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Manchas de tinta sobre los prados verdes: danza de malvas.


editorial entre lo urgente y lo emergente “Estamos en un sistema que ya estaba enfermo y ha entrado en crisis, es decir, puede empeorar y volverse más hacia la sed de control, la violencia, la alienación o bien puede transformarse hacia un mundo más sano, más sensato, más ecológico, más justo y más sabio. Es útil darnos cuenta de que esto nos da un poder de actuación que antes no teníamos. En una situación estable puedes intentar cambiar cosas y nada se mueve. En cambio en una situación de crisis todo está en transformación y es mucho más fácil incidir en el curso de las cosas. Ahora todo está fluyendo y es mucho más fácil orientar los cambios en el sentido que creamos que son positivos. La única certeza que podemos tener es de que nada se quedará igual.” Jordi Pigem, autor de “Buena Crisis” (Ed. Kairós y Ara Llibres) en una entrevista de Alberto D. Fraile Oliver para la revista Namasté. Un momento de cambio es un reto, y por eso mismo, es incómodo. En esta época de crisis, hay iniciativas infantiloides, como la de “esto solo lo arreglamos entre todos”, que con una estética buenista nos lanza un mensaje insultante. Casi al inicio de esta campaña, surgió de forma espontánea una anticampaña, con el lema “esto deberían de arreglarlo los que lo jodieron”. A día de hoy, la campaña oficial –con miles de euros invertidos en publicidad– tiene 80.753 adhesiones en su página del facebook; la anti-campaña, sin gastar un euro en publicidad –esto es, en franca desventaja– tiene 99.091 adhesiones. Es una alegría saber que la gente aún tiene capacidad

de lucha y de rebeldía. Vivimos una situación de cambio quizás sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial. El modelo económico que por entonces se instauró –esto es, el aprovechamiento de los recursos de las antiguas colonias como motor de la economía– aparece francamente desmejorado. Si bien la causa última de esta crisis es el hambre feroz de unos cuantos especuladores globales, que han desmontado inconscientemente este tinglado, otras muchas aparecen como responsables. En lo que nos concierne a nosotros, nos hemos adormecido. Si el sistema funcionaba ¿para qué preocuparse? Bien, ahora no responde. Estamos preocupados. Sentimos en nuestras casas, amigos y familiares el mismo vértigo que desde hace décadas está instaurado en muchos países. Al confortable colchón que era Europa le han saltado los muelles y empieza a ser incómodo, el edredón se nos quedó pequeño y el aire acondicionado no funciona. Pronto, será difícil descansar en él. El cambio está aquí (aunque podría decirse los cambios: el cambio social, el cambio económico, el cambio climático). Podemos dejar que nos coman el terreno, podemos responder. No hace falta ser valientes, violentos o vacíos (léase dejarnos arrastrar hasta él), sencillamente tenemos que aprovechar el momento y evolucionar hacia una ciudadanía consciente, con capacidad crítica, independiente. Que ése sea el cambio, depende de nosotros. Y ésa es la gran noticia que se esconde tras los titulares, que está en todos nosotros. ¿Vamos a por ello? §

|| mitad doble nº 12 || portada: martín favelis | verso del canto: ladislao goldoni | | verano de 2010 | 8 euros | © de los autores | || todos los textos e imágenes son originales e inéditos, excepto los marcados con * || | director: augusto lópez | | ayudante de dirección: agustín sierra | | dirección de arte: daniel garralón | envíanos colaboraciones a publicacion@mitaddoble.com impreso en PUBLICEP (en papel reciclado) depósito Legal MA-1137—2005 ISSN 1888-380X www.mitaddoble.com mitad doble no se identifica necesariamente con las opiniones de sus colaboradores.

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49-52 76-81 84 114-117

Carretera perdida | Manuel Gutiérrez El tesoro de Moraima /5 | guión de Augusto López, dibujo de Daniel Garralón La bruja Ruth | Guión de Alex Ogalla, dibujos de Beni R. Lobel En mí | Guión Alex Ogalla, dibujo Salvador López

2-3 28-29 32-33 86 87-93 97 122

30-31 34-39 48 65 72-73 74-75 82-83 85 94-95 108-109 118-121

| narrativa |

Un camino | Javier Carballo, fotografía de Sandra Lara Gatos pardos | Ana Guzmán, fotografía de Felipe Jurado Juego de espejos: Al otro lado | Sergio Bautista, Gabriel Vargas Zapata, Nuria Cabello, fotografías de Fran Trujillo Tres escalones para mil escalones | Cristina Consuegra, ilustración de Manuel Gutiérrez Cruce de vías | Maria Luisa González Maraver, Carmen Andrés e Isabel Caballero, ilustraciones de Óscar Marín Repoller Llora mi alma... | Jonatan Santos Moreno Átomos | Angel Domínguez, fotografía de Javier Veiga El movimiento humano: anatomía en tres actos | Mayte Geáctica Galácquea, fotografía de Felipe Jurado Finjamos el amor... | Nikté Lool, ilustración de Daniel Garralón La historia del libro transparente | Atina-Styliani Michou Rorris, fotografía de Yifan Li Nana | Jessica Rodríguez MaBI | Pablo Carrascosa González, fotografía de Carlos Bolívar El faro de la muerte | Alex Ogalla, ilustración de Juan Serrano Las Aventuras del Dr. P. Dante (9) | Augusto López, ilustraciones de Pío Vergara

10-11 66-71 110-113

| ensayo |

Moda diy | Yolanda Ruiz, ilustración de Ricardo Zamora Cantero Rica receta: lentejas | Lidia Jurado Terrón Notas sobre Richard Brooks | Lakhsmi Aguirre A nadie le encanta el cine* | Pablo Carrascosa González Trapitos sucios | Yoohooloo Génesis poética | Isabel Anaya, fotografía de Toni Hernández Microblogging | Paloma Gómez, ilustración de Javier Martínez Casasola La vejez | Esperanza Fernández, fotografía de Toni Hernández Morir | Olgá Álamo, fotografía de Toni Hernández Alimentos ecológicos | Sara Díez Álvarez, fotografía de Javier Veiga

6-7 14-15 16-25

| poesía |

Haiku | Laura Naranjo, fotografía de Carlos Bolívar Noviembre | Juan María Prieto Roldán, ilustración de Ángeladini Dos menos uno | texto e ilustración de May Gañán Caperucita regaliz | Ana Patricia Moya, ilustración de María Cobos Perfil: Alejandra Vanessa | con la colaboración de Elena Medel Cuerpos de tiempo | Diego Cristóbal Varela Haiku | Laura Naranjo, fotografía de Sandra Lara

8-9 12-13 44-45 46-47 53-64 98-99 100-101 102-103 104-105 106-107

| cómic |

| teatro |

Pequeña Alaska (2) | Agustín Sierra Dossier Rezuma Teatro: "Sin honra no hay amistad" | Carlos Martín, Augusto López Piccolo Teatro (12 y último) | Ladislao Goldoni, ilustraciones de Daniel Garralón


un camino

Ahora sí que estoy perdido. No hundido,

perdido, de estar perdido y sin otra alternativa que el aislamiento absoluto, desecho en una esquina, arrinconado en el vagón de un metro que me lleva a una casa que pago religiosamente todos los meses y donde practico una vida que bien pudiera parecer común. No falta buena comida en la mesa, la ropa se lava y el cuerpo se relaja en una de esas duchas con masajes que el banco te regala al calor de una hipoteca que durará treinta años de tu vida. También incluyo en mis deudas lo que me falta del coche que necesitaba para ir y venir al trabajo, que no está lejos del centro de la ciudad, donde vivo, pero en mi empresa no estaba bien visto ir al trabajo en metro, digamos que sospecharían de un tipo así. Ahora sí que estoy perdido. Ayer, antes de salir del trabajo, en ese instante indefinido que llaman a última hora de la tarde, discutí con mi jefa sobre un asunto, no del trabajo, sino de nosotros. Me la estaba follando, y nos quedamos solos en la oficina, a última hora de la tarde, como siempre. Esta vez detuvo mis manos. Quiero casarme contigo. –me dijo ya con la camisa desabrochada. No le presté mucha atención y creía que era a causa del par de copas que habíamos bebido antes de empezar con todo. Insistió. Me quiero casar contigo, te quiero, te amo, me dijo con la sensación de que en sus palabras existía un rastro de autenticidad. Me reí, y le dije que estaba loca. Insistió, ahora en un tono más severo, llegando incluso a la amenaza. No entendía nada. ¿Ella o Yo? Acabó con una copa estrellada en cualquier lugar de la oficina, con insultos y llantos, con amenazas en firme, con miedo en el cuerpo, con miles de números en la cabeza, con la duda de ser íntegro o en cambio entender ese

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matrimonio como una inversión de vida, de seguridad. Cerré dando un portazo cuando la dejé llorando y gritando que me marchara. Bajé por el ascensor, esta vez sin la sonrisa de otros días, sin el consejo de ella que teníamos que bajar por separado para que no nos viera el bedel. Sin dar al botón del coche desde la distancia para abrir las puertas, ni colocar esa música que ella me había regalado. Cuando estaba en el coche, no encendí ni tan siquiera la radio, y el disco que estaba sobre el asiento de acompañante, voló hasta caer en la carretera que me llevaba hasta mi casa nueva, la que en el buzón, cuando aparqué, contenía las facturas del banco, y abrí las cartas, y me sobrevino la amenaza inmediata de despido, y mi edad para buscar trabajo, y la venta del coche que tanto me había costado comprarme, y la posibilidad de no saber qué hacer durante todo el día, y el llanto de mi madre cuando le dijera que estaba despedido y su: ¿y ahora qué vas a hacer? hijo mío. Todo eso me ocurría, y el teléfono no sonaba. Pensé en llamarla, decirle que había que hablar con más calma. Ya lo hice. Pensé en suicidarme, en largarme, en emborracharme y ya vería que pasaría, en llamar a mi madre y pedirle consejo, en recoger mis cosas e ir en busca de Sandra, en mirarme en un espejo, en dormir y esperar al mañana, en quemarlo todo, no sé si conmigo dentro, en casarme con ella. Al año celebré mi boda, sonreí y dije sí quiero. Mi madre estaba orgullosa de mí. Regreso del trabajo a mi casa, a nuestra casa, en metro. Estoy casado con la jefa. Ahora nadie cree que soy un tipo raro por ir y venir a mi casa en metro. Intento entrar en el vagón más vacío, me coloco en una esquina, y siento que ya todo está perdido, y pienso y miro y observo lo que me rodea, y me pregunto: ¿Acaso no todo el mundo está perdido? §


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cultura diy: “do it yourself”

De un tiempo hasta ahora, en diferentes

lugares como EE.UU, Reino Unido, Alemania, Holanda, Portugal e incluso España, entre otros muchos países, estamos viendo un crecimiento de lo que se puede llamar "economía craft", conocido también como 'DIY craft movement'. (DIY, iniciales de 'Do It Yourself' -hazlo tú mismo-); “El ‘hazlo tú mismo' irrumpe en el mercado con un mensaje: los productos en serie no valen nada, tú puedes hacerlo mejor” La cultura DIY nació a medidos de los años cincuenta en EEUU, descendiente directa de la cultura India y hacía referencia a los trabajos manuales que la gente podía realizar sin la necesidad de pagar a un profesional. Diversas comunidades decidieron que las tareas domésticas eran cuestión de uno mismo y que eran capaces de reparar los desperfectos ellos solos. Las abuelas ceden orgullosas su arsenal y su “know how” a las nietas que, sin presupuesto para la ropa y accesorios de diseño, recrean estampados realmente bonitos. Después vinieron los punks y los movimientos anticonsumo (los hippies), a quienes también les gustó la idea, pero desde otra óptica: la fabricación y customización de prendas, y la auto grabación de maquetas musicales, etc. El termino manualidades suena a antiguo, así que ahora se opta, incluso en España, por la expresión DIY. Gracias a esta nueva práctica las abuelas ceden orgullosas su arsenal y su “know how” a las nietas que, sin presupuesto para la ropa y accesorios de diseño, recrean estampados realmente bonitos, que encuentran en la Red. La moda es como una rueda, lo antiguo vuelve: “lo hecho a mano” nos fascina otra vez:

Es fácil ver a jóvenes practicando amigurumi, técnica japonesa para hacer muñecos; crochet ó ganchillo, labores de punto, … e incluso complementos y prendas exclusivas realizadas por manos expertas que incrementan el valor del producto. El DIY se ha convertido en un movimiento social, y las grandes marcas no son ajenas a esta tendencia juvenil o no tan juvenil… Un ejemplo claro en nuestro país es “La zona Triball”, en Madrid, que lo forman las calles: Gran Vía, Fuencarral y Corredera Baja de San Pablo (Triángulo Ballesta), Hace 2 años, surgió una iniciativa original muy atractiva, llamada “Okupación creativa”, en la que algunos locales de la zona, que hasta ahora hace poco habían permanecido cerrados (antiguos prostíbulos, tintorerías, peleterías...), abrieron sus puertas para dar a conocer los trabajos de numerosos jóvenes artistas emergentes de diferentes áreas: jóvenes diseñadores de moda y complementos, artistas plásticos, multidisciplinares... Malasaña, junto al barrio de Fuencarral son de las zonas principales donde numerosas personas de diferentes edades buscan y compran piezas exclusivas. Una tendencia que arrasa en EEUU y que ya empieza a tener adictos en Barcelona, Bilbao, Málaga, Sevilla, … No te lo pienses: ¡Únete al urban craft movement! §

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Pequeña Alaska

¿Sueño eterno? Un colegio en la ciudad de Natos. Al finalizar las clases, ÓLIVER y BELY coinciden juntos en el camino de vuelta a casa.

ÓLIVER: Qué rollo la última hora, ¿no?

BELY: Bueno, sólo hasta que me salga bien.

BELY: Sí, nunca pensé que odiaría a una mujer que vistiera tan bien. ¿Te fijaste cómo movía las manos?

Quiero que se muera de envidia. Mañana levantaré las manos en clase, ya verás los ojos que pone.

ÓLIVER: ¿Las manos? La verdad es que no.

BELY: Las movía como si quisiera decir algo con ellas, como una actriz de cine, ¿me entiendes?

BELY: Te has quedado muy callado, Óliver.

ÓLIVER: Creo que sí. BELY: No todo el mundo sabe mover las manos, hay personas que lo intentan toda la vida y nada. ÓLIVER: Tiene las manos bonitas. BELY: No digo que sean bonitas, digo que sabe moverlas. Creo que esta tarde practicaré delante del espejo. ÓLIVER: ¿Toda la tarde?

ÓLIVER: Si la profesora no pregunta en clase, no podrás levantar las manos.

BELY se detiene, pensativa.

BELY: Tanto esfuerzo para nada. ÓLIVER: No te preocupes, Bely, seguro que todo sale bien. BELY: El otro día vi una película en la que una chica le quitaba un cigarrillo de la boca a un chico. ¿Podría ser Lauren Bacall? Estaba magnífica. Quién tuviera esos pulgares. ¿Tú has fumado alguna vez?

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Los dos siguen andando en silencio.

Se detienen en un paso de cebra.


Pasan los coches. ÓLIVER: Si quieres podemos ensayar juntos. BELY: ¿A mover las manos? ÓLIVER: Bueno... sí. Puedo preguntarte algo, como si estuviéramos en clase. BELY: Qué buena idea. Pásate luego por mi casa. Siguen caminando. Llegan al portal de MARGA. ÓLIVER: ¿Sabes? Lo he pensado mejor. Las manos de la profesora no son tan bonitas.

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rica receta

Sabiendo que la última receta ha sido todo

un éxito, y en tiempos de cocidos son agradecidos, mitad doble le informa que pondrá nuevamente en su conocimiento otra receta para realizar, esta vez unas lentejas y, sin olvidar el cariño, por favor siga las instrucciones al paso, gracias: Primero, compre unas lentejas que no necesiten remojo, es muy importante si su memoria o falta de tiempo hace que no pueda echarlas a escurrir un día antes. Estas lentejas son de un tamaño inferior a las normales, no olvide sobre todo comprarlas con mucho cariño. Esperamos que sus primeras lentejas estén muy ricas, no dudamos que sea así, pues estarán hechas con mucho cariño. Otros ingredientes que necesitará para realizarlas, serán: Cebolla… una mediana o grandecita. Pimiento verde… mediano estará muy requete bién. Tomates maduros, ya entrados en la cuarentena, que son los más sabrosos… si son pequeños haga el favor de emplear dos, gracias. Una hoja de laurel… para el toque de sabor.Dos dientes de ajos… por favor… no ponga mas, ya que se conocen los resultados al dar besos y no es muy satisfactorio, gracias. Una patata mediana, o dos pequeñas, sí, eso es, lo mismo que en el puchero. Y un puñado de zanahorias… no olvide que son buenas para agudizar la vista… recomendaciones de madres. Muy importante que no falte el cariño… Opcional: un poco de chorizo y morcilla, para esas lorzas va muy bien, si le tenemos cariño y no queremos olvidarnos de ellas. Un chorreón de aceite y sal al gusto… ¿Ya tiene todos los ingredientes?, pues ahora debe hacer lo siguiente… ¡Ah!, una recomendación, ponga primero todos estos ingredientes

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Lentejas en una olla y luego llénela de agua, gracias. La cebolla, el pimiento limpio y el tomate (si quiere entero todo o partido por la mitad); la patata y la zanahoria troceada; el diente de ajo va entero, y las lentejas (dos puñados por persona, si le gusta rebañar la cuchara, tres); el aceite y la sal, la hoja de laurel limpia y entera, también puede partirla un poco para que desprenda más sabor. Todo esto en la olla, una grande, se llena de agua hasta que se cubra todo y un poco mas, se pone a hervir hasta que las lentejas estén blandas. Una vez estén así, se prueba y se rectifica de sal, luego se saca en un vaso de turmi (no sabemos ahora mismo el nombre correcto, gracias) el tomate, la cebolla y el pimiento, junto con los ajos; se pasa todo bien, y aunque le parezca que ha salido algo horrible, y de color más que dudoso, vuelva a echarlo a la olla, no lo dude, le dará un gran sabor, y lo pone a hervir, moviendo mucho ya que si se deja se pegan las lentejas, son bastante macarras ellas. Esto es muy importante, no le dé mucho fuego o será muy fácil que se calienten demasiado entre ellas. En este momento se podrá poner un poco, solo un poco, de pimentón, dulzón claro, y el chorizo y la morcilla para que hierva ya todo junto y tomen sabor; el chorizo si quiere lo puede introducir mucho antes, y sobre todo no dejar de mover con mucho cariño. La morcillita necesita más mimos, así que se deja para lo último y no se romperá demasiado. Por si le gusta comerla entera, y no se ponga morcillona. Esperamos que sus primeras lentejas estén muy ricas, no dudamos que sea así, pues estarán hechas con mucho cariño, y en un día frío hará que se calienten los cuerpos. Esperamos que todo sea de su agrado. Sin más nos despedimos estando a su disposición para futuras recetas. §


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gatos pardos

El reloj brama. Es hora bruja de quedarse, cual polilla,

en derredor de la luz de las farolas más crápulas de la ciudad. Estrellas eclipsadas por luces de neón libertino. Noche canalla que instas a bailar al son que tocas, a hacer y decir cosas que el sol censuraría de buena gana. Noche amante, desenfrenada, de ojos de búho con boca de pez de sangre caliente. Desinhibidos gatos pardos, felinos mayores, noctámbulos, artistas y dementes, rapaces de caza menor y aves insomnes nocturnas, se alían en un pacto secreto en locales de moda pasajera. Las mejores galas para un lugar repleto, rebosado de cuerpos y rebosante de licor de garrafón con icebergs. Flor que se abre sólo el fin de semana. Mismas caras, mismas canciones, mismas bebidas, mismos gestos, dobles intenciones. Sombra blanca, viciosa, de la noche de ciudad. Escandalosa nocturnidad, ojos vigías, poses, sonrisas, maquillajes en rostros y almas, miradas de cortejo, y el mejor perfume camuflado entre nubes de nicotina y parranda. Noche joven del sexto día, deseada, divertida, frívola y esperada. Ceñida por los lazos de excesos placenteros. Quiero destilarte, beberte a tragos cada instante hasta el alba; como si de un amante se tratara, para perderme en la decadente sombra de tu embriaguez. Noche adictiva, aquí me tienes dispuesta a dejar que me despojes de mi terciopelo rojo para mecerme en tus sábanas de satén. Soy tu fiel esclava. En ti sí creo, a ti te rezo cada viernes, con la esperanza de poder resucitar a los siete días y siete noches, y así volver a postrarme a tus pies, mi dueña y señora, noche vestida de luna opaca. §

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juego de espejos

| Del otro lado | México | Amadeo, norteño, nunca se identificó con

la Narco-cultura del norte de México. No le gustaba que el narcotráfico pintara las casas del pueblo, construyera escuelas o instalara el alumbrado público para las calles. No le gustaba que los narcotraficantes tuvieran que hacer el trabajo que el gobierno había dejado de hacer. Tampoco le gustaba la literatura que se hacía sobre esa actividad. No le gustaba la música que hablaba sobre el negocio –grupos como Exterminador o Los Originales de San Juan –, las letras le parecían bastante sosas y el ritmo excesivamente repetitivo; a él más bien le gustaba la bohemia ranchera, la música de José Alfredo Jiménez. Sol sabía que el capo podía forzarla a estar con él aun si ella no quisiese, sin embargo no hizo falta ningún tipo de forzamiento, el flechazo había sido instantáneo. No le gustaban muchas cosas del narco pero él era un narco. Desde que tenía 15 años, hace 10, Amadeo se perfilaba ya como la joven promesa del narcotráfico y una fama de capo menor le envolvía desde los 22. La fama de Amadeo no era inventada, desde muy joven se valía por sí mismo, aun a pesar del aspecto de niño enclenque que tenía. Sobrevivir a una temprana orfandad le había creado una mirada que no se amedrentaba ante los horrores del hampa.

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A los catorce años se dio cuenta de que José Alfredo cantaba una verdad básica para todo ser humano, la de que no vale nada la vida / la vida no vale nada. Si la vida no vale nada, se decía, entonces hay todo por hacer. La mística bohemia del cantautor siempre le había gustado por lo que sus ratos libres los dedicaba a las pulquerías y cantinas elegantes del pueblo. Fue en una de esas cantinas que Amadeo conoció a Sol, una cantante con vestido de Adelita que deleitaba a la audiencia con el “Deja que salga la luna” de José Alfredo. De inmediato el joven invitó a Sol a sentarse con él y acompañarle con un tequila. Es verdad que con su fama y poder él podría obligar a cualquier mujer a estar con él, también es cierto que Sol sabía que el capo podía forzarla a estar con él aun si ella no quisiese, sin embargo no hizo falta ningún tipo de forzamiento, el flechazo había sido instantáneo en ambos y al poco tiempo de conocerse sabían que no querrían separase. A la primera noche que pasaron juntos supieron que querrían casarse. A la tercera noche que pasaron juntos, antes de dormir, Sol le cantaba al oído a Amadeo “Cuando estoy entre tus brazos, siempre me pregunto yo… ” A lo que Amadeo le respondía también al oído, “¿Cuánto me debía el destino, que contigo me pagó?”. Pero fue precisamente el destino el que se apareció a los pocos meses para saldar cuentas. En una cantina, mientras cenaban, alguien intentó matarlo. El incidente no habría pasado a mayores –Amadeo había sobrevivido ya a


3 atentados—si no hubiese visto el pálido y tembloroso rostro de Sol ante la escena. El llanto de la amada es un invierno del alma, pensó ridícula y románticamente antes de decidir nunca volverla a ver así. De inmediato comenzó a maquinar modos de sacarla de ese mundo, consigo. Acudió a Melquíades, su protector desde la infancia y que era el único depositario de su

confianza. Melquíades no dudó un instante en facilitarle el pequeño Jet que guardaba en su rancho privado, pero le advirtió de las altas posibilidades de que le siguieran. —¿Quién? – dijo valiente, aunque ya sabía la respuesta — Tú sabes Amadeo… Amadeo sabía; era una deuda que estaba cargando desde hacía al menos un par de años,

año y medio antes de conocer a Sol y seis meses después de involucrarse en los negocios de B, un empresario rival. Ahora, dos años después del malentendido entre los capos, después de la masacre de familias del clan de B, un año después de la decapitación del padre de Melquíades, seis meses después del segundo atentado contra Amadeo y dos meses después

del asesinato del jefe de la policía, Amadeo sabía, junto con B y Melquíades, que las deudas se pagan, que el pasado es impostergable. En los previos meses Sol nunca le pidió a Amadeo que dejara el negocio; Amadeo nunca le prometió a Sol que lo dejaría, pero cuando él le contó a ella el plan de escapar, ambos sintieron un gran alivio, un alivio similar al

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de los adictos que reciben sus dosis gracias al eficiente trabajo del traficante de drogas. Huyeron en dirección al rancho de Melquíades, huyeron a la velocidad de 200 caballos lastrando sus 2 toneladas de blindaje, en la SUV que le había regalado a Sol el día de los enamorados, huyeron con la esperanza de un amor seguro en Pasadena mientras a Melquíades le era arrancado el globo ocular derecho. A la pista del rancho del torturado llegaron Amadeo y Sol 18 segundos antes que sus perseguidores pero solamente 2 segundos antes que las balas de la gente de B. Los estoicos y púberes guardaespaldas de Amadeo contuvieron el ataque cinco segundos. La pareja subió a la nave que ya estaba encendida sólo para sentir las ráfagas de un AK-47 que el piloto descargaba sobre ellos. En algo menos de un segundo Amadeo vio cómo, tras el fogoneo del arma, ella y él mismo se desplomaban sobre la alfombra de la cabina del Jet; olió también la pólvora quemada en el ambiente; palpó la rígida y tibia mano

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de su amada que le miraba con una muerta tranquilidad; probó el oxidado sabor de la sangre quemada de balas que le brotaba del borde antero del paladar blando; pero sobre todo, escuchó en voz de José Alfredo, los versos con los que termina esta historia: …no vale nada la vida / la vida no vale nada Comienza siempre llorando / y así llorando se acaba… §


juego de espejos

| Del otro lado | Venezuela | En Caracas, durante los últimos meses del

año, una suave neblina suele bajar a la ciudad al caer la tarde, se pasea por los parques como un caraqueño más, acaricia los altos edificios y crea el escenario propicio para los sueños. Sol y Amadeo son dos jóvenes que se aman y que han elegido la tarde de hoy para cumplir el suyo: escapar de la ciudad. Corren violentamente por las calles de Chuao, apartando a la gente, interrumpiendo el tráfico y soñando, soñando con un lugar en el que ambos puedan amarse libremente, a ese lugar les conducirá el pequeño avión que están a punto de tomar. Se dirigen presurosamente a La Carlota, el concéntrico aeropuerto en el corazón de la capital de Venezuela. Amadeo y Sol corren agarrados de la mano; él, casi arrastrándola, ella tropezando por las aceras, y sujetando con la otra mano el pañuelo que lleva atado al cuello. El avión les espera, Amadeo mira constantemente atrás. Las turbinas se encienden, las hélices giran, la pista está vacía y el cielo aún es claro. De repente, como un golpe seco de memoria, un grito que sale de adentro, que se asfixia y lucha por reencontrarse con la realidad, hace recordar a Amadeo como llego aquí. No eran cinco ni diez, ni veinte años, era toda una vida. Amadeo había comenzado a trabajar en esto antes de haber aprendido a hablar. Dicen que no tenía familia ni nadie a quien rendirle cuentas, entonces se acostumbró a rendirse cuentas solo así mismo, esa fue

su manera de ver las cosas en casi todos los asuntos, incluso en los asuntos de droga. —¿Te gusta la vida que llevas? —le preguntó una vez, un hombre que trabajo a su lado algunas veces. —Me he acostumbrado —le respondió escasamente Amadeo—. Me he acostumbrado… A Amadeo, sin embargo le gustaba soñar. A veces se ponía a pensar que era otra persona, un cantante que viajaba por el mundo dando conciertos y grabando discos, un importante médico que había estudiado mucho y que era respetado por todos, o un piloto de avión, como el que estaba a punto de abordar, un piloto que siempre estaba en un sitio distinto y que se conocía casi el planeta entero. Pero a la primera llamada de sus superiores, interrumpía cualquier idea y acudía a atender sus tareas asignadas, sus sucias tareas asignadas. —Tal vez no eres mi mejor hombre Amadeo, pero no dudo que llegaras a serlo —afirmó un día, en tono promocional alguien a quien llamaban “El Segueta”. —Gracias, señor. —respondió Amadeo desde el fondo de su alma, como si acabara de recibir el reconcomiendo más importante de su vida. Tenía veinticinco años cuando pasó, que Amadeo tropezó con alguien en la calle. Él caminaba muy a prisa, como se suele caminar en Caracas, y ella caminaba distraída porque pensaba en muchas cosas. Supo que se llamaba Sol porque después de una breve disculpa y de ayudarla a levantar sus libros, que por el choque habían terminado en el suelo, simplemente insistió en saberlo. No

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la volvió a ver por un tiempo, pero Amadeo caminó por Plaza Venezuela a la misma hora todos los días, hasta que por fin el encuentro se repitió. Amadeo solo se dedicó a seguirla y a confirmar lo que ya sospechaba: era estudiante de la Universidad Central. Estuvo siguiéndola y estudiándola varias semanas, hasta que decidió volver a hablarle. Le costó un mundo convencerla de que ya se conocían, y otro mundo más, que aceptara una invitación al cafetín de la universidad. Después de ese primer café, Sol y Amador supieron que se volverían a ver, y después que se volvieron a ver, descubrieron que se querían, y cuando el tiempo paso, supieron que debían estar juntos para siempre. Quizá por eso huyen, porque ese avión representa la unión, la paz y el amor que los mantiene vivos y juntos. El sonido de varios disparos irrumpen en el recinto, la gente se espanta, Amadeo y Sol no se detienen, porque saben ya de qué se trata. Sol tenía su misma edad, era bella, alta, de semblante humilde y discreto, de poco maquillaje y atuendo simple, su cabello era rubio, liso y brillante, sus preciosos ojos verdes y de geometría avellanada, eran una tentación. Amador estaba enamorado completamente de la ingenua Sol; era un muchacho sencillo, moreno y de rasgos comunes, pero tan atento y cariñoso, que podía hacer sentir a Sol el olor de las orquídeas de mayo, la luz del llano y el rumor de los pelicanos de Oriente, aunque estuvieran haciendo el amor en un hotel de Sabana Grande. Fue solo hace unas semanas cuando decidieron huir del país, en una tarde en la que él le llevo flores al salir de clases, porque era su cumpleaños. Sol se sintió tan emocionada, tan feliz, que no pudo menos que abrazarlo fuerte. Lo rodeo con sus finos brazos hasta donde pudo, como quien se abraza a la vida, con una energía, que solo el verdadero amor puede inspirar, acariciando su espalda con tal fuerza y sensibilidad, que descubrió que Amadeo venía

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armado. Primero pensó que era producto de su imaginación, pero a Amadeo lo delataron sus ojos, lo que había tocado detrás de su chaqueta, era el arma, el arma de Amadeo. Y antes de que alcanzaran pronunciar palabra alguna, el rugido de varias motocicletas, un sonido seco y violento, les rodeo. Caras agrietadas por la maldad y aptitudes acechantes, eran cuatro o cinco sujetos, que, así como llegaron se fueron. Amadeo debió contar a Sol la verdad acerca de su trabajo, o al menos parte de ella, al principio sintió que la perdería, su reacción fue brusca y dolorosa, pero era demasiado tarde, hacía ya mucho tiempo que se había enamorado perdidamente de él. Después de varios días de turbios encuentros, comenzaron a planear la huida. Lo dejarían todo para empezar una nueva vida en un nuevo lugar, un lugar en el que Caracas, el tráfico y las drogas, fueran solo un recuerdo pendiendo en sus entrañas. Amadeo pago un vuelo privado en una pequeña nave que los llevaría desde La Carlota hasta Curazao, esa es la nave que les está aguardando en este momento, y cuyo despegue lleva incluso, algunos minutos de retraso. El delicado cabello de Sol se bate entre la muchedumbre, corren a la velocidad que sus cuerpos humanamente desesperados les permite, un poco más atrás le siguen el mismo grupo de motorizados, señores amargados, con chaquetas criminales y miradas de diablos. Sol mira hacia atrás de vez en cuando, la distancia que los separa es cada vez menor. Los novios finalmente entran a La Carlota, aún adentro mantienen la misma prisa, el avión está cerca de ellos y la huida a punto de completarse. El sonido de varios disparos irrumpen en el recinto, la gente se espanta, Amadeo y Sol no se detienen, porque saben ya de qué se trata, Sol intenta detenerse, está cansada, pero él no se lo permite, la arrastra con todas su fuerzas y casi con el último aliento de vida, abordan el avión. Desde dentro, presencian el alboroto, la bulla y la gente alarmada y corriendo. Sol, quien parece no haberse recuperado todavía, trata de decirle algo a Amadeo, quien junto a ella, yace tumbado en un rincón del interior de la nave, las respiraciones agitadas


de ambos, poco a poco se recuperan. Apenas Amadeo logra conciliar de nuevo el aliento, se permite preguntar: —¿Estas bien cariño? Sol lo mira escasamente, pestañea como si estuviera sedada, por lo que él añade un tono más preocupado a su palabras. —¿Estas bien? —Es… –Balbucea penosamente Sol, retorcida en el suelo, con su preciosa cabellera rubia revuelta espigosamente—Estoy… —Si cariño estas aquí, conmigo, —añade Amadeo valientemente– ya estamos volando, se puede ver el mar del otro lado. Ven. Miralo. —Estoy... —repone Sol, haciendo un esfuerzo evidentemente excesivo para articular sus palabras— Estoy… herida. —¿Qué? —agrega Amadeo nerviosamente, al tiempo que comienza a revisarla, comparte con el piloto una mirada de preocupación y continúa— ¿Dónde?

Sol gime delicadamente y muere. Amadeo desgarra un doloroso y universal grito de dolor y pena, un grito que puede escucharse en cada rincón de la urbe; entonces la neblina se abre, como si su curso se hubiera interrumpido de repente, se desvanece y desvelan un cielo oscuro, sin estrellas y sin luna. Los edificios brillan con más fulgor y la gente continua caminando de prisa, como se suele caminar en Caracas. §

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juego de espejos

| Del otro lado | España | Mira

el cielo abierto a través de la ventanilla del Boeing. La luz, su paso entre las nubes y el espectáculo ofertado, no guardan el luto de su estrella que acaba de apagarse. Sol espera para cruzar en la acera cuando Amadeo la ve por primera vez, hubiera sido imposible no hacerlo. La calle flanqueada por parcelas de chalets, intransitada, y ella con aquellas ínfimas bermudas y su melena rubia arrojándose a la espalda bajo la gorra. Detiene el vehículo y se deleita con el caminar de sus piernas al aire, se sorprende al ver que la muchacha no admira el ostentoso vehículo que le cede el paso en el cebrado. Reanuda la marcha, mantiene el coche al ritmo de sus pasos, baja la ventanilla: —Hola guapa ¿Vives por aquí? Sol lo mira sin detenerse ni dar respuesta. —Acabo de mudarme a la urbanización, a la parcela 118, me llamo Amadeo. ¿Cómo te llamas? —¿Por qué iba a decírtelo? —Porque si vives por aquí soy tu nuevo vecino, vivo sólo y el barrio está lleno de ancianos terminales. Ella desaparece tras una cancela sin decir nada. A Amadeo le enoja su desdén pero se alegra de que entre justo en la casa que da a la parte trasera de la suya. Las chicas no son un problema para él. No muy alto pero agraciado y de complexión atlética, se había granjeado el afecto y admiración del sexo opuesto con la bravuconería adolescente primero y con el despliegue y el derroche

después. El ego y la testosterona alcanzan sus cotas máximas cuando folla por el dinero, no es que frecuente prostitutas, no a profesionales. Él y sus amigos, en las noches de ritual de desparrame, invitan a un grupo de chicas a su reservado de la discoteca y les ofrecen sin límite cocaína y alcohol. Gusta de ver en los ojos de la que encarte la idea de ser la elegida cuando la invita a desayunar en el jacuzzi de la terraza de su casa con vistas a la sierra. Ni las drogas ni el alcohol impiden la erección cuando pasmadas miran su recién estrenado hogar. No pasa una semana cuando vuelve a ver a Sol. Amanece a las tres de la tarde de un domingo y al asomarse al balcón de su habitación la ve nadando. Había estado vigilando el jardín contiguo sin éxito hasta el momento. Al salir de la piscina, Amadeo la llama y la saluda con la mano. Sol mira y se mete en casa. Con la llegada del verano son muchos los días que Amadeo ve a Sol en su jardín. El siempre la llama para saludarla desde la terraza del segundo piso para que ésta lo ignore. Una noche de insomnio se queda en el estudio jugando a la videoconsola hasta tarde. La luz que se enciende en la casa vecina, le descubre la ubicación de la habitación de Sol, antes de que ésta cierre las cortinas. Desde ese día, con la excusa del gusto en la variedad y la excitación de poder ser observado, fornica con sus ligues en el estudio con las ventanas abiertas y la luz prendida. Fue a mitad de verano, ella, en su fotosíntesis particular en el jardín, tras el ritual del l saludo solitario de Amadeo. Sol se desprende de la

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parte de arriba del bikini. Amadeo no puede despegarse de la barandilla, absorto en la visión atenta de los pechos deseados y perfectos. Así pasan los minutos. Amadeo, pasmado, asiste al regalo de la mano derecha de Sol bajando por el vientre, abriéndose paso en la braguita , tocándose y retorciéndose sobre la hamaca, sólo para sus ojos. Amadeo sale de casa y llama en la cancela de la casa vecina, le abren sin preguntar, atraviesa el jardín delantero, Sol lo recibe en la entrada desnuda. Nada pasa por la cabeza de Amadeo, enloquecido, cierra la puerta y besándola la tumba en el recibidor. Cuando caen exhaustos, Sol se levanta. Abre la puerta y echa fuera la ropa de Amadeo. —Tienes que irte. Sin dar crédito y aún sin aliento, Amadeo franquea la puerta y se dispone a coger sus cosas. Antes de cerrar la puerta le dice: —Me llamo Soledad, pero todos me llaman Sol. Tres días pasan. Son muchas las ganas de ver a Sol mas Amadeo no quiere parecer ansioso. Un ramo de veinte rosas aparece en casa de la chica, una tarjeta la cita para cenar a las nueve y media. A la hora prevista está todo preparado. Un catering de evento para dos. El camarero listo y la mesa decorada. Amadeo enciende un cigarrillo tras otro, mira el reloj. Tocan con los nudillos en la puerta de cristal que da a la piscina. Sol está al otro lado vestida de rosa; le explica que una amiga íntima vivía ahí con su familia y que el hueco en la verja que hicieron de niñas sigue donde siempre. Sol rechaza el vino y pide una cerveza. No menciona los preparativos de la cena y sugiere a Amadeo que despida al camarero para tener más intimad. Cuando se marcha: —¿Por qué te llevabas a esas chicas frente a mi ventana? —Para que me prestaras atención supongo. Cuando quiero algo no paro hasta que lo consigo, y parece ser que el plan no me ha salido mal. —¿No? ¿Qué has conseguido? Amadeo se sonroja levemente. No era Sol dócil ni una más de sus conquistas, se rehace. —Que estés cenando aquí conmigo.

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—Te conformas con poco entonces—le dice, dedicándole una mirada que borra de un plumazo el aire infantil que le da el vestido de verano y el lazo en el pelo. —Eso, para empezar.-le responde. Se sirve el vino y alza la copa para brindar, Sol sonríe y Amadeo se relaja. Sol pasa allí esa noche y muchas otras más a lo largo del verano. Siempre entra por la terraza y sube directamente al dormitorio. Una noche Amadeo no está solo. El ruido procede del salón y al acercarse Sol ve a tres hombres de espaldas manipulando algo en la mesa. Amadeo corre a su encuentro sacándola del salón, le advierte que no debe estar allí. Sol le besa. —¿Te crees que voy a vivir con un traficante?¿Con un traficante que me ha puesto la mano encima?¡Estás loco y no vas a volver a verme! —No seas desagradable ¡Qué maleducado! En lugar de enfadarte, podrías invitarme. —¿De qué estás hablando? No has visto nada. —Ni falta qué me hace ¿Me tomas por idiota? Las llamadas, los comentarios, la casa; siempre tienes coca. Soy una chica discreta y no pregunto lo que no quieren contarme. —Sube a mi dormitorio, ahora voy. Amadeo se avitualla debidamente para agasajar a su chica. Sube sonriendo las escaleras de la casa, con el ego de un boxeador victorioso saliendo del ring. Tras el sexo, cuando Amadeo le sugiere a Sol que se mude al chalet con él, no se espera como respuesta esa carcajada desternillada que no deja lugar a dudas. Paró la carcajada cuando Amadeo la abofeteó. Se sale de la cama, empieza a vestirse rápido, le grita: —¿Te crees que voy a vivir con un traficante?¿Con un traficante que me ha puesto la mano encima?¡Estás loco y no vas a volver a verme! —¡Cállate puta! ¿De dónde sino iba a salir el dinero que me gasto en los regalitos que te compro? De qué la coca que te metes, guarra. Ahora no me mires por encima del hombro


como si fueras mejor que yo. ¡De mí no se ríe nadie! Sólo quieres que te folle y que te drogue. —¡Eres un desgraciado que puede meterse sus drogas y su pasta por donde le quepan! Puedo acostarme con el tío que me da la gana y todos juntos no tenéis más dinero que mi padre. No eres más que un cretino, un camello con suerte, tan estúpido que no sabrías hacer otra cosa. Amadeo vuelve a abofetearla. Sol intenta arrastrase hasta la puerta de la habitación pero recibe una patada en el costado que vuelve a tumbarla. Ya no ve nada, sigue recibiendo golpes. Paran cuando no respira. El pelo revuelto y sangre en la boca. Llama a sus amigos, que siguen en el salón, empiezan a decidir que harán con ella. Los otros dos debaten la solución mientras Amadeo se queda atrapado mirando los ojos muertos de Sol,

fijos y medio abiertos, evocadores siempre del celeste cielo, ahora fríos de azul noche, de sol asfixiado. Le acosaría esa visión de forma espaciada, constante y prolongada. Dos días han pasado y Amadeo en el avión recuerda los ojos y el momento. Se repite que fue un accidente, que se había reído de él, que no debe sentirse mal por ser lo que es, el dinero es el bonus de esta vida y él sabe como conseguirlo. Ningún argumento puede pesar más. No lo pillaron. Si llegó a arrepentirse o no, si la vida fue justa después con él o si aprendió la lección, si eso lo hizo más duro o peor persona no parecía importarle cuando, pasado un tiempo, volvió a los reservados de las discotecas y a follar en el estudio con las luces encendidas. §

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entrevista: martín favelis —¿Por qué decidiste ser humorista gráfico?

gráfico?

—Porque si no tenía que seguir trabajando.

—Lo que cambió mi rumbo fue el Premio Nacional de Humor Gráfico de Argentina que recibí de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires y el diario Clarín. Dicho premio, consistía en la exposición de mis obras en el prestigioso Centro Cultural Recoleta, dotación de algunos dólares, y además incluyó dos pasajes a Barcelona para asistir al Salón Internacional del Cómic. Allí me contrató la primera editorial española que visité, y a partir de entonces sólo volví a la Argentina cada año para ver a la familia.

—¿Qué materiales usas en tu trabajo? —El ordenador, el ordenador y el ordenador. A veces también un diccionario, pero un diccionario que tengo en el ordenador. Me gustaría aclarar que no me parece más atractiva la técnica del ordenador que por ejemplo, la acuarela, el lápiz o la tinta. También me gustaría aclarar que uno, en general, hace lo que puede y no lo que quiere. —Describe el proceso que lleva crear una de tus obras, desde la idea hasta que el trabajo está terminado. —El proceso no es siempre igual, de hecho varía bastante. Lo más común es que escriba muchas ideas en papel (sí, en papel), y cuando toca encender el ordenador, corrijo lo escrito hasta lograr la máxima síntesis posible. Luego, si hay tiempo, me gusta probar variantes de color, puedo estar un buen rato ensayando combinaciones diferentes. Si no hay tiempo porque tengo que enviar el dibujo con urgencia, elijo alguna mezcla de colores que ya haya utilizado en alguna viñeta antigua, alguna de las que todavía me guste el resultado final. —¿Fuiste el gracioso de la clase? —Lamentablemente, sí. Y lo lamento porque si bien hice reír mucho a los compañeros no conseguí atraer demasiado a las compañeras, que era lo que yo buscaba. Ahora es común escuchar que a las mujeres les atraen los hombres con sentido del humor pero yo te aseguro que en mi clase tenían éxito otro tipo de factores, factores con los que yo no contaba y mucho menos ahora. Lo diré. No había nada más eficaz que un buen flequillo. —¿Qué fue lo que cambió tus rumbos anteriores, para que te dedicaras al humor

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—¿Intenta hacer reír o hacer pensar? —Intento mantener mi mente higienizada y a veces esa intención se traduce en un resultado que hace reír, y otras veces en algo que hace pensar. A mí me gusta tanto reír como pensar y últimamente es más lo que pienso que lo que río. Éso no me hace ninguna gracia. §



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noviembre

Cuando las hojas se concentran en la calle con su espera seca, aguardando la arenga impertinente del viento o la llegada infame de las escobas se entromete el mundo en su belleza las reubica en el trastero del tiempo, olvidan las pisadas sus quejidos crujientes, los furtivos orgasmos clorofĂ­licos. Transpira por las raĂ­ces del asfalto la quietud naranja.

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tres escalones para mil razones

En aquel edificio quedaban en pie un

buen número de escalones. Algunos estaban agotados, otros resultaban ya inútiles para su función como apoyo en el ascenso, y otros, tal vez los que fueron más osados, los que quisieron conquistar otros horizontes y pretendieron ser puerta o ventana, habían sido vencidos, borrados por el paso del tiempo. En aquel edificio quedaban restos de vivencias, memorias con trajes nuevos, niñas calzadas con tacones que jugaban a levantar el polvo depositado en el suelo, algún que otro cadáver, pasillos cerrados y paredes maquilladas con humedades. Pero en aquel edificio, en una gélida habitación de la primera planta, se almacenaban relatos, cuentos, historias al fin y al cabo, escritas por un grupo de mujeres que un día decidieron inventarse, y comenzaron por pasear entre letras que, las conducían a palabras nuevas, nunca pronunciadas o prohibidas.

La habitación se separa de tierra firme, unas manos gigantes que crecen desde el cielo, cortan las raíces que la nutren de la realidad. Cada jueves comienza una vida, una nueva vida para cada jueves. Cuatro al mes, cuarenta y ocho nuevas vidas al año. Son como un ejército enviado al frente, con el entusiasmo propio del que desconoce. Ellas viven entre carnavales con cabezudos y aeróbic, entre historias de amor eterno, entre casas encantadas y futuros posibles; entre el miedo que congela la garganta cuando se quiere hablar de una madre que no está, o cuando, entre risas y mejillas en ebullición, se charla sobre sexo. En aquella habitación propia, entre los restos

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de tinta y café, tras las fotos de la última cena de navidad, o sobre la pizarra que indica la próxima reunión, habitan fantasmas que nos leen y escriben, que escuchan y susurran palabras. Los estantes se llenan con prejuicios que nunca más nos habitarán, y las sillas, adquieren formas impredecibles, en ocasiones caprichosas, que nos obligan a ordenar el espacio en función del ánimo de las mismas. El espejo ha dejado de ser ese villano, que nos manda y humilla, que nos re-crea y obliga. El espejo funciona por paper view. Y los pasteles son gratis. Estos fantasmas, aparecen sin necesidad de hacer chasquidos, dar tres golpes de tacón con unos zapatos de lentejuelas rojos, o pronunciar nombres que suelen resultar impronunciables frente a un espejo cubierto por telas de araña. Aparecen sin tener que humillarnos frente a la hegemonía de la memoria. Ellos nos ayudan a parar la inmediatez de lo cotidiano y a inventar un nuevo escenario por unas horas. La habitación se separa de tierra firme, unas manos gigantes que crecen desde el cielo, cortan las raíces que la nutren de la realidad. El edificio se desmiembra, y nosotras con él; una mano aquí, una nariz allí, una idea por allá. Somos como un mural de Pollock o una alfombra persa. Somos gigantes provistos de brazos enormes sobre los que nos podemos columpiar para poder regresar a esa infancia, en la que nuestros padres son siempre jóvenes y nosotras siempre niñas. Cuando la fantasía se va y la rutina sube los tres escalones que separan la realidad de nuestra ficción, los cuerpos despiertan de este letargo semanal y los sueños se guardan en el congelador, junto a acordes musicales, zapatillas de baile, pelotas de tenis y óleo de color rojo. Pero esa es otra historia, distinta de la nuestra, con otras protagonistas y otros fantasmas. §


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dos menos uno

Se miran. Se están sintiendo en las yemas de los dedos. Relámpago. Se escrutan. Un látigo les atraviesa. Rayos. Se rozan. Veinte flores los dedos. Despiertan. Los poros de la piel dilatados. Contacto. Inyectan sus ojos en los del otro. Hacen espejo sus labios. Se acercan lenta, certeramente. Se aproximan al abismo del otro lado. Hacen diana las pupilas. Un fulgor atraviesa sus miradas. Estremecimiento. De un cristal acuoso emerge el cuerpo de él impulsado por el brazo extendido de ella, que lo coge por la espalda y va trayéndolo hacia sí.

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Suavemente, empujándolo. Calambre. Un fuerte Chispazo. …El mar…

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cruce de vías

Ayla en Macondo

Aureliano Buendía se acercó a una figura

alta, con la melena al viento. Era una mujer de Macondo a la que ya había visto en otras ocasiones, Ayla, le dijeron que se llamaba, la que enseñaba muchas historias de mujeres. Era una mujer de edad indefinida, tenia una conexión con la tierra y los animales que le permitía comunicarse con ellos. Cuando llegó a Macondo nadie sabia de donde venía; con su sabiduría de curandera enseguida se hizo con el pueblo. Aureliano Buendía se cogió de su mano y juntos subieron a la montaña. Desde allí se divisaba todo el pueblo, rodeado de espesura verde, con el río serpenteante al fondo. Allí sentados le fue contando su historia. Mirando sin ver, sus ojos se abrían hacia el horizonte y por su boca las palabras surgían melodiosas, con fuerza, entonando un canto a la vida. Hablaba de la noche de los tiempos, de

cómo en cada vida repetía la misma experiencia, siempre en un lugar nuevo, siempre luchando para ganarse el espacio y el respeto del clan, cambiando de lugar, de tiempo y de espacio. Era distinta a las demás mujeres; sin embargo en ella estaban todas representadas, las sentía en cada célula de cuerpo y por cada una de ellas avanzaba en el tiempo, sabiendo que cada logro, cada paso hacia delante eran avances cuánticos para las mujeres. —Ayla ¿por qué me cuentas esto? No sé muy bien que me quieres decir. Ella sonrió y le dijo: —Aureliano, tú eres el primer niño que ha nacido en este pueblo perdido y alejado de la mano de Dios, rodeado de muertos, magia y ensoñamientos. Algún día también tendrás que luchar por tu espacio y respeto del Clan, desearas morir y no lo conseguirás pero eso ya será otra historia... §

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cruce de vías

Emma Bovary en la caverna

Un tímido sol, anunciando la llegada de

una época mas cálida dio la bienvenida a Enma. El invierno había sido, como todos, largo y monótono. Las grandes nevadas obligaban al grupo humano a permanecer en la cueva, compartiendo el espacio, a Enma le asfixiaba esta estrecha convivencia. Los días se parecían demasiado, y en las noches, su compañero la tomaba siempre de la misma forma rápida y rudimentaria. Cerró los ojos, sintiéndose prisionera en su propia existencia y deseó, desde sus entrañas,

que otra forma de vida, fuera posible. Respondiendo a su pensamiento, un rugido atronador quebró el valle y la tierra tembló violentamente. ¡Fuera, fuera lejos de la cueva! gritó alguien cerca de ella. Pero Enma estaba petrificada, desconfiaba que lo que viniera fuera mejor: tuvo una visión de sí misma sin hogar, vagando en un mundo hostil, y no tuvo fuerzas. Volvió sobre sus pasos y corrió hasta lo más profundo de la cueva, justo cuando la gran piedra que servia de cubierta se desplomó sobre la entrada. §

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cruce de vías

Florentino Arienza en París

Sus cuerpos se fundieron en la desesperación

de lo que no se tiene. En la ilusión de lo absoluto. En la ceguera de la necesidad del amor que no está. El placer jugaba entre sus cuerpos, haciéndoles cómplices. Las manos de él apretaban sus pechos y sus dientes le mordían el cuello con la fuerza del que no quiere soltar el instante de unión y volver al vacío de la separación.

Se quedaron pegados unos minutos más, quietos. Sintiendo poco a poco como cada uno volvía a su propia realidad. Veinte años más le quedaba a Florentino Arienza, para poderse encontrar con su amor adolescente y ahora por fin viuda, Fermina Daza. Algunos años más, a Emma Bovary, hasta unirse con veneno con la muerte cómo único amante que podía llenarla por completo. §

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mundo extraño

aquel día

la nariz la frente

lo recuerdo

me ardía pensaba

me sentía

en la gripe

particularmente

A

roto era roto

un domingo

por dentro

insufrible

y por fuera

de resaca y desamor

rota

en la tierra

la cabeza el cuerpo

otro

el alma

domingo

roto

más

el corazón y tenía pendiente aquel día

aquella inexorable comida anotada

lo recuerdo

en mi agenda

tenía también

un compromiso

un tremendo catarro

aquella comida

me lloraban

y me sentía morir

los ojos

con aquel catarro

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a cuestas pero no podía

y todo

evitar ir

desde entonces

me armé de valor

fue rodado

me duché me vestí llegué reventado

era

al lugar convenido

primavera

y entonces

era

la vi

domingo

(no la conocía

era

no me la esperaba)

un mundo extraño

de entre todas aquellas caras

y era el comienzo

deslumbrante

de una

y marciana

bella amistad

la vi e inmediatamente se esfumó mi tristeza volvió a correr la sangre a bombear de nuevo el corazón

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Notas sobre Richard Brooks

Hay algo catártico en descubrir a un gran

director por puro azar, aun habiendo visitado sus películas en las edades tempranas en las que uno recuerda una escena sin preguntarse siquiera quién la ha rodado. El cine en ese tiempo no es la más prodigiosa mentira, sino la verdad más sorprendente. Cuando uno crece, el deleite de mirar y de perderse en los fotogramas de ese ya 're' descubrimiento, libera una inmediata felicidad física y etérea que se traduce en un ansia patológica por buscar, encontrar y tachar de la lista todas las películas que dibujan su filmografía. La denuncia, la culpabilidad, el incorruptible devenir de las consecuencias, el velo de la segunda oportunidad fueron la materia de fondo que alimentaron las películas de Brooks. La frustración de The Happy Ending (1969), la aventura de Bite the bullet (1975), la pesadumbre de The Catered Affair (1956), lo descarnado de The Professionals (1966), la fiereza de In Cold Blood (1967), la honestidad de Elmer Gantry (1960), la lucha en Deadline — USA (1952) o en Blackboard Jungle (1955). El inventario de Richard Brooks puede traducirse en el espejo roto en el que se mira la realidad de América. "Ciegas, pero qué ciegas son las criaturas que se apoyan en el suelo", escribió Val de Omar. La denuncia, la culpabilidad, el incorruptible devenir de las consecuencias, el velo de la segunda oportunidad fueron la materia de fondo que alimentaron las películas de Brooks, ya fueran westerns, melodramas, thrillers, aventuras o filmes noir. A pesar de ello, nunca entró en ese bendito maldito círculo de directores-autores que los cahieristas veneraban. La crítica de la época

lo tildó de poco imaginativo, excesivamente serio, pretencioso y carente de intensidad, condenándolo a la sombra de Nicholas Ray, Samuel Fuller, Robert Aldrich, Donald Siegel, Anthony Mann y Richard Fleischer: la Generación de la Violencia a la que él también pertenecía. Pero el cine de Brooks encontró su lugar: la extrañeza. A través de ella se fue haciendo próximo. ¿Quién era ese hombre que rodó uno de los westerns más brillantes sobre la naturaleza del hombre del Oeste? ¿Quién escribió tan soberbio papel para una infeliz y espléndida Bette Davis entrada ya en años y en arrugas? ¿Quién retrató la crudeza del matrimonio a través de los ojos cerrados de Jean Simmons y John Forsythe? ¿Quién fue el director de Lord Jim (1965), The Brothers Karamazov (1958), Cat on a hot tin roof (1958) y Sweet bird of youth (1962)? ¿Quién colaboró con los guiones de Key Largo (John Huston, 1948) y The Killers (Robert Siodmak, 1946)? Quizá no tuviera un estilo estéticamente definido como Sam Peckinpah ni marcara un antes y un después en la historia del cine con sus dos docenas de películas. Sin embargo, muchas de sus obras siguen paseándose por el imaginario colectivo y aun es hoy cuando sus diálogos destilan la amarga savia del escritor – en su mesilla de noche dormían Joseph Conrad, Tennessee Williams, Fedor Dostoievski, Truman Capote y Scott Fitzgerald-, cuando uno sonríe al escuchar a Lee Marvin decirle a Burt Lancaster en The Professionals "Tengo un trabajo para ti. No perderás los pantalones, aunque sí tal vez la vida. Pero eso ¿qué importa?”. José Luis Garci en su libro Latir de cine cuenta cómo se presentó Brooks, ya desdentado, ante los comensales del almuerzo anual en el Le Dóme con motivo de los Oscar en 1988: “Soy Richard Brooks. Soy un escritor que hizo películas”. Y que siempre llamó a la literatura, y al cine, de usted. § mitad doble 45


A nadie le encanta el cine

“Eres como todos los tíos, pero, en vez de

con el fútbol, con lo de ir al cine". Este ha sido el reproche que más me ha gustado de todos los que me han dedicado. Lo sigo agradeciendo todavía más que los comentarios que muestran claramente su desacuerdo con las opiniones del que suscribe. ¡Qué fácil y qué corriente es decir "Me gusta ir al cine"! Y luego resulta que NO ES VERDAD. Uno supone que, si gusta, es que APASIONA y que se hace lo posible por practicar esta actividad. Pero, muchas veces, hay planes de ir a ver una película y... ah, oh, vienen los "es ques" y los "¿Y si no...?" y se cambia de idea por distintos motivos: 1.—se está muy a gusto dando una vuelta, tomándose algo o ...otras cosas y lo primero que se sacrifica es ir al cine 2.—se plantea ir a cierta peli, pero la sala comercial en cuestión o bien a) está lejos, b) hay demasiada gente porque es sábado, o c) los asientos recuerdan a la alfombra de un fakir 3.—hace calorcito -o fresquito—y se oyen frases como "¿Meterme yo en un sitio cerrado en verano?" 4.—estando de viaje, se considera una pérdida de tiempo conocer las salas comerciales de otro país y no digamos de otra ciudad del nuestro 5.—no hay ganas de leer letreritos o, por el contrario, la nueva MODAlidad: "es que está doblada" Y falta el más socorrido: "Yo es que al cine no voy solo" (Más bien sola). Para cualquier sensualista que se precie, estar en una sala de cine es la culminación de una velada placentera; ante las ganas de no perderse determinada película, las condiciones del local pasan a un segundo plano (obsérvese la agudeza léxica de la expresión); pocas veces viene mal un aire acondicionado con sonido e imagen; esos sitios siempre le resultan

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interesantes en otras latitudes, etcétera. Hace poco estuvo el sensualista en un Festival de Cine Europeo (¿adivinan cuál?) y quería ver cierto largometraje para el que -ya el día anterior—se habían agotado las entradas. Esto afirmó una de las taquilleras; menos mal que se le preguntó a otra, que dijo: "Una hora antes liberan algunas". Allí que se plantó el que les habla sesenta minutos antes del momento de la proyección de Wrong Rosary y se encontró con otros tres gatos que estaban esperando que se liberaran entradas para otra peli. Pero no había noticias de la liberación. Allí estábamos los cuatro aguardando el gran instante ...como a las puertas de una cárcel o de un zulo... comentando la tardanza ...hasta que, después de interminables minutos, ¡liberaron a las cautivas! Un motivo final que demuestra la falsedad de la variante "Me-encanta-ir-al-cine" es que a esos sitios se va... 1º) a comer (en lugar de al restaurante tipo Palomitería); 2º) a charlar (comentando aspectos de la película o lo estúpida que es la amiga ausente), o 3º) a toser. Díganme ustedes, por favor, que sí, que les gusta ir al cine. Porque no se atreverán a afirmar lo contrario. Y pónganse en fila para justificar su opción. En realidad... (lo diré bajito) a mí tampoco me gusta ir al cine. Pero solo tengo tres motivos y son fáciles de superar: uno) me cuesta soportar versiones dobladas; dos) es molesto convivir con multitudes, y tres) me encanta dormirme en la penumbra sentado en una butaca y con una buena película aburrida de fondo. Todo lo demás son ventajas. §



llora mi alma sin consuelo tras abrir en canal el pecho

H

e arrinconado un recuerdo. Una emoción que se ha perdido. Cogida de mi mano la llevo bajo mi alivio. Te la entrego a ti. —Aquí tienes tu sentir. Cierro tu pecho rajado y tu alma deja de llorar. —No pierdas más el corazón. Se queja tu vecino. Se le empañan los cristales, el techo se mancha de humedad. Otra vez vuelves a llorar. §

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ARTWORK YOHOOLOO












átomos

—Poesía eres tú —le dije por fin. Y a la semana siguiente me abandonó por uno que le robaba el dinero. Fue el amor de mi vida, pero como era mi primera relación, aún no lo sabía y seguí buscando. Cuando conseguí perderlo de vista, mi verdadero infierno empezó: a partir de ese instante, dispuse de todo el tiempo del mundo para dedicármelo exclusivamente. Llevaba toda la vida preparándose para sacar adelante una relación seria, pero cuando le llegó, la despedazó sin piedad. Ya estaba demasiado acostumbrada a subsistir sola. §

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dossier rezuma teatro

1. Entrevista con Juanma Navas Son ya casi las once de la mañana del sábado y la inexpugnable Sala Gades no da señales de vida humana. Entro al asalto de un hombre que camina tras la verja, ensimismado en sus pensamientos. Es Jeromo del Valle, el “Don Bernardo” de la obra de edad madura y voz profunda. Me identifico y avisa a otro hombre más joven, Luis Felpeto (actor principal que encarna a D. Melchor). Me acompaña hasta el teatro y me adhiero

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a la penumbra de sus butacas vacías. Observo con respeto los paños menores del espectáculo en ciernes. “¿Juanma Navas?”. El director de la obra es un hombre amable. Queda a mi entera disposición desde el principio. “En seguida estoy contigo: una vez que se estrena una obra, ésta pertenece ya a los actores. Yo solo tengo que supervisar los detalles”. Su voz armoniosa delata su condición de actor. Ama su obra, por eso no resulta difícil introducirnos en sus entrañas. Parece cómodo. No necesita reflexionar las respuestas. Está claro que arrastra un gran trabajo previo de re-


flexión profunda. Se mueve con agilidad por toda la sala, como un Spiderman que ha vencido la ley de la gravedad, unido al pensamiento de sus actores por una tela de araña invisible. MITAD DOBLE: ¿Te suenan de algo estas características: pérdida de hegemonía internacional, corrupción política, crisis económica, desigualdades…? No me refiero a la España actual, me refiero al S. XVII. Don Antonio representa la cultura frente a la fuerza militar de D. Melchor, que acaba triunfando. ¿Nos dice la obra que se puede vivir, que se puede ser feliz sin esta hegemonía? JUANMA NAVAS: No sé si en Rojas Zorrilla hay esta voluntad pero en mi versión no busco el triunfo del militar sino del personaje que es más honesto como persona. El estudiante es más taimado, pero Melchor es más noble. Entre ellos hay una relación que trasciende la amistad pero el autor en su época no era libre para contarlo como hubiera querido. De todas formas hay una parte de honor que he querido dejar de lado, se prima más la cuestión cómica y su contextualización en los años 70, la libertad emergente frente al Régimen Franquista que está cayendo. Una de las razones por las que circunscribo la obra en los años 70 es por su atractivo personaje femenino, feminista. Es la época del amor libre, del “deja que el sol brille y entre” del mundo hippie. MD: La obra de Rojas es tildada de “Comedia Pundonorosa” por llevar al absurdo las convenciones dramáticas de la época salvaguardando a la vez la catadura moral de sus personajes. ¿Crees que su adaptación se ajusta a estos cánones adaptándose a la moral objetiva de la época o por el contrario supone una renuncia a la salvaguarda de la moral? JN: La obra tiene un tono naíf, voluntariamente edulcorado pero indiscutiblemente yo estoy más a favor de unas cosas que de otras, tocamos indirectamente el elemento pundonoroso, pero nuestro máximo afán es explicarlo

desde hoy. Yo me baso en un Haiku “No imites a los clásicos, busca lo que ellos buscaron”. (A estas alturas de la entrevista tengo claro lo que discurre por mi paladar. Nos ofrecen un jamón deshuesado. Con las manos manchadas descubrimos que es igual de rico y el hueso se regenera invisible y psicodélico haciéndonos cosquillas en las manos). MD: Sustituyes el escenario del jardín por una escenografía novedosa con proyecciones diversas. ¿Intentas ganar, supongo, en riqueza escénica y adecuarlo más a la estética setentera. ¿Pero crees que ello reduce el artificio de la intriga?. JN: La obra original tiene un comienzo flojo, blandito. Cuando vi a los dos personajes hablando del agua imaginé a dos amigos borrachos en los años 70 en el baño de una discoteca. De todas formas yo los espacios los he respetado, el juego con las dos casas lo convierto en un vodevil. Sólo aporto un color e iluminación diferentes. (Juanma confía sobremanera en los efectos visuales, filosofía cohonestada con el respeto al texto. Me advierte en varias ocasiones que en la función todo quedará mejor que en el ensayo, con el juego de luces y proyecciones que él ha creado). MD: ¿Crees que Rojas era un precursor del feminismo al incorporar la libertad de acción a la mujer permitiéndole por sí misma ser vengadora de su honor mancillado?. JN: Una de las razones por las que circunscribo la obra en los años 70 es por su atractivo personaje femenino, feminista. Es la época del amor libre, del “deja que el sol brille y entre” del mundo hippie. (Celia Nadal es la última que ha llegado a la compañía pero es la que mejor controla cada palabra del texto, cada detalle mínimo gestual, de colocación, de ritmo. Se contorsiona anárquica por todo el escenario, nos habla con todo el cuerpo, se convierte en la Sweet Jane de Lou Reed y contrasta con el apocado papel de Laura Torregrosa, que exacerba la mesura, el antifeminismo de la mujer florero). Los dos actores principales, los malagueños Felpeto y Chamizo, responden a la siguiente pregunta:

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MD: ¿Qué esperáis del público de Málaga? JN: Hoy se va a llenar… y viene mucha gente joven. El público de Málaga sabe mucho de Teatro, hay mucha tradición. (Añade Navas) En otros lugares cuesta media función para que el público comience a reírse, sin embargo en Málaga el público es más calentito. Recuerdo una vez que nada más salir un personaje le bastó con decir: “Soy Dios” y el público se vino abajo. (Pensando en la identidad existente entre un público que se divierte y unos actores que también se divierten, recordé al Director en una escena coral disparatada en la que todos los actores correteaban sin rumbo fijo por el escenario, gritándoles en el ensayo: ¡Mucho revolique!. Pese a no ser malagueño nunca olvidará sus comienzos como actor en 1987 en el Teatro Romano de Málaga). En el Siglo de Oro escribían en verso para que su musicalidad llegara mejor a un pueblo que no sabía leer ni escribir. MD: ¿Qué sentisteis al representar la obra en Almagro, es como jugar en el Bernabeu o en el Nou Camp?. JN: El espacio del Corral era perfecto con el cielo como techo. No hay un divorcio entre la propuesta y el entorno. Me preocupa más lo que piense la gente joven que es la que va a llenar los teatros, que no lo que piense un señor de 70 años que descontento con la innovación gritó a Sardo (Sabañón) nada más salir: “Te has quedado sin nada”. MD: ¿Es el amor un tema tan intemporal o está erosionado por los tiempos?. Internet, la despersonalización de las relaciones humanas pueden sustituir este tipo de relaciones interpersonales?. JN: El amor triunfa, de hecho las personas que más se quieren acaban juntas. (Marisol López, la criada Águeda refrenda la idea con su opinión). Sí, el amor es un tema intemporal: las dudas, los celos, los sentimientos a flor de piel siempre se mantienen pese al paso del tiempo.

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Sin lugar a dudas en esta obra el tema del amor no admite la propiedad conmutativa y cuando ponen en la balanza el sexo sin amor o como se le llama: “el tema”, queda reducido a una mera marca blanca del amor. MD: Trabajáis fusionadas varias compañías interregionales. ¿Qué os aporta este mestizaje?. JN: Tiene mucho que ver con el amor nuestro propio nombre. Nosotros rezumamos teatro. Otro nombre alternativo que barajamos fue “Teatrosis múltiple”. Nosotros tenemos una enfermedad en común. Nos conocemos desde hace tiempo y nos queremos mucho. Al mismo tiempo la fusión mejora las posibilidades de distribución. MD: Imaginemos a los jóvenes del S. XVII divirtiéndose al componer poesía para sus posibles conquistas y comparémoslos con los de hoy de la play, de Belén Esteban y de las satisfacciones inmediatas. ¿Qué modelo prefieres?. JN: ¡…Uf! Complicada respuesta. Creo que han cambiado las formas pero que el chaval de hoy de la play esencialmente quiere contar lo mismo que el de antes, aunque aquel lenguaje hay que reconocer que era más bonito. Juanma Navas muestra en todo momento su inquietud por acercar su producto a los jóvenes. No en vano tiene un hijo adolescente que parece estar en sus pensamientos. MD: Hablemos de poesía. Se suprime la rima en nombre de la libertad de formas en beneficio de la especialidad y de hecho se acaba “prohibiendo” prácticamente esa rima. ¿No crees que se consigue el efecto contrario, es decir, que se ha convertido la poesía en algo elitista y minoritario?. JN: En el Siglo de Oro escribían en verso para que su musicalidad llegara mejor a un pueblo que no sabía leer ni escribir. A veces la poesía más abierta se vuelve más críptica. Intento no perder la musicalidad pero acercarlo a los años 70. Estoy de acuerdo con que a veces estropeamos la poesía por querer hacerla más abierta. La entrevista ha terminado precipitadamente. El director es reclamado con urgencia. Quedan unas horas para el estreno y espero ese momento con la ilusión de un niño que quiere


asistir a la cabalgata de los Reyes Magos. Nos tirará caramelos con sabores mezclados. Los pelará él mismo y se quedará con sus envoltorios naif para exhibirlos ante nuestros ojos, condicionamiento operante para volver a sentir su edulcorado sabor a frutas frescas cada vez que los veamos. Ha posado su mano diacrítica sobre un clásico transformándolo todo sin cambiar la esencia, confiriéndole una ubicuidad que nos haga trascender la butaca. Quedará por ver si los actores, usufructuarios del manierismo cuya nuda propiedad él ostenta, serán capaces o no de sustantivar lo adjetivado, consiguiendo que el producto final responda a la altura con la que él lo diseñara. No me importará mancharme, tirarme al suelo, para recoger los caramelos, comérmelos antes de que otros niños se los coman y me sentiré tan ilusionado al paso de Baltasar como al paso de Bob Esponja. Será divertido porque todas las cosas que merecen la pena manchan de alguna forma: el amor, el talento… y cómo no, la honra y la amistad. §

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2. Crítica de la obra SWEET JUANA SIN HONRA NO HAY AMISTAD de Rojas Zorrila, por Rezuma Teatro. Dirección de Juanma Navas. 16 de enero de 2010, en la Sala Gades, Málaga. España tiene un repertorio teatral impresionante, de los más importantes del mundo. Que las compañías no tiren de él es algo que, pasados unos años, se analizará con detenimiento. Rechazar la propia tradición es algo inaudito y sin embargo, ocurre. O no. Rezuma Teatro hace una apuesta decidida (añadimos: apuesta aquí, acontecer cotidiano en Inglaterra, Francia o Japón) en este montaje por aunar el texto de Rojas Zorrilla con la

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sociedad actual. Concretamente, lleva el verso a los años 70 del siglo XX: la decoración, la iluminación, el vestuario ­—una acertada combinación de elementos siglorescos y glammies— los audiovisuales y la interpretación son plenamente acertadas —quizás el volumen del sonido es a veces excesivo— y nos sitúan ante el espejo de lo que somos, hemos sido y fuimos, pues uno descubre en la representación situaciones y personajes perfectamente reconocibles hoy en día. En este aspecto, la dramaturgia y el tratamiento son todo un acierto y funcionan espléndidamente. Las interpretaciones están bien trabajadas, y eso es muchísimo, pues un texto como éste es exigente y técnico: la naturalidad con la que el reparto va derramando versos sobre el público ,sin aparente esfuerzo, dicen mucho de


las horas de ensayo que hay detrás. Personalmente, me gustaron mucho Celia Nadal en su papel de Juana (el peso de la obra recae en gran medida sobre su personaje y Celia Nadal borda este reto con naturalidad) Luis Felpeto (que nos presenta un convincente galán, al que el actor dota de registros sutiles) y Jeromo Del Valle, prodigio de experiencia y buenhacer, con una voz y una dicción impecables. Finalmente, seamos rabiosamente modernos ¿o clásicos? y hablemos del público: jovencísimo en su mayoría, disfrutó y entendió la obra. Porque el verso está tan vivo como siempre.§

3. Ficha técnica EQUIPO ARTÍSTICO Dirección | Juanma Navas Ayte. de Dirección | Victoria Mateos Asistente | Nicole Sarkiss Equipo de rodaje | Trasfoco Eca Operador de cámara | Fulgen Solano Sonido directo | Pedro Pruneda Diseño de vestuario | Lola Trives Ayte. de vestuario | Elena Gómez Pelucas | Viuda de Ruiz Dirección de audiovisuales | Victoria Mateos Audiovisuales | Marduk films Diseño gráfico | Grupoindiana.com Fotografía | Pepe H. Diseño de iluminación | Pedro A. Bermejo, Edgardo Ibarra Espacio sonoro | Juanma Navas Producción ejecutiva | Coral Graciani, Juan Pedro Campoy, Ángel Monteagudo, Juan Carlos Rueda Distribución | Triplete REPARTO Melchor, militar | Luis Felpeto Antonio, estudiante | Antonio Chamizo, Juan Carlos Rueda Don Bernardo, detective | Jeromo Del Valle Sabañón, gorrón | Sardo Irisarri Juana, "hippie" y hermana de Don Bernardo | Celia Nadal Inés, hermana de Antonio y "señora de" | Laura Torregrosa Águeda, criada de Juana | Marisol López

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el movimiento humano: anatomía en tres actos

Primer Acto: La Superstición Empezó el nuevo diario por la última página. Eso significaba que estaba siendo impaciente o que estaba haciendo las cosas del revés. Pensó en Manuel y adivinó que actuaba de la misma manera en otros aspectos de su vida. Sí, recordaba haber ido directa a la cama de él, sin pasar antes por la fase de seducirlo; había dejado decidir al instinto y había evitado, así, la etapa en que toda amante debe hacerse irresistible al otro. Al menos, toda amante que se precie. Supo que había comenzado por el final cuando, al repasar la página recién escrita, se dio cuenta de que las palabras en la contraportada estaba boca abajo: «paperblankSQUARING THE CIRCLE». Descubrió el parecido entre lo que estaba contando y lo que estaba viviendo y no supo qué

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hacer con ese descubrimiento, salvo respirar y dejar la hoja manuscrita en donde estaba. Sonó el móvil. Respondió a la llamada. Colgó sonriendo. Giró el cuaderno 360 grados deslizándolo encima de la mesa y luego, 180 grados más, esta vez apoyándolo en el lomo y dándole la vuelta. Lo abrió y en la página inicial —ésta sí, la inicial— escribió: «Boca abajo, boca arriba Bajoboca Boca a boca Entrebocayboca» Ahora sólo tiene que seguir escribiendo en ambas direcciones, continuar llenando páginas en blanco en sentido opuesto unas de otras, ir alternando el principio y el final y así llegar al centro del cuaderno, al cogollo de la historia, al puro presente. §

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finjamos el amor, mi amor, sobre este escenario

Se abre el telón

Sobre la tarima, dos sillas. Una junto a la otra. Paralelas. Tú ocuparás la de la izquierda. Siéntate. Conducirás un todo terreno. Te gustará. A tu lado, junto a ti, irá sentado el deseo. Habéis pasado la tarde juntos. Tan de cerca... Compraréis un libro: " El perfume". No será otro. Ese será. Escribirás una dedicatoria. Yo te diré: "Espero que te guste". Eso escribirás. Ella hará su parte: "Embriágate en aromas de almizcles". Eso te desconcertará, excitándote. La llevarás a casa. Tú conduces. Recuerda. Se te escaparán miradas hacia ese tobillo tatuado. Querrás acariciarlo. Ella no dejará, juega a no dejar. Ya en su puerta te acercarás para besarla. Ella mirará hacia abajo. Quiere pero teme. Insiste, cederá...cede. Ahora bésala hasta que hormiguee, enrojezca su boca. Te tomará por la nuca con una dulzur intensa, febril. Eso hará. Te dirá: "Vayamos a cualquier lugar donde no haya farolas encendidas". Ríete como un crío que obtiene su juguete. Ella reirá. Busca un lugar, un callejón sin salida. Tiene que ser sin salida, a oscuras. Ya lo tienes. Cierra las ventanillas y haz que el calor del interior sea sofocante, empañándolos de sudores. La empujarás por las nalgas hacia la parte trasera. Se dejará desnudar con avidez, abriéndose. Unos dedos empapados lo anunciarán. Te los llevarás a la nariz. Pensarás, no dirás: "moras". La sostendrás clavando las yemas de tus dedos en su espalda, inclinándola hacia ti. Vas a morder sus hombros ¿entiendes?

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Morderás de nuevo su boca, sus pezones, su vientre; hasta llegar a su oquedad. Allí detente ¡No, prosigue! Tu lengua es ahora la que escarbará el último de sus recovecos, lamiendo aquella miel, su otra boca, arrancándole el primer gemido, entrecortado, profundo, encorvándola en una fusta de placer. Alzarás su cabeza y contemplarás cuanto diste; en unos ojos entreabiertos, exhaustos. Bésala de nuevo, haz que pruebe su propio sabor avinagrado. Le gustará. Ella sabe. Ahora te toca a ti . Muéstrale tu tierna dureza. Tómala por el cabello. Acércala, condúcela. Tú sabes. Arrastrará los dientes, como una danza de repetidos pasos, en su cálida boca, hasta probar tu salado. La apartarás y exclamarás "¡Para! el fin dentro de ti, déjame en ti". §


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El tesoro de Moraima | episodio quinto

* Yinn: Genios de la mitologĂ­a popular ĂĄrabe.





por dó pasaré la sierra, gentil serrana morena? -"tururú ru lá. ¿quién la pasará?" -"tururú ru rú. no la pases tú". -"tururú ru ré. yo la pasaré". -"di, serrana, por tu fe, si naciste en esta tierra, ¿por dó pasaré la sierra, gentil serrana morena?"

-"Tiriri ri ri. Queda tú aquí". -"Tururú ru rú. ¿Qué me quieres tú?" -"Tororó ro ró. Que yo sola estó". -"Serrana, no puedo, no, que otro amor me da guerra. ¿Cómo pasaré la sierra, gentil serrana morena?"


Aquellas sierras, madre, altas son de subir: corrían los caños, daban en un toronjil.

Madre, aquellas sierras llenas son de flores, encima de ellas tengo mis amores.

corrían los caños, daban en un toronjil.


la historia del libro transparente

Érase una vez un libro cuyas palabras se

dibujaban por los movimientos del mundo. Ese libro vivía en las alturas de un arco-iris. Allí tenía hecha una casita de nubes y galopeos del aire. Alrededor de ésta había llanuras hechas de rayos de sol. El libro, entonces, se abría cada mañana con un buenos días y la luz, atravesando las llanuras, echaba chispas en sus páginas blancas. Así empezaba cada día la escritura de las primeras líneas del libro transparente. Después el libro se dirigía a los sonidos de la naturaleza. Abría sus manos y empezaba a volar por el cielo tratando de captar la música. El aire soplaba lentamente. A través de sus palabras el libro se llenaba de signos. Había veces que el aire se detenía y era allí donde empezaban a sonar las entrañas de su alma. El libro entonces cerraba los ojos. Al mismo tiempo se abrían sus páginas blancas y se dejaba llevar por el camino de las alas. En cada aleteo miles de líneas de aire completaban la vida del libro. Era como si lloviese sabiduría musical en el cuerpo del papel. Podías ver el baile de las notas vestidas, cada una con las vivencias de los soplos del aire. Vivencias de todos los lugares y tiempos del mundo. El Uno, sumergido en el corazón de las fibras del libro. Y el libro seguía su viaje. En este mundo existían unos seres llamados secretos. Y estos seres, en su irrealidad, tenían la capacidad de transformarse cada vez en lo que el secreto decía. Cuando ya se sentía completo de libertad, empezaba las aventuras escondiéndose detrás de las orejas de la gente. Allí sentía el pulso de la humanidad. Podía saborear como se oye con el oído humano. Mientras tanto cada palabra

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que se decía, al mismo tiempo se escribía en sus páginas. Pero este libro no sólo se escondía detrás de las orejas del mundo sino que, como era transparente, se aprovechaba para realizar sus travesuras. Así, soplaba en los oídos de las personas cada vez que ellos se ponían nerviosos y éstas trataban de averiguar que podía ser lo que les hacía sentir este airecito cuando se ponían tensos. Había veces que cuando el libro se daba cuenta de que a alguna persona le gustaban los viajes, iba a su oído y con sus poderes mágicos empezaba a contarle historias de las experiencias del viento y a la vez le arrojaba un polvo mágico que le hacía volar en los parajes del cuento que le contaba. Había otras veces que entraba en el oído de algún pasajero cuando este se quedaba dormido y allí libro y pasajero se hacían uno porque lo que ocurría es que subconscientemente al entrar el libro dentro de cualquier persona, automáticamente se vaciaba de los conocimientos que había obtenido y se llenaba del alma de la persona en la que había entrado. Así esta persona a través de sus sueños podía ver el pasado, el presente y el futuro de cada instante y de cada detalle de los lugares del mundo entero y por eso cuando se despertaba era considerado sabio. También había veces que al ver alguna que otra inspiración, paseando por las orillas del río del arte, se quedaba sentado en una piedra y miraba como ésta dibujaba los horizontes de la naturaleza y como con ese intercambio de creación renacían las palabras en su interior. El primer viaje a través de la realidad había terminado. Y ahora empezaba el viaje hacia la irrealidad. Allí el libro no conocía límites. Lo que había aprendido de los paseos en la vida real ahora en la vida irreal sí que le era útil. Pero ya tenía que utilizar su conocimiento para poder ver aún más allá de lo que era perceptible con la vista. Lo real dentro de la irrealidad. Lo verdadero de la imaginación.


Así empezaba a cantar para que cada cosa no útil que le pesaba, se pudiera descargar de sus páginas y así poder llenarlas con lo irreal. Era el canto llamado Uno. Contenía la totalidad de todas las épocas y lugares de la música. El Uno de la armonía. Entonces se reunían debajo de él unos árboles mágicos. El libro les hacía llover su música y éstos con sus ramas atrapaban todos los sonidos del libro en su cuerpo y con este se alimentaban los animalitos que habían construido dentro de ellos sus guaridas. Los animalitos se ponían fuertes y corriendo afuera de los árboles transmitían las vivencias que eran contadas a través de las canciones, en el mundo irreal que se llenaba aún más de imaginación ya que lo que aprendía la gente allí era algo diferente a ellos. Y el libro seguía su viaje. En este mundo existían unos seres llamados secretos. Y estos seres, en su irrealidad, tenían la capacidad de transformarse cada vez en lo que el secreto decía. Una vez uno se transformaba en cuento, otro en palabras, otro en canciones. Otras veces uno hacía de líneas, otro de miradas, otro de escritura, otro de deseos y de fantasías. El libro, entonces, paraba el canto y se ponía a escuchar y a sentir el mundo que le rodeaba aunque ni a este mundo se quedaba quieto sin hacer travesuras. Al sentirse ya lleno de respiros irreales, llamadas inspiraciones, se ponía a fabricar sus cositas. En este mundo, el único escondite era él mismo pero esta vez como aparente. De este modo no era posible ser visto por su alrededor. Entonces se acercaba a los colores y al empezar a decirles historias, los colores se mezclaban al ritmo del compás de la melodía de cada letra del cuento. Otra vez se dejaba guiar por los senderos de las diferentes transformaciones de los secretos. ¿Y el resultado? Los secretos hechos añicos que se dispersaban en su mundo creando otros nuevos. Cuando el libro se ponía alegre sus páginas salían de sí mismas y formaban flores de almas nuevas. Los llamados sabios del mundo irreal. En algunas ocasiones el libro trepaba hacia el silencio. En su llegada se encontraba con la infinitud. El mundo irreal bebía los caminos del libro ya que era en ese

instante cuando se transmitía el todo de su alma. Colores, miradas, sentimientos, vivencias, aventuras, el antes, el ahora, el después. El libro una vez ya vividas las experiencias del mundo irreal regresaba a su casita que ya no era la casita hecha de nubes y galopeos de aire, sino que su casita era ya el mundo entero. Por la noche, antes de dormir miraba las estrellas. Su pensamiento un movimiento de unidades nacidas por las combinaciones. Al día siguiente un viaje nuevo le esperaba. Ya era hora de cerrar sus páginas y dormir. §

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nana

N

o hay instrumentos; sí estrellas en el cielo. Y al pie de mi cama, sólo tu voz. De forma dulce, muy bajito, cantas esa canción del negrito que me quita el miedo, que todas las noches me duerme. Una canción de cuna que, según tú, te cantaba también tu madre, y ahora compartes conmigo. Sin embargo, dejaste en algún momento de cantarla. Y mis temores volvieron… al tiempo que te marchabas. No te pude retener, como tampoco lo hice con tu voz, la que me hubiese gustado atrapar en un botecito de cristal para abrirlo ahora por las noches y oírla tan clara como entonces. Recordar cómo me dedicabas el poco tiempo libre que tenías, a pesar de las muchas protestas que soportabas. Y a la vez, cómo me dejaste un día sin esa presencia, esa melodía que busco entre el colchón y la sábana, y no encuentro. Por mucho que lo haga nunca la hallaré. Porque estás lejos, muy lejos. Mis sueños y yo no te alcanzamos. Nos sentimos vacíos sin ti. El corazón me sigue latiendo pero algo falla dentro de él. Esos empujoncitos, sonrisas, los más puros de los sentimientos que estuvieron ahí han abandonado su refugio y lo han dejado hueco. Hay otra canción que habla de añoranza, de una tardía comprensión, y de un posible regreso. Yo, al igual que ella, te echo de menos; he tardado en asimilar lo que se hizo por mi bien pero no te pido que vuelvas. Los deseos se cumplen si los pides a conciencia, y si pudiera pedir uno, no te forzaría a venir a mi lado. Sería egoísta. Simplemente, cerraría los ojos, y susurraría con el mismo tono que tú empleabas, muy bajito: “mami, quiero tu nana”. §

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Caperucita — regaliz

Qué tonta era Caperucita Roja. Tierna chiquilla que hace dulces para la abuelita, inocente cria que se tragó las mentiras del can feroz, estúpida niñata que esperó al leñador para ser rescatada, criatura gilipollas que concebía la vida como un pastel. Yo soy versión adulta de Caperucita: llevo siniestras ropas de luto, un palo lleno de clavos oxidados y caramelos de regaliz en los bolsillos; arrastro el fantasma del miserable lobo y un cadáver anciano de voluntad impasible. Los manjares de azúcar intragables de mi canasto —escondidos junto a un libro de filosofía, el tabaco y la botella de vino — se pudren por el veneno. Son regalos para los cuentistas: abuelas, niñas, lobos y guardabosques que me intentan engullir con sus fauces hipócritas.

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perfil

alejandra vanessa

Nota biobibliográfica Alejandra Vanessa (Córdoba, 1981) es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Córdoba. Ha publicado el poemario Colegio de monjas (mención del Premio Andalucía Joven 2004; DVD, 2005) y el libro híbrido El hombre del saco (El Gaviero, 2006), así como los cuadernos Brevas novas (La Bella Varsovia, 2004) y La fiesta de pijamas (2005; reedición en La Bella Varsovia, en prensa). De igual forma, sus poemas han sido incluidos en revistas y antologías como Que la fuerza te acompañe (El Gaviero, 2005), Hilanderas (Amargord, 2006), Los jueves poéticos II (Hiperión, 2007) y Las Noches del Cangrejo (Cangrejo Pistolero, 2008). Ha recibido diversos premios por sus relatos infantiles. Colabora como articulista en el semanario La Calle de Córdoba, imparte talleres de escritura para Cosmopoética y es una de las coordinadoras de la editorial y gestora cultural La Bella Varsovia. §

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perfil

bisuria Me detienes en el pecho y cuando llego Ven un poco más lejos -por qué tener miedoya despunta la primera estrella (¿tienes algún deseo?)

a los labios te sonríes y pienso:

tócame, antes de que perezcamos. E. E. Cummings

(me has pedido que juguemos a hacer el amor)

Tu boca es como la de un personaje de comic. Te he tumbado sobre la colcha. Te rodeo con los brazos.

Traigo vino.

Tienes las manos frías.

Decido buscar un sacacorchos mientras

Y recuerdo el cuento de un hombre que

das una vuelta por esta casa.

nunca quiso a las mujeres.

Déjame un rastro de ropa para que no te pierda.

Pequeña, pareces una golosina con esas chapetas.

(me bajo las bragas en un cuarto cualquiera y las dejo en la mesilla de noche, bajo un flexo azul.

(de vez en cuando, dejo de escuchar tu historia,

noto cómo la luz las calienta

juego a darte ventaja,

y retiro la mano antes de quemarme.

prefiero que pienses cualquier cosa de mí.. No sé si sus padres

al fin has aparecido con un vaso

están en la habitación de al lado.

—hasta arriba de agua— que dejas junto a mis braguitas)

.. que ignores que me aterra, estar así con alguien que no sea yo)

Te examino desde los muslos. Me haces cosquillas.

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(de” Colegio de monjas”)


perfil

interferencias agua yo quiero agua agua ya tengo agua que te la he

caperucita encarnada

llevado yo gra cias alejandra tía tía chain chain cha in chain of fools que atastá tengo la

—Perdona, ¿tienes fuego? —No, no soy un dragón. —Vaya, me equivoqué de cuento.

nariz pos pásame y so plamescribe la mano sola te and everytime... chain

(de” Colegio de monjas”)

la prometo ni te la prometo te la porelculo meto tía que tontas somos of fools tú ríete que..

observatorio científico

ollerías cuatro cibido .. no me acuerdo apunta esas gilipo lleces una fresita

Es curioso. En el prado: “tres tristes tigres triscan trigo en un trigal”.

venga un durito ¿tendré almorranas? como la reina madre inglesa está frío es

Me siento tigre.

(de "El hombre del saco")

to i can mention all the woman por dentro dale alonya al on ya ya ¿quieres papel albal? ¿quieres papeaya? ¿quieres papear ya?

(de” Colegio de monjas”)

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perfil

el cuento de la esponjita

que se mudó a un local sin aire y lo secó el desamor.

—Me duermo. Cuéntate algo, un cuento.

Fin.

El cuento de la esponjita, mientras curro.

Pero no me llores hombre..

—Érase una vez un regaliz zara que

—¿Es que no te das cuenta?

volvía a casa de f..

En cualquier momento

—¡No, hombre, no! No compares..

nos convertimos al esponjita

el de la esponjita.

y nos rompen la glucosa.

—Érase una vez un esponjita que volvía a casa de una fiesta de triskis. Se había puesto hasta el blanco de cantimplora de limón y no se le ocurrió otra que dedicarle una serenata a la novia (la concha rosa). Menuda se armó.. arriba los boomer, los besitos, los cigarros de chocolate, los sugus, hasta las pipas g Tijuana. Tuvieron que llamar a los pictolín —que ésos sí que entienden de seguridad— para que calmaran los ánimos y silenciasen al tal esponjita. Conchita la Rosa se avergonzó de tal manera que lo abandonó por un macarra, uno que va siempre enlutado, un palodú de esos negros. El esponjita estaba tan deprimido

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(de” Colegio de monjas”)


perfil

Plantaré flores de plástico en el largo balcón de mi fachada. Ellas atraerán con sus zumbidos a zombis y hombres lobo desterrados de la nueva Transilvania. Me vestiré con aquel traje plateado del último fin de año, con los tacones que escondí en la caja azul y estos largos pendientes de bisutería. Aguardaré con el pelo teñido y los ojos en proceso de destierro, también. Entonces, sabremos que soy una novia más de Drácula y sucumbirán como moscas en la celda de un psiquiátrico… Si es preciso, haré de mi casa una tumba.

(de "El hombre del saco")

Las amigas, de niñas, compartimos nuestro bocadillo cuando mamá nos pone mortadela con aceitunas, jugamos a las barbies y a las animadoras americanas o a las maestras. Cuando nos enfadamos un poco, nos escupimos a cierta distancia, y si nos enamoramos perdidamente del mismo niño, nos enfadamos mucho y dejamos de hablarnos durante cuarenta y tres minutos. Cuando somos niñas, las amigas, arrancamos a puñados los pelos de las niñas que se meten con nuestras amigas, los guardamos y los tiramos después en papeleras verdes. De cuando niña, conservo aún a una amiga. A ti también me hubiese gustado conocerte de niño.

(de "El hombre del saco")

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perfil

cuestionario mitad doble

una vez al mes. Es una ciudad manejable pero, que si no te cuidas de ella puede volverte loca.

1) Explica brevemente tu concepto de creación. Advierto que es un concepto muy personal, de

7) Háblanos sobre el último libro que has leído.

la escritura en particular. Escribo porque me

Emily the Strange, Rob Reger y Jessica Grunner.

divierte, para liberarme, cuando lo necesito.

Ahora mismo estoy trabajando más en el cuento infantil y juvenil, así que me lo regaló

2) Nombra tres creadores imprescindibles. No sé si serán imprescindibles aunque para mí lo son por múltiples (algunos obvios) motivos: Gloria Fuertes, Almudena Guzmán y

una amiga. Yo sólo conocía el merchandising del personaje protagonista pero es un libro curioso, con una edición muy cuidada y muchos detalles físicos que enriquecen el texto.

Marguerite Duras. En la variedad está el gusto, ¿no?

8) ¿El mejor concierto al que has asistido en tu vida fue…?

3) Ahora, tres obras imprescindibles. ¿De ellas? Poemas del suburbio, Usted y El Amante. 4) Completa la frase: Cuando se despertó, […] se echó a reír. 5) ¿Un país para viajar? No sabría cuál escoger, cualquier país me parece apasionante desde su diferencia cultural. Pero escojo una ciudad: mi sueño desde la infancia es visitar Venecia. 6) ¿Una ciudad para vivir? Sólo he vivido en Córdoba y para mí es perfecta, siempre que realice alguna escapadita al menos

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A uno de Julio Iglesias en la plaza de toros de Córdoba con ocho años, fue todo un espectáculo. Ahí descubrí lo peligroso que puede llegar a ser un grupo de mujeres maduritas despendoladas. 9) ¿Quieres añadir algo más? Una frase que me resume: no podría haber sido de otra forma. 10) ¿Qué pregunta incluirías en el cuestionario? ¿Por qué te decantas por la poesía humorística?


perfil

Sobre los poemas de alejandra vanessa Las paradojas «Para todos los que no me leen, los que no se cuidan de mí, pero de mí se cuidan (aunque me ignoren).// (...) Para todos escribo. Para los que no me leen sobre todo escribo». Alejandra Vanessa parece invocar a Vicente Aleixandre, y él le presta unos versos —entre la poesía y la poética— que suenan también a Colegio de monjas y El hombre del saco. Dos libros (¿a qué género pertenecen, quizá poemarios, quizá ejercicios de autobiografía?) raros, sin parentesco estilístico en su generación, ni casi parangón temático: dos libros extraños, particularísimos, que proponen a su vez dos viajes en el tiempo, uno al camino entre la infancia y la madurez, otro sumergiéndose en los miedos de la niñez o —más bien— los miedos cuya raíz agarra en nuestros primeros años. Y dos libros, también, en los que una paradoja nos llama la atención: su escritura sencilla, vertebrada en el fluir de la dicción, nace de una labor de ingeniería, surge del laboratorio de una poeta seria y esforzada que —paradoja número dos— mezcla humor y recuerdos en la probeta del poema. Hablemos de Georges Perec; hablemos de Gloria Fuertes. Conviven —sí, otra paradoja— en el mismo árbol genealógico. A su sombra escribe Alejandra Vanessa, de nuevo médium y de nuevo paradójica, «para los pechos y para las bocas y para los oídos donde, sin oírme,/ está mi palabra».

Elena Medel

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MaBi

S

abes, querido primo, que no suelo ir lo que se dice de museos. La mayoría de los que tenemos en nuestra querida ciudad marítima sólo abren por la mañana: A veces me imagino,

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ya jubilado, visitando uno tras otro. Sin embargo, en mi último viaje al extranjero, estuve de museos, de aquellos a los que no nos llevaban los guías. No debía haber mucho que admirar en Hall City, una ciudad excesivamente silenciosa, pero allí nos soltaron con todo el día


libre. Lo primero que hice, auxi-liado de mi rudimentario inglés, fue repasar el típico folleto turístico. “HALL CITY. THE MUSEUM CITY”. Me sentí prematura y felizmente jubilado. Museo de la Escopeta, Museo del Traje de Baño, Museo de Instrumentos de Viento, Museo de la Televisión Vía Satélite, Casa Museo de San Juan Bautista... Pasé mis incrédulos ojos por aquella lista hasta detenerme en el epígrafe dedicado al Museo del Bocado Mágico, el Magic Bite Museum o, en siglas, el MaBi. Decidí iniciar mi ruta por él. Se encontraba, por supuesto, en el barrio con más museos por kilómetro cuadrado del mundo y perfectamente comunicado con el hotel. La puerta de entrada del MaBi tenía la forma de una boca de grandes dimensiones. Para atravesarla, era necesario pisar parte de un colosal labio color lila. A continuación, había que moverse por una larga lengua de un lila chillón que te llevaba al despacho de billetes. La cosa se puso más interesante con unos Boquerones en vinagre. Anónimo. Washington DC, octubre de 1996, que se encargaron de anular el gusto a carne en salsa. En su interior, primorosamente alienadas, había decenas de misteriosas cajitas alargadas, cuyo cristal tintado no dejaba adivinar su contenido. Solo había una manera: leyendo la diminuta leyenda escrita en un papel rectangular, situado en la parte inferior derecha, no lejos de una suerte de cucharita de plástico que parecía asomar de lo más profundo de la caja. La primera leyenda que vi decía algo así como Filete de ternera con hierbas provenzales. Por Mrs Jane Jooles. Chicago, 27 noviembre de 1998. Imagínate mi perplejidad (Estos títulos venían así también así: en castellano). La segunda creo que decía Macedonia de frutas. Por Mrs Anne M. Bolitz. 6 de junio de 1999. No me pude resistir: acerqué mis labios a la cucharita de plástico. ¿Sabes que pasó? Que, increíblemente y sin saber cómo, aparecía una

cucharita idéntica con una minúscula porción de lo que parecía ser... macedonia de frutas, claro. (Luego no sólo había una manera de adivinar el contenido). ¡Todavía creo recordar el sabor, ciertamente mágico, que me proporcionó el bocado que le di a la cucharita...! Acto seguido, esta desapareció para dejar paso a otra vacía. En la siguiente caja, la leyenda era Lentejas de mezzanotte. Por Mr Luigi Smith. Red Village, 31 de diciembre de 1999. Eran las nueve y media de la mañana, pero no pude resistirme al bocado y tan delicioso me supo que borró el del anterior. Y así, sucesivamente, con platos que, sin ser yo un gourmet especialista, me supieron a la más alta cocina casera de maestros desconocidos. A lo mejor me invento algún dato, pero mira: Infusión de té de montaña. Por Mrs Rose K. Blue Village, 8 de marzo de ¡1987! Y también: Carne en salsa con habichuelas. Por Mrs Deborah Gonzales. Alburquerque, 12 de octubre de 1995. La cosa se puso más interesante con unos Boquerones en vinagre. Anónimo. Washington DC, octubre de 1996, que se encargaron de anular el gusto a carne en salsa. Te dejo lo mejor para el final: Calamares en su tinta. Anónimo. Nueva York, 25 de julio de 1998. Cuando logré que mi lengua entrara en contacto con el contenido de la cucharita y una vez absorbido este con rapidez, advertí el mismo, exactamente el mismo sabor de los calamares que todos los sábados a mediodía nos tomábamos tú y yo antes de que emigrara a América el cocinero de nuestro bar favorito. Por cierto, primo, ¿te acuerdas cómo se llamaba? §

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cuerpos de tiempo

El concierto de los días circula a golpes en el pecho de Rebeca. Por las noches se acuesta con ganas de levantarse. Por las mañanas se levanta con ganas de dormirse. Adelante, reclaman sus derechos en la secuencia del amor. Pertinaz en su idea de persistir, de no rendirse a sí misma. A las ganas que a veces tiene de tumbarse en la cama. Sola o con un desconocido. No importa. Importa la innombrable colección de lo que no entiende. La cantidad de cosas sin nombre. La velocidad de su propio asesinato. Mira a un lado, a otro, despacio, en el círculo de su propia soledad. Imagina que sus órganos son instrumentos musicales. Una sinfonía de sangre que recita las palabras que inundan su lenguaje. Aquí, ahora, allá, ya veremos, cuerpos de tiempo que no existen. Y para, y piensa: la confusión que generan las palabras describe vagamente la intención de nuestro deseo.

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génesis poética

¿S

e han preguntado alguna vez, cuando surge la poesía, el germen de la lírica?. ¿En qué momento, el ser humano descubrió el placer de jugar con las palabras y se quedó sorprendido por la armonía de los sonidos, repitiéndose, en voz alta, una rima fruto de la casualidad?. ¿Qué mágicas asociaciones de imágenes, sensaciones e ideas se crearon en su mente, al acceder al poder del “Logos Sagrado”?: —Quizás el sonido de la lluvia, tras largo tiempo de sequía. —O la feliz algarabía de cantos de pájaros, que rompen el silencio de la noche tenebrosa. —O el ritmo del latido del corazón de la madre, escuchado en la seguridad del útero, perdida para siempre y que aspira a recuperar con el “tan-tan” de improvisados instrumentos.

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¿Cómo sería la lengua madre, origen de todos los idiomas?. Tal vez sus fonemas eran onomatopeyas, de los sonidos de la vida a su alrededor; la música secreta de la Naturaleza. Seguro que el “mmm....má” divino estaba en la génesis de ese lenguaje primitivo, base fonética de la palabra “madre”, en todas las lenguas vivas o muertas y que aparece en los mantras orientales y en los primeros sonidos que emite el bebé con finalidad comunicativa. El artista sería el miembro más desvalido de la tribu, que sobrevive de la caridad del clan. Tal vez éste no podría cazar por minusvalía o accidente y contempla la vida pasar por su lado, sin vivirla, pero soñándola; recreándola en su deseo frustrado y devolviéndonosla embellecida en su fantasía. Al no ser un hombre de acción, como sus congéneres, el artista se transforma en un hombre de emociones. Su situación vital, favorece en su mente la reflexión, el desarrollo de las capacidades simbólicas y abstractas, las cuales, se reflejan en las pinturas rupestres primitivas y en otras manifestaciones artísticas o prácticas. Este hecho le conferiría al artista cierta autoridad y poder en la tribu y lo revestiría, ante los demás miembros del clan, de un carácter mágico. La reconstrucción del arquetipo del artista primitivo, en todas las dimensiones en las que el arte y la sensibilidad puedan expresarse, es una aproximación basada en los pocos vestigios que nos han llegado y haciendo uso de la Etnología Comparada. Centrémonos en el germen de la poesía: tratemos de imaginar a esos cromañones enamorados, preguntándose por qué, a su celo, no le da igual una hembra u otra, sino “esa mujer concreta”. El arte surge con un sentido implícito de individualización, frente a la colectivización imperante. ¿Qué pudo conmover a los primeros seres humanos, para coger el barro y modelar, las denominadas por los historiadores, “diosas de la fecundidad”. ¿Cuáles serían las palabras elegidas para describir la explosión de sentimientos, de los primeros escarceos del amor correspondido, que te hace brillar y te destaca maravillosamente, entre la mediocridad de millones de ejemplares de tu especie, ¡cómo una estrella supernova!. La poesía, se proyecta al exterior, desde ese rincón íntimo y sensible, que todos los seres humanos guardamos en nuestro interior, a través del cual, conectamos con la obra de arte. Si algún día el lado oscuro de la civilización humana, ganara el pulso a la luz que nos engrandece y nos autodestruimos. Si alguna inteligencia exterior, pasado el tiempo, aterrizara en nuestro planeta, nuestras obras artísticas mostraran de lo que fuimos capaces, que no todo en nosotros fue negativo, porque ellas contienen cuanto de bueno y de bello albergó el alma humana. §

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microblogging

Para destacar: ”144 caracteres: todo un mundo”

Según la Wikipedia: “El microblogging, es un servicio que permite a sus usuarios enviar mensajes de sólo texto vía SMS, mensajería instantánea, sitios Web de o aplicaciones especificas. Estas actualizaciones se muestran en la página de perfil del usuario, y son también enviadas de forma inmediata a otros usuarios que han elegido la opción de recibirlas. […]” La idea inicial del microblogging fue informar a tus amigos de lo que estabas haciendo al minuto, y donde, ya que los “twit”, que es como se llama a las entradas, son geolocalizables. Ahora el microblogging se utiliza como medio de comunicación inmediato superando en rapidez incluso a los blogs. Esta nueva herramienta de comunicación esta revolucionando la blogosfera, siendo un derivado del blog convencional. Su característica de solo 144 caracteres nos permiten desde cualquier dispositivo estar al tanto de que sucede en este otro micromundo que cada vez tiene más seguidores. Criticada por algunos adorado por otros el microblogging no nos deja impasibles, hace un par de días se comentaba en Twitter que ya se dice que es una herramienta que utilizan organizaciones terroristas, ¿y el móvil, el teléfono, el correo postal, etc? El miedo a lo desconocido vuelve a aparecer. Este fenómeno, no vienen a sustituir al blog pero si irá tomando cada vez más relevancia gracias a el acceso al mismo desde dispositivos móviles. Ya lleva funcionando más de un año y de todos los servidores destacaremos Twitter como pionero y mas utilizado encontrándose a la cabeza en ranking de Technorati, otros también populares son, Jaiku, Pownce, Twitxr, Khaces y Xmensaje. El microblogging nos permite tener una conversación inmediata con los usuarios, además podemos instalar alertas sobre palabras claves que nos avisarán al móvil en cuanto exista una nueva entrada de nuestro interés. Este popular medio ya ha hecho eco en las empresas, programas de televisión, políticos, etc. los principales periódicos lo utilizan para lanzar titulares al instante, incluso existen comunidades por provincias, como en Málaga (http://malagatwit.com), que organizan encuentros para verse en persona. Y después de contaros esta novedad que esta revolucionando la comunicación, os pediremos como es habitual una reflexión, ¿Imagináis en 144 caracteres poder informar de ofertas, promociones, nuevos servicios, etc. a una comunidad que os sigue porque tienen interés en vuestros servicios? Mas información en http://twitter.com/lima_limon §

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la vejez

Queridos lectores:

Hacerse viejo se ha convertido en motivo de vergüenza en la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Hay un absoluto desprecio por las arrugas, la flacidez de los cuerpos y los cabellos canos. Un rechazo que se pone de manifiesto con el auge de la cirugía plástica, tan de moda en los tiempos que corren. Sólo hay que encender el televisor y podemos asistir a un fabuloso despliegue de seudo-estrellas que han pasado por el quirófano para retocarse cualquier parte del cuerpo. Se quitan costillas, se inyectan silicona o se hacen liftings y liposucciones a mansalva. No tengo nada en contra de la cirugía bien utilizada y respeto la libertad de cada sujeto para decidir respecto a su propio cuerpo, pero no me cabe duda de que actualmente la imagen ha cobrado un protagonismo absoluto y se ha convertido en “la gran tirana”. Estamos atados de pies a cabeza a un sinfín de imágenes con las que nos bombardean constantemente, en las que la exigencia es anular el paso del tiempo a toda costa, disimular a cualquier precio el acaecer de la vida y aparecer siempre jóvenes ante el espejo; la verdad es que es difícil no verse atrapado por estos imperativos sociales alguna que otra vez. Pero lo cierto es que desde el momento en que nacemos el proceso de la vida se pone en marcha y la naturaleza sigue su curso. Venimos al mundo con un cuerpo y éste es nuestra base, nuestro motor y si no lo queremos a él, si se convierte en nuestro enemigo, entonces no nos podremos querer a nosotros mismos y estaremos en una lucha constante, ya sea para atiborrarlo de comida o cualquier sustancia nociva ; ya sea para matarlo de hambre o para someternos a la carnicería de algún quirófano. Al cuerpo hay que cuidarlo, escucharlo, conocerlo y mimarlo. Sólo cuando lo hacemos podemos reconciliarnos y aceptarlo tal y como es. Un maravilloso mecanismo que tiene fecha de caducidad. ¿Pero que hay detrás de este miedo a la vejez?, ¿qué es lo que tratamos de velar a toda costa? Sin duda de lo que se trata es de evitar la temible muerte que a todos nos iguala, y es que aceptar el fluir de la vida es más difícil cuando ésta no se ha vivido de verdad; cuando nuestros auténticos deseos se posponen ante los deseos de los que nos rodean; cuando uno no ha arriesgado y al hacer balance se da cuenta de que en realidad no vivió. Porque un cuerpo viejo no siempre es sinónimo de sabiduría y esto es lo verdaderamente terrible y lo que no nos podemos perdonar. Una vida bien vivida, que haya sido reflexiva y en la que se haya aprendido a aceptar el devenir y las pérdidas constantes a las que estamos sometidos desde el mismo momento de nuestro nacimiento nos traerá una

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vejez más serena, un brillo en los ojos y una sabiduría incomparable a la más bella o el más bello de los jóvenes. Nos convertirá en seres más libres y menos aferrados a las apariencias. Habremos sido nosotros mismos y esto no nos lo puede dar ningún cirujano. Cómo le dice Sócrates al bello Alcibíades en el famoso diálogo platónico “El Banquete”: “piensas cambiar oro por bronce”, pero no se puede cambiar una belleza aparente por una verdadera, la que nos otorga la sabiduría y para eso hace falta “tiempo”. §

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morir

¿Existe el infierno? ¿Existe Dios? ¿Resucitaremos después de la muerte? ¡Ah!, no olvidemos lo más importante: ¿habrá mujeres allí? Woody Allen

H

ace algunos días fui a visitar a una persona allegada, que padece una enfermedad degenerativa y, en el transcurso de la conversación, me confesó estar feliz y muy aliviada porque acababa de firmar su testamento vital. Al principio no entendí bien porqué tanta alegría… al fin y al cabo acababa, prácticamente, de firmar su sentencia de muerte. Pero, tras esos primeros instantes, y conforme avanzaba nuestra charla, me di cuenta de que, detrás de la muerte lo que se escondía realmente era un profundo y ancestral miedo al dolor. El miedo al dolor está hondamente arraigado en nuestra cultura, y es algo que nos une vulgarmente. Y es que, si nos paramos a pensar, todos y cada uno de nosotros tenemos estrategias, escudos y máscaras que nos hemos colocado con el fin de no sufrir. Pero el dolor es algo sano, algo necesario tanto fisiológica como psicológicamente para enfrentarnos a la enfermedad, y para seguir adelante con nuestras vidas. Todos estamos acostumbrados a escuchar, una y otra vez en los medios, cómo la edad a la que los chicos empiezan a consumir alcohol u otras drogas continúa descendiendo, a la vez que aumenta el número de adictos. O a nuestros amigos quejarse sobre la incapacidad de sus parejas para comprometerse. Una de las causas es la educación que hemos recibido. Desde niños, nuestros padres nos han enseñado a temer el dolor, protegiéndonos constantemente de golpes y heridas, evitando, en muchos casos, llorar delante de nosotros y ocultando el proceso de la muerte. Ante cualquier malestar, mamá o papá corrían a abrir el atiborrado cajón de las medicinas y nos aplicaban cualquier remedio. Vivimos en una sociedad hedonista, con una idea utópica sobre la felicidad, y construida sobre una idea ficticia de lo que es la vida en realidad. Otro error que solemos cometer es confundir sufrimiento con dolor. El dolor implica aceptación, apertura, superación. El sufrimiento implica negación de la pérdida, negación del tiempo presente y anquilosamiento. El dolor es una tristeza calma. El sufrimiento es tormento. Si queremos romper esta cadena, lo que podemos hacer es, en primer lugar, tomar conciencia de cuáles son nuestras armaduras, de las trampas que nosotros mismos nos creamos, y de los errores que han cometido con 104 mitad doble


nosotros nuestros padres. Los niños entienden y aceptan mejor la realidad de lo que creemos; podemos hacerles participar del hecho de la muerte y la enfermedad, escucharles y responder a sus preguntas con sinceridad, con explicaciones sencillas, y de acuerdo con las ideas religiosas o espirituales que tengamos. Y así educar sanamente a nuestros hijos, enseñándoles a aceptar el dolor, la pérdida y la muerte como algo natural, que forma parte de la vida. §

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alimentos ecológicos

Algo tan rutinario como hacer la compra

se esta convirtiendo en este mundo moderno en todo un reto que superar en cuanto a entendimiento de las nuevas nomenclaturas que encontramos en una amplia gama de alimentos catalogados por supuestas propiedades alimenticias e incluso medicinales. La incorporación de estos nuevos términos léxicos como “bio”, “bífidus”, “natural”, “eco”... se separan de la realidad debido a que no están bien definidos. Es por ello, que aprovechamos esta fabulosa oportunidad para poder delimitar el significado de ecológico y su alcance. Pero, ¿qué es ecológico? La producción ecológica es un método agrícola y ganadero que pretende conservar los recursos naturales de la tierra, manteniendo su fertilidad, el agua y el aire mediante la no aplicación de productos químicos de síntesis como herbicidas, abonos químicos, plaguicidas, hormonas y la no utilización de organismos modificados genéticamente. Se adapta a la capacidad de producir de la tierra o los animales manteniendo así los recursos naturales y mejorando la calidad de vida respectivamente. Las técnicas de producción ecológica implican importantes restricciones en la utilización de productos fitosanitarios lo que conlleva que los alimentos no presenten ningún tipo de residuos, ayudando a la no contaminación del entorno, favoreciendo la conservación de la fauna y la flora del medio y disminuyendo al mínimo el impacto de la producción. Pero, además, ayuda al desarrollo del medio rural y al mantenimiento de nuestro patrimonio natural. Tomates que saben a tomates Pero cabe destacar que la mayoría de los alimentos ecológicos contienen una serie

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de cualidades que los hacen incomparables con los productos convencionales, y estas cualidades están relacionadas con características tradicionales como el color, el sabor y sus propiedades nutricionales, debido a su contenido en materia seca, proteínas, vitaminas, minerales… Para poder cultivar sin deteriorar el medio, los agricultores ecológicos utilizan abonos orgánicos como el compost o el estiércol, asocian cultivos con determinados insectos beneficiosos que controlan a otros que producen plagas y se apoyan en otras plantas que protegen y mantienen la fertilidad del suelo, aumentando con todo ello la biodiversidad de su campo. En ganadería, los ganaderos ecológicos poseen el espacio al aire libre necesario para los animales, respetan sus ciclos naturales y los alimentan con cultivos ecológicos no empleando hormonas ni aditivos y minimizando los tratamientos veterinarios a casos únicamente imprescindibles para el bienestar animal. Hay también productos transformados obtenidos a partir de alimentos ecológicos, y en su elaboración no están permitidos los aditivos, aromas o conservantes no naturales. En resumen, la producción ecológica es un método productivo que pretende mantener una fertilidad del suelo y del ecosistema en general haciéndolos “SOSTENIBLES”, esa es la clave, un método de producción SOSTENIBLE, que permita que nuestros hijos, nietos y generaciones venideras puedan disfrutar y vivir en este planeta de la mejor forma posible, al menos que no esté peor de lo ya lo tenemos, sino mejor..... ”Luchamos por mejorar las condiciones medioambientales y de salud de nuestro PLANETA y de toda la HUMANIDAD” §


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el faro de la muerte

Podéis llamarlo certeza o cobardía, pero

que me aspen si ese maldito impulso no me salvó la vida. Desde hace siglos la leyenda que socavaba la moral de todos los marineros de mi aldea pasaba de padres a hijos más con intención de advertencia que de cuento nocturno. Se decía que aquel diminuto faro que veíamos desde tierra engullía de alguna forma a todos los barcos, grandes y pequeños, que osaban cruzar su frontera. Al faro se le atribuía multitud de poderes antinaturales. Mi temeridad fue acompañar a los más bravos y escépticos marineros a la expedición que nos llevaría ante el Faro de la Muerte para desentrañar sus misterios. Conforme nos acercábamos fuimos siendo conscientes de la gran antigüedad de aquel faro erguido quizás en la época griega, quizás en la minoica o por una civilización antediluviana. Nadie lo sabía. La embarcación de nueve tripulantes llevaba cuatro remeros a cada lado, incluyéndome yo entre ellos, y al capitán en pie detrás nuestra con el catalejo puesto en el faro pendiente a cualquier extraño acontecimiento. La primera fatalidad se cobró al capitán que de un grito gutural cayo hacía atrás al agua y se hundió extrañamente como una tonelada de piedras. Yo era el último remero y me encontraba más próximo a él, cuando logré girar la cabeza ya se estaba hundiendo pero logré divisar que su silueta permanecía inmóvil. No luchaba por nadar. Viniendo de un marinero experimentado sólo se podía concluir que murió antes de caer llevándose el catalejo consigo. Aprecié un pequeño y extraño rastro de arena gris donde segundos antes pisaban sus pies. No le di la importancia que debía. Seguimos hacia delante intentando que la muerte del capitán no fuese en vano.

Bogábamos hacia el Faro de la Muerte con sigilo pero con determinación y al poco ya podíamos distinguir con claridad que en la base, donde rompían las olas, un antiguo sistema de palas adheridas a una noria aprovechaba la fuerza del mar para mover el eje central del faro y así, en su cima, poder hacer girar su luz indicativa. Apenas avanzamos media milla más vimos perfectamente, en la cúpula, aquel ingenio girando. Y fue allí, en medio de la nada, frente al Faro de la Muerte, donde me asaltó la sensación de que debía girar la cabeza y no mirar hacia la cima. En segundos los gritos cortos, agónicos y roncos de mis compañeros fueron secundados por los zambullidos de sus cuerpos en el mar. Todo se volvió demasiado terrorífico para mí y en un impulso irracional miré de reojo sin apenas girar la cabeza y divisé, allá en lo alto, ensartada en el ingenio mecánico que giraba, la cabeza incorrupta de Medusa que ya se estaba volviendo y que para mi desgracia la visión fue suficiente como para convertir mi en ojo en piedra. Un ojo que el cuerpo se esfuerza por rechazar, un ojo que lagrimea día y noche. Tú me preguntas por qué no me lo arranco y yo te respondo que ese ojo llorará por los compañeros a los que no pude avisar, con los que no volví, con los que reposan en el fondo del mar. §

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piccolo teatro

UN PARTIDO EN EL TRASTERO PERSONAJES: Un hatillo de libros, un LP, un abrigo pasado de moda, un monitor de fósforo verde.

ABRIGO: Por mucho que pase, nunca hará demasiado tiempo. Aún recuerdo la tiranía de mi dueño.

En el trastero hay gran expectación; en un futbolín desvencijado se juega la Gran Final del Torneo Universal. HATILLO: ¡Toma golazo!

LP: El mío no sólo era tirano: también descuidado. Un día, discutió con su novia y derramó una copa de vino sobre mí. Desde entonces, en mis surcos crecen uvas y elaboro vino de vinilo.

LP: Vamos dos a uno.

HATILLO. ¡Bien rico que está!

ABRIGO: Acabáis de empatar a tres.

ABRIGO: ¿Sólo un poco de vino? Yo estoy cubierto de manchitas de café y aceite. Siempre desayunaba conmigo puesto. Al parecer, la ventana de la cocina no podía cerrarse; fui el pijama de su juventud. Ahora tiene suelo y sonrisa radiantes, calefacción y doble acristalamiento. Por eso, cuando sale a la calle, se resfría.

LP: ¿Qué más da? Al final, vais a perder... MONITOR: Nosotros nunca hemos perdido. LP: Nosotros tampoco. HATILLO: Jugamos una y otra vez. MONITOR: Ya ganamos todos. Hace tiempo.

MONITOR: No os quejéis... gracias a las manchas, os librasteis de ellos. Ahora sois libres.

HATILLO: Sí. Mucho tiempo. ABRIGO: Es cierto, ya no somos pertenencias:

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somos cosas. LP: Viejas canciones. LP: Podemos jugar al futbolín sin esa tonta obsesión humana de perder o ganar. MONITOR: Mi esclavitud fue más larga. Le regalaron a mi dueña cuando era una adolescente, allá por los años 80. HATILLO: Tu dueña te cuidaba. Limpiaba todos los días tu pantalla y te puso esas bonitas pegatinas de Commodore. Son dos cejitas condecoradas, te dan un aspecto muy simpático. MONITOR: Las cadenas bien engrasadas no son mejores, acaso más confortables.

MONITOR: Hay quien le gustan los trastos, la ropa vieja y las viejas canciones. No son dueños de nada, son dueños de sí mismos. ABRIGO: ¿Existen personas así? MONITOR: El hatillo dice que sí. LP: Yo una vez, vi una... Creo. El caso es que no sabría distinguirla bien: las personas son todas iguales. Tienen la misma estructura. Nosotros estamos hechos de madera, plástico, metal...; tenemos patas, colores o botones. Las cosas tenemos más personalidad.

HATILLO: El amor es una cadena de flores; puede romperse en cualquier momento. Por eso tienes que cuidarlo.

MONITOR: Dirás más cosidad.

MONITOR: ¡Cómo se nota que siempre has sido libre! De aquí para allá, de mano en mano. Ambicionas lo que no has tenido.

MONITOR: ¿Cómo la reconociste? ¿Cómo supiste que era una persona libre?

LP: ¡Eso!

HATILLO: He aprendido. Mi existencia ha sido divertida y a veces, triste.

LP: Cuando me cogió entre sus manos y me sopló con delicadeza. Dijo que era muy bonito y muy especial. Luego, se fue.

LP: Unas veces bolero, otras rumba.

MONITOR: ¿Y ya?

HATILLO: Así es.

ABRIGO: ¿Sólo fue eso?

ABRIGO: Para nuestros dueños somos recuerdos. Prestan poca atención a los recuerdos.

LP: Las cosas bonitas duran un instante, por eso son eternas. ABRIGO: ¿Empezamos otra partida?

MONITOR: Sólo piensan en comprar cosas nuevas, en hipotecas. Ni siquiera somos recuerdos, somos trastos.

TODOS: ¡Vale! MONITOR: La vida es un juego.

ABRIGO: Ropa vieja. 112 mitad doble


LP: La vida es una canción. HATILLO: La vida es una novela. ABRIGO: Bueno, ¿jugamos? Inician otra partida, que acabará 3 a 3. La Gran Final del Torneo Universal, para placer del público, volverá a repetirse muchas veces.

FIN DE PICCOLO TEATRO.

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LAS AVENTURAS DEL DR. P. DANTE.

EPISODIO NOVENO. EN EL QUE IRRUMPEN DOS MIEMBROS DE LA PARTIDA DE LOS CARACARTONES.

(RESUMEN DE LO PUBLICADO: Descubre el Dr. P. Dante que unos ladrones quieren robar en el Museo Picasso, dejando admirado a todo aquel que lo escucha c贸mo llev贸 a cabo este descubrimiento; de repente, la plaza enmudece).

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H

abrán notado los discretos seguidores de mis pasos, que no describo ni aludo a la ovacionadora y aplausística reacción que, en la ansiosa multitud que llenaba la plaza, era esperable. Para aquellos que hayan pensado que ha sido un olvido por parte del que escribe, centrado sólo en las réplicas y contrarréplicas del animado triálogo que manteníamos 56, Simón y yo, he de advertirles que están errados y de avisarles que la realidad escribe mejores tramas que el más imaginativo y lisérgico de los beatniks. Para aquellos otros que, confiados en mi natural modestia, piensen que he obviado el reconocimiento popular, sepan que la deuda del narrador veraz con el letor es inmensa, y jamás queda saldada, pues siempre los recuerdos traicionan y deforman el natural devenir de los acontecimientos; por ello, no dejaría de incluir en mi biografía cualquier detalle, por conveniente o favorable que me sea; los que nacimos sinceros y humildes, siempre contaremos lo ocurrido, aunque ello nos de fama de personas encomiables e ilustres. Cierto es que el anónimo había generado gran curiosidad en la multitud, más no es menos verdadero que un nuevo suceso los tenía suspendidos y admirados y ya no reparaban en nuestro piccolo teatro. Nosotros, enredados en la charla, no nos percatamos de la presencia de un par de individuos que, portando la más extraña y estrafalaria pinta que concebirse pueda, llegaron a nuestra vera. —¡Chitón! —dijo uno. —¡Shhhhh! -añadió el otro. Quienes decían esto, eran dos tristísimos trajes de chaqueta disfrazados de hombres. Ambos presentaban idéntica apariencia: el semblante macilento, la expresión inexpresiva, la mirada desvaída. No pude evitar pensar que bien podrían ser la fotocopia de alguna pesadilla gris y novedosa, producto de tantos aditivos y porquerías que hemos de digerir, en esta época envasada y plastificada. Iba a preguntarles dónde se dejaron los modales y las buenas formas, cuando Simón exclamó:

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—¡Rediela, los Caracartones! —¡Shhhhh! —dijeron esta vez al unísono. ¡Engendros! -les dije-, vayánse en buena hora, no sea que aumenten la grosería de hacernos callar con la temeridad de volver a hacerlo, pues les aseguro que... —Veintiséis palabras —susurró a su colega, en tono reprobatorio—, ha dicho más de veinte palabras. —Cuanto más viejos, más chulitos —añadió el otro, en el mismo tono ultratúmbico. Iba a responder a aquel patarato patán propinándole una potente patada, cuando 56 me detuvo con un gesto. Pidió disculpas por señas a los dos tipejos, sin atreverse siquiera a articular una palabra. Éstos, parecieron conformes, y nos conminaron a abandonar la plaza, que ya estaba triste y vacía, disuelto -en el ácido de su atosigante presencia-, el dulce bullicio que minutos antes reinaba. Sin dejarme actuar o mediar palabra, Simón y 56 me condujeron hasta más allá de la casa natal de Picasso, a las puertas del Mercado Central. Una vez allí, y en voz baja, se atrevieron a hablar. — P., tío, en menudo follón te ibas a meter... -me reprobó Simón. —¿Hace tiempo que no salía de su casa, Doctor? — me dijo 56—, Ha de ser así, pues de otra forma, conocería que los poderes públicos han concedido patente y licencia para actuar a la Partida de los Caracartones; nadie puede beber, hablar, beber ni reírse en su presencia, so pena de ser desterrado de la Plaza de la Merced a la Plaza Mayor, novísimo centro de reclusión, ideado para jóvenes y noctámbulos. —¿La calle no es libre? -argüí—¿La diversión está prohibida? — Así es, P. -dijo Simón para mi sorpresa. —¿Qué tremendo botarate ha ideado tamaño disparate? —dije. — Oh... Nadie sabe quién ha sido, nadie está de acuerdo, nadie sabe hasta cuándo... -dijo Simón. —¿El motivo? —El de siempre; que paguen sustos por pescadores —me explicó Simón. Por tres o cuatro que alborotan e incordian, pagamos el resto. Y te aseguro que no es frase hecha lo que digo, porque me han referido que en Plaza Mayor todo se paga; hasta el aire, que es acondicionado. No pude más, y desesperado, arrojé este lamento al aire: —¡Málaga, soberana del buen clima, ciudad de las mil tabernas, cuna de la alegría y tumba de la tristeza! 120 mitad doble


¿Qué ha sido de tí? ¿No se puede gozar de la fresquita? ¿No es lícito disfrutar de tus calles seculares? ¿Dónde iremos a parar? —Por lo pronto, a mi casa, que allí no manda el alcalde —me respondió Simón. Efraín nos espera, junto a los rumberos. A buen seguro, que la fiesta ya está lanzada ¿Vienes, 56? —Claro que sí. Aún quedan tres días para el quince que señala el anónimo, y tiempo tendré de avisar a mis superiores y montar un dispositivo de seguridad, que ni el mismísimo Caco podría burlar. Callados y pensativos, con la promesa de la fiesta, nos dirigimos a casa de Simón.

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En primavera no quiero versos de amor, s贸lo tus besos.




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