Poema antológico

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POEMA ANTOLÓGICO

Paloma Boix Gutiérrez Míriam Lillo Lozano 4º ESO DOLOR


En las noches de Roma bulliciosa. Quiero morir cuando decline el día, dormir eternamente en este lecho que no hay más Dios que la justicia. Ya no hay un dolor humano que no sea mi dolor yo no sé ni por qué quiero llorar Y mi vida es un fúnebre rosario, llamadme hacia la altura. Mi corazón percibe, suena y presume. Oigo el zumbido de mi sangre, he llorado de rabia, con dolor infinito ¡Oh, terremoto mental! Mi último beso los besos de mi madre, una dulce alegría. Paloma y Miriam, 2013


NOCTURNO Silencio de la noche, doloroso silencio nocturno... ¿Por qué el alma tiembla de tal manera? Oigo el zumbido de mi sangre, dentro de mi cráneo pasa una suave tormenta. ¡Insomnio! No poder dormir, y, sin embargo, soñar. Ser la auto-pieza de disección espiritual, ¡el auto-Hamlet! Diluir mi tristeza en un vino de noche en el maravilloso cristal de las tinieblas... Y me digo: ¿a qué hora vendrá el alba? Se ha cerrado una puerta... Ha pasado un transeúnte... Ha dado el reloj trece horas... ¡Si será Ella!... RUBEN DARIO

NO OBSTANTE ¡Oh, terremoto mental! Yo sentí un día en mi cráneo como el caer subitáneo de una Babel de cristal. De Pascal miré el abismo, y vi lo que pudo ver cuando sintió Baudelaire «el ala del idiotismo». Hay, no obstante, que ser fuerte; pasar todo precipicio y ser vencedor del Vicio de la Locura y la Muerte. RUBEN DARIO PARA ENTONCES Quiero morir cuando decline el día, en alta mar y con la cara al cielo, donde parezca sueño la agonía, y el alma, un ave que remonta el vuelo. No escuchar los últimos instantes, ya con el cielo y con el mar a solas, más voces ni plegarias sollozantes que el majestuoso tumbo de las olas. Morir cuando la luz, triste, retira sus áureas redes de la onda verde, y ser como ese sol que lento expira: algo muy luminoso que se pierde.


Morir, y joven: antes que destruya el tiempo aleve la gentil corona; cuando la vida dice aún: soy tuya, aunque sepamos bien que nos traiciona. MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA PAZ Este cuarto pequeño y misterioso tiene algo de silencio funerario, y es una tumba, el lecho hospitalario donde al fin mi dolor halla reposo. Dormir en paz, en un soñar interno, sin que nada a la vida me despierte. El sueño es el ensueño de la muerte, como la muerte es un ensueño eterno. Cerrar a piedra y lodo las ventanas para que no entre el sol en las mañanas y, olvidando miserias y quebrantos, dormir eternamente en este lecho, con las manos cruzadas sobre el pecho, como duermen los niños y los santos. FRANCISCO VILLAESPESA ESPINELAS Que como el perro que lame la mano de su señor, el miedo ablande el rigor con el llanto que derrame; que la ignorancia reclame al cielo el bien que le falta. Yo, con la frente muy alta, cual retando al rayo a herirme soportaré sin rendirme la tempestad que me asalta. No esperes en tu piedad que no inflexible se tuerza: yo seré esclavo por fuerza pero no por voluntad. Mi indomable vanidad no se aviene a ruin papel. ¿Humillarme? Ni ante aquel que enciende y apaga el día.


Si yo fuera ángel, sería el soberbio ángel Luzbel. El hombre de corazón nunca cede a la malicia. ¡No hay más Dios que la justicia ni más ley que la razón! ¿Sujetarme a la presión del levita o el escriba? ¿Doblegar la frente altiva ante torpes soberanos? Yo no acepto a los tiranos ni aquí abajo ni allá arriba. SALVADOR DÍAZ MIRÓN LO QUE NO MUERE Cayó en tierra la lira y estallaron sus cuerdas armoniosas; las que en el arte admira de Grecia y Roma nuestra ansiosa mente bellezas ideales, como granos de efímera simiente cayeron en desiertos arenales. «¡Profanación, profanación!», resuena por donde el alma, ansiosa de armonías, tiende la vista de terrores llena. Los antiguos altares, por angulosas manos sacudidos desgranaron sus muros y sillares; y ya en vez de las arpas elocuentes llenas de fe de los pasados días, dilatando su bárbaro estampido en la fragua que informe se levanta, golpeando en el hierro enrojecido el tremendo martillo es el que canta. ¿Labra engendros o dioses? ¡Quién lo sabe! De las tinieblas de la noche fría a veces sale preludiando el ave; pero está, ruiseñor la poesía, mejor que junto al yunque que ennegrece bebiendo luz en la región del día. Cuando osado a la piedra arrebataba el heleno cincel rayos brillantes arrancando a lo informe la escultura, de sus golpes el coro acompañaba, como a tremenda lid himnos guerreros, la lira que sublime resonaba tocada por los Píndaros y Homeros. Hoy que la estatua del moderno culto labra el martillo sobre el yunque fuerte


y los clásicos moldes se quebrantan, en el concierto que el horror entona, ¿quién coloca a la estatua su corona?, ¿qué Homeros y qué Píndaros la cantan? La culta estrofa, de lo antiguo pasmo; la elaborada con buril de fuego; la que provoca el vívido entusiasmo y de la patria el sentimiento ciego; la que narra las fiestas regaladas de los dioses helénicos vencidos, y halaga los oídos en las noches de Roma bulliciosa, cuando el festín, sus risas desatadas, cantando libre y delirante coro, brilla al estruendo de las copas de oro, bajo el techo de bóvedas doradas; la estrofa añeja como rancio vino de gotas por la luz hechas colores, en que Horacio divino como en gallardo búcaro de flores hace brillar su ingenio peregrino; la que de Mantua gime en los vergeles cantada por las fuentes rumorosas y repite el pastor enamorado que congrega el ganado en el idilio con dosel de rosas; la que espléndida y bella se desliza como a los hombros túnica sujeta, es músculo y es nervio en que analiza el sutil microscopio del poeta. ¿Qué se han hecho los dioses de otros días, los dioses que las selvas custodiaron y en las fuentes alzaron palacios de cristal y melodías? Ya no mira Narciso su belleza en los espejos trémulos del lago, ni atraviesa la gran naturaleza Diana al recorrer los horizontes que el mar azul abraza, despertando los ecos en los montes con sus trompas magníficas de caza. Ya la flauta de Pan no se estremece al dulce soplo de la blanda siesta, ni la ninfa del bosque se recuesta en el lecho del agua en que se mece... En su concha de nácar irisada, no piensa en el amor, adormecida, Venus como una estatua cincelada, ni le sigue la escolta divertida de tritones cercando a las nereidas de la playa sin fin entre la bruma, cuando la ondina aparta los cristales


para sacar el pecho de la espuma. Todo lo hermoso, lo que el pecho llena de nobles resplandores, roto o volcado lo contempla el alma por espíritus torpes en su vuelo, que ambicionan tirar, porque son bellas, del pabellón espléndido del cielo para arrojar al suelo las estrellas. Pero no basta a la razón ignara su vil encono y superior destreza para los dioses derribar del ara; ¡les sostiene la ley de la belleza! No importan los discursos esplendentes de frase como el número precisa; a compás de sus sones elocuentes, muertas de risa correrán las fuentes y los vergeles morirán de risa. Escuchando las cláusulas hermosas, estará con el vuelo recogido parado el aire en las abiertas rosas; pero enojado del discurso vano reprobará los párrafos ardientes y apóstrofes de llamas, levantando silbidos estridentes en las hojas flotantes de las ramas. -«¡Muere el ritmo!» -dirá la voz tronante del orador, mostrando su entereza; y el ritmo palpitante seguirá la canción de las canciones; ¡la del amor, a coro levantada por todos los ardientes corazones! -«¡Muere el color!» -y desde el rosa leve de la flor del almendro, flor primera que tímida corona la dulce primavera, hasta la rosa de matiz brillante y oscuro terciopelo, la escala de las tintas y colores vibrará como canto sin sonidos, y formará explosiones ideales de tonos verdes, rojos y encendidos. -«¡Muere la nota!» -en el feraz ramaje que rodea las cunas de los nidos de verde cortinaje, ora sonando el canto que en la siesta de los gárrulos pájaros se exhala; ora en la tarde al comenzar su fiesta formando el ruiseñor plácida escala que es dulce voz de la nocturna orquesta, ya imitando el canario en los hechizos


de su reír sonoro rumores de granizos en cálices de oro; cuanto insecto a la luz zumba su nota lanzando breve y prolongado grito, y cuanto dice el céfiro a las flores, llenarán el pentagrama infinito de preludios, arpegios y rumores. ¡No muere, no, la santa poësía! Mientras conserven lágrimas los ojos y el humano cerebro fantasía; mientras la cuna que columpia al niño como al nido de pájaros la rama, se corone de besos y cariño como de chispas la radiante llama; mientras haya unos ojos que nos miren con promesas de amor puras y hermosas, y en los blancos capullos donde giren las crisálidas tiemblen y suspiren por volverse doradas mariposas; mientras forjando nubes de colores el crepúsculo triste y angustiado haga entreabrir los labios al suspiro, y el resplandor que en los espacios arde dibuje entre las nieblas de la tarde rotondas de oro y templos de zafiro; mientras haya una flor que guarde el beso de las luces del sol, y un niño cante, y un ósculo nos dé madre querida, y haga el dolor de la existencia mofa, entonará, como al surgir la vida, el Universo su inmortal estrofa. ¡Mirad la cuesta del esfuerzo humano! Por las agrias veredas que conducen a su cima inmortal, del hondo llano, sobre cráneos y lúgubres escombros de anteriores ejércitos señales, buscando ansiosas las triunfantes palmas, con su mundo de anhelos en los hombros Sísifos del dolor suben las almas. En la cima elevada, genios, reyes, celebrados poetas y pintores, sabios artistas y apiñadas greyes, la si en ceñida de inmortales flores, os guardan la victoria y el puesto merecido y señalado que alcanza el fatigado paso que lleva a la brillante gloria. ¡Sísifos de lo bello!, nada arredra la fe que al triunfo aspira: ¡arriba con la piedra!, ¡arriba con la lira!


SALVADOR RUEDA MÚSICA FÚNEBRE Mi corazón percibe, sueña y presume. Y como envuelta en oro tejido en gasa, la tristeza de Verdi suspira y pasa en la cadencia fina como un perfume. Y frío de alta zona hiela y entume; y luz de sol poniente colora y rasa: y fe de gloria empírea pugna y fracasa, ¡como en ensayos torpes un ala implume! El sublime concierto llena la casa; y en medio de la sorda y estulta masa, mi corazón percibe, suena y presume. Y como envuelta en oro tejido en gasa, la tristeza de Verdi suspira y pasa en la cadencia fina como un perfume. SALVADOR DÍAZ MIRÓN

ONIX Torvo fraile del templo solitario que al fulgor de nocturno lampadario o a la pálida luz de las auroras desgranas de tus culpas el rosario... ¡Yo quisiera llorar como tú lloras! Porque la fe en mi pecho solitario se extinguió como el turbio lampadario entre la roja luz de las auroras, y mi vida es un fúnebre rosario más triste que las lágrimas que lloras. Casto amador de pálida hermosura o torpe amante de sensual impura que vas, novio feliz o esclavo ciego, llena el alma de amor o de amargura . . . ¡Yo quisiera abrasarme con tu fuego! Porque no me seduce la hermosura, ni el casto amor ni la pasión impura; porque en mi corazón dormido y ciego, ha pasado un gran soplo de amargura. que también pudo ser lluvia de fuego. ¡Oh guerrero de lírica memoria que al asir el laurel de la victoria,


caíste en tierra con el pecho abierto para vivir la vida de la gloria . . ¡Yo quisiera morir como tú has muerto! Porque al templo sin luz de mi memoria, sus escudos triunfales la victoria no ha llegado a colgar, porque no ha abierto el relámpago de oro de la gloria mi corazón oscurecido y muerto. Fraile, amante, guerrero, yo quisiera saber qué oscuro advenimiento espera el anhelo infinito de mi alma si de mi vida en la tediosa calma no hay un dios, ni un amor, ni una bandera.

LAS VOCES SILENCIOSAS Oh voces silenciosas de los muertos! Cuando la hora muda y vestida de fúnebres crespones, desfilar haga ante mis turbios ojos sus fantasmas inciertos, sus pálidas visiones... ¡Oh voces silenciosas de los muertos! En la hora que aterra no me llaméis hacia el pasado oscuro, donde el camino de la vida cruza los valles de la tierra. ¡Oh voces silenciosas de los muertos! Llamadme hacia la altura donde el camino de los astros corta la gélida negrura; hacia la playa donde el alma arriba, llamadme entonces, voces silenciosas, ¡hacia arriba!... ¡hacia arriba!... JOSÉ ASUNCIÓN SILVA POEMA TRISTITIA Mi infancia, que fue dulce, serena, triste y sola, se deslizó en la paz de una aldea lejana, entre el manso rumor con que muere una ola y el tañer doloroso de una vieja campana. Dábame el mar la nota de su melancolía


;el cielo, la serena quietud de su belleza; los besos de mi madre, una dulce alegría, y la muerte del sol, una vaga tristeza. En la mañana azul, al despertar, sentía el canto de las olas como una melodía y luego el soplo denso, perfumado, del mar, y lo que él me dijera, aún en mi alma persiste; mi padre era callado y mi madre era triste y la alegría nadie me la supo enseñar. ABRAHAM VALDELOMAR ¡OH CRISTO! «Ya no hay un dolor humano que no sea mi dolor; ya ningunos ojos lloran, ya ningún alma se angustia sin que yo me angustie y llore; ya mi corazón es lámpara fiel de todas las vigilias, ¡oh Cristo! »En vano busco en los hondos escondrijos de mi ser para encontrar algún odio: nadie puede herirme ya sino de piedad y amor. Todos son yo, yo soy todos, ¡oh Cristo! »¡Qué importan males o bienes! Para mí todos son bienes. El rosal no tiene espinas: para mí sólo da rosas. ¿Rosas de Pasión? ¡Qué importa! Rosas de celeste esencia, purpúreas como la sangre que vertiste por nosotros, ¡oh Cristo!» AMADO NERVO HABLA UNA VOZ He callado sintiendo el horror del combate, el cañón que derrumba, la metralla que abate, las espadas sangrantes en la siega feroz; he callado sintiendo el temblor del espanto, la tragedia del grito, el quejido del llanto… porque todo se hacía en el nombre de Dios. He mirado ciudades convertidas en llamas; y entre escombros humeantes, muertos niños y ancianos,


en un bárbaro ataque sanguinario y atroz; he mirado las cunas hechas pastos del fuego, y he callado ante el loco, he callado ante el ciego… porque todo se hacía en el nombre de Dios. He sabido que el hambre hacía estragos tremendos, que se han dado suplicios y castigos horrendos, con el odio en el alma y el rugido en la voz; y ante tanto hecho bárbaro, ante tanto delito, he llorado de rabia, con dolor infinito, ¡porque todo se ha hecho en el nombre de Dios! SAULO TORÓN NAVARRO


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