Psique - Capítulo 6

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_______________________________________________________________________ _ Capítulo 6 - Un día libre con lluvia, combate y tarros de mayonesa Mike examinó el tablero con atención, al igual que las tarjetas que reposaban a un lado suyo, muy cerca del borde de la mesa de cristal. Las circunstancias les habían llevado a meterse a un callejón sin salida. Felix sí que se la había puesto difícil. Michael Jonhson contempló a sus contrincantes: Felix Flynn, quien acababa de terminar su turno, uno de los chicos nuevos en la academia y que se había unido al club hacía una semana, era ahora su mayor preocupación. Luego dirigió su vista hacia su compañero, James Reynolds, hijo del director de la escuela, estudiante de undécimo grado y miembro del PP desde hacía seis años. Era éste quien ahora era pareja de Mike, y quien menos empeño ponía en el juego. Finalmente, miró a Vince Miller, la pareja de Felix. Como jugador estrella de fútbol, Vince poseía una altura y complexión arriba de la media. Tenía un cabello de color marrón, bastante corto, casi a lo militar, y sus pequeños pero vivaces ojos de color negro no apartaban la vista de Mike. —Me tienen, James... —murmuró el chico, mirando el tablero por el última vez. Ya que había comenzado a llover afuera, el PP decidió quedarse en el dormitorio. Mientras Ethan ayudaba a su hermana pequeña, Samantha, comúnmente llamada Sammy, a controlar su Psique, el cuarteto de muchachos disfrutaba un juego de mesa en la recepción del dormitorio. Tras una pequeña discusión, debido a que no sabían qué juego elegir, Ethan les prestó uno de su habitación. El juego consistía en formular teorías para descubrir al culpable de un asesinato, en una mansión completamente cerrada. Un bando, formado por dos personas, se encargaba de crear las circunstancias del siniestro, además de decidir al culpable y a las víctimas (la cantidad de éstas últimas se decidía mediante un dado). Esto por supuesto, no se le revelaba al otro bando, que hacía lo posible para descubrir al asesino, formulando teorías y destrozando las coartadas de los personajes, ayudándose con tarjetas que les otorgaban ciertos privilegios de vez en cuando. —En ese caso, es mi turno. —expresó James, tomando una de las tarjetas del bando investigador—. “Teoría y verdad”. —leyó el muchacho, mostrando su carta. Dicha carta les concedía la oportunidad de formular una teoría, y obligar al equipo contrario a decidir si era falsa o no. En caso de que estuviese equivocada, el bando asesino debía de destacar los puntos en los que fallaba. Lo bueno de dicha tarjeta es que la teoría no tenía limitaciones, podía ir desde investigar cómo fue cerrada una puerta, hasta intentar adivinar el nombre del asesino. —Guárdala. —pidió Mike, viendo que necesitaban más datos. _______________________________________________________________________ _


_______________________________________________________________________ _ Vince y Felix habían elegido asesinar a la víctima en un cuarto cerrado. Esto quería decir que las puertas y ventanas habían sido cerradas por dentro, con la llave dentro de la misma habitación. Sin embargo, los dados habían estado de la suerte del bando asesino, que decidió crear una masiva habitación cerrada con seis víctimas. Esto quería decir que en la primer primer pieza estaba la llave de la segunda, y en ésta la de la tercera. El ciclo se repetía hasta llegar a la sexta habitación, que tenía la llave de la primera. —Entonces... Es mi turno. —manifestó Vince, tomando una tarjeta para el bando del asesino—. —Oh, mirad... “Una hora menos”. Eso quiere decir que estáis más cerca de perder. —expresó Felix. Para hacer el juego un poco más divertido, el bando investigador se veía presionado por un reloj de veinticinco turnos. Si dichos turnos pasaban y el equipo era incapaz de resolver el misterio, la imaginaria policía les arrestaría a todos. Pero, debido a que estaban muy aburridos, los muchachos decidieron tornar su juego en algo más difícil y competitivo al reducir el número de turnos a quince. —Eso os deja con... dos turnos, oh. —se burló Felix.Vince añadió: —Ninguna otra acción. —Y ahora yo. —dijo Mike, imitando a sus compañeros y tomando una tarjeta. El delgado trozo de cartulina leía “Dato extra”, y mostraba una huella digital de sangre en una esquina. —Venga, haz lo tuyo. —sonrió James, mientras le daba la tarjeta de “Teoría y Verdad” a Mike. —¡Bien! Entonces, Vince y Felix, estáis obligados a decirnos un dato que desconozcamos del asesinato. Felix y Vince murmuraron algo, intentando que James y Mike no les oyeran. Tras asentir con la cabeza, Vince volvió a mirar a sus oponentes y dijo: —El culpable tenía la llave para una de las habitaciones. —¿Un duplicado? —inquirió Mike, a sabiendas de que no iban a responderle—. Bien, entonces... ¡Combo! ¡”Teoría y verdad”! —¿Hago yo los honores? —preguntó James. —Por supuesto. Incluye el duplicado en la teoría. _______________________________________________________________________ _


_______________________________________________________________________ _ James negó con la cabeza, recibiendo una queja por ello. Sin embargo, miró a sus contrincantes y comenzó: —¿No es obvio? El culpable es una de las víctimas. Felix y Vince se quedaron quietos como estatuas ante la declaración del chico. Sin embargo, éste aún no había formulado su teoría, por lo que no dijeron absolutamente nada. —El culpable tenía la llave de una de las habitaciones, sí... Pero eso implica que no tuviese las otras. En la quinta habitación, por decir alguna, asesinó a una de las víctimas y dejó la llave de la sexta, que aún estaba abierta. Cerró el cuarto con su llave y repitió el proceso con la habitación número cuatro, dejando la llave de la quinta pieza esta vez. Hizo lo mismo hasta llegar a la primera habitación, donde dejó la sexta llave. Finalmente, fue al sexto cuarto, llevándose la primera llave consigo. Cerró las puertas y ventanas desde adentro, y después se suicidó. Felix tragó saliva. Contempló a James y manifestó: —Correcto. Mike dejó salir un grito de victoria. —Para tu tren, Johson. —Mike se quejó—. Aún no hemos dicho al culpable... —¿No es obvio ya? —dijo Vince, cabizbajo. —Sí. Para que el culpable haya tenido todas las llaves, tuvo haberlas robado. Sin embargo, sabemos por el dato dado por Vince hace varios turnos que ningún personaje cometió un robo. —¿Entonces...? —inquirió Mike, cada vez más emocionado. —¡El culpable es... nada más y nada menos que...! —James golpeó la mesa con las manos (moviendo un poco el tablero y tarjetas, cabe decir), se puso súbitamente de pie y señaló a sus oponentes con el dedo índice. —¡Dilo ya, coño! —pidió Mike. —¡El mayordomo Abraham, el único sirviente involucrado! Siendo un sirviente, no cometió ningún robo al tomar todas las llaves, ¿no es así? ¿¡Es él el verdadero culpable!? Un ambiente lleno de suspenso se apoderó de la recepción. Nadie articuló palaba, ni siquiera un leve sonido se pudo escuchar. James bajó el brazo y tomó asiento, _______________________________________________________________________ _


_______________________________________________________________________ _ esperando la respuesta. —Sí... —susurró Felix. Mike se levantó del sillón de un salto, dejó salir un grito de victoria y lanzó el tablero por los aires. Empezó a hacer lo que parecía un baile, mientras canturreaba “Derrotados, derrotados, derrotados”. —¡Arriba esos cinco, James! — exclamó, mostrándole la palma de su mano. Sin embargo, el nombrado volvió a su serena e indiferente actitud y tomó asiento de nuevo. —Vaya que te has inspirado, James. —comentó Felix, mientras se ponía a gatas para recoger las tarjetas arrojadas por Mike. —Te ha entrado el sentimiento, ¿eh? —coincidió Vince, sonriente. James sólo se acomodó el flequillo, se recargó en el sofá y cerró los ojos (o por lo menos el que era visible) en actitud apática. No dijo palabra alguna, ni tampoco hizo algún gesto que pudiera interpretarse como una respuesta. —¿Y ahora qué? —preguntó Mike, al ver cómo las gotas de lluvia se estrellaban contra el cristal de las pequeñas ventanas de la recepción. Ya habían pasado cerca de media hora jugando, sin contar lo que habían tardado en decidir qué hacer, y la tormenta no había cesado. —Podríamos ir al gimnasio; después de todo, está completamente cerrado. — apuntó Vince. Al escuchar las palabras del chico, Mike se tiró en el sofá y hundió su rostro en uno de los cojines. Golpeó la mullida superficie del asiento con su puño, levantando un poco de polvo. —¡No quiero entrenar! —exclamó, intentando evitar que el almohadón ahogara su voz y alargando las palabras como quien hace un berrinche—. ¡Los entrenamientos son sólo de lunes a viernes! —Pero un sábado al año no hace daño. —señaló Felix, levantándose del sofá, seguido por Vince. James prefirió ir a entrenar un poco, en lugar de quedarse junto con Mike, quien, a regañadientes, decidió acompañar a los muchachos. Antes que nada, debían cambiarse en ropas más cómodas. Los cuatro muchachos llevaban pantalones de mezclilla, de distintas tonalidades y diseños (Mike juró que los pantalones de James eran los más ajustados que había visto en su vida). Mientras James subía al tercer piso, Vince, Mike y Felix permanecieron en el segundo. Vince abrió la primer puerta con su llave, y desapareció tras ella. Sobre la mirilla colgaba una pequeña pizarra, que tenía “Ethan & Vince” escrito con tiza de color blanco, que evidenciaba que compartía la habitación con el rubio. _______________________________________________________________________ _


_______________________________________________________________________ _ Por otro lado, Mike abrió la segunda puerta (“Never forget: Mike ‘n F for the win”), y dejó pasar a Felix antes que él. Ambos muchachos compartían la misma habitación, pese a que al miembro más reciente no le agradaba mucho la idea. —Mike, no has recogido tus zapatos. —señaló Felix, abriendo el largo armario de color gris, colocado en un hueco en la pared construido precisamente para eso. La pieza era grande, pues debía alojar a los dos adolescentes. Probablemente mediría unos ocho metros por otros ocho, y de altura un poco menos de tres metros, más que suficiente para dar cabida a la litera en la que dormían los dos chicos. Las paredes estaban pintadas de color verde espárrago, como el de la recepción. Al suelo lo cubría una alfombra de color azul, con detalles que cambiaban de tonalidad. Finalmente, en el techo sólo había una solitaria lámpara, aunque en ciertos lugares había luces más pequeñas para facilitar la vista: Encima del escritorio, sobre el armario, y en la pared donde estaba la litera, una para cada cama. Las dos camas estaban hasta el fondo de la habitación, pegadas hacia la pared contraria a la puerta. A su lado estaba la puerta que daba al baño, y a un lado de ésta, el armario. En el otro extremo, a la izquierda de quien entraba, había un escritorio con un ordenador, una televisión, un pequeño frigorífico, y una amplia ventana con cortinas azules. No había muchas cosas colgadas de las paredes, aunque Mike le dijo a Felix que ya las llenaría. Mike ya había puesto algunas cosillas, como un póster de una modelo descansando junto a un deportivo plateado, varios percheros que sostenían algunas gorras, un calendario, y una diana para dardos. Mike tomó unos pantalones de algodón de color negro, y una camisa sin mangas de color blanco. Se puso las zapatillas deportivas negras que solía utilizar para su uniforme. Felix, por otro lado, tomó una descolorida camisa de algodón, que anteriormente había sido de color negro, pero ahora tenía una tonalidad parecida a la de una rata gris. Recordó que al día siguiente debía ir a comprarse ropa nueva con la compensación que le había otorgado la mudanza. También tomó un holgado pantalón del mismo material, de color azul marino, y las zapatillas deportivas del colegio. Una vez se hubo cambiado y puesto suficiente desodorante, Mike decidió abandonar la habitación, dejando a Felix solo. Bajó la escalera hacia la recepción, que estaba completamente vacía. Pensando que James y Vince ya podían haberse adelantado, continuó hacia el gimnasio. La puerta estaba a unos pasos del chico, al lado del televisor, en la parte derecha _______________________________________________________________________ _


_______________________________________________________________________ _ de la habitación. Era de cristal, y dejaba ver un amplio pasillo en el que no había nada más que una mesa de madera, con un florero y algunas velas decorativas, y un mueble de madera con varios cajones, de donde Mike tomó una pequeña toalla. Empujó la puerta que estaba al final del pasillo, y entró al gimnasio. Para ser un lugar al que sólo tenían acceso seis muchachos, era bastante amplio. Fácilmente mediría lo mismo que el gimnasio del colegio, y tenía el mismo tipo de equipo. En el centro, siendo así lo que destacaba más, había un ring en el cual Ethan y Samantha se encontraban luchando, utilizando sus respectivos Psiques como armas. Ambos muchachos tenían movimientos muy similares: Ágiles, rápidos, y con ataques débiles, pero veloces y certeros. A la derecha del ring había varias máquinas para ejercitarse. Caminadoras, elípticas, de remo, y varios artefactos más. También había una gran variedad de pesas, en las cuales Vince solía invertir gran tiempo de su hora obligatoria de entrenamiento. Atrás del ring, en el fondo del gimnasio, había una pequeña piscina. Sólo cabía una persona a la vez, y no era capaz de dar muchas brazadas. Sin embargo, había un pequeño canal poco profundo, en el cual los muchachos corrían con la resistencia del agua presionando sus piernas. Por otro lado, a la izquierda tenían varias cosas para practicar la flexibilidad y la fuerza de manera gimnástica. Un par de aros, dos caballos, y dos largas barras. No obstante, los muchachos aborrecían esta sección y no la usaban para nada, a menos que el director estuviese evaluándoles. Finalmente, entre el ring y Mike había varios muñecos de variados materiales. De paja, de arena, y varios de concreto. Los muchachos practicaban el cuerpo a cuerpo con los de arena, el uso de armas blancas con los de paja, y el Psique con los de concreto. Cabe decir que los muchachos también practicaban con armas de fuego pequeñas, las cuales usarían sólo en caso de emergencia, y con los revólveres de Psique en un cuarto independiente, cuya puerta se encontraba del lado izquierdo del gimnasio. —Muévete, que paso. —dijo James, apartando a Mike de la puerta con el brazo. Llevaba unos largos shorts de color negro, y una camisa de baloncesto del mismo color. Inmediatamente se acomodó frente a un muñeco de arena y comenzó a golpearle con los puños. Detrás de él llegó Felix, ya cambiado, que inmediatamente pasó a las máquinas. Lo mismo hizo Vince, quien venía detrás de él. —¡Mikey, relévame! —exclamó Samantha, sonriente, desde el ring. Sin esperar una respuesta, dejó a Ethan con la guardia en alto y corrió hacia donde estaba Mike. Le tomó de la muñeca y, sin siquiera preguntarle, lo guió hasta su hermano. _______________________________________________________________________ _


_______________________________________________________________________ _ Era, sin duda alguna, la más joven del grupo. A sus trece años cursaba séptimo grado, y estaba en la etapa entre la niñez y la adolescencia, lo cual se veía evidenciado por las curvas que comenzaban a resaltar bajo su ropa. Aunque tenía repentinos cambios de humor, y no podían culparle por ello, generalmente era risueña y muy agradable con todo el grupo. —Vale, vale... Ya estoy, Sammy. —dijo Mike, poniéndose frente a Ethan. Samantha le guiñó uno de sus ojos azules y retrocedió. —Ya sabes, Mike. Llamas pequeñas. —recordó Ethan. —Y tú ya sabes. Choques eléctricos no-mortales. —respondió el chico. Ambos muchachos se colocaron en guardia, esperando la señal que daría inicio a su combate. Súbitamente, unos gruesos muros de cristal se alzaron del suelo mediante un mecanismo y rodearon el ring por completo. Cuando llegó al PP, Mike pensó que no resistirían los Psiques del grupo, pero se equivocó, pues los veinte centímetros fueron más que suficiente. Sin embargo, con el paso de los años se habían hecho varios raspones que dificultaban la vista para los espectadores. Samantha silbó fuertemente, gracias a su Psique de sonido, llamando la atención de los otros miembros. Felix interrumpió su actividad para ver a Mike y a Ethan en acción, pues, si bien había entrenado con ellos los últimos días, jamás les había visto usar sus Psiques. Mike lanzó un orbe de fuego contra su contrincante, quien solamente se agachó para esquivarlo. Antes de que pudiera levantarse, sin embargo, otra esfera de fuego ya venía hacia él. Ethan rodó como un tronco para alejarse del ataque, y se levantó utilizando el mismo movimiento que utilizaba para hacer planchas. El rubio frotó sus manos, sin parar de moverse, y luego aplaudió. Un delgado rayo cruzó el aire y se estrelló contra el cristal, a unos centímetros a la derecha de Mike. —¡Eh, te dije que de baja energía! —gritó Mike. —Y yo te dije que llamas pequeñas, pero no escuchas, ¿no? —respondió Ethan, intentando embestir al chico, con la mano al frente, seguramente cargada de energía. Mike se apartó al último momento, a la par que el rubio daba dos pasos verticales en la pared, y luego daba una voltereta hacia atrás, cayendo de pie de nuevo. —¡Eh, tranquilo! —vociferó Mike, volviéndose a apartar del Ethan que ya no parecía escucharle. Levantó un muro de fuego, lo cual le supuso gastar gran parte de su energía, aunque estuvo seguro que eso detendría a Ethan lo suficiente para que se calmara un poco.

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_______________________________________________________________________ _ Pero Ethan lo ignoró y lo atravesó rápidamente, sin dañarse ni un poco. Le dio un fuerte manotazo a Mike en el pecho, antes de que pudiese moverse, y dejó salir su Psique por su mano. Una especie de sacudida recorrió a Mike en milisegundos. Sintió que su cerebro temblaba, al igual que todos sus músculos. Intentó apartarse de Ethan, pero se vio incapaz. Tal y como había visto decenas de veces en los dibujos animados, sintió como si su cabello se hubiese puesto de punta. Muy pronto sus terminales nerviosas dejaron de responder... Ethan le soltó. El rubio le dio un fuerte empujón que le hizo caer al suelo. Mike se quedó tirado, temblando, sintiendo la electricidad abandonar su cuerpo. Vio cómo los muros descendieron, dejando que Ethan pasara. Vince, James, Felix y Samantha corrieron hacia el chico, que aún no podía mover los músculos. —¿Mike? ¿¡Mike!? —llamó Vince, sacudiéndole. —Y-ya... Es-toy... Estoy bi-bien... —intentó decir Mike, soltándose de Vince. Intentó ponerse de pie, pero los músculos le fallaron. Volvió a recostarse sobre el tatami, y cerró los ojos con furia—. ¡Ah, esa cabrona! —exclamó. —¡No le llames así! ¡Tú lo iniciaste! —defendió Samantha. —¡Sí, vale, yo lo inicié, pero él se ha pasado! —gritó Mike, finalmente pudiéndose sentar. —Tiene razón, Samantha. —concordó James. Mike siempre se preguntó por qué Sammy era la única que tenía el privilegio de ser llamada por su nombre cuando hablaba con James; aunque probablemente era porque no podía referirse tanto a ella como a su hermano con el apellido “Parker”—. Si tu hermano no se mide, puede terminar haciendo daño. —¿¡Terminar haciendo daño!? ¡Tío, estoy tirado en el suelo con medio cuerpo dormido! —exclamó Mike, pero James le ignoró. —Vámonos... No hemos tenido ni diez minutos de entrenamiento. —dijo James. —Mike, yo te ayudo. —dijo Felix, tomando al chico por las axilas y obligándole a levantarse. Una vez el joven estuvo de pie, su compañero le pidió que se recargara en él y le rodeara con un brazo, para mantener el equilibrio. Caminaron hasta la recepción, donde Mike explicó que sus piernas ya habían recuperado el movimiento. Continuaron hasta la cocina, donde Felix ofreció preparar algo de comer para el grupo, haciendo alarde de que había elegido esa clase como optativa.

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_______________________________________________________________________ _ El lugar estaba cubierto por pequeños mosaicos de color blanco. Frente a la puerta estaba una barra en donde dos personas podían comer, también cubierta por el mismo tipo de mosaico. La barra continuaba hasta la pared del lado izquierdo, y giraba para dar cabida a una pequeña estufa y a varios estantes, donde seguramente estaban guardados los platos y vasos, junto con algunos utensilios. Volvía a girar y se convertía en una superficie pegada a la pared, con suficente espacio para colocar los ingredientes y algunos recipientes. A la derecha de la barra estaba el refrigerador, de doble puerta y de color plateado, donde ahora Felix buscaba algo para comer. Mike se sentó en un banquillo frente al desayunador, junto con Vince, que tomó asiento en el otro. James se quedó de pie, mientras Samantha prefirió sentarse en la barra misma. —Hacen falta varias cosas para hacer una cena decente. —dijo Felix, con la cabeza dentro del refrigerador—. Pero me las arreglaré para hacer algunos emparedados. ¿A nadie le molesta? El grupo dijo “No” al unísono. —Que alguien tome el pan de la alacena. —pidió Felix—. ¡Mike, atrapa! — exclamó, lanzando un paquete de rebanadas de jamón hacia el chico. Le siguieron varios trozos de queso amarillo, dos tomates, y una cabeza de lechuga. —¡Eh, no tengo tantos brazos! —apuntó Mike, atrapando el frasco de mostaza que Felix acababa de lanzar, y dejándolo sobre la barra. —¿Dónde está la mayonesa? —preguntó el muchacho, sacando finalmente la cabeza del frigorífico. La gran mayoría se encogió de hombros. —Puede que haya un poco en la bodega. —señaló James, sacando un llavero de su bolsillo. Se lo lanzó a Mike, que lo atrapó con una sola mano—. Enséñale a Flynn el lugar. Mike, a regañadientes, se levantó de su asiento y salió de la cocina, cruzando el comedor hasta llegar a la recepción, seguido por Felix. Caminaron hasta la escalera de caracol, pero en lugar de subir por ella, se desviaron hacia un lado y se detuvieron en el pequeño hueco que había entre la pared y el borde de la escalinata. Mike contempló la diminuta puerta de metal que sobresalía de la escalera antes de introducir la pequeña llave en la cerradura. La giró, y al instante se escuchó un pequeño chasquido, y la puerta se levantó de su sitio. Ambos muchachos entraron a la oscura habitación. Mike presionó un interruptor que se encontraba al lado de la entrada, provocando que se encendieran varios tubos _______________________________________________________________________ _


_______________________________________________________________________ _ fluorescentes. El par de chicos estaba en la cima de una escalera, la cual no tardaron en recorrer hasta el final. Una rejilla les impidió el paso, pero Mike la jaló de una esquina, provocando que se doblara sobre sí misma y se pegara a la pared. Mike recordó la primera vez que había entrado a la bodega. Había sido, indudablemente, sorprendente para él; y aparentemente Felix tenía la misma impresión. En lo que antes había sido un sótano, ahora se guardaban decenas de estanterías de metal, repletas de diversos objetos: Comida enlatada, mantas, agua embotellada, bombillas, papel y toallas higiénicas... Además, allí también se guardaban los revólveres de Psique y algunas armas blancas y de fuego, junto con los materiales utilizados para reemplazar a los muñecos y a las dianas del gimnasio. También tenían, en caso de emergencia, la entrada a un refugio nuclear, el cual también se utilizaría si un tsunami o un huracán atacara la costa. Mike caminó tranquilamente hacia la estantería más cercana, a su izquierda, y comenzó a examinar las decenas de latas y frascos que allí reposaban. —Mayonesa, mayonesa... —murmuraba. —Mike. —llamó Felix—. La encontré. —Mike miró hacia su compañero. El chico señalaba un frasco de plástico, de color blanco, que se encontraba, solitario, en la cima de la estantería. Michael dejó que su amigo utilizara los descansillos como escalones y subiera para alcanzar el tarro. Y luego recordó lo que había en ese frasco. Un viejo experimento de Vince, que Felix no debía abrir para nada. —¡Felix, espera, eso es...! —gritó, pero el chico ya había alcanzado el frasco. Como era de suponer, al estirarse excesivamente, perdió el equilibrio y cayó de la estantería, llevándose consigo el tarro. Una vez Felix cayó, cuan largo era, en el suelo, el frasco se golpeó fuertemente contra el concreto, liberando su contenido por el lugar. —¿¡Pero qué es esto!? —vociferó Felix, con asco, al verse cubierto por una sustancia parecida al agua, pero que apestaba tremendamente. —Formol. —respondió Mike. Su voz sonaba ligeramente nasal, pues se había apretado la nariz para no tener que soportar el penetrante olor del líquido. —¿¡Formol!? ¿¡Con eso no se conservan...!? —comenzó Felix, pero su amigo le interrumpió: —Sí, fetos, órganos y otras cosas. —¿¡¡Guardáis fetos aquí!!? _______________________________________________________________________ _


_______________________________________________________________________ _ —¡No, no! —¿¡Qué sucedió!? —preguntó Vince, alarmado. El joven venía corriendo por la escalera, seguido por James, Ethan y Samantha. —¡Felix se ha caído con Mario! —respondió Mike, bastante agitado. —¿¡Mario quién!? —preguntó Felix, moviendo sus brazos hacia atrás para levantarse. Al intentar apoyarse en el suelo, sin embargo, tocó algo pequeño y poroso, con una textura muy parecida a la de una esponja. Con una mueca de asco, giró su cabeza para contemplar el objeto. —Ése es Mario. —señaló Mike. Era un emparedado. No quedaba casi nada de lo que antes había sido el pan, pues el líquido lo había humedecido hasta desprenderlo. Sin embargo, podía notarse que llevaba jamón, queso, lechuga, y varias aceitunas, ya muy deterioradas por el formol. —¿Cómo...? —Intentaba romper un récord mundial. —explicó Vince, tomando a “Mario” y volviéndolo a meter al bote de plástico—. Por idiota, me olvidé del pan, pero ya lo había echado al frasco para cuando me di cuenta. —¿Un... récord mundial...? —repitió Felix, atónito, poniéndose de pie. Y sacudiendo los brazos para quitarse la sustancia de encima. —Al emparedado mejor preservado. —Será mejor que te laves, Felix. Y rápido. —aconsejó James. —Ya... Esto es ridículo... —murmuró el chico, mientras comenzaba a caminar hacia la recepción—. ¡Y no voy a hacer ningún puto sandwich ahora! —terminó, una vez hubo salido de la bodega. —¡Ah, este novato tiene mucho para dar! —exclamó Mike, saltanto el charco de formol y emprendiendo rumbo a su habitación. —¿Debo recordarte, Johson, que antes de que Flynn llegara, el novato eras tú? — se burló James. Mike solamente sonrió.

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