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será posible llevarle la delantera a los flebotomos vectores de leishmaniasis a través de programas racionales de control vectorial?

Dr.

RUBÉN BUENO MARÍ

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Departamento de Investigación y Desarrollo (I+D), Laboratorios Lokímica. Valéncia, España. Área de Parasitología, Departamento de Farmacia y Tecnología Farmacéutica y Parasitología, Universidad de Valencia. Valéncia, España.

rbueno@lokimica.es - ruben.bueno@uv.es

La leishmaniasis es una enfermedad ya endémica en cerca de 100 países situados en zonas de climas tropicales o subtropicales, tanto de África, Europa y Asia, como también más recientemente en América. De forma estimativa y global, se proyecta que cerca de 1 millón de casos y 65.000 muertes acontecen todos los años vinculadas a esta parasitosis. Se trata de una zoonosis de ciclos eco-epidemiológicos realmente complejos, con diversos hospedadores amplificadores que pueden verse afectados, diferentes manifestaciones clínicas posibles, varias especies de protozoos potencialmente implicadas y también distintas especies de dípteros flebótomos que pueden transmitir la enfermedad (Figura 1). Este complicado contexto exige que para la gestión de brotes de esta enfermedad se lleve a cabo un abordaje multidisciplinar bajo el concepto de One Health o Una Sola Salud en el que, entre otros, biólogos, entomólogos, parasitólogos, veterinarios, médicos asistenciales y epidemiólogos, encargados de manejar e intervenir en aspectos relativos a la salud pública, sanidad animal, gestión de fauna silvestre y control vectorial, trabajen de forma coordinada y debidamente planificada para poder incidir sinérgicamente en la reducción de la enfermedad.

En general las estrategias efectivas de control vectorial suelen basarse en la anticipación. En el caso por ejemplo de los vectores

de transmisión biológica más relevantes del planeta, los mosquitos culícidos, la correcta identificación de los principales criaderos en un territorio concreto y la posibilidad de llevar a cabo acciones larvicidas preventivas que reduzcan la emergencia de adultos, son la principal premisa de éxito. La “sencilla” asociación entre colecciones de agua estancada y posible presencia de larvas de mosquitos facilita las intervenciones preventivas frente a formas preimaginales. No obstante, en el caso de los vectores de la leishmaniasis, la situación no es tan sencilla.

Los dípteros de la subfamilia phlebotominae no desarrollan su fase larvaria en colecciones de agua estancada, sino en microhábitats en los que abunde la materia orgánica, humedad y, preferentemente, en condiciones de oscuridad o bajo grado de insolación directa (Figura 2). En consecuencia, la multitud de criaderos posibles para estos dípteros nematóceros incluye zonas con acumulación de hojarasca en parques y jardines, vertederos, redes de saneamiento urbano, madrigueras de animales, barrizales con abundante vegetación, leñeras, mechinales de muros y otro tipo de construcciones humanas, entre muchos otros. Este contexto hace imposible reproducir el diseño y ejecución de planes de control a imagen y semejanza con los mosquitos culícidos, porque no existen herramientas de identificación precisa de criaderos, ni tampoco de evaluación de su diferente productividad para la proliferación larvaria, ni siquiera formulados químicos o biológicos específicamente diseñados para el control preimaginal de los mismos en los hábitats previamente descritos.

Todo ello condiciona que, cuando nos referimos a las estrategias de lucha frente a la leishmaniasis basadas en el control vectorial, nos centremos esencialmente en 3 tipos de intervenciones:

1) Gestión del medio: actuaciones de manejo ambiental que reduzcan la vulnerabilidad del territorio en lo que respecta a la posible proliferación de flebótomos, como destrucción y modificación de hábitats, acciones de saneamiento ambiental como desbroces y retirada de residuos o sustratos que faciliten el anidamiento del vector, barreras físicas para evitar la emergencia de flebótomos como el sellado de registros de pluviales y pozos que conecten con redes de saneamiento, etc.

2) Información a la ciudadanía acerca de las medidas de autorpotección: la reducción de riesgos de contacto entre vector-reservorios domésticos-personas, también compete a los ciudadanos, a través de saneamiento y adopción de códigos de buenas prácticas ambientales en sus espacios ajardinados domésticos, así como el empleo de barreras físicas como telas mosquiteras (de tamaño inferior a 2mm, por las reducidas dimensiones de los flebótomos adultos) o químicas como los repelentes ambientales y/o de uso tópico.

3) Medidas directas de control vectorial (Figura 3): sin duda, en este apartado hay mucho trabajo científico-técnico que hacer en la búsqueda de herramientas y estrategias de control directo de flebótomos más efectivas que las actuales. Como se ha comentado anteriormente, la propia biología de estos dípteros dificulta la implementación de intervenciones ambientales que provoquen una clara y rápida disrupción de sus ciclos biológicos naturales, como sí sucede con otros dípteros nematóceros de interés sanitario en los que podemos realmente cortar el ciclo reproductivo en su fase larvaria gracias a campañas de vigilancia y control bien planificadas, como sería el caso de los culícidos o los simúlidos.

Sin embargo, y a pesar de que el camino a recorrer en la búsqueda de herramientas de control directa más efectivas todavía es largo, también es cierto que existen bastantes estudios de partida. Desde novedosos cebos atrayentes que propician la dispersión de biolarvicidas como Bacillus sphaericus hasta lugares de cría como

madrigueras donde inducir mortandad larvaria significativa, hasta el empleo de modernos insecticidas sistémicos aplicados directamente sobre reservorios. También hay estudios de aplicación directa de Insecticidas Reguladores del Crecimiento (IGR’s) en refugios que sirven de criaderos larvarios de flebótomos con prometedores resultados. Las tradicionales aplicaciones residuales y espaciales de insecticidas, tampoco están exentas de formar parte de este elenco de estrategias de control directo a ensayar y promover. Algunos autores sostienen que la reducción de las aplicaciones residuales, entendidas como el empleo de insecticidas de elevada residualidad directamente sobre superficies de reposo o refugio de vectores (esencialmente en interiores, sobre paredes, techos u otras estructuras), en muchos territorios debido al fin de la lucha antipalúdica ha podido jugar un papel relevante en la re-emergencia de la leishmaniasis. Sin embargo, esta afirmación no puede sostenerse en muchos otros territorios, donde no se han producido cambios sustanciales o donde, incluso, la malaria y la leishmaniasis cohabitan hoy en día. Existen bastantes trabajos que analizan el efecto de aplicaciones residuales con organoclorados, organofosforados y piretroides. Si nos ceñimos a estos últimos, por ser los únicos adulticidas que están quedando autorizados en muchos países para el control de insectos voladores debido a su menor impacto ecotoxicológico, podemos encontrar evidencias de óptimos resultados de reducción poblacional a partir de aplicaciones residuales en interior de viviendas, pero resultados muy inconsistentes en otras intervenciones residuales en otros hábitats como madrigueras (donde un efecto de desalojo que incrementa la actividad de vuelo y de picada en los primeros días suele ser habitual). En este punto, cabe recordar que variables ambientales como las elevadas temperaturas, la radiación solar o la acumulación de polvo y materia orgánica, reduce significativamente la eficacia de los piretroides residuales.

Respecto a las aplicaciones espaciales o volumétricas, en este caso lo que se persigue es una amplia dispersión del insecticida en pequeñas microgotas o niebla (aplicaciones a Ultra Bajo Volumen-ULV o nebulizaciones) para incrementar la superficie intervención en aras de interceptar una mayor cantidad de insectos, aunque la residualidad sea relativamente baja. Este tipo de aplicaciones también han formado parte de varios programas de lucha antiflebotomina, una vez más, con resultados muy variables y poco concluyentes.

En definitiva, es importante que las instituciones favorezcan e impulsen proyectos de investigación básica y aplicada en el control vectorial de estos dípteros de tanta trascendencia sani taria. El cambio climático, el crecimiento urbanístico, la deficiente gestión del territorio y la evidencia de adaptación del parásito cada vez a más reservorios sinantrópicos, propicia que los problemas de leishmaniasis y nuestra interactuación con los flebótomos sea cada vez más intensa. En este contexto, y con los conocidos fenómenos de resistencias tanto a ciertos fármacos antiparasitarios como a insecticidas, el desarrollo de efectivos programas de lucha antivectorial son absolutamente esenciales para el combate de la enfermedad.

Figura 3. Diferentes tipos de aplicaciones insecticidas que pueden emplearse para el control de flebótomos: A) Aplicación residual en interiores sobre superficies de reposo y refugio, B) Aplicación espacial mediante el empleo de la técnica de Ultra Bajo Volumen (ULV), C) Aplicación espacial mediante el empleo de la técnica de termonebulización, D) Pulverización directa de insecticida en madrigueras (refugio de adultos y criadero de larvas de flebotomos). Fuentes de las imágenes: A) Jessica Scranton/AIRS March 2017, B) FMC Corp., C) Gobierno de Perú, D) National Park Service (NPS) USA.

Referencias bibliográficas

Claborn, DM. 2010. The biology and control of Leishmaniasis vectors. Journal of Global Infectious Diseases, 2 (2): 127134.

Coleman, RE, et al. 2004. Prevention and control of leishmanisis during Operation Iraqi Freedom. Wing Beats, 15: 10-16.

Iriso, A, et al. 2017. Control del vector. En: Brote de leishmaniasis en Fuenlabrada y otros municipios de la Comunidad de Madrid: el papel de las liebres y los conejos como reservorios. 177-190.

Robert, LL, et al. 1997. Phlebotomine sand fly control using bait-fed adults to carry the larvicide Bacillus sphaericus to the larval habitat. Journal of American Mosquito Control Association, 13: 140144.