan bien visible el teléfono de ayuda contra el maltrato… Pero si la víctima, como en el caso del periodista citado, es un hombre, no aparece por ningún lado la palabra violencia, ni el género ni el número –de actos violentos protagonizados por mujeres-, ni el elástico concepto de “relación de poder”, etc. Todo muy aséptico y hasta emotivo. Y eso si no se da a entender que la mujer ha atacado al marido como consecuencia de maltrato anterior.

El tratamiento periodístico de los incidentes violentos en que se ven implicados hombres y mujeres, es absolutamente distinto dependiendo de quién sea el agresor y quién el agredido. En el caso de que la víctima sea mujer, el hecho queda automáticamente enmarcado en el férreo contexto de “violencia de género”. Pero si la víctima es varón o la agresora mujer, la cosa adquiere otro cariz: “La mujer obsesionada por Paco González atacó a su familia”, “La agresora… era fan de Paco…” “Paco debería de haberse dado cuenta de que la “chica no estaba bien”…. “Estaba desesperada, había sido maltratada, no tenía trabajo…”: poco más y acaban exculpadas como los varones automáticamente inculpados.

En definitiva, las crónicas periodísticas de los hechos violentos perpetrados por hombres no ofrecen la menor posibilidad de encuadrarlos en otras circunstancias que no sean las que le vienen bien a las feministas, el género. El

Los incidentes protagonizados por agresoras, se desmenuzan, se detallan, se escudriña en la vida y milagros de la mujer… se le buscan casi siempre explicaciones 109


periodismo español ha asumido acríticamente el panorama en blanco y negro que dibuja el feminismo al respecto de la violencia en el seno de la pareja y no se encuentra, a día de hoy, quien se pregunte si las cosas pueden ser de otro modo: corrección política se le llama a esta bajada de pantalones.

Una vez más, es la ley del embudo feminista, para ellas la benevolencia, para ellos lo crudo. Cerraré con un ejemplo bien reciente y bien revelador, “pescado” en El País, faltaría más. 21.12.2014

Pero no solamente los incidentes graves y los crímenes: el deporte, la cultura, los premios, los récords, tanto como los fracasos y las manifiestas meteduras de pata –recuérdese el descubrimiento de que la periodista Ana Rosa Quintana había hecho uso de los servicios de un “negro” para escribir un libro, curiosamente, sobre el maltrato a la mujer: no sólo no fue defenestrada profesionalmente sino que, a partir de aquel momento, subió y mucho su consideración, de la que, al parecer, sigue disfrutando a día de hoy-.

Investigan si la mujer que dejó solos a sus tres hijos en casa fue atacada (Cuerpo de letra 28) Los hermanos, un bebé y dos niños de 18 meses y tres años, necesitaron asistencia médica (Cuerpo de letra 14). El lector pasa por encima del titular y, sin querer, retiene mejor la idea expresada en titulares más gruesos, mujer… atacada. Lo del abandono de tres niños, uno de ellos recién nacido, queda en un relativo segundo término.

Y se celebran los premios otorgados a las mujeres –quien no esté al tanto de la merienda de negros que, tanto para hombres como para mujeres, son los premios, es que no vive en este mundo- como si hubieran descubierto la pólvora; y los éxitos deportivos cual revancha contra los varones; y las entradas de mujeres en academias como triunfo definitivo de la justicia universal… Pero, al revés, la irrupción del varón en rediles tradicionalmente femeninos –los cuidados corporales, los tratamientos de estética…- como reconocimiento, por fin, del buen hacer femenino, que ha sabido convencer al macho palurdo de lo acertado de quitarse pelos, sacudirse cremas y potingues, en el buen camino hacia su feminización… Por no hacer referencia a la emergencia de terceros sexos, hombres femeninos, tiernos, sensibles…

25.12.2014 Detenida la madre que abandonó a sus tres hijos en su casa de Oviedo (Cuerpo 28) La mujer, de 42 años, ha sido localizada en un parque de la ciudad. (Cuerpo 14) Ya ha quedado claro que la mujer no fue atacada, es universitaria, ejerce la prostitución, ha estado escabulléndose de la policía… lo que apunta a que de tonta no tiene nada y que se olvidó de sus hijos con plena conciencia. Si bien, el artículo que le sigue es un pliego de descargo y exculpación de la mujer: su pareja falleció hace unos meses, nunca hasta 110


ahora había abandonado a sus hijos –cosa que no concuerda con lo que dicen los vecinos-… No seré yo quien cargue contra personas como esta mujer, desesperada, sola, a cargo de tres personitas y, seguramente, con medios más que precarios. Drogadicta, prostituta…yo también colocaría su caso más en el campo de la asistencia social y del amparo psicológico que en otro cualquiera. Ahora bien, ¿por qué se tiende a disculpar a una madre que abandona a tres niños y no a un hombre que agrede o mata a su mujer para suicidarse a continuación? No son dramas comparables pero ¿por qué el de la mujer se dulcifica, cosa que me parece coherente con los criterios imperantes en la sociedad más avanzada y, en cambio, el del varón se demoniza? Pues porque el feminismo ha intentado – y en buena medida, conseguido- despojar al hombre de su categoría de persona –con sus defectos y sus tragedias y sus miserias- y cubrir a la mujer con el manto del género, pobre víctima inocente, irresponsable, angelical…

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Argumentos que se vienen abajo a la primer arremetida: Cervantes escribió buena parte de su Quijote en la cárcel, Beethoven era sordo, Kafka…, en fin, que para montar los versos de un poema o los acordes de una sinfonía, poco más hace falta que buen caletre. Para escribir, un punzón es suficiente y para componer, un destartalado piano les ha servido a muchos negros esclavos para levantar el gigantesco edificio del jazz: y a veces, ni de piano disponían…

La literatura y la música En el análisis feminista de estas dos variedades artísticas y sus manifestaciones, como en el de casi todas las que tienen que ver con la creación, se advierte su avieso juicio a la primera de cambio: las mujeres han estado tan discriminadas y ninguneadas a lo largo de la historia que, pobrecitas, apenas han conseguido poner libros, óperas o sinfonías y zarzuelas en circulación. En paralelo, pretenden dejar al mundo con la boca abierta cuando anuncian a bombo y platillo el “descubrimiento” o el inmenso significado histórico y artístico de Safo de Lesbos, Sofonisba Anglissola, no digamos Frida Kahlo, que encima era bisexual, lucía bigote y, parece ser, se cepilló a Trotski. O el decisivo paso adelante que supone que le den a más mujeres el Nobel o el Planeta.

No es, pues, la represión patriarcal la que ha impedido generar obras de arte de que sean autoras mujeres. Ni serán subvenciones las que estimularán su creatividad, ni premios “femeninos” ni delirantes exclamaciones periodísticas de su potencial ahora que son más libres. Ni mejores hornos o facilidades de acceso a productos sofisticados los que harán más cocineras en un espacio particularmente sorprendente cual es el gastronómico, tan cercano a las mujeres, por otro lado, y tan cultivado por los hombres.

Como aquellos palurdos para los que la virgen de su pueblo es la más guapa y la más milagrera o como los fans del “mejor equipo del mundo”, que suele ser el de mi barrio, las feministas examinan la enrevesada trayectoria histórica de las artes a través del aberrante prisma del patriarcado, para llegar a la estúpida conclusión de que ellas han pintado poco, escrito menos y musicado nada hasta antes de ayer. Y eso, como consecuencia de la pena a que los varones, de siempre, condenaron a las mujeres: tú, pata quebrada y en casa y calladita, y como te vea leer un libro o tocar el piano, te corto las manos…

No alcanzo a ver las razones últimas por las que ese recurso humano, la creatividad artística, hasta el día de hoy parece haberse aposentado con más y mejores resultados en los hombres que en las mujeres. Es posible que las durísimas condiciones que la naturaleza impuso a unos y a otros para construir el mundo de que ahora disfrutamos, hayan influido decisivamente en la orientación de cada cual hacia ésta o aquella actividad humana. Y quizás algo tendrá que ver con las singularidades cerebrales de cada persona.

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En cualquier caso, nada de ello implica demérito ni incapacidad ni, tampoco, supone discriminación: parece mucho más sencillo admitir que cada sexo se sirve de distintos recursos para moverse por la vida y que de lo que se trata, es de no impedir el desarrollo de ninguna persona ni de ninguna de sus capacidades, con premio Nobel o sin él. Precisamente, la mujer ha contribuido a alumbrar y sacar adelante la más espectacular obra de arte atribuible a los humanos, la vida. Y no parece ser que las feministas estén por reconocer este mérito: más bien, se inclinan por difuminarlo y disminuir su importancia y significado, haciendo de la maternidad condena machista, sólo válida, eso sí, a la hora de exigir mejores condiciones de divorcio.

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a los varones: al menos en titular, el consejo a los varones es bastante más radical y, presuntamente, mucho más entregado que el que se dirige a chicas.

La mitad del cielo

Esta técnica, periodística y mitinera, que Goebbels admitiría sin problemas como suya, a saber, la de recortar la noticia por la mitad, destacando sólo aquellos aspectos que le interesan, es sistemáticamente utilizada por el feminismo –y por muchos otros ismos, todo hay que decirlo- para llevar el agua a su molino. No se puede decir de ella, de la técnica, sino que es repugnante y opuesta a las más elementales ética y deontología periodísticas. Cosa que al feminismo parece importarle un pimiento, en la medida en que, recurrentemente, elimina de sus análisis aquellos datos o referencias que, equilibrando las posiciones relativas de unos y de otras, contribuyen a echar agua al vino sagrado de la supuesta preeminencia del varón. Aunque lo más grave y lo menos tolerable es la evaporación que pretenden las feministas y sus institutos de todos aquellos datos que prueban que la violencia, más o menos, se ejerce mutuamente tanto por hombres como por mujeres: el Instituto de la Mujer se emperra en no incorporar a sus estadísticas las muertes de hombres a mano de sus mujeres.

“Polémica por un libro infantil con chistes sexistas”, titula el Huffington Post –tutelado en España por la editora de El Paísuna noticia, ilustrada con un dibujito en que se ve a una niña con un cartel Sobre Chicas (sólo para chicos). Allí se explica que se ha editado un libro con chistes cargados de sexismo inaceptable e incitan a actitudes cercanas a la violencia de género”. El Instituto de la Mujer estudia llevar a los tribunales a la editora del libro, bla, bla, bla… Total, el lector queda convencido, otra vez, de que el país – España- está podrido de machismo. Enlaza la noticia con la publicación de otro libro, Cásate y sé sumisa y acaba incluso sugiriendo en los añadidos al artículo: “Ponte a prueba: ¿Tú también caes en micromachismos?”. THP.09/12/2013. No tenemos arreglo, amigo: y si lo dice El País, es definitivo… la Biblia del feminismo, faltaría más… Sin embargo, los lectores de un diario de provincias, Diari de Tarragona, que también intitula “Instituto de la Mujer investiga un libro para niños con chistes sexistas”, se enteran al final del artículo de que: “La editorial dispone asimismo de un ejemplar sobre el sexo opuesto “Pequechistes sobre chicos sólo para chicas”. Igualmente oculta The Huffington Post que el libro Cásate y sé sumisa, de la italiana Constanza Miriano, tiene su “media naranja” en otro, Cásate y da la vida por ella, dirigido

Desde los libros hasta los funerales: al feminismo no se le escapa una…Parece ser que la mitad del cielo, bonita metáfora a la que recurre a menudo el feminismo para lamentar la exclusión de las mujeres de muchos ámbitos sociales, sólo se aprecia con los anteojos feministas en

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segĂşn quĂŠ casos. Y para los otros, con poner una venda o dar un tijeretazo, ya basta.

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Veamos, toda muerte es lamentable y cualquier violencia en su origen merecedora del correspondiente análisis que busque evitarla en el futuro. Me parece procedente que se examinen los asesinatos en el seno de la pareja y se propongan cuantas medidas contribuyan a erradicar esa manifestación concreta de violencia. Pero cuando se trasciende el doloroso impacto que produce la noticia de una mujer acuchillada o asfixiada por quien decía ser el amor de su vida, uno se encuentra con las frías estadísticas que apuntan a que, en España en concreto, se da uno de los más bajos índices de violencia en el seno de la familia y la pareja. Sin embargo, las feministas se empeñan en que ésa, la que llaman violencia de género y a cuyo fondo estadístico arrojan cualquier muerte de mujer, tenga por causa una disputa por una herencia o la conciencia de enfermedades terminales, es la principal “lacra” en la sociedad, una cuestión de estado: tan de estado que, en una pirueta que no se puede calificar sino como digna de un descerebrado, el flamante aspirante a presidir el próximo gobierno de España, Sánchez, propuso que se legislara la asistencia de representantes del Estado a los funerales de las mujeres asesinadas por su compañero. Hasta las propias feministas salieron al paso de tamaña majadería, insistiendo, por una vez con toda razón, en que lo fundamental era evitar muertes, no protocolizar funerales.

La muerte En 2012 en España se suicidaron 3.539 personas. De ellas, 2.724 eran hombres y 815 mujeres (más o menos, el 77 y el 23%). En 2011, el 96% de los fallecidos en accidente de trabajo eran hombres. El 4% mujeres. Entre 2003 y 2011 605 mujeres han muerto por violencia machista, unas 67 por año. Son datos escogidos al azar en la web pero si alguien pretende profundizar en la relación entre sexo y muerte, hallará como una extraña y superior inclinación del varón a situarse más cerca que la mujer de los aledaños de la señora de la guadaña. No haré teoría con estas cifras pero apuntaré una conclusión: ¿cómo es posible que cuando las muertes se acumulan con tanta claridad en el lado del varón, sin embargo, el escurrido número de asesinadas por maridos o compañeros machistas –supuestamente- tenga tan abultada presencia en los medios y sea tan sistemática y machaconamente aireada en los periódicos, en la televisión, a las puertas de los ayuntamientos, mediante regulares e impactantes campañas publicitarias que golpean al ciudadano desde las vallas en las carreteras hasta en las salas de espera de los hospitales?

Si se atiende al feminismo, uno concluiría que la muerte es más dolorosa para la mujer y menos trascendente para el varón. Y que, el hecho de que ellas vivan, de media, un 10% más que ellos, es una circunstancia que sólo se explica por la 116


mayor fortaleza femenina y, en el fondo, la debilidad del “sexo fuerte”. Ni en un asunto que a la mayoría de personas merece mucho respeto, el feminismo se abstiene de arrimar el ascua a su sardina, degradar la condición del varón, ocultando y falseando los hechos que apuntan a más violencia en el origen de la muerte de hombres. Paradigma de ese desprecio y esa voluntad de desviar la atención de la realidad, ha sido la desaparición de los hechos violentos de que son víctima hombres a manos de sus mujeres en las estadísticas del Instituto de la Mujer. Este vergonzoso episodio, al que el feminismo no sólo resta importancia sino que, si procede, se atreve a insultar a quien lo esgrime como símbolo de manifiesta falta de equidad, revela como pocos otros la hipocresía, la falta de honestidad intelectual y, también, el negro futuro que le espera a la verdad si el feminismo acaba imponiéndose.

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responsabilidad, que la mujer es pacífica por naturaleza –o como constructo social- como se pretende desde el feminismo, en este punto ya no se puede estar en absoluto de acuerdo. Porque a cada ejemplo de inteligencia, de mansedumbre, de buen hacer y de voluntad de paz evidenciado por mujeres como las citadas, se pueden oponer otros tantos de maldad, crueldad, beligerancia y animadversión de todas clases, política, racial, económica…

La paz La mujer como hacedora de paz y conseguidora de entendimiento entre partes implicadas en conflicto, sea éste una guerra en toda regla o una disputa laboral, es otra de las fantasías a que las feministas son tan aficionadas.

Margaret Thatcher suele ser citada como prototipo de primera ministra belicosa pero la lista se puede alargar hasta el infinito: Golda Meier y su “cólera de Dios”, Winny Mandela, Imelda Marcos, Idoia López, la “tigresa” de ETA, la reina de los bandidos india… prueban que en la mujer puede haber tanta maldad y desprecio por la vida humana como hay en los hombres y que, puestas en la ocasión, pueden ser tan pérfidas como sus equivalentes masculinos.

A tenor de lo que éstas publicitan, la mujer, no se sabe bien por qué, está más capacitada para aliviar tensiones, buscar acuerdos y mediar entre enemigos para paralizar guerras y llevar la paz a los corazones de las personas y a los países o regiones largamente sacudidas por desgarradores enfrentamientos. Desde Palestina hasta Colombia, desde “mujeres de negro” hasta “damas de blanco”, en el mundo entero, efectivamente, brotan iniciativas por la paz promovidos y dirigidos por mujeres. Lady Di, Rigoberta Menchú, Madre Teresa, Shirin Ebadi…

Lo que apunta, una vez más a que “de hombre a mujer” no va el canto de un duro, para bien para mal y para todo y en todo momento.

No cabe sino celebrar dichos movimientos y agradecer a esas y a tantos miles de mujeres y a cuantas otras contribuyen a aflojar las férreas cadenas de la belicosidad y a templar los ardores guerreros de tanto descerebrado como pulula en los gobiernos y fuera de ellos.

Porque para conseguir la paz, como mínimo, se han de entender las causas que provocan las guerras y el feminismo, atribuyendo éstas a las pulsiones patriarcales que, según ellas, anidan en el varón y sólo en él, apunta en dirección equivocada.

Pero de ahí a concluir que la paz está, como quien dice, indisolublemente ligada a lo femenino y que el carácter de la mujer, su comportamiento, anhelos y proceder tanto a nivel particular como cuando accede a puestos de 118


infeliz-, en que, dominados por mujeres, ni se guarda el respeto debido, y legislado, por la infancia.

La prensa. Los medios

Pero no se crea el lector que los medios “serios” merecen mejor calificación en el podio de la objetividad y el rigor periodístico. El País, al que el feminismo habrá de dedicar monumento en el museo de su historia –en Suecia ya han abierto recientemente uno, al feminismo, no al diario-, por su desvergüenza en la defensa de los planteamientos feministas –que sería tolerable- y el silencio impuesto a quienes se han opuesto a ellas –absolutamente injustificable en un medio que se tiene por progresista y declaradamente abierto al lector, explican en su famoso libro de estilo-; El País, decía, es prototipo y culmen de la repudiable voluntad feminista de cerrar el paso a la menor discrepancia con respecto a sus tesis: su redacción, su línea editorial, su dirección, están, convictas y confesas, entregadas al feminismo en abierta contradicción con tantos y tantos lectores que, obligados a esconderse en las notas de réplica a los artículos del diario que permiten sus foros -eskup le llaman- no consiguen que la dirección, podrida de feminismo, acepte que su línea editorial se da de patadas con el criterio de la inmensa mayoría de lectores. A los medios, amenazados ruidosamente por el feminismo militante en caso de que se desmanden, les cunde la sumisión a éste, les hace ganar audiencia o lectoras y, sobre todo, les permite enjabonar a quienes mandan que, a su vez, miran con ojo bien abierto al abonado campo electoral que, supuestamente, es el voto femenino. Su desvergüenza, su falta de rigor, su exaltación del mundo del género, tienen difícil parangón en democracia: y no parece

La prensa y, en general, los medios de comunicación, son campo de batalla en la actualidad en que se dirimen o, al menos, se exhiben la mayoría de contiendas, miserias y, también, expectativas de futuro de la sociedad de hoy en día. No lo ignora el feminismo que pelea desde hace años por hacerse con las riendas de los medios, colocando al frente de ellos a mujeres expresamente reconocidas, hasta por ellas mismas, como feministas. Nada que alegar a la ascensión de más mujeres a los puestos de dirección, de los medios de comunicación o de lo que sea. El problema es la ostentación de su condición de feminista, cuando llegan o, peor aún, cuando lo intentan. Porque si algo se espera de un medio es aquello que, desgraciadamente, menos gastan, objetividad. Y la objetividad que murió hace tiempos a manos del feminismo, no parece que resucite en las televisiones o en los nuevos medios. Tanto menos cuanto que cada día, más mujeres y más sedicentes feministas, acceden a la dirección y a lo más aparente, la presentación de programas. Hasta se permiten desarrollar programas en que el propio titular indica que son ellas y sólo ellas las que hacen y deshacen. Y hay que ver las tonterías que en este tipo de programas llegan a decirse… Por no hablar de los descacharrantes espacios de cotilleo –que es despelleje inmisericorde de tanto y tanta

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que vaya a aflojar la presi贸n feminista. Por lo que el interesado, si desea profundizar en asuntos de esta naturaleza, se ver谩 obligado a rastrear en las catacumbas de la red que, menos mal, no son tan accesibles a las zarpas de la fiera feminista.

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inasumible por quienes siguen adheridas filosófica y existencialmente a los rígidos principios establecidos milenios atrás por los profetas y místicos judíos y cristianos para los cuales el cuerpo es vil, deleznable y asqueroso mientras que la mente es noble y digna. Para los cristianos, según se tercie, el cuerpo es templo del Espíritu Santo y, claro, dejar entrar allí a un simple mortal…

La prostitución Veamos: una señora trabaja como periodista o como investigadora en una gran empresa. Es una excelente profesional y cobra un salario acorde con su valía. Un día recibe una oferta mejor de otra empresa y se larga. Le finiquitan debidamente y comienza otra etapa de su vida: muy bien. La mujer tiene cualidades, el mercado las aprecia y ella las vende al mejor postor: vende su fuerza de trabajo, su inteligencia y su tiempo. De este modo, llega a lo más alto y acaba siendo referente para otras mujeres y también para las feministas.

La prostitución –mejor dicho, la lucha contra ella- ha sido y sigue siendo el banderín de enganche de todos los meapilas, conservadores e hipócritas que en el mundo han sido y, lamentablemente, siguen siendo: desde que el feminismo anda por ahí, también. (Por descontado, aquí no se habla de la prostitución forzada, reprobable y punible, en cuyo ítem, por cierto, el feminismo se emperra en incluir a todas las mujeres que la ejercen, sin distinción ni excepción que valga).

La hermana de esa señora no ha sido tan agraciada por la naturaleza con dones que se asientan de hombros para arriba pero en cambio es guapa y sumamente atractiva. Así que decide poner en el mercado lo mejor de sí misma, su cuerpo escultural, y se hace puta. Trabaja ocho horas como su hermana y gana tres veces más que ella. Hace una pequeña fortuna y en su momento, se retira y abre un prostíbulo en donde otras chicas seguirán su ejemplo. Será también un referente para otras mujeres pero una vergüenza para las feministas.

Menos mal que son las propias prostitutas las que mejor defienden su posición, sus derechos y, lo más importante, su dignidad como mujeres. Curiosamente, las feministas se empeñan en acabar con la prostitución –si lo consiguen, me hago feminista- por el sorprendente procedimiento de multar a los clientes, presuponiendo que las mujeres son explotadas y, además, idiotas, que no saben lo que hacen o lo hacen forzadas. ¡Qué pocas putas han conocido!: la frase no es mía, se la soltó una de ellas a una feminista en un debate televisivo..

La hermana lista ha vendido su cacumen y la guapa su palmito: ¿por qué la primera es reverenciada por el feminismo y la segunda denostada? No será por vender lo que cada una tiene sino porque la puta vende cuerpo, carne… y esto es 121


Y es que el campo publicitario es uno de aquellos en que mejor se evidencia la doble vara de medir feminista, que es el doble rasero que utilizan en todo, que es, en definitiva, prueba del cinismo de las feministas. Y de las graves contradicciones que anidan en su seno y de la necesidad de reciclaje urgente que sus planteamientos necesitan. Y, también, de que los profesionales –de la publicidad y de otras cosas- se sacudan de una vez el yugo feminista…

La publicidad “Enseño el tanga para sentirme bien conmigo misma”, recuerdo haber oído una vez a una chica a quien alguien le reprochaba aquella costumbre que se generalizó hace años y que consistía en enseñar el trasero, con tanga, a costa de dejar caer el pantalón de manera que parecía contradecir el principio de la gravitación universal.

Con todo, lo que más llama la atención en este apartado, la publicidad, es la fijación del feminismo con el cuerpo humano y su exhibición. Al respecto, como en tantos otros asuntos, por ejemplo, el tratamiento de la prostitución, siguen encadenadas al judeo-cristianismo más retrógrado y cutre –y al islamismo más reaccionario- y abominan de la exhibición del cuerpo humano como si de oferta demoníaca se tratara. Las discretas sugerencias de las agencias de publicidad para que, dentro de los parámetros de respeto a la infancia y del buen gusto, las feministas se pongan al día, no surten ningún efecto: ni por la vía del humor inteligente se avanza un paso. Y cuando la comisaria de guardia del género se irrita u ofende a causa de un cartel de carnaval o de un anuncio de una fiesta de adolescentes, arde Troya y España entera se estremece a causa del vocerío feminista: de algún modo han de justificar la existencia de tantos observatorios de la mujer en los que miles de ellas están apalancadas…

Ahora bien, si a un publicista se le ocurre llamar la atención sobre un coche o un refresco por el manido procedimiento de colocar una foto de la misma chica con el mismo tanga y en idéntica posición en alguna valla de carretera… la que se lía sería antológica. Enseñar las tetas está vetadísimo en publicidad… pero si unas señoritas hacen lo propio en el Congreso para llamar la atención sobre el aborto… la acción y las señoritas tienen toda la dignidad del mundo. Despreciar a la mujer o rebajar su dignidad está perseguidísimo por los no sé cuántos observatorios de la publicidad, de la violencia y de la mujer: bien. Pero presentar en televisión a un tío lerdo que no sabe ni colocar las llaves en su coche o que es tan tonto como para que su mujer lo cambie por un frigorífico o … tantos y tantos anuncios en que el hombre queda como un gili…no parece molestar en ningún caso a las feministas. 122


ellas son de acero templado y perfectamente capaces de convivir con las molestias, en algún caso, graves, que genera la menstruación en la mujer, sin que se vean afectados su trabajo y su convivencia durante los días que dura –y los previos, que a alguna mujer le producen auténtico pavor, soy testigo-. “No pasa nada”, parece ser para el feminismo algo más que un reclamo publicitario de compresas.

La regla “Mira si son malas las mujeres que una vez al mes han de expulsar sangre”, dice y repite un conocido mío, machista de los de siempre, de los que le vienen al pelo a las feministas para simplificar el concepto varón y meternos a todos en el mismo saco.

Pero los empresarios, las amigas, los compañeros de clase y, sobre todo, los maridos y novios saben muy bien que sí que pasa y que la cosa, a menudo, para ellas va más allá de tener que alegar dolor de cabeza o sentirse floja o mareada.

Pero no, algunos de nosotros sabemos perfectamente lo que es la menstruación en la mujer. Sabemos que hay mujeres a las que no afecta prácticamente nada y otras a las que saca de sus casillas. Quienes convivimos con una, estamos al tanto y nos aprestamos a contemporizar pacientemente con sus desarreglos mensuales. Es parte del juego, ellas tienen sus cosas y nosotros las nuestras.

Interrogué en una ocasión al respecto a una amiga, ginecóloga y feminista y me espetó: “Si admitiéramos que la mujer está condicionada una vez al mes por la regla…sería un desastre: habría que cambiar horarios, leyes, convenios…”. Y recuerdo que continuó como para sí misma: “Mejor dejar las cosas como están. Las mujeres somos más fuertes de lo que os pensáis”.

Yo siempre pienso en lo que significaría para mí ser consciente de que, una vez al mes, sin falta y durante 30 o 40 años, me sobrevendría una jaqueca o un dolor de muelas, intensos o moderados pero dolores al fin y al cabo. Estoy convencido de que me cambiaría el humor, me estresaría, me desasosegaría… soy de carne y hueso. En definitiva, tengo para mí porque no estoy en la piel de una mujer, que la regla es una limitación obvia para su vida pero inevitable. Y ya está.

Estas feministas son las mismas que luego pretenden que el hombre asuma su “lado femenino” y se enternezca y llore sus debilidades y flaquezas: porque al feminismo lo que le cuadra es quejarse de los problemas que suscitan los hombres pero aquellos que, por decirlo simplemente, vienen en el paquete con que la naturaleza dota a cada sexo, estos…mejor pasar de ellos.

Sin embargo, el feminismo se empeña en no admitir esta limitación e intenta ocultarla o disimularla, pretendiendo que

El feminismo y la realidad a menudo transitan por sendas muy alejadas una de otra. 123


Una niña etíope o sudanesa –por citar dos países que en la actualidad sufren terribles calamidades-, tiene al nacer una esperanza de vida superior en 2 años a su hermanito varón. Pero una japonesa o una eslovaca vivirán probablemente siete y hasta ocho años más que sus colegas masculinos. En España, las mujeres -85- viven seis años más que los hombres -79-.

La vida “La esperanza de vida es uno de los indicadores de la calidad de vida más comunes, aunque resulta difícil de medir” (Wikipedia). En pocas palabras, la esperanza de vida de las personas es directamente proporcional a la calidad de vida que llevan –se entiende con criterio estadístico, ya que un crápula o un “muerto de hambre” pueden vivir tranquilamente 100 años en tanto que un exitoso y felicísimo deportista o un comedido monje se van al otro barrio a los 30 sin comerlo ni beberlo-. O sea, cuanto mejor vives, más vives; cuanto peor vives, menos vives.

Es más, a medida que mejoran las condiciones de vida – salubridad, alimentación, sanidad, trabajo…- mejora en paralelo la esperanza de vida y, simultáneamente, se abre el arco de la diferencia entre hombres y mujeres: o sea, son éstas quienes antes y más se benefician de los avances sociales, médicos, alimentarios… Hasta el más lerdo y el menos objetivo de los observadores, admitiría que si las mujeres, como media, viven más es porque su vida es menos difícil que la de los varones: las g u e r r a s , e l t r a b a j o , l a s d i fic u l t a d e s c o t i d i a n a s , indudablemente, dejan huella en el cuerpo y en el alma de los humanos y echan de este mundo antes a quienes han tenido menos suerte o más desgracia. Pues bien, el feminismo, que se resiste como gato panza arriba a admitir esta evidencia, se las apaña para retorcer esta estadística y, machaconamente, repite que “vale, ellas viven más pero viven peor” porque, agárrate, “en los últimos años de su vida, su calidad de vida desciende a causa de las enfermedades”. Pretenderían que, a más de vivir más años, los últimos de las mujeres estuvieran libres de los achaques de la edad. Pues no, las mujeres viven más porque viven mejor, no hay vuelta de hoja. Y esto a los

Por mi parte, yo diría que la esperanza de vida es el dato que mejor desmiente la hipótesis feminista de que vivir como mujer es más difícil que hacerlo como hombre. Y no sólo desmiente esa petición de principio –una de tantas- del feminismo sino que lo hace de modo contundente, extensivo al tiempo y al espacio y sin excepción de ninguna clase, que ya es difícil encontrar un dato estadístico tan abrumador. Efectivamente, queda probado –estadísticamente, repito- que las mujeres siempre, desde que se tienen referencias históricas, y en todo lugar, a lo largo y ancho de la geografía planetaria, viven más años. Es más, viven bastantes más años que los varones, alrededor de un 10% más, que para medias de vida de entre 40 y 90 años, son muchos años, entre cinco y ocho años más. 124


varones no les preocupa lo más mínimo ni, seguramente, a ellas y ya está bien que sea así. Pero lo que no se puede hacer es negar las evidencias como hacen las feministas con un cinismo desvergonzado.

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Este criterio reduccionista, simplista donde los haya, condiciona el análisis de infinidad de fenómenos humanos, como la guerra, que el feminismo considera un puro juego de machitos aburridos con ganas de buscarse ligues lejos del hogar. O como la política, que, hasta que no se ha trufado de mujeres –unas muy valiosas y otras increíblemente estúpidas, exactamente igual que ocurre con los varones- era tenida por las feministas como pura competición de gallitos con exceso de testosterona.

La violencia El feminismo ha hecho de la violencia uno de los principales ejes de su lucha en defensa de sus objetivos. Esto está muy bien. O parecería que está muy bien… Lo que ya no es correcto es que haya cercenado el concepto, pretendiendo que la única violencia digna de consideración es la que sufre la mujer y es ejercida por el varón. Con todo descaro, las feministas rechazan hasta la menor posibilidad de que la mujer sea violenta y, en cualquier caso, lo sería con carácter defensivo y en respuesta a agresiones del hombre.

Porque la violencia como consustancial al ser humano, como consecuencia de la tensión entre éste y la naturaleza, violenta de por sí, como acompañante trágica de la lucha de la humanidad por superar sus limitaciones y acceder a un mundo menos arisco… esa idea, terrible pero ineludible, ha sido arrinconada por las feministas a favor de promocionar el único aspecto de la violencia que son capaces de percibir: la violencia entre sexos.

Semejante aberración, que se da de patadas con la cruda realidad diaria y próxima y con la historia y con cualquier referencia de cualquier tipo, es aceptada por las feministas como verdad primigenia y no se toman la menor molestia en someterla a duda, quizás, convencidas de que en cuanto lo hicieran, se vendría abajo el castillo de fantasías que es el feminismo teórico.

Semejante tijeretazo a la realidad y a la lógica, dificulta enormemente el estudio y la prevención de infinidad de actos violentos, principalmente, los que tienen lugar en el seno de la pareja. El día en que las feministas acepten que la mujer puede ser tan violenta como el hombre, se estará en mejores condiciones para comprender y atenuar, si no reducir del todo, ese problema del que el feminismo ha hecho pieza clave en su teoría y en su actividad: pero ese día, también, se derrumbarán hasta los cimientos sus planteamientos: y ¿qué hará entonces tanta paniaguada del género…?

En cuanto axioma, en cuanto petición de principio, la violencia de única dirección, las autoriza a desarrollar principios tanto como a propugnar leyes, y a dirigir películas y a pontificar desde las cátedras y a organizar permanentes campañas y a solicitar sistemáticamente más dinero de las instituciones: todo en aras de acabar con la violencia… que sufren las mujeres. 126


La violencia… de género

que ejercen las mujeres, contra hombres, contra otras mujeres, contra ancianos, niños o discapacitados.

Usted ve escrito 1 más 1 igual a 1. Y piensa que hay un error. Le dicen que no, que es correcto. Y deduce que algún mago está intentando jugar con su inteligencia y tomarle el pelo sanamente, que hay truco, vaya. Porque hasta el más lerdo de los humanos sabe que poniendo una cosa al lado de otra, el resultado son dos cosas.

Pensará usted que intento –intentan- tomarle el pelo y desafiar su capacidad discursiva pero no es así: para el feminismo sólo existe una violencia de género, la que nace en el varón y victimiza a la mujer. Y no hay término medio ni atenuante ni ejemplo ni estadística que apunten a que también las mujeres son violentas y a menudo muy violentas. Violencia de género –dicen- no hay más que una y el resto son argucias machistas para ocultar el universal proceder agresivo y agresor de los varones.

Escriba ahora la palabra “género”. Y aunque fuera el más corto de los analfabetos, sabría que a esta palabra cabe, como mínimo, adjudicarle dos opciones calificativas, masculino y femenino. Y si sabe algo de gramática aunque sea parda, incluirá el neutro.

El feminismo –según las feministas- no necesita someterse a la lógica pedestre de la mayoría de mortales ni precisa de datos ni de referencias, cerdo machista, que le quede claro. Y si no le ha quedado claro, lea usted artículos o, con mucho cuidado, atrévase a discutir con una feminista acérrima sobre género: se quedará con la boca abierta a la primera de cambio y no la cerrará hasta que dé su brazo a torcer o, si ya está curtido en recorrer vericuetos feministas, se olvide y, como si de un fenómeno cuántico se tratara, acepte que el universo feminista se mueve en parámetros y se rige por leyes que escapan a la comprensión de las inteligencias medias.

Adjudíquele ahora “género” a la palabra violencia y obtendrá “violencia de género”. Y supone: “nos estamos refiriendo a la violencia que ejerce o sufre un género, el masculino o el femenino, a manos del otro”. Pues no señor, ha dado usted un paso en falso. El género, que parecía dual en origen, adecuadamente manejado por el feminismo y cuando va ligado a “violencia” admite la misteriosa, mágica transformación en concepto unívoco, sólo existe una violencia de género, la que ejerce el varón y sufre la mujer. ¿Error, broma…? De ningún modo: entrando en el terreno de la violencia de género, ha pisado usted la mina sembrada por el feminismo y se ha quedado sin recursos retóricos o intelectuales para abordar las infinitas variantes de violencia

Aún le resta otra opción: muchas feministas –incluida buena parte de las intelectuales- tienen más cara que espalda: le recomiendo que se quede con ésta…

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Las arpías de Hitler

devotas asistentes a los sermones del párroco local. Pero les tocó vivir bajo el nazismo y degeneraron exactamente igual que se pudrieron tantos y tantos capitostes con la cruz gamada en el brazo.

“Las arpías de Hitler” –Hitler’s Furies en el original-, libro editado en español por Crítica y del que es autora la catedrática Wendy Lower, es mucho más que la puesta en negro sobre blanco de la participación de las mujeres en la perpetración de las barbaridades de los nazis en el Este de Europa.

La condición física por un lado y el paso por los dos millones de años de historia que tiene la humanidad a sus espaldas, condicionan la actuación de los hombres y las mujeres de hoy: la dura lucha por la supervivencia y la evolución de nuestra especie ha dejado huella en unos y en otros. Ellos serán más agresivos, más fuertes y, quizás, más violentos. Pero en el corazón de ellas, a las malas, anidará el rencor, la doblez y la mala hostia… a no ser que la educación, la ética y la inteligencia prevalezcan e inciten a unos y a otras a aplastar esas venenosas raíces para que venzan la dignidad y el respeto. Por aquí va la cosa: pero mientras tanto, que no venga el feminismo con sus milongas sobre la beatífica condición femenina, “tanto monta…” para lo bueno y para lo malo.

La autora desmitifica –destroza, para ser más exactos- a la mujer-cordero, inocente, incapaz del menor gesto violento, describiendo, con nombres y apellidos, a aquellas que asesinaron enfermos y discapacitados en los hospitales, dispararon a judíos indefensos por puro placer o reventaron la cabeza a bebés contra los muros de los ghetos. Ciertamente, la parte que toca a las mujeres en los crímenes nazis significa un pequeño porcentaje en el total de los que llevaron a cabo los varones. Pero el libro de Lower evidencia que, puestas a ello, nada las retuvo a la hora de asesinar.

La Segunda Guerra Mundial sigue siendo, con perspectiva histórica, un inmenso y fértil campo para las investigaciones de muchos especialistas. Más, desde que se abrieron archivos sellados hasta hace poco por “razones de estado”. El estudio aludido es uno de tantos pero queda por hacerse otro en que se describa el beneficio que extrajeron las mujeres o queridas de los jerarcas nazis –y no sólo nazismientras millones de varones dejaban el pellejo y la vida en el frente. Y eso que la guerra, para el feminismo, la hacen los machos para pasar el rato…

No hay, por suerte o por desgracia, absolutamente nada en la condición femenina que la predisponga más y mejor que al hombre a la piedad, la ternura o la conciliación. Ambos pueden ser por igual, generosos y crueles, benévolos y criminales, justos y miserables, clementes y vengativos… La cuestión, una vez más, radica en la circunstancias; esas arpías que describe la autora británica, seguramente, en otro momento o lugar, hubieran sido respetables amas de casa y 129


Tan repugnante es esta pretensión, que la demanda de cuotas ofende incluso a muchas feministas y, por descontado, a todas aquellas mujeres que han ascendido a puestos de alta responsabilidad por méritos propios. Pero esto al feminismo le importa un rábano: y lo expresan así de claro, “queremos poder”, no se cortan un pelo. Y pasta, que no lo dicen porque “va en el cargo”.

Las cuotas La cuota, que recibe distintos nombres según los casos – cupo, lista cremallera…- no es sino la entrada de mujeres en áreas de responsabilidad –política, empresarial…- pero por la puerta falsa, o sea, no en función de los méritos de las candidatas sino por el desnudo hecho de ser mujeres, así de frío y así de estúpido. Por supuesto, todos, sin excepción, estos cargos están espléndidamente remunerados, algunos con sueldos desorbitados. Jamás se ha sabido de peticiones de acceso, por parte de feministas, a responsabilidades de alto riesgo o baja remuneración: y por supuesto, jamás lo han solicitado para empresas pequeñas, en riesgo de desaparición o cargos de escasa relevancia –concejalías en ayuntamientos en que los ediles no son remunerados, es decir, los muy pequeños-.“El Gobierno alemán legislará para garantizar a las mujeres cupos en las principales empresas” –en los consejos de administración-. (El País. 29.01.2014).

Dos argumentos son los esgrimidos principalmente para sustentar esa demanda: que las mujeres son el 50% de la población –y que, como consecuencia, no se puede renunciar a tanto talento…- y, el más discutible, porque es “a futuro”, que la entrada de mujeres en la dirección de empresas u organizaciones implicará un cambio radical en su rumbo –más democracia, mejor negociación o distribución del tiempo de trabajo, etc…- Los hechos contradicen tan contundentemente esta fantasía –más mujer equivale a mejora en el ejercicio de poder- que su sola enumeración agotaría las páginas de este libro. Pero, ¿desde cuándo le importa la realidad al feminismo? De hecho, la entrada de más mujeres en determinados sectores –administración pública, judicatura…- no sólo no ha acarreado mejoras sino, a todas luces, pérdida de eficacia y mayor disgusto ciudadano. Y en la política no digamos… Sonia Castedo, dé un paso al frente…

Antes de nada, diré que desconfío tan absolutamente del poder y de quienes lo detentan y estoy tan convencido de su omnímoda corrupción que, a mi juicio, se precisa algo más que volteos de personas para enmendar su repugnante ejercicio. Lo cual, hace aún más despreciable el intento de las feministas por acceder a cargos podridos en su propio diseño y concepción.

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empeñan en que las mujeres viven peor, aquí, allá, ayer, hoy y mañana.

Las dificultades de las mujeres

No seré yo quien discuta ni disimule las dificultades que comporta vivir a cualquier bicho humano, mujer, hombre, niño o alienígena que se atreviera a recalar en este maravilloso planeta azul. Tampoco negaré que las mujeres, en cuanto tal, han de enfrentarse a problemas específicos que se derivan de su condición de tales: ellas paren, ellas tienen regla, ellas tienen menos fuerza física, ellas… son como son y así ha de ser. Y tampoco que procede combatir cualesquiera otras dificultades, desajustes o discriminaciones añadidas y espurias, en forma de abuso del tipo que sea.

Entre los infinitos tópicos recurrentes en el argumentario feminista, figura destacado el de las, a su entender, ilimitadas dificultades a que se enfrentan las mujeres para tirar adelante en la vida. Si se escucha a las plañideras de que el movimiento se rodea, vivir como mujer es terrible, agónico e infinitamente más difícil que hacerlo como varón: establecida por Dios –un dios ferozmente machista, faltaría más- la condena a la mujer desde su expulsión del Paraíso, la trayectoria de ésta por la existencia es un sinparar de problemas desde antes de nacer –algunas culturas promueven el aborto del feto cuando éste es niña- hasta después de abandonar la vida porque, si no es a base de campañas reivindicativas, se borrarán de la memoria hasta los nombres de tantas ilustres hijas de Eva como han sido.

Lo que no se puede admitir es aquella pretensión de que los problemas de las mujeres sean únicos y generados exclusivamente a causa de su sexo, el género que dicen. El techo de cristal, la doble discriminación, el doble esfuerzo que, al parecer, han de hacer las mujeres para salir adelante en cualquier ámbito laboral o social… no son sino simplistas reducciones e infantiles lamentos de quien o no ve o no quiere ver que la vida, tan hermosa, es dura, para las mujeres tanto como para los hombres que, a su vez, han de esforzarse en superar los obstáculos que genera su condición de tales.

Inexplicablemente, las mujeres viven, como media, cinco, seis y hasta ocho años de más, según países y circunstancias, que sus coetáneos o conciudadanos varones. Hasta el más palurdo analista concluiría, a la vista de estos incontestables datos, que la mujer vive más porque su vida es más tranquila o menos peligrosa pero no, las feministas se

Enfocar de este modo la vida, enseñar a los niños y a las niñas a luchar, fortalecer su carácter y ensanchar su solidaridad, creo, son recursos mucho más dignos y estimulantes que achatar la personalidad de unos y otras colocándolos ante un tenebroso e irrespirable mundo de 131


problemas situados, ab origene, en la circunstancia de haber nacido hembras o machos.

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“La detenida por la agresión a la familia de Paco González, contrató unos sicarios.” (El País. 6.02.2014).

Las mujeres no son violentas

“¿Una asesina en serie adolescente?” “Yolanda Barbour apenas tiene 19 años. Está en la cárcel por asesinar a un hombre atraído por un anuncio en que se ofrecía como prostituta. Detenida, manifestó haber asesinado a otras 22 personas desde su pubertad.” (El Mundo. Febrero 2014).

(Esta vez, sin palabras: sólo citas escogidas al azar entre los millones que se pueden encontrar en la red pero que nunca trascienden a los observatorios de violencia de género)

“Juzgada por apuñalar a su pareja por la espalda tras adormecerla. Le habría puesto una sustancia irritante en los ojos cuando el hombre dormía. Simuló haber sido objeto de una agresión.” (Diari de Tarragona. 1.03.2014).

“El fiscal pide 40 años de cárcel para la madre que congeló a dos bebés en Pilas, Sevilla.” (El País. 6.03.2014)

“Espero que los hombres que se apuntan a la causa feminista tengan más suerte que las mujeres que se apuntan a la causa masculinista, esto es, el movimiento que busca acabar con las desigualdades que sufren los hombres respecto a las mujeres. Ahí van dos ejemplos: Erin Pizzey, la creadora de los primeros hogares para mujeres maltratadas en Reino Unido, constató que muchas mujeres maltratadas eran en realidad mujeres violentas que maltrataban al mismo tiempo a sus esposos. Propuso crear hogares para hombres maltratados. El feminismo radical mató a su perro, amenazó de muerte a su familia y tuvo que huir del país. Por otra parte, Cristina Sommers, autora del libro "The war against boys", ha visto como organizaciones feministas radicales quemaban ejemplares de su libro. A esto se

“Una mujer mata de una cuchillada a su pareja sentimental” “Este es el tercer crimen en lo que va de año en que una mujer mata a cuchilladas a un hombre. El último… en agosto en Carabanchel. La supuesta autora fue arrestada cuando acudió a la comisaría a presentar una denuncia contra el fallecido por supuestos malos tratos.” (El País. 6.10.2013)

“Condenan a 20 años de presión a la mujer acusada de matar a su madre a cuchilladas. A 19 y 8 meses a su compañero sentimental.” (Diari de Tarragona. 21.02.2014). 133


- Los hombres sufren mayores niveles de victimización de violencia física total o leve en 25 estudios y por violencia física grave en 98 estudios;

pueden añadir los ataques y boicots a conferencias en, por ejemplo, las universidades canadienses, cada vez que se habla de los derechos de los hombres. ¿Aman estas mujeres - las agresoras - a los hombres?” (Publicado por: Suerte con lo vuestro. 21.10.2014)

- Las mujeres sufren mayores niveles de victimización por violencia física total o leve en 102 estudios y por violencia física grave en 44 estudios;

500 RAZONES CONTRA UN PREJUICIO: Análisis comparativo de una recopilación de estudios internacionales sobre la violencia en la pareja, realizado por Javier Álvarez Deca.

- Se registran tasas similares para ambos sexos por violencia física total o leve en 137 estudios y por violencia física grave en 44 estudios.

http://escorrecto.org/500razones.pdf

B. - Recopilación de 107 estudios con indicación de las conclusiones sobre la iniciación y reciprocidad de las agresiones físicas por sexos, cuyos resultados globales son los siguientes:

CONCLUSIÓN: Los hombres sufren mayores niveles de agresión psíquica y física en el ámbito doméstico que las mujeres. Los estudios que tienen en cuenta el factor de unilateralidad e iniciación de las agresiones físicas llegan inclusive a la conclusión de que la mujer es, además, la principal iniciadora de las agresiones físicas en la pareja.

- 77 estudios registran mayores niveles de perpetración de violencia física no recíproca o iniciación de las agresiones físicas por las mujeres; - 18 estudios registran mayores niveles de perpetración de violencia física no recíproca o iniciación de las agresiones físicas por los hombres; y

Son estudios longitudinales y científicos, 17 de ellos realizados en España y publicados en revistas extranjeras debido a la censura local del feminismo político.

- 12 estudios registran niveles similares de violencia física no recíproca o iniciación de las agresiones físicas para ambos sexos.

RESULTADOS: A. - Indicación de las tasas de victimización por agresiones físicas para ambos sexos, resultados globales: 134


Entonces: ¿POR QUÉ SE DINERO PARA CONTRARIO DE CIENTÍFICOS Escorrecto.org).

SIGUE LEGISLANDO Y DESTINANDO UN ÚNICO TIPO DE VIOLENCIA, AL LO QUE DEMUESTRAN LOS ESTUDIOS MUNDIALES? (Gabriel Araújo en

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Los –escasos- discrepantes

perpetrados al amparo de la presión feminista: y, hasta donde sé, las consecuencias han sido lamentables para los protagonistas. Por citar, lo haré con unos pocos, de entre los poquísimos de que tengo referencias.

Muy tarde y muy débilmente, en España ha ido sacando la cabeza una oposición al feminismo que se coloca en diversas trincheras y desde las que intenta hacer frente a la avalancha arrolladora del movimiento, en particular, desde los 90 y, muy en particular a la sombra del gobierno del feminista Rodríguez y como consecuencia de la puesta en marcha de determinadas medidas abiertamente discriminatorias y anticonstitucionales, tales como las establecidas en la indigna Ley contra la Violencia de Género en 2004 y en los procedimientos de tutela de los hijos de padres divorciados.

El primero, quien fuera presidente de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, a quien El País publicó un contundente artículo, Igualdad, paridad y violencia, en 2004, en que ponían en solfa algunos de los planteamientos feministas más radicales. Aún resuenen los ecos de la avalancha de críticas que recibió, especialmente, desde el flanco de sus compañeras de partido socialista. Merece ser destacado por su singularidad… Posteriormente, varios jueces han dicho la suya, bien pertrechados por su bagaje profesional en relación con a ley contra la violencia de Género. Vale la pena destacar los nombres de Maria Sanahuja, juez en Barcelona, que concitó feroces reprimendas desde las nutridas filas feministas catalanas – en 2014 aún he escuchado descalificaciones de boca de la ínclita Lidia Falcón-. En el otro extremo de la península, en Sevilla, otro juez Francisco Serrano, que levantó el siniestro velo que cubre el universo de las denuncias falsas, acabó… procesado por prevaricación precisamente en relación con medidas en contra de una madre airada: y es que es peligrosísimo, hasta para los jueces, oponerse al feminismo...

Las discrepancias han aparecido, incluso, firmadas por conspicuas feministas, conscientes de que se estaba yendo demasiado lejos. Aunque han sido las acciones de las asociaciones de padres –y madres- en pro de la custodia compartida las que más han trascendido –trascender es un decir porque han sido y son sistemáticamente ignoradas o ninguneadas por los medios rendidos al feminismo oficial.Sin embargo, los arranques más decididos contra el rodillo feminista han surgido y siguen surgiendo de personas concretas, ligadas a, y buenas conocedoras de los problemas reales, - judiciales, administrativos, psicológicos…- generados por la intransigencia feminista. Pocos han sido los valientes que se han atrevido a levantar su voz contra los disparates teóricos y de índole social 136


comprobado cualquiera que haya andado dos pasos en el mundo de las relaciones sociales: chicas jóvenes y no tan jóvenes y bien maduritas, se declaran abiertamente celosas y manifiestan sin el menor empacho que, como pillen a sus parejas hablando con otra o clavando la vista en sus tetas, le sacuden, le hacen dormir en el sofá o, directamente, le expulsan de casa, le clavan un cuchillo –oído por mí- o le cortan lo que le hace hombre. ¿Se llevan a cabo tales amenazas? Supongo que en la mayoría de casos quedan en enfados o disputas entre la pareja pero el fondo, la inmadurez, la falta de confianza en uno mismo y el sentimiento de pertenencia que todos, sin excepción, albergamos con respecto a nuestras parejas, subyace por igual en el alma de unas y de otros: es la naturaleza humana y corregirla no es nada fácil, ni siquiera limar sus perfiles más enojosos.

Los celos Por si el lector no lo sabía, anunciaremos desde aquí que los celos, el diablo verde que le dicen algunos psicólogos de pacotilla, uno de los más siniestros condicionantes de la vida en pareja y causa de buena parte de las disputas y violencias en su seno, es, para el feminismo, disfunción que sólo afecta, para mal, a los varones. No hay sino examinar las campañas en contra de la violencia de género que, cada poco, se hacen presentes en los medios; campañas, por supuesto, promovidas por sectores feministas o, directamente, desde el Instituto de la Mujer y con la borreguna complacencia y con la contribución directa de muchos varones, famosos y mansamente –de manso- y acríticamente plegados a los dictados feministas. En los “script”s de dichas campañas se anima a las chicas a repudiar o denunciar a sus novios o compañeros si les prohíben llevar según qué vestimentas, les controlan el móvil o les limitan las amistades: bien. Pero parece que, recíprocamente, no existe la chica que controle el Smart de su novio, le reproche que mire el culo a otra chica, le insulte por apreciar la belleza de una amiga o le maltrate físicamente si llega tarde o se ha ido de marcha con los amigos.

Lo que me molesta y lo que entiendo que es inaceptable es la insistencia feminista en que los celos sólo perturban la convivencia cuando los manifiesta el varón y los padece la mujer. Como si ésta fuera de plástico y como si no viéramos cada día que ellas son tan celosas o más que ellos y fastidian tanto y provocan tanto malestar y tantas pendencias y violencias como los que, desgraciadamente, acaban en sangre y muerte, ésta sí, bien documentada cuando el asesino es varón.

Pues no, los celos, los menores y los duros y violentos, se asientan por igual en uno y otro sexo –y habría que ver si no mucho más en la mujer-. Como, por otro lado, habrá 137


que padecen algún tipo de agravio de parte de la mujer, se refugian en programas radiofónicos nocturnos en los que se oyen cosas que ponen los pelos de punta. Hombres llorando, aterrorizados, desesperados, a punto de suicidarse o de arremeter contra quien les ha alejado de los hijos, les ha despojado de su propiedad, les ha lanzado a la calle… Camioneros que declaran su miedo a llegar a casa y enfrentar los insultos y golpes de su mujer, vigilantes nocturnos que se dicen expertos en artes marciales, temerosos de que su habilidad se vuelva en su contra por la denuncia de su compañera, propietarios de casas señoriales pertenecientes a la familia desde hace siglos, arrojados a la calle en virtud de una sentencia que otorga a una sudamericana con dos años de residencia en España el uso y disfrute –para ella y su nuevo novio- de una mansión declarada de especial protección urbanística y, sobre todo, padres que se quejan una y otra vez de que su exmujer les impide el menor contacto con sus hijos o, sencillamente, se los ha llevado a un lugar en que la comunicación resulta imposible. ..

Los programas radiofónicos nocturnos Mi hipótesis al respecto es que los medios de comunicación españoles son absolutamente inaccesibles para cualquier planteamiento que no encaje en los parámetros feministas. Lo cual vale para artículos de opinión, noticias y cartas al director. Las rarísimas excepciones confirman la regla. Es curioso: el diario El País ofrece un mecanismo de opinión a los lectores, -eskup-, que pueden decir la suya a propósito de reportajes, columnas, etc. Desde hace tiempo sigo regularmente los comentarios que aquéllos hacen a referencias del periódico a la mujer y sus problemas, casi sin excepción, abiertamente a favor del feminismo y sus tesis. Sin embargo, las aportaciones de los lectores son, a la inversa, francamente antifeministas, algunas incluso manifiestamente groseras e improcedentes –que el controlador suele borrar inmediatamente y así se hace visible en la lista-. Pues bien, ni en una sola ocasión he advertido que la redacción del diario se haga eco de esta conspicua discrepancia: como quien dice, a quien lleva las riendas de El País, le importa un rábano la opinión del lector tan regular y críticamente declarada. Desprecio le llaman a eso…

Recomiendo al lector que, si su horario o necesidad de sueño se lo permiten, escuche alguna vez estos programas. Haría extensivo mi consejo a las feministas empeñadas en que sólo hay violencia en una dirección, la que va del varón a la mujer. Si no tienen la mente seca y el corazón podrido, admitirán que la cosa no es tan sencilla como el feminismo proclama y que, de una forma u otra, la maldad anida más o menos por igual en el alma de mujeres y de hombres.

Debe ser como consecuencia del bloqueo que sufre la expresión pública de ideas antifeministas que, los varones 138


Los sueldos

mismo? ¿Hoy, en España…? Nadie se lo cree porque menudos pollos montarían –y con razón- los sindicatos y, más que nadie, las propias interesadas si tal desequilibrio se diera.

“Desigualdad. Las mujeres reciben de media un 27 por ciento menos de salario que los hombres”. (Titular en portada en Diari de Tarragona. 29.01.2014).

¿Dónde está, pues, el truco? Pues tan sencillo como tonto: estos cálculos se hacen en función de las declaraciones de la renta a Hacienda: tantos millones de mujeres han declarado tantos millones de euros: se dividen los millones declarados por el número de declarantes y se obtiene la renta laboral media. Otro tanto con los varones. Pero, claro, en esta división no aparecen antigüedades, pluses de esto y lo otro, horas extras, primas, horas trabajadas… y la infinidad de variables que figuran en la nómina del trabajador y de la trabajadora: pero para dar el pego, sirve. Y funciona.

Enunciados como éste aparecen sistemáticamente en los medios desde hace mucho tiempo: la única diferencia la establece el porcentaje que varía, según los casos, entre el 10 y el 40%. En la página 3 y en negrita, cuerpo 48, a cinco columnas: “Las mujeres cobran un 27% menos que los hombres en Tarragona”. Aquí ya no hay medias ni enteras, un 27% menos y punto: “… en el resto de España las mujeres perciben el 77,45% del salario de los hombres. O, lo que es lo mismo, tuvieron que trabajar 82 días más que sus compañeros masculinos en un puesto del mismo nivel para poder percibir la misma retribución media anual, según un informe sobre desigualdades de UGT”.

Hombre, si se dijera “el conjunto de las mujeres recibe una renta inferior en un …% al que recibe el conjunto de los hombres”, aún… Pero expresado de aquella manera… se queda en otro de los muchos cuentos chinos –falsificaciones más bien- arbitrados por el feminismo: y van…

Uno lee estas cosas y la primera reflexión que se hace es que este país es un país de negreros machistas. Y la segunda, que el país está poblado por mujeres idiotas y por sindicatos inútiles. Porque, ¿alguien se imagina a una cajera del Mercadona o del Corte Inglés, o a una profesora de instituto o a una dispensadora de gasolina… trabajando 82 días, casi ná… más que el cajero, el profesor o el mozo para ganar lo 139


por María Antonia Iglesias, un tal Calabuig y, en especial, por Pilar Rahola, a tal aluvión de descalificaciones e insultos como jamás he visto en televisión. Y todo porque la mujer no aceptaba ser considerada como víctima de maltrato. Se le reprochó su ingratitud hacia el héroe Neira, su desprecio por las mujeres maltratadas, que apareciera en televisión mientras el pobre profesor agonizaba en el hospital… hasta su atuendo y su atractivo le fueron echados en cara por una exaltada Rahola, que hubiera complacido al más feroz inquisidor.

Maltratada a su pesar. El caso Jesús Neira versus Violeta Santander El lector recordará el caso: Neira, un profesor de Derecho, advierte que un individuo está agrediendo a una mujer – Violeta Santander-, interviene y acaba siendo golpeado por el supuesto maltratador. A los pocos días ingresa en un hospital y pasa varios meses en coma: pero nunca quedó claro por qué aunque se dijo –lo dijo la propia agredida- que su ingreso no fue consecuencia de la paliza sino de negligencia médica que la Comunidad de Madrid intentó tapar haciéndole presidente del madrileño Consejo contra la Violencia de Género. Neira tuvo, en relación con el asunto, una posterior trayectoria complicada a distintos niveles, mediático, político, judicial,,, dejémoslo aquí.

Y es que el esquema feminista exige que una mujer se dé por maltratada aunque ella no lo perciba así: a tal nivel llega el afán represor del feminismo, hasta los entresijos del cerebro y los pliegues del alma. De lo que son prueba patente las encuestas que regularmente elaboran con el objetivo de detectar, dicen, el maltrato oculto que, según los cálculos de las especialistas –feministas, claro- en el asunto, es un 1000% superior al denunciado, ahí es nada. En determinado momento, el ínclito Gabilondo calculó que las mujeres maltratadas en España eran, ¡el 30%, del total!, unos siete millones! Y, claro, para encajar estos disparatados números en la realidad hay que forzar el maltrato y ampliar su incidencia hasta… considerar como tal el piropo, porque si no, no hay manera. Violeta Santander, ingenuamente, pretendió decir lo que pensaba y salió trasquilada… y bien trasquilada: “estúpida morena guapa, nos vas a decir tú lo que es maltrato…a nosotras, a Rahola, a Iglesias…”

Porque deseo referirme a la alucinante presión que a vista de todos, se ejerció contra la mujer a quien, supuestamente, Neira defendió de su agresor. Sencillamente, Santander manifestó repetidamente que ella no se consideró agredida por su novio, al que siguió vinculada hasta que éste murió víctima de la droga. En concreto, y en el programa de Tele 5 La Noria, dirigido por Jordi González, esa mujer fue sometida 140


hombres no sé qué y a defender los derechos de estos o aquellos. Es igual, el entero ejército de feministas españolas y el de sus innumerables lacayos mediáticos y políticos se alzarían en pie de guerra contra el intento de despreciar a la mujer y de propiciar la violencia de género: ¡válgame Dios, el pollo que se montaría…¡

Matahombres En Segovia, cada año, celebran una curiosa fiesta y entregan un no menos curioso galardón, el “Matahombres de oro”. Dicen que el distintivo se otorga a aquellas personas, casi siempre mujeres, que han destacado en la defensa o promoción de los derechos de las mujeres: Cristina Almeida, Cristina del Valle, Carmen Posadas, Ana Duato…, se han alzado con tan significativo premio. Que enlaza con la rancia tradición que data de ocho siglos atrás y que explica cómo las mujeres de aquella época pinchaban con las agujas del moño a los hombres a los que tenían por cobardes para que estos se arrancaran al combate contra los sarracenos. Mucho más espabiladas que Agustina de Aragón que se lanzaba a la batalla cañón en mano y en primera fila, las segovianas preferían azuzar a los hombres medrosos para que lucharan por ellas, qué caramba, que se jueguen el tipo, que para eso son machos.

Como tengo al lector por suficientemente al loro de la actual situación al respecto, sólo me permitiré añadir un par de reflexiones: ¿por qué ofende “matamujeres” –o matajudíos, matarrojos, matanazis…-y divierte “matahombres”? Y ¿por qué el feminismo recurre a términos tan contundentes para visibilizar –como dicen ellas- la problemática de la defensa de los derechos de las mujeres? Y responderé: pues porque estamos inmersos –desde hace muchos años- en una sociedad en que la mujer disfruta de una gran preeminencia y aún mayor permisividad a todos los niveles y efectos, que es abuso en muchos casos, y de innumerables derechos de que no goza el varón, entre los que figura el de la “tolerancia cero” para los actos de violencia de que ella es víctima –lo que me parece muy bien- y “laissez faire, laissez passer” para aquellos que sufre el varón en cuanto tal. De acuerdo, hay violencia, toda la que se quiera, contra la mujer. Y, de acuerdo, se ha de combatir sin excusa y sin pausa, pero ¿y qué pasa con la violencia que generan las mujeres contra los hombres?

Bueno, dejemos de lado la tradición y sus implicaciones para la historia del patriarcado ése que dicen que rige el mundo y fijemos la atención en la actualidad y en el contexto profeminista en que se desarrollan actividades de cualquier tipo, políticas, sociales, festivas… y propongamos en este pestilente ambiente de corrección política un equivalente, “Matamujeres del año”: eso sí, añadamos inmediatamente que la cosa va de broma, que apunta a promocionar a los

Pues ya lo sabes, machote: cuidado con protestar ante las “matahombres”: tú irás al talego y a ella le colocarán una

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medalla. Esto te pasa por vivir en una sociedad asquerosamente machista‌

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argentino aunque vive en España- cuyo armario ropero ocupa más espacio que el de su compañera, dado que la mayoría de varones, a quienes en general, nos importa un pito, concedemos sin problema que el 90% o más del espacio doméstico está monopolizado, organizado y, a menudo, dictatorialmente, por la mujer. Y que las broncas por dejar los zapatos donde no toca, olvidar colocar la ropa en la lavadora o, precisamente, quedarse clapado en el sofá – mira qué perro machista, se cree que porque lleve 15 horas conduciendo, puede dormirse frente a la tele-, son, sin excepción, generadas por la mujer, celosa de su espacio, “ama de casa” y fiera dictadora en el hogar.

Micromachismos Este neologismo, al parecer nacido en los fértiles –por bien regados- surcos intelectuales del implacable perseguidor del machismo, Luis Bonino – psicoterapeuta especialista en varones, masculinidad y relaciones de género, se presenta -, responde a la obsesiva voluntad de las feministas de no dejar piedra por remover para demostrar la universalidad del comportamiento machista de todas y cada una de las personas, incluidas las mujeres, que pueblan el mundo.

Pero Bonino, escudero fiel del feminismo más recalcitrante, no sólo no clasifica incidentes tan estúpidos como colocar así o asá las piernas bajo la mesa en aquel apartado regido por la buena educación e, incluso, el buen humor, sino que eleva semejantes chorradas a la categoría de incidente inspirado por la violencia, de género, por supuesto. Y que sólo ejerce el varón, por supuesto y exclusivamente sobre la mujer, por descontado.

Los escuadrones de la ortodoxia feminista apalancados en medios de comunicación, observatorios –como es el caso de Bonino-, institutos de la mujer…escudriñan en las costumbres más triviales y las expresiones más rutinarias en la conducta humana, con una minuciosidad digna de mejor causa, hasta desenterrar motivaciones machistas en los más oscuros –y jocosos- rincones de la convivencia humana: “Esta práctica se apoya en la idea de que el espacio es posesión masculina, y que la mujer lo precisa poco. Así, en el ámbito hogareño, el varón invade con su ropa toda la casa, utiliza para su siesta el sillón del salón impidiendo el uso de ese espacio común, monopoliza el televisor u ocupa con las piernas todo el espacio inferior de la mesa cuando se sientan alrededor de ella, entre otras maniobras (MICROMACHISMOS. La violencia invisible en la pareja. Luis Bonino). Bonino debe ser de los pocos españoles –él es

Tan lamentables extrapolaciones buscan convertir el hogar en un campo de batalla –y puede que lo seay tienen derivaciones mucho más siniestras que la caricaturización del varón como cochino, vago y descuidado: numerosas campañas de publicidad se orientan a culpabilizar al hombre de cuanto conflicto estalle entre éste y su compañera y, por el contrario, a forzar a aquél a fregar, planchar o acudir a las reuniones de padres, como si de una agenda tan escuálida se 143


dedujera la superación de la eterna, e inmensa, brecha en la relación entre sexos. Pero mientras se llega a este paraíso convivencial, ya les va bien al feminismo y a sus teorizadores investigar en la pareja a la búsqueda de briznas – micromachismos- en el ojo varonil en un universo de vigas colocadas por las mujeres para asentar su milenario dominio –ama de casa- en el seno del hogar. Repetidamente se dice y se documenta, que una mayoría, quizás importante, de rifirrafes que acaban con la mujer tendida en un charco de sangre, han comenzado por un insulto menor de ella a él, un desprecio, un desplante… ¿Está justificada la violencia, esa violencia masculina en la que es experto Bonino - menos que en ningún caso, cuando es mortal-, como final de un enfrentamiento doméstico trivial? Por supuesto que no. Pero ignorar dónde está situado el detonador del incidente, es tan grave como pretender que sólo lo manipulan los varones.

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literalmente, de muertos, y no sólo hace 100 o 50 años: en octubre de 2014, 18 turcos fueron atrapados en una mina, siguiendo la trágica estela dejada por sus más de 300 compañeros muertos en mayo del mismo año, 2014, hace cuatro días.

Mineros y…¿mineras…? Aclaro de entrada que lo de “mineras” es una ironía puesto que es bien sabido que las mujeres, ni ahora ni nunca, han bajado a las minas, como no haya sido en alguna visita ministerial para dar el pego. No he sido capaz de localizar ni un solo caso de mujer muerta mientras trabajaba en una mina. Y vaya, de paso, mi respeto para tantas y tantas esposas de mineros como hemos visto en las bocas de los pozos, asistiendo destrozadas a la extracción de los cuerpos sin vida de sus maridos tras una de tantas catástrofes como se han dado y se siguen dando en las minas del mundo entero, incluidas algunas en países tenidos por avanzados.

Recordará el lector una curiosa campaña levantada hace pocos años, a favor de una chica que pretendía ejercer de minera, valiente ella. Y es posible que alguna mujer más opte por un oficio tan arriesgado: ya se encargan de darle carrete al hecho periódicos como El País cuyos redactores se emboban ante el menor gesto del que puedan deducir que “también ellas son…”. Pero estará el lector de acuerdo conmigo en que, sin la menor duda, la mina es cosa de hombres: antes, ahora y, ojalá no hayamos de contar ni un solo muerto más, en el futuro que le quede a la extracción de los minerales que yacen en el interior de esta madre tierra tan generosa y tan cruel. Y no es que venga aquí a exigir al feminismo que solicite su cuota de muertos en oficios peligrosos: no soy un miserable y lo que propondría sería extremar las medidas para que nadie resulte accidentado en esos casos. Pero tampoco dejaré de recordar a esas feministas integristas que se empeñan en destacar las dificultades en la vida de la mujer que, en general, los oficios dañinos, peligrosos y poco o nada atractivos, son oficios varoniles. Porque, entre limpiar escaleras y cuidar ancianos, que tanto pregonan ahora, o bajar a la mina, sea sincera amiga feminista, ¿con cuál se quedaría usted…?

No hay muerte afable, cierto. Y sí muchos tipos de muerte asquerosa, siniestra, estremecedora, de aquel tipo del que, inmediatamente, abominamos y que no desearíamos ni a nuestro peor enemigo. Entre estas muertes repelentes, figura destacada la que se produce en el interior de una mina: a cientos de metros bajo tierra, aplastado el cuerpo bajo toneladas de mineral, quemados los pulmones por la falta de oxígeno y el exceso de tóxicos, abrasado a veces, prolongado el sufrimiento a menudo por días, sin atisbo ni de luz ni del menor resquicio por donde escapar… Pues bien, si hay una muerte varonil por excelencia, ajena a la mujer por principio –no sé qué principio…- es la muerte por accidente en una mina. Accidentes que causan cientos, miles, 145


Mitos y fantasías

e.

He llevado al capítulo de conclusiones un asunto que me parece sustancial en el tratamiento del feminismo, a saber, el de que éste está tejido con innumerables falsedades, generadoras a su vez de mitos y fantasías, tan complicadas de sustanciarse en realidades como eficaces a la hora de fomentar el sentimiento de lástima hacia la mujer y provocar el de culpa en el hombre y la necesidad de expiación… vía, sobre todo, presupuesto.

g.

Las empresas dirigidas por mujeres son más rentables

h.

La mujer no es violenta

f. Las mujeres son más conciliadoras y mejores negociadoras

i. Si la mujer ejerce violencia es siempre como respuesta a otra violencia

Por lo que me limitaré aquí a enumerar algunos otros dichos, tópicos o chascarrillos de menor perfil que, a día de hoy, corren por los mentideros como caídos del cielo, riegan la floresta feminista y dan sombra parlamentaria, tabernaria o cinematográfica, causando a veces risa, a veces dolor y, desgraciadamente, llevando a menudo a los varones a la cárcel.

d.

Si algo ha mejorado, es mérito exclusivo de las mujeres

Las mujeres son mejores conductoras

k.

Las mujeres no maltratan a los niños

l.

No hay mujeres frígidas sino hombres inexpertos

n.

La mujer protege mejor el patrimonio familiar

o. Las mujeres están sosteniendo la economía en los países del tercer mundo

b. Se haga lo que se haga, la mujer siempre sale peor parada que el varón Todo va peor para las mujeres

j.

m. Leen más que los hombres

a. La mujer ha sido siempre la peor parada a lo largo de la historia

c.

Nada cambiará mientras no manden las mujeres

p.

Las mujeres se ayudan entre ellas

q.

Las mujeres consiguen mejores resultados académicos

r.

Realizan la mayor parte del trabajo doméstico

s. Son mayoría en la universidad pero minoría en los cargos de responsabilidad en empresas e instituciones.

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t. Las mujeres no consideran la posición económica de sus amistades u. Las mujeres viven más años que los varones pero los viven en peores condiciones v.

Son más limpias y más detallistas

w. No se visten para provocar sino para sentirse bien consigo mismas x.

Detrás de cada gran hombre hay una gran mujer

y.

Son más hábiles manipulando electrodomésticos

z.

…………………

No le costará mucho al lector o lectora inteligentes desmontar estas “proposiciones”, así como alargar la lista a base de sus conocimientos o de su experiencia personal. Que si se quedaran en chiste o boutade campestre, ya estaría bien. El problema empieza cuando se hacen carne, inspiran decisiones políticas –ayuda al tercer mundo SOLO para mujeres- o administrativas –seguro de automóviles más barato para ellas- o judiciales –los niños, como norma, siempre acompañan a la mujer tras el divorcio-. De ellas vive, en buena medida, el feminismo contemporáneo. Y también, todo hay que decirlo, el machismo más cutre y reaccionario, porque mal se apaña éste sin el primero y al revés.

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Los medios de comunicación informan regularmente sobre casos de asesinas múltiples, despiadadas, cínicas, compulsivas, sádicas… Sobre asesinatos ejecutados por mujeres y premeditados, largamente preparados, fríamente perpetrados y conspicuamente aceptados y asimilados por sus autoras. De niños, de bebés, de ancianos, de maridos, de novios, de prisioneros, de mujeres, de personas indefensas, inocentes…

Mujeres asesinas No caeré en el error de postular igual grado de agresividad en las mujeres que en los hombres ni parecido índice de criminalidad en unas y otros. En primer lugar, porque no soy experto en el tema y, después, porque creo, como profano, que el criminal, más que nacer, se hace y son las circunstancias las que colocan a las personas en tesituras muy complicadas que algunas de ellas no son capaces de superar sino tirando de cuchillo, de pistola o de véte a saber qué procedimiento para sacudirse un problema o aprovechar una debilidad ajena.

El impulso asesino, evidentemente, anida por igual en hombres y en mujeres aunque es evidente, igualmente, que son los primeros los que materializan la muerte ajena en mayor grado que las mujeres. Lo cual en ningún modo fundamenta la hipótesis de que la mujer sea ajena a la violencia homicida ni esté libre de la tentación de cortar por lo criminal en determinadas circunstancias. Hipótesis armada por el feminismo que sistemáticamente, busca el detonante de un asesinato perpetrado por una mujer, en algún incidente provocado por un hombre: si la víctima es un hombre, las feministas se esforzarán en detectar maltrato previo y si es una mujer, sometimiento conductual a patrones machistas.

En consecuencia, considero que le ha tocado al varón, mucho más que a la mujer, desarrollar su papel existencial en campos que inducen a la violencia con muy superior intensidad: si existe tal cosa, el instinto asesino se despertará antes y con mayor virulencia en un enfrentamiento armado que acunando a un bebé, parece bastante claro.

Por suerte o por desgracia, la mujer real es de carne y hueso y de la misma o parecida pasta humana que el varón. Y no le hace ningún favor a esta realidad ni a la figura de la propia mujer, la presentación feminista de ella como inocente y estúpido corderillo, asediado por lobos con afilados colmillos patriarcales y víctima de misteriosos enredos psicológicos que mueven el puñal o bajan la tapa del contenedor en que acaban de depositar el cadáver del recién nacido…

Pero no se puede eludir el hecho de que ha habido, hay y, lamentablemente, seguirá habiendo, mujeres que incurren en incidentes criminales tan brutales como para, por lo menos, desterrar definitivamente la idea propuesta por el feminismo de que la agresividad es patrimonio masculino y el asesinato exclusivamente cosa de hombres.

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A lo que iba, “… las mujeres en 1974 aún estaban declaradas como incapaces”; y se quedó tan ancho el alcalde y se quedó tan ancha la periodista que redactó la nota. Cuando al día siguiente, casualmente, me lo encontré en la calle –al alcaldeintenté reconvenirlo jocosamente por semejante disparate pero no me fue posible porque, en cuanto cayó en qué iba la cosa, me espetó, literalmente, “… como letrado –es abogadoestoy en condiciones de….” y se quiso largar un discurso del que, prudentemente, le arrancó su esposa que lo acompañaba. Evidentemente, se refería a la tan traída y llevada aseveración que sostiene que hasta el año 1974, las mujeres necesitaban la firma del marido para abrir una cuenta bancaria. Pero aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y que se celebraba el día internacional contra la violencia de género, el feminismo latente en cualquier recodo de las administraciones públicas se lanza al ruedo de la pretendida defensa de la mujer para lo que no teme hacer el ridículo y dejarla por los suelos, clasificándola, nada menos que como “incapaz”, sin más. “¿De dónde vienes…?: manzanas vendo”, que decía mi abuela para referirse a quien las suelta sin pensar y habla por no callar. Aunque sea a costa de la propia dignidad de las mujeres que, por lo que sé, ni tenían problemas para abrir cuentas bancarias –el problema era tener qué depositar en ellas- ni, en cualquier caso, aceptarían, ni entonces ni ahora, ser tenidas por incapaces. Aunque sí, entonces y ahora, ser homenajeadas en elegantes restaurantes…

Mujeres incapaces “El alcalde ha recordado que las mujeres en el año 1974 estaban aún declaradas como incapaces”, se explica –en catalán- en una nota de prensa emitida por la oficina de comunicación del ayuntamiento de Salou en 2013 y con motivo de un encuentro de mujeres de la comarca. 170 de ellas se reúnen para asistir a una conferencia ofrecida por la periodista Rosa M. Calaf –de la que la larga nota de prensa no dice nada, ni de ella ni de la conferencia porque la nota se ocupa de las palabras del alcalde, de las de la responsable del Institut Català de la Dona y del presidente del Consell Comarcal que son los que pagan el sarao- que culmina con una comida de hermandad y entrega de recuerdos a todas las participantes. La confraternización tuvo lugar, claro, a lo largo de la mañana de un jueves laborable, con lo que es fácil deducir que si no todas, la mayoría de las 170 no trabajaron ese día o, sencillamente, no ocupan ningún puesto de trabajo. La comida de hermandad, celebrada en el mejor restaurante de la ciudad, apostaría algo, la pagamos a escote entre los catalanes: eso sí, a mayor gloria de los esfuerzos de las mujeres por participar en la vida social y a mayor gloria de quienes, acaso, verán recompensados en las próximas elecciones sus esfuerzos por liberar a la mujer de sus pesadas cadenas: ¡bon profit, germanes…!

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Perdida… pérfida

más infiel… ha dejado que su lado oscuro crezca en el terreno de la supuesta debilidad femenina, forzando a ésta a proceder con más astucia en los lances en que se juega su propia supervivencia.

Perdida –Gone Girl- es el título de una película estrenada en España en octubre de 2014. Dirigida por David Fincher y protagonizada por Ben Affleck y Rosamund Pike. Gustará a los amantes del thriller.

Yo no creo que ni violencia ni perfidia sean patrimonio exclusivo ni de uno ni de otro sexo. Pero sí aceptaría que caracterizan mejor el respectivo comportamiento de cada uno. Tampoco me escandaliza la pervivencia ni de uno ni de otro rasgo: conscientes de ello, harán falta muchas dosis de educación y muchos años de convivencia en el respeto para que cada sexo, mejor, cada persona, supere sus ancestrales tendencias y saque de su interior mejores respuestas a los conflictos en la pareja que el recurso al cuchillo o la paliza o, desde el otro lado, la hipocresía, el cinismo o la elaborada trama de aniquilamiento de la pareja, como se pone de manifiesto en tantos casos de envenenamiento del compañero o, recientemente, de denuncias falsas para poner al marido a la sombra y quedarse con la vivienda, la pensión y los hijos.

Cara al tema que nos ocupa, el feminismo, el film pone de manifiesto la malicia femenina frente a la ingenuidad masculina. Caricaturizadas –con mucha habilidad, por ciertoy quizás exageradas, en particular la primera, que para eso es ficción. Pero ficción y todo, la perfidia (la de una mujer muy inteligente) de la protagonista evoca inmediatamente tantos y tantos casos reales de asesinatos perpetrados por mujeres, larga y minuciosamente preparados. Y frente a la elaborada maldad de la protagonista, no se alza otra cosa que un pobre diablo de marido, al que lo más grave que se le achaca es un desliz con una alumna un poco boba que le vende a la primera de cambio. Los tejemanejes de la siniestra esposa –asesina confesa- tendrán éxito, la librarán de la silla eléctrica y conseguirán que él y ella vuelvan a convivir, cínica ella, la asesina, aterrorizado él, el gilipuertas que se ha librado por los pelos.

En cualquier caso, aceptemos que ni el hombre es la bestia parda incapaz de sujetar su parte de abajo ni la mujer el cándido corderito que se sienta en la cocina a esperar al marido borracho, apestando a colonia de otra marca para calentarle la cena: unos y otras son sin duda seres humanos maravillosos, quizás, precisamente, porque cargan con tanta bondad como malicia y tanta capacidad de amor como de hacer daño a quien se les acerca. Resígnese el machista a su evaporación en la bruma del pasado y asuma el feminismo

La perfidia femenina es una secuela del millón de años que la humanidad lleva sobre la Tierra y del enfrentamiento entre mujeres y varones y la otra cara de la moneda de la agresividad masculina. El hombre, más fuerte, más violento, 150


que el material con que elabora sus simplificadas tesis es tan de barro como el objetivo de sus bombardeos.

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movimiento. Que, a veces, todo hay que decirlo, menos mal, juegan el papel que les corresponde defendiendo posiciones a mi entender, justas, como por ejemplo, frente al ministro Gallardón que se ha empeñado en recortar, y mucho, los derechos de las mujeres en cuanto al aborto.

Rodríguez, el feminista Yo voté al PSOE en las elecciones en que accedió al gobierno José Luis Rodríguez. A los pocos meses, caí en la cuenta de que había apoyado a un burócrata descerebrado, con menos recursos intelectuales que la pizarra de un secadero de pescado: cuando Rodríguez, entusiasmado, promovió la abyecta Ley de medidas de protección integral contra la violencia de género, me convencí de que era un fanático de los peores, los de pocas luces. Y, encima, gastaba aquella sonrisa de tontaina para ocultar sus grandes carencias que se hicieron bien patentes en cuanto la realidad le colocó ante la crisis que está destrozando el país. Pero, ah… Rodríguez era, y debe de seguir siéndolo, supongo, confeso y convicto y fervoroso feminista: lo que explica no sólo su ascenso en el partido ése, aupado por las “zapatistas” sino, y esto es lo importante, lo peligroso que es para un país el abrazo conceptual del feminismo y la penetración programática de éste en el ideario de alternativas políticas con opciones de gobierno.

En su conjunto, la tarea de gobierno del expresidente Rodríguez pasará a la historia como una de las más lamentables de la reciente historia española. Pero se le recordará –además de por su cortedad de miras- porque consiguió establecer institucionalmente el matrimonio entre homosexuales –un disparate que, espero, con el tiempo sea rectificado: no para privar a los homosexuales ni de uno solo de sus derechos sino para designar esa figura jurídica con otro nombre- y por la aludida Ley contra la violencia de género: confío en que, con todo el sufrimiento que esta indigna ley ha causado, los dirigentes españoles sean algún día capaces de abolirla. Precisamente, esa triste experiencia me lleva a dudar de que la formación ahora tan de moda, Podemos, esté en condiciones de dirigir este país convenientemente: Podemos se encuentra, por lo que hace al feminismo y a las relaciones entre sexos, total, incondicional y a los pies de las militantes feministas, entre las que hay algunas radicales de dudosa aceptabilidad en un país democrático y muchas otras con muy escasa solvencia ideológica, más o menos, la que tenía el “feminista” Rodríguez…y ya se vio lo que daba éste de sí…

Ningún otro partido demostró mucha mayor lucidez en el tratamiento de las cuestiones que preocupan al feminismo y la mayoría de ellos optó por contemporizar con las feministas, por miedo, imagino, a perder el voto de muchas mujeres y a enervar a la interminable caterva de feministas y a las innumerables organizaciones que se reclaman del 152


Sálvame

recientemente merced a la indiscreción de otra buena pieza que, al parecer, regenta una red de contactos por internet.

No soy un adicto a los programas así llamados del corazón, rosa, de cotilleo o como se los quiera denominar. Pero no ocultaré que, cuando se tercia, paso un buen rato ante el televisor, contemplando alucinado los “debates” y preguntándome sin cesar cómo es posible que de personas con perfiles tan romos los realizadores sean capaces de extraer tantas y tantas horas de programa, destripando sin piedad a cualquier hijo de vecino atrapado en su picadora.

En fin, a lo que vamos: puesto que es evidente, nadie podrá negar que el auge de este tipo de programas -que aún tienen perfil más siniestro en otros países de “democracia avanzada”- ha sido y es paralelo a la creciente presencia de mujeres en ellos: desde la redacción y la dirección, hasta la “claque” en la que es notoria la absoluta mayoría de mujeres que aplauden entusiasmadas cada inconveniencia de los tertulianos y opinan, si les dan ocasión, con profundo conocimiento de causa sobre cada perfil escabroso de cada famoso o no, objeto de su consideración.

Pero ayer, viernes, 10 de enero de 2014, asistí con la boca abierta al encarnizado “Sálvame de luxe” -¿de luxe…?- en que sus propios compañeros se pitorrearon cruelmente de una infeliz Karmele Marchante - feminista y a su vez y durante años, sañuda perseguidora de cuanto famoso se ponía a tiro-. Me sorprendió en particular el regocijo con el que otra tertuliana de pro, Mila Ximénez, se refocilaba en los perfiles más escabrosos de la relación de la víctima de aquel día con el marido o exmarido, no sé lo que era, de la tal Marchante. Los felices titulares de premios extraordinarios de la lotería o los forofos de los equipos de fútbol que consiguen triunfos notables, no aparecen tan alegres y satisfechos como la Ximénez cuando le restregaba a su compañera de tantas andanzas y chafarderías, las infidelidades del marido o las mentiras que la pobre Marchante había descubierto

No seré yo quien maldiga de programas como ése, ni postule su desaparición o control más allá de lo imprescindible – protección a la infancia- que tampoco y tan poco se respeta. Pero tampoco dejaré pasar la oportunidad de exponer lo que es obvio: que estos shows, paupérrimos, vergonzosos a menudo, delictivos en ocasiones, recaen en su mayor parte sobre los hombros de mujeres, deslenguadas, cínicas, miserables, que disfrutan y ganan mucho dinero a costa de denigrar a otras mujeres y a impresentables varones que quizás merezcan castigos más penosos que ser triturados en las mandíbulas dialécticas de sus exmujeres o amantes. No tengo la menor constancia de que feministas, ni en grupo ni en particular, hayan protestado por la abrumadora presencia de mujeres en estos repugnantes escaparates de lo peor de la especie humana. 153


opinan de las amenazas, los golpes, el maltrato que derrochan las mil y una protagonistas de los mil y uno realities que ofrece la televisión de hoy día, en tiempo real, como quien dice? ¿Acaso no han visto jamás en la calle a chicas insultar, pegar, amenazar a pobres diablos que ejercen de novios?

Sexismo unidireccional EL PAIS -19.11.2013- publica un artículo firmado por María Sahuquillo, intitulado Sexismo a golpe de WhatsApp, en que analiza un estudio realizado por una catedrática de la Complutense madrileña.

Sí, claro que han visto y ven y saben perfectamente que las chicas de hoy –y las de siempre- pueden ser tan violentas como los chicos. Lo que pasa es que el telón violeta del feminismo cubre cuantas incidencias puedan suponer resquebrajamiento de la doctrina oficial, la políticamente correcta, que dicta que sólo existe una violencia entre sexos, la que provoca el varón y sufre la mujer.

Extraigo uno de los comentarios recogidos en la red Eskup del propio diario: “Por favor, Ana –sic- Sahuquillo, se te han olvidado la mitad de los datos. ¿Dónde están los gráficos de “chicos que lo han sufrido” y “chicas que lo han ejercido? Porque sin esas cifras, tu artículo no vale nada”.

Esta ceguera inducida tiene, a mi entender, una consecuencia fatal, sobre todo para las mujeres agredidas: hace imposible la comprensión de la violencia en sí misma al, como se suele decir, regar fuera del tiesto: el feminismo y sus acólitos quedan bien tranquilos pero las mujeres siguen muriendo…

Pues no, no es que la periodista haya olvidado “la mitad de los datos”, es decir, los que podrían apuntar a la violencia que las chicas ejercen contra los chicos. Sencillamente, en dicho estudio la violencia de origen femenino, no existe. Como en la inmensa mayoría de los estudios –infinitospromovidos por el feminismo y sus adláteres.

(Al cierre de estas páginas: El País. 31.12.2014. Condenadas dos menores por acosar a una joven que se suicidó. Las adolescentes reconocen los hechos y son sentenciadas a cuatro meses de tareas sociales por vejar a su compañera de 14 años).

Entrevistas online a 8000 menores, casi ná, y no han conseguido detectar ni un solo caso en que una chica utilice las nuevas tecnologías para poner a caldo a su novio. ¿Ven los –las- autores del estudio la televisión? ¿ven esa serie, Hermano Mayor? ¿qué tienen que decir ante la evidencia de la brutalidad de chicas, con cara y ojos, que maltratan a sus abuelos, padres, hermanos con una saña más propia de carceleros de las SS que de adolescentes en 2014? ¿qué 154


Lo que no entiendo es por qué la exposición, púdica o desvergonzada, elegante u hortera, del pecho de una señora, implica degradación de la imagen de la mujer y se asocia a la violencia de género. Y por qué resulta insoportable para el feminismo que una modelo se luzca en una feria turística – FITUR, enero de 2014- para atraer fotos y el interés de agentes de viaje en tanto que ese mismo feminismo aplaude a rabiar a favor de las FEMEN que se presentan en el Congreso de los Diputados con el pecho al descubierto para reivindicar aborto libre. Cualquiera diría que ese segundo incidente es mucho más cutre que el primero y que la propia categoría del objetivo a conseguir exigiría más precaución de parte de sus respectivas protagonistas pero…

Tetas y tetas Por alguna extraña razón que se me escapa, los pechos femeninos son objeto de predilección, si no de obsesión, masculina: y más, cuanto más grandes y exagerados. No comparto ese gusto y, en cambio, me atraen mucho más una figura esbelta o un rostro vivo y una mirada inteligente. Pero no es ésta la cuestión sino la curiosa fijación que el feminismo tiene aposentada en el pecho de las mujeres, supongo, en simétrica relación con aquella obsesión masculina.

En cualquier caso, lo que resulta difícilmente aceptable es el intento de apropiación del cuerpo de la mujer por parte del feminismo, esta parte es presentable, aquélla no, de este modo es correcto, de aquel otro inaceptable… etc. Yo me apunto a que cada mujer, como cada persona, es o al menos ha de ser, dueña y señora de su propio cuerpo y prestarlo o exhibirlo como mejor le plazca, sin más limitaciones que su libertad y las inducidas por las circunstancias –infancia…-.

Es el caso que, cada poco, se levantan en los medios airadas protestas feministas contra carteles, anuncios o shows que recurren a los pechos femeninos como fácil expediente para vender entradas, coches o vacaciones. Para mí, y en el año 2014, es más bien cuestión de buen gusto, delicadeza y oportunidad: andan por ahí fotos de mujeres viejas, con las tetas caídas e, incluso, amputadas como consecuencia de un cáncer, llenas de dignidad, las fotos y las mujeres viejas y de tetas lacias. Como circulan otras en que aparecen jóvenes espléndidas luciendo pecho turgente, que avergüenzan a quien las ve e, imagino, a quien las exhibe: si no media violencia, cada cual que se lo monte como quiera.

No hay, pues, tetas buenas y tetas malas, culos dignos y otros indignos; y no debe de haber filtros ideológicos y mucho menos penales. Y mucho menos controles tutelados por entidades tan faltas de objetividad como lo son la mayoría de las feministas.

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atentaba contra la dignidad de las mujeres maltratadas: quien le encuentre la lógica, tendrá premio.

Vaya par de gemelos…

No todas las películas son tan dramáticas como ésa ni como las que escenifican las innumerables penalidades de las mujeres: las comedias suelen poner a la vista del espectador situaciones verosímiles cercanas a sus vivencias reales. Me referiré ahora a una que reponen a menudo las cadenas españolas, “Vaya par de gemelos”, de 1977, y protagonizada doblemente por el ínclito Paco Martínez Soria. .

Todo el mundo está de acuerdo en que el cine refleja con bastante fidelidad la realidad y la vida: no discutamos ahora ese postulado y admitamos, por lo que hace a las relaciones entre los sexos, que infinidad de directores han sabido trasladar a la pantalla –la pequeña y la grande- dramas, tragedias y situaciones chuscas que emocionan a veces y en otras hacen las delicias de la humanidad entera.

Pues bien: si alguien está convencido de que el cine refleja la realidad de la vida y quiere echar un vistazo retrospectivo a la España de los últimos 70, mírese esa película como prototipo: en ella encontrará catetos, reprimidos y zoquetes cuantos quiera, estereotipos, obviamente. Y también machistas y simplones, claro, porque los había: pero apunte escenas y sume las que evidencian a la mujer mandona, maltratadora –a melonazo limpio-, agresora –con cazos, sartenes y planchas- controladora, malpensada, desconfiada y, a la postre, causante de la infidelidad marital y de que el marido se haya de “buscar la vida” porque en el hogar resulta imposible. Por cierto, en una escena, la mujer de uno de los “gemelos” admite que controla la caja, el dinero y… la firma de la cartilla de ahorro, un clásico del feminismo que, incluso hoy día, repite que hasta no sé qué año de los 80, la mujer no podría abrir una cuenta bancaria sin el permiso del marido. Y es posible que fuera así –he intentado comprobarlo y no lo he conseguido- pero lo cierto es que el problema no era quién

Tampoco hay que ser un experto para comprobar que en aquellas películas en que, de uno u otro modo, se encaran hombres y mujeres, en la inmensa mayoría éstas aparecen como víctimas y los varones como verdugos, maltratadores, asesinos o abusadores; cuando no como torpes, inexpertos, marranos o inmaduros… o de todo un poco. Y que son muy escasas las historias en que se invierten los papeles y la mujer es la “mala”. “Acoso”, un filme protagonizado por Michel Douglas y Demi Moore, da cuenta de una situación de abuso en que la víctima es un varón. No es nada del otro mundo pero tuvo su “aquél”. Pues bien, hace unos años, TVE programó el pase de esta película pero una sección madrileña de la mujer de CCOO levantó tal polvareda que la cadena pública renunció finalmente a exhibirla en aquella ocasión. Parece ser que el argumento de las mujeres del sindicato era que la película 156


abrĂ­a la cuenta sino quien la controlaba: en esta pelĂ­cula queda bien claro.

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Conclusiones Cuando me dispongo a poner el punto final a estas consideraciones –diciembre de 2014- , que con toda humildad someto a la consideración del lector español interesado en el tema de las relaciones entre los sexos, España entera se estremece por la racha de detenciones de políticos, y de procesados, imputados –supuestamente, como se cuidan siempre de añadir prudentemente todos los que hablan de ellos- o sospechosos de corrupción, en mayor o menor grado. Entretanto, más de cinco millones de personas continúan sin trabajo, la deuda española, que pagamos a escote entre todos, ha superado el billón de euros, miles de discapacitados siguen desatendidos, varios cientos de miles de jóvenes se han largado al extranjero en busca de trabajo, miles de jubilados han sido estafados por sus bancos mediante trucos de chalán, el propio Estado español se resquebraja por horas, miles de negros – subsaharianos les llaman en un cínico alarde de corrección política- intentan trepar las vallas coronadas por concertinas de Melilla…: entre esa avalancha de despropósitos y el marasmo que generan, y a sabiendas de lo mucho que está sufriendo la gente… yo pretendo buscarle las cosquillas al feminismo español. “¿No tienes otra cosa en qué pensar…?”, me ha espetado una amiga a quien pedí que se leyera algunos capítulos para darme su opinión. A bote pronto no

acerté a responderle pero luego le envié un correo justificando mi interés por el feminismo en la actualidad e intentando ilustrarlo mediante este ejemplo: Un enfermo es atendido en la unidad de intensivos de un hospital; tiene nada menos que dos cánceres, y de los duros. Rechaza el escaso alimento que le sirven y los médicos descubren que, vaya mala suerte, también padece una úlcera de estómago. ¿Deberán tratar esta afección o, considerando que el paciente tiene los días contados, olvidarse de su úlcera? Yo, como profano, auguro que no: harán lo que sea pero en ningún caso dejarán de intentar aliviar al enfermo. Bien: ¿es el feminismo úlcera tratable o cáncer incurable…? ¿se está a tiempo de poner límites al avance de las feministas más exaltadas o la sociedad y sus dirigentes mirarán para otro lado mientras el feminismo propone alternativas cada vez más dañinas para la convivencia de los sexos? ¿crecerá la conciencia masculina –respetuosa, madura, abierta…- de los varones y la aceptación de su naturaleza viril o acabarán ellos sometiéndose a los dictados del feminismo de cátedra y subvención? ¿Mejorará o degenerará el entendimiento y la relación entre los sexos…?

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No creo que nadie esté en condiciones de garantizar nada sobre el futuro ni siquiera de esbozar rasgos de lo que le espera a la humanidad en el ámbito sexual. Yo, que ni soy especialista en “género” –como se definen en sus tarjetas de visita algunos estudiosos del tema- ni mucho menos profeta, me permito esto que no son sino meros apuntes, con los pies en el suelo de la realidad actual –que interpreto como muy complicada- y la vista en el futuro, que deseo y espero favorable al desarrollo de lo mejor que cada persona alberga en sí misma, sea varón o mujer o decida situarse en cualquiera de los muchos espacios entre aquellos y éstas: a modo de esquemáticas conclusiones y a renglón seguido de las consideraciones anteriores.

respecto: en los últimos años y desde que se empezaron a abrir archivos, estudios de muy alto nivel, por cierto. Recuerdo haber visto en Auschwitz la famosa placa en que, en varias lenguas, se explica que allí murieron millón y medio de personas. Siempre di por buena, horrorizado, la icónica cifra de los seis millones de judíos eliminados por los nazis y me estremecieron las escenas de El pianista del gheto de Varsovia o La lista de Schindler en que se representa la degradación a que fueron sometidos. Tengo grabada en la memoria la celda, en Auschwitz, de no más de un par de metros cúbicos, en que hacían entrar por un agujero inferior a prisioneros sancionados y en la que se veían obligados a acurrucarse sin poder ni siquiera doblarse; a su lado, la otra en que murió el heroico cura Kolbe –opinión de un ateo-, que se ofreció a sustituir a un pobre condenado a morir de hambre.

La pervivencia de los mitos… y de las falsedades que los sostienen

Un día, por pura casualidad, a mis 60 años, dí en internet con la referencia “mentiras Auschwitz”. Cual cerezas en una cesta, y ante mis ojos alucinados, fueron saliendo enganchadas como sólo se puede hacer desde la red, una tras otra, las innumerables falsedades que han pasado al imaginario popular –del que soy parte- en relación con el llamado holocausto de los judíos. Tan horrorizado como al entrar en la cámara de gas que aún se conserva en Auschwitz, me enteré de que es una reconstrucción. Resistiéndome a creer semejante despropósito, supe que el “diario” de Ana Frank contiene partes sustanciales escritas

(entrando en un peligrosísimo jardín…)

A mí siempre me ha interesado lo referente a la II Guerra Mundial y, en particular, la infame persecución de los judíos por los nazis. Estuve en la casa de Ana Frank, en Amsterdam y leí emocionado su diario. Me conmoví visitando Auschwitz y he devorado cuanta literatura se ha puesto a mi alcance al 159


con bolígrafo, que no fue inventado hasta siete u ocho años después de la muerte de la adolescente –quien, por cierto, no feneció en las cámaras de gas de Auschwitz sino de tifus en el campo de Belsen junto a su hermana, siete meses después de su detención: ¿no iban directamente los enfermos e incapaces, del tren a la cámara de gas…? ¿Cómo se libró de las cámaras el padre de Ana y consiguió vivir hasta 1981?-

acompañan –indemnizaciones- ni, en otro ámbito, la necesidad del actual estado de Israel de justificar las barbaridades que perpetra a costa del colectivo palestino y a cuenta de que “no se repitan los hechos tan vergonzosos que tuvieron lugar no hace tantos años”. Bien, para mí, este tardío descubrimiento, fue como el de que los Reyes Magos eran los padres o que los niños no vienen de París: me hizo ver, con más de 60 años, lo poco que sabía y lo muy manipulable que era.

Y me costó días aceptar que la placa en que se alude al millón y medio de judíos asesinados en Auschwitz, había sustituido en 2002 a otra, eliminada desde 1989, en que la cifra consignada ascendía a ¡cuatro millones! O sea, que el total de seis, de golpe bajó en dos millones y medio pero periodistas, intelectuales, políticos… continuaron manejando la cifra redonda de seis sin el menor empacho. (El 7 de noviembre de 2014, en una entrevista televisada, el flamante líder de Podemos, Pablo Iglesias, politólogo él, se refirió, sin despeinarse, a los “siete millones de judíos” exterminados por los nazis).

Soy consciente de la escasa audiencia que se da en España –y en otros países- a la revisión del holocausto. Es más, año tras año se afianza en las instituciones españolas su memoria, en forma de celebraciones oficiales en las que, y en sede parlamentaria, se sigue aludiendo a los seis millones de judíos asesinados por los nazis. Yo invito al lector a que reflexione en torno a estos datos: supuestamente, millón y medio de judíos – 1.100.000 se admite más exactamenteasesinados y gaseados en Auschwitz desaparecieron en su mayoría entre 1943 y enero del 45 en que el campo fue liberado por los soviéticos. Calcule y dígame si, para conseguir esas cifras – 1.100.000 - no se requiere que sean exterminados y quemados diariamente y sin dejar pasar un solo día, más de 1.500 cuerpos humanos. ¿Se imagina el lector lo que supone desembarcar de vagones –como se ve en las películas y en grabaciones reales- 1.500 personas, despojarlas, hacerlas entrar en recintos cerrados, gasearlas, retirar sus cuerpos exangües, apilarlos, meterlos en aquellos hornos, uno tras otro como se dice que hacían, quemarlos,

Es más, descubrí que en la actualidad hay gente perseguida, denostada, en la cárcel, por promover una revisión a fondo del llamado “holocausto”: y no son personas cualesquiera, sino catedráticos, especialistas en historia, algunos de ellos judíos, que no pueden consentir la manipulación que, a su entender, se ha hecho y se sigue haciendo de la horrible e indubitable persecución que sufrieron los judíos por parte de los nazis. Porque siendo innegable el holocausto, no parecen serlo las cifras en que lo sustentan sus partidarios. Como no parecen ofrecer dudas las circunstancias crematísticas que lo 160


retirar las cenizas, transportar éstas en carretones como los que aparecen en esas mismas películas y…hacerlas desaparecer no se sabe cómo porque en la zona que cubre Auschwitz, a día de hoy, no se ha encontrado ningún depósito que testimonie que allí se acumularon restos de un millón de personas, que no es cualquier cosa. ¿Se imagina el lector hornos crematorios funcionando ininterrumpidamente durante dos años? ¿ha probado a hacer funcionar un electrodoméstico actual durante todo ese tiempo sin parar, quizás un coche, tan preparado a día de hoy?

De este modo, se ha conseguido que, en España, los diarios, las televisiones, las instituciones, las universidades, las aulas de los colegios, los campos de deporte… se hayan convertido en amplificadores de la realidad tergiversada de las penalidades de las mujeres. Hasta el punto de que muy pocos, poquísimos, escritores, intelectuales, periodistas, se atreven a disentir del feminismo oficial, a replantear sus cifras y condicionar sus exigencias que son, sobre todo, de presencia pública, de cargos y de dinero… Cada construcción social o intelectual humana se eleva sobre una montaña de despojos de todo tipo y en particular, aquellas que se tejen alrededor del drama o de la tragedia: el asesinato de Kennedy, las matanzas del 11-S y del 11-M, el gulag ruso, el exterminio camboyano, la guerra civil española…Las personas, por suerte, somos sensibles al sufrimiento ajeno y, conmovidos, no prestamos demasiada atención a las cifras y a los hechos. En España se habló de un millón de muertos en la guerra civil, supongo, sin más fundamento que la celebrada novela de Gironella. Parece ser que estudios más realistas han rebajado la cifra a menos de 200.000, casi nada el recorte. En esa línea, algunos especialistas dejan la cifra de judíos asesinados por los nazis en 300.000. Lo que sigue siendo una barbaridad y un holocausto pero delimita el análisis y sus consecuencias.

Consciente de que esta comparación atraerá sobre mí, no solo las iras feministas sino las de determinados colectivos y hasta, podría ser, una denuncia por “negar el Holocausto”, me he permitido esta escabrosa y peligrosísima –sí, muy peligrosa- referencia para, mutatis mutandis, iluminar lo que entiendo que es el conglomerado feminista de falsedades, exageraciones, distorsiones de los hechos y manipulaciones de que se sirve para apuntalar su enclenque edificación intelectual, política y social. Alrededor de los indudables agravios que han sufrido y sufren muchas mujeres –como sufrieron millones de judíos de parte de los nazis- se construye una inmensa superestructura en que lo de menos ya son los datos y la realidad para hacer prevalecer su hinchazón desmesurada y el morbo, y conquistar el sentimiento y hasta el cerebro y la buena fe de quien no advierte a primera vista lo disparatado de lo que se le propone.

Y a lo nuestro, el feminismo: éste se sustenta sobre una sistemática, abultada y a menudo disparatada hipertrofia de las cifras de los agravios que sufren las mujeres, paralela a la difuminación o simple eliminación de cuantos datos apuntan 161


a las penalidades padecidas por los varones, como ocurre con los asesinados a manos de sus compañeras, desaparecidos del cómputo que elabora el Instituto de la Mujer. El 80% de las mujeres sufre acoso sexual, el 30% de las españolas sufre maltrato -unos siete millones de personas-, en España hay 300.000 prostitutas en ejercicio, las mujeres cobran hasta un 40% menos que los hombres por el mismo trabajo… Lo malo es que sobre el abultamiento de la cifras, se construye cualquier tipo de teoría. Y lo peor es que esas cifras pasan en forma de “tótem” intocable al imaginario popular: a día de hoy, hasta el más canuto de los tertulianos soltará con convicción el que “las mujeres cobran menos que los hombres por el mismo trabajo” y se quedará tan ancho. Pero si, como ha ocurrido en alguna ocasión, se le pregunta “Oiga, ¿usted conoce algún caso concreto?” responderá que no, que en su empresa o entre sus amistades eso no pasa, que “lo he oído decir”.

así sino que los deforma y exagera sin el menor escrúpulo y sin el menor respeto, sobre todo, para aquellas mujeres que, realmente, padecen violencia, acoso o desigualdad del tipo que sea porque su desajuste queda difuminado entre la barbaridad de supuestas violencias, acosos o desigualdades que aseguran que sufren las españolas. Si el feminismo español hubiera concentrado sus esfuerzos en disminuir el número de mujeres asesinadas por sus compañeros, alrededor de 60 por año, en vez de insistir en denunciar, denunciar y denunciar porque 130.000 denuncias anuales por maltrato les parece que es sólo la punta del iceberg, es posible que se hubiera podido evitar, siquiera fuera, una sola muerte violenta. Pero pretendiendo que la solución está en la denuncia y que hasta el 30 por ciento de los varones españoles violentan a sus mujeres, no se consigue sino lo que a día de hoy tenemos: unos juzgados sobresaturados, más de un millón de varones marcados por la denuncia y sus consecuencias y un malestar generalizado, en mujeres y hombres, cada día más convencidos de habitar un país laminado por la violencia entre los sexos: ¿cree el lector que España es eso, un país violento con sus mujeres…? ¿acepta que el 30%, unos siete millones de españolas sufren violencia? ¿que el 80%, 20 millones, ha sufrido o sufre acoso sexual? ¿se acepta a sí mismo el varón español como maltratador, violador o acosador? ¿oye por las noches los lamentos de tantas maltratadas, ve por el día a millones de sus compañeros tocando el culo o agrediendo a mujeres? Algo falla, pues. No intentaré resolver aquí esa contradicción entre la realidad y las cifras como no será fácil aclarar definitivamente las dimensiones del sufrimiento de los judíos

En fin, lidiar con la exactitud de las cifras y los datos es tarea muy ardua, en este y en cualquier otro campo, que sólo emprenden aquellas personas concienzudas, honestas y ansiosas de acercarse lo más posible a la verdad. La adulteración de las cifras se da –o se intenta- hasta en las ciencias así llamadas “exactas”: recuerde el lector la polvareda que levantó no hace muchos años la noticia de que se había probado –o se estaba a punto de- que determinada partícula podría haber superado la velocidad de la luz. Por lo cual, sugiero al lector que se tome los datos con suma prudencia y más cuando condicionan decisiones políticas o corrientes de opinión. El feminismo, desde luego, no funciona 162


europeos a manos de los nazis. Lo único que sugiero es que el lector se ande con ojo… también con lo que yo le digo, naturalmente.

rentable, ideológica y pecuniariamente hablando, cargar contra el varón, tanto mejor cuanto más atrás en el tiempo y más adelante en el futuro, responsabilizarlo de todas y cada una de las miserias femeninas y cubrir de tinta “machista” el panorama político, social y presupuestario antes de extender los tentáculos a la caja de los dineros de todos.

Muchos mitos, en definitiva, se asientan sobre manifiestas falsedades, pretenciosas peticiones de principio o burdas manipulaciones. Lo que obliga a quienes no se tragan aquellos mitos, a una exhaustiva y agotadora labor de desenmascaramiento: ahí está uno de los más conspicuos, Dios, nada menos. Desde hace siglos, los ateos se ven obligados a “probar su no existencia”, ninguneados por los teólogos y despreciados por los creyentes que se asombran ante las maravillas de la naturaleza o la precisión de su funcionamiento: “dígame usted, señor ateo, cómo explica que las flores broten cada primavera o que los planetas no choquen uno contra otro si no es porque un soplo divino controla esos fenómenos”. Y el pobre ateo se ve abocado a una larguísima argumentación, tan estéril como que dura milenios sin que se le vea cara al final.

Yo me limito, aquí, a advertir que en el feminismo actual, y admitiendo cuantas disfuncionalidades se quiera en el complejo mundo de las relaciones entre sexos, hay mucho, cada día más, de cuento, exageración y deformación: el lector se tome mi aviso como quiera.

El siglo xx, ¿el siglo de las mujeres?

Supongo que está en la naturaleza humana esa infantil facilidad para adherirse a la magia de los cuentos y a la alegre despreocupación intelectual que es lo políticamente correcto. Y doy por hecho que el feminismo ha inducido en el pensamiento y en la sociedad actuales, similar actitud: parece que resulta mucho más fácil lamentarse por la desgraciada existencia y las lamentables condiciones de vida de las mujeres que enmarcarlas en la penosa lucha por mejorar que la humanidad –hombres y mujeres al alimónemprendieron hace un par de millones de años. Y mucho más

El lector que haya tenido una mínima curiosidad por el tema, se habrá topado frecuentemente en sus lecturas o en conferencias o en tertulias televisivas con el aserto “el siglo XX ha sido el siglo de las mujeres”. Que quienes lo sostienen lo justifican fundamentalmente en el hecho de la incorporación de la mujer al trabajo, especialmente durante y después de la II Guerra Mundial. El crecimiento humano, las mejoras en sanidad, las conquistas geográficas y el impresionante desarrollo del 163


capitalismo, industrial y financiero, efectivamente, crearon inmensas expectativas y nuevos espacios con enormes huecos laborales que se hizo preciso rellenar recurriendo a la mujer. Lo que no fue ni bueno ni malo, simplemente, ocurrió así como ocurre que la gente emigra de su país a otro cuando advierte en el traslado perspectivas de mejora. Pero, claro, atribuir a la iniciativa y al empuje de la mujer el impresionante desarrollo económico que siguió al final de la segunda gran guerra, es tan absurdo como lo sería postular que fue mérito de los varones crear millones de puestos de trabajo para que las mujeres pudieran realizarse como personas. La incorporación de la mujer masivamente al trabajo remunerado fue consecuencia del desarrollo del capitalismo y se debió a las necesidades de éste de incrementar la fuerza laboral, más que menguada como consecuencia de la incorporación a la guerra de millones de varones y de la desaparición de muchos de ellos en la batalla. Si hubiera habido marcianos o robots en mayor cantidad y a menor coste a disposición de los empresarios, a ellos hubieran recurrido antes que a las mujeres, sin duda.

femenino y hacer de ella bandera de enganche feminista, creo, es distorsionar las cosas y falsificar la historia. El siglo XX ha sido el de las mujeres… y el de la ciencia, y el de la salida al espacio y el de las sangrientas dictaduras y las grandes guerras y los descubrimientos trascendentales y…. el siglo XX ha sido muchísimas cosas y ha sido tejido de infinitos hilos. Por lo que no cabe reducir simplonamente el gran paso adelante dado por la humanidad en el siglo XX al papel jugado por las mujeres.

Esto no supone el menor demérito para las mujeres: ellas hicieron lo mismo que habían hecho los varones en su momento y durante milenios, a saber, cubrir las necesidades de fuerza de trabajo que las estructuras productivas exigían en ese momento y aprovechar la circunstancia para mejorar su nivel de vida. Han sido muy positivas las consecuencias de esa incorporación, qué duda cabe, para las mujeres, para la economía en su conjunto y para el desarrollo en general. Pero convertir esta realidad en mérito principalmente

El siglo XXI no es ni será el siglo de las mujeres, a secas

Es ésta una pretensión sin otro objetivo que afianzar la autoestima de la mujer –que no creo que le haga falta- y asentar el papel del feminismo como conductor de la marea femenina que, supuestamente, y para superar el patriarcado, se está gestando y creciendo en el seno de la humanidad desde hace tiempo: pretensión que, a la luz de los hechos, no queda más remedio que enfriar… como tantas otras del mismo o parecido carácter. El siglo XX, también, ha sido el siglo de las mujeres: pero no sólo…

La afirmación de que el siglo XX fue el siglo de las mujeres, tiene el mismo sentido que la que le sigue, a saber, que el XXI será, también, el siglo de ellas. Hombre, si la cosa se queda 164


en eslogan o cantinela publicitaria, como aquello de “el jabón TAL lava más blanco” o “con el coche ESTRELLAT será libre”, pues mira… hasta resultaría simpático. Pero el feminismo, siempre al acecho, no da puntada sin hilo y se sirve de tales reclamos para sostener demandas de muy diferente contenido y mayor calado; por ejemplo, la de colocar mujeres en los consejos de administración de grandes empresas o en las listas cremallera: ¿cómo pueden prescindir los bancos o los partidos del inmenso potencial de la “mitad de la humanidad”?

muchas de ellas, bien capaces, no les interesa lo más mínimo malgastar su vida en tareas tan poco gratificantes como salir a bolsa o explotar a miles de trabajadores en el tercer mundo, el feminismo militante se apresta a forzar a los parlamentos, entre ellos el europeo, para que obliguen a las empresas, sí o sí, a colocar mujeres en sus consejos de administración, so pena de graves multas. O, en otra línea, siga la evolución de la problemática de protocolización de la custodia de los hijos tras el divorcio, una vez que quienes han luchado, y mucho y duro, por la compartida, han avanzado –hasta un 18% del total, que tampoco es gran cosa- lo suficiente como para desanudar la vergonzosa expoliación que se ha hecho hasta ahora de los intereses –económicos y afectivos- de los hombres a favor de las mujeres: el feminismo o, al menos, muchas abogadas feministas, no están dispuestas a renunciar al chollo que es la legislación y, más que nada, la práctica jurídica, tan condicionada por la implacable presión de sus lobbys y de sus compañeros de viaje mediáticos.

Pero no servirá de gran cosa a las feministas intentar arrimar el ascua a la sardina de sus fantasías: la economía y la sociedad albergan dinámicas que trascienden la ingenua voluntad de quien ignora que las cosas son como son y no como quisiéramos que fuesen. Porque para cambiar esas cosas vale la pena idear objetivos que, como mínimo, respeten y se adecúen a esquemas integradores, positivos y no excluyentes. Sin embargo, el feminismo que pretende que el actual sea un “siglo de las mujeres”, no busca tanto liberar a éstas cuanto someter al hombre a los dictámenes del género, haciéndolo más sumiso y más “femenino” como proclaman sin el menor empacho. Y lo que no logren por vía de convicción, lo intentarán a la brava: consulte el lector, si lo desea, el desarrollo de esa propuesta, a saber, que las mujeres accedan a responsabilidades en las grandes empresas: fracasadas las repetidas “sugerencias” para que los directivos incorporen mujeres con argumentos tan artificiosos como que “las empresas que cuentan con directivas obtienen más beneficios” y tras comprobar que a

Es de esperar que el siglo XXI suponga un gran avance en todos los campos, en particular, en los sociales –acabar de una vez con el hambre, la guerra, la insoportable desigualdad en la distribución de la riqueza…- y en los científicos – desentrañar los misterios del ADN, iniciar la conquista del espacio…-. ¿Están las mujeres preparadas para abordar tan complejas tareas en igualdad de condiciones que los varones? A mí no me cabe la menor duda. Pero para ingresar en el ejército de quienes cuentan con conocimientos y voluntad de cambiar y mejorar el mundo, pienso, han de desembarazarse de prejuicios y condicionantes feministas – 165


que son innumerables y que asfixian a las mujeres en la universidad y desde los ministerios y las instituciones- y lanzarse al mundo real sin complejos y con la más sana ambición de realizarse como personas y ayudar a sus semejantes: ni son mejores ni peores que los varones, ni se trata de conseguir el premio a la mujer más laureada ni de alardear de supuestas cualidades “femeninas” ni de exhibir datos irrelevantes –como somos mayoría en las aulas, hemos de serlo en los órganos de decisión, por ejemplo-: al frente del departamento de ginecología, ha de estar el mejor ginecólogo, sea hombre o mujer, el equipo de investigación de la cátedra de partículas subatómicas de tal universidad ha de estar dirigido por el más capaz de entre sus integrantes, el equipo de tenis español ha de estar capitaneado por el más experto, él o ella, el ministerio de Defensa, por el militar más preparado, y no por una embarazada fracasada en su anterior responsabilidad, a la que se recurre para conseguir la foto, dar el cante –“capitán, mande firmes…”- … y, de paso, joder un poco a los militares que, como proclama el feminismo, son el epítome del machismo.

El futuro no será feminista Si al observador imparcial le cuesta admitir que el siglo XX ha sido el siglo de las mujeres y que éste en que vivimos, el XXI, volverá a serlo, mucho más difícil de digerir resulta la ulterior pretensión de sus partidarias de que el futuro será feminista. Tanto más cuando se augura catastrófico si no entra por el estrecho tubo de sus imaginaciones: “el futuro será feminista o no será”, repiten obsesivamente las expertas en prospectiva de género: para que te vayas con los soldados, que decía mi tía, ante una situación sin salida ni remedio. Procedería aquí, si se advirtiera en el feminismo algún indicio de inclinación al diálogo, recordar a las diseñadoras de semejante porvenir para la humanidad, aquello a lo que son tan aficionadas a repetir, a saber, que las mujeres son “la mitad de ella”; lo que supone, obviamente, que la otra mitad está integrada por varones: así, ¿cómo harán ustedes, amigas, para construir un futuro tutelado a todos los niveles por los criterios que emanan sólo de las integrantes de una de tales mitades? La respuesta es obvia, según ellas: el futuro ha de incorporar aquellos elementos que, a su juicio, conforman el universo femenino. Y, claro está, arrancar hasta las raíces los que proceden del masculino, arrinconados por la historia, y pulverizar los despojos del patriarcado, definitivamente vencido y derrotado por el feminismo rampante.

El siglo XXI, pues, será lo que hagamos entre todos quienes en él vivimos y vivirán. Pretender reducir su significado a una de sus vertientes, la incorporación de más mujeres a la faena de hacer avanzar la humanidad, es limitar su alcance desde la línea de salida: que lo hagan cuantas lo deseen y que se sancione a quien levante obstáculos ante ellas pero que no se intente hacerlo a costa de recortar posibilidades y laminar cualidades del varón: sería éste el peor de los comienzos. Y un insulto a la propia capacidad de las mujeres. 166


Sería muy largo enumerar ahora aquellos rasgos con que el feminismo busca singularizar la naturaleza y comportamiento de cada sexo por lo que, sólo a título de referencia, me referiré a algunos, tópicos en el lenguaje feminista: los hombres son agresivos, pendencieros, violentos, tontamente competitivos, groseros, descuidados, sexistas, dominantes, incapaces de dialogar, irresponsables, torpes en el ámbito sexual… Las mujeres, por el contrario, son tranquilas, reflexivas, cuidadosas, ordenadas, limpias, apegadas hasta la muerte a sus hijos, conciliadoras, dialogantes, prestas al acuerdo, no violentas, sinceras…

y religiosos más o menos por igual. Bienvenidas sean todas aquellas propuestas que lleven a atenuar la agresividad de las personas y del entorno en que nos movemos. Y que faciliten la vida de las gentes y su integración saludable en el entorno, y traigan un poco más de felicidad a los desdichados humanos, acosados por tantos problemas y sumidos en tal desesperanza que vale la pena preguntarse qué milagro sostiene el planeta y cómo no nos hemos aniquilado unos a otros, con tantos intentos como se han hecho. Debe haber una inspiración, un programa incrustado en algún rincón de las cadenas de ADN, un aliento que agita las branas que parecen estar –vete a saber…- escondidas al final del pozo sin fondo que es la materia. Es tarea de todas y de todos indagar en esos y otros tantos misterios con los que nos desafía, hasta la burla, la naturaleza. Y obligación de cada persona, hombre o mujer o cualquier otra variedad humana que se tenga por tal, aportar lo que mejor encuentre en ella misma al esfuerzo que han hecho, hacen y harán los terrícolas para permanecer a bordo de su casa y, cuando se pueda, navegar en busca de mejores habitáculos cósmicos.

Es difícil, frente a este dibujo de la diversidad sexual que hace el feminismo, resistirse a la tentación de firmar por un futuro tan risueño como el que le espera a la humanidad si se feminiza y expulsa para siempre de su sentina los residuos de patriarcado que se han adherido a la naturaleza y a la sociedad tras milenios de dominio del “macho”. Aunque, a quienes no comulgamos con sus ruedas de molino, resulta igualmente difícil admitir la simplonería de tales propuestas. La humanidad, cierto, carga con una historia, un proceder, unos sistemas de gobierno, hábitos y actitudes en que se mezcla lo detestable con lo sublime, lo heroico con lo miserable, la más excelsa dignidad con la más repugnante villanía, la traición con la fidelidad, refinada inteligencia y sorprendente estupidez, amor, odio, honestidad, hipocresía… y, por suerte o por desgracia, repartidas mitad por mitad, entre los humanos de ambos sexos y entre las razas, las edades, las profesiones, las culturas y los regímenes políticos

En esta apasionada y frenética carrera, pretender que las reglas del juego y los parámetros que fijarán el futuro estén marcados por una doctrina tan sexista, limitada y reduccionista cual es la feminista, es inadmisible. Y conviene que el feminismo esté advertido, ya que da toda la impresión de que, a día de hoy, o no se entera o no quiere enterarse de que, a mucha honra, son la mitad de la humanidad; la mitad, ni menos ni más… 167


medios de comunicación –que en su inmensa mayoría están a día de hoy absolutamente rendidos al feminismo- hasta las cátedras universitarias.

El feminismo es, sobre todo, antimasculino Hay que agradecer a las teóricas feministas la enormidad de estudios que sobre cuestiones relacionadas con el sexo han impulsado desde hace un siglo y pico y, muy en especial, en los últimos 30-40 años. No discutiré sus aportaciones. Como tampoco rebajaré la inmensidad de posibilidades y variaciones y combinaciones que se le ofrecen al individuo al respecto del sexo. Mucho menos, el derecho de cada cual a hacer con su cuerpo y sus sentimientos lo que estime conveniente. Dicho lo cual, habré de reivindicar idéntico respeto para la persona y los derechos de quienes se sienten –nos sentimos- a secas, simplemente hombres, varones, machos si se quiere.

Es esta vertiente conspicuamente antimasculina la que más irrita a quienes por una u otra razón, topan con, se enfrentan a, o sufren el feminismo: “si quieren teorizar o proponer, que lo hagan pero, ¿por qué ha de ser siempre a costa de recortar derechos al varón, limitar sus inclinaciones o, sencillamente, arrinconarlo?”, explicaba un profesor universitario que había visto pasar por delante de sus narices a dos paniaguadas, colocadas bien arriba bajo presión de determinada política feminista y sin otro currículo que la larga militancia –política y feminista- de las dos adláteres. Este hombre que, inicialmente recurrió por vía administrativa y luego judicial, confiado en su valía, finalmente abandonó la lucha. ¿Y…? Años después, en un encontronazo profesional con una de ellas, fue calificado por la quídam como… “bragazas…”

Porque aquí reside, a mi entender, lo más negativo y peligroso de la teorización feminista, la carga profunda, sistemática y obsesiva contra todo aquello que signifique, incluya o apunte a masculinidad. El feminismo, y no sólo el teórico, se ha construido contra el hombre. Y, erre que erre, persevera en su intento y, en cuanto se presenta la ocasión, incrementa las arremetidas, sea menospreciando –por ejemplo en campañas de publicidad aberrantes-, sea legislando –la infame Ley integral contra la violencia de género-, sea intentando arrinconar lo masculino, desde el ámbito de la juguetería hasta el de la estadística, desde los

Al modo en que algunos antifascistas españoles “contra Franco vivían mejor”, las feministas se nutren de los permanentes disparates y patinazos de políticos descerebrados que tocan el culo a las secretarias o de publicistas con escasa imaginación. Y de asesinos que tiran de cuchillo o pistola, cierto. Circunstancias todas que, aisladas y hipertrofiadas –las muertes de mujeres a manos de maridos son, aproximadamente, el 6% del total de muertes violentas en España- acaban convirtiéndose en “agresión o crimen machista o de género”, a secas y, a continuación, en cuestión de estado. “El varón, arma de destrucción masiva” 168


intitulaba hace poco su artículo un columnista de EL PAIS, Ignacio Torreblanca, especialista en política él, nada menos.

historial y empezaron de nuevo: a la coreana –del norte- que diríamos.

Esta circunstancia pone al descubierto una de las innumerables debilidades del feminismo, en la medida en que sus posiciones están diseñadas más a la contra que a favor de. Es más, el feminismo intenta someter a sus dictados el pasado, el presente, la naturaleza y el futuro del varón, negando o satanizando, como quien dice, todos y cada uno de sus comportamientos, rasgos de su personalidad o aspiraciones: es antimasculino de raíz y pretende seguir siéndolo hasta la punta.

Porque el feminismo no está para bromas: ha vinculado su desarrollo a la difuminación y aplastamiento del varón, su realidad y su concepto y en ello le va la existencia: advertido quedas, amigo.

El feminismo es contrario a la liberación de la mujer y su peor enemigo

El lector interesado en el tema, quizás se despiste al dar sus primeros pasos en el campo feminista: le hablan con palabras dulces, intentan convencerlo de que el feminismo dispone de una hoja de ruta mucho más moderna y abierta, para arrastrarlo finalmente a la exigencia de aceptación incondicional de sus planteamientos: o asumes el feminismo o te quedarás en machista, retrógrado y reaccionario: si no se lo cree, entre en alguno de los innumerables espacios feministas –sea web, blog, ciclos de conferencias, periódicos…- e intente contradecirles, siquiera sea tenuemente. Yo lo intenté hace años en el diario EL PAIS y llevaron la cosa al extremo de bloquear la entrada de mis cartas a la dirección, no sé cómo lo consiguieron. Años después, intenté lo propio en el círculo FEMINISMOS del partido PODEMOS y, en dos meses, las controladoras del espacio, pura y simplemente, lo cerraron, borraron todo el

Tengo bien claro que la mejora de las condiciones de vida de cada grupo, cada sector de la sociedad, cada raza, cada país… sólo se consigue a través del esfuerzo de quienes integran esos sectores. Así ha sido igualmente con las mujeres. Lo que no invalida el importante papel que han jugado las organizaciones feministas en el proceso, proponiendo, orientando y dirigiendo a las mujeres en países, épocas y situaciones de lo más diverso. Mi punto de vista, hoy, es que ese papel dirigente ha decaído para convertir al feminismo en rémora ideológica y programática y a las feministas –al menos a la mayoría de quienes figuran al frente del movimiento- en simples tributarias de un pasado muy digno y en beneficiarias del espacio que sus antecesoras 169


abrieron en las instituciones y la sociedad actuales. En lugar de aprovechar los innumerables estudios realizados, los han esclerotizado, en lugar de hacer evolucionar las propuestas, las han petrificado alrededor de las que parecían más llamativas –el patriarcado dichoso-, en vez de avanzar el futuro, han intentado anclarlo al pasado, en vez de buscar la solidaridad del varón, lo han encadenado a sus caprichosas elucubraciones y a cambio de su complicidad, han despojado –o lo intentan- al hombre de lo mejor de su naturaleza, pretendiendo que sólo su parte femenina es aceptable en la sociedad contemporánea porque la masculina caducó y se ha vuelto inservible ni para la pareja ni para esa misma sociedad. El lector recordará aquella original aseveración de que si Lehman Brothers hubiera sido Lehman Sisters, probablemente se hubiera evitado la catástrofe financiera que dio origen a la crisis del 2008. Y no es un chiste, lo dijo Bibiana Aído que era ministra, no guardacoches en un supermercado y socialista, no ultraliberal.

serio, que otra cosa, para la liberación de la mujer de las ataduras que hoy entorpecen su desarrollo integral como personas. El pesimismo feminista pende sobre su pasado, al hacer de la mujer un simple servidor del varón patriarcal todopoderoso. El negativismo feminista condiciona su presente, cargado, a juicio de las feministas, de las cadenas de la violencia de género, la sexual, la laboral, la familiar, la publicitaria… Su desesperanza cara al futuro hace que muchas mujeres lo imaginen en autobuses rosa en que los varones viajan separados de las mujeres, obligadas a tirar de privilegios en el trabajo, en la política, so pena de no comerse un rosco en la vida, forzadas a tener al alcance el teléfono contra el maltrato y el boletín de denuncia… Y, al fondo, al final de los siglos, una sociedad en que, merced a los adelantos de la ciencia, y a tenor de lo que imaginan las feministas más radicales pero no las menos activas, será posible prescindir del macho para continuar la especie. El feminismo no diseña un futuro más libre y sugerente para la mujer sino un campo de concentración en que, rodeadas de salidos cavernícolas sin remedio, y protegidas de ellos por una omnipresente policía y una implacable justicia, sólo podrán vivir con tranquilidad al resguardo del varón violento e irresponsable y a la sombra de subvenciones y privilegios otorgados en nombre de la “discriminación positiva”. Y en compañía de hombres “feministas” que vistan camisas floreadas, frieguen platos sin parar, se tiñan el pelo de vez en cuando para potenciar su “lado femenino” y, sobre todo, lloren como magdalenas, sea mirando culebrones, sea evocando su infancia, sea añorando el paraíso feminista perdido.

Se entenderá que con estos presupuestos –y tantos otros que, sin duda, le sorprenden al lector cada vez que se asoma a los medios, oye la radio o soporta una tertulia televisiva-, quienes experimentamos una mínima empatía frente a quienes sufren discriminación o agravio de cualquier tipo, entre los cuales sin duda, aparecen las mujeres, alberguemos serias dudas sobre la capacidad del feminismo para orientar a las mujeres hacia un futuro más digno y justo. En román paladino, el feminismo actual no está capacitado para liderar el progreso de ese 50% de la humanidad que es la mujer. Mi opinión es que el feminismo se ha hecho más un obstáculo, y 170


Sabe Dios, es un decir, qué nos depara el futuro. Pero quienes lo imaginamos como personas, y en comandita mujeres y hombres, superado el racismo, archivada la guerra, desaparecido el hambre, encauzadas las muchas contradicciones que generan la sociedad y la convivencia, nos vemos obligados a diluir el papel del feminismo en ese futuro porque sus esquemas y sus planteamientos han quedado tan obsoletos como quedaron el geocentrismo de Ptolomeo o el éter de Aristóteles: puede que sirvieran en su momento, pero hace tiempo que mejor análisis y más amplios criterios obligaron a arrinconarlos en los trasteros de la historia: así veo yo al feminismo.

el reproche permanente, la exigencia desmelenada y la demanda de ayudas y dinero. Es una pena. Espero que, en breve, se hagan mejores análisis críticos del lamentable curso seguido por las teóricas y estrategas feministas. Mientras tanto, me atrevo a señalar algunas carencias o grietas que yo encuentro en la estructura de su argumentario, para uso –y desecho a beneficio de inventariode quienes empiezan a adentrarse en este oscuro y opaco mundillo del feminismo y aún siguen anclados a la idea de que es una opción progresista y de futuro. Sólo como ayuda para ayudarlo a evitar tropiezos o despistes, al paso, como si dijéramos. Encuentro, pues, que el discurso feminista es:

Los fallos estructurales en el discurso feminista

1. Excluyente: sólo acepta los datos que van a su favor y las circunstancias que abonan sus planteamientos. El mejor ejemplo, la negativa sistemática a reconocer que las mujeres generan tanta violencia como los varones, independientemente del resultado final del ejercicio de esa violencia. O la desaparición de asesinados por violencia en el seno de la pareja a manos de sus mujeres del cómputo que ofrece desde hace años el Instituto de la Mujer. O la negativa a incorporar al debate y elaboración de leyes a los colectivos de hombres por la custodia compartida. l

En la medida en que este libro no es ni ensayo ni estudio sistemático, a duras penas alegato, no pretendo referenciar con detalle la quiebra del que podría haber sido un movimiento progresista, al menos a nivel teórico y programático, y se ha quedado –si sus partidarias más inteligentes no lo remedian- en oleada que recoge muchas de las inquietudes, frustraciones y aspiraciones de las mujeres – de hoy y de siempre, y plenamente legítimas- para estrellar su enorme potencial transformador en los arrecifes de la queja,

2. Exagerado: Sencillamente, hoy en día, al menos en España, no se pueden aceptar las cifras en que el feminismo intenta, de entrada, encuadrar sus estudios o propuestas: el 80% de las mujeres ha sufrido acoso sexual, por ejemplo. El 171


feminismo no tiene el menor empacho en abultar las cifras hasta extremos ridículos y en adoptar puntos de partida que son vergonzosas peticiones de principio: esos datos tan abultados de acoso, están marcados por los criterios de quienes elaboran las correspondientes encuestas, ya deformadores de buen comienzo, es decir, adulterados desde la raíz. En este caso, se entiende como acoso hasta el piropo, que es agresión pura y dura para las radicales feministas americanas y nordeuropeas que inspiran buena parte de tales estudios. 3.

de las mujeres, cosa que nadie niega pero que no es del todo cierta: el voto femenino fue exigido por muchas mujeres… y defendido y proclamado y legislado por muchos hombres que sintonizaban con esa justa demanda. En fin, adéntrese el interesado en la prensa, los medios, la literatura feminista… y prepárese para encarar un interminable panorama de desgracias y penalidades de que son víctima las mujeres y de canalladas, abusos y privilegios que perpetran y que disfrutan los varones. Si lo que tiene en derredor y ve en su hogar o en su trabajo no casa, ni poco ni mucho con lo que describen las expertas en género, no se apure: se halla ante una de las más groseras manipulaciones estadísticas de la realidad, con el agravante de actualidad. Siga adelante, con cuidado y, si le sirven de algo las prevenciones que le pongo delante, ya me quedaré contento, aunque luego piense lo que le parezca bien, como debe de ser.

Reduccionista: la guerra es fruto del patriarcado.

4. Deformador: Atribuir al machismo la escasa presencia de mujeres en infinidad de ámbitos, el deportivo, el científico, el artístico… obviando el análisis de otras circunstancias. 5. Pesimista: la historia ha sido terriblemente dura con la mujer y la sociedad sigue siéndolo. Lo que no es del todo falso pero olvida y pasa por encima, por ejemplo, de la infinidad de mejoras y prestaciones de que han sido primeras beneficiadas las mujeres, por ejemplo, los electrodomésticos o la píldora anticonceptiva. 6. Desesperanzado: se haga lo que se haga y se mejore cuanto se quiera, para el feminismo todo va a peor para las mujeres: basta con escucharlas cada año con motivo de los innumerables “días conmemorativos” a favor de la mujer: contra la violencia, contra la mutilación genital, contra el cáncer de mama, contra la violencia sobre las niñas… Y, por supuesto, si en algo se ha avanzado, ha sido por el esfuerzo 172


feministas utilizan para imponer sus criterios, o sea, controlando la información, manipulando los datos, presionando y amenazando a políticos, jueces y periodistas, intentando condicionar la mente de las personas desde la infancia…Mucho menos, no se trata de prohibir el feminismo, vetar a sus líderes o restringir la expresión de sus ideas, como sí hacen las feministas con quienes se oponen a ellas. Ni, por supuesto, de encarcelar a nadie en función de determinadas ideas como proponen los políticos y ejecutan los jueces rendidos a la política de género.

El feminismo es tóxico para la democracia y encaja en la veta más negativa de la dinámica socio-política moderna

Porque el feminismo es tóxico para la democracia: porque echa sus raíces en teorías sólo sostenidas por conspicuas feministas, por muy famosas o gritonas que sean: la deformación del concepto de patriarcado, la petición de principio de su pervivencia milenaria, la necesidad de la que dicen discriminación positiva, el postulado de que el futuro sólo tiene sentido encadenado a las tesis feministas…

Las dinámicas sociales responden a un esquema dialéctico y, consecuentemente, arrastran al evolucionar elementos negativos junto a aquellos que las mejoran. Nadie duda hoy en día de que en España, en Europa y en casi todo el mundo, la democracia ha avanzado, y nadie –casi nadie- desearía dar marcha atrás hacia el pasado, por muy consciente que se sea de las carencias y limitaciones de la que hoy disfrutamos… y padecemos.

El feminismo es tóxico para la democracia porque fuerza a sus instituciones en un sentido sexista y, por lo tanto, reaccionario: leyes, presupuestos, criterios educativos…hasta e l p ro p i o a c c e s o a t a l e s i n s t i t u c i o n e s e s t á h o y sustancialmente mediatizado por las dichosas políticas de género: no se elaboran o desarrollan atendiendo a la igualdad de las personas sino a la supuesta inferioridad de las mujeres y a la necesidad de apuntalar su ascenso laboral o social.

Nuestra democracia, estamos todos de acuerdo, es imperfecta y mejorable, muy mejorable. Y defenderla y fortalecerla, tarea de todos quienes aceptan que es mejor la democracia que la falta de ella. Pues bien, yo entiendo que es obligación de cada demócrata posicionarse frente al feminismo y combatirlo. Y combatirlo, con las armas que permite la democracia y siguiendo procedimientos rigurosamente respetuosos con las personas y las ideas ajenas. No se puede combatir el feminismo al modo que las

La sombra del género, teorizado, proclamado, impuesto en cada ámbito y a cada nivel, oscurece cada actividad humana y deforma cualquier vista al pasado y, sobre todo, al futuro: la 173


igualdad esencial del ser humano, por la que tantos millones de personas lucharon y vertieron su sangre, de la que tanto se ufanaron los demócratas de todas las épocas y países desde la Revolución francesa en adelante –y antes si bien se mira- ha sido arrinconada por ese baldón que el feminismo ha echado sobre una parte de la humanidad, el patriarcado, el machismo que, a juicio feminista, sólo será superado mediante el férreo correctivo de las políticas de género: las mujeres, profetizan las feministas, sólo serán libres cuando proscriban el patriarcado en todos y cada uno de los estratos sociales e individuales, desde las leyes hasta los gabinetes de estética, desde las escuelas hasta las fábricas de juguetes, desde las iglesias hasta los consejos de administración: la igualdad ha muerto, viva la discriminación positiva, la persona caducó, arriba el género, la democracia puede esperar, lo importante es acabar con el patriarcado…: y quien considere que esto es exagerado, vuelva al maldito artículo de la Ley contra la Violencia de Género en que se aplasta la fundamental igualdad ante la ley penal para que emerja la radical diferencia de trato en función del sexo, del género, del justiciable. Y a quien aprecie alarmismo en quienes denuncian esa barbaridad, recuerden que nada menos que el Constitucional español sancionó el disparate, para vergüenza de la jurisprudencia española, de los parlamentarios patrios –sin excluir a ninguno- y de esa gran mayoría de jueces que agacharon la cabeza: ¿cabe sorprenderse ante la inmensidad de la corrupción, la irresponsabilidad ante la justicia de tanto preboste, la desvergüenza con la que la mayoría de ellos elude y se burla

del reproche social, cuando han pasado por encima de un precepto tan claro, tan rotundo…? Hace tiempo que el feminismo interpretó la democracia como mecanismo de disparo de su cohetería dialéctica contra el varón y a favor del posicionamiento de su gente en los puestos más cómodos y más lucrativos de entre los muchos que el ejercicio de la democracia genera. Con lo que varones y mujeres de buena fe, se verán obligados, en primer lugar, a desarraigar los residuos de predominio masculino que, efectivamente, aún quedan, y muchos, y, simultáneamente, a prevenir el desarrollo de la mala hierba sembrada en el jardín de la democracia por el feminismo: doble tarea, inmensamente ardua y, a juicio de muchos observadores de la realidad actual, con escasas posibilidades de éxito: aviso a navegantes…

El feminismo ha penetrado profundamente el tejido social actual Y no para potenciarlo y regenerarlo sino para envenenarlo. A pesar de que el feminismo es, sistemáticamente, una de las instituciones españolas peor valoradas por los ciudadanos, lo cierto es que sus planteamientos, la ideología que propugna, 174


han penetrado hondamente en el tejido social actual. Consiguiendo abrir una brecha, otra más, entre la sociedad y sus estamentos. Muchas personas, incluyendo una mayoría de mujeres, admiten que el feminismo es extremista, sectario y pernicioso pero, ojo, se andan con mucho cuidado para no excitar a la fiera feminista: cualquier juez –jueza- es bien consciente de la avalancha que le caerá encima si se atreve a dictaminar en contra de una mujer, supuestamente víctima de violencia de género. Cualquier columnista o editorialista, sabe perfectamente que será acribillado dialécticamente como ose opinar en contra de cualquier propuesta feminista, por muy descabellada que sea –Pérez Reverte, el académico, se convirtió en una bestia parda para las feministas por su defensa de la simplicidad de la lengua y su negativa a someterla a la aberrante presión del “género”: el famoso debate sobre el ellos y ellas, vascos y vascas, obreros y obreras… tan ridículo…-. Y para qué hablar de los políticos: sean bocazas como el alcalde de Valladolid o sesudos cuestionadores de determinados supuestos feministas, como el diputado Toni Cantó, pobres de ellos si resbalan un milímetro en las escurridizas escaleras que permiten acceder al parnaso del género. Empresarios, curas, futbolistas… se tientan los machos antes de abordar cualquier tema que tenga que ver con la mujer y sea susceptible de irritar al feminismo; y si no lo hacen…allá ellos por la que les puede caer…

no se puede negar la importante aportación que el feminismo ha hecho en pro de la igualdad de los sexos y su mutuo conocimiento. El problema empezó en el momento en que las feministas dejaron pasar por delante su ambición personal y su afán de medrar sin más mérito que su condición de mujer y se dedicaron a rentabilizar los esfuerzos sinceros de tantas feministas, en forma de cuotas de poder y subvenciones públicas. A partir de ese momento, la ideología se vació de dignidad para convertirse en cáscara hueca que cubre sus crecientes carencias y sus abusivas exigencias de privilegios: hueca y represora, la jaula del género. Hoy, desde los patios de colegio hasta los púlpitos, desde los gobiernos hasta las cátedras de matemáticas, desde los clubs deportivos hasta las oficinas de las productoras de cine para adultos, todos quienes se mueven e interactúan, lo hacen con infinito cuidado para no herir la sensibilidad feminista. ¿Es esta actitud progresista…? ¿es el miedo revolucionario…? ¿es la ideología feminista, impuesta a base de acritud, de sanciones, de multas, de amenazas…atractiva para la gente, para la juventud, para el intelectual…?: a las pruebas me remito, obviamente, no, rotundamente no. Por mucho que ellas insistan y aprieten más y más las tuercas.

Sí, la ideología feminista ha penetrado el tejido social. ¿Ha logrado mayor respeto a la mujer, ha reprimido comportamientos machistas, agresivos, idiotas…? Sin duda: 175


cuotas. Salvo en aquellas instituciones en que mandan ellas, como los Institutos de la Mujer, aquí no hay cuota que valga.

El feminismo y el poder

Algunos partidos feministas, con declarado objetivo de gobernar, ya han hecho acto de presencia en el panorama político español pero sus resultados no han sido lo que se dice satisfactorios: la abogada española, Lidia Falcón, tan inteligente como incapaz de aceptar la realidad, tan feminista como radical, lo intentó sin el menor éxito apreciable. Y es que el feminismo, al que tengo por esencialmente parasitario, ha intuido con claridad que por ese camino, el de asaltar el poder a las bravas, no tiene nada que hacer. Y ha optado por situarse a su sombra, fagocitarlo en la medida en que le sea posible, pervivir a costa de quienes lo detentan –hombres o mujeres- y, desde su posición de beneficiario, intentar lo que llaman revolución feminista: imaginario proceso que un castizo caracterizaría como “hacer tortilla sin romper huevos”.

Seguí con curiosidad la asamblea fundacional del partido PODEMOS y fui testigo del júbilo de las feministas que lo integran tras darse a conocer la lista de las personas que lo dirigirán desde lo que llaman Consejo Ciudadano: “Nace Podemos, la organización más democrática que ha conocido nuestro país, con un Consejo Ciudadano y una Comisión de Garantías Democráticas compuestos por el mismo número de mujeres y de hombres. Nace Podemos, que será la voz de los movimientos feministas en las instituciones. Cambia, todo cambia. Una secretaría General, un Consejo Ciudadano y una Comisión de Garantías Democráticas que velarán porque esta revolución sí sea feminista”. En esta línea se manifestaban algunas de las participantes en los espacios que conforman sus redes sociales.

Las feministas, a las que no se les cae de la boca la palabra “poder”, aluden sin parar a él pero lo ven más que como algo a poseer, como una realidad a la que exprimir: les sale más a cuenta ejercer de okupas que acceder a la titularidad del edificio en que se asienta el poder. Ignorando los complicadísimos resortes que engranan y disparan el acceso, la posesión y el mantenimiento del poder, reducen sus respectivas dinámicas a la sexual, las colocan a rebufo del patriarcado y encomiendan su mejora en el futuro a la mayor entrada de mujeres a los centros de poder, sea éste político, económico o…religioso, que también.

El movimiento feminista, tan creativo, ha renunciado, desde sus orígenes, al objetivo de detentar todo el poder, en exclusiva. Parecería que, en función de sus ideas sobre el patriarcado, el universal predominio de éste y la escasa inclinación del varón a las reformas que tanto pregona, el feminismo concluyera de alguna manera que la única forma de avanzar hacia el futuro que imaginan, sería la revolución feminista que publicitan ampliamente y la consecuente toma del poder de la que nunca hablan. Pero no, lo suyo son las 176


Esta dinámica entrista les ha ido maravillosamente bien, a la vista está. Millones de mujeres, en el mundo entero, se han colocado, desde las brigadas –diurnas- de limpieza urbana hasta los consejos de administración de grandes empresas – las pequeñas, ni tocarlas, que en ellas hay que moverse mucho y se cobra poco o nada-, desde las concejalías en los pueblecitos hasta los tan ricamente asistidos escaños en el parlamento europeo. Millones de mujeres, por el mero hecho de serlo, se han beneficiado de la queja feminista que lamenta la menguada utilización del riquísimo patrimonio de la “mitad de la humanidad”: en España, el número de funcionarias ya superó al de varones, léase, en puestos cómodos, generalmente bien pagados y con carácter vitalicio. El feminismo, que perdió la oportunidad histórica de promover el acceso a cargos públicos en función exclusivamente de los méritos de la persona, hombre o mujer, -una viejísima aspiración de la humanidad, desgraciadamente aún incumplida- ha presionado incesantemente para colocar mujeres por el mero hecho de serlo. Y adornan ese curioso asalto al poder, que hubiera descolocado a Robespierre o a Lenin, con florituras no menos originales: las empresas que cuentan con más ejecutivas obtienen mejores resultados en la bolsa, las mujeres trabajan con más intensidad porque desean acabar antes la jornada para ocuparse de los hijos, las mujeres dan colorido, con sus vestidos alegres, a los parlamentos …

lector conoce muy bien porque es la cara guapa de un telenoticias, Carme Chaparro –El Mundo. 02.11.2014“Tendremos que esperar. Mientras, les cuento algo que ya está ocurriendo. ¿Qué hace que un jefe -hombre- sea más generoso y asertivo con sus empleados que otro? Pues que tenga hijas. En un extenso estudio en más de 10.000 empresas de Dinamarca durante 10 años, un grupo de investigadores ha descubierto que los jefes más generosos son los padres de niñas. Curiosamente, sucede todo lo contrario si solo tienen niños varones: pagan sueldos anuales de cien dólares menos que antes de ser padres. ¿Por qué? Los investigadores apuntan al tradicional rol del sustento familiar, derivan los recursos de la empresa hacia su familia en vez de hacia sus trabajadores. ¿Por qué con las niñas es al revés?, ¿por qué esos jefes pagan más? Porque el cuidado de las hijas ablandaría a los hombres. Peinarlas o jugar con ellas a las muñecas introduce al padre en papeles más empáticos hacia otras personas. Varios estudios ya apuntaban en esa dirección, los padres de niñas donan más a causas benéficas o apoyan políticas de protección social, una influencia que también se nota en hombres que han tenido muchas hermanas. No me digan que no podemos cambiar el mundo.”

¿Para quitarse el sombrero o… para llorar…? Pues esto es feminismo, amigos.

Aunque en este libro he eludido las engorrosas citas que, para mi gusto, tanto dificultan la lectura de textos, no me resisto a ésta, parida por una mujer a la que seguramente el 177


versatilidad, obligan a concretar un poco cuando se aplica a un determinado supuesto: no es lo mismo la dictadura nazi que la de la moda o la de los talibán que la que ejercen los niños malcriados sobre padres excesivamente complacientes. Y, naturalmente, no es lo mismo la “dictadura violeta” que muchas otras formas –incalculables- de aprovechar el poder y sus recursos para privar a otros seres humanos de sus derechos y libertades. No me veo en condiciones, aquí y ahora, de describir con suficiente detalle ese régimen de opresión del varón instaurado por el feminismo a lo largo de los últimos 50 años y muy fortalecido entre los finales del siglo XX y la actualidad. Por lo que me limitaré a esbozarlo, con trazo grueso, a la espera de que otras personas se dispongan a completarlo y mejorarlo y, si procede, superarlo.

La dictadura violeta El juez Serrano es un profesional sevillano que, si no me equivoco, ha sido apartado de la carrera como consecuencia de una decisión y de una trayectoria judicial que irritó sobremanera a las feministas andaluzas –de las más duras entre las españolas, que no en vano, tienen bien engrasados por la Junta los ejes de sus carretas de género-. Este hombre ha escrito un libro intitulado “La dictadura de género”. Y le puedo asegurar al lector que el autor sabe muy bien de qué habla en uno de los escasísimos estudios al respecto escritos y editados en España. Para describir la inmensa, omnímoda y asfixiante tela de araña tejida por el feminismo español alrededor de las instituciones y de las personas a fin de materializar sus objetivos y colocar en los centros de decisión a sus paniaguadas, yo prefiero la locución “Dictadura violeta”, en función del color que distingue a las feministas. Entiendo que la mía tiene mayor amplitud descriptiva que la escogida por Serrano pero, en el fondo, hablamos de lo mismo, de una indebida opresión ejercida por la casta feminista sobre el conjunto de la sociedad española, en especial, sobre los varones.

1. Realidad de la dictadura violeta. Antes de enumerar sus rasgos, quizás convenga insistir en la propia existencia y realidad de tal dictadura: ¿dictadura de las feministas…? ¿en un mundo machista, patriarcal…?: hombre, no fastidie, está usted proponiendo un auténtico disparate, imaginando, viendo fantasmas femeninos en un universo en que los hombres hacen y deshacen, violan, agreden, ofenden sistemáticamente a las mujeres, las desprecian, ignoran y arrinconan desde las casuchas africanas hasta los lujosos despachos de Wall Street. ¡A otro perro con ese hueso… ¡ ¡dictadura violeta, opresión institucionalizada de los hombres por las mujeres…¡ ¡venga ya…¡

El término “dictadura” se emplea para calificar, más bien, descalificar muchas realidades y para muchas otras cosas, sin que, por suerte, haya perdido su histórica connotación negativa. Esta amplia utilización del término y su consecuente 178


No intentaré convencer a quien, de entrada, entienda mi propuesta como fantasía o como intento de darle salida en el mundo actual a la eterna oposición masculina –dicen- a la actividad y las pretensiones de las mujeres. Me limitaré a coger de la mano a ese o esa escéptico-a lector-a y llevarlos conmigo junto a Ahmed Tommohui, el marroquí que pasó 13 años en una cárcel barcelonesa, acusado de y condenado en firme como autor de varias violaciones. Cuando el buen hombre cumplía ya cuatro o cinco, se hizo evidente para jueces, policías, parlamentarios catalanes… que era inocente, totalmente inocente. Pero Ahmed continuó en prisión otros diez años hasta cumplir íntegramente la condena mientras los gobiernos, de Aznar y de Zapatero, rechazaban las repetidas peticiones de indulto: la razón era obvia y la expresaron contundentemente varias feministas: “no pasa nada porque éste pague por todos los violadores que se escapan sin castigo”. Su compañero, marroquí también y también condenado en falso, no tuvo tanta suerte, murió en prisión. Semejante indignidad, de la que España debería avergonzarse, fue perpetrada por políticos rendidos al feminismo, que se regían por criterios de corte feminista, incapaces de oponer la evidencia y la justicia a la presión de colectivos de esa orientación.

varones han sufrido y sufren como consecuencia de la existencia de esa losa políticamente correcta que pesa sobre quien manda y que le impele a ceder al feminismo antes que promover la justicia: la propia Ley integral de medidas contra la violencia de género, de 2004, es la expresión más palmaria de ese ambiente represor contra los varones, alimentado y estimulado permanentemente por el feminismo, que en 10 años ha llevado ante los tribunales a más de un millón y medio de varones, de los que han salido condenados un 15%: al parecer, bajo el nazismo, no se alcanzó ese nivel de denuncia contra los judíos. Hoy día, muchos varones declaran sentirse aterrorizados por las amenazas de sus compañeras que saben muy bien que un telefonazo al famoso 016 –que no deja huella en la factura, repitensignifica la detención inmediata del varón y su inculpación sin más prueba que el testimonio de la “víctima”. Bien, a este régimen, en 2014, en que se obvia la presunción de inocencia para el varón, la presentación de pruebas y la condena con garantías, siempre al amparo de la ley, al régimen que ignora artículos tan contundentes como el 14 de la Constitución española, yo lo califico de dictadura, vayan sus ejecutores con uniforme o se limiten a militar en cualquiera de los miles de asociaciones de mujeres declaradas en España.

¿Un grano hace granero… un caso aislado dibuja un régimen dictatorial…? Claro que no: pero sería interminable la lista de varones que han dado con sus huesos en el talego acusados en falso por sus compañeras, de maltrato, de violación… desde el Lute, hasta el marido de Lidia Bosch, desde peones hasta abogados, desde mendigos hasta aristócratas, miles de

Y no, no se trata sólo de denuncias y cárceles: separaciones matrimoniales, custodias de hijos, acceso a puestos magníficamente remunerados, derecho de veto de unas y otras manifestaciones artísticas o deportivas, facilidades, 179


becas, espacios en medios de comunicación… hacen grande el nubarrón de abusos contra el varón en nombre de la represión de la violencia contra la mujer –que también existe, por supuesto y nadie discute-.

“antimasculinas”, al estilo de las que, especularmente, sí existen en países de radical observancia islamista para reprimir y castigar a mujeres que no se cubren con el velo o conducen su propio automóvil. Pero no piense el lector que no les ha pasado por la cabeza a determinadas feministas, organizar grupos que detecten al “violador o agresor” para informar a la policía. De momento, ahí están los carteles en todos y cada uno de los departamentos oficiales, con el reclamo “Denuncia”, por supuesto, al varón, si eres mujer. Los sistemáticos y exitosos intentos de instrumentalizar al médico, al policía, al familiar, al enseñante, a los propios hijos… para que denuncien al varón al menor indicio de “agresión o maltrato”, van por ese camino, el de convertir todo el aparato administrativo en jaula feminista en que encerrar la entera existencia del varón, hasta en la cama, que se dice pronto. Esta proliferación de anuncios, de normas y de exigencias sólo es equiparable a aquellas en que, en situaciones bélicas, los gobiernos instan a los ciudadanos a estar vigilantes contra infiltrados, espías y traidores: es decir, en situaciones de ocupación militar o de dominio colonial.

Admítaseme, pues, al menos en este texto, la existencia de hechos que sólo es posible perpetrar en regímenes en que su beneficiario es alguien que, conscientemente, abusa de la víctima; de realidades en que un sector de la población sufre como consecuencia de una mala práctica por parte de otro, en nuestro caso, en que muchos varones padecen porque a algunas mujeres les resbalan los derechos de quien a ellas les parecen enemigos: a esto es a lo que yo llamo dictadura y apellido violeta. Admítase, pues, que hay fundamento para formular esa hipótesis, la de que una minoría de mujeres, feministas, aprovechan el ambiente, la historia, la inconsecuencia de quienes gobiernan… para obtener ventajas y privilegios a costa de mellar o aplastar los de muchos varones.

2. Dictablanda pero omnímoda y omnipresente. 3. Los medios de comunicación, compañeros de viaje del feminismo y sostenedores de la dictadura violeta

La dictadura violeta se ha adaptado perfectamente a la realidad democrática actual del mundo llamado occidental; en particular, a la realidad democrática española. Esto significa que no se puede permitir demasiadas actuaciones descaradamente agresivas o violentas: todavía no han conseguido –aunque lo han intentado en alguna ocasión- el visto bueno legal para institucionalizar patrullas o policías

La dictadura violeta ha conseguido, hoy, un aliado inapreciable: el conglomerado de los medios de comunicación. Bien se puede afirmar que no hay periódico, impreso o digital, televisión o red social que no esté tutelado, amenazado y condicionado por el feminismo. Es más, en 180


muchos de ellos son mujeres y feministas declaradas quienes ejercen un control exhaustivo a favor de la difusión del feminismo, en contra de la aparición del menor atisbo de crítica de sus planteamientos.

prácticamente imposible. Recuerdo el día en que una tripleta de consagrados lamedores de cada trasero que se les pusiera a tiro, arremetió en una popular cadena de televisión contra Violeta Santander, una supuesta víctima de agresión que se resistía, a cara descubierta, a aceptar sentirse tal. A la ínclita Pilar Rahola, le faltó abofetear a la pobre mujer para que, contra su evidente sentimiento, ésta aceptara que era víctima de maltrato. No recuerdo una escena televisada tan indigna y vergonzosa…

Hace unos años, TVE anunció la reemisión de la famosa película, ACOSO, en que se describe como una alta ejecutiva abusa de un subordinado sin más motivación que la sexual. Pues bien, una sección de CCOO, feminista evidentemente, se alzó en contra y consiguió que la dirección de la cadena retirara el film de su programación, al menos en aquel momento. El País, sedicente medio de la progresía española, es absolutamente inaccesible para quien declare la menor discrepancia con respecto al esquema ideológico y programático feminista.

5. Penetración universal en las instituciones. La dictadura violeta aprieta, y sin contemplaciones, a quienes se mueven en los ámbitos en que se dictan y se aplican las leyes: o sea, en los parlamentos y en los juzgados. Pobre del parlamentario que se permite poner en duda alguno de los intocables principios feministas: Toni Cantó, el diputado de UPyD, que osó sacar a colación en sede parlamentara el asunto de las denuncias falsas, sufrió tal acoso feminista que, para su vergüenza, dio atrás en un punto que, con más decisión de su parte, hubiera sido de inflexión en el tratamiento aberrante que, actualmente, se hace de la violencia en el seno de la pareja.

4. Complacencia de creadores de opinión con el feminismo. Este aliado estratégico del feminismo que son los medios, está reforzado por la complacencia de los llamados creadores de opinión, léase periodistas, columnistas, tertulianos… que, con increíble desvergüenza, asienten a cada propuesta, queja o disparate feminista con un entusiasmo digno de mejor causa: es de ver cómo la mayoría de opinadores, desde el papel o la pantalla, se tragan sin despeinarse cualquier aseveración profeminista aunque vaya en contra de la evidencia e, incluso, de sus propias experiencias. En conjunto, eludir el cerramiento virtual fabricado por esta inmensa panda de cobardes, resulta

Mucho más relevante ha sido la opresión feminista ejercida sobre los jueces y… las juezas, aquellos profesionales de la judicatura que, por su oficio, perfectos conocedores del ignominioso trato que reciben la mayoría de varones en sede judicial, han levantado la voz exigiendo que se retire la infame 181


Ley o, al menos, aquellos artículos manifiestamente anticonstitucionales. Y me atrevo a escribir “anticonstitucionales” porque por mucho que el Tribunal Constitucional haya declarado tales artículos acordes con la Constitución, hasta el más pardillo de los cazurros españoles sabe que el famoso artículo 14 no admite la menor interpretación discriminatoria. Una vez más, habrá que recordar que el TC falló a favor de ese disparate –siete a cinco-, ¡merced al voto decisivo de su presidenta, la ínclita María Emilia Casas, pillada in fraganti en flagrante, valga la redundancia, violación de sus atribuciones como magistrada, cuando asesoraba, nada menos, que a una mujer que había asesinado a su marido¡

resquicio sin tutelar y condicionar y que son mecanismo de colocación de infinidad de feministas. Parlamentos, concejalías de la mujer –prácticamente, no existe ayuntamiento en España que no cuente con una y su correspondiente dotación presupuestaria-, cámaras de comercio, institutos de la mujer, cátedras de género, cursos, convenciones, congresos… no se encontrará institución, grande o pequeña, consolidada o recién llegada, que no cuente con departamento separado en que, supuestamente, promocionar a la mujer y, de paso, bloquear la entrada del hombre y, a menudo, expulsarlo sin contemplaciones. El feminismo, sin pausa, con prisa, con agria insistencia, ha copado todas las instituciones españolas para reorientarlas, no a favor de una mayor participación de la mujer como pretenden sino de la agobiante influencia del feminismo y su manera de entender las cosas.

Sin embargo, no hay que ir tan arriba como al TC para constatar la permanente presión que las feministas ejercen sobre los jueces que entienden de violencia en el seno de la pareja: el juez Serrano, aludido más arriba, la jueza María Sanahuja, la jueza que se ocupó recientemente de la falsa denuncia de violación de una chica en Málaga… sería interminable la lista de jueces –y juezas, insisto- insultados, amenazados, expedientados… por intentar poner un poco de cordura en ese inquisitorial mundillo en que se decide sobre la libertad o la prisión, sobre muchos años y mucha vida de muchos varones… con leyes medievales en la mano.

6. Penetración ideológica Este dominio por el feminismo –que nada tiene que ver con el acceso merecido de mujeres a centros de decisión- de las instituciones públicas y el asalto, en marcha aunque no consumado, a las privadas, se justifica –o se intenta al menos- ideológicamente mediante toda una batería argumentativa que empieza en la escuela primaria y, sin solución de continuidad, acaba en la universidad –se intenta imponer la asignatura “de género” en las facultades-,

Mencionaré, aunque sólo sea de paso, la espesísima red de juzgados de violencia de género, observatorios de violencia, fiscalías, grupos policiales, campañas… que no dejan

182


atravesando todos y cada uno de los espacios en que transcurre la vida social: innumerables “días de la mujer” a lo largo del año, permanentes campañas de inaceptable agresividad contra el varón, represión del menor intento de sacar la cabeza del sentimiento viril, llegan a los colegios, a las fábricas –departamentos de control de las relaciones entre los trabajadores-, a los patios escolares –se ha intentado frenar la afición al fútbol de los chavales- y hasta a las iglesias, y mira que son reacios los clérigos a cualquier avance de la mujer… Aunque el feminismo es sistemáticamente rechazado y denostado por la abrumadora mayoría de la opinión pública, las feministas no pierden ocasión de insistir machaconamente en sus lemas, -la mujer es oprimida, la mujer es agredida, la mujer es violada, cobra menos que los hombres, sufre el techo de cristal…- para sostener el mito de la dominación masculina, el sufrimiento femenino y la urgente necesidad de reprimir el machismo y… sobre todo, dotar económicamente sus campañas, sus cátedras y sus vigilantes de la ortodoxia feminista. La supuesta posición de debilidad en que las feministas intentan colocar a las mujeres, se contradice con la fiereza y la agresividad con que se alzan ante lo que ellas entiendan como limitación de sus derechos. Lamentablemente, hay que admitir que esa penetración ideológica, a día de hoy, ha logrado un éxito que nadie hubiera augurado en un mundo, supuestamente, dominado por los hombres y sus criterios. Este mundo, el actual, en que, efectivamente, aún subsisten infinitos registros machistas, está ya permeado por los feministas, mucho antes de que se hubiera planteado una sana discusión sobre la igualdad de los sexos.

7. Justificación estadística, histórica y política Como suelen hacer las dictaduras, la feminista intenta fundamentar sus despropósitos en la historia, la sociología y la ciencia y dar vigor a sus alternativas de futuro mediante el recurso a la estadística y a las más solemnes declaraciones de derechos. No intentaré deshacer en tan corto espacio el embrollo en que se mueven y en el que, por desgracia, enredan a buena parte de la sociedad, incluida la más bienintencionada. Solamente reiteraré dos datos a los que ya he aludido: si la vida de la mujer es tan dura con respecto a la del varón, como pretende el feminismo: ¿por qué, en todas las circunstancias, sin excepción, geográficas, políticas, bélicas, ellas viven un 10% más que los hombres? Y ¿por qué, después de más de 10 años de vigencia de la española Ley integral de medidas de protección contra la violencia de género, no han conseguido el menor avance en este campo? El primer dato evidenciaría la necesidad del feminismo de revisar sus planteamientos históricos y antropológicos y el segundo quebraría su pretensión de que con criterios feministas se corrigen desajustes sociales y se abre paso al futuro, por cuanto la Ley sólo ha servido para castigar a los varones, a nivel masivo, sin conseguir evitar ni una sola muerte de mujeres.

En resumidas cuentas, un régimen que parasita la democracia y todas y cada una de sus instituciones, que es capaz de normativizar la exclusión, la sanción y hasta el 183


castigo penal y el encarcelamiento de aquellos a quienes tiene por enemigos, que mueve todas y cada una de las palancas de condicionamiento social como son los medios y las escuelas, que atemoriza y acosa a quien diverge… esto es lo que yo llamo dictadura, supresión violenta de derechos de una mayoría, y apellido violeta, por el color con el que gustan identificarse las feministas.

pocos libros críticos con el feminismo y se publican muy escasos artículos de opinión en los medios de comunicación. Y c u a n d o a p a re c e n , e l c h o r re o d e e x a b r u p t o s , descalificaciones y amenazas de feministas es tal y tan agrio que, literalmente, algunos críticos –o políticos como el diputado de UPyD, Toni Cantó- han tenido que batirse en retirada, agobiados por la presión. Los antifeministas, pues, no lo tenemos nada, pero que nada fácil: y no sólo para rectificar leyes disparatadas –la inicua Ley contra la violencia de género- o establecer normas justas –que el Instituto de la Mujer abra sus puertas al varón y, por ejemplo, se transforme en Instituto de la Persona o algo asísino ni siquiera para ganar una mínima presencia en la sociedad y en los medios. Lo peor no es, sin embargo, la falta de presencia y de fortaleza de la crítica al feminismo: lo más siniestro es el enorme sufrimiento que afecta a miles – decenas, cientos de miles quizás- de varones como consecuencia de la prepotencia y del ejercicio de la dictadura feminista.

Qué hacer En España y, hasta donde yo sé, en otros países en que las personas más concienciadas ya están en alerta frente al feminismo, el discurso feminista se ha impuesto a nivel social –medios, instituciones, discurso público de los “creadores de opinión”…-.Y, lo que es peor, la tenaza ideológica y política feminista no afloja sino que trata de reforzar su presión y extenderla incluso a espacios que, por lo que sea, considera susceptibles de ser sometidos a su influencia: educación infantil, historia, deporte… Los antifeministas no nos podemos dar a engaño: el feminismo ha penetrado profundamente en nuestra sociedad y ha llegado y está ahí para quedarse. Por el contrario, el antifeminismo, a día de hoy, circula por las catacumbas de las redes sociales y, con enormes dificultades, consigue alguna presencia pública cuando demanda cosas cuya reivindicación, de no registrarse en fotos y vídeos, parecería fantasía de novela de terror: la custodia compartida o la igualdad ante la ley. Se editan muy

No se me ocurre nada para un esbozo de plan a seguir por quienes no aceptamos esta situación: ni hay apenas organizaciones que la combatan, ni las que existen disponen de reconocimiento ni presupuesto oficial alguno que sostenga la reivindicación de sus derechos, ni son admitidas como legítimas ni consiguen traspasar las puertas de los parlamentos en que se elaboran leyes… Ya no digo influir en la normativización de los programas educativos, formar a los niños en línea con su naturaleza y sus posibilidades sin tratar 184


de castrar su virilidad, potenciar lo positivo de la masculinidad, contribuir al mejor entendimiento entre los sexos sin exigir subordinación del uno al otro…

decidimos”, se transustancia en “los hijos son de las madres”: los hijos… y la pensión, la casa y la posesión de los críos a todos los efectos, incluido el de comer el tarro de los indefensos infantes, si a la madre le conviene despellejar al padre y, si es el caso, a su nueva novia.

Imagino que no queda más remedio que agarrarse a lo que hay: como se dice por ahí, “con estos bueyes tenemos que arar”. Al varón, que tantas veces tuvo que adentrarse en desiertos temibles, subirse a barcos o a naves espaciales sin billete de vuelta y emprender conquistas de lo desconocido, al varón, acostumbrado a lidiar con dictadores, asesinos y sinvergüenzas, no le queda otra que arremangarse para encarar este nuevo desafío, esta vez, a la esencia de su virilidad. Habrá de empezar por oponerse a los intentos de menoscabarla, recortarla y condicionarla. Tendrá que continuar defendiéndola en los tribunales, en los ayuntamientos, en los parlamentos… a brazo partido porque en tales instancias no se respira, hoy, otra cosa que el fétido aroma feminista. Ahí están las asociaciones por la custodia compartida que con una actitud que no puede calificarse sino de heroica, continúan demandando una cosa que más bien parecería propuesta feminista: la custodia de los hijos, compartida entre marido y mujer, una vez disuelto el matrimonio. Curiosamente, es hoy el tupido entramado feminista de ideólogas y abogadas el que con más empeño se opone a compartir la custodia. De este modo, al feminismo le parece de perlas que se compartan las faenas del hogar, fregar, cocinar… y proponen constantes campañas para fomentar el reparto de ellas… hasta que llega el divorcio: a partir de ese momento, el bucle feminista hace que las cosas vuelven al principio y lo de “nosotras parimos, nosotras

Encuentro una dificultad más, en el que presumo complicadísimo itinerario hasta ese hoy por hoy inimaginable espacio de equidad real entre los sexos, sin prevalencia de uno ni de otro: me refiero a la extraña asimilación acrítica del feminismo por los varones –muchos varones- que, ciertamente, son quienes en su mayoría, siguen ocupando los puestos de mando político, económico y social aunque no sé si mandando de hecho y de derecho: el pleno del Parlamento español votó en 2004 por unanimidad la Ley contra la violencia de género que, manifiestamente, convertía al varón en rehén de los presupuestos feministas más reaccionarios. Aquel día y en aquel acto, celebrado ruidosamente por las feministas como una victoria histórica, quedó bien retratada la supeditación del varón –del que ocupa las instituciones- a los alucinantes caprichos del feminismo al que importó tan poco una constitución contundente como una igualdad ante la ley y unos derechos humanos larga y penosamente conquistados. Si las tragaderas de todo un parlamento estatal en pleno –la máxima institución representativa de un estado que es sistemáticamente calificado por el feminismo de patriarcal y machista- admiten la deglución de semejante marrón, ¿de qué no serán capaces los concejales en los ayuntamientos, los funcionarios en sus oficinas ministeriales y juzgados, los técnicos en las instituciones…? Como los 185


calzonazos peliculeros y los bragazas de los chistes, como los hipócritas meapilas que maldicen la prostitución para descolgar el teléfono y reservar hora en las casas de putas, como los cobardes creadores de opinión que abominan de la violencia contra las mujeres en tanto que sacuden a la suya, los varones españoles o, al menos los que “mandan” –léase, ocupan puestos de mando- son bien capaces de compatibilizar ante las cámaras y, quizás en su propia mente, un airado rechazo del machismo más rancio y cutre con la más penosa sumisión a los dictados y a las descaradas presiones del feminismo, sin que les avergüence por un momento la renuncia a los sagrados principios de la legalidad y la prevalencia de la ley: dame pan y llámame perro, con tal de no tener problemas, me las trago tan grandes y dobladas como me las pongan delante.

pretensión de avergonzar al hombre por serlo, de condicionar al niño para que deje de sentirse varón y comportarse como tal, a la niña para que interiorice el terror al hombre… Rebelión con los pies en el suelo pero bien asentados en la conciencia de virilidad: somos lo que somos y hasta aquí hemos llegado, con un poco de cada en la mochila: ni ángeles ni demonios, ni blanco ni negro, ni machistas ni feministas… varones a secas, para bien y para mal pero varones en definitiva: sin marcha atrás, sin complejos, sin miedo. Despojados de soberbia porque, ciertamente, hemos hecho muchas cosas mal y las seguimos haciendo y revestidos del sano orgullo de la hombría. Conciencia de nuestra naturaleza y rebelión frente al intento de diluirla o condicionarla: es todo lo que se me ocurre ofrecer desde aquí al desesperado varón denunciado en falso, condenado injustamente, tachado de machista por exigir equidad…Y, a partir de aquí, lo que las personas –ellos y ellas- sean capaces de idear y, con mucha paciencia, llevar a cabo: porque para esto hace falta mucho más que un alegato y un llamado a la atención. Individuos y colectivos han hablado de fundar periódicos, abrir webs y mecanismos de contacto a través de las redes sociales, constituir asociaciones… Y muchos ya han puesto manos a la obra: que tengan coraje y acierten: piensen en el histórico fracaso feminista y traten de que no se replique cuando buscan la mejor salida para el enrevesado rompecabezas de las relaciones entre los sexos.

Frente a tan decepcionante panorama, los varones –y las mujeres- que no aceptamos los criterios del género, quienes pensamos que la virilidad es un activo para la humanidad y quienes apostamos por un futuro de igualdad en la diferencia de los sexos y rechazamos la supeditación de uno al otro y del otro al uno, no tenemos de salida otra alternativa que la rebelión: intelectual, moral, social, política, programática, ideológica, personal… pero rebelión. Rebelión frente a injusticias manifiestas, como ya hacen algunos varones en los juzgados, rebelión frente al intento de imponernos la losa del género, rebelión ante la manipulación estadística y la política de hechos consumados, frente a la agresividad de la mujer en la pareja, de la publicidad en los medios, de la corrección política en las proclamas partidistas; rebelión ante la 186


Entretanto, y si algo urge, es la vuelta al sentido común y el regreso a la consideración de la vida y de la sociedad y de las relaciones entre personas con criterios de equidad, de respeto y… de normalidad, estaba a punto de escribir, vulgaridad. Porque no es de recibo el enfoque feminista –las gafas violeta, gustan de decir- sobre cualquier aspecto, por mínimo que sea, que se les ponga a tiro y les sirva para agitar el panorama: en la picadora del patriarcado cabe todo para hacer salchichas de género.

con suficientes opciones de plenitud, para que venga el feminismo a revolver los cimientos de la convivencia hasta que ésta retorne al campo de concentración del género. Por eso, si de algún modo, creo, se podría empezar plantando cara al feminismo, sería devolviendo a su estado de irrelevancia la mayoría de los ámbitos que las feministas, ávidas del dinero público, insisten en “feminizar”. De acuerdo en combatir sin descanso la violencia, la ablación, el asesinato de mujeres… y todos aquellos aspectos que realmente implican desigualdad. Pero dejemos en paz todos los demás, que, por suerte, son la mayoría.

No se puede admitir la sumisión a esa perspectiva, la del género, de los últimos y más irrelevantes rincones de la relación humana: doblar las piernas, orinar, rozarse en los metros atestados de gente, enchufar la lavadora, contar chistes… esto y todo, sin excepción, se encuentra hoy sometido a la vigilancia talibán de las patrullas feministas y a los rigurosos e inquisitoriales criterios del feminismo. Y denigrado, condenado y criminalizado sin el menor escrúpulo.

Estadísticas: con mucho cuidado, que no todo está tan claro como pretende el feminismo

El hombre y la mujer normalitos, que se buscan la vida como pueden, que nunca hacen daño a nadie, que trabajan y aman y sufren y que, si molestan, piden disculpas y siguen adelante, ese hombre y esa mujer, son sistemáticamente asaltados por las feministas para que satisfagan el peaje feminista en el trabajo, en el hogar, en la política, en el cine… ¡Déjennos en paz, señoras, permítannos vivir sin más complicaciones que las que nos toca encarar, que no son pocas! La vida, pese a todo, es bella y, hoy día, hasta con pocos recursos y un poco de inteligencia, se puede afrontar

Forges, el genial humorista que empezó dibujando “Conchas gordas” como oponentes de “Marianos calvos” para reciclar a las primeras en inteligentes mujeres con gafitas que se siguen burlando del tonto del haba de su marido, es un ejemplo conspicuo de la influencia del feminismo en todos y cada uno de los sectores que conforman la sociedad. Forges 187


se apunta a cada campaña feminista en pro de esto y lo otro pero parece no haberse enterado de que también las mujeres matan, abandonan bebés, mienten y putean a sus compañeros: ojalá nunca le toque a él, como le tocó al Lute, sin ir más lejos, otro de su tiempo… Bien, de Forges recuerdo un chiste gráfico:

y abusan de las estadísticas, hacen tan descarada, torticera y ruin utilización de las cifras como el feminismo. No podré en este espacio desvelar las infinitas minas explosivas que ha colocado el feminismo en el pantanoso terreno de las estadísticas, para desanimar a todo aquel que se atreva a confrontar sus proclamas –las feministas- con la realidad. Porque, aunque es tarea penosa desbrozar ese campo tan extenso, los datos, fría y rigurosamente examinados, más bien le quitan argumentos al feminismo que confirman sus asertos. Y en muchos casos, con tanta contundencia que acaba resultando difícil entender cómo es que las feministas siguen dando la vara con sus lamentaciones.

Un tribuno del pueblo se dirige a una multitud: - Si las estadísticas no mienten… - ¡Mienten!, - se oye entre los asistentes… - Bueno, pues entonces, nada.

Puesto que a estas alturas ya he citado suficientes incidentes como para ahorrar al lector su repetición, sólo volveré sobre uno, quizás, el más célebre de entre todos los que, con morbosa machaconería, nos ponen el feminismo y sus canales a consideración: la violencia que llaman de género y, en concreto, el número de mujeres asesinadas por sus compañeros “por el hecho de ser mujer” como repiten y repiten y repiten.

Las estadísticas, como cualquier otra herramienta, son peligrosísimas. Tanto más cuanto menos materiales: si se toman por la parte que no toca o se utilizan para otros fines que los suyos propios, pueden destrozar una tesis con más facilidad que una radial arranca la mano del operario en un despiste.

Estas lamentables cifras evidencian que

Sin embargo, no se puede prescindir de las estadísticas ni negar su utilidad. Creo que el feminismo, como cualquier organización que pretende influencia en la sociedad, hace amplio y sistemático uso de las estadísticas… uso.. y abuso. Y creo que pocas instituciones, de entre las muchas que usan

1. España es uno de los países con menos asesinatos de ese tipo.

188


2. Las muertes de mujeres son un porcentaje mínimo del total de incidentes criminales en España con resultado de muerte: menor que en la mayoría de los países de nuestro entorno.

que se hacen –y cocinan- estadísticas, traigo aquí algunas, redondeadas y, por lo tanto, susceptibles de ser afinadas, con el mero objetivo de hacer dudar a quienes dan por buenas las tesis feministas y encender a continuación en el lector el deseo de pensar por su cuenta y no comulgar con las ruedas de molino de un movimiento tan poco respetuoso

3. En la inmensa mayoría de los casos, si se despoja a los incidentes criminales del ropón con que lo visten las feministas, se descubren motivaciones absolutamente ajenas al “género”: disputas económicas, familiares, préstamos, pensiones, herencias, hábitos domésticos…que dejarían la estadística en muy poca cosa, por lamentable que sea una sola muerte de una persona. 4. Si junto a los hiperinflados datos de violencia de que son víctimas las mujeres, se colocaran los que reflejan aquella que sufren los varones de parte de mujeres, la evidencia de que España es un país con bajísima incidencia de criminalidad entre sexos quedaría desnuda de “género” y reducida al nivel que corresponde a un entorno social mayoritariamente pacífico, tolerante y en que sus ciudadanos disfrutan, en general, de saludable convivencia. Pero, claro, ¿a qué se dedicarían entonces todas las expertas en género, las concejalas de la mujer, las abogadas feministas..,?

CONCEPTO

MUJERES

HOMBRES

OBSERVACIONES

Esperanza de vida en años 1960

71,66 años

66,68 años

Diferencia M/H a favor mujeres 4,98 años

Esperanza de vida en años 2013

85,61 años

79,99 años

Diferencia M/H a favor mujeres 5,62 años

Mejora de esperanza de vida 1960-2013

13,95 años

13.31 años

Diferencia M/H a favor mujeres 0,64 años

Mortalidad accidentes de trabajo 2009

20,6%

79,4%

Tasa de suicidios 2008

22,6%

77,4%

Asesinatos de mujeres por hombres 10/2009

52

Asesinatos de hombres por mujeres 10/2009 Asesinatos de mujeres por hombres 2009

Dicho sea todo lo cual en un contexto de repudio contundente de la violencia y de aceptación de cuantas medidas se arbitren para reducir al mínimo posible, no sólo las muertes –de mujeres y de hombres y niños- sino el más ligero brote de agresividad entre personas.

30

Fuente: Juez Serrano en ABC Fuente: Poder Judicial en El Imparcial

55

Asesinatos de hombres por mujeres 2009

A los efectos de ilustrar, en una página, la enrevesada conclusión de que hay mucha tela que cortar en el taller en

Fuente: Juez Serrano en ABC

10

Fuente: Poder Judicial en El Imparcial

Bebés asesinados 2010

12

8

La Razón

Bebés asesinados 2013

10

7

El Mundo

con los datos y tan proclive a deformar, ocultar, manipular y hasta falsear cuantas cifras se pongan a su alcance para que 189


el agua de la opinión pública y las pepitas doradas de la subvención y el chollo que arrastran, discurran hacia su molino.

menos, moderen sus lamentos las feministas. Porque las estadísticas prueban que las mujeres no viven peor que los varones sino mejor, que viven más y que, mientras viven, se lo montan con más comodidad y menos peligro.

En particular, algunas de las que sistemática y arteramente ocultan las feministas, como la más importante, la esperanza de vida de mujeres y hombres. Como es sabido, la esperanza de vida es un índice claro de la calidad de vida de una población, que se toma como referente habitualmente para evidenciar las muchas carencias que afectan a países en vías de desarrollo: esperanza de vida baja equivale a calidad de vida deficiente o mala. Pero este índice, ay, deja de poner de relieve calidad de vida cuando lo que se somete a consideración es la calidad de la vida de las mujeres y de los hombres en un país, en este caso, España. Como demuestran los datos, en España no sólo las mujeres viven casi un 10% más que los hombres y, por lo tanto, disfrutan de mayor calidad de vida –media, se entiende- que ellos sino que, contradiciendo lo que afirman las feministas, las mujeres, hoy, con respecto a los varones, han incrementado la diferencia y, por lo tanto, gozan de mejor calidad de vida relativa que hace 40 años. Y se suicidan mucho menos que los varones y sufren muchos menos accidentes de trabajo y eluden la muerte en las misiones militares en el extranjero y, eso sí, han entrado en tromba en el funcionariado – estabilidad en el empleo, comodidad en el trabajo…- en los últimos años, sobre todo, por la puerta autonómica, la más amplia y recientemente abierta a las pretensiones feministas-. En plata, han mejorado en poco tiempo más ellas que ellos. Y la diferencia se agranda por años: y que siga así, pero que, al

CONCEPTO

190

MUJERES HOMBRES

OBSERVACIONES

Porcentaje de mujeres en el ejército 2013

12.3%

87.7%

Instituto Español de Estudios Estratégicos

Soldados muertos por misiones en el extranjero 1987-2013

2 - 1,3%

167 - 98,7%

Fuente: Wikipedia

Funcionarios Pública Estatal 2013

30,3%

69,7%

567.000

Funcionarios Autonomías 2013

67,5%

32,5%

1.282.000

Funcionarios Ayuntamientos y Diputaciones 2013

46%

54%

549.000

Operaciones de Estética

90%

10%

Comisión Igualdad Congreso 2014

45

5

Ejecutados en el mundo

1,1%

98,9%

Fuente: Amnistía Internacional


“Sin igualdad no hay hermanos”

Estupidiario

Titular en EL PAIS. 10.01.2014

La penetración feminista en la sociedad y, en concreto, en quienes pretenden o pasan por ser líderes de opinión es intensa. Tanto que, alegremente, se descuelgan con afirmaciones que sonrojarían a un adolescente y, sin duda, conseguirían el suspenso de ser aportadas a un examen en los que estos sedicentes expertos formaran parte del tribunal. Pero parece que, mientras se ridiculice al macho, todo vale.

“El posmacho desconcertado” Libro cuyo autor es Ricardo de Querolt. “El varón, arma de destrucción masiva” José Ignacio Torreblanca, a toda página en EL PAIS. 26.01.2014

Aquí vienen algunas de las recogidas en el último año, pero las tonterías escritas y pronunciadas al respecto, darían para un libro, como mínimo, tan grueso como el mítico Celtiberia show del finado Carandell…Sin embargo, es bien conocido que sólo son agriamente criticadas las tonterías –que también hay, y a puñados- que proceden del otro bando. A éstas se les atribuye un significado ideológico y una intencionalidad – machismo- que, por el contrario, no parecen percibirse en las que toman como blanco al varón y que se reciben, digámoslo así, con “buen humor”. Una vez más, ley del embudo, para el feminismo lo ancho, para los varones lo agudo… Y que conste que para mí, no son nada más que eso, tonterías.

“Lunes, miércoles y viernes sin fútbol en el patio El Gobierno Vasco llevará hasta los patios de los colegios un plan contra el sexismo este curso. Algunos centros se han adelantado con medidas para suprimir el fútbol durante los recreos.” 04.01.14 - 08:36 - NAIARA EIZAGUIRRE | SAN SEBASTIÁN

“Los altos cargos se reparten en noches de copas mientras ellas lavan niños”

“Los pingüinos son muy igualitarios”

María Angeles Martín, doctora en Ingeniería Electrónica en la Universidad de Sevilla y vicepresidenta de la Red Europea de Excelencia Aeroespacial Pegasus.

Josefina Castellví, exdirectora de la base antártica.

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ELPAIS. 03.02.2014

(El alcalde de Salou, queriendo referirse a que hasta hace unos pocos años, no podían, según él, abrir cuentas bancarias. )

“Duelo sin testosterona. Por primera vez dos mujeres compiten por la alcaldía de París”. “Vosotros machistas sois los terroristas”.

Titular en el Periódico de Cataluña 03.02.2014. Artículo de Elianne Ros.

Pancarta sobre el aborto. EL PAIS. 28.12.2013

“El deporte es el último bastión del machismo” (EL PAIS.24.02.2014)

“Una consejera delegada a mitad de precio que un varón”.

Claudio Tamburrini, que fue portero de fútbol argentino, huyó a Suecia durante la dictadura y se ha reconvertido en filósofo.

Sobre el nombramiento de Mary Barra como consejera delegada de la General Motors. Además de una tontería es una falsedad por muchas razones: el anterior consejero rescató a la empresa, tiene 13 años más que ella, el sueldo en EEUU de esta gente se compone de un fijo y un variable en función de resultados que suele abonarse en acciones, etc. Pero la idea ahí queda.

“Demasiada testosterona. La hormona predominantemente masculina fue una de las razones que, en su momento y según las conclusiones de varios estudios científicos, podía explicar la agresiva e irresponsable asunción de riesgos que provocó el fiasco de las hipotecas basura y el posterior desastre financiero a ambos lados del Atlántico, origen de la recesión mundial.”.

“…cuando una mujer presida España será algo muy grande en un país machista”

Victoria Carvajal, Bloguera en EL PAIS. 05.03.2014

Carme Chacón en una conferencia en Miami. (El Mundo. 25.03.2014)

“Mujeres incapaces”

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“La discriminación empieza en las ratas de laboratorio”.

Peinarlas o jugar con ellas a las muñecas introduce al padre en papeles más empáticos hacia otras personas. Varios estudios ya apuntaban en esa dirección, los padres de niñas donan más a causas benéficas o apoyan políticas de protección social, una influencia que también se nota en hombres que han tenido muchas hermanas. No me digan que no podemos cambiar el mundo.”

Emilio de Benito. EL PAIS. 6 de junio de 2014

“A las mujeres víctimas de violencia, que se les otorgue funeral de Estado” (Pedro Sánchez, líder del PSOE, candidato a la presidencia del gobierno)

Carme Chaparro. El Mundo. 02.11.2014

“Este es el mejor país para ser mujer”

“Un artículo de hace algunos meses plenamente vigente:

“El Foro Económico Mundial dice que hombres y mujeres no seremos iguales hasta 2095”. (Huffington Post. 30.10.2014)

Uso del espacio público y machismo: ¿cómo se sientan los hombres en el Metro? Una simple mirada a los sujetos que van usando los asientos en el transporte público puede demostrar que las prácticas arraigadas en la concepción dominante del género masculino se traspasan a cosas cotidianas como el uso del espacio público.”

“Tendremos que esperar. Mientras, les cuento algo que ya está ocurriendo. ¿Qué hace que un jefe -hombre- sea más generoso y asertivo con sus empleados que otro? Pues que tenga hijas. En un extenso estudio en más de 10.000 empresas de Dinamarca durante 10 años, un grupo de investigadores ha descubierto que los jefes más generosos son los padres de niñas. Curiosamente, sucede todo lo contrario si solo tienen niños varones: pagan sueldos anuales de cien dólares menos que antes de ser padres. ¿Por qué? Los investigadores apuntan al tradicional rol del sustento familiar, derivan los recursos de la empresa hacia su familia en vez de hacia sus trabajadores. ¿Por qué con las niñas es al revés?, ¿por qué esos jefes pagan más? Porque el cuidado de las hijas ablandaría a los hombres.

El desconcierto. 07.11.2014. Un periódico chileno.

“La violencia sexista de los chimpancés” Javier Salas. EL PAIS. 14.11.2014 “Los chimpancés machos son unos cerdos sexistas", asegura un primatólogo de Harvard

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“Votar sobre la independencia de Catalunya es tan ilegal como hacerlo sobre si los maridos pueden pegar a sus esposas”

p e r m í t e m e q u e t e d e m i o p i n i ó n .

Alfonso Guerra, ya jubilado.

M i r a i m b é c i l q u e t e d e n p o r c u l o .

“Yo soy feminista desde que nací”

M e g u s t a s e r u n a z o r r a

(oído en la 4, 15.10.2014) Mercedes Milà, presentadora de Gran Hermano, celebrando que la final de GH15 la disputen 4 mujeres.

m e g u s t a s e r u n a z o r r a

“Nos han estado toda la vida puteando, pues ahora….”.

m e g u s t a s e r u n a z o r r a
 E h , o h , a h , a h
 A y a y a y a y a y c a b r ó n !

Finalmente, ¿quiere el lector con sentido del humor, pasar un buen rato a costa del feminismo? Entre en el espacio El tornillo, en el canal de televisión La Tuerka, promovido por el líder de Podemos, Pablo Iglesias. Se trata de un espacio netamente profeminista cuya sintonía es esta singular canción, del grupo Las Vulpes.

P r e fi e r o m a s t u r b a r m e , y o s o l a e n m i c a m a ,
 antes que acostarme con quien me hable del mañana.

S i t ú m e v i e n e s h a b l a n d o d e a m o r ,

Prefiero joder con ejecutivos, que te dan la pasta y luego vas al olvido.

q u é d u r a l a v i d a , c u a l c a b a l l o m e g u í a

M e g u s t a s e r u n a z o r r a

194


m e g u s t a s e r u n a z o r r a

presentadora, Irantzu Varela. Si no se acaba enamorando de ella, es que no tiene sensibilidad…

m e g u s t a s e r u n a z o r r a

Y, para postre, imagine a esta mujer que parece muy próxima a Pablo Iglesias, convertida en, por ejemplo, directora del Instituto de la Mujer…

E h , o h , a h , a h
 A y a y a y a y a y c a b r ó n !
 
 D e j a n d o a h o r a m i p r o f e s i ó n ,
 t e p i d o u n d e s e o d e c o r a z ó n ,
 q u i e r o m e t e r u n p i c o e n l a p o l l a
 a u n c e r d o c a r r o z a l l a m a d o L o u R e e d .

No, no es una cancioncilla pillada en un espacio asquerosamente machista: es la sintonía de un programa agriamente feminista, EL TORNILLO: Me gusta ser una zorra, tururú, tururá… Prefiero joder con ejecutivos que te den la pasta… Pruebe el lector varón con dotes musicales a editar algo parecido… Pero no le detenga la consideración de una letra tan singular: entre en el espacio EL TORNILLO y concédale un rato a su 195


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Manifiesto masculino En defensa de mi propia identidad viril. Proclamando la dignidad de la condición de varón

superación y de mejora como hombre ni reniego de aquellos patrones que si me han condicionado para bien y para mal, no me han impedido un desarrollo como persona del que me siento humana y razonablemente satisfecho.

Nací varón por la gracia del azar. Como tal he vivido y tal pienso que moriré. Me he encontrado a gusto en la piel de un hombre y nunca he sentido la necesidad de cambiar de acera. A gusto igualmente me he sentido siempre frente al sexo femenino y, respetando a todo aquel que se vea o tenga por distinto, no he advertido en mí mismo tendencia alguna a experimentar alternativas aunque me las hayan propuesto envueltas en complicados argumentos.

Jamás me he visto como superior a las mujeres, ni jamás las he menospreciado y nunca he maltratado a ninguna aunque alguna se haya sentido tal. He conocido mujeres de gran inteligencia, frente a las cuales me tuve por inferior, sin más complicaciones. Nunca he pegado a compañeras o esposas y sí he recibido un par –y otro- de tortazos de los que prefiero no acordarme. En cuanto les fallé a ellas, pido humildes disculpas. En cuanto me fallaron ellas, ahí queda: siempre pensé que podría haber sido mejor y sigo creyendo que es posible una positiva e incluso excelente convivencia entre mujeres y hombres a todos los niveles, a todos sin excepción, aunque no se me ocultan las infinitas limitaciones de unas y otros para conseguir ese objetivo, que a mí me parece de vital importancia: caminar de la mano por una vida plagada de penalidades.

Desde niño actué como varón, desde pequeño supe que me habría de ajustar a determinados patrones a lo largo de mi vida y desde joven me encaré, con la decisión que se espera de un inexperto, al apasionante descubrimiento del mundo y, en particular, de la mujer: en el trayecto por el complicadísimo terreno de las relaciones con el otro sexo, me ha tocado un poco de cada: deslumbramiento, decepción, chasco, entusiasmo, esperanza, ilusión, desilusión… todo ello ha pasado a formar parte de mi experiencia vital y, camino de la vejez, ni reniego de mí mismo ni reniego de las mujeres en la medida en que las he tenido por potentes estimuladoras de

Hace años que caí en la cuenta de que, según para qué cosas, para muchas cosas, las mujeres disfrutaban de mejor 200


consideración social y de mejores opciones que los varones : el asunto iba más allá de cederles el paso en las puertas o el asiento en el autobús. Para entonces me tenía por feminista. Y el despreocupado reconocimiento de que, pobres mujeres, había que otorgarles tantas facilidades como la historia les había negado y como dificultades la repelente sociedad machista les oponía, chocó estrepitosamente con la realidad: mi feminismo se empezó a resquebrajar. Treinta años después, admitiendo la evidencia de los desajustes y las diferencias y las violencias que sufren las mujeres, estoy plenamente convencido de que, alrededor de este conspicuo d e s a r re g l o , s e h a c o n s t r u i d o u n a i m p re s i o n a n t e superestructura que parasita las instituciones, falsifica la historia, apaña la estadística, estruja las arcas públicas, presiona al legislador, al gobernante y al juez y, sobre todo, aplana al varón, lo descalifica, lo ridiculiza y lo empequeñece al objeto de reducir su papel en la sociedad, en el matrimonio y en el futuro, hasta el punto de poner en solfa incluso su protagonismo en la perpetuación de la especie.

la prevalencia del feminismo en la sociedad española actual, la siniestra realidad de su infiltración en las instituciones y el dominio sobre quienes ocupan cargos en ellas. Y, sobre todo, el desequilibrado análisis que hacen de las relaciones entre los sexos, la insistencia en que sus planteamientos sean asumidos por las buenas y a la brava por la sociedad entera y, finalmente, el dibujo que esbozan de un futuro en el que los varones se habrán sometido a las caprichosas alternativas del feminismo, se habrá castrado la naturaleza del varón y se habrán frustrado las aspiraciones de estos a desarrollarse como personas respetando lo que la naturaleza ha hecho de ellos y los particulares activos que la genética y el azar han colocado en su cuerpo y su alma. Consciente de que son muy pocos –prácticamente inexistentes en España- los análisis del complicado asunto de las relaciones entre sexos que no estén elaborados a la sombra del feminismo y de que resulta casi imposible partir de esquemas e ideas previas que se separen abiertamente de esa doctrina, he optado por este formato de “alegato” que condiciona mucho la fría disección del problema pero, en cambio, me permite expresar con contundencia y sin miedo las dudas, los cabreos, la protesta y el disgusto –míos y presumo que de muchos otros varones y también de muchas mujeres- ante la situación actual y, lo más importante, las expectativas cara al futuro, del varón en cuanto tal, y en cuanto ciudadano, mías cuando voy para viejo, y de mis hijos, de mis nietos y de cuantos en los años venideros seguirán teniendo problemas por ser varones y disfrutarán de enormes satisfacciones por serlo y sin resquicios, en las

Poca cosa que soy, me sigo teniendo por varón, medianamente corajudo, no más valiente que nadie ni tampoco tan arrugado como para contemporizar con lo que percibo como abuso permanente y creciente del feminismo y de las feministas, a costa de los hombres o, al menos, de quienes se tienen por tales. Resulta así que, con 65 años y camino de la vejez, deseo plantear ante quien esté interesado y ante mí mismo, un conjunto de reflexiones que me llevan a rechazar frontalmente 201


relaciones con las mujeres, a las que sigo teniendo por lo mejor que este planeta y esta naturaleza ofrecen al hombre.

6. De ningún modo acepto que la realidad masculina actual sea definida o condicionada por doctrinas o programas ajenos al propio varón, contrarios a éste y orientados a su dilución en el magma analítico del así llamado “género”. Aceptaré cuantas críticas se hagan del perverso ejercicio de la virilidad y apoyaré la persecución de cualquier varón que se tenga por legitimado por el hecho de serlo para violentar, menospreciar o discriminar a las mujeres. Pero, por la misma, me alzaré frente al menor intento de rebajar la condición masculina, su papel en la historia, en la sociedad actual y, sobre todo, cara al futuro.

En definitiva: 1. Soy hombre, varón, macho si se quiere. No elegí mi sexo ni renuncio a él ni a las consecuencias de esta elección. 2. Respeto absolutamente a la otra alternativa sexual mayoritaria que viene de la naturaleza, a la mujer. 3. Respeto absolutamente cualquier opción a la que cada persona, libremente, desee adherirse para andar por la vida y disfrutar de su cuerpo y sus cualidades.

7. Exijo que se trate al varón con idéntico respeto con que se ha de tratar a la mujer y a cada persona. Ningún hecho del pasado, ningún incidente del presente puede ser alegado para recortar o limitar los derechos adquiridos por todas las personas desde hace muchos años, sin distinción de sexo, raza, religión o cualquier otra circunstancia, como se proclama en la Constitución española.

4. Exijo que se respete absolutamente la opción de ser varón, sentirse plenamente como tal y desarrollarse en consonancia con esta alternativa, libremente, sin cortapisas intelectuales, legales o sociales de ninguna clase. 5. Me opongo frontalmente a cada intento de diluir la realidad del varón en un pisto ideológico, social y políticamente correcto, cocinado con tan mala leche como p o c a o b j e t i v i d a d y c o n m a l o l i e n t e s i n g re d i e n t e s antropológicos, históricos y psicológicos: con tantas diferencias como se quiera y con el mayor respeto para todas ellas, el varón seguirá siéndolo, pese a quien pese, pese al feminismo, a las feministas, a la ONU y a las innumerables cátedras de género que se empeñan en pontificar en sentido contrario, en el sentido de difuminar las diferencias sexuales esenciales a beneficio de inventario.

8. Ningún político, ningún juez, tribunal alguno, disposición de ninguna clase, pueden justificar la violación del precepto básico que es la igualdad de todas las personas. Ni en sede judicial penal ni administrativa se puede quebrantar esa norma ni en circunstancia alguna se puede dar marcha atrás en el tiempo ni en las leyes para discriminar al varón, como tampoco, claro está, a la mujer. 9. Si se diera el caso, como lamentablemente se da en España, el varón está legitimado para rebelarse frente a tal injusticia aunque sea a costa de acabar silenciado, 202


perseguido, castigado o encarcelado por reclamar sus derechos.

13. En definitiva, y en coherencia con mi condición esencial de varón, rechazo todos y cada uno de los intentos de limitarla, en mí o en quien quiera que se sienta tal, en nombre de los derechos de las mujeres, que respeto absolutamente, o del feminismo, al que respeto muy poco o de la corrección política que desprecio soberanamente.

10. El libre desarrollo del varón como tal, con sus características, sus activos, sus aspiraciones y sus propias ideas, ha de estar no sólo tolerado sino fomentado en la medida en que esta promoción sea competencia de las instituciones. Los niños de hoy son los hombres de mañana y no se puede contemporizar con el condicionamiento de su peculiar forma de ser y crecer por doctrinas que tienden a difuminar su naturaleza varonil.

14. Y proclamo mi derecho y el de cuantos se sientan varones, a vivir como tales y a aspirar a la razonable plenitud que nos puede proporcionar la realidad de hoy día, dentro de nuestros limitados cuerpo y alma masculinas. Y a buscar el que parece ser complemento esencial de esa masculinidad en el sexo opuesto, el femenino, sin miedo ni cortapisas ajenas a la pareja, siempre en un contexto de radical respeto mutuo y deseo recíproco.

11. El ejercicio de la virilidad, como la entienda cada cual, es esencial para el presente y para el futuro de la humanidad, como lo es, en exacta correspondencia e igualdad de oportunidades y derechos, el de la feminidad. Mientras no se violente a nadie ni se le discrimine ni se le maltrate, cada cual es libre de disponer de su cuerpo, sus ideas, su trabajo y su vida sin miedo a incurrir en incorrección política o quebranto de ley por pretender ser consecuente con la dote que la naturaleza le otorgó en el momento de su nacimiento.

15. Y llamo a quien se sienta como yo y a quien se dé por aludido, a proclamar sin empacho su masculinidad y a pelear por el libre ejercicio de ella en cada ámbito en el que viva su vida, sin más limitaciones que la ley justa y los derechos de las personas. Y a rebelarse frente a cada injusticia, aunque esté plasmada en leyes, y frente a cada discriminación por su condición de varón. Y a alzarse contra la pesada carga que el feminismo ha colocado en nuestras espaldas masculinas, recurriendo a tramposas interpretaciones antropológicas o históricas y que parece rodearnos como una espesa niebla para impedirnos el menor movimiento en cuanto varones, a saber, el patriarcado, el machismo. De ningún modo podemos admitir ese pecado original con que el feminismo intenta condicionarnos y abochornarnos, ni admitir la

12. Entiendo que la dualidad sexual y, en concreto, el sexo masculino, y todo lo que comporta, son algunos de los principales activos del cosmos que conocemos. Se podrán interponer entre los dos polos de aquella dualidad cuantos elementos diferenciados se desee pero de ningún modo se pueden aceptar la dispersión y el oscurecimiento de esa bipolaridad consustancial con la naturaleza humana, mucho menos la de uno solo de tales extremos, el masculino. 203


imposición de esa estrella amarilla con la V en lugar de la J que las feministas cosen a la vida del varón para, de paso, medrar y recolocarse en los mejores, es decir, los mejor remunerados estratos sociales sin otro mérito que la queja sistemática y el reproche universal.

incrustadas por el feminismo en el tejido político y social actual. Por lo que, en la medida de mis modestísimas posibilidades, llamo a cuantos varones se sientan agraviados, molestos o incómodos con el statu quo actual a rebelarse frente a las imposiciones feministas, protestar contra las leyes que los discriminan y negarse a aceptar las elucubraciones de unas señoras que, en su mayoría, cobran dinero de todos para reescribir la historia y retorcer la naturaleza, siempre en contra del varón, siempre a favor de sus cargos y sus sueldos. No se entienda mi llamado como propuesta de discriminación hacia las mujeres o justificación de la menor violencia contra ellas y sus derechos. Ni como cortina de humo para ocultar a varones zánganos, prepotentes o violentos: son éstos tan enemigos de un futuro equilibrado como lo son las feministas radicales.

El futuro no será femenino ni feminista. El futuro, si es que lo habrá, será luminoso, si es que lo será, para todas las personas sin distinción de ninguna clase y mucho menos sin distinción de sexos. Llevan los humanos, hombres y mujeres, dos millones de años intentando extraer de este planeta que nos ha tocado, lo mejor de él y lo mejor de cada uno de nosotros. Apostemos por mirar hacia delante, por la solidaridad entre nosotros, por el riesgo para la mejora, la aventura hacia lo desconocido, la sostenibilidad de la Tierra y la conquista del espacio… de la mano y no sobre la base de la prevalencia de un sexo sobre otro, como pretende el feminismo.

Pero sí como proclama de libertad, afán de entendimiento y voluntad de futuro: la humanidad cumple ya millones de años sobre la Tierra y, llegado el momento de mirar a las estrellas sin olvidar que apenas somos inquietas supercuerdas, intentar juntar esfuerzos sin menoscabo de nadie ni desprecio de quien ha contribuido al menos en la mitad, a llevar aquella humanidad al estadio en que ahora se encuentra.

Este no desaparecerá y no nos corresponde a los varones marcar su camino y diseñar su futuro. Pero sí plantarle cara y, si no hay otro remedio, obligar a las feministas a que revisen sus encarcaradas teorías, moderen sus arbitrarias pretensiones y dejen de intentar aprovecharse del varón y de las instituciones como lo hacen de las mujeres y sus problemas.

A favor de las personas, a favor de los varones, a favor de las mujeres, mirando al futuro…

Preveo que va a ser muy difícil y prolongada en el tiempo la tarea de reequilibrar ideas, fantasías y propuestas ya 204


Epílogo trapacería, en función de que el pobre rumano era un hombre noble, incapaz de matar a una mosca, tú insultaste a la rumana y… te reafirmaste en el maltrato –de palabra- que muchos de tus amigos habíamos constatado que dispensabas a tu compañero: “mira que eres tonto… a ver si maduras… vaya hombre que permite que su mujer gane más que él…lo poco que vale en la cama…”, oímos centenares de veces en aquellas cenas, exquisitas, eso sí.

A una feminista… y a otra

He tratado contigo, querida amiga, desde hace bastantes años. Nuestros encontronazos llegaron a ser violentos –de palabra, es cierto-, por lo que yo decidí pasar de discutir contigo y de cenar de vez en cuando en vuestra casa. Tu marido intentó mediar, sin resultado. Hace poco me lo encontré casualmente: lamentaba el distanciamiento mutuo y me invitó a intentar reiniciar una larga amistad. Pero me advirtió de que “cada día su feminismo –el tuyo- se hace más drástico y menos tolerante”. No sé si se debe a que llevas años trabajando en determinado departamento y cobrando lo que a mí me gustaría percibir en tres meses. En cualquier caso, ante mí, eras el prototipo de feminista acérrima, intransigente, sectaria y, perdona, maleducada y, vuelve a perdonarme, inculta: me consta que ni siquiera has abierto “El segundo sexo” que te regalé hace mucho tiempo como señal de buena voluntad.

Por lo que parece, y al haberse consolidado tu feminismo, se ha reforzado al tiempo tu mala leche: ¡tiempos aquéllos, de ricos canelones y excursiones por el Priorat…! Estoy convencido de que la mayoría de mujeres feministas no son de este corte tuyo: discuten, faltaría más, defienden sus ideas, aciertan y se equivocan por igual, más o menos como nos ocurre a todos y en todo. Así que dirigiré esta carta a esa feminista convencida, consecuente, honesta y amante de la libertad propia y defensora de la igualdad para todos los seres humanos, entre ellos los varones, si es que a estos los consideran como tales. Y respetuosa. Imagino que debe de haber muchas feministas de éstas –en los periódicos, a veces, se descuelga alguna de la que pienso, “caramba, ésta no es “rotweiler”…”, feminazis que dicen otros…”. Yo, feministas de éstas, en persona, no he conocido ninguna,

Fue tu propio marido el que me informó de que habías instado a una trabajadora rumana a denunciar falsamente a su compañero para conseguir papeles. Al parecer, cuando ambos, el catalán y la rumana, se opusieron a semejante 205


debe ser mi mala suerte. Pero estoy seguro de que las hay y de que tú no eres una de ellas.

sometimiento a las pretensiones improcedentes de vuestros novios o maridos.

A esa feminista tan maja, a esa feminista que ojalá fueras tú, le digo esto:

Y, aceptando las diferencias, admitid también que el encuentro con el varón puede y debe de ser tan satisfactorio para vosotras como lo es para nosotros la relación con la mujer. La naturaleza nos ha hecho distintos y borrar este hecho natural o disimularlo bajo esos montones de paja a los que llamais género o tercer sexo o como queráis bautizar tanto atentado a la realidad que nadie consentiría en el mundo vegetal, o animal o monumental, es una aberración que, de momento, nos ha ocasionado muchos problemas a los varones pero, seguro, los generará entre vosotras a no mucho tardar.

Claro que las mujeres han sufrido y sufren mucho por ser tales, claro que sí. Como los hombres, querida, como los hombres: lo mismo o, quizás, un poco menos pero dejémoslo ahí. La vida fue y sigue siendo muy dura para todos, sin distinción de sexos, edades, países, razas o circunstancias. No podeis pretender, las feministas, que vuestras condiciones de vida son más duras que las de vuestros compañeros. Y, sobre todo, no podeis pretender que ese plus de dureza que os empeñáis en destacar, se deba a una confabulación milenaria de los hombres para aplastar vuestra condición de mujer y someteros a sus masculinos caprichos. Esta idea es tan absurda como manifiestamente falsa. Ni podeis pretender que vuestros problemas se resolverán cuando el hombre agache la cabeza, cuando piense como vosotras, cuando llore como vosotras y cuando vista camisas de flores similares a vuestras faldas o blusas, es una forma de hablar.

Estamos juntos en la aventura de la vida y vale la pena que nos llevemos bien. De momento, la mayoría de varones, políticos, creadores de opinión, periodistas, antropólogos, hasta clérigos y papas, han aceptado, a veces de mal grado, cada día más complacientes, la realidad de las discriminaciones que sufrís las mujeres y, progresivamente, las desproporcionadas exigencias del movimiento feminista y las cada vez más disparatadas pretensiones: impusisteis cuotas, nos condenaron a más por idéntico delito y hasta hay quien pretende que nos avengamos a orinar sentados: son más caricaturas que ejemplos pero apuntan a vuestra declarada intención de haceros con el poder a cada nivel y en cada ámbito de la sociedad.

Aceptad la evidencia: vosotras y nosotros, personas todos, cargamos con distinta genética y diferente patrimonio sexual y esto es bueno y esto enriquece a unos y otros. Aceptad que el varón es lo que es y olvidaos de reconducirlo a vuestro redil como haceis muy bien en rechazar cualquier intento de

¡Ah, el poder, maldito sea el poder…! Corrompe al que lo posee y, a vosotras, antes de que lo detenteis. Os ha 206


corrompido a vosotras y eso que, es cierto, disponéis de poco: Dios nos libre el día que os hagáis con mayor parte del pastel: todo lo que habíamos avanzado durante siglos en la limitación del poder –político, económico, judicial…- se irá al garete. ¿Defiendo la pervivencia del poder en manos de los hombres? Ni por asomo: lo que defiendo es la limitación del poder, lo ejerza quien quiera que sea, varón, mujer, homosexual, transexual o Dios sabe qué variantes nos depara el futuro. Porque, no os engañeís: a bordo del carro del feminismo, habéis perdido el tren del progreso político y social. Y va a tener que ser un varón el que acabe teorizando una relación entre sexos que no pase por aplastar a uno de ellos. Habeis tenido ocasión –desde hace más de un siglo- de racionalizar las relaciones entre ellos y os habéis perdido en el parque de atracciones del patriarcado y del machismo más cutre, muy resultón publicitariamente hablando pero absolutamente ineficaz a la hora de llegar al fondo y diseñar políticas de avance y progreso. Mi opinión es que no vais por buen camino y cada día menos: hasta en el seno del feminismo hay mujeres que se dan cuenta de que por ahí no hay solución. Dejaos de llorar, de lamentos, de recriminaciones y de exigencias y poneos al curro: igualdad, por supuesto, equidad, claro, penalización de la discriminación, sí, de cualquier discriminación, facilidades para que las mujeres se realicen como tales, faltaría más: y los hombres. Con todo cariño, con muy poca esperanza. 207


Cierre y dedicatoria su evocación. Como el vivido aquel día en que Trini se pegó un zamarrazo en el pasillo de la casa, con una bandeja de pestiños recién fritos en la mano. O la primera vez que, cogidos cual dos monitos a Rosa, entramos, mi hermano y yo, como en santuario, en una elegante cafetería burgalesa. Y la visita junto a ella al museo tinerfeño en que se conservan momias guanches. Y las reverencias de Trini a Don Emilio, el párroco gamonalero al cuidado de aquella preciosa iglesia que, muchos años después, en 2014, presidía las airadas reivindicaciones de los vecinos del barrio, tan imperturbable desde sus cimientos románicos como mucho atrás, en 1808, ante el cruento encuentro, en la batalla de Gamonal, de los españoles con las tropas napoleónicas que, por cierto, destrozaron, por no podérselo llevar, el impresionante túmulo funerario de Juan II e Isabel de Portugal en la vecina Cartuja de Miraflores. A aquella iglesia de Gamonal me hizo ir Trini, durante todo un año y cada domingo, a rezar el rosario, en vez de al cine en el colegio de los maristas como castigo por haber entrado en la casa de una vecina y haberle birlado… un llavero de plástico que hacía aguas, maldito llavero, nunca lo olvidaré: y cómo me hizo pedirle perdón, de rodillas y con las manos en posición de plegaria, a la buena mujer. Duro, pero justo.

A la mujer, a las mujeres de mi vida

Como sobre cada hombre, querida, mi querida amiga, mi ansiada, buscada y no hallada compañera de fatigas, mi mujer, sobre mí y sobre mi vida ha planeado siempre la benévola sombra de la mujer: Al contrario que tantos que no han conocido a sus madres, yo tuve la suerte de contar con dos, la que me parió, Rosa, y la que se ocupó de mí hasta los 10 años, Trini. Ni forzando las cosas he conseguido recordar un incidente, uno solo, que oscureciera, ni un poco, el inmejorable trato que siempre recibí de ambas, la educación que me dieron, los principios que me infundieron y el cariño que pervivió hasta su muerte: me quisieron y las quise y las quiero. Mucho. Aunque alguien de mi familia me reprochara que me haya desentendido de sus respectivas tumbas, la primera en La Coruña, la segunda en Burgos. Soy ateo, no me mueve esperanza alguna de otra vida y entiendo que, con los huesos, se disuelve la persona: en las tumbas de Rosa y de Trini no queda nada que valga la pena visitar ni despojo alguno que merezca flores u oraciones. Pero el recuerdo de ambas… ésa es otra historia: porque más viejo me hago, con más agrado recuerdo episodios de mi vida a su sombra, tontos episodios la mayoría, tan tontos como feliz me hace 208


En fin: de la materno-filial hube de pasar, que es ley de vida, y con muchas ganas, a otro tipo de relación con la mujer, mucho más sugerente y asaz más complicada: aquí ha sido ella. No sé, querida esposa, mis queridas compañeras de viaje: para lo feo y aburrido que soy, no me ha ido mal. He conocido mujeres muy atractivas, he follado lo mío, me han dado diez o doce calabazas por cada éxito y, a día de hoy, recuperado de un cáncer de próstata -ejem…- miro para atrás sin ira, con regodeo en según qué casos y…qué quieres, satisfecho. Porque por sobre las decepciones, los chascos, los calentones, los buenos polvos y los malos rollos, por sobre el tinglado de encuentros y desencuentros con unas y otras, también con vosotras, contigo y contigo… siempre voló la angustiosa búsqueda de la mujer, a secas; de la que quería compañera para toda la vida, en la salud y en la enfermedad –estos curas, cuánto saben-, aquella infatigable, inasequible a las dudas, inabatible por los disparos del día a día, siempre mirando hacia delante, siempre a mi lado, como yo siempre habría de estar al suyo: no pudo ser, vaya…

juicio, defendiste con menos empeño que yo la posición que era nuestra pareja. No pudo ser y no fue, por lo que, aceptando esa que parece ser ley estadística que atribuye en muy superior porcentaje a las mujeres la propuesta de separación de la pareja, achaco por la misma a ellas y a ti entre ellas, una menor voluntad de mantenerla viva. Es posible que la religión reprimiera durante siglos el impulso centrífugo de la mujer en la pareja y puede que hoy sean motivos de índole económica los que obligan a muchas a seguir atadas a un compañero al que no quieren. No hubo tal en nuestro caso y sí creí ver en tu mirada y adivinar en tu pensamiento un afán por buscar nuevos y mejores rumbos, quizás compañeros de fatigas más acordes con los modelos que protagonizan novelas y películas. Pertenezco a esa categoría de hombres que, no siendo en modo alguno perfectos, sí están en disposición de tener a su compañera por tal… para lo bueno y para lo menos bueno. Y esperan de ella otro tanto. En fin, mucho requiebro retórico para expresar lo que, en su momento pensé y ahora sigo pensando: por mí, lo hubiera seguido intentando…porque, creí y sigo creyendo, que valía la pena, que tú y tú y tú… valías la pena…

Planearon sobre mi inquietud y nuestra relación las cargas del día a día, los estúpidos encontronazos generados por la rutina, las vacilaciones ante el futuro… pudieron más que el cariño y dieron con los restos del amor, por el camino de la separación, en el cementerio del olvido. No me resisto a dejar constancia de que siempre –casi siempre- fuiste por delante a la hora de buscar salida fuera de nosotros dos, siempre – casi- nos separamos en contra de mi sentir y querer y, a mi

Y valía la pena porque mi idealismo siempre ha elevado a la mujer a muy alto pedestal. Y ya camino de viejo, no he podido desprenderme de la idea de que, aunque yo haya fracasado en el intento, la mujer sigue siendo, quizás, el más intenso y el superior estímulo que la vida puede colocar ante el varón. Si fuera posible, implantaría a cada varoncito un chip en su mochila vital que le impulsara, llegado el momento, a seguir y seguir y seguir… buscando en la mujer 209


lo que no encuentra en sí mismo, su complemento existencial, su media naranja, en la mejor acepción de esta locución tan manida. Buscando consecuentemente, honestamente, generosa, abiertamente… Porque, creo, la mujer es la más amplia, la mejor puerta que se abre ante el hombre para salir de sí mismo, para trascender al otro, para abandonar el ensimismamiento en la propia realidad que arrastra nuestro ser y nuestra existencia al barro de la rutina y la vulgaridad y, en definitiva, al fracaso vital. Este planteamiento tan “filosófico”, tan cursi, que me evoca el que se hacía el marido de Anna Karénina para intentar asimilar el desastre que para él suponía la infidelidad de su mujer, se plasma en individuos tan inclinados a darle al coco como yo, tan proclives a racionalizar lo emocional, en una voluntad decidida de seguir adelante, de intentar acuerdos, de buscar salidas. Ese proceder intelectual choca o, el menos chocó en mi caso, con la cruda realidad de la decisión de la mujer, de ti, y de ti y de ti… de buscarse la vida en otro sitio, con otro hombre o sin él. Claro está, ganaste tú, ganó el deseo de cambio, prevalecieron tus ganas de respirar otros aires.

retazos y acusa los efectos de la parcelación de mi vida en aquellos tramos que, sin embargo, no puedo recordar sino con enorme satisfacción: la felicidad que disfruté a tu lado, a vuestro lado, es de lo mejor que me llevaré al otro barrio o, al menos, lo que con más agrado recuerdo de mi paso por la vida mientras sigo en éste. Pero no sólo me hicisteis feliz en su momento y me disteis amargos disgustos: también me hicisteis más hombre y mejor persona. A día de hoy, con la mala leche que rezuman mis alegatos, sin embargo, no encontrará nadie en ellos ni desesperanza con respecto a la humanidad, al futuro, a la gente y, entre la gente, a las mujeres; ni acritud para con el mundo y lo que es, ni reproche alguno a quien pudiera haber diseñado mi paso por la vida y mi relación con ese mundo, sea el dichoso ser superior que algunos atisban en el marasmo cosmológico, sea el socorrido azar al que recurrimos quienes no tenemos ni idea de cómo y por qué funciona todo esto que vemos en derredor. Me iré de aquí “cuando Dios quiera” que se suele decir, y deseo que más tarde que pronto y me llevaré excelentes recuerdos, alguna que otra frustración y, maldita sea, la insatisfacción por no haber dado con la mujer de mi vida, ésa que intuía, viejita ella, viejito yo, de mi mano, cuando tenía 20 años, paseando a los tres perros que viven conmigo y que a menudo me miran, cuando estiro sus correas, con una cara que, casi, me pone al borde de firmar aquello de Byron, “más conozco a las personas, más quiero a mi perro…” Quiero a mis perros pero sigo esperando a la mujer de mi vida, que ya no me queda mucha…

¿Me consuela por la pérdida la recomposición posterior de unas relaciones que, en su día, se quebraron…? No. Fueron así las cosas pero, de resistir, imagino, hubieran llevado nuestra pareja a unos niveles de compenetración de los que tengo noticia pero a los que no he accedido. Es por eso que mi relación con la mujer, la que se tejió sobre la urdimbre de las mujeres que he conocido y, muy en especial, de aquellas a las que amé y mucho, está hecha de 210


Rosa, Trini, Begoña, Maribel, Pilar, Paloma, Pilar, Miriam, Silvia, Sílvia, Charo, Lluïsa, Lena, Viktoria, gracias, chicas… por la parte que os toca en estas páginas.

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