Mitad Doble nº 17 Málaga multicultural

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Préstame tu piel, que quisiera encontrarme conmigo mismo.

Foto: Carlos Bolívar | Texto: Laura Naranjo

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Editorial “Yo te doy, yo te doy, yo te doy, tú me das yo te doy mi calor tú me das tu humedad. Yo te doy, yo te doy, yo te doy, tú me das yo te doy mi calor que viene de Málaga”. Letra de Juan Miguel González para Tabletom

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o debería de extrañarnos lo extraño ni asombrarnos lo nuevo, que en realidad es lo más viejo. Y me explico. Málaga es una ciudad fundada por unos extraños, los fenicios, que la consagraron a Malac, su diosa de la noche. El motivo es de lo más práctico: los habitantes originarios de la costa adoraban a una diosa primigenia -que todavía puede verse en la Cueva del Tesoro- a la que relacionaban con las noctilucas, una especie de organismo unicelular marino luminiscente que se podía observar algunas noches; como los fenicios querían llevarse bien con la población autóctona buscaron algo que tuvieran en común y con facilidad fundieron su diosa con la diosa local y así pudieron ponerse a comprar y vender sin problemas. Desde entonces no hemos cambiado: en Málaga somos comerciantes y pactistas, sin rubor alguno y con todas las consecuencias. Y me vuelvo a explicar. En Málaga en principio cualquier persona es bienvenida; eso sí, si tiene dinero gusta más y si su objetivo es hacer negocios, gusta mucho más. Se podrá acusar a Malac de convenida y

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aprovechada, pero es la norma básica de las ciudades mediterráneas, donde toda persona forastera es aceptada sin muchas preguntas, lo cual es una sutil y eficaz forma de supervivencia. Esto no quiere decir que todo valga ni que se acepte cualquier cosa. Somos una ciudad liberal, de gusto entre lo excéntrico, lo canalla y lo sublime, en definitiva ese cambalache que canta el tango. O mejor dicho, como cantaba Rockberto: Yo te doy, yo te doy, yo te doy, tú me das. Ésa es la esencia de Málaga. El intercambio, la mezcla, el mercadeo. Conocerse, combinarse, ser diferentes para ser iguales. Lo nuevo se hace viejo y lo viejo nuevo. Por eso, este número de la revista está abierto a otros idiomas, otras culturas de un modo declarado. Para que escriban quienes siendo de otro lugar, son de aquí, para que se expresen quienes siendo de aquí, se sienten de otro lugar. No importa el idioma, las costumbres: lo importante es sumar y el mar: el mismo en el que desde hace tantos siglos conviven peces, diosas y protozoos con luz propia. Y eso y no otra cosa es Málaga. No sé si me he explicado bien. Augusto López


Menú Haiku | Laura Naranjo, fotografía Carlos Bolívar Editorial Augusto López Menú Ilustración Ana Morales | Texto Sebastien Moinard 8-9 Fotografía Ana Vega | Texto Tommy Szelei 10-11 Fotografía Ana Vega | Texto Herminia Luque 12-13 Ilustración Salomé | Texto Katja Schmidt 14-15 Viñeta Chano Mánino | Texto Werner Lex 16-17 Fotografía Ana Vega | Texto Gabriel Noguera 18-19 Fotografía Ana Vega | Texto Tes Nehuén 20-21 Cómic Omar Janaan 22-25 Textos Geo Nikolov 26-27 Ilustración Fran Soriano | Texto Sergio Barce 28-29 Viñeta Chano Mánino | Texto Yolanda Berrocal 30-31 Texto Hervé Bertevas 32-35 Ilustración SM | Texto José Antonio Sau 38-39 Haiku | Laura Naranjo, fotografía Sandra Lara 2-3 4 5 6-7

Créditos / mitad doble nº 17 / / málaga multicultural / / ilustración portada y contra: Ángel Idígoras / / primavera de 2016 / / 2,95 euros / / © de los autores / / director: Augusto López / / editores: Amor de Pablo Inurria y Jonatan Santos Moreno / / maquetación: Mon Magán / / envíanos colaboraciones a revista@mitaddoble.com / / depósito legal MA-1137—2005 / / ISSN 1888-380X / / www.mitaddoble.com / / mitad doble no se identifica necesariamente con las opiniones de sus colaboradores / mitad doble · 5


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Une mélodie d’autrefois

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ntre un générique publicitaire pour matelas et l’air lancinant d’une musique de cirque, si vous savez tendre l’oreille, vous aurez peut-être la chance d’entendre une mélodie inconnue. Mais lorsque vous sortirez sur le seuil de votre porte ou sur votre balcon, ne vous attendez pas à voir une fourgonnette aux mégaphones surpuissants... Après de nombreuses tentatives infructueuses, vous découvrirez alors un modeste cyclomoteur affublé d’une meule à l’arrière. C’est le rémouleur qui vient redonner une nouvelle jeunesse à vos couteaux et vous offrir une parenthèse des temps anciens.

Una melodía del pasado

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ntre una publicidad genérica para colchones y el aire inquietante de una música de circo, si se sabe poner la oreja suavemente, se puede tener la oportunidad de oír una melodía desconocida. Pero al salir a la puerta de casa o al balcón, no espere ver una furgoneta con potentes megáfonos... Después de numerosas tentativas infructuosas, descubrirá un modesto ciclomotor ataviado con una rueda de amolar en la parte trasera. Es el afilador devolviendo una nueva juventud a sus cuchillos y ofreciéndole un paréntesis de tiempos antiguos.

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Mer de nuages

oin des images vendues par les agences de voyage, Málaga donne parfois l’illusion d’être Le voyageur contemplant une mer de nuages de Friedrich. Il vous suffira de monter jusqu’au Campanario du Cerrado de Calderón lors d’une matinée estivale inondée par les brumes de chaleur. En bas, au bord de la mer, dans les quartiers de la Malagueta ou de Pedregalejo, c’est le fog-smog londonien. Mais depuis le Campanario, c’est une véritable œuvre d’art. Tous les contours de la baie de Málaga sont perceptibles ; mais la mer a disparu sous cette nuée à la fois mystérieuse et envoûtante.

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Mar de nubes

ejos de las imágenes vendidas por agencias de viajes, Málaga da a veces la ilusión de ser El viajero contemplando un mar de nubes de Friedrich. Basta con subir hasta el Campanario de Cerrado de Calderón en una mañana de verano inundada por las brumas del calor. Abajo, en el borde del mar, en los barrios de la Malagueta o Pedregalejo, está la niebla de smog de Londres. Pero desde el Campanario hay una verdadera obra de arte. Todos los contornos de la bahía de Málaga son visibles; pero el mar ha desaparecido bajo esta nube, a la vez misteriosa y fascinante.

Ilustración: Ana Morales | Texto: Sebastien Moinard mitad doble · 7



¡Hogar lejos del hogar! Otthon az otthontól távol! Fotografía: Ana Vega | Texto: Tommy Szelei

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008-ban érkeztem Malagába kalandvággyal tele, új életet kezdeni itt, de ha esetleg nem jött volna össze, legalább egy jó nyarat tölteni ezen a csodálatos helyen. Legjobb barátommal, Petivel jöttünk szerencsét próbálni. Bár a szerencse eleinte került bennünket munkakeresés terén - spanyolul egyáltalán nem beszéltünk, azt gondoltuk az angollal is feltaláljuk magunkat, de ebben nagyot tévedtünk - az egybôl feltűnt nekünk, hogy milyen vendégszeretők, segítőkészek a Malagaiak. Nagyon hamar otthon éreztük magunkat, és azt hiszem beszélhetek Peti nevében is - főleg, hogy ő már férjhez is ment itt malagai barátjához - megtaláltuk helyünket, jól és otthon érezzük magunkat, megtaláltuk spanyol családunkat otthonunktòl 3000 km-re! Ezért köszönet a gyönyörű Malagának és a Malagaiaknak! Sok negatív kritika éri az utóbbi időben országomat a menekültek befogadásával kapcsolatban, bár tudom, hogy rengeteg magyar segíti őket, étel, játékok, sőt saját házuk felajánlásával próbálják kicsit a menekültek életét elviselhetôbbé tenni, de ez nem bír hírértékkel. Külön köszönöm, hogy ilyen negatív hátszélben sem ér diszkrimináció itt! Köszönöm Málaga!

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legué a Málaga en 2008, lleno de ganas de aventura, de empezar una nueva vida... Y si esto no salía bien, al menos pasar un buen verano en esta ciudad maravillosa. Mi mejor amigo, Peti, y yo vinimos desde Hungría a probar suerte. Aunque al principio no la tuvimos en la búsqueda de trabajo (no hablábamos español, pensábamos que con el inglés íbamos a sobrevivir, pero nos equivocamos lo más grande), en seguida nos dimos cuenta que los malagueños son muy hospitalarios y tienen ganas de ayudar. Muy pronto nos sentimos en casa. Creo que puedo hablar en el nombre de los dos, él se ha casado ya con su pareja malagueña, hemos encontrado nuestro sitio, nuestra familia española. Nos sentimos bien, como en casa, aunque estemos a 3000 kms de nuestro hogar. Por eso muchísimas gracias a bella Málaga y a los malagueños. Siendo húngaro, se que últimamente mi país recibe mucha crítica por el tema de los refugiados, aunque también hay muchos húngaros que les ayudan con comida, juguetes, incluso les ofrecen las camas libres de sus casas para tratar de mejorar un poco las condiciones de vida de esta gente desafortunada, pero claro, esto no tiene valor en las noticias. ¡Por eso agradezco especialmente que, dadas las circunstancias, no encuentre discriminación aquí! ¡Muchas gracias Málaga! mitad doble · 9


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El sirio Fotografía: Ana Vega | Texto: Herminia Luque

-¿Un cirio has dicho? -No abuela: sirio, Imad es sirio. De la ciudad de Damasco. Como los Omeyas. El mayor problema de la abuela no era la sordera: mientras trataba de comprender, miraba de un modo acucioso, frunciendo el ceño, al novio de su nieta Alba. Inspeccionaba sin pudor alguno sus ojos azules, su pelo rubio, su gesto amable y franco; su camisa vaquera. -Nunca se sabe por dónde va a salir –le avisó Alba-. A veces se descuelga con cosas de su infancia. Ella también fue una refugiada ¿sabes? Tuvo que huir de Málaga en el año treinta y siete…Otras veces recita poemas…o el alfabeto griego (ella me lo enseñó de pequeña). La abuela arrugó aún más el ceño, como si le pareciese indiscreto el comentario que acababa de hacer su nieta. Hasta que, de repente, su rostro se expandió con una sonrisa iluminadora. -Un Omeya…Alba y Omeya - canturreó.

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El cisne extranjero Den udlandske svane Ilustración: Salomé | Texto: Katja Schmidt

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er var så dejligt ude på landet, det var sommer, kornet stod gult, havren grøn, høet var rejst i stakke nede i de grønne enge, og der gik storken på sine lange røde ben og snakkede egyptisk , for det sprog havde han lært af sin mor. Jeg var i andegården og kikkede mig omkring, der var mange andre små ænder som mig, nogle var gule, nogle var brune og nogle var hvide, nogle havde skæve øjne og andre med pjusket fjer og store næb. Nogle talte sprog jeg aldrig havde hørt før ..... Da vi skulle ud og svømme blev der talt grimt til os, jeg ved ikke hvorfor !! Jeg kikkede på mit spejlbillede i vandet “ hvem er jeg “ tænkte jeg.... Vi føler os som grimme ællinger, der er uden for gruppen, selvom vi er så ivrige efter at blive smukke svaner.... Tiden gik og en dag da jeg var ude og svømme kom en flok smukke svaner hen imod mig, jeg blev bange og troede De ville fornærme mig, men De hilste pænt på mig. Jeg bøjede mig og så mit spejlbillede i vandet. Jeg var blevet til flot svane som alle De andre. Jeg var en del af gruppen og jeg var lykkelig for endelig at blive accepteret for hvem jeg var og hvor jeg kom fra. Ser du, uanset hvor vi kommer fra, hvordan vi ser ud og hvilket sprog vi taler, er vi alle født til at blive smukke svaner.....

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acía un tiempo adorable en el campo, era verano, el maíz estaba amarillo, los robles verdes, y el heno amontonado en los prados, y allí iba la cigüeña sobre sus largas patas rojas parloteando en egipcio, el idioma que había aprendido de su madre. Yo estaba en el patio de la granja mirando a mi alrededor, había muchos otros pequeños patos como yo, algunos amarillos, otros pardos y otros blancos, algunos con ojos oblicuos y otros con plumas erizadas y grandes picos. Hablaban idiomas que yo nunca había oído… Cuando estábamos nadando, los otros nos hablaron con grosería, ¡no entendí por qué! Miré mi reflejo en el agua y me pregunté quién era… Nos sentíamos como patitos feos fuera del grupo, aunque estuviéramos tan ansiosos por convertirnos en hermosos cisnes… El tiempo pasó, y un día, mientras nadaba, llegó una bandada de bellos cisnes que se acercaban a mí. Me asusté, pensando que me insultarían, pero me saludaron. Me incliné para verme refelejado en el agua. Me había convertido en un hermoso cisne como todos los demás. Era parte del grupo, y me sentí feliz de ser finalmente aceptado por quien era y el lugar del que venía. Y es que no importa de dónde vengamos, el aspecto que tengamos o el idioma que hablemos, todos nacemos para convertirnos en hermosos cisnes… mitad doble · 13


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El arte acondicionado Air Con und die Künste Ilustración: Chano Manino | Texto: Werner Lex

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eine Freunde fragen mich mitunter, was den Reiz Málagas ausmache. Ich verweise dann souverän auf das vielschichtige kulturelle Angebot, an erster Stelle Museen und Galerien. Die Frage jedoch, weshalb ich hier wesentlich öfters Ausstellungen aufsuche als zuhause, drängt sich dabei jedes Mal auf. Die Antwort scheint eindeutig: der Temperaturunterschied zwischen drinnen und draußen. Ich frage mich weiter, wie hätten sich eigentlich die besucherintensiven Künste entwickelt, hätte es diese revolutionäre Erfindung der Kältemaschine nicht gegeben. Doch quälender ist die Frage, wie würde ich meinen Freunden gegenüber argumentieren, gäbe es diese Erfindung tatsächlich nicht? Ich müsste den Reiz Málagas in der (wirklichen) Reihenfolge: 1. barbusige Badenixen 2. Boquerones en vinagre, 3. Sonne pur, erklären. Oder doch Boquerones an erster Stelle?

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is amigos me preguntan por el atractivo de una ciudad como Málaga. Yo les hablo de su oferta cultural: hay tantos museos y galerías... En Alemania también hay, pero la diferencia fundamental es la temperatura: porque en Málaga está el arte acondicionado y respira a salvo del calor en salas agradables. Si no ¿cómo podrían realmente los visitantes del arte moderno disfrutar de él? Sin embargo, la pregunta es difícil de responder, ¿cómo iba yo argumentar en contra de mis amigos, que esto en realidad no es así? Porque los atractivos de Málaga en honor al tópico real son: 1. Mujeres bonitas en la playa. 2. Los boquerones en vinagre. 3. El sol. Hay que explicarlo muy bien. ¿O tal vez van los boquerones en primer lugar?

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El hombre multicultural Fotografía: Ana Vega | Texto: Gabriel Noguera

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esde muy joven fui multicultural. No por una decisión consciente, claro, no es algo que se elija. La multiculturalidad me eligió a mí. Gracias a esta extraña característica, podría haber sido un símbolo para la sociedad, pero eran otros tiempos. ¿En qué consistía mi multiculturalidad? Al parecer, mi etnicidad cambiaba a gusto de los que me rodeaban, como si fuera un joven Zelig, pero no porque yo quisiera adaptarme a ellos y que me aceptaran como uno más, sino porque ellos querían adaptarme a sus prejuicios para poder odiarme a placer. Así, para los otros niños yo era «chino», «negro», «moro» o «gitano», según les conviniera. Esto me parecía del todo imposible, no parecía lógico formar parte de diversas etnias al mismo tiempo, pero ¿cómo discutir razonablemente con gente así? En cualquier caso, se me dejaba claro que era diferente y no podía acceder a la etnicidad de mis congéneres. «¿Por qué soy negro, chino, gitano y moro, mamá?», podría haber preguntado en casa, pero preferí no molestar. Con los años, mi multiculturalidad fue amainando o, al menos, ya no me comentaban nada. Salvo en el instituto, que cuando decía que había nacido en Suecia me preguntaban: Anda, ¿eres suizo?

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Fortaleza de plástico Fotografía: Ana Vega | Texto: Tes Nehuén

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ramos felices pero no lo sabíamos. Había otoño negro en nuestros labios y un viaje rotundo nos crecía por dentro. Éramos extranjeros, paridos por la tierra a escupitajos; expulsados con bronca por un hoyo de orgasmos reprimidos en el punto infinito. Teníamos brazos cayendo en forma de cruz sobre nuestros vientres fértiles y bebíamos el cáliz de la infancia, sin saber que el verano termina cuando lo crees eterno. Entonces cruzamos a hurtadillas esa raya. ¿Habríamos podido permanecer a tientas, soslayando nuestros ojos a otro sol, hacia otra vida? Caer a la intemperie, buscando el polvo de hadas más allá de la frontera, acaso donde habita la isla de los niños sin edad: esa fue la certeza para enfrentar de pie nuestro destino. Éramos felices como niños humanos que juegan a la guerra con pistolas de plástico. Y caímos sin tregua al cáliz de la muerte, sintiendo el dolor que puede provocar la herida de las balas de plomo. Sin amago, volamos asumiendo el fin de la ternura; la orfandad para siempre, la ausencia de una patria, de un punto al que volver. Y volamos persiguiendo acaso la pregunta: ¿habrá una fortaleza en la que ser felices después de haber perdido nuestros dientes de leche?

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Mediterranean Seeing rainclouds over the Mediterranean, makes me feel as if forced to watch a neighbor’s fishbowl fill up with raindrops.

Feria de Málaga Looking out over the cloth flowers attached to their polka dot stalks, I thought of each girl from Málaga as a bud, waiting impatiently all year to blossom during the third week of August.

Espeto From the bloody sand, I pull out two banderillas and hurl them into the sea.

Balneario Right next to the old grill, an empty birdcage. A wicker basket of rusty steel, its door frozen in the act of liberation.

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El Mediterráneo Viendo nubes sobre el Mediterráneo me hace sentir como si estuviera obligado a ver la pecera del vecino llenándose con gotas de lluvia.

Feria de Málaga Mientras miraba sobre las flores de paño fijadas a sus tallos punteados por lunares, se me pareció cada malagueña a un botón que lleva todo el año esperando con impaciencia su florecer durante la tercera semana de Agosto.

Espeto De la arena sangrienta tiro de dos banderillas y las arrojo al mar.

Balneario Justamente al lado de la parrilla vieja, una pajarera vacía. Una canasta de mimbre cuyo acero está oxidado, su puerta inmovilizada en el acto de la liberación

Texto: Geo Nikolov mitad doble · 23


Málaga I read the information board at the entrance of the park of Laguna de la Barrera; it mentions an Arab watchtower, and the Colonia de Santa Inés. Nearby, there should be remains of Roman drains, but I can’t see them. I walk down the steps toward the turquoise waters of the pond, sunken beneath furrowed cliffs. I stop a moment next to a laurel tree, glued firmly to the soil, pass by young palm fronds bursting from their trunk like green fireworks. Other palm trees are squeaking in the morning heat. In an olive grove, there are picnic tables scattered outside of the shade of the trees. My thoughts wander to Plaza de la Merced, where, dodging pidgeons, one can pat Picasso on his bald head.

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Málaga Leo el papel de información en la entrada del parque de La Laguna de la Barrera; menciona una torre de vigilancia árabe, y la Colonia de Santa Inés. Alrededor, debería haber ruinas de la canalización romana, pero no las veo. Bajo por las escaleras hacia las aguas turquesas de la laguna, hundida debajo de acantilados fruncidos. Me paro un momento al lado de un laurel, pegado firmemente al suelo, paso por hojas de palmeras jóvenes estallando del tronco como fuegos artificiales verdes. Otras palmeras chillan en el calor de la mañana. En un olivar, hay mesas para picnic dispersas fuera de la sombra de los árboles. Mis pensamientos se dejan llevar a la Plaza de la Merced, donde, esquivando palomas, uno puede darle una palmadita a Picasso en su cabeza calva.

Texto: Geo Nikolov

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No hay banderas que defender Ilustración: Fran Soriano | Texto: Sergio Barce

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oy, mientras almorzábamos, mi padre confiesa que nunca quiso abandonar Larache. Pero mi madre quería estar cerca de mis abuelos, y mi padre, siempre condescendiente, por amor, cedió y nos vinimos a Málaga. Corría el año mil novecientos setenta y tres. Sin embargo, aquella ciudad marroquí sigue anclando nuestros sentimientos. Me dice mi padre que en la sucursal del Hispano Americano a la que lo habían destinado, comenzaron a llamarlo morito. Pero cortó la broma en seco. Mi profesor de los Maristas de Málaga, el primer día, me llamó moro. Yo tenía trece años y no podía cortar en seco su desprecio. Han pasado los años. Siempre pensé que fue mi madre la que deseaba quedarse en Larache, porque regresó muchas veces a su pueblo, hasta casi el último día de su vida. Mi padre, por contra, se juró no volver, decidido a recordar su ciudad de origen tal y como la había dejado. Y ahora me confiesa

algo que yo no sabía, y descubro la realidad. Pero, añade mi padre, hemos sido felices aquí. Pienso en mi niñez, y pienso en mi primer compañero de colegio en Málaga: fue Manolo Franquelo, que hoy es médico en el Hospital Civil. Él no me consideró un moro, sino un niño como lo era él. Tuve suerte en Larache, porque mis amigos son mis hermanos. Y he tenido suerte en Málaga, porque mis amigos, como Manolo, son mis hermanos. No hay banderas que defender. La patria es la infancia, y la infancia es larga y puede transitar de un territorio a otro. Sólo valen los sentimientos. Soy un morito malagueño. Me decía mi amigo el cineasta Pablo Cantos que yo vivo aquí, en Málaga, pero que para soñar me traslado a mi ciudad de siempre. Quizá sea cierto, quizá la tristeza de mi padre se quedó en Larache y, aun sin saberlo hasta hoy, me he dedicado a escribir historias ambientadas allí sólo para alegrarle la vida.

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Donde los sueños se cumplen Ilustración: Chano Manino | Texto: Yolanda Tovar

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staba en el último tramo de mis estudios en la UNAM, la universidad más grande del mundo, en la ciudad de México que luego sería también la mayor del mundo. Al terminar la carrera, haría un viaje por Latinoamérica, después perfeccionaría mi francés y solicitaría una beca para hacer el doctorado en La Sorbona. Al volver con mi flamante título me iría a vivir a una ciudad de provincias que debería cumplir dos requisitos: estar junto al mar y tener universidad. En la universidad sería profesora e investigadora, junto al mar viviría y sería feliz. Un amigo me informó que donde trabajaba necesitaban personal. Tenía el aliciente de que podría estrenar mis recién adquiridos conocimientos profesionales y aprendería mucho de la práctica laboral. Realicé la entrevista y me aceptaron, pedí unos días para incorporarme ya que solicitaría una excedencia en mi trabajo de maestra.

También trabajaba en la universidad pero podía combinar con el trabajo que se me ofrecía. El primer día la directora me presentó a todos los que ahí trabajaban, especialmente a Eduardo, que sería mi jefe. No tardé mucho en descubrir a la bella persona que se parapetaba tras un cuerpo parapléjico. Nos enamoramos y mis planes de vida se trastocaron. En lugar de ir a Francia vine a España. El doctorado no fue en La Sorbona sino en la Complutense. He sido investigadora en la UMA y cada día salgo a llenarme de vida con el azul y el aroma del mar Mediterráneo. Eso sí, los países latino americanos aún me siguen esperando. Después de treinta y siete años en España, veintinueve de ellos en Málaga, cuando me preguntan ¿de dónde eres? mi contundente respuesta es: soy malagueña nacida en México. Quién me iba a decir que aquí se cumplirían mis sueños.

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soditrapmoc sotalP savetreB évreH :otxeT

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e suis venu vivre à Málaga en deux mille deux, avec l’Euro. Málaga, je la connaissais d’avant, pendant les vacances. Dès l’age de cinq ans, je passais mes étés à Torre del Mar. En mil neuf cent soixante-quatorze, sans autoroute, bordée de champs de canne à sucre, Málaga encore vierge de tant de béton commençait à accueillir avec chaleur et intérêt les touristes étrangers. Ce n’était pas son premier contact avec d’autres cultures: durant son passé phénicien, grec, romain et arabe, la ville et ses habitants s’étaient trouvés confrontés, non sans heurt, à différents chocs culturels. Mais la Málaga du début du XXIe siècle est très différente de celle que je connaissais. Une autre réalité est apparue peu à peu: l’immigration. L’Espagne jusque là pays d’émigration devenait récepteur de gens du monde entier, à la recherche d’une vie meilleure. J’ai été témoin pendant les dix années suivantes des changements que ce phénomène a généré dans la société espagnole. Comme médecin bénévole chez Médecins du Mon-

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de, j’ai été confronté aux difficultés que les nouveaux arrivants doivent affronter pour obtenir un droit aussi basique que le droit à la santé. J’ai aussi assisté à de nombreuses démonstrations de solidarité, d’affection et d’intérêt envers les migrants. Je pense que le “caractère malagueño”, s’il en existe, est assez intégrateur. Il facilite les rencontres et les échanges. Il est généreux de portes ouvertes et de plats partagés. Bien sûr, tout n’est pas rose, et l’exclusion, la marginalisation sociale et la pauvreté font des ravages parmi les migrants. Utilisés comme main-d’oeuvre bon marché pendant la bulle immobilière, dans la construction, l’hôtellerie, l’agriculture, ils ont aussi pris soin de nos personnes âgées, permettant à beaucoup de femmes de chercher un emploi en dehors du foyer. Grâce à leur présence le visage de la ville a changé pour toujours. Je rêve d’une Málaga consciente de la richesse que lui apportent les mouvements migratoires. ¿N’est-elle-pas pas le fruit de siècles d’échanges entre les cultures?


Platos compartidos Texto: Hervé Bertevas

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legué a Málaga en dos mil dos, con el Euro. Llegué para vivir. Málaga, la conocía de antes, de vacaciones. Desde los cinco años pasaba mis veranos en Torre del Mar. En mil novecientos setenta y cuatro, sin autovía, bordeada por campos de caña de azúcar, Málaga todavía virgen de tanto hormigón empezaba a acoger con calor y mucho interés al turista extranjero. No era su primer contacto con otras culturas: en su pasado fenicio, griego, romano y árabe ya se había enfrentado, no sin heridas, al choque cultural. Pero la Málaga del principio del siglo XXI es muy diferente a la que conocía. Otra realidad apareció poco a poco: la inmigración. España pasaba de ser un país de emigración a ser receptor de gente de todo el mundo, en busca de una vida mejor. Fui testigo durante los diez años siguientes de los cambios que generó en la sociedad española. Como médico voluntario en Médicos del Mundo, me di cuenta de las dificultades que tienen los recién llegados para obtener un derecho tan básico como el derecho a la salud.

He asistido también a numerosas muestras de solidaridad, cariño e interés hacia los inmigrantes. Pienso que el carácter malagueño, si existe algo así, es bastante integrador. Es facilitador de encuentros e intercambios. Es generoso de puertas abiertas y platos compartidos. Por supuesto no todo está pintado de rosa; la exclusión, la marginación social y la pobreza hacen estragos entre los inmigrantes. Usados como mano de obra barata durante la burbuja inmobiliaria, en la construcción, la hostelería, la agricultura, cuidaron también de nuestros mayores, permitiendo a muchas mujeres buscar un empleo fuera de casa. Su presencia ha cambiado la cara de la ciudad para siempre. Sueño con una Málaga consciente de la riqueza que le aportan los movimientos migratorios. ¿Acaso no es ella el fruto de siglos de intercambios entre culturas?

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Una cerveza Ilustración: SM | Texto: José Antonio Sau

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n su inmensidad, la roca es porosa. Vean la bahía desde el Balneario y podrán escrutar con sus ojos el inmenso azul del agua y, a su derecha, esas piedras llenas de entradas y salidas naturales sobre las que se baten las olas, lamiendo la orilla y escupiendo cadáveres de vez en cuando. Luego paseen su mirada por el Paseo Marítimo y observen al subsahariano. Mírenlo caminando con ropa cómoda y repleto de material para vender entre los chiringuitos de Pedregalejo. Fíjense en cómo se para en cada mesa, sonríe, hace gracietas a los niños y luego se dirige a otra mesa, seguramente sin haber podido colocar ni una ínfima parte del género que cuelga en una extraña maleta desde su hombro y que se compone de gafas, CD´s, pañuelos y figuritas de arte africano. Luego podrán verlo deambular de

nuevo por los mismos sitios en los que ya estuvo tratando de colocar su mercancía. Sigue sonriendo pese al sol, a las pesadas horas de caminata y al desdén de comensales panzudos que han esquivado la profunda mirada de unos ojos tristes. A veces siente cómo las miradas de pena se le clavan en el pecho. Como si la conmiseración fuera la respuesta natural a una realidad ajena que pulula en derredor nuestro pero que no nos toca, sólo nos atraviesa circunstancialmente, como el rayo de Santa Teresa, solo que nosotros, vosotros, yo, seguimos siendo los mismos. Tolerancia, respeto. Bonitas palabras. A veces pienso en ellas mientras observo las piedras porosas de la bahía desde el Balneario y concluyo que no somos capaces de parirlas. Sólo las pronunciamos, movemos los labios verbalizando sonidos que nos son extraños,

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echamos fuera el significante sin entender el significado y luego nos removemos en la silla, acomodándonos sobre egos inmensos, la indiferencia como escudo, como parapeto de lo que ha de ser. Cuando la ciudad recibe su sólido abrazo de verano, y el vapor del agua la envuelve cercándola en una humeante cortina de calor, el subsahariano redobla su esfuerzo laboral. Lo veo, lo vemos pasar desde la atalaya de los años, pues cada verano es distinto pero esencialmente es el mismo. A veces, pasa también una subsahariana. Lleva un niño a la espalda. Él sonríe y llora a cada rato, mientras su madre recibe una colección de negativas con la que tendrá que comer al final del día. Hay quien me dice, mientras sostiene una fría cerveza en la mano y unas gafas cubren sus ojos, que son las mafias las que los surten de mercancía y luego los sueltan por ahí, en lugares escogidos, para que coloquen sus productos. Las olas siguen batiéndose contra las rocas del Balneario. Una escollera silenciosa repleta de gatos desafiantes preludia el

paseo infame que habrán de transitar los vendedores. En una mesa cercana a donde me hallo, escucho hablar sobre la esencia acogedora de la Ciudad del Paraíso, que diría Aleixandre. Hay quien señala que, a lo largo de la historia, Málaga ha sido puerta para muchas civilizaciones y que el marino y el extranjero siempre hallaron aquí cobijo, comida y comprensión. ¡Mira Gerald Brenan!, me dice sonriente una amiga. Luego reímos y picamos algo. Las voces se apagan en el eco eterno de una tarde que aún no ha sucedido y la noche se acerca con su tenue manto de reproches. Al minuto, alguien golpea mi hombro suavemente. Es uno de esos vendedores subsaharianos. El otro. Yo. Nosotros. Lo miro con severidad. Ha interrumpido mi cerveza. Decido comprarle algo. Dame un CD de esos, le digo. Me siento bien. Sigo con mi cerveza y lo veo alejarse hacia otra mesa. Me mira de reojo. No sonríe. Yo sí. Aún le queda mucho por vender. Mañana volveré a pensar sobre esto. Ahora debo acabarme la cerveza. mitad doble · 35


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Mi niĂąa mora, no me pongas flamenca, que me enamoro.

Texto: Laura Naranjo | Foto: Sandra Lara

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