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Francisco Venegas Trejo

La Facultad de Derecho de la UNAM está de luto por el sensible fallecimiento de uno de sus maestros más respetados y queridos, Francisco Venegas Trejo, el pasado domingo 27 de septiembre.

El doctor Venegas nació el 17 de abril de 1937 en Celaya, Guanajuato, y realizó sus estudios de la licenciatura en leyes en su siempre amada Facultad de Derecho, habiendo pertenecido a la segunda generación en cursar sus estudios en la recién estrenada Ciudad Universitaria —en 1955—, donde compartió las aulas con compañeros que habrían de transformarse en grandes personalidades, como la exministra de la Suprema Corte, Irma Cué Sarquis, el maestro emérito Sergio García Ramírez, la inminente criminóloga Patricia Buentello Malo, Ernesto Rubio del Cueto, Eduardo Pesqueira Olea y el jurista José Gamas Torruco, que en la actualidad es el director de la antigua Escuela Nacional de Jurisprudencia.

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Obtuvo el título de licenciado en Derecho en 1964, con una investigación que se intituló “Nacionalidad, estatalidad y ciudadanía”, la cual fue merecedora del premio a la mejor tesis de su generación.

Caracterizado por una profunda inquietud intelectual, el novel abogado cruzó el Atlántico en búsqueda de nuevos desafíos académicos, y en 1971 obtuvo el grado de doctor en Derecho público y ciencia política, en Toulouse, Francia, con la defensa de la tesis “Le système politique du Mexique”.

Su vida como docente en la Facultad de Derecho dio inicio en 1965, como

(1937-2020)

Raúl Contreras Bustamante

colaborador del insigne profesor Mario de la Cueva, y a su regreso de la estancia doctoral adquirió la titularidad de la materia de Derecho constitucional, cátedra que impartiría de manera ininterrumpida por el resto de su vida, hasta su reciente partida.

Su formación de cuadros en la academia no se limitó a la licenciatura, pues también impartió clase en la División de Estudios de Posgrado de la misma casa de estudios, donde fue profesor de la asignatura de sistema político mexicano.

Entregado y dedicado en cuerpo y alma a su universidad, dirigió el Seminario de Derecho Constitucional de la Facultad de Derecho de 1989 a 2005.

Una larga y destacada trayectoria en la academia —enriquecida por una amplia visión nacional e internacional— le permitió al maestro Francisco Venegas plasmar un refinado sentido de diagnóstico de aquellas virtudes que el servicio público exige: eficacia y sensibilidad en el desempeño de las labores gubernativas.

Fuera del ámbito académico ocupó, entre otros puestos, el de secretario de las juntas federales de Conciliación y Arbitraje siete y doce; el de director de Legislación de la Secretaria de Educación Pública, y el de asesor de la Cámara de Senadores.

Fue miembro del Colegio de Profesores de Derecho Constitucional, del Colegio de Profesores de Garantías y Amparo, de la Association Française de Droit Constitutionnel y miembro fundador del Instituto Mexicano de Amparo, así como del Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional.

Diversos artículos de su autoría han sido publicados en la Revista de la Facultad de Derecho de la UNAM. Colaboró con el periódico Excélsior y formó parte del Consejo Editorial de la revista Cuestiones constitucionales, publicación del Instituto de Investigaciones Jurídicas.

Sin embargo, la indudable constante que marcó siempre la vida del doctor Venegas Trejo fue su vocación por enseñar, trasmitir su amor por el Derecho constitucional a sus alumnos y tratar de forjar en ellos profundos valores éticos. El camino elegido para encauzar esa vocación fue la academia, concretamente en la Universidad Nacional, donde hizo de la Facultad de Derecho su primera casa, pues a decir de su propia hija Rose Mary, para él la universidad lo era todo.

Se suele decir que la vida de un maestro es la memoria de sus alumnos, su oficio es convertir en una eterna presencia sus consejos y enseñanzas e infundirles una lección valiosa en el tiempo. La lección enseñada por el doctor Venegas es simple pero contundente: vivir para servir.

El maestro Francisco Venegas Trejo fue un conversador incansable que hacía de sus charlas verdaderas clases, debido a su gran cultura general y a su conocimiento de la ciencia jurídica. Siempre conservó su gusto por la buena comida, que se formó en la bohème francesa, e hizo que la sensibilidad con la que percibía y vivía el mundo, sus ideales del amor, la belleza, la verdad y la libertad impregnaran e inspiraran siempre a sus alumnos, a quienes recomendaba lecturas, piezas musicales y el acercamiento al arte, en general, pues “un abogado