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Dones y frutos del Espíritu Santo

Los dones del Espíritu Santo son siete (número que simboliza plenitud o abundancia) y son los regalos que Dios infunde en nuestros corazones:

Temor de Dios

Por su parte, los frutos del Espíritu Santo son el resultado de practicar las virtudes; cuando el alma, dócil a la acción del Espíritu Santo, se ejercita en la práctica de las virtudes, va haciendo con gusto lo que antes se hacía con sacrificio, por eso se les llama “frutos”, pues es lo que se obtiene después de madurar y dejarse guiar por el Espíritu:

Caridad

El amor vuelto acción en favor de nuestros semejantes. Es la disposición para brindar ayuda de cualquier manera.

Gozo

El amor que se manifiesta en alegría. Va más allá de los obstáculos y nos sostiene por encima del dolor y del fracaso.

Paz

La ausencia de agitación y el descanso de la voluntad ante los problemas cotidianos, con la fe puesta en Dios.

Paciencia

Transitar las dificultades con la certeza de que nada es eterno y que cualquier adversidad pasará.

Longanimidad

Bondad

Querer toda clase de bienes para los otros.

Benignidad

La disposición del corazón para hacer el bien a los demás.

Fidelidad

Mantenerse firme en el compromiso de un vínculo (amistad, amor, hermandad); además, es ser alguien en quien puede depositarse la confianza.

Continencia

Saber refrenar impulsos del cuerpo sin que implique frustración o enojo, sabiendo que nunca fallará la gracia de Dios.

Modestia

Castidad

Conservar la pureza interior y exterior.

Poseer la certeza de que el tiempo, la perseverancia y el ánimo constante frente a los obstáculos, nos llevará a los propósitos deseados.

La carencia de presunción, el tener humildad, comportándose de modo equilibrado y justo en cada ocasión.

Mansedumbre

Aceptar el tiempo que lleva cada proceso, sin impacientarse ni albergar sentimientos de rencor ante las ofensas de otros.

Pidamos, en esta fiesta de Pentecostés, que el Espíritu Santo, con sus dones, nos guíe en el camino de la virtud para obtener sus frutos.