LA VOZ DOCENTE - Suplemento Cultural 140

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LA VOZ DOCENTE

Junio 2020

Suplemento Cultural


2. La Rioja. Junio 2020 / Año 19 - Nº 140

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ASOCIACIÓN DE MAESTROS Y PROFESORES LA RIOJA

Escritores

Epílogo: Mario Paoletti

(Antología personal-Biblioteca Popular M. Moreno-LR-2010)

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ucedió hacia 1972 o 1973. Yo estaba a cargo del último turno del diario El Independiente, que en la jerga periodística se llama “cierre”. Un trabajo para noctámbulos, que empieza sobre las 8 de la tarde/noche y termina hacia las 2 de la madrugada, cuando se “cierra” el diario y empieza la impresión. Trabajo intenso y solitario que consiste básicamente en leer, seleccionar y re-redactar todos los cables que durante el día han llegado por la teletipo. También, dar cabida a las noticias locales de último momento (deportes, política, legislatura, sucesos policiales) y elegir las fotos y diagramar la primera página, que será la “imagen” del diario de ese día. En el turno de noche se recibían, también, los avisos fúnebres de quienes habían fallecido a última hora. Una rutina. Sin embargo, aquella noche en particular no iba a tener nada de rutinaria. Trayendo un aviso fúnebre llegó un señor de cierta edad dando claras muestras de pesar y desesperación. Las atribuí a su condición de deudo. Pero había más: –Tengo que pedirle un favor –me dijo–. En un accidente en La Quebrada ha muerto un sobrino mío… –Lo siento. –Gracias. Le quería preguntar: ¿ustedes publican la noticia? Era, de hecho, la noticia del día. No sólo la publicábamos, sino que iba en primera página, con foto debajo del logotipo del diario y título a tres columnas. –Sí. –¿Con nombre y apellido? –Sí. El hombre se cubrió la cara con las manos. –¿Y entonces qué vamos a hacer con la abuela? –exclamó. Le pedí calma, le ofrecí una silla y al fin el hombre pudo contar su historia. El joven muerto era el nieto preferido de su madre, una señora de más de 80 años, que iniciaba cada día con la lectura de El Independiente, una tarea que le llevaba la mitad de cada mañana. –Cuando lea la noticia del accidente le da un infarto. Porque mi madre es enferma cardíaca, y ya tuvo ataques… Le sugerí que le escondieran el diario (“imposible”), que se la llevaran de viaje (“está impedida”) y varios etcéteras. El hombre movía la cabeza de un lado al otro: –Se va a morir. Va a caer fulminada. Lo convidé con un vaso de agua y el hombre se fue. Serían las 12.30 y ya se estaban ajustando las últimas páginas. Pero media hora después regresó. –Hay que hacer algo –me dijo–. No podemos permitir que mi madre se muera de un ataque al corazón. ¿No le parece? Yo no quería que nadie se muriese de un ataque al corazón. Y menos que nada quería sentirme responsable de esa muerte en particular. –¿Y qué quiere que haga? El hombre me miró fijamente: –¿No hay nada que se pueda hacer? Ya era casi la una. Llamé a una reunión de emergencia

al linotipista de guardia (creo que era Tomás Valera) y a dos tipógrafos, Amado Fernández y Cholo Ortiz, y les expliqué el caso. –Dice que si lee el diario, se muere. –¿Y entonces? –Hay que hacer un ejemplar sólo para ella. Valera, Fernández y Ortiz me miraron con disgusto, porque llevaban un día de trabajo sobre las espaldas. Pero tampoco ellos querían cargar con la culpa de una vieja muerta. Quitamos la foto de primera página y la reemplazamos por una de la guerra de Vietnam, con su correspondiente epígrafe. Levantamos la noticia del accidente y en su lugar colocamos otra cualquiera, probablemente de política nacional, que Valera tecleó rápidamente. Y cuando todo quedó listo, el maquinista puso en marcha la rotoplana y, al fin, imprimió el famoso ejemplar único presuntamente destinado a salvar la vida de una abuela. Le dimos el ejemplar a su contrito hijo (que nos prometió reconocimiento eterno) y vuelta a recomponer la primera página verdadera a toda velocidad, puesto que los canillitas empezaban a llegar al diario. Así era aquella Rioja y aquel El Independiente. La famosa máxima de que un diario debe estar al servicio de la gente no era para nosotros teoría periodística sino práctica permanente. Lo era cuando había que enfrentarse al gobierno o a algún poderoso, y lo era también cuando se nos reclamaba un servicio público. Este ro-

mance entre un diario y un pueblo duró 17 años. No es mucho, pero me parece que tardará en ser olvidado.

MARIO PAOLETTI: “Nacido en Buenos Aires en 1940, Mario – a quien sus amigos siempre llamaron Cacho- siendo muy joven se radicó en La Rioja para sumarse al sueño de su hermano Alipio de refundar el diario “El Independiente” iniciando con ello una etapa memorable en la historia del periodismo riojano y argentino., especialmente a partir de 1971, cuando la empresa editora se transforma en cooperativa (Copegraf). Como es y sabido, en 1976 Paoletti fue encarcelado por la dictadura y más tarde expulsado del país… 19 años de vida en esta ciudad le permitieron conocer a fondo nuestros modos y nuestra idiosincrasia: en La Rioja cosechó amigos, formó una familia y despuntó su vocación literaria que con el tiempo –tal como sucedió con otros grandes escritores- terminará imponiéndose a la de periodista. De ahí que la literatura local lo haya incorporado a la nómina de escritores riojanos y que su obra figure en varias antologías y reseñas (Fragmento de la presentación de Marcela Mercado Luna al libro “Antología Personal”, de Mario Paoletti, de la Colección La Ciudad de los Naranjos). Mario Paoletti lleva más de 20 libros publicados, de poesía y novelas.


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Galería Visual

Miguel Ángel Guzmán "Toto"

Miguel Ángel 'Toto' Guzmán, artista plástico riojano 1933-2007. Fue dibujante, pintor, diseñador gráfico; se desempeñó como docente en el IFDAC "Prof. Crulcich" desde 1985 hasta 1999. Formó parte del Grupo Calíbar desde 1959 a 1962, los tres últimos años de existencia del grupo. Trabajó en el Diario El independiente desde 1963 hasta el 24 de marzo de 1976. Estuvo preso desde abril de 1977 a agosto de 1979 en la Unidad 9 de La Plata, durante la última dictadura cívicomilitar-eclesiástica. Fue uno de los grandes dibujantes argentinos, desde los '70 hasta los '90. En 1999 tuvo una enfermedad Neuropsiquiátrica hasta su muerte, en julio de 2007.

Estos trabajos seleccionados para la presente publicación, pertenecen a diferentes series y periodos del artista. Son dibujos coloreados en técnica mixta s/papel. Dibujos que muestran su gran maestría en: el manejo de materiales y técnicas, el espacio gráfico-plástico, y el manejo compositivo. Por: Diana Guzmán-Artista Visual-

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Cine y Documento

Leonor Alonso y la Nave del Sueño Mio Por: Gabriel Abinet, hijo de Leonor Alonso

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eo desplegó, a lo largo de su vida, muchas facetas diferentes. De alguna forma, cada vez que la vida la cercó pudo reinventarse. Hija de gallegos, nació en buenos Aires en 1923 y heredó la veta anarquista del padre y la religiosidad de la madre. A los 12 años, por problemas en la convivencia con su hermana mayor, y para estar menos en la casa, decidió iniciar paralelamente al secundario la carrera de Bellas Artes y acercarse al grupo de jóvenes de la iglesia local. Esa fue su primera reinvención. A los quince obtuvo el primer premio del concurso municipal San Martín en pintura. Obviamente no era un concurso para niños y su autorretrato tuvo repercusión en los medios especializados, pero también en los suplementos de arte de los grandes diarios nacionales. Se casó muy joven y a los 36 años era una madre separada con siete niñes, que jamás había trabajado y que no tenía ninguno de los recursos económicos con que siempre había contado. Esa será su segunda reinvención. De esposa y madre de tiempo completo, tuvo que aprender a ganarse el sustento para ella y su familia numerosa. Trabajó en la docencia y en editoriales, donde comenzó como correctora e ilustradora, y en poco tiempo ocupó cargos en la dirección de las mismas. Es cierto que con mucho esfuerzo y una salud que nunca la acompañó, pero en tres o cuatro años logró la estabilidad necesaria para contener a su familia. A los cuarenta se dio cuenta que le faltaba algo y decidió estudiar antropología, y como todo en su vida, lo hizo con contundencia y velocidad. Reinventarse Separada, con siete hijes, un trabajo de tiempo completó, cuatro horas diarias de tren y colectivo, no se entiende cómo pudo haber estudiado, pero fue así. Leo era muy religiosa, pero tenía sus diferencias con la Iglesia, decía que llegarse cada dos meses hasta la misa del cura obrero Goñi, en la Villa Dorrego, era mucho mejor que ir todos los domingos a la parroquia tradicional de Bella Vista, porque en la misa de Goñi estaba el evangelio. Así como

se reinventaba, también tenía constantes, o conceptos que se amalgamaron y a los que fue fiel toda la vida. El prójimo, el oprimido, el compañero, fueron uno de sus centros gravitacionales. Militó en los grupos católicos hasta los 60, pero rápidamente se comprometió con la Resistencia Peronista. Luego, por su amistad con Paco Urondo, colaboró con las FAR. En el 74, la fusión de FAR con Montoneros y la preeminencia de la militarización durante un gobierno constitucional fue una triste desilusión. La dictadura En 1976 secuestraron a Mara, su hija mayor, embarazada de siete meses que militante de las FAR. Simultáneamente secuestraron también a Leo, fue torturada y mantenida tres días en cautiverio. Le aseguraron que si hacía la denuncia la mataban a Mara. Todavía no se habían juntado las Madres ni las Abuelas, Leo recurrió a la Iglesia y a diferentes contactos, e inició una búsqueda en solitario, tomando todas las precauciones posibles. Ella estaba segura que la iban a largar, en ese momento era inconcebible lo que harían con las embarazadas. Por otro lado Alberto, su compañero, enfermó de cáncer y falleció en el 77, y en el 78 Marián, la menor de sus hijas, una jo-

ven alegre y entusiasta pero frágil, no soportó la presión del momento y se quitó la vida. Leo cayó en una depresión profunda, atravesó la dictadura con mucho sentimiento de culpa y especialmente de parálisis, porque no se animaba a hacer nada oficialmente por Mara, creía que podían tomar represalias sobre ella o su bebe. No fue de las primeras Abuelas en juntarse sino recién cuando comprendió que no dependía de sus actos el destino de su hija y su niete. Regreso de la democracia Cuando volvió la democracia reclamó el puesto de investigadora del Conicet del que había sido cesanteada en el 76. Y para su sorpresa le ofrecieron una bacante, pero en La Rioja, y esa fue su última reinvención. Sacó fuerzas de donde pudo, con más de sesenta años y una salud muy precaria, se fue a vivir a La Rioja con un bolsito y algunos libros. Seguramente el amor que recibió de los compañeros y la militancia en el gremio fueron el mejor bálsamo. En poco tiempo, de ser una sombra pasó a colaborar con entusiasmo en AMP, donde incluso ocupó la secretaría de Políticas Educativas mientras viajaba mensualmente a Buenos Aires para reunirse en Abuelas, aunque la búsqueda de Mara y su bebé la llevó a todos los

lugares donde estuvo. En 1987 Elena fue la primera nieta restituida nacida de una embarazada secuestrada. A más de 20 años de su fallecimiento Leo sigue floreciendo, especialmente en dibujos y poemas que van acercando compañeros y amigos que los recibieron como muestra de afecto. El documental Memoria, Verdad y Justicia dice el lema. No dice Historia, Verdad y Justicia. La historia de Leo como la de tantas Abuelas está escrita en muchos lugares y preservada, pero la memoria no es la historia. Para que haya memoria es necesario un sujeto que recuerde, que genere memoria. Con esa premisa sencilla, y seguro de que el arte es una de las mejores formas de perpetuar la Memoria, Javier Abinet retomó la idea nacida en AMP de hacer un documental sobre su abuela Leo. Junto a su hermano Matías y a su tío Gabriel constituyeron La Orilla Infinita, esa pequeñísima productora que absolutamente a pulmón llevó adelante el documental. Cuatro años de recopilación de material y una idea muy clara: Mostrarla a Leo desde sus amigos, compañeros y familiares. Humanizar todo lo posible el derrotero de una mujer tan poco común como todas las Abuelas. Así nació La Nave del Sueño Mío.


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