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No usé redes sociales por 30 días y no morí

Por: Isabella Cuéllar

Sí, yo tampoco pensé que fuera posible, pero lo hice. Superé los 30 días y aquí estoy contándoles mi experiencia en carne propia. Esta iniciativa comenzó desde una necesidad que sentí desde lo más profundo de mi ser y que me llevó a tomar la difícil decisión de desconectarme de las redes sociales para dedicar más tiempo a otras actividades. Mi apego con las redes se volvió un problema más grande de lo que pude llegar a imaginar, solo decía que iba a entrar a TikTok unos 10 minutos antes de hacer tareas y terminaba gastando 3 horas paseando entre aplicación y aplicación, creo que todos hemos sido víctimas de esta conducta, pero sentía que mi caso era extremo. Este comportamiento se fue repitiendo hasta que se convirtió en un ciclo sin salida, el tiempo se detenía y veía cómo mis días se consumían solo en eso. Tenía que cambiar, no me sentía a gusto y como soy una firme convencida de que todo en la vida se puede medir con una balanza, no se puede tener mucho de algo en un lado porque desestabiliza al otro, pues bien, mi balanza estaba completamente desestabilizada, no estaba priorizando lo que era realmente importante. “Todo en exceso es malo,” esta es una frase que todos llevamos escuchando desde pequeños y sabemos que es verdad, pero hasta qué punto se vuelve algo verdaderamente maligno?

Así que un día recapacité y pensé que mi dependencia a las redes sociales no iba a ser más grande que yo, que mis responsabilidades, mis metas, mi salud mental y física, estaba en un aislamiento absoluto y era tiempo de parar y liberarme de las garras de Instagram, TikTok y Snapchat que no me dejaban vivir al máximo.

Es así como el 22 de noviembre de 2020, con el apoyo de mis familiares, y con ellos como testigos, inicié esta travesía para liberarme de esa carga que cada día me pesaba más y más.

Los primeros días no fueron tan difíciles porque estaba con la motivación por el techo, claro, apenas había empezado. Me propuse escribir pensamientos y sentimientos a lo largo del reto, por ejemplo, el primer día escribí: “Necesito un cambio y salir del fondo en el que me encuentro para mejorar mi situación”; el segundo día prometí que volvería a encontrar motivación y felicidad en las cosas que dejé a un lado por usar las redes.

Mientras les cuento esto, voy leyendo las palabras plasmadas con letras desordenadas que llenan mi libreta y encuentro que hay una nota en la que afirmo que estoy más agradecida, que puedo percibir y apreciar pequeñeces de la vida que antes ignoraba por ocuparme abriendo Instagram, me doy cuenta de lo bien y orgullosa que me siento con este reto.

Con el pasar de los días y las semanas la situación se puso más difícil, pues no es fácil dejar por completo algo que se volvió cotidiano, la tentación me estaba matando y era como si las aplicaciones me hablaran y me preguntaran “por qué nos tienes tan olvidadas? Solo un ratito,

¡ven!” Tampoco quise desactivar ninguna durante ese tiempo porque sabía que, más que no tener acceso, debía ser consciente de que aunque pudiera acceder a ellas ya no tenía la necesidad de hacerlo. ¿Cómo lo logré? Fui más fuerte que mis dañinos hábitos, me focalicé en otras actividades más productivas para distraerme. Me volví más cercana y presente con mi familia, les juro que nunca he sentido mi vida tan balanceada. Puede sonar increíble, pero solo después de un día de no usar redes noté un cambio en mi estado de ánimo y, claramente, en mis niveles de productividad.

Este fue un reto conmigo misma, para salir de un momento difícil en el que me encontraba y en el cual necesitaba desconectarme de todo.

Cuando las redes sociales dejan de ser una herramienta, se vuelven un arma de doble filo. Creemos que tenemos el control de ellas y que vemos lo que queremos ver, pero esta idea es completamente errónea. ¿En realidad crees que una industria billonaria como lo son las redes sociales no tienen los medios para controlar lo que ves? El coding, los algoritmos y hasta estudios especializados en la conducta y mente humana son solo algunos de los recursos que utiliza esta industria para lograrlo. El show que montan las personas en las redes es más elaborado que un circo, se ponen máscaras para mostrar lo que ellos quieren que veamos y tener ese poder es muy peligroso si está en las manos equivocadas. Han descubierto cómo programar a los humanos a tal punto de crearles una dependencia emocional a su contenido. Si tienes un smartphone y acceso a internet, ya eres parte del mundo de las redes sociales. Entonces, si cualquiera puede crear una plataforma y mostrar lo que quiera a los demás, debemos ser conscientes del tipo de gente que existe en las redes.

Si han leído hasta acá, primero gracias, segundo si algo se les queda después de leer esto yo ya he cumplido otra parte de mi objetivo. También quise que por medio de este reto que las personas a mi alrededor fueran más conscientes de esta realidad de las redes.

Yo también uso las redes para ver cosas que solo aportan a mi disfrute y está bien, esa es una de las ventajas que tienen, lo que debes identificar es qué te aportan las redes y si las estás usando como una herramienta o un arma. Ya no me paso actualizando mi feed de Instagram cada cinco minutos, ya no vivo por medio de la experiencia de los otros, y precisamente eso era lo que quería obtener de este reto. Vale preguntarse ¿qué tanto está aportando a sus vidas el contenido que ven en las redes sociales?

Puede que evitar las redes sociales no te cambie la vida, como a mí, puede que mi historia te parezca la típica anécdota que cuentan los papás para que dejemos de estar tanto tiempo con el celular, pero solo te invito a que seas más consciente de lo que te permites en tus redes, te invito a que seas selectivo con el contenido que consumes.

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