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¿Por qué me llamo como me llamo? Cristina del Amo Sáez, Sofía Giménez Serrano Carolina Martínez Lorente y Belén Yuste Bros 2º Bachillerato B En la asignatura de Sociología de 2º de Bachiller hemos realizado un estudio, entre los alumnos y alumnas del I.E.S María Moliner, sobre los nombres propios, también llamados “nombres de pila” por ponerse ante la pileta bautismal. Con la investigación queríamos saber cuántos nombres distintos hay en el Centro, cuáles son los que más se ponen, así como algunos aspectos sobre los factores de preferencia de nuestros padres por unos nombres antes que otros, y cuál es el papel que tiene la tradición familiar en todo ello. También hemos investigado sobre el grado de identificación y satisfacción con nuestros nombres y con la posibilidad de ponérselos a nuestros hijos o hijas; y sobre la idea de traducirlo al valenciano en un futuro. Para contabilizar los nombres, hemos tenido en cuenta, de manera diferenciada, si eran simples o compuestos, así como la grafía. Por ejemplo, hemos tomado como nombres diferentes Ana y Anna o Cristian y Christian; entre otros;1 al igual que no hemos traducido los nombres de unas lenguas a otras.

¿Dicen algo nuestros nombres sobre cómo somos? En algunas sociedades los nombres propios que se les ponían a las personas se les asignaban por algún rasgo o cualidad de la persona, bien fuera por su carácter, bien por su aspecto. En nuestra sociedad nada de esto parece condicionar la elección del nombre. En principio, ponerle un nombre a un bebé parece un acto libre de elección de los padres. La realidad es que no es así. Aunque a nivel individual no se puede determinar qué nombre le pondrán unos padres a su hijo o hija, a nivel colectivo sí existen unas tendencias sociales. Por ejemplo, la elevada frecuencia de unos nombres sobre otros nos habla de un fenómeno similar a cualquier otra moda. La decisión de ponerle un nombre al hijo o hija está condicionada por una serie de factores sociales. Entre esos factores, el primero que suele pasar desapercibido es el del género. Los nombres son un marcador que ha servido y sirve aún en casi todas las sociedades para diferenciar a las personas: chicos y chicas. Pocos nombres hay que sean, como algunas peluquerías, unisex. Pero la cosa no termina ahí. Los nombres también son propios de la cultura a la que se pertenece, sobre todo en lo que afecta a la lengua o la religión vigente. Hay algunos estudios que incluso han mostrado cómo en algunos países la clase social y el color de los grupos, lo que llamamos “raza”, influyen a la hora de elegir un nombre u otro para el recién nacido. La tan nombrada “globalización” ha supuesto un factor más a tener presente. En un mundo cada vez más globalizado, esto también se refleja en los nombres. Basta con mirar la lista de alumnos de cualquier grupo para ver una manifestación de ese proceso. En consonancia con ello, hemos constatado cómo los medios de comunicación, una causa que está por detrás de esa globalización de la que hablábamos, ejercen cada vez más influencia a la hora de elegir los nombres que los padres ponen a sus hijos. Algunos de nuestros nombres han sido elegidos por aparecer en series de televisión o películas, por cantantes o canciones, actores o actrices, sean nacionales o no.

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Otros casos con que nos hemos encontrado son los siguientes: Kristina y Cristina; Ester y Esther, Mireia y Mireya, Jonatan y Jonathan.

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