El miedo a Tepozilana

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SECRETARÍA DE CULTURA FEDERAL María Cristina García Cepeda Secretaria de Cultura

Saúl Juárez Vega Subsecretario de Desarrollo Cultural

Jorge Gutiérrez Vázquez Subsecretario de Diversidad Cultural y Fomento a la Lectura Marina Núñez Bespalova Directora General de Publicaciones

GOBIERNO DEL ESTADO DE MICHOACÁN DE OCAMPO Silvano Aureoles Conejo Gobernador de Michoacán Silvia María Concepción Figueroa Zamudio Secretaria de Cultura Adrián Zaragoza Tapia Secretario Técnico

Ernesto Alino Zúñiga Guerrero Secretario Particular Edgar Rodríguez González Delegado Administrativo

Adriana Cerda Herrera Directora de Promoción y Fomento Cultural

Mariana León Cornejo Directora de Vinculación e Integración Cultural Andrea Silva Cadena Directora de Formación y Educación

Luis Esteban Murguía Bañuelos Director de Producción Artística y Desarrollo Cultural María Magdalena Oliva Sandoval Directora de Patrimonio, Protección y Conservación de Monumentos y Sitios Históricos

Miguel Ángel García Ramírez Director Artístico de la Orquesta Sinfónica de Michoacán

Fedra Ela del Río Ortega Jefa del Departamento de Literatura y Fomento a la Lectura

Primera edición, 2017 © Gabriela Raygoza del Hoyo dr © Secretaría de Cultura de Michoacán Coordinación editorial: Fedra Ela del Río Ortega Mara Rahab Bautista López Secretaría de Cultura de Michoacán Isidro Huarte 545, Col. Cuauhtémoc, C.P. 58020, Morelia, Michoacán Tels. (443) 322-89-00 www.cultura.michoacan.gob.mx ISBN: 978-607-9461-31-7 Impreso y hecho en México Queda prohibida, sin la autorización expresa del editor, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, comprendidos reprográfico y tratamiento informático.


Gobierno del Estado de Michoacán Secretaría de Cultura Secretaría de Cultura Federal



Texto e ilustraciones

Gabriela Raygoza del Hoyo


Agradecimientos a Mara Rahab Bautista López y a María Agustina Larrañaga, por sus aportaciones sabias y su tiempo valioso... Dedicado a mi madre, fuente de inspiración para esta historia y para la vida misma...


Aquí estamos, yo de niña y mi abuela Tata. Ella era repostera, hacia de todo: dulces de almendra, mazapanes, huevos reales, galletas, trufas, bolitas de nuez.. ¡Todo lo que hacía era tan delicioso!


Tata siempre estaba muy ocupada. Derretía chocolate, convertía azúcar en caramelo suave, picaba nueces y dátiles, amasaba y decoraba pasteles…



Y todo lo guardaba en la alacena.


ÂĄQuĂŠ rico era visitar a Tata! Todos sus nietos nos deleitĂĄbamos con sus golosinas.


Probábamos un poco de cada cosa y luego corríamos a escondernos. Tata decía:

¡Ya llenaron de baba el chocolate! ¡Pellizcaron todos mis dulces!




Una noche que se fue la luz, Tata dijo: ¡Mis pasteles amanecen estropeados, con mordidas y marcas de dedos en el betún! Entonces le pedí a una señora que cuide mi alacena.

Su nombre es Tepozilana y es muy enojona.


Esa noche no pude dormir. Imaginaba que Tepozilana nos atrapaba y nos mordĂ­a los cachetes.


La amiga de Tata era muy,

muy mala.


Al día siguiente, me di cuenta, de que todos habíamos soñado muy feo.


Concluimos que Tepozilana tenĂ­a unos dientes enormes, ojos de bruja y unas garras feroces.


Desde ese día, fue un reto husmear en la alacena. Se sentía más oscura y fría que de costumbre. Teníamos que ser muy rápidos para que Tepozilana no nos atrapara.



Tratåbamos de agarrar lo primero que estuviera al alcance de nuestras manos. No era nada divertido salir con una caja de metal o un trozo de mantequilla‌



Papá nos decía que anduviéramos con cuidado. Mamá, en cambio, pensaba que Tepozilana era un invento de Tata.

Pero nosotros teníamos pruebas de su existencia.




La primera prueba fue cuando mi hermano intentรณ tomar un mazapรกn en la noche. De pronto, Tepozilana comenzรณ a arrojarle cosas para tumbarlo y atraparlo.



Al dĂ­a siguiente, no entendĂ­ por quĂŠ Tata estuvo feliz, a pesar de todo el tiradero.



Otra noche, yo tenía antojo de un dátil y entré a la alacena. ¡De pronto, se oyeron los pasos de Tepozilana acercándose, hubo un fuerte ventarrón y luego sentí sus pelos gruesos enredándose en los míos!


Después, entró Tata por un ingrediente que necesitaba. Yo estaba tan asustada que no pude ni voltear a ver, solo de acordarme de esos horribles pelos ¡me dan escalofríos!



A mi primo también le tocó encontrarse con Tepozilana. Una noche que intentaba entrar a la alacena, se topó con su panza gorda y firme en la puerta. Ahogó un grito de tanto miedo que le dio.



Al dĂ­a siguiente, Tata tampoco mencionĂł nada de aquel susto. Ella siempre estaba muy ocupada con sus pedidos.




Pasó el tiempo… Yo me hice grande y Tata se hizo chiquita, y siempre recuerdo cuando corríamos a buscar las golosinas de la alacena que cuidaba Tepozilana.



Ahora soy yo la abuela... y tambiĂŠn soy repostera.


Pero tengo un problema, un gran problema.


A veces, cuando se hace de noche y necesito ir a la bodega, tengo que pedirle a alguno de mis nietos que me acompaĂąe...



Porque sé que Tepozilana, sigue ahí, esperándome…




se terminó de imprimir en mayo de 2017 en los talleres gráficos de Impresora Gospa ubicados en Jesús Romero Flores no.1063, colonia Oviedo Mota, C.P.58060 Morelia, Michoacán, México La edición consta de 1,000 ejemplares y estuvo al cuidado del Departamento de Literatura y Fomento a la Lectura y la autora.


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