Textos premiados segunda categoría 3º y 4º eso

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IES Zizur BHI

Certamen Literario (Curso 2014 – 2015)

Textos Premiados: Segunda Categoría

( 3º y 4º ESO )


Primer Premio. Marina Delgado. “Eigengran”.

SEÑOR D. (EIGENGRAU)

eigengrau1: (del alemán: gris intrínseco) m. el color visto por el ojo humano en absoluta oscuridad. El eigengrau se percibe como un color más claro que el negro porque el cerebro interpreta la información que le llega como una ligera claridad, teniendo más en cuenta el sistema visual el contraste que la claridad.

Suspira, relaja los músculos y los párpados se le cierran solos. El habitual eigengrau se transforma y se llena de una miríada de formas y colores diversos, puntos de luz que brillan desde sus párpados cerrados y le hacen sonreír en su juego de estrellas. Sus habituales preocupaciones de ejecutivo se disipan en la lejanía, en la bruma de los estupefacientes, y se afloja la corbata porque con las pesadas emociones que le aplastan le cuesta hacer llegar el aire a los pulmones. Pronto, el Señor Damas, director de una de las más prestigiosas empresas del mundo se deja llevar y se olvida de todo. La playa que le rodea vibra y se revuelve ante sus ojos en espasmos multicolores y el agua, parece espesa como la miel, de tranquila que está. Las pequeñas ondas rompen en la orilla como galaxias que explotan a millones de años luz. Las vaporosas nubes, frágiles ornamentos del cielo, se disipan, deslizándose como sinuosas serpientes en el cielo azul celeste. La arena, lava ardiente bajo el sol en llamas, se mueve y adapta dócil bajo sus pies, que no la sienten abrasar. La fragilidad aparente del empresario, escondida sin altivez tras bermudas y polo, pretende ocultar el éxtasis que siente, reflejado sin tapujos en sus ojos anhelantes como los de los niños. Todo le parece nuevo, semioculto tras la cortina de los alucinógenos. El gris intrínseco de cuando cierra los ojos le parece ahora aburrido, se siente un necio al pensar que alguna vez aquello le otorgó siquiera algo de relajo. El señor Dama echa mano al cajón, tras pedir expresamente a su secretaria no ser molestado en dos horas y, de nuevo, puntos de luz brotan de 1

La palabra eigengrau no existe realmente en el diccionario español, pero se utiliza dado su uso en el inglés.


las esquinas de su oficina como hadas y, cuando cierra los ojos, hacen convertirse al eigengrau en negro. La vista se le cierra por la intensidad de la luz, el resol que brilla en el atardecer solo puede compararse con el de las estrellas que ve en las lindes de sus ojos. Sonríe, porque la luz rojiza de la puesta de sol se convierte en verde, luego en rosa, en púrpura, y crea flores, y filigranas de colores pastel que se abalanzan sobre los picos de las montañas y sobre los caminantes que llegan a las cimas. Cuando cierra los ojos, ya no está el color que debería. La necesidad de tranquilidad brilla tras el telón de sus párpados cerrados, oscureciendo el gris, y pulsa y se intensifica hasta que tiene que hacerle caso. Es curioso, cómo cada vez es más insistente. La vida le resulta aburrida y pesada si está plenamente consciente, la luz que oscurecía en ocasiones al gris, ahora nunca se apaga y la dulce fascinación que le provocaban los fármacos se ha visto sustituida por una bestial obligación para el Señor Dam, aunque él no parece advertirlo. La brisa, que en realidad es un fuerte viento, no le impide descubrir los placeres de viajar en moto, aunque solo sea de casa al trabajo. Su vista se nubla de lágrimas alegres, que demuestran lo mucho que está disfrutando. Hasta este momento no se había atrevido, pero ahora piensa que lo hará cada vez que suba a la moto. Cuando da un rodeo para ir por las afueras y no por el centro, le parece ver esos destellos que vio cuando se ponía el sol en las montañas, y el resto de los motociclistas de la vía se recortan en negro contra el atardecer de color naranja, verde, azul y morado, y parece que vuelan. El recorrido hasta la oficina se le hace excepcionalmente corto, incluso con el rodeo, hasta que se da cuenta de que no está en su edificio. El Señor Da gira en la siguiente rotonda y, para encontrar el camino hasta su trabajo, tiene que regresar a casa y salir de nuevo como por la mañana. Cuando se quiere dar cuenta, ya no hay nada que hacer. La junta directiva en pleno ha decidido destituirle, su mujer le ha pedido el divorcio y él en lo único en lo que puede pensar es en la luz de la Droga, que ahora palpita en todas partes. Si se cruza con sus antiguos subordinados ahora, Andrajoso, Macilento, sin Arrogancia ni Soberbia, le siguen tratando de Señor Damas; pero él oye como susurran a sus acompañantes, les escucha comentar su nuevo nombre. Otrora fue el Señor Damas, pero ahora… ahora solo le queda ser el Señor D.

Marina Delgado

Segundo Premio: Amaia Hermoso de Mendoza


Tercer Premio: Paula Torres de Miguel. “Imágenes”


IMÁGENES

Otra noche, otra noche más sin dormir. Aquel insomnio le resultaba insoportable. El despertador marcaba las cuatro de la mañana y Celia daba vueltas en su cama sin poder conciliar el sueño. Se levantó y se dirigió a la cocina, sabía de sobra que no lograría dormir, el tiempo pasaba lento pensando en él, en Marcos. Llenó la tetera y puso a calentar agua. Té era prácticamente lo único que tomaba desde hacía dos semanas, catorce días de amargura y desesperación que corrían por sus venas como si de veneno se tratara. Ella conocía el antídoto, yacía en una camilla en el hospital comarcal, intubado e inerte. Marcos era su antídoto. Desde su accidente de moto la quincena pasada era solo un cuerpo. No gozaba de aquel color rosado en sus mejillas, ni lucía su contagiosa y perfecta sonrisa. Cuando el agua casi hervía introdujo en la tetera dos bolsas de té verde. Celia nunca había sido amante del té, simplemente lo tomaba porque le recordaba a Marcos. Su olor evocaba todas las tardes que gozó de su compañía y eso le gustaba. Sólo ahora comenzaba a hacerse a la idea de que cabía la posibilidad de que no despertara, de que nunca más volviera a ver brillar sus ojos grises. Celia encendió su cámara digital, en ella estaban todos los recuerdos que tenía de Marcos, con ella había fotografiado todas sus competiciones de motociclismo, sus increíbles acrobacias sobre su moto. Cada noche ella imprimía una de las fotografías para llevarla la mañana siguiente a la habitación de hospital de Marcos. Era lo único que lograba calmar su ansiedad. El sol salía tímidamente por entre los rascacielos al oriente de la ciudad. Celia ya estaba en la puerta del hospital, puntual como siempre. Subió corriendo aquellas escaleras blancas. Le recordaban a una enorme planta que subía y subía sin cesar y en cuyo final veía el cielo, su cielo, su Marcos. Giró la manilla de la habitación 320, la puerta a su cielo y también a su infierno, el de la incertidumbre y la angustia que oprimía su pecho cada vez que lo veía. Como cada mañana se acercó a la cama. Besó en el pómulo suavemente a su ángel y tras dedicarle una intensa mirada llena de los más profundos sentimientos, se dirigió a la pared paralela a la cama. Dedicó una rápida ojeada


al mural que durante esas dos semanas había ido creando con las fotografías que ella misma había tomado. Sacó de su bolso la que había impreso aquella madrugada y tras ponerle la fecha y una pequeña dedicatoria en la parte trasera, la pegó junto a todas las demás en esa pared cargada de deseos de reencuentro. Dio dos pasos atrás y se sentó en el borde de la cama para observar detenidamente aquel santuario. El tiempo pasaba rápido cuando se trataba de admirar a Marco, le fascinaba el control que poseía sobre su moto y sobre todos los aspectos de su vida en general. Era por esta obsesión que él tenía con el control lo que no le dejaba tranquila, no llegaba a comprender el motivo del accidente. La policía se limitaba a repetir una y otra vez que Marco perdió el control del vehículo en un momento crucial y que esto le llevó a impactar directamente contra un gran muro. “No lo vio venir”. “Pensaba en otros asuntos y no le dio tiempo a reaccionar”. Eran algunas de las frases que alegaban los peritos para referirse a las posibles causas del accidente. Pero en la cabeza de Celia no cabían esas posibilidades sin un motivo claro, Marco nunca perdía el control de la situación a la ligera. Se preguntaba qué era lo que había desviado su atención de la competición. Y esta pregunta llevaba rondando por la cabeza de Celia incansablemente durante aquellas dos semanas. Algo llamó su atención repentinamente, se acercó a la pared para ver mejor las fotografías. Fue analizándolas una a una. Al principio parándose unos minutos en cada una y cada vez con más velocidad fue revisando todas hasta llegar a la última. La piel de Celia había adquirido un preocupante color ceniza, se podría decir que sus ojos se salían de las órbitas y sintió que toda la sangre del cuerpo bajaba directamente hasta sus pies. Se agarró a la pared para no caer de la impresión, no podía creer que no se hubiera dado cuenta de aquel detalle antes. Estaba repasando las fotos nuevamente para asegurarse de que estaba en lo cierto y no se había imaginado todo cuando entró en la habitación la hermana de Marcos. -Buenos días Celia. ¿Qué tal has pasado la noche? -Elena, ven por favor.- Dijo Celia secamente. Elena se acercó cautelosa a Celia, sorprendida de la extraña reacción de la chica. -Mira. -Dijo señalando una de las fotografías.-Y mira.- Dijo señalando otra. -Si, ya veo. ¿Qué pasa? -¿Es que no lo ves? Este hombre, el hombre que va vestido de negro con los brazos cruzados. Aparece en todas las imágenes, siempre en la misma postura y mirando al objetivo de la cámara fijamente.


-Pues la verdad es que solo veo al público de la competición. Celia sale de la habitación muy indignada y cierra con un portazo. ¿Cómo es posible que no lo vea? No piensa insistir, no merece la pena. Pero ella sabe bien lo que ha visto y ese hombre le hiela la sangre. Tiene la certeza de que algo no va bien en y tiene que averiguar que es. Cuando llega a casa abre las carpetas que contienen todas las fotografías que ha tomado de las competiciones de Marco y las va analizando cautelosamente, en todas aparece aquel misterioso e inquietante hombre, y Celia tiene la corazonada de que algo no está bien, es sencillamente inquietante. Se le ocurrió llamar a sus amigas, pero pronto desechó la idea, lleva mucho tiempo sin relacionarse con ellas, desde el accidente para ser más exactos. Súbitamente se da cuenta de que no tiene nadie con quien hablar del tema, nadie con quien compartir sus pensamientos. Recuerda nostálgica a su madre desaparecida años atrás, pero no llora, ahora mismo tiene un presente del que ocuparse y eso ya forma parte del pasado. Durante los siguientes días en su cabeza no hay espacio para nada más que el hombre de negro y una irritante pregunta sin respuesta, ¿Qué tiene que ver con el accidente de Marco? Se ha olvidado hasta de comer, sabe que nada llenará el vacío que siente en su estómago. El tiempo ya no tiene valor para ella, Marco era su vida y sin él no tiene nada que perder. Lleva encerrada una semana entera en su casa. Celia ha tomado una decisión. Sale de casa apresuradamente y toma el primer autobús que la lleve a la arena. Está oscureciendo y el sol es una pequeña mancha en el horizonte que tiñe el cielo como si de finas acuarelas se tratara. Nada más poner un pie en el circuito siente un escalofrío y se ve muy pequeña y desamparada. No sabe exactamente qué está buscando ni si llegará a alguna conclusión pero ya no hay marcha atrás. Oye un ruido a su espalda, una violenta sensación, se estremece. Comienza a caminar y cae al suelo al tropezar con una piedra. Nota que el corazón se le sube a la garganta y que realmente tiene miedo, no para de imaginar al escalofriante señor de negro y se siente observada, observada por unos ojos invisibles que fijan su mirada en ella y la escudriñan en la oscuridad. Cada vez la sensación de que no está sola se hace más real. Entonces nota una fuerte mano que le agarra del hombro y después oscuridad, nada más que oscuridad.

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Una habitación blanca, un soplo de luz cegador. Marcos mira a su alrededor desubicado. Lo primero que ve es un enorme mural de fotografías, y curiosamente todas son suyas, con su Dragona. Sabe bien quien ha captado esas imágenes y una enorme sonrisa aparece en su cara al pensar en Celia. Poco a poco va recordando todo, la carrera, el fallo del freno, el terror al ver cómo iba a chocar contra aquel muro...y nada más, hasta ahora. _______________ Marcos no puede creer lo que está escuchando. Celia, su musa, su inspiración, la única. La que le había enseñado a vivir. ¿Encerrada? No, aquello no era posible. La Celia a la que conocía no podía ser una loca maniaca. Durante esos cuatro meses que había desaparecido del mundo no podía haber cambiado tanto su vida. Pero sí, decían que el ingreso en el centro psiquiátrico era la solución y que con suerte cuestión de tiempo que Celia sanará. Marcos sintió que volvía a la oscuridad en la que llevaba cuatro meses inmerso. ________________ “La realidad no es otra cosa que la capacidad que tienen de engañarse los sentidos” Albert Einstein

Paula Torres de Miguel


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