Poesías inéditas GUILLERMO WODON DE SORINNE Y D'ASSESSES

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CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES Rafael Tovar y de Teresa Presidente Saúl Juárez Vega Secretario Cultural y Artístico Guillermo Núñez Herrera Secretario Ejecutivo Ricardo Cayuela Gally Director General de Publicaciones GOBIERNO DEL ESTADO DE MICHOACÁN DE OCAMPO Salvador Jara Guerrero Gobernador de Michoacán Marco Antonio Aguilar Cortés Secretario de Cultura Bismarck Izquierdo Rodríguez Secretario Particular Raúl Olmos Torres Director de Promoción y Fomento Cultural Héctor Borges Palacios Jefe del Departamento de Literatura y Fomento a la Lectura


Gobierno del Estado de MichoacĂĄn SecretarĂ­a de Cultura


Poesías inéditas Primera edición, 2014 © Guillermo Wodon de Sorinne Y d’Assesses © Secretaría de Cultura de Michoacán Isidro Huarte 545, Col. Cuauhtémoc, C.P. 58020, Morelia, Michoacán Tels. (443) 322-89-00 www.cultura.michoacan.gob.mx

dr

Coordinación editorial: Marco Antonio Aguilar Cortés Bismarck Izquierdo Rodríguez Héctor Borges Palacios Traducción: María de los Ángeles Aguilera Andaluz Alejandra Bravo Pérez Reprografía del documento original: Instituto de Investigaciones Históricas de la UMSNH Diseño gráfico y formación: Jorge Arriola ISBN: En trámite

Impreso y hecho en México


índice Poesías inéditas Prólogo De cómo llegó a mí el “Manuscrito Sorinne” Poesías inéditas I A tí III II La mariposa y la rosa IV La melancolía V VI VII VIII Inda IX X Adioses XI Mi estrella XII Respuesta a estos versos XIII La mujer XIV A un ángel XIV Abandono XV Separación XVI XVII X Poesías inéditas, fotografías del original

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Prólogo

L

a lengua francesa, como ya es conocido por el público medianamente culto, forma parte de ese grupo de lenguas vivas clasificadas como “romances”, cuyos orígenes entendemos de manera teórica al saber que la lengua latina (superestrato) se impuso como la lengua dominante en las provincias más distantes del imperio romano tales como Hispania, Lusitania, Germania y Galia. Dentro del paréntesis histórico, se considera a los Juramentos de Estrasburgo como el primer documento redactado y firmado en protofrancés (romana lingua) y alto alemán antiguo (teudisca lingua), documento donde los nietos de Carlomagno; Carlos el Calvo y Luis el Germánico, se juran apoyo incondicional para sublevarse en contra de su hermano mayor Lotario con el objetivo de repartir de manera justa el territorio unificado por su ancestro. La narración anterior no hace más que cumplir la tarea de una anécdota que permite recordar el origen de uno de los elementos que 9


dan cohesión a un pueblo: la lengua “materna”. A partir de aquel evento, ambas lenguas siguieron diferentes etapas y alcanzaron diversos territorios de la geografía mundial. Específicamente el francés se convirtió en la lengua culta y vernácula desde la Ilustración hasta mediados del siglo XX y una de las regiones que la adoptaron como lengua oficial fue el Reino de Bélgica; país de nacimiento del ingeniero Guillaume Wodon de Sorinne, personaje imprescindible en el devenir arquitectónico y urbanístico de la ciudad de Morelia. Si bien existen trabajos especializados sobre su obra y vida, el cuaderno que tienes entre tus manos, es el testimonio “íntimo” del ingeniero en diferentes épocas de su vida y que logró redactar bajo las reglas del arte poética. Impreso de manera que puedas contrastar la lengua materna del ingeniero Wodon de Sorinne con el español, pienso que este interesante esfuerzo técnico-lingüístico por hacer llegar a los michoacanos de nuestros días los sentimientos de un hombre formado en la técnica debe difundirse más allá de los círculos literarios, idílicamente, compartirse 10


con los más jóvenes para despertar un interés por la poesía y la comprensión de una lengua extranjera. Sirvan estas últimas líneas para agradecer en lo particular al dueño del cuaderno de poesía; el arquitecto Francisco Buitrón, quien tuvo la confianza y paciencia para alcanzar a ver editado el mismo. De igual forma, agradezco y reconozco la ardua labor de las traductoras Alejandra Bravo Pérez y María de los Ángeles Aguilera Andaluz quienes concluyeron exitosamente la complicada labor de descifrar y traducir los versos del ingeniero belga. Doy crédito y reconocimiento al Director del Instituto de Investigaciones Históricas, Marco Antonio Landavazo, por el apoyo brindado para obtener la versión en alta resolución del cuaderno original. No te detengo más para deslizar tus dedos por este libro, ojalá lo disfrutes lector. Bismarck Izquierdo Rodríguez Verano del 2014

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De cómo llegó a mí el “Manuscrito Sorinne”.

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or testimonio oral dado por una persona de la familia, me enteré que el “Manuscrito Sorinne” fue obsequiado a mi Sr. Padre por amistad con el autor, ya que con anterioridad, ejecutó un trabajo de restauración en la casa marcada actualmente con el No. 87 de la calle de Juan José de Lejarza, de esta ciudad. Propiedad adquirida por mi padre, por compra que hizo a los hermano Abraham y María Hinojosa, amigos de la familia, según sé. Es muy probable, que mi tío el Sr. Lic. Don José Ugarte y Mier, primo de mi padre, le haya presentado al Ing. Sorinne, ya que construyó la casa para la Sra. Soledad Román de Erdosain, ordenada por su esposo Don Manuel, y que habitó no mucho tiempo y que mi tío José Ugarte, adquirió, y en la cual vivió con su familia hasta su muerte. De acuerdo a lo platicado, tomaron parte en el trabajo: el Sr. Ing. AdriánYombini, el

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Sr. Alberto Tresmontels y el propio Ing. Guillermo Wodon de Sorinne; consistiendo el trabajo en el mantenimiento propiamente de la finca, sin alteración de los espacios arquitectónicos, y decorando las habitaciones con frisos y detalles decorativos a la usanza del tiempo, o sea en los primeros años del siglo XX y últimos del XIX. El manuscrito lo guardé en la biblioteca de casa durante muchos años y ordenando algunos libros, apareció entre esos y pensé en la posibilidad de su publicación, lo cual comenté con mi amigo el Sr. Lic. Marco Antonio Aguilar Cortés, Secretario de Cultura, el cual me dijo que le parecía que debía publicarse y fue el motivo de iniciar la tramitación de la publicación. El manuscrito original está escrito en Francés; parte en prosa y parte en verso, dedicado a sus amigos Morelianos. Se me sugirió la posibilidad de que yo hiciese la traducción y posiblemente hubiese hecho la parte en prosa, pero no la poesía, ya que he olvidado las figuras de dicción que se emplean en este tipo de escritos y preferí declinarla a favor de 14


los expertos de la Secretaría de Cultura, lo cual fue lo más adecuado, ya que no es posible en lo poético hacer la traducción literal, pues debe haber flexibilidad y compenetración de las formas, tratando de interpretar las ideas del autor, para así llegar a una mejor comprensión de la obra. Fue una decisión acertada que se aprobara la publicación del trabajo por la importancia que el personaje tuvo en relación con la historia de la arquitectura en Morelia, ya que el Arquitecto Sorinne, tenía preparación, educación y conocimiento de su profesión; considero que debe ser un ejemplo para los morelianos y para los mexicanos, en virtud de que la formación técnica no es antagonista de la humanista. Agradecimientos: A todas las personas que sin su ayuda, no hubiera sido posible la presente edición, muchas gracias. Arq. Francisco Buitrón Romero Primavera del 2014.

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Foja 1

Poesías inéditas Por Guillermo Wodon de Sorinne Y d’Assesses

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I A ti A veces sucede, Que en algún lugar obscuro, No habiendo por techo Sólo el verde de las ramas Entre los juncos Alguna banca de piedra, Rodeada de hiedra, Invita al descanso. En este fresco asilo, Todo es tan tranquilo, Que el ruiseñor, Hacia él toma su vuelo. Es ahí que siempre, Hice mi morada, A partir de un día hermoso día Tu mirada apasionada, Impregnada de amor, ¡Agitó mi alma! Embriagado de felicidad,

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Foja 3


Frente a tu mirada, Fulgor ardiente, Rayo de tu corazón, Mi alma encantada. Foja 4

Alegre subió, Al cielo tan puro, Donde tu ojo azulado, Como un lente, Resplandeciente espejo, Como en la enramada El insecto que brilla, En la sombra de la tarde Me embriaga de esperanza Ya que tu alma exhala Un perfume más dulce Que sólo tiene el pétalo Abriéndose hacia nosotros, La blanca corola Del jazmín de los bosques! Cuando la barcarola, Emotiva palabra, Me llega sin voz, 20


¡Oh! Creo escuchar La cuerda tan tierna De tus dulces acordes Muriendo sobre los bordes Donde, harto de esperar A lado de los arroyos. Foja 5

Al ruido de sus aguas Mi párpado húmedo El hilo límpido Que escapa en las flores ¡Va a mezclar sus llantos! Cuando, antes de la tormenta, Veo en los aires, Deslizando sobre la playa Como los rayos De las flotas de las golondrinas Mojar ahí sus alas Empujando sus gritos; Cuando, doblando mi cabeza El viento de tormenta Caza los fragmentos; Frente a esta imagen, 21


Reflejo de mi corazón Mi voz en la playa ¡Arroja su dolor! Todo en la naturaleza, Que cante un murmullo Me llena de emoción, ¡Ya que pienso en ti! Foja 6

La gota que cae Y muere sin sonido, Cavando su tumba En el fondo de la hierba ¡Me hace pensar en ti! La hierba que levanta Su espiga del suelo, Doblada bajo el vuelo Ligero y rápido Del pájaro de los campos, La cascada húmeda Que mezcla sus cantos De su onda pura El alegre murmullo 22


Que inquieta los sentidos; El insecto que grita Entre la pradera ¡Todo a tus acentos! Mi alma encantada ¡Oh! Mi bien amada, Cuando, escucho la noche, Gorjear el ruido. Foja 7

Del arroyo límpido, Cuya rápida flota Fluye sin leyes, Como una alegre risa, Parece ser la lira ¡Del poeta de los bosques! Cuando el ruido se levanta, Suspirando, sueño, ¡Porque escucho tu voz! Estos gritos de la vida, De los cuales el alma está fascinada, Que hacen suspirar 23


El corazón del poeta, Y lo hacen llorar; Estos dulces cantos festivos, Celebrando el amor; Estos refranes del día, Cuya voz expira, Abre sus dulces ruidos, En la sombra de las noches; Este encantado delirio, Foja 8

Alegría de los ibis, Sin ti que yo adoro Todo deja de abrirse ¡Todo este no existe! Foja 9

III A mis amigas de infancia Hortense y Octavie Orbans

Como el dulce rosal que da a mi ventana Viéndolas crecer me ocupé de ustedes, Ya que yo los vi niñas, yo casi las vi nacer,

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Y para aquellos que se ven nacer, ¡Oh! El corazón es tan dulce! Yo las veía vagar sobre el lago de la vida, Siguiéndolas con la mirada como hacía la envidia que acecha los tesoros. Se dejaban llevar al capricho de su alma. Y dejaban en suspenso el remo sin ninguna preocupación en las orillas. Encantadores ángeles, me interesé en sus festividades, alegres jugueteos, repetidos con frecuencia; Riberas, confundidas, cuando ustedes liberaban al viento los rizos de sus cabezas. Cuántas veces vi correr sus llantos, Y secarse al sol de una sonrisa, Como la gota en verano que viene a iluminar y secar sobre las flores. Foja 10

¡Felices niñas! De sonrisas y lágrimas Un solo instante las angustiaba; Alegre primavera, que nada había palidecido, ¡Qué encanto tenían! 25


Juegos de antaño, pasaron los días; Ellos pasaron como un canto de juventud, Que suelta en Dios la alegría y su embriaguez ¡Y lo apaga para siempre! Sus dulces miradas se volvieron tímidas, Sus frentes tan puras empiezan a enrojecer; Y sus bellos ojos son a veces húmedos, Pálidos hacia el futuro. Y sin embargo, como la tórtola, Que escapa de la tormenta y regresa hacia su nido, Siempre hacia él, cuando el día ha terminado, Ustedes regresan como ella. Una dulce mirada las acaricia tardíamente: Es una madre, amorosa y fiel, Que sobre su corazón presionando uno a uno Las cubre con su ala. Foja 11

¡Oh!, quédense ahí, reconfortar su corazón Bajo la cobija de sus alegres plumas Bajo este abrigo reposarán alegres: 26


Allá sólo hay felicidad ¡Oh! Quédense ahí gozando de su dura sombra ¡Como en el oasis de un instante de descanso! El presente les sonríe, pero el futuro es sombrío, ¡Y su corazón apenas abre! Y después vendrá la edad donde su mano tímida Bajo los dedos estremecidos sentirán, algún día El pecho levantarse más ardiente, más rápido, Agitado por el amor Cuando el alma está en primavera, este amor que ella aspira Es un aliento divino, es un perfume de flores, Ya que los profundos suspiros que en esta edad se expira, Están todavía sin dolor

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Si, cuando el corazón crece en los hermosos días de su edad Suspirando en secreto en el encantador recuerdo Dentro de él viene a cantar el tierno y dulce gorjeo De los sueños del futuro Foja 12

Reciban ustedes entonces de la primavera la dulce y loca ebriedad Antes que la felicidad la corte en su mano Viene a temblar, más tarde, cuando un grito de angustia Será su mañana Como un regaño de corderos ¡oh! Quédense juntas, En el nido de los bellos días donde el corazón las reúne, Antes que lejos de él, el viento las lleve, ¡Como se ve tan seguido! ¡Oh! No se arriesguen lejos del dulce nido de musgo 28


Donde ustedes crecieron, sin dolores, sin conmoción, En el vuelo incierto ustedes estarán seguras, Y podrían sucumbir bajo los golpes de la tormenta Ya que la pluma mojada y marchita, a su edad No se seca jamás

II La mariposa y la rosa A la señorita Laure Lamarche

¡Oh! Tú, que esta mañana frescamente brotas Sólo se necesita para abrir un jardín Déjame, mariposa, en tu copa de rosa, Respirar los perfumes encerrados en tu seno Fatigado de robar de la flor, que, embustera Esconde en sus encantos un alma sin piedad A ella que, coqueta y gandula la amistad,

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Foja 13


Esconde en el fondo de su corazón la espina peligrosa Sentí tu perfume, en medio de estas flores Sobre las cuales, jugando, todo el día revoloteo Y, quebrantando mis alas, sin lamentos, sin dolores Alegre vengo a posarme sobre tu tallo. Lieja Mayo 49 Foja 15

IV La melancolía Vientos tibios y ligeros, brisas que sobre la llanura Soplan tan dulcemente hacia el ocaso del día, Ruidos lejanos y confusos, qué aire los lleva A los ecos de los alrededores Dígame, viene usted del cielo su patria, Como un perfume ligero sobre el ala del céfiro O del seno de la flor que recién se marchita

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¿Acaba usted de salir? Estos vientos son tu alma inocente y ligera Que flota entre nosotros, pobre niño que mueres Y que viene a revolotear sobre el seno de tu madre ¿Para secarle las lágrimas? De dónde vienen ustedes, ¡oh vientos! Dónde cubren ustedes, ¡oh brisas! Son ustedes valles y montes de suspiros Que saliendo de sus llanuras y de sus cabezas a su manera, ¡Cuentan sus recuerdos! Foja 16

En el bosquecillo sombrío A dónde voy a sentarme Es usted, en la noche, Que huye en la sombra Con un suspiro Que se va a morir Un eco sin nombre Y me estremece 31


Triste melodía Conmovedora y querida Como un grito de amor Que huye al día Bajo el espeso follaje, Va a resbalarse Con un beso Amoroso lenguaje, ¿En los brazos de la noche? Voz de desesperanza Voz de la tempestad Que cubriendo mi cabeza, Soplando sobre mí Me llenas de pavor, Unas almas en pena ¿Serás tú el aliento? Foja 17

Dónde, de la vieja morada Eres tú el genio Cuando, lleno de furia Por la almena negra Del noble dominio, Se escucha la noche 32


Cuando se desencadena, Tu soplo mortal Que mezclando su furia Al ruido de la tormenta Llora del castillo El duelo eterno Dónde, sobre el helecho Alegre y ligero Como un viento de verano Fresco y aterciopelado, De dónde vienes tú, brisa, Que por todos lados te quebrantas Con dulces cantos En las espigas de los campos Y en la pradera, Bajando del cielo, Viene a lamer la miel ¿De la hierba florida? Foja 18

¡Ah! quién quiera que sea, vientos que vienen hacia mí Llevando su encanto y la salvia a mi vida, Que su voz sea tierna donde sus gritos llenos 33


de pavor Usted me verá como un ensueño! ¿Por qué estos dulces instantes terminaron tan pronto? Pero usted regresará a mí, ¿no es así querida brisa? Y deje que mi alma esperando le diga: ¡Dulce viento, sea bendecido! Foja 19

V A la señora Considérant Discípula de Fourrier, sobre sus sesiones públicas de Falansterismo, poco después de la terrible carestía de Francia, en 1848

Cuando Pedro fue, un día, enviado al mundo, Para predicar delante de todos la palabra de Dios, La tierra enrojecía de una creencia inmunda Cuyo culto profano estallaba en todo lugar. También, cuando él habló, devorando la palabra,

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Cada uno vino a escucharlo postrado delante de él, Ya que su dulce hablar el talento tenía él Y la simplicidad le servía de aureola. Así, Considérant, cuando tú vienes entre nosotros, Del sueño de Fourrier, nos pinta las imágenes, Sin iluminar hacia ti como nuevos magos, En nombre de un pobre pueblo esperando arrodillado. Es así que también tu venías llamándonos tus hermanos Tu venías a socorrer a los pobres de aquí abajo ¡Oh! No te sorprendas y si por delante de tus pasos, Te cubren de amigos: ¡es pura miseria!

¡Oh! Usted nos lo dijo: toda pena tiene su final Hoy es el día, si, ahora es la hora 35

Foja 20


Donde la muerte golpea el umbral de la morada, ¡Bajo los horrorosos harapos que le presta el hambre! ¡Bajo estos harapos del pobre hay tanto sufrimiento! ¡Tantas lágrimas de sangre escapan a nuestros ojos! Tantos corazones aquí abajo no han conocido esperanza Sólo aquella de morir para ir hacia los cielos! Tú hablas de dar a los pobres una choza, Y cambiar su miseria en sueño de alegría, Cuando apenas hoy él conoce la luz, Que se ausenta a menudo al fondo de la madriguera ¡Donde su miseria horrorosa, entrando, golpea al corazón! ¡Pero estos alegres sueños no son más quimeras! Cada uno tendrá pan para los pobres niños Y nosotros no veremos más a esos horribles rostros 36


Infames por el hambre, en sus lágrimas amargas, ¡Como un cordero aventar una niña a los pasantes! Su parte de alegría, un ramo de la vida, El pobre invitado podrá pretender un día, Foja 21

Él conocerá la alegría, él conocerá el amor, ¡Que del rico, hoy, en su alma envidia! Su mirada no tendrá más de esos destellos celosos Que, partiendo del camastro, cargado de miserias Se desploman llenos de hiel y bebidas amargas, ¡Sobre el opulento que pasa marginando su ira! Y ¿por qué, el orgullo, rico, en opulencia? No tenemos nosotros la tierra como cuna Y, crees tú que cuando Dios sostendrá su balanza Su soplo cazará el sollozo del sufrimiento, Como el grano ligero que siembra el abedul

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¡Oh! Sonríe ahora, desdichado proletario! Para ti soñaba la esperanza: tu puedes espolvorear de deseos El piso será para ti el rico tributario Del cual tú fuiste por mucho tiempo el esclavo desdichado! Rico, desdicha para ti, si el orgullo pasado De tu frente orgullosa no es rápidamente borrado Ya que el espíritu se aclara, y rompiendo sus lazos, El pobre quiere levantar su frente cubierta de ultrajes, Ya que estos palacios, estos campos, que tú llamas los tuyos,

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De su noble sudor fueron la noble labor, Él admite por su parte: consulta bien tu corazón, Y si tú quieres venderlo al precio de tu desgracia, En su justa furia él podría retomarla, ¡Ya que los decretos de Dios no se hacen esperar!

Foja 22

Lieja, 15 febrero 48

VI Al señor Fourgeur, Decano de la orden de abogados del colegio de Lieja, después de la muerte de mi padre (cuando nos salvó de la ruina)

Niño emisor, sobre el océano Calmado y tranquilo de la vida Yo navegaba despreocupado Al día siguiente, cadena seguida Los vientos ligeros y los hermosos días, Que yo creía durar para siempre.

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Foja 23


¡Oh! Mientras que contento y tranquilo Yo dormía con el corazón sin emoción, De mi espíritu puliendo la quilla, El mar retumbaba alrededor de mí Y después la tempestad vino, Y a pesar de mis llantos y mis gritos, Sobre una isla árida, desconocida, ¡Me arrojó las extremidades magulladas! Mi canoa ya no tenía vela Y en el cielo no había estrellas ¡Que iluminara los tristes restos! El huracán soplaba sobre mi cabeza, Y el mar rompiendo las olas, Con el ruido de la tempestad ¡Cubría a mis sollozos! Fue entonces que, grande y sombrío, Como un fantasma, un ser humano, Un hombre solo salió de la sombra Foja 24

Y tomando mi mano en su mano, Me habló de un dulce mañana Me dijo: “si el mar enfurece, Si todo, para usted parece perdido, no llore, tome valor 40


su grito de pavor en la tormenta, allá, en el cielo, fue escuchado! Los huérfanos a menudo guían, yo salvé muchos náufragos, Pobres niños, que sobre la costa encontré desnudos, desalentados no teman más: velo sobre usted, cerca de mí, deje de estremecerse cuido al niño que dormita ¡pobre niño! Puede dormir!” Después, y al canto de una mano segura La sangre que corre de mi herida Sonriendo, hablando de alegría Dio la esperanza a mi corazón. Y, de su pecho fuerte Vareando el espíritu invertido, A pesar de la ola que va y viene, ¡Al mar lo regresa mecido! Después, su mano sosteniendo el timón Por un noble y potente esfuerzo, Del timón de repente se ampara Y da al bote su auge.

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Y yo, quebrado por el insomnio, En el fondo me quedé dormido, A pesar de la tormenta y su furia Ya que el piloto de mi vida ¡Era Forgeur, mi noble amigo! Beez (cerca del mar) Nov. De 1849 Foja 25

VII A la señorita Marie de S.

Niña, ¿es cierto? Levantas tú entonces el abismo Donde mi corazón imperioso se quebró para siempre, Y este corazón imprudente, de sus tristes amores ¿Será entonces víctima? ¡Pobre amor! ¡Que tu canto se volvió lastimero! ¡Oh! Tenía en mi seno puesta tu flama eterna, Y yo velaba sobre ti como el ave temerosa, Cubriendo su nido con el ala.

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¡Partí lleno de ilusiones, que regresas herido! Y sin embargo, en un principio tu voz era alegre, Como el ave del nido, abriendo el ala sedosa ¡Lanzando su primer grito! En este momento, en el viento que murmura y que llora Parece que mi alma haya sacado su amor. Como el ave de las noches, mis cantos ¿Sólo aman la hora del ocaso del día? ¡Oh! Si yo debo todavía mucho tiempo, en esta vida, Foja 26

Llorar sobre el manto de la felicidad que me huyó, ¡Que Dios arroje una mirada sobre mi lenta agonía Y me recuerde a él! Y sin embargo, ¡oh! Mi vida, a mis acentos emocionados, Si tú llorabas sobre mí, si levantando roto 43


Este corazón que tu sola voz, y levanta y remueve, ¡Tú venías a sonreírme! ¡Oh! ¡Bello sueño insensato! ¡Insensato! Si, es verdad, pero tu alma es tan bella Que el amor en tu corazón no puede ser rebelde. Y después, ¿no viste uno que llevando mi mirada? Te busca apasionado, penetrante y despavorido? Sabes cuantas veces el eco del valle Ha vuelto a decir tu dulce nombre que mi corazón gimió, Y me hace estremecer mientras que la voz fiel ¡Repite murmurando este dulce nombre que se deletrea! ¡Oh! De niño tú me habías dado tu amistad ¡Quisiera que tu amor no sea sin piedad! Marie, ¡oh! Ven hacía mí, ya que, en el ruido de la tormenta Que ruge en el corazón al despertar de mi edad, 44


No dirigí entonces hacia ti mi estela, Sin preguntar jamás si tu brillante farola, Me arrastraba hacia el puerto o al rompiente fatal Marie, ¡oh! Ven a mí. ¡Ve! Yo no soy el ángel Que limpia la blancura de un vestido de amor Foja 27

Mi amor es tan puro como sus ojos sin nubes ¡Brillan como un diamante al sol de un bello día! ¡Marie! ¡En el cielo del amor extiende tus blancas alas! Su aire está encantado, sus eternas dulzuras. Hacia este edén que ríe, abres tus alas de oro ¡Y tu corazón de dieciséis años volará sin esfuerzo! ¿Es un sueño insensato? Dios lo dirá, Marie, Pero, si sobre mi brillaba un rayo de tu vida, Se parece a mi pensamiento, se parece en la mirada, Ver un brillo lejano en la ola de la bruma, Parece al horizonte, que mi nombre se descubre, Como al alba del día, cuando levanto un velo 45


Que sale del océano. ¡Oh! Este sueño tan dulce, Yo lo mezo cantando, como sobre las rodillas La madre duerme a su hijo, primer nacido de los sufrimientos Y que débil todavía, es un nido de esperanza Que en una nada puede volar. Pero sólo tengo una mano Para edificar este dulce nido, casi siempre sin un mañana Ya que para tejer este nido, no tengo compañera, Menos feliz que el ave, poeta del campo ¡Que suspende su felicidad en el zarzal del camino! Lieja, 30 de marzo de 1890.

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VIII Inda Recuerdos de Brasil Cuando, fatigado, el viajero reposa, Y lanza a lo lejos una mirada al pasado, Sus recuerdos, como un perfume de rosa, Son un tesoro acumulado en su corazón. Frecuentemente en una nada dentro de sus pensamientos lo detiene, De los tiempos pasados dulce y lejano reflejo, Dulce recuerdo que pone al alma distraída ¡Y hace soñar a aquellos que ya no están! Brasil quemante, tierra de las selvas potentes, ¡De cielo azul, de aire tibio, embalsamado! ¡Cuántas veces tus bellezas fascinantes Me han recordado tu país amado! En la sabana, espesa y verde, Joven cazador, ¡yo me hundía frecuentemente! De tus selvas, amaba el ruido del viento, De tus aves, la pluma tornasolante.

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Foja 29


Foja 30

Un día, errante, cazando los colibríes Bajo las palmeras, iba yo a la aventura, Loco de alegría escuchando los lamentos De miles de aves que poblaban su techo Cuando de repente, escuché un suave sonido, Lastimero, agudo, como el viento salvaje Que viene a soplar y gemir en la ribera Cuando se desencadena y gime el aquilón. Eran gritos palpitantes de ebriedad, Sollozos de adiós, gritos agudos de angustia, Después, suspiros, lágrimas en la voz Después… el silencio y la calma de los bosques. Confuso, me precipito hacia la sombra de los bosquecillos, Alejo, conmovido, las ramas del follaje, Sin ruido avanzo, y sobre la espuma de flores, Veo el lugar donde brotaban estos llantos. Es una madre, Inda, joven salvaje, De bellos ojos negros, de largos cabellos flotantes Su seno naciente sólo dice cual es su edad 48


Su joven frente revela sus quince años. Los Llantos quemantes obscurecen su vista, Y de dolor, sobre su pecho desnudo, Loca, ella abraza un cuerpo inanimado, Congelado ya su niño bien amado. Un colibrí viene a revolotear cerca de ella Y sobre el niño va a posarse sin ruido, Después, tembloroso el roce de su ala, Como un céfiro la acaricia y se va Un canto de ave se levanta sobre su cabeza, Alegre, ligero, como un grito de felicidad Y este dulce canto, como un himno de fiesta, Seca sus ojos y consuela su corazón. En el bosque todo invita a la embriaguez: Los cantos de aves, los perfumes, la dulce miel, Pero Inda canta, y su grito de angustia Rompe el corazón subiendo hacia el cielo “Pequeña ave, que cantas bajo la sombra,

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Foja 31


Foja 32

¿Eres tú el niño que mi seno perdió? ¡Oh! Cerca de mí ¡ven! ¡Que tu dulce gorjeo con mi canto quede mejor confundido!” Ella se calló: la hierba murmura y se agita El insecto grita en medio de los desiertos, Y todos estos ruidos que el eco precipita, Que los vientos forman de extraños aires. Después, por encima, este clamor inmenso, Retumba de horror y sublimidad, Voz del desierto, donde la Divinidad Embriaga la voz cuyo eco se balancea, ¡Como la voz de la inmortalidad!... A todos estos ruidos, Inda permanece atenta, Como aquel que se inclina sobre la orilla, Al ruido de las mareas, pareciendo estar dormida, Seguido de una mirada melancólica y vaga El horizonte donde va a perderse la ola ¡Con el último adiós de un amigo!... Y después el canto se hizo otra vez escuchar, Pero a los grandes gritos siguen los suspiros. 50


La voz cantante, más tranquila y más tierna Se aleja agonizante con el soplo de los céfiros “¿Por qué?, pequeña, has dejado a tu madre Su leche para ti, ¿no era tan dulce? No tenías el bejuco ligero, Para mecerte, ¿así como mis rodillas?” “¡Por desgracia! El espíritu viéndote tan bella, Celoso, salió de la sombra de la noche, Voló hacia ti, cruel, y de un aletazo, ¡Sopló tu vida y la apagó sin ruido!” “¿Por qué ocultabas en mi seno inútil? ¿Por qué esta leche si ya no tengo hijo?” Dice ella, y hacia la tierra inclinándose, Ella presionó su mama estéril, Y después se puso a llorar cantando. “¡Escurre, dulce leche sobre el musgo florido! Mi recién nacido quizás, ha en su flores Conducido su vuelo, y su labio querido Beberá esta leche ¡que calmaba los llantos!

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Céfiros alegres, si ustedes son el aliento De los recién nacidos que han abatido los espíritus, Vengan hacia mí, ¡que su soplo lleve sus dulces suspiros y el eco de sus gritos!” Luego, vacilante y sin fuerza ella cae: Sus largos cabellos serpentean sobre las flores, Así como un sauce en las orillas de una tumba Cuando sus ramas escurren como los llantos. Pero de repente del suelo Inda se levanta Sirve al niño como para quebrarlo, Y el ojo despavorido, como en el salir de un sueño, Sollozando le da un largo beso Hacia las palmeras, en el vecino boscaje, Pálida y temblorosa ella lleva sus pasos, Luego, de sus manos bajando el follaje, Presiona los nudos inexplicablemente. ¡Pero qué! Pronto de esta mano que tiembla, Se ve salir un nido aéreo, Cuna ligera que flota y que parece 52


Al nido del ave (alción, ave fabulosa) que un solo carrizo detiene En esta cuna, que, por nada se tambalea Cubierta de flores, el niño muerto es colocado, Luego el dulce nido, tambaleante navecilla Se levanta y ¡por el céfiro es mecido! Morir conmovedor, simple y sublime, Entonces ya no estás más que en estos bosques Dónde, para llorar una víctima ¡Ya no es objeto de nuestros vanos cipreses! ¡Por desgracia! Para encontrarte en tu forma pequeña, Sin énfasis y sin ruido, Muerto, entonces hay que esperarte, a lo lejos, sobre esta orilla Donde el último sueño lentamente nos llega ¿Cómo lo hace la noche?

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Foja 37

IX A mis jóvenes amigas Louise, Manuela y Emilie Jauregui

Cuando las veo alrededor Del padre amado que tanto las ama, De mi corazón la angustia es extrema Pensando que vendrá el día Donde este tronco, se rompa por la tormenta, O caído bajo el peso de la edad, No podrá más sostenerlas. ¿Qué harán ustedes entonces, mis queridas, Lianas frágiles y ligeras Cuando ese día atroz llegue? Veo ya el viendo de alarma Levantar sus ligeras ramas, De sus ojos la primera lágrima, Primicias de sus primeros males El aquilón las quiebra y las eleva, A lo lejos ustedes huyen con él, Y cuando terminado este malvado sueño, De nuevo el sol brilla, 54


¡Oh! Sólo veo sobre la arena Un tronco destruido y unas ramas, Foja 38

Cuyas flores a medio morir Por el antaño y los años, Parecen gemir sobre tantos males, Volteando sus corolas marchitas ¡Hacia el viejo tronco abandonado! Antes que esta hora haya cedido, Como las flores en las praderas, Vivan, hoy, queridas, Del bien que Dios les ha dado Desciendan la marea de la vida Suavemente, sin detenerse Que ninguna hora de ensueño ¡Y de felicidad no sea arrebatada En primavera deben festejar! Bailen, canten, sean felices, Antes que por desgracia sea demasiado tarde, Beban hasta el fondo el néctar Del cual sus labios están enamorados Del vals y de la languidez Gocen del febril delirio 55


Que su pecho ahí respire La extraña y violenta alegría Que llena nuestra alma de ebriedad Cuando, al sonido de un arco divino Foja 39

Un brazo las sostiene y las presiona ¡Contra un corazón que resiste en vano! ¡Canten, canten! En la naturaleza ¡Nada es tan bello como un canto de amor! Su nota es más dulce y más pura ¡Que el más bello rayo del luz! Qué bien, cuando se sufre y se ama, Dejando desbordar su dolor, Poder, en su angustia extrema, ¡Arrojar al viento la voz del corazón! Canten, entonces ¡oh! Canten muy rápido Estos dulces cantos que hacen suspirar, Que hacen que un pecho se precipite Como si el corazón que se agita Lleno de amor va a desgarrarse

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Déjense mecer por la brisa Cuyo soplo embalsamado de brisa Develando sus largos cabellos Escuchen en la tarde la querella Del amor, cuando su triste queja Foja 40

Hace todo bajo sus quemantes confesiones Dejen al amante que les cante Sus refranes llenos de suspiros, Cuyo eco siempre nos encanta ¡Despertando nuestros dulces recuerdos! Dejen que su voz murmure, Como un suspiro de la naturaleza, Como un himno elevado hacia Dios, Las duerma diciendo ¡”adiós”! Dejen a su alma ser soñadora A los dulces ruidos que conciben la noche, Que ella se sienta conmovida con el ruido Del viento que la hace tan miedosa, Pero del cual ella se siente feliz, Y que, como un suspiro se va

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Escuchen, cerca del bosquecillo, De media noche al poeta divino, Haciendo estremecer el follaje Y los dulces ecos del barranco, Uniendo su voz que susurra, Al dulce murmullo de los arroyos, Foja 41

Que escurren al pie de los carrizos, Cuya flor se inclina y se moja ahí Rompiendo la chispa de sus aguas ¡Escuchen también del pueblo La campana tintineante a lo lejos! Vean dispersarse la tormenta Por los fuegos dorados de la mañana Miren pasar la golondrina En la tormenta escuchen sus gritos, Vean allá, trazando tras ella, En una carrera eterna, La estela cubierta de vestigios ¡Que sobre los raudales traza su ala!

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Vean la luna que, allá Allá, muy lejos, pálida y solitaria Parecería contemplar la tierra, ¡Como lo haría una madre A su hijo iluminando sus pasos! Sigan su carrera plateada Que, puliendo la ola agitada Se pasea con ella y huye, Foja 42

Vean allá abrir el follaje Trazar ahí su brillante estela ¡Y desaparecerá en la noche! ¡Oh! Todo eso, es la juventud Es la primavera y es el amor Felicidad de un día, pero colmada de ebriedad ¡Y que desaparece sin retorno!... Disfrútenlo, y que les dure En su ebriedad la más pura, ¡Muchos veranos, muchas estaciones! Y, sólo agradaron a Dios mis canciones Que las sigan por mucho tiempo, Bellas flores que acaban de abrir 59


Que nada todavía se decolore, Y que deberían rastrojar siempre ¡Si yo pidiera a los amores! México, D.F. 20 Sept. 64 Foja 43

X México, D.F. Marzo 28/86

Adioses Sobre la tumba del ilustre ciudadano Miguel Lerdo de Tejada ¿Por qué este tañido fúnebre y este triste silencio? Cuanto todo era risa como un día de verano Cuando todos abriendo nuestros corazones a la dulce esperanza De un mejor futuro, contemplábamos la infancia De nuestra niña: ¿la libertad?

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¿Por qué este triste pavor causa a los rostros Cuya palidez traiciona un vago dolor, Como en el día que un himno, llegando a nuestras riberas, Apartando, como una punta las ciudades, los pueblos, ¿Va a golpearlos directo al corazón? ¿Por qué, sin que se le hable, erra la mano distraída De cada uno, tapando la mano de algún amigo Que en silencio se detiene en aquella que lo apresta Como para compartir un dolor secreto Del alma que sufre y gime? ¡Oh! Es sólo un grito de muerte, grito lúgubre y salvaje Vino a resonar en el corazón más templado Y se dice: …(para hablar a medias del valor) Se dice que el destino celoso y lleno de rabia ¡Al amigo del pueblo ha golpeado!

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Foja 44

¡Lerdo! Sería verdad, que en el reposo de la tumba, Cansado de la lucha, ¿habrías dado todo? ¿No has temido, Miguel, que tu obra sucumba En ti, y que sin fuerza ella se debilite y caiga Como un niño abandonado? ¡Oh! Duerme tranquilo, amigo, tu labor está acabada, ¡Tu nombre en el capitolio va lleno de luz Y tu obra para todos inmortal y grabada, En el día de San Miguel será siempre festejada ¡Sobre el altar de la libertad! Descansa en paz, ¡Lerdo! Que tu ceniza tan preciada Después de tantos trabajos duerma en un largo sueño, Ya que nosotros lo escogimos para una funeraria nuestro corazón de todos nosotros que te amábamos como un padre ¡Y que te esperábamos al despertar!

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XI

Foja 45

Publicado en el periódico «Trait d’Union» 20 de abril de 1870

Mi estrella Una noche que mi mirada, desgarrando el velo Que recubría mis ojos, Pudo contemplar el azul del cielo que se devela, Vio en el horizonte elevarse una estrella Que brillaba en los cielos. La estrella elevándose en su lenta carrera, Lanzaba tanto fulgor Que yo debí un instante volver a cerrar mi párpado, Cegado bajo la oleada de la viva luz Que me inundaba el corazón. Y la estrella subía más brillante y más bella ¡A amarla me dispuse!

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Como en los días de primavera se espera a la golondrina, Y la espero cada noche y de mi voz la llamo, ¡Mientras que mi corazón se enamoró! El alba, ¡desgraciadamente! Viene a cazar mi estrella adorada, Que palidece en el día y huye, Detrás de las cimas de cresta dorada Donde lanza sus rayos en la bóveda azulada ¡El sol que se levanta y brilla! Foja 46

Entonces me quedo solo, inquieto y solitario Viviendo con mi recuerdo, Hasta que la siguiente noche, donde la sombra de la tierra Entrega al corazón su vuelo, dice a los ruidos callarse y que haga regresar a la estrella ¡Oh! Cómo palpita, mi corazón, cuando finalmente ella brilla, Suspendida en el firmamento, Como el brillante gusano, escondido en la 64


enramada, Como la dulce mirada que, perforando la mantilla, ¡Va a buscar un amante! Mi alma, en dulce éxtasis, vigila hasta la aurora, Y, contemplando los cielos, Mi pensamiento, buscando la estrella que ella adora, En el espacio azulado cree verla todavía ¡Cuando cerré los ojos! Y busco para ella el nombre dulce para el oído, Como el primer grito del niño que se despierta, Y temblando de emoción, Le digo: “¡Oh! Estrella, ven, desciende sobre la tierra, ¡No ves cuanto sufro ahí solitario! ¡Oh! ¡Ven y se mía!

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Foja 47

Algunas veces mi espíritu cuida que él esté en ella Un alma que, de amor Como yo se llena de la fuente eterna Que se llama la vida, y ella es tan bella Que no es para amarse solamente un día. Y mi espíritu sonríe creando su quimera, Dándole unos rasgos, Una sonrisa infantil, una forma ligera, Largos cabellos flotantes, un pudor altivo, Y de sus ojos llenos de encantos Pero, de esos lugares pronto un muy lejano viaje Alejará mis pasos, Y ¡desgraciadamente! En el cielo sin nubes Mis miradas buscarán la querida y dulce imagen: Ella no estará de ahí. Por más que consulte cada naciente estrella: Por más que suspire: La felicidad sobre mis días habrá corrido su velo: 66


¡Solo tendré que llorar! Tan feliz, regresando en la próxima estación, Foja 48

Ansioso, loco de alegría, Volviendo a ver el cielo donde la estrella la encadena, Mi corazón desesperado no sucumbe a su pena, ¡Si el astro se ha perdido! México, D.F. 20 de abril de 1870 Publicado en el Trait d’Union del 22 de abril

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Foja 49

XII Respuesta a estos versos Al Señor G.W. de S. Fraitly, su nombre es mujer Shakespeare Su estrella no está más en los cielos, Poeta que el amor inspira ¡El amor! ¡A mí me hace reír! Su estrella,… son dos bellos ojos, O negros, o azules. ¡Qué lástima para aquel que se pone ahí! El ojo de la mujer que nos engaña No vale más que una linterna, Y del amor, pequeño o grande Me defiendo. Cuando bajo los pies de su ídolo Usted coloca un corazón lleno de amor, Arriesgue esta palabra:

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“¡Si me engañaras algún día!” “¡Jamás!” “¡Siempre!” Palabras, palabras, ¡mentirosas como ella! Ella no tiene nada en los sesos ¡Sólo la astucia y la traición! Como la mosca, la golondrina Foja 50

Ella mata su razón Amor… ¡Veneno ! En un monasterio me gustaría Ser el último frailecillo, Jugar con una pantera, Tragar guisantes a cauterio Que soñar cerca de las enaguas De Cenicienta. Sus caricias son mordidas, Sus besos son deshonra, Su corazón es el otro de la muerte La palabra que ella les hace esperar A otros ella debió venderla: Sin embargo, sin temor ni remordimiento 69


¡Ella se adormece! ¡Oh! Lance entonces a manos llenas, Bajo los pasos de su dueña, Todo lo que tiene de bueno el ser humano, Sólo la tengan para el mañana, En la alegría o en la tristeza, ¡Sea fuerte! ¡Sea grande ! Escriba su nombre en la historia, Vístala de oro y de reflejos, Y si el cansancio lo sorprende, Dígale: ahí está, ve Mary, Foja 51

Estoy fatigado, mi bella, espero ansioso ¡Que podamos pertenecernos! Mi nombre, desconocido hasta hace poco, Y en la boca del vulgar, Y tú debías amarme más, Hice para ti grandes cosas… ¡Y estoy fatigado!... ¡Dime, descansa! ¡Toma mi amor para tu amor! ................................................................. .................................................................

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¡Usted ha simplemente fracasado! Puebla, 27 de abril de 1870 Albert Lemore Publicado en el Trait d’Union del 30 de abril

XIII La mujer Al Señor Albert Lemore, en respuesta a sus versos Leí los versos, Señor, que un humor demasiado desagradable, Sin ninguna duda creó, Pero que, encantadores, sin embargo, en la forma de ocurrencia, Son siempre aceptados. Agradeciéndole de un muy adulador homenaje, Que acaricia el espíritu Protesto sin embargo (en mi turno), contra la triste imagen

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Foja 53


Que describe su escrito. ¡Qué! Usted quiere, señor, ver destronar a la mujer, Ver su sangre dominada, ¡Y para está del corazón ver apagarse la flama Sobre su cetro hecho añicos! Y usted pisotea su corona real, Su púrpura y su belleza, Rebelde, cuya mano impía y desleal, ¡Destroza su realeza! Foja 54

No tiene más piedad de su tierna caricia, Su corazón no tiene acentos para su alma de metal, Sus besos están marchitos, sus miradas sin ternura, ¡Su aliento embriagante es un soplo infernal!... Y su voz contra ella es un grito de desamparo Como haría el cordero que lucha y que se tuerce 72


Bajo la mano del verdugo que, fuertemente la empuja Para ahogar sus gritos ¡dándole la muerte! ¡Deténgase, desgraciado! Antes que un soplo impío Envenene el manantial donde nace la vida, Ahogue estos acentos que manchan la blancura De la túnica de amor, de la cual nuestra alma jubilosa Cubre con su ternura una madre, una hermana Una amante de frente pura que, confundida y tímida, Enrojece con solo una mirada, así cuando el sol El rayo de la mañana, saliendo de la onda húmeda, ¡Colorea el oriente de púrpura y de bermejo! ................................................................. ................................................................. Usted no ha tenido entonces, señor, en su infancia, Cuando se es muy pequeño, cerca de usted este guardián, Cuyo ojo nos sigue a todos lados, que 73


espanta de una nada, Que, el oído atenta, al mínimo grito se lanza, Nos presiona en sus brazos, dice su dulce canción Foja 55

Y meciendo dulcemente la capa donde el niño llora, Lo duerme con unas palabras cuyo ritmo aloja En el fondo de su corazón con un sonido tan dulce ¡Oh! ¿No conoció entonces, señor, madre? En su seno ¿No escondió sus llantos? En esta edad inocente de los primeros dolores, ¿Cuándo de las primeras penas se bebe la copa amarga? Y más tarde, cuando el niño toca la pubertad, Que siente en el fondo de su corazón estas vagas tristezas Que llenan este corazón de súbitas ternuras, Buscando, para exhalar, el aire y la libertad, ¿A quién buscamos, entonces, para contar 74


nuestra pena, Para hablarle en alguna esquina escondida, De aquella que sobre nosotros ya fue pedida reina, Para confiar la flor donde el emblema atado Va a decir a algún niño cuyo seno Se infla a penas Que nuestro corazón ya suspira por ella? La ha usted reconocido en estos dulces recuerdos Dígame, aquella que sobre nosotros con el ala extendida, Casi a orilla de la cuna como un ángel ha venido, A enredar con nuestros juegos sus risas y sus placeres Nos toman por la mano, realizando carreras locas, Lanzando sus gritos alegres, cantando las barcarolas, Luego, ebrio de alegría, a la caza de las mariposas,

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Foja 56

Luego arrastrándonos, los cabellos en la brisa, A medio canto las aves en los huecos de los pequeños valles, ¿Merodeando con nosotros la ciruela o la cereza? ¿Virgen de mi primavera, puede usted regresar? ¿La reconoció usted en este dulce recuerdo? La recuerda usted, cuando, también, el alma conmovida, Como un bello cielo de verano, cuando ensombrece la nube, Unos bellos ojos se cubren de lágrimas, y que un suspiro, Primicia del amor que su alma encierra, ¿Hacía inflar su pecho que se abre y se vuelve a cerrar? La ha usted reconocido en estos rasgos de su corazón, Señor, el ángel tan dulce que se llama una hermana, 76


O bien la mano de Dios, para usted dura y cruel, ¿Quiso castigarlo creándolo sin ella? No sintió más en su verano, Fundirse en sus ojos la mirada aterciopelada De una mujer adorada, con el seno blanco que se levanta ¿Como la ola de plata en el céfiro de la arena? ¡Ah! ¿No sentía usted, viéndola venir, Su corazón palpitar y todos sus sentidos estremecerse? Y su perfume, más puro que aquel del jazmín, Cuando su (cuerpo) sombra aparece en la curva del camino, Foja 57

¿No ha desplegado a lo largo de la espiga Toda una oleada de senderos de amor y de vértigo?

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En la calma de las noches, contemplando las estrellas, O sobre la orilla de los mares, viendo huir las velas, El corazón lleno de suspiros, ¿no lloró usted De este mal desgarrador de un amor ignorado? ¿No ha usted, tampoco, a los ecos de los valles, Murmurado dulces nombres, que el árbol de las calzadas, Y su corteza lisa, abierta bajo sus dedos, En su nombre unidos, repetía tantas veces? Con “Ella” temblorosa, tomada de su brazo, Sus miradas en el suyo y su alma loca de alegría, No fue jamás, al misterio de la noche, Bajo la sombra de los pequeños olmos, lánguidos a sentarse, Y caer suavemente en este ensueño Donde su alma a su alma feliz se casa, Cuando el mundo se calla y que no hay ningún ruido, ¡Si no es la hojarasca en el estremecimiento de la noche!

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¿Conoce usted este sueño donde el alma vive y nada Como en las bóvedas del cielo va flotando la nube, Olvidando la tierra y contemplando el cielo Cuyo corazón asustado no bebe más que la miel? ¿No ha usted visto entonces al ángel de su vida, Foja 58

Palpitante escuchar de un oído encantado Sus palabras de amor, y haciéndolo estremecer Con estas largas miradas con las cuales se quisiera morir? ¿No ha usted oido el sonido tierno y supremo De su voz adorada murmurando: “te amo”? ¡Oh! ¿Quién podría volver a ver, en los días de sus tedios, Un rayo de este cielo, un instante de estas noches Donde cien veces nos besamos, húmedo sin nuestro aliento, Un rizo extraviado en el Céfiro que la lleva, 79


Donde, sobre sus labios de ángel, aspirando un suspiro, El sueño es embriagante hasta hacernos morir? ¿Estas fuentes de felicidad, que corren sobre la tierra, Lo han entonces encontrado sin alma y solitario? ¡Ah! ¡Cuánto lo compadezco! Pero, al menos algún día Antes de ser incrédulo al culto del amor, ¿Usted debió sentir alguna pasión profunda, Que, devorando el corazón, lo consume y lo inunda? ¿Usted debió, sin duda, amar, mucho sufrir De estos dolores que hacen que la (fe) el alma deba morir? Ya que en sus versos, Señor, como en el infierno de Dante El grito de desesperanza da alaridos y nos espanta Pero estos gritos de los Caídos que destilan la hiel ¡Son impotentes venenos contra el ángel del cielo! 80


¡Ah! ¡Su mujer no es la dulce Estrella! Foja 59

Quién, cantada en mis versos, se cubre con su velo De neblinas azuladas, para esconder su rubor ¡En la imprudente mirada que hiere su pudor! Mi estrella está en el cielo, brillante y solitaria, Aunque un digno a veces, para consolar la tierra, Como el fuego alocado que brota del tesoro, ¡Entre sus pestañas azuladas lanzar su mirada de oro! La mujer contra quién su boca murmura Torrentes desbordados bebió la espuma impura, A su veneno fangoso su seno se abrazó, Sus pies murieron ahí y su corazón se quebró, Es el fantasma horroroso de las almas abandonadas, Herencia horrorosa de los impuros gineceos De los cuales Grecia muriendo nos transmite el secreto, Es el corazón disecado de estas almas perdidas 81


Que naciendo sin besos, que mueren sin arrepentimiento, Que se van por todos lados, atravesando nuestras calles, Se muestran a los pasantes, pálidos, medio desnudos, ¡Implorando de la muerte el implacable decreto! ¡Pobres ángeles caídos! Cisnes que, arrastrando el ala, Muy lejos para retomar el camino a la casa materna, Sin el corazón de un amigo que les tienda la mano, Desgarran los pedazos de sus ropas de ángel, Y, maldiciendo a su Dios, ¡recaen en el fango, Cavando su féretro en el lodazal del camino! Foja 60

Después la autoridad viene: se le ve: “¡ella está muerta!” “¡Que a la morgue rápidamente la policía la lleve!” Su cuerpo está sin ropa, su seno expuesto 82


desnudo, A los ojos de un pueblo abyecto que para reír ha venido -un gesto de disgusto- y este pueblo estúpido Muy seguido se sorprenderá que ella no tiene arruga. -sin arruga, ¡Dios mío! ¡No tiene veinte años! Y su corazón ulcerado por el hambre que la hunde, Y dejando ahí el surco de un dolor horroroso, ¡No es más que un dulce fruto roído por los gusanos de la primavera! ¡Pobres de ellos Manon! ¡Cuántas de entre ustedes se han visto Bajo el látigo de los soldados pasear en las calles, Cuando su crimen sólo fue un exceso de amor! ¡Ah! Que puedan ustedes, ¡Dios mío! regenerar un día Estos corazones desalentados, que cayeron sin vida, Como el gamo moribundo en la orilla de la pradera, 83


Sin encontrar un pasante que jale de su pecho, ¡La flecha envenenada clavada a propósito! Pobres flores que, muy seguido, en sus castos cálices, Encerraron primero un perfume embriagante, Cuya corola ¡desgraciadamente! Imprudente, abriéndose, ¡A algún corazón ingrato hizo sentir sus delicias! Déjelas entonces, Señor, deje a esas pobres flores, ¡Y sobre su triste suerte derrame más bien lágrimas! Foja 61

¡Ah! Es en vano que en ustedes la voz del escepticismo En el amor a grandes rasgos quiera introducir un cisma: Es un proceso juzgado, es un proceso perdido, Como el cielo brilla, vivifica y fecunda, La mujer por el corazón debe reinar sobre el mundo, 84


Y el culto al amor será siempre rendido. Su perfume quema en el pecho del rey como del pastor: Filemón a Baucis, Antonio a Cleopatra, El mundo entero repite las estrofas del amor. Desde el ave cantando el regreso de la primavera, Hasta el rey del desierto, cuya voz rugiente Llamando a su compañera en el desierto espantoso, En la onda, los peces, los insectos, en el aire, Del amor en todos lados, vemos un rayo Pero, amar, ¿no es atar a la vida Uno por uno los anillos, cuya cadena seguida, De la cuna del niño nos conduce, paso a paso, Hasta el umbral donde, helado, nos espera el morir? Dejen entonces, señor el amor que/la ilusión que consuela ¡Aleje de nuestros ojos todo aquello que me devasta! ¡No esconda del cielo el horizonte dulce y puro! ¡Déjele su sol, su púrpura y su azul! 85


Déjenos la tórtola en los bosques desolados Repetir su dolor a lo lejos en el valle Déjeme acariciar por el aliento del viento: ¡Que su soplo embalsamado regrese a mí seguido! Foja 62

Deje al arroyo azul que corre y que murmura, Deslizando sobre las piedras su onda la más pura, Deje, cerca del torrente, cantar al ruiseñor: ¡Que mi alma, a su canto, al cielo tome su vuelo! Déjenos ahí soñar de Petrarca y de Laure, Llorar con el Tasse a nombre de Eléonore, Que a nombre de Malvina se levanta de la tumba ¡Sobre su arpa, Ossian, y canta un canto nuevo! ¡Oh! Desdichado cien veces, usted, que, en esta vida, ¡De los perfumes de amor no tuvo jamás ganas! Si, desdichado que vino, naciendo aquí abajo, 86


Por dónde, todos, salimos para ir a la muerte ¡Puede usted algún día volver a encender su vida En el horno del cual usted huye como de un incendio! ¡Que una mujer de dulces ojos, en el centellante hogar, Pueda en la tarde al regreso tiernamente mimarlo! Entonces usted entenderá la alegría sin mescolanza, Cuando Dios se digna a veces cerca de nosotros a poner un ángel Que viene a consolarnos, y, para socorrernos, Como el ángel del desierto, cuando Agar va a morir, Lleva en su pecho bendito la copa donde nuestro labio ¡Apaga con su sed los fuegos de su fiebre! Puede usted, muriendo, señor, para castigarlo Haber maldecido a la mujer una vez en la vida,

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Foja 63

Verla cerca de usted, tierna y fiel amiga, ¡Que, su mano en la suya y mostrándole los cielos, Sea el último amigo que le cierra los ojos! Morelia, 15 de mayo de 1870. Publicados en el Trait d’Union del 22 de julio de 70.

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XIV A un ángel Para subir hacia el cielo azul, Donde usted vive, bella y gozosa, Daría aquello que mi vida Tiene más preciado, tiene más puro. Contemplando la nube azul, Donde sus cabellos flotan en el viento, Mi corazón suspira, y muy seguido Envidio del viendo de la tormenta, Ya que él hacia usted se lanza al cielo, Y su aliento perfumado De las flores del llano embalsamado Le lleva la esencia y la miel. Yo quisiera ser también la estrella, Que, allá, brilla cerca de usted, La Riviera azulada que cubre Con sus ojos negros el destello tan dulce.

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Foja 65


Fuera yo a ser el ave que canta Planeando, cerca de usted en los cielos Foja 66

El harpa de oro que le encanta Con sus sonidos deliciosos. Si, bello ángel, yo envidio A todo aquel que vive cerca de usted, Vive del perfume de su vida, Se puede rezar a sus rodillas! Ilusión dulce y querida ¿Por qué vienes a bendecir mi corazón? Cuando la razón viene y me grita: “¿De qué sirve alargar la felicidad? Cuando se necesitaría tanta riqueza Para pagar un tesoro tan grande, ¡Desgraciadamente! Sólo tengo la ternura De mi amor, ¡y de oro puro! Pero a mi pesar, en mi delirio, Mi corazón sólo suspira, Y el aire puro que mi ángel aspira 90


¡Es el único que puede respirar! Foja 67

En las horas de mi tristeza Deletreo un nombre… pero es en vano: El eco sólo da a mi ebriedad Un dulce sonido, confuso y lejano. Y sin embargo, si el corazón de un ángel Para su Dios se enciende de amor, ¿No podría él de su lucha Por piedad alejarse un día? No podría atravesar la huella De la tierra, mortal estancia, Y sacar de mi corazón el amor Cuya esencia es divina y santa? No podría usted, ángel tan puro, Odiando sus esferas eternas, Por un solo día cerrar sus alas Y del cielo olvidar el azul? Con usted yo soñé la vida En medio del perfume de las flores, 91


En algún rincón muy lejano de las llantos Donde el alma vive de ensueño. Foja 68

Escucharíamos de las aves Los dulces cantos, el alegre gorjeo, Y en el secreto del follaje El murmullo de los arroyos. Usted vería, prendida de mi brazo, Mi mirada ahogada en sus ojos, Mi razón flotante y perdida ¡Entre sus miradas y los cielos! ¿Será este un sueño que me encanta, Y me mece? Pensando en usted, No sé, pero en mi corazón canta ¡Un concierto a los sonidos más dulces! Pensando en usted suspiro, Pero mis suspiros son de alegría, Y estoy feliz del delirio Donde mi amor arroja mi corazón. ¿Vendrá usted, o mi bien amada, 92


A esta cita deliciosa, Donde en su ebriedad dañada Su alma olvidaría los cielos? Foja 69

Como el exiliado en la playa De un esquife acechando el regreso, Insensible a los ruidos de la orilla, Yo la espero en la noche, en el día. Como él, buscando una vela A lo lejos veo frecuentemente, Y siento que mi mirada se cubre ¡De llantos que seca el viento! 26 de marzo de 79.

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Foja 70

XIV Abandono ¡Se fue! ¡Ella se fue! en la tarde, Ella huyó de mi corazón que la adora Y mi mirada la busca aún ¡Cuando no puede verla más! Rompiendo el sueño de mi vida, Como se rompe un débil carrizo, Para buscar un sol más bello Ella huyó lejos de su patria. Ella dejó de su cielo azul El aire embalsamado, las nubes azules, El ave brillante, las grandes tormentas, Las mil flores y la dulce miel. Sin duda el aire de la patria Ya no era suficiente para su corazón, Y para encontrar la alegría A lo lejos ¡desgraciadamente! ¡Ella se fue! Los perfumes los más embalsamados,

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Sin embargo embriagaban su vida Y su oído estaba fascinado ¡Por los acentos los más amados! Ella veía, sobre su paso, Las más dulces miradas recibirla, Y su mano sólo tenía que recoger Las flores y los frutos de la orilla. El aire, alrededor de ella, con dulces acentos, Cantaba la juventud y el amor, Y durante la noche y el día La alegría embriagaba sus sentidos. Calma, sin fiebre ni delirio, Su bella frente quedaba radiante, Y cuando él veía a los cielos Era para mostrar su sonrisa. Cerca de ella mi corazón suspiraba, Como un suspiro cuando se ama, Suspiros de amor, alegría extrema, Dolor de amor lleno de atracción.

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Foja 71


Foja 72

Ella reía de mi locura, De mis suspiros y de mis llantos, Cuando yo decía: “¡muero de amor!” ¡Pero yo la amaba! ¡Era mi vida! Tan pronto nacía el día Mi alegría era estar cerca de ella Y dar vueltas como una golondrina Cerca del nido de su (mi) amor. Yo sufría, pero, teniendo paciencia, Le decía a mi corazón: “¡cállate! Si gimes, conserva tu fe, Ya que de la alegría es la ciencia.” ¿Pero qué? ¡Desgraciadamente! ¡Cruel destino! Indiferente a mi sufrimiento, Vagando hacia el bello cielo de Francia, Ella se fue al alba. Ella huyó del corazón que la adora, Dejándolo ¡desgraciadamente! Sin esperanza, Ya que no la puede ver más, ¡Aunque a lo lejos él la busca todavía! México 72.

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XV Separación Si la ves, dile, que si huí lejos de ella, Es para ya no perturbar su vida y su alegría, Pero que en el fondo de mi alma una flama eterna Quema y carcome un secreto. ¡La herida cruel Que el amor ha hecho en mi corazón! Si la ves, dile, que en vano en mi pensamiento La pide el olvido: ¡olvidarla no puedo! Delante de ella y de mi corazón su imagen está puesta, De su sombra animando la ilusión pasada, ¡Desgraciadamente! ¡Es en vano que yo huya! Si la ves, dile, que su rostro encantador Como un sueño fascinante por todos lados me persigue, Que la veo por todos lados: en el aire, en la nube

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Foja 73


En el sendero de los bosques, en el rayo de la tormenta, ¡En el astro plateado de la noche! Dile que la veo en el abismo de la ola, En el ave que emprende su vuelo y la ola de los arroyos, Que con ella sueño la noche, cuando el reposo del mundo Hace morir hasta el día, en su sombra profunda, Los alegres conciertos de las aves Foja 74

Dile que la angustia me carcome y me tortura, Y que mi corazón está lleno de su dulce recuerdo, Que, como un insensato, corriendo a la aventura, La reclamo en vano a toda la naturaleza, Y triste, ¡quisiera morir! Si la ves, dile, que la amo y la adoro, Más que a mi vida, tanto, ¡puede ser que más que a Dios! 98


Que la sueño en el día y en la noche todavía más, Y cuando el ángel de las noches viene a adormecerme y cierra Mi párpado, ¡ella tiene mi adiós! ¡Oh! Dile que por todos lados gimo y la llamo, Que mi alma está sufriendo y mis ojos llenos de llantos, Y que quisiera ser, también como la golondrina, Que regresa en primavera, para retornar cerca de ella ¡Y tejer un dulce nido de flores! ¡De perfumes embriagantes rodearía su vida! ¡Pronto olvidaría mis tristes recuerdos! El mundo entero, celoso, me envidiaría, Tanto el amor en mi alma, encantada y gozosa, ¡Exhalaría dulces suspiros!

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Foja 75

¡Oh! Quisiera volar cerca de ella y con mis lágrimas Regar sus dos manos, regar sus rodillas, Decirle: “¡oh! Te adoro, y tú me ves sin armas Contra mi propio corazón, contra ti que me rastrojas, Ingrata, ¡con tus ojos tan dulces! ¿No tendrás piedad de mi larga tristeza? Jamás vendrás, allá, mi mano en tu mano, Sobre tu pecho palpitante de esperanza y de ebriedad, A decirme con el acento que da la ternura: “¡Te amo y te esperaré mañana!” Pero, por qué mecerme en el encanto de un sueño, Cuando mi corazón me lo dice: “¡no soy más amado! Todo este sueño fascinante es sólo una mentira encantadora: Solo, ¡no hay más verdad que el dolor que carcome Mi corazón triste y desanimado! 100


¡Oh! Dile que yo soy, como en la montaña La paloma que llora a los ecos de los alrededores, Inquieta y desolada llamando a su compañero: El corazón lleno de sollozos, recorro el campo, ¡Y me siento morir de amor!”

XVI A Virgina, el día de su fiesta Es hoy su fiesta El día alegre, no sin dolor: ¡Un año más sobre su cabeza, Un año menos para su corazón! Pero olvidando que el año que pasa Pase con nuestras ilusiones Que el tiempo enfríe y congele, El dulce fuego de nuestras pasiones; No veamos en la tristeza Un día que, para usted, es feliz,

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Foja 77


Y que nuestros cantos, llenos de ebriedad, ¡Para festejarlo hagan sus deseos! Unos le dirán: “Virginie, Que sus días sean todos primavera; Que usted sea siempre bonita Y que sus rasgos estén protegidos del tiempo! Foja 78

Que sus bellos ojos arrojen su encanto Hasta la tumba, alrededor de usted: ¡Que de su cielo ninguna lágrima Venga a perturbar tan dulce destello! Pero yo de quién usted es la amiga, La hermana ¡oh! ¡No diga no! (¡Deje esa voz dormida En mi corazón repetir ese nombre!) Yo habría hecho, para su adorno, Un pequeño regalo de amistad; Pero para usted tanto hizo la naturaleza ¡Que el arte sobre usted tendría piedad!

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Yo busqué para usted alguna cosa Que sea su emblema, y mi corazón No encontró más que una simple rosa Para ofrecerle: ¡es su hermana! Como usted ella es blanca y bella ¡Y su cáliz está perfumado! ¡Oh! ¡Puede usted más tiempo que ella Sonreír en el patio embalsamado! Foja 79

En mi mano tiembla esta rosa, Ya que es muy pura para ofrecérsela Pero ofreciéndosela si me atrevo Lo que dejo es un recuerdo. El perfume que en su pecho germina Es el perfume de una amistad Que, de mi corazón la encierra Jamás se desahoga a la mitad. ¡Oh! Tómela, entonces, Virginie, Esta flor simple como usted; ¡Que recuerde en su vida Un día transcurrido entre nosotros! 103


¨Pero si para usted él está en ella En el cáliz de esta flor La remembranza eterna De la ternura de mi corazón. Ella se secará solitaria, Y su belleza se marchitará, Como toda flor de la tierra Que sólo tiene un día y terminará; ¡Oh! A pesar del paso de los años Que, sin piedad, siguen su curso, Sobre las hojas muy pronto marchitas ¡Un perfume quedará por siempre! 20 de mayo de 1882

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XVII A mi amigo de infancia Jules Orban-Lamanche, Después de su buena carta del 21 de agosto de 1880 Jules, tu carta está ahí, bajo mis ojos, tibia todavía De tu vieja amistad, que estremece y palpita En las palabras que tu corazón bajo tus dedos precipita, ¡Brillante sobre el papel como las cartas de oro! Mi alma, en tus acentos, se despertó emocionada, Y de mis recuerdos la azulada ola dormida, Como las aguas del lago que la tormenta mueve, ¡Se reanimaron de repente con la voz del amigo! Tu voz me recuerda los días de nuestra infancia, Despierta en mi corazón los ecos del pasado, Recuerdo paso a paso de alegría y de sufrimiento ¡Que el ultraje de los años había casi borrado! Tu carta que llega, risueña de juventud, Como el aire de primavera, que excita y acaricia, 105

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Me embriaga y viene a agitar todos mis sentidos invadidos ¡Por los frescos olores de los perfumes del campo! Mi pensamiento, en tu voz impaciente y alegre, Huye veloz hacia atrás, cerca de mi cuna, Donde mi corazón, cerca de usted, bordos floridos del Mosa, ¡Sólo conoce de aquí abajo el tiempo más bello! Vuelvo a ver mi primavera, los días de mi juventud, Como los campos de mayo, coloreados de flores, Y sobre estos tiempos pasados, mi pecho, lleno de tristeza, De mi corazón a mis ojos hace remontar el llanto. Foja 82

¡Oh! Estoy lejos de ti, ¡patria amada y querida! Exiliado por la suerte, llorando tu recuerdo, Como el niño que llora pensando en su madre, ¡Tan solo pensando en ti mi corazón se 106


siente morir! Aquí el cielo es azul, el horizonte sin nubes, El sol radiante, las montañas azules, Pero ¿qué quieres?... Me gustaba tu cielo gris, tus riberas, ¡Y la felicidad allá me parecía más pura! A pesar de mi, mi mirada, en tu bruma borrada, Te busca a lo lejos, hacia ti vuela mi pensamiento: Ella vuelve a ver tus campos, ella recorre tus bosques, En la casa paterna ella regresa feliz, Y de aquellos que yo amaba, ella escucha la voz. Mi mirada sigue soñadora el surco del Mosa, Cuya ola, pasando, corre a lo lejos, cenagoso, El canto con amor los bordes de mi cuna. ¡Oh! Que sólo he tomado así las aguas de su ribera Mezclarme en sus olas, se deshace pronto, ¡llego! ¡Oh! ¿Por qué no tengo las alas del ave? ................................................................... ................................................................... 107


Y sin embargo, ¡esta cuna fue mojada por mis lágrimas! El hierro del dolor, en terribles alarmas, Muchas veces, en estos lugares, como un metal asesino, De vuelta en la herida, ¡hurgó en mi pecho! ¡Sí! Es ahí que en su tumba eterna habita, Cuyo ángel de ojos tan dulces ¡que mi recuerdo llora! Foja 83

Lis, que, en su primavera marchita por el destino, ¡Sólo conoció del sol los fuegos de la mañana! Es ahí que caes, hermana encantadora y querida, Como la flor marchita al bordo de la pradera, Cuando tu pecho virginal comenzando a abrirse ¡En el soplo del amor, se cerró para morir! Es ahí que empezó la sombra que, sobre mi vida, Como un manto flotante lanza su ensueño, 108


Después de esos días horrorosos de muerte solemne Donde, recostado, paso a paso, en su cama eterna, Aquellos a quién tanto amé, sentí la tristeza De mi alma que jamás alejaría la dulce embriaguez, Cuando, bendito, sollozando en los últimos adioses, ¡De aquellos que yo amaba tanto, los vi cerrar los ojos! Es ahí que el huérfano, sollozante y solitario, Se quedó sin amor y triste sobre la tierra, Y creyendo/sintiendo que en su corazón la esperanza estaba perdida, Lanzó sobre el avenir una mirada perdida .................................................................... .................................................................... Pero también de estos lugares testigos de tantas lágrimas, No he tantas veces podido saborear los encantos En las rosas de primavera conocí bellos días, ¡Recuerdos eternos de los primeros amores! ¡Jules! ¿Te acuerdas de los días de nuestra 109


infancia, De nuestros felices jugueteos, de nuestros gritos de alegría? Todo entonces en nuestra alma estallaba de esperanza, Foja 84

¡Como un bello rayo de oro que brilla en el fondo del corazón! ¿No has olvidado, dime, de Grivegnée Los buenos días pasados tantas veces en la armada, Con los Rossins, los de Vaux y los tuyos, Reservando cada día nuestros lazos íntimos? Tu madre nos seguía con su dulce sonrisa, Sonriente, alegre de nuestros juegos, espantándose de nuestros gritos, Y en su buena mirada, la nuestra podía leer Que en su tierno corazón estábamos todos incluidos. .................................................................... ....................................................................

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X ¡Y ustedes! ¿No podré jamás olvidarlos, mis hermanos? ¡Ustedes! ¿Que mi corazón amaba y que llora en todo lugar? ¡Ya no los vuelvo a ver, de sus lágrimas amargas Inundar mi rostro, en los tristes adioses! ¡Oh ! ¿Cómo olvidar estos bellos días de juventud Donde brazos enlazados corríamos en los campos Todos coloreados de flores, el corazón lleno de ebriedad Llenando los ecos de nuestros gritos, de nuestros cantos, Para regresar en la tarde, cansados, todos juntos ¿Como una manada de corderos que el pastor junta? ¡Oh! Estos días de juventud alegre, soleados Jules, leyéndote, ¡se despertaron todos!

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¿Jamás podré olvidar cuando, en el día de vacaciones, Íbamos en familia, al gran trote de los caballos, La felicidad sobre la frente, el corazón lleno de esperanzas, Abandonando nuestros muros hacia otros países nuevos? ¡Jamás podría olvidarte, bello campo De Louvegnes, risueña y apacible estancia, Donde nuestro padre, encontró la compañera Que le dio su felicidad y nos dio el día! ¿Podría olvidarte, con su fresca sombra, Con tu arroyo alegre, pabellón de Stinval?

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De tus aves todavía escuchando el gorjeo ¡Creo verme niño en medio de tu valle! Sueños por venir ya trabajando mi cabeza; Mi corazón latía de alegría al dulce canto de las aves, Mi alma se embriagaba de sueños de poeta: Extraviándome en el sueño sobre el borde de los arroyos: Me gustaba el ruido del viento, el grito de la tormenta, ¡Y mi corazón se estremecía cuando temblaban los abedules! Mi oído escuchaba las quejas de la brisa Que, sobre tus muros arruinados, castillo de Coinfalize, Sobre tus bastiones ennegrecidos, enviando sus suspiros, Evocaba del pasado los recuerdos guerreros: Se veía escuchar el ruido y el murmullo De los caballeros de antaño, ruidosos sobre su armadura, Y los ecos, quejumbrosos viniendo del fondo de los bosques, ¡Parecían contarme los relatos de otro tiempo! .................................................................... 113

Foja 85


.................................................................... Retamas perfumadas que levantaban la neblina Yo respiraba la miel, y sentía mi párpado Cerrarse suavemente, al ritmo de las canciones Del pastor que, en la tarde, en el fondo del vallejo, Traía a su manada, cuya oleada se mueve y balea, Respondiendo por sus gritos a su voz que lo llama .................................................................... .................................................................... ¡Oh! Días de mi infancia, transcurridos para siempre, Foja 86

Ustedes han ¡desgraciadamente! para siempre emprendido su vuelo! ¡Ya no regresarán más, bella primavera de mi vida! Pero, recordando sus instantes encantados, Renacen mis veinte años, su sonrisa, y olvido ¡La amargura del mundo y de sus mareas agitadas! 114


Me vuelvo a ver, corriendo en los juegos de la escuela, La mirada llena de alegría y el corazón palpitante; Y mi oído cree escuchar la palabra ¡Del pobre abad Julio que tanto me sermoneaba! Buenos días festivos y los queridos paseos Renacen sonriendo con sus recuerdos: Uno por uno vuelvo a ver a mis alegres compañeros, Dispersos por la suerte: unos, pobres mártires Encorvados bajo la desdicha, y otros que la tierra Ya reclamó, terminando su miseria, ¡Pobres amigos! Caídos en lugares desconocidos, Sobre la colina donde gime su cruz solitaria, ¡No iré a llorar! ¡Ya no los veré más! Pero quedan, sin embargo quienes, llenos de vida, Mirándome a lo lejos, felices y torturados, Me conservaron su corazón, y cuya voz me grita: “¿Por qué entonces, ingrato, nos has abandonado?” 115


Jules, en esta llamada que me hace la patria Reconocí de lejos tu voz varonil y querida, ¡Y mi corazón gimió de ternura y se emociona! ¡Cuidando que el bien suspire todavía para mí! A ti entonces mis lamentos, bella y lejana tierra Que, allá, bajo los ciprés, permanece depositaria Foja 87

¡De tan preciosos tesoros! ¡Ah! Quédate buena madre Para estos seres queridos que, llorando bajo su techo, ¡Cuidando al exilio, se quedaron cerca de ti! Ya que ellos son, como él, ramas del viejo roble Que la tormenta hizo añicos: compañeros de sus males Ellos, para resistir al viento que se desencadena, Al pie del tronco, destruyeron, enlazadas sus ramas. Lleva entonces sobre tus mareas, lleva, mesa querida, 116


¡Mis lamentos y mis llantos en los campos de la patria! Dile que si jamás, persiguiendo su curso, El destino, sonriente, me regresa fiel, Al regreso de la felicidad, así como la golondrina Al regreso de la primavera, volando hacia sus amores, Yo apagaré hacia mi nido la pluma de mi ala ¡Para terminar ahí mis días! México, Octubre de 1882.

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Poesías inéditas Por Guillermo Wodon de Sorinne Y d’Assesses Fotografías del original*

Reprografía del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolas de Hidalgo*


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Poesías inéditas

Se terminó de imprimir en junio de 2014 en los talleres gráficos de Impresora Gospa ubicados en Jesús Romero Flores no.1063, colonia Oviedo Mota, C.P.58060 en Morelia, Michoacán, México La edición consta de 1,000 ejemplares y estuvo al cuidado del Departamento de Literatura y fomento a la Lectura.



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